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6 Stephen Graham * El nuevo urbanismo militar uando se ven los suntuosos edificios en Dubai, uno tiende a olvi- dar que la mayoría de las ciudades del mundo se edificaron, al menos en parte, como construcciones militares. La historia de cómo los espacios urbanos se planearon, levantaron y habitaron no puede ser contada sin considerar el papel central del poder y el control. 1 Antes y después de la era moderna, las ciudades y las ciudades-Estado fueron, al mismo tiempo, los agentes y blancos de los conflictos; el saqueo y la matanza de sus habi- tantes, fortificados, era el evento central de toda guerra. 2 Y con frecuencia, las historias de ello llenaban las narraciones épicas, como en la Biblia —especialmente, Jeremías y Lamentaciones— y otros clásicos religiosos y filosóficos. “Los mitos de la ruina urbana crecen en las raíces de nuestra cultura”. 3 En los siglos XVI y XVII, cuando en un mundo global de imperialismo capitalista comenzaron a emerger los dominios colonialistas de Europa como “fronteras de contención del poder”, se comenzó a buscar un mono- polio de la violencia política. 4 “Los Estados, como agentes de la guerra en expansión, y atrapados en el galope de las ciudades”, 5 controlaban políti- camente la violencia, la represión y la adquisición colonial de territorios, materias primas, riquezas y mano de obra más allá de sus fronteras. 6 Desde ese periodo, las ciudades han sido centrales para la violencia del capitalismo imperialista. Su habilidad para centralizar actividades milita- res, políticas y económicas ha sido crucial para reorganizar en forma jerár- C A N T R O P O L O G Í A * Newcastle University. 1 Max Weber, The City, Glencoe, Free Press, 1958; Lewis Mumford, The City in History, Nueva York, MJF Books, 1961. 2 Max Weber, op. cit.; C. Gravett, Medieval Siege Warfare, Oxford, Osprey, 1990. 3 Marshall Berman, “Falling Towers: City Life After Urbicide”, en Dennis Crow (ed.), Geography and Identity, Washington, Maisonneuve, pp. 172-192. 4 Anthony Giddens, The Nation-State and Violence, Cambridge, Polity, 1985. 5 Fernand Braudel, Capitalism and Material Life, Nueva York, Harper and Row, 1973. 6 Felix Driver y David Gilbert (eds.), Imperial Cities, Manchester, Manchester University Press, 2003. Fotografías tomadas de [http://policialocal. wordpress.com/category/policias-locales- otros-paises/], 2 de julio 2012.

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Stephen Graham*

El nuevourbanismo militar

uando se ven los suntuosos edificios en Dubai, uno tiende a olvi-dar que la mayoría de las ciudades del mundo se edificaron, al menos enparte, como construcciones militares. La historia de cómo los espaciosurbanos se planearon, levantaron y habitaron no puede ser contada sinconsiderar el papel central del poder y el control.1 Antes y después de laera moderna, las ciudades y las ciudades-Estado fueron, al mismo tiempo,los agentes y blancos de los conflictos; el saqueo y la matanza de sus habi-tantes, fortificados, era el evento central de toda guerra.2 Y con frecuencia,las historias de ello llenaban las narraciones épicas, como en la Biblia—especialmente, Jeremías y Lamentaciones— y otros clásicos religiosos yfilosóficos. “Los mitos de la ruina urbana crecen en las raíces de nuestracultura”.3

En los siglos XVI y XVII, cuando en un mundo global de imperialismocapitalista comenzaron a emerger los dominios colonialistas de Europacomo “fronteras de contención del poder”, se comenzó a buscar un mono-polio de la violencia política.4 “Los Estados, como agentes de la guerra enexpansión, y atrapados en el galope de las ciudades”,5 controlaban políti-camente la violencia, la represión y la adquisición colonial de territorios,materias primas, riquezas y mano de obra más allá de sus fronteras.6

Desde ese periodo, las ciudades han sido centrales para la violencia delcapitalismo imperialista. Su habilidad para centralizar actividades milita-res, políticas y económicas ha sido crucial para reorganizar en forma jerár-

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A N T R O P O L O G Í A

* Newcastle University.1 Max Weber, The City, Glencoe, Free Press, 1958; Lewis Mumford, The City in

History, Nueva York, MJF Books, 1961.2 Max Weber, op. cit.; C. Gravett, Medieval Siege Warfare, Oxford, Osprey, 1990.3 Marshall Berman, “Falling Towers: City Life After Urbicide”, en Dennis Crow (ed.),

Geography and Identity, Washington, Maisonneuve, pp. 172-192.4 Anthony Giddens, The Nation-State and Violence, Cambridge, Polity, 1985.5 Fernand Braudel, Capitalism and Material Life, Nueva York, Harper and Row, 1973.6 Felix Driver y David Gilbert (eds.), Imperial Cities, Manchester, Manchester

University Press, 2003.

Fotografías tomadas de [http://policialocal.wordpress.com/category/policias-locales-otros-paises/], 2 de julio 2012.

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quica las relaciones de poder en diversas esca-las espaciales.7 No obstante, desde queOccidente organizó sus poderes imperiales laviolencia a gran escala en las ciudades colonia-les no siempre fue imprescindible. En muchoscasos, tanto las clases medias como los pobresfueron integrados al interior de las economíasde explotación colonial.8 No por ello olvide-mos que la guerra, la desaparición y la supre-sión violenta de las rebeliones —contraguerrillas revolucionarias, movimientos autó-nomos, comunidades e industrias indígenas ominorías demonizadas— fueron igualmentecentrales en los procesos de explotación colo-nial: “las bases económicas del triunfo delcapitalismo fueron, desde el siglo XV hasta elXIX, el estado de guerra y el pillaje”.9 En particular, laconstrucción de los imperios coloniales europeos sesustentó en un amplio espectro de guerras urbanas.Esto, inequívocamente, focaliza el lazo entre las escalasde explotación, las luchas por la descolonización de lasciudades y el campo, y la política volátil de las metró-polis en el seno de los imperios.10

Las tecnologías del arte militar al interior de las ciu-dades se conectaban continuamente con las fronteras ylos centros metropolitanos. Estos procesos históricosrecuerdan poderosamente la metáfora foucaultiana delboomerang. Los poderes europeos luchaban contrarebeliones e insurgencias en ciudades y áreas rurales enlos márgenes de sus imperios, pero al mismo tiempotrabajaban por proteger a sus ciudades capitales de las

