A Nuestros Amigos Final, Comité Invisible

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A nuestros amigos

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ÍndiceLas insurrecciones, finalmente, han venido — Merry crisis and happy new fear —Nos quieren obligar a gobernar,no vamos a caer en esa provocación —El poder es logístico. ¡Bloqueemos todo! — Fuck off Google —Desaparezcamos —Nuestra única patria: la infancia —Omnia sunt communia —Today Libia, tomorrow Wall Street —

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Índice

Las insurrecciones, finalmente, han venido —

Merry crisis and happy new fear —

Nos quieren obligar a gobernar,no vamos a caer en esa provocación —

El poder es logístico. ¡Bloqueemos todo! —

Fuck off Google —

Desaparezcamos —

Nuestra única patria: la infancia —

Omnia sunt communia —

Today Libia, tomorrow Wall Street —

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A Billy, Guccio, Alexis y Jeremmy Hammond, pues,

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“No hay otro mundo. Hay simplementeotra manera de vivir.”

Jacques Mesrine

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Las insurrecciones, finalmente, han venido. En tangran número y en tantos países, desde 2008, que eledificio entero de este mundo parece, fragmentotras fragmento, desintegrarse. Hace diez años,predecir un levantamiento te exponía a las burlas delos sentados; hoy, los que anuncian el retorno alorden son los que pasan por bufones. Nada másfirme, nada más asegurado, se nos decía, que elTúnez de Ben Ali, la diligente Turquía de Erdogan,la Suecia socialdemócrata, la Siria baazista, elQuebec bajo tranquilizantes o el Brasil de la playa,de las bolsa família y de las unidades pacificadorasde policía. Se ha visto la consecuencia. Laestabilidad ha muerto. Ahora en política también sereflexiona dos veces antes de otorgar una triple A.

Una insurrección puede estallar en cualquiermomento, por cualquier motivo, en cualquier país; yllevar a quién sabe dónde. Los dirigentes caminanentre precipicios. Su propia sombra pareceamenazarlos. ¡Que se vayan todos! era un eslogan;se ha vuelto una sabiduría popular, base continua dela época, murmullo que pasa de boca en boca paraelevarse de manera vertical, como un hacha, en el

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momento en que uno menos se lo espera. Los másastutos de entre los políticos han hecho incluso de éluna promesa de campaña. No tienen otra elección.El hastío sin remedio, la pura negatividad y elrechazo absoluto son las únicas fuerzas políticasdiscernibles del momento.

Las insurrecciones han venido, no la revolución.Raramente se han visto como estos últimos años, enun lapso de tiempo tan condensado, tantas sedes delpoder oficial ser tomadas por asalto, desde Greciahasta Islandia. Ocupar plazas en pleno corazón delas ciudades, plantar en ellas tiendas de campaña,alzar en ellas barricadas, comedores o viviendasimprovisadas, y mantener en ellas asambleas,concernirá pronto al reflejo político elemental,como ayer la huelga. Parece que la época hayaincluso comenzado a secretar sus propios lugarescomunes — comenzando por ese All Cops AreBastards (ACAB) que una extraña internacional dejaahora, con la embestida de cada revuelta, salpicadoen los muros de las ciudades, tanto en El Cairocomo en Estambul, tanto en Roma como en París oRío.

Pero por grandes que sean los desórdenes bajo elcielo, la revolución parece en todas partesestrangularse en el estadio del motín. En el mejorde los casos, un cambio de régimen satisface uninstante la necesidad de cambiar el mundo, parareconducir enseguida a la misma insatisfacción. Enel peor de los casos, la revolución sirve como

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estrado a esos mismos que, mientras hablan ennombre de ella, no tienen otra preocupación queliquidarla. En lugares como Francia, la inexistenciade fuerzas revolucionarias suficientemente confiadasen sí mismas abre el camino a aquellos cuyaprofesión es justamente fingir confianza en símismos, y proporcionarla como espectáculo: losfascistas. La impotencia agriada.

Hasta este punto, bien hace falta admitirlo,nosotros revolucionarios hemos sido derrotados. Noporque desde 2008 no hayamos alcanzado larevolución como objetivo, sino porque hemos sidodesprendidos, continuamente, de la “revolución”como proceso. Cuando alguien fracasa, puedeecharle la culpa al mundo entero, concebir a partirde mil resentimientos todo tipo de explicaciones,incluso explicaciones científicas, o puedeinterrogarse acerca de los puntos de apoyo de losque el enemigo dispone en nosotros mismos y quedeterminan el carácter no fortuito, sino repetido, denuestros fracasos. Quizá podríamos interrogarnossobre lo que queda, por ejemplo, de izquierda entrelos revolucionarios, y que los condena no sólo a laderrota, sino a una detestación casi general. Unacierta manera de profesar una hegemonía moral, decuyos medios carecen, es en ellos un defectoheredado de la izquierda. Así como esa insoportablepretensión a decretar la justa manera de vivir — laque es verdaderamente progresista, iluminada,correcta, desconstruida, sin mácula. Pretensión que

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llena de deseos de asesinar a cualquiera que seencuentre por ahí arrojado sin razón del lado de losreaccionarios-conservadores-oscurantistas-limitados-patanes-superados. La rivalidadapasionada de los revolucionarios con la izquierda,lejos de liberarlos de ella, no hace más queretenerlos sobre su terreno. ¡Larguemos lasamarras!

Desde La insurrección que viene, nos hemosdirigido a dondequiera que la época se incendiaba.Hemos leído, hemos luchado, hemos discutido concamaradas de todos los países y de todas lastendencias, hemos tropezado con ellos en losinvisibles obstáculos del tiempo. Algunos de entrenosotros han muerto, otros han conocido la prisión.Nosotros hemos persistido. No hemos renunciado aatacar este mundo ni a construir otros. De nuestrosviajes hemos vuelto con la certeza de que no vivimosunas revueltas erráticas, separadas, que se ignoranlas unas a las otras, y que todavía haría falta vincularentre sí. Esto es lo que, en su calculada gestión delas percepciones, la información en tiempo realpone en escena. Esto es la obra de lacontrainsurrección, que comienza desde esta escalaínfima. Nosotros no somos contemporáneos derevueltas dispersas, sino de una única ola mundial delevantamientos que se comunican entre sí demanera imperceptible. De una universal sed deencontrarse que sólo la universal separación explica.De un odio general a la policía que indica el lúcido

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rechazo a la atomización general que aquéllasupervisa. En todas partes se lee la misma inquietud,el mismo pánico de fondo, al cual responden losmismos sobresaltos de dignidad, y no deindignación. Lo que pasa en el mundo desde 2008no constituye una serie sin coherencia de erupcionesdescabelladas que sobrevienen en espaciosnacionales herméticos. Una sola secuencia históricaes lo que se desenvuelve en una estricta unidad delugar y tiempo, desde Grecia hasta Chile. Y sólo unpunto de vista sensiblemente mundial permiteelucidar su significación. No podemos dejarexclusivamente a los think tanks del capital elpensamiento aplicado de esta secuencia.

Toda insurrección, por localizada que sea, da unaseñal más allá de sí misma, contiene de entrada algode mundial. En ella, nos elevamos juntos a la alturade la época. Pero la época es a su vez eso queencontramos en el fondo de nosotros mismos,cuando aceptamos descender hasta ahí, cuando nossumergimos en eso que vivimos, vemos, sentimos ypercibimos. En todo ello hay un método deconocimiento y una regla de acción; hay tambiénaquello que explica la conexión subterránea entre lapura intensidad política del combate callejero y lapresencia ante uno mismo sin maquillaje delsolitario. Es en el fondo de cada situación y en elfondo de cada uno que hay que buscar la época. Esahí donde “nosotros” nos encontramos, ahí donde

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tienen lugar las amistades verdaderas, dispersadas enlos cuatro puntos del globo, pero caminando juntas.

Los conspiracionistas son contrarrevolucionariosal menos en cuanto que reservan sólo a lospoderosos el privilegio de conspirar. Si es muyevidente que los poderosos conspiran para preservary extender sus posiciones, no es menos cierto quepor todas partes esto conspira — en los vestíbulosde los edificios, en las máquinas de café, en la partetrasera de los kebabs, en las ocupaciones, en lostalleres, en los patios centrales, en las cenas, en losamores. Y todos estos vínculos, todas estasconversaciones, todas estas amistades, tejen porcapilaridad, a escala mundial, un partido históricoen obra — “nuestro partido”, como decía Marx. Sinduda hay, frente a la conspiración objetiva del ordende las cosas, una conspiración difusa a la cualnosotros pertenecemos de hecho. Pero la mayorconfusión reina en su seno. En todas partes nuestropartido se tropieza con su propia herenciaideológica; se engancha los pies en todo un armazónde tradiciones revolucionarias derrotadas y difuntas,pero que exigen respeto. Ahora bien, la inteligenciaestratégica proviene del corazón y no del cerebro, yel agravio de la ideología es precisamente hacer decortina entre el pensamiento y el corazón. En otrostérminos: nos hace falta forzar la puerta de ahídonde nosotros estamos ya. El único partido porconstruir es el que ya está ahí. Nos hace faltadesembarazarnos de todo el fárrago mental que

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obstaculiza la clara captación de nuestra comúnsituación, de nuestra “común terrestritud,” según laexpresión de Gramsci. Nuestra herencia no estáprecedida por ningún testamento.

Como todo eslogan publicitario, la consigna“Somos el 99%” debe su eficacia no a lo que dice,sino a lo que no dice. Lo que no dice es la identidaddel 1% de poderosos. Lo que caracteriza al 1% noes que son ricos (hay más de 1% de ricos en losEstados Unidos), no es que son célebres (se hacenmás bien discretos, ¿y, además, quién no tienederecho, en nuestros días, a su cuarto de hora degloria?). Lo que caracteriza al 1% es que estánorganizados. Se organizan incluso para organizar lavida de los demás. La verdad de este eslogan esbastante cruel, y es que el número aquí no marcanada: podemos ser 99% y perfectamentedominados. Por el contrario, los saqueos colectivosde Tottenham demuestran de manera suficiente queuno deja de ser pobre desde que comienza aorganizarse. Existe una diferencia considerableentre una masa de pobres y una masa de pobresdeterminados a actuar en conjunto.

Organizarse jamás ha querido decir afiliarse a lamisma organización. Organizarse es actuar segúnuna percepción común, al nivel que sea. Ahora bien,lo que hace falta a la situación no es la “cólera de lagente” o la escasez, no es la buena voluntad de losmilitantes ni la difusión de la conciencia crítica, nisiquiera la multiplicación del gesto anárquico. Lo

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que nos falta es una percepción compartida de lasituación. Sin esta argamasa, los gestos se borran sinhuella en la nada, las vidas tienen la textura de lossueños y los levantamientos acaban en los librosescolares.

La profusión cotidiana de informaciones, paraunos alarmantes y para otros simplementeescandalosas, modela nuestra aprehensión de unmundo globalmente ininteligible. Su aspecto caóticoes la niebla de la guerra detrás de la cual ésta se haceinatacable. Es por su aspecto ingobernable que esrealmente gobernable. Ahí está la artimaña.Adoptando la gestión de crisis como técnica degobierno, el capital no sustituyó simplemente elculto al progreso con el chantaje de la catástrofe,quiso reservarse la inteligencia estratégica delpresente, la visión general de las operaciones encurso. Esto es lo que importa disputarle. De lo quese trata, en materia de estrategia, es de volver adarnos dos golpes de ventaja sobre la gobernanzaglobal. No hay ninguna “crisis” de la que haría faltasalir, hay una guerra que nos hace falta ganar.

Una inteligencia compartida de la situación nopuede nacer de un solo texto, sino de un debateinternacional. Y para que un debate tenga lugarhace falta derramar piezas en éste. He aquí puesuna. Nosotros hemos sometido la tradición y lasposiciones revolucionarias a la piedra de toque de lacoyuntura histórica y hemos buscado cortar los milhilos ideales que retienen en el suelo al Gulliver de

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la revolución. Hemos buscado a tientas qué pasajes,qué gestos y qué pensamientos podrían permitirextraerse del punto muerto del presente. No haymovimiento revolucionario sin un lenguaje capaz dedecir a la vez la condición que nos está hecha y loposible que la fisura. Lo que sigue es unacontribución a su elaboración. Con dicho fin, estetexto aparece simultáneamente en ocho lenguas ysobre cuatro continentes. Si estamos por todaspartes, si somos legiones, nos hace falta en losucesivo organizarnos, mundialmente.

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Atenas, diciembre de 2008

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Merry crisis and happy new fear

1. Que la crisis es un modo de gobierno. 2. Que laverdadera catástrofe es existencial y metafísica. 3.Que el apocalipsis decepciona.

1. Nosotros revolucionarios, somos los grandescornudos de la historia moderna. Y uno siempre es,de una u otra manera, cómplice de que le ponganlos cuernos. El hecho es doloroso, y por tantogeneralmente denegado. Hemos tenido una fe ciegaen la crisis, una fe tan ciega y tan vieja que no nosdimos cuenta de cómo fue que el orden neoliberal laconvirtió en la pieza maestra de su arsenal. Marxescribía después de 1848: “Una nueva revoluciónsólo es posible como consecuencia de una nuevacrisis. Pero la primera es tan segura como lasegunda.” Y pasó efectivamente el resto de sus díasprofetizando, al menor espasmo de la economíamundial, la gran crisis final del capital, que habráesperado en vano. Siguen existiendo marxistas paravendernos la crisis presente como “The Big One”,para insistirnos que sigamos esperando su curiosaespecie de Juicio Final.

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“Si quieres imponer un cambio —aconsejabaMilton Friedman a sus Chicago Boys— desata unacrisis.” El capital, lejos de acobardarse ante las crisis,se ensaña ahora en producirlas experimentalmente.Tal como es desatada una avalancha para reservarsela elección de su hora y el dominio de su amplitud.Tal como es quemada una llanura para asegurarse deque el incendio que los amenaza acabe muriendoahí, a falta de combustible. “Dónde y cuándo” esuna cuestión de oportunidad o de necesidad táctica.Es sabido por todos que apenas después de habersido nombrado, en 2010, el director de la Elstat, elinstituto griego de estadística, se puso sin descanso afalsificar las cuentas de la deuda del país, paraagravarlas, con el propósito de justificar laintervención de la Troika. Es pues un hecho que la“crisis de las deudas soberanas” fue lanzada por unhombre que era entonces un agente oficialmenteremunerado por el FMI, institución quesupuestamente “ayuda” a los países a salir de ellas.Se trataba aquí de experimentar a gran escala, en unpaís europeo, el proyecto neoliberal de completaremodelación de una sociedad, los efectos de unabuena política de “ajustes estructurales”.

Con su connotación médica, la crisis fue durantetoda la modernidad esa cosa natural que ocurría demanera inesperada o cíclica, fijando el plazo paratomar una decisión, una decisión que pondríatérmino a la inseguridad general de la situacióncrítica. El final era feliz o desafortunado, de acuerdo

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con la exactitud de la medicación aplicada. Elmomento crítico también era el momento de lacrítica — el breve intervalo en que estaba abierto eldebate acerca de los síntomas y la medicación.Actualmente ya no hay nada de eso. El remedio yano está ahí para poner fin a la crisis. Por elcontrario, la crisis es abierta con vistas a introducirel remedio. Ahora se habla de “crisis” a propósito deaquello que se tiene la intención de reestructurar, asícomo se designan como “terroristas” a aquellos queuno se prepara a golpear. En Francia, la “crisis de lasbanlieues” en 2005 habrá anunciado así la mayorofensiva urbanística de los últimos treinta añoscontra las susodichas “banlieues”, ofensivadirectamente orquestada por el ministerio delInterior.

El discurso de la crisis es, entre los neoliberales,un doble discurso — ellos prefieren hablar, entre símismos, de “doble verdad”. Por un lado, la crisis esel momento vivificante de la “destrucción creadora”,creadora de oportunidades, de innovación, deempresarios de entre los cuales sólo los mejores, losmás motivados, los más competitivos, sobrevivirán.“Éste puede ser en el fondo el mensaje delcapitalismo: la ‘destrucción creadora’, el rechazo detecnologías obsoletas y los viejos modos deproducción en favor de los nuevos son la únicamanera de elevar los niveles de vida [...] Elcapitalismo crea un conflicto en cada uno denosotros. Somos alternativamente el agresivo

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empresario y el teleadicto de sofá que, en lo másprofundo de sí, prefiere una economía menoscompetitiva y estresante, en la cual todo el mundoganaría lo mismo”, escribe Alan Greenspan, directorde la Reserva Federal estadounidense de 1987 a2006. Por el otro lado, el discurso de la crisisinterviene como método político de gestión depoblaciones. La reestructuración permanente detodo, tanto de los organigramas como de lasasistencias sociales, tanto de las empresas como delos barrios, es la única manera de organizar, a travésde un desquiciamiento constante de las condicionesde existencia, la inexistencia del partido adverso. Laretórica del cambio sirve para desmantelar todacostumbre, para destrozar todos los vínculos, paradesconcertar toda certeza, para disuadir todasolidaridad, para mantener una inseguridadexistencial crónica. Corresponde a una estrategiaque se formula en estos términos: “Prevenirmediante la crisis permanente toda crisis efectiva”.Esto es similar, a escala de lo cotidiano, a la prácticacontrainsurreccional bien conocida del“desestabilizar para estabilizar”, que consiste, paralas autoridades, en suscitar voluntariamente el caos afin de hacer del orden algo más deseable que larevolución. Del micromanagement a la gestión depaíses enteros, mantener a la población en unasuerte de estado de shock permanente asegura laestupefacción, la negligencia a partir de la cual sehace de cada uno y de todos casi cualquier cosa que

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se desee. La depresión de masas que abateactualmente a los griegos es el producto deseadopor la política de la Troika, y no su efecto colateral.

Es por no haber comprendido que la “crisis” noera un hecho económico, sino una técnica políticade gobierno, que algunos han caído en el ridículocuando proclaman precipitadamente, con laexplosión de la estafa de las subprimas, la “muertedel neoliberalismo”. No vivimos una crisis delcapitalismo, sino al contrario el triunfo delcapitalismo de crisis. “La crisis” significa: elgobierno crece. Ella se ha vuelto la ultima ratio decuanto reina. La modernidad medía todo encomparación con el pasado atraso, del cualpretendía extraernos; ahora toda cosa se mide encomparación con su inminente colapso. Cuando sedivide a la mitad la paga de los funcionarios griegos,se alega que bien podríamos dejar de pagarles deltodo. Cada vez que se alarga el período decotización de los asalariados franceses, es con elpretexto de “salvar el sistema de pensiones”. Lacrisis presente, permanente y omnilateral, ya no esla crisis clásica, el momento decisivo. Es, por elcontrario, fin sin fin, apocalipsis duradero,suspensión indefinida, aplazamiento eficaz delderrumbamiento efectivo, y, por esto, estado deexcepción permanente. La crisis actual ya nopromete nada; al contrario, tiende a liberar a quiengobierna de toda restricción respecto a los mediosque son desplegados.

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2. Las épocas son orgullosas. Cada una pretende serúnica. El orgullo de la nuestra es haber realizado lacolisión histórica de una crisis ecológica planetaria,de una crisis política generalizada de las democraciasy de una inexorable crisis energética, todo coronadocon una crisis económica mundial rampante, aunque“sin equivalentes desde hace un siglo”. Y estohalaga, esto agudiza, nuestro deleite de vivir unaépoca como ninguna. Basta con abrir los periódicosde los años 1970, con leer el informe del Club deRoma sobre los Límites del crecimiento de 1972, elartículo del cibernético Gregory Bateson sobre “Lasraíces de la crisis ecológica” de marzo de 1970, obien La crisis de la democracia publicada en 1975por la Comisión Trilateral, para constatar que, almenos desde los comienzos de los años 1970,vivimos bajo la sombra del astro oscuro de la crisisintegral. Un texto de 1972 como Apocalipsis yrevolución de Giorgio Cesarano lo analiza ya conlucidez. Así pues, si el séptimo sello fue levantado enun momento preciso, esto no data del día de ayer.

A finales de 2012, el muy oficial Center forDisease Control estadounidense difundía, paravariar, una historieta. Su título: Preparedness 101:Zombie apocalypse. La idea aquí es simple: lapoblación debe estar lista para toda eventualidad,una catástrofe nuclear o natural, una averíageneralizada del sistema o una insurrección. Eldocumento era así concluido: “Si usted está

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preparado para un apocalipsis zombi, está preparadopara cualquier situación de emergencia”. La figuradel zombi proviene de la cultura vudú haitiana. Enel cine estadounidense, las masas de zombissublevados sirven crónicamente como alegoría de laamenaza de una insurrección generalizada delproletariado negro. Es pues sin duda a eso que hayque estar preparado. Ahora que ya no existe ningunaamenaza soviética que blandir para asegurar lacohesión psicótica de los ciudadanos, todo es buenopara hacer que la población esté preparada paradefenderse, es decir, para defender al sistema.Mantener un pavor sin fin para prevenir un finespantoso.

Toda la falsa conciencia occidental se encuentraresumida en ese comic oficial. Es evidente que losverdaderos muertos vivientes son lospequeñoburgueses de los suburbiosestadounidenses. Es evidente que la llanapreocupación por sobrevivir, la angustia económicapor carecer de todo o el sentimiento de una formade vida propiamente insoportable no es lo quevendrá después de la catástrofe, sino aquello queanima ya el desesperado struggle for life de cadaindividuo bajo un régimen neoliberal. La vidavenida a menos no es aquello que amenaza, sinoaquello que ya está ahí, cotidianamente. Todos loven, todos lo saben, todos lo sienten. Los WalkingDead son los salary men. Si esta época enloquecepor unas puestas en escena apocalípticas, que

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ocupan una buena parte de la produccióncinematográfica, esto no es solamente por el goceestético que este género de distracción autoriza. Porlo demás, el Apocalipsis de Juan tiene ya todo lo quetiene cualquier fantasmagoría hollywoodense, consus ataques aéreos de ángeles desencadenados, susinenarrables diluvios, sus espectaculares plagas.Nada salvo la destrucción universal, la muerte detodo, puede procurar al empleado urbanizado elremoto sentimiento de estar con vida, a él que, deentre todos, es el menos vivo. “¡Acabemos conesto!” y “¡ojalá que dure!” son los dos suspiros quearroja alternativamente un mismo desamparocivilizado. Un viejo gusto calvinista por lamortificación se entremezcla con esto: la vida es unaplazamiento, nunca una plenitud. No se ha habladoen vano de “nihilismo europeo”. Se trata, por lodemás, de un artículo que se ha exportado tan bienque el mundo ya se encuentra saturado de él. Dehecho, más que “globalización neoliberal”, hemossobre todo tenido la mundialización del nihilismo.

En 2007 escribimos que “lo que nos hace frenteno es la crisis de una sociedad, sino la extinción deuna civilización”. Este género de declaraciones tehacía pasar en aquel tiempo por un iluminado. Pero“la crisis” ha pasado por ahí. E incluso ATTAC seatreve a hablar de una “crisis de civilización” — coneso se dice todo. Más interesante es lo que escribíaun veterano estadounidense de la guerra de Irak, enotoño de 2013 en el New York Times, que se volvió

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asesor en “estrategia”: “Hoy, cuando miro en elfuturo, veo el mar asolando el sur de Manhattan.Veo motines por el hambre, huracanes y refugiadosclimáticos. Veo a los soldados del 82avo regimientodisparando a saqueadores. Veo averías eléctricasgenerales, puertos devastados, los deshechos deFukushima y epidemias. Veo Bagdad. Veo lasRockaways sumergidas. Veo un mundo extraño yprecario. […] El problema que plantea el cambioclimático no es el de saber cómo es que eldepartamento de Defensa va a prepararse para lasguerras por los recursos, o cómo deberíamoslevantar diques para proteger Alphabet City, ocuándo evacuaremos Hoboken. Y el problema noserá resuelto con la compra de un coche híbrido, lafirma de tratados o apagando el aire acondicionado.El mayor problema es filosófico, se trata decomprender que nuestra civilización está muertaya.” Tras la Primera Guerra Mundial, la civilizaciónsólo se seguía haciendo llamar “mortal”; y lo erainnegablemente, en todos los sentidos del término.

En realidad, hace ya un siglo que el diagnósticoclínico del fin de la civilización occidental fueestablecido, y ratificado por los acontecimientos.Disertar en esa dirección no ha sido desde entoncesmás que una manera de distraerse del asunto. Peroes sobre todo una manera de distraerse de lacatástrofe que está ahí, y desde hace largo tiempo,de la catástrofe que somos nosotros, de la catástrofeque es Occidente. Esta catástrofe es en primer lugar

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existencial, afectiva, metafísica. Reside en laincreíble extrañeza en el mundo del hombreoccidental, la misma que exige, por ejemplo, que elhombre se vuelva amo y poseedor de la naturaleza— no se busca dominar más que aquello que seteme. No ha sido a la ligera que éste ha puestotantas cortinas entre él y el mundo. Al sustraerse delo existente, el hombre occidental lo ha convertidoen esta extensión desolada, esta nada sombría,hostil, mecánica, absurda, que debe trastornar sincesar por medio de su trabajo, por medio de unactivismo canceroso, por medio de una histéricaagitación de superficie. Arrojado sin tregua de laeuforia al entorpecimiento y del entorpecimiento ala euforia, hace el intento de remediar su ausenciaen el mundo con toda una acumulación deespecializaciones, de prótesis, de relaciones, contodo un montón de chatarra tecnológica al fin y alcabo decepcionante. De manera cada vez másvisible, él es ese existencialista superequipado quesólo para cuando lo ha ingeniado todo, recreadotodo, al no poder padecer una realidad que, portodas partes, lo supera. “Para un hombre —admitíasin ambages el imbécil de Camus— comprender elmundo consiste en reducirlo a lo humano, amarcarlo con su sello.” El hombre occidentalintenta llanamente reencantar su divorcio con laexistencia, consigo mismo, con “los otros” —¡vayainfierno!—, nombrándolo su “libertad”, cuando estono es sino a costa de fiestas deprimentes, de

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distracciones débiles o por medio del empleomasivo de drogas. La vida está efectivamente,afectivamente, ausente para él, pues la vida lerepugna; en el fondo, le da nauseas. Es de todoaquello que lo real contiene de inestable, deirreductible, de palpable, de corporal, de pesado, decalor y de fatiga, de lo que ha logrado protegersearrojándolo al plano ideal, visual, distante,digitalizado, sin fricción ni lágrimas, sin muerte niolor, del Internet.

La mentira de toda la apocalíptica occidentalconsiste en arrojar al mundo el luto que nosotros nopodemos rendirle. No es el mundo el que estáperdido, somos nosotros los que hemos perdido elmundo y lo perdemos incesantemente; no es él elque pronto se acabará, somos nosotros los queestamos acabados, amputados, atrincherados, somosnosotros los que rechazamos de manera alucinatoriael contacto vital con lo real. La crisis no eseconómica, ecológica o política, la crisis es antesque nada de la presencia. Tanto es así que el must dela mercancía —típicamente el iPhone y la Hummer— consiste en un sofisticado equipamiento de laausencia. Por un lado, el iPhone concentra en unsolo objeto todos los accesos posibles al mundo y alos demás; es la lámpara y la cámara fotográfica, elnivel de albañil y el estudio de grabación delmúsico, la tele y la brújula, el guía turístico y losmedios para comunicarse; por el otro, es la prótesisque barre con cualquier disponibilidad a lo que está

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ahí y me fija en un régimen de semi-presenciaconstante, cómoda, que retiene en sí misma y entodo momento una parte de mi estar-ahí.Recientemente se lanzó incluso una aplicación parasmartphone que supuestamente remedia el hecho deque “nuestra conexión 24h/24 en el mundo digitalnos desconecta del mundo real a nuestro alrededor”.Se llama alegremente GPS for the Soul. En cuantoa la Hummer, se trata de la posibilidad detransportar mi burbuja autista, mi impermeabilidada todo, hasta a los rincones más inaccesibles de “lanaturaleza”; y de volver intacto de ellos. El hecho deque Google anuncie la “lucha contra la muerte”como el nuevo horizonte industrial, dice bastante decuánto se equivoca uno acerca de qué es la vida.

A un paso de su demencia, el Hombre incluso seha proclamado una “fuerza geológica”; ha llegadohasta a darle el nombre de su especie a una fase de lavida del planeta: se ha puesto a hablar de“antropoceno”. Una última vez, se atribuye el rolprincipal, sin importar que se acuse de haberlodestrozado todo —los mares, los cielos, los suelos ylos subsuelos—, sin importar que se golpee el pechopor la extinción sin precedentes de las especiesvegetales y animales. Pero lo más destacable es que,produciéndose el desastre por su propia relacióndesastrosa con el mundo, él se relaciona siempre aldesastre de la misma desastrosa manera. Calcula lavelocidad a la que desaparecen las masas de hieloflotante. Mide la exterminación de las formas de

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vida no humanas. No habla del cambio climáticodesde su experiencia sensible: tal pájaro que ya novuelve en el mismo periodo del año, tal insectocuyas estridulaciones ya no se escuchan, tal plantaque ya no florece al mismo tiempo que tal otra.Habla de todo eso con cifras, promedios,científicamente. Piensa que tiene algo que decir trashaber establecido que la temperatura va a elevarsetantos grados y que las precipitaciones van adisminuir tantos milímetros. Habla incluso de“biodiversidad”. Observa la rarefacción de la vidaterrestre desde el espacio. Lleno de orgullo,pretende ahora, paternalmente, “proteger el medioambiente”, quien tanto así no le ha pedido. Haymuchos motivos para creer que aquí yace su últimahuida hacia adelante.

El desastre objetivo nos sirve en primer lugarpara ocultar otra devastación, aún más evidente ymasiva. El agotamiento de los recursos naturalesestá probablemente bastante menos avanzado que elagotamiento de los recursos subjetivos, de losrecursos vitales, que sorprende a nuestroscontemporáneos. Si tanto se place uno detallando ladevastación del medio ambiente, es también paravelar la aterradora ruina de las interioridades. Cadaderrame de petróleo, cada llanura estéril y cadaextinción de una especie es una imagen de nuestrasalmas harapientas, un reflejo de nuestra ausencia enel mundo, de nuestra íntima impotencia para elhabitar. Fukushima ofrece el espectáculo de este

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perfecto fracaso del hombre y de su dominio, queno engendra más que ruinas — y esas llanurasjaponesas intactas en apariencia, pero donde nadiepodrá vivir por decenas de años. Unadescomposición interminable que concluye porhacer inhabitable el mundo: Occidente terminarápor pedir prestado su modo de existencia a aquelloque más teme — el deshecho radioactivo.

Cuando se le pregunta a la izquierda de laizquierda en qué consistiría la revolución, seapresura a responder: “poner lo humano en elcentro”. De lo que no se da cuenta, esa izquierda, esde en qué medida el mundo está fatigado de lahumanidad, de en qué medida nosotros estamosfatigados de la humanidad — esa especie que se hacreído la joya de la creación, que se ha estimado contotal derecho a devastarlo todo, puesto que todo lecorrespondía. “Poner lo humano en el centro” era elproyecto occidental. Llevó a donde ya sabemos. Hallegado el momento de abandonar el barco, detraicionar a la especie. No existe ninguna granfamilia humana que existiría de manera separada decada uno de los mundos, de cada uno de losuniversos familiares, de cada una de las formas devida que siembran la tierra. No existe ningunahumanidad, sólo existen terrestres y sus enemigos— los occidentales, de cualquier color de piel quesean. Nosotros revolucionarios, con nuestrohumanismo atávico, haríamos bien en fijarnos en loslevantamientos ininterrumpidos de los pueblos

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indígenas de América Central y de América del Sur,estos últimos veinte años. Su consigna podría ser:“Poner la tierra en el centro”. Se trata de unadeclaración de guerra al Hombre. Declararle laguerra, ésa podría ser una buena manera de hacerlevolver sobre tierra, si no se hiciera el sordo, comosiempre.

3. El 21 de diciembre de 2012, no menos de 300periodistas provenientes de 18 países invadieron elpequeño pueblo de Bugarach, en el Aude. Ningúnfinal de los tiempos fue jamás anunciado para esafecha en ningún calendario maya conocido hasta esedía. El rumor de que ese pueblo mantendría lamenor relación con esa inexistente profecía formabaparte de una notoria farsa. No obstante, lastelevisiones del mundo entero despacharon ahídiversas armadas de reporteros. Se tenía curiosidadde ver si había ahí, verdaderamente, gente quecreyera en el fin del mundo, nosotros que aúnmenos logramos creer en él, que tenemos la mayordificultar para creer en nuestros propios amores.Ese día en Bugarach no había nadie, nadie salvoalgunos oficiantes del espectáculo, en grandescantidades. Los periodistas se reunieron para hacerun reportaje sobre ellos mismos, de su espera sinobjeto, de su aburrimiento y del hecho de que nadasucedía. Sorprendidos por su propia trampa,dejaban ver el rostro del fin del mundo verdadero:los periodistas, la espera, la huelga de los

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acontecimientos.No se puede subestimar el frenesí del apocalipsis,

la sed de Armagedón de la cual está atravesada laépoca. La pornografía existencial que le pertenecees la de ver unos documentales de anticipación quemuestran, en imágenes generadas por computadora,las nubes de langostas que vendrán a lanzarse sobrelos viñedos de Burdeos en 2075 y las hordas de“migrantes climáticos” que tomarán por asalto lascostar del sur de Europa — las mismas que Frontexya se hace cargo de diezmar. Nada es más viejo queel fin del mundo. La pasión apocalíptica no hadejado de tener, desde tiempos muy remotos, elfavor de los impotentes. La novedad está en quevivimos una época donde la apocalíptica ha sidoíntegramente absorbida por el capital, y puesta a suservicio. El horizonte de la catástrofe es aquello apartir de lo cual somos gobernados actualmente.Ahora bien, si hay una cosa condenada apermanecer incumplida, ésa es la profecíaapocalíptica, ya sea económica, climática, terroristao nuclear. Ella sólo es enunciada para exigir losmedios que puedan conjurarla, es decir, en lamayoría de los casos, la necesidad del gobierno.Ninguna organización, ni política ni religiosa, jamásse ha reconocido derrotada porque los hechosdesmintieran sus profecías. Pues la meta de laprofecía nunca es tener razón sobre el futuro, sinooperar sobre el presente: imponer aquí y ahora laespera, la pasividad, la sumisión.

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No sólo no hay otra catástrofe por venir que laque ya está ahí, sino que es patente que la mayoríade los desastres efectivos le ofrecen una salida anuestro desastre cotidiano. Numerosos ejemplosdan testimonio del alivio que brinda la catástrofereal al apocalipsis existencial, desde el terremotoque golpeó a San Francisco en 1906 hasta elhuracán que devastó una parte de Nueva York en2012. Usualmente se presume que las relacionesentre las personas, en situación de urgencia, revelansu profunda y eterna bestialidad. Con todoterremoto devastador, con todo crac económico ocon todo “ataque terrorista”, se desea verconfirmada la vieja quimera del estado de naturalezay su cortejo de exacciones incontrolables. Sequisiera que, al momento de ceder los finos diquesde la civilización, floreciera el “fondo villano delhombre” que obsesionaba a Pascal, las malaspasiones, la “naturaleza humana”, envidiosa, brutal,ciega y odiosa que, desde Tucídides al menos, sirvede argumento a los defensores del poder —fantasma desdichadamente revertido por la mayoríade los desastres históricamente conocidos.

El borramiento de la civilización, por lo general,no toma la forma de una guerra caótica de todoscontra todos. Ese discurso hostil sólo sirve, ensituaciones de catástrofe severa, para justificar laacordada prioridad de la defensa de la propiedadcontra el saqueo, mediante la policía, el ejército o, afalta de algo mejor, mediante milicias de vigilantes

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entrenadas para la ocasión. También puede servirpara cubrir las malversaciones de las autoridadesmismas, como las de la Protección Civil italianadespués del terremoto de L’Aquila. Por el contrario,la descomposición de este mundo, asumida comotal, abre el camino a otras maneras de vivir,incluyendo en plena “situación de urgencia”. Es asíque los habitantes de México en 1985, en medio delos escombros de su ciudad golpeada por undevastador terremoto, reinventan con un solo gestoel carnaval revolucionario y la figura del superhéroeal servicio del pueblo; bajo la figura de un luchadorlegendario, Súper Barrio. Como consecuencia deuna retoma eufórica de su existencia urbana en loque ella tiene de más cotidiano, asimilan elderrumbamiento de los inmuebles alderrumbamiento del sistema político, liberan la vidade la ciudad tanto como sea posible de la influenciadel gobierno, reconstruyen sus habitacionesdestruidas. Un entusiasta de Halifax no decía otracosa cuando declaraba después del huracán de 2003:“Todo el mundo se levantó una mañana y todo eradiferente. Ya no había electricidad y todas lastiendas estaban cerradas, nadie tenía acceso a losmedios de comunicación. Debido a eso todo elmundo se encontró en las calles para hablar ycambiar testimonios. No fue realmente una fiestacallejera, pero todo el mundo estaba afuera almismo tiempo; con alegría, en cierto sentido, de vera toda esa gente que entonces no conocíamos.” Así

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las comunidades minoritarias formadasespontáneamente en Nueva Orleans en los días quesiguieron a Katrina, frente al desprecio de lospoderes públicos y a la paranoia de las agencias deseguridad, y que se organizaron cotidianamentepara alimentarse, sanarse, vestirse, e incluso parasaquear algunas tiendas.

Así pues, repensar una idea de la revolución capazde abrir una brecha en el curso del desastre,consiste, para comenzar, en purgarla de todo aquelloque ha contenido, hasta aquí, de apocalíptica.Consiste en ver que la escatología marxista nodifiere más que en estos términos de la aspiraciónimperial fundadora de los Estados Unidos deAmérica — la misma que seguimos encontrandoimpresa en cada billete de un dólar: “Annuit cœptis.Novus ordo seclorum.” Socialistas, liberales,sansimonianos, rusos y estadounidenses de laGuerra Fría, todos han expresado siempre la mismaaspiración neurasténica al establecimiento de unaera de paz y de abundancia estéril donde ya nohabría nada que temer, donde las contradiccionesserían al fin resueltas, y lo negativo reabsorbido.Establecer mediante la ciencia y la industria unasociedad próspera, íntegramente automatizada yfinalmente apaciguada. Algo así como un paraísoterrestre organizado sobre el modelo de un hospitalpsiquiátrico o del sanatorio. Un ideal que sólopuede venir de seres profundamente enfermos, yque ya tampoco aspiran siquiera a la remisión.

