+8 Fábulas Avelas

73

description

texto donde se puede leer fabulas avelas

Transcript of +8 Fábulas Avelas

  • Copyright 2010 ~ Editorial Libros & Libros S.A., Bogot, D.C., ColombiaAutor: Juan Miranda MaranIlustradora: Mara Fernanda MantillaEditora de Literatura: Carolina Crdenas JimnezDiseo de cubierta: Hugo Macas LugoISBN: 978-958-724-154-9Depsito legal Primera edicin 2010

    Esta obra est protegida por la ley 23 de 1982 sobre los derechos de autor. Se considera in fractor de estos derechos y como tal puede ser objeto de sancin penal, cualquier persona natural o jur-dica que reproduzca esta obra en forma parcial o total a travs de fotocopias o de otros medios de multicopiado con la finalidad de hacer guas didcticas, mdulos de autoaprendizaje o cualquier otro uso con destino a su comercializacin o entrega gratuita, sin el permiso expreso y escrito de Editorial Libros & Libros S.A.Las acciones judiciales pertinentes pueden ser instauradas por cualquier persona natural, las auto-ridades que tengan conocimiento de ello o el titular de sus derechos, Editorial Libros & Libros S.A.

    Fbulas Avelas

  • Juan Miranda Maran

    Fbulas Avelas

  • ndiceLa vez que el lobo habl con el bho ..............7

    La gallina sabia ................................................21

    El canto del colibr ..........................................35

    La liblula que saba contar historias .............55

  • La vez que el lobohabl con el bho

  • La vez que el lobohabl con el bho

  • 9Aquella vez el lobo lleg puntual a la parte ms alta del cerro a esperar la aparicin de la luna llena. Pero el bho haba llegado antes. Permaneca sereno e inmvil, aferrado a la rama de un olivo y observando todo con sus grandes ojos amarillos. Mientras por el poniente, se iban extinguiendo poco a poco los ltimos fulgores del crepsculo.

    El lobo mir hacia el oriente. La claridad de la luna se vislumbraba entre las nubes que iban pasando, pero la luna en s an no se vea venir. Despus olfate en uno y otro lado hasta que hall un sitio de su agrado y comenz a escarbar la tierra con sus patas delanteras. Dio un par de vueltas sobre el lugar escarbado, luego se ech, posando suavemente la barbilla en la arena y volvi a mirar hacia el oriente. La luna segua oculta; el lobo comenz a parpadear una y otra vez hasta que, sin darse cuenta, se qued dormido.

    Cuando despert, ya la luna haba ascendido y luca esplendorosa en medio de la profunda oscuridad de la noche. El lobo se incorpor y lanz un largo aullido, luego otro y otro.

  • 1010

    El bho lo observaba con fija insistencia, tanta que el lobo advirti su mirada y volte hacia el olivo donde se hallaba aferrada la resplandeciente ave de plumas doradas. Las miradas se encontraron por un instante y el bho recompuso su privilegiada posicin de curioso observador. Expandi el pecho, lade la cabeza y la ech un poco hacia atrs, arrogante e insistente con su mirada. Al lobo pareci incomodarle aquella constante mirada y apart la vista, observando de nuevo la luna se sumergi en su contemplacin. Y volvi a aullar largo, una y otra vez. En una pausa, mientras tomaba aire, volte para mirar al bho y reencontrarse con esa mirada de fuego.

  • 1111

  • 12

    Entonces se escuch la aguda y sutil voz del bho:

    Oye, lobo! Por qu le allas tanto a la luna? Perturbas el silencio con tu lamentoso aullido y no dejas observar.

    Qu es lo que dices? No te escucho dijo el lobo con tono lento y grave.

    Que por qu le allas tanto a la luna. Perturbas el silencio con tu lamentoso aullido y no dejas observar.

    Bjate un poco ms para poder orte bien. Desde donde ests no te alcanzo a escuchar le propuso el lobo, lamindose un lado de la boca, como cuando se anhela un rico bocado.

    Crees que soy tan tonto? le contest el bho. Si bajo un poco ms me comeras, te conozco ms de lo que te imaginas. En otras ocasiones te he observado y s de tus astucias y de tus maas.

    Puedes confiar en m. La verdad es que ahora estoy en algo muy importante. Adems, no me gustan los bhos.

    Pero, s me escuchas?

  • 13

    Un poco, me esfuerzo por escucharte murmur el lobo con cierto desdn, mientras miraba de reojo al bho.

    Dime una cosa, lobo, ese algo tan importante a que te refieres es aullarle a la luna?

    As es, pero en realidad no le allo slo a la luna.

    Ah, no!, y entonces a quin ms? interrog el bho.

