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BREVES OBSERVACIONES A “LA RAZON Diciembre 7 1895 QUITO IMPRENTA DEL CLERO Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo" www.flacsoandes.edu.ec

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BREVES OBSERVACIONESA

“LA RAZON

Diciembre 7 dé 1895

Q U I T O

IMPRENTA DEL CLERO

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RECELOS INFUNDADOS.

N o hubo jamás situación más desesperada que la de María Teresa de Austria, cuando el año de 1742 vió repartirse sus Estados por las potencias vecinas, sin que le quedase más que girones de ellos, de los cuales todavía eran los más importantes la región húngara y los P aí­ses Bajos. El perjuro Federico II de Prusia, el Mariscal de Bellisle y el Elector de Sajonia, ocupaban la mejor porción del territorio aus­tríaco.Dotada la reina de las cualidades más so­bresalientes, veía que no era el peor mal la desmembración de su patria, sino las preven­ciones que contra ella existían en la mayor par­te de sus pueblos, los cuales no podían ser sal­vados sino por ella. Ni Trenck, ni el príncipe de Lorena habían asomado aún. ¿Qué hará la reina, en cuya alma hierven los más patrióticos sentimientos? Una súbita inspiración le sobre­viene. Hungría está allí; la fiel, la caballerosa Hungría, la región de los legendarios vuela allá, convoca á la Dieta y se presenta an­te ella con el traje nacional, que recuerda á los húngaros sus antiguas glorias, deslumbrante de hermosura, ceñida la frente con la corona an­

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gélica y llevando en brazos á su tierno niño, en demanda de protección. Sus palabras son bre­ves; mas hablan sus ojos y los vagidos del in ­fante. ¿Qué prevenciones caben contra la va­ronil mujer, que viene á hablarles de la inde­pendencia nacional y de los beneficios que la patria debe á sus mayores Una conmoción in­contenible gana á la asamblea, todos los cora­zones se agitan, el entusiasmo desborda, un grito inmenso resuena: “Muramos por nuestra reina María Teresa”; el numeroso pueblo agol­pado endas afueras repite: “Muramos por nues­tra reina María Teresa”; todo el mundo toma las armas, el Austria está salvada. ¿Qué se h i­cieron las prevenciones contra la augusta reina?

Veinte veces ha salvado la Iglesia al m un­do, y no obstante hay quienes más obstinados que los panduros, guardan sus recelos con­tra ella. Sería el caso de salir por todas par­tes á preguntar con aquel griego del tiempo de Aristides: “Amigo ¿estás contento con que viva en Atenas el más justo de los griegos, ó pi­des su destierro?”—“Debe ser inm ediatam ente extrañado.”—“¿Qué motivo tienes para ello? ¿qué sino favores Je adeudas?”—“Pues precisa­mente porque favores le debo,le he cobrado ren­cor, y por Plutón, dios del Averno, no gusto de encontrarme con él, y ya estoy fastidiado de tan to oir llamarle el ju sto .”Aristides no tardó en salir de Atenas, y la tiranía no tardó en establecerse en aquella tie­rra, en que todos querían mandar y nadie obe­decer.

Em perador monarca, presidente de una R e­pública, hombre investido del poder en una pa­labra ¿temes á la Iglesia? Teme más bien á los que te azuzan contra ella, á los que te ponen en

