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7. CONTINUIDADES Y CAMBIOS SOCIALES EN LA TRANSICIÓN Y DEMOCRACIA Álvaro Soto Carmona Universidad Autónoma de Madrid El cine de Pedro Almodóvar refleja intensamente la realidad social y los cambios habidos durante la Transi- ción y la Democracia. En ocasiones, sus denuncias son descarnadas, como la realizada en ¡Qué he hecho yo para merecer esto! 1 , donde realiza un «alegato feminista a la problemática social y familiar (...), además de rei- vindicar las condiciones del proletariado urbano y satiri- zar a la burguesía urbana y denunciar el vacío mundo in- telectual.» 2 En otras ocasiones, como es el caso de la película que sirve de excusa a este artículo, La flor de mi secreto 3 , desde un plano más intimista, introduce ele- mentos de la nueva situación política en España, como la pertenencia a la OTAN o la intervención de tropas españolas en Bosnia 4 , y muestra una realidad social mar- cada por el creciente protagonismo de la mujer, la per- sistencia del desempleo 5 , la existencia de conflictos sec- 1 Estrenada el 25 de octubre de 1984. 2 Antonio HOLGUÍN: Pedro Almodóvar, Madrid, Cátedra, 1999, p. 222. 3 Estrenada el 22 de septiembre de 1995. 4 Secuencia 48. 5 El marido de Rosa, hermana de Leo. 203

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7. CONTINUIDADES Y CAMBIOSSOCIALES EN LA TRANSICIÓNY DEMOCRACIA

Álvaro Soto CarmonaUniversidad Autónoma de Madrid

El cine de Pedro Almodóvar refleja intensamente larealidad social y los cambios habidos durante la Transi-ción y la Democracia. En ocasiones, sus denuncias sondescarnadas, como la realizada en ¡Qué he hecho yopara merecer esto!1, donde realiza un «alegato feministaa la problemática social y familiar (...), además de rei-vindicar las condiciones del proletariado urbano y satiri-zar a la burguesía urbana y denunciar el vacío mundo in-telectual.»2 En otras ocasiones, como es el caso de lapelícula que sirve de excusa a este artículo, La flor de misecreto 3, desde un plano más intimista, introduce ele-mentos de la nueva situación política en España, comola pertenencia a la OTAN o la intervención de tropasespañolas en Bosnia4, y muestra una realidad social mar-cada por el creciente protagonismo de la mujer, la per-sistencia del desempleo5, la existencia de conflictos sec-

1 Estrenada el 25 de octubre de 1984.2 Antonio HOLGUÍN: Pedro Almodóvar, Madrid, Cátedra, 1999,

p. 222.3 Estrenada el 22 de septiembre de 1995.4 Secuencia 48.5 El marido de Rosa, hermana de Leo.

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toriales6, el racismo7, o la dolorosa presencia de yonkisentre la juventud, pero también los nuevos valores de lamisma como la objeción de conciencia8.

La existencia de una sociedad civil dinámica en losúltimos años del franquismo y en los primeros de latransición fue un factor decisivo a la hora de que se pro-dujeran los cambios políticos que posibilitaron el esta-blecimiento del Estado de Derecho y de la democracia.Esa sociedad civil fue capaz de modelar y moderar eldiscurso de los políticos, posibilitando así, a través de lavía reformista, el retorno de la democracia.

El fin de la dictadura y la transición a la democraciafueron procesos de naturaleza política. Los cambios enlas estructuras sociales se habían venido produciendo enlas dos últimas décadas del franquismo mientras, por elcontrario, debido al carácter represivo del régimen polí-tico, los actores sociales se encontraban un tanto inmo-vilizados. Fueron precisamente estos últimos los que de-bidos a los cambios políticos experimentaron una clararuptura con el período anterior. No así la estructura so-cial que va a mantenerse sin grandes alteraciones desdelos años sesenta.

Los hechos sociales más sobresalientes durante latransición y la democracia fueron el proceso de desin-

6 La manifestación de los MIR contra el gobierno de Felipe González(secuencia 55).

7 La presencia de gitanos (Blanca, la asistenta, y su hijo Antonio), elcomentario de Manuela al Médico B: «¿No se lo darán, por ejemplo, a al-gún árabe?» (Secuencia 9). O la respuesta de Alicia: «¿Quién se va a iden-tificar con un protagonista que se ocupa de limpiarle la mierda a los enfer-mos de un hospital, que por si fuera poco tiene una suegra yonki y un hijomaricón, al que además le gustan los negros? (Secuencia 35). Ambos tex-tos en Pedro ALMODÓVAR: La flor de mi secreto, Barcelona, Plaza &Janés, 1995, pp. 24 y 72, respectivamente.

8 Secuencia 9.

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dustrialización, por un lado, y el de terciarización, porotro. Al mismo tiempo se produjo el retorno de los emi-grantes que se habían desplazado a Europa, sobre tododurante los años sesenta. Todo ello fue acompañado deun crecimiento moderado de las grandes ciudades y uncreciente movimiento de población hacia la periferia ylos archipiélagos. En paralelo se desarrolló un intensoproceso de descentralización con el establecimiento delEstado Autonómico, por un lado, y el proceso de inte-gración europea, por otro. En la estructura demográficase dio un fuerte descenso de la nupcialidad y de la nata-lidad. España pasó de ser un país de emigración a serlode inmigración. Aparecieron nuevos modelos familiaresy de hogar, con un incremento de los hogares unifami-liares. La presencia de la mujer fue más activa, convir-tiendose en la protagonista de cambios importante en lamentalidad y en la estructura educativa. Se siguió incre-mentando la asalarización de la población activa, aun-que el elemento más constante y llamativo del últimocuarto de siglo en el mercado de trabajo fue la persisten-cia de altas tasa de desempleo. Todo ello en una socie-dad cada vez más secularizada 9.

La inmovilidad en la desigualdad de las rentas semantuvo, pese a los importantes cambios habidos en elsistema fiscal y al aumento del número de asalariados.

9 Una visión general del tema se puede consultar en el capítulo III dela parte segunda («La evolución de la sociedad en la transición y la demo-cracia») del tomo XLII de la Historia de España Menéndez Pidal. La tran-sición a la democracia y la España de Juan Carlos I, Madrid, EspasaCalpe, 2003, pp. 497-556. Es interesante, por la crítica historiográfica, ladescripción de los problemas sociales y las fuentes para su estudio, el capí-tulo «Un siglo de cambios sociales, una historiografía a remolque de laideología», en René RÉMOND, Javier TUSELL, Benoît PELLISTRANDIy Susana SUEIRO (eds.): Hacer la Historia del siglo XX, Madrid, Biblio-teca Nueva, 2004, pp. 191-224. Ambos estudios fueron realizados por mí.

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La desigualdad no fue a más debido al incremento delgasto público y, en especial, al explosivo aumento delgasto social, poniéndose de manifiesto que las desigual-dades no se incrementaron gracias a la acción del Esta-do10. Sin esta última, la transición y la democracia hu-biesen tenido una falta de legitimación social.