    A todo el universo. Mi aullar es un canto csmico. Cuando la luna est llena, su luz abre un gran portal. Yo lo utilizo como canal para que viaje mi aullido. Apenas alcanza a la luna, ocurre algo maravilloso: mi aullido se expande y se oye hasta en los ms recnditos confines del espacio.

    Oh, lobo! Eres ms interesante de lo que pareces.

    As es confirm el lobo, y levant el mentn de tal forma que denotaba un cierto aire de orgullo.

    Dime otra cosa: Por qu no te gustan los bhos?

  • 14

    Las grisceas y puntiagudas orejas del lobo se movieron veloces ante aquella inquietante pregunta.

    Si es lo que deseas saber, te lo voy a decir.

    El lobo gir su cuerpo y dio un par de sigilosos pasos hacia el olivo donde se encontraba el bho, levant el hocico y con toda la serenidad que puede tener un lobo al acecho, se sent sobre sus patas traseras. Ahora el bho luca ms alerta y su respiracin estaba acelerada, como si una gran agitacin sucediera dentro de su ser. En ese momento el lobo estaba ms cerca, debajo de l, a la justa distancia de un salto y mova la lengua ansiosamente entre sus fauces, como se mueve una serpiente dentro de su madriguera. En medio de un silencio abismal y de unos instantes tensos, el lobo respondi:

    No me gustan los bhos por su amargo sabor. Adems, producen una sensacin desagradable en el estmago y lo peor de todo, ocasionan un insomnio incurable.

    14

  • 1515

  • 16

    Mientras el lobo hablaba, el bho dio un salto hacia una rama ms alta y se qued pensativo. Pareca como si quisiera hacer otra pregunta. Pero fue el lobo quien pregunt:

    Cuntame algo, amigo bho, qu es lo que tanto observas?

    Oh! exclam el bho, tambin te gusta hacer preguntas.

    Hizo una breve pausa hasta que contest:

    Ya te voy a responder eso, pero primero dime una cosa: s has comido bhos?

    Eso jams!

    Y entonces cmo sabes que somos amargos, desagradables y producimos insomnio?

    Porque me lo han dicho otros. Cuentan de un lobo que una vez se comi un bho y a partir de ese momento, nunca ms se le quit el amargo sabor de la boca, ni el estmago se le qued quieto. Era como si el bho siguiera vivo ah dentro. Finalmente enloqueci por no poder dormir. A los pocos das muri. Dicen que ese pobre lobo qued en los puros huesos.

  • 17

    Oh, lobo! Eres muy bueno para inventar historias.

    No son inventos, es la verdad dijo el lobo demostrando estar enojado, mir de arriba abajo como si midiera la distancia que haba entre el suelo y el bho, y volvi a preguntar:

    Ahora s dime, qu es lo que tanto observas?

    Observo todo, incluyndote a ti, lobo.

    Todo? repiti el lobo.

    S, todo. Desde el armonioso movimiento de los astros, hasta el infatigable trasegar de las hormigas.

    Magnfico, amigo observador, t tambin eres ms interesante de lo que pareces. Ahora te pido que no me interrumpas ms con tus caprichosas quejas y tus inoportunas preguntas. Me voy. El corazn del universo me reclama y yo seguir aullando, seguir cantando. Adis, amigo bho.

    El astuto lobo gir su cuerpo como si se fuera a marchar y no se march. Repentinamente salt hacia el olivo a la velocidad de un

  • 18

    relmpago; pero una fraccin de segundo antes el bho ya haba desplegado sus alas, y cuando la babeante bocaza del cazador se cerr ferozmente, ya el gil ave de plumas doradas estaba lejos del alcance del lobo. Desde el aire dijo:

    Adis, lobo, sigue aullando y duerme feliz, sin un desagradable bho en el estmago.

    18

  • 1919

  • La Gallina Sabia

  • La Gallina Sabia

  • 23

    Sugerencia:Antes de leer el cuento de La Gallina Sabia, te sugiero que primero leas y te aprendas el Traba-lenguas de la sabidura para que seas ms sabio cada da.Trabalenguas de la sabidura

    El testarudo polluelo no saba que la Gallina Sabia saba que l no saba.

    Qu sera lo que la Gallina Sabia saba, que el testarudo polluelo no saba?

    Sera que saba a qu saba el maz que no se comera?

    Sera que saba que el grillo escondido entre las piedras no saldra?

    O sera que saba que el maz creca, creca y creca?

    Pero como nadie saba qu era lo que saba, to-dos lean el cuento de La Gallina Sabia para saber qu era lo que saba.

  • 2424

    Una maana, la gallina y sus pollitos andaban por las orillas del arroyo buscando qu comer.