“revoluciones alimentadas por la lucha de clases”.11 Eneste proceso: “El campo de batalla se trasladaba de losespacios abiertos hacia el interior de los muros de lasciudades, hasta su corazón, como una lucha por la ciu-dad misma. El sitio terminaba cuando la protección dela ciudad era rota y penetrada. La guerra urbana co-menzaba justo en ese punto.”12

Esas guerras urbanas coloniales y sus “efectos boo-merang” nos recuerdan sobre el peligro de intentaraplacar las resistencias guerrilleras en ciudades ocupa-das por medio del uso de un poder militar superior,actos de brutalidad, violencia urbanicida o reestructura-ciones físicas por la fuerza. Con frecuencia, los experi-mentos para reordenar el espacio en los laboratorios dela ciudad colonizada regresan como un boomerang en laplaneación urbana de las metrópolis. Por ejemplo, des-pués de sofocar la insurrección en Argelia en la décadade 1840, mediante una combinación de atrocidades yla destrucción de vecindarios enteros para construircaminos modernos, las técnicas de planeación urbanade Marshall Thomas Robert Bugeaud13 “saltaron el

7 Kanishka Goonewardena y Stefan Kipfer, “PostcolonialUrbicide: New Imperialism, Global Cities And The Damned OfThe Earth”, New Formations, núm. 59, Autumn 2006, pp. 23-33.Anthony King, Urbanism, Colonialism, and the World Economy,Londres, Routledge, 1990.

8 Mike Davis, “The Urbanization Of Empire: Megacities andthe Laws of Chaos”, en Social Text, vol. 22, núm. 4, Winter, 2004,p. 9; Anthony King, op. cit.

9 Pierre Mesnard y Méndez, “Capitalism Means/Needs War”,en Socialism and Democracy Online, vol. 22, núm. 2, 2002 [http://www.sdonline.org/32/capitalism_means_needs_war.htm].

10 Henri Lefebvre, Everyday Life in the Modern World, Londres,Continuum, 2002; Stefan Kipfer y Kanishka Goonewardena, “Co-lonization and the New Imperialism: On the Meaning of UrbicideToday”, en Theory and Event, vol. 10, núm. 2, 2007, pp. 1-39.

11 Eyal Weizman, entrevista con Phil Misselwitz, “MilitaryOperations as Urban Planning”, en Mut Magazine, August, 2003[http://www.metamute.org/?q=en/node/6317].

12 Ibidem.13 En 1847 Bugaerd escribió el primer manual occidental de

guerra urbana: La guerre des rues et des maisons (La guerra de callesy casas), reimpresa en París, por Jean-Paul Rocher, 1997.

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Mediterráneo hacia las calles y callejones de París”.14

Para socavar el fermento revolucionario entre lospobres de París, Bugeaud concibió un plan de reorga-nización violento de la ciudad por medio de la cons-trucción de calles amplias y calzadas para uso militar,que su ávido lector, el barón Haussman, implementa-ría más tarde.15

Para finales del siglo XIX e inicios del XX, las ciuda-des industriales en el norte global habían crecido ensincronía con los poderes asesinos de la tecnología.Proveían de mano de obra y materiales para sustentarlas guerras masivas, industriales, o “totales” del sigloXX. Al mismo tiempo, sus industrias (con frecuenciallenas de mujeres) y vecindarios emergieron como losblancos principales de la guerra total. La ciudad indus-trial se convirtió “en su totalidad un espacio para laguerra. En unos cuantos años […] los bombardeos setrasladaron de los sitios estratégicos, a áreas urbanasmuy extensas y a la aniquilación instantánea de susespacios y poblaciones”.16

Estos procesos fueron afilados usando replicas de lasarquitecturas de las ciudades a bombardear. En Dug-way, Utah, por ejemplo, el ejército estadunidense cons-truyó una replica exacta de los edificios de Berlín, allado de aldeas de madera y papel de arroz japonesas,

que quemaron una y otra vez para diseñar lasbombas más efectivas para su destrucción.17

El blanco en la mira

El 14 de noviembre de 2007, Jacqui Smith, lasecretaria de Defensa Nacional, anunció unode los más ambiciosos planes en la historia dela vigilancia del Estado para ubicar a las perso-nas que entran y salen de Gran Bretaña. Elaltamente controversial programa e-Bordersapuntó a desplegar una serie de técnicas consofisticados algoritmos y cruzamiento de datospara identificar a “ilegales” —personas que

podrían tener un comportamiento amenazante—antes de pisar suelo británico. El programa utiliza unatecnología desarrollada por el consorcio TrustedBorders, encabezado por la enorme corporación dedefensa Raytheon.El proyecto e-Borders está basado en el sueño de la

omnipresencia tecnológica: seguirle la pista a todos losque transiten por las fronteras británicas, usando regis-tros de actividades pasadas y asociaciones para prevenirfuturas amenazas. Smith ha prometido que cuando elsistema sea plenamente funcional en 2014 —aunquesus críticos han dicho que es impracticable—, el con-trol y seguridad de las fronteras británicas se restable-cerá en un mundo de movilidades radicales e inseguras.La secretaria predice que

[…] quienes viajen a Gran Bretaña serán investigados,contrastando las listas de los que no pueden volar enavión con los posibles riesgos que representa cada perso-na. Junto con las visas biométricas, todo esto ayudará amantener los problemas lejos de nuestras costas.Añadamos una revisión doblemente ruda en las aduanasy una cédula de identidad para extranjeros. Con eso ten-dremos un triple registro de los que entran a nuestropaís.18

14 Eyal Weizman, “The War of Streets and Houses”, en CabinetMagazine, núm. 22, Summer 2006 [http://www.cabinetmagazi-ne.org/issues/22/bugeaud.php].

15 Ibidem.16 Martin Shaw, War and Genocide, Cambridge, Polity, 2003.

17 Mike Davis, Dead Cities and Other Tales, Nueva York, NewPress, 2003.

18 Nicole Kobe, ‘Government Announces that half of £1.2billion in funding for Technology to Boost Border Security will goto Raytheon-led Trusted Borders Consortia for a ScreeningSystem”, en IT Pro, núm. 14, November, 2007 [http://www.itpro.

