79 Iglesia Semper Renovada

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  • Iglesia semper reformanda

    Por qu la Iglesia es semper reformanda? Brendan Lealy

    La Iglesia hoy: hacia dnde vamos? Hubertus Blaumeiser

    Carismas, una luz en la Iglesia Marina Mota, h.n.j.

    Antonio Rosmini:

    evangelizar la Iglesia M. Mantovani, s.d.b.

    JMJ,

    una experiencia universal de comunin ngel Camino, o.s.a.

    N. 79/2011 Julio - Septiembre

    Unidad y Carismas

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  • Edicin italiana

    Unit e Carismi, Fabio Ciardi, o.m.i.,Via della Selvotta, 2500041 Albano Laziale, Roma, [email protected]

    Edicin inglesa (Asia, frica)

    Charisms in Unity, Conrad Sciberras,mssp, Via della Salvotta, 25 00041 Albano Laziale, Roma, Italia.

    Edicin francesa

    Unit et Charismes, Roger Bourcier, fsg10, av. Rmy Ren-Bazin85290 St-Laurent-sur-Sevre, [email protected]

    Edicin alemana

    Charismen. Ordenschristen in Kirche undGesellschaft, Hans Schalk, cssrKaulbachstrasse 47D - 80539 Mnchen, [email protected]

    Edicin eslovena

    Edinost in Karizme, Anton Nadrah, o.cist.,Cistercijanska opatija Sticna61295 Ivancna Gorica, Eslovenia

    Edicin polaca

    Jednosc i Charyzmaty, Ludwik Myciels-ki, o.s.b.Biskupow 72 PL48-355 Burgrabice, [email protected]

    Edicin espaola

    Edita: Movimiento de los Focolares (R-2800178-B)Andrs Tamayo, 4. 28028 Madrid

    Revista trimestral de espiritualidad y comunin

    Edicin portuguesa

    Unidade e Carismas, Germano van de Meer, s.v.d.C.P. 18 - 06730-970 Vargen Grande Paulista SP, [email protected]

    Director: Jos Damin Gaitn, o.c.d. Composicin: Jos Luis Belver, o.s.a.

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    Luis Belver, o.s.a.; Juan Gil, o. carm; Jos Damin Gaitn, o.c.d.; Santiago Sierra, o.s.a.

    www.unidadycarismas.es

    Depsito Legal: M-16.216-1991

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  • 1111Unidad y Carismas, N. 79 Julio - Septiembre 2011

    IGLESIA

    SEMPER REFORMANDA

    Editorial

    La forma de la Iglesia Fabio Ciardi, o.m.i. 2

    Perspectivas

    Por qu la Iglesia es semper reformanda? Brendan Lealy 5

    La Iglesia hoy: hacia dnde vamos? Hubertus Blaumeiser 10

    Carismas, una luz en la Iglesia Marina Mota, h.n.j. 18

    Testigos

    Antonio Rosmini:

    evangelizar la Iglesia M. Mantovani, s.d.b. 25

    Experiencias

    Movimiento parroquial,

    una comunidad pascual Adolfo Raggio 31

    JMJ, una experiencia universal de comunin ngel Camino, o.s.a. 37

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  • Unidad y Carismas

    EDITORIAL

    La forma de la Iglesia

    DDDDE tiempo en tiempo en la Iglesia se alza un grito: Reforma!. Es la denuncia de una in-satisfaccin por nuestro modo de seguir a Jess, la confesin de nuestros errores y dehabernos alejado del ideal de vida que l nos propuso. El grito es tambin un reconoci-

    miento por intentar encontrar de nuevo la pureza evanglica y la exigencia de conformarse conradicalidad a la palabra de vida.

    La historia de la Iglesia se mide por las reformas. La primera, quiz, es la que llev a los aps-toles a instituir los diconos. A muy pocos aos de los inicios de la primera comunidad de Jeru-saln, ya se adverta una desigualdad entre los creyentes, en contraste con el proyecto inicial deque tuviesen un solo corazn y un alma sola y con los bienes en comn. Los creyentes de origenextranjero eran discriminados para encontrar nuevamente la originaria y original fraternidad.

    En algunos momentos histricos la accin reformadora fue hasta tal punto determinante quecaracteriz la poca: as hablamos de Reforma gregoriana, o tambin de Reforma sin mscuando nos referimos a Lutero y al movimiento al que dio origen.

    Pero es la Iglesia, o son sus miembros y sus instituciones los que necesitan ser reformados? Respecto a sus miembros no hay duda alguna. Todos somos pecadores. Quin no advierte la

    necesidad de reformarse constantemente a s mismo? La palabra que habitualmente usamos paraindicar el cambio al que siempre estamos llamados es conversin, palabra que nace del reco-nocimiento de nuestros pecados y del deseo de recomenzar una nueva vida.

    Por lo normal esta exigencia de conversin no se advierte slo personalmente, sino por gruposenteros y movimientos de cristianos, insatisfechos de su modo de vivir. Es tpica la que ha suce-dido cclicamente dentro de la vida monstica y religiosa, para la cual se usa propiamente la pa-labra reforma. El monaquismo benedictino ha conocido grandes reformas, como la cluniacen-se, cisterciense, camaldulense Lo mismo ha sucedido dentro del franciscanismo, entre losCarmelitas, los Agustinos, etc. En estos casos la reforma es el intento de volver a la forma pri-mitiva, a la inspiracin originaria del fundador. Nace de la conviccin de que el ideal de vida esten los orgenes y que, a medida que nos alejamos de ellos, se pierde el lustre inicial en una gra-dual y progresiva relajacin. La constatacin de la mediocridad de la vida presente se convierteen un llamamiento a volver a la inspiracin del pasado.

    Tambin las instituciones de la Iglesia han visto y ven una permanente reforma. No es el mi-nisterio como tal lo que la demanda, sino el modo de ejercerlo; no la Palabra, sino el modo de vi-

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  • virla y de anunciarla; no el sacramento, sino el modo de administrarlo y realizarlo. Son las refor-mas litrgicas, cannicas, etc.

    Pero la Iglesia como tal es verdaderamente reformanda?Los Padres de la Iglesia y la gran tradicin teolgica han distinguido siempre entre la reforma

    de la Iglesia y la reforma en la Iglesia. La primera, propiamente hablando, no puede darse por-que la Iglesia, en su realidad misteriosa ms profunda, es Cristo mismo, el Santo.

    Pero pensemos tambin en la Iglesia como organismo viviente, que si no crece y se renueva cons-tantemente, muere; pensemos en un pueblo en camino que, como tal, tiende constantemente haciauna meta nunca alcanzada por culpa de la atrofia y la parlisis; en una comunidad que vive en la his-toria y por tanto siempre acuciada a responder de modo creativo a los nuevos desafos y requerimien-tos. Por tanto, la reforma forma parte de su misma naturaleza en cuanto realidad histrica.

    El Concilio es claro a este propsito: La Iglesia encierra en su propio seno a pecadores, ysiendo al mismo tiempo santa y necesitada de purificacin, avanza continuamente por la sendade la penitencia y de la renovacin (LG 8).

    La Gaudium et spes, con una formulacin ms extensa, reconoce que aunque la Iglesia, porvirtud del Espritu Santo, se ha mantenido siempre como fiel esposa del Seor y nunca ha deja-do de ser signo de salvacin en el mundo, no ignora, sin embargo, que entre sus propios miem-bros, clrigos y seglares, a lo largo de tantos siglos, no han faltado quienes fueron infieles alEspritu de Dios. Aun en nuestros das, no se le oculta a la Iglesia que es grande la distancia en-tre el mensaje que ella predica y la humana debilidad de aquellos a quienes se confa el Evan-gelio. Sea cual fuere el juicio de la historia sobre estos defectos, debemos ser conscientes deellos y combatirlos valientemente para no perjudicar a la difusin del Evangelio (n. 43).

    Es comprensible la peticin de perdn de Juan Pablo II, no slo por los pecados y los erroresde cada miembro de la Iglesia, sino de toda la Iglesia, necesitada siempre de conversin y de re-forma. Son comprensibles las fuertes y decididas llamadas de Benedicto XVI a sanar la podre-dumbre que hay en la Iglesia.

    Los carismas tienen un papel determinante al respecto. Han sido otorgados a la Iglesia por elEspritu Santo para renovarla constantemente. Cmo no pensar en todo lo que Dios ha obrado atravs de Benito, Francisco, Domingo, Teresa de Jess, Ignacio de Loyola? Lo mismo valepara los carismas de hoy. Las personas a las que se les conceden recuerda la Lumen gentium selas dispone y prepara para realizar variedad de obras y de oficios provechosos para la renova-cin y una ms amplia edificacin de la iglesia (n. 12).

    Cul es el camino para toda reforma en la iglesia? Los caminos y las frmulas son tantoscuantos son los reformadores. Podramos releer al respecto el incomparable libro de Y. Congar,Verdadera y falsa reforma de la Iglesia (el original habla de rforme dans lglise). Me pare-ce que podemos distinguir dos lneas constantes que emergen en la historia de los carismas.

    La primera se contiene en el mismo trmino re-forma. Se trata de encontrar nuevamente(re-) la forma de la Iglesia. Toda reforma ha mirado a los orgenes, a la Iglesia primitiva de Je-rusaln, personalizando en ella el modelo de cada comunidad cristiana, para la Iglesia de siempre.P.C. Bori, en su estudio sobre la Iglesia primitiva, ha demostrado cmo la memoria de la Iglesiade los orgenes, y particularmente la descripcin de su vida segn los Hechos de los Apstoles,ha constituido siempre, podemos decir, un modelo, un ejemplo, un ideal (quizs un mito) en elcurso de la historia de la Iglesia. Especialmente en los perodos crticos, en las cambios decisi-vos, la posibilidad de un retorno a lo antiguo, a los orgenes, la idea de una reforma como refe-rencia a la ecclesiae primitivae forma se ha vuelto a proponer siempre con vigor nuevo Los

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    3333Editorial

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  • Unidad y Carismas

    textos de los Hechos se han presentado como estmulo, provocacin, principio de crisis en la con-ciencia cristiana, en el dilema entre la perenne y absoluta validez del ideal y la continua necesi-dad de su encarnacin histrica 1. Toda reforma tendra que conseguir hacer presentes hoy talesorgenes. No son lejanos, confinados en un mtico tiempo pasado, y tampoco son anuncio deutopa para los tiempos futuros; estn vivos aqu y ahora, como realidad que se puede experimen-tar y hacer visible. La memoria se convierte en llamamiento que se dirige a toda la Iglesia, para vi-vir segn su propia naturaleza y, al mismo tiempo, anuncia algo realmente factible.

    Pero qu es lo que nos impresiona siempre cuando miramos a la Iglesia de los orgenes? Esla unidad que la caracteriza. Aqu est la fascinacin secreta que atrae y que enamora. En la uni-dad se halla toda otra dimensin evanglica. En una palabra, podemos decir que la forma de laiglesia es la caridad, fuente de la unidad. La Iglesia es amor. Reforma significa, pues, reen-contrar el amor que es forma de la Iglesia.

    En los documentos eclesiales se habla frecuentemente de la caridad como fin de la Iglesia. Talvez deberamos fijarnos ms en la forma en cuanto tal. Icono de la Trinidad, la Iglesia es amorcomo Dios es Amor. Y Dios es Amor ante todo en s, en la comunin de las Tres divinas Perso-nas. De ese mutuo amor brota el amor por la creacin y por cada criatura. Igualmente, la Iglesiapuede ejercer un servicio de caridad porque es caridad.