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la mano una espada para que hieras los pech os que amamantaron á los pueblos. No fueron grandes, ni poderosos, ni siquiera previsores los Césares romanos, cuando quisieron ahogar en sangre la idea cristiana, cual si las ideas gene­radoras de la verdadera libertad sufriesen ser ahogadas en sangre. En la sombría majestad de la edad heroica del Cristianismo, son grandes esos esforzados confesores, que como ciudada­nos dependen del César, pero como hombres sólo de Dios; son poderosos esos Pontífices, que no cuentan con un solo pretoriano en su defen­sa, mas sí con la fuerza de su conciencia, bas­tante para levantar en peso la Roma subterrá­nea y reemplazar con ella á Roma la degrada­da; previsores esos mártires, que se iban cami­no del suplicio mirando ya la transformación futura de los pueblos por obra del amor, ven­cida la fuerza brutal y proclamada la santa igualdad de los hijos de Dios, la fraternidad de origen y nobilísimo destino, y, por remate, la unidad de fe que estrecharía á todos los hom­bres con íntima y amorosa lazada.Esos letrados, esos periodistas de á tanto la línea, que te quieren absolutamente indepen­diente de las suaves influencias de la Iglesia, proclamarán mañana los derechos ilimitados de la razón individual, la soberanía de la razón de todos contra tu razón. ¿Qué valdrá tu derecho en conflicto con los derechos de todos? Ella sola tiene el secreto de hermanar la autoridad y 1¿?, libertad, ella la que posee la palabra opor­tuna para enseñar á los gobernantes á respetar los derechos del pueblo, y al pueblo á prestar un sometimiento digno é inteligente á los go­

bernantes.Sabios de todo linaje! ¿Véis allá, en el

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fondo del templo, en esa cátedra primorosamen­te labrada, un libro que lee un modesto sacer­dote y lo in terpreta en lenguaje destituido de retórico ornam ento ? Ese libro es más leído que todos vuestros libros; ese sacerdote más escu­chado que todos vosotros. Si le arrojáis del tem ­plo, ese hombre no callará; donde quiera que haya un puñado de hermanos suyos meneste­rosos de enseñanza, en cualquier lugar donde haya seres inteligentes, allí improvisará una cátedra y su templo será la bella y vasta natu ­raleza. Saca su fortaleza de ese libro. De allí m ana á raudales una ciencia y una sabiduría que arrojan lampos de luz sobretodo cuanto vos­otros estudiáis con tan penosa labor en vuestros retretes, donde tiene su cubil la desesperante duda. Son la ciencia y la sabiduría al propio tiempo doctrinales y prácticas de la Iglesia, ciencia más segura que todas vuestras pobreci- tas ciencias, sabiduría más fecunda que toda vuestra sabiduría, ciencia y sabiduría que vuel­ven á la vez doctos y sociables á los pequeños y los grandes, á los fuertes y los débiles, por­que inspira á todos doctrinas de infalible adap­tación para el entendimiento, y espíritu de abnegación para la voluntad. Ah! Señores sa­bios; curioso descubrimiento es sin duda hallar lo composición química de los músculos, pero más interesante es saber lo que será de noso­tros más allá de la fría y oscura tum ba; plau­sible, á ojos vistas, descubrir una clase más de orquídeas, que lleve el nombre de un botánico; pero más útil aun, investigar si se verá satis­fecha en alguna parte ese ingénito anhelo de justicia que abrigamos, y si nuestras buenas obras serán recompensadas y nuestras malas castigadas.

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Magistrados, encargados de la ley y do la distribución de la justicia; habéis reparado muchas veces, medio oculto en la penumbra del santuario, ese humilde asiento formado por algunas tablas mal unidas. Allí, allí falla el primer representante del Juez de cielos y tierra, allí en la intimidad de una reserva ga­rantizada por el mismo Dios, se administra la alta justicia de la Iglesia ; justicia más segura, más infalible y eficaz que la vuestra, puesto que recae sobre un criminal que se acusa y ejecuta al mismo tiempo, porque ella corrige y consuela condenando, declara la rehabilitación al tiempo que exige la expiación, porque las penas que impone y las esperanzas que devuel­ve al corazón, exceden á todas las de vuestros códigos de vida efímera, con toda la altura de la eternidad sobrepuesta al tiempo. Y esa jus­ticia es universal, no conoce lindes que la li­miten ; todas las puertas se abren delante de su misterioso ó inexorable agente, porque este agente es la conciencia!Ni hay frente tan alzada, ni rodillas tan inflexibles que no deban doblarse delante de ese augusto tribunal : todos los hombres son justiciables, todos, desde el más desharapado mendigo, hasta los jueces de la tierra, hasta el sacerdote mismo. De allí se alza el hombre rebosando en generosos propósitos, de allí sa­ca la excelsa caridad, el perdón de las ofensas. ¿ Be arrodilló para levantarse hasta Dios $ Luego es hombre : el bruto no se arrodilla sino para servir al hombre. ¿ Se venció para ven­cer los degradantes estímulos de la parte más envilecida de su ser 1 Luego es grande; el ven­cimiento es fuente de heroísmo. ¡ Oh adora­ble igualdad de las almas ante aquel tribunal,