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El lenguaje de Smith —listas de blancos posibles,vigilancia, chequeos, visas biométricas— revelamucho. La proliferación global de una vigilancia esta-tal profundamente tecnofílica, como la del proyecto e-Borders, señala la asombrosa militarización hacia lasociedad civil: la ampliación de las ideas militares debúsqueda e identificación de un blanco, hacia los espa-cios y circuitos de la vida cotidiana. Sin duda, proyec-tos como este son más que respuestas estatales a losvaivenes de las amenazas a la seguridad. Más bien, enun mundo marcado por la globalización y la crecienteurbanización, esos intentos representan los viejos sue-ños militares de alcanzar la omnipresencia tecnológicay racional sobre el gobierno de la sociedad civil.Con ambas doctrinas, de seguridad y militares, cen-

tradas en la tarea de identificar insurgentes, terroristasy un amplio registro de amenazas ambientales que pro-vienen del caos de la vida urbana, se vuelven más cla-ros los motivos de esa omnipresencia. Más aún, noimporta que sean las filas en el aeropuerto deHeathrow, los pasillos de las estaciones del metro deLondres o las calles de Kabul o de Bagdad, la doctrinaenfatiza que las intenciones de las personas deben iden-tificarse antes de que su potencial mortífero sea realiza-do, incluso hasta cuando no puedan distinguirse delresto de la población urbana. De ahí el manejo parale-lo, tanto en el corazón del norte global como en lasperiferias y fronteras coloniales, de adoptar sistemas devigilancia de alta tecnología que hacen que la acumu-lación de datos pasados se use como una forma deidentificar la futura amenaza.

Sus hijos contra nuestro silicón

En la raíz de tales visiones de segu-ridad en el mundo de la posgue-

rra fría, reside la fantasía de usar el irrefutable podertecnológico de los bagajes occidentales para restaurarsu menguada supremacía militar, política y económica.“En casa y fuera de ella, todo se reducirá a esto: sushijos contra nuestro silicón”, escribieron los teóricos dela seguridad de Estados Unidos, Mark Mills y PeterHuber, en el derechista City Journal, un año después delos ataques del 9/11, “y nuestro silicón ganará”.19

Huber y Mills preludiaban un futuro cercano pare-cido al de la película Minority Report. En su perspecti-va, una adaptación de los sistemas de vigilancia yrastreo emergían a espaldas de la alta tecnología deconsumo, comunicación y transporte para permeartodas los esferas de la vida en las ciudades occidentales.Comparando continuamente registros de compor-

tamientos individuales con extensas bases de datos deeventos pasados y asociaciones, esos sistemas de regis-tro —según la teoría— automáticamente señalarían silos cuerpos, espacios o sistemas de infraestructuraurbanos podrían estar a punto de caer bajo un ataqueterrorista.Así, lo que Huber y Mills llaman “blancos dignos de

confianza o cooperativos” son continuamente separa-dos de los “no cooperativos”; es decir, de quienes usanlos servicios postales, electricidad, Internet, finanzas,aerolíneas y sistemas de transporte como medios paraproyectar resistencia y violencia. Y, en efecto, la visiónde Huber y Mills propone una ampliación de las for-mas de seguridad y sistemas de vigilancia de los aero-puertos, que se extienda a todas las ciudades y, desde subase, los utilice en las sociedades con los medios de altatecnología de consumo y transporte ya empleados en

las urbes occidentales.Para cuidar las fronteras colo-niales en resistencia, Huber yMills, como muchos de losteóricos de la seguridadmilitar de Estados Uni-

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co.uk/139053/650-million-e-bor-ders-contract-to-raytheon-group].Una ironía de otro tipo de vigilancia—las cuentas del pay per view— casihacen renunciar a Smith en marzo de2009, cuando se descubrió que trató deque el Parlamento pagara las cuentas de sumarido por su adicción a las películas porno-gráficas.

19 Mark Mills y Peter Hu-ber, “How Technology WillDefeat Terrorism”, en City Jour-

nal, Winter 2002 [http://www.city-journal.org/html/12_1_how_

tech. html].

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dos, sueñan en una constante guerra de contrainsur-gencia, automatizada y robotizada. Usando sistemasdesplegados en las ciudades de la Unión Americana,pero esta vez con el poder soberano de matar autóno-mamente, imaginan a las tropas liberadas del sucio tra-bajo de combatir y matar en los terrenos de frontera,los cuales podrían rápidamente urbanizarse. Legionesde pequeños robots armados de sensores y capaces decomunicarse unos con otros, serían desplegados parapatrullar permanentemente las calles, desiertos y aveni-das. Huber y Mills sueñan con un futuro en el que gue-rreros robóticos trabajarían sin descanso para anticipara detalle el proyecto de algún poder destructivo conprecisión y criterio, “desde una distancia segura, sema-na tras semana y año con año, por el tiempo que seanecesario”.20

Esas fantasías de la omnipresencia de la alta tecno-logía son mucho más que ciencia-ficción. Por ejemplo,Raytheon, al mismo tiempo que construía el programabritánico de e-Borders, manufacturaba los misiles-cru-ceros y los robots regularmente utilizados por la CIApara sus asesinatos políticos en el Medio Oriente desde2002. Raytheon21 está también en el centro de unaserie de proyectos militares diseñados para utilizar elsoftware que permita a las armas robotizadas localizarblancos y asesinar a sus enemigos de forma automáti-ca, sin participación humana de por medio, tal comoHuber y Mills lo habían previsto.

