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EDITORIAL 5

PÁGINASINTEMPORALES

ENSAYOS POESÍA

CUENTOS

DOS CUENTOS DE MISTERY KUKO

POETAS DE ORIGEN SALVADOREÑO QUE ESCRIBEN EN INGLÉS, CON SUS TRADUCCIONES AL ESPAÑOL

TEATRO

ILUSTRACIONES E ILUSTRADORES

De amor, puesto antes en sujeto

indignoSor Juana InéS de la

Cruz

A Sor Juana Inés de la CruzClaudIa larS

MIroSlava roSaleS

JeSúS Sepúlveda

alfonSo faJardo

GabrIela poMa

JavIer zaMora

WIllIaM arChIla

Ninpha o la desidia del

desencuentro (Comentario sobre la obra

de teatro de Jennifer

Valiente)lya ayala

SUMARIO

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AUTORAS, AUTORESLos tatuajes

MIChel TournIerTraduCCIón de leo

arGüello (Salvadoreño)

(JoSé JorGe laínez)

Consideraciones sobre la pinturaCaMIlo MInero

El tenebroso castillo en donde ocurrían sucesos

horripilantes

El diabólico enigma de la

dama loca y el hombre que se

volvía esqueleto

Camilo MineroaSTrId María

bahaMond

La capilla «cardedeu»

aSTrId María bahaMond

Un autor olvida-do: José Jorge

LaínezrICardo lIndo

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Nuevamente vuelve ARS. Es el número 9 de su tercera época, y trae como siempre un valioso cargamento de obras de artistas de la palabra y artistas de la imagen, así como de re-flexiones sobre arte. Comenzamos con un poema de amor profano, escri-to por una monja mexicana del siglo XVII, extraordinaria repre-sentante del llamado Siglo de Oro de las letras castellanas en tierra americana, o novohispa-na, como solía entonces decir-se. Y seguimos con dos sone-tos que le dedica nuestra gran Claudia Lars. Vamos luego a los ensa-yos. Nuestro compatriota Leo Argüello traduce una página donde un famoso novelista fran-cés reflexiona sobre el arte del tatuaje. Vienen luego reflexiones sobre arte moderno del pintor Camilo Minero, donde estigma-tiza las vanguardias del siglo XX en general y el arte abstrac-to en particular. No estamos de acuerdo con él, desde luego, e ilustramos buena parte de esta revista con la obra de un distin-guido pintor abstracto, Francis-co Zayas, pero estas líneas de Minero dicen cosas sobre las cuales importa detenerse y dan muestra de su conocimiento del arte de su tiempo, de su buena escritura y su gentil ironía. Astrid

María Bahamond nos da lue-go una semblanza del maestro Minero, y nos libra una serie de consideraciones sobre una ca-pilla extraordinaria que parece flotar sobre las aguas del Lago de Coatepeque. Vamos de ahí a un autor injustamente olvidado, José Jorge Laínez, y leamos dos encantadores cuentos suyos. Entremos a las páginas dedicadas a la poesía. Las abre un poema de Miroslava Rosales con su traducción al inglés, se-guimos con el poeta chileno Luis Sepúlveda y el salvadoreño Al-fonso Fajardo. Luego entramos a poemas traducidos al español de poetas de origen salvadoreño que, viviendo desde hace mu-cho fuera de nuestra patria, han adoptado el inglés como lengua de escritura. Debemos esta se-lección, así como los versos de Sepúlveda, a Miroslava Rosales quien ya nos abandonó tempo-ralmente para proseguir estu-dios en México. Lya Ayala, por su parte, nos habla de Jennifer Valiente; actriz, dramaturga, di-rectora de teatro, recientemente premiada en un concurso inter-nacional, y de la obra con la cual ganó. Volvemos en la contrapor-tada a los tatuajes: jocosamente, es la primaveral Venus de Boti-celli quien los luce en la interpre-tación de Luis Portillo.

Nueva eraNúmero 9Año 2016

ARS

ARS, Revista de la Dirección Nacional de Investigaciones

en Cultura y Arte de la Secretaría de Cultura de la Presidencia.

ARS, arte en latín. Fue el nombre de la revista de la

extinta Dirección de Bellas Artes. Reto-mamos el título

y retomamos, en la medida de nuestras fuerzas, algo de la fe que la

hizo crecer.

SECRETARIA DE CULTURA Silvia Elena Regalado

DIRECTOR NACIONAL DEINVESTIGACIONES

EN CULTURA Y ARTECarlos Pérez Pineda

DIRECTOR DE ARSRicardo Lindo

COMITÉ EDITORIAL DE ARSAstrid María Bahamond

Óscar MeléndezMiroslava RosalesGuillermo Cuéllar

COORDINACIÓN EDITORIALHarold Sánchez

CORRECTOR DE ESTILOAlexander Hernández

DISEÑO Y DIAGRAMACIÓNGabriela Morán

Las opiniones vertidas en ARS son deexclusiva responsabilidad de sus autores.

El contenido de esta revista puede serreproducido total o parcialmente citando

la fuente.Secretaría de Cultura de la Presidencia,

Dirección Nacional de Investigaciones enCultura y Arte

Centro de Gobierno, San Salvador.

ED

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DE AMOR, PUESTO

ANTES EN SUJETO INDIGNO

Sor Juana InéS de la Cruz

Cuando mi error y tu vileza veo,

contemplo, Silvio, de mi amor errado,

cuán grave es la malicia del pecado,

cuán violenta la fuerza de un deseo.

A mi misma memoria apenas creo

que pudiese caber en mi cuidado

la última línea de lo despreciado,

el término final de un mal empleo.

Yo bien quisiera, cuando llego a verte,

viendo mi infame amor poder negarlo;

mas luego la razón justa me advierte

que sólo me remedia en publicarlo;

porque del gran delito de quererte

sólo es bastante pena confesarlo.

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A SOR JUANA INÉS DE

LA CRUZClaudIa larS

I

¿Quién soltó de tu pecho la im- paciente

paloma musical que en fuego sube?

¿Quién puso en los cristales de la nube

la misma luz que cae de tu frente?

¿En qué silencio de estupor ve- hemente

te pude descubrir y te retuve?

¿Qué flamígero dardo de querube

marcó el instante con su filo ardiente?

Espacios deslumbrantes, voz ceñida

a las ígneas raíces de la vida

y el ansia de esa voz determinada.

Una irrupción de signos en tu cielo.

Y bajo el arrebato de tu vuelo

yo, Señora, pequeña y hechizada.

II

En la rosa salvada, en su pureza

que sube hasta la luz y en ella habita,

llamo a tu corazón y te doy cita

para hablar de tu blanca fortaleza.

Llevo una mariposa en la cabeza

y otra más deslumbrante me visita.

Soy la que nada sabe... la que agita

su alma y su voz detrás de la belleza.

Mis jardines pequeños, entre- gados

al duende, al ángel verde... son aliados

de todo lo que vuela y lo que brilla.

¡Cómo no darte a ti, -tan voladora,-

mi ceniza de rosas y esta hora

en que vuelve a ser rosa la semilla!

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En principio está el co-lor de la piel. En mu-chas sociedades reina una puntillosa jerar-quía que va desde lo

más negro en la base hasta lo más blanco en la cima, pasan-do por todos los matices de café y de ocre. Así era hace menos de un siglo en Europa, incluso entre los «blancos», ya que el bronceado por efecto del sol era visto como la ignominiosa des-gracia de la más modesta clase social, la de los trabajadores ru-rales. Los tiempos han cambia-do y sería interesante saber por qué. A gran costo los citadinos se exponen al sol, contrariando las serias advertencias de los médicos. Andar bronceado, aún en invierno, es de lo más chic en los países nórdicos y al mismo tiempo se entrevé la rehabilita-ción del negro: Black is beautiful.

En todo este tema de la piel el tatuaje ocupa un lugar enigmáti-co y paradójico, ya que el tatuaje occidental, y el de Polinesia, se oponen de manera absoluta y muy instructiva.

El saber que una persona que conocemos, o de nuestro entor-no, lleva tatuajes en el cuerpo suscita en nuestro moderno Oc-cidente variados sentimientos. Para empezar notemos que en-tre nosotros la costumbre indica

que el tatuaje debe permanecer oculto. No tatuarse ni el rostro ni las manos. El tatuado se muestra como tal solamente cuando quie-re, al desnudar su cuerpo. Así, lo que muestra es su intimidad y eso basta para conferir al tatuaje una dimensión casi erótica. Los tatuajes occidentales también evocan aventuras sentimentales privadas: declaraciones de amor o de odio; corazones traspasa-dos por una flecha; venganzas saciadas o no saciadas.

Tres rasgos más parecen aso-ciarse a ese aspecto secreto y sentimental del tatuaje occiden-tal: revelar orígenes oscuros e incluso abyectos. Te haces tatuar en la marina o en la Legión Ex-tranjera y, sobre todo, en la cár-cel, de preferencia en la colonia penal. Hablamos, por supuesto, de la marca del presidiario, gra-bada con hierro candente.

En segundo lugar, el tatuaje se adquiere con sufrimiento.

Y en tercer lugar, no se puede borrar.

Notemos la extrema coheren-cia de esas tres características. Incluso podríamos ponerlas en una sola frase: quien haya su-frido en un medio violento guar-dará por siempre esa huella ver-gonzosa en su cuerpo.

Esa es la tipología del tatuaje occidental. Y también añadiría la enigmática y conmovedora res-puesta del actor Michel Simon1 a quien preguntaron sobre el he-cho de que estuviera tatuado:

TATUAJESMIChel

TournIer

TraduCCIón de leo arguello

(Salvadoreño)

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«Mis amigos también lo están, un tatuado nunca traiciona».

Parecería que a partir de esta descripción del tatuaje podría-mos intentar descifrar cómo creemos que, «visto de Occi-dente» , es el fenómeno, en las islas de Polinesia.

Para empezar es evidente que el tatuaje en Polinesia no tiene nin-gún aspecto secreto, más bien al contrario, cubre ostensible-mente el cuerpo con poca ropa. Está hecho para ser visto. Es lo contrario de un estigma. Incluso podría decirse que reemplaza a la indumentaria, que viste al cuerpo polinesio. En ese sentido conviene recordar que el vestido occidental sobrepasa amplia-mente su función utilitaria.

Ciertamente, nos vestimos para protegernos del frío y de roces dañinos, pero nuestra ropa es también un signo de coquetería (o de desaliño); de riqueza (o de po-breza); de cargo, de grado, entre muchos otros. Nuestra vestimenta es lenguaje pero un lenguaje aña-dido al cuerpo, secundario en re-lación a su función utilitaria.

El tatuaje polinesio es también un lenguaje pero primario, pri-mordial, original. A través del ta-tuaje el cuerpo polinesio se vuel-ve un cuerpo signo. Es grimorio, saber, iniciación. Y es aquí cuan-do el sufrimiento y lo imborrable toman un sentido totalmente di-ferente del que tienen en los paí-ses occidentales. La vestimenta

occidental no hace sufrir a quien la porta y siempre puede cam-biarse por otra. Hay en ella una facilidad y una gratuidad que la descalifica. Sin embargo, el su-frimiento y lo indeleble del tatua-je polinesio están lejos de signi-ficar violencia y marchitez, como en el tatuaje occidental, ello sim-plemente carga de solemnidad incomparable el signo labrado para siempre en el cuerpo del iniciado.

A este propósito hay que notar la huida bastante cobarde del hom-bre occidental frente a las mar-cas que contra su voluntad se dibujan en su carne en el trans-curso de la vida. Estúpidamente quiere seguir joven, fresco, ino-cente, bebé, por la eternidad. Mas la vida labra inexorable-mente su cuerpo y su rostro, y ninguna cura, ni cirugía de re-juvenecimiento le devolverán la lisura de antaño. Y tiene razón al lamentarse de envejecer, si las arrugas y los desplomes que lo afean solo significan decrepitud.

