A 13 años de la tragedia de Vargas

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Más que los números y los recuerdos periodísticos, hablan quienes sobrevivieron y lograron una segunda oportunidad. Para ellos es inevitable un “antes y un después” del deslave, pero no se quedaron enganchados a lo que pasó hace doce años “Jamás se me olvidará la imagen de una mujer cubierta con una sábana blanca que luego se la llevó la corriente. Luego me dicen que mis padres están muertos. Fue todo muy duro. En ese momento yo no pensaba en lo material”. Carla Salcedo era una adolescente cuando el deslave la sorprende en su casa de la calle Isabel La Católica de Macuto. En un momento se sintió sola y desamparada ante las confusas informa- ciones sobre la situación real de sus familiares. La incertidumbre y el miedo al futuro inmediato se convirtieron en sus principales preocupaciones cuando apenas comienza a escampar. “Un niño no ve lo que ven los adultos. Nosotros no llorábamos por nuestras pertenencias, sino por no saber si habría un día siguiente porque nos sentíamos solos, desamparados”, recuerda mientras hace un esfuerzo por no quebrar la voz. Por fortuna para Carla fue solo un malentendido lo de la muerte de sus padres. A los pocos días ocurre el reencuentro familiar y los planes para un nuevo comienzo, que no puede ser en el lugar donde vivieron por tantos años. Todo está destruido. Esa nueva oportunidad se da en Caracas, donde termina su bachillerato y se gradúa de periodista. Como comuni- cadora, en su corta carrera, ya ha sido productora de radio y en la actualidad trabaja para un medio impreso de la comunidad lusitana. “Yo asumí aquella experiencia como una gran lección de vida. Si sobreviví fue por algo, porque vi como murieron vecinos y desconocidos y parecía como más fácil morir que salir con vida. Me aferré a la vida porque no me quedaba otra cosa” “Estamos prestados en este mundo” Carmen de Uria, al este de Vargas, fue uno de los sitios más devastados por la tragedia de 1999. Allí se encontraba Luis So- lórzano, un ingeniero de audio junto a su familia. “Nosotros estábamos montados en un tercer piso y el agua lle- gaba allí. Yo sacaba la mano y tocaba el agua”, recuerda como primera imagen de aquellos angustiosos momentos. Una muerte segura fue lo que algún instante se vislumbraba como consecuencia del desastre que los rodeaba. “Llegó un mo- mento en que mi esposa y yo nos despedimos. Porque ya no veí- amos para donde agarrar. Nos despedimos y nos encomendamos a Dios”, agrega Solórzano en su conmovedora descripción del 15 de diciembre de 1999, sin dejar de mencionar la honda preocupa- ción por salvar a sus seres queridos. Sin embargo ese invocación al Creador parece que dio sus frutos en el caso de Luis y los suyos. “Ocurrió un milagro. Bajó tanto material, piedras, escombros y árboles, que armó un tapón y desvió el agua hacia otro sitio. Eso nos salvó”. Sin nada en lo material, Luis Solórzano emprende un lejano éxodo hacia Anaco. Allá comienza a ejercer su profesión y presta sus servicios a radioemisoras locales. Pero le resulta imposible olvidar el terruño, y todo lo que se dejó atrás. “Empecé el último año a venir cada vez más seguido a La Guaira. Renació ese sentimiento hacia el litoral central. Y decidimos venirnos a Vargas”. Comenzar de nuevo no fue fácil. Pero con perseverancia y trabajo duro, Luis logró instalar su propio estudio de audio en Maiquetía, y en la actualidad es de los más cotizados entre emisoras de radio, anunciantes y bandas locales. El sufrimiento, las horas a merced de la furia de la naturaleza y sentirse ante un futuro incierto, dejaron en él una huella profunda. “Esa lección la aprendí así: hoy estás y mañana no sabes si estás. Estamos aquí prestados. No hay que perder el tiempo y aprovecharlo, y no postergar muchas de las cosas que podemos disfrutar en el presente”. Otros los asumen como el inicio de un nuevo existir “Decidí luchar hasta el final” Llamada internacional. Al otro lado de la línea atiende un biólogo, Ignacio Bazó, quien accede a dar su testimonio sobre lo vivido en la tragedia de Vargas de 1999. Este venezolano, quien hoy es docente en Valladolid, España, se encontraba en uno de los sitios más neurálgicos de aquellos aciagos días: Los Corales. El golpe emocional y material fue tan fuerte que decidió, ante un mañana incierto, probar suerte en la Madre Patria. “Pasé de tener un estilo de vida a no tener nada. Desapareció mi casa en la calle 9. Todo cambió para mi cuando escampaba la tarde del 16 de diciembre. Pero que- damos todos vivos en mi familia, que fue lo más importante. Yo pude salvar a mi mamá y uno de mis hermanos a mi papá”, rememora desde el otro lado del Atlántico. Ignacio no se doblegó con la adversidad, a pesar de la amenaza que lo rodea y el he- cho de quedarse sin nada, en lo material. Decidió encarar su destino para no sucumbir y poder ayudar a los suyos. “Mientras estaba viviendo la tragedia yo dije que iba a luchar hasta el final. Hasta que pueda, así me caigan algunas piedras y escombros. Vimos morir personas, a mi se me sa- lió de las manos una señora que trataba de salvar y se la llevó la corriente, hasta que pu- dimos llegar a una casa que aún quedaba en pie”. Doce años después de aquellos eventos, Ignacio Bazó tiene más claro que nunca qué