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OBRAS, TOMO VII (1917-1918) V. I. Lenin Edicin: Progreso, Mosc 1973. Lengua: Castellano. Digitalizacin: Koba. Distribucin: h ttp://bolchetvo.blogspot.com/

ndice Prefacio. .....................................................................1 El estado y la revolucin. ..........................................2 La situacin poltica.................................................47 Carta a la redaccin de Proletarskoie Dielo. ........49 A propsito de las consignas. ..................... .............50 Las enseanzas de la revolucin. .............................54 Los rboles les impiden ver el bosque. ....................61 Del diario de un public ista. ......................................64 Acerca de los compromisos. ...... ..............................69 La catstrofe que nos amenaza y como combatirla. 72 El problema fundamental de la revolucin. .............91 La revolucin rusa y la guerra civil. ........................95 Las tareas de la revolucin. ........... ........................102 Los bolcheviques deben tomar el poder. ............. ..106 El marxismo y la insurreccin. ..............................108 La crisis h a madurado. ...........................................111 Se sostendrn los bolche viques en el poder? .......115 Carta al CC, a los comits de Mosc y Petrogrado y a los bolcheviques miembros de los soviets de Mosc y Petrogrado.................... ..........................................136 Consejos de un ausente. .......... ...............................137 Carta a los camaradas bolcheviques que partic ipan en el congreso de los soviets de la regin del norte. ..139 Carta a los camar adas. ...........................................142 Carta a los miembros del pa rtido bolchevique. .....151 Carta al CC del POSD(b) de Rusia. .................. .....153 Un nuevo engao de los eseristas a los campesinos. ...................... .........................................................155 Carta a los miembro s del CC. ................................158 A los ciudadanos de rusia! ........ ...........................159 II Congreso de los soviets de diputados obreros y soldados de toda Rusia ..........................................160 Proyecto d e decreto sobre el control obrero. .........167 Radiograma del consejo de comisa rios del pueblo. ............................................................... ................168 Proyecto de resolucin acerca de la libertad de prensa. ...... ..............................................................169 Sesin del CEC d e toda Rusia. ..............................170 A la poblacin.................... ....................................173 Respuesta a las preguntas de los campesi nos. .......175 La alianza de los obreros y de los campesinos trabajadores y exp lotados. .....................................176 Proyecto de decreto sobre el d erecho de revocacin. ............................................................ ...................178 Discurso en el primer congreso de toda Rusia de la marina de guerra. ...................................................179 Sobre las tar eas de la biblioteca pblica de Petrogrado........................................ ......................182 Informe sobre la situacin econmica de los obreros y camp esinos de Petrogrado y las tareas de la clase obrera, en la reunin de la seccin ob rera del soviet de diputados obreros y soldados de Petrogrado. ....183 Carta a F E Dzerzhinski con un proyecto de decreto sobre la lucha frente a los contrarrev olucionarios y los saboteadores. ............................................... .....185 Tesis acerca de la asamblea constituyente. ............187 Proyecto de decreto sobre la puesta en prctica de la nacionalizacin de los bancos y las medidas indispensables derivadas de ella. .......................... 190 P lejnov acerca del terrorismo. ............................. 192 Los asustados por el fracaso de lo viejo y los que luchan por el triunfo de los nuevo. .......... ............. 194 Cmo debe organizarse la emulacin? ............... 196 Declaracin d e los derechos del pueblo trabajador y explotado. .............................. ............................... 201 Gente del otro mundo. ...................... .................... 203 Discurso acerca de la disolucin de la asamblea constituy ente, en la sesin del CEC de toda Rusia. ........................................ ...................................... 204 Acerca de la historia de la paz desdi chada. .......... 206 III Congreso de los soviets de diputados obreros, soldados y campesinos de toda Rusia. .................. 210 Acerca de la frase revolucio naria. ........................ 222 La patria socialista esta en peligro! ....... .............. 227 Acerca de la sarna. .........................................

....... 228 Una leccin dura pero necesaria. .......................... 230 Peregr ino y monstruoso. ....................................... 232 Notas ............ ......................................................... 237

PREFACIO. En el sptimo volumen de las Obras Escogidas de V. I. Lenin en doce tomos hemos in cluido los ms importantes trabajos y discursos de Lenin correspondientes al perodo comprendido entre julio de 1917 y febrero de 1918, es decir, el perodo en que se prepar y realiz la Gran Revolucin Socialista de Octubre y los primeros meses de Po der sovitico. Abre el tomo una relevante obra del marxismo creador -El Estado y l a revolucin-, escrita en agosto y septiembre de 1917 y publicada en un libro en 1 918. La primera guerra mundial de 1914-1918 aceler el proceso de transformacin del capitalismo monopolista en capitalismo monopolista de Estado, agrav en grado ext raordinario las contradicciones del sistema de produccin capitalista y la princip al de ellas (entre el trabajo y el capital), condujo a una crisis revolucionaria en distintos pases imperialistas e inici "una cadena de revoluciones proletarias socialistas". Los oportunistas que militaban entonces en la socialdemocracia int ernacional combatan la doctrina marxista de la revolucin socialista y de la dictad ura del proletariado, as como la destruccin de la mquina estatal burguesa y su sust itucin con otra, proletaria. Propugnaban la idea do la integracin pacfica del capit alismo en el socialismo, en tanto que los idelogos anarquistas de la pequea burgue sa se pronunciaban, en general, contra todo Estado, incluido, el Estado de la dic tadura del proletariado. En febrero de 1917, la autocracia fue derrocada en Rusi a; pero la revolucin no se detuvo ah, sino que sigui desarrollndose. Por eso, el pro blema de la actitud de la revolucin socialista del proletariado ante un Estado ad quiri magna importancia terica y prctica. En la obra El Estado y la revolucin, Lenin expuso y desarroll de manera sistemtica la doctrina del Estado, concebida por Mar x y Engels, como una categora socio-histrica vinculada indisolublemente al carcter clasista de la sociedad. La situacin poltica interior de Rusia -que cambiaba con r apidez en aquel perodo-, el crecimiento arrollador del proceso revolucionario y l a contraofensiva de respuesta de la reaccin en julio de 1917 requeran que el Partido Comunista supiera modificar a tiempo y con decisin su tctica de lucha. Surgi el problema de hacer pasar el poder poltico a manos del proletariado, de llevar a cabo la revolucin socialista. En sus obras A propsito de las consignas, La catstrofe que nos amenaza y cmo combatirla, Se sostendrn los bolc heviques en el poder? y algunas otras, Lenin traz y argument un programa de medida s urgentes que permitieran al Estado proletario sacar a Rusia de la crisis poltic a, militar y econmica y, al mismo tiempo, sentaran las bases de la etapa inicial de la edificacin del socialismo. Este programa expresa las principales leyes obje tivas del desarrollo de la revolucin socialista, comunes a todos los pases. En el tomo se publican despus, en orden cronolgico, documentos de tanta importancia histr ica como el Informe sobre la paz, presentado al II Congreso de los Soviets de to da Rusia el 26 de octubre (8 de noviembre) de 1917, el Informe y el Decreto acer ca de la tierra, la Declaracin de los derechos del pueblo trabajador y explotado (III Congreso de los Soviets) y el conocidsimo artculo Cmo debe organizarse la emula cin? En este trabajo se esclarecen la primera experencia prctica de la nueva organi zacin del trabajo, trabajo libre, no forzado; los grmenes de la funcin desempea el t rabajo humano, completamente nueva en la historia universal, como una necesidad natural, como una actividad cuyo fin no es obtener slo ventajas personales, sino satisfacer las necesidades de toda la colectividad laboral, de toda la sociedad. Todos los trabajos y discursos incluidos en este volumen han sido traducidos de la 5 edicin en ruso de las Obras Completas de V. I. Lenin, preparada por el Insti tuto de Marxismo-Leninismo adjunto al CC del PCUS, indicndose al pie de cada trab ajo el tomo y las pginas correspondientes. La editorial.

EL ESTADO Y LA REVOLUCIN. La doctrina marxista del estado y las tareas proletariado en la revolucin 1. Pref acio a la primera edicin. El problema del Estado adquiere en la actualidad una im portancia singular tanto en el aspecto terico como en el poltico prctico. La guerra imperialista ha acelerado y enconado extraordinariamente el proceso de transfor macin del capitalismo monopolista en capitalismo monopolista de Estado. La monstr uosa opresin de las masas trabajadoras por el Estado, que se funde ms y ms estrecha mente con las omnipotentes asociaciones de los capitalistas, adquiere proporcion es cada da ms espantosas. Los pases adelantados se convierten -y al decir esto nos referimos a su retaguardia- en presidios militares para los obreros. Los inauditos horrores y calamidades de esta largusima guerra hacen insoportable la situacin de las masas y aumentan su indignacin. Progresa a todas luces la revolucin proletari a internacional, y su actitud ante el Estado adquiere una importancia prctica. Lo s elementos de oportunismo acumulados durante decenios de desarrollo relativamen te pacfico crearon la corriente del socialehovinismo imperante en los partidos so cialistas oficiales del mundo entero. Esta corriente (Plejnov, Potrsov, Breshkvskay a, Rubanvich y, luego, en una forma levemente velada, los seores Tsereteli, Cherno v y Ca., en Rusia; Scheidemann, Legien, David y otros, en Alemania; Renaudel, Gue sde y Vandervelde, en Francia y en Blgica; Hyndman y los fabianos2, en Inglaterra , etc., etc.), socialismo de palabra y chovinismo de hecho, se distingue por la adaptacin vil y lacayuna de los jefes del socialismo a los intereses no slo de su burg uesa nacional, sino precisamente de su Estado, pues la mayora de las llamadas grande s potencias hace ya largo tiempo que explotan y esclavizan a muchos pueblos pequ eos y dbiles. Y la guerra imperialista es precisamente una guerra por el reparto y la redistribucin de esta clase de botn. La lucha por arrancar a las masas trabaja doras de la influencia de la burguesa en general, y de la burguesa imperialista en particular, es imposible sin combatir los prejuicios oportunistas acerca del Est ado. Comenzamos por examinar la doctrina de Marx y Engels sobre el Estado, detenindono s con minuciosidad singular en los aspectos de esta doctrina olvidados o tergive rsados de un modo oportunista. Luego analizaremos especialmente la posicin del re presentante principal de estas tergiversaciones, Carlos Kaustky, el lder ms conoci do de la II Internacional (1889-1914), que tan dolorosa bancarrota ha sufrido du rante la guerra actual. Por ltimo, haremos el balance fundamental de la experienc ia de la revolucin rusa de 1905 y, sobre todo, de la de 1917. Esta ltima est termin ando, al parecer, en los momentos actuales (comienzos de agosto de 1917) la prim era fase de su desarrollo; pero toda esta revolucin, en trminos generales, puede s er comprendida nicamente como un eslabn de la cadena de revoluciones proletarias s ocialistas suscitadas por la guerra imperialista. As pues, la actitud de la revol ucin socialista del proletariado ante el Estado adquiere no slo una importancia po ltica prctica, sino la mayor actualidad, pues se trata de explicar a las masas lo que debern hacer para sacudirse, en un porvenir inmediato, el yugo del capital. E l Autor. Agosto de 1917. Prefacio a la segunda edicin. Esta edicin, la segunda, ap enas contiene modificaciones. No se ha hecho ms que aadir el apartado 3 al captulo II. El Autor. Mosc 17 de diciembre de 1918. Captulo I. La sociedad de clases y el estado. 1. El estado, producto del carcter inconciliable de las contradicciones d e clase. Con la doctrina de Marx acaece hoy lo que ha ocurrido repetidas veces e n la historia con las doctrinas de los pensadores revolucionarios y de los lderes de las clases oprimidas en su lucha por la emancipacin. En vida de los grandes r evolucionarios, las clases opresoras les sometan a constantes persecuciones, acoga n sus doctrinas con la rabia ms salvaje, con el odio ms furioso y las campaas ms des enfrenadas de mentiras y