Sin duda el hecho más significativo de los habidosfue la creación y consolidación del Estado de bienestar.Con ello se pudo proceder a la universalización de laatención sanitaria, a garantizar el sistema de pensiones,a aumentar la edad de la enseñanza obligatoria y a pres-tar una importante ayuda a los desempleados. Fue evi-dente que, junto a los avances, existieron sombras, peroéstas se solventaron a través de acuerdos políticos, comosucedió en el caso de las pensiones con el Pacto de To-ledo. Si bien siguieron existiendo déficit sociales, losavances que se produjeron deben ser calificados comohistóricos.

10 «La cuestión fundamental es si la acción del Estado produce mejo-ras substanciales en la estructura de la desigualdad social existente. La dis-tribución de la renta de mercado para 1980 supone un índice de Gini de0,39, pero si se añaden las prestaciones sociales en dinero (lo que usual-mente se denomina «renta disponible») el índice de Gini desciende un17% (índice de 0,32).Si además se estiman las prestaciones sociales en es-pecie, cosa que no es fácil, se llega al cálculo de la renta final. Ésta suponeuna reducción adicional del 11% en el índice de desigualdad (índice 0,28).En total la renta final, teniendo en cuenta prestaciones sociales de todotipo, es un 26% menos desigual que la renta de mercado. Queda claro quela intervención del sector público, al menos en la distribución de las ren-tas es efectiva», en Jesús M. DE MIGUEL: Estructura y cambio social enEspaña, Madrid, Alianza Editorial, 1998, p. 299. (La cursiva es nuestra.)

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7.1. Leo una mujer de su tiempo. De un únicomodelo familiar a la pluralidad de modelos

Leo (Leocadia) la protagonista de La flor de mi se-creto y su amiga Betty, representan bien a un sector demujeres españolas que han logrado independizarse eco-nómicamente, y que dejan de ser invisibles para mostrartoda su valía y sentimientos. En ambos casos, su prepa-ración profesional y formación les permite ser indepen-diente económicamente. Mientras que Leo se encuentraen una situación de soledad no deseada debido a su rup-tura matrimonial, Betty vive sola. Estas situaciones sonpropias de los cambios habidos en la sociedad, ya que enlos años noventa, vivían solas más del doble de mujeresque de varones. Se trataría mayoritariamente de mujeresancianas, viudas, como la madre de Leo, Jacinta, que vi-ven en zonas agrarias, o mujeres separadas.

Las separaciones matrimoniales eran prácticamenteimposibles durante el franquismo, a no ser que el tribunaleclesiástico anulara el matrimonio. Durante la transiciónse aprobó la posibilidad de que la separación matrimo-nial se llevara a cabo por mutuo acuerdo de los cónyu-ges, procediéndose a la reintroducción del divorcio ennuestro ordenamiento jurídico11.

Asimismo, el que una mujer viviera sola era un he-cho excepcional en nuestra sociedad, tan sólo aceptadoen el caso de las viudas, ya que en las demás ocasionessolía ser fuente de crítica hacia la mujer. Pues bien estasituación cambió radicalmente no sólo por la existencia

11 Sobre los motivos por los que la Unión de Centro Democrático le-gisló sobre dicho tema, se debe consultar, Pablo MARTÍN DE SANTAOLALLA: «La Ley del Divorcio de 1981 en perspectiva histórica», Espa-cio, Tiempo y Forma. Serie V. Historia Contemporánea, 14, 2001,pp. 519-551.

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del divorcio, sino por la aparición de modelos alternati-vos a la familia tradicional, que hicieron que no se pu-diese hablar de la familia española, como se decía du-rante el franquismo, sino de familias.

En los años setenta se produjo una transformaciónsilenciosa de la familia en España, de tal forma que acomienzos de los ochenta la estructura familiar tendía aser diferente a la que había venido existiendo. En contra-posición al modelo familiar único y autoritario domi-nante en la dictadura12 se fue desarrollando la «familiamoderna» o nuclear.

Se produjo un doble fenómeno, por un lado las fun-ciones tradicionales de la familia fueron asumidas pro-gresivamente por el sector público; así, tanto la ense-ñanza, el cuidado de los enfermos y el de los mayores,fueron asumidas por instituciones al margen de la fami-lia. A ello conviene añadir que desapareció la íntima co-nexión entre el matrimonio y la maternidad, y entre lafamilia y el hogar.

A comienzo de la década de los ochenta la mayoríade las familias, el 86 por 100, eran nucleares, y un 13por 100 estaban compuestas de personas solas. Estas úl-timas tienden a crecer de forma constante, debido al in-cremento de las «familias monoparentales», que inclu-yen situaciones muy diferentes. Así, nos podemos estarrefiriendo a personas maduras o ancianas, que cada vez

12 «El autoritarismo del régimen franquista había edificado en el vacíoun modelo familiar acorde a su propia ideología, rígido y apartado de todaflexibilidad, que ignorante de los cambios sociales era incapaz por sumisma naturaleza de superarse y acoger en él los modos distintos de rela-ción familiar que surgían de la pluralidad de la sociedad española», en Al-fonso PÉREZ PEÑASCO y otros: «La familia española en la transiciónpolítica», Fundación Foessa, Informe sociológico sobre el cambio socialen España 1975-1983, vol. II, Madrid, Euramérica, 1983, p. 483.

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son más, o mujeres con hijos, tras el divorcio o por sermadres solteras.

El papel en la vida pública de las mujeres durante ladictadura fue residual13, ello fue resultado del papelasignado a las mismas por el régimen franquista, dondedebido al fuerte peso de los sectores más conservadoresde la Iglesia Católica, se potenció el matrimonio, la ma-ternidad y el mantenimiento de las mujeres en el ámbitodoméstico. La vigilancia sobre las conductas femeninasfue extrema desde la adolescencia y los hombres, pri-mero el padre y luego el marido, no sólo ejercían su au-toridad sobre la misma, sino también la vigilancia, am-parada por la ley, para que se cumpliera el rol que se leshabía asignado14.

Esta política de marginación de la mujer fue acom-pañada por medidas protectoras de la familia, por la cen-sura de cualquier tipo de educación sexual, por la supre-sión de la coeducación tanto en las escuelas primarias

13 En 1975 «tomando como referencia 132 países, España no figuraentre los 32 en los que la mujer desempeña una cartera ministerial (...), en-tre los 22 en que alguna es embajadora, entre los 28 en que está presenteen el Tribunal Supremo y entre los 77 en que la mujer forma parte o haformado parte de delegaciones ante los diversos organismos de las Nacio-nes Unidas. Para aliviar un poco esta situación veremos que España estáentre los 74 países (de esos mismos 132) en que la mujer ocupa escaños enel Parlamento y entre los 46 en que ha alcanzado el puesto de directora ge-neral». En el mismo año había 678 concejalas y 53 mujeres desempeñabanel puesto de alcaldesa. En las últimas Cortes franquistas (X Legislatura) elnúmero de mujeres presente eran ocho, lo que suponía el 1,4% del total delos procuradores, en María Luisa JORDANA: «Las mujeres y las institu-ciones», en Asociación «Mujeres en la Transición Democrática», Españo-las en la Transición. De excluidas a protagonistas (1973-1982), Madrid,Biblioteca Nueva, 1999, pp. 183 y 194.

