A.a v.v. Cuentos de Miedo

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EL DESBRAVADOR DE MULASLengua CastellanaCurso: segundo ao CUnidad n 5 .Contenidos:El cuento fantsticoEl cuento de ciencia ficcinEl cuento policialEl cuento fantsticoLa fuente de las flores de duraznoBajo la dinasta de los Tsin, un hombre de Wu Ling, pescador de oficio, se extravi siguiendo un ro y ya no saba cunto camino haba recorrido. De improviso descubri un bosque de durazneros en flor que se alzaba en ambas orillas, a varios centenares de pasos, sin que hubiese all un rbol de otra especie diferente. Los matorrales florecidos eran bellos y perfumados y los ptalos cados cubran el suelo.El pescador, despus de admirar el espectculo, reanud su camino, queriendo llegar al extremo del bosque. ste terminaba en la fuente misma del ro. All encontr una montaa. En la montaa haba un pequeo tnel a travs del cual le pareci ver luz. Abandonando entonces su barca, entr en esa caverna. Al principio era muy angosta, permitiendo apenas el paso de un hombre. Mas, cuando hubo recorrido varias decenas de pasos, arrib de pronto a un espacio descubierto y claro. El terreno era llano, la planicie se extenda a la distancia y se vean hermosas casas. Haba campos bien cultivados y bellos estanques, bosquecillos de moreras y de bambes. Los caminos eran numerosos; por doquier se oan cantar los gallos y ladrar los perros.. Pero los hombres y las mujeres que iban y venan, paseando o trabajando, vestan como extranjeros. Y todos, desde los ancianos de cabellos amarillentos hasta los nios desgreados, tenan aspecto apacible y feliz.Cuando descubrieron al pescador, se quedaron asombrados. Le preguntaron de dnde vena, y l les cont. Entonces lo invitaron a entrar en una casa donde le ofrecieron vino y mataron una gallina para obsequiarlo. Y cuando en la aldea se supo que haba llegado un hombre, todos vinieron para hablarle e interrogarlo.En cuanto a ellos mismos, le explicaron que sus antepasados, huyendo de las agitaciones de su poca, trayendo a sus mujeres, nios y amigos, haban venido a refugiarse en ese rincn perdido de donde jams volvieron a salir y donde no tenan ningn contacto con el mundo de afuera.Preguntaron al pescador qu dinasta reinaba entonces en China, ni siquiera haban odo hablar de la dinasta Han, y mucho menos de las siguientes.El pescador les cont en detalle cuanto saba, y ellos lo escucharon suspirando. Luego los dems habitantes lo invitaron uno tras otro a sus casas y todos le ofrecieron bebidas y alimentos.Despus de permanecer all algunos das, el pescador se dispuso a partir. Entonces esos hombres del interior de la montaa le suplicaron que no hablara de ellos. A la salida encontr su barca y emprendi el regreso, sealando cuidadosamente su itinerario. Cuando arrib a la ciudad, se present al prefecto y le narr lo sucedido. El prefecto despach a sus hombres para reconocer el camino. Buscaron las seales del pescador, pero bien pronto se extraviaron y no pudieron encontrar el buen camino.Liu Tseu-Ki, de Nan-Yang, letrado de mucho mrito, oyendo entusiasmado referir esta historia, quiso ir personalmente. Pero sus indagaciones no tuvieron xito. Poco ms tarde enferm y muri, y no hubo desde entonces quien saliera en busca de la fuente.Tao Yuan- Ming (poeta chino, 365- 427)EL DESBRAVADOR DE MULASJorge AccameHasta los diez aos no supe exactamente a qu se dedicaba mi padre, bamos de pueblo en pueblopor el Ramal, vagabundeando, alojndonos en pensiones o en casas de familia. Yo lo acompaaba a todos lados, pero nunca pude enterarme de cul era su trabajo. No nos faltaba plata y la gente del lugar nos trataba como a prncipes. Mientras fui chico no prest atencin a estas cosas, pero creciendo empezaron a preocuparme.Cuando le preguntaba a pap qu haca para ganarse la vida, l me contestaba: Soy desbravador de mulas, como tu abuelo.A m me pareca raro, porque jams lo haba visto domar. Adems no poda creer que los pueblos adonde llegbamos no tuvieran sus propios domadores.Pap se pasaba la maana