Ese horror de envejecer no exis-te para los polinesios, ya que los tatuajes hacen de sus cuerpos y rostros, que al inicio no eran más que carne sin sentido, obras de arte propias a inspirar amor. Es el cuerpo tesoro, el rostro joya. El tatuaje polinesio quiere ser, ante todo, una declaración de amor. Mas ese signo no está desprovis-to de sentido, implica una palabra que tiene que ser armoniosa. Es un cuerpo poema. Y esa palabra

debe ser también veracidad y fi-delidad. Es el cuerpo signatura. Ahí encontramos claramente las palabras de Michel Simon: «un tatuado jamás traiciona», porque él es palabra encarnada, signa-tura hecha carne.

Hace tiempo soñé con cierta in-terpretación de las primeras pa-labras de la Biblia que quisiera recordar aquí. Imaginé que antes del pecado original, Adán y Eva no estaban en realidad desnudos sino cubiertos de signos, signos que eran la palabra de Dios. No trabajaban ni envejecían, puesto que su vocación se cumplía en ese resplandor de la verdad divi-na emitida por su piel, tal como ciertos pájaros cantan espontá-neamente la gloria del Creador.

Luego vino la ruptura. El pecado rompió el pacto divino, y desde entonces el manto de palabras que cubría a Adán y Eva les fue arrancado, y se encontraron desnudos y avergonzados con su piel blanca e insignificante. Su función cambió y en lugar de proclamar en silencio e inmóvi-les el Divino Verbo, tuvieron que entregarse a duras labores. Su cuerpo se cubrió de callos y de cicatrices.

Es en este sentido que la Poline-sia puede ser llamada el Paraíso recobrado.

1 Gran actor francés de cine y teatro (N. del T.).

2 En: Gaspar, Melchor y Balthazar, Galli-mard, Folio Nº1415 (N. del A.).

loS TaTuaJeSMIChel TournIer

TraduCCIón de leo arguello

(Salvadoreño)

Para empezar está el color de la piel. En muchas sociedades rei-na una muy puntillosa jerarquía que va desde lo más negro, en la base, hasta lo más blanco en la cima, pasando por todos los matices de café y de ocre. Así era hace menos de un siglo en Europa incluso entre los «blan-cos», ya que el bronceado por efecto del sol era visto como la ignominiosa desgracia de la más modesta clase social, la de los trabajadores rurales. Los tiem-pos han cambiado y sería inte-resante saber por qué. A gran costo los citadinos se exponen al sol, contrariando las serias advertencias de los médicos. Andar bronceado, aún en invier-no, es de lo más chic en los paí-ses nórdicos y al mismo tiempo se entrevé la rehabilitación del negro: Black is beautiful.

(De Celebraciones)

REFLEXIONES

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CONSIDERACIONES SOBRE LA PINTURA

CaMIlo

MInero

aSTrId María

BahaMond

En San Salvador, los pintores de hoy están en el círculo cerrado de la teoría del arte por el arte, no hacen

más que seguir a ciegas a los pocos y buenos pintores abs-tractos nacidos a principios del actual siglo. Max Jacob decía que había que ser gran poeta para ser, sin peligro, un poeta moderno. Lo mismo podría de-cirse de los pintores. Hay que ser gran pintor para ser, sin peli-gro, un pintor moderno.

Es lamentable que algunos pin-tores se hayan amparado en el arte no figurativo como prestidi-gitación para envolver la medio-cridad en los distintos géneros del arte pictórico y hacerse pasar por buenos con solo el hecho de ser pintores abstractos; induda-blemente esto se debe a la facili-dad de abrir las ventanas de este «ismo», o basados en aquel viejo aforismo cuando el feudalismo imperaba «la sociedad es quien sirve al artista» en vez de «el ar-tista sirve a la sociedad».

No estamos de acuerdo en que el artista deba permanecer a la orilla de las causas sociales para

realizarse como creador. Es pues, lo contrario; un pintor «realista-hu-mano» enriquece su arte con la ayuda de los temas humaniza-dos, y fomenta la belleza en el gran público que permanece ávi-do de saber, comprender y gozar de ese arte que nace de ellos y va hacia ellos, porque convertirlo en cálido mensaje es su destino.

El realismo al que me refiero, pese a todo lo extraordinario que se ha hecho ya, no está agota-do. Este realismo sigue puro e inmenso y puede transformar-se con elementos renovadores sin perder su esencia creativa. Mientras que el formalismo abs-traccionista, cada día disminuye los medios pictóricos y natural-mente tendrá que recurrir a ele-mentos u objetos reales como material plástico, verbigracia: en España; Salvador Soria, Tapies, Alfonso Mier, Canogar y otros. Estos pintores con el afán de ser modernos en vez de pintu-ras emplean costales, hojalatas, cemento, pedazos de láminas, clavos, bisagras, entre otros.

Actualmente se habla tanto de arte abstracto como se comentó el «cubismo» hace 35 años. El

«cubismo» se extendió mucho e influyó en distintos aspectos como por ejemplo: en el teatro, escenografía, arquitectura, ba-llet, cocina, mueble y ¡hasta en la música! Sobre el abstraccio-nismo ya se oyen las siguientes voces: Señor barbero, hágame un corte de pelo a lo abstrac-to; me tomaré un vaso de agua abstracta; esta noche iré a un restaurant abstracto a comer un

pollo abstracto con amigos pin-tores abstractos.

(Fragmento de una conferencia presentada en el Paraninfo de la Universidad Nacional, encon-trada por Óscar Meléndez en la revista LA UNIVERSIDAD de enero-abril de 1971, con el título «Imagen de la pintura actual en Centroamérica y una carta a los pintores jóvenes salvadoreños»).

(1917-2005) MINEROCAMILO

Nace en 1917, en Za-catecoluca, departa-mento de La Paz, en el seno de una fami-lia humilde. Su padre

se dedica a la ebanistería, oficio que influirá en el futuro artista. Otra de sus influencias de infan-cia la recibe de Antonio Pineda Coto, quien desde niño dibuja y moldea piezas de barro.Su padre intuye la vocación ar-tística de su hijo y lo inscribe en el taller dirigido por Marcelino Carballo, quien fue maestro de

Carlos Alberto Imery, de Pasca-sio González y de Napoleón Nó-chez Avendaño. Las enseñan-zas básicas aquí son el dibujo, la pintura y la escultura. Su per-manencia bajo la dirección de este maestro es de cuatro años, después de los cuales se trasla-da con Pineda a San Salvador, e ingresa a la Escuela Nacional de Artes Gráficas, donde se espe-cializa en dibujo, lo cual pone en práctica como escenógrafo en el Teatro Nacional.

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Durante su estancia en México, becado por el gobierno salvado-reño, los murales de Diego Rive-ra le impresionaron; quería ana-lizarlos, no en su temática social que también le intrigaba, sino en la composición geométrica que desarrolló el maestro Rivera en sus obras. Siempre trató de estudiar su composición en los murales, en libros y en forma ob-jetiva, es decir, en la teoría y en la práctica.

Su trabajo fue el trazo de líneas diagonales, como eje de expre-sión artística. Todos los artistas griegos, renacentistas, manieris-tas, neoclásicos y muchos más, trazaron líneas geométricas ba-sadas en el equilibrio rítmico del hombre (euritmia), es decir, en las medidas universales, con la variante de que la mayoría de ellos lo ocultaron como trazado, pero están subyacentes en el conjunto.

Camilo Minero dejó esos traza-dos visibles, a veces llenos y otras en vacíos, como una sen-sación caleidoscópica, en for-mas prismáticas o de luces que-bradas, en busca de la cuarta dimensión.

Como una innovación de su tra-dicional expresión estética re-salta el amarillo, a diferencia de otros pintores que utilizaban los ya tradicionales azules, verdes,

rosados y celestes, guardando sus reservas sobre el amarillo.

Aplicó los amarillos frenéticos, cálidos; los rojos vivos e irritan-tes que en él provocaban la furia y la cólera revelante; el blanco quiere decir paz; los anaranja-dos y los sienas son atenuantes, acordes de los amarillos.

Minero mantuvo columnas per-manentes en la prensa nacional desde los años sesenta.

Al profesor José Gutiérrez, quien fuera su profesor inmediato, le debe el método de utilización de nuevos materiales como el po-litex. El maestro mexicano era consultado por pintores recono-cidos de México, Estados Uni-dos, Rusia y Francia. Éste le en-seña la preparación de soportes y la técnica adecuada a emplear según el soporte.

En el Taller de Gráfica Popular sigue a los maestros Leopoldo Méndez, Nacho Aguirre, Ángel Bracho, Pablo O’Higgins y Arturo García Bustos, quienes le ense-ñaron grabado a punta seca, li-nóleo, xilografía, litografía, agua fuerte, entre otros.

Minero se incorpora al Frente Nacional de Artes Plásticas, que agrupa a la mayoría de los es-critores y artistas mexicanos, y residentes en el Instituto Politéc-nico Nacional. Con Salinas —su

En la capital entabla relaciones con los pintores coetáneos Car-los Cañas, Luis Ángel Salinas y Mario Escobar, con quienes fun-da el grupo Los Independientes. Debido a sus méritos, en 1957 fue promovido con una beca para continuar sus estudios de pintura en México e ingresa al Instituto Politécnico Nacional, donde es discípulo del maestro José Gu-tiérrez. Refuerza entonces la pin-tura e ingresa al Taller de Gráfica Popular, donde se impregna de la técnica del grabado.

México fue decisivo en su de-sarrollo en cuanto a contenido y lenguaje se refiere. Del prime-ro asimila que el mensaje ético, pedagógico y social que el arte debía cumplir en las realidades latinoamericanas, debía ser di-recto y abierto para coadyuvar a las soluciones de las condi-ciones precarias propias de los países latinos. Minero, motivado por este compromiso, acude a los temas arqueológicos e indi-genistas.

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compatriota—, Roberto Martí-nez García y Carlos Sánchez, se dedica a realizar dos murales; uno en la Escuela de Pentecos-tés (Texcoco) y otro en la Escue-la Insurgentes Bravo, ensayando en éstos la técnica del politex.

A su llegada a la capital mexi-cana expone en la Alameda de las Pérgolas; el catálogo de la exposición fue presentado por David Alfaro Siqueiros. Igual-mente, conoce a Diego Rivera y José Clemente Orozco, pues los estudiantes del Politécnico esta-ban obligados a ver pintar a los grandes maestros del mural.

A su regreso al país, en 1960, Minero presenta una exposición en los Talleres de Artes Plásti-cas de la Dirección de Bellas Ar-tes. Esta obra es el resultado de sus años de estudio en México, donde presenta óleos, piroxilina, politex, acuarela, grabados en madera y litografía, causando gran admiración por el novedoso lenguaje que trata de implemen-tar con mayor agudeza, aunado al empuje ideológico social que nutrió su estancia en la cultura mexicana.

Se incorpora de inmediato a la Dirección de la Academia de Bellas Artes, y es nombrado profesor de dibujo y pintura en el departamento de Artes Plás-ticas. En 1961 participa en la ce-

lebración del primer aniversario de la Revolución Cubana, en La Habana, hecho que determinará su exilio desde julio del mismo año hasta febrero de 1962, debi-do a la política de obediencia al embargo estadounidense ante la conversión de la isla al socia-lismo, una medida propia de la Guerra Fría.