es lo más importante para él, que no es precisamente una casa y un carro, lo que se llevó el deslave. “Hay que perseverar, no hay que dejarse morir”. Como en La vida es bella Katherine Chacón era la directora del Museo Armando Reverón de Macuto cuando ocurre el de- sastre natural de 1999. El 15 y 16 de diciembre de aquel año se encontraba en su apartamento de la urbanización Alamo mientras veía como su edificio era rodeado por la montaña que bajaba hacia la costa. Su mayor preocupación era su pequeña hija Manuela, que en ese momento tan solo tenía dos años. “Pero yo me acordé de la película ‘La vida es bella’, y de alguna forma quise transmitirle a Manuela una visión distinta de toda la tragedia. Trataba, en medio de mis temores y todo el miedo que sentía, que eso que pasaba no era nada malo. Le decía quer allá abajo había un río de chocolate. Que no sintiera miedo, porque cuando somos niños nos aferramos mucho a nuestros padres y yo quería transmitirle seguridad a ella”, recuerda su original reacción. La vida no se detuvo luego de la tragedia. Katherine Chacón continuó adelante con su carrera en el mundo de las artes y llegó a ser directora de otros dos museos en Caracas: el Carlos Cruz-Diez y el Alejandro Otero. Posteriormente pasó a la Dirección de Patrimonio de la Cancillería de donde se jubiló en agosto pasado. Pero llegar a todo eso no fue nada sencillo, fueron muchas cosas por superar, muchas experiencias a las cuales sobreponerse. “Llegué a punto que no quería, que no podía, ver las fotos de mi hija en la guardería en el litoral, o las fotos de los compañeros y los tiempos vividos en el Museo Reverón. Era muy duro. Tuve que superar a todo aquello. Yo venía de Caracas, pero me había encariñado muchísimo con Vargas y su gente”. Hubo dolor y desarraigo, pero también ganas de continuar adelante. El tiempo tam- bién ayuda con su paso, porque deja atrás otras páginas, pero no así el apren- dizaje que se lleva en el alma. “Viene la desgracia y uno la encara con la fe de que lo podrás superar y que vendrá algo mejor. La vida sigue”. C ientos o miles de muer- tos. Millones de metros cúbicos de material ve- nido del cerro e infinitos litros de agua caídos del cielo. Tantas hectáreas arrasadas y un paisaje modificado en horas de forma violenta. No falta quien con- tabilice los millones de dólares pro- metidos para la reconstrucción y lo que, presuntamente, pasó a los bolsillos de alguno que otro buró- crata sin levantar ni una sola obra. A doce años de la Tragedia de Vargas de 1999 son muchos los nú- meros y las estadísticas que se ma- nejan, casi siempre girando en torno a temas recurrentes cada vez que llega esta fecha: lo que se per- dió, lo que se prometió, lo que no se hizo y lo que falta por hacer. Pero detrás de las cifras, los re- cuerdos dolorosos, lo devastado, los que aún no aparecen, las de- nuncias y las esperanzas, hay seres humanos que en aquellos dramá- ticos días les era más fácil sucumbir que sobrevivir. Aunque parezca in- creíble para ellos mismos, la se- gunda alternativa les cayó como una bendición del cielo. Sí, salie- ron con vida y su vida no volvió a ser la de antes. Cinco personas, los días 15 y 16 de diciembre, tenían algo en co- mún: luchaban por no ser arrasa- dos por el peor desastre natural del que se tenga memoria en la histo- ria venezolana. Por fortuna lo lograron y rena- cieron. He aquí sus historias. M E A F E R R É A L A V I D A p o r q u e n o m e q u e d a b a o t r a c o s a V a r g a s 1 9 9 9 : u n a t r a g e d ia y c i n c o h is t o ri a s Juan Ernesto Páez-Pumar [email protected] “La vida me cambió en minutos” “Nos salvamos porque logramos pasar a la casa de al lado de mi tía, a través de una terraza lateral. Pu- dimos ir pasando de casa en casa hasta que el peor día, el 16 de diciembre, nos quedamos varias familias en el te- cho de una vivienda. Pude ver desde allí como el deslave se llevaba varias casas con familias enteras. Todo ello hasta que pudimos salir en helicóptero”. Elizabeth Gaspar es ama de casa y comerciante. Su testi- monio se produce gracias a una conexión telefónica con Tenerife, en las Islas Canarias, donde decidió emigrar luego de la tragedia de 1999. En aquellos días estaba en su casa, muy cerca de la iglesia de Los Corales. Su historia es como la de muchos litoralenses: despertó en una nueva realidad. “La vida me cambió en minutos. Pero tuve que sobrepo- nerme, pensar positivo para no ahogarme en todo aquello. Me ha ido muy bien, me viene a Canarias, me casé, tengo dos hijos y muchos proyectos familiares y económicos, aunque en principio fueron ingratos recuerdos, por los vecinos muertos, la des- trucción y luego los saqueos que me dieron muchísima rabia”. Elizabeth puso todo lo que estuvo a su alcance para dejar atrás esos fan- tasmas y enterrar los sentimientos oscuros. Hoy su voz salta de emoción so- bre el presente y el futuro gracias a la nueva vida que se ha dado junto a su es- poso, también sobreviviente del desastre natural del 99. “Lo material viene y va, por alguna razón u otra. Lo más importante es lo que eres y puedes mejorar como ser humano y compartirlo con la gente que amas. Eso es lo más importante”. “Si sobreviví fue por algo” 4 5 Viernes 16 de diciembre de 2011 tema de hoy Viernes 16 de diciembre de 2011 2001.com.ve tema de hoy