    Los siete pollitos con sus pequeas y frgiles patitas escarbaban afano samente entre las hojas secas y la arena. Mientras tanto la gallina observaba los alrededores con ansiedad, pues hasta ese momento no haban encontrado ms que briznas y virutas.

    Era una gallina jabada que tena siete pollitos. Uno era blanco, otro colorado, haba otro pardo y los dems eran amarillos.

  • 2525

  • 26

    De pronto, la gallina vio a un grillo que iba saltando y cantando. Enseguida corri detrs de l para comrselo, pero el grillo dio un salto ms largo; logr ocultarse entre un montculo de piedras y no cant ms.

    A su vez, el pollito pardo descubri un grano de maz que reluca como un pequeo sol. En cuanto lo tuvo en el pico mir a sus hermanos, se apart de ellos y se ocult detrs de una mata de verbena. Intent tragarse el grano de maz, pero no pudo. Lo tir al suelo y lo cogi a picotazos para partirlo, pero tampoco pudo. Sucedi que el pollito blanco lo vio y corri hacia donde estaba el pollito pardo, afanado, intentando partir el grano. En cuanto el pollito pardo vio al inesperado intruso, tom otra vez el grano y ech a correr a toda prisa. Enseguida el pollito blanco sali detrs del pardo, que sali huyendo como un audaz fugitivo. Los otros cinco tambin se dieron cuenta y corrieron en bandada, persiguiendo al que tena el precioso grano amarillo en el pico.

    La gallina, por estar al acecho del grillo que segua oculto entre las piedras, no se haba dado cuenta del correteo, hasta que los siete pollitos

  • 27

    pasaron junto a ella, casi atropellndola y haciendo un gran alboroto. Enseguida sali detrs de sus pollitos para ponerles orden. En cuanto los alcanz, pregunt muy seria:

    Qu es lo que pasa aqu?

    El pollito colorado le respondi, sealando con el pico al que tena el maz:

    l encontr un maz y no nos quiere dar.

    27

  • 28

    La gallina se qued mirando a su pequeo con el grano de maz atravesado en el pico, con los ojos saltones y sofocado. Entonces le pregunt:

    Qu hars con ese grano de maz?

    El pollito mir severamente a sus hermanos, puso el grano de maz entre sus patas y segua alerta. Ahora pareca ms un aguilucho que un pollito y no contestaba nada. La gallina le repiti la pregunta:

    Anda, dime, qu hars con ese grano de maz?

    Es mi maz le contest. Yo lo he encontrado, lo partir y me lo comer.

    Y si no puedes partirlo? le pregunt la madre.

    Entonces me lo tragar.

    Y si no puedes tragrtelo?

    Yo ver qu hago con l. Es mi maz!

    Yo te dir qu vas a hacer con l. Haz primero lo que dices y si no puedes comrtelo,

  • 29

    entonces tus hermanos, uno a uno, irn intentando y el que logre comrselo ser el premiado.

    As hicieron. El que encontr el grano intent varias veces y no pudo partirlo, ni tragrselo. Luego, los dems, as como dijo la madre, fueron probando y ninguno logr comerse el tan apetecido maz.

    Ahora todos estaban expectantes en torno al reluciente grano a ver qu decida la madre. Ella se haba echado y luca dichosa, viendo a sus pollitos. Se levant y le dijo al que encontr el maz:

    Polluelo testarudo, coge tu maz y esprame aqu. Los dems vengan conmigo que les tengo una misin.

    Los llev al montculo de piedras donde estaba el grillo escondido y les dijo:

    Entre esas piedras hay un grillo escondido. Estn pendientes, si sale le caen entre todos. Ya regreso, no tardo.

    Y volvi donde estaba esperando el ansioso dueo del maz y le dijo:

    Ven, testarudo, sgueme.

  • 30

    El pollito recogi el maz y ech a caminar junto a la madre. De pronto se detuvo y puso el maz en el suelo. La gallina tambin se detuvo y le pregunt:

    Y qu pasa ahora?

    Madre, qu quiere decir testarudo?

    Que eres un pollito dispuesto a hacer lo que quieres y duro para obedecer.

    Pero no tanto dijo el pollito con un tono de humildad.

    Est bien, pardito, no eres testarudo, pero recoge tu maz y sigamos caminando.

    Caminaron hasta una parte alta y despejada. La madre le dijo:

    Reposa y escucha: ese maz que encontraste y que ni t, ni tus hermanos pudieron comer, debera comrmelo yo, pero no lo har. Con ese grano de maz haremos lo mejor que se puede hacer con l, as que har un hueco y lo guardars. Cuando seas un gallo que cante, vendrs y aqu encontrars tu apetecido maz. Fjate bien el sitio: entre las palmeras y el cerezo, mirando hacia el arroyo.