durmiendo, deca que por la noche sufra de insomnio y no descansaba bien. Al medioda se levantaba y salamos a almorzar. Despus me haca practicar un rato de lectura con un manual destartalado que llevaba en la valija. Por la tarde pasebamos unas horas al aire libre y luego regresbamos al pueblo a cenar. As era ms o menos nuestra vida.Me acuerdo de que cierta vez, en Santa Brbara, fuimos a caminar a la hora de la siesta. El sol me haca doler la cabeza de tan fuerte que estaba.Pap entonces me dijo que me sentara a reponerme en una piedra, mientras l buscaba algunas cosas que necesitaba.Se alej de m unos veinte o treinta pasos, mirando cuidadosamente el suelo. De pronto se agach y toc la tierra.Me aproxim y le pregunt qu haba encontrado.Huellas de herraduras respondi. Las vi. Al lado haba tambin otras marcas profundas, largas y delgadas.Y eso?Pap sac un centmetro del bolsillo y las midi.Parece que hubieran estado arrastrando un hierro o una soga pesada me dijo.Siguindolas, llegamos a un pequeo cementerio. En la entrada encontramos dos arbustos quemados que poco a poco iban deshacindose con el viento.Pap ech una mirada por encima a todo, como si ya supiera de qu se trataba, y propuso que volviramos a las casas.Esa noche, me acompa a la pieza que nos haba prestado una familia del lugar. Me tap y dijo que me durmiera, que l todava no tena sueo y prefera ir a tomar algo al boliche que estaba en la otra cuadra.Yo cerr los ojos, pero en cuanto l sali, volv a vestirme y lo segu.Soplaba viento del sur y a la distancia se vea el resplandor de los rayos que iluminaban el cielo.Pap fue al boliche, como me haba dicho. Permaneci all unos minutos y sali con un cuchillo en la mano. Algunas personas lo acompaaron hasta la puerta, pero no bajaron a la calle, como si tuvieran miedo de algo.Yo me haba ido acercando hasta detenerme en una esquina justo detrs de l. Desde all poda espiar todos sus movimientos. Con el mango del cuchillo, pap traz en el suelo un cuadrado grande como una pieza. Luego se coloc justo en el centro y se qued ah parado. No tuvo que esperar casi nada. En seguida se oy un ruido terrible, como un trueno, y la gente se meti adentro de la casa.Cerraron la puerta y apagaron los faroles. En el final de la calle apareci algo y empez a aproximarse a toda velocidad. Iba directamente haciaPap.A media cuadra, lo distingu bien. Era una mula furiosa, negra y brillante. Con sus grandes dientes tiraba tarascones al aire y largaba una especie de fuego por la boca que haca que relumbrara ms an en la oscuridad. El tropel era atronador porque arrastraba unas cadenas que tena enredadas en el cuerpo y el eco de los cascos se multiplicaba entre las casas del pueblo.Pap la aguardaba, inmovilizado en medio de su habitacin de aire.La mula lleg hasta l con la fuerza de un huracn, como si fuera a llevrselo por delante, pero se par en seco frente a la lnea trazada en el piso y empez a bellaquear. Pap se arrodill y pronunci unas palabras que no entend.Poco a poco la mula pareci calmarse y, cruzando la lnea, entr en el cuadrado. Entonces pap se puso de pie. Se acerc a ella, la acarici y con mucha suavidad le puso el freno.El animal, ya tranquilo, se dio media vuelta y regres al paso por donde haba llegado. Las cadenas y el fuego de su boca se haban desvanecido.Corr y abrac a pap. l no se sorprendi de verme all.__ Qu era?__ le pregunt.__ Una mulnima, un espritu condenado__respondi. Ahora ya puede descansar.Lo mir. Pareca agotado por el esfuerzo.