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que tantos delitos previene y tan ta dignidad en g endra!Ah, señores, de las clases influyentes'; no tengáis recelos de la Iglesia. Ella puede irse camino de lo desconocido segura sin voso tros; ? [lodéis ir allá seguros sin ella ?

ERRORES HISTORICOS,¿Cree el.Sr. Peralta que el sacerdocio católico fué instituido por Brahma ó Visnú?¿Se imagina que el cristianismo pudo empren­der la estupenda obra do regenerar el mundo paga­no sin el sacerdocio?Los sacerdotes cristianos, instituidos directa­mente por el divino Fundador de la Iglesia en la persona de los Apóstoles y discípulos, para ser los depositarios de su altísima doctrina y dispensadores de su poder hasta la consumación de los siglos, co­menzando por proclamar los principios de libertad y de moral, despertaron en los paganos los sentimien­tos de dignidad. Obispos y sacerdotes fueron, los que se echaron á recorrer toda la tierra anunciando la buena nueva; y como consecuencia de ella, las doctrinas de igualdad de los hombres.Esto calla el Sr. Peralta en su relación, y si con­cede, como no puede menos de conceder, Ja sobre­natural y rapidísima difusión del Evangelio, junto con las enseñanzas de caridad, tolerancia, igualdad y progreso, no lo atribuye en manera alguna á la acción délos sacerdotes, cual si las nuevas doctrinas no hubiesen habido menester do predicadores y pro­pagadores para su rápido desarrollo. Por el contra­rio, en vez de tirarse de rodillas ante esa admirable jerarquía sacerdotal de constitución tan robusta, la primera en admitir el sistema electivo, tan eminen­te en virtudes heroicas, sólo se acuerda de ella para

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decir que fué un bando teocr despotis­mo; que se apoderó de la nueva , desfiguróarrastrándola por el fango, y que fué el aliado sos­tenedor de los verdugos de las pasadas generaciones. Todo este sartal de errores históricos, y cien masque do citamos por no fastidiar á quien puede leorlos, eou su característica crudeza en La Razón, (pág. 12) do merecen respuesta por lo vagos é inconexos, y porque do traen citas históricas en su apoyo.

Real y verdaderamente, ¿á quién hará creer el Sr. Peralta que san Pedro, el primer Obispo y Pon­tífice deRoma,haya convertido la Religión como me­dio de satisfacer la avaricia, la gula, la ira y la so­berbia, ni que él fuese aliado de Nerón? Trescientos años dura la más cruel, horrenda y sanguinaria per- secusión que hayan visto los siglos, y el sacerdocio es el que más generosamente prodiga su sangre y se entrega á los suplicios más refinados, para que el Sr. Peralta venga al cabo de centurias, á decirnos con una frescura que pasma, que aquel fué el soste­nedor de los verdugos de las pasadas generaciones, y el que trasplantó á la Iglesia de Cristo las abomi­naciones de la antigüedad pagana. ¡ Donosa manera de sostener tiranos y de confabularse con ellos, és­ta en que los sostenidos, por pronta diligencia, le arrojan á uno á las bestias feroces, lo descuartizan vivo, le siegan el cuello ó le echan á la hoguera —Curiosa sí, á no dudarlo, esta alianza de la su­perstición y el despotismo, amistosas estas relacio­nes de los Emperadores romanos con los Pontífices, ó sea “la avaricia, el fraude, la mentira, la intole­rancia, el odio profundo, la crueldad sistemática, el latrocinio, la ignorancia, el sacrilegio, el envileci­miento” (pág. 12) representados por los santos Pedro y Pablo, por Lino, Clemente, Ignacio de Antioquía, Justino, Dionisio Areopagita, Telésforo, Justino Atenágoras, Orígenes, Policarpo, Tertuliano, Ireneo, Alejandro, Lactancio, Ponciano, Sixto, Saturnino y diez mil sacerdotes más, frente á la mansedumbre, dulzura, tolerancia, religiosidad, verdad, probidad, magnanimidad, sabiduría y castidad representadas