El nuevo urbanismo militar

Las aplicaciones de la avanzada tecnologíaque se cruzan entre lo militar y lo civil —entrela vigilancia y el control de la vida cotidiana enlas ciudades occidentales y el acecho por gue-rras coloniales y recursos— están en el centrode la mayor parte de las tendencias que carac-terizan el nuevo militarismo urbano. Porsupuesto, sus efectos son distintos en las ciu-dades que en las actuales zonas de guerra, pero

sea cual sea el medio ambiente, esa alta tecnología de laviolencia se basa en un conjunto de ideas compartidas.Lo fundamental en este resurgimiento del militaris-

mo es el nuevo paradigma, que considera la infraes-tructura y los espacios comunitarios y privados de unaciudad como potenciales fuentes de amenaza. Esto semanifiesta en el uso generalizado de la guerra comometáfora dominante para describir la condición pro-longada e ilimitada de las sociedades urbanas —enguerra permanente contra las drogas, el crimen, elterrorismo: contra la inseguridad en sí—. Este procesoincorpora la sigilosa militarización de una amplia gamade discursos políticos, paisajes y circuitos de infraes-tructura urbanos, así como una variedad de espacios dela cultura urbana y popular. También conduce a la pro-gresiva e insidiosa difusión de debates sobre el milita-rismo y la “seguridad” en todos los ámbitos de la vida.En conjunto y de golpe, esto lleva esencialmente aideas militares de persecución y preparación para unaguerra que podría librarse en cualquiera de nuestros díaa día en la ciudad.La insidiosa militarización de la vida urbana ocurre

justo cuando la humanidad, por primera vez en 150mil años, se ha vuelto una especie predominantementeurbana. Para dar una idea de la notable variedad de cir-cuitos políticos, sociales y culturales que en la actuali-dad están siendo colonizados por el nuevo urbanismomilitar, señalaré cinco características que me parecenclaves.

Urbanizando la seguridadComo las prescripciones sobre el futuro de Huber yMills, el nuevo militarismo urbano, con toda su com-

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20 Mark Mills y Peter Huber, op. cit.21 Raytheon es una corporación industrial y uno de los contra-

tistas de defensa militares más grandes de Estados Unidos. Más de90 por ciento de sus ganancias provienen de contratos de defensaalrededor del mundo.

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plejidad y alcances, descansa en una idea cen-tral: que las técnicas militares de búsqueda yvisualización del objetivo deben colonizar demanera permanente el paisaje urbano y losespacios de la vida cotidiana, tanto en “lapatria” y ciudades al interior del Occidentecomo en las fronteras del mundo neo-colonial.Mas para ello, y para los gurús militares, esimprescindible que el único medio adecuadopara enfrentar estas nuevas realidades seamediante lo que ellos llaman guerra “asimétri-ca” o “irregular”.Este tipo de guerras no estatales, terroristas o insur-

gentes se colocan contra las fuerzas militares, las deseguridad de alta tecnología e inteligencia de los Es-tados nacionales, junto con la creciente gama de flore-cientes empresas particulares y filiales de armamento.Sin uniformar y sin distinguirse realmente de las pobla-ciones civiles, los guerreros de los no-Estados, milicias,insurgentes, terroristas, merodean invisibles gracias alanonimato producido por las florecientes ciudades delmundo (especialmente en los distritos informales derápido crecimiento). Ellos explotan los circuitos y arte-rias que enlazan a las ciudades modernas: Internet,YouTube, la tecnología del GPS, celulares, aviones, elturismo globalizado, la migración internacional, los sis-temas portuarios, las finanzas globales, e incluso losservicios postales y las redes eléctricas.Los ataques terroristas en Nueva York, Washington,

Madrid, Londres y Mumbai (por nombrar algunos),junto con los asaltos militares de Bagdad, Gaza,Nablus, Beirut, Grozny, Mogadishu y Ossetia del Sur,demuestran que la guerra asimétrica es el vehículo de laviolencia política a través de los espacios trasnacionales.Cada vez más la guerra contemporánea sucede ensupermercados, edificios, túneles de transporte subte-rráneo y en distritos industriales, más que en campos,selvas o desiertos.Todo esto significa que, por primera vez desde la

Edad Media, la geografía urbana y los sistemas quela enlazan están en el centro de las discusiones sobre laguerra, la geopolítica y la seguridad. En la nueva doc-trina de la guerra asimétrica —también llamada “con-flicto de baja intensidad”, netwar, “guerra prolongada”

o “guerra de cuarta generación”— los prosaicos sitiosde la vida diaria de las ciudades se están convirtiendo enel principal campo de batalla,22 tanto en casa como en elextranjero.En ese contexto, la doctrina de la seguridad occi-

dental ha sido rápidamente reimaginada hacia formasque borran dramáticamente las separaciones jurídicas yoperacionales entre políticas, inteligencia y militariza-ción; las distinciones entre guerra y paz, y entre ope-raciones locales, nacionales y globales. Cada vez más,las guerras y sus movilizaciones asociadas dejan de serlimitadas por el tiempo y el espacio, para convertirse enguerras sin fronteras y casi permanentes.Al mismo tiempo, los centros de poder estatales gas-

tan cada vez más recursos tratando de separar a lossujetos peligrosos y malignos de los que se consideranvaliosos y amenazados dentro de los espacios urbanos ylas infraestructuras que los enlazan. En vez de un siste-ma legal de derechos humanos basado en la ciudadaníauniversal, esta política de seguridad emergente se basaen hacer perfiles de individuos, lugares, comporta-mientos, asociaciones y grupos. Tales prácticas asignanestas categorías de riesgo, basándose en la percepciónde esos perfiles y asociaciones con la violencia, disrup-ción o resistencia en contra del orden geográficodominante global del neoliberalismo capitalista.En Occidente este cambio amenaza con reestructu-

rar la idea de ciudadanía y fronteras nacionales; idea me-dular al concepto de Estado-nación occidental desde

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22 Tim Blackmore, War X: Human Extensions in Battlespace,Toronto, University of Toronto Press, 2005.

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mediados del siglo XVII. Esa cre-ciente y riesgosa obsesión pue-de utilizar las herramientas deseguridad nacional para sepa-rar las ideas que alimentan laconcepción universal de ciuda-danía nacional. Por ejemplo,Estados Unidos ya pidió a GranBretaña emitir una visa especial paralos británicos que quieran ir a América yhayan visitado Pakistán. En otras palabras, estosprocesos amenazan con establecer fronteras dentro delos espacios de los estados nacionales, poniendo enduda las definiciones geográficas y sociales de “afuera”y “adentro” de las comunidades políticas. Es un proce-so paralelo a la irrupción de aduanas y controles enaeropuertos, almacenes, terminales de Internet y esta-ciones de tren.Mientras tanto, las armas policiales, y las de seguri-

dad e inteligencia de los gobiernos, están yendo másallá de los límites territoriales nacionales, como en lossistemas globales de vigilancia creados para monitorearaerolíneas y puertos, el comercio, las finanzas y los sis-temas de comunicación mundial. Los programas defronteras electrónicas, por ejemplo —como elRaytheon de Gran Bretaña—, están siendo integradosa sistemas trasnacionales, de tal forma que los compor-tamientos de los pasajeros y sus relaciones puedan serextraídos de bases de datos antes de que los pasajerosaborden sus vuelos a Europa y Estados Unidos. Lospoderes policiacos también se extienden más allá de lasfronteras. El Departamento de Policía de Nueva York,por ejemplo, ha establecido recientemente una cadenade diez oficinas extraterritoriales para llevar a cabo susesfuerzos antiterroristas. Las políticas extranacionalesproliferan ya en cumbres internacionales y en eventosdeportivos. Y en un movimiento paralelo a los camposde refugiados se les mantiene fuera de las fronteras,para que sus cuerpos malignos, inútiles y amenazantespuedan almacenarse y lidiar con ellos de forma invisi-ble y a distancia.La expansión de los poderes policiacos más allá de

las fronteras ocurre justo cuando las fuerzas militares sedespliegan por las naciones occidentales. En Estados