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“Heaven is a place where nothing ever happens”,dice la canción.

Toda la originalidad y todo el escándalo delmarxismo radicó en pretender que para acceder almillenium, hacía falta pasar por el apocalipsiseconómico, cuando los demás lo juzgaban superfluo.No alcanzaremos ni el millenium ni el apocalipsis.Jamás habrá paz sobre esta tierra. Abandonar la ideade paz es la única paz verdadera. Frente a lacatástrofe occidental, la izquierda adoptageneralmente la posición de lamentación, dedenunciación y por lo tanto de impotencia que lahace odiosa a los ojos mismos de aquellos quepretende defender. El estado de excepción en el quevivimos no es algo a denunciar, es algo a girar contrael poder mismo. Henos aquí aliviados, a nuestra vez,de todo miramiento por la ley — en proporción a laimpunidad que nos arrogamos, a la relación defuerza que creamos. Tenemos el campoabsolutamente libre para cualquier decisión o treta,por poco que respondan a una fina inteligencia de lasituación. Para nosotros ya sólo hay un campo debatalla histórico y las fuerzas que se mueven en él.Nuestro margen de acción es infinito. La vidahistórica nos tiende los brazos. Existeninnumerables razones para rechazarse a ella, perotodas atañen a la neurosis. Confrontado alapocalipsis en una reciente película de zombis, unantiguo funcionario de las Naciones Unidas llega aesta lúcida conclusión: “It’s not the end, not even

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close. If you can fight, fight. Help each other. Thewar has just begun.” — “No es el fin, ni por poco. Sipuedes luchar, lucha. Ayúdense unos a otros. Laguerra apenas ha comenzado.

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Oaxaca, 2006

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Nos quieren obligar a gobernar,no vamos a caer en esa provocación

1. Fisionomía de las insurreccionescontemporáneas. 2. Que no existe ningunainsurrección democrática. 3. Que la democracia noes más que el gobierno en estado puro. 4. Teoría dela destitución.

1. Un hombre muere. Fue asesinado por la policía,directamente, indirectamente. Es un anónimo, undesempleado, un “dealer” de esto, de aquello, unestudiante, en Londres, Sidi Bouzid, Atenas oClichy-sous-Bois. Se dice que es un “joven”, quetenía 16 ó 30 años. Se dice que es un joven porqueno es socialmente nada, y puesto que uno está apunto de volverse alguien al momento de volverseadulto, los jóvenes son justamente los que siguen sinser nada.

Un hombre muere, un país se subleva. Loprimero no es causa de lo segundo, sólo sudetonador. Alexandros Grigorópulos, MarkDuggan, Mohamed Bouazizi, Massinissa Guermah— el nombre del muerto se vuelve, en esos días, enesas semanas, el nombre propio del anonimato

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general, de la común desposesión. Y la insurrección,primero es la obra de quienes no son nada, dequienes vagabundean en los cafés, en las calles, en lavida, en la facultad, en internet. Hace que seagregue cualquier elemento fluctuante, plebeyo ydespués pequeñoburgués, que secrete excesivamentela ininterrumpida desagregación de lo social. Todocuanto era considerado como marginal, dejado atráso sin porvenir, regresa al centro. En Sidi Bouzid, enKasserine, en Thala, fueron los “locos”, los“perdidos”, los “buenos para nada”, los “freaks”quienes esparcieron primero la noticia de ladesafortunada muerte de su compañero. Semontaron en las sillas, en las mesas, en losmonumentos, de todos los lugares públicos, de todala ciudad. Con sus arengas, hicieron que sesublevara cuanto estaba dispuesto a escucharlos.Justo detrás de ellos, estaban los estudiantes queentraron en acción, los mismos que no aguardanninguna esperanza de algún tipo de carrera.

El levantamiento dura algunos días o algunosmeses, conduce a la caída del régimen o a la ruina detodas las ilusiones de paz social. El levantamientomismo es anónimo: ningún líder, ningunaorganización, ninguna reivindicación, ningúnprograma. Las consignas, cuando las hay, parecenagotarse en la negación del orden existente, y suelenser abruptas: “¡Lárguense!”, “¡El pueblo quiere lacaída del sistema!”, “¡Me importa un carajo!”,“Tayyip, winter is coming”. En la televisión, en la

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radio, los responsables martillean con su retórica desiempre: son sólo bandas de çapulcu, derompevidrios o vándalos, terroristas salidos deninguna parte, sin duda pagados por el extranjero.Lo que se subleva no tiene a nadie que colocar en eltrono como reemplazo, aparte, tal vez, de un signode interrogación. No son ni los excluidos, ni la claseobrera, ni la pequeña burguesía, ni las multitudesquienes se sublevan. Nada que tenga bastantehomogeneidad como para admitir a unrepresentante. No hay ningún nuevo sujetorevolucionario cuya emergencia habría escapado,hasta entonces, a los observadores. Si se diceentonces que “el pueblo” está en la calle, no es unpueblo que habría previamente existido, alcontrario, es el que previamente faltaba. No es “elpueblo” lo que produce el levantamiento, es ellevantamiento lo que produce su pueblo, al suscitarla experiencia y la inteligencia comunes, el tejidohumano y el lenguaje de la vida real que habíandesaparecido. Las revoluciones del pasadoprometían una vida nueva, las insurreccionescontemporáneas liberan sus llaves. Las barras deultras de El Cairo no eran grupos revolucionariosantes de la “revolución”, sólo eran bandas capacesde organizarse para enfrentarse con la policía; es porhaber ocupado un rol tan eminente durante la“revolución” que se encontraron forzados aplantearse, en la situación, las preguntashabitualmente reservadas a los “revolucionarios”.

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En esto reside el acontecimiento: no en elfenómeno mediático que se ha forjado paravampirizar la revuelta por medio de su celebraciónexterior, sino en los encuentros que se hanproducido efectivamente en ella. Esto es lo queresulta bastante menos espectacular que “elmovimiento” o “la revolución”, pero más decisivo.Nadie sabría decir lo que puede un encuentro.

Es así como las insurrecciones se prolongan,molecularmente, imperceptiblemente, en la vida delos barrios, de los colectivos, de las okupas, de los“centros sociales”, de los seres singulares, en Brasilal igual que en España, en Chile al igual que enGrecia. No porque pongan en marcha un programapolítico, sino porque ponen en movimiento unosdevenires-revolucionarios. Porque lo que fue vividoen ellas brilla con un resplandor tal que quieneshicieron su experiencia tienen que ser fieles a ella,sin separarse, construyendo eso mismo que, a partirde ahí, le hace falta a su vida de antes. Si elmovimiento español de ocupación de plazas, trashaber desaparecido de la pantalla-radar mediática,no se hubiera proseguido con todo un proceso depuestas en común y de autoorganización en losbarrios de Barcelona y de otras partes, la tentativade destrucción de la okupación de Can Vies en juniode 2014 no habría sido un fracaso tras tres días demotines por parte de todo el barrio de Sants, y no sehabría visto a toda una ciudad participar con un solomovimiento en la reconstrucción del lugar atacado.

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Simplemente habrían sido unos cuantos okupasprotestando en la indiferencia contra una enésimaexpulsión. Lo que se construye aquí no es ni la“nueva sociedad” en su estadio embrionario ni laorganización que derrocará finalmente el poder paraconstituir uno nuevo, es la potencia colectiva que,mediante su consistencia y su inteligencia, condenael poder a la impotencia, desbaratando una por unatodas sus maniobras.

Los revolucionarios muy a menudo suelen seraquellos mismos que las revoluciones tomanenteramente por sorpresa. Pero en lasinsurrecciones contemporáneas se da algo que losdesconcierta de una manera particular: ellas noparten ya de ideologías políticas, sino de verdadeséticas. Éstas son dos palabras cuyo acercamientosuena a cualquier espíritu moderno como unoxímoron. Establecer lo que es verdaderocorresponde al papel de la ciencia, ¿no es así?, lacual no tiene nada que ver con nuestras normasmorales y demás valores contingentes. Para elmoderno está el Mundo de un lado, él del otro, y ellenguaje para cruzar de un lado al otro delprecipicio. Una verdad, se nos ha enseñado, es unpuente sólido que se encuentra encima del abismo,un enunciado que describe adecuadamente elMundo. Nosotros hemos olvidado oportunamenteese lento aprendizaje en el que adquirimos, con ellenguaje, toda una relación con el mundo. Ellenguaje, lejos de servir para describir el mundo, nos

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ayuda más bien a construir uno. Las verdades éticasno son así verdades sobre el Mundo, sino lasverdades a partir de las cuales permanecemos en él.Son verdades, afirmaciones, enunciadas osilenciosas, que se experimentan pero no sedemuestran. La mirada taciturna clavada en los ojosdel pequeño dirigente, con sus puños apretados, yque lo examina por un largo minuto, es una de ellas,y vale igual el estruendoso “uno siempre tienederecho a rebelarse”. Son verdades que nosvinculan, con nosotros mismos, con lo que nosrodea y los unos a los otros. Nos introducen a unavida común en principio, a una existenciainseparada, que no tiene consideraciones por lasparedes ilusorias de nuestro Yo. Si los terrestresestán listos a arriesgar su vida para que una plaza nosea transformada en estacionamiento como enGamonal en España, que un parque no se vuelva uncentro comercial como en Gezi en Turquía, queunos bosques no se vuelvan un aeropuerto como enNotre-Dame-des-Landes en Francia, es sin dudaporque aquello que nosotros amamos, aquello a loque estamos unidos —seres, lugares o ideas— formade igual modo parte de nosotros, porque no nosreducimos a un Yo que alberga el tiempo de unavida en un cuerpo físico limitado por su piel, todo éladornado por el conjunto de las propiedades quecree detentar. Cuando el mundo es tocado, somosnosotros mismos quienes somos atacados.

Paradójicamente, incluso donde una verdad ética

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se enuncia como un rechazo, el hecho de decir“¡No!” nos coloca al ras de la existencia. No menosparadójicamente, el individuo se descubre en ellacomo algo tan poco individual que a veces basta conque uno solo se suicide para hacer volar en pedazostodo el edificio de la mentira social. El gesto deMohamed Bouazizi inmolándose ante la prefecturade Sidi Bouzid lo demuestra suficientemente. Supotencia de conflagración se debe a la afirmacióndemoledora que él encierra. Dijo él: “La vida quenos es hecha no amerita ser vivida”, “No nacimospara dejarnos humillar así por la policía”, “Ustedespodrán reducirnos a no ser nada, pero jamás nosquitarán la parte de soberanía que pertenece a losvivos” o incluso “Vean cómo nosotros, nosotros losínfimos, nosotros los apenas existentes, nosotros loshumillados, estamos más allá de los miserablesmedios por los que ustedes conservan fanáticamentesu poder de inválidos”. Esto es lo que fue escuchadode maneras distintas en dicho gesto. Si la entrevistatelevisiva, en Egipto, de Wael Ghonim tras susecuestro por los “servicios” tuvo tal efecto decambio radical sobre la situación, es porque desde elfondo de sus lágrimas una verdad estallabaparalelamente en el corazón de todos. Así, durantelas primeras semanas de Occupy Wall Street, antesde que los habituales managers de movimientosinstituyeran sus pequeños “grupos de trabajo”encargados de preparar las decisiones que laasamblea no tendría ya que votar, el modelo de las

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intervenciones hechas ante las 1500 personaspresentes allí era ese tipo que tomó la palabra un díapara decir: “Hi! What’s up? My name is Mike. I’mjust a gangster from Harlem. I hate my life. Fuckmy boss! Fuck my girlfriend! Fuck the cops! I justwanted to say: I’m happy to be here, with you all.”(¡Hola! ¿Qué tal? Me llamo Mike. Sólo soy ungánster de Harlem. Odio mi vida. ¡A la mierda mijefe! ¡A la mierda mi novia! ¡A la mierda los policías!Sólo quería decir que estoy feliz de estar aquí, contodos ustedes.”) Y sus palabras fueron repetidas sieteveces por el coro de los “megáfonos humanos” quehabían sustituido a los micrófonos prohibidos por lapolicía.

El contenido verdadero de Occupy Wall Streetno era la reivindicación, pegada a posteriori almovimiento como un post-it a un hipopótamo, demejores salarios, de viviendas decentes o de unaseguridad social más generosa, sino el hastío por lavida que se nos hace vivir. El hastío por una vida enla que todos estamos solos, solos frente a lanecesidad, para cada uno, de ganar su vida, deencontrarse un techo, de alimentarse, dedesarrollarse o de cuidarse. Hastío por la miserableforma de vida del individuo metropolitano —desconfianza escrupulosa / escepticismo refinado,smart / amores superficiales, efímeros /sexualización que es perturbada, en consecuencia,por todo encuentro / y después, regreso periódico auna separación confortable y desesperada /

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distracción permanente, por lo tanto ignorancia desí mismo, por lo tanto miedo de sí mismo, por lotanto miedo del otro. La vida común que se trazabaen Zuccotti Park, en tiendas de campaña, en el frío,bajo la lluvia, rodeados por la policía en el parquemás siniestro de Manhattan, ciertamente no era lavita nova completamente desplegada, sólo el punto apartir del cual la tristeza de la existenciametropolitana comienza a devenir flagrante.Cualquiera se captaba al fin junto a nuestra comúncondición, nuestra igual reducción al rango deempresario de uno mismo. Esta conmociónexistencial conformó el corazón pulsante de OccupyWall Street, cuando Occupy Wall Street era fresco yvivaz.

Lo que está en juego en las insurreccionescontemporáneas es la cuestión de saber lo que esuna forma deseable de la vida, y no la naturaleza delas instituciones que la sobrevuelan con una miradaomnisciente. Pero reconocerlo implicaríainmediatamente reconocer la nulidad ética deOccidente. Y, posteriormente, esto prohibiríaatribuir la victoria de tal o cual partido islámico trastal o cual levantamiento, al supuesto retraso mentalde las poblaciones. Sería necesario, por el contrario,admitir que la fuerza de los islamistas residejustamente en el hecho de que su ideología políticase presenta primero que nada como un sistema deprescripciones éticas. Dicho de otra manera, sitienen un mayor éxito que los demás políticos, es

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justamente porque no se colocan exclusivamente enel terreno de la política. Entonces se podrá dejar delloriquear o de alertar en vano cada vez que unadolescente sincero prefiere unirse a las filas de los“yidahistas” antes que a la cohorte suicida de losasalariados del sector terciario. Y como adulto seaceptará el descubrimiento de la apariencia que noscargamos ante este espejo poco adulador.

En Eslovenia estalló en 2012, en la tranquilaciudad de Máribor, una revuelta callejera queincendió posteriormente una buena parte del país.Una insurrección en este país con pintas cuasi-suizases algo ya inesperado. Pero lo más sorprendente esque su punto de partida haya sido la revelación delhecho de que si los flashes de carretera semultiplicaban por toda la ciudad, era porque unaempresa privada cercana al poder se embolsaba lacasi totalidad de las multas. ¿Puede haber algomenos “político”, como punto de partida de unainsurrección, que una cuestión de flashes decarretera? Pero ¿puede haber algo más ético que elrechazo a dejarse esquilar como borrego? EsMichael Kohlhaas en el siglo XXI. La importanciadel tema de la corrupción, reinante en más o menostodas las revueltas contemporáneas, demuestra queéstas son éticas antes que ser políticas, o que sonpolíticas precisamente en que desprecian la política,incluyendo la política radical. En la medida en queser de izquierda quiera decir: denegar la existenciade verdades éticas, y sustituir esta discapacidad con

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una moral tan débil como oportuna, los fascistaspodrán continuar pasando como la única fuerzapolítica afirmativa, siendo los únicos que no seexcusan de vivir como viven. Avanzarán de triunfoen triunfo, y continuarán desviando la energía de lasrevueltas nacientes contra sí mismas.

Quizá atribuimos también a ello la razón delfracaso, incomprensible sin esto, de todos los“movimientos contra la austeridad”, los cuales,aunque deberían abarcar en las condiciones actualestoda la llanura, aguardan en Europa para lanzar sudécimo aliento. Pues la cuestión de la austeridad noestá planteada en el terreno en que se sitúaverdaderamente: el terreno de un brutal desacuerdoético, de un desacuerdo sobre qué es vivir y qué esvivir bien. Dicho resumidamente: ser austero, en lospaíses de cultura protestante, es más bien tomadocomo una virtud; ser austero, en una buena parte delsur de Europa, es en el fondo ser alguien pobre. Loque pasa actualmente, no es sólo que algunosquieren imponer a otros una austeridad económicaque éstos no quieren. Es que algunos consideranque la austeridad es, en términos absolutos, una cosabuena, mientras que los otros consideran, sinatreverse realmente a decirlo, que la austeridad es,en términos absolutos, una miseria. Limitarse aluchar contra los planes de austeridad no sólo esagregar más al malentendido, sino además estarseguros de perder, al admitir implícitamente unaidea de la vida que no te conviene. No hace falta

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buscar en otra parte las pocas ganas de la “gente” delanzarse a una batalla de antemano perdida. Lo quehace falta es más bien asumir el verdadero meollodel conflicto: una cierta idea protestante de lafelicidad —ser trabajador, ahorrador, sobrio,honesto, diligente, moderado, modesto, discreto—es algo que quiere imponerse por todas partes enEuropa. Lo que hay que oponer a los planes deausteridad es otra idea de la vida, que consiste, porejemplo, en compartir antes que en economizar, enconversar antes que en no soplar ninguna palabra,en luchar antes que en sufrir, en celebrar nuestrasvictorias antes que en defenderse de ellas, en entraren contacto antes que en acabar en reservas. Siguesin medirse la fuerza que ha dado a los movimientosindígenas del subcontinente americano el hecho deasumir el buen vivir como afirmación política. Porun lado, esto traza un claro contorno entre el a favorde qué y el en contra de qué se lucha; por el otro,deja serenamente al descubierto mil otras manerasen las que puede entenderse la “vida buena”,maneras que por ser diferentes no son sin embargoenemigas entre sí, al menos no necesariamente.

2. La retórica occidental no ofrece ningún tipo desorpresas. Cada vez que un levantamiento masivoconsigue abatir a un sátrapa ayer todavía honoradopor todas las embajadas, es que el pueblo “aspira a lademocracia”. La estratagema es tan vieja comoAtenas. Y funciona tan bien que incluso la asamblea

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de Occupy Wall Street consideró correcto, ennoviembre de 2011, asignar un presupuesto de 29000 dólares a una veintena de observadoresinternacionales para que fueran a controlar laregularidad de las elecciones egipcias. Algo a lo queunos camaradas de la plaza Tahrir, a quienesaquéllos creían ayudar así, respondieron: “EnEgipto, no hemos hecho la revolución en las callescon el simple objetivo de tener un Parlamento.Nuestra lucha —que pensamos compartir conustedes— es bastante más amplia que la obtenciónde una democracia parlamentaria bien aceitada.”

No porque se luche contra un tirano se lucha porla democracia; se puede de igual modo luchar porotro tirano, el califato o por la simple alegría deluchar. Pero sobre todo, si existe una cosa que notiene nada que ver con cualquier principioaritmético de mayoría, son sin duda lasinsurrecciones, cuya victoria depende de criterioscualitativos: de determinación, de coraje, deconfianza en uno mismo, de sentido estratégico, deenergía colectiva. Si las elecciones forman desdehace dos buenos siglos el instrumento másrecurrido, después del ejército, para mandar a callara las insurrecciones, es sin duda porque losinsurrectos nunca son una mayoría. En cuanto alpacifismo que se asocia tan naturalmente a la idea dedemocracia, hace falta de igual modo dejar en estola palabra a los camaradas de El Cairo: “Los quedicen que la revolución egipcia fue pacífica no

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vieron los horrores que la policía nos infligió,tampoco vieron la resistencia e incluso la fuerza quelos revolucionarios utilizaron contra la policía paradefender sus ocupaciones y sus espacios. Según elpropio testimonio del gobierno: 99 comisaríasfueron incendiadas, miles de automóviles de policíadestruidos, y todas las oficinas del partido dirigentefueron quemadas.” La insurrección no respetaninguno de los formalismos, ninguno de losprocedimientos democráticos. Impone, comocualquier manifestación de magnitud, su propio usodel espacio público. Es, como cualquier huelgadeterminada, política del hecho consumado. Es elreino de la iniciativa, de la complicidad práctica, delgesto; la decisión se da en la calle que la arrastra,recordando a los que lo habrían olvidado que“popular” viene del latín populor, “asolar, devastar”.Es la plenitud de la expresión —en los cantos, en losmuros, en las tomas de palabra, en los combates—, yla nada de la deliberación. El milagro de lainsurrección reside tal vez en esto: al mismo tiempoque disuelve la democracia como problema, figurainmediatamente un más allá de ella.

Por supuesto, no faltan ideólogos, como AntonioNegri y Michael Hardt, para concluir de loslevantamientos de los últimos años que “laconstitución de una sociedad democrática está a laorden del día” y proponerse “hacernos capaces dedemocracia” enseñándonos “los saberes-hacer, lostalentos y los conocimientos necesarios para

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gobernarnos a nosotros mismos”. Para ellos, comolo resume sin demasiada agudeza un negristaespañol: “De Tahrir a la Puerta del Sol, de la plazaSintagma a la plaza Cataluña, un grito se repite deplaza en plaza: ‘Democracia’. Tal es el nombre delespectro que recorre hoy el mundo.” Y en efecto,todo iría bien si la retórica democrática no fueramás que una voz que emana de los cielos y que seinserta desde el exterior sobre cada levantamiento,ya sea por los gobiernos o bien por quienes intentansucederlos. Se la escucharía piadosamente, como lahomilía del sacerdote, atacados de la risa. Pero estáclaro que esa retórica tiene un alcance efectivo sobrelas mentes, sobre los corazones, sobre las luchas,como lo testimonia ese movimiento llamado “de losindignados” del que tanto se habló. Escribimos “delos indignados” entre comillas porque en la primerasemana de ocupación de la Puerta del Sol, se hacíareferencia a la plaza Tahrir, pero de ningún modo alinofensivo opúsculo del socialista Stéphane Hessel,que sólo hace la apología de una insurrecciónciudadana de las “conciencias” a fin de conjurar laamenaza de una insurrección verdadera. Es sólo trasuna operación de recodificación conducida desde lasegunda semana de ocupación por el periódico ElPaís, también ligado al partido socialista, que esemovimiento recibió su quejumbroso título, es decir,una buena parte de su eco y lo esencial de suslímites. Esto vale también, por otra parte, paraGrecia, donde los que ocupaban la plaza Sintagma

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rehusaban en bloque la etiqueta de“aganaktismenoi”, de “indignados”, que los mediosde comunicación les habían pegado, prefiriendollamarse el “movimiento de las plazas”.“Movimiento de las plazas”, en su neutralidadfactual, llevaba a tomar mejor en consideración lacomplejidad, incluso la confusión, de esas extrañasasambleas en las que los marxistas cohabitaban conlos budistas de la vía tibetana, y los fieles de Syrizacon los burgueses patriotas. La maniobraespectacular es muy conocida, consistiendo entomar el control simbólico de los movimientoscelebrándolos inicialmente por aquello que no son,con el propósito de enterrarlos más fácilmentecuando haya llegado el momento. Al asignarles laindignación como contenido, se los condenaba a laimpotencia y a la mentira. “Nadie miente más que elhombre indignado”, constataba Nietzsche. Mientesobre su extrañeza respecto a aquello de lo que seindigna, fingiendo no estar para nada en eso de locual se conmueve. Postula su impotencia paradeslindarse más fácilmente de toda responsabilidadrespecto al curso de las cosas; después la convierteen afecto moral, en afecto de superioridad moral.Cree tener derechos, el desgraciado. Si ya hemosvisto muchedumbres en cólera hacer revoluciones,jamás hemos visto masas indignadas hacer otra cosaque protestar impotentemente. La burguesía seofende y después se venga; la pequeña burguesía,por su parte, se indigna y después regresa a su

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cómodo refugio.La consigna que se asoció al “movimiento de las

plazas” fue la de “¡democracia real ya!”, puesto quela ocupación de la Puerta del Sol fue iniciada poruna quincena de “hacktivistas” al final de lamanifestación convocada por la plataforma de talnombre el 15 de mayo de 2011 — el “15M”, comose dice en España. En él no se discutía dedemocracia directa como en los consejos obreros, nisiquiera de verdadera democracia a la antigua, sinode democracia real. Sin asombro, el “movimiento delas plazas” se estableció, en Atenas, a un paso delsitio de la democracia formal, la Asamblea Nacional.Hasta entonces habíamos ingenuamente pensadoque la democracia real era la que ahí se daba, talcomo la conocemos desde siempre, con suspromesas electorales hechas para ser traicionadas,sus salas de grabación llamadas “parlamentos” y susnegociaciones pragmáticas para llenar de humo elmundo para el beneficio de los diferentes lobbies.Pero para los “hacktivistas” del 15M, la realidad dela democracia era más bien la traición de la“democracia real”. Que hayan sido cibermilitantesquienes lanzaron ese movimiento no es algoindiferente. La consigna de “democracia real”significa esto: tecnológicamente, sus elecciones, quetienen lugar una vez cada cinco años, sus grasientosdiputados que no saben utilizar una computadora,sus asambleas que se asemejan a una mala pieza deteatro o a una batalla campal, todo ello está

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obsoleto. Hoy, gracias a las nuevas tecnologías decomunicación, gracias a Internet, a la identificaciónbiométrica, a los smartphones, a las redes sociales,ustedes están totalmente superados. Es posibleinstaurar una democracia real, es decir, un sondeopermanente, en tiempo real, de la opinión de lapoblación, someterle realmente cualquier decisiónantes de tomarla. Un autor lo anticipaba ya en losaños 1920: “Podríamos imaginar que un día, sutilesinvenciones permitirán a cada uno expresar en todomomento sus opiniones sobre problemas políticossin abandonar su domicilio, gracias a un equipo queregistraría todas estas opiniones en una centraldonde ya sólo se tendría que leer su resultado.” Veíaen ello “una prueba de la privatización absoluta delEstado y de la vida pública”. Y es ese sondeopermanente, incluso reunido sobre una plaza, el quedebían manifestar en silencio las manos alzadas obajadas de los “indignados” durante tomas depalabra sucesivas. Incluso el viejo poder de aclamaro de abuchear había sido retirado aquí a lamuchedumbre.

El “movimiento de las plazas” fue, por un lado, laproyección, o más bien el crash sobre lo real, delfantasma cibernético de ciudadanía universal, y, porel otro, un momento excepcional de encuentros, deacciones, de fiestas y de tomas nuevamente deposesión de la vida común. Esto es lo que no podíaver la eterna microburocracia que busca hacer pasarsus caprichos ideológicos por “posiciones de la

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asamblea” y que pretende controlar todo en nombredel hecho de que cada acción, cada gesto, cadadeclaración tendría que ser “validada por laasamblea” para tener derecho a existir. Para todoslos demás, ese movimiento liquidó de maneradefinitiva el mito de la asamblea general, es decir, elmito de su centralidad. La primera noche, el 16 demayo de 2011, había en la Plaça Catalunya deBarcelona 100 personas, al día siguiente 1000, 10000 en dos días y los dos primeros fines de semanahabía 30 000 personas. Todos pudieron entoncesconstatar que, cuando se es tan numeroso, no existeya ninguna diferencia entre democracia directa ydemocracia representativa. La asamblea es el lugardonde se está obligado a escuchar sandeces sinpoder replicar, exactamente como ante la televisión;además de ser el lugar de una teatralidad extenuantey tanto más mentirosa cuanto que imita lasinceridad, la aflicción o el entusiasmo. La extremaburocratización de las comisiones tuvo su causa enlos más constantes, e hicieron falta dos semanas a lacomisión “de contenido” para parir un documentoinsoportable y desastroso de dos páginas queresumía, pensaba ella, “aquello en lo que nosotroscreemos”. En este punto, ante lo ridículo de lasituación, unos anarquistas sometieron a votación elhecho de que la asamblea se volviera un simpleespacio de discusión y un lugar de información, y noun órgano de toma de decisión. La cosa era cómica:poner a votación el hecho de no seguir votando.

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Cosa todavía más cómica: el escrutinio fuesaboteado por una treintena de trotskistas. Y comoese género de micropolíticos destilaba aburrimientotanto como sed de poder, todos terminaron pordesviarse de esas fastidiosas asambleas. Sinsorpresas, muchos de los participantes de Occupyhicieron la misma experiencia, y sacaron de ello lamisma conclusión. Tanto en Oakland como enChapel Hill, se llegó a considerar que la asambleano tenía ningún título para validar lo que tal o cualgrupo podía o quería hacer, que era un lugar deintercambio y no de decisión. Cuando una ideaemitida en asamblea salía [prenait], era simplementeporque bastante gente la encontraba buena paradarse los medios de ponerla en marcha, y no envirtud de algún principio de mayoría. Las decisionessalían, o no; jamás eran tomadas [prises]. En PlazaSintagma fue así votada “en asamblea general”, undía de junio de 2011, y por varios miles deindividuos, la iniciativa de acciones en el metro; taldía, no se encontraron más de veinte personas en ellugar acordado para actuar efectivamente. Es asícomo el problema de la “toma de decisión”,obsesión de todos los demócratas con problemas enla cabeza del mundo, revela para sí misma nuncahaber sido otra cosa que un falso problema.

Que con el “movimiento de las plazas”, elfetichismo de la asamblea general se haya ido alprecipicio no mancha en nada la práctica de laasamblea. Sólo hace falta saber que de una asamblea

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no puede salir algo distinto a lo que ya se encuentraen ella. Si reunimos a miles de desconocidos que nocomparten nada fuera del hecho de estar ahí, sobrela misma plaza, no hace falta esperar que lo quesalga de ahí sea algo más de lo que su separaciónautoriza. No hace falta imaginar, por ejemplo, queuna asamblea consiga producir por sí misma laconfianza recíproca que conduce a tomar juntos elriesgo de actuar ilegalmente. Que una cosa tanrepugnante como una asamblea general decoproprietarios sea posible debería prevenirnos yacontra la pasión por las AG. Lo que una asambleaactualiza es simplemente el nivel existente delcompartir. Una asamblea de estudiantes no es unaasamblea de barrio, que a su vez no es una asambleade barrio en lucha contra su “reestructuración”.Una asamblea de obreros no continúa siendo lamisma al comienzo y al final de una huelga. Yciertamente tiene poco que ver con una asambleapopular de los pueblos de Oaxaca. La única cosa quecualquier asamblea puede producir, si lo intenta, esun lenguaje común. Pero donde la única experienciacomún es la separación, no se escuchará otra cosaque el lenguaje informe de la vida separada. Laindignación es entonces efectivamente el máximumde la intensidad política que el individuo atomizadoes capaz de alcanzar, el cual confunde el mundo consu pantalla así como confunde sus sentimientos consus pensamientos. La asamblea plenaria de todosesos átomos, a pesar de su conmovedora comunión,

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no hará otra cosa que exponer la parálisis inducidapor una falsa comprensión de lo político, y enprimer lugar la inaptitud para alterar en nada elcurso del mundo. Esto produce la impresión de unainfinidad de rostros pegados contra una pared devidrio y que observan boquiabiertos cómo eluniverso mecánico continúa funcionando sin ellos.El sentimiento de impotencia colectiva, tras laalegría de haberse encontrado y contado, dispersó alos propietarios de las tiendas de campaña Quechuacon tanta seguridad como las macanas y los gases.

No obstante, en esas ocupaciones habíaciertamente algo que iba más allá de esesentimiento, y era precisamente todo aquello que notenía su lugar en el momento teatral de la asamblea,todo aquello que concierne a la milagrosa aptitud delos vivos para habitar, para habitar lo inhabitablemismo: el corazón de las metrópolis. En los parquesocupados, todo lo que la política ha relegado desdela Grecia clásica a la esfera en el fondo despreciadade la “economía”, de la gestión doméstica, de la“supervivencia”, de la “reproducción”, del “día adía” y del “trabajo”, se afirmó por el contrario comodimensión de una potencia política colectiva, seescapó de la subordinación de lo privado. Lacapacidad de autoorganización cotidiana que enellos se desplegaba y que conseguía, en cada sitio,alimentar a 3000 personas en cada comida, construiruna aldea en algunos días o atender a losamotinadores heridos, firma tal vez la verdadera

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victoria política del “movimiento de las plazas”. A locual las ocupaciones de Taksim y de Maidánañadieron, sobre la marcha, el arte de sostener lasbarricadas y de confeccionar cocteles Molotov encantidades industriales.

El hecho de que una forma de organización tanbanal y sin sorpresas como la asamblea haya sidoinvestida por tal veneración frenética dice, sinembargo, mucho sobre la naturaleza de los afectosdemocráticos. Si la insurrección se relacionaprimero con la cólera, y después con la alegría, lademocracia directa, en su formalismo, es antes quenada un asunto de angustiados. Que no ocurra nadaque no esté determinado por un procedimientoprevisible. Que ningún acontecimiento nos exceda.Que la situación permanezca a nuestra altura. Quenadie pueda sentirse estafado, o en conflicto abiertocon la mayoría. Que nunca se sienta alguienobligado a apoyarse en sus propias fuerzas parahacerse escuchar. Que no se imponga nada, a nadie.Para tal fin, los diversos dispositivos de la asamblea—desde el turno de palabra hasta el aplausosilencioso— organizan un espacio estrictamenteamortiguado, sin asperezas distintas a las de unasucesión de monólogos, que desactivan la necesidadde batirse por lo que uno piensa. Si el demócratatiene que estructurar en este punto la situación, esporque no se fía de ella. Y si no se fía de la situación,es porque en el fondo, no se fía de sí mismo. Es sumiedo a dejarse llevar por ella lo que lo condena a

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querer a todo precio controlarla, a riesgo casisiempre de destruirla. La democracia es en primerlugar el conjunto de los procedimientos por los quese da forma y estructura a esa angustia. No hay quellevar a cabo el proceso de la democracia: el procesode una angustia no se lleva a cabo.

Sólo un despliegue omnilateral de atención —atención no sólo a lo que es dicho, sino sobre todo alo que no lo es, atención al modo en que las cosasson dichas, a lo que se lee tanto en los rostros comoen los silencios— puede liberarnos del apego a losprocedimientos democráticos. De lo que se trata esde sumergir el vacío que la democracia mantieneentre los átomos individuales mediante una plenaatención entre unos y otros, mediante una atencióninédita al mundo común. El problema es sustituir elrégimen mecánico de la argumentación con unrégimen de verdad, de apertura, de sensibilidad a loque está ahí. En el siglo XII, cuando Tristán e Isoldase encuentran por la noche y conversan, es un“parlamento”; cuando unas personas, entregadas a lasuerte de la calle y de las circunstancias, se alborotany se ponen a discutir, es una “asamblea”. Esto es loque hay que oponer a la “soberanía” de lasasambleas generales, a las habladurías de losparlamentos: el redescubrimiento de la cargaafectiva vinculada a la palabra, a la palabraverdadera. Lo contrario de la democracia no es ladictadura, es la verdad. Es justamente porque sonmomentos de verdad, en los que el poder está

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desnudo, que las insurrecciones nunca sondemocráticas.

3. La “mayor democracia del mundo” lanza singrandes apuros una persecución global contra unode sus agentes, Edward Snowden, quien tuvo lamala idea de revelar su programa de vigilanciageneralizada de comunicaciones. En los hechos, lamayoría de nuestras bellas democracias occidentalesse han vuelto regímenes policíacos perfectamentedesinhibidos, mientras que la mayoría de losregímenes policíacos de este tiempo enarbolandignamente el título de “democracia”. Nadie seofendió demasiado de que un Primer Ministrocomo Papandréu se haya visto despedido sin previoaviso por haber tenido la idea en verdad exorbitantede someter la política de su país, es decir, de laTroika, a los electores. Por otra parte, se ha vueltohabitual, en Europa, suspender las elecciones encuanto se les anticipa un desenlace incontrolable; sino se hace votar nuevamente a los ciudadanoscuando el escrutinio no proporciona el resultadoprevisto por la Comisión Europea. Los demócratasdel “mundo libre” que fanfarroneaban hace veinteaños deben arrancarse el cabello. ¿Se sabe queGoogle, confrontado al escándalo de suparticipación en el programa de espionaje Prism, sevio de este modo obligado a invitar a HenryKissinger a explicar a sus asalariados que hacerlo eranecesario, que nuestra “seguridad” valía ese precio?

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Es igualmente gracioso imaginar al hombreresponsable de todos los golpes de Estado fascistasde los años 1970 en América del Sur disertar sobrela democracia ante los empleados tan cools, tan“inocentes”, tan “apolíticos” de la sede de Googleen el Silicon Valley.

Nos viene a la memoria la frase de Rousseau enEl contrato social: “Si hubiera un pueblo de dioses,se gobernaría democráticamente. Un gobierno tanperfecto no conviene a unos hombres”. O deaquella, más cínica, de Rivarol: “Existen dosverdades que nunca deben separarse en este mundo:1. Que la soberanía reside en el pueblo. 2. Quenunca debe ejercerla.”

Edward Bernays, el fundador de las publicrelations, comenzaba así el primer capítulo de sulibro Propaganda, cuyo título es “Organizar elcaos”: “La manipulación consciente e inteligente delas opiniones y costumbres organizadas de las masasdesempeña un papel importante en nuestrassociedades democráticas. Los que manipulan estemecanismo social imperceptible constituyen ungobierno invisible que dirige verdaderamente elpaís.” Era 1928. Lo que en el fondo se pretendecuando se habla de democracia, es la identidad entregobernantes y gobernados, sin importar cuáles seanlos medios por los que esta identidad es obtenida.De ahí la epidemia de hipocresía e histeria queaflige a nuestras regiones. Bajo un régimendemocrático, se gobierna sin parecerlo demasiado;

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los amos se adornan con atributos del esclavo y losesclavos se creen los amos. Los primeros, ejerciendoel poder en nombre de la felicidad de las masas, seven condenados a una hipocresía constante, y lossegundos, se imaginan que disponen de un “poderadquisitivo”, “derechos” o una “opinión” que sonpisoteados durante todo el año, volviéndose de estemodo histéricos. Y como la hipocresía es la virtudburguesa por excelencia, a la democracia se une algode irremediablemente burgués. El sentimientopopular, en esto, no se deja engañar.

