7º Domingo de Resurrección

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Al alba del primer día después del sábado, algunas mujeres van al sepulcro para embalsamar el cuerpo de Jesús que, crucificado el viernes, rápidamente había sido envuelto en una sábana y depositado en el sepulcro. Lo buscan, pero no lo encuentran: ya no está donde había sido sepultado. De Él sólo quedan las señales de la sepultura: la tumba vacía, las vendas, la sábana. Las mujeres, sin embargo, quedan turbadas a la vista de un "joven vestido con una túnica blanca", que les anuncia: "No se asusten. ¿Buscan a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado" (Mc 16,6). Esta desconcertante noticia, destinada a cambiar el rumbo de la Historia, desde entonces sigue resonando de generación en generación: Si Cristo hubiera quedado prisionero del sepulcro, la Humanidad y toda la creación, en cierto modo, habrían perdido su sentido. Pero Tú, Cristo, ¡has resucitado verdaderamente! Entonces se cumplen las Escrituras que hace poco hemos escuchado: Al comienzo de la creación "Vio Dios todo lo que había hecho: y era muy bueno" (Gn 1,31). 1

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Como celebrar el domingo de Resurreccion en Semana Santa

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Al alba del primer día después del sábado, algunas mujeres van al sepulcro para embalsamar el cuerpo de Jesús que, crucificado el viernes, rápidamente había sido envuelto en una sábana y depositado en el sepulcro. Lo buscan, pero no lo encuentran: ya no está donde había sido sepultado. De Él sólo quedan las señales de la sepultura: la tumba vacía, las vendas, la sábana. Las mujeres, sin embargo, quedan turbadas a la vista de un "joven vestido con una túnica blanca", que les anuncia: "No se asusten. ¿Buscan a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado" (Mc 16,6).Esta desconcertante noticia, destinada a cambiar el rumbo de la Historia, desde entonces sigue resonando de generación en generación: Si Cristo hubiera quedado prisionero del sepulcro, la Humanidad y toda la creación, en cierto modo, habrían perdido su sentido. Pero Tú, Cristo, ¡has resucitado verdaderamente!Entonces se cumplen las Escrituras que hace poco hemos escuchado: Al comienzo de la creación "Vio Dios todo lo que había hecho: y era muy bueno" (Gn 1,31). A Abrahán había prometido: "Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia" (Gn 22,18). Siguen cumpliéndose en nuestros días las promesas de los Profetas: "Os infundiré mi espíritu, y haré que caminéis..." (Ez 36,27). 

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“Donde abundó el pecado, ahora sobreabundó la Gracia” (Rm 5,20) y "la piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular." (Sal 118, 22). de un edificio espiritual indestructible.

En esta Noche Dios ha sellado una alianza eterna de Amor con cada uno de nosotros.En este día confesamos que Jesús, nuestro Señor, no pertenece al mundo de los muertos, sino que es alguien que vive con la vida definitiva, la de Dios. También proclamamos que nuestro futuro es un futuro de vida y que lo podemos ir haciendo realidad día tras día, en las actitudes de amor.

 En Jerusalén hay un sepulcro clave para la Historia: es el sepulcro de Jesús, el  Santo Sepulcro. Cerca de mil millones de hombres encuentra en esa  antigua sepultura la cuna de su fe y de su esperanza.Pero este sepulcro, no guarda resto alguno. Es un sepulcro vacío. Y ese vacío es para el creyente la clave de su fe; y para el que no cree es una  interrogante angustiosa, pues no tiene más respuesta que la fe. ¿Dónde están los huesos,  las cenizas de Jesús?

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Históricamente nadie puede dar razón de ellos. Ninguna persona  seria se atreverá hoy a repetir la ridícula explicación de los soldados romanos dictada por  los hombres del Sanedrín."Digan que, vinieron los discípulos de noche, lo robaron (el cuerpo de Jesús) mientras  nosotros dormíamos" (Mat. 27, 13).

Desde hace dos mil años ese sepulcro vacío no es un sepulcro oscuro. Es una fuente de  luz. La sencilla losa que besa el peregrino de Jerusalén es como la piedra inconmovible  donde se asienta la fe de los cristianos.