14 Inés ALBERDI: «Roles femeninos», en Salustiano DEL CAMPO(ed.): Tendencias sociales en España (1960-1990), V. I, Bilbao, FundaciónBBV, 1994, p. 230.

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como en los institutos, o por la exclusión de la mujer,especialmente la casada, del ámbito laboral15, así la Or-den de 27 de diciembre de 1938 recuerda que «la ten-dencia del Nuevo Estado es que la mujer dedique suatención al hogar y se separe de los puestos de trabajo».

Esta marginalidad se mantuvo hasta los años se-senta, donde se va a producir una intensa incorporaciónde la mujer al trabajo fuera del hogar, pero lo sustan-tivo de dicha incorporación fue que las mujeres, sobretodo las procedentes de clases medias, comenzaron aocuparse de tareas que hasta el momento estaban mono-polizadas por varones. A pesar de la gran importanciade dicha incorporación, no debemos olvidar que siem-pre ha existido un núcleo estable de trabajo femeninofuera del hogar, aunque muy condicionado por su ori-gen social y su estado civil. Lo que cambia, por tanto,es la pérdida de importancia sobre todo del primero delos factores.

Durante la segunda mitad del franquismo se llevarona cabo una serie de reformas legislativas que trataban dealiviar, no romper, la discriminación de la mujer en elplano legal16. En 1958 se reformó el Código Civil, per-

15 En la Declaración II 1 del Fuero del Trabajo (promulgado por De-creto de la Jefatura del Estado de 9 de marzo de 1938 —Boletín Oficial delEstado, del día 10—) se afirmaba: «El Estado se compromete a ejercer unaacción constante y eficaz en defensa del trabajador, su vida y trabajo. Li-mitará convenientemente la duración de la jornada para que no sea exce-siva, y otorgará al trabajo toda suerte de garantías de orden defensivo y hu-manitario. En especial prohibirá el trabajo nocturno de las mujeres y niños,regulará el trabajo a domicilio y libertará a la mujer casada del taller y dela fábrica.» (La cursiva es mía.)

16 Una buena síntesis de las medidas que se tomaron se encuentran re-cogidas en Mar PÉREZ-SERRANO y Teresa RUBIO: «Cambios legislati-vos», en Asociación «Mujeres en la Transición Democrática», Españo-las..., op. cit., pp. 127-162.

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mitiendo a la mujer soltera ser testigo en testamentos ya la casada además ser albacea y ocupar cargos tutela-res, siempre que el marido le diese licencia. También sesustituyó la consideración de la vivienda común comocasa del marido por la de hogar conyugal. En 1963quedó eliminado del Código Penal el derecho que se lesreconocía a los maridos y a los padres de matar a sus hi-jas o esposas en el caso de que fueran sorprendidas enflagrante delito de adulterio. Un año después, la LeyGeneral de Asociaciones posibilitó que las mujeres seorganizasen con el fin de reivindicar sus derechos. Pesea las enormes limitaciones de dicha ley, facilitó, en unambiente de toma de conciencia, la creación de numero-sas asociaciones que presionaron a las autoridades conel fin de acabar con las discriminaciones legales exis-tentes. Este movimiento, que se debe de inscribir en elcreciente protagonismo de la sociedad civil durante di-chos años, fue sin duda un elemento activo para presio-nar a favor de nuevos cambios legislativos, pero sobretodo sirvió para extender a amplios sectores de la socie-dad sus justas demandas.

Ya en las postrimerías del franquismo se realizó unanueva reforma del Código Civil, por la que se eliminabala licencia marital. Dicha reforma también procedió amodificar el Código de Comercio para permitir a la mu-jer casada el ejercicio de la actividad mercantil sin auto-rización del marido. Los avances que representó esta leyfueron considerables, aunque la administración de bie-nes gananciales seguía correspondiendo al marido quetambién ostentaba el ejercicio de la patria potestad sobrelos hijos.

Todos estos cambios legislativos pusieron en evi-dencia la existencia de una fuerte corriente de opiniónque trataba de adaptar las normas a la realidad social,siendo la mentalidad que sustentaba la dictadura un obs-

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táculo para que ello se produjera. Pese a todo, y con lasimportantes limitaciones señaladas, se avanzó.

Uno de los hechos que contribuyó a facilitar algunosde los cambios mencionados, fue la profunda reformaque en 1970 se lleva a cabo en el sistema educativo,gracias a la aprobación de la Ley General de Educa-ción. La Ley de 17 de julio de 1945 recogía que por«razones de orden moral y de eficacia pedagógica» seestablecía la separación de sexos en la enseñanza pri-maria, y se establecía una educación diferenciada. Así,mientras al niño se le orientaba para la vida profesionalen el trabajo, la industria, el comercio y la agricultura, alas niñas se las preparaba para la vida del hogar, artesa-nía e industrias domésticas. El porcentaje de niñas ma-triculadas fue, en general, algo superior al de los niñosen la enseñanza primaria, aunque a la hora de pasar a lasecundaria, que tampoco era mixta, la presencia de mu-jeres se reducía considerablemente. Desde los años se-senta dicho porcentaje fue en aumento hasta llegar aequipararse. La presencia en la universidad era minori-taria, si se exceptúa las facultades de Farmacia y Filo-sofía y Letras, aunque también a partir de la década delos sesenta las diferencias tendieron a disminuir. La Leyde 1970 homogeneizaba los estudios primarios y secun-darios en todos los centros y permitía la coeducación deniños y niñas en todos los niveles de la enseñanza. Elresultado fue la incorporación masiva de mujeres en losdistintos niveles educativos y la notable mejora de suformación.

En el período que va desde la muerte de Franco a lasanción de la Constitución, a finales de 1978, se apro-baron una serie de medidas urgentes tendentes a eliminaraquellos aspectos que seguían siendo causa de discrimi-nación. En este sentido, se derogaron los artículos 449 y452 del Código Penal, eliminando los delitos de adulterio

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y amancebamiento; se despenalizó la venta, divulgacióny propaganda de los métodos anticonceptivos, creándoselas Servicios de Orientación Familiar; y por último, seprocedió a regular de nuevo el estupro y el rapto, consi-derando como sujeto pasivo de los mismos no a la mu-jer, sino a la persona.

Pero sin lugar a dudas, lo que realmente supuso unnuevo punto de partida y la modificación de toda la le-gislación discriminatoria que aún quedaba fue la aproba-ción de la Constitución. De especial interés fue la consa-gración como valor superior del ordenamiento jurídicodel principio de igualdad 17. Como señaló el TribunalConstitucional al referirse a la igualdad de sexos, el de-recho a no ser discriminado por esta causa no puede sercontemplado únicamente en abstracto, sino en funciónde cada una de las situaciones jurídicas concretas, conello se trata de evitar la antigua consideración de dichoderecho como algo formal.