El estado y la revolucin calumnias. Despus de su muerte se intenta convertirlos en iconos inofensivos, canonizarlos, por decirlo as, rodear sus nombres de cierta a ureola de gloria para consolar y engaar a las clases oprimidas, castrando el conten ido de la doctrina revolucionaria, mellando el filo revolucionario de sta y envil ecindola. En semejante correccin del marxismo se dan hoy la mano la burguesa y los op ortunistas dentro del movimiento obrero. Olvidan, relegan a un segundo plano y a dulteran el aspecto revolucionario de esta doctrina, su espritu revolucionario. H acen pasar a primer plano y ensalzan lo que eso parece ser aceptable para la bur guesa. Todos los socialchovinistas son ahora bromas aparte!- marxistas. Y los cientfi cos burgueses alemanes, que todava ayer eran especialistas en pulverizar el marxi smo, hablan con frecuencia creciente, de un Marx nacional-alemn que, segn ellos, educ las asociaciones obreras tan magnficamente organizadas para la guerra de rapia! An te tal situacin, ante la inaudita difusin de las tergiversaciones del marxismo, nu estra misin consiste, sobre todo, en restablecer la verdadera doctrina de Marx ac erca del Estado. Para ello es necesario citar numerosos y largos pasajes de las propias obras de Marx y Engels. Es claro que las citas largas hacen pesada la ex posicin y en nada contribuyen a darle un carcter popular. Pero es imposible en abs oluto prescindir de ellas. Habr que citar del modo ms completo posible todos los p asajes, o, al menos, todos los pasajes decisivos de las obras de Marx y Engels s obre el problema del Estado, para que el lector pueda formarse por s mismo una no cin del conjunto de ideas de los fundadores del socialismo cientfico y del desarro llo de estas ideas, as como para demostrar documentalmente y patentizar con toda claridad la tergiversacin de estas ideas por el kautskismo hoy imperante. Comencemo s por la obra ms difundida de F. Engels -El origen de la familia, la propiedad pr ivada y el Estado-, de la que ya en 1894 se public en Stuttgart la sexta edicin. D eberemos traducir las citas de los originales alemanes, pues las traducciones ru sas, con ser tan numerosas, son en gran parte incompletas o deficientes en extre mo. El Estado -dice Engels, resumiendo su anlisis histrico- no es de ningn modo un p oder impuesto desde fuera a la sociedad; tampoco es la realidad de la idea moral, ni la imagen y la realidad de la razn, como afirma Hegel3. Es ms bien un producto de la sociedad cuando llega a un grado de desarrollo determinado; es la confesin de que esa sociedad se ha enredado en una irremediable contradiccin consigo misma y est dividida por antagonismos inconciliables, que es impotente para conjurarlos. Pero a fin de que estos antagonismos, estas clases con intereses econmicos en pu gna no se devoren a s mismas y no consuman a la sociedad en una lucha estril, se h ace necesario un poder situado aparentemente por encima de la sociedad y llamado a amortiguar el choque, a mantenerlo en los lmites del orden. Y ese poder, nacido de la sociedad pero que se pone por encima de ella y se divorcia de ella ms y ms, es el Estado (pgs. 177-178 de la sexta edicin alemana). En este pasaje se expresa c on plena claridad la idea fundamental del marxismo en cuanto al papel histrico y a la significacin del Estado. El Estado es producto y manifestacin de la inconcili abilidad de las contradicciones de clase. El Estado surge en el sitio, en el mom ento y en la medida en que las contradicciones de clase no pueden, objetivamente , conciliarse. Y viceversa: la existencia del Estado demuestra que las contradic ciones de clase son inconciliables. En este punto importantsimo y cardinal comien za precisamente la adulteracin del marxismo, la cual sigue dos direcciones fundam entales. De una parte, los idelogos burgueses -y, sobre todo, pequeoburgueses-, ob ligados por la presin de hechos histricos indiscutibles a reconocer que el Estado existe nicamente donde hay contradicciones de clase y lucha de clases, corrigen a M arx de tal manera que el Estado resulta ser un rgano de conciliacin de las clases. Segn Marx, el Estado no podra surgir ni mantenerse si fuera posible la conciliacin de las clases. A juicio de los profesores y publicistas pequeoburgueses y filist eos -que a cada paso invocan benvolos a Marx!- resulta que el Estado es precisamen te el que concilia las clases. Segn Marx, el Estado es un rgano de dominacin de cla se, un rgano de opresin de una clase por otra, es la creacin del orden que legaliza y afianza esta opresin, amortiguando los choques entre las clases. En opinin de los polticos pequeoburgueses, el orden es precisamente la conciliacin de las clases y no la opresin de una clase por otra. Para ellos, amortiguar los choques significa conciliar, y no privar a las clases oprimidas de ciertos medios y procedimiento s de lucha con el fin de derrocar a los opresores. Por ejemplo, durante la revol

ucin de 1917, cuando el problema de la significacin y del papel del Estado se plan te precisamente en toda su magnitud, en el terreno prctico, como un problema de ac cin inmediata y, adems, de masas, todos los eseristas (socialistas-revolucionarios ) y mencheviques4 cayeron en el acto y por entero en la teora pequeoburguesa de la conciliacin de las clases por el Estado. Innumerables resoluciones y artculos de los polticos de ambos partidos estn saturados de esta teora pequeoburgusa y filistea de la conciliacin. La democracia pequeoburgusa jams podr comprender que el Estado es el r ano 3

4 de dominacin de una clase determinada, la cual no puede conciliarse con su antpo da (con la clase opuesta a ella). La actitud ante el Estado es uno de los sntomas ms patentes de que nuestros eseristas y mencheviques no son, en modo alguno, soc ialistas (cosa que nosotros, los bolcheviques, hemos demostrado siempre), sino d emcratas pequeoburgueses con una fraseologa casi socialista. De otra parte, la adul teracin kautskiana del marxismo es bastante ms sutil. Tericamente, no se niega ni que l Estado sea el rgano de dominacin de una clase ni que las contradicciones de clas e sean inconciliables. Pero se pasa por alto o se oculta lo siguiente; si el Est ado es un producto de la inconciliabilidad de las contradicciones de clase, si e s una fuerza situada por encima de la sociedad y que se divorcia ms y ms de la soci edad, resulta claro que la liberacin de la clase oprimida es imposible no slo sin u na revolucin violenta, sino tambin sin destruir la mquina del Poder estatal creada por la clase dominante y en la que toma cuerpo dicho divorcio. Como veremos ms adel ante, Marx lleg a esta conclusin, tericamente clara de por s, con la mayor precisin, tomando como base un anlisis histrico concreto de las tareas de la revolucin. Y est a conclusin es precisamente -como expondremos con todo detalle en las pginas sigui entes- la que Kautsky... ha olvidado y falseado. 2. Los destacamentos especiales d e hombres armados, las crceles, etc. ...Frente a la antigua organizacin gentilicia (de tribu o de clan)5 -prosigue Engels-, el Estado se caracteriza, en primer lug ar, por la agrupacin de sus sbditos segn divisiones territoriales Esta agrupacin nos p arece natural, pero requiri una larga lucha contra la antigua organizacin en gens o en tribus. ...El segundo rasgo caracterstico es la institucin de una fuerza pblica, que ya no es el pueblo armado. Esta fuerza pblica especial hcese necesaria porque desde la divisin de la sociedad en clases es ya imposible una organizacin armada e spontnea de la poblacin... Esta fuerza pblica existe en todo Estado; y no est formad a slo por hombres armados, sino tambin por aditamentos materiales, las crceles y la s instituciones coercitivas de todo gnero, que la sociedad gentilicia (de clan) n o conoca... Engels desarrolla la nocin de esa fuerza, denominada Estado, que brota de la sociedad, pero se sita por encima de ella y se divorcia cada vez ms de ella. En qu consiste, principalmente, esta fuerza? En destacamentos espciales de hombres a rmados, que disponen de crceles, etc. Tenemos derecho a hablar de destacamentos e speciales de hombres armados, pues la fuerza pblica, propia de todo Estado, no es ya la V. I. Lenin poblacin armada, su organizacin armada espontnea. Como todos los grandes pensadores revolucionarios, Engels se esfuerza por centrar la atencin de los obre ros conscientes precisamente en lo que el filistesmo dominante considera menos di gno de atencin, ms habitual, santificado por prejuicios no ya slidos, sino, digmoslo as, petrificados. El ejrcito permanente y la polica son los instrumentos principal es de la fuerza del poder estatal. Pero puede, acaso, ser de otro modo? Desde el punto de vista de la inmensa mayora de los europeos de fines del siglo XIX, a qui enes se diriga Engels y que no haban vivido ni visto de cerca ninguna gran revoluc in, esto no poda ser de otro modo. No comprendan en absoluto eso de la organizacin ar mada espontnea de la poblacin. A la pregunta de por qu haba surgido la necesidad de d estacamentos especiales de hombres armados (polica y ejrcito permanente), situados por encima de la sociedad y divorciados de ella, el filisteo de Europa Occident al y el filisteo ruso se inclinaban a contestar con un par de frases tomadas de Spencer o de Mijailovski, aduciendo la acrecida complejidad de la vida social, l a diferenciacin de funciones, etc. Estas referencias parecen cientficas y adormecen magnficamente al filisteo, velando lo principal y fundamental: la divisin de la so ciedad en clases enemigas irreconciliables. Si no existiera esa divisin, la organi zacin armada espontnea de la poblacin sera posible, aunque se diferenciara por su comp lejidad, elevada tcnica, etc., de la organizacin primitiva de la manada de monos q ue empuan palos, o de la del hombre primitivo, o de los hombres agrupados en clan es. Pero esa organizacin es imposible porque la sociedad civilizada est dividida e n clases enemigas y, adems, irreconciliablemente enemigas, cuyo armamento espontneo conducira a la lucha armada entre ellas. Se forma el Estado, se crea una fuerza e special, destacamentos especiales de hombres armados, y cada revolucin, al destru ir el aparato estatal, nos muestra al desnudo la lucha de clases, nos muestra co n toda evidencia cmo se esfuerza la clase dominante por restaurar los destacament

os especiales de hombres armados a su servicio y cmo se esfuerza la clase oprimid a por crear una nueva organizacin de este tipo que sea capaz de servir no a los e xplotadores, sino a los explotados. En el pasaje citado, Engels expone en el ter reno terico el mismo problema que cada gran revolucin plantea ante nosotros en la prctica, de manera fehaciente y, adems, en el plano de la accin de masas: el proble ma de la relacin entre los destacamentos especiales de hombres armados y la organiza cin armada espontnea de la poblacin. Veremos cmo ilustra de un modo