Hay en el mundo otros  importantes mausoleos para la Historia. Profetas de cada época, filósofos, reyes,  pensadores, políticos, revolucionarios, yacen bajo las losas de sus respectivos sepulcros.  Miles, millones de hombres veneran su recuerdo. Ellos saben que los restos mortales de  estos hombres estelares están allí certificando que murieron de verdad y que no han vuelto  a sentir el aliento de la vida.

En cambio, nosotros sabemos que el cuerpo de Jesús no está ahí, en su sepulcro de  Jerusalén, porque "al tercer día resucitó de entre los muertos". Por eso sabemos también  que Jesucristo no era tan sólo un hombre, sino el mismo Hijo de Dios.

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Todos los años las  campanas y el "!Aleluya!" de Pascua nos convocan en torno a este sepulcro vacío, del que  brota una luz que no se extingue jamás.

Lo estamos viendo ya hace dos mil años desde que  el Maestro resucitó y lo veremos hasta el día de la plenitud de su gloria:

“Yo estoy con  ustedes todos los días, hasta el fin de la historia.” (Mt. 28, 20)

La resurrección de Jesús objeto de nuestra fe es más que un fenómeno físico. De hecho, los evangelios no nos narran la resurrección: nadie la vio. Los testimonios que nos aportan son experiencias de creyentes que, después de la muerte de Jesús, "sienten vivo" al resucitado; no son

testimonios del hecho mismo de la resurrección.La resurrección de Jesús no tiene parecido alguno con la "reviviscencia" de Lázaro. La de Jesús no consistió en la vuelta a esta vida, ni en la reanimación de un cadáver.

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La resurrección (tanto la de Jesús como la nuestra) no es una vuelta hacia atrás, sino un paso adelante, un paso hacia otra forma de vida, la de Dios.Cuando Jesús fue atacado por las autoridades, se encontró solo. Sus discípulos lo abandonaron, y Dios mismo guardó silencio, como si también lo hubiera abandonado. Con su muerte en cruz, todo pareció concluir. Sus discípulos se dispersaron y quisieron olvidar.

Pero ahí ocurrió algo. Una experiencia nueva y poderosa se les impuso: sintieron que estaba vivo. Les invadió una certeza y una alegría extrañas: que Dios sacaba la cara por Jesús, y se empeñaba en reivindicar su nombre y su honra. "Jesús está vivo", no ha podido la muerte con Él. ¡!!Dios lo ha resucitado!!!

Un paso, una estrella fugaz.Desde la Pascua todos los sepulcros tienen el mismo destino que el de Jesús: quedar  vacíos. Él venció a la muerte. Debemos ir perdiendo el miedo a la muerte porque, como  decimos en la profesión de fe de cada domingo, creemos en la resurrección de los muertos,  en la reconstrucción de nuestra persona.

Y la victoria de Jesús alcanza a todo aquello que de algún modo se relaciona con la  muerte: frustraciones, enfermedad, dolor, tristeza, todos aquellos elementos 

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negativos, inexplicables, que acompañan a nuestra vida. Jesús pasó por ello y salió  vencedor.

“Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva, pues el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido, y el mar no existe ya.

Y vi a la Ciudad Santa, la nueva Jerusalén. Y oí una voz que clamaba desde el trono: «Esta es la morada de Dios con los hombres; Él habitará en medio de ellos; ellos serán su pueblo y él será Dios-con-ellos;

Él enjugará las lágrimas de sus ojos. Ya no habrá muerte ni lamento, ni llanto ni pena, pues todo lo anterior ha pasado.»

Y el que está sentado en el trono dijo: «Ahora todo lo hago nuevo».. Y añadió: «Ya está hecho; yo soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin. Al que tenga sed yo le daré de beber gratuitamente del manantial del agua de la vida. (Ap. 21, 1-5)

Pascua es siempre un paso. Contemplamos y  celebramos el paso de un Dios torturado y ejecutado, a un Dios resucitado y vivo entre  nosotros. Pero ¿es algo decisivo para nuestras vidas'? ¿Qué cosas cambian en nosotros? ¿Qué “pasos” de vida te gustaría dar hoy? Tal vez

no criticar, procurar no pensar mal de los demás antes de tiempo, confiar, decidir vivir al servicio aunque “ya no se use”…Piensa en dos pasos que quieres dar en este día.