Desde la entrada en vigor de la Constitución hasta lallegada de los socialistas al poder, se pusieron en marchauna serie de normas en línea con lo establecido en laConstitución. Así, en 1980 se aprobó el Estatuto de losTrabajadores, en el cual se establecía que no podían serdiscriminados «para el empleo o una vez empleados, porrazones de sexo, estado civil...», asimismo: «Se entende-rán nulos y sin efecto los preceptos reglamentarios, las

17 Artículos 1 y 9.2. Este último afirma: «Corresponde a los poderespúblicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad delindividuo y de los grupos en que se integran sean reales y efectivas (...).»En artículo 14 establece: «Los españoles son iguales ante la ley, sin quepueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza,sexo, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o so-cial.» Otros artículos que hacen referencia al tema son el: 23; 27.1; 32.1;35.1 y el 39.2.

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cláusulas de los convenios colectivos, los pactos indivi-duales y las decisiones unilaterales del empresario quecontengan discriminaciones desfavorables por razón deedad, o cuando contengan discriminaciones favorables oadversas en el empleo, así como en materia de retribu-ciones, jornadas y demás condiciones de trabajo, por cir-cunstancias de sexo...». Esta normativa de indudable im-portancia tuvo, e incluso hoy en día tiene, dificultadespara su aplicación, como lo demuestra el hecho de que eldesempleo afecte más a las mujeres; que sigan sufriendouna discriminación salarial, que se sitúa en torno al 20%de la cuantía del salario; y que los puestos directivos delas empresas sigan siendo un coto vedado para las muje-res. Por último, hay que señalar que las mujeres dispo-nen de menor protección social.

Un paso decisivo se dio en el campo del derecho defamilia. Los cambios realizados en 1981 consagraron laigualdad legal de la esposa con su marido, tanto en laadministración y disposición de los bienes ganancialescomo en el ejercicio de la patria potestad sobre los hi-jos18. También se aprobó la posibilidad de la separaciónmatrimonial, como ya hemos indicado.

Estas leyes y otras más completaron una labor le-gislativa pendiente y supusieron, con la legislación in-troducida posteriormente por los gobiernos socialistas yla actuación del Instituto de la Mujer, creado en 1983,supuso un paso decisivo en la equiparación legal dehombres y mujeres.

18 Ley 11/1981, de 13 de mayo, mediante la cual se modifica el Có-digo Civil, sobre filiación, patria potestad y régimen económico del matri-monio. En aplicación de lo previsto en la disposición final de la anteriorLey el Gobierno creó (R.D. 1.322/1981, de 3 de julio) los Juzgados de Fa-milia, con el fin de resolver los conflictos que conllevaba la aplicación dela nueva legislación.

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En 1983 se despenalizó el uso de anticonceptivos y,dos años después, se despenalizó parcialmente la inte-rrupción del embarazo. En 1989 se tipificó como falta eldelito de malos tratos y se ampliaron los delitos contrala libertad sexual. Por último, se procedió a reformar elCódigo Civil en 1990, eliminando la prevalencia delhombre sobre la mujer en materia de efectos personalesy patrimoniales del matrimonio.

Todo este conjunto de reformas llevadas a cabo porlos socialistas fueron mantenidas por el Partido Popularal llegar al poder en 1996, incluso en un tema tan espi-noso para la derecha como la interrupción voluntaria delembarazo. Éste tuvo que hacer frente a un incrementomuy importante de denuncias sobre malos tratos a la mu-jer, hecho que, desde un punto de vista positivo, ponía demanifiesto que las mujeres ya no estaban dispuestas amantener su silencio sobre una situación tan vejatoria.

Si los cambios legales fueron removiendo obstácu-los que impedían la igualdad, la realidad fue tozuda enalgunos campos. En el mundo laboral se siguen produ-ciendo discriminaciones, las tareas del hogar siguensiendo realizadas en su mayor parte por mujeres, inclusoen los hogares donde éstas tienen un empleo, y por úl-timo, pese al esfuerzo realizado por los partidos políti-cos, la participación real de la mujer en la política no seda aún en igualdad de condiciones.

7.2. Inmovilismo y cambio en la estructura social

A lo largo de los años sesenta había una ampliacoincidencia del crecimiento de las clases medias, esta-bleciendo una estratificación con las siguientes propor-ciones: clase alta de 2 a 5 por ciento, clase media de 41a 47 por ciento y clase baja de 49 a 57 por ciento.

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Los estudios de José Félix Tezanos19 ponían en evi-dencia el proceso de modernización de la sociedad es-pañola, que había supuesto la quiebra del viejo sistemade clases y su sustitución por uno nuevo «emergente»,que respondía plenamente a la estratificación de las so-ciedades capitalistas avanzadas. El nuevo sistema se en-contraría condicionado por la creciente desruralización,el proceso de industrialización y terciarización, el in-cremento del número de asalariados y la mesocratiza-ción.

Los elementos que configuraban la nueva estructurasocial serían: 1.º) El retroceso de las clases trabajadorasmanuales; 2.º) El incremento de la denominada «nuevaclase media», es decir, de los empleados de oficinas, téc-nicos, profesionales y vendedores. Este sector en 1988representaba un 24,3 por 100 del total de la poblaciónactiva ocupada, habiendo crecido entre 1964 y 1988 enun 88,5 por 100; 3.º) El descenso de las «viejas clasesmedias», es decir, los pequeños propietarios y autóno-mos de la agricultura, industria y servicios; y 4.º) La es-casa presencia de empresarios con asalariados y gerentesy directivos.

Esta estructura de clases apenas ha variado a lo lar-go de los últimos treinta años, pese a los cambios políti-cos, económicos y demográficos habidos. Tampoco seha asistido a una mejora ni a un empeoramiento de la de-sigualdad social. El hecho más positivo, el incremento

19 Estructura de clases en la España actual, Madrid, Edicusa, 1975;Estructura de clases y conflictos de poder en la España postfranquista,Madrid, Edicusa, 1978; «Clases sociales», en Salvador GINER (dir.): Es-paña. Sociedad y política, Madrid, Espasa-Calpe, 1990, pp. 109-141; yJosé Félix TEZANOS y otros: Las nuevas clases medias: Conflicto yconciencia de clase entre los empleados de la Banca, Madrid, Edicusa,1973.

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del gasto social, se ha mostrado como insuficiente paracambiar la estructura de la desigualdad social.

Al final de la década de los sesenta los sociólogoscomenzaron a debatir si España era una sociedad deconsumo. Era evidente que en esos años se habían multi-plicado las compras de bienes de consumo duradero, loque significaba un desplazamiento de los gastos destina-dos a las partidas correspondientes a los consumos «pri-marios».

La estructura del consumo fue variando de formanotable, así se podía apreciar un claro descenso en losgastos dedicados a la alimentación, y en menor medidaen los gastos de vestido y calzado. Mientras que los gas-tos de equipamiento de la casa y los servicios de saludse mantuvieron, crecieron los referidos al transporte, lascomunicaciones y las viviendas.