Ya sea uno un demócrata a la Obama o unpartidario furioso de los consejos obreros,cualquiera que sea la manera en que se figure el“gobierno del pueblo por sí mismo”, lo que lacuestión de la democracia recubre es siempre lacuestión del gobierno. Tal es su postulado, y supunto impensable: que hace falta gobierno.Gobernar es una manera bien particular de ejercerel poder. Gobernar no es imponer una disciplina aun cuerpo, no es hacer respetar la Ley sobre unterritorio con la posibilidad de supliciar a losdelincuentes como en el Antiguo Régimen. Un reyreina. Un general manda. Un juez juzga. Gobernar,es otra cosa. Es conducir las conductas de unapoblación, de una multiplicidad que es precisocuidar como un pastor lo hace con su rebaño paramaximizar su potencial y orientar su libertad. Es,por tanto, considerar y modelar sus deseos, susmodos de hacer y de pensar, sus costumbres, sus

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miedos, sus disposiciones, su medio. Es desplegartodo un conjunto de tácticas, de tácticas discursivas,policíacas, materiales, con una fina atención a lasemociones populares, a sus oscilaciones misteriosas;es actuar a partir de una sensibilidad constante antela coyuntura afectiva y política a fin de prevenir elmotín y la sedición. Actuar sobre el medio ymodificar continuamente las variables de éste,actuar sobre unos para influir sobre la conducta deotros, a fin de guardar el dominio del rebaño. Es, ensuma, librar una guerra que nunca tiene su nombreni su apariencia sobre aproximadamente todos losplanos donde la existencia humana se mueve. Unaguerra de influencia, sutil, psicológica, indirecta.

Lo que no ha cesado de desplegarse desde el sigloXVII en Occidente, no es el poder de Estado, es, através de la edificación de los Estados nacionales asícomo ahora a través de su ruina, el gobierno encuanto forma de poder específica. Si hoy se puedepermitir que se desmoronen sin ningún temor lasviejas superestructuras oxidadas de los Estados-nación, es justamente porque tienen que dejar sulugar a esa famosa “gobernanza”, flexible, plástica,informal, taoísta, que se impone en todos losdominios, ya sea en la gestión de uno mismo, de lasrelaciones, de las ciudades o de las empresas.Nosotros revolucionarios, no podemos defendernosdel sentimiento de que perdemos una tras otra todaslas batallas porque éstas son libradas sobre un planocuyo acceso no siempre hemos encontrado, porque

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concentramos nuestras fuerzas en torno a posicionesya perdidas, porque los ataques son dirigidos almismo lugar en que no nos defendemos. Estoproviene ampliamente de que seguimosfigurándonos el poder bajo la especie del Estado, dela Ley, de la Disciplina, de la Soberanía, cuando esen cuanto gobierno que no deja de avanzar.Buscamos el poder en su estado sólido cuando hacebastante tiempo que ha pasado a su estado líquido, sino es que gaseoso. En la desesperación, llegamos atener sospecha de todo aquello que aún tiene unaforma precisa —costumbres, fidelidades, arraigo,dominio o lógica— cuando el poder se manifiestaantes bien en la incesante disolución de todas lasformas.

Las elecciones no tiene nada de particularmentedemocrático: los reyes fueron por mucho tiempoelegidos y raros son los autócratas que rehúyen a unpequeño placer plebiscitario aquí o allá. Si lo son,no es porque permitan asegurar una participaciónde la gente en el gobierno, sino una cierta adhesióna éste, mediante la ilusión de que la gente procuratenerlo de manera un tanto elegida. “La democracia—escribía Marx— es la verdad de todas las formasde Estado.” Se equivocaba. La democracia es laverdad de todas las formas de gobierno. Laidentidad del gobernante y el gobernado es el puntolímite en el que el rebaño se vuelve pastor colectivoy en el que el pastor se disuelve en su rebaño, en elque la libertad coincide con la obediencia, la

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población con el soberano. La reabsorción delgobernante y el gobernado uno en otro, es elgobierno en su estado puro, ahora sin ningunaforma ni límite. No es casual que en la actualidad sehaya comenzado a teorizar la democracia líquida.Pues toda forma fija es un obstáculo para el ejerciciodel puro gobierno. En el gran movimiento defluidificación general, no hay estribo, sólo hayescalones sobre una asíntota. Cuanto más fluido es,más es gobernable; y cuanto más gobernable es, máses democrático. El single metropolitano esevidentemente más democrático que la parejacasada, que a su vez es más democrática que el clanfamiliar, que a su vez es más democrático que elbarrio mafioso.

Los que creyeron que las formas del Derechoeran una adquisición definitiva de la democracia, yno una forma transitoria en vías de superación, sólopasan penas inútilmente. Esas formas son a partir deahora un obstáculo formal tanto para la eliminaciónde los “enemigos combatientes” de la democraciacomo para la reorganización continua de laeconomía. De la Italia de los años 1970 a las dirtywars de Obama, el antiterrorismo no es un esguincelamentable en nuestros bellos principiosdemocráticos, una excepción al margen de estos, esantes bien el continuo acto constituyente de lasdemocracias contemporáneas. Los Estados Unidosredactan una lista de “terroristas” del mundo enterocon una amplitud de 680 000 nombres y alimentan a

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un cuerpo de 25 000 hombres, los JSOC,encargados bajo total opacidad de ir a matar a más omenos quien sea, cuando sea y donde sea en lasuperficie del globo. Con su flota de drones noexcesivamente quisquillosos tras la identidad exactade aquellos a los que minuciosamente analizan, lasejecuciones extrajudiciales han sustituido a losprocedimientos extrajudiciales del tipo deGuantánamo. Los que se enfurecen de estosimplemente no comprenden qué significa gobernardemocráticamente. Se han quedado en la faseprecedente, aquella en la que el Estado modernohablaba aún el lenguaje de la Ley.

En Brasil, se detienen bajo antiterrorismo ajóvenes personas cuyo crimen fue haber queridoorganizar una manifestación en contra del Mundial.En Italia, cuatro camaradas son encarcelados por“terrorismo” con motivo de que, un ataque a la obradel tren de alta velocidad (TAV) reivindicado por elmovimiento en su totalidad, habría estropeadogravemente la “imagen” del país, quemando uncomprensor. Inútil es multiplicar los ejemplos, elhecho es universal: todo lo que resiste a lasmaquinaciones de los gobiernos está en vías de sertratado como “terrorista”. Un espíritu liberal podríatemer que los gobiernos no estén entablando sulegitimidad democrática. Nada de esto: actuandoasí, la refundan. Al menos si la operación saleadelante, si han sondado bien las almas y preparadoel terreno de las sensibilidades. Pues cuando Ben Ali

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o Mubarak denuncian a las muchedumbres quesalieron a las calles como bandas terroristas, y estono funciona, la operación de refundación se vuelveentonces contra ellos; su fracaso esconde bajo suspies el suelo de la legitimidad; se ven a sí mismospataleando encima del vacío, a la vista de todos; sucaída es inminente. La operación sólo aparece comolo que es en el momento en que fracasa.

4. Salida de Argentina, la consigna “¡Que se vayantodos!” ha hecho enteramente temblar las cabezasdirigentes del mundo entero. Se ha dejado de contarel número de lenguas en las que hemos gritado, enlos últimos años, nuestro deseo de destituir el poderen turno. Lo más sorprendente es que todavía sehaya llegado, en diversos casos, a esto. Perocualquiera que sea la fragilidad de los regímenes quesuceden a tales “revoluciones”, la segunda parte deleslogan, “¡Y que no quede ni uno solo!”, ha sidoletra muerta: nuevos títeres han tomado el puestovacante libre. El caso más ejemplar de esto esciertamente Egipto. Tahrir tuvo la cabeza deMubarak y el movimiento Tamarut la de Morsi. Lacalle exigió en cada ocasión una destitución cuyafuerza de organización no tenía, y, de hecho, fueronlas fuerzas ya organizadas, los HermanosMusulmanes y después el ejército, quienesusurparon esa destitución y la consumaron en subeneficio. Un movimiento que exige tiene siempresu revés frente a una fuerza que actúa. En el

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trayecto, será de admirar el modo en que el papel desoberano y el de “terrorista” son en el fondointercambiables, el modo en que prontamente sepasa de los palacios del poder a las mazmorras de susprisiones, y viceversa.

La queja que entonces se hace generalmenteescuchar entre los insurgentes de ayer dice: “Larevolución ha sido traicionada. No morimos paraque un gobierno provisional organice unaselecciones, para que una asamblea constituyenteprepare una nueva constitución que dirá lasmodalidades de nuevas elecciones de las que surgiráun nuevo régimen, en su caso casi idéntico alprecedente. Queríamos que la vida cambiara, y nadaha cambiado, o muy poco.” Los radicales tienen,sobre este punto, su explicación de siempre: enrealidad, el pueblo debe gobernarse a sí mismo antesque elegir a representantes. Si las revoluciones sonsistemáticamente traicionadas, tal vez es obra de lafatalidad; pero tal vez es señal de que en nuestra ideade la revolución hay algunos vicios ocultos que lacondenan a tal destino. Uno de esos vicios reside enque muy a menudo seguimos pensando larevolución como una dialéctica entre loconstituyente y lo constituido. Creemos todavía enla fábula que desea que todo poder constituido searraigue en un poder constituyente, que el Estadoemane de la nación, como el monarca absoluto deDios, que exista permanentemente bajo laconstitución en vigor una constitución distinta, un

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orden a la vez subyacente y trascendente, la mayoríade las veces mudo, pero que puede surgir porinstantes como el rayo. Queremos creer que bastacon que “el pueblo” se reúna, si es posible ante elparlamento, con que grite “¡Ustedes no nosrepresentan!”, para que por su simple epifanía elpoder constituyente expulse mágicamente lospoderes constituidos. Esta ficción del poderconstituyente sólo sirve, de hecho, para ocultar oenmascarar el origen propiamente político, fortuito,el golpe de fuerza mediante el cual todo poder seinstituye. Los que tomaron el poder retroproyectansobre la totalidad social que ahora controlan lafuente de su autoridad, y la harán así callarlegítimamente en su propio nombre. Es así como serealiza regularmente la proeza de disparar sobre elpueblo en nombre del pueblo. El poderconstituyente es el traje de luces que viste el origensiempre sórdido del poder, el velo que hipnotiza yhace creer a todos que el poder constituido esmucho más de lo que es.

Los que se proponen, como Antonio Negri,“gobernar la revolución”, sólo ven por todas partes,desde los motines de banlieue hasta loslevantamientos del mundo árabe, “luchasconstituyentes”. Un negrista madrileño, defensor deun hipotético “proceso constituyente” surgido delmovimiento de las plazas, se atreve incluso aconvocar a crear “el partido de la democracia”, “elpartido del 99%” con vistas a “articular una nueva

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constitución democrática tan ‘cualquiera’, tan a-representativa, tan post-ideológica como lo fue el15M”. Este género de extravíos nos incita más biena repensar la idea de revolución como puradestitución.

Instituir o constituir un poder es dotarlo de unabase, de un fundamento, de una legitimidad. Es,para un aparato económico, judicial o policíaco,anclar su existencia frágil en un plano que lo supera,en una trascendencia que supuestamente lo dejafuera de alcance. A partir de esta operación, lo quesiempre es solamente una entidad localizada,determinada, parcial, se eleva hacia un lugar distintodesde el cual puede a continuación pretenderabarcar el todo; es en cuanto constituido que unpoder se vuelve orden sin afuera, existencia sin vis-à-vis, que sólo es capaz de someter o aniquilar. Ladialéctica de lo constituyente y lo constituidoconsigue conferir un sentido superior a aquello quesiempre es solamente una forma políticacontingente: es así como la República se vuelve elestandarte universal de una naturaleza humanaindiscutible y eterna, o el califato la única residenciade la comunidad. El poder constituyente nombraese monstruoso sortilegio que hace del Estadoalguien que nunca se equivoca, pues está fundado enla razón; alguien que no tiene enemigos, puesto queoponérsele equivale a ser un criminal; alguien quepuede hacerlo todo, careciendo de honor.

Para destituir el poder no basta, por tanto, con

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vencerlo en la calle, con desmantelar sus aparatos,con incendiar sus símbolos. Destituir el poder esprivarlo de su fundamento. Esto es precisamente loque hacen las insurrecciones. Ahí, lo constituidoaparece tal cual, con sus mil maniobras torpes oeficaces, groseras o sofisticadas. “El rey estádesnudo”, se dice entonces, porque el velo de loconstituyente está hecho pedazos y es posible ver através. Destituir el poder es privarlo de legitimidad,conducirlo a asumir su arbitrariedad, a revelar sudimensión contingente. Es mostrar que sólo semantiene en situación por cuanto despliega deestratagemas, de trucos, de artimañas — es hacer deél una configuración pasajera de las cosas que, comotantas otras, debe luchar y valerse de astucias parasobrevivir. Es forzar al gobierno a reducirse al nivelde los insurrectos, que no pueden seguir siendounos “monstruos”, unos “criminales” o unos“terroristas”, sino simplemente unos enemigos.Conducir a la policía a ser ya simplemente unapandilla, a la justicia una asociación de malhechores.En la insurrección, el poder en turno no es ya sinouna fuerza entre otras sobre un plano de luchacomún, y no ya esa metafuerza que dirige, ordena ocondena todas las potencias. Todos los cabronestienen una dirección. Destituir el poder esrestablecerlo sobre tierra.

Sin importar cuál sea el desenlace de laconfrontación en la calle, la insurrección hasiempre-ya dislocado el tejido bien estrecho de las

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creencias que permiten al gobierno ejercerse. Es poresto que los que se apresuran a enterrar lainsurrección no pierden su tiempo tratando deremendar el fundamento hecho migajas de unalegitimidad ya echada a perder. Intentan, por elcontrario, insuflar en el movimiento mismo unanueva pretensión a la legitimidad, es decir, unanueva pretensión a estar fundado en la razón, asobrevolar el plano estratégico donde las diferentesfuerzas se enfrentan. La legitimidad “del pueblo”,de “los oprimidos” o del “99%” es el caballo deTroya con el que se conduce algo de constituyenteal interior de la destitución insurreccional. Es elmétodo más seguro para desmantelar unainsurrección; el mismo que ni siquiera necesitavencerla en la calle. Para volver irreversible ladestitución, nos hace falta, por tanto, comenzar porrenunciar a nuestra propia legitimidad. Nos hacefalta abandonar la idea de que uno hace larevolución en nombre de algo, de que habría unaentidad esencialmente justa e inocente que lasfuerzas revolucionarias tendrían la tarea derepresentar. Uno no restablece el poder sobre latierra para elevarse a sí mismo por encima de loscielos.

Destituir la forma específica del poder en estaépoca requiere, para comenzar, llevar a su rango dehipótesis la evidencia que quiere que los hombresdeben ser gobernados, ya sea democráticamente porsí mismos o jerárquicamente por otros. Este

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presupuesto se remonta al menos al nacimientogriego de la política; su potencia es tal que lospropios zapatistas han reunido sus “comunasautónomas” en el seno de “consejos de buengobierno”. Aquí está puesta en marcha unaantropología situable, que es posible encontrar deigual modo tanto en el anarquista individualista queaspira a la plena satisfacción de sus pasiones ynecesidades propias, como en las concepciones enapariencia más pesimistas que ven en el hombre unabestia ávida que sólo un poder coercionador puederetener de devorar a su prójimo. Maquiavelo, paraquien los hombres son “ingratos, inconstantes,falsos y mentirosos, cobardes y codiciosos”, seencuentra sobre este punto en completo acuerdocon los fundadores de la democraciaestadounidense: “Cuando se edifica un gobierno, espreciso partir del principio de que todo hombre esun bribón”, postulaba Hamilton. En todos los casos,se parte de la idea de que el orden político tienevocación de contener una naturaleza humana más omenos bestial, en la que el Yo enfrenta tanto a losotros como al mundo, en la que sólo hay cuerposseparados que hace falta mantener juntos mediantealgún artificio. Como lo demostró Marshall Sahlins,esta idea de una naturaleza humana que a “lacultura” corresponde contener es una ilusiónoccidental. Expresa nuestra miseria, y no la de todoslos terrestres. “Para la mayor parte de la humanidad,el egoísmo que nosotros conocemos bien, no es

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natural en el sentido normativo del término: esconsiderado como una forma de locura o dehechizo, como un motivo de ostracismo, de condenaa muerte, o como mínimo es la señal de un mal quehay que curar. La avaricia expresa menos unanaturaleza humana presocial que una falta dehumanidad.”

Pero para destituir el gobierno no basta concriticar esta antropología y su supuesto “realismo”.Hace falta llegar a captarla desde el exterior, afirmarotro plano de percepción. Pues nosotros nosmovemos efectivamente sobre otro plano. Desde elafuera relativo de aquello que vivimos, de aquelloque tratamos de construir, hemos llegado a estaconvicción: la cuestión del gobierno sólo se planteaa partir de un vacío, a partir de un vacío que lamayoría de las veces ha sido necesario hacer. Elpoder necesita haberse desvinculadosuficientemente del mundo, le es necesario habercreado un vacío suficiente en torno al individuo, obien en él, haber creado entre los seres un espaciobastante desierto, para que uno pueda, a partir deahí, preguntarse cómo va a agenciar todos esoselementos dispares que ya nada une, cómo uno va areunir lo separado en cuanto separado. El podercrea el vacío. El vacío requiere el poder.

Salir del paradigma del gobierno equivale a partirpolíticamente de la hipótesis inversa. No hayningún vacío, todo está habitado, cada uno de entrenosotros es el lugar de paso y de anudamiento de

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cúmulos de afectos, de líneas, de historias, designificaciones, de flujos materiales que nosexceden. El mundo no nos cerca, nos atraviesa. Loque habitamos nos habita. Lo que nos rodea nosconstituye. No nos pertenecemos. Estamossiempre-ya diseminados en todo aquello a lo quenos vinculamos. La cuestión no es formar el vacío apartir del cual conseguiremos al fin volver a captartodo lo que se nos escapa, sino aprender a habitarmejor lo que está ahí; lo cual a su vez implica llegara percibirlo, y esto no tiene nada de evidente paralos hijos bizcos de la democracia. Percibir unmundo poblado no de cosas, sino de fuerzas, no desujetos, sino de potencias, no de cuerpos, sino devínculos.

Es por su plenitud que las formas de vidaconsuman la destitución.

Aquí, la sustracción es afirmación y la afirmaciónforma parte del ataque.

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Turín, 28 de enero de 2012

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El poder es logístico. ¡Bloqueemos todo!

1. Que el poder reside ahora en las infraestructuras.2. De la diferencia entre organizar y organizarse. 3.Del bloqueo. 4. De la investigación.

1. Ocupación de la Casba en Túnez, de la plazaSintagma en Atenas, sede de Westminster enLondres durante el movimiento estudiantil de 2011,cerco del parlamento en Madrid el 25 de septiembrede 2012 o en Barcelona el 15 de junio de 2011,motines a las afueras de la Cámara de Diputados enRoma el 14 de diciembre de 2010, tentativa el 15 deoctubre de 2011 en Lisboa de invadir la Assembleiada República, incendio de la sede de la presidenciabosnia en febrero de 2014: los lugares del poderinstitucional ejercen una atracción magnética sobrelos revolucionarios. Pero cuando los insurrectosconsiguen investir los parlamentos, los palaciospresidenciales y otras sedes de las instituciones,como en Ucrania, en Libia o en Wisconsin, es paradescubrir lugares vacíos, vacíos de poder, y conmuebles de mal gusto. No es para impedir al“pueblo” “tomar el poder” que se le prohíbe a éstetan ferozmente invadirlos, sino para impedirle darse

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cuenta de que el poder no reside ya en lasinstituciones. En ellas sólo hay templos desiertos,fortalezas en desuso, simples decoraciones; yverdaderos señuelos de revolucionarios. El impulsopopular de invadir la escena para descubrir lo quepasa entre bastidores tiene vocación de serdecepcionante. Incluso los más fervientescomplotistas, si tuvieran acceso a ellos, nodescubrirían ningún arcano; la verdad es que elpoder simplemente no es ya esa realidad teatral a laque la modernidad nos acostumbró.

Sin embargo, la verdad respecto a la localizaciónefectiva del poder no está para nada oculta; somosúnicamente nosotros quienes rechazamos verla en lamedida en que eso vendría a desilusionar nuestrasmás confortables certezas. Basta asomarse a losbilletes emitidos por la Unión Europea parapercatarse de esta verdad. Ni los marxistas ni loseconomistas neoclásicos han podido nuncaadmitirlo, pero es un hecho arqueológicamenteestablecido: la moneda no es un instrumentoeconómico, sino una realidad esencialmentepolítica. Jamás se ha visto moneda que no estéadosada a un orden político susceptible degarantizarla. Es por esto, también, que las divisas delos diferentes países portan tradicionalmente lafigura personal de los emperadores, de los grandeshombres de Estado, de los padres fundadores o lasalegorías de carne y hueso de la nación. Ahora bien,¿quién figura en los billetes de euros? No figuras

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humanas, no insignias de una soberanía personal,sino puentes, acueductos, archés: arquitecturasimpersonales cuyo corazón está vacío. De la verdadrespecto a la naturaleza presente del poder, cadaeuropeo tiene un ejemplar impreso en su bolsillo.Ella se formula así: el poder reside ahora en lasinfraestructuras de este mundo. El podercontemporáneo es de naturaleza arquitectural eimpersonal, y no representativa y personal. El podertradicional era de naturaleza representativa: el papaera la representación de Cristo en la Tierra, el rey,de Dios, el Presidente, del pueblo, y el SecretarioGeneral del Partido, del proletariado. Toda estapolítica personal ha muerto, y es por esto que unoscuantos tribunos que sobreviven en la superficie delglobo divierten más de lo que gobiernan. Elpersonal político está efectivamente compuesto depayasos de mayor o menor talento; de ahí el éxitofulminante del miserable Beppe Grillo en Italia odel siniestro Dieudonné en Francia. Con todo, ellossaben al menos divertirte, es incluso su trabajo. Poreso, reprochar a los políticos “no representarnos”no hace sino mantener una nostalgia, además de nodecir nada nuevo. Los políticos no están ahí paraello, están ahí para distraernos, ya que el poder estáen otra parte. Y es esta justa intuición lo que sevuelve locura en todos los conspiracionismoscontemporáneos. El poder está por mucho en otraparte, en otra parte que en las instituciones, pero sinembargo no está oculto. O si lo está, lo está como la

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Carta robada de Poe. Nadie lo ve porque todos lotienen, en todo momento, ante sus ojos: bajo laforma de una línea de alta tensión, de una autopista,de una glorieta, de un supermercado o de unsoftware de computadora. Y si está oculto, es comouna red de alcantarillas, un cable submarino, fibraóptica corriendo a lo largo de una línea de tren o undata center en pleno bosque. El poder es laorganización misma de este mundo, este mundoingeniado, configurado, diseñado. Aquí radica elsecreto, y es que no hay ninguno.

El poder es ahora inmanente a la vida tal comoésta es organizada tecnológica y mercantilmente.Tiene la apariencia neutra de los equipos o de lapágina blanca de Google. Quien determina elagenciamiento del espacio, quien gobierna losmedios y los ambientes, quien administra las cosas,quien gestiona los accesos, gobierna a los hombres.El poder contemporáneo se ha hecho el heredero,por un lado, de la vieja ciencia de la policía, queconsiste en velar “por el bienestar y la seguridad delos ciudadanos”, y, por el otro, de la ciencia logísticade los militares, tras convertir el “arte de mover losejércitos” en el arte de asegurar la continuidad de lasredes de comunicación y la movilidad estratégica.Absorbidos en nuestra concepción lingüística de lacosa pública, de la política, hemos continuadodiscutiendo mientras que las verdaderas decisioneseran ejecutadas ante nuestros ojos. Es en estructurasde acero que se escriben las leyes contemporáneas, y

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no con palabras. Toda la indignación de losciudadanos sólo puede conseguir chocar su frenteaturdida contra el hormigón armado de este mundo.El gran mérito de la lucha contra el TAV en Italiaconsiste en haber captado con tanta claridad todo loque se jugaba de político en una simpleconstrucción pública. Es, simétricamente, lo queningún político puede admitir. Como ese Bersanique replicaba un día a los No TAV: “Después detodo, sólo se trata de una línea de tren, no de unbombardero.” “Una construcción vale por unbatallón”, evaluaba no obstante el mariscal Lyautey,quien no tenía competidor para “pacificar” lascolonias. Si en todas partes del mundo, desdeRumania hasta Brasil, se multiplican las luchascontra los grandes proyectos de equipamiento, esque esta intuición está ella misma imponiéndose.

Quien quiera emprender cualquier cosa contra elmundo existente, debe partir de esto: la verdaderaestructura del poder es la organización material,tecnológica, física de este mundo. El gobierno noestá más en el gobierno. Las “vacaciones del poder”que han durado más de un año en Bélgica loatestiguan inequívocamente: el país ha podidoprescindir de gobierno, de representante elegido, deparlamento, de debate político, de asuntoselectorales, sin que nada de su funcionamientonormal sea afectado. Idénticamente, Italia ahoramarcha desde hace años de “gobierno técnico” en“gobierno técnico”, y nadie se conmueve de que esta

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expresión se remonte al Manifiesto-programa delPartido Político Futurista de 1918, que incubó a losprimeros fascistas.

El poder, ahora, es el orden mismo de las cosas, yla policía tiene a su cargo defenderlo. No resultasimple pensar un poder que consiste en unasinfraestructuras, en los medios para hacerlasfuncionar, para controlarlas y erigirlas. Cómooponerse a un orden que no se formula, que no seconstruye paso a paso y sin rodeos. Un orden que seha incorporado en los objetos mismos de la vidacotidiana. Un orden cuya constitución política es suconstitución material. Un orden que se da menos enlas palabras del presidente que en el silencio delfuncionamiento óptimo. Cuando el poder semanifestaba por edictos, leyes y reglamentos, dejabaabierta la crítica. Pero no se critica un muro, se lodestruye o se le hace una pinta. Un gobierno quedispone la vida a través de sus instrumentos yacondicionamientos, cuyos enunciados asumen laforma de una calle bordeada de conos y resguardadode cámaras, sólo exige, la mayoría de las veces, unadestrucción, a su vez, sin rodeos. De este modo,dirigirse contra el marco de la vida cotidiana se havuelto un sacrilegio: es semejante a violar suconstitución. El recurso indiscriminado a losdestrozos en los motines urbanos indica a la vez laconsciencia de este estado de cosas, y una relativaimpotencia frente a él. El orden enmudecido eincuestionable que materializa la existencia de una

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parada de autobús desgraciadamente no yacemuerto en trozos una vez que es destruido. Lateoría del cristal roto está todavía de pie cuando sehan roto todos los escaparates. Todas lasproclamaciones hipócritas sobre el carácter sagradodel “medio ambiente”, toda la santa cruzada por sudefensa, sólo se esclarece a la luz de esta novedad: elpoder se ha vuelto él mismo medioambiental, se hafundido en la decoración. Es a él a quien se apelapara defender en todos los llamamientos oficiales a“preservar el medio ambiente”, y no a los pececitos.

2. La vida cotidiana no siempre ha sido organizada.Para esto ha hecho falta, primero, desmantelar lavida, comenzando por la ciudad. Se hadescompuesto la vida y la ciudad en funciones,según las “necesidades sociales”. El barrio deoficinas, el barrio de fábricas, el barrio residencial,los espacios de relajación, el barrio de moda dondeuno se divierte, el lugar donde uno come, el lugardonde uno labora, el lugar donde uno liga, y elcoche o el autobús para unir todo esto, son elresultado de un trabajo de puesta en forma de lavida que es el estrago de toda forma de vida. Ha sidoconducido con método, durante más de un siglo,por toda una casta de organizadores, toda unaarmada gris de managers. Se ha disecado la vida y elhombre en un conjunto de necesidades, y después seha organizado su síntesis. Poco importa que estasíntesis haya tomado el nombre de “planificación

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socialista” o de “mercado”. Poco importa que estohaya acabado en el fracaso de las nuevas ciudades oen el éxito de los barrios branchés o hipsters. Elresultado es el mismo: desierto y anemia existencial.No queda nada de una forma de vida una vez que sela ha descompuesto en órganos. De ahí proviene, ala inversa, la alegría palpable que desbordaban lasplazas ocupadas de la Puerta del Sol, de Tahrir, deGezi o la atracción ejercida, a pesar de los infernaleslodos del bosquecillo de Nantes, por la ocupaciónde las tierras en Notre-Dame-des-Landes. De ahí laalegría que se vincula a toda comuna. A menudo, lavida deja de estar cortada en trozos conectados.Dormir, luchar, comer, cuidarse, hacer una fiesta,conspirar, debatir, dependen de un solo movimientovital. No todo está organizado, todo se organiza. Ladiferencia es notable. Una apela a la gestión, la otraa la atención: disposiciones altamenteincompatibles.

Relatando los levantamientos aimaras acomienzos de los años 2000 en Bolivia, RaúlZibechi, un activista uruguayo, escribe: “En estosmovimientos la organización no está separada de lavida cotidiana, es la vida cotidiana desplegada comoacción insurreccional.” Constata que en los barriosde El Alto, en 2003, “un ethos comunal sustituyó alantiguo ethos sindical”. Esto es lo que explica enqué consiste la lucha contra el poderinfraestructural. Quien dice infraestructura dice quela vida ha sido separada de sus condiciones. Que se

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han puesto condiciones a la vida. Que ésta dependede factores sobre los cuales no hay ya un punto deagarre. Que se ha hundido. Las infraestructurasorganizan una vida sin mundo, suspendida,sacrificable, a merced de quien las gestione. Elnihilismo metropolitano es sólo una manerabravucona de no admitirlo. Por el contrario, esto eslo que esclarece lo que se busca en lasexperimentaciones en curso en tantos barrios yciudades del mundo entero, y los escollosinevitables. No una vuelta a la tierra, sino una vueltasobre tierra. Lo que conforma la fuerza de ataque delas insurrecciones, su capacidad de asolardurablemente la infraestructura del adversario, esjustamente su nivel de autoorganización de la vidacomún. Que uno de los primeros reflejos de OccupyWall Street haya sido ir a bloquear el puente deBrooklyn o que la Comuna de Oakland haya tratadode paralizar con varios miles de personas el puertode la ciudad durante la huelga general del 12 dediciembre de 2011, dan testimonio del vínculointuitivo entre autoorganización y bloqueo. Lafragilidad de la autoorganización que se esbozabaapenas en esas ocupaciones no debía permitirempujar esas tentativas más lejos. De manerainversa, las plazas Tahrir y Taksim son nodoscentrales de la circulación de automóviles en ElCairo y Estambul. Bloquear esos flujos, era abrir lasituación. La ocupación era inmediatamentebloqueo. De ahí su capacidad para desarticular el

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reino de la normalidad en la totalidad de unametrópoli. En un nivel distinto, es difícil no hacer laconexión entre el hecho de que los zapatistas sepropongan actualmente vincular respectivamente 29luchas de defensa contra proyectos de minas,carreteras, centrales eléctricas y represas queimplican a diferentes pueblos indígenas de todoMéxico, y que ellos mismos hayan pasado los diezúltimos años dotándose de todos los medios posiblespara su autonomía con respecto a los poderes tantofederales como económicos.

3. Un cartel del movimiento contra la ley decontrato de primer empleo en Francia, decía “Espor los flujos que este mundo se mantiene.¡Bloqueemos todo!”. Esta consigna llevada, en esetiempo, por una minoría de un movimiento élmismo minoritario, incluso si fue “victorioso”, haconocido una notable fortuna desde entonces. En2009, el movimiento contra la “pwofitasyon” queparalizó toda Guadalupe, lo aplicó en grandesproporciones. Posteriormente se vio a la práctica delbloqueo, durante el movimiento francés contra lareforma de las pensiones, en el otoño de 2010,volverse la práctica de lucha elemental, aplicándoseparalelamente a un depósito de carburante, uncentro comercial, una estación de tren o un sitio deproducción. Esto es lo que revela a un determinadoestado del mundo.

Que el movimiento francés contra la reforma de

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las pensiones haya tenido como corazón el bloqueode las refinerías no es un hecho políticamentedespreciable. Las refinerías fueron desde finales delos años 1970 la vanguardia de aquello que sellamaba entonces las “industrias de procesos”, lasindustrias “de flujos”. Se puede decir que elfuncionamiento de la refinería ha servido desdeentonces como modelo para la reestructuración dela mayoría de las fábricas. Por lo demás, ya no hacefalta hablar de fábricas, sino de sitios, de sitios deproducción. La diferencia entre la fábrica y el sitioes que una fábrica es una concentración de obreros,de saber-hacer, de materias primas, de stocks; unsitio es sólo un nodo sobre un mapa de flujosproductivos. Siendo su único rasgo común que loque sale tanto de una como de otro ha sufrido unacierta transformación, respecto a aquello que haentrado en ambos. La refinería es el lugar dondeprimero se trastornó la relación entre trabajo yproducción. El obrero, o más bien el operador, notiene ni siquiera por tarea en ella el mantenimientoo la reparación de las máquinas, que estángeneralmente confiadas a interinos, sinosimplemente el desplegar cierta vigilancia en torno aun proceso de producción totalmente automatizado.Es un indicador que se enciende y que no deberíahacerlo. Es un gorgoteo anormal en unacanalización. Es un humo que se escapa de maneraextraña, o que no tiene el ritmo que haría falta. Elobrero de refinería es una especie de vigilante de

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máquinas, una figura ociosa e inoperante[désoeuvrée] de la concentración nerviosa. Y lomismo está sucediendo, tendencialmente, con buennúmero de los sectores de la industria en Occidentea partir de ahora. El obrero clásico se asimilabagloriosamente al Productor: aquí la relación entretrabajo y producción está, de maneracompletamente simple, invertida. Sólo hay trabajocuando la producción se detiene, cuando undisfuncionamiento le pone trabas y hace faltaremediarlo. Los marxistas pueden conseguirsenuevos vestidos: el proceso de valorización de lamercancía, desde la extracción hasta el surtidor,coincide con el proceso de circulación, que a su vezcoincide con el proceso de producción, el cual, porotra parte, depende en tiempo real de lasfluctuaciones finales del mercado. Decir que el valorde la mercancía cristaliza el tiempo de trabajo delobrero fue una operación tan fructífera como falaz.Tanto en una refinería como en cualquier fábricaperfectamente automatizada, se ha vuelto una marcade ironía ofensiva. Den otros diez años a China,diez años de huelgas y de reivindicaciones obreras, ypasará lo mismo. Por supuesto, no se considerarádespreciable el hecho de que los obreros de lasrefinerías estén desde hace mucho tiempo entre losmejores pagados de la industria, y que sea en esesector que fue primero experimentado, por lomenos en Francia, aquello que por eufemismo sellama la “fluidificación de las relaciones sociales”,

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particularmente sindicales.Durante el movimiento contra la reforma de las

pensiones, la mayoría de los depósitos decarburantes de Francia fueron bloqueados no poralgunos de sus obreros, sino por profesores,estudiantes, conductores, trabajadores de correos,desempleados. Esto no radica en que esos obrerosno tenían derecho a hacerlo. Es sólo porque en unmundo donde la organización de la producción esdescentralizada, circulante y ampliamenteautomatizada, donde cada máquina no es ya sino uneslabón en un sistema integrado de máquinas que lasubsume, donde este sistema-mundo de máquinas,de máquinas que producen máquinas, tiende aunificarse cibernéticamente, cada flujo particular esun momento de la reproducción del conjunto de lasociedad del capital. Ya no hay “esfera de lareproducción”, de la fuerza de trabajo o de lasrelaciones sociales, que sería distinta de la “esfera dela producción”. Esta última, por otra parte, no es yauna esfera, sino más bien la trama del mundo y detodas las relaciones. Atacar físicamente esos flujos,en cualquier punto, equivale por tanto a atacarpolíticamente el sistema en su totalidad. Si el sujetode la huelga era la clase obrera, el del bloqueo esperfectamente cualquiera. Es quien sea, quien seaque decida bloquear; y tomar así partido contra lapresente organización del mundo.

Casi siempre, es en el momento en que alcanzansu grado de sofisticación máxima que las

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civilizaciones se desmoronan. Cada cadena deproducción se amplía hasta un determinado nivel deespecialización por determinado número deintermediarios, que basta con que uno solodesaparezca para que el conjunto de la cadena seencuentre con ello paralizada, incluso destruida. Lasfábricas Honda en Japón conocieron hace tres añoslos más largos períodos de paro técnico desde losaños 1960, simplemente porque el proveedor de unchip particular había desaparecido en el terremotode marzo de 2011, y nadie más era susceptible deproducirlo.

En esa manía de bloquear todo que acompañaahora a cada movimiento de magnitud, hace faltaleer un claro giro radical de la relación con eltiempo. Observamos el futuro así como el Ángel dela Historia de Walter Benjamin observaba el pasado.“En lo que nos aparece como una cadena deacontecimientos, no ve él sino una sola y únicacatástrofe, que amontona sin cesar ruinas sobreruinas arrojándolas a sus pies.” El tiempo quetranscurre sólo es percibido ya como una lentaprogresión hacia un final probablemente espantoso.Cada década por venir es aprehendida como un pasomás hacia el caos climático, del que todos hancomprendido bien que se trataba de la verdad delenfermizo “calentamiento global”. Los metalespesados continuarán, día tras día, acumulándose enla cadena alimentaria, al igual que se acumulan losnucleidos radioactivos y tantas otras fuentes de

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contaminación invisibles aunque fatales. Por esohace falta ver cada tentativa de bloquear el sistemaglobal, cada movimiento, cada revuelta, cadalevantamiento, como una tentativa vertical dedetener el tiempo, y de bifurcar hacia una direcciónmenos fatal.

