A mis colegas y compañeros maestros

3
A mis colegas y compañer:s maestros: Un manifiesto al calor de la rumba y la reflexión pedagógica Cada año sacramente nos celebramos el día nuestro, de l:s educadores. Unas veces en la calle, al calor de un plantón, de una marcha, de una reunión, cuando no de unas merecidas horas no contabilizadas en la pretendida directiva 002. Cuando hemos realizado algunas cosas bien, nuestros educandos nos celebran este día de encuentro y de hablar con los seres humanos que estamos al lado con esos seres en formación. Cada paso, cada letra colocada en el tablero, en una página retrata ese anhelo de servir, sembrando la fruta del saber. Educamos, llevamos la sabia del saber. Por ello nuestro pueblo nos mira con cierta extrañeza y picardía. De un lado nos ven como unos acomodados, trabajadores que paran cada rato –como hoy-, que ganan no saben cuánto, ni por qué, si, dicen ellos, enseñar es como peinarse o “amarrarse los zapatos”. Del otro lado nos miran como unos raros entes capaces de convencer al más desatinado ser viviente, este grupo nos aplaude y nos anima, reconocen que somos parte fundamental de la existencia, que merecemos trato y respeto, de las comunidades y de los gobiernos. Obviamente sabemos que en un país son un promedio de solo 8 años de estudios por habitante antes nos pueden decir algo nuestros ciudadanos. Lo recordaría el padre de la República: “un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción”. A veces, lo sabemos y tal vez lo intuimos, somos los llamados a transformar la realidad; en otras solo a soportarla, a esperar como muchos de nuestros estudiantes, a ser compensados con una buena nota o recompensa ante nuestros superiores y dominadores (un asenso, una nueva plaza, un trabajo adicional mejor remunerado, y similares). Cuando hablamos de quienes nos entristecen y desarmonizan, nos referimos a las presiones de los directivos maleducados y del mismo gobierno, que casi siempre están en contra nuestra. Que somos un sector dócil, manso y voluble, probablemente sí: aunque aprendimos que la cultura vale, que nuestros empleos son casi obra apostólica. De ahí que aprendimos a vivir con salarios de un 25% del devengado por un juez de la República, de un oficial de las fuerzas armadas o con un 10% del vital dinero de un gerente o un directivo de la producción. Recibimos así mismo solo un 5% de los justos y demenciales salarios de un senador, o padre de la patria. Hemos sabido que un vigilante o aseadora –sin atacar su trabajo-, reciben salarios cercanos a los que un profesional recibe recién enganchado al magisterio. Nosotros, los que educamos y a cada día nos levantamos con el libro en la mano, en el tablero y en la mente para comunicarlo; los que llevamos las ideas a los niños y jóvenes –cuando no a los no tan jóvenes-, solo somos unos docentes segundones. Esos que sobramos, esos a los que sus salarios se les incrementa al medio año vencido, para que su capacidad adquisitiva siga cediendo; esos a los que las pensiones no les llegan, sus intereses a cesantías solo son del 4%, mientras a otros si obreros de primer nivel les cancelas hasta el 14% y puntualmente. Celebrando, celebrando, cual día del docente?. Hoy mismo volveremos a nuestras casas para darnos cuenta que celebramos al debe, en cercanías, sin poder invitar a nuestras familias a donde van ellos, los de los salarios dignos. Que no nos vengan a confundir cuan ignorantes, que somos obreros de la cultura con salarios justos. Mientras ellos reciben –los otros empleados y obreros públicos, con igual a o menores responsabilidades que nosotros-, salarios que en diez años de trabajo ya les han asegurado su casa paga, la educación asegurada de su prole, sus vacaciones como gente, a los lugares que por derecho debemos conocer; pero compañeros…celebremos… día del maestro. Hoy, 15 de mayo, en el mes de madres y vírgenes, este Estado con su arremetida privatizadora acaba de aplastarnos con los TLC. Ahora debemos enseñar a nuestros muchachos las palabras maquila, dependencia, subdesarrollo, atrasados, consumidores, mercachifes, vasallos, recicladores, indignos, incapaces. En ese mismo día aún no llega lo del cacareado aumento en la calidad de vida del gobierno de la prosperidad; nos siguen evaluando a los del 1278, cuan época del reino de la temible inquisición, mientras condenan a un futuro y cierre de sus vidas a los profes experimentados del 2277, con salarios miserables, al tiempo que el Estado los despide por la puerta de atrás de la historia nacional. En otras latitudes más humanas el maestro es el centro de la sociedad. En las culturas nuestras, originarias, el taita, el mamo, los ancianos, son los educadores y su voz es respetada y valorada. Sin ellos la comunidad no avanza, no toma decisiones. Son el refugio de los saberes, de la identidad de sus respectivos pueblos. En Los Mayas, por