    Una segunda nota para toda reforma, que me parece que tambin emerge de la historia de loscarismas, es la accin colectiva. Al final de su libro sobre la Verdadera y falsa reforma de la Igle-sia, Congar habla de la responsabilidad colectiva de las culpas y de las tragedias a lo largo dela historia de la Iglesia, que ana a pastores y fieles. Si las desviaciones y los errores son colec-tivos, tambin los cambios de vida y de estructuras han de ser colectivos. Habran impactado ala Iglesia los grandes carismticos y reformadores si alrededor de ellos no se hubiese creado unmovimiento de conversin y de reforma? Si la forma de la Iglesia es el amor, acaso podemos vi-vir solos el amor el cristiano, el trinitario? O acaso no habr que comprometer a toda la co-munidad en la dinmica del amor?

    Slo en la comunin est garantizada la autentica reforma en la Iglesia, porque entre cuantosviven en su forma y estn unidos en el amor recproco, Jess mismo, cabeza de la Iglesia, sehace presente. Ser l, en medio de nosotros, el que da siempre nueva forma a su Iglesia. Son ilu-minadoras las palabras del cardenal J. Ratzinger en su libro Informe sobre la fe: Debemos tenersiempre presente que la Iglesia no es nuestra, sino suya (de Cristo). En consecuencia, las re-formas, las renovaciones por apremiantes que sean, no pueden reducirse a un celoso ac-tivismo para erigir nuevas y sofisticadas estructuras. Lo ms que puede esperarse de un trabajosemejante es una Iglesia nuestra, hecha a nuestra medida, que puede incluso ser interesante,pero que, por s sola, no es la Iglesia verdadera, aquella que nos sostiene con la fe y nos da lavida con el sacramento. Quiero decir que lo que nosotros podemos hacer es infinitamente infe-rior a Aquel que hace. Verdadera reforma, por consiguiente, no significa entregarnos desen-frenadamente a levantar nuevas fachadas Lo que necesita la Iglesia para responder en todotiempo a las necesidades del hombre es santidad, no management 2. Santidad como amor vivi-do, forma de cada cristiano y de la Iglesia entera.

    Fabio Ciardi, o.m.i.

    1 P.C. Bori, Chiesa primitiva. Limmagine della comunit delle origini -Att 2, 42-47; 4, 32-37- nella storia de-lla Chiesa antica, Paideia, Brescia 1974, p. 11.

    2 Card. J.Ratzinger, Informe sobre la fe (cap. III), BAC, Madrid 1985, pp. 61-62.

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  • EEEEN el documento conciliar del Vatica-no II sobre ecumenismo se afirmaque Cristo llama a la Iglesia a una

    continua reforma. En este artculo quisieraofrecer una respuesta a la pregunta de porqu la Iglesia es semper reformanda

    Infidelidad al Evangelio

    Que la Iglesia sea semper reformanda sepuede explicar simplemente porque, al sertambin una institucin humana y terrena,tiene siempre necesidad de reformarse. Lospecados de sus miembros son consecuenciade la infidelidad al Evangelio y constituyencomo una obnubilacin del rostro de Cristoque debera irradiarse en el pueblo de Dios.

    Un ejemplo demasiado evidente de estaimperiosa necesidad institucional de refor-ma lo encontramos en la experiencia de laIglesia en mi pas. Como se sabe, la Iglesiaen Irlanda est atravesando una crisis pro-

    funda, como consecuencia de la publica-cin de los informes sobre abusos sexualespor parte de presbteros y religiosos. Esto haminado la tradicional confianza popular enla Iglesia, poniendo en tela de juicio toda sulabor. No existe un camino fcil para salirde esta crisis. Preocupan sobre todo las re-percusiones sobre la fe de los jvenes, yaque es difcil valorarlas de aqu a diez oveinte aos.

    Pero la cuestin va ms all de los abusosa menores: requiere una respuesta ms am-plia a todos los niveles por parte de la Igle-sia. La situacin es tensa: la Iglesia es criti-cada incluso por los catlicos ms fieles,que piden un enfoque ms participativo enla vida de la comunidad. Los sacerdotes sesienten a menudo desorientados ante lo queest sucediendo y no estn siempre deacuerdo sobre cmo comportarse ante lainundante oleada de laicismo.

    La imagen que viene a la mente es la de

    Brendan Lealy

    N. 79 - Julio-Septiembre 2011

    Por qu la Iglesia essemper reformanda

    El progresivo caminar de la historia y la accin del Espritu mantienen a la Iglesia, a travs delos carismas, en un continuo movimiento de reforma. El autor, catedrtico de teologa dogmticaen la Universidad Pontificia Maynooth (Irlanda), nos ofrece algunos puntos de reflexin..

    PERSPECTIVAS

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    Unidad y Carismas

    una verdadera noche oscura del espritu co-lectivo. La larga serie de acusaciones, in-comprensiones, traiciones, sospechas y odioha probado duramente el espritu de los ir-landeses y de los obispos en particular, cuyasituacin ahora no es nada envidiable. Sesiente que es necesaria una reforma profun-da en la vida de comunin a todos los nive-les. Como ha afirmado el Papa BenedictoXVI en la Carta a los Catlicos de Irlanda, haynecesidad de una nueva visin y de nuevoscaminos para la Iglesia, justamente de unaprofunda reforma.

    S, a lo largo de la historia de la Iglesiadebemos confrontarnos honestamente conel tema del pecado en la Iglesia, es decir,con las infidelidades al Evangelio. La Comi-sin Teolgica Internacional nos recuerdaque hay que evitar tanto una apologtica quequiere justificarlo todo, como una indebida cul-pabilidad, fundada en la atribucin de responsa-bilidades histricas insostenibles 1. De cual-quier modo, es verdad que la Iglesia noteme a la verdad que emerge de la historia y estpronta a reconocer los errores all donde son com-probados 2.

    La Iglesia es una realidad dinmica

    Si bien el aspecto institucional siempre tie-ne necesidad de reforma por causa de las fal-tas de sus miembros, podemos afirmar unmotivo ms, un motivo casi esencial, de re-forma en la Iglesia: es el hecho de que la Igle-sia, en los planes de Dios, no es una realidadesttica, muerta, sin vida, sino ms bien unarealidad dinmica que se desarrolla de modoorgnico, en relacin vital con acontecimien-tos y circunstancias de la historia.

    Podramos decir que la Iglesia es como elgrano de mostaza del que habla Jess; escomo una semilla arrojada en los surcos dela historia para que crezca, se desarrolle y seconvierta en un rbol mayor que los dems.Tiene su historia, y la historia misma en-

    tendida en el sentido ms amplio formaparte de su historia de crecimiento y desa-rrollo bajo la gua del Espritu Santo. En elcuarto Evangelio leemos que Jess prometia sus discpulos que enviara el Espritu San-to para guiar a la Iglesia hasta la Verdad ple-na (cfr. Jn 16, 13). La dirige en un recorrido,si podemos decir as, de descubrimiento des misma. A lo largo de la historia, la Igle-sia va comprendiendo cada vez ms qu es, omejor, quin es realmente. El semper refor-manda en este sentido quiere decir crecer enuna fidelidad ms grande a su vocacin deser la presencia de Jess entre los hombres.

    El crecimiento en la comprensin de suidentidad, en su forma y en su misin,acontece en ella a travs de la contempla-cin y el estudio de los fieles que viven elEvangelio (con las alegras y fatigas de cadada), la experiencia de realidades espiritua-les (baste pensar en los fundadores, santos,msticos), a travs de la liturgia celebrada yvivida, a travs de la enseanza del magiste-rio del papa y de los obispos (cf. DV 8). Setrata de descubrir los signos de la presenciay del designio de Dios: El Pueblo de Dios,movido por su fe de que el Espritu del Seor, quellena el universo, lo gua en los acontecimientos,en las exigencias y en los deseos que le son comu-nes con los dems hombres de nuestro tiempo, seesfuerza por ver con claridad cules son en todoeso las seales de la presencia o de los designios deDios (GS 11).

    A veces parece fatigoso y trgico el traba-jo de la Iglesia a lo largo de su camino, por-que comparte y participa de los dramas de lahumanidad y camina solidariamente con lahumanidad a lo largo de los senderos de lahistoria. Se trata de una comprensin pro-gresiva de la dimensin universal (e inclusocsmica) de Jess, del que ella es continua-cin y presencia. Las palabras de G. Be-douelle me parecen adecuadas para lo queestamos diciendo: La vocacin de la Iglesia re-side propiamente en esto, en que ella no lanza sus

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  • redes desde el exterior, como si existiera desde fue-ra una Encarnacin, sino que acta desde dentro,como la levadura en la masa, y nada es ms per-fectamente adecuado que la parbola evanglica.Los desafos que recibe desde el exterior son acom-paados a veces, e incluso sustituidos, por tenta-ciones que encuentra en s misma, Iglesia santacompuesta de pecadores. Estos desafos internosno son necesariamente de errores, sino a menudode valores menos elevados, o secundarios, o menospuros, o tambin simplemente menos adecuados asu misin de anunciar una salvacin que viene delo alto En la lgica de la Encarnacin, la Igle-sia alimenta la estima por las civilizaciones en lasque est, en las que se sumerge, presta su servicio ya las que normalmente ama La Iglesia vive,por tanto, entre los hombres 3.

    Siempre suenan actuales las palabras deJuan Pablo II referidas a la historia de laIglesia en Europa, donde el papa pone derelieve la fuerte unin existente entre el ca-mino de la historia y la Iglesia: Las crisis delhombre europeo son las crisis del hombre cristia-no. Las crisis de la cultura europea son las crisisde la cultura cristiana. En esta luz, el cristianis-mo puede descubrir en la aventura del espritu eu-ropeo las tentaciones, las infidelidades y los ries-gos que son propios del hombre en su relacinesencial con Dios en Cristo. Podemos afirmar, to-dava ms profundamente, que estas pruebas, es-tas tentaciones y este resultado del drama europeono slo interpelan al Cristianismo y a la Iglesiadesde fuera como una dificultad o un obstculoexterno que hay que superar en la obra de laevangelizacin, sino que en un sentido real soninteriores al Cristianismo y a la Iglesia 4.

    A la luz de este comentario, podramosafirmar que la Iglesia tiene su propio cami-no colectivo de fe. Y esto implica una refor-ma, no slo por motivo del pecado, sinotambin porque forma parte de la naturale-za de la Iglesia como realidad dinmicaguiada por el Espritu Santo a travs de lascrisis por las que pasa la civilizacin de loshombres, para llegar a ser cada vez ms lo

    que es: la esposa de Cristo. Asistimos tam-bin hoy a una extraordinaria transicineclesiolgica: de un modelo secular de Igle-sia, que hoy parece que ya no rige, a un mo-delo nuevo que lentamente est emergien-do. Cierto, hay que tener muy en cuenta quecuando se habla de reforma no se trata, ni sepuede tratar, de una novedad radical que secoloca en discontinuidad con la historiaprecedente, sino de una etapa ulterior delcamino de la Iglesia: un nuevo florecer delsecular rbol que es la Iglesia 5.