El estado y la revolucin concreto este problema la experiencia de las revolucione s europeas y rusas. Pero volvamos a la exposicin de Engels. Engels seala que, a ve ces, por ejemplo, en algunos sitios de Norteamrica, esta fuerza pblica es dbil (se trata de raras excepciones en la sociedad capitalista y de lugares de Norteamrica en que imperaba, en el periodo preimperialista, el colono libre), pero que, en trminos generales, se fortalece: ...La fuerza pblica se fortalece a medida que los antagonismos de clase se exacerban dentro del Estado y a medida que se hacen ms g randes y ms poblados los Estados colindantes. Y si no, examnese nuestra Europa act ual, donde la lucha de clases y la rivalidad en las conquistas han hecho crecer tanto la fuerza pblica que sta amenaza con devorar a la sociedad entera y aun al E stado mismo... Esto fue escrito no ms tarde que a comienzos de los aos 90 del siglo pasado. El ltimo prlogo de Engels est fechado el 16 de junio de 1891. Por aquel en tonces apenas comenzaba en Francia, y ms dbilmente todava en Norteamrica y en Aleman ia, el viraje hacia el imperialismo, tanto en el sentido de la dominacin completa de los trusts como en el sentido de la omnipotencia de los grandes bancos, de u na grandiosa poltica colonial, etc. Desde entonces, la rivalidad en las conquistas ha dado un gigantesco paso adelante, tanto ms que, a comienzos de la segunda dcada del siglo XX, el planeta qued definitivamente repartido entre estos conquistadore s rivales, es decir, entre las grandes potencias rapaces. Desde entonces, los arm amentos terrestres y martimos han aumentado en proporciones fabulosas, y la guerr a de rapia de 1914-1917 por el dominio mundial de Inglaterra o Alemania, por el r eparto del botn, ha llevado al borde de una catstrofe completa la absorcin de todas l as fuerzas de la sociedad por un poder estatal rapaz. Ya en 1891, Engels supo de stacar la rivalidad en las conquistas como uno de los ms importantes rasgos distint ivos de la poltica exterior de las grandes potencias. Y los canallas del socialcho vinismo de los aos 1914-1917, precisamente cuando esta rivalidad, agravndose ms y ms , ha engendrado la guerra imperialista, encubren la defensa de los intereses rap aces de su burguesa con frases sobre la defensa de la patria, la defensa de la repblic y de la revolucin, etc.! 3. El estado, instrumento de explotacin de la clase oprim ida. Para mantener una fuerza pblica especial, situada por encima de la sociedad, son necesarios los impuestos y la deuda pblica. Dueos de la fuerza pblica y del dere cho a recaudar impuestos -dice Engels-, los funcionarios, como rganos de la socie dad, aparecen ahora situados por encima de sta. El respeto que se tributaba libre y voluntariamente a los rganos de la constitucin gentilicia (de clan) ya no les b asta, incluso si pudieran ganarlo... Se dictan leyes especiales sobre la santidad y la inmunidad de los funcionarios. El ms despreciable polizonte tiene ms autoridad q ue los representantes del clan; pero incluso el jefe del poder militar de un Est ado civilizado podra envidiar a un jefe de clan por el respeto espontneo que le prof esaba la sociedad. Aqu se plantea el problema de la situacin privilegiada de los f uncionarios como rganos de poder del Estado. Lo fundamental es saber: qu los coloca por encima de la sociedad? Ms adelante veremos cmo resolvi prcticamente esta cuestin terica la Comuna de Pars en 1871 y cmo la escamote reaccionariamente Kautsky en 191 2. ...Como el Estado naci de la necesidad de refrenar los antagonismos de clase, y como, al mismo tiempo, naci en medio del conflicto de esas clases, es, por regla general, el Estado de la clase econmicamente dominante, que, con ayuda de l, se c onvierte tambin en la clase polticamente dominante, adquiriendo con ello nuevos me dios para la represin y la explotacin de la clase oprimida... No slo el Estado antig uo y el Estado feudal fueron rganos de explotacin de los esclavos y de los siervos . Tambin el moderno Estado representativo es el instrumento de que se sirve el cap ital para explotar el trabajo asalariado. Sin embargo, por excepcin, hay perodos e n que las clases en lucha estn tan equilibradas que el poder del Estado, como med iador aparente, adquiere cierta independencia momentnea respecto a una y otra... A s ocurri con la monarqua absoluta de los siglos XVII y XVIII, con el bonapartismo d el Primero y del Segundo Imperio en Francia y con Bismarck en Alemania. Y as ha o currido tambin -agregamos nosotroscon el Gobierno Kerenski en la Rusia republican a, despus de pasarse a las persecuciones del proletariado revolucionario, en un m omento en que los Soviets, a consecuencia de estar dirigidos por demcratas pequeob urgueses, son ya impotentes, pero la burguesa no tiene todava fuerza bastante para disolverlos pura y simplemente. En la repblica democrtica -prosigue Engelsla rique za ejerce su poder indirectamente, pero, por ello mismo, de un modo ms seguro, y l

o ejerce, en primer lugar, mediante la corrupcin directa de los funcionarios (Norte amrica) y, en segundo lugar, mediante la alianza entre el gobierno y la Bolsa (Fran cia y Norteamrica). En la actualidad, el imperialismo y la dominacin de los bancos han desarrollado, convirtindolos en un arte extraordinario, estos dos mtodos de def ender 5

6 y hacer efectiva la omnipotencia de la riqueza en las repblicas democrticas, sea n cuales fueren. Pongamos un ejemplo. Si en los primeros meses de la repblica dem ocrtica de Rusia, durante lo que podramos llamar luna de miel de los socialistas ese ristas y mencheviques- con la burguesa en el gobierno de coalicin, el seor Palchins ki sabote todas las medidas coercitivas contra los capitalistas y sus latrocinios , contra sus robos al fisco con los suministros de guerra; y si luego, ya fuera del ministerio, el seor Palchinski (sustituido, como es lgico, por otro Palchinski exactamente igual a l) fue recompensado por los capitalistas con una canonja de 120 .000 rublos de sueldo al ao, qu es eso? Un soborno directo o indirecto? Una alianza d el gobierno con los consorcios o nicamente lazos de amistad? Qu papel desempean los Ch ernov y los Tsereteli, los Avxntiev y los Skbeliev? El de aliados directos o slo indir ectos de los millonarios malversadores de los fondos pblicos? La omnipotencia de la riqueza es ms segura en las repblicas democrticas tambin porque no depende de unos u otros defectos del mecanismo poltico ni de la mala envoltura poltica del capital ismo. La repblica democrtica es la mejor envoltura poltica posible del capitalismo; y por eso, el capital, al apoderarse (por conducto de los Palchinski, los Chern ov, los Tsereteli y Ca.) de esta envoltura, la mejor de todas, cimenta su poder c on tanta seguridad y firmeza, que no lo conmueve ningn cambio de personas, ni de instituciones ni de partidos dentro de la repblica democrtica burguesa. Hay que ad vertir, adems, que Engels llama tambin con la mayor precisin al sufragio universal instrumento de dominacin de la burguesa. El sufragio universal, dice, basndose evid entemente en la larga experiencia de la socialdemocracia alemana, es el ndice de l a madurez de la clase obrera. No puede llegar ni llegar nunca a ms en el Estado ac tual. Los demcratas pequeoburgueses, como nuestros eseristas y mencheviques, y sus hermanos carnales, todos los socialchovinistas y oportunistas de Europa Occident al, esperan ms, en efecto, del sufragio universal. Sustentan ellos mismos e inculca n al pueblo la falsa idea de que el sufragio universal es, en el Estado actual, un medio capaz de revelar verdaderamente la voluntad de la mayora de los trabajador es y garantizar su cumplimiento. Aqu slo podemos sealar esta falsa idea, apuntar qu e la afirmacin de Engels, completamente clara, precisa y concreta se adultera a c ada paso en la propaganda y en la agitacin de los partidos socialistas oficiales (e s decir, oportunistas). Ms adelante, en nuestra exposicin de las concepciones de M arx y Engels acerca del Estado actual, explicaremos en detalle toda la falsedad de esta idea, V. I. Lenin rechazada aqu por Engels. En la ms popular de sus obras, Engels hace u n resumen general de sus puntos de vista en los siguientes trminos; Por tanto, el Estado no ha existido eternamente. Ha habido sociedades que se las arreglaron si n l, que no tuvieron la menor nocin del Estado ni de su poder. Al llegar a cierta fase del desarrollo econmico, que estaba ligada necesariamente a la divisin de la sociedad en clases, esta divisin hizo del Estado una necesidad. Ahora nos aproxim amos con rapidez a una fase de desarrollo de la produccin en que la existencia de estas clases no slo deja de ser una necesidad, sino que se convierte en un obstcu lo directo para la produccin. Las clases desaparecern de un modo tan inevitable co mo surgieron en su da. Con la desaparicin de las clases desaparecer inevitablemente el Estado. La sociedad, reorganizando de un modo nuevo la produccin sobre la bas e de una asociacin libre de productores iguales, enviar toda la mquina del Estado a l lugar que entonces le ha de corresponder: al museo de antigedades, junto a la r ueca y al hacha de bronce. No es frecuente encontrar esta cita en las publicacion es de propaganda y agitacin de la socialdemocracia contempornea. Pero incluso cuan do la encontramos, se trata, casi siempre, de una especie de reverencia ante un icono, o sea, de un homenaje oficial a Engels, sin el menor intento de analizar la amplitud y profundidad de la revolucin que supone este enviar toda la mquina del Estado al museo de antigedades. En la mayora de los casos, ni siquiera se ve que s e comprenda a qu llama Engels mquina del Estado. 4. La extincin del estado y la revol ucin violenta. Las palabras de Engels sobre la extincin del Estado gozan de tanta ce lebridad, se citan tan a menudo y muestran con tanto relieve dnde est el quid de l a adulteracin corriente del marxismo, por medio de la cual se le adapta al oportu nismo que es preciso examinarlas con todo detalle. Reproduciremos entero el pasa je en que figuran estas palabras. El proletariado toma en sus manos el poder del