Transcript of A mis colegas y compañeros maestros

Page 1: A mis colegas y compañeros maestros

A mis colegas y compañer:s maestros:Un manifiesto al calor de la rumba y la reflexión pedagógica

Cada año sacramente nos celebramos el día nuestro, de l:s educadores. Unas veces en la calle, al calor de un plantón, de una marcha, de una reunión, cuando no de unas merecidas horas no contabilizadas en la pretendida directiva 002. Cuando hemos realizado algunas cosas bien, nuestros educandos nos celebran este día de encuentro y de hablar con los seres humanos que estamos al lado con esos seres en formación. Cada paso, cada letra colocada en el tablero, en una página retrata ese anhelo de servir, sembrando la fruta del saber. Educamos, llevamos la sabia del saber. Por ello nuestro pueblo nos mira con cierta extrañeza y picardía. De un lado nos ven como unos acomodados, trabajadores que paran cada rato –como hoy-, que ganan no saben cuánto, ni por qué, si, dicen ellos, enseñar es como peinarse o “amarrarse los zapatos”. Del otro lado nos miran como unos raros entes capaces de convencer al más desatinado ser viviente, este grupo nos aplaude y nos anima, reconocen que somos parte fundamental de la existencia, que merecemos trato y respeto, de las comunidades y de los gobiernos. Obviamente sabemos que en un país son un promedio de solo 8 años de estudios por habitante antes nos pueden decir algo nuestros ciudadanos. Lo recordaría el padre de la República: “un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción”. A veces, lo sabemos y tal vez lo intuimos, somos los llamados a transformar la realidad; en otras solo a soportarla, a esperar como muchos de nuestros estudiantes, a ser compensados con una buena nota o recompensa ante nuestros superiores y dominadores (un asenso, una nueva plaza, un trabajo adicional mejor remunerado, y similares). Cuando hablamos de quienes nos entristecen y desarmonizan, nos referimos a las presiones de los directivos maleducados y del mismo gobierno, que casi siempre están en contra nuestra. Que somos un sector dócil, manso y voluble, probablemente sí: aunque aprendimos que la cultura vale, que nuestros empleos son casi obra apostólica. De ahí que aprendimos a vivir con salarios de un 25% del devengado por un juez de la República, de un oficial de las fuerzas armadas o con un 10% del vital dinero de un gerente o un directivo de la producción. Recibimos así mismo solo un 5% de los justos y demenciales salarios de un senador, o padre de la patria. Hemos sabido que un vigilante o aseadora –sin atacar su trabajo-, reciben salarios cercanos a los que un profesional recibe recién enganchado al magisterio. Nosotros, los que educamos y a cada día nos levantamos con el libro en la mano, en el tablero y en la mente para comunicarlo; los que llevamos las ideas a los niños y jóvenes –cuando no a los no tan jóvenes-, solo somos unos docentes segundones. Esos que sobramos, esos a los que sus salarios se les incrementa al medio año vencido, para que su capacidad adquisitiva siga cediendo; esos a los que las pensiones no les llegan, sus intereses a cesantías solo son del 4%, mientras a otros si obreros de primer nivel les cancelas hasta el 14% y puntualmente. Celebrando, celebrando, cual día del docente?. Hoy mismo volveremos a nuestras casas para darnos cuenta que celebramos al debe, en cercanías, sin poder invitar a nuestras familias a donde van ellos, los de los salarios dignos. Que no nos vengan a confundir cuan

ignorantes, que somos obreros de la cultura con salarios justos. Mientras ellos reciben –los otros empleados y obreros públicos, con igual a o menores responsabilidades que nosotros-, salarios que en diez años de trabajo ya les han asegurado su casa paga, la educación asegurada de su prole, sus vacaciones como gente, a los lugares que por derecho debemos conocer; pero compañeros…celebremos… día del maestro.