Unidos recientemente se es-tableció un comando paraAmérica del Norte, una re-gión que solía ser la partedel planeta no cubierta deesa manera. Además, el go-bierno de Estados Unidos ha

reducido gradualmente las anti-guas barreras legales para desplegar

militares en sus ciudades. El entrena-miento para estados de guerra urbanos ahora se

practica en varias ciudades estadounidenses como simu-laciones de crisis de “seguridad nacional”, y acaso paraenfrentar insurgencias en las periferias del imperio.Más aún, la convergencia entre doctrina y alta tecnolo-gía satelital, desarrollada para la guerra fría, se ha diri-gido cada vez más a vigilar dentro de |nuestrasciudades.

El boomerang de FoucaultEl nuevo militarismo se alimenta de experimentos de latecnología de vigilancia en la Franja de Gaza o en Bag-dad y, sobre todo, de las operaciones de seguridad eneventos deportivos y cumbres de mandatarios. Es enestas operaciones donde se prueban las tecnologías queposteriormente se venderán en los mercados de la segu-ridad nacional. Los modelos de pacificación, militari-zación y control se prueban en las calles del sur globaly se trasplantan a las ciudades capitalistas del norte.Esta sinergia entre las operaciones en el extranjero y deseguridad nacional es la segunda clave de las doctrinasdel nuevo militarismo urbano.Lorenzo Veracini, experto en estudios internaciona-

les, ha diagnosticado un dramático aumento de laimportación de técnicas propias del mundo colonizadohacia el manejo y planeación de las ciudades europeasy estadounidenses. Esos procesos, argumenta, gradual-mente harán desaparecer la “clásica y añeja distinciónentre el rostro de la condición colonial afuera y aden-tro”.23

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23 Lorenzo Veracini, “Colonialism Brought Home: On theColonization of the Metropolitan Space”, en Borderlands, vol. 4,núm. 1, 2005 [http://www.borderlands.net.au].

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Es importante enfatizar que estas estrategias y técni-cas implantadas en Estados Unidos, Gran Bretaña eIsrael en el periodo poscolonial24 implican no sólo unnuevo urbanismo militarizado en las zonas de guerraen el extranjero, sino su difusión e imitación dentro dela vida urbana occidental y secularizada. Como en elsiglo XIX, cuando las naciones colonialistas probaron larecolección de huellas dactilares, la construcción deprisiones panópticas y de avenidas haussmanianas envecindarios insurrectos, luego importaron esas técnicaspara sus propias poblaciones. Es lo que MichelFoucault llamó el efecto boomerang:25

La colonización blanca, con sus técnicas y sus armaspolíticas y judiciales, obviamente trasplantó sus mode-los europeos a otros continentes, pero también tuvo unefecto boomerang en los mecanismos de poder enOccidente, en sus aparatos, instituciones y técnicas.Toda una serie de modelos coloniales fueron traídos deregreso a Occidente y el resultado fue una práctica queimitaba la colonización, una colonización interna, en símisma.26

En el periodo contemporáneo, el nuevo urbanismomilitar comprende una miríada de sorprendentes efec-tos boomerang. Por ejemplo, los vehículos no tripula-dos, diseñados para vigilar a los palestinos, ahora seusan rutinariamente por parte de las fuerzas policialesen Estados Unidos, Europa y Asia del Este. Los opera-dores de las prisiones de máxima seguridadahora organizan el encarcelamiento y la tortu-ra de la “guerra contra el terrorismo”. Las cor-poraciones militares privadas ahora detentanlos contratos de reconstrucción, lo mismo en

Bagdad que en Nueva Orleáns. La pericia de Israelpara controlar poblaciones es imitada en las operacio-nes de seguridad para eventos internacionales. Y lospolicías-listos-para-disparar, entrenados para combatira los terroristas suicidas en Tel Aviv y Haifa han sidoadoptados por las policías europeas y estadounidenses—esto llevó directamente al asesinato de Jean Charlesde Menezes por parte de la policía antiterrorista deLondres el 22 de julio de 2005.Mientras tanto, la vigilancia hacia las manifestacio-

nes sociales en Londres, Toronto, París y Nueva Yorkutiliza las mismas armas no-letales que el ejército israelíaplica en Gaza o Jenin. La construcción de zonas deseguridad alrededor de los centros financieros en losdistritos de Londres y Nueva York importa directa-mente las técnicas usadas en las bases de ultramar.Finalmente, muchas de estas técnicas usadas para for-talecer enclaves en Bagdad y ocupaciones en la franjade Gaza son vendidas alrededor del mundo como loúltimo en soluciones de seguridad por las corporacio-nes que enlazan empresas y Estados entre Israel y Es-tados Unidos.Notablemente estos efectos boomerang que sueldan

las doctrinas de seguridad en las ciudades occidentalescon las de las periferias coloniales están apuntaladospor políticos de derecha y los comentaristas al serviciode los militares. Éstos tienden a implicar que las ciuda-

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24 Derek Gregory, The Colonial Present, Oxford,Blackwell, 2004; David Harvey, The New Imperialism,Oxford, Oxford University Press, 2005.

25 Michel Foucault, Society Must Be Defended:Lectures at the Collège de France, 1975–1976, Londres,Allen Lane, 2003, p. 103. Sobre el panóptico véase TimMitchell, “The Stage of Modernity”, en Tim Mitchell(ed.), Questions of Modernity, Minneapolis, University ofMinnesota Press, 2000, pp. 1–34. Sobre Hausmannvéase Eyal Weizman, op. cit., 2003; y sobre huellas dac-tilares ver Chandak Sengoopta, Imprint of the Raj: HowFingerprintingWas Born in Colonial India, Londrees, PanBooks, 2003.