Estado y convierte, en primer lugar, los medios de produccin en propiedad del Est ado. Pero con este mismo acto se destruye a s mismo como proletariado y destruye toda diferencia y todo antagonismo de clase y, con ello, el Estado como tal. La sociedad, hasta el presente movida entre los antagonismos de clase, ha necesitad o del Estado, o sea, de una organizacin de la correspondiente clase explotadora, para mantener las condiciones exteriores de produccin, y, por

El estado y la revolucin tanto, particularmente para mantener por la fuerza a la clase explotada en las condiciones de opresin (la esclavitud, la servidumbre y el trabajo asalariado), determinadas por el modo de produccin existente. El Estado era el representante oficial de toda la sociedad, su sntesis en un cuerpo social visible; pero lo era slo como Estado de la clase que en su poca representaba a tod a la sociedad: en la antigedad era el Estado de los ciudadanos esclavistas; en la Edad Media, el de la nobleza feudal; en nuestros tiempos es el de la burguesa. C uando el Estado se convierta, finalmente, en representante efectivo de toda la s ociedad, ser por s mismo superfluo. Cuando ya no exista ninguna clase social a la que haya que mantener en la opresin; cuando desaparezcan, junto con la dominacin d e clase, junto con la lucha por la existencia individual engendrada por la actua l anarqua de la produccin, los choques y los excesos resultantes de esta lucha; cu ando ocurra eso, no habr ya nada que reprimir ni har falta, por tanto, esa fuerza especial de represin: el Estado. El primer acto en que el Estado se manifiesta ef ectivamente como representante de toda la sociedad -la toma de posesin de los med ios de produccin en nombre de la sociedad- es a la par su ltimo acto independiente como Estado. La intervencin de la autoridad del Estado en las relaciones sociale s se har superflua en un campo tras otro de la vida social y se adormecer por s mis ma. El gobierno sobre las personas es sustituido por la administracin de las cosa s y por la direccin de los procesos de produccin. El Estado no es abolido: se exting ue. Esto debe servir de punto de partida para juzgar el valor de esa frase sobre el Estado popular libre, en lo que toca a su justificacin provisional como consign a de agitacin y en lo que se refiere a su falta absoluta de fundamento cientfico. Exactamente, debe servir de punto de partida para juzgar el valor de la exigenci a de los llamados anarquistas de que el Estado sea abolido de la noche a la maana (Anti-Dhring. La subversin de la ciencia por el seor Eugenio Dhring, pgs. 301-303 de la tercera edicin alemana). Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que de est a exposicin de Engels, riqusima en ideas, lo nico que ha pasado a ser verdadero pat rimonio del pensamiento socialista, en los partidos socialistas actuales, es la tesis de que, segn Marx, el Estado se extingue, a diferencia de la doctrina anarqui sta de la abolicin del Estado. Truncar as el marxismo significa convertirlo en oport unismo, pues con tal interpretacin slo queda en pie una nocin confusa de un cambio le nto, paulatino, gradual, sin saltos ni tormentas, sin revoluciones. Hablar de la extincin del Estado en el sentido habitual, generalizado, de masas, si cabe decirl o as, equivale indudablemente a esfumar, si no a negar, la revolucin. Pero semejan te interpretacin es el ms burdo falseamiento del marxismo, un falseamiento que slo fa vorece a la burguesa y que se asienta tericamente en el olvido de importantsimas ci rcunstancias y consideraciones sealadas, por ejemplo, en el resumen contenido en el pasaje de Engels que hemos reproducido ntegramente. Primera. Engels dice al comi enzo mismo de este pasaje que el proletariado, al tomar el poder estatal, destruy e, con ello, el Estado como tal. No es usual pararse a pensar en lo que significa e sto. Lo corriente es desentenderse de ello en absoluto o considerarlo algo as com o una debilidad hegeliana de Engels. En realidad, estas palabras formulan de modo conciso la experiencia de una de las ms grandes revoluciones proletarias, la expe riencia de la Comuna de Pars de 1871, de la cual hablaremos con mayor detalle en su lugar. En realidad, Engels habla aqu de la destruccin del Estado de la burguesa po r la revolucin proletaria, mientras que las palabras relativas a la extincin del E stado se refieren a los restos del Estado proletario despus de la revolucin social ista. El Estado burgus no se extingue, segn Engels, sino que es destruido por el prole tariado en la revolucin. El que se extingue, despus de esta revolucin, es el Estado o semi-Estado proletario. Segunda. El Estado es una fuerza especial de represin. E ngels nos ofrece aqu esta magnfica y profundsima definicin con la ms completa clarida d. Y de ella se deduce que esa fuerza especial de represin del proletariado por la burguesa, de millones de trabajadores por unos puados de ricachones, debe sustitui rse con una fuerza especial de represin de la burguesa por el proletariado (dictadur a del proletariado). En esto consiste precisamente la destruccin del Estado como t al. En esto consiste precisamente el acto de la toma de posesin de los medios de pro duccin en nombre de la sociedad. Y es evidente de por s que semejante sustitucin de una fuerza especial (la burguesa) con otra fuerza especial (la proletaria) no puede ya operarse, en modo alguno, en forma de extincin. Tercera. Al hablar de la extincin

y -con palabra todava ms plstica y grfica- del adormecimiento del Estado, Engels se re fiere con absoluta claridad y precisin a la poca posterior a la toma de posesin de l os medios de produccin por el Estado en nombre de toda la sociedad; es decir, a la poca posterior a la revolucin socialista. Todos sabemos que la forma poltica del Es tado en esta poca es la democracia ms completa. Pero a ninguno de los oportunistas, que tergiversan desvergonzadamente el marxismo, se le ocurre pensar que, por co nsiguiente, Engels habla aqu del adormecimiento y la extincin de la democracia. 7

8 A primera vista, esto parece muy extrao. Pero es incomprensible nicamente para qui enes no hayan comprendido que la democracia es tambin un Estado y que, en consecu encia, la democracia desaparecer asimismo cuando desaparezca el Estado. El Estado burgus slo puede ser destruido por la revolucin. El Estado en general, es decir, la ms completa democracia, slo puede extinguirse. Cuarta. Despus de formular su famosa t esis: El Estado se extingue, Engels aclara a rengln seguido, de un modo concreto, q ue esta tesis va dirigida tanto contra los oportunistas como contra los anarquis tas. Y Engels coloca en primer plano la conclusin de su tesis sobre la extincin del Estado, dirigida contra los oportunistas. Puede apostarse que de diez mil person as que hayan ledo u odo hablar de la extincin del Estado, nueve mil novecientas noven ta ignoran en absoluto o no recuerdan que Engels dirigi sus conclusiones derivada s de esta tesis no slo contra los anarquistas. Y de las diez personas restantes, lo ms probable es que nueve no sepan lo que es el Estado popular libre y por qu comb atir esta consigna significa atacar a los oportunistas. As se escribe la historia! As se falsea imperceptiblemente la gran doctrina revolucionaria y se la adapta a l filistesmo reinante. La conclusin contra los anarquistas se ha repetido miles de veces, se ha vulgarizado, se ha inculcado en las cabezas con la mayor simplicid ad y ha adquirido la solidez de un prejuicio. Pero la conclusin contra los oportun istas ha sido esfumada y olvidada! El Estado popular libre era una reivindicacin prog ramtica y una consigna en boga de los socialdemcratas alemanes en los aos 70. En es ta consigna no hay el menor contenido poltico, fuera de una filistea y enftica des cripcin del concepto de democracia. Engels estaba dispuesto a justificar por cierto tiempo esta consigna, desde el punto de vista de la agitacin, por cuanto con ella se aluda legalmente a la repblica democrtica. Pero esta consigna era oportunista, p ues expresaba no slo el embellecimiento de la democracia burguesa, sino tambin la incomprensin de la crtica socialista de todo Estado en general. Somos partidarios de la repblica democrtica como la mejor forma de Estado para el proletariado en el capitalismo; pero no tenemos derecho a olvidar que la esclavitud asalariada es el destino del pueblo, incluso en la repblica burguesa ms democrtica. Prosigamos. T odo Estado es una fuerza especial de represin de la clase oprimida. Por eso, todo E stado ni es libre ni es popular. Marx y Engels explicaron esto reiteradamente a sus camaradas de partido en la dcada del 70. Quinta. Esta misma obra de Engels, d e la que todos recuerdan la idea de la extincin del Estado, contiene un pasaje so bre la importancia de la V. I. Lenin revolucin violenta. Engels convierte en un verdadero panegrico de la r evolucin violenta la valoracin histrica de su papel. Esto nadie lo recuerda. En los p artidos socialistas contemporneos no es usual hablar de la importancia de esta id ea, ni siquiera pensar en ella: semejantes ideas no desempean ningn papel en la pr opaganda ni en la agitacin cotidianas entre las masas. Y, sin embargo, estn indiso lublemente unidas a la extincin del Estado y forman con ella un todo armnico. He aqu el pasaje de Engels: ...En cuanto a que la violencia desempea asimismo en la histo ria un papel muy distinto (adems del de agente del mal), un papel revolucionario; p ara decirlo con las palabras de Marx, el papel de comadrona de toda sociedad ant igua que lleva en sus entraas otra nueva7, de instrumento por medio del cual venc e el movimiento social y saltan hechas aicos las formas polticas fosilizadas y mue rtas, el seor Dhring no nos dice ni una palabra. nicamente reconoce, entre suspiros y gemidos, que acaso para derrocar el rgimen de explotacin no haya ms remedio que acudir a la violencia: desgraciadamente, aade, pues el empleo de la violencia des moraliza siempre a quien la emplea. Y nos dice esto, a pesar del alto vuelo moral e intelectual que ha sido siempre la consecuencia de toda revolucin victoriosa! Y nos lo dice en Alemania, donde un choque violento -que puede ser impuesto al p ueblo- tendra, cuando menos, la ventaja de desterrar de la conciencia nacional es e servilismo que se ha apoderado de ella desde la humillacin de la Guerra de los Treinta Aos8. Y este modo de pensar sin savia y sin fuerza, propio de un sermonead or, es el que pretende imponerse al partido ms revolucionario que conoce la histo ria? (pg. 193, tercera edicin alemana, final del captulo IV de la parte 11). Cmo es po sible unir en una sola doctrina este panegrico de la revolucin violenta, ofrecido con insistencia por Engels a los socialdemcratas alemanes desde 1878 hasta 1894, es decir, hasta los ltimos das de su vida, con la teora de la extincin del Estado? De

ordinario se unen ambas cosas con ayuda del eclecticismo, desgajando a capricho (o para complacer a los potentados), sin atenerse a los principios o de un modo sofstico, ora uno ora otro razonamiento. Y en el noventa y nueve por ciento de lo s casos, si no en ms, se adelanta a un primer plano precisamente la tesis de la ex tincin. Se sustituye la dialctica por el eclecticismo: es la actitud ms habitual y ms general ante el marxismo en las publicaciones socialdemcratas oficiales de nuest ros das. Esta sustitucin no tiene, ciertamente, nada de nuevo; ha podido observars e incluso en la historia de