La evolución del consumo y el incremento del nivelde vida condujo, sobre todo a partir de los ochenta, aque las desigualdades sociales ante el consumo fueranmenores, sobre todo si nos referimos a bienes que seconsideran básicos en el equipamiento de los hogares,como el frigorífico o la lavadora, y lo mismo sucede conaquellos que todavía no tenían una penetración muy ex-tensa como el lavavajillas. Esta situación no se da enotros bienes cuya posesión o marca del bien sigue sien-do indicador de una determinada posición social.

En La flor de mi secreto, se recoge perfectamente lasociedad de consumo y sus diferencias en función de laposición social. La casa de Leo, situada en el Madrid delos Borbones (Carrera de San Francisco), es parte de unviejo inmueble restaurado. Predominan los colores pas-tel y suaves y se encuentra lleno de objetos minimalistasy de diseño, que indican un alto nivel de consumo. Esuna casa típicamente burguesa, de profesionales libera-les, al igual que la casa de Ángel. En cambio el piso de

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la hermana de Leo (Rosa), se encuentra en una ciudaddormitorio al sur de Madrid (Parla), donde se instalaronlos emigrantes que venían de otras regiones a trabajar enla industria que se estaba desarrollando en la capital enlos años 60. Su interior es kitch en su versión popular:mueble-bar, tresillos rinconeras, tapices de terciopelollamativos, centro de mesas con flores de plásticos...Rosa representa la aspiración proletaria de la burguesía,cuando va «vestida para salir»20 lleva un traje «Chanelde Zara». Creo que es una brillante definición de las pre-tensiones de ciertos sectores sociales.

7.3. La desigualdad social

El crecimiento económico de los años sesenta per-mitió el desarrollo social, aunque éste se produjo confuertes desigualdades. Como afirma Jesús M. de Miguella «desigualdad social en España es el precio pagado porel desarrollo»21. A pesar de las transformaciones econó-micas y sociales los niveles de igualdad/desigualdad novariaron sustancialmente. En 1964 el 7 por ciento de loshogares más ricos concentraba el 31 por ciento de larenta disponible; en 1979, ese 7 por ciento de hogaresmás ricos había aumentado su proporción de renta hastael 34 por ciento22. Este inmovilismo en la estructura dela renta se produjo tanto en la distribución de renta porhogares, como por ocupaciones. Lo llamativo es que,pese al crecimiento de los asalariados, no se produjo un

20 Secuencia 66.21 Jesús M. DE MIGUEL: «Estructura y cambio social...», op. cit.,

p. 79.22 Ángel ALCAIDE y Julio ALCAIDE: «Distribución personal de la

renta española, 1980», Hacienda Pública Española, 85, 1983, pp. 485-510.

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descenso en la desigualdad de la riqueza, por lo que lossalarios no eran «los responsables de la desigualdad enla distribución de la renta española, sino la existencia derentas muy elevadas (y también muy bajas) entre los noasalariados.»23

Una comparación de España con respecto a otrospaíses24 ponía de manifiesto que España era el país enque la distribución personal de la renta era más desigual,debido a que «el problema de la distribución de la rentapersonal en España no está tanto en los bajos niveles al-canzados por los estratos deprimidos, sino en la acusadí-sima concentración de renta en el 10 por 100 de la po-blación con renta alta.»25

Durante la crisis económica se produjo un aumentoen la participación de los salarios en la renta nacional,pero ello no implicó una mejor posición de los asalaria-dos, ni una mejora en la distribución personal de la ren-ta, entre otros motivos, por la existencia de altas tasas deparo, sólo parte del cual estaba acogido al seguro de de-sempleo26. Ese aumento en la participación de los sala-rios se produjo, a diferencia de otros países (Alemania,Francia, Reino Unido), durante la crisis, ello encuentrasu explicación en España en razones de carácter político,ya que durante la transición, con objeto de facilitar elproceso, se cedió en las demandas salariales.

23 Fundación Foessa, Informe..., vol. II, op. cit., p. 25.24 Suecia, Noruega, Reino Unido, Australia, Canadá, Estados Unidos,

Japón, Holanda, Alemania, Francia e Italia.25 Ángel y Julio ALCAIDE: «Distribución personal de la renta en Es-

paña y en los países de la OCDE», Hacienda Pública Española, 47, 1977,p. 57.

26 J.M. LÓPEZ ZUMEL: «Trayectorias en la distribución funcionalde la renta entre 1970 y 1981», Información Comercial Española, n.o 591,1982.

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Los mecanismos utilizados por los gobiernos de latransición para tratar de paliar las desigualdades socialesfueron básicamente dos: la reforma del sistema fiscal yel incremento del gasto público, al que debe de añadirseel papel jugado por la Seguridad Social. Pese al esfuerzorealizado, el resultado no supuso una modificación de ladesigualdad social.

La reforma fiscal llevada a cabo por el gobierno deUCD puso fin al arcaísmo del sistema impositivo espa-ñol27. La misma supuso la simplificación del cuadro im-positivo y la introducción del Impuesto sobre la Rentade las Personas Físicas como el principal tributo di-recto. Su carácter redistributivo se desvirtuó por cuatromotivos: 1.º) La apertura de múltiples vías a la elusióny al fraude en los propios textos legales; 2.º) el incum-plimiento de los plazos de la transición a la nueva fisca-lidad; 3.º) la falta de voluntad política de adecuar losmecanismos administrativos a las exigencias de la re-forma; y, 4.º) el recurso a mecanismos heterodoxos deaumento de los ingresos para contrarrestar las escasecesrelativas del presupuesto28. Esta situación provocó queno se cumpliera el principio de equidad consistente enhacer tributar de manera desigual las rentas desiguales,por lo que las rentas altas disfrutan de un trato privile-giado.

El cambio del sistema fiscal implicó que los impues-tos directos fuesen superiores a los indirectos, hecho que

27 Gabriel TORTELLA: El desarrollo de la España contemporánea.Historia económica de los siglos XIX y XX, Madrid, Alianza editorial, 1994,p. 361.

28 Juan PAN-MONTOJO: «Una larga e inconclusa transición: la Re-forma Tributaria, 1977-1986», en Javier TUSELL y Álvaro SOTO (eds.):Historia de la Transición 1975-1986, Madrid, Alianza Editorial, 1996,pp. 298 y 299.

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se confirmó en 1980; también supuso un incremento delos ingresos, pero no cumplió la función redistibutiva.

Es cierto que el sistema de la Seguridad Social llevaconsigo algo de redistribución de renta, sin embargo, essolamente uno de sus resultados, no su principal obje-tivo. El fin primordial de la Seguridad Social es la pro-tección frente a un conjunto de contingencias y la redis-tribución es sólo una consecuencia de esta protección.Al comienzo de los años setenta el «sistema de la Segu-ridad Social [en España] no sólo no funcionaba (...)como un factor redistribuidor de renta, sino que contri-buía de manera llamativa a reforzar la “redistribución alrevés”, o en favor de los más ricos»29.