    El Misterio Pascual

    Se dice en el Vaticano II que la Iglesia vaperegrinando entre las persecuciones del mundo ylos consuelos de Dios, anunciando la cruz y lamuerte del Seor hasta que l venga (cf. 1 Cor 11,26) (LG 8). Con esta afirmacin tocamosotro punto importante para comprender lanaturaleza de la reforma eclesial. La Iglesianace de Jess crucificado y abandonado y, enel fondo, la vida de la Iglesia est llamada allevar un ritmo kentico, siguiendo y aman-do a Cristo crucificado y resucitado en su po-

    sicionamiento interno por el amor recprocoy tambin yendo fuera de s por la misin.Nunca falta la dinmica de muerte y resu-rreccin. En la Carta a los catlicos de Irlan-da Benedicto XVI escribe: las heridas mismas

    N. 79 - Julio-Septiembre 2011

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    Los desafos que recibe desde el exte-rior son acompaados a veces, e inclusosustituidos, por tentaciones que encuentraen s misma, Iglesia santa compuesta depecadores. Estos desafos internos no sonnecesariamente de errores, sino a menudode valores menos elevados, o secundarios,o menos puros, o tambin simplementemenos adecuados a su misin de anunciaruna salvacin que viene de lo alto .

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  • Unidad y Carismas

    de Cristo, transformadas por sus sufrimientos re-dentores, son los instrumentos que han roto el po-der del mal y nos hacen renacer a la vida y a la es-peranza. Creo firmemente en el poder curativo desu amor sacrificial incluso en las situaciones msoscuras y sin esperanza que trae la liberacin y lapromesa de un nuevo comienzo (n.6).

    La fe nos hace reconocer que, incluso enmedio de las contradicciones y de las heri-das, caminamos inevitablemente, por Jessabandonado y resucitado, hacia la recapitu-lacin de todas las cosas en Cristo. Segurosde que todo coopera al bien de los queaman a Dios (cf. Rm 8, 28), podemos con-fiar por lo mismo en que, en la intrepidez dela reforma, ms all de las causas segundas,acta el Espritu que provoca un ritmo con-tinuo de muerte y resurreccin, y as una re-novacin, ms an una verdadera transfor-macin de la Iglesia, la Esposa que sigue asu nico Esposo.

    La dimensin carismtica de la Iglesia

    Hablando de la dinmica reformadora enla Iglesia, debemos tener en cuenta que nosomos nosotros los que hacemos la Igle-sia, sino que es el Resucitado en el poder delEspritu Santo que nos precede. Es Cristoque, con el don de su Espritu, constante-mente obra como Cabeza o mejor, comoorigen siempre presente de su Pueblo, ha-ciendo de muchos y dispersos un solo co-razn y una sola alma (cf. Hch 4, 32), suCuerpo que se expresa en la multiplicidadde manifestaciones del Espritu (cf. I Cor 12-13; Rm 12, 4-6; Ef 4; Col 1, 18 etc.). El Esp-ritu Santo es el verdadero protagonista de lareforma en la vida de la Iglesia, de modoparticular a travs de los carismas que leotorga en vistas a su misin.

    En el ao dedicado al Espritu Santo, du-rante la preparacin al Jubileo del 2000,Juan Pablo II, en el encuentro que mantuvoen la Plaza de San Pedro con los movimien-

    tos eclesiales y las nuevas comunidades, re-cord la importancia decisiva de la accindel Espritu Santo en el evento del ConcilioVaticano II: Siempre, cuando interviene, elEspritu produce estupor. Suscita eventos cuyanovedad asombra, cambia radicalmente a laspersonas y la historia. Esta fue la experienciainolvidable del Concilio ecumnico Vaticano IIdurante el cual, bajo la gue del mismo Espritu,la Iglesia redescubri que la dimensin carismti-ca es parte constitutiva de su esencia: El mismoEspritu Santo no slo santifica y dirige al Pueblode Dios mediante los sacramentos y los ministe-rios y lo llena de virtudes. Tambin reparte gra-cias especiales entre los fieles de cualquier estado ocondicin y distribuye sus dones a cada unosegn quiere (1 Cor 12, 11). Con estos dones haceque estn preparados y dispuestos a asumir diver-sas tareas o ministerios que contribuyen a reno-var y construir ms y ms la Iglesia (LG 12) 6.

    Los carismas llevan una carga de renova-cin, de luz, de santidad y de ardor ascomo tambin de experiencias y formas devida que abren nuevos caminos de reformapara la Iglesia. Ya, durante el Concilio, eltelogo alemn K. Rahner, haba escrito deesto. Los carismas dan vida a movimientosde renovacin en la Iglesia. Sucede que laspersonas, cuando encuentran una porcinde Iglesia que, gracias a la presencia deCristo entre los hombres, es verdaderamen-te comunin, advierten una espontneaatraccin y comienzan a abrirse al mensajedel Evangelio.

    De hecho, en la Iglesia existe una bipolari-dad entre el aspecto institucional y el ca-rismtico que forja al Pueblo de Dios paracorresponder mejor a los designios de Diossobre l. Por eso el papa Wojtyla afirma: Losaspectos institucional y carismtico son casi co-esenciales a la constitucin de la Iglesia y concu-rren, aunque de modo diverso, a su vida, a su re-novacin y a la santificacin del Pueblo de Dios 7.

    Tres das antes, en su Mensaje al congre-so mundial de los movimientos, haba afir-

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  • mado de forma semejante: Ambas son igual-mente esenciales para la constitucin divina de laIglesia fundada por Jess, porque contribuyen ahacer presente el misterio de Cristo y su obrasalvfica en el mundo 8.

    Durante el encuentro con los obispos dePortugal, en mayo del 2010, en Ftima, Be-nedicto XVI ha reforzado este aspecto derenovacin ligado a los movimientos: Algu-no podra decir: La Iglesia tiene necesidad degrandes corrientes, movimientos y testimonios desantidad, pero no los hay. A este respecto, osconfieso la agradable sorpresa que he tenido al en-contrarme con los movimientos y las nuevas co-munidades eclesiales. Al observarlos, he tenido laalegra y la gracia de ver cmo, en un momentode fatiga de la Iglesia, en un momento en el que sehablaba de invierno de la Iglesia, el EsprituSanto creaba una nueva primavera, despertandoen jvenes y adultos la alegra de ser cristianos, devivir en la Iglesia, que es el Cuerpo vivo de Cristo.Gracias a los carismas, la radicalidad del Evan-gelio, el contenido objetivo de la fe, la corrienteviva de su tradicin, se comunican de manerapersuasiva y son acogidos como experiencia per-sonal, como adhesin libre a todo lo que encierrael misterio de Cristo 9.

    Conclusin

    Podemos decir que la Iglesia es semperreformanda por algunos motivos.

    Primero. Porque los hombres somos pe-cadores, la Iglesia tiene siempre necesidadde una renovacin institucional.

    Segundo. Porque la Iglesia est dentro dela historia, en un camino progresivo queprepara la venida y manifestacin definitivadel Resucitado, tenemos incesantementenecesidad de dejarnos regenerar por la Pala-bra de Dios, por los sacramentos, y por laluz nueva que se desprende de los carismas.

    Tercero. La dinmica de la reforma no essimplemente un empeo nuestro. No somosnosotros los que hacemos la Iglesia. La Igle-sia misma, por su naturaleza, es una reali-dad dinmica. Es Cristo, el Esposo de laIglesia, con el poder del Espritu Santo, elque gua a su Esposa hacia la plenitud de laverdad, para hacerla cada vez ms lo que es:la Iglesia radiante, sin mancha ni arruga ninada parecido, una Iglesia santa e inmaculada(Ef 5, 27). Y el Espritu Santo es el Protago-nista de esta realidad dinmica, por tanto,en continua reforma gracias a los carismasderramados sobre el Pueblo de Dios, que esla Iglesia una-santa-catlica-apostlica.

    1 Comisin Teolgica Internacional, Memoria yReconciliacin, cap. 4.

    2 Juan Pablo II, Catequesis en la audiencia general,2 septiembre 1999.

    3 G. Bedouelle, Storia illustrata, Citt Nuova,Roma 2004, p. 8.

    4 Juan Pablo II, Discurso a los participantes en el 5congreso del Consejo de las Conferencias Episcopales deEuropa, 2 octubre 1982.

    5 Cf. Benedicto XVI sobre la hermenutica de lacontinuidad en la que debe ser ledo el Concilio Va-ticano II, como reforma y no como revolucin:Discurso a la Curia Romana, 22 diciembre 2005.

    6 Juan Pablo II, Vigilia de Pentecosts, 30 mayo1998.

    7 Ibid.8 Id., Mensaje al congreso mundial de los movimien-

    tos, 27 mayo 1998. En el mismo congreso, el en-tonces cardenal Ratzinger en su exposicin sobreLos movimientos eclesiales y su lugar teolgico no duden hablar de los movimientos como de un aspectode la sucesin apostlica de la Iglesia.

    9 Benedicto XVI, Discurso a los obispos de Portu-gal, 13 mayo 2010.

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    Siempre, cuando interviene, el Esp-ritu produce estupor. Suscita eventoscuya novedad asombra, cambia radical-mente a las personas y la historia. Estafue la experiencia inolvidable del Conci-lio ecumnico Vaticano II .

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  • LLLLA actual situacin de la Iglesia, jun-to a experiencias alentadoras y posi-tivas, muestra importantes seales

    de crisis que, miradas sin embargo desdeuna ptica de fe, representan la llamada auna renovacin de la vida eclesial. Reco-giendo algunas indicaciones significativasde Benedicto XVI, ilustramos esta perspec-tiva con tres rpidas pinceladas, a las que sepodran aadir otras.

    Seales de crisis como indicadores del ca-mino

    Crisis de credibilidad. Abusos sexuales, de-silusin, crtica y abandono de la Iglesia, es-pecialmente en algunos pases en los que, eneste ltimo perodo, han conmovido pro-fundamente la vida eclesial. En esta situa-cin no es posible apoyarse en glorias pasa-das. Surge de todo ello la llamada a unanueva coherencia y a un nuevo empeo de

    santidad. Tampoco bastan el anuncio y laevangelizacin; se requieren los hechos, lavida, el testimonio personal: El recurso va-liente e integral a los principios es esencial e indis-pensable; pero el simple anuncio del mensaje nollega hasta el corazn de la persona, no toca su li-bertad, no cambia la vida. Lo que fascina es sobretodo el encuentro con personas creyentes que, me-diante su fe, atraen hacia la gracia de Cristo,dando testimonio de l 1.

    Creciente crisis de relevancia. Desde hacetiempo se registra una reduccin de los am-bientes sociales a los que llega la Iglesia:segn una encuesta en Alemania, son 3 decada 10. Da que pensar el progresivo xodode obreros, jvenes, mujeres, junto a unaradical disminucin de vocaciones sacerdo-tales en los pases ms secularizados.

    Frente a estos desafos, el simple trabajode la catequesis, tal como se ha desarrolladotradicionalmente, se muestra muchas vecesinsuficiente. Es necesario traducir la ver-

    Unidad y Carismas

    Hubertus Blaumeiser

    La Iglesia hoy:hacia dnde vamos?

    Este tema fue expuesto en un congreso internacional para formadores de seminarios. El autor,anteriormente profesor de teologa dogmtica en la Universidad Pontificia Gregoriana de Roma,est actualmente al frente de los sacerdotes diocesanos adherentes al Movimiento de los Focolares.

    PERSPECTIVAS

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    dad cristiana en el hoy y hacer que toque lavida de las personas. Benedicto XVI, cuan-do era cardenal, afirmaba en una entrevista:Hace falta un trabajo de traduccin de los gran-des dones de la fe al lenguaje de hoy, al pensa-miento de hoy. Las grandes verdades son las mis-mas: el pecado original, la creacin, la redencin,la vida eternapero muchas de estas cosas se ex-presan todava con un pensamiento que no es elnuestro. Hay que hacerlas llegar al pensamientode nuestro tiempo y hacerlas accesibles al hombrepara que vea realmente la lgica de la fe 2.