  • 31

    El pollito pardo, con gran pesar y resignacin, deposit su grano de maz en el hueco y la madre lo tap.

    31

  • 32

    Entonces regresaron al montculo de piedras, donde estaban los dems al acecho del grillo, pero este no sali. As que les toc irse para otras partes a seguir buscando qu comer.

    Despus de ese suceso pasaron muchos das, unos lluviosos y otros secos. Los pollitos crecieron. El dueo del maz, todas las maanas, intentaba cantar para poder ir por su anhelado grano. Pero, cada vez que se animaba, en vez del sonoro canto, lo que sala era un desentonado chirrido.

    Ahora era un vigoroso pollo de abundantes plumas parduscas y tena una hermosa cresta. Una maana, despus de intentar varias veces, por fin cant. De inmediato, corri para el sitio donde su madre le haba enterrado el maz. Se orient y encontr el lugar entre las palmeras y el cerezo, mirando hacia el arroyo.

    El gallo qued maravillado al encontrar que, en el sitio donde ocult su grano de maz, ahora haba una esplendorosa mata, casi desparramada de tantas mazorcas que tena. Y volvi a cantar con tanta fuerza y alegra, que su madre y sus hermanos acudieron al canto y quedaron asombrados ante aquel prodigio.

  • 33

    Para todos hay invit emocionado el gallo pardo, y entre todos hicieron un convite que dur varios das.

    33

  • El cantodel colibr

  • 37

    En el Valle del Gaviln, a orillas del mar, entre los cerros del Nisperal y el Cupino, haba una pareja de colibres que tena su nido en medio de un frondoso olivo. Vivan felices, andaban siempre alegres, uno detrs del otro y algunas veces se quedaban entre las ramas de un nspero, viendo correr el agua del arroyo. Tambin les gustaba ir al otro lado del arroyo para ver a un mono colorado, que haca maromas y daba grandes gritos.

    37

  • 38

    Por las tardes escuchaban el canto de una mirla que viva en un altsimo roble, desde donde se alcanzaba a ver el mar. Por ratos chupaban el rico nctar de las flores, pero su mejor momento era cuando se acurrucaban dentro del nido y se daban picos amorosos.

    Un da, sin que lo esperaran, se present una pareja de cucuruches dispuestos a habitar en el mismo rbol. En cuanto la pareja de cucuruches comenz a construir el nido, los colibres se opusieron.

    Qu piensa hacer aqu, amigo? le pregunt el colibr al cucurucho y ste le contest:

    Pues nuestro nido.

    Yo le recomiendo le dijo el colibr que mejor hagan su nido en otro rbol. Mire esa enorme bonga fresca y frondosa; en ella no vive ni un solo pjaro. Lo mismo en el hermoso laurel que est ms all, o en aquel nspero junto al arroyo. Este olivo es muy pequeo para dos familias.

    Le dir algo, amigo colibr. Le he prometido a mi amada hacer aqu nuestro nido, as lo haremos y no considero que el rbol sea pequeo. Ms bien creo que usted es un egosta.

  • 39

    Egosta no! replic el colibr. Lo que deseo es vivir feliz con mi compaera. Adems, aqu tambin viven unas abejas.

    Mientras los machos alegaban, las hembras permanecan calladas. El colibr entr en clera:

    Qu desgracia! grit.

    39

  • 40

    S, qu desgracia confirm la colibr. Pero la cucuruch le dijo:

    No hay tal desgracia. Todos podemos ser amigos y convivir.

    Eso nunca! aleg el colibr y ech a volar. La hembra sali detrs de l.

    En un rbol de guayacn, un poco ms all del nspero, a orillas del arroyo, viva una pareja de canarios. Hacia all se dirigieron los colibres y les contaron a sus amigos canarios lo que estaba pasando con los cucuruches.

    Y por qu razn no aceptan convivir con los cucuruches? pregunt el canario.

    Porque son unos vulgares escandalosos y todo el da se la pasan con su fastidioso cucurucheo respondi el colibr.

    Y comen cucarachas agreg la colibr.

    Oh, Dios mo! exclam la canaria. De verdad que es una tragedia. Y son grandes esos canallas, ni modo de echarlos por la fuerza.

    Pero los que comen cucarachas no son otros? pregunt el canario.

  • 41

    Estos tambin sostuvo el colibr, y son unos brbaros y construyen unos nidos apes tosos.

    Mientras los colibres y los canarios hablaban, el cucurucho iba y vena con pedacitos de ramas y la hembra los organizaba cuidadosamente para ir formando el nido.

