A Modo de Recordatorio

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A MODO DE RECORDATORIO (SOBRE CONSTANTINO, EN PAN RAYADO 18/4/2009) 2 julio 2015 at 16:56 Tomás Abraham 10 comentarios Marlaw y Nadaud intercambian opiniones sobre Constantino, reenvío esta columna: La banalidad de lo excepcional Un libro de Paul Veyne nos sugiere algunas reflexiones, se trata de Quand nôtre monde est devenu chrétien ( 312-394) ( Cuando nuestro mundo se hizo cristiano) . El historiador francés especialista de historia antigua y uno de los más importantes analistas del tema por sus estudios del imperio Romano – además de guía de Michel Foucault en todo lo relativo a sus libros sobre la ética antigua – , construye un relato erudito sobre la conversión del emperador Constantino al cristianismo. Lo considera un visionario que supo diagramar una política moderada, un pragmatismo tolerante, que hizo posible que la religión cristiana se consolidara gradualmente en un mundo en el que más del noventa por ciento de la población era pagana. Sin la acción de Constantino el cristianismo no habría sido más que una secta de vanguardia. El emperador no impuso la nueva religión por la fuerza ni intentó llevar a cabo campañas de promoción de la buena nueva. No hizo más que hacer respetar su devoción que tomó como un asunto personal. Aquel día del año 312 en el que Constantino se presentó a librar una batalla con el Crisma en los escudos, las dos primeras letras del nombre de Cristo, se iniciaba una nueva era. No se sabe la causa de la conversión de Constantino. Fue una decisión privada en nada determinada por alguna necesidad social o epocal. Es una caja negra de su psique a la vez que un capricho personal, un ejemplo de lo que Veyne llama “la banalidad de lo excepcional”. El paganismo estaba en crisis hacía siglos y su decadencia era lenta a la vez que parecía irreversible. Era una religiosidad envejecida. A pesar de eso el mundo entero que cubría el imperio seguía siendo politeísta a la manera de siempre. Constantino marcó un período de convivencia entre paganismo y cristianismo que muestra que no fue su inmortalizado sobrino Juliano el Apóstata – el preferido por los librepensadores – el único que supo contemporizar en un mundo de diferencias. Para el ateo Veyne el cristianismo es una obra maestra de la imaginación creadora de la humanidad. Sostiene que bien puede pensarse en una meritocracia en las evaluaciones de las religiones como existe en los juicios acerca de las obras de arte. Desde ese punto de vista considera espiritualmente superior al cristianismo respecto del paganismo. El cristianismo es una novedad histórica, una invención y una revolución cultural. En nada necesitaba el emperador al cristianismo para unificar o legitimar a su imperio. Roma ya estaba legitimada y consolidada hacía mucho tiempo. Nadie dudaba del derecho imperial romano a dominar el mundo, hasta tal punto que se podía luchar por su conducción pero no por la identidad de la empresa. El paganismo ofrecía a los hombres una relación ocasional con dioses que por lo general estaban más ocupados consigo mismos que con sus adoradores. Por el contrario el cristianismo era una religión intensa, pasional e íntima, que no sólo ofrecía un significado eterno, una cosmovisión y un proyecto cósmico, sino además un interés puntual por cada una de las almas. Poco a poco el cristianismo fue tornándose atractivo por conveniencias políticas. Los cristianos tenían acceso a las orejas del poder. Nada era más eficaz que la mediación de un obispo si se quería llegar a la máxima autoridad. Dice Veyne que para precipitar el fin del paganismo, fueron mucho más importantes las ambiciones políticas y el peso de los contactos con el poder que la legislación imperial o el cierre de los templos paganos.