    El desafo del contexto multicultural y multi-religioso. En el marco actual sociocultural, elcristianismo aparece cada vez ms comouna oferta entre otras muchas. En este con-texto urge profundizar en lo especfico de lafe cristiana. No en vano Benedicto XVI,con su primera encclica Deus caritas est pusoen el centro de su pontificado la misin devolver a presentar la imagen cristiana deDios y la consiguiente imagen del hombre yde su camino: la Iglesia como comunidadde amor.

    Derrumbamiento o gestacin?

    Si las seales de una grave crisis son in-dudables, cmo debemos interpretarlas?

    Hermenutica de la fe a la luz del misterio pas-cual. En su Carta a los catlicos de Irlanda,Benedicto XVI escribe: Las heridas mismasde Cristo, transformadas por sus sufrimientos re-dentores, son los instrumentos que han roto el po-der del mal y nos hacen renacer a la vida y la es-peranza. Creo firmemente en el poder curativo desu amor sacrificial incluso en las situacionesms oscuras y sin esperanza que trae la libera-cin y la promesa de un nuevo comienzo (n.6).

    Por muy dolorosos que sean los fenme-nos a los que asistimos y por cuanto puedandepender de los hombres, autores humanos,la fe nos hace reconocer a Dios como elSeor de la historia, y no slo de la pasadasino tambin de la futura. En realidad, la

    historia de la salvacin acompaa la histo-ria universal. Incluso en medio de las con-tradicciones, vamos hacia la recapitulacinde todas las cosas en Cristo. Seguros de quetodo coopera al bien de los que aman a Dios(Rom 8, 28), podemos confiar en que, inclu-so en los desafos presentes, ms all de lascausas segundas, el Espritu trabaja paraprovocar una renovacin, o mejor, una ver-dadera transformacin de la Iglesia que lahaga ser ms ella misma.

    No crisis de la Iglesia, sino de un paradigmade Iglesia. Asistimos a una laboriosa transi-cin: de un modelo secular de Iglesia, quehoy no parece sostenerse ya, a un modelonuevo que est surgiendo lentamente.Podramos caracterizar esta transicin di-ciendo que estamos pasando de un modelosocietario de Iglesia a un modelo trinita-rio-comunional; de una estructuracin fuer-temente piramidal, que era la adecuadapara una sociedad organizada tambin demodo piramidal, a un dinamismo cenacu-lar, mucho ms en consonancia con el datoneotestamentario; del paradigma costanti-niano de una Iglesia de Estado a la Iglesiacomo minora creativa, en sentido bblico:la Iglesia como sal de la tierra y como leva-dura en la masa.

    Conocemos lo que llevamos a nuestrasespaldas, y a veces especialmente en unacultura que nos puede parecer hostil esta-

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    El recurso valiente e integral a losprincipios es esencial e indispensable;pero el simple anuncio del mensaje nollega hasta el corazn de la persona, notoca su libertad, no cambia la vida. Loque fascina es sobre todo el encuentro conpersonas creyentes que, mediante su fe,atraen hacia la gracia de Cristo, dandotestimonio de l

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  • mos tentados de querer retroceder, mientraspercibimos con dificultad el nuevo perfil alquel estamos llamados a vivir.

    Protagonista: la accin del Espritu. Una pre-gunta fundamental es sin duda sta: se tra-ta de algo novum que hemos de producircon nuestro ingenio o ms bien lo recibimosacogindolo de Dios?

    C. Hennecke se muestra convencido deque, en medio del declive imparable de rea-lidades eclesiales en otro tiempo florecien-tes, Dios est preparando nuevos modo deser Iglesia en el mundo de hoy. Es ms, lomismo que los exploradores enviados porMoiss a la Tierra prometida le llevaronnoticias, as tambin hoy existen explora-dores que nos pueden dar noticia de esenovum que Dios est preparando. Se tra-ta de experiencias eclesiales inditas, talvez pequeas, pero portadoras de un men-saje dirigido al conjunto de la vida de laIglesia. Existen mucho ms de lo que a ve-ces pensamos. El desafo consiste en poner-las de relieve, valorizarlas y relacionarlasentre ellas.

    A este propsito, Benedicto XVI dijo ensu encuentro con los obispos de Portugal enFtima: Alguno podra decir: La Iglesia tienenecesidad de grandes corrientes, movimientos ytestimonios de santidad, pero no los hay. A esterespecto, os confieso la agradable sorpresa que hetenido al encontrarme con los movimientos y lasnuevas comunidades eclesiales. Al observarlos, hetenido la alegra y la gracia de ver cmo, en unmomento de fatiga de la Iglesia, en un momentoen el que se hablaba de invierno de la Iglesia, elEspritu Santo creaba una nueva primavera, des-pertando en jvenes y adultos la alegra de sercristianos, de vivir en la Iglesia, que es el Cuerpovivo de Cristo. Gracias a los carismas, la radicali-dad del Evangelio, el contenido objetivo de la fe,la corriente viva de su tradicin se comunican demanera persuasiva y son acogidos como experien-cia personal, como adhesin libre a todo lo queencierra el misterio de Cristo 3.

    Hermenutica de la continuidad: reforma,no revolucin. Si hablamos de un novumque hoy debe abrirse camino, no se trata yno puede tratarse de un cambio radical quese pone en discontinuidad con la historiaprecedente, sino de una etapa ulterior en elcamino de la Iglesia hacia la verdad plena(cf. Jn 16, 13), un nuevo florecimiento deese secular rbol que es la Iglesia.

    Histricamente, este nuevo florecimientoatae, por un lado, a las inagotables poten-cialidades del momento fundante de la Igle-sia con el evento Jess, y, por otro, se va pre-parando desde hace tiempo en la renova-cin eclesiolgica de los siglos XIX y XX; re-novacin que ha encontrado una expresindecisiva en el Concilio Vaticano II y ha idomadurando en las ltimas dcadas.

    Palabras claves para la vida de la Iglesia:ad extra

    La Iglesia como sacramento de unidad: sa-cramento o seal e instrumento de la ntimaunin con Dios y de la unidad de todo el gnerohumano (LG 1). Esta es la clave genial parauna relectura del misterio de la Iglesia queJuan XXIII quiso que se colocara en el cen-tro de los trabajos del Concilio Vaticano II:la Iglesia como centro de unidad de loshombres con Dios y entre ellos. Evento deunidad que segn la teologa de la koino-nia de los primeros siglos del cristianismotiene su raz en Dios Trinidad, encuentra suvisibilidad y su dinamismo en la Iglesiacomo una muchedumbre reunida por la uni-dad del Padre y del Hijo y del Espritu Santo(LG 4) y, a travs de ella, est destinado atransformar todas las realidades de la vidahumana: una ola de comunin diramosque va desde el corazn de la Trinidad has-ta los confines de la tierra.

    Con una visin semejante queda resta-blecido el nexo entre lo que es la Iglesia ylas vicisitudes de la humanidad, en su di-

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    mensin ms laica y terrena. Contentarsecon responder a la nueva demanda religio-sa y concentrarse unilateralmente en la di-mensin de lo sagrado, significara renun-ciar a la amplitud de la misin salvfica dela Iglesia y a su profunda identidad que sanBuenaventura, ya en el siglo XIII, expresabaas: La Iglesia es el acontecimiento del amorrecproco 4.

    La unidad o mejor, la vida trinitariacomo salvacin. El pueblo mesinico lee-mos en la Lumen gentium es para toda lahumanidad el germen firmsimo de unidad, deesperanza y de salvacin Dios constituy ala Iglesia para que sea sacramento visible de estaunidad salutfera para todos y para cada uno(n.9).

    Una las palabras que para muchos ha co-rrido hoy el riesgo de quedar privada de sucontenido existencial y concreto es la desalvacin. Por eso es indicador que el Va-ticano II haya establecido el vnculo entresalvacin y unidad. Es en la comunin y enel don de s a imagen de las tres divinas Per-sonas donde la persona humana encuentrasu plena realizacin que comienza aqu enla tierra y llega a su cumplimiento en el Cie-lo (cf. GS 24). La salvacin est en la uni-dad, o mejor, en la comunin y reciproci-dad cada vez ms plenas de las personascon Dios y entre s, superando las contrapo-siciones y las dialcticas negativas y recon-ciliando, a la luz y en virtud del Misterio tri-nitario, la libertad y la realizacin del indi-viduo con las instancias de la socialidad yde la comunidad.

    Escribe G. Greshake: El fin ltimo, portanto, es la unidad, podra decirse tambin latrinitarizacin de la realidad entera: lo que Dioses en cuanto Dios trinitario podemos y debemosllegar a serlo tambin nosotros, es decir una uni-dad de communio , una unidad de la pluralidad,una pluralidad en la unidad 5.

    Segn la enseanza del Vaticano II, laIglesia es el acontecimiento de esto, ms

    an, es sacramento, es decir, signo e instru-mento de esta unidad salvfica.

    Visto as, el misterio de la Iglesia y el mis-terio de la persona humana estn ntima-mente unidos y se comprende entonces quela Iglesia no sea algo opcional o una supe-restructura arbitraria: en la Iglesia, como lu-gar de unidad y como espacio de relacionestrinitarias, es donde la persona encuentra suplena realizacin. En este sentido, en el si-glo IV, Agustn ya habl de la Iglesia comoespacio del mundo reconciliado 6.

    Es significativo que, cuando la Iglesia sepresenta de este modo en el mundo no cre-yente se presta atencin y se experimentacomo afirma la Gaudiun et spes que la vo-cacin del hombre es una misma, es decir, la vo-cacin divina (n. 22).

    El desafo de la visibilidad: el perfil marianode la Iglesia. Estoy convencido de que uno delos desafos ms grandes para la Iglesia dehoy es el de la visibilidad. Hace falta quela Iglesia consiga hacerse conocer por lo que es.En ello se juegan su credibilidad y su cami-no en el mundo de hoy. Como haba pedidoJess: Por esto conocern todos que sois misdiscpulos, si os amis los unos a los otros y quesean uno para que el mundo crea. El amorrecproco, la participacin en la vida trinita-ria, es lo que hace ver a la Trinidad y sus-citar as la fe (cf. 1 Jn 1, 1-3).

    De aqu deriva una nueva comprensin de

    El misterio de la Iglesia y el miste-rio de la persona humana estn nti-mamente unidos y se comprende en-tonces que la Iglesia no sea algo op-cional o una superestructura arbitra-ria: en la Iglesia, como lugar de uni-dad y como espacio de relacionestrinitarias, es donde la persona en-cuentra su plena realizacin.

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  • la relacin entre la dimensin institucional omejor, sacramental-ministerial de la Iglesiay la carismtica-existencial. La extraordinariariqueza de la Iglesia es que no sea una ini-ciativa simplemente humana, sino que en-cuentre su origen en la accin fundante deCristo que nos precede: a travs de su Pala-bra y los sacramentos y el ministerio l en-gendra y regenera constantemente a la Igle-sia como Cuerpo suyo y la constituye efecti-vamente como tal.

    Pero esta realidad objetiva e indefectible,tiene que encontrar actuacin subjetiva, esdecir, existencial, en nuestra vida y ennuestras relaciones, si no queremos contra-decir y ocultar con nuestro estilo de vida loque somos por gracia de Cristo. Hace faltaque lo que la Iglesia es en virtud y por donde Cristo presencia e instrumento de lavida trinitaria sea acogido y vivido porella, y se convierta en realidad visible ysensible.