4. No es la debilidad de las luchas lo que explica eldesvanecimiento de toda perspectiva revolucionaria;es la ausencia de perspectiva revolucionaria creíblelo que explica la debilidad de las luchas.Obsesionados como estamos por una idea políticade la revolución, hemos descuidado su dimensióntécnica. Una perspectiva revolucionaria no se dirigeya a la reorganización institucional de la sociedad,sino a la configuración técnica de los mundos. Encuanto tal, es una línea trazada en el presente, nouna imagen que flota en el futuro. Si queremosrecobrar una perspectiva, nos será necesario unir laconstatación difusa de que este mundo no puedeseguir durando con el deseo de construir uno mejor.Porque si este mundo se mantiene, es primero porla dependencia material en la que cada uno estámano a mano con el buen funcionamiento generalde la máquina social, simplemente para sobrevivir.Nos hace falta disponer de un conocimiento técnicoprofundo de la organización de este mundo; unconocimiento que permita a la vez poner fuera deuso las estructuras dominantes y reservarnos eltiempo necesario para la organización de una

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desconexión material y política con respecto al cursogeneral de la catástrofe, desconexión que no estéatormentada por el espectro de la penuria, por laurgencia de la supervivencia. Para decirlo lisa yllanamente: en la medida en que no sepamos cómoprescindir de las centrales nucleares y en quedesmantelarlas sea un negocio para quienes lasquieren eternas, aspirar a la abolición del Estadocontinuará haciendo sonreír; en la medida en que laperspectiva de un levantamiento signifique penuriasegura de cuidados, de alimento o de energía, noexistirá ningún movimiento de masas decidido. Enotros términos: nos hace falta retomar un trabajometiculoso de investigación. Nos hace falta ir alencuentro, en todos los sectores, sobre todos losterritorios en que habitamos, de aquellos quedisponen de los saberes técnicos estratégicos. Essólo a partir de aquí que algunos movimientos seatreverán verdaderamente a “bloquear todo”. Essólo a partir de aquí que se liberará la pasión de laexperimentación de otra vida, pasión técnica enamplia medida que se asemeja al cambio radical dela puesta bajo dependencia tecnológica de todos.Este proceso de acumulación de saber, deestablecimiento de complicidades en todos losdominios, es la condición de un retorno serio ymasivo de la cuestión revolucionaria.

“El movimiento obrero no fue vencido por elcapitalismo, sino por la democracia”, decía MarioTronti. También fue vencido por no haber

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conseguido apropiarse lo esencial de la potenciaobrera. Lo que hace al obrero no es su explotaciónpor un patrón, explotación que comparte concualquier otro asalariado. Lo que hacepositivamente al obrero es su dominio técnico,encarnado, de un mundo de producción particular.Hay en ello una inclinación a la vez sabia y popular,un conocimiento apasionado que constituía lariqueza propia del mundo obrero antes de que elcapital, viendo el peligro contenido ahí y no sinhaber chupado previamente todo ese conocimiento,decidiera hacer de los obreros unos operadores,vigilantes y agentes de mantenimiento de máquinas.Pero incluso aquí, la potencia obrera permanece:quien sabe hacer funcionar un sistema sabe tambiénsabotearlo eficazmente. Ahora bien, nadie puede demanera individual dominar el conjunto de lastécnicas que permiten al sistema actualreproducirse. Esto, sólo una fuerza colectiva puedehacerlo. Construir una fuerza revolucionaria, hoy endía, consiste justamente en esto: articular todos losmundos y todas las técnicas revolucionariamentenecesarias, agregar toda la inteligencia técnica a unafuerza histórica y no a un sistema de gobierno.

El fracaso del movimiento francés de lucha contrala reforma de las pensiones en el otoño de 2010 nosha proporcionado la amarga lección de ello: si laCGT (Confédération Générale du Travail) hallevado la delantera sobre toda la lucha, es en virtudde nuestra insuficiencia sobre ese plano. Le habría

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bastado con hacer del bloqueo de las refinerías,sector donde aquélla es hegemónica, el centro degravedad del movimiento. A partir de entonces leestaba permitido en cualquier momento silbar elfinal del juego, reabriendo las compuertas de lasrefinerías y liberando así toda presión sobre el país.Lo que hizo entonces falta al movimiento esjustamente un conocimiento mínimo delfuncionamiento material de este mundo,conocimiento que se encuentra disperso entre lasmanos de los obreros, concentrado en la cabeza dechorlito de algunos ingenieros y ciertamente puestaen común, del lado adverso, en alguna oscurainstancia militar. Si se hubiera sabido destrozar elabastecimiento de lacrimógenos de la policía, o si sehubiera sabido interrumpir un solo día lapropaganda televisiva, si se hubiera sabido privar alas autoridades de electricidad, podríamos estarseguros de que las cosas no habrían terminado tanpenosamente. Hace falta, por lo demás, considerarque la principal derrota política del movimientoconsistió en conceder al Estado, bajo la forma deórdenes prefectorales, la prerrogativa estratégica dedeterminar quién tendría gasolina y quién estaríaprivado de ella.

“Si hoy en día te quieres quitar de encima aalguien, tienes que atacar sus infraestructuras”,escribe de manera muy precisa un universitarioestadounidense. Desde la Segunda Guerra Mundial,el ejército aéreo estadounidense no ha dejado de

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desarrollar la idea de “guerra infraestructural”,viendo en los servicios civiles más banales losmejores blancos para poner de rodillas a susadversarios. Además, esto explica que lasinfraestructuras estratégicas de este mundo esténrodeadas de un creciente secreto. Para una fuerzarevolucionaria, no tiene ningún sentido saberbloquear la infraestructura del adversario si no sabehacerla funcionar, en caso requerido, en subeneficio. Saber destruir el sistema tecnológicosupone experimentar y poner en marcha al mismotiempo las técnicas que lo hacen superfluo. Volversobre tierra es, para comenzar, dejar de vivir en laignorancia de las condiciones de nuestra existencia.

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Oakland, 20 de diciembre de 2013

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Fuck off Google

1. Que no hay “revoluciones Facebook” sino unanueva ciencia del gobierno, la cibernética. 2.¡Guerra a los smarts! 3. Miseria de la cibernética. 4.Técnicas contra tecnología.

1. La genealogía no es muy conocida, y sin embargoamerita serlo: Twitter proviene de un programallamado TXTMob, inventado por activistasestadounidenses para coordinarse por teléfonocelular durante las manifestaciones contra laconvención nacional del partido republicano en2004. Esta aplicación habría sido utilizada entoncespor unas 5000 personas para compartir en tiemporeal información sobre las acciones y losmovimientos de la policía. Twitter, lanzado dos añosmás tarde, fue también utilizado para fines similares,en Moldavia por ejemplo, y las manifestacionesiraníes de 2009 popularizaron la idea de que era laherramienta necesaria para la coordinación de losinsurrectos, particularmente contra las dictaduras.En 2011, durante los motines que tocaban a unaInglaterra que todos pensaban impasible, algunosperiodistas fabularon lógicamente que el tweet había

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facilitado la propagación de los motines desde suepicentro, Tottenham. Resultó que para sucomunicación, los amotinadores se habían más bieninclinado por los BlackBerry, teléfonos protegidospuestos al día por el top management de los bancosy las multinacionales y de los cuales los serviciossecretos británicos ni siquiera tenían sus claves dedesciframiento. Por otra parte, un grupo de hackerspirateó el sitio de BlackBerry para disuadirlo, tras elgolpe, de cooperar con la policía. Si Twitter, en esaocasión, permitió una autoorganización, fue másbien la de las hordas de barrenderos-ciudadanos,que trataban de limpiar y reparar los daños causadospor los enfrentamientos y los saqueos. Estainiciativa fue retransmitida y coordinada porCrisisCommons: una “red de voluntarios quetrabajan juntos para construir y utilizarherramientas tecnológicas que ayudan a responder alos desastres y a aumentar la resiliencia y larespuesta ante una crisis”. Un trapo de izquierdafrancés comparó en ese entonces tal iniciativa a laorganización de la Puerta del Sol durante elmovimiento llamado “de los indignados”. Laamalgama puede parecer absurda entre unainiciativa que pretende acelerar el retorno al orden yel hecho de organizarse para vivir varias miles depersonas sobre una plaza ocupada, a pesar de losasaltos repetidos de la policía. Sin excluir laposibilidad de sólo ver aquí dos gestos espontáneos,conectados y ciudadanos. Los “indignados”

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españoles, al menos una parte no despreciable deentre ellos, pusieron de relieve, desde el 15M, su feen la utopía de la ciudadanía conectada. Para ellos,las redes sociales informáticas habían no sóloacelerado la propagación del movimiento de 2011,sino también y sobre todo colocado las bases de unnuevo tipo de organización política, para la lucha ypara la sociedad: una democracia conectada,participativa, transparente. Siempre acaba siendolamentable, para unos “revolucionarios”, compartirtal idea con Jared Cohen, el consejero enantiterrorismo del gobierno estadounidense quecontactó e impulsó Twitter durante la “revolucióniraní” de 2009 con el fin de mantener sufuncionamiento ante la censura. Jared Cohencoescribió recientemente con el exjefe de Google,Eric Schmidt, un libro político escalofriante, TheNew Digital Age. En él se lee desde la primerapágina esta frase bien formulada para mantener laconfusión en cuanto a las virtudes políticas de lasnuevas tecnologías de comunicación: “Internet es lamás vasta experiencia que implica la anarquía en lahistoria.”

“En Trípoli, Tottenham o Wall Street, la gente haprotestado contra el fracaso de las políticas actualesy la falta de posibilidades ofrecidas por el sistemaelectoral… La gente ha perdido la fe en el gobiernoy las demás instituciones centralizadas del poder…No existe ninguna justificación viable para que unsistema democrático limite la participación de los

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ciudadanos al solo hecho de votar. Vivimos en unmundo en el que personas ordinarias contribuyen enWikipedia; organizan en línea manifestaciones en elciberespacio y en el mundo físico, como lasrevoluciones egipcias y tunicinas o el movimiento delos indignados en España; y estudianminuciosamente los cables diplomáticos reveladospor WikiLeaks. Las mismas tecnologías que nospermiten trabajar juntos a distancia crean lapromesa de que podemos gobernarnos mejor.” Noes una “indignada” quien habla, o si lo es, hay queprecisar que lleva mucho tiempo acampando en unaoficina de la Casa Blanca: Beth Noveck dirigía lainiciativa para el “Open Government” de laadministración Obama. Este programa parte de laconstatación de que la función gubernamentalconsiste a partir de ahora en la puesta en relación delos ciudadanos y la puesta a disposición de lainformación retenida en el seno de la máquinaburocrática. Así, para la alcaldía de Nueva York, “laestructura jerárquica que se basa en el hecho de queel gobierno sabría lo que es bueno para ustedes esalgo caduco. El nuevo modelo para este siglo seapoya en la cocreación y la colaboración.”

Sin ninguna sorpresa, el concepto de OpenGovernment Data fue elaborado no por políticossino por informáticos —fervientes defensores, porotra parte, del desarrollo del software open source—que invocaban la ambición de los PadresFundadores de los Estados Unidos: que “cada

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ciudadano tome parte en el gobierno”. El gobierno,aquí, es reducido a un papel de animador o defacilitador, y en última instancia al de “plataformade coordinación de la acción ciudadana”. El paralelocon las redes sociales está enteramente asumido.“¿De qué modo puede pensarse la ciudad de lamisma manera que el ecosistema de API [interfacesde programación] de Facebook o de Twitter?”, sepregunta alguien en la alcaldía de Nueva York.“Esto debe permitirnos producir una experiencia degobierno más centrada en el usuario, porque elasunto no es sólo el consumo, sino la coproducciónde servicios públicos y de democracia.” Inclusoubicando estos discursos en el rango deelucubraciones, frutos de cerebros un tantosobrecalentados del Silicon Valley, esto confirmaque la práctica del gobierno se identifica cada vezmenos con la soberanía estatal. En el tiempo de lasredes, gobernar significa asegurar la interconexiónde los hombres, los objetos y las máquinas así comola circulación libre, es decir, transparente, es decir,controlable, de la información así producida. Ahorabien, ésta es una actividad que se cumple yaampliamente fuera de los aparatos de Estado,incluso si éstos intentan por todos los mediosconservar su control. Facebook es ciertamentemenos el modelo de una nueva forma de gobiernoque su realidad ya en acto. El hecho de que unosrevolucionarios lo hayan empleado y lo empleanpara encontrarse masivamente en la calle prueba

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sólo que es posible utilizar Facebook, en algunoslugares, contra él mismo, contra su vocaciónesencialmente policíaca.

Cuando las informaciones se introducen hoy enlos palacios presidenciales y las alcaldías de lasciudades más grandes del mundo, es menos parainstalarse en ellas que para enunciarles nuevas reglasdel juego: en lo sucesivo, las administraciones estánen competencia con otros prestatarios de losmismos servicios, los cuales, desgraciadamente paraaquéllas, tienen algunos pasos de ventaja.Proponiendo los servicios de su cloud para poner alresguardo de las revoluciones a los servicios delEstado, como señala el catastro ahora accesiblecomo aplicación para smartphone, The New DigitalAge: “En el futuro, las personas no salvaguardaránúnicamente sus datos: salvaguardarán su gobierno.”Y, en caso de que no se haya comprendido bienquién es el boss ahora, concluye: “Los gobiernospueden colapsarse y guerras pueden destruir lasinfraestructuras físicas, las instituciones virtualessobrevivirán a ambos.” Lo que se oculta, conGoogle, bajo las apariencias de una inocenteinterfaz y de un motor de búsqueda con una raraeficacia, es un proyecto explícitamente político. Unaempresa que cartografía el planeta Tierra, enviandoequipos a cada una de las calles de cada una de susciudades, no puede tener intenciones llanamentecomerciales. Nunca se cartografía sino aquello queuno medita adueñarse. “Don’t be evil!”: déjate

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llevar.Resulta un poco inquietante constatar que, bajo

las tiendas de campaña que recubrían el ZuccottiPark así como en las oficinas de los consultores deformación de empresas —es decir, un poco másarriba en el cielo de Nueva York—, se piensa larespuesta al desastre en los mismos términos:conexión, red, autoorganización. Es la señal de queal mismo tiempo que se ponían en lugar las nuevastecnologías de comunicación que tejen ahora, nosólo su tela sobre la Tierra, sino la textura mismadel mundo en el que vivimos, una cierta manera depensar y de gobernar se encontraba ganando. Ahorabien, las bases de esta nueva ciencia de gobiernofueron colocadas por aquellos mismos, ingenieros ycientíficos, que inventaban los medios técnicos parasu aplicación. La historia es la siguiente: elmatemático Norbert Wiener, mientras terminaba detrabajar para el ejército estadounidense, comienzaen los años 1940 a fundar al mismo tiempo que unanueva ciencia, una nueva definición del hombre, desu relación con el mundo, de su relación consigomismo. Claude Shannon, ingeniero en Bell y en elMIT, cuyos trabajos sobre el muestreo o la medidade la información sirvieron para el desarrollo de lastelecomunicaciones, se involucró en este esfuerzo.Al igual que el sorprendente Gregory Bateson,antropólogo en Harvard, empleado por los serviciossecretos estadounidenses en el sureste de Asiadurante la Segunda Guerra Mundial, aficionado

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refinado del LSD y fundador de la escuela de PaloAlto. O también el truculento John von Neumann,el redactor del First Draft of a Report on theEDVAC, considerado como el texto fundador de laciencia informática, el inventor de la teoría dejuegos, aporte determinante para la economíaneoliberal, partidario de un ataque nuclearpreventivo contra la URSS y quien, tras haberdeterminado el punto óptimo donde arrojar laBomba sobre Japón, nunca se cansó de ofrecerdiversos servicios al ejército estadounidense y a lamuy joven CIA. Aquellos mismos, pues, quecontribuyeron de manera no despreciable aldesarrollo de los nuevos medios de comunicación yde tratamiento de la información tras la SegundaGuerra Mundial, lanzaron también las bases de esa“ciencia” que Wiener llamó la “cibernética”. Untérmino que Ampère, un siglo antes, había tenido labuena idea de definir como “la ciencia delgobierno”. Y así tenemos por consiguiente un artede gobernar cuya acta de fundación está casiolvidada, pero cuyos conceptos han avanzadosubterráneamente, desplegándose al mismo tiempoque los cables que eran unos tras otros tirados sobretoda la superficie del globo, irrigando la informáticatanto como la biología, la inteligencia artificial, elmanagement o las ciencias cognitivas.

Nosotros no vivimos, desde 2008, una brusca einesperada “crisis económica”, sólo asistimos a lalenta quiebra de la economía política en cuanto arte

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de gobernar. La economía nunca ha sido ni unarealidad ni una ciencia; nació de entrada, en el sigloXVII, como arte de gobernar las poblaciones. Eranecesario evitar la escasez para evitar el motín, deahí la importancia de la cuestión de los “granos”, yproducir riqueza para incrementar el poder delsoberano. “La vía más segura para cualquiergobierno radica en apoyarse sobre los intereses delos hombres”, decía Hamilton. Gobernar queríadecir, tras haberse elucidado las leyes “naturales” dela economía, dejar jugar el mecanismo armonioso deésta, mover a los hombres maniobrando susintereses. Armonía, previsibilidad de las conductas,porvenir radiante, supuesta racionalidad de losactores. Todo esto implicaba una cierta confianza,ser capaz de “dar crédito”. Ahora bien, sonjustamente estos fundamentos de la vieja prácticagubernamental lo que la gestión viene a pulverizarmediante la crisis permanente. Nosotros no vivimosuna masiva “crisis de la confianza”, sino el fin de laconfianza, vuelta superflua para el gobierno. Dondereinan el control y la transparencia, donde laconducta de los sujetos es anticipada en tiempo realmediante el tratamiento algorítmico de la masa deinformaciones disponibles sobre ellos, deja de habernecesidad de provocarles confianza y de que ellosden confianza: basta con que estén suficientementevigilados. Como decía Lenin, “la confianza, estábien; el control, es mejor”.

La crisis de confianza de Occidente en sí mismo,

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en su saber, en su lenguaje, en su razón, en suliberalismo, en su sujeto y en el mundo, se remontade hecho al final del siglo XIX; estalla en todos losdominios con y alrededor de la Primera GuerraMundial. La cibernética se desarrolló sobre estaherida abierta de la modernidad; se impuso comoremedio a la crisis existencial y por lo tantogubernamental de Occidente. “Somos —estimabaWiener— náufragos en un planeta condenado amuerte […] Aun en un naufragio las reglas y losvalores humanos no necesariamente desaparecen, ydebemos sacar el máximo provecho de ellos.Seremos engullidos, pero conviene que sea de unamanera que desde ahora podamos considerar comodigna de nuestra grandeza.” El gobierno cibernéticoes por naturaleza apocalíptico. Su finalidad esimpedir localmente el movimientoespontáneamente entrópico, caótico, del mundo yasegurar “islotes de orden”, de estabilidad, y —¿quién sabe?— la perpetua autorregulación de lossistemas, mediante la circulación desenfrenada,transparente y controlable de la información. “Lacomunicación es el cimiento de la sociedad, yquienes trabajan manteniendo libres las vías decomunicación son los mismos de los que dependeprincipalmente la perpetuidad o la caída de nuestracivilización”, creía saber Wiener. Como todoperíodo de transición, el paso de la antiguagubernamentalidad económica a la cibernéticainaugura una fase de inestabilidad, un tragaluz

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histórico en el que es la gubernamentalidad encuanto tal la que puede ser derrotada.

2. En los años 1980, Terry Winograd, el mentor deLarry Page, uno de los fundadores de Google, yFernando Flores, el antiguo ministro de Economíade Salvador Allende, escribían que el diseño eninformática es “de orden ontológico. Constituyeuna intervención en el trasfondo de nuestra herenciacultural y nos empuja fuera de los hábitospreconcebidos de nuestra vida, afectandoprofundamente nuestras maneras de ser. […] Esnecesariamente reflexivo y político.” Todo estopuede decirse de la cibernética. Oficialmente,estamos todavía gobernados por el viejo paradigmaoccidental dualista en el que está el sujeto y elmundo, el individuo y la sociedad, los hombres y lasmáquinas, la mente y el cuerpo, lo viviente y loinerte; son distinciones que el sentido comúnmantiene todavía como válidas. En realidad, elcapitalismo cibernetizado practica una ontología, ypor lo tanto una antropología, cuyo esplendorreserva a sus ejecutivos. El sujeto occidentalracional, consciente de sus intereses, que aspira aldominio del mundo y es de este modo gobernable,deja lugar a la concepción cibernética de un ser sininterioridad, de un selfless self, de un Yo sin Yo,emergente, climático, constituido por suexterioridad, por sus relaciones. Un ser que, armadocon su Apple Watch, consigue aprehenderse

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íntegramente a partir del exterior, a partir de lasestadísticas que cada una de sus conductas engendra.Un Quantified Self que bien querría controlar,medir y desesperadamente optimizar cada uno desus gestos, cada uno de sus efectos. Para lacibernética más avanzada, ya no está más el hombrey su entorno, sino un ser-sistema inscrito él mismoen un conjunto de sistemas complejos deinformaciones, sedes de procesos deautoorganización; un ser que uno advierte al partirde la vía media del budismo hindú antes que deDescartes. “Para el hombre, estar vivo equivale aparticipar en un amplio sistema mundial decomunicación”, adelantaba Wiener en 1948.

Así como la economía política produjo a unhomo œconomicus gestionable dentro del marco deEstados industriales, la cibernética produce supropia humanidad. Una humanidad transparente,vaciada por los flujos mismos que la atraviesan,electrizada por la información, atada al mundo poruna cantidad siempre creciente de dispositivos. Unahumanidad inseparable de su entorno tecnológico,pues está constituida por él, y de este modo esconducida. Tal es el objeto del gobierno a partir deahora: ya no el hombre ni sus intereses, sino su“entorno social”. Un entorno cuyo modelo es laciudad inteligente. Inteligente porque produce,gracias a sus captores, información cuyo tratamientoen tiempo real permite la autogestión. E inteligenteporque produce y es producida por habitantes

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inteligentes. La economía política reinaba sobre losseres dejándolos libres de perseguir su interés, lacibernética los controla dejándolos libres decomunicar. “Debemos reinventar los sistemassociales en un marco controlado”, resumíarecientemente un profesor cualquiera en el MIT.

La visión más petrificante y realista de lametrópoli por venir no se encuentra en los folletosque IBM distribuye en las municipalidades paravenderles la puesta bajo control de los flujos deagua, de electricidad o del tráfico de carreteras. Esmás bien la que se ha desarrollado a priori “contra”esa visión orwelliana de la ciudad: “smarter cities”co-producidas por sus propios habitantes (encualquier caso, por los más conectados de entreellos). Otro profesor del MIT de viaje en Catalunyase regocijaba de ver su capital volverse poco a pocouna “fab city”: “Sentados aquí en pleno corazón deBarcelona, veo que una nueva ciudad se inventa, enla que todo el mundo podrá tener acceso a lasherramientas para que ella se vuelva enteramenteautónoma.” Así pues, los ciudadanos ya no sonsubalternos sino smart people; “receptores ygeneradores de ideas, servicios y soluciones”, comodijo uno de entre ellos. En esta visión, la metrópolino se vuelve smart por la decisión y la acción de ungobierno central, sino que surge, como un “ordenespontáneo”, cuando sus habitantes “encuentrannuevos medios para fabricar, unir y dar sentido a suspropios datos”.

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Detrás de la promesa futurista de un mundo dehombres y objetos integralmente conectados —cuando coches, refrigeradores, relojes, aspiradoras ydildos estarán directamente unidos respectivamenteentre sí y al Internet—, existe aquello que ya estáahí: el hecho de que el más polivalente de loscaptores esté ya en funcionamiento: yo mismo. “Yo”comparto mi geolocalización, mi humor, miopinión, mi relato de lo increíble o loincreíblemente banal que he visto hoy. Yo corrí; yocompartí inmediatamente mi recorrido, mi tiempo,mis performances y su autoevaluación. Yo publicopermanentemente fotografías de mis vacaciones, demis veladas, de mis alborotos, de mis colegas, deaquello que voy a comer así como de aquello con loque tendré sexo. Yo tengo la sospecha de que noestoy haciendo nada y sin embargo produzco,permanentemente, datos. Aunque trabaje o no, mivida cotidiana, como reserva de informaciones,permanece integralmente valorizable. Yo mejorocontinuamente el algoritmo.

“Gracias a las redes difusas de los captores,tendremos sobre nosotros mismos el punto de vistaomnisciente de Dios. Por primera vez podemoscartografiar precisamente la conducta de masas depersonas incluso en su vida cotidiana”, se entusiasmael mismo profesor del MIT. Las grandes reservasrefrigeradas de datos constituyen la alacena delgobierno actual. Al husmear en las bases de datosproducidos y actualizadas permanentemente por la

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vida cotidiana de los humanos conectados, busca lascorrelaciones que permiten establecer no unas leyesuniversales, ni siquiera unos “porqué”, sino unos“cuándo”, unos “qué”, unas predicciones puntualesy situadas, unos oráculos. Gestionar lo imprevisible,gobernar lo ingobernable y no ya tratar de abolirlo,tal es la ambición declarada de la cibernética. Lacuestión del gobierno cibernético no es sólo, comoen tiempos de la economía política, prever paraorientar la acción, sino actuar directamente sobre lovirtual, estructurar los posibles. La policía de LosÁngeles se dotó hace algunos años de un nuevosoftware informático llamado “Prepol”. Calcula, apartir de una gran cantidad de estadísticas referentesal crimen, las probabilidades de que sea cometido talo cual delito, barrio por barrio, calle por calle. Es elsoftware mismo lo que, a partir de estasprobabilidades actualizadas en tiempo real, ordenalas patrullas de policía en la ciudad. En 1948 unPadre cibernético escribía en Le Monde: “Podemossoñar con un tiempo en el que la máquina degobernar conseguirá suplir —para bien o para mal,¿quién sabe?— la insuficiencia hoy en día patente delos dirigentes y los habituales aparatos de lapolítica.” Cada época sueña la siguiente, con laposibilidad de que el sueño de una se vuelva lapesadilla cotidiana de la otra.

El objeto de la gran cosecha de informacionespersonales no es un seguimiento individualizado delconjunto de la población. Si alguien se insinúa en la

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intimidad de cada uno y de todos, es menos paraproducir fichas individuales que grandes basesestadísticas que hacen sentido a partir de la mayoría.Es más económico correlacionar las característicascomunes de los individuos en una multitud de“perfiles”, y los devenires probables que se derivande ellos. Uno no se interesa en el individuo presentey entero, sólo en lo que permite determinar suslíneas de fuga potenciales. El interés que se tiene enaplicar vigilancia sobre perfiles, “acontecimientos” yvirtualidades, es porque las entidades estadísticas nose sublevan; y porque los individuos siempre puedenpretender no ser vigilados, al menos en cuantopersonas. En el momento en que lagubernamentalidad cibernética opera ya en funciónde una lógica completamente nueva, sus sujetosactuales continúan pensándose en función del viejoparadigma. Creemos que nuestros datos“personales” nos pertenecen, como nuestro coche onuestros zapatos, y que sólo estamos ejerciendonuestra “libertad individual” al decidir dejar aGoogle, Facebook, Apple, Amazon o la policía teneracceso a ellos, sin ver que esto tiene efectosinmediatos sobre aquellos que lo rechazan, y queserán en adelante tratados como sospechosos, comodesviados potenciales. “No cabe duda —prevé TheNew Digital Age— que todavía en el futuro habrápersonas que se resistan a la adopción y al uso de latecnología, personas que rechacen tener un perfilvirtual, un smartphone o el menor contacto con

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sistemas de datos online. Por su lado, un gobiernopuede sospechar que las personas que desertancompletamente todo esto, tienen algo que ocultar yson así más propensos a infringir la ley. Así pues,como medida antiterrorista, el gobierno construiráun fichero de las ‘personas ocultas’. Si no quierestener ningún perfil conocido sobre ninguna redsocial o una suscripción a un teléfono móvil, y si esparticularmente difícil encontrar referencias sobre tien Internet, puedes ser considerado como candidatopara tal fichero. Puedes verte también sometido atodo un conjunto de reglamentos particulares queincluyen registros rigurosos en los aeropuertos eincluso restricciones de viaje.”

3. Los servicios de seguridad llegan con ello, por lotanto, a considerar como más creíble un perfil deFacebook que al individuo que supuestamente seoculta detrás. Esto señala bastante la porosidadentre aquello que se llamaba aún lo virtual y lo real.La aceleración de la puesta en datos del mundovuelve, efectivamente, cada vez menos pertinente elhecho de pensar como separados mundo conectadoy mundo físico, ciberespacio y realidad. “ObservenAndroid, Gmail, Google Maps, Google Search.Esto es lo que nosotros hacemos. Fabricamosproductos sin los cuales es imposible vivir”, seafirma en Mountain View. Sin embargo, desde hacealgunos años, la omnipresencia de los objetosconectados en la vida cotidiana de los humanos

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arrastra, por parte de estos últimos, algunosinstintos de supervivencia. Algunos bármanes handecidido vetar los Google Glass de susestablecimientos; que, por otra parte, se vuelven asíestablecimientos verdaderamente branchés. Algunasiniciativas florecen que incitan a desconectarseocasionalmente (un día por semana, un fin desemana, un mes) para medir la dependencia a losobjetos tecnológicos y revivir una “auténtica”experiencia de lo real. La tentativa se muestra porsupuesto vana. El simpático fin de semana a orillasdel mar con la familia y sin smartphone se vive antesque nada como experiencia de la desconexión; esdecir que es inmediatamente proyectada almomento de la reconexión, y de su compartir en lared.

Al final, sin embargo, tras haberse objetivado larelación abstracta del hombre occidental dentro detodo un conjunto de dispositivos, dentro de todo ununiverso de reproducciones virtuales, el caminohacia la presencia se encuentra paradójicamenterecubierto con ello. Considerando que nos hemosdesapegado de todo, acabaremos por desapegarnosincluso de nuestro propio desapego. El bombardeotecnológico nos proporcionará finalmente lacapacidad de conmovernos de la existencia desnuda,sin pixel, de una madreselva. Ha hecho falta quetodo tipo de cortinas se interpongan entre nosotrosy el mundo para restituirnos, por medio delcontraste, el incomparable tornasol del mundo

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sensible, el asombro ante lo que está ahí. Ha hechofalta que centenas de “amigos” a los que no lesimportamos un carajo nos liken en Facebook pararidiculizarnos mejor después, para que recuperemosel viejo gusto por la amistad.

A falta de haber conseguido la creación decomputadoras capaces de igualar al hombre, seemprendió el empobrecimiento de la experienciahumana hasta el punto en que la vida apenas ofrecemayor atracción que su modelización numérica. ¿Esimaginable el desierto humano que ha hecho faltacrear para volver deseable la existencia sobre lasredes sociales? De igual modo, ha hecho falta que elviajero ceda su lugar al turista para que seaimaginable que éste acepte pagar para recorrer elmundo con hologramas desde su sala. Pero la menorexperiencia real hará estallar la miseria de esteescamoteo. Es su miseria lo que, al final, abatirá a lacibernética. Para una generaciónsuperindividualizada que había tenido comosocialidad primaria las redes sociales, la huelgaestudiantil quebequesa de 2012 fue en primer lugarla revelación fulminante de la potenciainsurreccional por el simple hecho de estar juntos yponerse en marcha. Todos llevaron a caboencuentros como nunca, hasta que esas amistadesinsurrectas llegaron a desplomarse contra las filas depolicías. Las ratoneras no podían nada contra esto:por el contrario, se habían vuelto otra manera deexperimentarse en conjunto. “El fin del Yo será la

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génesis de la presencia”, auguraba Giorgio Cesaranoen su Manual de supervivencia.

La virtud de los hackers ha consistido en partir dela materialidad del universo aclamado como virtual.Como lo dice un miembro de Telecomix, un grupode hackers que se destacó ayudando a los sirios aevadir el control estatal sobre las comunicaciones deInternet, si el hacker está anticipado a su tiempo esporque “no ha considerado esa nueva herramienta[Internet] como un mundo virtual aparte, sino comouna extensión de la realidad física”. Esto es tantomás flagrante ahora en cuanto que el movimientohacker se proyecta fuera de las pantallas para abrirhackerspaces, donde es posible diseccionar,interferir, manipular tanto softwares informáticoscomo objetos. La extensión y la puesta en red delDo It Yourself ha implicado su parte dereclamaciones: se trata de arreglar las cosas, la calle,la ciudad, la sociedad, e incluso la vida. Algunosprogresistas enfermizos se han apresurado a ver enello las premisas de una nueva economía, incluso deuna nueva civilización, esta vez basada en el“compartir”. Con la excepción de que la actualeconomía capitaliza ya la “creación”, fuera de losviejos corsés industriales. Los managers sonincitados a facilitar la liberación de las iniciativas,promover los proyectos novedosos, la creatividad, elgenio, incluso lo que sale de la norma; “la empresadel futuro debe proteger al desviado, pues es eldesviado quien innova y es capaz de crear

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racionalidad en lo desconocido”, dicen. El valor nose busca hoy ni en las nuevas funcionalidades de unamercancía ni menos en su deseabilidad o su sentido,sino en la experiencia que ofrece al consumidor.Entonces ¿por qué no ofrecerle, a ese consumidor,la experiencia última de pasar al otro lado delproceso de creación? Desde esta perspectiva, loshackerspaces o los fablabs se vuelven espacios dondepueden realizarse los “proyectos” de los“consumidores-innovadores” y emerger “nuevoslugares de mercado”. En San Francisco, la sociedadTechShop pretende desarrollar un nuevo género declubes de fitness en los que, a cambio de unaadhesión anual, “uno se entrega cada semana paramanipular, crear y desarrollar sus proyectos”.

El hecho de que el ejército estadounidensefinancie lugares similares en el marco del programaCyber Fast Track de la DARPA (Defense AdvanceResearch Projects Agency) no condena en cuantotales a los hackerspaces. No más que su captura enel seno del movimiento “Maker” condena esosespacios donde en conjunto se puede construir,reparar o desviar los objetos industriales de sus usosprimeros, para participar en una enésimareestructuración del proceso de produccióncapitalista. Los kits de construcción de ciudad, comoel de Open Source Ecology con sus cincuentamáquinas modulables —tractor, fresadora,hormigonera, etc.— y módulos de habitación paraconstruirse uno mismo, podrían también tener un

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destino distinto al de servir para fundar una“pequeña civilización con todo el confort moderno”o para crear “economías enteras”, un “sistemafinanciero” o una “nueva gobernanza” como losueña su actual gurú. La agricultura urbana, que seinstala sobre todos los techos de los inmuebles o losbaldíos industriales —a semejanza de los 1300jardines comunitarios de Detroit—, podría tenerambiciones distintas a las de participar en larecuperación económica o en la “resiliencia de zonasdevastadas”. Los ataques como aquellos dirigidospor Anonymous/LulzSec contra la policía,sociedades bancarias, multinacionales del espionajeo de las telecomunicaciones, podrían fácilmentedesbordar el ciberespacio. Como lo dice un hackerucraniano: “Cuando tienes que asegurarte tu vida,dejas muy pronto de imprimir cosas en 3D. Esnecesario encontrar otro plan.”

4. Aquí interviene la famosa “cuestión de latécnica”, punto ciego al día de hoy del movimientorevolucionario. Un espíritu cuyo nombre podemosolvidar describía así la tragedia francesa: “un paísglobalmente tecnófobo dominado por una éliteglobalmente tecnófila”; si la constatación no valeforzosamente para el país, vale en todo caso para losmedios radicales. La mayoría de los marxistas yposmarxistas añaden a su propensión atávica a lahegemonía un cierto apego a la-técnica-que-libera-al-hombre, mientras que una buena parte de los

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anarquistas y posanarquistas se placen sin pena enuna confortable posición de minoría, incluso deminoría oprimida, y se colocan en posicionesgeneralmente hostiles a “la técnica”. Cada tendenciadispone incluso de su caricatura: a los partidariosnegristas del cíborg, de la revolución electrónica porparte de las multitudes conectadas, responden losantiindustriales que han hecho de la crítica delprogreso y del “desastre de la civilización técnica”un género literario completamente rentable, y unaideología de nicho donde uno se mantiene a salvo, afalta de considerar una posibilidad revolucionariacualquiera. Tecnofilia y tecnofobia forman unapareja diabólica unida por esta mentira central: queuna cosa tal como la técnica existiría. Sería posible,parece, hacer la partición en la existencia humana,entre lo que es técnico y lo que no lo es. Pero no:basta con ver en qué estado de inacabamiento naceel retoño humano, y el tiempo que toma antes deconseguir tanto moverse en el mundo como hablar,para darse cuenta de que su relación con el mundono está en nada dada, sino que más bien es elresultado de toda una elaboración. La relación delhombre con el mundo, considerando que nodepende de una adecuación natural, esesencialmente artificial, técnica, por hablar griego.Cada mundo humano es una cierta configuración detécnicas, de técnicas culinarias, arquitecturales,musicales, espirituales, informáticas, agrícolas,eróticas, guerreras, etc. Y bien es por esto que no

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hay ninguna esencia humana genérica: porque nohay más que técnicas particulares, y porque cadatécnica configura un mundo, materializando así unacierta relación con éste, una cierta forma de vida.Así pues, uno no “construye” una forma de vida;uno no hace más que incorporarse técnicas, porejemplo, el ejercicio el aprendizaje. Es por estotambién que nuestro mundo familiar nos apareceraramente como “técnico”: porque el conjunto delos artificios que lo articulan forman ya parte denosotros; son más bien aquellos que no conocemoslos que nos parecen con una extraña artificialidad.Por eso, el carácter técnico de nuestro mundovivido sólo nos salta a la vista en dos circunstancias:la invención y la “avería”. Es sólo cuando asistimos aun descubrimiento o cuando un elemento llega afaltar, a romperse o a disfuncionar, que la ilusión devivir en un mundo natural cae ante la evidenciacontraria.