    Los canarios aconsejaron a los colibres que lo mejor era que abandonaran el olivo y cons truyeran un nuevo nido en otro rbol. Pero el colibr no acept esto y le declar la pelea a los cucuruches, atacndolos con certeros pico tazos.

    Los cucuruches, a pesar de ser casi cuatro veces ms grandes que los colibres, se vieron en apuros con el colibr, que era muy veloz y constante en sus ataques. Sin embargo, el furioso colibr no lograba lastimar a sus enemigos. Como no lo lograba, el colibr se suspenda en el aire y mova sus alas a una velocidad sorprendente lanzando insultos contra los cucuruches. En ocasiones el cucuruch se animaba a atacar, pero cuando lo haca, ya el colibr no estaba all. Era como un fantasma que apareca y desapareca a cada instante, debido a su ve locidad.

  • 42

    En contra de la voluntad del colibr, la hembra, ayudada por los canarios, construy un nuevo nido en la bonga. Pasaron los das, pero el colibr nunca se resign a su nueva condicin de vida en la bonga y viva al acecho. En cuanto uno de los cucuruches sala del olivo, se iba detrs y lo atacaba. El canto del colibr era desafiante: un constante, tiec, tiec, tiec que mortificaba a los cucuruches.

    42

  • 4343

  • 44

    Una tarde, la colibr convid a su compaero a escuchar el canto de la mirla y a ver el mar.

    Ahora no puedo dedicarme a tonteras le contest el colibr. Se me ha ocurrido un plan genial para deshacernos de esos apestosos cucuruches y no puedo perder tiempo.

    Eres un insensato le dijo ella y te has dejado arrastrar por tu orgullo.

    El colibr la mir de una manera despectiva y le dijo:

    Primero fue el apestoso cucuruch el que me acus de egosta; ahora vienes t a tratarme de insensato y orgulloso. Vete al fin del mundo!

    Por supuesto, la colibr no parti para el fin del mundo, pero s vol para donde sus amigos canarios y con ellos se fue a escuchar a la mirla.

    Mientras tanto, el colrico colibr fue a proponerle su plan genial a las abejas que vivan en el olivo. La abeja reina fue informada de la visita del colibr y, rodeada de un numeroso cortejo de znganos, sali a recibirlo.

  • 45

    Seora reina de las abejas, deseo que usted me ayude dijo el colibr.

    En qu te puedo ayudar, querido co libr?

    Ya debe usted saber que en nuestro olivo viven ahora unos escandalosos cucu ruches.

    S, ya lo s y tambin s que ustedes ahora viven como reyes en uno de los rboles ms grandes del valle y s que te la pasas atacando a los cucuruches. Pero dime, qu puedo hacer por ti, querido colibr?

    Seora reina de las abejas, deseo volver al rbol, pero sin esos apestosos cucuruches. Por eso vengo a pedirle que me ayude con todo su enjambre a atacar a esos invasores y que se vayan.

    Oh, querido colibr! pero qu me pides? Esto es imposible, nosotras las abejas no debemos romper las leyes de la naturaleza. Por tal razn, no atacaremos a quien no nos ataca. La ayuda que te puedo dar es un buen consejo: olvida a esos cucuruches y vive la vida feliz al lado de tu compaera, ten hijos y aprovecha el privilegio de poder chupar el nctar de las flores.

  • 46

    No muy contento, el colibr se despidi de la seora reina de las abejas y se fue para el otro lado del arroyo, donde viva el mono colorado que se la pasaba haciendo maromas y dando grandes gritos.

    46

  • 47

    Hola, hermano mono salud el colibr.

    Hola, don colibr, qu lo trae por aqu?

    Un gran problema, hermano mono.

    Un gran problema? repiti el mono ponindose serio.

    S, hermano mono. Se trata de unos apestosos cucuruches que se han mudado al olivo donde yo haba vivido toda mi vida y acabaron con mi tranquilidad.

    Y qu puedo hacer yo? pregunt el mono, moviendo los hombros.

    Quiero que vayas al olivo y desbarates el nido que hicieron.

    Eso jams! dijo enfticamente el mono, en ese olivo viven unas abejas que pican muy duro. Adems, esa no es la mejor forma de arreglar los problemas, ms bien te dar un consejo.

    No quiero ms consejos! grit molesto el colibr. Es lo nico que saben decir: consejos, consejos. Adis, mono.

    Adis, don colibr.