Los efectos de la Seguridad Social sobre la distribu-ción de la renta30 se pueden analizar de las diferentesformas en las que se expresa la distribución de las ren-tas:

1.ª Distribución funcional. La Seguridad Social alfinanciarse mediante cotizaciones sociales e im-puestos detrae recursos que irían a remunerar alos factores trabajo y capital. El efecto de estosingresos mediante cotizaciones sobre las rentassalariales e impuestos, al combinarse con unosempleos en función de unas necesidades previa-mente determinadas, llevará a que los sectoresde menor capacidad económica contribuyan enmenor medida, y como estos sectores son, por lo

29 Fundación Foessa, Informe..., op. cit., p. 47.30 Para el estudio de la influencia de la Seguridad Social como meca-

nismo de redistribución de rentas, nos basamos en el capítulo 5 del libro deIgnacio Cruz ROCHE: Análisis económico de la Seguridad Social espa-ñola, 1972-1982, Madrid, Instituto de Estudios Laborales y de la Seguri-dad Social, 1984, pp. 203-215.

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general, los de mayores necesidades, se produceun trasvase de rentas en favor de los menos fa-vorecidos. La distribución sectorial será másamplia en la medida en que todos los sectoressean gestionados uniformemente.

2.ª Distribución espacial. Los movimientos migra-torios al establecer una pirámide de edades dife-rente en cada territorio, junto con los distintosniveles de industrialización, dan lugar a que, alexistir una caja única en la Seguridad Social, seproduzcan trasvases de renta entre territorios. Enel caso de que existieran cajas múltiples cada re-gión tendría competencia recaudatoria y de asig-nación de recursos, el efector redistribuidor sólooperaría en cada territorio.

3.ª Distribución personal. Se produce tanto a escalavertical como horizontal. Redistribución verticalcuando se producen trasvases de los ciudadanosde rentas altas hacia rentas bajas. Redistribuciónhorizontal, cuando dentro de una categoría so-cioeconómica determinada se producen trasva-ses en función de la situación familiar.

En general, en cuanto a la forma de gestión, la par-celación en regímenes específicos tiene como efecto eldisminuir la retribución, pero en España, por razoneshistóricas, tiene el efecto contrario. Así durante la dé-cada de los setenta se produjo un incremento de la ac-ción protectora de los regímenes especiales, que, al no iracompañados de una modificación en su financiación,provocó fuertes déficits que tuvieron que ser cubiertospor el régimen general o las aportaciones estatales,creando así un trasvase de renta hacia los regímenes es-peciales. El problema fue que algunos de estos regíme-nes (toreros, escritores de libros, artistas...) no tenían las

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rentas más bajas por lo que el efecto redistributivo fue ala inversa en los mismos, aunque también es cierto queen otros casos (servicio doméstico, agrario,...) fue todolo contrario.

Desde 1972, se produjo una aproximación del sala-rio medio de cotización al salario real. Este proceso deacercamiento progresivo de las bases hacia la cotizaciónpor salario real (en 1972 era del 69 por ciento, en 1981del 89 por ciento), sin embargo, ha producido un benefi-cio a las categorías superiores, ya que son las que tienenla mayor parte de sus retribuciones exentas de cotiza-ción. Una política de supresión de las bases máximas o,al menos, un crecimiento de éstas iría reduciendo esteefecto y acentuando la progresividad del sistema.

A partir de 1978 se incrementaron las aportacionesestatales de forma considerable para la financiación dela Seguridad Social, ello contribuyó a mejorar el efectoredistribuidor.

Un análisis de las prestaciones muestra que las dedi-cadas a la asistencia sanitaria y a la protección de la fa-milia se otorgan de forma igualitaria para todos los ase-gurados, si bien dichas prestaciones tienden a tenermenos peso en el gasto total. En el caso de las prestacio-nes económicas, su cuantía se establece en función deporcentajes sobre la base, lo cual, como ya hemos visto,tiene escaso efector redistribuidor. No obstante, el pro-ceso de revalorización de pensiones realizado durante latransición las ha convertido de hecho en una pensiónigualitaria y mínima en más del 70 por ciento de los ca-sos.

Si analizamos la distribución funcional, la remune-ración de los asalariados va ganando participación desde1970 hasta 1978, año que alcanza un máximo con el55,2 por ciento, para posteriormente iniciar una etapa decontinuo descenso hasta el 52,5 por ciento de 1982. La

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política de contención de costes salariales para hacerfrente a la crisis explica esta evolución. Si analizamoslos sueldos y salarios netos, excluidas las cotizacionesde la Seguridad Social, vemos que el máximo de partici-pación se alcanzó en 1976 con el 43,9 por ciento, si-guiendo una etapa de descenso continuado que lleva al39,9 por ciento de 1982, que supone la cifra de partici-pación más baja del período 1970-1982. Esta diferenciase explica por el crecimiento de las cotizaciones socia-les, que se convierten de esta forma en un elemento fun-damental de la política de rentas, y que muestran uncomportamiento creciente desde el 8,1 por ciento de1970 hasta el 13 por ciento de 1980, para posterior-mente, como consecuencia de la política de contenciónde tipos y bases, y de mayor aportación estatal reducirseen los años 1981 y 1982. Es decir, que así como durantelos primeros años de la crisis la reducción de salariosnetos se vio compensada con el incremento de las coti-zaciones, a partir de 1980 las cotizaciones también des-cienden acentuándose el efecto sobre la distribución fun-cional de la renta.

Si analizamos la serie de prestaciones sociales, seobserva como hasta 1978 revierten como prestacionessociales menos de lo que se detrae como cotizaciones, loque supone un efecto claramente negativo. A partir de1978, como consecuencia de las aportaciones estatales,esta diferencia cambia de signo y se va progresivamenteampliando hasta 1981.

La distribución sectorial de la renta se realiza nosólo a través de la mayor protección que supone el au-mento de la carga de pasivos en determinados sectores,sino también a través de regímenes de cotización privile-giada. En 1982 el presupuesto muestra como los gastosde los regímenes especiales superan en 52.139 millonesa sus ingresos, cantidad que es superior ampliamente a

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la aportación estatal (359.806 millones), y que es finan-ciada con el excedente de cotizaciones sobre el gasto delrégimen general. De esta forma, son los trabajadores dela industria y los servicios, junto con la totalidad de losciudadanos (vía impuestos), los que transfieren sus ren-tas a los sectores acogidos a regímenes especiales, y fun-damentalmente a la agricultura.

Los efectos sobre la distribución provincial de larenta se pueden apreciar comparando los porcentajes so-bre la renta familiar disponible que suponen las cotiza-ciones y las prestaciones. Respecto a las cotizaciones,Madrid, Vizcaya, Guipúzcoa y Álava son las que aportanuna mayor cuantía (más del 23 por ciento de su renta),mientras que en Cuenca, Almería, Orense, Ávila y Za-mora no llegan al 8 por ciento.