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Diagramación del trabajo especial sobre la tragedia de Vargas en 1999. Redactor: Juan Páez Pumar

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Más que los números y los recuerdos periodísticos, hablan quienes sobrevivieron y lograron una segunda oportunidad. Para ellos es inevitable un “antes y undespués” del deslave, pero no se quedaronenganchados a lo que pasó hace doce años

“Jamás se me olvidará la imagen de una mujer cubierta con una sábana blanca que luego sela llevó la corriente. Luego me dicen que mis padres están muertos. Fue todo muy duro. Enese momento yo no pensaba en lo material”.Carla Salcedo era una adolescente cuando el deslave la sorprende en su casa de la calle IsabelLa Católica de Macuto. En un momento se sintió sola y desamparada ante las confusas informa-ciones sobre la situación real de sus familiares. La incertidumbre y el miedo al futuro inmediato seconvirtieron en sus principales preocupaciones cuando apenas comienza a escampar.“Un niño no ve lo que ven los adultos. Nosotros no llorábamos por nuestras pertenencias, sino por nosaber si habría un día siguiente porque nos sentíamos solos, desamparados”, recuerda mientras haceun esfuerzo por no quebrar la voz.Por fortuna para Carla fue solo un malentendido lo de la muerte de sus padres. A los pocos días ocurre elreencuentro familiar y los planes para un nuevo comienzo, que no puede ser en el lugar donde vivieron portantos años. Todo está destruido. Esa nueva oportunidad se da en Caracas, donde termina su bachillerato y se gradúa de periodista. Como comuni-cadora, en su corta carrera, ya ha sido productora de radio y en la actualidad trabaja para un medio impreso de lacomunidad lusitana.“Yo asumí aquella experiencia como una gran lección de vida. Si sobreviví fue por algo, porque vi como murieron vecinos ydesconocidos y parecía como más fácil morir que salir con vida. Me aferré a la vida porque no me quedaba otra cosa”

“Estamos prestados en este mundo”

Carmen de Uria, al este de Vargas, fue uno de los sitios másdevastados por la tragedia de 1999. Allí se encontraba Luis So-

lórzano, un ingeniero de audio junto a su familia. “Nosotros estábamos montados en un tercer piso y el agua lle-gaba allí. Yo sacaba la mano y tocaba el agua”, recuerda como

primera imagen de aquellos angustiosos momentos.Una muerte segura fue lo que algún instante se vislumbraba

como consecuencia del desastre que los rodeaba. “Llegó un mo-mento en que mi esposa y yo nos despedimos. Porque ya no veí-

amos para donde agarrar. Nos despedimos y nos encomendamosa Dios”, agrega Solórzano en su conmovedora descripción del 15

de diciembre de 1999, sin dejar de mencionar la honda preocupa-ción por salvar a sus seres queridos.