__Pap. ste es tu oficio?Me palme el hombro.Me fij en el cielo despejado. La tormenta se haba ido. Las Doradas Manzanas del SolRay BradburyAl sur dijo el capitn.Pero dijo la tripulacin no hay direcciones aqu en el espacio.Cuando uno viaja hacia el sol replic el capitn, y todo se hace amarillo y ardiente y perezoso, entonces uno va en una nica direccin.Cerr los ojos y pens en las tierras lejanas, clidas y humeantes, y el aliento se le movi suavemente en la boca.Al sur. Asinti levemente con un movimiento de cabeza. Al sur.El cohete era el Copa de Oro, llamado tambin el Prometeo y el caro, y su destino era el deslumbrante sol del medioda. Haba cargado dos mil limonadas y mil botellas de cerveza para este viaje al vasto Sahara. Y ahora que el sol herva ante ellos recordaron una serie de citas.Las doradas manzanas del sol?Yeats.No temas ms el calor del sol?Shakespeare, por supuesto!La taza de oro? Steinbeck. La olla de oro? Stephens. Y el pote de oro al pie del arco iris? Un nombre para nuestra trayectoria! Arco iris!Temperatura?Mil grados centgrados!El capitn mir por la ancha y oscura ventanilla, y all ciertamente estaba el sol, e ir hacia l y tocarlo y robarle una parte para siempre era su nica y tranquila idea. La nave combinaba lo frescamente delicado y lo framente prctico. En los corredores de hielo y escarcha, soplaban vientos de amonaco y tormentosos copos de nieve. Cualquier chispa del vasto horno que arda ms all del duro casco de la nave, cualquier hlito de fuego encontrara el invierno, dormitando aqu, como las ms fras horas de febrero.El audio-termmetro murmur en el silencio rtico:Temperatura: dos mil grados!Caemos pens el capitn como un copo de nieve en el regazo de junio, el clido julio y los sofocantes y secos das de agosto.Tres mil grados centgrados!Los motores se apresuraron bajo campos de nieve, los refrigerantes corrieron a diez mil kilmetros por hora por las bocas de las serpentinas.Cuatro mil grados centgrados.Medioda. Verano. Julio.Cinco mil grados!Y al fin el capitn habl con toda la serenidad del viaje en su voz:Ahora estamos tocando el sol.Los ojos del capitn eran de oro fundido.Siete mil grados!Cmo un termmetro mecnico poda parecer excitado, aunque slo tuviera una voz de acero, sin emocin!Qu hora es? pregunt alguien.Todos tuvieron que rerse.Pues ahora slo era el sol y el sol y el sol. El sol era todos los horizontes, todas las direcciones. Quemaba los minutos, los segundos, los relojes de arena, los relojes mecnicos; quemaba el tiempo y la eternidad. Quemaba las pestaas y el suero del mundo oscuro detrs de los prpados, la retina, el oculto cerebro, y quemaba el sueo y los dulces recuerdos del sueo y la frescura del anochecer.Cuidado!Capitn!Bretton, el primer piloto, cay boca abajo en la cubierta. Su traje protector estall y silb, y su temperatura, su oxgeno y su vida asomaron abrindose como un capullo de vapor escarchado.De prisa!En el interior de la careta plstica de Bretton, unos lechosos cristales se haban depositado ya formando ciegas figuras. Se inclinaron a mirar.Un defecto en el traje, capitn. Muerto.Helado.Miraron el otro termmetro que mostraba cmo viva el invierno en aquel barco de nieves. Mil grados bajo cero. El capitn observ la estatua de escarcha y los centelleantes cristales que se formaban sobre el cuerpo. Una irona de la ms fra especie, pens; un hombre que teme el fuego y que muere por la escarcha.Se volvi.No hay tiempo. No hay tiempo. Djenlo ah. Sinti que se le mova la lengua. Temperatura?Las agujas saltaron cuatro mil grados.Mire. Quiere mirar? Mire.El hielo de la nave se hunda.El capitn torci la cabeza para mirar el cielo raso.Como si una cmara cinematogrfica hubiese proyectado en el interior de su cabeza un nico y claro recuerdo, descubri que la mente se le haba detenido de un modo ridculo, en una escena arrancada de la infancia.En una maana de primavera se haba asomado a la ventana de su dormitorio, al aire que ola a nieve, para ver el centelleo del sol en el ltimo carmbano del invierno. Una gota de vino blanco, la sangre del fresco pero tibio abril cay de la clara hoja de cristal. Minuto a minuto, el arma de diciembre era menos peligrosa. Y luego el hielo se precipit con el sonido de una campanilla en el sendero de grava.La bomba auxiliar se ha roto, seor. La de refrigeracin. Perdemos el hielo!Una lluvia clida cay sobre ellos. El capitn torci la cabeza a la derecha y a la izquierda.No pueden descubrir la falla? Cristo, no se queden ah, no tenemos tiempo!Los hombres se apresuraron. El capitn se inclin en la lluvia tibia, maldiciendo, sinti