El análisis de las diferencias entre cotizaciones yprestaciones muestra un saldo mayor de cotizaciones enlas provincias de mayor renta y favorable a las presta-ciones en las menos favorecidas. Así, por ejemplo, Ma-drid, Álava, Guipúzcoa, Barcelona, Navarra, Valladolidy Gerona son las provincias que realizan transferenciasde renta, siendo las provincias receptoras más importan-tes Lugo, Orense, Zamora, Ávila, Cuenca, Almería,Jaén, Granada, Córdoba, Cáceres y Badajoz.

Los efectos de esta actuación se deben en gran me-dida a los efectos de la Seguridad Social agraria, lo quefavorece a provincias de agricultura próspera. La ten-dencia hacia el envejecimiento de la población en algu-nas zonas tiene un efecto considerable, si bien suelecoincidir con el predomino agrícola en la provincia.

Por último, en cuanto a la distribución personal, seasiste en el caso español a una escasa distribución hori-zontal. En cambio, la distribución vertical es mucho másfuerte en nuestro sistema debido a que existen prestacio-nes igualitarias como son la asistencia sanitaria y ayuda

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a la familia y otras de índole contributiva como son pen-siones, en las cuales la política de revalorización seguidaha llevado a una situación generalizada de mínimos,convirtiéndose de hecho en prestaciones casi igualita-rias.

La actuación más importante durante la transición yla democracia en este campo se realizó gracias a la ex-pansión del gasto público. El crecimiento del mismo fuemuy fuerte, no sólo con respecto al nivel de actividadeconómica, sino en comparación con otros países. Entre1975 y 1985 en España aumentó el gasto público un17,7 por ciento, mientras que en el conjunto de la OCDElo hizo el 2,7 por ciento y en la CEE el 4,6 por ciento. Elimportante crecimiento de España se debió al bajo por-centaje de partida, y al esfuerzo realizado por las autori-dades políticas. El citado aumento situó a España porencima de la media de la OCDE y nos aproximó al de laCEE31.

El incremento del gasto público se realizó durante latransición, pese a la crisis económica, y supuso unaforma de legitimación social de la nueva democracia, yaque la mayor parte del mismo se destinó al gasto social(pensiones, educación, sanidad, ayudas a la reconversióny prestaciones por desempleo). Entre 1977 y 1981, elcrecimiento del gasto social puede calificarse de explo-sivo. El peso relativo de los gastos sociales sobre el PIBaumentó en más de un 50 por ciento.

31 Para la evolución del gasto público utilizamos el estudio de E.BANDRÉS MOLINÉ y A. SÁNCHEZ SÁNCHEZ: «Las políticas de pro-tección social en España (1970-1990)», en Bernardo PENA TRAPERO:Distribución personal de la Renta en España, Madrid, Pirámide, 1996,pp. 15-62.

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7.4. El Estado de bienestar y las políticas sociales

Con la llegada de la democracia se pusieron en mar-cha los mecanismos necesarios para la creación del Es-tado de Bienestar, que sustituía así al Estado de Asisten-cia Social que se había venido desarrollando durante elfranquismo. Los elementos que definen al Estado de bie-nestar son la existencia de políticas de protección social,un sistema fiscal moderno y progresivo y en menor me-dida la política de rentas. De estos elementos en Españaexistían antecedentes en el campo de la protección so-cial, pero ni el sistema fiscal era moderno, ni progresivo,por lo que hubo que esperar a la puesta en marcha de lasreformas Fuentes Quintana-Fernández Ordóñez, ni exis-tía tampoco una política de rentas.

El acto fundacional del Estado de bienestar en Es-paña fueron los Acuerdos de la Moncloa, suscrito por lasfuerzas parlamentarias el 25 de octubre de 1977.32 LosAcuerdos, al sentar las bases del Estado de bienestar,trataban de buscar la legitimación social del proceso po-lítico iniciado, para lo cual era imprescindible definiruna política de redistribución a través del Estado.

Las políticas sociales más importantes e influyentesen la composición del gasto social fueron las referidas alas pensiones, la protección del desempleo, la educacióny la sanidad.

Las pensiones públicas contributivas constituyeronel gasto más importante, multiplicando por dos su por-centaje con respecto al PIB entre 1975 (4,4 por ciento) y1981 (8,3 por ciento). En los años siguientes su creci-

32 El mejor estudio sobre dichos Acuerdos es el realizado por JoanTRULLEN I THOMAS: Fundamentos económicos de la transición polí-tica española. La política económica de los Acuerdos de la Moncloa, Ma-drid, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, 1993.

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miento fue más moderado, estabilizando su participacióna partir de 1983 en torno al 9 por ciento del PIB. Losfactores que contribuyeron a su incremento fueron: lamejora en las prestaciones reales medias33 y la amplia-ción de la cobertura de las pensiones contributivas entrelos mayores de 65 años. La tasa de cobertura creció a unritmo anual del 3,3 por ciento entre 1970 y 1976 y del3,5 por ciento entre 1977 y 1981, extendiéndose el por-centaje de personas mayores de 65 años que eran pensio-nistas desde un 50 al 72 por ciento.

A lo largo del último cuarto de siglo las reformas delas pensiones fueron varias: en 1985, con la Ley 26/1985, de 31 de julio; el establecimiento de pensiones nocontributivas en el año 1990 (Ley 26/1990); el Pacto deToledo, de 6 de abril de 1995; y el acuerdo con los agen-tes sociales y el Gobierno, el 9 de octubre de 1996, queencontraron su desarrollo en la Ley 24/1997, de 15 dejulio. Este conjunto de reformas trataron de corregir losdesequilibrios y las desviaciones que se estaban produ-ciendo en el sistema, a la vez de reforzar los principiosde contribución, equidad y solidaridad, además de man-tener su propia estructura (integración de regímenes),para así poder mantener el propio modelo de protección.

De todas las prestaciones sociales, los gastos desti-nados a la protección del desempleo fueron los que ex-perimentaron un crecimiento más acelerado. Mientras enla primera mitad de los años setenta apenas representa-ban el 0,2 por ciento del PIB, en 1981 alcanzaban el 2,8por ciento.

El factor más decisivo del gasto por desempleo fue,sin duda, el aumento del paro que se inicia con la crisis

33 Entre 1977 y1981, la subida de las pensiones media fue del 7,5 porciento.

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económica de 1973. En 1975, utilizando la Encuesta dePoblación Activa (EPA), la tasa de paro era del 3,7 porciento, en 1982 el 16,1 por ciento. De algo más de me-dio millón de personas se pasó a más de dos millonesdoscientos mil parados.

La tasa de cobertura del desempleo aumentó consi-derablemente, así mientras en 1975 era del 26,8 porciento, en 1982 era del 31,7 por ciento, habiendo supe-rado el 46 por ciento en 1980. Esta última rebaja se de-bió a que el Gobierno se vio desbordado por la cuantíadel mismo, por lo que a través de la Ley Básica de Em-pleo de 1980, que reforzó la proporcionalidad entre eltiempo de percepción de las prestaciones y el de cotiza-ción, con un mínimo de seis meses de ocupación coti-zada y un máximo de duración de dieciocho meses paratreinta y seis cotizados, estableciendo así mismo porcen-tajes decrecientes de protección conforme aumentase eltiempo de disfrute.