    Esta es una de las caractersticas de loque H.U. von Balthasar, y con l Juan PabloII y Benedicto XVI, han llamado el perfilmariano de la Iglesia. Con su doble fiat, enel momento de la anunciacin y al pie de lacruz, Mara hizo posible que se realizaranlos planes de Dios. Perfil mariano quieredecir adhesin de la fe, ejercicio de la cari-dad, vida, testimonio, santidad, transparen-cia de Dios. Ahora bien, si es verdad que elmundo de hoy rechaza muchas veces a laIglesia sobre todo como institucin, al mis-mo tiempo parece tener una sed irresistiblede esa Iglesia mariana que se presentacomo evangelio vivido, caridad concreta,comunidad de amor (Benedicto XVI), otambin como casa y escuela de comunin(Juan Pablo II) 7.

    Entre las conversiones que esto requierepor parte nuestra est la de presentar a laspersonas no los medios sino el fin de la fecristiana, es decir: la unidad salvfica, laparticipacin en la vida trinitaria,

    Unidad y Carismas

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    Cristo en el corazn de la sociedad: clulas quetestimonian al Resucitado. Si la Iglesia es parael mundo, es indispensable que est presentedonde las personas viven. Este era el sueodel card. S. Kim cuando, al final de los aos80, se celebr en Corea el Congreso Eu-carstico Internacional: ser como una hos-tia grande en la sociedad, presencia deamor, fuente de relaciones nuevas, fraternasy comunicativas.

    Esto puede realizarse concretamente atravs de pequeas comunidades cristia-nas o clulas de ambiente que hoy proli-feran en el mundo y que son un verdaderosigno de los tiempos: presencia de la Iglesiaen medio de las casas de los hombres, alldonde ellos viven y trabajan diariamente 8.

    Estas clulas de vida eclesial me pareceque son de suma importancia para el futurodel cristianismo, con la condicin de queno se configuren slo como grupos de ora-cin y de profundizacin de la Palabra deDios, sino que sean lugares en los cuales sevive y, consecuentemente, se suscita alrede-dor relaciones de fraternidad y de reciproci-dad a partir del misterio trinitario, y, portanto, lugares en los que se experimenta lapresencia viva y unificadora de Cristosegn su promesa: donde estn dos o msreunidos en mi nombre, all estoy yo en medio deellos (Mt 18,20).

    Como pequeas Iglesias o Iglesia enminiatura, estas clulas son sacramentode Dios para una humanidad renovada porel mandamiento nuevo que es ley funda-mental de la perfeccin humana (cf. GS 38).

    Y podramos continuar, tocando algunospuntos ms, como la llamada a que la Igle-sia sepa ser en el seno a la sociedad minoracreativa: sal y levadura. O la importancia deldilogo (cf. Pablo VI, Ecclesiam suam y LG13-16) que ofrece la verdad cristiana bajoforma de anuncio respetuoso. O la urgenciade despojarse de privilegios, pretensiones,poder, para ser presencia de amor.

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    Palabras clave para la vida de la Iglesia:ad intra

    Sobre este fondo de la relacin Iglesia-mundo, que creo fundamental, considera-mos ms brevemente algunos aspectos dela vida de la Iglesia ad intra. Procedemostambin aqu segn palabras clave, msque nada para evocar lo que ya conocemostodos.

    Iglesia-comunin: de la pirmide al Cenculo.Como sabemos, el Vaticano II seal elpaso de una visin que conceba a la Iglesiaprimariamente como societas perfecta, estruc-turada a modo de pirmide, a una compren-sin ms bblica de la Iglesia como misteriode comunin, que hunde sus races en elmisterio de la vida de las Tres divinas Perso-nas, en virtud del bautismo, todas implica-das activamente en la edificacin de la Igle-sia (cf. LG c. 2 y n. 32). En este contexto, elministerio jerrquico se configura como unservicio esencial y singular (cf. LG c.3).

    Si queremos sintetizarlo todo en unaimagen, sta sera el Cenculo de Pente-costs: hombres y mujeres que, fundidos enun solo corazn y una sola alma por el Esp-ritu, toman conciencia de ser testigos delResucitado, expresin visible de l, cristia-nos que, como tales, se lanzan juntos almundo que les rodea. En el fondo de estarealidad, el papel de Pedro y de los Doce esevidente, pero estn igualmente presentesMara y otros testigos de la Resurreccin:ministerios y carismas

    Ese paso de la pirmide al Cenculo noscompromete hoy en la Iglesia a todos los ni-veles, y queda mucho por hacer. Veamos enlas siguientes palabras clave algunas impli-caciones.

    Coesencialidad de la dimensin carismtica.En el ao dedicado al Espritu Santo, du-rante la preparacin del Jubileo del 2000,Juan Pablo II, encontrndose en la Plazade S. Pedro con los movimientos eclesiales

    y las nuevas comunidades, habl de lasasombrosas intervenciones del Espritu elcual cambia radicalmente las personas y lahistoria. Y prosigui: sta ha sido la expe-riencia inolvidable del Concilio ecumnico Vati-cano II, durante el cual, bajo la gua del mismoEspritu, la Iglesia ha redescubierto, como cons-titutiva de s misma, la dimensin carismtica:El Espritu no solamente santifica y dirige alPueblo de Dios por los sacramentos y los ministe-rios y lo enriquece con las virtudes, sino que dis-tribuye sus dones a cada uno segn quiere (1Cor12, 11), reparte entre los fieles de cualquier con-dicin incluso gracias especiales... provechosaspara la renovacin y una ms amplia edificacinde la Iglesia (cf. LG, 12).

    El Papa Wojtyla extrae esta significativaconclusin: El aspecto institucional y carism-tico son casi coesenciales en la constitucin de laIglesia y contribuyen, aunque de modo diverso, asu vida, a su renovacin y a la santificacin delPueblo de Dios 9.

    Habr que procurar, cada vez ms, encada dicesis y en cada parroquia, los mo-dos y los lugares, especialmente en el mbi-to de los consejos pastorales, para llevar acabo esta coesencialidad en la interaccinde todas las fuerzas vivas de la Iglesia.

    Circularidad de los estados de vida. Desde lavisin de comunin trinitaria de la Iglesia,los diversos estados de vida no hay que ver-

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    Si es verdad que el mundo de hoyrechaza muchas veces a la Iglesiasobre todo como institucin, al mis-mo tiempo parece tener una sedirresistible de esa Iglesia marianaque se presenta como evangelio vi-vido, caridad concreta, comunidadde amor (Benedicto XVI), o tam-bin como casa y escuela de comu-nin (Juan Pablo II)

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  • los en clave de subordinacin, sino en sucircularidad y, por tanto, en su recprocacomplementariedad.

    Segn la Christifideles laici cada modali-dad de la vocacin universal tiene su origi-nal e inconfundible fisionoma, y al mismo tiem-po cada una de ellas est en relacin con las otrasy a su servicio. As el estado de vida laical tieneen la ndole secular su especificidad y realiza unservicio eclesial testificando y volviendo a hacerpresente, a su modo, a los sacerdotes, a los reli-giosos y a las religiosas, el significado que tienenlas realidades terrenas y temporales en el desig-nio salvfico de Dios. A su vez, el sacerdocio mi-nisterial representa la garanta permanente de lapresencia sacramental de Cristo Redentor en losdiversos tiempos y lugares. El estado religioso tes-tifica la ndole escatolgica de la Iglesia, es decir,su tensin hacia el Reino de Dios, que viene pre-figurado y, de algn modo, anticipado y pregus-tado por los votos de castidad, pobreza y obedien-cia. (n.55).

    Corresponsabilidad y no slo colaboracin.De acuerdo con la enseanza conciliar, Be-nedicto XVI ha llamado la atencin variasveces sobre el recto modo de concebir la re-lacin presbteros-laicos respecto a la edifi-cacin de la Iglesia: Es necesario mejorar losplanes pastorales para que, respetando las voca-ciones y las funciones de los consagrados y de loslaicos, se promueva gradualmente la corresponsa-bilidad de todos los miembros del pueblo de Dios.Esto exige un cambio de mentalidad, en particu-lar por lo que respecta a los laicos, pasando deconsiderarlos colaboradores del clero a recono-cerlos realmente como corresponsables del ser yactuar de la Iglesia 10 .

    Si el anuncio cualificado y la celebracinde los sacramentos estn confiados a los mi-nistros ordenados, la misin de dar vida a laIglesia como acontecimiento de unidadcompromete a todos los miembros de laIglesia sin distincin (cf. LG 12, 32-33; PO9). Deca un seminarista la vspera de su or-denacin sacerdotal. Yo no tendra el coraje

    de consagrar la Eucarista si no hubiera aprendi-do a consagrar con el amor recproco todas las re-laciones.

    Sinodalidad y discernimiento comunitarioson expresiones indispensables de una Igle-sia trinitario-cenacular.

    Forma parte de las aportaciones indiscutiblesdel Concilio Vaticano II haber puesto nuevamen-te de relieve la sinodalidad que caracteriza desdelos orgenes la experiencia cristiana y eclesial. Esinnegable, sin embargo, una cierto cansancio ensu actuacin. Con frecuencia los organismos departicipacin son ms bien marginales. Ser ne-cesario profundizar ms el tema de la forma sino-dal como dimensin esencial y basilar de la viday la misin de la Iglesia. Esto comportar focali-zar las dinmicas y los procesos comunicativos yde decisin en cada dicesis, en cada parroquia ytambin en cada clula eclesial incluida la vidapresbiteral En realidad, los lugares de comu-nin y decisin tendran que ser ms descubiertosy vividos como lugares de una presencia especialde Cristo resucitado y de su Espritu y, por tanto,como lugares de discernimiento comunitario 11.

    Las experiencias que se llevan a cabodonde ya se acta un tal dinamismo de par-ticipacin y discernimiento comunitario,apoyado slidamente sobre la vida de la Pa-labra de Dios y la escucha comn de Cristopresente en medio de los suyos, as comosobre el reconocimiento de los respectivosroles, y, por tanto, de la gracia especficadel ministerio ordenado, evidenciando lasnuevas energas que pueden desatar seme-jante modo de ser Iglesia.

    Conclusin

    Pensando en las posibilidades que exis-ten en cada una de las prospectivas evoca-das, creo que podemos ser profundamenteoptimistas. Somos al mismo tiempo espec-tadores y protagonistas de una aventuraapasionante.

    Podemos, sin embargo, preguntarnos

    Unidad y Carismas

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    an: cmo ser posible todo esto? (cf. Lc2, 34). Una respuesta a esta pregunta laencontramos en la sabia indicacin queJuan Pablo II dio a la Iglesia, cuando, des-pus del 2000, escribi que hacer de la Igle-sia la casa y la escuela de la comunin erahoy la funcin ms urgente para actuar losplanes de Dios y responder a las expectati-vas ms profundas de la humanidad. An-tes de programar iniciativas concretas coneste fin precis es necesario promoveruna espiritualidad de la comunin comoprincipio educativo y deline sintticamen-te algunos trazos de tal espiritualidad,para constatar despus: No nos hagamosilusiones: sin este camino espiritual, de pocoserviran los instrumentos externos de la comu-nin. Resultaran aparatos sin alma, mscarasde comunin ms que sus vas de expresin y decrecimiento (n. 43).

