A Propósito De_Martucelli

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A propósito de ¿Existen individuos en el sur?, de Danilo Martucelli1 Gilles Bataillon EHESS, Paris-Francia 1 Martucelli, Danilo. ¿Existen individuos en el sur? Santiago de Chile: LOM ediciones, 331 páginas, 2010. La traducción de esta reseña fue realizada por Alberto Valencia Gutiérrez, profesor Universidad del Valle, Cali, Colombia. ¿Cómo comprender los modos de acción y los sistemas normativos de los individuos del Sur? ¿Podemos hablar de individuos en el sentido que ha tomado esta palabra desde el Renacimiento y el Iluminismo o, por el contrario, los agentes sociales están prisioneros de costumbres en las que las tradiciones individualistas están completamente excluidas o se encuentran reducidas a la mínima expresión? ¿Cómo emprender una reflexión en este sentido en los albores de un siglo XXI marcado como nunca antes por mezclas y contactos acelerados de los individuos y de los conjuntos sociales? Incluso limitando la observación al mundo latinoamericano el desafío es inmenso. ¿En qué aspectos las mujeres y los hombres de este subcontinente presentan, más allá de sus diversidades sociales, culturales, étnicas y nacionales hábitos comunes y específicos con respecto a los norteamericanos, los europeos o los australianos? ¿Cuándo se crearon estos hábitos, cómo se han remodelado desde las independencias hasta el siglo XX, como se puede dar de ellos una descripción plausible? A responder a esta serie de preguntas se consagra Danilo Martucelli en su último ensayo.

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A propsito de Existen individuos en el sur?, de Danilo Martucelli1

Gilles Bataillon EHESS, Paris-Francia

1 Martucelli, Danilo. Existen individuos en el sur? Santiago de Chile: LOM ediciones, 331 pginas, 2010. La traduccin de esta resea fue realizada por Alberto Valencia Gutirrez, profesor Universidad del Valle, Cali, Colombia.

Cmo comprender los modos de accin y los sistemas normativos de los individuos del Sur? Podemos hablar de individuos en el sentido que ha tomado esta palabra desde el Renacimiento y el Iluminismo o, por el contrario, los agentes sociales estn prisioneros de costumbres en las que las tradiciones individualistas estn completamente excluidas o se encuentran reducidas a la mnima expresin? Cmo emprender una reflexin en este sentido en los albores de un siglo XXI marcado como nunca antes por mezclas y contactos acelerados de los individuos y de los conjuntos sociales? Incluso limitando la observacin al mundo latinoamericano el desafo es inmenso. En qu aspectos las mujeres y los hombres de este subcontinente presentan, ms all de sus diversidades sociales, culturales, tnicas y nacionales hbitos comunes y especficos con respecto a los norteamericanos, los europeos o los australianos? Cundo se crearon estos hbitos, cmo se han remodelado desde las independencias hasta el siglo XX, como se puede dar de ellos una descripcin plausible? A responder a esta serie de preguntas se consagra Danilo Martucelli en su ltimo ensayo.

El autor comienza por presentar un muy notable panorama de los debates que han nutrido las reflexiones sobre el orden social en Amrica Latina. El problema del individuo y de sus capacidades de accin, al igual que el de sus repercusiones, es el mismo del clebre hroe Zavalita de Conversacin en la catedral, de Vargas Llosa ("En qu momento se jodi el Per?); el mismo de Octavio Paz en Amrica Latina y la democracia, sobre la fuerza y la persistencia de una "tradicin antimoderna" e, incluso, el mismo de Sarmiento en sus reflexiones sobre la dicotoma "civilizacin o barbarie" de su Facundo. Estas mismas reflexiones se encuentran tambin en los tericos de la dependencia, que insisten en la especificidad de unos pases en los que el arcasmo fue dejado de lado desde la Colonia, pero sin que la Modernidad se hubiera instaurado plenamente; o en Nstor Canclini o Serge Gruzinski que ponen en primer plano la importancia de las hibridaciones sociales y culturales. Aparecen igualmente filsofos como Leopoldo Zea o Marilena Chau; economistas como Hernando de Soto y Gabriel Zaid que subrayan el imperio de otra modernidad; socilogos que resaltan la importancia de los sujetos colectivos a travs de los nuevos movimientos sociales; o, incluso, los analistas de los cambios democrticos ocurridos en Amrica Latina desde los aos 1980, tales como Bernardo Sorj o Joaqun Brunner, que ponen de nuevo en cuestin la idea de que la experiencia de la modernidad sera siempre del dominio exclusivo de los pases centrales. Amrica Latina ya no sera solamente un "extremo Occidente (Octavio Paz) sino que encarnara una forma original de la modernidad e, incluso, de la posmodernidad.