Uno no puede reducir las técnicas a un conjuntode instrumentos equivalentes que el Hombre, eseser genérico, se apropiaría indiferentemente. Cadaherramienta configura y encarna una relacióndeterminada con el mundo y afecta a quien laemplea. Los mundos así forjados no sonequivalentes, no más que los humanos que lospueblan. Y así como esos mundos no sonequivalentes, no son jerarquizables. No existe nadaque permita establecer a unos como más“avanzados” que otros. Son simplemente distintos,

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contando cada uno con su devenir propio, y con supropia historia. Para jerarquizar los mundos hacefalta introducir en ellos un criterio, un criterioimplícito que permite clasificar las diferentestécnicas. Ese criterio, en el caso del progreso, essimplemente la productividad cuantificable de lastécnicas, tomada independientemente de todo loque abarca éticamente cada técnica,independientemente de lo que engendra comomundo sensible. Es por esto que no hay otroprogreso que el capitalista, y es por esto que elcapitalismo es el estrago continuo de los mundos.Asimismo, no es porque las técnicas produzcanmundos y formas de vida que la esencia del hombrees la producción, como lo creía Marx. Aquí tenemoslo que dejan escapar tecnófilos y tecnófobos a la vez:la naturaleza ética de cada técnica.

Hace falta agregar algo más: la pesadilla de estaépoca no surge de que ella sería “la era de latécnica”, sino la era de la tecnología. La tecnologíano es la consumación de las técnicas, sino por elcontrario la expropiación de los humanos de susdiferentes técnicas constitutivas. La tecnología es lapuesta en sistema de las técnicas más eficaces, yconsecuentemente el erosionamiento de los mundosy de las relaciones con el mundo que cada unadespliega. La tecno-logía es un discurso sobre lastécnicas que no cesa de realizarse. Así como laideología de la fiesta es la muerte de la fiesta real yla ideología del encuentro es la imposibilidad misma

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del encuentro, así la tecnología es la neutralizaciónde todas las técnicas particulares. El capitalismo esen este sentido esencialmente tecnológico; es laorganización rentable, en un sistema, de las técnicasmás productivas. Su figura cardinal no es eleconomista, sino el ingeniero. El ingeniero es elespecialista y por lo tanto el expropiador jefe de lastécnicas, el mismo que no se deja afectar porninguna de entre ellas, y propaga por todas partes supropia ausencia de mundo. Es una figura triste ysierva. La solidaridad entre capitalismo y socialismose entabla en esto: en el culto al ingeniero. Soningenieros quienes han elaborado la mayoría de losmodelos de la economía neoclásica así comosoftwares de trading contemporáneos. Recordemosque el título glorioso de Brézhnev fue haber sidoingeniero en la industria metalúrgica en Ucrania.

La figura del hacker se opone punto por punto ala figura del ingeniero, sin importar cuáles sean lastentativas artísticas, policíacas o empresariales paraneutralizarla. Donde el ingeniero consigue capturartodo lo que funciona para que todo funcione mejor,para ponerlo al servicio del sistema, el hacker sepregunta “¿cómo funciona?” para encontrarle fallas,pero también para inventarle otros usos, paraexperimentar. Experimentar significa entonces: vivirlo que implica éticamente tal o cual técnica. Elhacker consigue arrancar las técnicas al sistematecnológico para liberarlas de él. Si somos esclavosde la tecnología, es precisamente porque hay todo

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un conjunto de artefactos de nuestra existenciacotidiana que tenemos por específicamente“técnicos” y que consideramos eternamente comosimples cajas negras de las cuales seríamos susinocentes usuarios. El uso de computadoras paraatacar la CIA demuestra suficientemente que lacibernética es tan poco la ciencia de lascomputadoras como la astronomía es la ciencia delos telescopios. Comprender cómo funcionacualquiera de los aparatos que nos rodean conlleva aun incremento de potencia inmediato,permitiéndonos actuar sobre aquello que porconsiguiente no se nos aparece ya como un medioambiente, sino como un mundo agenciado de unacierta manera y sobre el cual podemos intervenir.Tal es el punto de vista hacker sobre el mundo.

Estos últimos años, el medio hacker ha recorridoun camino político considerable, consiguiendoidentificar más claramente amigos y enemigos. Noobstante, su devenir-revolucionario choca condiversos obstáculos importantes. En 1986, “DoctorCrash” escribía: “Aunque lo sepas o no, si eres unhacker, eres un revolucionario. No te preocupes,estás del buen lado.” No es seguro que tal inocenciasiga siendo permitida. En el medio hacker existe unailusión originaria según la cual se podría oponer la“libertad de la información”, la “libertad delInternet” o la “libertad del individuo” a aquellos quepretenden controlarlos. En esto se da un gravedesprecio. La libertad y la vigilancia dependen del

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mismo paradigma de gobierno. La extensión infinitade procedimientos de control es históricamente elcorolario de una forma de poder que se realiza através de la libertad de los individuos. El gobiernoliberal no es el gobierno que se ejerce directamentesobre el cuerpo de sus súbditos o espera de ellos unaobediencia de hijo a padre. Es un podercompletamente en retaguardia, que prefiereagenciar el espacio y reinar sobre intereses, antesque sobre cuerpos. Un poder que vela, vigila y actúamínimamente, interviniendo únicamente en lospuntos en que el marco está amenazado, sobreaquello que va demasiado lejos. Sólo se gobiernansujetos libres, y tomados en masa. La libertadindividual no es algo que pueda blandirse contra elgobierno, pues es precisamente el mecanismo sobreel cual él se apoya, el mecanismo que regula lo másfinamente posible con el propósito de obtener, de laagregación de todas esas libertades, el efecto demasas previsto. Ordo ab chao. El gobierno es eseorden al que se obedece “como come uno cuandotiene hambre, como se cubre uno cuando tienefrío”, esa servidumbre que coproduzco en elmomento mismo en que persigo mi felicidad, enque ejerzo mi “libertad de expresión”. “La libertadde mercado necesita una política activa yextremadamente vigilante”, precisaba uno de losfundadores del neoliberalismo. Para el individuo, nohay otra libertad que la vigilada. Esto es lo que loslibertarios, en su infantilismo, jamás comprenderán,

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y es esta incomprensión lo que produce la atracciónpor la estupidez libertaria sobre algunos hackers. Aun ser auténticamente libre, ni siquiera se ledenomina libre. Es, simplemente, existe, sedespliega siguiendo su ser. De un animal no se diceque esté en libertad sino cuando evoluciona en unmedio ya completamente controlado, cuadriculado,civilizado: en el parque de las reglas humanas,donde tiene lugar el safari. “Friend” y “free” eninglés, “Freund” y “frei” en alemán provienen de lamisma raíz indoeuropea que remite a la idea de unapotencia común que crece. Ser libre y estarvinculado es una sola y misma cosa. Soy libreporque estoy vinculado, porque participo de unarealidad más vasta que yo. Los hijos de losciudadanos, en la Roma antigua, eran los liberi: eraRoma, a través de ellos, lo que crecía. De todo ellose sigue que la libertad individual del “yo hago loque yo quiero” es una burla, y una estafa. Si quierenverdaderamente combatir al gobierno, los hackerstienen que renunciar a este fetiche. La causa de lalibertad individual es lo que les prohíbe a la vezconstituir grupos fuertes capaces de desplegar, másallá de una serie de ataques, una verdaderaestrategia; es también lo que constituye su ineptitudpara vincularse a otra cosa que ellos, su incapacidadpara devenir una fuerza histórica. Un miembro deTelecomix previene a sus camaradas en estostérminos: “Lo que es seguro es que el territorio enel que ustedes viven está defendido por personas

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que ustedes harían bien en conocer. Porque sonpersonas que cambian el mundo y no los esperan austedes.”

Otro desafío, para el movimiento hacker, como lodemuestra cada nuevo encuentro del ChaosComputer Club, es el de conseguir trazar una líneadel frente en su propio interior entre aquellos quetrabajan por un mejor gobierno, incluso por elgobierno, y aquellos que trabajan en su destitución.Ha llegado el tiempo de una toma de partido. Esesta cuestión primordial lo que Julian Assange eludecuando dice: “Nosotros, los trabajadores de la altatecnología, somos una clase, y es hora de que nosreconozcamos como tal”. Francia ha llegadorecientemente al extremo de abrir una universidadpara formar “hackers éticos”, supervisada por laDGSI (Direction Générale de la SécuritéIntérieure), con el propósito de formar personas queluchen contra los verdaderos hackers: los mismosque no han renunciado a la ética hacker.

Estos dos problemas se conjugan en un caso queen particular nos ha tocado: el de los hackers deAnonymous/LulzSec que, tras muchos ataques quehemos sido tantos en aplaudir, se encuentran, comoJeremy Hammond, casi solos frente a la represiónen el momento en que se hacen arrestar. El día deNavidad de 2011, LulzSec estropea el sitio deStratfor, una multinacional de “servicios deespionaje privados”. Como página de inicio desfilael texto de La insurrección que viene en inglés y 700

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000 dólares son despachados de las cuentas de losclientes de Stratfor hacia todo un conjunto deasociaciones caritativas: regalo de Navidad. Y nohemos podido hacer nada antes ni después de suarresto. Ciertamente, es más seguro operar solo oen un grupo pequeño —lo cual no protegeevidentemente de los infiltrados— cuando seemprende un ataque a este tipo de blancos, pero escatastrófico que ataques hasta este punto políticos,que dependen hasta este punto de la acción mundialde nuestro partido, puedan ser reducidos por lapolicía a un mero crimen privado, merecedor dedécadas de prisión o utilizado como medio depresión para transformar en agente gubernamental atal o cual “pirata de Internet”.

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Estambul, junio de 2013

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Desaparezcamos

1. Una extraña derrota. 2. Pacifistas y radicales: unapareja infernal. 3. El gobierno comocontrainsurrección. 4. Asimetría ontológica yfelicidad.

1. Quienquiera que haya vivido los días dediciembre de 2008 en Atenas sabe lo que significa,en una metrópoli occidental, la palabra“insurrección”. Los bancos estaban hechos pedazos,las comisarías asediadas, la ciudad entregada a losasaltantes. En los comercios de lujo, se habíarenunciado a reparar las vitrinas: habría sidonecesario hacerlo cada mañana. Nada de lo queencarnaba el reino policíaco de la normalidad salióindemne de esta onda de fuego y piedra cuyosportadores estaban por todas partes y cuyosrepresentantes estaban en ninguna — incluso elárbol de Navidad de Sintagma fue incendiado. Enalgún momento, las fuerzas del orden se retiraron:estaban cortos de granadas lacrimógenas. Esimposible decir quién, en esos momentos, tomó lacalle. Se dijo que fue la “generación 600 euros”, los

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“estudiantes”, los “anarquistas”, la “escoria”proveniente de la inmigración albanesa, se dijo todoy cualquier cosa. La prensa incriminaba, comosiempre, a los “kukuloforoi”, a los “encapuchados”.Los anarquistas, en verdad, estaban superados poresta ola de rabia sin rostro. El monopolio de laacción salvaje y enmascarada, de la pinta inspirada eincluso del coctel Molotov les había sido arrebatadosin más. La sublevación general que ya no seatrevían a soñar estaba ahí, pero no se asemejaba a laidea que se habían hecho de ella. Una entidaddesconocida, un egregor, había nacido, la cual sólose tranquilizó cuando todo aquello que había deserlo fue reducido a cenizas. El tiempo ardía, elpresente resultaba fracturado como precio de todoel futuro que nos había sido arrebatado.

Los años que siguieron en Grecia nos enseñaronlo que significa, en un país occidental, la palabra“contrainsurrección”. Una vez que la ola pasó, lascentenas de bandas que se habían formado hasta enlos pueblos más pequeños del país intentaronpermanecer fieles a la escalada que el mes dediciembre había abierto. Aquí, se desvalijaban lascajas de un supermercado y alguien se filmabaquemando el botín. Allá, se atacaba una embajada aplena luz del día en solidaridad con tal o cual amigoatormentado por la policía de su país. Algunosdecidieron, como en la Italia de los años 1970, llevarel ataque a un nivel superior y apuntaron, conbomba o arma de fuego, a la Bolsa de Atenas, a los

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policías, a los ministerios o incluso a la sede deMicrosoft. Como en los años 1970, la izquierdapromulgó nuevas leyes “antiterroristas”. Lasoperaciones, los arrestos, los procesos semultiplicaron. Todos se vieron reducidos, por algúntiempo, a luchar contra “la represión”. La UniónEuropea, la Banca Mundial y el FMI, de comúnacuerdo con el gobierno socialista, emprendieronhacer pagar a Grecia por esta revueltaimperdonable. Nunca hay que subestimar elresentimiento de los ricos hacia la insolencia de lospobres. Se decidió meter en vereda al país enteropor medio de un tren de medidas “económicas” deuna violencia aproximadamente igual, perodesplegada en el tiempo, a la violencia de larevuelta.

A esto respondieron decenas de huelgas generalesal llamamiento de los sindicatos. Los trabajadoresocuparon ministerios, los habitantes tomaronposesión de alcaldías, algunos departamentos deuniversidades y hospitales “sacrificados” decidieronautoorganizarse. Y se dio el movimiento de lasplazas. El 5 de mayo de 2010, éramos 500 000recorriendo el centro de Atenas. Se intentó variasveces quemar el Parlamento. El 12 de febrero de2012, una enésima huelga general llegó a oponersedesesperadamente al enésimo plan de rigor. Esedomingo, estaba toda Grecia, sus jubilados, susanarquistas, sus funcionarios, sus obreros y susvagabundos que golpean el pavimento, en estado de

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cuasi-levantamiento. Mientras el centro de Atenasestaba nuevamente en llamas, había, esa tarde, unparoxismo de júbilo y lasitud: el movimiento percibetoda su potencia, pero se da cuenta también de queno sabe en qué emplearla. Al cabo de los años, apesar de las miles de acciones directas, de lascentenas de ocupaciones, de los millones de griegosen la calle, la embriaguez de la revuelta se extinguióen la taberna de la “crisis”. Las brasas continúanevidentemente ardiendo bajo las cenizas; elmovimiento ha encontrado otras formas, se hadotado de cooperativas, de centros sociales, de“redes de cambio sin intermediarios” e incluso defábricas y centros de atención autogestionados; se havuelto, en cierto sentido, más “constructivo”. Noimpide que hayamos sido derrotados el que una delas más vastas ofensivas de nuestro partido en elcurso de las últimas décadas haya sido aplazada, agolpes de deudas, condenas de prisión desmesuradasy quiebra generalizada. No son las tiendas desegunda mano gratuitas las que harán olvidar a losgriegos la determinación de la contrainsurrecciónpara sumergirlos hasta el cuello en la necesidad. Elpoder pudo tambalearse y dar la sensación, por uninstante, de haberse volatizado; supo desplazar elterreno del enfrentamiento y tomar el movimiento acontrapié. Se puso a los griegos ante este chantaje“el gobierno o el caos”; obtuvieron el gobierno y elcaos. Y la miseria, para rematar.

Con su movimiento anarquista más fuerte que en

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cualquier otra parte, con su pueblo ampliamentereacio al hecho mismo de ser gobernado, con suEstado siempre-ya en quiebra, Grecia vale comocaso escolar de nuestras insurrecciones derrotadas.Acorralar la policía, hundir los bancos y ponertemporalmente en desbandada un gobierno, no estodavía destituirlo. Lo que el caso griego nos enseñaes que, sin idea sustancial de lo que sería unavictoria, sólo podemos ser vencidos. La soladeterminación insurreccional no es suficiente;nuestra confusión sigue siendo demasiado densa.Que el estudio de nuestras derrotas nos sirva almenos para disiparla un poco.

2. Cuarenta años de contrarrevolución triunfante enOccidente nos han afligido con dos taras gemelas,igualmente nefastas, pero que en su conjuntoforman un dispositivo despiadado: el pacifismo y elradicalismo.

El pacifismo miente y se miente al hacer de ladiscusión pública y de la asamblea el modeloacabado de lo político. Es en virtud de esto que unmovimiento como el de las plazas se encontróincapaz de volverse otra cosa que un insuperablepunto de partida. Para captar lo que hay de políticoen él, no hay otra opción que llevar a cabo un rodeopor Grecia, pero esta vez la antigua. Después detodo, es ella quien inventó lo político. El pacifistadetesta recordarlo, pero los griegos antiguos deentrada inventaron lo político como continuación

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de la guerra por otros medios. La práctica de laasamblea a escala de la ciudad provienedirectamente de la práctica de la asamblea deguerreros. La igualdad en la palabra deriva de laigualdad ante la muerte. La democracia ateniense esuna democracia hoplítica. Se es ciudadano en ellaporque en ella se es soldado; de ahí la exclusión delas mujeres y los esclavos. En una cultura tanviolentamente agonística como la cultura griegaclásica, el debate se comprende a sí mismo como unmomento del enfrentamiento guerrero, entreciudadanos esta vez, en la esfera de la palabra, conlas armas de la persuasión. “Agón”, por otra parte,significa tanto “asamblea” como “concurso”. Elciudadano griego consumado es aquel que esvictorioso por las armas así como por los discursos.

Sobre todo, los griegos antiguos concibieron enel mismo gesto la democracia de asamblea y laguerra como carnicería organizada, y una comogarante de la otra. Por otra parte, sólo se les dacrédito de la invención de la primera a condición deocultar su vínculo con la invención de ese tipodemasiado excepcional de masacre que fue la guerrade falange: esa forma de guerra en línea quesustituye la habilidad, la bravosidad, la proeza, lafuerza singular, toda genialidad, por la disciplinapura y simple, la sumisión absoluta de cada uno altodo. Cuando los persas se encontraron frente a estamanera tan eficaz de llevar la guerra, pero quereduce a nada la vida del soldado, la juzgaron con

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pleno derecho perfectamente bárbara, como desdeentonces a tantos de esos enemigos que los ejércitosoccidentales debían aplastar. El campesino atenienseque se está haciendo heroicamente matar ante susallegados de primer rango de la falange es así la otracara del ciudadano activo tomando parte en la Bulé.Los brazos inanimados de los cadáveres que cubrenel campo de batalla antiguo son la condición estrictade los brazos que se elevan para intervenir en lasdeliberaciones de la asamblea. Este modelo griegode la guerra está tan poderosamente anclado en elimaginario occidental que uno casi lo olvidaría sóloen el momento mismo en que los hoplitasacordaban el triunfo a aquella de las dos falangesque, en el enfrentamiento decisivo, consentiría a lamayor cantidad de muertos antes que ceder; loschinos inventarían un arte de la guerra que consistíajustamente en ahorrarse las pérdidas, en huir en lamedida de lo posible del enfrentamiento, enintentar “ganar la batalla antes de la batalla” — ariesgo de exterminar al ejército vencido una vez quela victoria fue obtenida. La ecuación “guerra =enfrentamiento armado = masacre” corre de laGrecia Antigua hasta el siglo XX: es en el fondo laaberrante definición occidental de la guerra desdehace dos mil quinientos años. Que se nombre“guerra irregular”, “guerra psicológica”, “pequeñaguerra” o “guerrilla”, aquello que es en otra parte lanorma de la guerra, no es más que un aspecto de esaaberración.

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El pacifista sincero, el mismo que no se encuentramuy simplemente racionalizando su propiacobardía, comete la hazaña de engañarse dos vecessobre la naturaleza del fenómeno que pretendecombatir. No sólo la guerra no es reductible alenfrentamiento armado ni a la carnicería, sino queella es la matriz misma de la política de asambleaque él preconiza. “Un verdadero guerrero —decíaSun Tzu— no es belicoso; un verdadero luchadorno es violento; un vencedor evita el combate.” Dosconflictos mundiales y una terrorífica luchaplanetaria contra el “terrorismo” nos han enseñadoque es en nombre de la paz que se llevan a cabo lasmás sangrientas campañas de exterminación. Laprohibición de la guerra expresa en el fondoúnicamente un rechazo infantil o senil a admitir laexistencia de la alteridad. La guerra no es lacarnicería, sino la lógica que preside al contacto depotencias heterogéneas. Se libra por todas partes,bajo formas innumerables, y la mayoría de las vecespor medios pacíficos. Si hay una multiplicidad demundos, si hay una irreductible pluralidad deformas de vida, entonces la guerra es la ley de su co-existencia sobre esta tierra. Pues nada permitepresagiar desenlace a su encuentro: los contrarios nopermanecen en mundos separados. Si no somosindividuos unificados dotados de una identidaddefinitiva como lo querría la policía social de losroles, sino la sede de un juego conflictivo de fuerzascuyas configuraciones sucesivas apenas resaltan

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equilibrios provisionales, hace falta llegar areconocer que la guerra está en nosotros — laguerra santa, decía René Daumal. La paz no es másposible que deseable. El conflicto es la maderamisma de cuanto es. Queda por adquirir un arte deconducirlo, que es un arte de vivir referido a lassituaciones, y supone agudeza y movilidadexistencial antes que voluntad de aplastar aquelloque no somos nosotros.

El pacifismo confirma, por tanto, o bien unaprofunda necedad o bien una completa mala fe. Nohay nada incluso en nuestro sistema inmunitario queno descanse en la distinción entre amigo y enemigo,sin la cual moriríamos de cáncer o de cualquier otraenfermedad autoinmune. Por otra parte, morimosde cánceres y de enfermedades autoinmunes. Elrechazo táctico al enfrentamiento es en sí mismosólo una maniobra de guerra. Se comprende muybien, por ejemplo, por qué la Comuna de Oaxaca seautoproclamó inmediatamente pacífica. No setrataba de rechazar la guerra, sino de rechazar serderrotado en una confrontación militar con elEstado mexicano y sus secuaces. Como loexplicaban unos camaradas de El Cairo: “No sedebe confundir la táctica que empleamos cuandocantamos ‘no-violencia’ con una fetichización de lano-violencia.” ¡Cuánta falsificación histórica hacefalta, por lo demás, para encontrar ancestrospresentables al pacifismo! Así ese pobre Thoreau,del cual se ha hecho, apenas fallecido, un teórico de

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La desobediencia civil, amputando el título de sutexto La desobediencia al gobierno civil. ¿Él nohabía, sin embargo, escrito con todas las letras en suApología del capitán John Brown: “Yo pienso quepor una vez los rifles Sharp y los revólveres seemplearon en una noble causa. Los instrumentosestaban en las manos del que sabía usarlos. Lamisma cólera que expulsó, antaño, a los indeseablesdel templo hará su oficio una segunda vez. Lacuestión no es saber cuál será el arma, sino en quéespíritu será utilizada.”? Pero la más hilarante, enmateria de genealogía falaz, es sin duda la de haberhecho de Nelson Mandela, el fundador de laorganización de lucha armada del ANC, un íconomundial de la paz. Él mismo cuenta: “Dije que eltiempo de la resistencia pasiva había terminado, quela no-violencia era una estrategia inútil y que jamásderrocaría a una minoría blanca decidida a mantenersu poder a cualquier precio. Dije que la violencia erala única arma que destruiría el apartheid y quedebemos estar preparados, en un futuro próximo, aemplearla. La muchedumbre estaba arrebatada; losjóvenes en particular aplaudían y clamaban. Estabanlistos a actuar como yo acababa de decirlo. En esemomento, entoné un canto de libertad cuyas letrasdecían: ‘He aquí nuestros enemigos, tomemos lasarmas, ataquémoslos.’ Canté yo y la muchedumbrese unió a mí y, al final, señalé a la policía y dije:‘Observen, helos aquí, ¡nuestros enemigos!’”

Decenios de pacificación de las masas y de

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masificación de los miedos han hecho del pacifismola conciencia política espontánea del ciudadano. Estras cada movimiento que ahora hace falta pelearsecon este estado de hecho desolante. Pacifistas queentregan a unos amotinadores vestidos de negro a lapolicía, esto se vio en Plaça de Catalunya en 2011,así como se vio linchar “Black Blocks” en Génova en2001. En respuesta a esto, los mediosrevolucionarios han secretado, a modo deanticuerpos, la figura del radical: aquel que en todaslas cosas defiende lo contrario que el ciudadano. Ala proscripción moral de la violencia en unoresponde en otro su apología puramente ideológica.Donde el pacifista busca absolverse del curso delmundo y continuar siendo bueno no cometiendonada malo, el radical se absuelve de todaparticipación en “lo existente” por medio depequeños ilegalismos adornados de “tomas deposición” intransigentes. Ambos aspiran a la pureza,uno mediante la acción violenta, otro absteniéndosede ella. Cada uno es la pesadilla del otro. No haycerteza de que estas dos figuras subsistirían pormucho tiempo si cada una no tuviera la otra en sufondo. Como si el radical sólo viviera para que elpacifista se estremezca en sí mismo, y viceversa. Noes fortuito que la Biblia de las luchas ciudadanasestadounidenses desde los años 1970 se titule: Rulesfor Radicals, de Saul Alinsky. En realidad, pacifistasy radicales están unidos en un mismo rechazo delmundo. Gozan su exterioridad a toda situación.

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Están en las nubes, y de ellas sacan no se sabe quéexcelencia. Prefieren vivir como extraterrestres —tal es el confort que autoriza, por algún tiempotodavía, la vida de las metrópolis, su biotopoprivilegiado.

A partir de la derrota de la década de 1970, lacuestión moral de la radicalidad ha insensiblementesustituido la cuestión estratégica de la revolución.Es decir que la revolución ha sufrido la suerte detodas las cosas en estas décadas: ha sido privatizada.Se ha vuelto una ocasión de valorización personal,cuyo criterio de evaluación es la radicalidad. Losgestos “revolucionarios” ya no son apreciados apartir de la situación en que se inscriben, de losposibles que abren en ella o que vuelven a cerrar. Seextrae más bien de cada uno de ellos una forma. Talsabotaje ocurrido en tal momento, de tal manera,por tal razón, se vuelve simplemente un sabotaje. Yel sabotaje en cuanto práctica estampilladarevolucionaria llega sabiamente a inscribirse en sulugar dentro de una escala donde el lanzamiento decoctel Molotov se sitúa por encima del lanzamientode piedra, pero por debajo de la gambizzazione que,por su cuenta, no vale por la bomba. El drama esque ninguna forma de acción es en sí revolucionaria:el sabotaje bien ha sido practicado tanto porreformistas como por nazis. El grado de “violencia”de un movimiento no indica en nada sudeterminación revolucionaria. No se mide la“radicalidad” de una manifestación por el número

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de vitrinas rotas. O más bien sí, pero entonces hayque dejar el criterio de “radicalidad” a los que sepreocupan por medir los fenómenos políticos, yconducirlos a su escala moral esquelética.

Quienquiera que se dedique a frecuentar losmedios radicales se sorprende en primer lugar delhiato que reina entre sus discursos y sus prácticas,entre sus ambiciones y su aislamiento. Parecencomo condenados a una suerte de autohundimientopermanente. Poco se tarda en comprender que noestán ocupados en construir una fuerzarevolucionaria real, sino en mantener una carrerahacia la radicalidad que se basta a sí misma — y quese libra indiferentemente sobre el terreno de laacción directa, del feminismo o de la ecología. Elpequeño terror que reina en ellos y que también enellos vuelve todo el mundo tan rígido, no es el delpartido bolchevique. Es más bien el de la moda, eseterror que nadie ejerce en nadie, pero que se aplica atodos. En estos medios, se teme ya no ser radical,como se teme en otras partes ya no ser tendencia,cool o branché. Basta muy poco para deshonrar unareputación. Se evita ir a la raíz de las cosas enbeneficio de un consumo superficial de teorías,manifestaciones y relaciones. La competición ferozentre grupos así como en su propio seno determinasu implosión periódica. Siempre hay carne fresca,joven y engañada para compensar la partida de losagotados, de los abismados, de los asqueados, de losvaciados. Un vértigo toma a posteriori a quien

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desertó esos círculos: ¿cómo puede uno someterse auna presión tan mutilante por unos asuntos tanenigmáticos? Se trata aproximadamente del génerode vértigo que debe agarrar cualquier exejectutivoagotado vuelto panadero cuando rememora su vidade antes. El aislamiento de estos medios esestructural: entre ellos y el mundo, ellos haninterpuesto la radicalidad como criterio; ya noperciben los fenómenos, sólo su medida. En ciertopunto de autofagia, se rivalizará en ellos laradicalidad en la crítica del medio mismo; lo cual nomermará en nada su estructura. “Nos parece que loque verdaderamente quita la libertad —escribíaMalatesta— y vuelve imposible la iniciativa, es elaislamiento que vuelve impotente.” Tras esto, queuna fracción de los anarquistas se autoproclame“nihilista” no es más que lógico: el nihilismo es laimpotencia de creer en eso que sin embargo se cree— aquí, en la revolución. Por lo demás, no haynihilistas, sólo hay impotentes.

Definiéndose el radical como productor deacciones y de discursos radicales, ha terminado porforjarse una idea puramente cuantitativa de larevolución: como una especie de crisis desobreproducción de actos de revuelta individual.“No perdamos de vista —escribía ya Émile Henry—que la revolución no será sino la resultante de todasestas revueltas particulares.” La Historia está ahípara desmentir esta tesis: ya sea la revoluciónfrancesa, rusa o tunecina, en cada ocasión, la

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revolución es la resultante del choque entre un actoparticular —la toma de una prisión, una derrotamilitar, el suicidio de un vendedor ambulante defrutas— y la situación general, y no la sumaaritmética de actos de revuelta separados. Mientrastanto, esa definición absurda de la revoluciónproduce sus estragos previsibles: uno se agota en unactivismo que no embraga sobre nada, uno se libra aun culto agotador de la performance donde todoradica en actualizar en todo momento, aquí y ahora,su identidad radical — en manifestación, en amor oen discurso. Esto dura un tiempo — el tiempo delburn out, de la depresión o de la represión. Y unono cambió nada.

Si una acumulación de gestos no es suficientepara hacer una estrategia, es que no hay gesto en loabsoluto. Un gesto es revolucionario, no por sucontenido propio, sino por el encadenamiento delos efectos que engendra. Es la situación lo quedetermina el sentido del acto, no la intención de losautores. Sun Tzu decía que “hay que exigir lavictoria a la situación”. Toda situación estácompuesta, atravesada de líneas de fuerzas, detensiones, de conflictos explícitos o latentes. Asumirla guerra que está ahí, actuar estratégicamentesupone partir de una apertura a la situación, decomprenderla como interioridad, de captar lasrelaciones de fuerza que la configuran, laspolaridades que la trabajan. Es por el sentido quetoma al contacto con el mundo que una acción es

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revolucionaria, o no. Lanzar una piedra nunca essimplemente “lanzar una piedra”. Eso es algo quepuede congelar una situación, o desencadenar unaintifada. La idea de que se podría “radicalizar” unalucha importando en ella todo el bataclán de lasprácticas y los discursos aclamados como radicales,dibuja una política de extraterrestre. Unmovimiento sólo vive por la serie dedesplazamientos que opera a lo largo del tiempo. Espor tanto, en todo momento, un cierto intervaloentre su estado y su potencial. Si cesa dedesplazarse, si deja irrealizado su potencial, semuere. El gesto decisivo es el mismo que seencuentra con una muesca en frente del estado delmovimiento, y que, rompiendo así con el statu quo,le abre el acceso a su propio potencial. Ese gestopuede ser el de ocupar, romper, golpear osimplemente hablar verdaderamente; es el estadodel movimiento el que lo decide. Es revolucionariolo que causa efectivamente revoluciones. Si esto sólose deja determinar ya tarde, una cierta sensibilidad ala situación alimentada de conocimientos históricosayuda mucho a tener su intuición.

Dejemos pues los cuidados de la radicalidad a losdepresivos, a las Jovencitas y a los fracasados. Laverdadera cuestión para los revolucionarios es la dehacer crecer las potencias vivas en las queparticipan, la de tratar bien los devenires-revolucionarios a fin de alcanzar por fin unasituación revolucionaria. Todos los que gargarizan

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oponiendo dogmáticamente los “radicales” a los“ciudadanos”, los “rebeldes en acción” a lapoblación pasiva, erigen obstáculos para talesdevenires. Sobre este punto, ellos anticipan eltrabajo de la policía. En esta época, hace faltaconsiderar el tacto como la virtud revolucionariacardinal, y no la radicalidad abstracta; y por “tacto”nosotros entendemos aquí el arte de tratar bien losdevenires-revolucionarios.

Hay que incluir en los numerosos milagros de lalucha en el Valle de Susa que ella haya conseguidosustraer a bastantes radicales de la identidad que tangravemente se habían forjado. Los ha hecho volversobre tierra. Volviendo a tomar contacto con unasituación real, han sabido dejar atrás una buenaparte de su escafandra ideológica, no sin atraer elinagotable resentimiento de aquellos que seguíanconfinados en esa radicalidad intersideral donde serespira realmente mal. Esto correspondeciertamente al arte especial que esa lucha hadesarrollado: la de nunca dejarse tomar por laimagen que el poder le tiende para encerrarlo mejorahí — ya sea la de un movimiento ecologista deciudadanos legalistas o la de una vanguardia de laviolencia armada. Al alternar las manifestaciones enfamilia y los ataques al lugar de construcción delTAV, al recurrir unas veces al sabotaje y otras a losalcaldes del valle, al asociar anarquistas y abuelitascatólicas, estamos ante una lucha que esrevolucionaria como mínimo porque hasta ahora ha

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sabido desactivar la pareja infernal del pacifismo ydel radicalismo. “Conducirse como político—resumía justo antes de morir un dandy estalinista—es actuar en lugar de ser actuado, es hacer la políticaen lugar de ser hecho y rehecho por ella. Esconducir un combate, una serie de combates, haceruna guerra, su propia guerra con objetivos deguerra, perspectivas cercanas y lejanas, unaestrategia, una táctica.”

3. “La guerra civil —decía Foucault— es la matrizde todas las luchas de poder, de todas las estrategiasdel poder y, por consiguiente, también la matriz detodas las luchas a propósito, y en contra, del poder.”Agregaba: “La guerra civil, no sólo pone en escenaelementos colectivos, sino que los constituye. Lejosde ser el proceso mediante el cual se vuelve adescender de la república a la individualidad, delsoberano al estado de naturaleza, del ordencolectivo a la guerra de todos contra todos, la guerracivil es el proceso a través de y por el cual seconstituye un cierto número de colectividadesnuevas, que no habían visto la luz hasta esemomento.” Es sobre este plano de percepción quese despliega, en el fondo, toda existencia política. Elpacifismo que ha perdido ya y el radicalismo quesólo quiere perder, constituyen dos maneras de noverlo. De no ver que la guerra no tiene, en el fondo,nada de militar. Que la vida es esencialmenteestratégica. La ironía de la época quiere que los

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únicos que sitúan la guerra donde ésta es llevada, ypor tanto que develan el plano donde todo gobiernoopera, coincidan con los contrarrevolucionariosmismos. Resulta impresionante ver de qué modo, enel último medio siglo, los no-militares se han puestoa rechazar la guerra bajo todas sus formas, y esto enel momento mismo en que los militaresdesarrollaban un concepto no-militar, un conceptocivil de la guerra.

Algunos ejemplos, al azar, sacados de escritoscontemporáneos:

El lugar del conflicto colectivo armadoprogresivamente se ha dilatado del campo debatalla a la tierra entera. De la misma manera,su duración se despliega ahora al infinito, sindeclaración de guerra ni armisticio. [...] Poresta razón, los estrategas contemporáneossubrayan que la victoria moderna procede de laconquista de los corazones de los miembros deuna población antes que de su territorio. Seprecisa suscitar la sumisión por medio de laadhesión, y la adhesión por medio de la estima.Se trata, en efecto, de imponerse en lainterioridad de cada uno, en el mismo puntoen que ahora se establece el contacto socialentre colectividades humanas. Desnudadas porla mundialización, puestas en contacto por laglobalización, y penetradas portelecomunicación, es a partir de ahora, en el

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fuero interno de cada uno de los miembros quelos componen, que el frente se sitúa. [...] Estafábrica de partidarios [partisans] pasivos puederesumirse con la frase modelo: “El frente encada persona, y ya nadie sobre cada frente”. [...]Todo el desafío político-estratégico de unmundo ni en guerra ni en paz, que aniquilatodo reglamento de los conflictos por las víasclásicas militares y jurídicas, consiste enimpedir a los partidarios pasivos al borde de laacción, en el umbral de la beligerancia,volverse partisanos [partisans] activos. (LaurentDanet, “La polemósfera”)

Hoy en día, mientras que el terreno de laguerra ha superado los dominios terrestre,marítimo, aéreo, espacial y electrónico paraextenderse a los dominios de la sociedad, de lapolítica, de la economía, de la diplomacia, de lacultura e incluso de la psicología, la interacciónentre los diferentes factores vuelve muy difícilla preponderancia del dominio militar encuanto dominio dominante en todas lasguerras. La idea de que la guerra puededesenvolverse en dominios no guerreros esmuy extraña a la razón y difícilmenteadmisible, pero los acontecimientos muestrancada vez más que tal es la tendencia. [...] Eneste sentido, ya no existe ningún dominio de lavida del que la guerra no pueda servirse y

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apenas siguen existiendo dominios que nopresenten el aspecto ofensivo de la guerra.(Qiao Liang y Wang Xiangsui, La guerra fuerade límite)

La guerra probable no se hace “entre” lassociedades, se hace “en” las sociedades [...]Porque el objetivo es la sociedad humana, sugobernanza, su contrato social, susinstituciones, no ya tal o cual provincia, tal ríoo tal frontera, no hay ya ninguna línea oterreno a conquistar, a proteger. El únicofrente que deben mantener las fuerzascomprometidas es el de las poblaciones. [...]Ganar la guerra es controlar el medio [...] Yano se trata de percibir masas de carros ylocalizar blancos potenciales, sino decomprender medios sociales,comportamientos, psicologías. Se trata deinfluenciar las voluntades humanas a través dela aplicación selectiva y proporcionada de lafuerza. [...] Las acciones militares sonverdaderamente “un modo de hablar”; a partirde ahora, toda operación mayor es primero quenada una operación de comunicación cuyosactos en su totalidad, incluso menores, hablanmás fuerte que las palabras. [...] Conducir laguerra es en primer lugar gestionar laspercepciones, las del conjunto de los actores,cercanos o lejanos, directos o indirectos.