Camilo Minero se traslada a Ni-caragua y viaja por casi tres dé-cadas dentro de programas ar-tístico-culturales, proyectándose por la lucha a favor del desarme mundial y la paz, visitando Fran-cia, España, Polonia, Finlandia, la Unión Soviética, los países Bálticos, Mongolia, España y Checoslovaquia. Si su recorrido conlleva un fin político, Camilo aprovecha la oportunidad para conocer los grandes museos, las maravillas escultóricas y arqui-tectónicas que resumen la larga historia del arte occidental y el arte bizantino de Europa Orien-tal, intensificando así su acervo cultural. En Praga, asiste a un taller de grabado. La tradición acumulada por siglos de expe-riencia en las escuelas checas definitivamente deja huella en su evolución formal.

Además de su aporte docente en la Universidad de El Salvador, se le debe la fundación de la Casa del Arte y la organización del Jar-

dín del Arte, iniciativas que tie-nen como objetivo ser un nexo conductor directo entre el arte y el público, que jamás ha tenido contacto con el quehacer artísti-co salvadoreño. La primera inicia-tiva funcionaba como espacio de exposiciones donde se acoge a muchos artistas que no pertene-cen al mundo de las galerías co-merciales existentes durante los años setenta; la segunda se rea-lizó en las afueras de la Sala Na-cional de Exposiciones, ubicada en el parque Cuscatlán, donde se da acogida a artistas jóvenes.

El maestro Minero se desarrolla como crítico y teórico del arte. Ín-tegro por sus convicciones y ac-ciones ideológicas, lleva una vida intensa cuyas vicisitudes cuentan e hilan los distintos procesos de la historia de El Salvador donde se ven reflejadas muchas cir-cunstancias, y que, en su caso, contiene el significado intrínse-co en su desarrollo como artista. Determinantemente claros son los paisajes geográficos y so-cioculturales por los que se ha visto pasar la vida de uno de los maestros más sólidos y firmes en cuanto a sus convicciones.

Nace en Analco, región donde, para la época de su nacimiento, se encontraba un fuerte núcleo de indígenas; es posible que este arraigo sea una de las cau-sas por las que Minero se iden-tifica con los marginados de su tierra. Zacatecoluca se convier-te, al mismo tiempo, en una re-gión clave para el desarrollo del arte nacional. Parte hacia la ca-pital donde conoce a artistas de la talla de Mejía Vides, quien in-fluye en su pensamiento y crea-ción, pues, en parte, existe entre ambos una congruencia temáti-ca y social compartida.

Su estadía en México y la convi-vencia dentro del fervor muralis-ta, y sobre todo las enseñanzas académicas recibidas de Siquei-ros, Orozco y Rivera, que a su regreso al país implementa como artista y docente, y su concep-ción ideológica izquierdista, mar-can definitivamente la obra de Minero. Conoce casi todo el mun-do, y sus tesoros culturales dejan mella en México, Nicaragua y El Salvador. Participa en proyectos nacionales e internacionales.Su experiencia vivencial es real-mente envidiable, no solamente

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por sus logros, sino por las duras situaciones que pasó en el exi-lio, que fueron atenuadas con la acumulación de las conexiones que tuvo con la cultura mundial. Todo esto para resumirlo en una entrega total hacia los más nece-sitados de su sociedad.

Camilo Minero es, ante todo, un grabador de factura expresionis-ta. Al tratamiento del color le da muchísimo énfasis en cuanto a la propuesta estructural, más bien esto no deja de tener una conno-tación esquemática, pues el color está totalmente supeditado a las soluciones compositivas.

Su planteamiento espacial es to-mado de las leyes renacentistas: los artistas, mediante el estudio profundo de las ciencias exactas y naturales, tratan de adecuar éstas a los proyectos plásticos. En pintura, por ejemplo —y es lo que más interesa en el caso de Minero—, preconciben el es-pacio utilizando las leyes de la geometría: equilibrio, tensión y profundidad, son resueltos ma-temáticamente, para luego in-troducir las imágenes, motivos o temas de la totalidad pictórica.

Sin embargo, aunque esta pre-estructura es invisible, nuestro

artista enfatiza evidentemente las fuerzas direccionales, esta-blece la regla de equilibrio, dibu-ja las líneas divisorias espectra-les, y mucho más. Estos fondos abstractos sirven de soporte a fi-guras humanas que contrastan, por sus contornos circulares, con lo angular que supone ser el soporte compositivo.

En 1996, Camilo Minero es hon-rado con el Premio Nacional de Cultura y, en 1998, con la con-decoración de Hijo Meritísimo de El Salvador, otorgada por la Asamblea Legislativa. Muere en la ciudad de San Salvador, el 6 de mayo de 2005.

Otros premios que recibió fue-ron: Acuarelas (1943); el primer lugar en pintura y grabado del Instituto Politécnico Nacional, México, D. F. (1958); Segundo certamen anual de Pintura Ciga-rrería Morazán, Premio El Salva-dor (1970); Museo Nacional de Arte Moderno y La Bienal Ameri-cana de Grabado, Municipalidad de Mendoza, Argentina (1978).

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La capilla que la firma EMC Arquitectura diseñó y que fue construida en un terreno con vistas al Lago de Coatepeque, Santa Ana, fue seleccio-nada por un panel de jueces internacionales, como una de las obras finalistas para competir

en el Festival Mundial de Arquitectura.

La arquitecta salvadoreña Eva Hinds es su diseñadora y dirigió, conceptualizó y ejecutó arquitectónicamente esta obra de arte.

aSTrId María

BahaMond

(ConSTruIda en 2012, dISeña-da por la arq. eva hIndS)

Solo la naturaleza es inspiradora y verdadera, y puede ser el soporte de la obra humana sin hacerlo arquitectónicamente a manera de paisajismo, que solo muestrean su apariencia, escruta su causa, su forma en desarrollo vital…

Charles L´Eplatenier

La capilla concebida para el complejo denominado «Cardedeu» fue elegida dentro de la subcategoría religiosa. He-cho determinante para la historia de la arquitectura nacional y regional a nivel centroamericano.

Dentro del Festival Mundial de Arquitec-tura participan figuras ya consagradas en el arte arquitectónico: Norman Fos-ter y Zaha Hadid.

La capilla tiene un altar que da vista al lago. La cruz que se extiende desde el te-cho y penetra hasta el subsuelo, consiste en el elemento clave, pues sostiene toda la estructura, al carecer de columnata de sostén, ya que las vigas se conectan di-rectamente con dicho elemento.

Dicho «purismo», nos hace encontrar el verdadero equilibrio entre los impul-sos y las necesidades «interiores» y las presiones y estímulos exteriores.

El plano libre, la línea horizontal flotan-te, el muro plano y abstracto parecen un postcubismo del espacio.

Los acabados y materiales se animan con efectos naturales, como los efectos creados por los agentes atmosféricos, llegando a resaltar la cualidad plana y abstracta.

Esta edificación está conceptualizada bajo el sentido de que el mundo natural debía realizarse mediante el orden «es-piritual», en el cual la arquitectura debe implementar sutiles resonancias estéti-cas: simetría, frontalidad y axialidad.

La capilla concebida por tal sublime vo-lumen de espacio contenido y bañado por luz natural, se plantea como mode-lo de una geometría hierática y estable que la convierten en espacio liberador. Ejes y puntos focales sutilmente colo-cados evocan un mundo traslúcido.

LA CAPILLA CARDEDEU« »

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Este cubo trapezoidal nos deja apreciar una vista al paisaje, abierto y transparente, transmu-tándonos hacia una atmósfera de ligereza, claridad y espacialidad.

El talento de Hinds estriba en realizar un impecable control de la proporción, y la utilización de la característica de la transpa-rencia y de la sublimación de los materiales.

El espacio continuo con cierto sentido de la jerarquía diseñado en todo el complejo constructi-vo es como episodios naturales conjugados y contrastados con muros planos complementados con planta libre proyectada hacia el paisaje, lo cual nos permite evi-denciar el paso identificable del mundo artificial al mundo natural.

El contexto ecológico contiene vegetación tropical que apare-

ce en tercer término; un término capaz de mediar entre la estruc-tura cristalizada y la vegetación del paisaje naturalmente ajardi-nado situado más lejos. Ante la geometrización de la arquitectu-ra, la naturaleza aparece como creación artística.

Formas minimalistas y planos transparentes se yuxtaponen al escarpado espectáculo del Lago de Coatepeque y las colinas del Cerro Verde.

El lenguaje contenido será con-frontado más allá de los aspec-tos obvios y recurrentes; había una intención preponderante. Para decirlo en palabras de Lud-wig Mies van der Rohe «juntar la naturaleza, el hombre y la arqui-tectura en una unidad de orden superior».

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El olvido al que entró es en parte culpa suya: ni él ni los escritores de su momento dieron importan-cia a su más importante creación literaria, esas historias humorísti-

cas que bajo el título genérico de detecti-vescas aparecían domingo a domingo en La Prensa, jamás las recogió en volumen. Sin embargo, releídas a más de cincuenta años de distancia, guardan intacto su frescor, su feroz humor blanco. Se podrá poner en duda mi criterio, pues soy un viejo que fue de niño su lector, pero los he mostrado a jóvenes y coinciden conmigo.

Firmaba estos relatos don José Jorge como Mistery Kuko, juego de palabras que alu-den al mistericuco, una variedad de búho de nuestros campos.

El héroe de Detectivescas es Tiburcio Te-lénguez, el Vengador Silencioso. Su mode-lo es obviamente Sherlock Holmes. Tiburcio Telénguez vive en una mansión misteriosa donde fuma su pipa en la biblioteca, sen-tada en un mullido sillón frente al escritorio de mármol negro. Es propietario de un ca-rro-helicóptero-submarino-buscaniguas y de una nave superinterestalar. Cuenta el de-tective con el suero telengánico, que posee variadas propiedades, y con su pistola de ciento trece tiros. Su escenario es planetario y se desplaza de continuo. Todo esto, como comprenderemos, requiere de cierta holgu-ra económica:

«El Vengador Silencioso llenó un formula-rio de cheque por la suma de catorce mi-llones de dólares que necesitaba para sus gastos menudos semanales y lo alargó al nuevo pagador del Banco Chino…»1

El Vengador Silencioso es hombre de mundo, amante de la música:

«Tiburcio Telénguez se contempló en el es-pejo mientras se colocaba una gardenia en el ojal del frac, listo para dirigirse al Tea-tro de Ópera donde el eminente pianista griego Aniceto Karpiano ofrecería el gran concierto dedicado al Presidente de la Re-pública, Gaspar Mesano».2

Como su célebre colega inglés, nuestro de-tective es un hombre flemático:

«El inspector Tuga llamó urgentemente por teléfono al Vengador Silencioso.

—Tendrá que esperarse –respondió Tibur-cio Telénguez a través del auricular – estoy resolviendo un crucigrama y ya solo me fal-ta una palabra.

—¡Al diablo con los crucigramas! –bramó el Jefe de Policía–. Se ha cometido un cri-men y usted resulta con pamplinas.

—Si ya se cometió ¿por qué quiere que vaya? Yo no he aprendido todavía a resuci-tar cadáveres».3

Gran «gourmet» y catador de vinos, es muy deferente con sus huéspedes:

«EL Vengador Silencioso llenó dos vasos de vino añejo del año 788 antes de J.C.»4

La velocidad del detective es sorprendente:

«Los dos jefes de policía, el capitán Pucheros y el cabo Nicolasito Pulga se instalaron en la nave superinterestelar y Tiburcio Telénguez puso en marcha los quinientos noventa y sie-te motores, después de mover ochocientas cuatro perillas en menos de un minuto.