Surge enseguida una serie de reflexiones sobre los procesos de individuacin en Occidente y en otros mbitos culturales. De qu manera una sociedad produce y da forma a unos agentes empricos, como lo muestran las reflexiones de Abraham Kardiner, de Ralph Linton, de Ruth Benedict o, incluso, las de Jean Pierre Vernant y sus discpulos? La sociedad de los individuos de Elias o el individualismo institucional desarrollado por Parsons y Bourricaud no son ms que unas posibilidades entre otras muchas.

Cules son los factores de la individuacin en Amrica Latina, cmo observarlos y describirlos? Apoyado en sus primeras constataciones el autor construye el desafo de seguir meticulosamente los procesos de formacin de los individuos existentes en Amrica Latina desde el siglo XVI hasta el XXI. Tambin aqu mezcla los datos provenientes de sus propias investigaciones con los de una plyade de antroplogos, economistas, historiadores o socilogos de cuyos trabajos manifiesta un notable conocimiento.

Primera constatacin: la Conquista es un acontecimiento fundador que no ha dejado de trabajar el imaginario y las prcticas latinoamericanas. La originalidad de esta poca no se deriva solamente de la llegada de los conquistadores, especialmente brutales, y de la implantacin por la fuerza de una nueva religin. Las conquistas europeas tienen precedentes autctonos como lo muestra ampliamente la historia del mundo Azteca o Inca, bien sea que se piense en la situacin de los Urus o en la de otros vencidos de los vencidos (N. Watchel); se deriva sobe todo del lugar acordado al acontecimiento por los latinoamericanos que hacen de la Conquista un momento fundador como pueden ser las revoluciones norteamericana o francesa para los pases centrales. La Conquista prima sobre cualquier otro tipo de acontecimiento anterior (el colapso de las civilizaciones clsicas en Mesoamrica) o posterior (las independencias e incluso las revoluciones independientemente de que se trate de Mxico, Bolivia, Cuba o Nicaragua). Nada logra borrar esta primera cesura: En la "construccin de su sentido" (Claude Lefort) se alimenta una duda recurrente sobre la capacidad de autorregulacin de lo social. La barbarie estara en el origen del carcter malogrado del subcontinente; bien sea que se trate de la barbarie de los amerindios, como dicen algunos, o la de la Conquista, como afirman otros. La Conquista estara tambin en el origen de la duda sobre s mismo, de la melancola y de cierto bovarysmo, propio de los latinoamericanos. La Conquista marcara finalmente la imposibilidad de una reconciliacin, de una armona... y en contrapartida resaltara la urgencia de un sentido de la conciliacin frente al caos que amenaza.