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A MODO DE RECORDATORIO (SOBRE CONSTANTINO, EN PAN RAYADO18/4/2009)2 julio 2015 at 16:56Toms Abraham 10 comentariosMarlaw y Nadaud intercambian opiniones sobre Constantino, reenvo esta columna:La banalidad de lo excepcionalUn libro de Paul Veyne nos sugiere algunas reflexiones, se trata de Quand ntre monde est devenu chrtien ( 312-394) ( Cuando nuestro mundo se hizo cristiano) . El historiador francs especialista de historia antigua y uno de los ms importantes analistas del tema por sus estudios del imperio Romano adems de gua de Michel Foucault en todo lo relativo a sus libros sobre la tica antigua , construye un relato erudito sobre la conversin del emperador Constantino al cristianismo. Lo considera un visionario que supo diagramar una poltica moderada, un pragmatismo tolerante, que hizo posible que la religin cristiana se consolidara gradualmente en un mundo en el que ms del noventa por ciento de la poblacin era pagana.Sin la accin de Constantino el cristianismo no habra sido ms que una secta de vanguardia. El emperador no impuso la nueva religin por la fuerza ni intent llevar a cabo campaas de promocin de la buena nueva. No hizo ms que hacer respetar su devocin que tom como un asunto personal. Aquel da del ao 312 en el que Constantino se present a librar una batalla con el Crisma en los escudos, las dos primeras letras del nombre de Cristo, se iniciaba una nueva era.No se sabe la causa de la conversin de Constantino. Fue una decisin privada en nada determinada por alguna necesidad social o epocal. Es una caja negra de su psique a la vez que un capricho personal, un ejemplo de lo que Veyne llama la banalidad de lo excepcional. El paganismo estaba en crisis haca siglos y su decadencia era lenta a la vez que pareca irreversible. Era una religiosidad envejecida. A pesar de eso el mundo entero que cubra el imperio segua siendo politesta a la manera de siempre.Constantino marc un perodo de convivencia entre paganismo y cristianismo que muestra que no fue su inmortalizado sobrino Juliano el Apstata el preferido por los librepensadores el nico que supo contemporizar en un mundo de diferencias.Para el ateo Veyne el cristianismo es una obra maestra de la imaginacin creadora de la humanidad. Sostiene que bien puede pensarse en una meritocracia en las evaluaciones de las religiones como existe en los juicios acerca de las obras de arte. Desde ese punto de vista considera espiritualmente superior al cristianismo respecto del paganismo.El cristianismo es una novedad histrica, una invencin y una revolucin cultural. En nada necesitaba el emperador al cristianismo para unificar o legitimar a su imperio. Roma ya estaba legitimada y consolidada haca mucho tiempo. Nadie dudaba del derecho imperial romano a dominar el mundo, hasta tal punto que se poda luchar por su conduccin pero no por la identidad de la empresa.El paganismo ofreca a los hombres una relacin ocasional con dioses que por lo general estaban ms ocupados consigo mismos que con sus adoradores. Por el contrario el cristianismo era una religin intensa, pasional e ntima, que no slo ofreca un significado eterno, una cosmovisin y un proyecto csmico, sino adems un inters puntual por cada una de las almas.Poco a poco el cristianismo fue tornndose atractivo por conveniencias polticas. Los cristianos tenan acceso a las orejas del poder. Nada era ms eficaz que la mediacin de un obispo si se quera llegar a la mxima autoridad. Dice Veyne que para precipitar el fin del paganismo, fueron mucho ms importantes las ambiciones polticas y el peso de los contactos con el poder que la legislacin imperial o el cierre de los templos paganos.Religin de elite, competa con las creencias del Senado, entidad de alta jerarqua que regenteaba lo que era una especie de Vaticano pagano constitudo en Roma. Ms tarde, la religin se hace masiva con el encuadramiento de sectores de la poblacin, y no por suma de conversiones individuales, y con la incorporacin de los campesinos.Esta masividad baja la tensin del fervor elitista y la nueva religin se convierte en una creencia tranquila, una especie de conyugalidad cultural regida por la costumbre luego de una fase pasional. De secta se convierte en iglesia, la diferencia reside en que una persona elige entrar a una secta pero nace en el seno de una iglesia. Nacer cristiano llev un cierto tiempo.Veyne dice que la costumbre es fundamental para el funcionamiento de las religiones ya que sensibiliza la religiosidad espontnea y se impone por un sentimiento de respeto y por un sentido del deber. La costumbre no tiene otra razn de ser que su mera existencia.Permite as una religiosidad basada en lo que Veyne llama presentimiento, es decir la relacin de indiferencia parcial con la religin, una adhesin lejana. Existe una distribucin en el teatro de valores que tiene variados grados de intensidad. No se es religioso con un grado de emocin diaria de alto voltaje, la fe tambin se administra.Nuestro historiador afirma que las interpretaciones sobre el hecho histrico de la religin padecen de un exceso de psicologismo o de una sobrante de racionalismo. Una religin no deriva del miedo a la muerte, no es una astucia psquica.As como el alcohol no hace a un Poe el miedo a la muerte no nos da un San Pablo, ni un Constantino. Existe la creatividad imaginativa en la invencin de las religiones. Tampoco la religin es un derivado social con un fin utilitario, no se fabrica una religin para anestesiar a un pueblo. Para Veyne la nocin de ideologa es panexplicativa. Expresa de una ilusin intelectualista. Los pueblos no son individuos que actan luego de haber asimilado el contenido de un mensaje. Ms importante que las fraselogas y las bellas palabras son las vivencias silenciosas, el peso tcito de lo cotidiano, y el habitual gusto por los ideales.Las ideologas slo convencen a los convencidos. Veyne dice algo ms, para l la funcin de la ideologa no es convencer sino agradar, producir placer. Las ideologas mejoran la imagen que tenemos de nosotros mismos, no slo legitiman rebeliones sino justifican la superioridad de los dominadores y trasmiten a los dominados que no se equivocan al obedecer.Hay un fantasma que recorre la historia, se llama conformismo, y es mucho ms sutil de lo que se cree. Tiene a su favor los sistemas de normalidad, el principio de mediocridad cotidiana, las indiferencias parciales, los rituales de solemnizacin de las autoridades, las modas, la repugnancia y la estupidez.Por la repugnancia sntoma digestivo de la estupidez Veyne explica el antisemitismo inaugural de los cristianos en aquellos primeros siglos cuando el judo careca de una clara identificacin. Ni ateo ni hereje, era repugnante aquello que sin ser ni carne ni pescado especie intermedia como el marisco presentaba una identidad difusa. Daba asco.