    Todo parte de la vida del misterio pascualcomo ley y dinmica intrnseca de las rela-ciones eclesiales. Para que se pueda realizarcada vez ms la comunin y, por consi-guiente, la misin de la Iglesia, hay que se-guir el ejemplo de Jess el cual, siendo decondicin divina, no reivindic su derechoa ser tratado igual a Dios, sino que se des-poj de s mismo (ekenosen) y se hizo cargode todo lo que es nuestra naturaleza huma-na. Esta es, segn Pablo, la regla de la co-munidad, la va para llegar a ser unnimes yconcordes (cf. Fil 2). Es necesario constante-mente vaciarnos de nosotros mismos paravivir el otro, para hacer espacio en noso-tros a los hermanos y vivir, por nuestra par-te, transferidos en ellos.

    1 Benedicto XVI, Discurso a los Obispos de Portu-gal, Ftima, 13 mayo 2010.

    2 J. Ratzinger. Entrevista de noviembre 2001,ofrecida por Radio Vaticana el 20.4.2005. Cf. Cartaa los catlicos de Irlanda, en la que Benedicto XVIdice estar convencido de que en nuestra sociedad

    cada vez ms secularizada, en la que incluso los cristia-nos a menudo encontramos difcil hablar de la dimensintrascendente de nuestra existencia, tenemos necesidad deencontrar nuevos modos de transmitir a los jvenes la be-lleza y la riqueza de la amistad con Jesucristo en la co-munin de su Iglesia. Para afrontar la crisis presentehace falta una nueva visin que inspire a la generacinactual, y a las futuras, a atesorar el don de nuestra fecomn (n. 12).

    3 Benedicto XVI, Discurso a los Obispos de Portu-gal, cit.

    4 Buenaventura, Examern I, 4. Segn K. Hem-merle se trata de la ms audaz definicin de la Igle-sia que l haya conocido (Partire dallunit, La Tri-nit come stile di vita e forma di pensiero, Roma 1998,p. 145)

    5 G. Greshake, La fede nel Dio trinitario. Una chia-ve per comprendere, Queriniana, Brescia 2007, p. 69.

    6 Agustn, Sermones 96, 7, 9, PL 38, 588.7 Juan Pablo II, Novo millennio ineunte, n. 43.8 Cf. mi artculo: Cristo nel cuore della societ, en

    Gens 39 (2009) 74-77. Benedicto XVI observ ensu Discurso a la Asamblea eclesial de la dicesis deRoma: Esta articulacin de las grandes parroquias ur-banas a travs de la multiplicacin de pequeas comuni-dades permite una actividad misionera ms vasta, quetiene en cuenta la densidad de la poblacin, su fisonomasocial y cultural, a menudo notablemente diversa. Seraimportante que este mtodo pastoral tuviera una aplica-cin eficaz tambin en los lugares de trabajo, que hoy sedeben evangelizar con una pastoral de ambiente bienpensada, pues por la notable movilidad social la pobla-cin pasa en ellos gran parte de su jornada (26 mayo2009).

    9 Juan Pablo II, Vigilia de Pentecosts, discursodel 30 mayo 1998. Tres das antes, en su mensaje alCongreso Mundial de los Movimientos, haba afir-mado igualmente: Ambas son co-esenciales a la cons-titucin divina de la Iglesia fundada por Jess, porqueconcurren juntas a hacer presente el misterio de Cristo ysu obra salvfica en el mundo (27 mayo 1998). En elmismo congreso, el entonces card. Ratzinger, en suexposicin sobre Los Movimientos eclesiales y su situa-cin teolgica, no haba dudado al hablar de estosltimos como un aspecto de la sucesin apostlicade la Iglesia.

    10 BenedictoXVI, Dircurso a la Asamblea eclesial dela dicesis de Roma, cit.

    11 P. Coda - B. Leahy, Preti in una Chiesa che cam-bia, Citt Nuova, Roma 2010, pp. 126-127.

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  • RRRREFORMA es siempre una nuevaablatio. As se expresaba el en-tonces card. Ratzinger en el

    Meeting de Rmini de 1990, recurriendo auna imagen simblica utilizada por sanBuenaventura. El telogo franciscano, utili-zando el ejemplo del tallador de imgenes,considera la obra del escultor una ablatioque consiste en eliminar, en quitar lo que no esautntico. De esta manera, a travs de la ablatio,emerge la nobilis forma, es decir, la figura pre-ciosa. As tambin el hombre, para que resplan-dezca en l la imagen de Dios, debe sobre todo yante todo acoger la purificacin, a travs de lacual el escultor, es decir, Dios, lo libera de todaslas escorias que oscurecen el aspecto autntico desu ser, haciendo que parezca slo como un bloquede piedra tosco, mientras no habita en l la formadivina. Si la entendemos adecuadamente, tam-bin podemos encontrar en esta imagen una indi-cacin para la reforma eclesial Semejanteablatio, semejante teologa negativa, es un ca-

    mino hacia una meta totalmente positiva. Sloas lo Divino penetra, y slo as surge una congre-gatio, una asamblea, una reunin, una purifica-cin, esa comunidad pura a la que aspiramos:una comunidad en la que un yo ya no est con-tra otro yo, un s contra otro s 1.

    Nada en la Iglesia da ms fruto y nada llevauna carga ms reformadora que la presencia deautnticos santos y autnticos profetas 2.

    En esta prospectiva podemos captar lafuerza innovadora de los carismas que, otor-gados por Dios segn las exigencias y nece-sidades de la Iglesia en los distintos momen-tos histricos, responden a los desafos y alas instancias del tiempo.

    Mirando la historia de la Iglesia, uno sesiente inmediatamente impresionado porun dato: en los momentos ms oscuros ydramticos de su camino, el Espritu Santosuscita hombres y mujeres que la empujan arenovarse, a volver a las fuentes, a reavivarel espritu de los orgenes, a liberarse de lo

    Unidad y Carismas

    Marina Mota, h.n.j.

    Carismas,una luz en la Iglesia

    Si el amor es la forma de la Iglesia, los santos, a travs de su humanidad, son la demos-tracin ms convincente.

    PERSPECTIVAS

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    que puede ofuscar el resplandor de su ros-tro. Basta dirigir una mirada retrospectivasobre la historia para descubrir a lo largo delos siglos esta evidencia. Cada carisma, ilu-minando un punto original de la voluntadde Dios para la Iglesia de ese determinadotiempo, manifestando un nuevo tipo de con-formarse a Cristo y mostrando cmo debeser vivido el Evangelio, inaugura un movi-miento que renueva o anticipa la reformaeclesial convirtindose en una nueva inter-pretacin de la Revelacin 3. As ha sucedidocon Benito, Francisco, Ignacio

    San Benito

    Con la intencin de plasmar con algunapincelada y de forma sinttica un cuadroque ilustre cmo los carismas han contribui-do a hacer a la Iglesia semper reformanda,partimos del monaquismo benedictino queen los comienzos del primer milenio pusolas bases para la evangelizacin y la cons-truccin de Europa.

    Despus de la cada del Imperio roma-no, Europa conoci un fuerte sentido dedesfallecimiento y de confusin: se de-rrumba toda seguridad social, se relativi-zan las certezas de la antigua cultura, lafuerza y la violencia se sobreponen al dere-cho. En esta complicada situacin hay quecolocar la figura de Benito de Nursia elcual, leyendo los signos de los tiempos, nose propone emprender propiamente unproyecto de reconstruccin, ni defender lasinstituciones y la cultura romana: vio queera necesario realizar el programa radical de lasantidad evanglica de una forma ordinaria,en las dimensiones de la vida cotidiana de todoslos hombres 4.

    Volviendo a proponer el modelo de laIglesia primitiva y volviendo a poner enprctica una vida comn que presenta en suregla Escuela para el servicio del Seor, Beni-

    to construye con sus discpulos una ciuda-dela cristiana en la que reina el amor, la obedien-cia, la inocencia, la libertad de las cosas y el artede usarlas rectamente, la primaca del espritu yde la paz. En una palabra, el Evangelio 5.

    De la mirada contemplativa del quaerereDeum (buscar a Dios) en cada realidad,nace el amor por las letras, la estima por eltrabajo y un nuevo tipo de convivencia hu-mana que testimonian, en un mundo deviolencias y de luchas, el milagro de unafraternidad que desde fuera parece imposi-ble: bajo el mismo techo viven personas deedad, culturas, razas, lenguas, mentalidadesy clases tan diferentes que, por el contrario,se combaten y se matan en la vida social 6.Con su regla, sntesis entre fe, cultura y tra-bajo, los monjes ofrecen un mtodo y untestimonio de vida cristiana posible para to-dos los hombres, sembrando la semilla deuna nueva civilizacin que integrar los va-lores cristianos con la herencia clsica, poruna parte, y con las culturas germnica y es-lava, por otra.

    Cluny

    A lo largo del primer milenio el movi-miento monstico conoce una evolucin,un cambio que se adeca al clima culturaldel tiempo. Los siglos IX y X, siglos deanarqua, de fragmentacin y de disolu-cin del imperio carolingio, provocan la se-cularizacin de la Iglesia y su absorcin enel sistema feudal. El monaquismo, sufrien-

    Era necesario realizar el programaradical de la santidad evanglica deuna forma ordinaria, en las dimensio-nes de la vida cotidiana de todos loshombres

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  • do su influjo, experimenta un periodo dedecadencia y de relajacin. Es el momentoms oscuro de la Iglesia medieval que pre-cede no obstante al alba de un renacimien-to religioso que envuelve a toda la cristian-dad. En Francia, en Borgoa, surge en elao 910 el monasterio de Cluny que vuelvea la regla de Benito, pero dedicndose a laoracin y a la liturgia, mientras que el tra-bajo, que haba sido la causa de la acumu-lacin de riquezas, es confiado a los con-versos.

    Cluny se convierte en un centro propul-sor de vida, de oracin y de santidad, gra-cias a la grandeza de sus abades y inevita-blemente ejerce su influencia tambin msall del monaquismo, sirviendo de indica-dor para una reforma del clero. Son funda-mentales en este sentido las relaciones quela abada, libre de ingerencias y del controldel poder local, mantiene con los papas: desu dinamismo reformador germina en el si-glo undcimo la reforma gregoriana que,emprendiendo la lucha por la libertad de laIglesia, salva al papado de las influencias yde la obstruccin de las contiendas entrenobles romanos y de la mundanizacin.Hildebrando, futuro Gregorio VII, es unmonje cluniacense

    Tambin en el seno de la Iglesia, hacia elfinal del siglo XI surgen movimientos queintentan volver al origen del Evangelio: sevuelve al eremitismo con san Romualdo,san Nilo, san Juan Gualberto que fundaneremos en lugares selvticos y aislados, lu-gares de oracin y de ascesis (Camaldoli,Grottaferrata, Vallombrosa), bebiendo enlos padres de la Iglesia. San Pedro Damiani,sucesor de Romualdo, transforma Camal-doli en centro propulsor de reforma y de te-ologa. De este modo el eremitismo se abrecamino en la Iglesia, aportando la peniten-cia y el impulso para la renovacin de losclrigos.

    Cartujos y cistercienses

    La reforma gregoriana haba dado impul-so y vigor a la Iglesia, estimulando entreotras cosas a los fieles a vivir el Evangelio.No obstante no haba conseguido extirparlas causas que llevaban a muchos prelados avivir un estilo de vida que ignoraba total-mente la responsabilidad de su ministerio yque se dedicaba exclusivamente a la realiza-cin de sus propios intereses. En este con-texto atormentado y contradictorio, entre elanhelo por la autenticidad evanglica y eldeseo desenfrenado de bienestar y del lujocreciente despus del impacto con el Orien-te a travs de las cruzadas, nacen las rde-nes de monjes y de cannigos que, para re-accionar ante un clima de relajacin gene-ral, proponen con mayor pureza el ideal dela vida evanglica.

