A. - UN DELITO DE HOMICIDIO MUY ESPECIALMENTE … · VIII) El objeto del presente pronunciamiento...

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Vistos: para sentencia definitiva de primera instancia, este juicio oral tramitado en autos caratulados "C., J.A. - UN DELITO DE HOMICIDIO MUY ESPECIALMENTE AGRAVADO EN GRADO DE TENTATIVA EN CALIDAD DE AUTOR" identificados con el IUE 222-103/2018. Resultando: I) Que habiéndose dictado por el Sr. Juez Letrado de Primera Instancia de Colonia de Primer Turno, Dr. Luis Fourment, el auto de apertura a juicio oral obrante a fojas 1-18, mediante Decreto 181 dictado el día 12-III-2019, se declinó competencia ante esta Sede, remitiéndosele los autos. II) Por Decreto 159 de 21-III-2019, este Juzgado Letrado de Primera Instancia de Colonia de Cuarto Turno asumió competencia para intervenir en la etapa de juicio oral, señalando fechas de audiencia para los días 24, 25, 26, 29 y 30 de abril para la práctica de los actos que en cada caso se señalaron, los que se modificaron parcialmente por Decreto 171 de 28-III-19 a solicitud de la Fiscalía. III) El día 24-IV-19 se dio comienzo al juicio oral, se recibieron los alegatos iniciales de las partes, se dio ingreso a la prueba documental y material ofrecida por la Fiscalía y se recibió la declaración de los testigos H.A.R.H., G.A.A., de la víctima P.S.P.C. y del perito C.D.P.V. (acta de fojas 61-62). IV) El día 25-IV-19 se recibió la declaración de los testigos R.G.D.M., B.M.I.P. y M.E.O.D. (acta de fojas 77-78). V) El día 26-IV-19 declararon los testigos N.O.B., L.L.W.M., M.M.R., J.A.D.M. y N.C.A. (fojas 79-80). VI) El 29-IV-19 se ingresó la prueba material propuesta por la Defensa y se recibió la declaración de los testigos R.D.F.R., R.C.B. y C.M.A.P. (acta de fojas 87-90). VII) Finalmente, el 30-IV-19 declararon como perito el Dr. G.B.R. y como testigos P.B.S.C. y M.A.A.K. Habiéndose completado el diligenciamiento de la prueba admitida en la etapa correspondiente, se formularon los alegatos finales por las partes y la representación de la víctima, y por Decreto 254 se resolvió prorrogar el dictado de sentencia, señalando para ello el día de hoy a la hora 14:00. VIII) El objeto del presente pronunciamiento se encuentra determinado por la acusación formulada por la Fiscalía contra el imputado J.A.C.M., respecto de quien se solicita sea condenado, como autor de un delito de homicidio muy especialmente agravado por femicidio, en grado de tentativa, en calidad de autor y a título de dolo directo, a la pena de 10 años de penitenciaría, con descuento de la preventiva e imponiéndosele las obligaciones accesorias de rigor, así como que se oficie al Juzgado de Familia correspondiente a efectos de dar cumplimiento a lo dispuesto por el artículo 284 numeral 4° del Código Civil en la redacción dada por el artículo 73 de la ley 19.580.

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Vistos: para sentencia definitiva de primera instancia, este juicio oral tramitado en autos caratulados "C., J.A. - UN DELITO DE HOMICIDIO MUY ESPECIALMENTE AGRAVADO EN GRADO DE TENTATIVA EN CALIDAD DE AUTOR" identificados con el IUE 222-103/2018.

Resultando:

I) Que habiéndose dictado por el Sr. Juez Letrado de Primera Instancia de Colonia de Primer Turno, Dr. Luis Fourment, el auto de apertura a juicio oral obrante a fojas 1-18, mediante Decreto 181 dictado el día 12-III-2019, se declinó competencia ante esta Sede, remitiéndosele los autos.

II) Por Decreto 159 de 21-III-2019, este Juzgado Letrado de Primera Instancia de Colonia de Cuarto Turno asumió competencia para intervenir en la etapa de juicio oral, señalando fechas de audiencia para los días 24, 25, 26, 29 y 30 de abril para la práctica de los actos que en cada caso se señalaron, los que se modificaron parcialmente por Decreto 171 de 28-III-19 a solicitud de la Fiscalía.

III) El día 24-IV-19 se dio comienzo al juicio oral, se recibieron los alegatos iniciales de las partes, se dio ingreso a la prueba documental y material ofrecida por la Fiscalía y se recibió la declaración de los testigos H.A.R.H., G.A.A., de la víctima P.S.P.C. y del perito C.D.P.V. (acta de fojas 61-62).

IV) El día 25-IV-19 se recibió la declaración de los testigos R.G.D.M., B.M.I.P. y M.E.O.D. (acta de fojas 77-78).

V) El día 26-IV-19 declararon los testigos N.O.B., L.L.W.M., M.M.R., J.A.D.M. y N.C.A. (fojas 79-80).

VI) El 29-IV-19 se ingresó la prueba material propuesta por la Defensa y se recibió la declaración de los testigos R.D.F.R., R.C.B. y C.M.A.P. (acta de fojas 87-90).

VII) Finalmente, el 30-IV-19 declararon como perito el Dr. G.B.R. y como testigos P.B.S.C. y M.A.A.K. Habiéndose completado el diligenciamiento de la prueba admitida en la etapa correspondiente, se formularon los alegatos finales por las partes y la representación de la víctima, y por Decreto 254 se resolvió prorrogar el dictado de sentencia, señalando para ello el día de hoy a la hora 14:00.

VIII) El objeto del presente pronunciamiento se encuentra determinado por la acusación formulada por la Fiscalía contra el imputado J.A.C.M., respecto de quien se solicita sea condenado, como autor de un delito de homicidio muy especialmente agravado por femicidio, en grado de tentativa, en calidad de autor y a título de dolo directo, a la pena de 10 años de penitenciaría, con descuento de la preventiva e imponiéndosele las obligaciones accesorias de rigor, así como que se oficie al Juzgado de Familia correspondiente a efectos de dar cumplimiento a lo dispuesto por el artículo 284 numeral 4° del Código Civil en la redacción dada por el artículo 73 de la ley 19.580.

Por su parte, la Defensa de dicho imputado solicitó en definitiva, y por los fundamentos que expuso, se desestime la acusación fiscal, absolviendo a su defendido de la imputación efectuada. Así como que, en caso de condena, se desestimen las agravantes solicitadas y se abata sensiblemente la pena solicitada por la Fiscalía al mínimo legal.

IX) Los hechos por los que se solicita la condena del imputado ocurrieron el día 10 de julio de 2018, en el domicilio que el mismo ocupaba junto a la víctima. La versión de dichos hechos sostenida por la parte acusadora (lo que en los términos del proceso acusatorio se da en llamar "teoría del caso") es sustancialmente distinta a la propuesta por la defensa del imputado, por lo que cabe reseñarlas ambas como punto inicial del análisis del caso.

Según se postula por el Ministerio Público, de acuerdo a lo recogido en el auto de apertura a juicio oral y en el alegato de apertura, el mencionado día, próximo a las 16:00 horas, encontrándose el imputado y su pareja P.S.P.C. en su domicilio sito en XXXX, en la planta alta de dicha vivienda, P. decide bajar por las escaleras, siendo empujada desde atrás por el imputado, quien la hizo resbalar y rodar por las escaleras hasta el primer escalón de abajo. El imputado bajó detrás y al llegar a la planta baja, la tomó del cabello e iniciaron un forcejeo por todo el living, golpeándola contra las paredes y varios muebles. No cesando la agresión pese a las súplicas de la víctima, quien logró soltarse, correr hacia la cocina y presionar un botón de pánico que tenía instalado en el hogar, con conexión directa a la empresa de seguridad NORPE.

El imputado fue tras ella, y ya en la cocina, tomó un cuchillo marca Tramontina, de mango blanco con una hoja de 20 centímetros y lo clavó en el abdomen de P., manifestándole que sus cosas no serían de ella, que no existiría concubinato. La víctima, temiendo por su vida, realizó nuevamente un intento desesperado de lograr que el agresor depusiera su actitud, logrando sacarle el cuchillo, el que tiró al piso.

Al ver esta situación, el imputado tomó dos cuchillos más, marca Tramontina de mango de madera con hoja de 12 centímetros, que se encontraban en el escurridor de platos, e intentó nuevamente agredir a la víctima, incrustando la punta de uno de estos cuchillos en su cuello, además de un tenedor. La Sra. intentaba todo el tiempo sujetar los cuchillos desde las hojas de estos, dado que el imputado los tenía por el mango, para evitar que la volviera a lesionar, recibiendo varios cortes en sus manos como consecuencia.

En medio de esta lucha, gracias al botón de pánico arribaron al lugar los efectivos O. e I., además de un guardia de la empresa de seguridad NORPE, intentando los primeros abrir la puerta de ingreso al hogar, al escuchar los gritos desesperados de la víctima. Ante la presencia policial, la violencia del imputado no mermó, pero la víctima logró llegar gateando hasta la puerta y quitar el cerrojo de la misma, no sin antes ser golpeada su cabeza contra dicha puerta en varias oportunidades. Una vez dentro, los efectivos policiales pudieron detener al agresor y asistir a la víctima, quien presentaba gran sangrado, además salió corriendo hacia fuera, intentando ser perseguida por el agresor, siendo finalmente detenido.

X) Por su parte, la Defensa del imputado plantea la siguiente teoría del caso sobre los hechos

que originaron el presente juicio: fue la señora P. quien acometió al imputado, y no viceversa, con diferentes cuchillos, quien debió defenderse del modo que se dirá. Se encontraba el Sr. C. en la cocina de su domicilio cuando P. bajaba por la escalera, tropezó y cayó por la misma. Cuando fue a socorrerla, comenzó a insultarlo porque supuestamente no la había ayudado cuando cayó. Los insultos continuaban, y de reprocharse por la caída pasaron a insultarse por la maniobra a raíz de la cual P. había sido incluida en el Directorio de N.S.A. P. se puso más violenta y agresiva, y en un determinado momento es evidente que apretó el botón de pánico, lo que no fue advertido por C.; tomó el cuchillo Tramontina de mango blanco que se encontraba en la mesada de la cocina y atacó al hoy imputado, propinándole un ataque dirigido al cuello que a duras penas su defendido pudo esquivar, pero que, lo alcanzó con el filoso cuchillo en la oreja izquierda, produciéndole un profundo corte en el lóbulo.

Ante el ataque en curso y tratando de defenderse, con su mano izquierda el Sr. C. agarra la hoja del cuchillo de mango blanco que esgrimía P., y comienzan a forcejear por el mismo, lo que le causa heridas en su mano izquierda.

En esas circunstancias de lucha, la denunciante agarra el resto de la hoja del cuchillo con su mano izquierda, intentando direccionarlo hacia el encausado. Simultáneamente a defenderse, C., mientras sostiene con su mano izquierda parte de la hoja del cuchillo blanco, atina a agarrar con la mano derecha un tenedor, el que se encontraba sobre la mesada de la cocina y la pincha en el cuello a P., tratando de que desistiera de su ataque.

Con el tenedor le produce los cuatro puntos que surgen de las fotografías de Policía Científica y el corte al costado del cuello, al penetrar solo uno de los pinchos laterales del tenedor, el que rasga la piel y fibras musculares superficiales.

Como la denunciante no desistía de su agresión con el cuchillo de mango blanco, C. tira el tenedor, ambos luchan por el cuchillo aferrando los dos con ambas manos el mismo. En dicho forcejeo el cuchillo zafa de la mano izquierda de la denunciante produciéndole cortes, y por el empuje de la lucha es cuando la punta de este le genera la herida abdominal a P., al trabarse en sus pliegues abdominales y entonces cortar el mismo.

En ese momento ambos sueltan el cuchillo, que cae al piso. Entonces es cuando P., fuera de sí, toma dos cuchillos Tramontina de mango de madera y filo aserrado que se encontraban en la mesada de la cocina, y continúa su ataque con cortes en la cara del Sr. C., y apuñalamientos que rasgan el chaleco que vestía el mismo, pero que no logran traspasar la ropa que vestía porque era gruesa. Entonces, mientras C. le agarraba con ambas manos el cuchillo con el que le causaba heridas, con el otro cuchillo la denunciante le asesta una puñalada en el muslo izquierdo, de importante profundidad que también debió ser suturada para detener el sangrado. A todo esto, la denunciante, que con premeditación había accionado el botón de pánico antes de iniciar el ataque, mientras agredía a C. gritaba y pedía socorro, lo que aumentó de volumen cuando se hizo evidente la presencia de la Policía y P. gritaba a viva voz para victimizarse.

XI) Hasta aquí, el planteamiento inicial de cada una de las partes sobre la ocurrencia de los

hechos centrales ventilados en autos. Cabe analizar ahora los medios de prueba producidos acerca de los mismos.

De los dos protagonistas y únicas personas presentes al momento de la ocurrencia del insuceso, ha sido exclusivamente la Sra. P. quien ha brindado en el presente juicio su versión del mismo. En tanto que el imputado, amparado en su insoslayable derecho a no prestar declaración, ha optado por guardar silencio al respecto.

El testimonio de P. coincide, en lo sustancial, con el relato fáctico ya relacionado al tratarse de lo expuesto por la Fiscalía. Expresa que el día de los hechos, volvieron de hacer mandados a su casa, aproximadamente a las tres de la tarde. El imputado la dejó en la esquina, por lo que ella ingresó al domicilio primero y detrás llegó él. "Entró, le pregunté, ¿vas a tomar mate? Me dijo que sí. Me puse a aprontar el mate, a guardar las cosas, él subió para arriba, yo subí a guardar una remera que había comprado. Cuando subo la escalera, cuando se termina hay un descanso, estaba todo mojado, había mucha agua, yo le dije, ¿qué pasó acá? Y él estaba como con un trapo. Él me dijo, L. hizo pichí. L. es una perrita que tenemos. Yo le dije, ¿pero tanta agua? V. se fue a las 12, no puede haber tanta agua. Estábamos los dos solos, él había llevado al niño a casa de la mamá. Él estaba como secando, yo colgué la remera en el placard, me di vuelta para bajar la escalera, él me apoyó la mano en la espalda y me tiró por la escalera".