UN AUTOR

JOSÉ JORGE LAÍNEZOLVIDADO:

rICardo

lIndo

Se ha ido borrando la figura de don José Jorge Laínez. Es un injusto olvido.

José Jorge, Laínez nació y murió en San Salvador (1913-1962). Escritor, profesor y periodista, fue jefe de redacción de La Prensa Gráfica por más de una década, desde 1948 hasta su fallecimiento.

Con su humor y sus observaciones de la realidad man-tuvo varias secciones en el periódico, con diferentes seudónimos.

Publicó en vida seis libros:

Cuentos De Luna, poemas para niños, 1941

Murales en el sueño, cuentos fantásticos, 1952. Cite-mos los sugestivos títulos de algunos de estos relatos: La luz de la otra lámpara, El cadáver del viento y El pa-raguas del diablo.

Sendas de sol, prosas poéticas para niños, 1956.

Francisco eterno, dedicado a Francisco Morazán y la Unión Centroamericana, 1958.

Póstumamente, el año de su deceso, apareció otra colec-ción de relatos fantásticos suyos, Imágenes a la deriva.

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—Perdonen la tardanza –se excusó–, tengo un mes de no navegar la nave y todo me con-fundo».5

Tiburcio Telénguez es políglota:

«—¿Entonces no es usted cómplice de Domingo Rita? ¿no va a torturarme?

—¡Never! –exclamó el Venga-dor Silencioso».6

Pero no solo maneja el inglés sino toda suerte de lenguas vi-vas y muertas, la del Egipto de los faraones incluida, y hasta el idioma de los caballos. Añada-mos todavía que Tiburcio Telén-guez, el Vengador Silencioso, el más grande detective del mundo es naturalista, médico, conoce-dor de piedras preciosas, posee un oído supersensitivo y es hip-notista y consumado actor, entre otras cosas. En suma, sus cua-lidades sobrepasan las del buen Sherlock y las de todos los super héroes norteamericanos, con la diferencia de que aquéllos sus autores los toman en serio, mien-tras el Vengador Silencioso es una parodia de todos juntos.

Junto con él viven sus lugarte-nientes, el cabo Nicolasito Pulga y el capitán Pucheros, por los cuales no siente gran aprecio:

«—Tienen el día libre, par de buenos para nada –dijo el Ven-gador Silencioso.

—¡Retire lo dicho! –exclamaron al unísono el cabo Nicolasito Pulga y el capitán Pucheros.

—Está bien, retiro lo dicho: ya no tienen el día libre».7

En realidad, los ayudantes de Telénguez tienen rasgos de ro-manticismo pero no son muy avispados ni muy valientes:

«La bellísima dama que guiaba el automóvil que se había de-tenido junto al auto de Tiburcio Telénguez, parados ambos por la luz roja del semáforo, sacó la mano y arrojó un papel que cayó a los pies del capitán Pucheros, quien iba en el asiento de atrás con el cabo Nicolasito Pulga.

—¡Me ama! –exclamó el capitán Pucheros besando la misiva que despedía un aroma de esencias deliciosas.

Pero el cabo Nicolasito Pulga se la arrancó de un manotazo y ma-nifestó:

—Es para mí. Cuando la arrojó, me estaba mirando con ojos lle-nos de pasión.

La luz verde del semáforo hizo que los autos se pusieran en movimiento, y en tanto, el cabo Nicolasito Pulga intentaba leer el billetito amoroso.

—Está en chino –dijo–. Debe ser para usted.

El capitán Pucheros tampoco pudo descifrarlo y lo iba a tirar por la ventanilla cuando el de-tective gritó:

—¡Idiota! Debe ser algún men-saje misterioso. A ver.

Lo guardó en el bolsillo y detuvo el automóvil. Desdobló el papel y explicó:

—No está en chino sino en idioma gurulés. Es para mí, y me cita para esta noche en “El Alcazar Pazo”. Al parecer, le ocurre algo horrible.

—No cuente conmigo –se apresuró a decir el capitán Pu-cheros– ese sitio es peligroso.

—Me niego a acompañarlo a ese antro tenebroso –indicó el cabo Nicolasito Pulga».8

El inspector Tuga, Jefe de Policía, y el sargento Mate, su segundo de a bordo, tampoco sienten gran aprecio por el capitán y el cabo:

«—No cabe la menor duda –dijo el inspector Tuga– Telén-guez, en algún rapto de locura, asesinó a sus ayudantes.

—No creo que sea locura –opinó el sargento Mate–. Yo le aseguro a usted que yo, sin necesidad de estar loco, hubo veces en que con placer habría asesinado a ese par de idiotas que en paz descansen».9

Pero el inspector Tuga y el sar-gento Mate no son mucho más avispados que los ayudantes de Telénguez. Sus hipótesis fraca-san siempre, siempre el detec-tive resuelve los casos, siempre

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intrincados haciéndolos quedar en ridículo, y siempre sella sus éxitos con una horripilante car-cajada victoriosa.

Estos personajes ven la luz en di-ciembre de 1957 y acompañarán a su autor el resto de sus días.

Las Detectivescas aparecen en La Prensa Gráfica una página antes de unas crónicas policía-cas norteamericanas firmadas por Ruth Reynolds. Si bien las páginas de la señora Reynolds dedicadas a la gloria de los de-tectives estadounidenses son asépticas, podemos aproximar los títulos.

Veamos algunos de la señora Reynolds:

Un crimen cometido en la mesa de operaciones, El crimen come-tido en «la ciudad del pecado», El príncipe de los comerciantes y los ladrones de sepulturas.

Los temas de los que se vale don José Jorge están próximos a los de las historietas ilustradas que podemos ver en el mismo periódico, Flash Gordon o Man-drake el Mago, pero las superan por su imaginación y su lenguaje truculento que se inspira en los grandes autores de misterio y toca por momentos el surrealis-mo: el Vengador observa un ca-dáver y señala que se trata de un asesinato porque la víctima está

cubierta por una sábana amari-lla y no morada, y los relojes de arena dan campanadas. No va-cila el autor en acudir a salvado-reñismos. Ya vimos el automóvil «buscaniguas», el capitán dice a Tiburcio Telénguez que le cae «como agua de mayo», un cien-tífico se presenta como «astró-nomo Lote». Los ejemplos pue-den multiplicarse. Aquí y allá hay guiños de alta cultura. Alude al pintor ruso Marc Chagall al crear a un personaje secundario, la duquesa Natacha Galles y cuan-do un pianista pierde un brazo y decide tocar solo con una mano, está aludiendo a los conciertos para la mano izquierda que des-tacados compositores crearon para Paul Wittgenstein, pianista que perdió un brazo durante la Primera Guerra Mundial. Y aun-que hay atisbos previos, es don José Jorge con los cuentos de Mistery Kuko el primer autor sal-vadoreño de ciencia ficción.

Hombre de inagotable ingenio, era también de una actividad incesante. Presidió un tiempo la Asociación Salvadoreña de Pe-riodismo. Fue también prestidigi-tador y llegó a ser presidente del Colegio de Magia.

Don José Jorge escribía directa-mente a máquina, con una cesta de naranjas a un lado y una cajeti-lla de cigarrillos al otro. Su hijo úni-

co, el Dr. Jorge Laínez, cuya ayu-da para abordar al olvidado autor ha sido invaluable, lo recuerda siempre de buen humor. Los fines de semana tomaba el volante y se dirigía con su familia «adonde apuntaba el viento». Almorzaban en un rancho aquí o allá. Por to-dos lados tenía ahijados. Ya en su lecho de muerte, su hijo le expre-só su temor a la muerte. Él sonrió y le dio una respuesta socrática: «esta vida es como un colegio; si uno se porta bien se va a reunir con gente sabia del otro lado».

Fue masón y llegó al más alto grado, el 33, pero había tomado sus distancias con la masonería antes de partir. La logia quiso pagar su entierro. Su viuda se negó. Justo antes de fallecer, besó su mano y lanzó el beso al aire y sonrió. Por instrucciones suyas, su hijito y otro chico de su edad que trabajaba en La Pren-sa asistieron al sepelio en trajes de tiroleses, con sombrero lila con pluma y pantalón a cuadros verdes y rojos. Una numerosa comitiva de gente de todos los estratos sociales acudió a des-

pedirlo. Además de su hijo, le so-breviven el Vengador Silencioso, el capitán Pucheros, el cabo Ni-colasito Pulga, el inspector Tuga, el sargento Mate y toda la para-fernalia de personajes que los rodeó. Hora es de que vuelvan a escena, para deleite de las nue-vas generaciones.

1 El descubrimiento en el armario que permi-tió aclarar el misterio. –diciembre 6 de1959.

2 El complot contra el presidente que iba a ser asesinado en el concierto. –julio 26 de 1959.

3 El crimen impenetrable de la condesa que hallaron en sus habitaciones. –9 de febrero de 1952.

4 La horrenda luna de miel del príncipe cuya esposa se transformaba en pájaro (S. F.).

5 Aviso de muerte representado por el círcu-lo negro de cristal (S. F.).

6 La bailarina española a quien su tío no permitía que le llevaran claveles. –24 de abril de 1960.

7 Cito de memoria. No subrayé a tiempo y después busqué en vano la referencia.

8 El hombre cojo de la barba gris cuya pre-sencia en la casa era inexplicable. –15 de mayo de 1960.

9 El horrible crímen descubierto en la resi-dencia del detective. –12 de diciembre de 1959.

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CUENTOS

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El cabo Nicolasito Pulga y el capitán Pucheros estaban parados frente a Tiburcio Telénguez desde hacía veinte minutos, sin pronunciar palabra, después de haberle soli-citado permiso para hablarle.

—¿Y bien? –dijo impaciente el detective–. Estoy esperando. ¿Qué es lo que me quieren decir?

—Que lo diga el capitán Pucheros –murmuró el cabo Nicolasito Pulga.

—Mejor que hable el cabo Nicolasito Pulga –titubeó el capitán Pu-cheros, rojo como un tomate.

—Lo echaremos a la suerte –decidió el Vengador Silencioso–. Aquí está una moneda. Si cae número, hablará el capitán. Si cae corona, le toca al cabo.

Arrojó la moneda al aire y al caer al suelo, salió corona.

—Está bien –suspiró el cabo Nicolasito Pulga bañado en sudor–. Me toca a mí. Jefe, venimos a presentar nuestra demisión.

—Renunciamos –corroboró el capitán Pucheros.

—¡Perfectamente! –aceptó el detective–. Espero que hayan conse-guido un empleo mejor.

—En efecto –confirmó el cabo Nicolasito Pulga, tranquilo al ver que Telénguez no se disgustaba.

DOS CUENTOS DE MYSTERYKUKO JoSé Jorge

laínez

El tenebroso castillo en donde ocurrían sucesos

horripilantes

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—Seremos los secretarios del señor Marqués Aquiles de Tengo, con veinte mil dólares de sueldo por semana –explicó el capitán Pucheros–. ¡Al fin llegó la hora de nuestra independencia!

—¡Abajo la esclavitud! –exclamó el cabo Nicolasito Pulga.

—Arreglen sus maletas –convi-no Telénguez–. Yo mismo los lle-varé en el auto.

El hombre del capote

Durante dos horas los tres ocu-pantes del automóvil no habla-ron una sola palabra hasta que su conductor, Tiburcio Telén-guez, anunció:

—Están frente al castillo del Marqués Aquiles de Tengo. So-lamente tendrán que caminar medio kilómetro. Adiós, amigos.