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—24en Nerón, Mesaliua, Domiciano, Severo, Caracalta, Heliogábalo, Maximino, Decio Macrino, Galeno y Diocleciano.

Ahí es nada lo anterior, si se compara al teme­roso cargo que formula contra los sacerdotes, cuan­do dice que ellos “bendijeron la tiranía en nombre de Dios y de su Cristo, y execrando la libertad ma­taron el porvenir de los pueblos” (pág. 12). Tan gran­de es este error, que para demostrar al Sr.Peralta su enorme magnitud, nos ha de permitir entrar de lleno en la cuestión que más relación tiene con la dignidad humana y su libertad. «El clero emancipó á los esclavos, y por el mismo caso operó la más profunda transformación social, que se haya hecho jamás en el sentido de realzar la dignidad humana.No haremos al Sr. Peralta, la injuria de creer que ignora las palabras proferidas por Nuestro Se­ñor y trasmitidas en el Evangelio por los sacerdotes y santos Mateo y Lucas, en cuanto á la ley de cari­dad, que debe presidir entre los hombres como hijos de un mismo Padre. Suponemos que sabe, igual­mente cuantas reces el sacerdote san Pablo diri­giéndose á los fieles de Tesalónica, Galicia y Corinto sentó los sublimes fundamentos de la emancipación de los esclavos, en favor de los cuales, los filósofos antiguos, tan alabados por los racionalistas, nunca tuvieron una sola palabra de conmiseración. Pres­cindamos tambien de citarle los textos de los San­tos Padres en igual sentido, y vamos á ver cómo desenvuelve el clero esa pasmosa transformación, sin herir los intereses generales, ni ocasionar pobre­za y ruinas, por una rápida ó imprudente acción rei­vindicatoría.Hermes, Prefecto de Roma, concede la manu­misión á mil doscientos esclavos, por insinuación del Papa Alejandro.Cromado, igualmente Prefecto de Roma, excla­ma en recibiendo el bautismo: “Los que son admi­tidos á la categoría de hijos de Dios, no pueden ser esclavos de los hombres”. Apóstoles de la igualdad

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—25—humana son los Obispos ó sacerdotes Entadio, Ce­sarlo, Eubicio, Eloy, Gregorio, Epifanio, Avito, Germán y Amando.Constantino, el primer Emperador cristiano es­tablece la manumisión de los esclavos, ante el con­curso de los Obispos y de gran golpe de gente, y ya no sorprende que Calixto, esclavo manumitido, as­cienda liasta la Cátedra de san Pedro.En el siglo iv, el Concilio de Elvira fulminó cas­tigos contra los amos que maltratan á sus esclavos. El de Efeso declara el derecho de refugio para éstos en los templos. El Concilio de Orleans, manda que ningún esclavo refugiado sea devuelto á su amo, si antes éste no jura no maltratarlo. Si á pesar del ju­ramento lo maltrata, sea excluido de la comunión de los fieles.El año 441 el Concilio de Orange amenaza con censuras eclesiásticas á los que intenten esclavizar de nuevo á los manumitidos; el de Agde, en el Lan- guedoc, secunda esas disposiciones, no menos que uno de París.El Papa san Gregorio trabaja empeñadamente en hacer desaparecer la esclavitud. “Acción salva­dora es reintegrar por el beneficio de la manumisión ála libertad, á hombres que la naturaleza creó libres y el derechos de las naciones sometió á la esclavitud”, dice el insigne Pontifico civilizador de Inglaterra, en un decreto inmortal como su nombre. (1)La admisión de los esclavos á la vida religiosa fué otro paso decisivo, según Moéller.“El sacerdocio cristiano fué quien destruyó la esclavitud tan antigua como el mundo, dice Rubi- chon (2), porque por vez primera en el mundo el sa­cerdocio se compuso de hombres célibes, reunidos en asociaciones para ponerse al servicio de los nece­sitados”En la Germania los monjes que adquirían tie­rras, daban libertad inmediatamente á los esclavos