    47

  • 48

    Muy enfadado, el colibr regres a la bonga. Permaneci callado y mirando hacia lo lejos. Hasta que la cucuruch sali del nido y vol hacia el arroyo. Enseguida se escuch el mortificante tiec, tiec, tiec del colibr, quien de una vez sali tras ella para atacarla, olvidando as el buen consejo de la seora reina de las abejas.

    El colibr rondaba constantemente el olivo y no dejaba de escucharse su desafiante tiec, tiec, tiec, tiec. Slo dejaba tranquilos a los cucuruches cuando tena hambre y se iba a chupar el rico nctar de las flores.

  • 49

    Ahora la colibr pasaba la mayor parte del tiempo sola y triste, pensando, pensando y mirando hacia lo lejos.

    Haba otro colibr que se la pasaba rondando por ah, chupando las flores y cantando alegremente. Una maana se encontr con la colibr y se hicieron amigos.

    Por qu tu compaero se la pasa atacando a los cucuruches? pregunt el colibr amigo.

    Antes vivamos en el olivo. Un da llegaron los cucuruches y nos toc venirnos para ac en contra de nuestra voluntad. Desde ese da mi compaero se la pasa peleando con sos y nunca tiene tiempo para m.

    Si t quieres le propuso el colibr amigo, vamos a pasear. Ms all del cerro hay otro valle y ms all otro cerro; hay muchos rboles, muchas plantas con ricas flores y ms arroyos y todo es muy bonito Qu te parece, eh?

    S, vamos dijo ella.

    Y volaron hacia el cerro del nisperal. Volaban, cantaban, se elevaban y se alejaban ms. Muy pronto sobrepasaron el cerro y descendieron

  • 50

    hacia el otro valle. Se fueron internando ms, su canto ya no se escuchaba. Eran dos diminutos puntos en el horizonte, y siguieron alejndose hasta que desa parecieron en la inmensidad del valle.

    50

  • 51

    Ese fue el da en que el colibr fustig ms a los cucuruches, y se acost tan cansado que no se dio cuenta de la ausencia de la hembra. A la maana siguiente, apenas se despert, se par en el borde del nido y se qued mirando fijo hacia el olivo, esperando la salida de los cucuruches para hacerles el primer ataque del da. Pero las que aparecieron en gran cantidad fueron las abejas; haba tantas que parecan un aura dorada en torno al rbol. Por ltimo sali la abeja reina, rodeada por su numeroso cortejo de znganos. Y como si fueran una nube de oro, avanzaron hacia la bonga donde estaba el colibr observando.

    51

  • 5252

    Buenos das, querido colibr le dijo la abeja reina.

    Buenos das, seora reina contest el colibr.

    Me imagino que debes estar muy feliz.

    No tengo ningn motivo para estar feliz dijo el colibr.

    Acaso no te alegras porque los cucuruches se han marchado del olivo? pregunt la abeja reina.

    Que se han marchado? interrog sorprendido el colibr.

    S le confirm la abeja reina, ayer se despidieron de m. Me cont el macho que la hembra no soportaba ms la gritera del mono colorado y por eso decidieron irse.

  • 53

    Por la gritera del mono colorado? murmur el

    colibr y dej el pico abierto.

    S, por eso se fueron, querido colibr. Avisa a tu

    compaera y que sean felices.

    La abeja reina se fue con sus znganos a pasear por el valle y el colibr se

    dedic a buscar a la hembra. Le pregunt por ella a los

    canarios, al mono colorado, a la mirla. Busc por todas

    partes y pregunt a todo el que se encontraba, pero

    ninguno le dio razn de la hembra.

    El colibr estaba molesto por no hallar a su

    compaera. Y as se qued porque la colibr

    nunca ms volvi.

    53

  • La liblula que sabacontar historias

  • La liblula que sabacontar historias

  • 57

    Esta vez se trata de una liblula dorada que viajaba del sur de la India hacia el frica con una bandada de hermanos de su especie; se haba quedado un tanto rezagada en la audaz travesa.

    La liblula volaba por encima del verde follaje de la selva, aminorando la velocidad de su vuelo de vez en cuando para observar por entre los espacios de los rboles.

    57

  • 58

    Volaba en crculo en torno a ciertos rboles, descenda hasta rozar el suelo y se elevaba de nuevo para husmear hacia todas partes con sus globosos ojos negros. Algo buscaba. Haba volado un gran trayecto sin encontrar lo que deseaba. Se detuvo sobre el frondoso penacho de una palmera y desde ah contempl un arroyuelo, cuyas aguas descendan de la montaa.