Creer en la resurrección de Jesús es sobre todo creer que su Palabra, su Proyecto y su Causa: El Reino, expresan el valor fundamental de nuestra vida.

Si alguien dice: «Yo permanezco en él», debe portarse como él se portó.( 1. Jn, 2,6)

Lo importante no es creer en Jesús, sino creer como Jesús. 6

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No es tener fe en Jesús, sino tener la fe de Jesús: su actitud ante la historia, su Causa, su opción por los pobres, su propuesta, su AMOR INCONDICIONAL Y SOLIDARIO...

Creyendo con esa fe de Jesús, sabemos que las "cosas de arriba" y las de la tierra no son ya dos direcciones opuestas, ni siquiera distintas. Las "cosas de arriba" son la Tierra Nueva que está injertada ya aquí abajo. Hay que hacerla nacer en el

día a día de nuestra honradez en el trabajo, de nuestros gestos de amor, afecto y servicio en la vida familiar, conyugal, en nuestra lealtad en la amistad.Creer en la Resurrección es afirmar que alguien -y alguien de nuestra historia- está "lleno  de vida". Para siempre. Creer que Cristo está vivo es plantear para cada hombre el sentido  de la vida.

Nuestra existencia no camina hacia la muerte; y "en esta existencia cotidiana que recibimos de tu gracia ha comenzado ya  la vida eterna"

La misa de hoy, comienza con palabras de profunda alegría:

"He resucitado y aún estoy contigo, has puesto sobre mí tu mano: tu sabiduría ha sido maravillosa, aleluya".

Aquí es el mismo Cristo quien habla dirigiéndose al Padre.

En la primera lectura, de los Hechos de los Apóstoles (10,34.37-43), san Pedro nos dirige la palabra dando testimonio de la resurrección de Jesús. Su discurso da un resumen de la vida pública de nuestro Señor, Todos los

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acontecimientos de esa vida demuestran tener poder salvífico y culminan en la muerte y resurrección. La realidad de la resurrección se afirma rotundamente no sólo por la declaración: "Dios lo resucitó al tercer día", sino también por la afirmación de que después de la resurrección los apóstoles habían "comido y bebido" con él. San Pedro, habla como testigo presencial, pero también desde la experiencia de su fe personal iluminada por el Espíritu Santo. Esta lectura contiene además otro mensaje: la salvación que Cristo nos conquistó tiene una finalidad universal. "Quien cree en él, recibe el perdón de los pecados por su nombre”. "Busquen las cosas de arriba, no las cosas de la tierra".(Col 3,1-4) Pero no es que san Pablo nos sugiera negligencia en las tareas humanas o en la atención a las personas con quienes vivimos. Hemos de vivir completamente comprometidos en la vida de este mundo sin quedar sumergidos o cautivados por él. Debemos tener presente que nuestro destino último no está aquí, en el mundo material, sino "oculto con Cristo en Dios".

Creer en la resurrección es experimentar ya en lo secreto de  nuestro corazón que, en Cristo, hemos vencido a las fuerzas de la muerte.La oración es el regalo de la comunicación directa con Jesús VIVO Y PRESENTE EN EL SAGRARIO, Y EN

NUESTRO CUERPO AL COMULGAR

Y no es que liquidemos alegremente el sufrimiento de nuestra existencia, ni las tentaciones. Al igual que el no  creyente, nos vemos enfrentados al absurdo, abocados al sufrimiento y al

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vacío, a las dudas. Pero  creemos humildemente que ya fluye en nosotros una sangre nueva. Un poder de vida que Dios nos hace experimentar.

El evangelio está tomado de san Juan (20,1-9). Recordamos la resurrección en cada Eucaristía: cuando dice el sacerdote antes de la comunión: "Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo". Que María, testigo gozosa del acontecimiento de la Resurrección, ayude a todos a caminar "en una vida nueva"; que haga a cada uno consciente de que, estando nuestro hombre viejo crucificado con Cristo, debemos considerarnos y comportarnos como hombres nuevos, personas que "viven para Dios, en Jesucristo" (cf. Rm 6, 4.11). Amén. ¡Aleluya!

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