(1) Decret. Grat., pars II, pág. 110.(2) Ru bichon.—Mecanismo de la sociedad en Francia é Inglaterra, pág. 264.

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—26adscritos á ellas. San Gregorio no tarda en instituir la obra de la redención de los cautivos. Antes de él el Papa Símaco compraba esclavos para libertarlos, y el mismo Gregorio vendía con este objeto los vasos sagrados. a>Tan nobilísimos ejemplos encuentran solícitos imitadores: Esmeraldo recomienda á Carlomaguo y Luis el Piadoso en 790 que liberten los esclavo^adqui- ridos en la guerra; san Germán, Arzobispo de París, los Obispos Acacio, Wilfrido, Rimberg venden los vasos sagrados para rescatar cautivos destinados á la servidumbre; san Paulino de Ñola se vendió á sí propio para rescatar el hijo de una pobre viuda; Wulstan, Obispo de Worcester, hace cesar el tráfico en Bristol; el Arzobispo de Bremen-Hamburgo em­plea todas sus rentas en la misma obra; san Exúpe- ro de Tolosa, Teodoreto y Epifanio de Pavía no ce­den en celo á los anteriores; Acacio de Amida resca­ta ocho mil persas, los Obispos de Curtago, sau Juan Limosnero, Eristo, Privado de Lyon son los precur­sores de la Orden mercedaria; los santos Fructuoso de Tarragona, Riquerio, Batilde, Ariscado Apóstol de Dinamarca no reconocen rivales en este obra. Este último fundaba escuelas para los esclavos libertados, y ellos á menudo se convertían en apóstoles de la Iglesia su libertadora.¿Sabe el Sr. Peralta, quiénes fueron los adver­sados más tenaces ó implacables de los sacerdotes en su obra redentora? Los que podríamos llamar racionalistas de ese tiempo, los tratantes en escla­vos, esos que remachaban las cadenas de sus herma­nos calumniando al clero y se andaban por todos los mercados de carne humana vilipendiando á los Pon­tífices. Formidable filó su oposición á la Iglesia, y no empezaron á darse á partido sino allá por el si­glo vII, después deque san Gregorio hizo entender que aquel comercio era homicida, y que san Bonifacio, apóstol de la Germania, consiguió hacer cesar los sacrificios humanos y la venta de esclavos para esos sacrificios. El Papa Zacarías había fulminado exco-

(I) Anastas, iu Symmachum.