Segunda constatacin, casi paradjica con respecto a la primera: el talento de los latinoamericanos para el vnculo social. En un Nuevo Mundo, donde los aparatos estatales administrativos tienen una dbil densidad, los habitantes dan muestras de un sentido muy particular de sociabilidad, que se establece con frecuencia a una gran distancia de las regulaciones estatales. Agentes que pertenecen a las entidades ms diversas, portadores de costumbres algunas veces en las antpodas unas de otras, coexisten de hecho. Aunque la coexistencia pasa en ciertos momentos por la mayor violencia, los latinoamericanos no por ello desconocen la manera de llegar a acuerdos implcitos. Raramente codificados en un derecho escrito, o incluso como parte de un common law a la anglosajona, las interacciones constituyen, a pesar de todo, cdigos de hecho. Esta sociabilidad y sus cdigos implcitos manifiestan una tensin recurrente entre principios de organizacin jerrquica, provenientes no slo de las monarquas ibricas, sino tambin de los mundos precolombinos, y reivindicaciones igualitarias alimentadas por sacudimientos tanto demogrficos como sociopolticos inducidos por la Conquista. Esta tensin entre un juego social y econmico, que favorece mecanismos liberadores y a unos principios jerrquicos, se acenta en el siglo XX y se reorienta a favor de una igualacin de las condiciones, estimulada por las transformaciones sociales provocadas por la urbanizacin y la industrializacin. En el siglo XXI los principios jerrquicos son desplazados por una preocupacin por la igualacin de las condiciones.

Estas observaciones sobre el trabajo de la igualacin de las condiciones conducen a Martucelli a una tercera constatacin sobre las modalidades del juego social y poltico latinoamericano. Su perspectiva hace eco a algunas temticas centrales de un gran socilogo olvidado por la comunidad cientfica contempornea, Charles Anderson2, y revala toda una serie de observaciones de otros autores igualmente famosos en los aos 1960 y 1970, como es el caso de Richard Morse, Franois Bourricaud y Alain Touraine. Martucelli muestra que las lites latinoamericanas y, ms an, los aparatos estatales slo tienen un poder indicativo que opera por demostracin de fuerza y teatralizacin: se enuncian principios que no siempre se pueden imponer y se termina por lo general por contemporizar con entidades heterogneas. Es decir, como lo observa muy justamente el autor, la comprensin de la realidad latinoamericana exige deshacerse de las visiones inspiradas en Michel Foucault o en Norbert Elas que suponen el predominio de hegemonas perfectamente asentadas y de aparatos de dominacin de una extraordinaria densidad. Este tipo de visiones impide comprender la fluidez del juego social latinoamericano, que va a la par con una extrema violencia, concebida como un recurso ordinario del juego poltico, cualquiera que sea su atrocidad. El juego social pone a los individuos frente a la obligacin permanente de inventar y de reinventar soluciones a los problemas sociales o polticos, que en los pases centrales son proporcionadas, por el contrario, por los aparatos polticos, administrativos o judiciales que tienen a cargo la aplicacin de leyes o reglamentos.

La ltima constatacin sobre el proceso de individuacin es la idea de que el trabajo est lejos de ocupar un lugar central en las representaciones colectivas latinoamericanas. Aunque el modo de produccin capitalista ha impreso de manera evidente su marca en las relaciones sociales en el subcontinente, el trabajo no tiene un rol central en los procesos de constitucin y definicin de los individuos. Como lo escribe muy bien Jorge Parodi, un socilogo peruano, ser obrero es algo relativo. La comunidad de pertenencia tnica o regional, o la religin, son tan importantes como el trabajo para la definicin de los sujetos. Se articula a esta representacin del trabajo una representacin de la riqueza que hace de esta no el fruto de la labor sino un don de la naturaleza. Los recursos naturales mineros, silvcolas o agrcolas son concebidos de manera similar como tesoros de los que se saca provecho pero nunca como ingredientes ligados a una valorizacin que supone una suma de esfuerzos personales. De la misma manera en el mundo andino, all donde el trabajo y el esfuerzo son valorados, la riqueza guarda intrnsecamente un carcter fortuito.

Estas primeras constataciones conducen a Martucelli a elaborar diferentes perfiles del individuo latinoamericano. Aunque los latinoamericanos viven en un mundo plenamente moderno, han construido en una muy dbil valorizacin del fuero interior y del trabajo introspectivo. De all provienen aquellas caractersticas de la literatura latinoamericana y de forma ms general del arte narrativo: se privilegia ms la manera de contar las cosas que los personajes o la intriga. En muchos aspectos la telenovela es un paradigma de la subjetividad latinoamericana; un melodrama que, como lo escribe Jess Martn Barbero, pone en escena el drama del reconocimiento. La modernidad cultural no es el producto del libro sino de las industrias de la cultura de masas, la radio y la televisin, hoy en da la red y el facebook.