Visiblemente conmovidos, el cabo Nicolasito Pulga y el ca-pitán Pucheros bajaron las ma-letas del auto. En aquellos ins-tantes, sin que ninguno viera de dónde había salido, un hombre alto, envuelto en un capote ne-gro, con un ojo cerrado y el otro desmesuradamente abierto que parecía echar fuego, se adelantó hacia ellos y preguntó:

—¿Son los nuevos secretarios de mi amo el Marqués Aquiles de Tengo? Tengan la bondad de

seguirme. ¿Por qué son tres? Espero solamente a dos.

—Yo solamente los acompaño –explicó el Vengador Silencioso.

—De ninguna manera –dijo el hombre sacando repentinamen-te una pistola antigua que antes llevaba oculta bajo el capote–. Usted tendrá que venir al casti-llo. A ver ustedes dos, amárren-lo. Es necesario que actúen ya como secretarios del Marqués Aquiles de Tengo.

Los dos hombres vacilaron, pero una mirada terrible del Venga-dor Silencioso les transmitió la orden de obedecer. Lo amarra-ron, amordazaron y cubrieron los ojos, y todos caminaron ha-cia el viejo castillo, cuya silueta comenzaba a confundirse con las sombras de la noche, que comenzaba a caer.

En el viejo castillo

Cuando le fue quitada la venda de los ojos, Tiburcio Telénguez se encontró en un salón enorme donde brillaba la lumbre de una chimenea. En un sillón polvorien-to estaba sentado el Marqués Aquiles de Tengo contemplándo-lo a través de su monóculo.

—Odio a los intrusos –murmuró el viejo con voz sorda–. Seréis ahorcado a la media noche.

—Prepararé el patíbulo –dijo el hombre del capote negro.

—Mientras tanto –añadió el Mar-qués Aquiles de Tengo–, enviad a los nuevos secretarios a la co-cina y que los frían en aceite.

—Un momento, milord –dijo el detective–, no podéis matarme porque soy el cocinero de Su Majestad.

—¿Cómo? ¿Por qué no lo ha-béis dicho antes? –gritó el Mar-qués Aquiles de Tengo levantán-dose de su polvoriento sillón–. ¿Podrías preparar el plato de se-sos en escabeche que sirvieron la última vez en la corte, usando las cabezas de estos dos míse-ros esclavos?

—En el mundo solo hay un hom-bre que conoce esa mágica re-ceta –dijo Telénguez.

—¿Dónde está ese hombre ma-ravilloso? –interrogó el Marqués Aquiles de Tengo ajustándose el monóculo.

—Lo tenéis ante vuestros ojos, milord –afirmó el detective.

—¿Vos? ¿Vos? –gritó el viejo aristócrata con la voz temblorosa de la emoción–. Manos a la obra.

Agitó el cordón de la campanilla y una nube de polvo se despren-dió al moverla. Al sonido, acu-dieron cuatro soldados vistiendo

armaduras y a una señal de su amo, se llevaron hacia la cocina al cabo Nicolasito Pulga y al ca-pitán Pucheros que daba gritos de horror.

Preparativos macabros

El Vengador Silencioso se puso un gorro de cocinero que encon-tró en la alacena y pidió tomate, ajos, cebolla y perejil.

—Desnúdense –ordenó a los dos infelices–. No puedo condi-mentarlos con ropa.

El Marqués Aquiles de Tengo, desde la puerta de la cocina se relamía pensando en el banque-te. Se frotó las manos y se retiró.

—Sálvenos jefecito –gimió el cabo Nicolasito Pulga.

—No nos cocine –sollozó el ca-pitán Pucheros.

—¡Silencio! –gruñó el detective metido a cocinero–. Ustedes no son ya mis ayudantes. ¿No re-cuerdan que renunciaron?

—La marmita está a punto –anun-ció el hombre del capote negro.

—Solamente necesito decir algo al señor Marqués –dijo Tiburcio Telénguez–. Cuidadme el fuego mientras regreso.

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Salió de la cocina dejando a sus hombres al hombre del capote que empuñaba el enorme cu-chillo de pelar papas. Un reloj de cucú cantó once veces anun-ciando las once de la noche. Afuera se escuchaba el ruido que hacían los pasos de los sol-dados que hacían la ronda. En el fuego hervía la marmita.

De pronto, ocurrió algo increí-ble. El hombre del capote que tenía el cuchillo de pelar las pa-pas en la mano, se tambaleó y cayó. Su rostro se fue arrugando y se desprendió la carne hasta quedar la calavera. El capote se deshizo sobre su cuerpo y los dos aterrados muchachos pu-dieron contemplar el esqueleto. La cocina se llenó de telarañas y el fuego se apagó. Afuera cesó el ruido de los pasos de los sol-dados en ronda y un gran silen-cio se extendió por el castillo.

Peligro conjurado

Momentos después entró Telén-guez en la cocina y los llamó. Fueron al salón y lo hallaron cu-bierto de polvo y más telarañas. En el viejo sillón, en lugar de la figura siniestra del Marqués Aquiles de Tengo, había un es-queleto con monóculo.

—¿Qué es esto? –gimió el capi-tán Pucheros.

—¿Estamos soñando –dijo el cabo Nicolasito Pulga frotándo-se los ojos.

—No han soñado –explicó el Ven-gador Silencioso–, pero se han librado de una trampa tenebrosa. Aquí ocurría algo increíble. Uste-des estaban al servicio de un tipo muerto hace doscientos años.

—¡Uy, uy huy! –gritó el capitán Pucheros.

—¡Ay, ay, ay! –exclamó el cabo Nicolasito Pulga.

—Al entrar aquí –explicó el de-tective– me di cuenta de lo que ocurría. En el calendario vi la fe-cha: 31 de enero de 1760. Evi-dentemente al señor Marqués Aquiles de Tengo, a quien la his-toria señala como antropófago y amigo íntimo del Rey Tiburón XX, se le olvidó arrancar las ho-jas del calendario, de tal manera que el tiempo no había transcu-rrido en el castillo. Al desprender yo las hojas, terminó el atraso y se niveló el tiempo en el castillo. Eso ha sido todo, y ahora, verán si vuelven conmigo o se quedan en su nuevo empleo.

Dio media vuelta y salió del lú-gubre recinto en el momento en que su reloj de puño marcaba las doce en punto de la noche.

El cabo Nicolasito Pulga y el ca-pitán Pucheros corrieron detrás de su Jefe, quien como lo hacía siempre después de cada haza-ña, lanzó al espacio la terrible e infernal carcajada victoriosa, que retumbó en las ruinas del antiquísimo castillo.

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Tiburcio Telénguez ob-servaba de reojo des-de hacía mucho rato, al joven que sentado en un banco del par-

que leía el periódico colocado al revés ante sus ojos. Indudable-mente el hombre no estaba le-yendo, pensó, a menos que pa-deciera de algún defecto visual que lo hiciera ver todo cabeza abajo.

Se acercó con cuidado y sin ha-cer ruido, y se sentó junto a él. Observó por encima del periódi-co y se dio cuenta de que el tipo estaba llorando. Bruscamente el detective le arrancó el diario de las manos y dijo:

—Perdone que sea brusco, pero debo saber qué le está suce-diendo.

El joven se limpió los ojos sor-prendido y luego exclamó:

—Usted no tiene derecho a me-terse en la vida ajena.

—Soy detective, caballero –re-puso el Vengador Silencioso– y precisamente mi profesión me obliga a meterme en muchas cosas. Tiburcio Telénguez, para servir a usted.

—¡Cómo! ¿Tiburcio Telénguez? Pero yo nunca podría pagar los servicios del detective más céle-bre del mundo –indicó el joven.

—No me importa el dinero –afir-mó el detective–. Si su caso es difícil, para mí será un placer solucionarlo. ¿Puedo saber con quién estoy hablando?

—Soy el doctor Alcides Tripo y me sucede algo terrible con mi esposa, desde mi noche de bo-das. De eso hace cuatro días y me encuentro desesperado. Creo que está loca.

—Hágala ver por un alienista, doctor –aconsejó Telénguez.

—Se trata de algo verdadera-mente desconcertante. Se pone loca solamente por la noche y después está perfectamente, pero… ¡Silencio! Es ella que vie-ne a buscarme.

Misterio complicado

Un automóvil se detuvo frente al banco donde estaban los dos hombres y una hermosísima y joven dama, que guiaba, bajó del auto.

—Estaba muy afligida por tu au-sencia –dijo la dama.

—Le hacía compañía –intervino el detective–. Soy Tiburcio Telén-guez a la orden de usted, señora.

—¡Oooo! ¡El famoso Vengador Silencioso! –murmuró la mujer.

Mientras el joven doctor Alcides Tripo subía al auto después de despedirse de Telénguez, la be-lla señora deslizó en la mano del detective un papelito, pero antes de que el coche partiera el doc-tor alargó el diario a Telénguéz y le dijo:

—Gracias por permitirme leer su periódico. Muchas gracias.

Cuando el auto se alejó, el de-tective leyó el papel que le dejó la señora. «Por favor, espéreme aquí mismo. Regresaré dentro de una hora. Me pasa algo horrible. Mercedes Tripo». Luego examinó el periódico y encontró en uno de los márgenes, escrito a lápiz, el siguiente mensaje: «Venga a la media noche a la casa 180 del Boulevar Icela. Le explicaré todo. -Dr. Alcides Tripo».

La primera cita

Tiburcio Telénguez llamó al capitán Pucheros y al cabo Nicolasito Pul-ga, y cuando acudieron les dijo:

—Irán a la Jefatura de policía, para decir al inspector Tuga y al sargento Mate, que permanezcan en las cercanías de la casa 180 del Boulevar Icela a media noche, y cuando oigan mi señal acudan a la casa.

Los dos temibles muchachos se retiraron inmediatamente a cum-plir la orden, y Telénguez se que-dó paseándose y consultando su reloj.

Exactamente al transcurrir una hora apareció la señora Merce-des Tripo en su auto.

El diabólico enigma de la dama loca y el hombre que se volvía esqueleto

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—Señor detective –dijo casi sollozando–. Debe ayudarme usted. Mi marido es víctima de algo horrendo de lo cual él no se da cuenta. Llevamos cuatro días de casados, pero durante las noches sucede la cosa más horrorosa que se pueda usted imaginar.

—Haga el favor de ser más clara –pidió el detective.

—He probado todas las cremas embellecedoras, señor Telén-guez –murmuró la señora– y mi piel permanece obscura, pero le juro a usted que no soy negra. Lo que pasa es que me he aso-leado mucho.

—Me refiero a la claridad de sus explicaciones, señora.

—Eso ya es otra cosa. Le diré: mi marido es médico y ha estado ha-ciendo experimentos con cadáve-res. Pretende dar vida a muertos cuando ya son esqueletos –relató la hermosa y morena señora.

—Es una investigación científica muy seria –comentó el detecti-ve–, pero no veo nada espantoso.

—Falta que le explique. Por las noches, en el momento en que hago mis lecturas ya en la cama, mi marido, sin saberlo él, se transforma en esqueleto. Tengo cuatro noches de estar asistien-do a este horror y estoy a punto

de volverme loca. Creo que Al-cides Tripo se ha contaminado de alguna de las preparaciones químicas que usa en sus experi-mentos y usted debe ayudarme.

—¿Esto lo sabe alguien más? –preguntó el detective.

—Solamente mi prima Ánge-la Tina, dedicada también a la ciencia médica y que se espe-cializa en enfermedades de los ojos. Ella nos acompaña en el viaje de bodas y se hospeda en la mansión que ha alquilado mi marido en el número 180 del Boulevar Icela.

—Vuelva usted con su marido –aconsejó Telénguez–. Pronto le avisaré de mis investigaciones.

La segunda cita

—No creo que tenga necesidad de ayuda, –dijo Telénguez al ins-pector Tuga y al sargento Mate al llegar al Boulevar Icela.