"Cuando traté de levantarme porque caí como bolsa de papa, me reventé, lo miré a él y él estaba parado al lado mío, ya había bajado la escalera. Lo miré y le dije, J., ¿me empujaste? Y me dijo, no, te caíste. Y cuando me dice, te caíste, yo tenía una campera, y el celular adentro de la campera, traté de sacar el teléfono y él me lo saca. Ahí corro para agarrar el teléfono de línea para poder llamar, me agarra del pelo. Y corro para la puerta y logro zafar la llave de arriba. La casa tiene una llave arriba y abajo un pestillo. La puerta de entrada que da hacia la calle, la puerta blanca. Logro girar la parte de arriba y él ahí me agarra del pelo. Me reventó por todo el living, me pegaba, me pateaba, me pegó arriba de la mesa. Él quería que yo subiera para arriba de vuelta. Y yo no quería subir para arriba porque sabía que estaba la pistola. Hasta que me sube al descanso de la escalera arrastrándome, y yo logro zafar mi brazo, mi manga de la campera, y me acordé que estaban mis llaves en la cocina que tengo el botón de pánico, y logro correr a la cocina y apretar el botón.

Cuando estaba parada contra la mesada, no sé de dónde sacó la cuchilla blanca esa que está ahí y me la clavó en la panza. Y me dijo, sos una hija de puta, no te vas a quedar con lo mío porque todo es mío. Yo le dije, me lastimaste, J. Y logro sacarme la cuchilla de la panza, y él me la vuelve a sacar para clavármela. Y empezamos a pelear con la cuchilla. Yo empecé a pelear, y él también porque me la quería clavar de vuelta. Hasta que en una logré sacarla y tirarla. Y él agarra un cuchillo de esos y me los quería clavar. Entonces yo lo que hice fue, los agarré de la hoja. Porque él me los clavaba por todos lados, me los clavaba en la cara, me los cinchaba con el mango, yo los quería contener porque sabía que me mataba. Hasta que me tiré al piso, me empieza a pegar y a agarrar de la cabeza, a reventarme la cabeza contra el piso. Y yo le decía, J., no me pegues más, dejame tranquila, pensá en G., lo que estás haciendo.. hasta que sentí que llegó la policía. Y

empecé a gritar. Yo no le gritaba a él porque yo trataba de hablar tranquila para que él no se pusiera más nervioso de lo que estaba. Cuando empezó a venir la policía me seguía dando la cabeza contra el piso y me decía, callate, callate. Para que no gritara. Yo gritaba auxilio. Y agarra, yo me logré parar un poco y él me logra de vuelta tirar contra el lado de la heladera. Ahí agarro el otro cuchillo y de arriba me hizo así y me lo clavó del cuello. Y agarró un tenedor que había arriba de la mesada, y me lo clavó así y me dijo, callate, te dije que te calles. Yo agarré, me saqué el cuchillo del cuello, lo tenía arriba mío, y agarré y le pegué en los testículos con mi pierna. Me levanté y le clavé el cuchillo en la pierna, que fue la manera que pude salir. Ahí trato de agarrarme del marco de la puerta de la cocina para pararme con los dos cuchillos en la mano, porque yo sabía que si él los agarraba me mataba por atrás. Y cuando salgo de la cocina me tira de vuelta contra el piso. Ahí enseguida de la cocina. Y logro llegar hasta el living, hasta la puerta de la entrada. Y con la mano giré el pestillo y la puerta como que se entreabrió ahí. Y vi que estaba la policía".

XII) Se cuenta, asimismo, con el testimonio de los funcionarios policiales B.I. y M.O., quienes llegaron al lugar cuando se estaba produciendo el incidente.

Su testimonio es sustancialmente coincidente. Ambos relatan que recibieron la alerta proveniente de la empresa Norpe, en cuanto a que se había presionado el botón de pánico en la finca de autos, la que tenían identificada por la numeración. I. concurre al lugar en una camioneta policial, y O. en moto. Abrieron la reja y escucharon desde dentro de la finca una voz femenina pidiendo auxilio, por lo que intentaron abrir o romper la puerta sin conseguirlo inicialmente. I. dio la vuelta intentando ver si podía encontrar una entrada posterior, quedándose O. frente a la puerta delantera, y en ese momento se logra abrir la puerta, saliendo en primera instancia P., visiblemente herida en el abdomen, ensangrentada y con dos cuchillos en las manos, los que le pidieron dejara en el piso, manifestando que había sido agredida por su pareja. Detrás y a poca distancia salió C., quien se encontraba en estado de shock, o fuera de sí, pero se mostró tranquilo y no agresivo. Siendo trasladados a ser asistidos y preservada la escena.

También se cuenta con la declaración de los funcionarios policiales H.R. y G.A., quienes llegaron al lugar posteriormente. El Sr. R. prestaba funciones en la UEVD, aporta elementos de relevancia únicamente respecto de las armas de fuego, que se incautaron en el lugar al día siguiente, las que expresa se encontraban en un mueble, descargadas, así como que 10 o 15 días después P. le hizo entrega de las esposas que también fueron incorporadas como prueba material a los autos. En cuanto a A., se hizo presente en el lugar como funcionario de Policía Científica, junto a la fotógrafa R.R., documentando fotográficamente la escena del lugar. Señala que en la zona de la cocina el mobiliario se halló un tanto desordenado, y reconoce los cuchillos incorporados al proceso como los incautados en el lugar.

XIII) En otro orden, se cuenta con la prueba pericial consistente en los informes elaborados por los peritos Dres. C.P. y G.B., la que, si bien obviamente ya no refiere a personas que hayan

asistido a la escena del hecho, se dirige a arrojar luz sobre los hechos a partir del análisis de las heridas sufridas por uno y otro de los partícipes.

El Dr. P., médico forense del Instituto Técnico Forense y quien perició directamente a P. y C. al día siguiente del incidente, constató que la primera sufrió heridas cortantes múltiples, una en el cuello que consistió en una lesión de músculo esternocleidomastoideo sin compromiso vascular, músculo por debajo del cual corre la arteria carótida. Así como una herida superficial en región lateral izquierda de la cara, herida cortante del quinto dedo, sin lesión tendinosa, del tercer dedo de similares características y en pliegue interdigital de primer y segundo dedo, las que estima son compatibles con heridas defensivas al tratar de contener el ataque. Por otro lado, herida corto punzante umbilical izquierda, provocada por elemento corto punzante, con evisceración de las asas delgadas, que obligó a realizar una laparotomía exploratoria en el block quirúrgico, constatándose hemoperitoneo, es decir, presencia de sangre en la cavidad peritoneal, (de muy escasa entidad) sin lesión visceral, y gran hematoma en la vaina de los rectos, la que resulta compatible con una herida cortante y penetrante de la vaina de los rectos.

Estima que la herida a nivel del abdomen y la penetración en un área cerrada y estéril como el peritoneo determinan siempre la existencia de peligro de vida, puesto que si bien no se provocó ninguna lesión visceral, siempre que se interesa una cavidad cerrada, estéril, que pone en contacto el interior con el exterior, se pueden producir complicaciones muy severas y la muerte. En cuanto a las lesiones en el músculo esternocleidomastoideo, remarca que debajo del mismo se encuentra la arteria carótida, una de las principales arterias del organismo, una de las dos que tenemos en el cuello e irrigan el sistema nervioso central. Por lo que si se hubiera provocado una herida a nivel de dicha arteria, el riesgo de vida hubiera sido muchísimo mayor, y el peligro de muerte es inminente, agregando que el sangrado de una herida en la arteria carótida es muchísimo.

Por su parte, el imputado C., a quien examinó el mismo día, presentó herida cortante a nivel del lóbulo de la oreja izquierda que requirió aproximación con puntos de sutura, herida cortante superficial en rostro, región malar izquierda (pómulo). También herida cortante a nivel de tercer dedo y tercera falange, cara palmar superficial, falange distal. Otra en eminencia tenar de la misma mano, y equimosis, pequeño hematoma en cara dorsal de mano izquierda. Herida cortante en muslo izquierdo, cara externa, que requirió dos puntos de aproximación. Estimándose que las mismas son todas superficiales y no revisten peligro de vida. Señala que pueden haber sido producto de una lucha, o también autoinfligidas, llamando la atención que son siempre en el hemicuerpo izquierdo, en tanto que en una lucha normalmente las heridas se producen en ambos lados.

Estima que la herida de P. en el abdomen no puede ser autoinfligida, puesto que, excepto que se tratara de un intento de suicidio, la herida es francamente realizada con fuerza, no se puede provocar en forma autoinfligida. Entiende que sus heridas en las manos pueden ser compatibles con heridas defensivas, efectuadas al contener el ataque, evaluando la situación en el contexto de la gravedad de la situación de una paciente con una herida crítica abdominal que requirió

cirugía y valoración en CTI por 24 horas.

XIV) El Dr. G.B., por su parte, realizó, a solicitud de la Defensa, una pericia médico legal a partir de documentos, que fueron los informes periciales del Dr. P. y la carpeta de Policía Científica. Estima que hubo una situación de violencia interpersonal con características de violencia cruzada, porque existen lesiones en ambas personas que denotan una dinámica de enfrentamiento con arma blanca.

Expresa que P. tiene heridas de arma blanca en mano izquierda, lo que se deduce de las fotografías. Asimismo, herida en abdomen y cuello, heridas superficiales pero ya no cortantes sino punzantes en el cuello. La de mayor consideración es la abdominal porque atravesó la pared abdominal, pero sin lesionar vísceras. Manifiesta que se trata de armas blancas de filo considerable por el tipo de herida, entendiendo que con semejante cuchilla, era de esperar que la herida fuera más penetrante y ocasionara lesiones de intestino o de vísceras macizas. Lo mismo en el cuello, pues las heridas punzantes también fueron superficiales. Señala que las de la mano pueden haber sido en un intento de arrebatar el arma, protegerse o defenderse. En tanto que C. sufrió heridas cortantes, superficiales y múltiples, en el lóbulo de la oreja izquierda, en la región malar que es el pómulo, y en la geniana que es un poco más adentro y abajo del pómulo. También en el dedo mayor de la mano izquierda, a nivel de la falange distal, y en la eminencia tenar (pulgar) de la palma. También una herida en el muslo izquierdo superficial, en la cara externa, habiendo sido suturadas la del glóbulo de la oreja y la del muslo. Se trata de heridas cortantes de arma blanca, evocando las de la mano cierta actitud de protección o defensa, por el lugar donde se ubican. Concluye que deben verse en un contexto de agresión o violencia de frente, dirigida en parte al rostro, y con una protección de mano y una lesión en el muslo que no fue de mayor profundidad.

Coincide en que la lesión de P. en el abdomen debe considerarse ocasionadora de peligro de vida, aunque no se trata de un peligro corrido en el momento sino potencial, pues no había anemia aguda, sangrado o herida visceral, pero existía la posibilidad de contaminarse el peritoneo y producirse una peritonitis.

Preguntado por la Defensa, afirma que se hace una composición de lugar muy dinámica y en esas circunstancias puede haber una herida de este tipo (la del abdomen) no tan dirigida, intencional. Reitera que si hubiese sido realmente intencional, bien dirigida y con fuerza, cabía esperar una mayor penetración, una mayor vulnerabilidad del abdomen. Se hubiese interesado más, porque era un arma de 12 centímetros, muy filosa. "La intencionalidad bien heteroagresiva con esta arma filosa cabía esperar a mi juicio lesiones de mayor intensidad y mayor profundidad si la intencionalidad fuera claramente homicida. Yo no me puedo expedir si fue claramente homicida". Lo que ratifica al serle exhibida la cuchilla de mango blanco incorporada como prueba material en autos: "Esto, penetrando en el abdomen, llega fácilmente al hígado o al vaso, atraviesa intestino. Si hubiera habido intención de darle un "viaje" con toda la fuerza, un impulso"

Ratifica que una lesión en la carótida primitiva del cuello es muy grave y genera riesgo de vida. Expresa que las heridas de los protagonistas no le evocan simulación o que se trate de heridas autoinfligidas, aunque la simulación casi nunca se puede descartar por completo.

En cuanto a las heridas de P. en el cuello, consultado si pueden haberse causado con un cuchillo o con un tenedor o uno de los pinchos del tenedor, expresa que en la foto ampliada ve la herida más medial, más anterior, claramente tres puntos que pueden ser los dientes del tenedor. Y sobre la otra, que está suturada, expresa que "no puedo descartar que sea un diente solo, oblicuo, pero para mí puede ser arma blanca. No puedo determinar. A veces es bastante difícil informar con fotos y no haber estado en el hecho, haber presenciado esto personalmente. Estamos informando con fotos".

Expresa también que el hecho de existir armas de fuego en la escena lo influye en la conclusión sobre la intencionalidad del ataque, aunque reconoce no saber dónde se hallaban dichas armas dentro de la vivienda.

XVI) En definitiva, corresponde emitir pronunciamiento acerca de qué hechos se tendrán por probados, a partir de los medios probatorios que vienen de enumerarse.

Estamos, ello es claro, ante un hecho acontecido en el interior de una vivienda, y del que no existen otros testigos más que los funcionarios policiales que arribaron al final de su decurso. Lo que determina que no resulte tarea sencilla reconstruir lo que realmente aconteció, debiéndose atender para ello a los elementos más fiables con que se pueda contar (pericias incorporadas, testigos mencionados, hechos sobre los que no existe controversia).