Marcado por este contexto de un poder indicativo, el individuo latinoamericano se define tambin como un jugador asimtrico o como un oportunista vulnerable. El individuo obra en un mundo inestable en el que las reglas del juego desfavorecen a los de abajo y se reacomodan permanentemente en ventaja de los poderosos. De all la necesidad imperiosa de mostrarse astuto como lo recuerdan muchas historias y dichos que parecen tomados del Roman de Renard. Es necesario obrar siempre con sagacidad para imponerse y para cuidarse. Una cierta picarda es conveniente y, en ciertos casos, los manejos ms infames son permitidos, pero con la condicin de que no se lleven a cabo a expensas de los prximos sino, por el contrario, en su provecho. Estamos en un universo muy prximo al "amoralismo familiar" descrito por Bancroft en Sicilia. El individuo no est orientado aqu por instituciones que fijan reglas y producen normas que se aplican mecnicamente y los protegen sino, por el contrario, por otros individuos que son ante todo miembros de redes que actan de manera oportunista. Los lderes populistas, en primer lugar Pern, no son demiurgos de la historia sino artistas de la conciliacin de los intereses.

El individuo es finalmente un "actor metonmico". La cuestin no es tanto, observa Martucelli, el surgimiento del individuo sino la radicalidad de su presencia. Los individuos se encuentran de una cierta manera "por delante" de unas instituciones ausentes o dbiles. La creacin de regmenes democrticos que proclaman derechos y dan a los individuos la sensacin de que tienen "derechos a tener derechos" (H. Arendt) acenta las tensiones entre instituciones que protegen insuficientemente a los individuos y entre ellos mismos. Aqu se encuentran todas las temticas de la "anomia cndida" y del "pas al margen de la ley" enunciadas por el jurista argentino Carlos Nino. En la medida en que las instituciones son deficientes o simplemente estn ausentes, se establecen componendas al margen de ellas porque con mucha frecuencia no se puede hacer de otra manera. De all, para retomar los trminos de Carlos Ivn de Gregori, un actor es ms individuo que ciudadano y el individualismo es "antes que todo del yo". La ley slo se interioriza de manera "intermitente". La moral es concntrica y se aplica en funcin de los crculos de sociabilidades y de las redes. Es decir, el individuo al final cuenta ms que las instituciones.

Es poco decir que este ensayo merece amplias discusiones y debates ms extensos de que los que hemos iniciado aqu. Y no sobra agregar que puede producir irritacin en lectores demasiado apresurados que pueden acusarlo de culturalismo y de esencialismo. Observemos que toda su fuerza se encuentra sin duda en la irritacin que puede provocar en los lectores apresurados. Martucelli nunca plantea la existencia de una cultura latinoamericana, sino que describe praxis y hbitos. Tampoco afirma que stos sean invariantes e inmutables. Por el contrario, se muestra fiel a la inspiracin de Marcel Mauss: "los socilogos hacen demasiadas abstracciones y separan demasiado los diversos elementos de la sociedad unos de otros. Es necesario (...) observar lo que est dado. Ahora bien, lo dado es Roma, Atenas, el francs medio, el melanesio de tal o cual isla, y no la plegaria o el derecho en s" (Ensayo sobre el don). Martucelli y los numerosos autores que cita no hacen otra cosa que observar a los latinoamericanos y no pierden su tiempo en pseudo-debates metodolgicos que a menudo ocultan demasiado la indigencia de investigaciones empricas hechas a toda prisa y sobre todo con el nimo de confirmar algn paradigma de la moda cientfica.

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2 Nos referimos en particular a Politics and Economic Change in Latin America: The Governing of Restless Nations 1967, Litton Educational Publishing, Inc, New York.