—De todas maneras, aquí es-taremos –dijo el inspector Tuga.

—Esperaremos a que salga y nos refiera cómo solucionó el caso –indicó el sargento Mate.

El Vengador Silencioso llamó suavemente a la puerta del nú-mero 180 y le abrieron.

—Creí que no venía –suspiró el doctor Alcides Tripo–. Esta tarde no pude referirle todo el caso porque, como usted sabe, se presentó mi pobre esposa. Ah, perdone. Había olvidado presen-tarle a la prima de mi mujer, la señorita Ángela Tina, investiga-dora científica.

—Mi prima está loca –refirió la señorita Ángela Tina–. Supone que el doctor Alcides Tripo se transforma en esqueleto todas las noches.

—¿Está la señora en estos mo-mentos en su dormitorio? –pre-guntó Telénguez.

—Precisamente –informó el doctor Alcides Tripo–. Aunque es bastante tarde, debe estar le-yendo.

—En vez de ser usted el que entre al dormitorio –decidió el detective– entraré yo.

Visión macabra

—¡Me opongo a eso! –gritó la señorita Ángela Tina–. Me pare-ce impropio que un extraño pe-netre a una alcoba matrimonial.

El detective no tomó en cuenta lo dicho y se dirigió a la habita-ción que supuso era la de los es-posos Tripo porque vio luz. Abrió la puerta y se detuvo en el um-bral. La señora Mercedes Tripo estaba en la cama leyendo con un par de lentes puestos. Alzó los ojos y fijándolos en la puerta dio un grito espantoso.

—Noooo… –gimió–. Nooo… hoy se ha vuelto más horrible el es-queleto– y se desmayó.

El detective se dirigió a ella y le quitó los lentes. Le dio a oler un frasco con esencia telengánica y

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Ensa

yos

al tiempo que ella abría los ojos vio a Telénguez y al doctor Alci-des Tripo a su lado.

—Todo ha pasado, señora –ex-plicó el Vengador Silencioso. Su marido no se transforma en esqueleto ni usted está loca. Lo que pasa es que estos anteojos que le ha graduado su prima, la señorita Ángela Tina, son de Ra-yos X y al ponérselos usted para leer, miraba el esqueleto de su esposo. Hoy vio el mío y al verlo distinto, se asustó más que de costumbre.

—¿Pero por qué me dio lentes con Rayos X mi prima, la seño-rita Ángela Tina? –preguntó la señora Mercedes Tripo.

—Porque ella está enamorada del doctor Alcides Tripo y quería matarla a usted de los sustos, o hacerla loca de verdad, para casarse con el doctor –explicó el detective.

Sonaron unos golpes en la puer-ta de la calle, y cuando abrió el dueño de casa entraron el ins-pector Tuga y el sargento Mate.

—Hemos capturado a esta mu-jer que salió corriendo de aquí –dijo el inspector Tuga.

—Llévenla presa que es bandi-da –indicó Telénguez.

El sargento Mate vio los anteojos que estaban sobre la cama y se

los puso. Los contempló a todos y dio un grito de horror.

—¡Todos se han vuelto esquele-tos! –gritó.

Se los quitó y los arrojó al suelo. En esos momentos se oyó den-tro de la habitación la diabólica carcajada victoriosa del Venga-dor Silencioso.

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POESÍA

45

Poes

ía

un poeMa de MIroSlava roSaleS y Su TraduCCIón al IngléS

DEST

RUCC

IÓN Y mi madre me dio refugio contra los cuchillos,

la pólvora, la lluvia, la cal,

por nueve meses en su vientre,

pensó en gaviotas para mi corazón,

en girasoles, polvo interestelar, clemátides,

y me dio de sus ríos, de sus granos de aurora y avena,

de su leche, de su calor,

de su palabra, fuente de sangre y melodía,

y me construyó con sus manos, con su boca,

un mundo de silencio y aluminio.

Y crecí

para darme cuenta de la destrucción,

de que la palabra más certera es la muerte,

de que ya no existen los girasoles, mi patio abierto al sol,

el ciprés en torno al cual jugaba en las tardes siempre sola,

la galaxia que miraba desde mi telescopio cuando niña,

y ahora vivo en la niebla invernal de un bosque de fantasmas,

en un viaje al centro de los cataclismos,

y ya no hay regreso.

Ya no hay regreso.

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Poes

ía

Poes

ía

DEST

RUCT

ION And my mother gave me refuge from knives,

gunpowder, rain, quicklime,

for nine months in her womb,

she thought of seagulls for my heart,

of sunflowers, interstellar dust, clematis,

and gave me her rivers, her grains of aurora and oats,

her milk, her heat,

her word, source of blood and melody,

and built for me with her hands, with her mouth,

a world of silence and aluminium.

And I grew up

to be aware of destruction,

that the surest word is death,

that sunflowers exist no longer, my yard open to the sun,

the cypress round which I played always alone in the after-noons,

the galaxy that I watched from my telescope as a girl,

and now I live in the winter mist of a ghostforest,

on a journey to the centre of catastrophes,

and now there’s no way back.

Now there’s no way back.

TraduCIdo al IngléS por dylan Brennan

ChIleno

POEMAS JESÚS DE

SEPÚLVEDA

200

años

¿Qué es un país?

¿Un recuerdo,

una calle sin salida donde juegan los niños a la pelota,

la hora de once o una en tarde de verano,

un momento

el olor del pan tostado

y la certeza del hogar?

¿O una tumba donde descansan los padres que dejaron un hueco abierto?

¿Una lápida bajo el cielo de febrero

y marzo

y junio cuando se sabe la verdad?

¡Oh, gloriosa precariedad de los días de abril!

¡Oh, mes más cruel

y mortecino

que desencadena la memoria!

¿Qué es un país?

¿Los ojos profundos de una hija que nos ve partir en silencio?

¿El hedor de una esquina a medianoche,

un almacén

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Poes

ía

Poes

ía

o la avenida con sus tiendas de ropa?

Hay un tocadiscos de vinilo.

Muebles tristes

que encienden la oscuridad de un plato de sopa,

reflejo fugaz en las ventanas del metro,

rostros sorprendidos ante tanta celeridad.

¿Qué es un país?

Postal borrosa

pasaporte,

velador en desuso,

amalgama de barrios y poblaciones,

alcantarillas ante el ocre del ocaso.

El río Lobo donde habitan las ratas de la mugre

y los comentarios pícaros de mi padre ya muerto.

Fragancia de amigas y bellas amantes

en las flores del papel mural de un hotel parejero,

cervecerías frente a las plazas

que evaporan el día y prenden la luz,

autobuses.

Al fondo se oyen los pasos apurados de mi madre trabajadora

¿Qué son esos departamentos derrumbados como cajas de fósforos?

¿Y los días en el péndulo de un reloj detenido frente al mar?

¿Qué es la muerte?

Con la bandera no se juega y mostró el puño -dijo.

Con los emblemas no se jode y sacó un cañón –hizo.

Con las llaves cerró el paso y vociferó –se satisfizo.

Banda de bandidos

y alaracos.

Estafetas de uniforme

y testaferros.

Puercos del infierno

y del cielo.

¿Qué hicieron cuando quemaron a esos niños?

Se encendieron barricadas.

No hubo arrepentidos.

Y nadie dijo nada, Pezoa

ni el vecino Soto, ni el amigo Astaburuaga.

Porque somos eso:

un montón de apellidos desparramados desde la cubierta de un barco,

aventureros sin timón endebles bajo la noche,

desarraigados con barba

y mujeres oscuras portando la cruz de la masacre.

¿A qué se vino?

¿A mezclarse o a esclavizar?

Fronda épica en octava real.

¿Será acaso la última vez que escriba como compatriota?

Déjenme crecer la cara.

Rasputín enloquecido

¿Qué es un país?

200

años

200

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Poes

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La madre superiora de un colegio de monjas guarda su rosario bajo la almohada.

Se derrite el barquillo de chocolate en la gelatería del centro.

Las montañas se deslavan como trozos de plumavit.

Jinete solitario en el valle de una acuarela.

¿Qué fue de los bombarderos?

¿Y la plaza con niños donde había una aplanadora,

la bicicleta de Wilson,

la paquetería,

la botica,

la feria de los sábados

y sus verduleros?

¿Acaso hubo un Nguillatún que nos involucrara a todos?

Cai-Cai Vilú,

Tren-Tren Vilú.

La serpiente de tierra da coletazos en el agua.

Y esas viejas arrugadas cargan bolsas pesadas

con sus piernas chuecas de gallinas en gallinero.

¿Qué dijo el doctor

y la matrona,

o la meika del sur que lee la orina?

¿Qué es un país?

¿Y sus doscientos años?

¿Qué son?

¿Qué se celebra?

¿Acaso la risa impostora que piensa en miles de millones?

¿Las patillas mofletudas

de un libertador colorín y rechoncho?

¿El pelo chuzo del ilustre Salas?

¿O la Aurora de un cura que no fue pedófilo por miedo a amar?

¿Dónde quedaron tus arroyos,

álamos imponentes,

lagos con la forma de cisnes de cuello negro?

¿Qué se hizo la tierra verde?

Vergeles que una vez abrazaron la brisa.

¿Qué fue de las pozas azules

repletas ahora de basura y plástico?

Hubo un país y un hombre culto que creyó en la fuerza de su tono metálico,

y una guitarra,

una sonrisa,

una arpillera escrita con poesía.

¿Qué fue de todo ello?

¿Acaso un bombazo desmoronó el recuerdo?

¿Tan frágil era la melodía?

¿O los hombres de verde que no quisieron ayudar echaron tierra en la última sepultura?

No te extraño, viejo amigo, solo te quiero a la distancia.

20 de abril de 2010.

200

años

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Poes

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POEMAS ALFONSODE

FAJARDOdel lIBro negro:

IIIoSCuraS SuCeSIoneS

Dueño de mi acento

vuelo por negros follajes

atisbo abismos en la tinta

de noche enfundada pintura

vieja como los cuervos

que carcomen mis fijas pupilas de aguas crueles

sucias percepciones

brotando desde mi ventana

de sombras tenues plétora

de tibias oscuridades

la sangre de mi pluma

la hija de la muerte

mi palabra

Ciega

con los ojos abiertos

nombra noches

palpa piedras

vestidas de misterios

por rincones oscuros

camina su enigma

yergue su frente

firme entre sombras

de puños sólidos

golpeando el sobresalto

de agua fecunda

en la página agrietada

ennegrecida

por el abismo

de la tinta

que grita

sangrantes sílabas

desde su sed

de ultratumba fulgurante

saciada con la muerte

que me da vida SIG

NIFI

CADO

DE M

I MI P

ALAB

RA

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Poes

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POETAS DE ORIGEN SALVADOREÑO QUE ESCRIBEN EN INGLÉS, CON SUS TRADUCCIONES AL ESPAÑOLSELECCIÓN DE MIROSLAVA ROSALES

gaBrIela poMa

TraduCCIón de KIKu adaTTo

Para

Glo

ria R

asko

sky

y Ad

riana

Gut

iérr

ez

For G

loria

Ras

kosk

y an

d Ad

riana

Gut

iérr

ez

Recuerdo que

me enviaban a jugar

en el patio de mi tía,

en su casa plana y desangelada

afuera de Granada, Nicaragua.

La Revolución

había producido niñas

que cantaban canciones de ABBA.

Chiquitita, dime ¿qué te pasa?

El Salvador también

tenía una guerra al lado

donde las niñas callaban.

Las casas estaban alineadas

y ya encerradas.

O tenían paredes de cartón

que se desintegraban

con las lluvias

que caían y caían,

mientras los caídos

se elevaban y se elevaban.