La teoría del caso propuesta por Fiscalía parte del hecho de que existió una agresión inicial por parte del imputado al arrojar a la víctima por la escalera. Con posterioridad, continuó la agresión con forcejeo y golpes contra las paredes y muebles, hasta que la víctima logró soltarse, ir a la cocina y presionar el botón de pánico. En ese momento C. tomó la cuchilla de mango blanco e hirió en el abdomen a P., lográndole esta quitar dicha arma y luego cayó esta al piso. Seguidamente el agresor tomó otros dos cuchillos de mango de madera y un tenedor e intentó nuevamente agredirla, hiriéndola en el cuello. Intentando la víctima detener la agresión con sus manos, por lo que sufrió heridas en estas, hasta que llegaron los funcionarios policiales intervinientes. Por su parte, la Defensa postula que la caída en la escalera fue accidental, comenzando a raíz de ella una discusión que derivó a aspectos económicos, hasta que la Sra. P. tomó el cuchillo de mango blanco y atacó a su defendido, dirigiéndose a su cuello pero siendo esquivado y produciéndole la herida en la oreja. Se produce un forcejeo por el cuchillo, en el marco del cual C. toma el tenedor y le produce las lesiones en el cuello. Luego tira el tenedor, continuando con la lucha en torno al cuchillo de mango blanco hasta que éste zafa de la mano izquierda de P. y se le genera la herida abdominal al trabarse en sus pliegues abdominales. Cayendo el cuchillo al piso. En ese momento P. toma los cuchillos de mango de madera y filo aserrado y continúa su ataque con cortes en la cara a C., asestándole también una puñalada en el muslo izquierdo, mientras gritaba y pedía socorro, más aún al llegar la policía, con la intención

de victimizarse.

Cabe precisar que en la versión inicial presentada por la Fiscalía no se brindan datos acerca de las lesiones presentadas por el imputado, lo que resulta subsanado parcialmente en la declaración prestada por la víctima, en tanto expresa que en momentos en que estaba siendo agredida en el cuello con un cuchillo y un tenedor, se saca el cuchillo que el agresor le había clavado y se lo clava en el muslo. En tanto que expresa no saber cómo se ocasionaron las restantes lesiones del imputado en la oreja y la cara, señalando que estaba luchando por salvar su vida y defendiéndose de la agresión.

XVII) Y bien, comenzando el análisis por la primera etapa del insuceso, no existe una prueba material, a juicio del sentenciante, que permita tener por plenamente probada la inicial agresión consistente en el empujón que arrojara a la víctima escaleras abajo. Ello en tanto no surgen lesiones constatadas por el médico forense actuante en el cuerpo de la víctima que se señalen compatibles con una caída de este tipo. Lo que, ciertamente, no obsta a tener presente que la existencia de dicha caída es hecho en que coinciden ambos involucrados, divergiendo solo en cuanto a su carácter intencional o accidental. Algo similar puede decirse de las agresiones que la víctima manifiesta haber recibido del imputado con sus manos, siendo tomada por los cabellos y golpeada contra paredes y muebles de la casa. Ante la ausencia de una evidencia médico forense respecto de secuelas de dicha fase del incidente, no resulta posible tenerla por un hecho probado.

XVIII) La prueba con que se cuenta es mucho más sólida, en cambio, respecto de las heridas causadas por arma blanca y padecidas por ambos partícipes, aunque en grado distinto, las que se encuentran descriptas por los peritos forenses intervinientes. Cabe puntualizar, en primer término, que a juicio del sentenciante ninguna de las versiones brindadas explica en forma completa el conjunto de las lesiones producidas. La de la víctima, pues como ya se expresó supra expresa no recordar cómo se ocasionaron las heridas de su pareja en la cara y la oreja, y la del imputado, quien, entre otras cosas, señala que el corte al costado del cuello fue provocado por un tenedor, en tanto que las pericias forenses distinguen entre una herida punzante con tenedor y otra cortante de arma blanca, ambas en el cuello, lo que es refrendado por el propio perito consultado por la Defensa. Tales discordancias o insuficiencias de los respectivos relatos, claro está, no pueden ser automáticamente atribuidos a mendacidad de una u otra parte, sino que también es posible que en la intensidad y fragor de los acontecimientos, ciertos aspectos o fragmentos de lo vivido hayan escapado a la percepción de los involucrados.

Lo cierto es que, a juicio del sentenciante, y más allá de lo dicho, resultaría inútil analizar e intentar arribar a una conclusión sólida acerca de cuál fue el orden exacto en que se fue desarrollando el incidente, esto es, concretamente, si se produjo primero la lesión en el abdomen, o ella aconteció en un momento posterior de la lucha a los cortes en el cuello de la víctima y en la oreja del imputado, etc. Existen dos versiones obviamente muy divergentes entre sí, y no existe un modo certero de reconstruir con exactitud la cronología de lo ocurrido.

XIX) A juicio de la Sede, entonces, el análisis debe centrarse en los puntos de mayor importancia y trascendencia, que son, en primer lugar, quién inició la agresión física con armas blancas (excluyendo las presuntas agresiones a golpes, que como se dijo no pueden tenerse por plenamente probadas) y en segundo término, cómo se produjeron las lesiones y qué intencionalidad conllevaron.

Sobre el primer punto, como se ha expresado supra los testimonios divergen, atribuyéndose recíprocamente el acometimiento inicial con cuchillo. No obstante, hay algunos aspectos que sí resultan probados, y sobre la base de los cuales puede extraerse una conclusión al respecto.

XX) En primer lugar, las versiones de ambas partes coinciden en que el primer cuchillo involucrado fue el de mango blanco. En segundo término, y más importante, hay acuerdo entre ambas versiones en torno a que fue P. quien accionó el botón de pánico. Si bien la Defensa sostiene que ello no fue percibido por C., está claro que, habiendo solo dos personas presentes en la escena y si no fue su defendido quien lo presionó, tuvo que ser necesariamente su pareja. En tercer lugar, el hecho de que quien se encontraba gritando y pidiendo auxilio al momento en que llegaron los efectivos policiales era únicamente P., quien luego de unos momentos pudo salir de la casa con dos cuchillos en la mano.

XXI) Se ha pretendido por parte de la Defensa que estos hechos evidenciarían en la Sra. P. una intención de victimizarse, lo que se traduciría, cabe suponer, en un haber obrado con cierta premeditación o planificación. Sin embargo, a poco que se analiza dicha hipótesis, ella revela algunas inconsistencias. Aparentemente, la intención de P. tuvo que haber sido, en esta línea de razonamiento, o bien dar muerte o lesionar gravemente a su pareja, o bien desencadenar una reyerta en la que fuera ella quien terminara sufriendo heridas de consideración, como efectivamente aconteció. En el primero de los casos, es decir, si, como se afirma en la teoría del caso de la Defensa, fue P. quien embistió a C. con el cuchillo Tramontina de mango blanco, dirigiendo el ataque al cuello, con intención presunta de matarlo o herirlo gravemente, no se comprende por qué razón habría presionado el botón de pánico antes de hacerlo, siendo que quien resultaría apareciendo como victimaria al llegar la ayuda sería ella y no su concubino. Y atendiendo a la segunda de las hipótesis, tampoco resulta razonable suponer que alguien presione un botón de ayuda y luego se lance a una agresión con armas blancas hacia un sujeto de mayor fuerza, arriesgando o acaso persiguiendo la deliberada finalidad de recibir de éste una serie de lesiones, que bien podían poner en riesgo su vida, todo ello con el propósito aparente -pues hay que deducir que tal sería el caso, aunque no resulta explicitado así- de que éste resultase incriminado como su agresor.

Tampoco resulta compatible con tal hipótesis el hecho de que haya sido P. y no C. quien pidió ayuda a gritos al ver que se habían hecho presentes en el lugar algunos policías, y que haya sido ella quien se acercó a la puerta y tras algunos instantes logró finalmente abrirla y salir al exterior. Si fuera P. quien había comenzado la agresión y amenazado la vida de C., cabe suponer que habría sido este quien habría procurado en primer término salir del lugar y acudir al auxilio de los efectivos policiales.

Ni siquiera resulta consistente con esta hipótesis la circunstancia de que la nombrada saliera de la casa con un par de cuchillos en sus manos. Pues, si se parte de presumir que la misma haya premeditado y manipulado las circunstancias para aparecer como la agredida, siendo en realidad la agresora, no tendría el más mínimo sentido que no hubiera tomado la precaución de arrojar los cuchillos al suelo, cosa que pudo haber hecho con total facilidad, en lugar de salir de la escena del hecho con ambos en la mano, conducta que claramente y prima facie solo podría haber arrojado sospechas en su contra. Dicho de otro modo, el haberse mostrado ante los funcionarios policiales intervinientes en posesión de tales cuchillos constituye un claro indicio contrario a la hipótesis de que la involucrada haya manipulado o predeterminado los hechos con la intención de aparecer como víctima de los mismos.

En definitiva, la hipótesis en análisis parece, en todos los sentidos, desprovista de fundamento y contraria a las reglas de la experiencia. Debe concluirse, en cambio, que lo ocurrido fue lo inverso, como lo indican todos los elementos objetivos de juicio con que se cuenta (pulsación del botón de pánico, conducta ante la llegada de la ayuda externa): esto es, que quien inició la agresión fue el imputado, y no su concubina.

XXII) Arribados a esta conclusión preliminar, es necesario analizar a continuación las lesiones causadas a uno y otro de los involucrados y las consecuencias que deben extraerse de las mismas. Cabe partir de consignar que el sentenciante estima que no puede tenerse por probado que las lesiones sufridas por el Sr. C. fueran todas autoinflingidas, por cuanto ello solo es manejado como mera hipótesis en el informe pericial del Dr. P. y menos aún resulta respaldado por el del Dr. B. Por el contrario, el análisis de los elementos de juicio con que se cuenta conduce más bien a presumir que, una vez iniciado el ataque, el mismo se desarrolló en una dinámica de enfrentamiento mutuo, en el que ambos se acometieron mutuamente con armas blancas, como resulta de las lesiones padecidas por el imputado, algunas de ellas en la cara o la oreja. Esto, sin embargo, -y sin necesidad de ingresar en una reconstrucción más exacta o puntual de la secuencia cronológica de lo ocurrido, que, como ya se expresó supra, el sentenciante estima imposible con los elementos con que se cuenta- no conduce en modo alguno a anular o desvirtuar la conclusión de que las mismas fueron infligidas en un contexto de legítima defensa, en tanto se ha dado por probado que quien inició la agresión fue el imputado hacia la víctima y no viceversa. A mayor abundamiento, aún cuando el primero haya recibido en el curso del enfrentamiento tales lesiones y haya debido defenderse de las mismas, recibiendo también algunas heridas que pueden tener carácter defensivo, tampoco ello puede conducir a otorgar a las lesiones ocasionadas por el mismo a su concubina en tal contexto el carácter de legítima defensa, tanto, como es sabido y surge del artículo 26 del Código Penal, para la procedencia de dicha circunstancia excluyente de la antijuridicidad se requiere la falta de provocación suficiente por parte de quien se defiende, y es evidente que ello no concurre en el caso una vez se ha tenido por probado que fue C. quien inició la agresión con arma blanca.

En definitiva, corresponde detenerse, llegado a este punto, sobre el análisis de las lesiones producidas a la víctima, y la intencionalidad que puede extraerse de ellas. Si bien existen algunas otras heridas en las manos, que pueden entenderse ocasionadas quizás en un forcejeo con los

cuchillos, a juicio del sentenciante las que deben centrar la atención son la producida en la zona abdominal y las ocurridas en el cuello, fundamentalmente la causada mediante arma blanca. Con carácter previo, debe reiterarse que se tiene por probado que esta última herida fue causada por arma blanca, y no por un tenedor, por cuanto ello es afirmado por el Dr. P., a cuya opinión en este aspecto debe otorgarse mayor relevancia por ser quien examinó a la paciente, e incluso el propio Dr. B. se inclina por lo mismo, si bien precisa que no lo puede determinar por estar opinando a partir de fotos y no de contacto directo. También cabe consignar que no se considera de recibo la tesis sostenida por la Defensa, de que la lesión abdominal se produjo en forma accidental, al zafarse el cuchillo de la mano de P. en medio del forcejeo. El Dr. P. expresa que tal herida fue causada "es francamente realizada con fuerza, porque es corto punzante, y por eso existe un hematoma en la vaina de los rectos" por lo que descarta que pueda ser autoinfligida, y asimismo, a entender de la Sede, la entidad de la lesión causada permite concluir que la misma fue dirigida de modo intencional y no accidental.

Como se expresó supra al transcribir lo medular de las opiniones de los peritos forenses, dicha lesión causada en el abdomen, al haber penetrado en el peritoneo, apareja para la víctima peligro de vida, si bien el mismo resulta potencial y no inmediato, ante la posibilidad de producirse una peritonitis. En tanto que, como lo remarca el Dr. P., y corrobora su colega, la herida producida a nivel del cuello sobre el músculo esternocleidomastoideo, en caso de haber interesado la arteria carótida, que se encuentra debajo, produciría una lesión con un peligro de vida tal que podría ocasionar un desenlace fatal en pocos minutos.

XXIII) Sobre esta base, debe emprenderse la evaluación de la intención que animara al imputado a la hora de producir en la víctima tales lesiones. La Fiscalía postula en su acusación que existió intención de matar, en tanto que la Defensa pretende lo contrario.

Debe recordarse que en nuestro derecho se reconoce como intencional al hecho en que el resultado se ajusta a la intención (el llamado dolo directo) que es el que imputa el Ministerio Público. En tanto que también se considera intencional el resultado que no se quiso, pero que se previó.