26 Michel Foucault, ibidem.

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des son espacios intrínsecamente problemáti-cos, que albergan actos de subversión,resistencia, movilizaciones, disenso yprotesta, todos los cuales retan el esta-do de la seguridad nacional, adentroy afuera.Los crecientes movimientos de

la ultra derecha tienden a estar so-bre-representados dentro de las ins-tituciones policiales y militares.Ven a las áreas rurales y extraur-banas como espacios puros y au-ténticos de nacionalismo blanco,asociados con los valores tradicio-nales y cristianos. Los ejemplos vandesde los cristianos fundamentalistasde Estados Unidos hasta el Partido Na-cional de Gran Bretaña, el Freedom Partyde Austria, el Frente Nacional en Francia y elForza Italia. Y las zonas en rápida expansión en lasciudades son vistas como lugares que vulneran a lanación, territorios tan ajenos como Bagdad o Gaza.Paradójicamente, la imaginación geográfica que

apuntala el nuevo urbanismo militar tiende a tratar alas fronteras coloniales y a lo nacional por separado,dos caras del “choque de civilizaciones” en la contro-versial hipótesis de Samuel Huntington.27 Esta separa-ción imaginaria coexiste con la forma borrosa en quelas doctrinas de seguridad militar abordan el tema. Noreconocen que los lazos entre ambas son la migración ylas inversiones.Pensar que toda ciudad es un espacio problemático

más allá de las auténticas comunidades extraurbanas,crea una especial consonancia entre periferias y centroscapitalistas. La construcción de enclaves al estilo israelíen Bagdad en 2003 fue definida por las fuerzas milita-res de Estados Unidos como una versión en Irak de losconjuntos habitacionales “exclusivos”, las famosas gatedcommunities para los ricos. Y de vuelta: en medio de ladevastación que el huracán Katrina provocó en NuevaOrleáns en 2005, los oficiales hablaron de la necesidad

de “retomar” la ciudad contra los “insurgentes”.Sin duda, esto ha dado lugar a un nuevo“orientalismo” dentro de las ciudades.28

Se ve a los distritos de inmigrantes co-mo “zonas atrasadas” que ponen enriesgo al cuerpo político de la ciudadoccidental. En Francia, por ejemplo,los planeadores urbanos consideranlos proyectos de vivienda en lasafueras (banlieues) como reservacio-nes “periféricas”, colindantes perocon distancias a los centros metro-politanos.29 Las memorias de la gue-rra en Argelia son usadas por la ultraderecha francesa para argumentar quelas banlieues son en sí mismas disrupti-vas del orden. Discurso que movilizó a la

policía en los principales centros de viviendade los inmigrantes y causó los motines de 2005.

Kristin Ross ha señalado que se trata de una formaen que Francia se distancia de sus antiguas colonias,tanto afuera como adentro. Esta forma, argumenta,consiste en acordonar a los inmigrantes, desplazarlos alos suburbios, en una remodelación masiva de las fron-teras sociales dentro de París y otras ciudades france-sas.30 Las revueltas de 2005 sólo son una más de lasreacciones a la militarización de la colonización inte-rior que Mustafa Dikeç ha llamado “las tierras malas”de la república francesa contemporánea.31

En efecto, los simples actos de inmigración ahorason pensados como actos de guerra. Este giro en el dis-curso cambia el énfasis de las obligaciones morales deofrecer hospitalidad y asilo a la criminalización de losinmigrantes, como si se tratara no de seres humanos,sino de armas32 contra un poder nacional antes homo-géneo y sin diversidad étnica.

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27 Samuel Huntington, The Clash of Civilizations and theRemaking of World Order, Nueva York, Simon & Schuster, 1998.

28 Sally Howell y Andrew Shryock, “Cracking down on Dias-pora: Arab Detroit and America’s ‘war on terror’”, en Anthropolo-gical Quarterly, núm. 76, pp. 443-462.

29 Stefan Kipfer y Kanishka Goonewardena, op. cit.30 Kristin Ross, Fast Cars, Clean Bodies: Decolonization and the

Reordering of French Culture, Cambridge, MIT Press, 1996. p. 12.31 Mustafa Dikeç, Badlands of the Republic: Space, Politics and

Urban Policy, Oxford, Blackwell, 2007.32 Cato, “The Weaponization of Immigration”, Center for

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De aquí en adelante el discurso de la dere-cha que demoniza a las ciudades se convierteen una confusa e interminable definición deviolencia política. Samuel Huntington, llevan-do su tesis del choque de civilizaciones a otroterreno, ahora argumenta que el corazón delpoder y la identidad estadounidense está sien-do amenazada ya no por los terroristas islámi-cos, sino por no-blancos: los grupos de latinosque colonizan ya muchas ciudades.33 Son estasvisiones maniqueas las que le permiten al teó-rico de las fuerzas armadas estadounidenses,William Lind, argumentar que: “En las gue-rras de cuarta generación la invasión por inmi-gración es tan peligrosa como la invasión de unejército extranjero”. Bajo lo que considera la “venenosaideología del multiculturalismo”, Lind propone que losinmigrantes en las ciudades occidentales pueden cau-sar, desde dentro, una guerra de cuarta generación, deltipo más peligroso”.34