    Le llam la atencin ver a un cocuyo que paseaba como navegante sobre una hoja arrastrada por la corriente. Luego su mirada se pos en un guila, un len y una serpiente que se hallaban reunidos junto a un pedregoso y sonoro recodo del arroyuelo. El guila estaba parada sobre un tronco seco y cubierto de hongos y de matorrales; el len reposaba sobre el prado y la serpiente, enroscada en su cuerpo, hablaba y se balanceaba. Deba ser muy importante lo que deca la serpiente, pues ellos prestaban mucha atencin. Entre el guila y el len haba un arbusto de color morado, deshojado y casi cubierto de florecillas rojas. En ese momento, lleg la liblula y se pos sobre una de sus frgiles ramas y les dijo:

    Hola, amigos, soy la liblula cuentera que se la pasa viajando y contando historias.

  • 59

    El guila, el len y la serpiente se miraron entre s, extraados, como si no fuera con ellos. Ninguno contest el saludo. Pero la liblula no se dio por vencida y les pro puso:

    Ando buscando a quienes quieran escuchar mis cuentos. He visto mucho mundo, le he dado cinco veces la vuelta a la tierra y vengo cargada de recuerdos.

    El guila mir fijamente a la liblula y le dijo:

    Ahora no nos interesan tus historias. Estamos tratando asuntos muy serios como para detenernos a escuchar tus cuentos.

    La liblula mir al len con el ojo derecho y a la serpiente con el izquierdo.

    Y ustedes qu dicen? les pregunt.

    El len sacudi la espesa melena y dej escuchar su intimidante vozarrn.

    No es el lugar ni el momento.

    La serpiente, que no haba dejado de balancearse, se qued quieta y en un tono nada amigable, respondi:

    Vete!

  • 6060

    Y asom su amenazadora lengua varias veces.

    La liblula vol hacia otro arbusto que estaba detrs del len, y desde ah les dijo:

    No saben de lo que se pierden.

  • 61

    Agit sus cuatro alas, sacudi la cola y ech a volar a gran velocidad; tanta, que zumbaba como un enjambre de abejas. Alcanz el copo de un bamb, se pos sobre una de sus ramas y de reojo mir de nuevo a los tres con quienes acababa de pasar un mal rato. Vol hacia otro bamb que estaba a su derecha y desde ah observ que ms all haba otros tres animales reunidos: un perro, un jabal y una cocodrila.

    El perro olfateaba y escarbaba afanosamente la tierra; la cocodrila y el jabal lucan expectantes. En eso lleg la liblula y se par entre la cocodrila y el jabal, como un espectador ms.

    Hola, amigos, soy la liblula cuentera que se la pasa viajando y contando historias.

    El perro se detuvo y alz la cabeza para ver a la recin llegada; el jabal mir hacia su izquierda y la cocodrila a su derecha. Esta ltima, con voz lenta y cavernaria, le contest:

    Hoolaaa, liibluuulaaaaa.

    Libe, qu? pregunt el perro.

    Liblula le contest el jabal.

    Liblula? volvi a preguntar el perro.

  • 6262

    S le confirm la cocodrila con su lenta voz de eco.

    Qu liblula ni qu nada dijo el perro. A este gusano amarillento con alas le llaman caballito del diablo.

    Caballito del diablo o liblula, como te llames, qu es lo que quieres? le pregunt el jabal.

    Que escuchen unas de mis historias. He visto mucho mundo, le he dado cinco veces la vuelta a la tierra y vengo cargada de recuerdos.

    Ve y le cuentas a los gusanos le dijo el jabal. Ahora nuestro nico inters es darnos cuenta de lo que hallar nuestro amigo perro en su excavacin.

  • 6363

  • 64

    El perro, que segua escarbando, par una vez ms para decirle a la liblula:

    S, mejor vete al diablo, caballito!

    Y la cocodrila ech a andar lentamente hacia la liblula y de su bocaza sali un largo y amenazador:

    Aaaaaaaaaaaa!

    Casi todos son iguales, no quieren escuchar les dijo la liblula.

    La incansable viajera zumb de nuevo sus alas y vol bajo. No haba avanzado mucho cuando escuch cierta nota sonora y, atrada por la armoniosa meloda, se dirigi hacia el lugar de donde provena.

    En un pequeo espacio, a orillas de un pozo de aguas cristalinas, estaban una rana, un grillo y una cigarra. Los tres cantaban al mismo tiempo. La liblula se pos frente a ellos, pero no dijo nada. Se qued escuchando, maravillada, la armona musical. Fue la rana quien advirti la presencia de la liblula.

    Hola, liblula! Qu haces ah tan calladita? Anmate a ser parte de nuestro coro.

  • 65

    S! se escuch la voz de trompetilla del grillo, que nos acompae con el zum, zum de sus alas.

    Y la cigarra agreg:

    A esta cancin la llamaremos La zumba que zumba, zumba.