Entiende el sentenciante que en autos existen algunos elementos que conducirían a concluir favorablemente a la tesis de que el imputado quiso, derechamente, producir el resultado de muerte de su concubina. Así, se tiene la circunstancia de que las heridas en el abdomen y en el cuello fueron realizadas en zonas sensibles, vitales, que produjeron, en el caso de la primera, un peligro de vida aún cuando fuere potencial y no se haya materializado, y que estuvieron no lejos de producirlo, en el caso de la segunda, por la proximidad de la arteria carótida. A su vez, se tiene también la frase aparentemente pronunciada por C., según refiere la víctima, en el sentido de que "no te vas a quedar con lo mío porque todo es mío". Sin embargo, existen también otras circunstancias que militan en el sentido de poner en duda la existencia de tal intención. En primer lugar, y quizá la más relevante, el hecho de que las dimensiones del cuchillo con el que se produjeron las lesiones hubiera permitido, según lo expresa con claridad el Dr. B. y la Sede se permite compartir a partir de la observación del objeto en cuestión, lesiones de mayor

profundidad, en caso de que la intención del atacante hubiera sido clara y desembozadamente homicida. En segundo término, el hecho de que, y siguiendo la propia versión de la víctima, una vez que el cuchillo de mango blanco cayó al suelo, el imputado en lugar de recogerlo pasó a tomar otros de menor tamaño y potencialidad letal. Y se tiene, todavía, la existencia en la vivienda de armas de fuego a las que no apeló el imputado; si bien esta última circunstancia es de peso bastante relativo, puesto que las mismas se encontraban descargadas y en la planta alta, por lo que solo serviría para descartar la existencia de una intención homicida premeditada, y no en cambio de una que pudiere haber surgido en el momento mismo del incidente.

Claro está que dichas circunstancias no permiten descartar decididamente la existencia de una intención de matar a título de dolo directo. Pues bien puede haber ocurrido que el imputado no haya podido penetrar más profundamente con el cuchillo en el abdomen por la reacción de la víctima o por cualquier otra razón; y que luego haya desistido de seguir intentando utilizar ese cuchillo por otros motivos, o por no desear persistir a posteriori en su finalidad de dar muerte a la víctima, lo que no obstaría a su responsabilidad por el hecho anterior. Sin embargo, tal cosa puede manejarse como una posibilidad, y no como una certeza. Resultando dudosa la existencia de intención de matar a título de dolo directo, no existiendo elementos que permitan alcanzar una opinión concluyente al efecto, no resulta posible tenerla por acreditada.

XXIV) En cambio, estima la Sede que resulta imposible no concluir, a partir del análisis de las lesiones sufridas, que el atacante no se haya representado, al momento de ocasionar las heridas descriptas, como posible o probable el acaecimiento del resultado muerte, aún cuando no fuera directamente querido. Véase que atacó a la víctima no una, sino dos veces, en zonas del cuerpo como el abdomen o el cuello, regiones que cualquier persona, sin necesidad de ser un perito en medicina como lo son los Dres. P. y B., sino incluso un lego en la materia como C. o la generalidad de los individuos, advierte fácilmente sensibles a lesiones que puedan ocasionar consecuencias gravísimas y conducir a la muerte. Por lo que, si bien no puede estimarse suficientemente acreditado que el imputado haya buscado el resultado muerte, sí debe concluirse que lo tuvo presente, previó la posibilidad de que las heridas que infligió a su concubina pudieran acabar con su vida, y de todos modos ello no detuvo su accionar.

Dicho resultado que no se quiso, pero se previó como posible o probable, se considera intencional (es el llamado dolo eventual), ello más allá de la cuestión jurídica atinente a la admisibilidad de su imputación en grado de tentativa, la que se analizará con la debida extensión infra.

XXV) Corresponde abocarse ahora al análisis de un conjunto de hechos que han sido alegados en la acusación fiscal, atinentes al desarrollo de la relación de pareja que mantuvieran C. y P. durante 18 años, y que si bien refieren a circunstancias anteriores al hecho de autos, son pasibles de arrojar consecuencias sobre su valoración jurídica.

Sostiene la teoría del caso manejada por la Fiscalía que en dicha relación la víctima había padecido numerosas situaciones de violencia de género, pero nunca se animó a denunciarlas de

legal forma, ya que su pareja tenía vínculos con ciertos policías y les entregaba dinero, así como porque había sido amenazada por éste con sacarle a su hijo. Circunstancias que resultan negadas por la Defensa del imputado, quien alega que nunca había existido violencia de género y la relación entre ambos siempre fue normal.

En el curso de la declaración de la víctima ante la Sede, esta expresa que toda su vida padeció violencia doméstica por parte del hoy imputado. Tal violencia, según su testimonio, se expresaba en múltiples versiones. El imputado, según narra, la maltrataba verbalmente en forma sostenida, tratándola de loca o de puta, llamándole "comeguiso" y otros improperios. La dejaba en una época encerrada en el apartamento que entonces compartían. La celaba constantemente, no permitiéndole desarrollar actividades sociales sin su presencia, por ejemplo, caminar o correr sola por la rambla, e incluso asistiendo a su trabajo a vigilarla, hasta el punto de hacer que tuviera que renunciar a un trabajo en que atendía al público en una oficina. Se hacía pasar por ella en conversaciones de Whatsapp en las que escribía a terceras personas, pues le exigía tener acceso a todas sus claves electrónicas. En una ocasión, en que ella amenazó con dejarlo y abandonar la vivienda, cansada de su maltrato, le colocó una pistola en la cabeza y se la gatilló. Posteriormente ejerció actos de violencia sexual en su contra, le colocó esposas y la obligó a dormir con una pistola apoyada en la espalda. En tanto que en otra oportunidad, concurrió con ella a un campo de propiedad de ambos y la llevó a la fuerza hasta el galpón, pretendiéndola hacer ordeñar las vacas, a lo que ella se negaba por tenerles miedo. Ante su resistencia, se enfureció y esa noche, ya regresados a su domicilio, la increpó y le colocó la correa del perro en el cuello, causándole marcas que le duraron tres meses.

En otra oportunidad, en presencia de su hijo, un niño de entonces 5 o 6 años, quiso clavarle un cuchillo, a lo que su hijo llamó a J.D., quien acudió y logró detener la situación.

En algunas ocasiones en que debió consultar médicos, su concubino la acompañaba a las consultas y la amenazaba con matarla a ella o a su hijo en caso de que denunciara la situación que padecía. Es así que debió seguir un tratamiento por presunta bulimia o anorexia por la ansiedad que padecía, sosteniendo la declarante que en realidad sus síntomas no derivaban de tales enfermedades sino del miedo producido por la realidad de la que era víctima.

XXVI) A la hora de evaluar la prueba testimonial producida en el presente juicio en sustento de los hechos que vienen de mencionarse, el sentenciante entiende del caso partir del hecho innegable, y señalado así por la experiencia, de que las situaciones del tenor de las referidas ocurren, por regla general, en el ámbito doméstico, y solo resultan conocidas y percibidas por las personas del entorno más cercano a quienes las padecen o perpetran. Resulta imprescindible tener dicha circunstancia en cuenta a la hora de evaluar el peso convictivo de las declaraciones de los testigos en autos, por cuanto no puede obviarse que prácticamente todos ellos, por la cercanía, amistad o enemistad que tienen o tuvieron respecto de uno u otro de los involucrados, pueden resultar alcanzados por causales de sospecha; pero tampoco puede obviarse que todos ellos resultan en rigor testigos necesarios, en tanto en toda situación de violencia doméstica quienes integran el entorno más cercano, casi íntimo, de los involucrados son los únicos sujetos

que tienen acceso a dicha realidad y pueden testificar sobre ella. Desde luego, ello no significa que tales causales de sospecha no puedan sopesarse debidamente a la hora de valorar los testimonios, pero sí que las mismas no pueden conducir a descartarlos; pues si así se procediere, a los efectos prácticos se haría tornar imposible la producción eficaz de prueba sobre hechos de esta naturaleza y gravedad.

Formulada esta precisión preliminar, cabe efectuar un resumen de los principales elementos aportados por los testigos que han declarado al respecto. En primer lugar, la testigo L.W., contadora de la pareja y quien en cierto momento alcanzó cierto grado de amistad con P., relata que en una ocasión esta le contó que había sido amenazada por C. gatillándole un arma en la cabeza. En otra oportunidad, XXXX, el hijo de la pareja, llamó a su esposo de madrugada pidiéndole que lo sacara de la situación en que estaba, pues había una discusión entre sus padres, expresándole luego C. que la madre había abandonado al niño y que no sabía si entregarlo a la Policía.

La testigo M.M. conoce a los involucrados desde el nacimiento de XXXX, que hoy tiene 11 años, teniendo un vínculo laboral y de amistad. Narra que P. nunca salía sola, pues C. no se lo permitía. No podían salir a la rambla a tomar un mate solas. La relación entre las partes era rara, siempre había discusiones, temas de fondo entre ellos en la casa, que empezaban por cualquier tema sin mucho fundamento. No presenció violencia física, pero sí violencia verbal y psicológica, denigración hacia P., con insultos como "sos una loca de mierda, sos una comeguiso, del lugar que yo te saqué", incluyendo delante del niño. También agrega que estaba acostumbrada a que C. ejerciera cierto menosprecio hacia ella en su condición de mujer, diciéndole en una oportunidad que no llegaba a fin de mes y ofreciéndole ayuda en caso de que se pusiera de su lado. Sabe que le controlaba el teléfono a su concubina, por lo que no podían hablar ni comunicarse libremente por ese medio. Asimismo, en algunas oportunidades veía en los brazos de P. hematomas, a lo que le preguntaba recibiendo por respuesta que se había golpeado limpiando o arreglando una casa, lo que no le resultaba convincente pero prefería no meterse por miedo. Cuando iban a trabajar en alguna de las casas que la pareja posee, trabajaban ella y P., en tanto que C. se limitaba a darles órdenes y reírse de ellas, "no nos alcanzaba ni una botella de agua".

J.D. fue amigo de C. desde jovencito, luego la conoció a P. a través suyo. Frecuentaba la casa de ambos, y expresa que en el diario convivir él siempre la menospreciaba, le decía que no servía para nada, y se generaban problemas cada vez que a él no le gustaba algo.

También menospreciaba a su hijo. Relata que una vez, por el 2014, éste lo llamó porque sus padres estaban discutiendo, quitándole C. el teléfono y diciéndole "si sos amigo mío vení", a lo que salió corriendo con su señora, golpeando la puerta hasta que les abrieron, encontrando en el piso de arriba a P. con su hijo llorando arrinconado en la cama. No preguntó lo que había pasado, sino que trató de tranquilizar, pero había un cuchillo abajo de la cama. Otras veces había discusiones grandes en las que intervenía para calmarlos y nada más.

Otra vez, en el campo, estando la empleada embarazada, el imputado quería que aprendiera a ordeñar, para así evitar otro empleado. La señora se negaba a aprender, y él se enojó y la llevó a prepo. Lo llamó que fuera al campo, que tenían que ordeñar, y fue con la señora. C. llegó delante suyo, diciéndole a su esposa que quería que ordeñara, y ante su negativa la bajó de los pelos de la camioneta, teniendo que intervenir él. Ella lloraba, y tanto conversaron que terminaron ordeñando con su señora ayudándole. Corrobora que le decía loca, puta. No presenció otro evento de violencia física, pues estando él presente no lo dejaba llegar a eso, pero en una ocasión vio las marcas de la correa del perro que C. le había puesto a la víctima.

Nunca pudo denunciar nada porque él tenía "todo arreglado", pero le decía a la víctima que se cuidara porque en cualquier momento le iba a pasar algo.

Cuando ella quería separarse, él le decía "de acá no te vas", aunque se quisiera ir con lo puesto. Todo era como él decía, siempre.

Por su parte, N.A., esposa del anterior, conoció a los involucrados a través del mencionado D. El trato no era correcto, pues P. estaba dedicada a su esposo, lo acompañaba y asistía en todo, y él tenía un trato "especial": le decía que estás mal de la cabeza, estás loca, a veces le decía puta.

En cuanto a episodios de violencia, XXXX estaba en jardinera, entre 2013 y 2014, y llamó a D. para que fueran porque había un episodio de violencia. Ellos fueron, estaba P. en un rincón junto con su niño, y éste le dijo, "tía N., sacá la cuchilla de mango blanco de abajo de la cama porque mamá está mal", a lo que ella agarró la cuchilla y la sacó, expresando luego que el niño se la dio. El niño le decía, tía N., tirala por favor, no la dejes acá. D. subió, habló con C. y lo tranquilizó; P. decía que la quería matar.

También narra lo ocurrido en el campo, al que fueron con su esposo. En el campo había vacas, las que P. tenía que ordeñar. "P. agarró, en un momento dado se fue a bajar y C. la agarró de los pelos, de los cabellos, y la tironeó. Vos tenés que ordeñar". D. tranquilizó a C., y ella a P., quien agarró un balancín para defenderse. Finalmente, agrega luego, J. su esposo le dijo, vení, P., vamos a ordeñar, yo te ayudo, y P. fue y ordeñó igual.

Con el correr del tiempo fue haciéndose más amiga de P. porque veía cosas raras. Así le fue contando más cosas, que estaba triste, se quería ir con su hijo, que no quería estar más allí. Un día en 2014 o 2015 P. tenía una marca en el cuello, a lo que le preguntó por qué se puso el pañuelo, y le dijo "N., lo que pasa es que me trataron de matar" y que había sido su concubino. Vio la marca roja que tenía en el cuello, tenía un pañuelito que usó por tres meses.

P. tenía pocas amigas, el trabajo que hacía era ayudar a C., aprontarle la ropa, hacerle la comida. "Siempre fue la esclava perfecta, la sierva perfecta. Estaba siempre a los pies de él". Tenía miedo a todo, miedo a que la mataran, miedo por el niño.

Por último, se cuenta con el testimonio de M.A., quien conoció a la pareja a través de su trabajo como guardia de seguridad, realizando varios servicios para ambos y trabando amistad con los

mismos.

Relata que en una oportunidad fue a realizar una custodia en el campo, a lo que llegó un matrimonio amigo de ellos en un auto blanco, D. y la señora, estando también XXXX y los involucrados, pasando allí la noche. Ellos comieron en la mesa, y él estaba en la churrasquera. Al otro día de mañana, a las 6 de la mañana, se levantó P., se puso las botas, y él le ofreció darle una mano para ordeñar las vacas, haciéndolo los dos, y luego ella le preguntó si le daba una mano también en el ordeñe de la tarde. Así estuvieron tres o cuatro días hasta que ellos le arrendaron el campo a B. Esto fue en 2015, como por octubre.

