6 Bilbao Carcajadas surrealistas NH 574 - Periódic… · enterarme de que ha publicado varias...

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6 Bilbao penas han pasado unos pocos segundos desde que cae en mis manos un ejemplar del último premio Herralde de novela y ya me es- toy riendo. Antes siquiera de empezar con el libro me deten- go en su solapa donde descubro a Juan Pablo Villalobos, mexica- no afincado en Barcelona, que según la información que pro- porciona Anagrama “ha investi- gado temas tan dispares como la ergonomía de los retretes, los efectos secundarios de los fár- macos contra la disfunción eréctil o la excentricidad en la literatura latinoamericana de la primera mitad del siglo XX”. ¿Cómo se me ha podido pasar este tío? me digo apenado, al enterarme de que ha publicado varias novelas invariablemente bien recibidas y traducidas a una docena de idiomas. Unas pocas páginas son sufi- cientes para comprender que Villalobos parece decidido a ex- plotar todas las variantes del hu- mor, desde la parodia afilada y certera al gag chusco y de bro- cha gorda. Para ello se vale, al- ternativamente, de grandes do- sis de incorrección política, chistes formulados a la manera tradicional (Estaban un mexi- cano, un chino y un musul- mán…), slapstick (el sarpullido intermitente del protagonista) y hasta los monólogos al más puro estilo stand up comedy. Re- cursos que maneja con soltura y de los que se aprovecha para construir una comedia de enre- do muy negra y efervescente en la que los despropósitos no de- jan de sucederse y aumentar de intensidad. Villalobos parece incapaz de tomarse un momento de respi- ro y pone en pie una novela efectista y trepidante, salpicada de referencias culturetas (Na- bokov, Ibargüengoitia, Volpi) pero repleta de acción, en la que no dejan de suceder cosas cada vez más turbias hasta des- embocar en un mutis descon- certante y abrupto, a lo Tony Soprano. No voy a pedirle a nadie que me crea cumple sobradamen- te con la cuota mínima exigible de asesinatos, extorsiones, trai- ciones, corruptelas, teorías de la conspiración, amores y des- amores. También hay estudian- tes de doctorado (literatura comparada), mafiosos, okupas antisistema, lesbianas que no lo son tanto, comisionistas de la Generalitat, una mossa d’ esqua- dra pelirroja, pakistaníes ate- os… Como nos anuncia el título, No voy a pedirle a nadie que me crea es un auténtico disparate. Una trama cada vez más delirante, conexiones imposibles; la es- tructura, fraccionaria y calei- doscópica, francamente origi- nal. Una negrísima comedia de enredo en la que el humor y el juego literario se entremezclan con elementos más propios de También la novela finalista es una pieza humorística de cierta relevancia. Su autor, el argenti- no Federico Jeanmaire, ha ele- gido un planteamiento atrevi- do, levemente surrealista y va- liente a la hora de renunciar a cualquier pretensión de verosi- militud, cualidades que tam- bién son aplicables a la novela ganadora. En comparación con Villalobos, Jeanmaire ha des- arrollado una carrera más con- vencional. Es licenciado en Le- tras, especialista en el Quijote y en su país, Argentina, ha sido ga- lardonado con premios impor- tantes. Amores enanos es un sainete con aire de fábula lisérgica, el reverso tenebroso de los cuen- tos tradicionales de los herma- nos Grimm, a quienes se men- ciona en la dedicatoria. Lo que propone es la completa trans- gresión del arquetipo de aque- llos cuentos, un reboot alejado de los roles convencionales y que pone patas arriba nuestra per- cepción de los simpáticos com- parsas de Blancanieves, a quie- nes siempre tuvimos por perso- nitas inofensivas y laboriosas. Los martes, Milagro Lo primero que a uno le viene a la mente al abordar esta lectu- ra es aquello que decía Monte- rroso acerca de los enanos. Se- gún el escritor hondureño (quien por cierto era bastante bajito), estos tienen un sexto sentido que les permitía identi- ficarse rápidamente en mitad de una multitud. A medida que avanzamos vemos que lo que en principio podía parecer humor blanco deriva hacia el esper- pento surrealista. Conocemos así la historia de Milagro, uno de esos enanos –“hombres bajos y mujeres ba- jas”, prefiere decir él, cumplien- do con la cuota de lenguaje in- clusivo– obligados a aceptar tra- bajos denigrantes para sobrevi- vir. En un primer momento tra- bajó en el circo, representando sketches equiparables al del bom- bero torero, hasta que la escasez de espectadores hizo que lo ce- rraran. Pero Milagro no se arre- dra ante la adversidad. Como cabía esperar, su nombre resul- ta profético. Él tiene inquietu- des, es un hombre leído que acumula conocimientos en los más diversos campos. Durante una temporada le fue bastante bien como stripper, tanto como para independizarse del jefe ex- plotador y producir y diseñar su propio espectáculo. Poco más tarde se convertirá en el ideólogo y fundador de una comuna en la que solo se acepta a personas de estatura igual o inferior al metro cua- renta y siete. Además de todo eso, Milagros es también el ejemplo prototípico de narra- dor poco fiable. Digo esto no solo por el hecho de que este- mos ante lo que, cada vez más, parece tratarse de una confe- sión, el relato de un crimen na- rrado en primera persona, cualquier acusado tiene el de- recho, y casi la obligación, de faltar a la verdad si logra así ex- culparse. Milagro es una fuente poco fiable precisamente por sus intentos de explicarlo todo, por su afán contextualizador, por su mal entendida vocación de objetividad extrema. Balbu- cea, remolonea, avanza a trom- picones. Las interrupciones y digresiones son constantes en su discurso, como si además de enano fuera también tartamu- do. De manera francamente in- geniosa la información clave se va postergando, Milagro se las arregla para irse por las ramas y hurtarle al lector el dato decisi- vo, que será desvelado en la úl- tima página, casi en la última frase. Miguel Artaza A Villalobos construye una comedia de enredo muy negra y efervescente Carcajadas surrealistas Las novelas ganadora y finalista del Premio Herralde son dos artefactos humorísticos muy distintos que cumplen con lo prometen un thriller. Hay ratos en los que recuerda a una novela de cam- pus de David Lodge, otras veces nos parece una versión barcelo- nesa de las pelis de Guy Ritchie. Aunque por su peculiar cons- trucción no pueda hablarse, en puridad, de protagonistas, gran parte del peso de la narración recae sobre Juan Pablo, quien se ve envuelto en una oscura tra- ma de proporciones internacio- nales, y su novia, o más bien ex novia, Valeria. Los dos son me- xicanos y más o menos están en Barcelona como estudiantes de posgrado. Por su aspecto, él po- dría pasar por europeo. En ella es más evidente su condición de latina. Al contrario que Juan Pa- blo, güerito y de ojos claros, Va- lentina es más bien prieta, me- dio morocha. El tono oscuro y las facciones fuertes y marcadas de Valentina atormentan a la to- rrencial y megalómana madre de Juan Pablo. El dato, aunque pueda parecer poco relevante, es vital para comprender cómo acaba encajando ella las piezas del rompecabezas y su relación con la fuente de todos los pro- blemas: el primo de Juan Pablo quien, de forma póstuma, ha puesto en marcha el engranaje que acabará por detonar este di- vertidísimo artefacto. El mexicano Juan Pablo Villalobos, ganador del Premio Herralde de Novela Federico Jeanmaire fue el finalista En comparación con Villalobos, Jeanmaire ha desarrollado una carrera más convencional