El estado y la revolucin la filosofa clsica griega. Con la adaptacin del marxismo al oportunismo, el eclecticismo, presentado como dialctica, engaa con la mayor facil idad a las masas, les da una aparente satisfaccin, parece tener en cuenta todos l os aspectos del proceso, todas las tendencias del desarrollo, todas las influenc ias contradictorias, etc., cuando en realidad no proporciona ninguna concepcin co mpleta y revolucionaria del proceso del desarrollo social. Hemos dicho ya antes, y lo demostraremos con mayor detalle en nuestra exposicin ulterior, que la doctr ina de Marx y Engels sobre la ineluctabilidad de la revolucin violenta se refiere al Estado burgus. Este no puede ser sustituido por el Estado proletario (por la dictadura del proletariado) mediante la extincin, sino slo, como regla general, medi ante la revolucin violenta. El panegrico que dedica Engels a esta ltima y que coinc ide por completo con reiteradas manifestaciones de Marx (recordemos el final de Miseria de la Filosofa y del Manifiesto Comunista, donde se proclama con franquez a y orgullo la ineluctabilidad de la revolucin violenta; recordemos la crtica del Programa de Gotha de 1875, casi treinta aos despus, en la que Marx fustiga implaca blemente el oportunismo de este Programa9), dicho panegrico no tiene nada de apasi onamiento, ni de declamacin ni de argucia polmica. La necesidad de educar sistemtica mente a las masas en esta idea de la revolucin violenta, y precisamente en esta, es la base de toda la doctrina de Marx y Engels. La traicin a su doctrina por las corrientes socialchovinista y kautskiana, imperantes hoy, se manifiesta con sin gular relieve en el olvido por unos y otros de esta propaganda y de esta agitacin . La sustitucin del Estado burgus por el Estado proletario es imposible sin una re volucin violenta. La supresin del Estado proletario, es decir, la supresin de todo Estado, slo es posible mediante un proceso de extincin. Marx y Engels desarrollaron estas ideas de un modo minucioso y concreto, estudiando cada situacin revoluciona ria y analizando las enseanzas proporcionadas por la experiencia de cada revolucin . Pasamos a examinar esta parte de su doctrina, que es, sin duda alguna, la ms im portante. Captulo II. El estado y la revolucin. La experiencia de 1848 a 1851. 1. En vsperas de la revolucin. Las primeras obras del marxismo maduro, la Miseria de la Filosofa y el Manifiesto Comunista, aparecieron precisamente en vsperas de la r evolucin de 1848. Esta circunstancia hace que dichas obras contengan hasta cierto punto, adems de una exposicin de los fundamentos generales del marxismo, un refle jo de la situacin revolucionaria concreta de entonces; por eso ser, quiz, ms conveni ente analizar lo que los autores de tales libros dicen acerca del Estado, antes de examinar las conclusiones que sacaron de la experiencia de 1848 a 1851. ...En el transcurso de su desarrollo -escribe Marx en Miseria de la Filosofa-, la clase obrera sustituir la antigua sociedad civil por una asociacin que excluya las clas es y su antagonismo; y no existir ya un poder poltico propiamente dicho, pues el p oder poltico es precisamente la expresin oficial del antagonismo de las clases den tro de la sociedad civil (pg. 182 de la edicin alemana de 1885). Es instructivo con frontar esta exposicin general de la idea referente a la desaparicin del Estado, d espus de la supresin de las clases, con la exposicin que contiene el Manifiesto Com unista, escrito por Marx y Engels algunos meses despus, a saber, en noviembre de 1847: ...Al esbozar las fases ms generales del desarrollo del proletariado, hemos seguido el curso de la guerra civil ms o menos oculta que se desarrolla en el sen o de la sociedad existente, hasta el momento en que se transforma en una revoluc in abierta, y el proletariado, derrocando por la violencia a la burguesa, implanta su dominacin... ...Como ya hemos visto ms arriba, el primer paso de la revolucin ob rera es la transformacin (literalmente: elevacin) del proletariado en clase dominant e, la conquista de la democracia. El proletariado se valdr de su dominacin poltica p ara ir arrancando gradualmente a la burguesa todo el capital, para centralizar to dos los instrumentos de produccin en manos del Estado, es decir, del proletariado organizado como clase dominante, y para aumentar con la mayor rapidez posible l a suma de las fuerzas productivas (pgs. 31 y 37 de la 7 edicin alemana, de 1906). Ve mos formulada aqu una de las ideas ms notables e importantes del marxismo acerca d el Estado: la idea de la dictadura del proletariado (como empezaron a denominar la Marx y Engels despus de la Comuna de Pars), y as mismo una definicin del Estado, in teresante en grado sumo, que se cuenta tambin entre las palabras olvidadas del marx ismo El Estado, es decir, el proletariado organizado como clase dominante. Esta de finicin del Estado nunca ha sido explicada en las publicaciones principales de pr

opaganda y agitacin de los partidos socialdemcratas oficiales. Es ms, se la ha dado expresamente al olvido, pues es inconciliable por completo con el reformismo y se da de bofetadas con los prejuicios oportunistas corrientes y las ilusiones fi listeas respecto al desarrollo pacfico de la 9

10 democracia. El proletariado necesita del Estado, repiten todos los oportunista s, socialchovinistas y kautskianos, asegurando que sa es la doctrina de Marx. Per o olvidan aadir que, primero, segn Marx, el proletariado slo necesita de un Estado qu e se extinga, es decir, organizado de tal modo que comience a extinguirse inmedi atamente y no pueda dejar de extinguirse; y, segundo, que los trabajadores neces itan del Estado, es decir, el proletariado organizado como clase dominante. El Estad o es una organizacin especial de la fuerza, una organizacin de la violencia para r eprimir a otra clase, cualquiera que sea. A qu clase tiene que reprimir el proleta riado? Est claro que nicamente a la clase explotadora, es decir, a la burguesa. Los trabajadores necesitan del Estado slo para aplastar la resistencia de los explot adores. Y este aplastamiento puede dirigirlo y efectuarlo slo el proletariado, la nica clase consecuentemente revolucionaria, la nica clase capaz de unir a todos l os trabajadores y explotados en la lucha contra la burguesa, por la completa elim inacin de sta. Las clases explotadoras necesitan de la dominacin poltica para manten er la explotacin, es decir, en provecho egosta de una insignificante minora contra la inmensa mayora del pueblo. Las clases explotadas necesitan de la dominacin polti ca para suprimir completamente toda explotacin, es decir, en provecho de la inmen sa mayora del pueblo contra una insignificante minora: los esclavistas modernos, o sea, los terratenientes y capitalistas. Los demcratas pequeoburgueses, esos seudo socialistas que han sustituido la lucha de clases con sueos sobre la conciliacin d e las clases, se han imaginado tambin la transformacin socialista de un modo soador , no como el derrocamiento de la dominacin de la clase explotadora, sino como la sumisin pacfica de la minora a la mayora, que habr adquirido conciencia de su misin. E sta utopa pequeoburguesa, unida de manera indisoluble al reconocimiento de un Esta do situado por encima de las clases, ha conducido en la prctica a traicionar los intereses de las clases trabajadoras, como lo demuestra, por ejemplo, la histori a de las revoluciones francesas de 1848 y 1871, como lo demuestra tambin la exper iencia de participacin socialista en ministerios burgueses en Inglaterra, Francia, Italia y otros pases a fines del siglo XIX y comienzos del XX10. Marx luch durante toda su vida contra este socialismo pequeoburgus, hoy resucitado en Rusia por los partidos eserista y menchevique. Marx desarroll de manera consecuente la doctrin a de la lucha de clases hasta llegar a la doctrina del poder poltico, del Estado. La dominacin de la burguesa slo puede ser abolida por el proletariado, como clase especial V. I. Lenin cuyas condiciones econmicas de existencia le preparan para esa abolic in y le dan posibilidades y fuerzas para efectuarla. La burguesa fracciona y dispe rsa a los campesinos y a todos los sectores pequeoburgueses, pero cohesiona, une y organiza al proletariado. Slo el proletariado -en virtud del papel econmico que desempea en la gran produccinpuede ser el jefe de todas las masas trabajadoras y e xplotadas, a quienes la burguesa explota, esclaviza y oprime con frecuencia no me nos, sino ms que a los proletarios, pero que son incapaces de luchar por su cuent a para conquistar su propia liberacin. La teora de la lucha de clases, aplicada po r Marx al problema del Estado y de la revolucin socialista, conduce necesariament e a reconocer la dominacin poltica del proletariado, su dictadura, es decir, un po der no compartido con nadie y que se asienta de modo directo en la fuerza armada de las masas. El derrocamiento de la burguesa slo puede realizarse mediante la tr ansformacin del proletariado en clase dominante, capaz de sofocar la resistencia inevitable y desesperada de la burguesa y de organizar para el nuevo rgimen econmic o a todas las masas trabajadoras y explotadas. El proletariado necesita del pode r estatal, organizacin centralizada de la fuerza, organizacin de la violencia, tan to para sofocar la resistencia de los explotadores como para dirigir a una gigan tesca masa de la poblacin, a los campesinos, a la pequea burguesa y a los semiprole tarios, en la obra de poner a punto la economa socialista. Al educar al partido obr ero, el marxismo educa a la vanguardia del proletariado, una vanguardia capaz de tomar el poder y conducir a todo el pueblo al socialismo, de orientar y organiz ar el nuevo rgimen, de ser el maestro, el dirigente y el gua de todos los trabajad ores y explotados en la obra de ordenar su propia vida social sin la burguesa y c ontra la burguesa. Por el contrario, el oportunismo imperante hoy forma en el par tido obrero representantes de los obreros mejor retribuidos, que se apartan de l

as masas y se colocan pasaderamente en el capitalismo, vendiendo por un plato de l entejas su derecho de primogenitura, o sea, renunciando al papel de jefes revolu cionarios del pueblo contra la burguesa. El Estado, es decir, el proletariado orga nizado como clase dominante: esta teora de Marx est vinculada de manera indisoluble a toda su doctrina acerca de la misin revolucionaria del proletariado en la hist oria. El coronamiento de esa misin es la dictadura proletaria, la dominacin poltica del proletariado. Pero si el proletariado necesita del Estado como organizacin e special de la violencia contra la burguesa, de ah se deduce por s misma una conclus in: es posible crear semejante organizacin sin destruir previamente, sin demoler la mquina del