Luego se fueron haciendo amigos, les cuidó casas, remarcando que es amigo de ambos. Iba a la casa prácticamente todos los días. En cuanto al trato entre ellos, nunca los vio discutir. Lo que sí había eran discusiones por temas de trabajo, no por matrimonio. También agrega que como padres ambos eran excelentes y tenían un trato normal de padres con su hijo.

Se deja constancia que no se considerará, a estos efectos de relacionar el comportamiento y vínculo íntimo de la pareja, como testimonio relevante el del testigo R.F., pues el mismo expresa que solo los trató de forma profesional en el ámbito estricto de su escritorio, y solo una vez fuera de él en un evento social, "mi trato con ellos era básicamente profesional". Ni tampoco el del testigo R.C., pues también este, sobre su relacionamiento con las partes, expresa que "Trato trato no. En la casa de ellos habré estado una vez o dos, y ellos en mi casa habrán venido una vez media hora. Es la intimidad que puedo demostrar. Después, en la calle los he visto muchas veces, o contactos breves. No familia a familia, no conozco la intimidad de ellos ni ellos la mía".

XXVII) Como resultado de un análisis global de lo antedicho, cabe concluir que se ha acreditado suficientemente, con los medios probatorios disponibles para un hecho de tales características, la ocurrencia de, al menos, algunos de los hechos de violencia física y psicológica que han sido articulados por la víctima en su declaración. La testigo W., si bien es testigo de oídas, narra que P. le contó, ya años atrás, la existencia de un episodio de violencia doméstica involucrando un arma gatillada en su cabeza, lo que constituye prueba, si no de la existencia efectiva de tal hecho, al menos sí de que la víctima ya hacía referencias en su círculo más íntimo a dichos episodios de violencia con mucha anterioridad a la ocurrencia del hecho de autos, lo que contraviene la versión de la Defensa conforme a lo cual lo relatado sería una construcción post-facto para mejorar su situación ante el presente juicio.

La testigo M. es conteste en la existencia de violencia psicológica, insultos, control del imputado sobre la vida y actividades de P., con quién salía o con quién se comunicaba por teléfono, así como en la existencia de posibles indicios de violencia física sobre los que esta daba explicaciones que no le convencían.

Por último, los testigos D. y A. se explayan sobre estos mismos elementos y agregan otros episodios de violencia, tal como una oportunidad en la que concurrieron al domicilio de los involucrados a pedido de su hijo como consecuencia de un incidente que había involucrado un cuchillo, u otro caso en que, en un campo, C. intentó obligar a su esposa, mediante violencia

incluso física, a ordeñar vacas contra su voluntad.

En tanto que se cuenta con un único testimonio contrario, el de A., en cuanto a que el relacionamiento entre las partes era normal, y que proporciona una versión de los hechos distinta de lo ocurrido en el episodio del campo, en la que no se encuentra mencionada la existencia del trato violento de C. hacia su esposa. Resulta claro, como se dijo, que varios de los testigos poseen causales de sospecha; D. y A. tuvieron un inconveniente con el imputado, en el año 2016, como consecuencia de que éste les habría exigido la devolución de determinados bienes de los que previamente les había hecho entrega, lo que motivó que se disgustaran y se alejaran del mismo. Por su parte, A., si bien mantiene que tiene el mismo aprecio por ambos involucrados, se ha referido al imputado como su hermano, lo ha ido a ver a la cárcel y en cambio actualmente no mantiene trato con P., aunque según manifiesta ello es por decisión de ésta. En definitiva, siendo todos los testigos sospechosos, se estima que la causal de sospecha es inferior en el caso de D. y A., por lo que resultan de mayor credibilidad sobre el punto; y por otro lado, aún cuando cupiere la duda sobre el particular, ello no enerva las restantes circunstancias y testimonios aportados por los demás testigos en sentido coincidente respecto de la existencia de un vínculo entre víctima e imputado en el que mediaba violencia de diversos tipos.

En cuanto a la circunstancia de que no se hubiera formulado denuncia por parte de la víctima acerca de ninguno de tales hechos, se estima que no cabe conferírsele eficacia decisiva. En primer término, puesto que las reglas de la experiencia indican, y es un hecho sumamente notorio y conocido, que existen numerosos casos de violencia intrafamiliar, en particular en el seno de la pareja, en el que las víctimas no formulan o retardan considerablemente su denuncia, o incluso llegan a retirarla luego de haberla formulado, por razones que son atinentes a las particularidades del vínculo patológico generado y las consecuencias emocionales que tales formas de maltrato arrojan sobre quienes las padecen.

En segundo término, porque en el caso particular de autos mediaban circunstancias, que han sido suficientemente probadas con la prueba producida, que tornaban particularmente comprensible el temor de las consecuencias que pudiese aparejarle a la víctima formular una denuncia. No solo por las amenazas que relata sufría por parte de éste sobre su persona y la de su hijo, sino por los vínculos que su concubino mantenía con policías en actividad. Tales vínculos no solo resultan corroborados por el testimonio de testigos como M., que dice que había policías que frecuentaban la casa, o de D., e incluso de elementos circunstanciales (véase el expediente IUE 222-84/2014, del que obra testimonio acordonado, del que surge que C. fue trasladado en al menos una oportunidad en un coche policial conducido por un funcionario de Investigaciones, que reconoce plenamente tal hecho aunque lo presenta como una circunstancia casual, y que el hoy imputado habría llegado, en dicho móvil, al lugar en que se suscitó un conflicto con unos inquilinos suyos, a lo que se hará mayor referencia infra) sino fundamentalmente por el testigo N.B., quien explicó en audiencia haber realizado una investigación administrativa de urgencia, a solicitud del Jefe de Policía de Colonia, a raíz de las presuntas irregularidades en el tratamiento de una denuncia por amenazas hacia la pareja por parte de terceros, investigación en la cual tuvo oportunidad de comprobar que existía un vínculo entre C. y ciertos funcionarios policiales,

en particular del área de Investigaciones, en función del cual el imputado otorgaba a éstos sumas de dinero, en algún caso de varios miles de dólares y en otros de varios cientos, para fiestas, comidas, viajes al exterior o procedimientos policiales; así como donación de muebles para oficinas policiales.

No enerva la conclusión precedente el hecho de que, como ha hecho caudal la Defensa, la Sra. P. sí haya efectuado una denuncia telefónica, a la Secretaría del Ministerio del Interior, sobre un procedimiento policial irregular ante una denuncia por amenazas, en el correr del cual un grupo de policías habrían impedido el libre movimiento de ella y su familia, diciéndoles que no podían salir de su casa por varios días pues corrían riesgo de muerte. Ello por cuanto quedó claro que tal denuncia no fue dirigida contra su pareja, sino contra terceras personas, miembros de la Policía, acudiendo a instancias superiores; por lo que no necesariamente mediaban las mismas razones para tener al respecto el temor que le inspiraba la persona y las amenazas de C. Amén de que, y como ya se dijo, en las situaciones de violencia doméstica obran motivos de temor y mecanismos psicológicos que son distintos a los que pueden funcionar a la hora de enfrentar otro tipo de amenazas externas, por lo que no puede sin más extrapolarse las condiciones anímicas para denunciar lo uno y lo otro.

XXVIII) Debe analizarse asimismo la prueba obrante acerca de la existencia en el vínculo de pareja de divergencias por problemas económicos, que resulta alegada en la exposición inicial de la Defensa. Conforme a ello, los involucrados son propietarios de cuantiosos bienes heredados del Sr. R.B., a quien cuidaran durante años. Estos bienes, fundamentalmente inmuebles en Colonia, se encuentran en el patrimonio de N.S.A., de la que hasta fines de 2017 el único director era C. A fines de 2017, aprovechando que éste padecía depresión, sostiene la Defensa que por intermedio de la Cra. L.W. y su esposo el Cr. M.M. efectuaron un cambio en la sociedad anónima, incluyendo a P. en el Directorio. Para lo cual se recurrió a otra profesional que nunca había actuado para éstos. A partir de lo cual se suscitó entre las partes un conflicto por los bienes que paulatinamente fue deteriorando la relación sentimental.

Al respecto, la testigo W. no aporta mayores datos, alegando no recordar las integraciones de los directorios de ninguna de las sociedades que lleva.

El testigo R.F., quien los conoce en forma profesional a partir del año 2015, y cuyo estudio administra las propiedades de N.S.A., expresa que a partir de 2018 surgieron problemas que preocupaban muchísimo a C., vinculados sobre todo con el relacionamiento con un contador. "Varias veces fue a verme por ese tema, estaba muy compungido por un problema con el contador M.M., le había producido un estado de ánimo preocupado, adverso para él mismo". No sabe si tenía que ver con cambios en el directorio de N.S.A., sino que tenía que ver con una idea repetida un montón de veces, que no sabe de dónde había sacado, de que iba a perder su patrimonio, que lo iban a dejar en la calle. El problema, a su juicio, estaba centrado en M.M.

Como el hoy imputado estaba tan preocupado con el tema, él le sugirió que la documentación de N.S.A. quedara depositada en un lugar que fuera ajeno al manejo individual tanto de uno

como del otro, habiéndose decidido en definitiva depositarlo en su estudio, lo que ocurrió el 3 de mayo de 2018, de común acuerdo entre ambos y bajo la condición de que solo podría retirarse con la firma también de ambos.

Agrega que él mismo revisó dicha documentación, constatando e informándoles que había actas que estaban atrasadas y otros aspectos formales vinculados con el no cumplimiento de normas legales, pero sin encontrar problemas sustanciales.

El testigo R.C., por su parte, quien tuvo vínculo con ambos durante varios años, expresa que en 2018 C. lo fue a ver por un problema muy serio, a nivel personal, requiriéndole primero sus servicios como médico psiquiatra, a lo que no accedió por no trabajar como tal de forma particular. Sin embargo, en varias ocasiones concurrió, pidiéndole consejos personales. Señala que, por lo que le contó el imputado, el desencadenante se da cuando hay una modificación en la sociedad comercial, donde lo llevaron de noche, fuera de horario, y firmó con el contador, y en ese momento él le hizo un comentario referente a que ahora sí que se iban a quedar con sus bienes, o que todo iba a quedar en manos de su señora, lo que no se pudo sacar de la cabeza.

Agrega que había otros elementos que se iban sumando a esa sensación de que estaba siendo víctima de una maniobra y que iba a quedar en la calle, como un certificado de un siquiatra que establecía que tenía agorafobia y no podía salir a la calle, o que tenía 5 mil acciones y luego había pasado a tener una, aunque por el mismo valor.

Le aconsejó que tomara unos días con la familia, que no hablara del problema y esperara retomar la confianza; pocos días después de lo cual ocurrió el hecho de autos, por lo que decidió excusarse de realizar la pericia psiquiátrica como miembro del ITF, por entender que había estado demasiado involucrado.

La Escribana M.A., por su parte expresa que conoce a C. y P. desde 2012, por su actividad profesional. Recuerda que fue consultada por lo referente a N.S.A., de la que C. era presidente y posteriormente se incluyó a P. como vicepresidente, en lo cual no participó. Según la documentación que vio, hubo un acta de directorio donde se la designó y otro escribano hizo la declaratoria para comunicar el cambio al Registro.

Expresa que previamente, C. le manifestó que por una enfermedad que padecía, quería estar tranquilo si no podía firmar algún documento, a lo que ella le dio como opciones incluir a su concubina en el Directorio o hacer un poder generan en su favor.

C. le manifestó que estaba preocupado por un comentario que le había hecho el contador tras firmar el cambio en el Directorio, referente a que ahora P. podía disponer o quedarse con todo. A lo que la testigo le explicó que lo que habían hecho era lo que habían estado hablando, incluirla en el directorio, que era lo planteado unos meses antes, y segundo, que le parecía que lo comentado era una broma, que no era nada preocupante, pero que en todo caso, si tenía dudas, lo consultara con su abogado y se asesorara al respecto.

En definitiva, puede estimarse que del conjunto de los testimonios que vienen de mencionarse resulta razonablemente acreditado, al menos, que el imputado se encontraba, en los meses previos al hecho de autos, con preocupaciones atinentes al manejo de su patrimonio, específicamente a las consecuencias de la inclusión de su concubina en el directorio de la sociedad anónima que ambos integraban. Sin embargo, no puede considerarse debidamente acreditado que tales preocupaciones o temores tuviesen algún sustento fáctico, más allá de sus meras aprensiones. Por el contrario, los profesionales intervinientes y que tenían relación con el patrimonio de la pareja, como W., F. y A., en ningún momento mencionan que existiera algún elemento que arrojara sospechas acerca de que estuviera en curso algún tipo de maniobra económica en contra de C., y A. incluso sostiene que él mismo se había interesado en cómo hacer para que la sociedad pudiera continuar funcionando si él no se encontraba en condiciones de firmar. E incluso los hechos señalados por el testigo C. (un certificado sobre agorafobia, o el cambio en el número de acciones) aunque se tuvieran por probados, no permiten por sí solos extraer una conclusión distinta.

XXIX) Por último, es necesario referir brevemente a un par de cuestiones atinentes a conflictos de la víctima con terceras personas. En primer lugar, a la ocurrencia de un incidente entre la Sra. P. y la testigo P.B. Expresa ésta, funcionaria municipal, que se encontraba barriendo la vereda cuando P. fue a agredirla, aparentemente de resultas de que la acusaba por la muerte de un perro que había sido envenenado en circunstancias en que había mantenido contacto con la testigo. Expresa que P. la insultó y le tiró una piña, por lo que debió intervenir la Policía.

Los hechos narrados surgen del expediente presumarial IUE 222-370/2017, cuyo testimonio obra incorporado y acordonado en autos, del que surgen los inconvenientes surgidos entre los mencionados como consecuencia del presunto envenenamiento del can, del que se culpaba a la Sra. B.