Sin embargo ese invocación al Creador parece que dio sus frutos enel caso de Luis y los suyos. “Ocurrió un milagro. Bajó tanto material,piedras, escombros y árboles, que armó un tapón y desvió el agua

hacia otro sitio. Eso nos salvó”.Sin nada en lo material, Luis Solórzano emprende un lejano éxodo

hacia Anaco. Allá comienza a ejercer su profesión y presta sus serviciosa radioemisoras locales. Pero le resulta imposible olvidar el terruño, y

todo lo que se dejó atrás. “Empecé el último año a venir cada vez másseguido a La Guaira. Renació ese sentimiento hacia el litoral central. Y

decidimos venirnos a Vargas”.Comenzar de nuevo no fue fácil. Pero con perseverancia y trabajo duro, Luis

logró instalar su propio estudio de audio en Maiquetía, y en la actualidad esde los más cotizados entre emisoras de radio, anunciantes y bandas locales.

El sufrimiento, las horas a merced de la furia de la naturaleza y sentirse ante unfuturo incierto, dejaron en él una huella profunda. “Esa lección la aprendí así: hoyestás y mañana no sabes si estás. Estamos aquí prestados. No hay que perder el

tiempo y aprovecharlo, y no postergar muchas de las cosas que podemos disfrutar en elpresente”.

Otros los asumen como el inicio de un nuevo existir

“Decidí luchar hasta el final”

Llamada internacional. Al otro lado de la línea atiende un biólogo,Ignacio Bazó, quien accede a dar su testimonio sobre lo vivido en la

tragedia de Vargas de 1999. Este venezolano, quien hoy es docente enValladolid, España, se encontraba en uno de los sitios más neurálgicos deaquellos aciagos días: Los Corales. El golpe emocional y material fue tan

fuerte que decidió, ante un mañana incierto, probar suerte en la Madre Patria. “Pasé de tener un estilo de vida a no tener nada. Desapareció mi casa en la calle

9. Todo cambió para mi cuando escampaba la tarde del 16 de diciembre. Pero que-damos todos vivos en mi familia, que fue lo más importante. Yo pude salvar a mi

mamá y uno de mis hermanos a mi papá”, rememora desde el otro lado del Atlántico.Ignacio no se doblegó con la adversidad, a pesar de la amenaza que lo rodea y el he-

cho de quedarse sin nada, en lo material. Decidió encarar su destino para no sucumbir ypoder ayudar a los suyos.

“Mientras estaba viviendo la tragedia yo dije que iba a luchar hasta el final. Hasta quepueda, así me caigan algunas piedras y escombros. Vimos morir personas, a mi se me sa-lió de las manos una señora que trataba de salvar y se la llevó la corriente, hasta que pu-

dimos llegar a una casa que aún quedaba en pie”.Doce años después de aquellos eventos, Ignacio Bazó tiene más claro que nunca qué es lo

más importante para él, que no es precisamente una casa y un carro, lo que se llevó eldeslave.

“Hay que perseverar, no hay que dejarse morir”.

Como en La vida es bella

Katherine Chacón era la directora del Museo Armando Reverón de Macuto cuando ocurre el de-sastre natural de 1999. El 15 y 16 de diciembre de aquel año se encontraba en su apartamento de la

urbanización Alamo mientras veía como su edificio era rodeado por la montaña que bajaba hacia la costa.Su mayor preocupación era su pequeña hija Manuela, que en ese momento tan solo tenía dos años.

“Pero yo me acordé de la película ‘La vida es bella’, y de alguna forma quise transmitirle a Manuela una visión distinta de toda latragedia. Trataba, en medio de mis temores y todo el miedo que sentía, que eso que pasaba no era nada malo. Le decía quer allá abajo había

un río de chocolate. Que no sintiera miedo, porque cuando somos niños nos aferramos mucho a nuestros padres y yo quería transmitirleseguridad a ella”, recuerda su original reacción.