I remember being

sent out to play

on the patio

of my aunt’s flat-line house

outside Granada, Nicaragua.

The revolution

had produced girls

lip-syncing ABBA songs.

Chiquitita, tell me what’s wrong?

El Salvador too

had a war next door

where girls fell silent.

The houses were flat-line

and already gated,

Or had cardboard walls

that disintegrated

with the rains

that fell and fell

while the fallen

kept rising and rising.

Cazábamos ratas

con las hondas de nuestros padres.

La más preciada era

tan grande como un conejo.

La matamos

y la colocamos sobre un muro de ladrillo

que enmarcaba el patio árido

de la casa afuera de Granada.

Entonces los chavalos vinieron, mirando

y nos dijeron que no era bonito.

Éramos las niñas

que cantaban canciones, las ofensivas.

Nuestros padres mueren,

nuestros tíos mueren,

nuestros hermanos mueren.

Los caídos, sabemos

se elevan en El Salvador,

se elevan en Nicaragua.

Chiquitita, ¿qué te pasa?

Chiquitita, ¿dime por qué?

LAS

OFEN

SIVA

SWe hunted rats

with out fathers’ slingshots.

The prized one was

As big as a rabbit.

we killed it

and placed it on a brick wall

that framed the arid patio

of the house outside Granada.

then the boys came looking

and told us it wasn’t pretty.

We were the girls

singing songs,

las ofensivas.

Our fathers die,

our uncles die,

our brothers die.

The fallen, we know

they rise in El Salvador

they rise in Nicaragua.

Chiquitita, ¿What happens to you?

Chiquitita, tell me what’s wrong?

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ía

Poes

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WIllIaM arChIla

El suelo se agrietó

como la pepa rugosa de un durazno,

y se partió en dos.

El sol detrás de las montañas

se tornó verde-olivo.

Para la niña Gloria este era su hogar.

Siguió vendiendo grandes cestos de limones,

acariciando ese frío y delgado Cristo plateado

que albergaba en su delantal.

Mientras otros, como Lito y Marvin,

jugaban a soldados en las ruinas de la escuela,

corrían entre montículos de ladrillos,

disparándole a los pollos y a los cerdos.

Nadie sabe cómo,

temprano en la mañana,

apareció en las pestañas

de todos una tenue tela de ceniza,

ni cómo llovieron del cielo truchas y caballas

palpitando, saltando por las calles.

Dicen algunos que la piel de los árboles

se sentía como periódicos viejos, secos y amarillentos.

Otros creen que la espuma del jabón

acumulada en las laderas de los ríos

se espesó como la leche.

Un lunes por la mañana cayó una lluvia

llevándose consigo el cementerio.

A la ciudad llegaron los huesos,

tocaron y tocaron a las puertas.

Las calles se convirtieron en ríos de lodo,

esperando la caída de los cuerpos

entre montañas de peces muertos.

En un año, todos clavaron flores en alguna tumba.

Esto explica por qué las mujeres pensaban

y se movían como lagartijas bajo piedras,

por qué los hombres oían abejas zumbando en su cráneo,

por qué perdieron los perros el olfato,

oliendo entre los escombros para volver a casa.

En un par de años a nadie le importó

ver a las tortugas dándose de cabeza contra las rocas,

a los toros con sus ojos tristes y rotos,

a los pericos lanzándose de pico en los arroyos,

a la oscura hinchazón del suelo agrietado

o por la noche, el cuchillo

manchando un mantel.

En cambio, la niña Gloria barría el suelo,

la escoba lamía sus pies con cada movimiento.

LA D

ÉCAD

A EN

QUE

EL

MUN

DO C

ONOC

IÓ A

L PA

ÍS

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ía

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ía

En la terminal de buses, Marvin lustraba

botas militares

a veinticinco centavos el par,

se limitaba a escupir en el betún y en el cuero,

balbuceando oraciones fragmentadas.

En la noche, contaba las monedas

que guardaba en un frasco, luego iba rumbo a casa,

acercándose al hueso quebrantado

aferrado en la amarillenta quijada del perro.

The ground cracked

like the rough pit of a peach

and snapped in two.

The sun behind the mountains

turned into an olive-green glow.

To niña Gloria this was home.

She continued to sell her bowl of lemons,

rubbing a cold, thin silver Christ

pocketed in her apron. Others

like Lito and Marvin played

soldiers in the ruins of a school,THE

DECA

DE T

HE C

OUNT

RY B

ECAM

EKN

OWN

THRO

UGHO

UT T

HE W

ORLD

TraduCCIón de SonIa TICaS

running around mounds of bricks,

shooting chickens and pigs.

No one knows exactly how

a light film of ash appeared

on everyone’s eyelids

early in the morning

or how trout and mackerel plunged from the sky,

twitched, leaped through the streets.

Some say the skin of trees

felt like old newspaper, dry and yellow.

Others believe the soapsuds

washed aside in rivers

began to rise in their milk.

One monday morning, a rain fell

and the cemetery washed into the city.

Bones began to knock

and knock at our doors.

Streets became muddy rivers

waiting for bodies to drop

among piles of dead fish.

In a year, everyone stabbed flowers on a grave.

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Poes

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This explains why women thought

and moved like lizards under stones,

why men heard bees buzzing inside their skulls,

why dogs lost their sense of smell

sniffing piles of rubble to get back home.

In a few years, no one cared

about turtles banging their heads against rocks,

bulls with their sad, busted eyes,

parrots that kept diving into creeks,

the dark swelling of the open ground

or at night a knife

stained the kitchen cloth.

Instead, niña Gloria swept the ground,

the broom licking her feet at each stroke.

At the bus station, Marvin shined

military boots,

twenty-five cents a pair,

reduced his words to a spit, a splutter

of broken sentences

on shoe polish, leather.

In the evenings, he counted coins

he’d tossed in a jar, then walked home,

one step closer to the cracked bone

clenched in the yellow jaw of a dog.

Esto no es destrozo o piedra.

Vení ver «cuantas tortillas te comes» en mi pecho Salvador.

Estoy acabado en la costa más corta.

¿Y has pisado todo tu ser fuera de vos, por mí?

Quiero quemar toda la paja de mi cabeza.

Ser estero. Ser manglares.

Hay mañanas que despierto con sabor a tortilla con leche.

Hay granadas que nadie escucha.

¿Es este el destrozo que imaginaste para mí?

Hay guerra en todos lados.

Quiero raspar tu pelo como el viento me lo pida.

Amasá mis manos sobre las mías.

Chiflá el parche de tierra donde pompeaba agua del pozo para bañarme.

Bajáte a los pollos, chuchos, pericos.

Este fue mi bloque.

El que quiero cortar con lluvia.

Donde quiero sembrar una isla.

Barrio Guadalupe, hijueputa nacido y criado cerote ¿qué onda?

Lo más bonito de mi barrio era la calma

y un crujido de alas atrapadas en el lodo llamándome que lo repare.

No me digás que no me traje el estero al norte donde no existe.

Caminé uptown. Vi a Mrs. Gringa.

El riff entre mis dedos susurro en remolinos.

Silencio me congela. Pensé quedarme aquí, le dije. THE

DECA

DE T

HE C

OUNT

RY B

ECAM

EKN

OWN

THRO

UGHO

UT T

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POZ

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JavIer zaMora

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I don’t understand, me dijo. De mi frente,

la mandíbula de un burro, madreada al lado y alborotada por un fósforo despertando la canción que habla dos mundos.

Tipo corriente aterradora,

tipo viento ruinoso.

This is no shatter and stone.

Come skip toes in my chest Salvador.

I’m done been the shortest shore.

And did you love all the self out of you for me?

I want you to torch the thatch above my head.

To be estero. To be mangroves.

There are mornings I wake with taste of tortillas in warmed up milk.

There are pomegranates no one listens to.

Is this the shatter you imagined for me?

Everywhere is war.

I want to scrape your hair as the wind begs.

Hold my hands above mine.

Whistle the patch of dirt I pumped water from to bathe.

Simmer down to chickens, dogs, parakeets.

This was my block.

The one I want to shut off with rain.

Where I want to plant an island.PUM

P W

ATER

FRO

M T

HE W

ELL Barrio Guadalupe, hijueputa born and bread cerote ¿qué

onda?

The most beautiful part of my barrio was stillness

and a rustling of wings caught in the soil calling me to repair it.

Don’t tell me I didn’t bring the estero up north where there’s none.

I’ve walked uptown. I saw Mrs. Gringa.

The riff between my fingers whispered in whirlpools.

Silence stills me. I thought to stay here, I said.

I don’t understand, she said. From my forehead,

the jaw of a donkey, hit on the side and scraped by a lighter to wake the song that speaks two worlds.

The kind of terrifying current.

The kind of ruinous wind.

TraduCCIón

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Teatr

o

NINPHA O LA DESIDIA DEL DESENCUENTRO(CoMenTarIo SoBre la oBra de TeaTro de JennIfer valIenTe)

lya ayala

Jennifer Valiente, dramaturga y actriz

Jennifer Valiente es para mí una mujer de múlti-ples facetas. Misteriosa y fascinante. Escribiré sobre ella en la intro-

ducción de este comentario, porque para ver a la Ninpha, te-nemos que ver a la mujer que la creó. Inicia su trayecto por el tea-tro y para el teatro en la Univer-sidad Nacional en 1998, pero es cuando funda en 2005, el Taller Inestable de Experimentación Teatral (TIET), que Jennifer em-pieza darle cuerpo a su mundo: el teatro como actriz, dramatur-ga, directora. Ella es todo. Se desplaza, salta, recita, gesticula. Ella es incansable. Ha formado parte de proyectos teatrales en Payasos sin Fronteras, Teatro Li-bre, teatro Luis Poma, T-Atrio, El verbo en la ventana, entre mu-chos en los que ha sido invitada. Ha escrito guiones para radio.

Jennifer transita hacia un mundo complejo con su obra, su seudó-nimo Harry Castel nos habla de ello, escribe cuentos sin parar y los publica en el Suplemen-to Cultural 3000, cada sábado. Castel es una voz masculina en

una voz fuerte femenina. Jenni-fer cuenta que esa voz la asume en la universidad cuando alguien le comentó que escribía «como hombre». Y es que Jennifer Cas-tel o Harry Valiente, puede entrar y salir sin problema del diálogo de teatro al diálogo del cuento. Ya les dije, ella es todo.

Jennifer también viaja, como si supiera que caminar por calles nuevas, mirar cielos nuevos le trae a su obra esa plasticidad que podemos ver. A Jennifer ar-tista, la podemos apreciar me-jor cuando se le deja libre en las calles nuevas. Su diario de trabajo cuenta de las múltiples aventuras-trabajo, sueños-traba-jo. Siempre avanzando, siempre haciendo desde escenografías, hasta muñecos en sus talleres.

Jennifer al abarcarlo todo, la bio-logía, por ejemplo, también es madre, sus hijos la acompañan en su labor, también son artis-tas: músicos y actores.

¿Premios? Por supuesto, tam-bién los tiene. Todos, les recuer-do que ella logra abarcarlo: entre algunos de ellos les mencionaré Juegos Florales de Chalatenan-go en 1996, con sus Diez cuen-tos de Adentro; Juegos Florales de San Salvador en 1996, con

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Teatr

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Teatr

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sus doce relatos, Del más Allá. Ganadora en la VII Bienal de Dramaturgia «La escritura de las diferencias» (Italia-Cuba, 2014). Primer lugar en narrativa. Certa-men Francisco Gavidia, Univer-sidad Francisco Gavidia, 1997. Primer lugar en poesía (compar-tido). Certamen Alfonso Hernán-dez, ASTAC en 1997.