Asimismo, cabe hacer referencia al expediente presumarial IUE 222-84/2014, que también surge testimoniado y agregado como prueba, del que surge que en el año 2014 los Sres. D.C.F. y F.G.T., quienes eran inquilinos de un inmueble propiedad de C. y P., radicaron denuncia contra éstos (identificando a P. como "P.C.") por amenazas y violencia privada. Expresan que la Sra. P. se presentó en su domicilio expresando que debían irse del inmueble, a lo que contestaron que no había motivo para ello pues estaban al día en el pago de los alquileres. Al día siguiente se presentó nuevamente "P.C." en su domicilio, y casi al mismo tiempo C., quien llegó en un móvil policial acompañado por el agente D.C., de la división investigaciones. Ambos concubinos comenzaron a increpar a los denunciantes exigiéndoles la entrega del inmueble y tratando de amedrentarlos. Señalan que C. portaba un arma de fuego, lo que les genera gran temor. Y que frente al violento episodio, extraño a su vez por participar en parte la fuerza pública, realizaron la denuncia policial en la Seccional Primera.

Ambas actuaciones judiciales resultaron archivadas sin consecuencias. Al respecto, corresponde expresar, primeramente, que se trata de incidentes en los que intervinieron (sobre todo en el segundo, y también en menor medida en el primero en tanto B. expresa que se encontraba

filmando) no solamente la hoy víctima sino también hoy imputado. Por lo que, en caso de que se considerase habilitado extraer de ello consecuencias sobre la interpretación del temperamento violento o impulsivo de los intervinientes, ello sería factible respecto de ambos, no únicamente de P. como lo pretendería la Defensa. En segundo lugar, no recayó resolución judicial alguna sobre ninguno de ambos hechos, por lo que no puede tenerse por esclarecido lo que en definitiva ocurrió. En tercer término, se trató de hechos que involucraron la relación de los nombrados con terceros, a raíz de inconvenientes cuyo fundamento se desconoce (el envenenamiento de un perro y la participación en el mismo de B., el vínculo contractual arrendaticio con C. y G.) y que por consiguiente brindan una muy débil base para sacar conclusiones acerca del vínculo interno entre imputado y víctima y la dinámica del mismo. En definitiva, se estima que se trata de medios probatorios que no arrojan consecuencias relevantes sobre la dilucidación de la temática de autos.

Considerando:

I) Efectuada precedentemente a relación de hechos que se tuvieron por probados, corresponde establecer ahora, como lo establece el artículo 119 del Código del Proceso Penal, el derecho a aplicar, en primer lugar, respecto de la tipicidad de dichos hechos.

Surge de lo expuesto en los Resultandos que se tuvo por probado que el imputado J.C., el día 10 de julio de 2018, causó lesiones de arma blanca a su concubina, la Sra. P.P. Se tuvo, asimismo, por acreditado que el mismo, al menos, previó la posibilidad o probabilidad de acaecimiento del resultado de muerte de la víctima, si bien se entendió que no ha podido acreditarse con certeza que haya sido su intención directa producir dicho resultado.

Expresa Milton Cairoli, en "El Derecho Penal Uruguayo y las nuevas tendencias dogmático penales" Tomo I, FCU, 1° edición, 2000) que el dolo eventual "Tiene iguales características del dolo directo, pero en él, el resultado no se produce necesariamente. Nuestro Código, en su artículo 18, define al dolo eventual como "El resultado que no se quiso, pero se previó, se considera intencional". Esto significa que actúa con dolo eventual quien prevé como posible o como probable el resultado que, aunque no sea querido, es consentido voluntariamente. El agente no quiere el resultado, pero admite su producción, acepta el riesgo de que se produzca, considera a ese resultado como consecuencia posible de su conducta. En el dolo eventual se cuenta con la posible o probable producción de un resultado, lo que supone una posibilidad muy seria de su realización y se requiere que el agente tome en cuenta muy seriamente el peligro de que ocurra el resultado previsto como posible.

El sujeto actúa con dolo eventual cuando la convicción del resultado previsto como posible no lo hizo desistir de su acción, por lo que puede decirse que se ha comportado con el motivo egoísta tan característico de esta clase de dolo. Ha consentido, o por lo menos, se ha mostrado como un indiferente frente al resultado".

Y luego de analizar las distintas teorías al respecto, culmina expresando que "Personalmente entiendo que todas estas teorías discuten sobre puntos o matices sutiles que a veces son imposibles de distinguir. Creo entonces que en el dolo eventual debe haber un asentimiento, una aceptación, que no difieren a conformarse con lo que se prevé que ocurrirá. La aceptación o asentimiento está ínsita en la acción voluntaria, y no debe descartarse de ello la probabilidad del resultado. De modo que es posible combinar las teorías del consentimiento o asentimiento y la de la probabilidad o representación".

II) Ahora bien, es necesario, llegado a este punto, incursionar en el análisis acerca de si resulta posible, en definitiva, la incriminación de un delito a título de dolo eventual y en grado de tentativa, cuestión que, debe reconocerse, resulta harto polémica en doctrina y jurisprudencia tanto nacional como internacional.

Para comenzar con la doctrina comparada, un exhaustivo análisis sobre el tema puede leerse en el artículo del español Josep Maria Tamarit Sumalla, "La tentativa con dolo eventual", publicado en el Anuario de Derecho Penal y Ciencias Penales, 1992, páginas 515-559.

Expresa para comenzar que "La escasa literatura producida acerca del tema, especialmente en el ámbito de la doctrina española, no es precisamente indicativa de su carácter poco problemático. Lejos de presentarse como una cuestión pacífica, la complejidad de la materia subyacente y la multiplicidad de dimensiones en las que se proyecta la hacen merecedora de un creciente interés".

Señala que en el ámbito de la doctrina española, constituye una actitud generalizada por parte de los autores que se han enfrentado al tema, la asunción indiscutida de la punibilidad de las formas imperfectas de ejecución con dolo eventual, citando a Jiménez de Asúa, Antón Oneca, Rodríguez Mourullo, Farre Trepat. Agrega que "La jurisprudencia del Tribunal Supremo ha mantenido en repetidas ocasiones una postura favorable a la tentativa con dolo eventual, aunque en ningún momento tal posición es objeto de motivación, sino que la misma se asume como algo ya dado, como hecho indiscutido", aunque luego cita alguna sentencia que se apartaría de tal línea.

Agrega luego, pasando a analizar la situación en otros países, que "La doctrina alemana contemporánea se decanta también de modo predominante hacia una postura favorable a la admisión del dolo eventual como componente subjetivo de la tentativa, con independencia de la adscripción a una u otra concepción sistemática de la teoría jurídica del delito. Dicha posición se ha consolidado una vez han sido superadas de modo casi generalizado las reticencias que en la doctrina de finales del siglo anterior suscitaba la asimilación del dolo eventual al dolo, y especialmente tras la modificación del concepto legal de tentativa consagrado en el nuevo parágrafo 22 StGB, que permite superar los escrúpulos que planteaba el término "resolución" (Entschluss" del parágrafo 43 del antiguo Código". Agregando que desde Mezger o Welzel se destaca un grupo extenso de penalistas que se alinean, normalmente sin detenerse en argumentaciones ni introducir matizaciones o reservas, tras la tesis dominante. Señala también

que "La literatura germánica reseña a menudo la coincidencia de criterio entre doctrina y jurisprudencia, aunque al respecto conviene a mi juicio señalar que, si bien los pronunciamientos de los Tribunales recaídos sobre la cuestión se inscriben en la tesis afirmativa, igualmente significativo es el dato de la escasez de sentencias que aborden el tema (la mayor parte de ellas relativas al delito de homicidio) que contraste con la frecuencia de los supuestos de tentativa con dolo eventual".

Pasa a exponer luego que "El panorama doctrinal en Italia viene caracterizado por un grado de disenso mucho mayor del que impera en la literatura española o alemana", reclamando los partidario de una y otra tesis tener a su favor la posición mayoritaria. Añade que "La jurisprudencia de la Corte de Casación italiana ha seguido una tendencia vacilante en las múltiples resoluciones en las que se ha enfrentado con el tema que examinamos, lo cual impide que pueda hablarse de un criterio consolidado. La sensación de desorientación que genera el análisis de las diversas sentencias es notable, pues la misma no es el efecto de contradicciones anecdóticas, o de planteamientos que versen sobre aspectos distintos del problema, sino de sucesivas tomas de posición y líneas argumentales sobre elementos esenciales del tema en sentidos absolutamente opuestos".

Analizando luego en general las tesis negativas sobre la aceptación de la tentativa con dolo eventual, señala que tienen como antecedentes remotos planteamientos basados en la hostilidad que a finales del siglo XIX y principios del XX ciertos sectores de la doctrina jurídico penal habían mostrado hacia la propia inclusión del dolo eventual en el concepto de dolo. Más modernamente, las posturas contrarias al dolo eventual han gozado de especial seguimiento en Italia, aunque en general sustentadas en una determinada interpretación de la definición legal de tentativa contenida en el Código Penal italiano. Otros autores señalan el riesgo que genera la admisión de tal forma de tentativa de que el ámbito de las incriminaciones se torne demasiado extenso.

Cita luego la argumentación del autor portugués De Faria Costa, quien en una monografía dedicada al tema adopta una posición radicalmente contraria a la compatibilidad entre tentativa y dolo eventual. Reseña a continuación algunas tesis que han propuesto como regla general la admisibilidad de la tentativa con dolo eventual, pero han propuesto su impunidad en algunos supuestos particulares, teorías que, según señala, han encontrado su mayor desarrollo en la autora suiza Kölz-Ott. En particular, dicha autora considera punible la tentativa de delito inacabada idónea con dolo eventual en relación con la producción del resultado, con base en la idea de peligrosidad inherente a la idoneidad de la acción, siendo éste el criterio clave para la delimitación de los actos ejecutivos respecto de los preparatorios impunes. En segundo lugar, considera punible la tentativa acabada con dolo eventual en relación con la producción del resultado, solo en los casos en que haya peligro para el bien jurídico, lo que sucederá normalmente cuando se trate de tentativa idónea, siendo así que debe darse una correspondencia entre la peligrosidad real y el juicio sobre el peligro efectuado por el autor. En tanto que en los casos de tentativa con dolo eventual en relación con una circunstancia de hecho, la regla general es la impunidad.

Luego de esta enumeración de posturas relevadas en la doctrina y jurisprudencia de diversos sistemas jurídicos, el mencionado Tamarit Sumalla expone y fundamenta extensamente en el artículo citado su propia toma de posición en la materia, que es negativa en cuanto a la admisibilidad de la tentativa con dolo eventual, apartándose de la postura que reconoce mayoritaria en su propio país. A efectos de no extenderse demasiado al respecto, se citarán exclusivamente sus conclusiones: "La tesis mayoritaria, que sostiene la punibilidad de la tentativa con dolo eventual, se fundamenta normalmente en una deducción lógico-formal, basada en las premisas "lo que vale para el delito consumado vale para la tentativa" y "el dolo eventual basta para la plena realización del tipo de un delito doloso". Tal razonamiento puede ser impugnado, en primer lugar, por un error en sus premisas. En cuanto a la primera de ellas, la equiparación entre el delito consumado y el delito intentado no se compadece con la autonomía típica de la tentativa, y sus consiguientes particularidades estructurales, entre las que destaca que la voluntad de consumación desempeña la función de un elemento subjetivo del injusto de intención trascendente. La segunda premisa no puede ser invocada a modo de axioma, pues es propio de algunos tipos de delito la exclusión de la realización doloso-eventual. Ello es posible porque la asimilación del dolo eventual al dolo directo no deriva de una identidad ontológica, sino del manejo de un criterio normativo de dolo. La primera conclusión es, pues, que nada obliga a asumir como inevitable la relevancia típica de la tentativa con dolo eventual". Y más adelante señala que "La tentativa debe mantener como principal rasgo distintivo respecto de los delitos de peligro, la dirección de la voluntad del autor hacia la lesión del bien jurídico, y ello sólo resulta conciliable con la intención de causar el resultado. La admisión en sede de tentativa de una "voluntad eventual" de consumación, no permitiría fijar unas fronteras suficientemente definidas y seguras con la generalidad de los delitos de riesgo, y generaría una confusión o asimilación con los tipos de peligro cualificado".

III) En segundo lugar, y para culminar con la reseña de la doctrina y jurisprudencia extranjeras en cuanto al tema, cabe citar el artículo "¿Incompatibilidad entre frustración y dolo eventual? Comentario a la sentencia de la Corte Suprema en causa rol 19.008-17", del autor chileno Juan Pablo Mañalich, publicada en Revista de Estudios de la Justicia" de la Universidad de Chile, N° 27, páginas 171-182. En dicho artículo, como surge de su título, se comenta una sentencia de la Segunda Sala de la Corte Suprema chilena que, por mayoría, revocó una condena por femicidio frustrado pronunciada por el Tribunal de Juicio Oral en lo Penal de Coyhaique, sustituyéndola por una condena por lesión corporal simplemente grave. La Corte entendió que la golpiza propinada por el condenado en contra de la víctima, consistente en una repetición de golpes dados en su cabeza con dos trozos de concreto, no podría resultar punible a título de femicidio frustrado, por consideraciones que, en lo fundamental y según el artículo citado, son reconducibles a la tesis de que la forma de punibilidad correspondiente al llamado "delito frustrado" es incompatible con el dolo eventual como criterio de imputación subjetiva.