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maniónos contra osos tratantes, y el Concilio Jo Co- blentz en 922 da de matador de hombres al que in­cita á los cristianos á venderse. Parecido es el pro­ceder de los concilios de Aenham en 1009, de Lon­dres en 1102, reunido por san Anselmo. La Histo­ria recuerda igualmente los esfuerzos de san Adal­berto de Praga y de Gunhelmo de Suecia. En 1167 Alejandro III reitéralas censuras, y más tarde Gre­gorio IX y Alejandro IV condenan enérgicamente los abusos provenientes de la servidumbre y el va­sallaje. Lo que después hicieron los santos sacerdo­tes Juan de Mata, Pedro Nolasco y cien más, recor­daremos á su tiempo.Diversa es la esclavitud de la servidumbre; ésa importa la sujeción del hombre al hombre, ésta la sujeción del hombre á la gleba. Ya diremos cuando llegue el caso, lo que el sacerdocio trabajó en este sentido para operar una verdadera revolución, que para llegar á término, hubo menester de treinta y siete concilios, no obstante las invasiones sucesivas de los bárbaros, sarracenos, normandos y daneses, como lo observa el protestante Blakey. (1)Pero, vengamos ya á una tentadora cita que es­tá asomando la cabeza en la pág. 13, pues es de sa­ber que nos perecemos por las citas del Sr. Peralta. Oigámosle á él: “Cuando Gregorio IX pasó por Mar­sella, en Setiembre de 1378, el Obispo le presentó una acta de acusación contra los frailes franciscanos; pero al siguiente día se le halló al acusador de los benditos monjes, degollado en su mismo lecho”. Na­turalmente los matadores del Obispo y engañadores de Gregorio IX fueron los franciscanos, según el erudito autor de La Razón. Sospechando que no se­ría Gregorio IX este Papa candoroso, que asoma via­jando por Marsella en 1376, eu lugar de estarse quie- tecito en Roma, nos fijamos bien en el texto del Sr. Peralta. Sí, el mismo Gregorio IX y su nombre está repetido al pie de la página, en la cita que de la vi­da de este Pontífice hace con referencia á un Fr. Jo­sé de Alvarez, que aparece ahí como llovido para(1) Blakey.— Beneficios temporales del cristianismo.

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sacar verdadero al autor. Mas, oh pasmo! oh des: engaño! oh desilusión! Gregorio IX no vivió en 1876 sino en 1227, esto es, ciento cuarenta y nueve años antes !Veamos á Cantú: “1227. — Sucesor de Honorio III fué Gregorio IX de la familia de los Condes de Agnaui; tenía ya ochenta y cinco años, pero pare­ció rejuvenecerse al llegar á ser depositario de las llaves eternas__ murió en 1211” (1).Leamos en De Feller: “Gregorio IX (Hugolino) Cardenal Obispo de Ostia sucedió á Honorio JII en 1227. Era sobrino de Inocencio III; falleció el 21 de Agosto de 1241” (2).Rohrbacher, Henrion, Richou, Ducreux, Riviè­re, Wouters, y Darras dicen lo propio; este últi­mo (3) en los siguientes términos: “Honorio III murió en Marzo de 1227, le fué dado por sucesor el Cardenal Obispo de Ostia, no obstante su resisten­cia y avauzada edad, bajo el nombre de Gregorio IX.” Ni es la mejor vida de este Papa la de ese problemático Fr. José Alvarez, que quiere el au­tor de La Razón, sino la de Gerardo Vosio publi­cada en Roma en 1587, junto con las cartas de ese gran Pontífice, las cuales andan igualmente en los Anales de Wadding y l'Italia de Ughelli.Según esto tenemos, ó que Gregorio IX el in­signe Pontífice adversario del desleal Federico II de Alemania, resucitó ciento y más años después de su muerte para ir á Marsella á escuchar las conse­jas narradas por el Sr. Peralta, ó que este Señor estuvo no muy despierto cuando nos las refiere coii tan singular donaire; y á este segundo supuesto nos atenemos. ¡Vaya si es pifia fenomenal, resuci­tar á los muertos para hacerles vagar por andu­rriales donde nunca anduvieron ! .......(1) Cantú— Hist. Univ. Tomo 4o pág. 88. Citamos con frecuencia á Cantú, por ser su obra bastante conocida.(2) De Feiler— Biograf, univ. Tomo III pág. 382.(3) Darras. Hist. de la Igles. Tom. 28, pág. 5G5, edic. de Paris — 1881.

Y in d e x .

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