Dadas las dos direcciones del nuevo urbanismomilitar, no es de sorprenderse que las ciudades centra-les y periféricas empiecen a parecerse: fronteras fuerte-mente militarizadas, vallas, retenes alrededor deenclaves o “zonas de seguridad”, cédulas de identidad,videocámaras computarizadas, vigilancia biométrica ycontroles de acceso militarizados alrededor de centrossociales y económicos fortificados contra una masaingobernable y peligrosa. En los más extremos ejem-plos, la idea de las prisiones militares y los enclavesétnicos ahora crecen alrededor de los distritos financie-ros, las embajadas, los espacios de turismo y consumelos aeropuertos, las arenas deportivas, las comunidades“exclusivas” y las zonas de exportación.En ambos dominios, los esfuerzos se concentran en

establecer un perfil de las poblaciones urbanas ligado aun sistema que las observa, las sigue y las clasifica como

peligrosas. Los desarrollos de la alta tecnología de lavigilancia, el seguimiento vía cámaras de circuito cerra-do o satelitales, la biométrica y el armamento “no-le-tal” se han dado en paralelo a las ciudades occidentalesy a las periferias conflictivas. En ambos dominios,finalmente, existe la misma sensación de que las nuevasdoctrinas apuntan a una guerra perpetua como formade tratar a los residentes de una ciudad como perma-nentes blancos cuya buena voluntad, lejos de asumirse,ahora tiene que ser demostrada continuamente a uncomplejo aparato de vigilancia y recolección de datos.Esos desarrollos están respaldados por una serie de sus-pensiones del marco legal que objetivan a ciertos gru-pos como peligrosos y sobre los cuales pesan desderestricciones especiales, arrestos preventivos hastaencarcelaciones extralegales en un mundo global queya cuenta con campos de tortura y gulags modernos.Estos procesos se sobreponen a las tradiciones de

seguridad urbana que fuerzan a la gente a probar sulegitimidad si quieren seguir moviéndose libremente.Los teóricos de las ciudades y algunos filósofos se pre-guntan si la ciudad como espacio clave del disenso yla movilización será sustituida por una compleja geo-grafía de enclaves que se entrelazan fuera de los siste-mas de acceso-control.35 En ese contexto, uno puede

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Immigration Studies, February 2008 [http://www.cis.org/weapo-nization_of_immigration.html].

33 Samuel Huntington,Who AreWe: The Challenges to America’sNational Identity, Nueva York, Simon & Schuster, 2005; SamuelHuntington, op. cit.

34 William Lind, “Understanding Fourth Generation War”, enMilitary Review, septiembre-octubre 2004, p. 16 [www.au.af.mil/au/awc/awcgate/milreview/lind.pdf ].

35 Bülent Diken y Carsten Bagge Laustsen, The Culture ofException: Sociology Facing the Camp, Londres, Routledge, 2005,p. 64; Stephen Graham y Simon Marvin, Splintering Urbanism,Londres, Routledge, 2001.

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preguntarse si las ciudades están en un proce-so de disociación entre su papel comolugares clave de la acumulación decapital y el de centros de la movili-zación del disenso democrático.

Economías vigilantesAvanzando hacia nuestro ter-cer punto clave —la economíapolítica del nuevo urbanis-mo— es importante recalcarque la colonización de las ideasmilitares de la seguridad en eltema de las ciudades no tiene unafuente única. Proviene de los comple-jos en expansión, industriales trasnacio-nales que se extendieron más allá de lossectores militares y de seguridad para las industrias detecnología, la vigilancia y el entretenimiento hacia unaamplia red de consultoras, laboratorios y universidadescorporativas que venden soluciones de seguridad comobalas de plata para resolver complejos problemas socia-les, pasando por una vasta generación de ideólogos mili-tares que han pensado en la violencia política como laque nos sobrepasa en la vida cotidiana.A través de vagas y totalizadoras ideas sobre seguri-

dad, vivimos hoy virtualmente infectados por ellas ennuestra vida pública y social,36 para que estas industriaspuedan obtener dividendos portentosos justificados enlos análisis riesgosos de cualquier espacio de nuestravida cotidiana o de nuestros comportamientos. A la pardel colapso económico global, son estas industrias yservicios las que han florecido como nunca antes.Como el ejemplo de Raytheon demuestra, son las

mismas compañías de seguridad las que venden, insta-lan y monitorean las técnicas y prácticas del nuevourbanismo militarizado en las zonas de guerra y ennuestras ciudades. Con frecuencia, las políticas deseguridad en Europa o Estados Unidos no necesitanbloques supranacionales que las aprueben, porque enrealidad no se trata tanto de dar seguimiento a los

inmigrantes como de favorecer a ciertas indus-trias de defensa, seguridad y tecnologíaque puedan competir en los mercadosglobales.

En este lucrativo mercado deexportación, la experiencia is-raelí de cerrar ciudades y con-vertir territorios ocupados encampos de prisioneros perma-nentes es especialmente influ-yente, dado que son tecnologíasde combate probadas. La nuevabarda en la frontera entre Méxicoy Estados Unidos, por ejemplo,

está siendo levantada por un consor-cio ligado a la Boeing y a la compañía

israelita Elbit, cuyos radares y tecnologías deseguimiento significaron el encierro definitivo de lavida urbana de los palestinos. De igual manera esasombrosa la semejanza que las estrategias de contrain-surgencia de Estados Unidos en Irak tienen con el tra-tamiento de Israel en la segunda Intifada.La economía política que sustenta al nuevo milita-

rismo urbano se enfoca inevitablemente en el papel deélite de unas cuantas ciudades llamadas “globales”,como centros del capitalismo neoliberal, así como enlos principales mercados para proponer nuevas solucio-nes de seguridad. Son los centros financieros los queconcentran la última tecnología de seguridad militar,los que financian a las más grandes universidades cor-porativas —que dominan la investigación de la nuevaseguridad— y sostienen una red global de institucionesfinancieras que se apropian de ciudades enteras ennombre del “libre comercio”.La red global de ciudades desde donde se orques-

ta el neoliberalismo capitalista —Londres, NuevaYork, París, Frankfort— ha ayudado a producir lanueva lógica de la adquisición agresiva de los merca-dos que trabaja de cerca con los Estados militares ysus contratistas privados. Con la desregulación de laviolencia para los monopolios de las corporacionesmercenarias, el “urbicidio” y la rapiña, que en otras é-pocas había alimentado los aspectos más parasita-rios de las economías occidentales, se ha hecho más

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36 Giorgio Agamben, “Security and Terror”, en Theory andEvent, vol. 5, núm. 4, 2002, pp. 1–2.

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visible.37 En un mundo donde la escasez de recursosnos obsesiona, el nuevo urbanismo militar se liga ínti-mamente con una explotación neocolonial de mate-rias primas distantes, en un esfuerzo para seguirsosteniendo a las ciudades ricas y sus estilos de vida.Nueva York y Londres proporcionan el poder corpo-rativo y financiero para apropiarse del petróleo iraquídesde la invasión en 2003. El despojo de tierras parasembrar granos para biocombustibles y alimentostambién está centrado en las ciudades financieras. Y,finalmente, el boom de los mercados de seguridad dealta tecnología le ha dado a estas ciudades un estímu-lo en medio de una crisis económica global.