La vida no se detuvo luego de la tragedia. Katherine Chacón continuó adelante con su carrera en el mundo de las artes y llegó aser directora de otros dos museos en Caracas: el Carlos Cruz-Diez y el Alejandro Otero. Posteriormente pasó a la Dirección de

Patrimonio de la Cancillería de donde se jubiló en agosto pasado. Pero llegar a todo eso no fue nada sencillo, fueronmuchas cosas por superar, muchas experiencias a las cuales sobreponerse.

“Llegué a punto que no quería, que no podía, ver las fotos de mi hija en la guardería en el litoral, o las fotosde los compañeros y los tiempos vividos en el Museo Reverón. Era muy duro. Tuve que superar a todo

aquello. Yo venía de Caracas, pero me había encariñado muchísimo con Vargas y su gente”.Hubo dolor y desarraigo, pero también ganas de continuar adelante. El tiempo tam-

bién ayuda con su paso, porque deja atrás otras páginas, pero no así el apren-dizaje que se lleva en el alma.

“Viene la desgracia y uno la encara con la fe de que lopodrás superar y que vendrá algo mejor.

La vida sigue”.

Cientos o miles de muer-tos. Millones de metroscúbicos de material ve-nido del cerro e infinitoslitros de agua caídos del

cielo. Tantas hectáreas arrasadas yun paisaje modificado en horas deforma violenta. No falta quien con-tabilice los millones de dólares pro-metidos para la reconstrucción y loque, presuntamente, pasó a losbolsillos de alguno que otro buró-crata sin levantar ni una sola obra.A doce años de la Tragedia de

Vargas de 1999 son muchos los nú-meros y las estadísticas que se ma-nejan, casi siempre girando entorno a temas recurrentes cada vezque llega esta fecha: lo que se per-dió, lo que se prometió, lo que nose hizo y lo que falta por hacer.Pero detrás de las cifras, los re-

cuerdos dolorosos, lo devastado,

los que aún no aparecen, las de-nuncias y las esperanzas, hay sereshumanos que en aquellos dramá-ticos días les era más fácil sucumbirque sobrevivir. Aunque parezca in-creíble para ellos mismos, la se-gunda alternativa les cayó comouna bendición del cielo. Sí, salie-ron con vida y su vida no volvió a

ser la de antes.Cinco personas, los días 15 y 16

de diciembre, tenían algo en co-mún: luchaban por no ser arrasa-dos por el peor desastre natural delque se tenga memoria en la histo-ria venezolana.Por fortuna lo lograron y rena-

cieron. He aquí sus historias.

“MEAFERRÉ

ALA

VIDA

porqueno

me quedaba otra cosa”

Vargas1999: una

tragediaycinco

historias

Juan Ernesto Pá[email protected]

“La vida me cambió

en minutos”“Nos salvamos porque logramos pasar a la casa

de al lado de mi tía, a través de una terraza lateral. Pu-dimos ir pasando de casa en casa hasta que el peor día, el16 de diciembre, nos quedamos varias familias en el te-cho de una vivienda. Pude ver desde allí como el deslavese llevaba varias casas con familias enteras. Todo ellohasta que pudimos salir en helicóptero”.Elizabeth Gaspar es ama de casa y comerciante. Su testi-monio se produce gracias a una conexión telefónica conTenerife, en las Islas Canarias, donde decidió emigrarluego de la tragedia de 1999. En aquellos días estaba ensu casa, muy cerca de la iglesia de Los Corales. Su historiaes como la de muchos litoralenses: despertó en una nuevarealidad.“La vida me cambió en minutos. Pero tuve que sobrepo-nerme, pensar positivo para no ahogarme en todo aquello.Me ha ido muy bien, me viene a Canarias, me casé, tengo doshijos y muchos proyectos familiares y económicos, aunque enprincipio fueron ingratos recuerdos, por los vecinos muertos, la des-trucción y luego los saqueos que me dieron muchísima rabia”.Elizabeth puso todo lo que estuvo a su alcance para dejar atrás esos fan-

tasmas y enterrar los sentimientos oscuros. Hoy su voz salta de emoción so-bre el presente y el futuro gracias a la nueva vida que se ha dado junto a su es-

poso, también sobreviviente del desastre natural del 99.“Lo material viene y va, por alguna razón u otra. Lo más importante es lo que eres y puedes

mejorar como ser humano y compartirlo con la gente que amas. Eso es lo más importante”.

“Si sobreviví fue por algo”

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