El estado y la revolucin Estado que ha creado para s la burguesa? A esta conclusin l leva directamente el Manifiesto Comunista, y Marx habla de ella al hacer resumir la experiencia de la revolucin de 1848 a 1851. 2. El balance de la revolucin. En su obra El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, Marx hace el balance de la revo lucin de 1848 a 1851 y dedica el siguiente pasaje al problema del Estado, que es el que nos interesa: ...Pero la revolucin es radical. Est pasando todava por el purg atorio. Cumple su tarea con mtodo. Hasta el 2 de diciembre de 1851 (da del golpe de Estado de Luis Bonaparte) haba terminado la mitad de su labor preparatoria; ahora termina la otra mitad. Lleva primero a la perfeccin el poder parlamentario para tener la posibilidad de derrocarlo. Ahora, conseguido ya esto, lleva a la perfec cin el poder ejecutivo, lo reduce a su ms pura expresin, lo asla, se enfrenta con l, como nico blanco contra el que debe concentrar todas sus fuerzas de destruccin (sub rayado por nosotros). Y cuando la revolucin haya llevado a cabo esta segunda parte de su labor preliminar, Europa se levantar y gritar jubilosa: bien has hozado, vie jo topo! Este poder ejecutivo, con su inmensa organizacin burocrtica y militar, con su compleja y artificiosa mquina del Estado, un ejrcito de funcionarios que suma medio milln de hombres, junto a un ejrcito de otro medio milln de hombres; este esp antoso organismo parasitario que se cie como una red al cuerpo de la sociedad fra ncesa y le tapona todos los poros, surgi en la poca de la monarqua absoluta, de la decadencia del rgimen feudal, que dicho organismo contribuy a acelerar. La primera revolucin francesa desarroll la centralizacin, pero, al mismo tiempo, ampli el volume n, las atribuciones y el nmero de servidores del podes del gobierno. Napolen perfe ccion esta mquina del Estado. La monarqua legtima y la monarqua de julio no aadieron a ms que una mayor divisin del trabajo... ...Finalmente, la repblica parlamentaria, en su lucha contra la revolucin, viose obligada a fortalecer, junto con las medid as represivas, los medios y la centralizacin del poder del gobierno. Todas las re voluciones perfeccionaron esta mquina, en vez de destruirla (subrayado por nosotro s). Los partidos que luchaban alternativamente por la dominacin consideraban la to ma de posesin de este inmenso edificio del Estado como el botn principal del vence dor (El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, pgs. 9899, 4a ed., Hamburgo, 1907). E n este notable pasaje, el marxismo da un gigantesco paso adelante en comparacin c on el Manifiesto Comunista. All, la cuestin del Estado se planteaba todava de un mo do abstracto en extremo, usando las nociones y expresiones ms generales. Aqu se pl antea de un modo concreto, y la conclusin a que se llega es exacta y precisa en g rado superlativo, prcticamente tangible: todas las revoluciones anteriores perfec cionaron la mquina del Estado, pero lo que hace falta es romperla, destruirla. Es ta conclusin es lo principal, lo fundamental, en la teora del marxismo acerca del Estado. Y precisamente esto fundamental es lo que han olvidado por completo los partidos socialdemcratas oficiales imperantes y ha tergiversado a todas luces (co mo veremos ms adelante) C. Kautsky, el terico ms destacado de la II Internacional. En el Manifiesto Comunista se resumen los resultados generales de la historia, q ue obligan a ver en el Estado un rgano de dominacin de clase y llevan a la conclus in inevitable de que el proletariado no puede derrocar a la burguesa si no conquis ta primero el poder poltico, si no logra la dominacin poltica, si no transforma el Estado en el proletariado organizado como clase dominante; a la conclusin de que es te Estado proletario comienza a extinguirse inmediatamente despus de triunfar, pu es en una sociedad sin contradicciones de clase el Estado es innecesario e impos ible. Pero aqu no se plantea cmo deber realizarse -desde el punto de vista del desa rrollo histrico- esta sustitucin del Estado burgus con el Estado proletario. Este p roblema es precisamente el que plantea y resuelve Marx en 1852. Fiel a su filoso fa del materialismo dialctico, toma como base la experiencia histrica de los grande s aos de la revolucin: de 1848 a 1851. En este caso, como siempre, la doctrina de Marx es un resumen de la experiencia alumbrado por una profunda concepcin filosfic a del mundo y por un rico conocimiento de la historia. El problema del Estado se plantea de una manera concretas cmo ha surgido histricamente el Estado burgus, la mq uina estatal que necesita la burguesa?, cules han sido sus cambios y su evolucin en el transcurso de las revoluciones burguesas y ante las acciones independientes d e las clases oprimidas?, cules son las tareas del proletariado en lo que atae a est a mquina del Estado? El poder estatal centralizado, propio de la sociedad burgues a, surgi en la poca de la cada del absolutismo. Dos son las instituciones ms tpicas d

e esta mquina estatal: la burocracia y el ejrcito permanente. En las obras de Marx y Engels se habla reiteradas veces de los miles de hilos que unen estas institu ciones precisamente con la burguesa. La experiencia de cada obrero revela esa unin de un modo extraordinariamente palmario e impresionante. 11

12 La clase obrera aprende en su propia carne a conocer estos vnculos. Por eso ca pta con tanta facilidad y asimila tan bien la ciencia del carcter inevitable de e sos vnculos, ciencia que los demcratas pequeoburgueses niegan por ignorancia y por frivolidad, o reconocen en general, de un modo todava ms frvolo, olvidndose de sacar l as conclusiones prcticas correspondientes. La burocracia y el ejrcito permanente s on un parsito adherido al cuerpo de la sociedad burguesa, un parsito engendrado por las contradicciones internas que desgarran a esta sociedad; pero, precisamente, un parsito que tapona los poros vitales. El oportunismo kautskiano, que impera hoy en la socialdemocracia oficial, considera patrimonio especial y exclusivo del an arquismo la idea del Estado como un organismo parasitario. Por supuesto, esta ad ulteracin del marxismo es ventajosa sobremanera para los filisteos que han llevad o el socialismo a la ignominia inaudita de justificar y embellecer la guerra imp erialista, aplicndole el concepto de defensa de la patria; pero es, a pesar de todo , una tergiversacin indiscutible. Esta mquina burocrtica y militar se desarrolla, p erfecciona y afianza a travs de las numerossimas revoluciones burguesas que ha con ocido Europa desde la cada del feudalismo. En particular, precisamente la pequea b urguesa es atrada por la gran burguesa y sometida a ella en grado considerable grac ias a esta mquina, que proporciona a los sectores superiores de los campesinos, d e los pequeos artesanos, de los comerciantes, etc., puestos relativamente cmodos, tranquilos y honorables, los cuales colocan a sus poseedores por encima del pueb lo. Observen lo ocurrido en Rusia durante el medio ao transcurrido desde el 27 de febrero de 191711: los cargos burocrticos, que antes se adjudicaban preferenteme nte a los ultrarreaccionarios, se han convertido en botn de democonstitucionalist as12, mencheviques y eseristas. En el fondo, no se pensaba en reformas serias, e sforzndose por demorarlas hasta la Asamblea Constituyente, y aplazando poco a poco la Asamblea Constituyente hasta el final de la guerra! Pero para repartirse el botn , para ocupar los puestos de ministros, viceministros, gobernadores generales, e tc., etc., no se han dado largas ni se ha esperado a ninguna Asamblea Constituye nte! En el fondo, el juego de las combinaciones para formar gobierno ha sido nica mente la expresin del reparto y redistribucin del botn, de arriba abajo, en todo el p as, en toda la administracin central y local. El balance, un balance objetivo, del medio ao comprendido entre el 27 de febrero y el 27 de agosto de 1917 es indiscu tible: se han aplazado las reformas, se han repartido los puestos burocrticos y s e han corregido, mediante algunos reajustes, los errores V. I. Lenin cometidos en el reparto. Pero cuanto ms frecuentes son estos reajustes del aparato burocrtico entre los distintos partidos burgueses y pequeoburgueses (e ntre los democonstitucionalistas, eseristas y mencheviques, si nos atenemos al e jemplo ruso), tanto ms evidente es para las clases oprimidas y para el proletaria do que las encabeza su oposicin inconciliable a toda la sociedad burguesa. De ah l a necesidad para todos los partidos burgueses, incluyendo a los ms democrticos y de mocrticos revolucionarios, de intensificar la represin contra el proletariado revol ucionario, de fortalecer el aparato represivo, es decir, la misma mquina del Esta do. Este desarrollo de los acontecimientos obliga a la revolucin a concentrar toda s las fuerzas de destruccin contra el poder estatal, la obliga a sealarse el objeti vo no de perfeccionar la mquina del Estado, sino de destruirla, de aniquilarla. N o fue el razonamiento lgico, sino el desarrollo efectivo de los acontecimientos, la experiencia viva de los aos de 1848 a 1851, lo que condujo a este planteamient o del problema. Una prueba de la rigurosidad con que Marx se atiene a los hechos de la experiencia histrica es que en 1852 no plantea an el problema concreto de c on qu sustituir la mquina del Estado que ha de ser destruida. La experiencia no ha ba proporcionado todava materiales para esta cuestin, que la historia puso a la ord en del da ms tarde, en 1871. Obrando con la exactitud del investigador naturalista , en 1852 slo poda registrarse una cosa: que la revolucin proletaria se haba acercad o de lleno a la tarea de concentrar todas las fuerzas de destruccin contra el poder estatal, a la tarea de romper la mquina del Estado. Puede preguntarse, a este resp ecto: Es justo generalizar la experiencia, las observaciones y las conclusiones d e Marx, trasplantndolas ms all de los lmites de la historia de Francia durante los t res aos comprendidos entre 1848 y 1851? Para analizar esta pregunta, comenzaremos por recordar una observacin de Engels y pasaremos luego a los hechos. ...Francia

-escriba Engels en el prlogo a la tercera edicin de El Dieciocho Brumario- es el pas en el que las luchas histricas de clases se han llevado siempre a su trmino decis ivo ms que en ningn otro sitio y donde, por tanto, las formas polticas sucesivas de ntro de las que se han movido estas luchas de clases, y en las que han encontrad o su expresin los resultados de las mismas, adquieren tambin los contornos ms acusa dos. Centro del feudalismo en la Edad Media y pas modelo de la monarqua unitaria e stamental desde el Renacimiento, Francia pulveriz al feudalismo en la gran revolu cin e instaur la dominacin pura de la burguesa en una forma clsica como ningn otro pas de