Hoy, 15 de mayo, en el mes de madres y vírgenes, este Estado con su arremetida privatizadora acaba de aplastarnos con los TLC. Ahora debemos enseñar a nuestros muchachos las palabras maquila, dependencia, subdesarrollo, atrasados, consumidores, mercachifes, vasallos, recicladores, indignos, incapaces. En ese mismo día aún no llega lo del cacareado aumento en la calidad de vida del gobierno de la prosperidad; nos siguen evaluando a los del 1278, cuan época del reino de la temible inquisición, mientras condenan a un futuro y cierre de sus vidas a los profes experimentados del 2277, con salarios miserables, al tiempo que el Estado los despide por la puerta de atrás de la historia nacional. En otras latitudes más humanas el maestro es el centro de la sociedad. En las culturas nuestras, originarias, el taita, el mamo, los ancianos, son los educadores y su voz es respetada y valorada. Sin ellos la comunidad no avanza, no toma decisiones. Son el refugio de los saberes, de la identidad de sus respectivos pueblos. En Los Mayas, por ejemplo, los maestros –oradores y narradores de historias-, los representan como una gigantesca persona formada de miles de pequeños seres, simbolizando la palabra de todos, la comunidad. Sin embargo, hoy el cuerpo docente es solo un ente de indignos hombres y mujeres para la vida nacional. Los gobiernos nos han vuelto la cara, nos han sacado de sus prioridades, del trato como seres que efectivamente somos: personas humanas y vitalmente necesarias. No nos han tomado como seres mayores de edad filosófica ni políticamente hablando; menos como parte de la vida de la República (la “res” pública, lo de todos y que es de todos, la cosa pública), ni como sus reproductores y aseguradores. Similar trato nos han otorgado del lado de las fuerzas del mercado, puesto que el maestro es el engranaje perfecto que asegura que las nuevas generaciones sean consumidores autómatas mansos, serviles, no humanos. De ahí que las trasnacionales y los dominadores externos, vean con beneplácito estas luchas tan efímeras por solo la reproducción biológica de nosotros, l:s docentes, mientras las nuevas generaciones siguen esclavizadas y alienadas. El gobierno nacional elegido con buena cantidad de votos del mismo magisterio y del pobrerío nacional, se saborea en su mesa oligárquica de apostadores, al vernos tan fútiles, tan cándidos, tan débiles, tan capaces de aceptar sus designios, sus perversos decretos, sus ensangrentados fallos. Cuál respeto vamos a merecer una fuerza que ritualiza cada mes su marchas por Bogotá para exhibir ante la ciudad que tenemos hambre, que vestimos ropas de rebaja, carros viejos, casas endeudas, avergonzados y humillados; que miramos las fincas y haciendas de los que nos dominan, como hace juanpueblo y maríapatria en casa vía TV o Internet, aplaudiendo la felicidad de los ricos,

Page 2: A mis colegas y compañeros maestros

mientras amargamente condenamos a los nuestros al rebusque, a la angustia del no saber qué pasará mañana, como si no trabajáramos y como si no sembráramos este país cada día. Lo bueno es que en unos días nos invitarán a bailar en tal o cual colegio, a recibir una tarjeta desgastada de la SED, o del amigo político que nos embriagará al menos una tarde. Ahora se sabe porqué nuestr:s maestr:s también sueñan mejor con los programas de “Ayó me llamo” o “Colombia tiene ta-lento”, o se llenan los bebederos y estancos de maestr:s angustiados, que se escapan de caer en las redes de los tratamientos mentales o enfermedades incurables, en franca escena del infierno de Dante.

Maestro que olvida a sus maestros sabios, ya no es maestro, solo un docente, un dictador de cháchara sin consecuencia; solo un MTL+CR: marcador-tablero-lengua, más culos enrojecidos, pero con cerebros dormidos. Enseñábamos y nos enseñaron docentes hombres y mujeres gigantes, a distinguir el pan del circo, lo ético de lo perverso, lo deseable de lo horrorosos, lo humano de lo salvaje; la levadura del afrecho, la tiranía de la democracia; la chicha de la limoná… pero esos mismos seres educados y consientes ahora callamos, marchamos –o mejor desfilamos por las calles, sin ánimo de cantar, tropeliar, sin gallardía, sin enaguas ni pantalones, como dicen las abuelas, sin cojones ni perrenque; ahora se nos olvidó reír, la valentía, el arrojo, el alma. La dejamos en la Universidad o en las reuniones de fin de mes, por los “viejos tiempos”, dicen los que los recuerdan, mientras otros los debemos seguir escribiendo en el presente. Diría Martí, el poeta cubano, nos llenamos de hombres y mujeres sin decoro.