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(Vincent Desportes, La guerra probable)

Las sociedades posmodernas desarrolladas sehan vuelto extremadamente complejas y, porconsiguiente, muy frágiles. Para prevenir suhundimiento en caso de “avería”, debenimperativamente descentralizarse (la salvaciónviene de los márgenes y no de lasinstituciones). [...] Es imperativo apoyarsesobre las fuerzas locales (milicias deautodefensa, grupos paramilitares, sociedadesmilitares privadas), en primer lugar, desde unpunto de vista práctico en razón de suconocimiento del medio y de las poblaciones;después, porque es de parte del Estado unaseñal de confianza que federa las diferentesiniciativas y las refuerza; finalmente y sobretodo, porque son más aptas para encontrarsoluciones a la vez apropiadas y originales (noconvencionales) a situaciones delicadas. Enotros términos, la respuesta aportada por laguerra no convencional debe ser ante todociudadana y paramilitar, antes que policíaco ymilitar [...] Si el Hezbolá se ha vuelto un actorinternacional de primer orden, si elmovimiento neozapatista logra representar unaalternativa a la mundialización neoliberal,entonces es forzoso admitir que lo “local”puede interactuar con lo “global” y que estainteracción es perfectamente una de las

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características estratégicas mayores de nuestrotiempo. [...] Para ser breve, a una interacciónlocal-global, es necesario poder responder conotra interacción del mismo tipo que se apoyeno en el aparato estatal (diplomacia, ejército)sino, mejor, en el elemento local porexcelencia: el ciudadano. (Bernard Wicht,Hacia el orden oblicuo: la contraguerrilla en laera de la infoguerra)

Miramos de un modo un tanto diferente, tras haberleído esto, el papel de las milicias de barrenderos-ciudadanos y de los llamados a la delación despuésde los motines de agosto de 2011 en Inglaterra, o laintroducción —tras la eliminación oportuna cuando“el pitbull ha crecido demasiado”— de los fascistasde Amanecer Dorado en el juego político griego.Por no decir nada del armamento reciente por partedel Estado federal mexicano de milicias ciudadanasen Michoacán. Lo que actualmente nos sucede seresume más o menos así: la contrainsurrección, dedoctrina militar, se ha vuelto principio de gobierno.Uno de los telegramas de la diplomaciaestadounidense revelados por WikiLeaks dacrudamente prueba de esto: “El programa depacificación de las favelas retoma ciertascaracterísticas de la doctrina y de la estrategia decontrainsurrección de los Estados Unidos enAfganistán e Irak.” La época se conduce en últimainstancia a esta lucha, a esta carrera de velocidad,

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entre la posibilidad de la insurrección y lospartidarios de la contrainsurrección. Por lo demás,esto es lo que tenía función de ocultar la rara crisisde habladuría política desencadenada en Occidentepor las “revoluciones árabes”. Ocultar por ejemploque el hecho de cortar toda comunicación a losbarrios populares, así como lo hizo Mubarak en loscomienzos del levantamiento, no surgía de algúncapricho de dictador desamparado, sino de laaplicación estricta del informe de la OTAN UrbanOperations in the year 2020.

No existe ningún gobierno mundial; lo que existees una red mundial de dispositivos locales degobierno, es decir, un aparato mundial, reticular, decontrainsurrección. Las revelaciones de Snowden loprueban ampliamente: servicios secretos,multinacionales y redes políticas cooperan sinescrúpulos, incluso por debajo de un nivel estatal delque a partir de ahora todo el mundo se burla. Y noexiste, en este caso, ningún centro ni periferia,ninguna seguridad interior ni operacionesexteriores. Lo que se experimenta sobre los puebloslejanos es tarde o temprano la suerte que se estáreservando a su propio pueblo: las tropas quemasacraron al proletariado parisino en junio de1848 se habían entrenado en la “guerra de lascalles”, las razzias y las enfumades de la Algeria encurso de colonización. Los batallones de cazadoresde montaña italianos, apenas regresados deAfganistán, son desplegados en el Valle de Susa. En

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Occidente, el empleo de las fuerzas armadas sobre elterritorio nacional en caso de un desorden deimportancia apenas es ya un tabú, es un escenariobien urdido. De una crisis sanitaria a un atentadoterrorista inminente, las mentes han sidometódicamente preparadas a ello. Por todas partesse realizan entrenamientos para los combatesurbanos, la “pacificación”, la “estabilizaciónposconflicto”: se está listo para las próximasinsurrecciones.

Así pues, hace falta leer las doctrinascontrainsurreccionales como teorías de la guerraque nos es dirigida, y que tejen, entre tantas otrascosas, nuestra común situación en esta época. Hacefalta leerlas, a la vez, como un salto cualitativo en elconcepto de guerra por debajo del cual no podemossituarnos, y como espejo engañoso. Si las doctrinasde la guerra contrarrevolucionaria se modelaronsobre las doctrinas revolucionarias sucesivas, no sepuede deducir negativamente ninguna teoría de lainsurrección de las teorías contrainsurreccionales.Aquí yace la trampa lógica. No nos basta ya condirigir la pequeña guerra, con atacar por sorpresa,con hurtar todo punto de mira al adversario. Inclusoesta asimetría ha sido reabsorbida. Tanto en materiade guerra como de estrategia, no basta con repararnuestro retraso: nos hace falta tomar ventaja. Noshace falta una estrategia que apunte no aladversario, sino a su estrategia, que la gire contra símisma. Que haga que cuanto más crea llevarla, más

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se encamine hacia su derrota.Que la contrainsurrección haya hecho de la

sociedad misma su teatro de operaciones no indicaen nada que la guerra a llevar sea la “guerra social”que ciertos anarquistas gargarizan. El vicio esencialde esta noción es que al amalgamar bajo una mismaapelación las ofensivas conducidas “por el Estado yel Capital” y las de sus adversarios, ella coloca a lossubversivos en una relación de guerra simétrica. Lavitrina rota de una oficina de Air France comorepresalias por la expulsión de los sin papeles esdeclarada “acto de guerra social”, de igual modo queuna ola de arrestaciones contra los que luchancontra los centros de retención. Si hace faltareconocer a numerosos defensores de la “guerrasocial” una innegable determinación, ellos aceptanante ellos combatir el Estado frente a frente, sobreun terreno, lo “social”, que nunca ha sido otro queel suyo. Sólo las fuerzas en presencia son aquídisimétricas. El aplastamiento es inevitable.

La idea de guerra social es, de hecho, sólo unaactualización perdida de la idea de “guerra de clase”,ahora que la posición de todos en el seno de lasrelaciones de producción no tiene ya la claridadformal de la fábrica fordista. A veces parece que losrevolucionarios están condenados a constituirsesobre el modelo mismo de aquello que combaten.Así, como lo resumía en 1871 un miembro de laAsociación Internacional de los Trabajadores, si lospatrones están organizados mundialmente como

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clase en torno a sus intereses, el proletariado debíaorganizarse mundialmente, en cuanto clase obrera, yen torno a sus intereses. Como lo explicaba unmiembro del aún joven partido bolchevique, elrégimen zarista estaba organizado en un aparatopolítico-militar disciplinado y jerárquico, el Partidodebía pues también organizarse en aparato político-militar disciplinado y jerárquico. Podemosmultiplicar los casos históricos, todos igualmentetrágicos, de esta maldición de la simetría. Así elFLN algeriano, que no esperó vencer para volversetan semejante por sus métodos al ocupante colonialque afrontaba. O las Brigadas Rojas, que seimaginaban que abatiendo a los cincuenta hombresque formaban, de acuerdo con ellas, “el corazón delEstado”, conseguirían adueñarse del aparato entero.Hoy, la expresión más errónea de esta tragedia de lasimetría sale de las bocas decrépitas de la nuevaizquierda: habría que oponer al Imperio difuso,estructurado en red, pero todavía dotado de centrosde mando, unas multitudes, tanto así difusas,estructuradas en red, pero todavía dotadas de unaburocracia dispuesta, cuando llegue el momento, aocupar los centros de mando.

Marcada por tal simetría, la revuelta sólo puedefracasar — no sólo porque ofrece un blanco fácil, unrostro reconocible, sino sobre todo porque acabapor tomar las características de su adversario. Paraconvencerse de ello, abramos por ejemploContrainsurrección, teoría y práctica, de David

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Galula. En él vemos metódicamente detalladas lasetapas de la victoria definitiva de una fuerza lealistasobre unos insurrectos cualquiera. “Desde el puntode vista del insurrecto, la mejor causa es pordefinición la que puede sacar el mayor número deapoyos y disuadir la menor cantidad de opositores.[...] No es absolutamente necesario que el problemasea patente, aunque el trabajo del insurrecto seafacilitado si tal es el caso. Si el problema es sólolatente, la primera cosa por hacer para el insurrectoes volverlo patente por medio de ‘la elevación de laconciencia política de las masas’. [...] El insurrectono debe limitarse a la explotación de una causaúnica. A menos de que no disponga de una causaglobal como el anticolonialismo, suficiente en símisma porque combina los problemas políticos,sociales, económicos, radicales, religiosos yculturales, tiene todo por ganar escogiendo unacombinación de causas especialmente adaptadas alos diferentes grupos que componen la sociedad dela cual busca adueñarse.”

¿Quién es “el insurrecto” de Galula? Nada másque el reflejo deformado del político, delfuncionario o del publicista occidental: cínico,exterior a toda situación, desprovisto de todo deseosincero, con la excepción de una sed de dominiodesmesurada. El insurrecto que Galula sabecombatir es ajeno al mundo así como es ajeno a todafe. Para este oficial, la insurrección no emana jamásde la población, que en suma aspira sólo a la

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seguridad y tiende a seguir el partido que la protegemejor, o la amenaza menos. Ésta es sólo un peón,una masa inerte, un marisma, en la lucha entrediversas élites. Puede parecer asombroso que lacomprensión que el poder se hace del insurrectooscile todavía entre la figura del fanático y la dellobbista astuto; pero esto no sorprende menos quela complacencia de tantos revolucionarios enrevestir esas máscaras ingratas. Siempre estacomprensión simétrica de la guerra, incluso“asimétrica”: grupúsculos que se oponen por elcontrol de la población, y que mantienen siemprecon ella una relación de exterioridad. Ahí está, alfinal, el error monumental de la contrainsurrección:ella, que ha sabido tan bien reabsorber la asimetríaintroducida por las tácticas de guerrilla, continúa sinembargo produciendo la figura del “terrorista” apartir de lo que ella misma es. Ahí está por tantonuestra ventaja, en la medida en que nos neguemosa encarnar esa figura. Esto es lo que toda estrategiarevolucionaria eficaz tiene que admitir como supunto de partida. Lo demuestra el fracaso de laestrategia estadounidense en Irak y en Afganistán.La contrainsurrección se ha girado a tal gradocontra “la población” que la administración Obamatiene que asesinar cotidiana y quirúrgicamente todoaquello que, desde un drone, podría asemejarse a uninsurrecto.

4. Si para los insurrectos todo radica en dirigir,

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contra el gobierno, una guerra asimétrica, es quehay entre ambos una asimetría ontológica, y por lotanto un desacuerdo sobre la definición misma de laguerra, sobre sus métodos al igual que sobre susobjetivos. Nosotros revolucionarios, somos elmeollo y el blanco de la ofensiva permanente que seha vuelto el gobierno. Nosotros somos “loscorazones y los espíritus” que se trata de conquistar.Nosotros somos las muchedumbres que se espera“controlar”. Nosotros somos el medio en el que losagentes gubernamentales evolucionan y que éstospiensan domar, y no una entidad rival en la carreraal poder. No luchamos en el pueblo “como un pezen el agua”; somos el agua misma, en la cualchapotean nuestros enemigos — pez soluble. Nonos escondemos como emboscada en la plebe deeste mundo, pues es también en nosotros que laplebe se esconde. La vitalidad y la desposesión, larabia y los golpes de vicio, la verdad y la finta, es delo más profundo de nosotros mismos que surgen.No hay nadie que organizar. Somos ese material quecrece desde el interior, se organiza y se desarrolla.Aquí descansa la verdadera asimetría, y nuestraposición real de fuerza. Los que, en lugar decomponer con lo que hay ahí donde se encuentran,hacen de su fe, mediante el terror o la performance,un artículo de exportación, no hacen otra cosa quecortarse de sí mismos, y de su base. No hay quearrebatar al enemigo algún “apoyo de la población”ni menos aún su pasividad complaciente: hace falta

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hacer que no haya más población. La poblaciónnunca ha sido el objeto del gobierno sin ser primerosu producto; deja de existir en cuanto tal desde quedeja de ser gobernable. Es todo lo que está en juegode la batalla lo que provoca sordamente rabiadespués de todo levantamiento: disolver la potenciaque en él se ha encontrado, condensado ydesplegado. Gobernar nunca ha sido otra cosa quedenegar al pueblo toda capacidad política, es decir,prevenir la insurrección.

Cortar a los gobernados de su potencia de actuarpolítica es lo que la policía hace cada vez que levienen ganas, al final de una bella manifestación, de“aislar a los violentos”. Para aplastar unainsurrección, nada es más eficaz que provocar unaescisión, en el interior del pueblo insurrecto, entrela población inocente o vagamente consentidora ysu vanguardia militarizada, necesariamenteminoritaria, casi siempre clandestina, pronto“terrorista”. Es a Frank Kitson, el padrino de lacontrainsurrección británica, a quien debemos elejemplo más cumplido de tal táctica. En los añosque siguieron la conflagración inaudita que golpeóIrlanda del Norte en agosto de 1969, la gran fuerzadel IRA radicaba en hacer bloque con los barrioscatólicos que se habían declarado autónomos yhabían apelado a su ayuda, en Belfast y en Derry,durante los motines. Free Derry, Short Strand,Ardoyne: en más de un sitio se habían organizadoesas no-go areas que muy frecuentemente

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encontramos en tierra de apartheid, y que estántodavía hoy rodeadas por kilómetros de peace lines.Los guetos se habían levantado, habían barricadosus entradas ahora cerradas a los policías al igual quea los lealistas. Chicos de 15 años alternabanmañanas de escuela y noches sobre las barricadas.Los miembros más respetables de la comunidadhacían compras para diez y organizaban abarroteríasclandestinas para aquellos que ya no podían pasearsede manera inocente. Aunque primero fue tomado deimproviso por los acontecimientos del verano, elIRA provisional se fundó en el tejido éticoextremadamente denso de esos enclaves en estadode insurrección permanente. Desde esta posición defuerza irreductible, todo parecía posible. 1972 debíaser el año de la victoria.

Ligeramente agobiada, la contrainsurreccióndesplegó las medidas drásticas: al término de unaoperación militar sin equivalentes para GranBretaña desde la crisis de Suez, se vaciaron losbarrios, se destrozaron los enclaves, separando asíefectivamente a los revolucionarios “profesionales”de las poblaciones amotinadoras que se habíanlevantado en 1969, arrancándoles las milcomplicidades que se habían tejido ahí. Medianteesta maniobra, se obligaba al IRA provisional a sóloser ya una fracción armada, un grupo paramilitar,ciertamente impresionante y determinado, perocondenado al agotamiento, al recluimiento sinproceso y a las ejecuciones sumarias. La táctica de la

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represión consistió en hacer existir un sujetorevolucionario radical, en separarlo de todo lo quehacía de él una fuerza viva de la comunidad católica;un anclaje territorial, una vida cotidiana, unajuventud. Y como si esto no hubiera sido todavíasuficiente, se organizaron falsos atentados del IRA,para acabar de girar contra él una poblaciónparalizada. De counter gangs a false flag operations,todo era bueno para hacer del IRA un monstruoclandestino, territorial y políticamente desprendidode lo que formaba la fuerza del movimientorepublicano: los barrios, su sentido del ingenio y dela organización, su costumbre del motín. Una vezaislados los “paramilitares”, y banalizados los milprocedimientos de excepción para aniquilarlos, yasólo había que esperar que los “problemas” sedisiparan por sí mismos.

Así pues, cuando la represión más ciega se abatesobre nosotros, nos guardamos de ver en ella laprueba al fin establecida de nuestra radicalidad. Nocreemos que se busque destruirnos. Partimos másbien de la hipótesis de que se busca producirnos.Producirnos como sujeto político, como“anarquistas”, como “Black Bloc”, como“antisistemas”, extraernos de la población genéricadándonos o fichándonos una identidad política.Cuando la represión nos golpea, comenzamos porno tomarnos por nosotros mismos, disolvemos elsujeto-terrorista fantasmático que los teóricos de lacontrainsurrección tienen tantos problemas para

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imitar; sujeto cuya exposición sirve principalmentepara producir como consecuencia a la “población”— la población como nebulosa apática y apolítica,masa inmadura buena dispuesta enteramente a sergobernada, a satisfacer sus llantos estomacales y sussueños de consumo.

Los revolucionarios no tienen que convertir a la“población” desde la exterioridad hueca de no sesabe qué “proyecto de sociedad”. Deben más bienpartir de su propia presencia, de los lugares quehabitan, de los territorios que les son familiares, delos vínculos que los unen a eso que se trama entorno a ellos. Es de la vida que emanan laidentificación del enemigo, las estrategias y lastácticas eficaces, y no de una profesión de fe previa.La lógica del incremento de potencia, eso es todo loque se puede oponer a la lógica de la toma delpoder. Habitar plenamente, esto es todo lo que sepuede oponer al paradigma del gobierno. Unopuede echarse encima del aparato de Estado; si elterreno ganado no es inmediatamente llenado conuna vida nueva, el gobierno acabará por recuperarlo.Raúl Zibechi escribe acerca de la insurrecciónaimara de El Alto en Bolivia en 2003: “Acciones deesta envergadura no pueden consumarse sin laexistencia de una densa red de relaciones entre laspersonas; relaciones que son también formas deorganización. El problema es que no estamosdispuestos a considerar que en la vida cotidiana lasrelaciones de vecindad, de amistad, de

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compañerismo, de compadrazgo, de familia, sonorganizaciones de la misma importancia que elsindicato, el partido, y hasta el propio el Estado. [...]Las relaciones pactadas, codificadas a través deacuerdos formales, suelen ser más importantes en lacultura occidental que las fidelidades tejidas porvínculos afectivos.” Debemos otorgar a los detallesmás cotidianos, más ínfimos de nuestra vida comúnel mismo cuidado que otorgamos a la revolución.Porque la insurrección es el desplazamiento sobreun terreno ofensivo de esa organización que no esuna, al no ser extraíble de la vida ordinaria. Es unsalto cualitativo en el interior del elemento ético, nola ruptura al fin consumada con el día a día. Zibechicontinúa así: “Son los mismos órganos quesostienen la vida cotidiana (las asambleas barrialesen las juntas vecinales de El Alto), los que sostienenel levantamiento. La rotación y la obligatoriedadque aseguran la vida cotidiana garantizan de lamisma forma el bloqueo de carreteras y calles.” Asíse disuelve la distinción estéril entre espontaneidady organización. No hay de un lado una esfera pre-política, irreflexionada, “espontánea” de la existenciay del otro una esfera política, racional, organizada.Quien tiene relaciones de mierda sólo puede llevaruna política de mierda.

Esto no significa que sea necesario, para conduciruna ofensiva victoriosa, expulsar de entre nosotrostoda disposición al conflicto; al conflicto, no alembrollo o a la cizaña. Es en gran parte porque

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nunca ha impedido las diferencias de jugar en suinterior —a riesgo de enfrentarse abiertamente—que la resistencia palestina ha podido ostentarsebellamente frente al ejército israelí. Aquí como enotras partes, la fragmentación política es tanto másla señal de una innegable vitalidad ética que lapesadilla de las agencias de investigación encargadasde cartografiar, y después de aniquilar, la resistencia.Un arquitecto israelí escribe así: “Los métodos decombate israelíes y palestinos sonfundamentalmente diferentes. La resistenciapalestina está fragmentada en una multitud deorganizaciones, estando cada una de ellas dotada deuna ramificación armada más o menosindependiente — las brigadas Ezzeldin al-Qassampara el Hamás, las brigadas Saraya al-Quds para elYihad islámico, las brigadas de los mártires de Al-Aqsa, la Fuerza 17 y el Tanzim al-Fatah para elFatah. A los cuales se agregan los Comités deResistencia Popular (CRP) independientes y losmiembros supuestos o reales del Hezbolá y/o AlQaeda. La inestabilidad de las relaciones que estosgrupos mantienen, oscilando entre cooperación,rivalidades y conflictos violentos, vuelve susinteracciones tanto más difíciles de delimitar eincrementa con un mismo movimiento sucapacidad, su eficacia y su resiliencia colectivas. Lanaturaleza difusa de la resistencia palestina, de lacual sus diferentes organizaciones compartensaberes, competencias y municiones —unas

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organizando operaciones conjuntas, otras librándoseuna feroz competencia—, limita considerablementeel efecto de los ataques llevados por las fuerzas deocupación israelíes.” Asumir el conflicto internocuando se presenta por sí mismo no estorba en nadaa la elaboración concreta de una estrategiainsurreccional. Es al contrario, para un movimiento,la mejor manera de permanecer vivo, de mantenerabiertas las cuestiones esenciales, de operar a tiempolos desplazamientos necesarios. Pero si aceptamos laguerra civil, incluida entre nosotros, no essolamente porque esto constituye en sí una buenaestrategia para poner en desbandada las ofensivasimperiales. Es también y sobre todo porque ella escompatible con la idea que nosotros nos hacemos dela vida. En efecto, si ser revolucionario implicavincularse a ciertas verdades, se deriva de lairreductible pluralidad de éstas que nuestro partidono conocerá nunca una apacible unidad. En materiade organización no hay, por tanto, que escoger entrela paz fraternal y la guerra fratricida. Hay queescoger entre las formas de enfrentamientosinternos que refuerzan las revoluciones y las que lascanalizan.

A la pregunta “¿Su idea de la felicidad?”, Marxrespondía “Combatir.” A la pregunta “¿Por quéluchan ustedes?”, nosotros responderemos que esalgo que se sigue de nuestra idea de la felicidad.

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Creta, 2006

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Nuestra única patria: la infancia

1. Que no hay “sociedad” a defender ni a destruir. 2.Que hay que volver la selección en secesión. 3. Queno hay “guerras locales”, sino una guerra de losmundos.

1. El 5 de mayo de 2010, Atenas conoce una de esasjornadas de huelga general donde todo el mundoestá en la calle. El ambiente es primaveral ycombativo. Sindicalistas, maoístas, anarquistas,funcionarios y jubilados, jóvenes e inmigrantes, elcentro de la ciudad se encuentra literalmentesumergido por manifestantes. El país descubre conuna rabia sin tregua los inverosímilesmemorándums de la Troika. El Parlamento, queestá votando una nueva serie de medidas de“austeridad”, está a nada de ser tomado por asalto.Como no, es el ministerio de Economía el que cedey comienza a arder. En el trascurso, por todas partesse desadoquina la calle, se destruyen los bancos, seconfronta a la policía, que no titubea sobre lasbombas ensordecedoras y los terribles gaseslacrimógenos importados de Israel. Los anarquistaslanzan ritualmente sus cocteles Molotov y, cosa

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menos habitual, son aplaudidos por lamuchedumbre. Se entona el clásico “¡polis, cerdos,asesinos!” y se grita “¡quememos el parlamento!”,“¡gobierno asesino!”. Lo que se asemeja al inicio deun levantamiento se detendrá temprano por latarde, abatido en pleno vuelo por un despachogubernamental. Algunos anarquistas, tras haberintentado incendiar la librería Ianos de la calleStadiou, prendieron fuego a un banco que no habíarespetado los acuerdos de la huelga general; habíaempleados en el interior. Tres de ellos murieronsofocados, incluida una mujer embarazada. No fueprecisado en ese momento que la propiaadministración había obstruido las salidas deemergencia. El suceso del Marfin Bank tuvo en elmovimiento anarquista griego el efecto suflé de uncartucho de dinamita. Era él, y ya no el gobierno,quien se descubría en el rol del asesino. La línea defractura que se levantaba desde diciembre de 2008entre “anarquistas sociales” y “anarquistas nihilistas”alcanza, bajo la presión del suceso, un pico deintensidad. Resurgió la vieja cuestión de saber sihabría que ir al encuentro de la sociedad paracambiarla, proponerle y darle como ejemplo otrosmodos de organización, o si habría que simplementedestruirla sin perdonar a quienes por su pasividad ysumisión aseguran su perpetuación. Sobre estepunto se embrollaron como nunca. No se quedaronen las diátribas. Pelearon hasta la sangre, bajo ladivertidísima mirada de los policías.

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Lo trágico del asunto es que posiblemente sehaya atormentado uno en torno a una pregunta queya no se plantea; lo cual explicaría que el debate sehaya mantenido tan estéril. Tal vez no hay“sociedad” a destruir ni a convencer: tal vez esaficción nacida a finales del siglo XVII y que ocupó atantos revolucionarios y gobernantes durante dossiglos, haya dado su último aliento sin que nosdiéramos cuenta. Aún nos hace falta averiguar cómollevar nuestro luto, impermeables tanto a lanostalgia del sociólogo que llora El fin de lassociedades como al oportunismo neoliberal queproclamó un día con su aplomo marcial: “There isno such thing as society.”

En el siglo XVII la “sociedad civil” es aquello quese opone al “estado de naturaleza”, es el hecho deestar “unidos juntos bajo el mismo gobierno y bajolas mismas leyes”. “La sociedad” es un cierto estadode civilización, o bien es “la buena sociedadaristócrata”, la misma que excluye a la multitud delos plebeyos. A lo largo del siglo XVII, a medida quese desarrolla la gubernamentalidad liberal y la“ciencia triste” que le corresponde, la “economíapolítica” y la “sociedad civil” vienen a nombrar lasociedad burguesa. Ésta no se opone ya al estado denaturaleza; se vuelve de algún modo “natural”, amedida que se esparce la costumbre de considerarque es natural al hombre el comportarse comocriatura económica. La “sociedad civil” es entonceslo que supuestamente hace frente al Estado. Hizo

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falta todo el sansimonismo, todo el cientificismo,todo el socialismo, todo el positivismo y todo elcolonialismo del siglo XIX para imponer la evidenciade “la sociedad”, la evidencia de que los humanosformarían, en todas las manifestaciones de suexistencia, una gran familia, una totalidad específica.A finales del siglo XVII, todo se volvió social: lavivienda, la tortura, la economía, la reforma, lasciencias, la higiene, la seguridad, el trabajo, eincluso la guerra: la guerra social. En el apogeo deese movimiento, algunos filántropos interesadosfundaron incluso en París, en 1894, un “Museosocial” consagrado a la difusión y a laexperimentación de todas las técnicas aptas paraperfeccionar, pacificar y estabilizar la “vida social”.No habría podido pensarse, en el siglo XVII, enfundar una “ciencia” como la sociología, y aúnmenos en hacerlo sobre el modelo de la biología.

En el fondo, “la sociedad” sólo designa la sombraproyectada por modos sucesivos de gobierno. Fue elconjunto de los súbditos del Estado absolutista entiempos del Leviatán, y después el de los actoreseconómicos en el seno del Estado liberal. Desde laperspectiva del Estado benefactor, está el hombremismo, en cuanto detentador de derechos, denecesidades y de fuerza de trabajo, que constituía elelemento base de la sociedad. Lo que hay deretorcido en la idea de “sociedad” es que éstasiempre ha servido al gobierno para naturalizar elproducto de su actividad, de sus operaciones, de sus

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técnicas; ha sido construida como aquello queesencialmente le preexistiría. Fue tan sólo desde laSegunda Guerra Mundial que se atrevieron a hablarexplícitamente de “ingeniería social”. La sociedad esoficialmente a partir de entonces aquello que seconstruye, un poco como se hace nation-building alinvadir Irak. Por lo demás, esto apenas siguemarchando, desde que se pretende abiertamentehacerlo.

Defender la sociedad jamás ha sido otra cosa,época a época, que defender el objeto del gobierno,aunque sea en contra de los propios gobernantes.Hasta la fecha, uno de los errores de losrevolucionarios ha sido batirse en el terreno de unaficción que les era esencialmente hostil, apropiarseuna causa detrás de la cual era el gobierno mismo elque avanzaba enmascarado. Es por esto mismo queuna buena parte del desasosiego actual de nuestropartido se debe al hecho de que el gobierno, desdelos años 1970, justamente renunció a esta ficción.Renunció a integrar a todos los humanos en unatotalidad ordenada; Margaret Thatcher sólo tuvo lafranqueza de admitirlo. En cierto sentido, se volviómás pragmático, y renunció a la penosa tarea deconstrucción de una especie humana homogénea,bien definida y bien separada del resto de lacreación, acotada abajo por las cosas y los animales yarriba por Dios, el cielo y los ángeles. La entrada enla era de la crisis permanente, los “años del dinerofácil” y la conversión de cada uno en emprendedor

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desesperado de sí mismo acertaron al ideal socialuna bofetada suficiente como para hacerlo salir unpoco atontado de los años 1980. El siguiente golpe,y ciertamente fatal, se encarna en el sueño de lametrópoli globalizada, inducido por el desarrollo delas telecomunicaciones y la parcelación del procesode producción a escala planetaria.

Cualquiera puede obstinarse a ver el mundo entérminos de naciones y sociedades, pero estasúltimas están ahora atravesadas, perforadas, por unconjunto incontrolable de flujos. El mundo sepresenta como una inmensa red en la que lasgrandes ciudades, transformadas en metrópolis, sonsólo sus plataformas de interconexión, sus puntos deentrada y de salida — sus estaciones. A partir deahora es posible vivir indistintamente, se pretende,en Tokio o en Londres, en Singapur o en NuevaYork, al tejer todas las metrópolis un mismo mundoen el que lo que cuenta es la movilidad y no ya ellazo con un lugar. La identidad individual se llevaaquí a cabo como pass universal que asegura laposibilidad, en donde sea, de conectarse con lasubpoblación de sus semejantes. Una colección deübermetropolitanos arrastrados en una carrerapermanente, de halls de aeropuertos a toilettes deEurostar: ciertamente esto no conforma unasociedad, ni siquiera global. La hiperburguesía quenegocia un contrato cerca de los Campos Elíseos,antes de ir a escuchar un set en algún penthouse enRío y se repone de sus emociones en un after en

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Ibiza figura ya la decadencia de un mundo, que setrata de disfrutar a toda prisa antes de que seademasiado tarde, pues ella no anticipa ningúnporvenir. Periodistas y sociólogos no cesan de llorarla difunta “sociedad” con su cancioncilla sobre lopostsocial, el creciente individualismo, ladesintegración de las viejas instituciones, la pérdidade los puntos de referencia, el crecimiento de loscomunitarismos, la profundización sin fin de lasdesigualdades. Y en efecto, lo que se va con todoesto es su propia forma de sustento. Va a hacer faltapensar en reciclarse.

La oleada revolucionaria de los años 1960-70 dioel golpe fatal al proyecto de una sociedad del capitalen donde todos se integrarían pacíficamente. Enrespuesta a esto, el capital emprendió unareestructuración territorial. Dado que el proyectode una sociedad organizada se desmoronaba en subase, es a partir de la base, a partir de las basesseguras y conectadas entre sí, que se reconstruiría lanueva organización mundial, en red, de laproducción de valor. Ya no es de “la sociedad” quese espera que esa organización sea productiva, sinode los territorios, de ciertos territorios. Estosúltimos treinta años la reestructuración del capitalha tomado la forma de un nuevo ordenamientoespacial del mundo. Lo que pone en juego es lacreación de clusters, de “centros de innovación”,que ofrezcan a los “individuos dotados de un fuertecapital social” —para los demás, ¡qué pena!, la vida

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será un poco más difícil— las condiciones óptimaspara crear, innovar, emprender y sobre todo laforma de hacerlo juntos. El modelo universal deesto es el Silicon Valley. Por todas partes los agentesdel capital se ocupan de modelar un “ecosistema”que permita al individuo, mediante su puesta enrelación, realizarse plenamente, “maximizar sustalentos”. Se trata del nuevo credo de la economíacreativa, en la cual la pareja ingeniero/polo decompetitividad es seguida de cerca por el dúodiseñador/barrio popular gentrificado. De acuerdocon esta nueva vulgata, la producción de valor, sobretodo en los países occidentales, depende de lacapacidad de innovación. Ahora bien, tal como loreconocen con mucho gusto los planificadores, unambiente propicio para la creación y para sumutualización, una atmósfera fértil, no es algo quese invente; es algo que está “situado”, germina en unlugar donde una historia o una identidad puedeentrar en resonancia con el espíritu de innovación.El cluster no se impone, emerge sobre un territorioa partir de una “comunidad”. Si tu ciudad está enproceso de decrepitud, la solución no provendrá nide los inversionistas ni del gobierno, nos explica asíun emprendedor a la moda: lo que hace falta esorganizarse, encontrarse con otra gente, aprender aconocerse, trabajar juntos, reclutar a otras personasmotivadas, formar redes, presionar al statu quo. Setrata, a causa de la carrera frenética del avancetecnológico, de crearse un nicho, donde la

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competencia sea provisionalmente abolida y dondeuno pueda, por algunos años, sacar una renta desituación. Al mismo tiempo que se piensa según unalógica estratégica global, el capital desplegóterritorialmente toda una casuística delaménagement, planificación o acondicionamiento.Esto permite a un desafortunado urbanista decir, apropósito de la ZAD (“zona a defender”), territorioocupado para impedir la construcción de unaeropuerto en Notre-Dame-des-Landes, que setrata sin duda de “la oportunidad de una especie deSillicon Valley de lo social y lo ecológico… Esteúltimo nació, por otra parte, en un lugar quepresentaba poco interés para la época, pero donde elbajo costo del espacio y la movilización de algunaspersonas contribuyeron a construir su especificidady su renombre internacional”. Ferdinand Tönnies,que consideraba que jamás ha habido otra sociedadque la mercantil, escribía: “Mientras que en lacomunidad los hombres permanecen unidos a pesarde toda separación, en la sociedad están separados apesar de toda relación”. En las “comunidadescreativas” del capital, uno está unido por laseparación misma. Ya no existe ningún afuera desdeel cual sería posible distinguir la vida y laproducción de valor. La muerte se desplaza en símisma; es joven, dinámica, y te sonríe.

2. La incitación permanente a la innovación, a laempresa, a la creación, siempre funciona

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únicamente sobre un montón de ruinas. De ahí lagran publicidad que se ha hecho en los últimos añosa las empresas cool y digitales que tratan de hacerdel desierto industrial llamado Detroit un terrenode experimentación. “Si piensas en una ciudad queestaba a punto de morir y que entra a una nuevavida, ésa es Detroit. Detroit es una ciudad dondealgo está pasando, una ciudad abierta. Lo que ofreceDetroit es para las personas jóvenes, interesantes,comprometidas, los artistas, los innovadores, losmúsicos, los diseñadores, los constructores deciudades”, escribe alguien que ha supervendido laidea de un nuevo desarrollo urbano articuladoalrededor de las “clases creativas”. Habla muy biende una ciudad que ha perdido la mitad de supoblación en cincuenta años, que tiene la segundatasa más alta de criminalidad entre las ciudades másgrandes de Estados Unidos, 78 000 edificiosabandonados, un exalcalde en prisión y una tasaoficial de desempleo que alcanza el 50%; pero en lacual Amazon y Twitter abrieron nuevas oficinas. Sila suerte de Detroit no se ha jugado aún, se ha vistoya que una operación de promoción a escala de unaciudad bastaría para transformar un desastreposindustrial de varias décadas, hecho dedesempleo, depresión e ilegalismos, en un distritobranché, que ya sólo apuesta por la cultura y latecnología. Fue un golpe de varita mágica como éseel que transfiguró la buena ciudad de Lille desde2004, cuando fue la efímera “capital europea de la

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cultura”. Inútil precisar que esto implica “renovar”drásticamente la población del centro de la ciudad.De Nueva Orleans a Irak, lo que ha sido justamentenombrado como “estrategia del shock” permiteobtener, zona por zona, una fragmentación rentabledel mundo. En esta demolición-renovacióncontrolada de “la sociedad”, la desolación másostensible y la riqueza más insolente no son sino dosaspectos de un mismo método de gobierno.

Cuando uno lee los informes prospectivos de los“expertos”, encuentra a grandes rasgos en ellos lageografía siguiente: las grandes regionesmetropolitanas que compiten entre sí para atraertanto los capitales como a la smart people; los polosmetropolitanos de segundo orden que se lasarreglan frente a aquéllas mediante laespecialización; las zonas rurales pobres que a duraspenas viven convirtiéndose en lugares “susceptiblesde atraer la atención de los citadinos en busca denaturaleza y tranquilidad”, algunas zonas deagricultura, de preferencia orgánica, o algunas“reservas de biodiversidad”; y finalmente las zonasde relegación pura y simple, que acabarán tarde otemprano por ser acordonadas con checkpoints,siendo controladas de lejos, con drones,helicópteros, operaciones relámpago eintervenciones telefónicas masivas.

El capital, como se ve, ya no se plantea elproblema de “la sociedad”, sino el de la“gobernanza”, como educadamente dice. Los

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revolucionarios de los años 1960-70 le escupieron ala cara que no querían nada suyo; desde entonces élselecciona a sus elegidos.

Ya no se piensa a sí mismo nacionalmente, sinoterritorio por territorio. Ya no se difunde de manerauniforme, sino que se concentra localmenteorganizando cada territorio como medio de cultivo.Ya no busca hacer marchar el mundo a un mismopaso, al compás del progreso; deja por el contrarioque el mundo se desacople en zonas de fuerteextracción de plusvalía y en zonas abandonadas, enteatros de guerra y en espacios pacificados. Está elnoreste de Italia y la Campania, siendo buena lasegunda sólo para albergar la basura del primero.Está Sophia Antípolis y Villiers-le-Bel. Está la Cityy Notting Hill, Tel Aviv y la franja de Gaza. Lassmart cities y los suburbios podridos. Lo mismo enel caso de la población. Ya no hay “la población”genérica. Lo que hay es la joven “clase creativa” quehace rendir frutos a su capital social, cultural yrelacional en el corazón de las metrópolisinteligentes, y todos aquellos que han llegado a sermuy claramente “inempleables”. Hay vidas quecuentan, y otras que nadie se toma siquiera lamolestia de contabilizar. Hay poblaciones, algunasde riesgo, otras con fuerte poder adquisitivo.