El estado y la revolucin Europa. Tambin la lucha del proletariado, cada vez ms vigo roso, contra la burguesa dominante reviste aqu una forma violenta, desconocida en otras partes (pg. 4, ed. de 1907). La ltima observacin ha quedado anticuada, por cua nto a partir de 1871 se observa una interrupcin en la lucha revolucionaria del pr oletariado francs, el bien esta interrupcin por mucho que dure, no excluye en modo alguno la posibilidad de que, en la futura revolucin proletaria, Francia se reve le como el pas clsico de la lucha de clases hasta su trmino decisivo. Pero echemos un vistazo general a la historia de los pases adelantados a fines del siglo XIX y comienzos del XX. Veremos que se desarrolla el mismo proceso, aunque de un modo ms lento, ms variado, y en un campo de accin mucho ms extensos de una parte, la for macin del poder parlamentario lo mismo en los pases republicanos (Francia, Norteamric a, Suiza) que en los monrquicos (Inglaterra, Alemania hasta cierto punto, Italia, los pases escandinavos, etc.); de otra parte la lucha por el poder entre los dis tintos partidos burgueses y pequeoburgueses, que se reparten y redistribuyen el bo tn de los puestos burocrticos, dejando intactas las bases del rgimen burgus; y, por lt imo, el perfeccionamiento y la vigorizacin del poder ejecutivo de su mquina burocrtic a y militar. Est fuera de toda duda que sos son los rasgos generales que caracteri zan la evolucin moderna de los Estados capitalistas en general. En el transcurso de tres aos, de 1848 a 1851, Francia mostr en una forma rpida, tajante y concentrad a los procesos de desarrollo propios de todo el mundo capitalista. Y, en particu lar, el imperialismo, la poca del capital bancario, la poca de los gigantescos mon opolios capitalistas, la poca de la transformacin del capitalismo monopolista en c apitalismo monopolista de Estado, patentiza un fortalecimiento extraordinario de la mquina estatal, un desarrollo inaudito de su aparato burocrtico y militar con mo tivo de haber aumentado las represalias contra el proletariado, tanto en los pase s monrquicos como en los pases republicanos ms libres. Es indudable que, en la actu alidad, la historia del mundo conduce en proporciones incomparablemente ms amplia s que en 1852 a la concentracin de todas las fuerzas de la revolucin proletaria para destruir la mquina del Estado. Con qu sustituir el proletariado esta mquina? La Comun de Pars nos proporciona, a este respecto, datos instructivos en extremo. 3. Como planteaba Marx la cuestin en 1852*. En 1907 Mehring public en la revista Neue Zei t13 * 13 (XXV, 2, pg. 164) fragmentos de una carta de Marx a Weydemeyer, fechada el 5 d e marzo de 1852. Esta carta contiene, entre otros, el siguiente pasaje notable: P or lo que a m se refiere, no me cabe el mrito de haber descubierto la existencia d e las clases en la sociedad moderna ni la lucha entre ellas. Mucho antes que yo, algunos historiadores burgueses haban expuesto ya el desarrollo histrico de esta lucha de clases, y algunos economistas burgueses, la anatoma econmica de stas. Lo q ue yo he aportado de nuevo ha sido demostrar: 1) que la existencia de las clases slo va unida a determinadas fases histricas de desarrollo de la produccin (histori sche Entwicklungsphasen der Produktion). 2) que la lucha de clases conduce, nece sariamente, a la dictadura del proletariado; 3) que esta misma dictadura no es d e por s ms que el trnsito hacia la abolicin de todas las clases y hacia una sociedad sin clases... Marx consigui expresar en estas palabras, de un modo asombrosamente claro, dos cosas: primero, la diferencia principal y cardinal entre su doctrina y las doctrinas de los pensadores avanzados y ms profundos de la burguesa, y segu ndo, la esencia de su teora del Estado. Lo fundamental en la doctrina de Marx es la lucha de clases. As se dice y se escribe con mucha frecuencia. Pero no es exac to. De esta inexactitud dimana a cada paso una adulteracin oportunista del marxis mo, su falseamiento en un sentido aceptable para la burguesa. Porque la teora de l a lucha de clases no fue creada por Marx, sino por la burguesa antes de Marx, y e s, en trminos generales, aceptable para la burguesa. Quien reconoce solamente la l ucha de clases no es an marxista, puede resultar que no ha rebasado todava el marc o del pensamiento burgus y de la poltica burguesa. Circunscribir el marxismo a la teora de la lucha de clases significa limitarlo, tergiversarlo, reducirlo a algo aceptable para la burguesa. nicamente es marxista quien hace extensivo el reconoci miento de la lucha de clases al reconocimiento de la dictadura del proletariado. En ello estriba la ms profunda diferencia entre un marxista y un pequeo (o un gra

n) burgus adocenado. En esta piedra de toque es en la que debe contrastarse la co mprensin y el reconocimiento verdaderos del marxismo. Y nada tiene de extrao que c uando la historia de Europa ha colocado prcticamente a la clase obrera ante tal p roblema, no slo todos los oportunistas y reformistas, sino tambin todos los kautski anos (que vacilan entre el reformismo y el marxismo) hayan resultado ser miserabl es filisteos y demcratas pequeoburgueses, que niegan la dictadura del proletariado . El folleto de Kautsky La dictadura del proletariado, publicado en agosto de 19 18, es decir, Aadido a la segunda edicin.

14 mucho despus de haber aparecido la primera edicin del presente libro, es un mod elo de adulteracin filistea del marxismo y de ignominiosa abjuracin del mismo de h echo, aunque se le reconozca hipcritamente de palabra (vase mi folleto La revolucin proletaria y el renegado Kautsky, Petrogrado y Mosc, 1918*) El oportunismo de nu estros das, personificado por su portavoz principal, el ex marxista C. Kautsky ca e de lleno dentro de la definicin de la actitud burguesa hecha por Marx, y que he mos citado, pues este oportunismo circunscribe el reconocimiento de la lucha de clases al terreno de las relaciones burguesas. (Y dentro de este terreno, dentro de sus lmites, ningn liberal culto se negara a reconocer, en principio la lucha de cl ases!) El oportunismo no hace llegar el reconocimiento de la lucha de clases pre cisamente a lo ms principal: al perodo de transicin del capitalismo al comunismo, a l perodo de derrocamiento de la burguesa y de completa destruccin de sta. En realida d, es un perodo ineluctable de lucha de clases, en el cual esta ltima adquiere un encarnizamiento y unas formas violentas sin precedente. En consecuencia, el Esta do de este periodo debe ser inevitablemente un Estado democrtico de manera nueva (para los proletarios y los desposedos en general) y dictatorial de manera nueva (contra la burguesa). Adems, la esencia de la teora de Marx acerca del Estado slo la asimila quien haya comprendido que la dictadura de una clase es necesaria no slo en general, para toda sociedad dividida en clases, no slo para el proletariado d espus de derrocar a la burguesa, sino tambin para todo el perodo histrico que separa el capitalismo de la sociedad sin clases, del comunismo. Las formas de los Estados burgueses son extraordinariamente diversas, pero su esencia es la misma; todos esos Estados son, de una manera o de otra, pero, en ltima instancia, necesariamen te, una dictadura de la burguesa. Como es natural, la transicin del capitalismo al comunismo no puede por menos de proporcionar una ingente abundancia y diversida d de formas polticas; mas la esencia de todas ellas ser, necesariamente, una: la d ictadura del proletariado14. Captulo III. El estado y la revolucin. La experiencia de la comuna de Pars de 1871. El anlisis de Marx. 1. En qu consiste el herosmo de la tentativa de los comuneros? Es sabido que algunos meses antes de la Comuna, en el otoo de 1870, Marx puso en guardia a los obreros de Pars, demostrando que la te ntativa de derribar el gobierno sera un disparate dictado por la desesperacin15. P ero cuando en marzo de 1871 se impuso a los obreros el combate y ellos lo acepta ron, * V. I. Lenin cuando la insurreccin fue un hecho, Marx aplaudi la revolucin proletari a con el mayor entusiasmo, pese a los malos augurios. Marx no se aferr a la conde na pedantesca de un movimiento extemporneo, como el tristemente clebre Plejnov, reneg ado ruso del marxismo, que en noviembre de 1905 escribi alentando a la lucha a lo s obreros y los campesinos y despus de diciembre de 1905 rompi a gritar como un li beral cualquiera: No se deba haber empuado las armas!16 Marx, sin embargo, no se limi t a entusiasmarse ante el herosmo de los comuneros, que, segn sus palabras, asaltaba n el cielo17. Marx vea en aquel movimiento revolucionario de masas, aunque no lleg a alcanzar sus objetivos, una experiencia histrica de grandiosa importancia, un c ierto paso adelante de la revolucin proletaria mundial, un paso prctico ms importan te que cientos de programas y de razonamientos. Analizar esta experiencia, sacar de ella enseanzas tcticas, revisar a la luz de ella su propia teora: as conceba Marx su misin. La nica correccin que Marx consider necesario introducir en el Manifiesto C omunista se la sugiri la experiencia revolucionaria de los comuneros de Pars. El lt imo prefacio a la nueva edicin alemana del Manifiesto Comunista, firmado por sus dos autores, est fechado el 24 de junio de 1872. En este prefacio, los autores, C arlos Marx y Federico Engels, dicen que el programa del Manifiesto Comunista ha e nvejecido en algunos de sus puntos. ...La Comuna ha demostrado, sobre todo continan -, que la clase obrera no puede limitarse simplemente a tomar posesin de la mquina del Estado tal y como est y servirse de ella para sus propios fines... Las palabras puestas entre comillas dentro de esta cita fueron tomadas por sus autores de la obra de Marx La guerra civil en Francia. As pues, Marx y Engels atribuan una impo rtancia tan gigantesca a esta enseanza principal y fundamental de la Comuna de Pa rs que la introdujeron, como correccin esencial, en el Manifiesto Comunista. Es el ocuente en extremo que precisamente esta correccin esencial haya sido tergiversad

a por los oportunistas y que su sentido sea desconocido, quiz, para las nueve dcim as partes, si no para el noventa y nueve por ciento, de los lectores del Manifie sto Comunista. De esta tergiversacin trataremos en detalle ms adelante, en un captu lo especial consagrado a las tergiversaciones. De momento ser suficiente sealar qu e la manera habitual, vulgar, de entender las notables palabras de Marx citadas po r nosotros consiste en suponer que Marx subraya aqu la idea del desarrollo lento, en oposicin a la toma del poder y otras cosas por el estilo. En realidad ocurre precisamente lo contrario. La Vase la presente edicin, tomo IX. (N. de la Edit.)