    A comienzos del siglo XII se afirman lasrdenes de los Cartujos y los Cisterciensesque, situndose en zonas malsanas y panta-nosas y, dedicndose al trabajo manual con-templado en la regla primitiva, vuelven a vi-vir la experiencia monstica con sencillez ypobreza evanglica. Durante el siglo XII lasabadas se desarrollan en Europa de formasorprendente: Bernardo de Claraval funda oreforma l solo sesenta y seis monasterios.Su figura es imponente. Durante su vida ytambin despus de su muerte, Bernardoejerce a travs de la contemplacin y la pre-dicacin una vasta y duradera influencia so-bre la vida de la Iglesia. Fueron estos ca-rismticos los que, bajo el soplo del EsprituSanto, hicieron nuevamente incandescenteel ncleo de la fe.

    Francisco y Domingo

    Junto a este despertar religioso, sin em-bargo, comienza a madurar una fuerza deoposicin a la jerarqua a menudo corrupta

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    o indiferente a la vida del pueblo, fuerza queemerge en el siglo XII con los movimientosde pobreza. Algunos de ellos se separan dela Iglesia y abrazan una doctrina herticacomo los Ctaros; otros se ponen en una ac-titud de abierta contestacin, reivindicandoser ellos la verdadera Iglesia, porque es fiel ala fisionoma de la comunidad primitiva.

    En esta coyuntura el Espritu Santo susci-ta las rdenes mendicantes de san Franciscoy de santo Domingo que aportan, viviendouna adhesin total a Cristo y a la Iglesia, lafrescura y la belleza del Evangelio observa-do sine glossa. Ninguno de los dos tena laintencin de fundar nuevas rdenes. El de-seo que les mueve es sencillamente el devolver al Evangelio, renovar la Iglesia, le-vantar al nuevo pueblo a travs de la opcinpor la pobreza y la predicacin.

    Inocencio III, que haba intuido que a labase de los movimientos de pobreza habauna sed de purificacin y de renovacin, re-conoce la fuerza proftica y evanglica delas dos rdenes, las aprueba y las anima a lapredicacin que los hermanos practican enlas ciudades y en los campos, trasladndosede un pueblo a otro, yendo ms all de losconfines de la cristiandad.

    Asumiendo los valores y las inquietudesdel monaquismo y de los movimientos espi-rituales precedentes, purificando y rectifi-cando las formas errneas de las herejasdel momento, insertndose en las escuelas yen las universidades, y sobre todo viviendoy proponiendo la radicalidad del Evangeliode Jess, las rdenes mendicantes contribu-yeron a dar un fuerte impulso a la Iglesia y ala sociedad del Medievo.

    En el bajo Medievo se sigue sintiendo lanecesidad de una reforma y son mltipleslos esfuerzos para llevarla a cabo, pero ter-minan por ser desatendidos e ignorados. LaIglesia experimenta un momento de fuerteoscuridad y turbacin: es el periodo del Cis-

    ma de Occidente, en el cual sin embargo nofaltan figuras luminosas y carismticascomo Catalina de Siena o Brgida de Sue-cia, como tampoco disminuyen los esfuer-zos de excelentes presbteros o de hombresy mujeres comprometidos en renovar la pie-dad y hacerla ms personal y ms viva en elpueblo fiel.

    La Reforma

    Nos encontramos en los aos que van del1400 al 1600. Son los aos de la Reforma yde la Reforma catlica, de las que ahorasurgen los aspectos comunes, pues obtienensu savia de un pasado comn. Jedin hacenotar que existe una conexin con el perio-do precedente: La falta de reforma de la Igle-sia, el conciliarismo, el papel determinante quelos Estados tuvieron en el Concilio de Basilea, laintromisin del papado en la poltica territorialitaliana, son los presupuestos directos de la refor-ma, no menos que el surgir de la nueva culturahumanstica y renacentista, no menos que las de-sestabilizaciones econmicas y sociales a lo largode los siglos XIV y XV. Tambin las races de la re-novacin catlica del siglo XVI ahondan en esteperiodo. Slo una lnea une a S. Ignacio de Loyo-la con la Devocin Moderna: las reformas de lasrdenes en el 1500 se unen en muchos aspectos alas del bajo Medievo; la Reforma tridentina es engran medida la actuacin de los programas refor-mistas elaborados en el bajo Medievo 7.

    El dinamismo reformador, madurado enel corazn de la edad renacentista y canali-zado en las dos Reformas, se manifiesta enla Iglesia catlica con una fecundidad crea-tiva que genera un florecer increble de nue-vos santos, de lderes carismticos que confuerza contagiosa lanzan mensajes, renenen torno a ellos seguidores, dan vida a mo-vimientos, asociaciones, confraternidades,obras caritativas y educativas, seminariospara la formacin de los sacerdotes. En

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  • 1500, Italia y Espaa son el campo en elcual florecen nuevas rdenes y se reformanfamilias antiguas que se pueden concretaren tres direcciones: una contemplativa (Te-resa de vila), una cultural-social (Ignaciode Loyola), una apostlico-caritativa(Cannigos regulares).

    La espiritualidad se hace ms atenta alhombre, a su interioridad psicolgica. Sedesarrollan la psicologa espiritual y el dis-cernimiento de los espritus. Teresa de vilaescribe el Castillo interior, Ignacio de Loyoladifunde los Ejercicios espirituales. Las obrasde los dos santos nacen de la necesidad deuna ascesis y de una purificacin capaz dereactivar el clima general de decaimiento.Teresa anticipa la reforma de la vida mons-tica tridentina, mientras que Ignacio asumede modo propulsor e innovador los estmu-los reformistas surgidos de la asamblea con-ciliar. Mientras en Ignacio el servicio a laIglesia se concibe con total obediencia y ab-soluta desnudez hasta convertirlo en con-templacin, en Teresa la vida contemplativaes en s misma accin eclesial, una vida queexpresa el misterio de la Iglesia, esposa deCristo.

    Nuevos caminos de caridad

    Estos carismas, junto con los movimien-tos nacidos en el tiempo de la pre-reforma ydurante la Reforma catlica, contribuyerona renovar la Iglesia desde dentro, pero tam-bin a abrir nuevos caminos de evangeliza-cin y de caridad. La encarnacin del Evan-gelio pasa a travs de nuevas formas concre-tas de caridad organizada, sobre todo dirigi-da a los pobres y humildes. Los santos sesienten llamados a responder a las grandesnecesidades sociales, enfermos que curar,muchachos que instruir, pobres que ayudar,etc. El Espritu los lleva a dedicarse al servi-cio de la humanidad en todas sus miserias.

    En Italia se asiste al desarrollo del Orato-rio del Divino Amor, al que se adhieren mu-chos laicos y en el que maduran figuras defundadores y fundadoras (Teatinos, Somas-cos, Ursulinas, Camilos, etc.), mucho antesde que la reforma protestante se manifestase.En el trasfondo de la Iglesia francesa del1600, maltrecha por las guerras de religin,marcada por contradicciones y abusos depoder, resaltan figuras como Brulle, Fran-cisco de Sales, Vicente de Paul, por citar sloalgunos nombres, que contribuyen a hacerresplandecer la belleza del rostro de la Igle-sia, a travs de la evangelizacin y de la cari-dad. Las obras de estos fundadores antici-pan reformas e instituciones que se reali-zarn sucesivamente y mantendrn vivo elcristianismo en un periodo, el del 1700, en elque se afirman el Iluminismo y la hostilidadcontra la Iglesia que se manifestar de formadramtica durante la Revolucin francesa.

    En el contexto del siglo XVIII hay que re-cordar dos nombres que en un clima cultu-ral adverso llevan a cabo a travs de las mi-siones populares una pastoral ms adecua-da para llegar a la gente sencilla, muy des-cuidada y paganizante: Alfonso Mara deLigorio y Pablo de la Cruz. Tambin en laIglesia protestante se asiste al resurgimientode movimientos de reforma que se oponena la irrupcin de la incredulidad y del mate-rialismo. Es notable el influjo del Pietismoque surge en Alemania (fundado por Phi-lipp Jacob Spener) con el propsito de refor-mar la ortodoxia luterana, degradada porlas especulaciones polmicas, reducida acostumbres exteriores en el culto y seculari-zada en la administracin. El Pietismo in-fluye de forma profunda y benfica en elcampo social, caritativo, misionero y artsti-co. Tambin Inglaterra conoce un momentode resurgimiento y renacimiento a travsdel movimiento Metodista, fundado porel anglicano J. Wesley. Proponiendo un m-

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    todo de encuentro y de vida cristiana quecontempla oracin, lecturas edificantes,ayunos, obras de caridad, Wesley favorecela renovacin de la fe y de la piedad popularcon efectos positivos de resurgirmiento entodo el mundo protestante.

    Al comienzo del siglo XIX emprende entodos los campos una obra de reconstruc-cin: prevalece el inters de los espirituales yde los fundadores del siglo por la vida activams que por la contemplativa. Dejar a Diospor Dios es la frase recurrente entre losmiembros de las asociaciones y los sacerdo-tes que revalorizan el ideal del buen pastorde almas. Si por una parte se considera aeste siglo como un periodo de decadencia re-ligiosa y de creciente proceso de descristiani-zacin, por otra parte se revela como untiempo de fermento espiritual y misionero.

    En un contexto que cambia socialmente,caracterizado por la presencia de un pueblogolpeado por la pobreza y por la deshuma-nizacin que impone la industrializacinsalvaje, emergen experiencias carismticascapaces de asumir las necesidades y los de-safos del tiempo, tanto en el campo educa-tivo como en el campo social y asistencial.Surgen mltiples congregaciones, institu-ciones religiosas, sobre todo femeninas,que traducen la dimensin caritativa de laIglesia, en un clima marcado por el replie-gue y el desnimo dentro de la misma Igle-sia. Los ambientes malsanos y de peorfama, las clases ms despreciadas y aban-donadas, las edades y las condiciones msexpuestas a los peligros morales se convier-ten en objeto de los cuidados de los grandesapstoles de la caridad. Magdalena de Ca-nosa, Juan Bosco, Cottolengo, Cabrini, porcitar a alguno. Todo el siglo XIX est sem-brado por la accin escondida y tenaz demuchsimas mujeres y hombres que testi-monian en el mundo el rostro amable y ca-ritativo de la Iglesia.

    Los movimientos eclesiales y las nuevascomunidades

    Como en otros momentos de la historiade la Iglesia, junto a los acontecimientos quehan marcado el siglo XX (las grandes gue-rras, los totalitarismos, la secularizacin, elinicio del proceso de ese siglo recuerda el de-sarrollo del laicado, el nacimiento de institu-tos seculares, el surgir de grupos que, comoun nuevo pentecosts, florecen y dan nuevosfrutos de renovacin. Particularmente nove-dosos son los movimientos eclesiales que,nacidos antes o inmediatamente despus delConcilio Vaticano II, constituyen por su ori-ginalidad y pluralidad una propuesta de san-tidad abierta a toda la Iglesia como pueblode Dios en camino.