Si todavía quedaba un cimiento de la idea desociedad y una muralla contra su dislocación, era sinduda la hilarante “clase media”. A lo largo del sigloXX no ha cesado de expandirse, al menos

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virtualmente — tanto es así que dos tercios de losestadounidenses y los franceses creen sinceramentepertenecer hoy a esa no-clase. Ahora bien, a su vez,es presa de un implacable proceso de selección. Nopuede explicarse la multiplicación de las emisionesde reality shows que ponen en escena las formas mássádicas de competición, sino como una propagandade masas con vistas a familiarizar a cada uno con lospequeños asesinatos cotidianos entre amigos a losque se resume la vida en un mundo de selecciónpermanente. En 2040, predicen o preconizan losoráculos de la DATAR, órgano que prepara ycoordina la acción gubernamental francesa enmateria de acondicionamiento del territorio, “laclase media se habrá vuelto menos numerosa”. “Susmiembros más acomodados constituirán la fraccióninferior de la élite transnacional”, los otros verán“su modo de vida aproximarse cada vez más al de lasclases populares”, ese “ejército auxiliar” que“asegurará las necesidades de la élite” y vivirá enbarrios degradados, cohabitando con un“proletariado intelectual” a la espera de integracióno en ruptura con lo alto de la jerarquía social. Dichoen términos menos torpes y artificiosos, su visión esmás o menos ésta: zonas suburbanas devastadas, susantiguos habitantes desembocando en favelas paradar paso al “complejo hortense metropolitano queorganiza el suministro de alimentos frescos de lametrópoli sobre la base de los circuitos cortos” y alos “múltiples parques naturales”, “zonas de

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desconexión”, “de recreación para los citadinos queaspiran a confrontar lo salvaje y lo alejado”.

El grado de probabilidad de tales escenariosimporta poco. Lo que cuenta aquí es que los quepretenden conjugar proyección hacia el futuro yestrategia de acción, proclaman de antemano eldeceso de la vieja sociedad. La dinámica global deselección se opone punto por punto a la viejadialéctica de la integración, de la cual las luchassociales eran un momento. La partición entreterritorios productivos de un lado y siniestrados delotro, entre la clase smart de un lado y del otro los“idiotas”, los “retrasados”, los “incompetentes”, losque se “resisten al cambio”, los apegados, ya no estápredeterminada por ningún tipo de organizaciónsocial o tradición cultural. El reto consiste en poderdeterminar en tiempo real, meticulosamente, dóndereside el valor, con quién, para qué. El archipiélagoreconstituido de las metrópolis no conserva grancosa del orden incluyente y jerarquizado llamado“sociedad”. Toda pretensión totalizante ha sidoabandonada. Eso es lo que nos muestran losinformes de la DATAR: los mismos que habíanplanificado el territorio nacional, que habíanconstruido la unión fordista de la Francia gaulliana,han emprendido su desconstrucción. Decretan sinremordimientos el “crepúsculo estato-nacional”.Plantear límites definitivos, ya sea mediante elestablecimiento de fronteras soberanas o mediantela distinción incuestionable entre el hombre y la

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máquina, entre el hombre y la naturaleza, es unacosa del pasado. Es el fin del mundo limitado. Lanueva “sociedad” metropolitana se distribuye sobreun espacio plano, abierto, expansivo, menos liso quefundamentalmente baboso. Se esparce sobre susmárgenes, supera sus contornos. Ya no es tan fácildecir de una vez por todas qué es y qué no es: en elsmart-mundo, un smart-basurero forma másperfectamente parte de “la sociedad” que unvagabundo o un patán. Recomponiéndose sobre unplano horizontal, fragmentado, diferenciado —elmismo del acondicionamiento del territorio— y nosobre el plano vertical y jerárquico surgido de lateología medieval, “la sociedad”, como terreno dejuego del gobierno, ya sólo posee límites fluidos,móviles, y de este modo fácilmente revocables. Elcapitalismo comienza incluso a soñar con un nuevo“socialismo” reservado a sus simpatizantes. Ahoraque Seattle ha sido vaciada de sus pobres enbeneficio de los empleados futuristas de Amazon,Microsoft y Boeing, ha llegado el tiempo deinstaurar en ella el transporte público gratuito. Laciudad no se los hará pagar todavía a aquellos cuyavida entera es mera producción de valor. Esoequivaldría a carecer de gratitud.

La resuelta selección de las poblaciones y losterritorios contiene sus propios riesgos. Una vez quese ha hecho la división entre aquellos que uno hacevivir y aquellos que deja morir, no es seguro que losque se sepan destinados al basurero humano se

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dejen todavía gobernar. No se puede hacer otra cosaque esperar “gestionar” ese resto voluminoso yembarazoso; siendo inverosímil integrarlo, yliquidarlo sin duda indecente. Los planificadores,cansados o cínicos, admiten la “segregación”, el“incremento de las desigualdades” o el“estiramiento de las jerarquías sociales” como unacosa de la época, y no como una deriva que haríafalta frenar. La única deriva es aquella que podríahacer que la segregación se transforme en secesión— la “fuga de una parte de la población hacia unasperiferias donde se organice en comunidadesautónomas”, eventualmente en “ruptura con losmodelos dominantes de la mundializaciónneoliberal”. He ahí la amenaza a gestionar, he ahí elcamino a seguir.

La secesión que el capital ya practica, vamos porconsiguiente a asumirla, pero a nuestra manera.Hace secesión no es recortar una parte del territoriodentro del todo nacional, no es aislarse, cortar lacomunicación con todo el resto — eso sería unamuerte segura. Hacer secesión no es constituir, apartir de los desechos de aquel otro mundo, contra-clusters donde comunidades alternativas secomplacerían en su autonomía imaginaria cara acara con la metrópoli — esto forma parte de losplanes de la DATAR, que ya ha previsto dejarlasvegetar en su marginalidad inofensiva. Hacersecesión es habitar un territorio, asumir nuestraconfiguración situada del mundo, nuestra manera de

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permanecer en él, la forma de vida y las verdadesque nos abarcan, y desde ahí entrar en conflicto o encomplicidad. Es, por lo tanto, vincularseestratégicamente con las demás zonas de disidencia,intensificar las circulaciones con las regionesamigas, sin preocupación por las fronteras. Hacersecesión es romper no con el territorio nacional,sino con la geografía existente misma. Es trazar otrageografía, discontinua, en archipiélago, intensiva —y, por lo tanto, partir al encuentro de los lugares ylos territorios que nos son próximos, incluso si hacefalta recorrer 10 000 km. En uno de sus panfletos,algunos opositores a la construcción de la líneaferroviaria Lyon-Turín escriben: “¿Qué significa serNo TAV? Es partir de un enunciado simple: ‘el trende alta velocidad no pasará jamás por el Valle deSusa’ y organizar la propia vida de manera que esteenunciado sea cierto. Son numerosos los que se hanencontrado alrededor de esta certeza en el curso delos últimos veinte años. A partir de este punto muyparticular, sobre el cual no hay nada que ceder, elmundo entero se reconfigura. La lucha en el Vallede Susa concierne al mundo entero, no porquedefienda el ‘bien común’ en general, sino porque ensu interior se piensa en común una idea de lo queestá bien. Esta idea se confronta a otrasconcepciones, se defiende contra los que la quierenaniquilar y se vincula con los que se encuentran enafinidad con ella.”

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3. Un geopolítico cualquiera del acondicionamientodel territorio puede escribir que “la subida en fuerzade los conflictos alrededor de proyectos deacondicionamiento es tal, desde hace una veintenade años, que uno puede preguntarse si no asiste enrealidad a un deslizamiento progresivo de laconflictividad en nuestra sociedad del campo de losocial al campo de lo territorial. Cuanto másretroceden las luchas sociales, más ganan en fuerzalas luchas cuyo meollo es el territorio”. Uno estaríacasi tentado a darle la razón viendo el modo en quela lucha en el Valle de Susa fija, desde sus montañasrecónditas, el tempo de la contestación política enItalia de estos últimos años; viendo la potencia deagregación de la lucha contra los transportes dedesechos nucleares CASTOR en la Wendland enAlemania; constatando la determinación de quienescombaten la mina de Hellas Gold en Ierissos enCalcídica, así como de quienes repelieron laconstrucción de un incinerador de basura enKeratea en el Peloponeso. Tan bien que cada vezmás revolucionarios se abalanzan tan ávidamentesobre aquello que llaman las “luchas locales” comose abalanzaron ayer sobre las “luchas sociales”. Nohacen falta marxistas para preguntarse, con unpequeño siglo de retraso, si no convendría volver aevaluar el carácter territorial de tantas huelgas, detantos combates de fábrica que implicaron despuésde todo regiones enteras y no sólo a los obreros, ycuyo terreno era probablemente más la vida que la

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simple relación salarial. El error de estosrevolucionarios es considerar lo local igual a comoconsideraban la clase obrera: como una realidadpreexistente a la lucha. Con ello llegan lógicamentea imaginarse que habría llegado el tiempo deconstruir una nueva internacional de resistencias alos “grandes proyectos inútiles e impuestos”, la cuallos haría más fuertes y contagiosos. Esto es pasarpor alto el hecho de que es el combate mismo elque, reconfigurando la cotidianidad de losterritorios en lucha, crea la consistencia de lo local,que antes de esto era completamente evanescente.“El movimiento no se contentó con defender un‘territorio’ en el estado en el que se encontraba, sinoque lo habitó bajo la óptica de lo que podíavolverse... Lo ha hecho existir, lo ha construido, leha dado una consistencia”, hacen notar losopositores al TAV. Furio Jesi observaba que “uno seapropia bastante mejor una ciudad a la hora de larevuelta abierta, en la alternancia de las cargas y lascontracargas, que jugando en ella como un niño porlas calles o paseando más tarde del brazo de unachica”. Lo mismo vale para los habitantes del Vallede Susa: no tendrían un conocimiento tanminucioso de su valle, y tal lazo con él, si nolucharan desde hace treinta años contra el sucioproyecto de la Unión Europea.

Lo que es capaz de vincular diferentes luchascuyo meollo no es “el territorio”, no es el estarconfrontadas a la misma reestructuración capitalista,

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sino los modos de vivir que se inventan o seredescubren en el transcurso mismo del conflicto.Lo que las vincula son los gestos de resistencia quederivan de ellas — el bloqueo, la ocupación, elmotín, el sabotaje como ataques directos contra laproducción de valor a través de la circulación deinformación y de mercancías, a través de la conexiónde “territorios innovadores”. La potencia que sedesprende de ellos no es aquello que se trata demovilizar con vistas a la victoria, sino la victoriamisma, en la medida en que, paso a paso, la potenciacrece. Como tal, el movimiento “Siembra tu ZAD”lleva bien su nombre. Se trata de reemprenderactividades agrícolas sobre los terrenos expropiadospor la constructora del aeropuerto de Notre-Dame-des-Landes, ahora ocupados por los habitantes. Talgesto asienta inmediatamente a aquellos que loreflexionan por un largo tiempo, en todo caso máslargo que el de los movimientos socialestradicionales, e induce a una reflexión más generalsobre la vida en la ZAD y su devenir. Unaproyección que sólo puede incluir la diseminaciónfuera de Notre-Dame-des-Landes. En el Tarn, ya.

Se llevan todas las de perder en la reivindicaciónde lo local contra lo global. Lo local no es lareconfortante alternativa a la globalización, sino suproducto universal: antes de que el mundo fueraglobalizado, el lugar donde habito era solamente miterritorio familiar, yo no lo conocía como “local”.Lo local no es sino el reverso de lo global, su

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residuo, su secreción, y no aquello que lo puedehacer estallar. Nada era local antes de que unopudiera ser arrancado de ahí en cualquier momento,por razones profesionales, médicas o por lasvacaciones. Lo local es el nombre de la posibilidadde un reparto, unido al reparto de una desposesión.Se trata de una contradicción de lo global, que sehace constar o no. Cada mundo singular apareceahora como lo que es: un pliegue en el mundo, y nosu afuera sustancial. Reducir al rango finalmentedespreciable de “luchas locales” —como existe un“color local”, simpáticamente folclórico— luchascomo las del Valle de Susa, de la Calcídica o de losmapuches, quienes han recreado un territorio y unpueblo en el aura planetaria, es una clásicaoperación de neutralización. De lo que se trata parael Estado, con el pretexto de que esos territoriosestán situados en sus márgenes, es de marginarlospolíticamente. ¿Quién, aparte del Estado mexicano,fantasearía con calificar la insurrección zapatista y laaventura que le siguió como una “lucha local”? Y sinembargo, ¿qué más localizado que esta insurrecciónarmada contra los avances del neoliberalismo, queinspiró de igual modo a un movimiento de revueltaplanetaria contra la “globalización”? Lacontraoperación que justamente han llevado a cabolos zapatistas es, sustrayéndose fuera del marconacional, y por lo tanto del estatuto menor de“lucha local”, vincularse con toda suerte de fuerzasen todo el mundo; así han logrado atormentar a un

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Estado mexicano doblemente impotente, sobre supropio territorio y más allá de sus fronteras. Lamaniobra es imparable, y reproducible.

Todo es local, incluyendo lo global; nos siguehaciendo falta localizarlo. La hegemonía neoliberalproviene precisamente de que ella flota en el aire, sepropaga por innumerables canales generalmenteinaparentes y parece invencible porque no essituable. En lugar de ver Wall Street como un avede rapiña celeste dominando el mundo como ayerDios, tendríamos mucho que ganar localizando susredes tanto materiales como relacionales, siguiendolas conexiones de una sala de operacionesfinancieras hasta su última fibra. Nos daríamoscuenta de que los traders son simplemente unosidiotas, que no ameritan su reputación diabólica, sibien la idiotez es una potencia en este mundo. Nospreguntaríamos sobre la existencia de esos agujerosnegros que son algunas cámaras de compensacióncomo Euronext o Clearstream. De manera idénticapara el Estado, que en el fondo quizá sólo es, talcomo lo adelantó antropólogo, un sistema defidelidades personales. El Estado es la mafia quevenció a todas las demás, y que a cambio ganó elderecho a tratarlas como criminales. Identificar estesistema, trazar sus contornos, descubrir sus vectores,es traerlo de vuelta a su naturaleza terrenal, esreducirlo a su rango real. Aquí también hay untrabajo de investigación que por sí solo puedearrancar su aura a aquello que se pretende

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hegemónico. Otro peligro se esconde detrás de aquello que

uno da de manera oportuna por algunas “luchaslocales”. Los que descubren a través de suorganización cotidiana el carácter superfluo delgobierno pueden concluir la existencia de unasociedad subyacente, pre-política, donde lacooperación ocurre naturalmente. Acabanlógicamente por alzarse contra el gobierno ennombre de la “sociedad civil”. Nada de esto sucedenunca sin postular una humanidad estable, pacífica,homogénea en sus aspiraciones positivas, animadapor una disposición fundamentalmente cristiana a laayuda mutua, la bondad y la compasión. “En elinstante mismo de su triunfo —escribe un periodistaestadounidense acerca de la insurrección argentinade 2001— la revolución parece haber cumplido ya,instantáneamente, sus promesa: todos los hombresson hermanos, cualquiera puede expresarse, loscorazones están plenos, la solidaridad es fuerte. Laformación de un nuevo gobierno, históricamente,transfiere mucha de este poder al Estado antes que ala sociedad civil: […] El período de transición entredos regímenes parece ser lo que más se aproxima alideal anarquista de una sociedad sin Estado, unmomento en el que todo el mundo puede actuar ynadie detenta la autoridad última, cuando lasociedad se inventa a sí misma al mismo tiempo.”Un nuevo día se levantaría sobre una humanidadrepleta de buen sentido, responsable y capaz de

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manejarse por sí misma en un diálogo respetuoso einteligente. Esto es creer que la lucha se contentacon dejar que emerja una naturaleza humanafinalmente buena, cuando justamente son lascondiciones de la lucha las que producen esahumanidad. La apología de la sociedad civil no hacemás que reproducir a escala global el ideal del paso ala edad adulta en el que al fin podríamos prescindirde nuestro tutor —el Estado—, pues finalmentehabríamos comprendido; seríamos al fin dignos degobernarnos a nosotros mismos. Esta letanía retomaa su cuenta todo lo que se atribuye tan tristementeal devenir-adulto: un cierto tedio responsable, unabenevolencia sobreactuada, la represión de losafectos vitales que pueblan la infancia, a saber, unacierta disposición al juego y al conflicto. El error defondo es sin duda el siguiente: los defensores de lasociedad civil, al menos desde Locke, siempre hanidentificado “la política” con las tribulacionesinducidas por la corrupción y la incuria del gobierno— siendo natural y sin historia el zócalo social. Lahistoria, precisamente, sólo sería la sucesión de loserrores y las aproximaciones que retrasan eladvenimiento a sí misma de una sociedad satisfecha.“El gran final que los hombres persiguen cuandoentran en sociedad es disfrutar su propiedadapaciblemente y sin peligro.” De ahí que los queluchan contra el gobierno en nombre de la“sociedad”, sin importar cuáles sean suspretensiones radicales, sólo pueden desear, en el

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fondo, acabar con la historia y la política, es decir,con la posibilidad de conflicto, es decir, con la vida,la vida viviente.

Nosotros partimos de un presupuesto totalmentediferente: del mismo modo en que no hay“naturaleza”, no hay “sociedad”. Arrancar a loshumanos de todo lo no-humano que teje, para cadauno de entre ellos, su mundo familiar, y reunir a lascriaturas así amputadas bajo el nombre de“sociedad” es una monstruosidad que ha duradobastante. Por toda Europa hay “comunistas” osocialistas para proponer una salida nacional a lacrisis: salir del euro y reconstituir una bella totalidadlimitada, homogénea y ordenada, tal sería lasolución. Estos amputados no pueden impedirsealucinar su miembro fantasma. Y después, enmateria de bella totalidad ordenada, los fascistasserán siempre los primeros.

No sociedad, por tanto, sino mundos. Tampocoguerra contra la sociedad: librar la guerra a unaficción es darle carne. No hay tal cosa como un cielosocial sobre nuestras cabezas, sólo hay nosotros y elconjunto de los vínculos, de las amistades, de lasenemistades, de las proximidades y de las distanciasefectivas de los cuales hacemos su experiencia. Sólohay nosotros, potencias eminentemente situadas ysu capacidad de extender sus ramificaciones en elseno del cadáver social que sin cesar se descomponey se recompone. Un enjambre de mundos, unmundo hecho de todo un montón de mundos, y

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atravesado, por lo tanto, por conflictos entre ellos,por atracciones, por repulsiones. Construir unmundo es elaborar un orden, hacer un lugar o no, acada cosa, a cada ser, a cada inclinación, y pensar eselugar, cambiarlo si hace falta. En cada surgimientode nuestro partido, ya sea por una ocupación deplaza, una ola de motines o una frase conmovedorapintada en un muro, se difunde la sensación de quees sin duda de “nosotros” que se trata, en todos esoslugares donde nosotros jamás hemos estado. Es poresto que el primer deber de los revolucionarios es elde tomar cuidado de los mundos que ellosconstituyen. Como lo han probado los zapatistas,que cada mundo esté situado de ningún modo lopriva de un acceso a la generalidad, sino que alcontrario lo procura. Lo universal, dijo un poeta, eslo local menos los muros. Hay, más bien, unafacultad de universalización que se debe a laprofundización en sí, a la intensificación de lo que seexperimenta en todo punto del mundo. Ya no hayque escoger entre el cuidado procurado a aquelloque construimos y nuestra fuerza de impactopolítico. Nuestra fuerza de impacto está hecha de lamisma intensidad de aquello que vivimos, de laalegría que emana de ello, de las formas deexpresiones que se inventan en ella, de la capacidadcolectiva de resistir la prueba que ella atestigua. Enla inconsistencia general de las relaciones sociales,los revolucionarios deben singularizarse por ladensidad de pensamiento, de afección, de agudeza y

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de organización que son capaces de poner a la obra,y no por su disposición a la escisión, a laintransigencia sin objeto o por la concurrenciadesastrosa sobre el terreno de una radicalidadfantasmática. Es por la atención al fenómeno, porsus cualidades sensibles, que serán capaces dedevenir una potencia real, y no por coherenciaideológica.

La incomprensión, la impaciencia y lanegligencia: he aquí el enemigo.

Lo real es aquello que resiste.

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Poitiers, baptisterio Saint-Jean, 10 de octubre de2009

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Omnia sunt communia

1. Que la comuna vuelve. 2. Habitar comorevolucionario. 3. Acabar con la economía. 4.Formar una potencia común.

1. Un escritor egipcio, acérrimo liberal, escribió enel ya lejano tiempo de la primera plaza Tahrir: “Laspersonas que vi en la plaza Tahrir eran seres nuevosque ya no se asemejaban en nada a aquellos con losque me relacionaba cotidianamente, como si larevolución hubiera recreado a algunos egipcios conuna calidad superior […], como si la revolución quehabía liberado a los egipcios del miedo los hubieracurado igualmente de sus defectos sociales. […] Laplaza Tahrir se había convertido en algo equiparablea la comuna de París. El poder del régimen habíasido derrocado y, en la plaza, el poder del pueblohabía sido instaurado. Se crearon comisiones detodas las clases, como la de la limpieza o aquellaencargada de la instalación de sanitarios y aseos.Médicos voluntarios construyeron hospitales decampaña.” En Oakland, el movimiento Ocuppy sehizo de la plaza Oskar Grant en calidad de“Comuna de Oakland”. En el caso de Estambul, no

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se pudo encontrar, desde los primeros días, unnombre más justo para designar lo que allí habíanacido que el de la “Comuna de Taksim”. Otramanera de decir que la revolución no era aquello alo que un día desembocaría Taksim, sino suexistencia en acto, su inmanencia burbujeante, aquíy ahora. En septiembre de 2012 una ciudad pobredel delta del Nilo, Tahsin, de 3000 habitantes,declara su independencia con respecto al Estadoegipcio. “Ya no pagaremos impuestos. Ya nopagaremos la escuela. Nosotros mismos haremos laescuela. Nos ocuparemos nosotros mismos denuestros desechos, de nuestros caminos. Y si unempleado del Estado pone un pie en la ciudad paraotra cosa que no sea ayudarnos, lo pondremosfuera”, dicen los habitantes. En las altas montañasde Oaxaca, a principios de la década de 1980,cuando algunos indígenas buscaban formularaquello que constituía la especificidad de su formade vida, llegaron a la noción de “comunalidad”. Elser comunal, para estos indígenas, es a la vez lo queresume su fondo tradicional y lo que oponen ellos alcapitalismo, con miras a una “reconstrucción éticade los pueblos”. De igual modo se vio cómo, afinales de esa década, el PKK se convertía alcomunalismo libertario de Murray Bookchin,proyectándose hacia una federación de comunasantes que hacia la construcción de un Estado kurdo.

No sólo la comuna no ha muerto, sino quevuelve. Y no vuelve por casualidad o sin importar

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cuándo. Vuelve en el momento mismo en que elEstado y la burguesía se borran como fuerzashistóricas. Ahora bien, fue justamente la emergenciadel Estado y la burguesía la que hizo tañer el toquefúnebre para el intenso movimiento de revueltacomunalista que sacudió a Francia desde el siglo XI

hasta el XIII. La comuna no es entonces la “ciudadlibre”, no es una colectividad que se dota a sí mismade instituciones de autogobierno. Si bien puedeconseguirse que la comuna sea reconocida por tal ocual autoridad, generalmente a costa de combates,ella no necesita de eso para existir. Ella misma nisiquiera tiene jamás una carta legislativa, y cuandotiene una, es bastante extraño que fije alguna suertede constitución política o administrativa. Puedetener un alcalde o no. Lo que conforma la comuna,entonces, es el juramento mutuo, suscrito por loshabitantes de una ciudad o una comarca, amantenerse juntos. En el caos del siglo XI enFrancia, la comuna era el jurarse asistencia, elcomprometerse a cuidarse unos a otros y adefenderse contra todo opresor. Es literalmente unaconjuratio, y las conjuraciones habrían permanecidocomo algo honorable si los juristas reales nohubieran emprendido en los siglos siguientes latarea de asociarlas con la idea de complot paradeshacerse más fácilmente de ellas. Un historiadorolvidado resume: “Sin asociación por juramento nohubiera habido comuna, y dicha asociación bastabapara que hubiera comuna. Comuna tiene

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exactamente el mismo sentido que juramentocomún.” La comuna es pues el pacto paraconfrontar juntos el mundo. Es contar con laspropias fuerzas como fuente de la propia libertad.No es a una entidad a lo que aquí se hace referencia:es una cualidad de vinculación y una manera deestar en el mundo. Se trata de un pacto que nopodía más que implosionar con el acaparamiento detodas las cargas y riquezas por parte de la burguesía,y con el despliegue de la hegemonía estatal. Es estesentido originario y medieval de la comuna, desdehace mucho tiempo perdido, el que recobró, no sesabe cómo, la fracción federalista de la Comuna deParís en 1871. Y es de nuevo este sentido el queresurge periódicamente desde entonces, desde elmovimiento de las comunas soviéticas —que fue laolvidada punta de lanza de la revoluciónbolchevique hasta que la burocracia estalinistadecidió su liquidación—, hasta el“intercomunalismo revolucionario” de Huey P.Newton, pasando por la Comuna de Gwangju de1980 en Corea del Sur. Declarar la Comuna es encada ocasión hacer salir al tiempo histórico de susgoznes, abrir una brecha en el continuumdesesperante de las sumisiones, en elencadenamiento sin razón de los días, en la luchasombría de cada uno por su supervivencia. Declararla Comuna es consentir vincularse. Nada será yacomo antes.

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2. Gustav Landauer escribía: “No hay en la vidacomunitaria de los hombres más que una estructuraadecuada al espacio: la comuna y la confederaciónde los comunes. Las fronteras de la comuna estánplenas de sentido (lo cual excluye naturalmente ladesmesura, pero no la sinrazón o la inoportunidad,en un caso aislado): rodean un lugar que terminanaturalmente ahí donde termina.” Que una realidadpolítica pueda ser esencialmente espacial esjustamente lo que desafía un poco el entendimientomoderno. Por un lado, porque estamosacostumbrados a aprehender la política como esadimensión abstracta donde se distribuyen, deizquierda a derecha, posiciones y discursos. Por elotro, porque heredamos de la modernidad unaconcepción del espacio como extensión vacía,uniforme y medible, en la cual toman lugar objetos,criaturas o paisajes. Pero el mundo sensible no se daasí a nosotros. El espacio no es neutro. Las cosas ylos seres no ocupan una posición geométrica, sinoque lo afectan y son afectados por él. Los lugares seencuentran irreductiblemente cargados; de historias,de usos, de emociones. Una comuna ataca al mundodesde su lugar propio. Ni entidad administrativa nisimple recorte geográfico, la comuna expresa másbien un cierto nivel de repartición inscritoterritorialmente. De este modo, agrega al territoriouna dimensión de profundidad que ningún estadomayor podrá hacer figurar en ninguno de sus mapas.Por su sola existencia, viene a romper el

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cuadriculado razonado del espacio, condena alfracaso cualquier veleidad de “acondicionamientodel territorio”.

El territorio de la comuna es físico porque esexistencial: donde las fuerzas de ocupación piensanel espacio como una red ininterrumpida de clustersa la que diferentes operaciones de branding dan laapariencia de la diversidad, la comuna se piensaprimero como ruptura concreta, situada, con elorden global del mundo. La comuna habita suterritorio, es decir que lo modela, tanto como éste leofrece una morada y un abrigo. Teje en él losvínculos necesarios, se alimenta de su memoria,encuentra un sentido, un lenguaje a la tierra. EnMéxico, un antropólogo indígena, uno de los queahora defienden la “comunalidad” como principiorector de su política, declara a propósito de lascomunas ayuujk: “La comunidad se describe comoalgo físico, con las palabras ‘najx’ y ‘kajp’ (‘najx’, latierra y ‘kajp’, el pueblo). ‘Najx’, la tierra, haceposible la existencia de ‘kajp’, el pueblo, pero elpueblo, ‘kajp’, le da sentido a la tierra, ‘najx’.” Unterritorio intensamente habitado termina pordevenir en sí mismo una afirmación, unaexplicitación, una expresión de aquello que en él sevive. Esto puede verse tanto en una poblaciónbororo, cuya composición pone de manifiesto larelación con los dioses de sus habitantes, comodurante el florecimiento de pintas que sigue a undisturbio, a una ocupación de plaza, o cualquiera de

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esos momentos en que la plebe se dispone a habitarde nuevo el espacio urbano.

El territorio es aquello por lo cual la comunatoma cuerpo, encuentra su voz, accede a lapresencia. “El territorio es nuestro espacio de vida,las estrellas que vemos durante la noche, el calor oel frío, al agua, la arena, la grava, el bosque, nuestromodo de ser, de trabajar, nuestra música, nuestramanera de hablar.” Así se expresa un indígenanáhuatl, uno de los comuneros que retomaron porlas armas, a finales de los años 2000, las tierrascomunales de Ostula, acaparadas por una mafiacualquiera de pequeños propietarios de Michoacán,para declarar en ellas la Comuna Autónoma de SanDiego Xayakalan. En realidad, toda existencia untanto comprometida con el mundo tiene necesidadde una tierra en la cual inscribirse, ya sea en Sena-Saint-Denis o en las tierras aborígenes de Australia.Habitar es escribirse, contarse directamente latierra. Es lo que se sigue entendiendo en la palabrageo-grafía. El territorio es a la comuna lo que lapalabra es al sentido; es decir, nunca un simplemedio. Aquí se encuentra lo que oponefundamentalmente la comuna al espacio infinito dela organización mercantil: su territorio es la tablillade arcilla que sólo devela su sentido, y no unasimple extensión dotada de funciones productivashábilmente repartidas por un puñado de expertos enplanificación. Hay tanta diferencia entre un lugarhabitado y una zona de actividades como entre un

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diario íntimo y una agenda. Dos usos de la tierra,dos usos de la tinta y el papel que en nada seaproximan.

Toda comuna, en cuanto decisión de afrontarjuntos el mundo, coloca a éste en su centro. Cuandoun teórico de la comunalidad escribió que ésta “esinherente a la existencia y a la espiritualidad de lospueblos indígenas, caracterizadas por lareciprocidad, la colectividad, los lazos deparentesco, las lealtades primordiales, la solidaridad,la ayuda mutua, el tequio, la asamblea, el consenso,la comunicación, la horizontalidad, laautosuficiencia, la defensa del territorio, laautonomía y el respeto a la tierra madre”, olvidadecir que es la confrontación con la época la que harequerido esa teorización. La necesidad deautonomizarse de las infraestructuras del poder noproviene de una aspiración ancestral a la autarquía,sino de la libertad política que así se conquista. Lacomuna no se contenta con enunciarse para símisma: lo que tiene la intención de poner demanifiesto al tomar cuerpo, no es su identidad ni laidea que se hace de sí misma, sino la idea que sehace de la vida. Por lo demás, la comuna no puedecrecer más que a partir de su afuera, como unorganismo que vive sólo de la interiorización de loque lo rodea. La comuna, precisamente porquequiere crecer, sólo puede alimentarse de aquello queno es ella. En el momento en que se aísla delexterior, periclita, se devora a sí misma, se

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interdesgarra, se vuelve átona o se entrega a aquelloque los griegos denominan a escala de su país entero“canibalismo social”, y esto precisamente porque sesienten aislados del resto del mundo. Para lacomuna no hay diferencia entre ganar en potencia ypreocuparse esencialmente de su relación con todolo que no es ella. Históricamente, la comunas de1871, como la de París, pero también las deLimoges, Périgueux, Lyon, Marsella, Grenoble, LeCreusot, Saint-Étienne, Rouen, tal como lascomunas medievales, fueron condenadas por suaislamiento. Y así como, restablecida la calma enprovincia, fue posible para Thiers aplastar alproletariado parisino en 1871, así la principalestrategia de la policía turca durante la ocupación deTaksim fue impedir que las manifestacionesprovenientes de los agitados barrios de Gazi,Be ikta o de los barrios anatolianos del otro ladoş şdel Bósforo, se reunieran en Taksim, y que Taksimse convirtiera en la conexión entre ellas. Así pues, laparadoja que afronta la comuna es la siguiente: debea la vez conseguir dar consistencia a una realidadterritorial heterogénea al “ orden global”, y suscitar,establecer vínculos entre consistencias locales, esdecir, sustraerse a sí misma del anclaje que laconstituye. Si uno de estos dos objetivos no secumple: o bien la comuna enquistada en suterritorio se hace lentamente aislar y suprimir; obien se vuelve una tropa errante, fuera de suelo,ajena a las situaciones que atraviesa, inspirando

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únicamente desconfianza a su paso. Esto es lo que lesucedió a los destacamentos de la Gran Marcha de1934. Dos tercios de sus combatientes hallaron ahíla muerte.

3. Que el corazón de la comuna sea precisamenteaquello que le escapa, aquello que la atraviesa sinpoder jamás apropiárselo, era ya lo quecaracterizaba a las res communes en el derechoromano. Las “cosas comunes” eran el océano, laatmósfera, los templos; aquello de lo cual uno no sepuede apropiar en cuanto tal: uno bien puedeacapararse algunos litros de agua de mar, o un tramode playa, o algunas piedras de un templo, pero unono puede hacer suyo el mar en cuanto tal, no másque un lugar sagrado. Las res communes son,paradójicamente, aquello que resiste a la reificación,a su transformación en res, en cosas. Se trata de ladenominación en derecho público para aquello queescapa al derecho público: aquello que es de usocomún es irreductible a las categorías jurídicas. Ellenguaje, típicamente, es “lo común”: si podemosexpresarnos gracias a él, a través de él, es también loque nadie puede poseer propiamente. Solo puedehacerse uso de él.

Algunos economistas se han ocupado los últimosaños en desarrollar una nueva teoría de los“comunes”. Los “comunes” serían el conjunto de lascosas que el mercado tiene mayor dificultad enevaluar, pero sin las cuales no funcionaría: el medio

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ambiente, la salud física y mental, los océanos, laeducación, la cultura, los Grandes Lagos, etc., perotambién las grandes infraestructuras (las autopistas,Internet, las redes telefónicas o de saneamiento,etc.). Según esos economistas, a la vez inquietos porel estado del planeta y preocupados por el mejorfuncionamiento del mercado, haría falta inventarpara esos “comunes” una nueva forma de“gobernanza” que no residiera únicamente en elmercado. Governing the Commons es el título delreciente best seller de Elinor Ostrom, premioNobel de economía en 2009, que definió ochoprincipios para “gestionar los comunes”.Comprendiendo que había un puesto que ocupar enuna “administración de los comunes” todavía porinventar enteramente, Negri y compañía hicieronsuya esta teoría en el fondo perfectamente liberal.Incluso extendieron la noción de común a latotalidad de lo que produce el capitalismo, alegandoque esto emanaba en última instancia de lacooperación productiva entre los humanos, quienesya sólo tendrían que apropiárselo a través de unainsólita “democracia de lo común”. Los eternosmilitantes, siempre de cortas ideas, se apresuraronen seguir su ejemplo. Ahora se encuentranreivindicando “la salud, la vivienda, la migración, eltrabajo de care, la educación, las condiciones detrabajo en la industria textil” como otros tantos“comunes” de los que habría que apropiarse. Sicontinúan por este camino no tardarán en

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reivindicar la autogestión de las centrales nucleares,no sin haber exigido la de la NSA, porque Internetdebe pertenecer a todos. Algunos teóricos másrefinados se imaginan a sí mismos haciendo de lo“común” el último principio metafísico sacado delsombrero mágico de Occidente. Un “arché”,escriben ellos, en el sentido de aquello que “ordena,manda y rige toda la actividad política”, un nuevo“comienzo” que ha de dar nacimiento a nuevasinstituciones y un nuevo gobierno del mundo. Loque hay de siniestro en todo esto es esa incapacidadde imaginar otra cosa a modo de revolución que estemundo flanqueado por una administración de loshombres y las cosas, inspirada por los delirios deProudhon y de las lúgubres fantasías de la SegundaInternacional. Las comunas contemporáneas noreivindican el acceso ni la toma a cargo de un“común” cualquiera, sino que implementan demanera inmediata una forma de vida común, esdecir que elaboran una relación común con aquelloque no se pueden apropiar, comenzando por elmundo.

Aun cuando esos “comunes” pasaran entre lasmanos de una nueva especie de burócratas, nadacambiaría en el fondo de aquello que nos mata.Toda la vida social en las metrópolis opera comouna gigantesca empresa de desmoralización. En ellascada quien se encuentra, en cada aspecto de suexistencia, rigurosamente tomado por laorganización general del sistema mercantil. Uno

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bien puede militar en tal o cual organización, salircon su banda de “cuates”; en última instancia, escada uno por su cuenta, y no existe ninguna razónpara creer que puede ser de otra manera. Todomovimiento, todo encuentro verdadero, todoepisodio de revuelta, toda huelga, toda ocupación,es una brecha abierta en la falsa evidencia de unavida como aquélla, da prueba de que una vidacomún es posible, deseable, potencialmente rica ygozosa. A veces parece que todo conspira paradisuadirnos de creerlo, para borrar todo rastro deotras formas de vida — tanto de aquellas que yaestán extintas como de aquellas próximas a sererradicadas. Los desesperados al timón de los navíostemen sobre todo el tener tripulantes menosnihilistas que ellos. Y en efecto, toda la organizaciónde este mundo, es decir, de nuestra rigurosadependencia a él mismo, es una denegacióncotidiana de cualquier otra forma de vida posible.

A medida que la fachada social se desmorona, laurgencia de constituirse en fuerza se propaga,subterráneamente aunque sensiblemente. Desde elfin del movimiento de las plazas, se han vistoaumentar en numerosas ciudades redes de apoyopara evitar los desahucios, comités de huelga yasambleas de barrio, pero también cooperativas,para todo y en todos los sentidos. Cooperativas deproducción, de consumo, de vivienda, de enseñanza,de crédito, e incluso “cooperativas integrales” cuyaintención es hacerse cargo de todos los aspectos de

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la vida. Con esta proliferación, hay un sinfín deprácticas, antes marginales, que se difunden bastantemás allá del gueto radical al que estaban en ciertamanera reservadas. Adquieren ellas así un grado deseriedad y efectividad hasta entonces desconocido:uno se asfixia menos en ellas. No todo el mundo esla misma cosa. La gente enfrenta junta la necesidadde dinero, se organizan para tenerlo o paraprescindir de él. No obstante, una carpintería o untaller mecánico cooperativos serían tan dolorososcomo el asalariamiento si se tomaran a sí mismoscomo meta, en lugar de concebirse como medios delos que uno se dota en común. Toda entidadeconómica está condenada a la muerte, es ya lamuerte, si la comuna no llega a desmentir supretensión a la completitud. La comuna es entonceslo que hace comunicarse entre sí a todas lascomunidades económicas, lo que las traspasa y lasdesborda, es el vínculo que se opone a supropensión al autocentramiento. El tejido ético delmomento obrero barcelonés de principios del sigloxx puede servir de guía a las experimentaciones encurso. Lo que conformaba su carácterrevolucionario no era ni sus ateneos libertarios, nisus pequeños patrones que imprimían decontrabando la moneda estampada CNT-FAI, ni sussindicatos sectoriales, ni sus cooperativas obreras, nisus grupos de pistoleros. Era el vínculo entre todoeso, la vida que floreció entre todo eso, y que no esasignable a ninguna de esas actividades, a ninguna

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de esas entidades. Tal era su base inexpugnable. Porlo demás, es destacable que en el momento de lainsurrección de julio de 1936 los únicos capaces devincular ofensivamente todos los componentes delmovimiento anarquista hayan sido el grupoNosotros: una pandilla marginada que elmovimiento hacía sospechosa de “anarco-bolchevismo”, y que acababa de enfrentar un mesantes un proceso público y una cuasi-exclusión, porparte de la FAI.