    Magnfica idea les contest la liblula, de verdad me siento muy halagada por tan generosa invitacin, pero lo que a m me gusta hacer es narrar historias, y es mi deseo contarles unas, son muy buenas. Le he dado cinco veces la vuelta a la tierra y durante esos viajes he visto y aprendido muchas cosas. Qu les parece?

    A m me parece estupendo dijo la rana.

    A m tambin confirm el grillo y dio un salto.

    Yo tambin estoy de acuerdo dijo la cigarra, pero propongo que despus de contar, que zumbe!

    Acepto contest de inmediato la liblula. Con tal de que me escuchen, soy capaz de zumbar como una cometa.

  • 66

    Y de qu tratan las historias que nos vas a contar? pregunt la rana.

    Les puedo contar de lo que ustedes quieran. Historias de nosotros los animales o de los seres humanos. Aventuras, cuentos divertidos, de terror o fbulas. De qu quieren?

    Yo quiero escuchar una aventura de los seres humanos dijo la rana.

    Y yo una de terror pidi el grillo con su voz de trompetilla, dando otro salto.

    Y la cigarra volvi con el tema del zumbido.

    Con tal de que zumbe, lo que cuente est bien. Y si es de nosotros los animales, mejor. Pero que zumbe!

    Estupendo dijo animadamente la liblula. Entonces para comenzar les narrar una de las mejores historias de los seres humanos. Se trata de La loba roja y los tres marranos bailarines.

    Mientras narraba la historia, la liblula tom la actitud de una experimentada aventurera frente a su auditorio.

  • 67

    Era una vieja bruja que vivi ms de mil aos haciendo brujeras. Tena el pelo rojo y la cara alargada como la de los lobos. Por esto en su pas la llamaban la loba roja. Una vez se transform en lechuza, atraves el mar y lleg a un pas donde vivan tres hermanos que se haban encerrado en el reducido mundo de sus propias fantasas y no aceptaban escuchar historias contadas por otros que no fueran ellos mismos. Por eso saban poco y eran unos hombres incautos. Cuando la loba roja se top con ellos, le fue fcil engaarlos. Se les present como una bella joven que hablaba con dulce voz y los cautiv. Luego les dio para que bebieran una pcima verde y espesa, con la promesa de que los hara inteligentes y muy fuertes, pero no fue as. En cambio, los convirti en marranos, en unos ridculos marranos bailarines. Si los pjaros cantaban, bailaban; si los grillos cantaban, bailaban; si los gatos maullaban, bailaban. Y as se la pasaron, bailando ridculamente hasta el final de sus vidas.

  • 68

    Mientras la liblula narraba, el grillo, la rana y la cigarra escuchaban inmviles; apenas se adverta su respiracin y de cuando en cuando espabilaban. Por un lado llegaron un loro, un burro, un toro y dos turpiales; por el otro, un elefante, un hipoptamo y una jirafa; por el frente se presentaron un conejo, una morrocoya y un cocuyo, el que navegaba sobre la hoja en el arroyo. As como iban llegando, se sumaban al silencioso auditorio de la liblula.

    Los ltimos en llegar fueron el perro, el jabal y la cocodrila. Los de adelante estaban apretujados, tanto que no haba por dnde pasar. Al perro, que no era muy grande, le toc pararse en dos patas y apoyarse sobre el lomo de su amigo el jabal para poder ver. La cocodrila se abri paso con su trompa por debajo de los dems.

    Luego se presentaron el guila, el len y la serpiente.

  • 6969

  • 70

    El guila se pos sobre una de las ramas ms bajas de un cerezo; la serpiente se enrosc en una vara de bamb y extendi su cabeza hacia donde se encontraba la liblula. Por ltimo lleg el len, se plant detrs del auditorio, dio un gran rugido y de inmediato todos abrieron paso. Avanz hacia la liblula, se ech frente a ella y le dijo:

    Liblula, puedes volver a contar la misma historia? slo alcanc a escuchar el final y no entend nada.

    Est bien contest la liblula, lo har porque es una historia breve y de verdad deseo que la escuches, amigo len.

    La liblula volvi a contar la historia de La loba roja y los tres marranos bailarines y cuando termin, el perro, el jabal y la cocodrila se miraron entre s, como si el cuento fuera con ellos. Y lo mismo hicieron el guila, el len y la serpiente.

    Ahora la liblula se vea feliz por tener ante s a tan numeroso y variado auditorio. Y su cautivante voz de aventurera era lo nico que

  • 71

    se escuchaba en aquel exuberante paraje de la selva.

    Ahora les contar una historia emocionante. Se trata de El mono, la ardilla y el guacamayo ha blador.