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penas han pasado unospocos segundos desdeque cae en mis manos

un ejemplar del último premioHerralde de novela y ya me es-toy riendo. Antes siquiera deempezar con el libro me deten-go en su solapa donde descubroa Juan Pablo Villalobos, mexica-no afincado en Barcelona, quesegún la información que pro-porciona Anagrama “ha investi-gado temas tan dispares comola ergonomía de los retretes, losefectos secundarios de los fár-macos contra la disfuncióneréctil o la excentricidad en laliteratura latinoamericana de laprimera mitad del siglo XX”.¿Cómo se me ha podido pasareste tío? me digo apenado, alenterarme de que ha publicadovarias novelas invariablementebien recibidas y traducidas auna docena de idiomas.

Unas pocas páginas son sufi-cientes para comprender queVillalobos parece decidido a ex-plotar todas las variantes del hu-mor, desde la parodia afilada ycertera al gag chusco y de bro-cha gorda. Para ello se vale, al-ternativamente, de grandes do-sis de incorrección política,chistes formulados a la maneratradicional (Estaban un mexi-cano, un chino y un musul-mán…), slapstick (el sarpullidointermitente del protagonista)y hasta los monólogos al máspuro estilo stand up comedy. Re-cursos que maneja con soltura yde los que se aprovecha paraconstruir una comedia de enre-do muy negra y efervescente enla que los despropósitos no de-jan de sucederse y aumentar deintensidad.

Villalobos parece incapaz detomarse un momento de respi-ro y pone en pie una novelaefectista y trepidante, salpicadade referencias culturetas (Na-bokov, Ibargüengoitia, Volpi)pero repleta de acción, en laque no dejan de suceder cosascada vez más turbias hasta des-embocar en un mutis descon-certante y abrupto, a lo TonySoprano. No voy a pedirle a nadieque me crea cumple sobradamen-te con la cuota mínima exigiblede asesinatos, extorsiones, trai-ciones, corruptelas, teorías dela conspiración, amores y des-amores. También hay estudian-tes de doctorado (literaturacomparada), mafiosos, okupasantisistema, lesbianas que no loson tanto, comisionistas de laGeneralitat, una mossa d’ esqua-dra pelirroja, pakistaníes ate-os…

Como nos anuncia el título,No voy a pedirle a nadie que me creaes un auténtico disparate. Unatrama cada vez más delirante,conexiones imposibles; la es-tructura, fraccionaria y calei-doscópica, francamente origi-nal. Una negrísima comedia deenredo en la que el humor y eljuego literario se entremezclancon elementos más propios de

También la novela finalista esuna pieza humorística de ciertarelevancia. Su autor, el argenti-no Federico Jeanmaire, ha ele-gido un planteamiento atrevi-do, levemente surrealista y va-liente a la hora de renunciar acualquier pretensión de verosi-militud, cualidades que tam-bién son aplicables a la novelaganadora. En comparación conVillalobos, Jeanmaire ha des-arrollado una carrera más con-vencional. Es licenciado en Le-tras, especialista en el Quijote yen su país, Argentina, ha sido ga-lardonado con premios impor-tantes.