Una estrategia, en el tablero y en esta hoja proponemos solo un debate, un espacio, un tinto para hablar, recuperando el pasillo de diálogo para profes, la sala de la pedagogía, la charla amiga entre maestros y comunidades, con los jóvenes que no desean la violencia, la mediocridad o la ignominia como futuro; para volver a salir con una llama encendida (como lo hiciera Diógenes hace 2000 años), buscando alguien humano para hablar, sintiendo su espíritu, su mente eterna y sensible. Una sencilla y siempre efectiva estrategia: contarnos nuestros miedos, vencer las fieras entre todos, caminar unidos como raíces en la jungla. Por ahora enfrentar como docentes a la ministra, al gobierno; a los mismos sindicatos si no avanzan, si se enceguecen en esperar la línea estatal para movilizar; si creen que la dirigencia es autárquica y omnipudiente; si se aletargan hasta sepultar la esperanza contenida en la fuerza autónoma del magisterio, sin salvadores de campaña. Amig:s, mis maestr:s de esta tierra grande y rica de nuestros abuelos y padres, de nuestros hij:s: nos llega otra vez la noche, otros llenan la plaza de campesinos, indios, mujeres, negros, obreros, estudiantes; otros se llevan la historia porque así la han escrito, porque así lo decidieron y se arriesgaron , ala merecieron. Los del

2277 la lucharon y algunos la batallan aún desde hace más de treinta años; los del 1278? De rodillas?, así solo conseguiremos besar las partes “nobles” de los que nos pisotean. La historia la hacen, como dicen los fascistas, los más fuertes, ni los iluminados, ni los grupúsculos de superhombres o súper bestias; NO!; la hacemos usted, el del lado, la amiga que marcha y se va triste a su colegio al ver y ver la misma letanía en las tarimas; no la hacen los chés que no reencarnaron en el magisterio; ni los héroes que ya se marcharon; la haremos los pueblos, los de abajo, los que educar sabemos y el para qué de la escuela comprendemos; l:s que de salarios y justezas entendemos, los que a las tumbas, miserables y engañados nunca iremos.

Celebremos, celebremos compañer:s, por el Perú de Mariátegui; el educador que decía que solo el docente que está al lado y con el pueblo entiende sus anhelos; por Zapata, que desde México enseñó a unir la tierra con la libertad y el saber y al cultura son su más inmediato lenguaje de amor. Celebremos, compañeros, por Fals Borda, el sentipensante, nuestro científico de la IAP; por Quintín Lame, para quien la naturaleza es la verdadera escuela; también con Simón Rodríguez, educador de libertadores y hombres luz; por usted y por mí, testimonios reales y presentes de que sí podemos recuperar nuestro nombre, memoria, profesión y dignidad. De la Gaitana, Calarcá, Pigoanza, Petecui, Matambo, Ulcué, Benkos, Gaitán, Pizarro, Jaramillo, Garzón, aprendimos que el presente es nuestro. Maestr:s, es hora.

No te salvesNo te quedes inmóvil al borde del camino no congeles el júbilo no quieras con desgana no te salves ahora ni nunca no te salves no te llenes de calmano reserves del mundo sólo un rincón tranquilo no dejes caer los párpados pesados como juiciosno te quedes sin labios no te duermas sin sueño no te pienses sin sangre no te juzgues sin tiempopero si pese a todo no puedes evitarlo y congelas el júbilo y quieres con desganay te salvas ahora y te llenas de calma y reservas del mundo sólo un rincón tranquilo y dejas caer los párpados pesados como juicios y te secas sin labios y te duermes sin sueño y te piensas sin sangre y te juzgas sin tiempo y te quedas inmóvil al borde del camino y te salvas entonces no te quedes conmigo  (Mario Benedetti, desde Uruguay)

Pedagógicamente, nosotr:s, l-sdel1278.lacoctelera.net(Con l:s del 2277 también, como es y debe ser)