Luego de explayarse en una serie de análisis sobre la diferencia entre los conceptos de tentativa y delito frustrado en el Código Penal chileno, que como el propio autor dice, son reducibles a la diferencia entre una tentativa inacabada y una tentativa acabada, expresa Mañalich que "Por

otra parte, es igualmente equívoco que la corte reformule la exigencia de que el autor dé principio a la ejecución del crimen o simple delito “por hechos directos” como la exigencia de que ello tenga lugar a través de “hechos directamente encaminados a la consumación”. Esto desconoce que la interpretación más plausible de la expresión “por hechos directos” consiste en atribuir a esta cláusula la función de demarcar el ámbito de punibilidad de la tentativa frente al ámbito de falta de punibilidad que, generalizadamente, se corresponde con la así llamada “mera preparación”. Desde luego, esto deja intacta, según ya se estableciera, la necesidad de que, para que se constituya una tentativa inacabada, el comportamiento del autor haga reconocible una resolución al hecho. Pero esta exigencia no se deja reformular como una exigencia de dolo directo. Precisamente esto explica que la doctrina alemana ampliamente dominante entienda compatible la satisfacción de aquella exigencia con una imputación a título de dolo eventual".

En tal medida, la corte yerra al confundir la exigencia de una resolución al hecho como una exigencia de dolo directo, y también yerra al asumir que tal exigencia, en cuanto pertinente tratándose de una posible tentativa “a secas”, también lo sería tratándose de un delito frustrado. Pero es todavía más llamativo que la corte haya pretendido identificar la supuesta exigencia de dolo directo como una exigencia de “intención o propósito de lograr la consumación del delito”. La corte parece no haber advertido que semejante formulación no sólo resulta excluyente del dolo eventual, sino también del así llamado “dolo directo de segundo grado” (o “de las consecuencias necesarias”). Esto quiere decir, por ejemplo, que en un caso en el cual una persona hiciera detonar una bomba en una casa actualmente habitada por alguna otra persona, asumiendo, con una probabilidad rayana en la certeza, que ésta habrá de resultar muerta, mas sin perseguir intencionalmente la producción de su muerte sino sólo la demostración del poderío de sus explosivos, la corte tendría que desestimar, mutatis mutandis, una condena por homicidio frustrado, en el evento de que la segunda persona en definitiva no hubiese resultado muerta. La consideración decisiva para desechar la tesis favorecida por la corte, de modo tal de favorecer, en cambio, la tesis de la suficiencia del dolo eventual, concierne a la relación en que se encuentran las categorías de delito tentado y delito frustrado, por un lado, y la de delito consumado, por otro. Lo primero que es necesario advertir aquí es que la calificación de un hecho potencialmente punible como ejemplificativo de alguna de esas tres categorías sólo es posible ex post. Esto se sigue de que sólo ex post resulta constatable la consumación de un delito, en circunstancias de que para la constitución de un delito tentado o un delito frustrado es conceptualmente necesaria su falta de consumación, lo cual —por implicación— sólo puede ser constatado ex post. Aquí es importante reparar en que la corte asumió que, el condenado habría propinado los golpes con las piezas de concreto actuando con “dolo homicida” (cons. 53), el cual no habría alcanzado a ser constitutivo de dolo directo. Esto quiere decir que la corte asumió como correcta la adscripción al condenado de dolo eventual de homicidio —con relevancia para la imputación del correspondiente femicidio— en referencia a la aplicación de esa misma golpiza. Esto quiere decir, entonces, que la corte habría estado dispuesta a validar una condena por femicidio consumado, en caso de que la víctima hubiese llegado a morir a consecuencia de los golpes recibidos. Pero si la decisión de generar el correspondiente riesgo concreto de muerte para otra persona es idéntica en caso de que ese riesgo no llegue a realizarse en la efectiva

muerte de esta persona, entonces es difícil explicar que a quien se ha representado estar condicionando suficientemente la muerte de esa otra persona no se le pueda dirigir un reproche por haberse comportado de un modo que, de haberse efectivamente realizado el riesgo que aquél se representó estar creando, lo habría llevado a dar muerte a esa otra persona. Por supuesto, esto no significa que, en el último caso, al hechor sea imputable haber matado a la otra persona. Pues no es posible imputar (correctamente) a alguien haber matado a otra persona si de hecho aquél no ha producido la muerte de ésta. Pero es justamente esta consideración la que lleva a que, en tal caso, el título de punibilidad pertinente no sea el correspondiente a un delito consumado, sino al respectivo delito tentado o frustrado. Y la misma consideración explica que la penalidad prevista sea característicamente menos severa, habiendo sólo tentativa o frustración, que habiendo consumación. En todo lo demás, sin embargo, lo que vale para una imputación que da lugar a una posible responsabilidad por un delito consumado tiene que valer para aquella que da lugar a una posible responsabilidad por un delito tentado o frustrado. Y si el dolo eventual es suficiente para la primera imputación, también tendría que serlo para la segunda".

Continuando, luego, con otros desarrollos relativos al caso concreto objeto de su análisis, que no interesan a nuestros efectos.

IV) Abocándonos, finalmente, al estudio de la situación de la doctrina y la jurisprudencia al respecto a nivel nacional, donde tampoco el panorama es pacífico.

Miguel Langón, en un artículo titulado "Aspectos del dolo, la culpa y la ultraintención en el Código Penal Uruguayo" publicado en la Revista de Derecho de la Universidad de Montevideo, Año 11, N° 21 (2012), páginas 47-55, sostiene, para comenzar, la novedosa e interesante tesis interpretativa de que, tratándose de los delitos de homicidio y lesiones no existe dolo eventual, ya que la categoría legal de la ultraintención, prevista específicamente para dichas figuras penales, es aplicable toda vez que el resultado lesivo mayor al querido fuera previsible, con independencia de que hubiera sido o no previsto. Amén de dicha tesis general, que defiende a lo largo del artículo, en un pasaje hace una escueta referencia al problema que nos ocupa. Señala (pág. 54-55): "Cuando el sujeto actúa teniendo la certeza de la producción del resultado, aunque el mismo no haya sido directamente querido, hay dolo directo, hay intención como se ve claramente en los casos denominados de "consecuencias necesarias" debiendo ser objeto de prueba en juicio tal hecho, como en el conocido caso de la bomba colocada en un avión en vuelo para matar a uno de los pasajeros, resultando que para producirse involucra necesariamente la muerte de todos los que se encuentren en la nave, muertes por las que debe responder ya que no es ni posible ni probable el evento, sino claramente cierto. Hay dolo directo porque previó el resultado plural como seguro, como cierto, porque no puede llegar al resultado querido (muerte del enemigo) sin considerar como inevitable los resultados que, aunque no sean directamente queridos, son el producto inevitable de su acción.

Al punto que, si sobrevive un tripulante, por ejemplo, el hecho debe imputarse en grado de tentativa de homicidio (obviamente intencional), mientras que el dolo eventual no admite el

conato:. quien cruza con luz roja a alta velocidad una avenida muy transitada, y no provoca la muerte, ni la lesión de nadie, no responderá nunca por homicidio a dolo eventual en grado de tentativa, porque al no haber intención no hay mecanismo amplificador capaz de atrapar al imprudente (pese al riesgo real y concreto que pudieran haber corrido automovilistas y peatones que por allí estaban)".

Distinta es la opinión de Milton Cairoli, según lo expresa en su libro "El Derecho Penal Uruguayo y las nuevas tendencias dogmático penales", Tomo II, FCU, 2000, página 54. Analizando los distintos casos de punibilidad de la tentativa, luego de afirmar que "El único grado de la culpabilidad en que puede darse la tentativa es el dolo, hay en ella una voluntad inherente al mismo fin que era el que perseguía quien quería consumar el delito", y de señalar algo después que "La afirmación anterior respecto a que la única forma de culpabilidad compatible con la tentativa es el dolo, elimina de plano la posibilidad de que esa etapa del iter criminis pueda ser cumplida a título de culpa", y luego "La misma afirmación es posible realizar respecto a los delitos ultraintencionales pues es imposible imaginar una tentativa de un resultado que excedió a la intención judicial proyectada por el agente", llega a la pregunta que nos ocupa: "¿Y qué ocurre con la tentativa y el dolo eventual? Los autores que admiten que la tentativa pueda incriminarse a título de dolo eventual, dicen que si un sujeto actúa tendiendo a un resultado pero habiendo aceptado otro que ha previsto como posible, responde por tentativa si éste no se produce por causa independiente de su voluntad. Por ejemplo: A dispara contra lo que cree es una pieza de caza y erra, pero resulta que no era tal sino un hombre, será responsable de tentativa de homicidio o lesiones. Pienso que asiste razón a estos autores, ya que sostener que en ese caso no debe penarse la tentativa es absurdo. Zaffaroni es muy aclaratorio con este ejemplo: un sujeto es dueño de un caballo de carrera y le apuesta una cifra cuantiosa, luego quiere eliminar al único contrincante que lo puede vencer y a tales efectos regala al dueño del otro animal terrones de azúcar envenenados para que éste se los de al caballo, aunque prevé y acepta la posibilidad de que pueda ingerirlos también el dueño del caballo. Este ingiere los terrones y solo puede ser salvado después de un largo tratamiento. Sería absurdo, dice Zaffaroni, pretender que el envenenador pueda ser penado como autor de lesiones graves que concurren con la tentativa de daño o maltrato de animales, en lugar de ser castigado con tentativa de homicidio en concurrencia con la de daño".

En la jurisprudencia nacional han podido recabarse escasas sentencias que aborden el punto, aunque las hay en ambos sentidos. Puede citarse, en primer término, la sentencia dictada el 20-IV-1993 por el Tribunal de Apelaciones en lo Penal de Primer Turno Dres. Guillot Martínez (redactor) y Alonso Penco, publicada como caso 12.407 por La Justicia Uruguaya, en el que se expresa, en la parte que aquí interesa, que "Como primera cuestión, la Sala ha de señalar que no comparte la calificación delictiva contenida en el auto de procesamiento, de "delito de homicidio en grado de tentativa a título de dolo eventual". En principio, constituye una "contradictio in adjectio la hipótesis de homicidio tentado cometido con dolo eventual. Es de la esencia del delito de homicidio la intentio necandi, específicamente consagrada en el a. 310 del Código Penal: "El que, con intención de matar, diere muerte a una persona...". Si la figura del homicidio contiene la

expresa referencia subjetiva del tipo "intención de matar", resulta muy claro que tal referencia no puede estar ausente toda vez que se impute el delito de homicidio, aunque el "iter-criminis" se interrumpa en el grado de tentativa. Si hay "intención de matar", el título subjetivo con que se cumple la acción no puede ser otro que el dolo directo, esto es, un resultado ajustado a la intención. En cambio, es de la esencia del "dolo eventual" la previsión de un resultado no querido pero aceptado como posible. En consecuencia, el dolo eventual es incompatible con la tentativa de homicidio que requiere un resultado previsto y querido aunque tal resultado no se logre por causas independientes de la voluntad del agente, quedando el reato en grado de tentativa".

En cambio, distinto es el temperamento adoptado en la sentencia 265/2015, dictada el 14-X-2015 por el Tribunal de Apelaciones en lo Penal de Segundo Turno, disponible en la Base de Jurisprudencia Nacional Pública, en la que se expresa que "Hubo de parte de los indagados previsión de un resultado no querido directamente, pero aceptado ya que no detuvo el accionar de los mismos quienes actuaron a título de dolo eventual.

En este sentido, se revoca y condena a AA como coautor de un delito de homicidio muy especialmente agravado en grado de tentativa a título de dolo eventual.

En efecto.

La teoría de la Probabilidad donde suficiente será que el autor se haya planteado la posibilidad que el resultado se produzca y a pesar de ello lo realice. Significa más que simple posibilidad y menos que probabilidad predominante; la prueba radicará en que toma en serio (¿cómo saberlo?) esta posibilidad y cuenta con ella entonces se ha decidido por la posible lesión de bienes jurídicos, sobre la que se ha presentado (dice Roxin y se lo atribuye a Puppe) una variante mejorada: el dolo es saber un peligro cualificado, cuando el peligro que el sujeto crea para el bien jurídico es de tal cantidad y calidad que una persona de acuerdo a la experiencia de comportamiento (¿otra vez? ¿el hombre medio -¿existe?-, standard, la experiencia?) lo tendría como resultado que puede producirse.

La diferencia entre dolo y culpa es muy incierta cuando la probabilidad advertida no es ni muy elevada ni muy pequeña, el dolo no es sólo conocimiento sino también voluntad.

La teoría de la no puesta en práctica de la voluntad de evitación. Kaufmann niega el dolo eventual sólo cuando la voluntad conductora del sujeto estuviera dirigida a evitar el resultado y hay culpa consciente cuando intenta conducir el suceso de manera que no se produzca una consecuencia accesoria representada como posible.

Los esfuerzos de evitación tampoco pueden excluir el dolo cuando ni el propio sujeto confía o lo hace a riesgo de, por lo que también es susceptible de crítica.

La ecléctica alemana donde es necesario establecer si el sujeto toma en serio la posibilidad del delito o por otro lado que se conforme con su producción.

En España y Argentina parece dominar hoy la opinión según la cual actúa con dolo eventual

quien considera seriamente como posible la realización del tipo y se conforma con ella y no hay dolo quien confía en que no acontezca.

Como se advierte se trata de una fórmula tan insegura ya que otra vez se debe invadir ( intentar) la psiquis ajena puesto que la exclusión del dolo es decidida por la confianza interior del autor que puede apoyarse en la confianza o en el error.

Se comparte la crítica de Marcelo Sancinetti en el sentido que detrás de “confiar en” se quiere exigir algo más que una representación o un grado de probabilidad, representado , entonces, se reconducirá siempre, necesariamente a la más pura teoría del consentimiento o de una teoría de motivación. Porque no puede explicarse la conciliación entre probabilidad y consentimiento, a esa conjugación entre el momento cognoscitivo y el voluntario".

V) Y en definitiva, en dicha sentencia se termina resolviendo "Confírmase la sentencia de primera instancia, salvo: a) En cuanto a la calificación delictual la cual se revoca y condena a AA como coautor de un delito de homicidio muy especialmente agravado en grado de tentativa a título de dolo eventual (...)", por lo que en definitiva se opta por la tesis de la compatibilidad entre ambas categorías.