Amores enanos es un sainetecon aire de fábula lisérgica, elreverso tenebroso de los cuen-tos tradicionales de los herma-nos Grimm, a quienes se men-ciona en la dedicatoria. Lo quepropone es la completa trans-gresión del arquetipo de aque-llos cuentos, un reboot alejado delos roles convencionales y quepone patas arriba nuestra per-cepción de los simpáticos com-parsas de Blancanieves, a quie-nes siempre tuvimos por perso-nitas inofensivas y laboriosas.

Los martes, MilagroLo primero que a uno le viene

a la mente al abordar esta lectu-

ra es aquello que decía Monte-rroso acerca de los enanos. Se-gún el escritor hondureño(quien por cierto era bastantebajito), estos tienen un sextosentido que les permitía identi-ficarse rápidamente en mitadde una multitud. A medida queavanzamos vemos que lo que enprincipio podía parecer humorblanco deriva hacia el esper-pento surrealista.

Conocemos así la historia deMilagro, uno de esos enanos–“hombres bajos y mujeres ba-jas”, prefiere decir él, cumplien-do con la cuota de lenguaje in-clusivo– obligados a aceptar tra-bajos denigrantes para sobrevi-vir. En un primer momento tra-bajó en el circo, representandosketches equiparables al del bom-bero torero, hasta que la escasezde espectadores hizo que lo ce-rraran. Pero Milagro no se arre-dra ante la adversidad. Comocabía esperar, su nombre resul-ta profético. Él tiene inquietu-des, es un hombre leído queacumula conocimientos en losmás diversos campos. Duranteuna temporada le fue bastantebien como stripper, tanto comopara independizarse del jefe ex-plotador y producir y diseñar supropio espectáculo.

Poco más tarde se convertirá

en el ideólogo y fundador deuna comuna en la que solo seacepta a personas de estaturaigual o inferior al metro cua-renta y siete. Además de todoeso, Milagros es también elejemplo prototípico de narra-dor poco fiable. Digo esto nosolo por el hecho de que este-mos ante lo que, cada vez más,parece tratarse de una confe-sión, el relato de un crimen na-rrado en primera persona,cualquier acusado tiene el de-recho, y casi la obligación, defaltar a la verdad si logra así ex-culparse. Milagro es una fuentepoco fiable precisamente porsus intentos de explicarlo todo,por su afán contextualizador,por su mal entendida vocaciónde objetividad extrema. Balbu-cea, remolonea, avanza a trom-picones. Las interrupciones ydigresiones son constantes ensu discurso, como si además deenano fuera también tartamu-do. De manera francamente in-geniosa la información clave seva postergando, Milagro se lasarregla para irse por las ramas yhurtarle al lector el dato decisi-vo, que será desvelado en la úl-tima página, casi en la últimafrase.

Miguel Artaza

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Villalobosconstruye unacomedia de enredomuy negra yefervescente

Carcajadas surrealistasLas novelas ganadora y finalista del Premio Herralde son dos artefactos humorísticos

muy distintos que cumplen con lo prometen

un thriller. Hay ratos en los querecuerda a una novela de cam-pus de David Lodge, otras vecesnos parece una versión barcelo-nesa de las pelis de Guy Ritchie.

Aunque por su peculiar cons-trucción no pueda hablarse, enpuridad, de protagonistas, granparte del peso de la narraciónrecae sobre Juan Pablo, quiense ve envuelto en una oscura tra-ma de proporciones internacio-nales, y su novia, o más bien exnovia, Valeria. Los dos son me-xicanos y más o menos están enBarcelona como estudiantes deposgrado. Por su aspecto, él po-dría pasar por europeo. En ellaes más evidente su condición delatina. Al contrario que Juan Pa-blo, güerito y de ojos claros, Va-lentina es más bien prieta, me-dio morocha. El tono oscuro ylas facciones fuertes y marcadasde Valentina atormentan a la to-rrencial y megalómana madrede Juan Pablo. El dato, aunquepueda parecer poco relevante,es vital para comprender cómoacaba encajando ella las piezasdel rompecabezas y su relacióncon la fuente de todos los pro-blemas: el primo de Juan Pabloquien, de forma póstuma, hapuesto en marcha el engranajeque acabará por detonar este di-vertidísimo artefacto.

El mexicano Juan Pablo Villalobos, ganador del Premio Herralde de Novela Federico Jeanmaire fue el finalista

En comparación conVillalobos, Jeanmaireha desarrolladouna carrera másconvencional