La etapa de mayor crecimiento del gasto sanitariofue la habida entre 1970 y 1978, en la que se pasó del 2por ciento del PIB al 3,8 por ciento. Posteriormente, elgasto sanitario se estancó. Entre 1977 y 1982, se ralen-tizó el crecimiento del gasto sanitario a partir de 1979,aunque en dicho período siguió creciendo la tasa de co-bertura, que pasó del 81 al 84 por ciento. En estos añosse elevaron las contribuciones de los asegurados en elpago de las recetas de farmacia34, con la excepción delos pensionistas y algunos medicamentos para crónicos.También se intensificaron los conciertos con entidadesprivadas y se inició una política de ajuste del gasto quese iba a prolongar durante los años ochenta.

34 20 por ciento en 1978; 30 por ciento en 1979; y, 40 por ciento en1982.

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Las reformas más significativas realizadas durante latransición y la democracia fueron35:

1.º El aumento de la cobertura sanitaria, hasta llegara la universalización de hecho a principios delos años noventa.

2.º La puesta en marcha de la medicina familiarcomo especialidad médica, que permitió a partirde 1978 «una de las mayores revoluciones de lamedicina española».

3.º La reforma, a partir de 1984, del sistema de am-bulatorio de la Seguridad Social, con la creaciónde los Equipos de Atención Primaria y la cons-trucción de numerosos Centros de Salud.

4.º La restauración del Ministerio de Sanidad y lacreación del INSALUD en 1978.

5.º La transferencia del INSALUD a siete Comuni-dades Autónomas (el 61 por 100 de los españo-les en 1999).

6.º La aprobación de la Ley General de Sanidad en1986, que dotó a la sanidad española de marcode referencia que supuso la creación del SistemaNacional de Salud.

Por lo que respecta a la educación, en 1970 seaprobó la Ley General de Educación y Financiamientode la Reforma Educativa, cuya aplicación iba a signifi-car una transformación radical del sistema educativo es-pañol. Para llevar a cabo la reforma hubo que aumentarel gasto en educación, así entre 1970 y 1976, dichos gas-tos crecieron a una tasa media anual acumulativa del 7,9

35 José Manuel FREIRE: «Política sanitaria», en Juan Antonio GAR-DE (ed.): Políticas sociales y Estado de Bienestar en España. Informe1999, Madrid, Fundación Hogar del Empleado-Editorial Trotta, 1999,p. 442.

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por ciento en pesetas constantes, y entre 1977 y 1981 al5,3 por ciento al año.

La tasa de cobertura36 aumentó un 6 por ciento alaño entre 1970 y 1976, y un 3,6 por ciento entre 1977 y1981, pasando así de un valor del 26,4 por ciento en1970, al 37,5 por ciento en 1976 y al 44,9 por ciento en1981. La cifra de alumnos matriculados creció en todoslos niveles de enseñanza, pero sobre todo en la ense-ñanza básica, que alcanzó la plena escolarización a me-diados de los setenta. Desde el punto de vista de la pre-sencia del Estado en el sistema educativo, es llamativoel vuelco de la situación en las enseñanzas medias y elcrecimiento de los estudiantes en la universidad.

El esfuerzo realizado en el gasto en la educación,que aumentará a lo largo de los años ochenta, implicauna mejora considerable de la cualificación del capitalhumano y un mayor acercamiento a la realización efec-tiva de la igualdad de oportunidades entre los ciudada-nos.

La llegada al gobierno de los socialistas implicó lapuesta en marcha de un amplio plan de reformas que searticuló a través de tres leyes: Ley de Reforma Universi-taria (LRU), en 1983; Ley Orgánica Reguladora del De-recho a la Educación (LODE), en 1985; y, Ley Orgánicade Ordenación General del Sistema Educativo (LOGSE),en 1990. Los objetivos que perseguían dichas leyeseran37:

1.º La extensión progresiva del sector público pordelante del sector privado. A lo largo de la dé-cada de los ochenta se logra el objetivo, primero

36 Relación entre el número total de alumnos en centros públicos yprivados concertados y la población hasta veinticuatro años.

37 Jesús M. DE MIGUEL: «Estructura y cambio...», op. cit., p. 457.

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con el estancamiento del sector privado y luegocon su retroceso. En todos los niveles de la ense-ñanza es mayoritario el sector público.

2.º La expansión de la enseñanza obligatoria. Sepasó del período marcado por la EGB (6 a 14años), a un período mayor (6 a 16 años) divididoen dos etapas: la educación primaria (6 a 12años) y la educación secundaria obligatoria(ESO), de 12 a 16 años.

3.º La igualdad de las personas ante la educación.La feminización de la enseñanza es un hecho. Lapresencia de alumnas es mayoritaria en las au-las. También se ha producido la feminización delprofesorado, si bien no alcanza la paridad en to-dos los niveles.

4.º La utilización del sector educativo para una po-lítica social igualatoria dentro de la sociedad tra-tando de reducir las desigualdades sociales. Eneste sentido, el aumento del número y de lascuantías de las becas y ayudas a la educación yel aumento del gasto público en educación conrelación al PIB fue importante, aunque guardabauna cierta estabilidad sobre el conjunto del gastototal. El Estado financiaba la casi totalidad de laenseñanza obligatoria.

Las reformas llevadas a cabo por los socialistas, sibien significaron un espectacular avance, plantearonproblemas sobre todo en las universidades públicas,donde hubo un importante deterioro de las mismas. Tam-bién al incrementarse la escolarización aumentó el fra-caso escolar y se produjo una caída de los conocimientosexigidos. Por último, hubo importantes movilizacionesde los estudiantes de enseñanzas medias, que acabaronpor conducir a la salida del ministro Maravall, y de los

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profesores para conseguir mejoras económicas.Con la llegada del Partido Popular al gobierno en

1996, no hubo ningún logro que reseñar. Pero a partir dela obtención de la mayoría absoluta en el año 2000, sepuso en marcha un amplio plan para potenciar la ense-ñanza privada frente a la pública.

7.5. Ficha técnica

Título: La flor de mi secreto. Producción: El Deseoy CIBY 2000 (1995). Director: Pedro Almodóvar.Guión: Pedro Almodóvar. Fotografía: Affonso BeatoMúsica: Alberto Iglesias. Montaje: José Salcedo. Intér-pretes: Marisa Paredes (Leo), Juan Echanove (Ángel),Carmen Elías (Betty), Imanol Arias (Paco), Rossy dePalma (Rosa), Kiti Manver (Manuela), Chus Lampreave(Madre), Manuela Vargas (Blanca), Joaquín Cortés (An-tonio), Gloria Muñoz (Alicia), Juan José Otegui (To-más), Jordi Mollá (Médico 1), Nancho Novo (Médico 2),Alicia Agut (Vecina 1), Teresa Ibañez (Vecina 2), JoséPalau (Joven yonyi), Abraham García (Camarero), Mari-sol Muriel. Color. Duración: 103 minutos.

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