En buen número de países europeos golpeadospor “la crisis”, se asiste a un retorno masivo de laeconomía social y solidaria, y de las ideascooperativistas y mutualistas que la acompañan. Sepropaga la idea de que esto podría constituir una“alternativa al capitalismo”. Nosotros vemos en ellomás bien una alternativa al combate, una alternativaa la comuna. Para convencerse de esto basta coninteresarse un poco sobre la manera en que laeconomía social y solidaria ha sidoinstrumentalizada por el Banco Mundial,particularmente en América del Sur, como técnicade pacificación política durante los últimos veinteaños. Es sabido que el loable proyecto de ayudar alos países del “Tercer Mundo” a desarrollarse nacióen los años 1960 en la mente particularmentecontrainsurreccional de Robert McNamara, elsecretario de defensa de los Estados Unidos de 1961a 1968, el hombre de Vietnam, del Agente Naranjay de la operación Rolling Thunder. La esencia de

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ese proyecto económico no tiene en sí misma nadade económica: es puramente política, y su principioes simple. Para asegurar la “seguridad” de losEstados Unidos, es decir, para vencer lasinsurrecciones comunistas, es necesario privarlas desu mejor causa: la pobreza excesiva. No haypobreza, no hay insurrección. Puro Galula. “Laseguridad de la República —escribió McNamara en1968— no depende solamente, ni siquieraprincipalmente, de su potencia militar, sino tambiénde la elaboración de sistemas estables, económicos ypolíticos, tanto en nuestro país como en los paísesen vías de desarrollo en el mundo entero.” Desde talperspectiva, el combate contra la pobreza tienevarios méritos: primero, permite ocultar el hecho deque el verdadero problema no es la pobreza, sino lariqueza — el hecho de que unos cuantos detentan,por medio del poder, lo esencial de los medios deproducción; a continuación, hace de ello unacuestión de ingeniería social, y no un dato político.Los que se burlan del fracaso casi sistemático de lasintervenciones del Banco Mundial desde los años1970 para reducir la pobreza, harían bien en notarque en realidad ellas han tenido la mayoría de lasveces un franco éxito en cuanto a su objetivoverdadero: prevenir la insurrección. Este hermosorecorrido duró hasta 1994.

1994, cuando el Programa Nacional deSolidaridad (PRONASOL), lanzado en México yapoyándose en 170 000 “comités de solidaridad”

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locales para amortiguar los efectos de violentadesestructuración social que siguieron lógicamente alos acuerdos de libre comercio con los EstadosUnidos, desemboca en la insurrección zapatista.Desde entonces, el Banco Mundial sólo apuesta porel microcrédito, “el reforzamiento de la autonomíay el empowerment de los pobres” (Reporte delBanco Mundial de 2001), las cooperativas, lamutualidad, en resumen: la economía social ysolidaria. “Favorecer la movilización de los pobresen organizaciones locales para que controlen lasinstituciones estatales, participen en los procesos dedecisión locales y, de este modo, colaboren aasegurar la primacía de la ley en la vida cotidiana”,dice el mismo Reporte. Entiéndase: cooptar ennuestras redes a los líderes locales, neutralizar losgrupos contestatarios, valorizar el “capital humano”,integrar en circuitos de mercado, inclusomarginales, todo lo que hasta ahora se les escapaba.La integración de decenas de miles de cooperativas,incluso de fábricas recuperadas, en el programa“Argentina Trabaja” es la obra maestracontrainsurreccional de Cristina Kirchner, surespuesta calibrada al levantamiento de 2001. Brasilno se queda atrás con su Secretaría Nacional deEconomía Solidaria que ya en 2005 censó 15 000empresas, integrándose admirablemente a la successstory del capitalismo local. La “movilización de lasociedad civil” y el desarrollo de “otra economía” noson la respuesta ajustada a la “estrategia del shock”,

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como inocentemente cree Naomi Klein, sino la otramandíbula de su dispositivo. Con las cooperativas estambién la forma-empresa, alfa y omega delneoliberalismo, lo que difunde. La gente no puedefelicitarse llanamente, como ciertos izquierdistasgriegos, de que en sus países estalle, estos dosúltimos años, el número de las cooperativasautogestionadas. Pues el Banco Mundial hace aparteexactamente los mismos recuentos, y con la mismasatisfacción. La existencia de un sector económicomarginal adepto a lo social y a lo solidario nocuestiona en ningún caso la concentración del poderpolítico y por lo tanto económico. Incluso lo guardade todo cuestionamiento. Detrás de semejanteesmalte defensivo, los armadores griegos, el ejércitoy las grandes empresas del país pueden continuar subussines as usual. Un poco de nacionalismo, unapizca de economía social y solidaria y la insurrecciónbien puede esperar.

Para que la economía pudiera pretender elestatuto de “ciencia de los comportamientos”, oincluso de “psicología aplicada”, fue tambiénnecesario hacer proliferar en la superficie de laTierra la creatura económica: el ser de necesidad. Elser de necesidad, el necesitado no es natural. Pormucho tiempo sólo hubo maneras de vivir, y nonecesidades. Uno habitaba una cierta porción deeste mundo y sabía cómo comer, vestirse,entretenerse, hacerse un techo en él. Lasnecesidades han sido históricamente producidas, a

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través de la extracción de los hombres a su mundo.Que esto haya tomado la forma de la razzia, de laexpropiación, de los enclosures o de la colonización,poco importa. Las necesidades son eso con que laeconomía ha gratificado al hombre encompensación del mundo del que lo ha privado.Nosotros partimos de ahí, sería vano negarlo. Perosi bien la comuna toma a su cargo unas necesidades,no es por una preocupación económica deautarquía, sino porque la dependencia económica eneste mundo es un factor político no menos queexistencial de avasallamiento continuo. La comunaresponde a las necesidades con la intención deaniquilar en nosotros el ser de necesidad. Su gestoelemental es el de dotarse, donde sea que seexperimente una carencia, de medios para hacerladesaparecer tan pronto como pueda presentarse.¿Algunos tienen “necesidad de casa”? Uno no selimita a construirle una, pone a disposición un tallerque permita a cualquiera construirse rápidamenteuna casa. ¿Se experimenta la necesidad de un lugarpara reunirse, conversar o festejar? Se ocupa o seconstruye uno que también se pone a disposición deaquellos que “no forman parte de la comuna”. Lacuestión, puede verse, no es la de la abundancia,sino de la desaparición de la necesidad, es decir, laparticipación en una potencia colectiva capaz dedisolver el sentimiento de afrontar por sí solo elmundo. La embriaguez del movimiento no bastapara esto; hace falta una gran profusión de medios.

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También hace falta marcar la diferencia entre lareciente recuperación de la fábrica Vio-Me deSalónica por sus obreros y buen número detentativas argentinas de autogestión diversamentedesastrosas de las que Vio-Me sin embargo seinspira. Lo que ocurre es que desde el principio larecuperación de la fábrica estuvo concebida comouna ofensiva política que principalmente se apoyabaen todo el resto del “movimiento” griego, y nocomo una simple tentativa de economía alternativa.Con las mismas máquinas, esta fábrica de juntaspara embaldosado se reconvirtió en la producciónde geles desinfectantes notablemente distribuidos alos dispensarios sostenidos por el “movimiento”. Esel eco que se hace aquí entre diversas facetas del“movimiento” el que tiene un carácter de comuna.Si la comuna “produce”, eso sólo puede serincidentalmente; si satisface nuestras “necesidades”es de algún modo por añadidura, por añadidura desu deseo de vida común; y no considerando laproducción y la necesidad como su objeto. Es en laofensiva abierta contra este mundo que ellaencontrará a los aliados que su crecimiento exige. Elcrecimiento de las comunas es la verdadera crisis dela economía, y el único decrecimiento serio.

4. Una comuna puede formarse en cualquiersituación, alrededor de cualquier “problema”. Losobreros de las fábricas AMO, pioneros delcomunalismo bolchevique, abrieron la primera casa-

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comuna de la URSS, porque después de los años deguerra civil y de revolución, estaban cruelmentedesprovistos de lugares para vacacionar. Uncomunero escribió así, en 1930: “Y cuando sobre eltecho de la dacha las largas lluvias de otoñocomenzaron a tamborilear, bajo ese techo se tomóuna firme decisión: continuemos nuestra experienciahasta el invierno.” Si no hay un punto de partidaprivilegiado respecto al nacimiento de la comuna, esporque no hay un punto de entrada privilegiado a laépoca. Toda situación, por poco que uno se aferre aella con consecuencia, nos trae de nuevo a estemundo y nos vincula a él, tanto a aquello que tienede insoportable como a aquello que presenta defallas, de aberturas. Avanza, en cada detalle de laexistencia, desde la forma de la vida en su conjunto.Puesto que el objeto de toda comuna, en el fondo,es el mundo, ha de temer el dejarse enteramentedeterminar por la tarea, la cuestión o la situaciónque presiden a su constitución, y que sólo fueron laocasión de encontrarla. En el despliegue de unacomuna, un umbral saludable es así cruzado cuandoel deseo de estar juntos y la potencia que sedesprende de él, vienen a desbordar las razonesiniciales de su constitución.

Si ha tenido durante los últimos levantamientosalgo más que un aprendizaje de la calle, más allá dela difusión de las técnicas de motines y el recursoahora universal a las máscaras de gas —el símbolode una época vuelta definitivamente irrespirable—,

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es una iniciación a la alegría que vale por todaeducación política. No hay nadie, ni siquiera entrelos lameculos de nuca rapada de Versalles, que nohaya tomado gusto, en los últimos años, por lasmanifestaciones salvajes y los combates contra lospolicías. Siempre, las situaciones de urgencia, demotín o de ocupación han hecho nacer más de loque éstas ponían inicialmente en juego comoreivindicación, estrategia o esperanza. Los quedescendieron a Taksim para impedir que seiscientosárboles fueran arrancados, encontraron ahífinalmente otra cosa a defender: la plaza misma, encuanto matriz y expresión de una potencia al finencontrada, tras diez años de castración política y dedesmembramiento preventivo de toda apariencia deorganización colectiva.

Lo que surge de la comuna en la ocupación de laplaza Tahrir, de la Puerta del Sol, en ciertasocupaciones estadounidenses o durante los cuarentainolvidables días de la libre república de laMaddalena en el Valle de Susa, es el descubrimientode que podemos organizarnos en una cantidad deplanos tal que nadie es capaz de totalizar. Lo quenos embriagó aquí era esto: el sentimiento departicipar, de hacer la experiencia de una potenciacomún, inasignable y pasajeramente invulnerable.Invulnerable puesto que la alegría que aureolabacada momento, cada gesto y cada encuentro jamásnos podría ser retirada. ¿Quién hace de comer para1000 personas? ¿Quién se encarga de la radio?

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¿Quién escribe los comunicados? ¿Quién disparacon catapulta contra los policías? ¿Quién corta lamadera? ¿Quién está hablando en la asamblea? Nose sabe, y no importa un carajo: todo eso es unafuerza sin nombre, como decía un Bloom españoltomando sin saberlo esa noción de los herejes delLibre Espíritu del siglo XIV. Nada salvo el hecho desentir que lo que hacemos, que lo que vivimosparticipa de un espíritu, de una fuerza, de unariqueza comunes, permite acabar con la economía,es decir, con el calculo, con la medida, con laevaluación, con toda esa pequeña mentalidadcontable que es en todas partes la marca delresentimiento, tanto en el amor como en lostalleres. Un amigo que acampó largamente en laplaza Sintagma se sorprendió de que lepreguntáramos cómo habían hecho los griegos paraorganizar su supervivencia alimentaria, si elmovimiento había incendiado el Parlamento ypuesto abajo duraderamente la economía del país:“Jamás se han dejado morir de hambre a diezmillones de personas. Incluso si esto hubiera tal vezdejado paso a algunas pequeñas escaramuzas de aquíy de allá, ese desorden habría resultado ínfimo enrelación al que reina ordinariamente.”

Lo propio de la situación a la que una comuna seenfrenta es que para entregarse enteramente a ella,uno siempre encuentra más de lo que lleva a ella ode lo que en ella se busca: uno encuentra en ella consorpresa su propia fuerza, una resistencia y una

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creatividad que uno no se conocía, y la felicidad quehay en habitar estratégica y cotidianamente unasituación de excepción. En este sentido, la comunaes la organización de la fecundidad. Siempre hacenacer más de lo que reivindica. Esto es lo que vuelveirreversible la conmoción que tocó a lasmuchedumbres que salieron a todas las plazas yavenidas de Estambul. Algunas muchedumbres quepor semanas fueron forzadas a resolver por símismas las cuestiones cruciales del abastecimiento,de la construcción, del cuidado, de la sepultura o delarmamento, no aprendieron solamente aorganizarse, también aprendieron lo que, en el casode la mayoría, ignoraban; a saber: que podemosorganizarnos, y que esta potencia esfundamentalmente alegre. Que esa fecundidad de lacalle haya pasado en silencio para todos loscomentaristas democráticos de la “reconquista delespacio público” es en este caso lo que prueba demanera suficiente su peligrosidad. El recuerdo deesos días y noches muestra la cotidianidad ordenadade la metrópoli aún más intolerable, y deja aldescubierto su vanidad.

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Siria, octubre de 2011

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Today Lybia, tomorrow Wall Street

1. Historia de quince años. 2. Sustraerse de laatracción por lo local. 3. Construir una fuerza queno sea una organización. 4. Tomar cuidado de lapotencia.

1. El 3 de julio de 2011, en respuesta a la expulsiónde la Maddalena, decenas de miles de personasconvergieron en diversas marchas hacia la zona de laconstrucción, ocupada por la policía y el ejército.Ocurrió aquel día, en el Valle de Susa, una auténticabatalla. Un carabinero un poco aventurado fueagarrado y desarmado por los manifestantes en losboschi. Desde el peluquero hasta la abuela, casi todoel mundo estaba provisto de una máscara de gas.Los que eran demasiado viejos para salir de sus casasnos animaban desde el umbral de su casa con un“Ammazzateli!” — “¡Mátenlos!”. Las fuerzas deocupación no fueron finalmente desalojadas de sucuchitril. Y al día siguiente los periódicos de todaItalia repetían al unísono las mentiras de la policía:“Maalox y amoniaco: la guerrilla de los Black Bloc”,etc. En respuesta a esta operación de propagandapor parte lo falso, una conferencia de prensa fue

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convocada. La respuesta del movimiento se enuncióen estos términos: “¡Vaya, si atacar la construcciónequivale a ser un Black Bloc, todos somos BlackBloc!” Diez años antes, casi diariamente, la prensapor pedido había servido la misma explicación parala batalla de Génova: el Black Bloc, entidad deprocedencia indeterminada, habría conseguidoinfiltrarse a la manifestación y poner a la ciudad acapa y espada, todo por sí solo. El debate públicooponía entonces a los organizadores de lamanifestación, que defendían la tesis de que elsusodicho Black Bloc estaba en realidad compuestopor policías de civil, con aquellos que veían en élmás bien una organización terrorista cuya sede seencontraría en el extranjero. Lo menos que se puededecir es que, si la retórica policíaca ha permanecidoidéntica a sí misma, el movimiento real, por suparte, ha recorrido un largo camino.

Desde el punto de vista de nuestro partido, unalectura estratégica de los últimos quince años partefatalmente del movimiento antiglobalización, últimaofensiva mundial organizada contra el capital. Pocoimporta que se date su nacimiento desde lamanifestación de Amsterdam contra el tratado deMaastricht en 1997, desde los disturbios de Génovaen mayo de 1998 contra la OMC, desde el CarnivalAgainst Capital de Londres en junio de 1999 odesde Seattle en noviembre del mismo año.Tampoco importa mucho si se juzga que sobrevivióal apogeo de Génova, que seguía viviendo en 2007

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en Heiligendamm o en Toronto en junio del 2010.Lo que es seguro es que a finales de los años 1990surgió un movimiento planetario que tomó comoblanco a las multinacionales y a los órganosmundiales de gobierno (FMI, Banco Mundial,Unión Europea, G8, OTAN, etc.). Lacontrarrevolución global que se dio como pretextoel 11 de septiembre se comprende como respuestapolítica al movimiento antiglobalización. Despuésde Génova, la escisión que se hacía visible al interiormismo de las “sociedades occidentales” debía serrecubierta a toda costa. Lógicamente, en el otoño de2008, es del corazón mismo del sistema capitalista,del lugar que había sido el blanco privilegiado de lacrítica del “movimiento antiglobalización”, quearrancó la “crisis”: del sistema financiero. Enrealidad, la contrarrevolución, sin importar qué tanmasiva sea, sólo cuenta con el poder de congelar lascontradicciones, no de abolirlas. De maneracompletamente lógica es que también vuelve ahoraaquello que, durante siete años, había sidobrutalmente reprimido: “Diciembre de 2008 —resumía un camarada griego— fue Génova, a escalade un país entero y durante un mes.” Mientrastanto, las contradicciones habían madurado bajo elhielo.

Históricamente, el movimiento antiglobalizaciónpermanecerá como el primer asalto conmovedor eirrisorio de la pequeña burguesía planetaria contrael capital. Como una intuición de su inminente

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proletarización. No hay ni una sola de las funcioneshistóricas de la pequeña burguesía —médico,periodista, abogado, artista o profesor— que nohaya sido reconvertida por aquélla en una versiónactivista: street medics, reportero alternativo deIndymedia, legal team o especialista en economíasolidaria. La naturaleza evanescente del movimientoantiglobalización, inconsistente incluso en susmotines de contracumbre en que una macana que seeleva basta para que una muchedumbre se alborotecomo una parvada de gorriones, se remite alcarácter flotante de la pequeña burguesía misma, encuanto no-clase de un entre-dos, a su indecisiónhistórica, a su nulidad política. La poca realidad deuna explica la poca resistencia de la otra. Bastó conque se elevara el viento de invierno de lacontrarrevolución para pulverizar el movimiento, enunas cuantas estaciones.

Si el alma del movimiento antiglobalización fue lacrítica del aparato mundial de gobierno, se puededecir que la “crisis” expropió de esa crítica a susdepositarios: los militantes y los activistas. Eso quetenía sentido para círculos reducidos de criaturaspolitizadas es ahora una evidencia flagrante paratodos. Nunca como desde el otoño de 2008 hatenido tanto sentido, y un sentido tan compartido,destrozar bancos, pero, precisamente por esto,nunca ha tenido tan poco sentido hacerlo en unpequeño grupo de amotinadores profesionales.Desde 2008, todo sucede como si el movimiento

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antiglobalización se hubiera disuelto en la realidad.Ha desaparecido, precisamente porque se harealizado. Todo lo que constituía su léxico elementalse ha como colado dentro del dominio público:¿quién duda aún de la desvergonzada “dictadura delas finanzas”, de la función política de lasreestructuraciones ordenadas por el FMI, del“saqueo del medio ambiente” por parte de larapacidad capitalista, de la lunática arrogancia dellobby nuclear, del reino de la mentira másdescarada, de la corrupción sin maquillaje de losdirigentes? ¿Quién no queda atónito por lacoronación unilateral del neoliberalismo comoremedio de su propia quiebra? Hace falta recordarcómo eran reducidas a los círculos de militantes,hace diez años, las convicciones que tejen hoy en díael sentido común.

No existe casi nada del arsenal de sus prácticaspropias que el movimiento antiglobalización no sehaya dejado pillar por “la gente”. La Puerta del Soltenía su Legal Team, su Medical Team, su puntoInfo, sus hacktivistas y sus tiendas de campaña, asícomo antes cualquier contracumbre, cualquiercampo “No Border”. Lo que se asentó en plenocorazón de la capital española fueron formas deasamblea, una organización en barrios y encomisiones, y hasta ridículos códigos gestuales, queen su totalidad provienen del movimientoantiglobalización. El 15 de junio de 2011, enBarcelona, las acampadas intentaron bloquear, desde

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la madrugada, con varias miles de personas, elparlamento de Cataluña para impedirle que votarael “plan de austeridad” — exactamente como seimpedía a los representantes de los diferentes paísesen el FMI transportarse al centro de la conferencia,algunos años antes. Los Book Bloc del movimientoestudiantil inglés de 2011 son la reanudación,dentro del marco de un “movimiento social”, de unapráctica de los Tute Bianche en las contracumbres.El 22 de febrero de 2014 en Nantes, durante lamanifestación contra el proyecto de aeropuerto, lapráctica amotinadora que consiste en actuarenmascarado en pequeños grupos móviles era a talpunto difusa que hablar de “Black Bloc” no era yaotra cosa que una manera de reducir lo inédito a loya-conocido, cuando no se trataba simplemente deldiscurso del ministro del Interior. Donde la policíasólo discierne la acción de “grupos radicales”, no esdifícil ver que se trata de una radicalización generalque ella busca ocultar.

2. De este modo, nuestro partido está en todaspartes, pero se encuentra apagado. En realidad, conla desaparición del movimiento antiglobalización, laperspectiva de un movimiento tan planetario comoel capital mismo, y de esa forma capaz deoponérsele, se perdió también. La primera preguntaque se plantea es, por tanto, la siguiente: ¿cómo esque un conjunto de potencias situadas forman unafuerza mundial? ¿Cómo es que un conjunto de

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comunas forman un partido histórico? O por decirlode otra forma: ha hecho falta, hasta cierto punto,desertar el ritual de las contracumbres con susactivistas profesionales, sus puppetmastersdepresivos, sus previsibles motines, su plenitud deeslóganes y su vacío de sentido, para aferrarse a unosterritorios vividos; ha hecho falta sustraerse de laabstracción global; ¿cómo sustraerse ahora de laatracción por lo local?

Tradicionalmente, los revolucionarios esperan launificación de su partido a partir de la designacióndel enemigo común. Se trata de su incurable viciodialéctico. “La lógica dialéctica —decía Foucault—es una lógica que pone en juego términoscontradictorios en el elemento de lo homogéneo. Yesta lógica de la dialéctica yo les prepongosustituirla más bien por una lógica de la estrategia.Una lógica de la estrategia no hace valer términoscontradictorios en un elemento de lo homogéneoque promete su resolución en una unidad. La lógicade la estrategia tiene por función establecer cuálesson las conexiones posibles entre términos disparesy que permanecen dispares. La lógica de laestrategia es la lógica de la conexión de loheterogéneo y no la lógica de la homogeneizaciónde lo contradictorio.”

Ningún vínculo efectivo entre las comunas, entrepotencias heterogéneas, situadas, provendrá de ladesignación de un enemigo común. Si los militantesjamás han resuelto, desde hace cuarenta años que la

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debaten, la cuestión de saber si el enemigo es laalienación, la explotación, el capitalismo, el sexismo,el racismo, la civilización o rotundamente loexistente en su conjunto, es porque la cuestión estámal formulada, porque es fundamentalmente ociosa.El enemigo no es muy simplemente algo que sedesigne una vez que uno se sustrae del conjunto desus determinaciones, una vez que uno se hatransportado a quién sabe qué plano político ofilosófico. Desde tal desgarramiento, todos los gatosson pardos, lo real está aureolado con la extrañezamisma que uno se ha infligido: todo es hostil, fío,indiferente. El militante podrá entonces partir encampaña contra esto o contra aquello, será siemprecontra una forma del vacío, una forma de su propiovacío — impotencia y molinos de viento. Paracualquiera que parte de ahí donde está, del medioque frecuenta, del territorio que habita, de laempresa en la que trabaja, la línea del frente emergede sí misma, tras una prueba, al primer contacto.¿Quién da todo por los cabrones? ¿Quién no seatreve a ensuciarse? ¿Quién toma riesgos por lo quecree? ¿Hasta qué punto se permite ir al partidoadverso? ¿Ante qué retrocede? ¿Sobre qué se apoya?No se trata de una decisión unilateral, sino de laexperiencia misma que traza la respuesta a estaspreguntas, de situación en situación, de encuentroen encuentro. Aquí el enemigo no es ya unectoplasma que uno constituye al designarlo, elenemigo es eso que se da, eso que se impone a todos

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aquellos que no han realizado el gesto de abstraersede aquello que son y de ahí donde son, paraarrojarse, desde este desposeimiento, al terrenoabstracto de la política — ese desierto. Encima sólose da a quienes tienen bastante vida en sí mismospara no huir instintivamente frente al conflicto.

Toda comuna declarada suscita en torno a ella, y aveces también a lo lejos, una geografía nueva.Donde no había sino un territorio uniforme, unaplanicie donde todo se intercambiabaindistintamente, en la grisura de la equivalenciageneralizada, ella hace salir de la tierra una cadenade montañas, todo un relieve compartimentado,puertos, cimas, atajos inauditos entre lo que esamigo, acantilados intransitables entre lo que esenemigo. Nada es ya tan simple, o lo es de otramanera. Toda comuna crea un territorio políticoque se extiende y se ramifica a medida que crece. Yes durante este movimiento que dibuja los senderosque conducen a otras comunas, que teje las líneas ylos vínculos que forman nuestro partido. Nuestrafuerza no nacerá de la designación del enemigo, sinodel esfuerzo hecho para entrar unos en la geografíade otros.

Nosotros somos los huérfanos de un tiempo enque el mundo se dividía falsamente entre secuaces yenemigos del bloque capitalista. Con elderrumbamiento del señuelo soviético, todacuadrícula de interpretación geopolítica simple se haperdido. Ninguna ideología permite separar de lejos

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al amigo del enemigo — sin importar cuál sea ladesesperada tentativa de algunos por restaurar unacuadrícula de lectura de nuevo consoladora, dóndeIrán, China, Venezuela o Bashar al-Asad juegan unpapel de héroes de la lucha contra el imperialismo.¿Quién de aquí podría decir la naturaleza exacta dela insurrección libia? ¿Quién puede desentrañar, enla ocupación Taksim, lo que atañe al viejokemalismo y a la aspiración a un mundo inédito? ¿YMaidán? ¿Qué hay de Maidán? Hace faltar ir a ver.Hace falta ir al encuentro. Y discernir, en lacomplejidad de los movimientos, las comunasamigas, las alianzas posibles, los conflictosnecesarios. Según una lógica de la estrategia, y node la dialéctica.

“Nosotros debemos ser desde el comienzo —escribía el camarada Deleuze hace más de cuarentaaños— más centralistas que los centralistas. Esevidente que una máquina revolucionaria no puedecontentarse con luchas locales y puntuales:hiperdeseante e hipercentralizada, debe ser todo esoa la vez. El problema concierne pues a la naturalezade la unificación que debe operar transversalmente,a través de una multiplicidad, no verticalmente y demanera que aplaste esa multiplicidad propia deldeseo.” Desde que existen vínculos entre nosotros,la dispersión, la cartografía esparcida de nuestropartido no es una debilidad, sino por el contrariouna manera de privar a las fuerzas hostiles de todoblanco decisivo. Como lo decía un amigo de El

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Cairo en el verano de 2010: “Creo que lo que hasalvado lo que pasa en Egipto hasta ahora es que nohay líder de esta revolución. Esto es tal vez lo másdesconcertante para la policía, para el Estado y parael gobierno. No hay ninguna cabeza que cortar paraque esta cosa se detenga. Como un virus que mutapermanentemente para preservar su existencia, tal esla manera que hemos tenido para conservar estaorganización popular, sin jerarquía, completamentehorizontal, orgánica, difusa.” Lo que no seestructura como un Estado, como una organización,sólo puede ser también disperso y fragmentario, yencuentra en su carácter de constelación el resortemismo de su expansión. Corresponde a nosotrosorganizar el encuentro, la circulación, lacomprensión y la conspiración entre lasconsistencias locales. La tarea revolucionaria se havuelto parcialmente una tarea de traducción. Nohay esperanto de la revuelta. No son los rebeldes losque deben aprender a hablar el anarquista, sino losanarquistas los que deben volverse políglotas.

3. La siguiente dificultad que se nos presenta esésta: ¿cómo construir una fuerza que no sea unaorganización? Aquí también, desde hace un sigloque se debate sobre el tema “espontaneidad uorganización”, hace falta que la pregunta hayaestado mal formulada para nunca haber encontradouna respuesta válida. Este falso problema descansaen una ceguera, en una incapacidad de percibir las

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formas de organización que encubre de manerasubyacente todo eso que se denomina “espontáneo”.Toda vida, a fortiori toda vida común, secreta de ellamisma maneras de ser, de hablar, de producir, deamarse, de luchar, y por consiguiente regularidades,costumbres, un lenguaje — formas. Pero hemosaprendido a no ver formas en lo que vive. Unaforma, para nosotros, es un estatua, una estructura oun esqueleto, pero de ninguna manera un ser que semueve, que come, que baila, canta y se amotina. Lasformas verdaderas son inmanentes a la vida y sólo secaptan en movimiento. Un camarada egipcio noscontaba: “Nunca antes El Cairo estuvo tan vivocomo durante la primera plaza Tahrir. Puesto que yanada funcionaba, todos tomaban cuidados de lo queles rodeaba. Las personas se ocupaban de la basura,barrían ellos mismos la banqueta y en ocasiones lavolvían a pintar, dibujaban murales en la calle, secuidaban los unos a los otros. Incluso el tránsito sehabía vuelto milagrosamente fluido, desde que dejóde haber agentes de tránsito. De lo querepentinamente nos dimos cuenta fue de quehabíamos sido expropiados de los gestos mássimples, los que hacen que la ciudad sea nuestra yque nosotros le pertenezcamos. La gente llegaba a laplaza Tahrir y espontáneamente se preguntaba enqué podían ayudar, iban a la cocina, cargaban encamillas a los heridos, preparaban pancartas,escudos, catapultas, discutían, inventaban canciones.Nos dimos cuenta de que la organización estatal era

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de hecho la desorganización máxima, porquedescansaba en la negación de la facultad humana deorganizarse. En la plaza Tahrir nadie daba órdenes.Es evidente que si alguien se hubiera puesto a lacabeza para organizar todo eso, todo se hubieravuelto inmediatamente el caos.” A uno le viene elrecuerdo la famosa carta de Courbet durante laComuna: “París era un verdadero paraíso: nada depolicía, nada de sandeces, nada de exacción deningún tipo, nada de disputas. París avanza por sísola como sobre ruedas, haría falta poderpermanecer siempre así. En una palabra, es unverdadero arrebato.” De las colectivizaciones enAragón en 1936 a las ocupaciones de plazas de losúltimos años, los testimonios del mismo arrebatoson una constante de la Historia: la guerra de todoscontra todos no es lo que viene cuando el Estado yano está ahí, sino aquello que éste organizaastutamente mientras existe.

No obstante, reconocer las formas que engendraespontáneamente la vida en ningún sentido significaque uno podría entregarse a alguna espontaneidadpara mantener y hacer crecer esas formas, paraoperar las metamorfosis necesarias. Esto requiere,por el contrario, una atención y una disciplinaconstantes. No la atención reactiva, cibernética,instantánea, común a los activistas y a la vanguardiadel management, que sólo apuesta por la red, lafluidez, el feed-back y la horizontalidad, quegestiona todo sin comprender nada, desde el

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exterior. No la disciplina exterior, sordamentemilitar, de las viejas organizaciones surgidas delmovimiento obrero, que por lo demás casi en todaspartes se han convertido en apéndices del Estado.La atención y la disciplina de las que nosotroshablamos se aplican a la potencia, a su estado y a suincremento. Acechan los signos de lo que la merma,intuyen lo que la hace crecer. Jamás confunden loque depende del dejar-ser con lo que depende deldejar-ir — esa plaga de las comunas. Vigilan que nose mezcle todo con el pretexto de compartirlo todo.No son exclusivas de unos cuantos, sino el título dela iniciativa de todos. Son a la vez la condición y elobjeto del verdadero compartir, y su garantía decalidad. Son nuestro baluarte contra la tiranía de loinformal. Son la textura misma de nuestro partido.En cuarenta años de contrarrevolución neoliberal,lo que se ha olvidado es en primer lugar ese vínculoentre disciplina y alegría. Lo redescubrimos ahora:la disciplina verdadera no tiene por objeto los signosexteriores de una organización, sino el desarrollointerior de la potencia.

4. La tradición revolucionaria está enferma devoluntarismo, como si se tratara de una tara que lees congénita. Vivir tendido hacia el mañana,marchar hacia la victoria, es una de esas rarasmaneras de soportar un presente cuyo horror no esposible ocultarse. El cinismo es la otra opción, lapeor, la más banal. Una fuerza revolucionaria de

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este tiempo asegurará más bien el incrementopaciente de su potencia. Esta cuestión fue reprimidapor largo tiempo detrás del obsoleto tema de latoma del poder, y nos descubrimos relativamentedesprovistos cuando se trata de abordarla. Enningún caso hacen falta burócratas para saberexactamente lo que ellos pretenden hacer de lapotencia de nuestros movimientos, es decir, comopretenden hacer de ella un medio, un medio para sufin. Pero de la potencia en cuanto tal, noacostumbramos preocuparnos. Sentimos vagamenteque existe, percibimos sus fluctuaciones, pero latratamos con la misma desenvoltura que reservamosa todo lo que atañe a lo “existencial”. Un ciertoanalfabetismo en la materia no es ajeno a la malatextura de los medios radicales: cada pequeñaempresa grupuscular crece estúpidamente,comprometida como lo está en una patética luchapor minúsculas partes del mercado político, de lacual saldrá fortalecida por haber debilitado a susrivales al calumniarlos. Es un error: se gana enpotencia combatiendo a un enemigo, norebajándolo. El propio antropófago vale más queeso: si come a su enemigo es porque lo estimasuficiente para desear nutrirse con su fuerza.

Sin la capacidad de consultar la tradiciónrevolucionaria acerca de este punto, podemosremitirnos a la mitología comparada. Se sabe queDumézil llegó, en su estudió de las mitologíasindoeuropeas, a su famosa tripartición: “Más allá de

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los sacerdotes, los guerreros y los productores, searticulan las ‘funciones’ jerarquizadas de soberaníamágica y jurídica, de fuerza psíquica yprincipalmente guerrera, de abundancia tranquila yfecunda.” Omitamos la jerarquía entre las“funciones” y hablemos más bien de dimensiones.Diremos así lo siguiente: toda potencia tiene tresdimensiones, el espíritu, la fuerza y la riqueza. Lacondición de su crecimiento radica en tener a lastres juntas. En cuanto potencia histórica, unmovimiento revolucionario es el despliegue de unaexpresión espiritual —ya sea que tome una formateórica, literaria, artística o metafísica—, de unacapacidad guerrera —ya sea que esté orientada haciael ataque o la autodefensa— y de una abundancia demedios materiales y de lugares. Estas tresdimensiones se han compuesto de manera diversa enel tiempo y en el espacio, dando nacimiento aformas, a sueños, a fuerzas, a historias siempresingulares. Pero cada vez que una de esasdimensiones ha perdido contacto con las otras paraautonomizarse de ellas, el movimiento hadegenerado. Ha degenerado en vanguardia armada,en secta de teóricos o en empresa alternativa. LasBrigadas Rojas, los situacionistas y los clubesnocturnos —perdón, los “centros sociales”— de losDesobedientes como fórmulas-tipo del fracaso enmateria de revolución. Procurar su incremento depotencia exige a cualquier fuerza revolucionaria queprogrese simultáneamente sobre cada uno de estos

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planos. Permanecer acorazado sobre el planoofensivo es al final carecer de ideas sagaces y volverinsípida la abundancia de medios. Dejar de moverseteóricamente es la garantía de estar tomado deimproviso por los movimientos del capital y perderla capacidad de pensar la vida en nuestros lugares.Renunciar a construir mundos con nuestras manoses condenarse a una existencia de espectro.

“¿Qué es la felicidad? El sentimiento de que lapotencia crece, de que un obstáculo está a punto deser superado”, escribía un amigo.

Devenir revolucionario es asignarse una felicidaddifícil, pero inmediata.

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Nos habría gustado ser breves. Prescindir de genealogías, de etimologías, de citas. Que un poemao una canción bastaran.Nos habría gustado que fuera suficiente con escribir“revolución” en un muro para que la calle se incendiaria.Pero hacía falta desenredar la madeja del presente, yen algunas partes arreglar cuentas con algunas falsedades milenarias.Hacía falta hacer el intento de digerir siete años de convulsiones históricas. Y descifrar un mundo donde la confusión ha florecido sobre un tronco de desprecio.Nosotros nos tomamos el tiempo de escribir esperando que otros se tomaran el tiempo de leer.Escribir es una vanidad, cuando no es para el amigo.Para el amigo que no se conoce aún, también.En los períodos de descanso, no es difícil encontrarnos.Nosotros proseguimos aquí la empresa de elucidación comenzada.Habrá fechas y lugares en los cuales concentrar nuestras fuerzas contra blancos lógicos.Habrá fechas y lugares para encontrarnos y debatir.

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No sabemos si la insurrección tendrá aires de asalto heroico, o si será una crisis planetaria de lágrimas —un brutal acceso de sensibilidad tras décadas de anestesia, de miseria, de necedad.Nada garantiza que la opción fascista no será preferida a la revolución.Nosotros haremos lo que hay que hacer.Pensar, atacar, construir — tal es la línea fabulosa.Este texto es el comienzo de un plan.Hasta muy pronto,

Comité invisible,Octubre de 2014