La infraestructura urbana, la guerraLa naturaleza misma de la ciudad moderna—su dependencia en densas redes de infraes-tructura, su complejidad y anonimato, sunecesidad de alimento, agua y electricidadimportada— crea la posibilidad de formas deviolencia contra ella y a través de ella. Por lotanto, la ciudad es concebida por los Estados ylos combatientes sin Estado como un mediopara la guerra.Muchos ejemplos recientes demuestran

cómo los actores sin Estado obtienen la mayorparte de su poder a través de la apropiación delas infraestructuras necesarias para sostener lavida urbana moderna, global, y cómo amplifi-can su importancia al utilizarlas. Los insurgen-tes han usado las infraestructuras urbanas paraatacar Nueva York, Londres, Madrid, yMumbai. Intervienen las redes eléctricas, los ductos depetróleo y los sistemas de teléfonos celulares en Irak yNigeria. Los piratas somalíes sistemáticamente secues-tran barcos usando a los corredores del comercio marí-timo como fuentes de inteligencia en las subastas deLondres. Y al hacer esto esos actores han transformadolos aviones, los trenes subterráneos y las comunicacio-nes en armas letales.Sin embargo, esas amenazas terroristas a las infraes-

tructuras palidecen ante los esfuerzos de los Estados

militares contra las ciudades. Estados Unidos e Israel,por ejemplo, han trabajado sistemáticamente en la“desmodernización” de las infraestructuras urbanas enGaza, Líbano e Irak desde 1991. Los Estados han sus-tituido la guerra total contra las ciudades con la des-trucción sistemática de sus fuentes de agua yelectricidad —con bombas que esparcen millones demuniciones de grafito para causar corto circuitos.Vendidos a los medios como inexorables presiones

políticas contra los regímenes adversarios, estos mode-los supuestamente humanitarios de guerra terminanpor matar tan efectivamente a los miembros más vul-nerables de las sociedades, como un bombardeo, perosin la molestia de las cámaras de televisión. Estos ata-

ques deliberados generan crisis de salud en las socieda-des altamente urbanizadas en las que no existen fuentesalternativas para conseguir agua potable, electricidad,alimentos o medicamentos.El devastador sitio de Israel en Gaza desde que

Hamas fue electo como gobierno en 2006 presenta unejemplo revelador. Un corredor urbano densamentepoblado, con cerca de un millón y medio de personasfue apretado en un campo de concentración. En sus con-fines, la muerte de los débiles, viejos, y enfermos soninvisibles para el resto del mundo. Los individuos másfuertes son forzados a vivir en algo cercano a lo que

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37 Stefan Kipfer y Kanishka Goonewardena, op. cit.

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Giorgio Agamben ha llamado “la vida desnu-da”,38 una vida biológica que puede sacrifi-carse en todo momento por un podercolonial que mantiene su derecho amatar con impunidad y que le haquitado a su población toda respon-sabilidad moral o política en esa vio-lencia.Crecientemente, las metas de esa

guerra contra las infraestructuras delas ciudades como medio para coaccio-nar políticamente parecen aplicarse tam-bién a la competencia económica. La Rusiade Putin gana en estos días buena parte de suinfluencia estratégica no por medio de las armas, sinocon la amenaza sobre Europa de bajar el switch delabastecimiento de energía.

Ciudadanos soldadosLa quinta clave del nuevo urbanismo militar es laforma en que intenta legitimarse en la cultura popular,urbana, electrónica y material. Frecuentemente, laslabores militares de seguimiento, vigilancia y defini-ción de objetivos a atacar no requerían de sistemas tec-nológicos completamente nuevos. Simplemente seapropiaban de sistemas que ya operaban para viajar yconsumir. Así, las congestionadas zonas de tránsito ycompras de Londres se renombraron como zonas deseguridad. Internet, sus interacciones y transaccionescotidianas, es usada ahora para formar bases de datosque permitan anticipar supuestas conductas delictivas.Los sueños de automóviles inteligentes son transfigura-dos en armas no-tripuladas. Toda la imaginería de lossatélites y del GPS, que ayudan a desarrollar nuevos esti-los de vida urbanos, son usados ahora para hacer máspreciso el lanzamiento de un bombardeo. Y, como enla iniciativa en Lower Manhattan, las cámaras de cir-cuito cerrado, diseñadas para hacer las compras másseguras, se transforman ahora en sistemas de vigilanciaantiterrorista.Quizás uno de los cruces entre civiles y militares se

está dando en las culturas de lo virtual y el entreteni-

miento. Para producir sujetos que pudie-ran manejar artefactos no tripulados, elejército estadounidense produce añocon año los más cotizados video-juegos. America’s Army o FullSpectrumWarrior39 permiten a losjugadores matar terroristas en ciu-dades de Medio Oriente me-diante aplicaciones de softwareutilizado para entrenamientos mili-tares reales. Para cerrar el círculo

entre el entretenimiento virtual y elasesinato a control remoto, ahora los

paneles que usan los pilotos de los no-tripula-dos Predator —manufacturados por nuestros viejosamigos de Raytheon— imitan los de PlayStation, con-solas con las que los reclutas están más familiarizados.Un circuito final de cruce es la cultura del automó-

vil. El símbolo más poderoso de su popularidad son losvehículos explícitamente militares. El auge y caída delas Hummer es un ejemplo central. Los vehículos parala guerra urbana han sido convertidos en transportede civiles híper agresivos, marcados por el patriotis-mo de la guerra contra el crimen y el terrorismo. Devuelta, las camionetas Suburban modificadas han sidoel vehículo elegido por los mercenarios de Blackwateren las calles de Irak. Adicionalmente, están los crucesentre los automóviles civiles computarizados y las im-pacientes investigaciones de los militares para cons-truir vehículos robóticos que puedan usarse en laguerra urbana. Y cerrando el ciclo, ahí está la angus-tia de Estados Unidos por acaparar las fuentes querestan de petróleo.

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38 Giorgio Agamben, Homo Sacer, Valencia, Pre-Textos, 2009.

39 Véanse las páginas respectivas para cada juego:[http://www.americasarmy.com] y [http://xbox.ign.com/arti-cles/519/519972p1.html].