El estado y la revolucin idea de Marx consiste en que la clase obrera debe destru ir, romper la mquina del Estado tal y como est y no limitarse simplemente a apoderar se de ella. El 12 de abril de 1871, es decir, en plena poca de la Comuna, Marx es cribi a Kugelmann: ...Si te fijas en el ltimo captulo de mi Dieciocho Brumario, vers que expongo como prxima tentativa de la revolucin francesa, no hacer pasar de unas manos a otras la mquina burocrtica y militar, como vena sucediendo hasta ahora, si no romperla (subrayado por Marx; en el original: zerbrechen), y sta es justamente la condicin previa de toda verdadera revolucin popular en el continente. En esto con siste precisamente la tentativa de nuestros heroicos camaradas de Pars (pg. 709 de la revista Neue Zeit, t. XX, 1, ao 1901-1902). (Las cartas de Marx a Kugelmann se han publicado en ruso en dos ediciones, por lo menos; una de ellas, redactada p or m y con un prlogo mo). Estas palabras -romper la mquina burocrtica y militar del Es tado- contienen, expresada de una manera sucinta, la enseanza fundamental del marx ismo acerca de las tareas del proletariado durante la revolucin en lo que respect a al Estado. Y es precisamente esta enseanza la que no slo se ha dado al olvido por completo, sino que ha sido adulterada patentemente por la interpretacin imperante, kautskiana, del marxismo! En cuanto a la alusin de Marx a El Dieciocho Brumario, hemos citado ms arriba en su integridad el pasaje correspondiente. Interesa dest acar, en particular, dos puntos del razonamiento de Marx. En primer lugar, Marx limita su conclusin al continente. Esto era lgico en 1871, cuando Inglaterra segua siendo an un modelo de pas netamente capitalista, pero sin casta militar y, en gra do considerable, sin burocracia. Por eso, Marx exclua a Inglaterra, donde entonce s se consideraba posible -y lo era- una revolucin, incluso una revolucin popular, sin la condicin previa de destruir la mquina del Estado tal y como est. Hoy, en 1917, en la poca de la primera gran guerra imperialista, esta limitacin hecha por Marx desaparece. Inglaterra y Norteamrica, los ms grandes y ltimos representantes -en el mundo entero- de la libertad anglosajona en el sentido de ausencia de militarismo y burocratismo, han cado por completo en el cenagal inmundo y sangriento, comn a toda Europa, de las instituciones burocrticas y militares, que todo lo someten y lo aplastan. Hoy, tambin en Inglaterra y en Norteamrica es condicin previa de toda v erdadera revolucin popular destruir, romper la mquina del Estado tal y como est (que a ll ha alcanzado, de 1914 a 1917, la perfeccin europea, la perfeccin comn al imperialis mo). En segundo lugar, merece singular atencin la profundsima observacin de Marx de que la demolicin de la mquina burocrtica y militar del Estado es condicin previa de toda verdadera revolucin popular. Este concepto de revolucin popular parece extrao en boca de Marx, y los plejanovistas y mencheviques rusos, discpulos de Struve que q uieren hacerse pasar por marxistas, podran tal vez calificar de lapsus tal expresin de Marx. Han adulterado el marxismo en un espritu tan miserablemente liberal que para ellos slo existe la oposicin entre revolucin burguesa y revolucin proletaria, e incluso esta oposicin la conciben de un modo escolstico a ms no poder. Si tomamos como ejemplos las revoluciones del siglo XX, tendremos que considerar burguesas, lgicamente, las revoluciones portuguesa y turca. Pero ni una ni otra son revoluc iones populares, pues la masa del pueblo, su inmensa mayora, no acta ni en una ni en otra de manera perceptible y activa, por propia iniciativa, con sus propias rei vindicaciones econmicas y polticas. En cambio, la revolucin burguesa de 1905 a 1907 en Rusia, aunque no registrase xitos tan brillantes como los que lograron en ciert os momentos las revoluciones portuguesa y turca, fue, sin duda, una revolucin verd aderamente popular. Porque la masa del pueblo, su mayora, los sectores ms bajos de la sociedad, aplastados por el yugo y la explotacin, se levantaron por propia inici ativa, marcaron todo el curso de la revolucin con el sello de sus reivindicacione s, de sus intentos de construir a su modo una sociedad nueva en lugar de la soci edad vieja que queran destruir. En la Europa de 1871, el proletariado no formaba la mayora del pueblo en ningn pas del continente. La revolucin poda ser popular, es de ir, arrastrar de verdad al movimiento a la mayora, slo en el caso de que abarcara tanto al proletariado como a los campesinos. Ambas clases formaban entonces el pu eblo. Ambas clases estn unidas por el hecho de que la mquina burocrtica y militar del Estado las oprime, esclaviza y explota. Destruir esta mquina, romperla: en eso ra dica el verdadero inters del pueblo, de su mayora, de los obreros y de la mayora de l os campesinos; tal es la condicin previa para una alianza libre de los campesinos p obres con los proletarios. Y sin esa alianza, la democracia ser precaria, y la tr

ansformacin socialista, imposible. Como se sabe, hacia esa alianza se abra camino la Comuna de Pars, que no alcanz su objetivo por diversas causas de carcter interno y externo. Por consiguiente al hablar de verdadera revolucin popular, Marx, sin ol vidar en absoluto las peculiaridades de la pequea burguesa (de las cuales habl much o y a menudo), tena en cuenta con el mayor rigor la correlacin efectiva de clases en la 15

16 mayora de los Estados continentales de Europa en 1871. Y, por otra parte, haca constar que la destruccin de la mquina estatal corresponde a los intereses de los ob reros y campesinos, los une y les seala la tarea comn de suprimir al parsito y sustit uirlo con algo nuevo. Con qu, concretamente? 2. Con que sustituir la maquina del es tado una vez destruida? En 1847, en el Manifiesto Comunista, Marx daba a esta pr egunta una respuesta todava completamente abstracta, o, para ser ms exactos, una r espuesta que sealaba las tareas, pero no los medios de cumplirlas. Sustituir la mq uina del Estado, una vez destruida, con la organizacin del proletariado, como clas e dominante, con la conquista de la democracia: tal era la respuesta del Manifiesto Comunista. Sin caer en utopas, Marx esperaba que la experiencia del movimiento d e masas dara respuesta a la pregunta de qu formas concretas tendra la organizacin de l proletariado como clase dominante y de qu modo esta organizacin sera compatible c on la conquista de la democracia ms completa y consecuente. En La guerra civil en F rancia, Marx analiza con la mayor atencin la experiencia de la Comuna, por breve que fuera dicha experiencia. Citemos los pasajes ms importantes de esta obra: En el siglo XIX se desarroll, procedente de la Edad Media, el poder estatal centraliz ado, con sus rganos omnipresentes: el ejrcito permanente, la polica, la burocracia, el clero y la magistratura. Al desarrollarse el antagonismo de clase entre el ca pital y el trabajo, el poder del Estado fue adquiriendo cada vez ms el carcter de p oder nacional del capital sobre el trabajo, de fuerza pblica organizada para la e sclavizacin social, de mquina del despotismo de clase. Despus de cada revolucin, que marca un paso adelante en la lucha de clases, se acusa con rasgos cada vez ms de stacados el carcter puramente represivo del poder del Estado. Despus de la revolucin de 1848-1849, el poder del Estado se convierte en una mquina nacional de guerra d el capital contra el trabajo. El Segundo Imperio lo consolida. La anttesis directa del Imperio era la Comuna. Era la forma definida de una repblica que no acabase slo co n la forma monrquica de la dominacin de clase, sino con la propia dominacin de clas e... En qu consisti, concretamente, esta forma definida de la repblica proletaria, soc alista? Qu Estado comenz a crear? El primer decreto de la Comuna fue... la supresin d el ejrcito permanente para sustituirlo por el pueblo armado... V. I. Lenin Esta reivindicacin figura hoy en los programas de todos los partidos que desean llamarse socialistas. Pero el valor de sus programas nos lo prueba, m ejor que nada, la conducta de nuestros eseristas y mencheviques, quienes precisa mente despus de la revolucin del 27 de febrero han renunciado, de hecho, a llevar a la prctica esta reivindicacin! La Comuna estaba formada por los consejeros municip ales, elegidos por sufragio universal en los diversos distritos de la ciudad. Er an responsables y revocables en todo momento. La mayora de sus miembros eran, nat uralmente, obreros o representantes reconocidos de la clase obrera... ...En vez d e continuar siendo un instrumento del gobierno central, la polica fue despojada i nmediatamente de sus atributos polticos y convertida en instrumento de la Comuna, responsable ante ella y revocable en todo momento. Lo mismo se hizo con los fun cionarios de las dems ramas de la administracin. Desde los miembros de la Comuna p ara abajo, todos los que desempeaban cargos pblicos deban desempearlos por el salari o de un obrero. Los intereses creados y los gastos de representacin de los altos dignatarios del Estado desaparecieron con los altos dignatarios mismos... Una ve z suprimidos el ejrcito permanente y la polica, que eran los elementos del poder m aterial del antiguo gobierno, la Comuna tom medidas inmediatamente para destruir la fuerza espiritual de represin, el poder de los curas... Los funcionarios judic iales perdieron su fingida independencia... En el futuro haban de ser funcionario s electivos, responsables y revocables... Por tanto, al destruir la mquina del Est ado, la Comuna la sustituye aparentemente slo con una democracia ms completa: supres in del ejrcito permanente y elegibilidad y amovilidad plenas de todos los funciona rios. Pero, en realidad, este slo representa una sustitucin gigantesca de unas insti tuciones con otras de tipo distinto por principio. Nos hallamos precisamente ant e un caso de transformacin de la cantidad en calidad: la democracia, hecha realidad del modo ms completo y consecuente que pueda imaginarse, se convierte de democra cia burguesa en democracia proletaria, de un Estado (fuerza especial de represin de una determinada clase) en algo que ya no es un Estado propiamente dicho. Es n ecesario an reprimir a la burguesa y vencer su resistencia. Esto era especialmente

necesario para la Comuna, y una de las causas de su derrota radica en que no lo hizo con suficiente decisin. Pero, en este caso, el rgano represivo es ya la mayo ra de la poblacin y no una minora, como haba sido siempre, lo mismo bajo la esclavit ud y la

El estado y la revolucin servidumbre que bajo la esclavitud asalariada. Y por cuan to la mayora del pueblo es la que reprime por s misma a sus opresores, no es ya ne cesaria una fuerza especial de represin! En este sentido, el Estado comienza a exti nguirse. En vez de las instituciones especiales de una minora privilegiada (la bu rocracia privilegiada, los jefes del ejrcito permanente), esta funcin puede desemp earla directamente la propia mayora. Y cuanto ms intervenga todo el pueblo en la ej ecucin de las funciones propias del poder del Estado, tanto menos necesario ser es te poder. Es singularmente notable, a este respecto, una medida de la Comuna sub rayada por Marx: la supresin de todos los gastos de representacin, de todos los pr ivilegios pecuniarios de los funcionarios, la reduccin de los sueldos de todos lo s funcionarios pblicos al nivel del salario de un obrero. Aqu precisamente se expres a con la mayor evidencia el viraje de la democracia burguesa a la democracia pro letaria, de la democracia de los opresores a la democracia de las clases oprimid as, del Estado como fuerza especial de represin de una clase determinada a la repre sin de los opresores por la fuerza conjunta de la mayora del pueblo, de los obrero s y los campesinos. Y es justamente en este punto tan evidente -quiz el ms importan te en lo que respecta al problema del Estad