En definitiva, como culminación del análisis de la doctrina y jurisprudencia disponibles sobre el punto, cabe expresar al sentenciante, sin pretender obviamente emular el nivel argumentativo de los autores que vienen de citarse, que adhiere a la tesis favorable a la posibilidad de la imputación de un delito en grado de tentativa a título de dolo eventual. Ello, fundamentalmente, porque se estima que, en tanto el artículo 18 del Código Penal establece que el resultado que no se quiso pero se previó se considera intencional, está parificando el tratamiento normativo del dolo eventual al del dolo directo. En consecuencia, si quien realiza una acción que no busca directamente un resultado (en el caso, la muerte de la víctima) pero la prevé como posible y probable y acepta dicha posibilidad o probabilidad, en caso de que dicha muerte tenga efectivamente lugar, resulta responsabilizado como autor de un delito de homicidio a título de dolo eventual, no se advierte que existan estrictamente razones para que el tratamiento resulte diferente en el caso en que el resultado posible o probable no se produzca, por razones que son independientes de la voluntad del agente. En tanto, en definitiva, el dolo eventual ha existido del mismo modo en un caso y en el otro. Como lo expresa el autor chileno Mañalich en su opúsculo citado supra, ello no equivale a quitar relevancia al hecho de que el resultado lesivo previsto pero no querido se produzca o no; va de suyo que en el segundo caso, el tratamiento punitivo es mucho más benigno, mas debe reputarse como intencional el resultado no querido, y tampoco producido, pero sí, previsto, del mismo modo que se mita como tal el no querido pero sí previsto y producido.

En definitiva, entonces, se admitirá la procedencia de la condena por un delito de homicidio a título de dolo eventual y en grado de tentativa.

Concurso de alteratorias

VI) Debe analizarse, en primer lugar, la procedencia de la imputación de la agravante muy especial prevista por el artículo 312 del Código Penal, consistente en que el homicidio resulte cometido "Contra una mujer por motivos de odio, desprecio o menosprecio, por su condición de tal".

Resultaría de muy difícil determinación, en principio y ateniéndose a tales términos, la aplicabilidad o no de la mencionada agravante en cualquier delito de homicidio cometido contra una mujer, puesto que debe determinarse si las motivaciones del mismo estuvieron vinculadas al odio, desprecio o el menosprecio por la condición de mujer de la víctima (se trataría en definitiva de una variante de los así llamados delitos de odio), cuestión que, así definida, resulta bastante imprecisa y que, desde luego, puede resultar en no pocos casos de extremadamente dificultosa determinación.

Ello no obstante, y con criterio razonable, el legislador delimita una serie de indicios, aunque aclara que no resultan de carácter taxativo, y que admiten prueba en contrario, pero que hacen presumir la existencia de dicho móvil de odio, desprecio o menosprecio; proporcionando así una guía más precisa que impide que el pronunciamiento respecto de la procedencia de esta agravante navegue en aguas tan turbulentas como imprecisas.

Son ellos tres casos, de los que se transcribirá únicamente el primero, por ser el que tiene relevancia en la especie. Se establece que la agravante concurre cuando "A la muerte le hubiera precedido algún incidente de violencia física, psicológica, sexual, económica o de otro tipo, cometido por el autor contra la mujer, independientemente de que el hecho haya sido denunciado o no por la víctima".

Y bien, según se ha dado por probado en los Resultandos, en la especie el hecho que configura la tentativa de homicidio resultó precedido por diversos incidentes de violencia, al menos, física, psicológica y económica, habiéndose manejado incluso la ocurrencia de hechos de violencia sexual aunque no se haya producido prueba específica al respecto. Es así como debe concluirse que se ha configurado la presunción simple prevista por dicha norma para configurarse el agravante específico de femicidio.

VII) Ello no obstante, el análisis no puede estar completo si no se considera la eventualidad de que pueda haberse recabado prueba en contrario que anule los efectos de dicha presunción simple. Dicha prueba en contrario podría estar constituida por el hecho de que la motivación del insuceso de autos haya residido en razones de índole económica, y no de otro orden subsumible dentro del concepto de odio, desprecio o menosprecio a la condición femenina de la víctima.

Ello no obstante, a juicio del sentenciante militan en contra de dicha posibilidad dos circunstancias. La primera consiste en que no existe prueba suficiente de que los motivos de la agresión hayan sido de índole económica y no otros. Es cierto que se ha dado por probado que el imputado se encontraba embargado por tales preocupaciones y recelos (que no se demostró

en absoluto tuvieran algún fundamento) en relación a la víctima, pero, así como las agresiones físicas y demás formas de violencia ejercidas en el pasado no tuvieron necesariamente dicha motivación, ésta tampoco tuvo por qué tenerla. Podría concluirse que tal motivación surge de las palabras que, según la versión de la víctima, C. le dirigió en un momento del incidente ("no te vas a quedar con lo mío porque todo es mío"). Véase, sin embargo, que si se le otorgare una importancia trascendental a tales palabras, entonces debería condenarse por un delito de homicidio a título de dolo directo, por cuanto las mismas trasuntarían implícita pero bastante claramente una intención de matar. Si no se ha tenido por suficientemente probada la pronunciación de dicha frase por el imputado a los efectos de valorar la existencia de intentio necandi, tampoco puede hacerse lo contrario a la hora de evaluar los móviles del ilícito. Lo contrario implicaría tener por probado y no tener por probado el mismo hecho en distintos aspectos de la resolución a dictarse, según convenga o no a los intereses del imputado, lo que claramente es inadmisible. Si la presunta pronunciación de tal frase no se hizo pesar en contra del imputado en sede de dolo, no puede hacerlo en su favor en materia de móviles o concurrencia de agravantes.

En segundo lugar, y aunque se concluyera, lo que como se dijo no está probado, que la motivación de la agresión tuviere carácter económico, tampoco ello excluye per se que pueda tener índole sexista o de desprecio/menosprecio. La propia norma que se encuentra en análisis refiere a hechos de violencia de carácter económico, y de hecho se han mencionado por la víctima circunstancias -tales como que el imputado la obligaba a pagar todos los gastos de la casa con la porción de rentas que le correspondía, en tanto que guardaba íntegra la suya- que bien pueden corresponder al concepto de violencia de género patrimonial. Del mismo modo, la presunta pretensión de evitar que su cónyuge accediera a una parte del patrimonio común, o a su administración, a través de su inclusión en el Directorio de N.S.A., es una conducta que puede ser leída en tal clave, particularmente si resulta valorada en el contexto del vínculo entre los involucrados con todas las características de violencia que se han descripto en el apartado correspondiente.

Por todo lo cual, se recibirá la agravante en análisis; correspondiendo concluir especificando que, si bien se trata de un punto asimismo discutido, actualmente es prevaleciente la opinión de que resulta compatible el dolo eventual con el cómputo de agravantes especiales o muy especiales (puede verse, sobre el punto, entre otros, lo escrito por Cairoli, en comentario a la sentencia 222/2005 de la Suprema Corte de Justicia, en Máximos Precedentes. Suprema Corte de Justicia. Derecho Penal. Milton Cairoli. La Ley, 2016, páginas 96-98).

VIII) En cuanto a las agravantes genéricas articuladas en la acusación fiscal, la de la alevosía (artículo 47 numeral 1 del CP) no resulta de recibo, a juicio del sentenciante, en cuanto -salvo quizás respecto de la presunta agresión inicial en la escalera, que como se expresó oportunamente no se encuentra entre los hechos que se tienen por plenamente probados- no puede entenderse que la víctima se encontrase en condiciones inadecuadas para prevenir el ataque o defenderse de la agresión, como lo prueba el hecho de que se defendió, causando incluso heridas a su agresor y deteniendo en ocasiones sus ataques según su propio relato. Las

hipótesis habitualmente manejadas para el concepto de alevosía -cuando la víctima es un niño, cuando se encuentra dormido o está de espaldas- se encuentran alejadas de la situación de autos.

En cambio, se estima de recibo la agravante del abuso de las relaciones domésticas previsto por el artículo 47 numeral 14, pues se estima que el hecho fue cometido, precisamente, abusando de las ventajas procuradas por dichas relaciones domésticas. Puede dudarse si esta agravante genérica se encuentra absorbida o ya contemplada en la específica de femicidio; a juicio del sentenciante, la respuesta debe estimarse negativa, en tanto el femicidio no exige, necesariamente, la existencia de relaciones domésticas, por lo que se trata de agravantes que contemplan dos fenómenos en principio distintos, aunque en no pocos casos puedan coexistir.

Como atenuante genérica se relevará la primariedad.

IX) EI Ministerio Público solicita la condena del imputado a la pena de diez años de penitenciaría. En primer lugar, el sentenciante estima insoslayable señalar su enfática discrepancia con lo manifestado por la respetable Fiscalía interviniente en cuanto a que la pena a recaer ha de ser necesariamente, la requerida por su parte, y no menos, por cuanto en caso de que ocurriese lo segundo, se enviaría un mensaje erróneo a la sociedad, en cuanto a la permisividad del género de delitos de que nos ocupamos. Véase que, de seguir por tal equivocado razonamiento, y atento a que la pena requerida en la acusación fiscal no es, ni por asomo, la más alta que contempla la ley para el tipo delictivo incriminado, el sentenciante podría especular que constituye un erróneo mensaje el que se haya solicitado una condena a 10 años, y no a 12, o 15, o acaso a 17 años de penitenciaría. Claramente ello constituiría un despropósito. Si la Fiscalía realizó tal individualización de la pena es porque la entendió justa ante las características del caso de autos y el quantum del injusto. El Tribunal de ningún modo puede pasar sin más por tal valoración, pues estaría abandonando en una de las partes la función jurisdiccional, sino que debe efectuar, con la misma libertad y teniendo presente la inevitable subjetividad que siempre posee la materia, la suya propia, la que, en el caso, no puede soslayar la tipificación que se recoge, a título de dolo eventual y no de dolo directo, así como el no cómputo de una de las agravantes pretendidas en la acusación. No debe olvidarse que los criterios para la individualización de la pena están previstos en el artículo 86 del Código Penal, y entre ellos no está, ni puede estar, mientras nos encontremos en un Estado de Derecho, la pretensión de enviar mensaje alguno a la sociedad o a una parte de ella, ni la consideración de aspectos de naturaleza sociológica o de prevención general del delito que no digan relación con la persona individual del imputado, sus circunstancias personales y el grado del juicio de reproche que éste merece. No puede jamás perderse de vista que en autos no se está juzgando, ni condenando, a un conjunto indeterminado de personas, ni al entero y repudiable fenómeno de los femicidios, ni de la violencia contra las mujeres, sino a un autor individual de un hecho individual, y la pena a recaer debe ser la que se entienda adecuada para las circunstancias, no de culpas ajenas o colectivas, sino de sus culpas individiuales; ni algo más, ni algo menos.

X) Solicita la Fiscalía, en caso de condenatoria, se oficie a la Sede de Familia a fin de dar

cumplimiento a lo dispuesto por el artículo 284 del Código Civil en la redacción dada por el artículo 73 de la ley 19.580. Establece dicha norma, sin embargo, que los padres perderán de pleno derecho y sin que sea necesario declaración expresa al respecto, la patria potestad sobre sus hijos, entre otros casos que enumera, numeral 4º: “Si fueren condenados por femicidio, consumado o en grado de tentativa, respecto a la madre de sus hijos”. Establece asimismo que el Actuario del Juez que hubiere conocido en primera instancia, comunicará de oficio y dentro del término de cinco días al Instituto Nacional del Menor (hoy INAU) y al Ministerio Público las sentencias ejecutoriadas a que se refiere este artículo...”.

En consecuencia, entiende la Sede que no resulta adecuado el tracto procesal que impetra la Fiscalía, por cuanto no se requiere, a diferencia de lo previsto por el artículo 285 del Código Civil, instancia de parte y sentencia específica de Juez competente, que debe entenderse el de Familia. Sino que en el caso del artículo 284 la pérdida de la patria potestad opera de pleno derecho. A juicio del sentenciante, también corresponde oficiar al Registro Nacional de Actos Personales, por tratarse la pérdida de patria potestad de acto inscribible en los términos del artículo 35 numeral 3 de la Ley Orgánica Registral, 16.871.

XI) Ha constatado el sentenciante que en las fotografías agregadas a fojas 63-77 existen algunas fotos referentes a los involucrados en el proceso que pueden considerarse de cierto carácter íntimo y cuya publicidad mediante el acceso a ellas de todo aquel que manipule los autos puede resultar, de modo innecesario, lesiva para su dignidad e intimidad. Por lo que se ordenará lo pertinente para remediar dicha situación.

Por todo lo expuesto, lo dispuesto por los artículos 1, 3, 5, 18, 60, 86, 87, 310, 312 numeral 8 del Código Penal, 119 y siguientes del Código del Proceso Penal/ley 19.293 y demás normas concordantes y complementarias.

FALLO:

CONDENANDO AL IMPUTADO J.C.C.M., COMO AUTOR PENALMENTE RESPONSABLE DE UN DELITO DE HOMICIDIO MUY ESPECIALMENTE AGRAVADO, EN GRADO DE TENTATIVA Y A TÍTULO DE DOLO EVENTUAL, A LA PENA DE SIETE (7) AÑOS DE PENITENCIARÍA, CON DESCUENTO DE LA PREVENTIVA CUMPLIDA Y SIENDO DE SU CARGO LAS PRESTACIONES ACCESORIAS DE RIGOR.

PROCEDA LA OFICINA A DESGLOSAR LAS FOTOGRAFÍAS DE FOJAS 63-77 Y COLOCARLAS EN SOBRE CERRADO ACORDONADO A LOS AUTOS, CONSERVANDO SU FOLIATURA.

EJECUTORIADA, OFÍCIESE AL INSTITUTO TÉCNICO FORENSE, LA JEFATURA DE POLICÍA DE COLONIA, LA CORTE ELECTORAL, EL INAU Y EL REGISTRO NACIONAL DE ACTOS PERSONALES COMUNICANDO LO RESUELTO.

CUMPLIDO, LIQUÍDESE LA PENA Y VUELVAN AL DESPACHO.