A Un Dolar Pelicula

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En el Ecuador, millones de personas se ganan la vida en las calles de las ciudades, pequeñas y grandes. Sobre el papel, no son más que cifras vagas de lo que la burocracia llama ‘comercio informal’, es decir, una fuente de problemas que no encaja con el modelo de desarrollo y una visión comercial de lo que debe ser la ‘cultura’: una marca de ciudad para promocionar el turismo. Lo que a menudo se olvida, lo que las cifras –por su propia naturaleza impersonal– son incapaces de sacar a la luz, es que detrás de cada dato, de cada número insignificante, hay una historia de vida profundamente humana. A menudo en estas historias hay mucha tragedia y sufrimiento de gente honesta que quiere ganarse la vida de la mejor manera posible, usando lo poco que tiene a su disposición: frutas, gafas, helados o una canción, todo por un dólar. Por la larga historia de precariedad de la economía ecuatoriana, este tipo de vendedores ambulantes es cultura viva del Ecuador, parte inseparable de su patrimonio humano. Con la intención de entrar en lo humano de la problemática, el documental ¡A un dólar! ¡A un dólar!, explora la vida de los vendedores ambulantes en el Centro Histórico de Quito, intentando explicar la compleja historia de la persecución y menosprecio por parte de las autoridades y policías -a menudo con violencia verbal y física- que buscan implantar un modelo político de ciudad. “Uno de los elementos que más irrespeta el espacio público es el comerciante que no tiene sitio fijo, y más aún cuando esa actividad interfiere en la libre circulación y la seguridad de la ciudadanía”, dice el jefe de la Policía Metropolitana, Carlos Maldonado, sobre las señoras mayores que llevan toda la vida en la calle, además de otras personas cuya vida no les ha dado otra opción. “Se ha discutido con ellos de zonas de descongestión para que puedan trabajar. Deben ver esas zonas como potenciales para el desarrollo y no centrarse únicamente en la tradición”, dice el concejal Eddy Sánchez, en referencia a los centros comerciales adonde los quieren reubicar. Mientras tanto, hablando con un lenguaje humano, los vendedores piden respeto y comprensión hacia su situación, sin palabras complejas ni grandilocuentes. “En el mediodía invierto en mi almuerzo, para la tarde es como si no hubiera trabajado. Me quedo en nada y nuevamente es como salir a trabajar”, dice una joven que vende chocolates. Fue abandonada por su novio tras quedar embarazada. Ahora trabaja en la calle, con su niño siempre al hombro. La ciudad es una suma de luchas y tensiones continuas. En ningún caso es fácil imponer una planificación municipal, porque los intereses

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reseña de la película "A un Dolar, A un dolar"

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En el Ecuador, millones de personas se ganan la vida en las calles de las ciudades, pequeas y grandes. Sobre el papel, no son ms que cifras vagas de lo que la burocracia llama comercio informal, es decir, una fuente de problemas que no encaja con el modelo de desarrollo y una visin comercial de lo que debe ser la cultura: una marca de ciudad para promocionar el turismo.Lo que a menudo se olvida, lo que las cifras por su propia naturaleza impersonal son incapaces de sacar a la luz, es que detrs de cada dato, de cada nmero insignificante, hay una historia de vida profundamente humana. A menudo en estas historias hay mucha tragedia y sufrimiento de gente honesta que quiere ganarse la vida de la mejor manera posible, usando lo poco que tiene a su disposicin: frutas, gafas, helados o una cancin, todo por un dlar.Por la larga historia de precariedad de la economa ecuatoriana, este tipo de vendedores ambulantes es cultura viva del Ecuador, parte inseparable de su patrimonio humano.Con la intencin de entrar en lo humano de la problemtica, el documental A un dlar! A un dlar!, explora la vida de los vendedores ambulantes en el Centro Histrico de Quito, intentando explicar la compleja historia de la persecucin y menosprecio por parte de las autoridades y policas -a menudo con violencia verbal y fsica- que buscan implantar un modelo poltico de ciudad. Uno de los elementos que ms irrespeta el espacio pblico es el comerciante que no tiene sitio fijo, y ms an cuando esa actividad interfiere en la libre circulacin y la seguridad de la ciudadana, dice el jefe de la Polica Metropolitana, Carlos Maldonado, sobre las seoras mayores que llevan toda la vida en la calle, adems de otras personas cuya vida no les ha dado otra opcin.Se ha discutido con ellos de zonas de descongestin para que puedan trabajar. Deben ver esas zonas como potenciales para el desarrollo y no centrarse nicamente en la tradicin, dice el concejal Eddy Snchez, en referencia a los centros comerciales adonde los quieren reubicar.Mientras tanto, hablando con un lenguaje humano, los vendedores piden respeto y comprensin hacia su situacin, sin palabras complejas ni grandilocuentes.En el medioda invierto en mi almuerzo, para la tarde es como si no hubiera trabajado. Me quedo en nada y nuevamente es como salir a trabajar, dice una joven que vende chocolates. Fue abandonada por su novio tras quedar embarazada. Ahora trabaja en la calle, con su nio siempre al hombro.La ciudad es una suma de luchas y tensiones continuas. En ningn caso es fcil imponer una planificacin municipal, porque los intereses particulares siempre estn en conflicto. Por eso, no importa demasiado si las intenciones son buenas..Como dicen las mismas fuentes municipales, buscan promocionar una marca corporativa de la ciudad, en la que vendedores como estos no pueden entrar porque molestan a los turistas. En este modelo, basado en ciudades europeas capitalistas como Barcelona, el Centro Histrico debe verse como una postal, en la que los problemas de fondo -desigualdad y pobreza- no son resueltos sino encubiertos.