    Frente al desafo de la post-modernidad yde la globalizacin se hace urgente un retor-no a la experiencia originaria del Evangeliode Jess crucificado y resucitado, capaz dehacer presente la levadura del Reino deDios en los lugares y ambientes donde elhombre habita: el cultural, econmico, pol-tico, artstico Von Balthasar, hablando delos movimientos, dice que parece que elEspritu les ha confiado a ellos la funcin(aunque no de modo exclusivo) de aplicar elprograma conciliar de la llamada universala la santidad, teniendo en cuenta la presen-cia de los laicos y de su apostolado en elmundo (LG 4) 8.

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    La comunin que los consagrados yconsagradas estn llamados a vivir vams all de la familia religiosa o del pro-pio Instituto Es la necesidad de ser Igle-sia, de vivir juntos la aventura del Espri-tu y del seguimiento de Cristo, de comuni-car las experiencias del Evangelio.

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  • La apertura de los movimientos a todaslas vocaciones y a todos los estados de vidacristiana y la comunin sentida como exigen-cia y experiencia eclesial, subrayan la idnti-ca dignidad bautismal y la complementarie-dad de las diversas vocaciones, de los diver-sos ministerios y de los distintos carismas.Juan Pablo II dice que lo que el Espritu ha ilu-minado en el Concilio, lo ha expresado en este donen la vida de la Iglesia 9, y en esta perspectivalos movimientos pueden constituir (junto a los re-ligiosos llamados a ser expertos en comunin) es-cuelas de eclesiologa y de comunin 10.

    En el documento Caminar desde Cristo re-sulta sugerente este pasaje: La comunin quelos consagrados y consagradas estn llamados avivir va ms all de la familia religiosa o del pro-pio Instituto Es la necesidad de ser Iglesia, devivir juntos la aventura del Espritu y del segui-miento de Cristo, de comunicar las experienciasdel Evangelio, aprendiendo a amar la comuni-dad y la familia religiosa del otro como la pro-pia Los antiguos Institutos, muchos de los cua-les han pasado en el transcurso de los siglos por elcrisol de pruebas dursimas que han afrontadocon fortaleza, pueden enriquecerse entablando undilogo e intercambiando sus dones con las fun-daciones que ven la luz en nuestro tiempo. Delencuentro y de la comunin con los carismas delos movimientos eclesiales puede nacer un recpro-co enriquecimiento. Los movimientos puedenofrecer a menudo un ejemplo de frescura evangli-ca y carismtica, as como un impulso generoso ycreativo a la evangelizacin. Por su parte los mo-vimientos, as como las formas nuevas de vidaevanglica, pueden aprender mucho del testimo-nio gozoso, fiel y carismtico de la vida consagra-da, que guarda un riqusimo patrimonio espiri-tual, mltiples tesoros de sabidura y de experien-cia y una gran variedad de formas de apostoladoy de compromiso misionero (n. 30).

    No ser este el desafo del nuevo milenioque la vida consagrada est llamada a aco-ger? Dar, a travs de la comunin de los ca-

    rismas, al Resucitado presente en la comu-nidad, a Jess? Los carismas, encarnados yvividos en la unidad, pueden ser profeca deuna humanidad nueva, de una civilizacindel amor a la que toda la humanidad estllamada. Sin duda es sugerente la invitacinque V. Balthasar dirige a los movimientos ya toda la Iglesia, mirar a Mara como elmolde conforme al cual debemos ser modelados.Nosotros, es decir, cada cristiano; pero quiz to-dava ms: la misma imagen que nosotros tene-mos de la Iglesia. Estamos continuamente com-prometidos a reformar y a adecuar esta Iglesia alas necesidades de los tiempos, evitando las crti-cas de los adversarios y segn nuestros esquemas.Pero no perdemos as de vista el nico modeloperfecto la medida, y precisamente el prototipo?No deberamos, en nuestras reformas, tener fijala mirada en Marasimplemente para apren-der a entender qu es la Iglesia, y a discernir elautntico espritu eclesial? 11.

    1 J. Ratzinger, La Iglesia: una sociedad siempre re-formanda, intervencin en el Meeting de Rimini del1990.

    2 H.U. von Balthasar, La verit sinfnica, JacaBook, Milano 1974, p. 84.

    3 Id., Sorele nello Spirito. Teresa di Lisieux e Elisa-betta di Digione, Jaca Book, Milano 1974, pp. 20-21.

    4 Juan Pablo II, Homila con ocasin de la visitapastoral a Casia y a Nursia, 23 marzo 1980.

    5 Pablo VI, Homila para la proclamacin de SanBenito como Patrn de Europa, 24 octubre 1964.

    6 G. Falco, La santa romana repubblica, Ricciardi,Milano-Napoli 1973, p. 95.

    7 H. Jedin, Historia de la Iglesia, V/1, Herder,Barcelona 1999, p. XXXVI.

    8 Cf. P. Coda, I movienti ecclesiali, dono dello Spiri-to, en Attti Congresso Mondiale dei Movimenti ecclesia-li, Roma 27-29 maggio 1998, Citt del Vaticano,1999, p. 93..

    9 J. Beyer, I movimenti ecclesiali, en Vita consacra-ta 23 (1987) 156.

    10 P. Coda, o.c., p. 96.11 H.U. von Balthasar, Mara en la doctrina y en el

    culto de la Iglesia, en J. Ratzinger - H.U. von Balthasar,Mara, Iglesia naciente, Ed. Encuentro, Madrid 1990.

    Unidad y Carismas

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    AAAAUNQUE es imposible resumir enpocas pginas lo que fue esta grany compleja figura del catolicismo

    del siglo XIX, me parece, sin embargo, quepuede ser interesante poner aqu de relievealgunos aspectos ms actuales de la figurade A. Rosmini (1797-1855) 1. De modo par-ticular su amor ardiente por la Iglesia, quefue lo que le llev a publicar en 1848 el co-nocido volumen De las cinco llagas de la santaIglesia, gran exposicin sobre los peligrosque amenazaban la unidad y la libertad dela Iglesia, denunciando con valenta esasllagas e indicando con lucidez los reme-dios oportunos.

    Definido por A. Manzoni como una de

    las cinco o seis mentes ms grandes que la huma-nidad ha dado a lo largo de los siglos, Rosminifue en su tiempo un profeta incmodo, yslo recientemente ha sido redescubierto yrevalorizado por parte de la Iglesia, sobretodo a partir de 1994, fecha en que fue auto-rizada oficialmente la apertura de su causade beatificacin, concluida en 2007. El papaJuan Pablo II dio su aportacin a la rehabi-litacin completa de su figura al mencionara Rosmini en el encclica Fides et ratio(1998) entre los pensadores recientes en losque se manifiesta una fecunda relacin entrefilosofa y palabra de Dios, hasta el punto depoder ser propuesto como un ejemplo signi-ficativo de un camino de bsqueda filosfica

    Mauro Mantovani, s.d.b.

    Antonio Rosmini:evangelizar la Iglesia

    TESTIGOS

    El beato A. Rosmini, telogo, filsofo y fundador del Instituto de la Caridad, es una de lasfiguras ms grandes del catolicismo italiano del siglo XIX. Espritu extraordinariamente ricoen cualidades, con una mirada universal y una mente potente, es autor de una grande y va-riada cantidad de obras, muy contestadas en su tiempo, bajo la acusacin de proponer doc-trinas contrarias a la fe y a la moral. Fue beatificado el 18 de noviembre de 2007. Fue un pre-decesor del Concilio Vaticano II en algunas de sus intuiciones. Durante estos aos amplios ynumerosos estudios sobre la doctrina rosminiana, los cuales han demostrado su sintona conla fe catlica. Adems, algunas de sus afirmaciones, por ejemplo a propsito de la "reforma"de la Iglesia, resultan de una actualidad sorprendente.

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  • que ha aportado importantes beneficios de la con-frontacin con los datos de la fe 2.

    Ha llegado el momento en que Rosmini pue-de convertirse en un testigo particularmente vli-do dentro de la modernidad. Es difcil encontrarotro ms grande que l entre los filsofos y los au-tores de la poca moderna. Dicen que es el santoToms de los ltimos siglos. Ser necesario entodo caso un conocimiento ms a fondo de sus es-critos y encontrar en ellos lo que va ms all de sutiempo. No se debe olvidar que se dedic a ello porobediencia al Papa Po VIII 3.

    Por ltimo, en el Angelus del domingo 18de noviembre de 2007, que era el da de subeatificacin, el papa Benedicto XVI dijo losiguiente: Esta tarde ser beatificado en Nova-ra el venerable siervo de Dios Antonio Rosmini,un gran sacerdote e ilustre hombre de cultura,animado por un ferviente amor a Dios y a la Igle-sia. Testimoni la virtud de la caridad en todassus dimensiones y en un nivel elevado, pero es co-nocido sobre todo por su generoso compromiso enfavor de lo que l llamaba "caridad intelectual",es decir, la reconciliacin de la razn con la fe.Que su ejemplo ayude a la Iglesia, especialmentea las comunidades eclesiales italianas, a crecer enla certeza de que la luz de la razn humana y lade la gracia, cuando caminan juntas, se transfor-man en manantial de bendicin para la personahumana y para la sociedad 4.

    Adems de ser la fecha de su beatifica-cin, el 18 de noviembre tambin recuerdael da en que el religioso de Rovereto inicila redaccin de la obra citada anteriormen-te, considerada como precursora de variostemas conciliares, y obviamente una de lasms controvertidas y discutidas. Por la no-vedad de algunas de sus ideas sobre la refor-ma de la Iglesia, la obra de Rosmini fue in-cluida, de hecho, en el ndice en 1849, conuna gran polmica.

    El amor a la "Iglesia-Esposa"

    Consciente de la radical novedad que

    aporta el cristianismo al tema de la bs-queda y descubrimiento de la verdad, y delorden y unidad con que une todas las co-sas, mximamente simple, esencialmente uno,el principio de la unidad de todas las cosas 5,Rosmini estaba convencido de que en lasentraas de la revelacin cristiana esprecisamente donde se encierra una filosofallena de luces y de perspectivas para el entendi-miento, por su origen divino y porque conducede nuevo a Dios 6.

    Por eso nuestro autor se dedic continuae intensamente a un trabajo intelectual conel fin de dar a conocer el Evangelio y la Sa-bidura que hay en l con un espritu espe-cialmente sensible al gran problema de laarmona entre fe y razn. A este propsito,como reconoce Juan Pablo II, Rosmini es-tuvo atento a los pensadores ms acreditados ensu poca entonces, como ahora, se hablaba deuna nueva poca de la historia y del pensamien-to para encontrar los modos cada vez ms aptosde comunicar la doctrina cristiana a los hombres,especialmente al mundo de la cultura y el saber,favoreciendo una conveniente puesta al da dellenguaje y el dilogo 7.

    Todo esto encuentra su cauce de expre-sin ms adecuado en la meditacin eclesiol-gica de Rosmini 8, que une a su reflexin so-bre el misterio pascual entendido en su ple-nitud: Mientras que en la Teodicea la Iglesiade Jesucristo aparece en su dimensin gloriosa,junto y en continuidad con su Seor Jesucristo,en las Cinco Llagas se pone en cambio el acentoen todo lo que impide a la Iglesia ser la Esposa deCristo, en lo que hace el camino ms lento y msdifcil su testimonio en la historia Si una aten-ta lectura de la Teodicea permite afirmar que di-cha obra es una profunda meditacin sobre laIglesia Esposa destinada a la gloria, es en lasCinco Llagas, sin embargo, en donde se encuen-tra una apasionada y sincera presentacin delamor de Rosmini por la Iglesia crucificada comosu Seor. Y como la pietas hacia el Crucifijo lolleva a llorar la divina Pasin, asimismo las lla-

    Unidad y Carismas

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