Junto a Ninpha está Santa Ma-ría de la espera, otra de sus obras, donde la mujer es el cen-tro. Acompáñenme a conocer a esta Ninpha, que como su auto-ra lo abarca todo, lo inunda todo.

COMENTARIO EN TRES ACTOS

Los personajes nos hablan de sus dolores

Él y Ella son los personajes prin-cipales de la obra de teatro que Jennifer Valiente nos revela en esta nueva obra suya: Ninpha.

He querido iniciar este breve co-mentario, delineando a un Él y una Ella para que nos trasladen con sus personalidades neuróti-cas a un diálogo potente y clari-ficador.

Él y Ella se expresan sobre la guerra, sobre los recuerdos que ese drama colectivo fermenta en la vida de las personas. En

Ninpha los personajes habitan el pasado, inevitablemente, la guerra los retrae al pasado, a lo que pudo ser; pero no fue. A las múltiples posibilidades de un fu-turo que los marca y los frustra.

Parecen hablar solos, los mo-nólogos nos los describen; a Él hondamente cansado y frustra-do de la vida; Ella, buscando las razones para sobrevivir a la des-idia de Él.

Los diálogos no permiten el res-piro, son rápidos, llenos de ex-presiones cotidianas, reales. El ambiente de esas conversacio-nes entre ambos es triste, lóbre-go. Además, los silencios, hay muchos, los personajes nos ha-blan con sus silencios.

Y es aquí donde Ninpha atrapa, en el círculo de la conversación desesperada de ambos perso-najes.Ante todo debo señalar que el ritmo de los diálogos es insinuante, es rápido, donde Él y Ella disponen sus frustraciones, sus sueños no realizados. La contraposición o la yuxtaposi-ción de las dos voces convierten este precioso texto en un deleite para aquellos que gustamos de los diálogos ágiles, agrios, sus-picaces.

La trama hacia el desencuentro

El punto central o hilo conductor de Ninpha son las cigarras, esos

insectos que perseguirán al per-sonaje femenino, durante todo el trayecto de la obra, para brindar-le cierto hilo de esperanza que podemos ver a ratos, pero que inevitablemente se diluye. Las cigarras en Él devienen en san-gre fría, en desaliento, en des-asosiego, en orgullo y cansancio de la vida.

Es la crisis de los cuarenta o la crisis de no saber asumirse como adulto, escuchamos decir a la voz en una voz secundaria, que escucharemos en el fondo de la trama.

¿Cómo se muestra la trama en Ninpha? Diálogos, sí. Cartas, también, donde la voz de Ella, pícara y misteriosa, le escribe un amigo. Es decir, hay un flas-back continuo, que nos refiere a través de las cartas a otra trama que se teje dentro de la trama principal.

Ahí, Ella es el sueño, la melanco-lía, la esperanza y el amor; pero es, ante todo, la verdad. Ella se desnuda en la trama secundaria.

Escenario y luces

A nuestra dramaturga hacer bailar a sus personajes le es imprescindible, porque es en el movimiento del cuerpo donde se expresa aquello que no logra la palabra. En este sentido, Jenni-fer Valiente abarca todo aquello

que el teatro es: diálogo, movi-miento, gesto.

Y luces, en Ninpha el juego de las luces para ambientar los sentimientos, las sensaciones nos acompaña, el juego es com-pleto. Nos envuelve desde todos los ángulos.

El desencuentro (epílogo)

El final de la obra es un diálogo completo sin estructura que se-pare escenas, el simbolismo se incrementa: papeles, calenda-rios, maletas. Jennifer no deja nada al azar, conmueve con su tragedia y sus cigarras.

Los efectos finales de luz, voz en off, silencios, terminan de cerrar el círculo para los espectadores. Ninpha es la guerra y la posgue-rra salvadoreña vista por los ojos de una pareja. Es la esperanza y la desesperanza en pugna. Y al vernos, nos vamos a querer hun-dir en el sonido de las cigarras.

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SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ

(Juana Inés de Asbaje y Ramírez; San Miguel de Nepantla, actual México, 1651 - Ciudad de Méxi-co, id., 1695) Escritora mexicana del llamado Siglo de Oro de la li-teratura española, fue Sor Juana una autora barroca influida por Góngora, pero con una valentía y fuerza de reflexión que conduje-ron, al parecer, a la Santa Inquisi-ción a acallar su voz.

CLAUDIA LARS(Carmen Margarita Brannon Vega; Armenia, 1899 - San Sal-vador, 1974) Poeta salvadoreña, una de las voces más sobresa-lientes de las letras latinoameri-canas del siglo XX, Claudia Lars dejó una obra vasta y variada, entre la que sobresalen sus poe-marios Dónde llegan los pasos, sobre el ángel y el hombre, poe-sía última. Su Poesía Completa fue publicada en dos tomos por la antigua CONCULTURA, ac-tual Secretaría de Cultura, a los cien años de su fallecimiento.

MICHEL TOURNIERNovelista francés nacido en 1924. Es autor entre otras obras de Viernes o Los limbos del Pa-cífico, obra que recibió el Gran Premio de Novela de la Acade-mia Francesa. Es miembro de la Academia Goncourt.

LEO ARGÜELLOActor, traductor y creador de vi-deos salvadoreño, Leo Argüello posee una larga trayectoria. Fue miembro del emblemático grupo teatral Sol del río. En Canadá, donde reside, continúa haciendo teatro. A él se deben los subtí-tulos en español de numerosas películas en francés

CAMILO MINEROPintor, muralista y grabador salva-doreño, nacido en 1917, en Zaca-tecoluca, El Salvador, y fallecido en San Salvador, 2005. Becado por el estado salvadoreño, estu-dió en México con los grandes muralistas: Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros. Su obra se haya

dispersa en diversos países de Latinoamérica. Fue miembro de Partido Comunista, lo que le valió años de exilio.

ASTRID MARÍA BAHAMONDSalvadoreña, Doctora en Histo-ria del Arte por la Universidad Carolina de Praga, República Checa, es autora de Procesos del arte en El Salvador, San Sal-vador, DPI, 2012 y, juntamente con Jorge Palomo, del catálogo Carlos Cañas Premio Nacional de Cultura, San Salvador, Se-cretaría de Cultura de la Presi-dencia, 2012. Ha sido curadora de varias exposiciones de arte y es autora de numerosos artícu-los sobre el tema.

JOSÉ JORGE LAÍNEZPeriodista, profesor y narrador salvadoreño nacido en San Sal-vador en 1913 y fallecido en la misma ciudad en 1962.

MIROSLAVA ROSALES

Nació en San Salvador, El Salva-dor, el 14 de diciembre de 1985. Estudia la Maestría en Literatura Hispanoamericana en la Univer-sidad de Guanajuato, México. Es integrante de la red de centroa-mericanistas O ISTMO (Brasil: Universidad Federal de Pernam-buco). De igual forma es editora de la revista mexicana Cuadrivio. Perteneció al extinto taller litera-rio El Perro Muerto. Su trabajo aparece en antologías y revis-tas internacionales. Ha publica-do fotografías en revistas como Azahares, de la Universidad de Arkansas-Forth Smith.

DYLAN BRENNANOriginario de Dublín y radicado en México. Dylan Brennan es poeta, ensayista e investigador.Sus trabajos han visto la luz en publicaciones internacionales tanto en inglés como en español. Su primer poemario, BLOOD ORANGES fue finalista del pre-mio Patrick Kavanagh y publica-do por The Dreadful Press.

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JESÚS SEPÚLVEDA

Nació en Santiago de Chile en 1967. Es uno de los más recono-cidos poetas latinoamericanos actuales. Ha sido traducido al inglés, francés, italiano y portu-gués, contando con ediciones en Estados Unidos, Canadá, Italia, Brasil, Chile y Francia. Ha vivido en Holanda y México, donde pu-blicó Escrivania (2003). En 2013 publicó el largo poema filosófico Antiegótico y la compilación de su poesía selecta Poemas de un bárbaro. Ha sido además cola-borador de las revistas Green Anarchy, Sur y Sur y La Época de Bolivia y coeditor de la an-tología de ensayos Rebeldes y terrestres (2008). Fue becario de la Fundación Pablo Neruda y del Fondo del Libro y la Lectura. Es doctor en Lenguas Romances y académico de la Universidad de Oregón. Radica en Eugene, no-roeste de Estados Unidos.

ALFONSO FAJARDO

Nace el 20 de marzo de 1975. Miembro fundador del taller li-terario TALEGA en 1993. Tiene más de una docena de premios nacionales y el título de Gran

Maestre, rama Poesía, 2000, otorgado por la extinta CON-CULTURA, hoy Secretaría de Cultura. Ha obtenido los siguien-tes premios internacionales: LXV Premio Hispanoamericano de Poesía, Juegos Florales de la ciudad de Quetzaltenango, Guatemala, 2002; y Mención de Honor en el Premio Centroame-ricano de Literatura «Rogelio Si-nán», rama poesía, 2005. Libros publicados: Novísima antología (1999), La danza de los días (2001), Los fusibles fosforescen-tes (2003 Y 2013) y Negro (2014).

GABRIELA POMA

Es escritora y académica, hija de padre salvadoreño y madre nicaragüense. Actualmente vive en Cambridge, Massachusetts, con su familia donde estudia el doctorado de Literaturas y Len-guas Romances en la Universi-dad de Harvard.

KIKU ADATTOEnseña en la Universidad de Harvard. Su libro para niños Ba-bayán y la estrella mágica será próximamente publicado por Val-paraíso Ediciones.

WILLIAM ARCHILA

Autor de The art of exile (Bilingual Review Press, 2009) que ganó el International Latino Book Award in 2010. Ha sido publicado en di-versas revistas en inglés.

JAVIER ZAMORANació en La Herradura, La Paz, El Salvador. Emigró a los Esta-dos Unidos cuando tenía nueve años para reunirse con sus pa-dres. Zamora tiene diplomas de UC Berkeley y la Universidad de Nueva York (NYU). Sus poemas aparecen en Narrative, Ploughs-hares, POETRY, The Kenyon Review y en otras revistas.

LYA AYALA

Escritora, periodista y editora salvadoreña. Ejerce la investiga-ción y docencia en la UCA.

RICARDO LINDOEscritor salvadoreño nacido en 1947.

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FRANCISCO IVÁN ZAYAS ALVARADO

Artista nacido en San Salvador en 1946.

Estudios:

California College of Arts and Crafts, California, Estados Uni-dos de Norte América, Bachelor in Fine Arts.

Universidad de El Salvador, Es-cuela de Arquitectura.

Universidad José Matías Delga-do, Escuela de Diseño Gráfico.

Tiene en su haber varias expo-siciones. Su obra formó parte de la exhibición «reVisiones: Encuentros con el arte salvado-reño» del Museo de Arte de El Salvador, 2007. Participación en SUMARTE (Subasta del Museo de Arte de El Salvador) del 2010, al 2015. Sala Nacional de Expo-siciones Salarrué «La idea pese al tiempo» Abstracción Contem-poránea, 2015.

CAMILO MINEROVer artículo de la Dra. Astrid Ba-hamond en esta misma revista.

FOTOS DE LA CAPILLA DE «CARDEDEU»

De EMC arquitectura, cortesía de la Sra. Gabriela Simán.

LUIS PORTILLO

Artista y diseñador gráfico de El Salvador, nacido en San Vicente en 1974. Estudió pintura en la Es-cuela de Artes Universidad de El Salvador. Sus trabajos han sido expuestos en diferentes galerías del país. Ganó mención de ho-nor en el certamen internacional de acuarela Arte Sennelier, 2012 y 2013.

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