que sus manos corran por la fra mquina, sinti que palpaban y buscaban, y mientras trabajaba vio un futuro que les quitaban con un simple soplo. Vio que la piel se desprenda de la colmena del cohete, y que los hombres as descubiertos, corran, corran, las bocas abiertas, chillando, sin sonidos. El espacio era un negro pozo musgoso donde la vida ahogaba sus rugidos y terrores. Uno poda iniciar un gran grito, pero el espacio lo apagaba antes que llegase a la garganta. Los hombres se escabullan, como hormigas en una caja de cerillas en llamas; el barco era lava chorreante, borbotones de vapor, nada!Capitn?La pesadilla se desvaneci.Aqu. El capitn trabajaba en la suave lluvia clida que caa desde las cubiertas superiores. Busc a tientas la bomba auxiliar. Maldita sea! Tir de la lnea de alimentacin.Cuando llegara, sera la muerte ms rpida en la historia de las agonas. En un momento, un aullido, en seguida, un ardiente resplandor, el billn de billones de toneladas de espacio-fuego suspirara y nadie lo oira en el espacio. Caeran como cerezas en un horno. Aun sus pensamientos estaran en el aire calcinado cuando sus cuerpos ya no fuesen ms que carbones y gas fluorescente.Maldicin! Golpe con un destornillador la bomba auxiliar. Jess!Se estremeci. Cerr los ojos, apretando los dientes. Dios, pens, estamos hechos para muertes ms lentas, que se miden en minutos y horas. Aun veinte segundos seran algo bastante lento comparado con esta cosa hambrienta e idiota que quiere devorarnos.Capitn, seguimos navegando o nos detenemos aqu?Tenga lista la Copa. Ya me encargar cuando termine con esto. Ahora!Se volvi y extendi la mano hacia los mecanismos de la gran Copa; meti los dedos en el guante robot. Una leve torsin de su mano aqu mova all una gigantesca mano, con gigantescos dedos metlicos, en las entraas de la nave. Ahora, ahora, la enorme mano metlica sostena la vasta Copa de Oro, sin aliento, en el alto horno, el cuerpo incorpreo y la carne descarnada del sol.Un milln de aos atrs, pens el capitn, rpidamente, rpidamente, mientras mova la mano y la Copa, un milln de aos atrs un hombre desnudo en una solitaria senda nortea vio un rayo que hera un rbol. Su clan huy, pero l con las manos desnudas recogi una rama ardiente, quemndose la carne de los dedos, y la llev, corriendo, triunfante, amparndola de la lluvia con el cuerpo, hasta su caverna. All grit una carcajada y arroj la llama a un montn de hojas secas y le dio a su gente el verano. Y la tribu se acerc al fin, arrastrndose, al fuego, y extendi las manos vacilantes y sinti la nueva estacin en la caverna, aquella mancha amarilla que cambiaba el clima, y ellos tambin, al fin, sonrieron nerviosamente. Y recibieron el don del fuego.Capitn!La enorme mano tard cuatro segundos en llevar la Copa vaca al fuego. As que aqu estamos otra vez, hoy, en otro camino, pens el capitn, en busca de una preciosa copa de gas y vaco, un puado de fuego distinto para llevrnoslo luego a travs del espacio fro, un fuego que nos iluminar el camino, un don que entregaremos a la Tierra, donde arder siempre. Por qu?Supo la respuesta antes de preguntrselo.Porque los tomos que trabajamos con nuestras manos en la Tierra, son lastimosos; la bomba atmica es lastimosa y pequea, y nuestro conocimiento, lastimoso y pequeo, y slo el sol sabe realmente lo que queremos saber, y slo el sol conoce el secreto. Y adems, es divertido, es un juego, es excitante venir aqu y jugar a cara o cruz, y tirar y correr. No hay motivo realmente, excepto el orgullo y la vanidad del menudo insecto que es el hombre, que espera picar al len y escapar al zarpazo. Dios mo, diremos, lo hicimos! Y aqu est nuestra copa de energa, fuego, vibracin, llmenlo como quieran, que animar nuestras ciudades e impulsar nuestros barcos e iluminar nuestras bibliotecas y tostar a nuestros nios y hornear nuestro pan de todos los das y har hervir a fuego lento el conocimiento del Universo durante mil aos hasta que est bien cocido. Hombres de la ciencia y la religin, venid, bebed de esta copa! Calentaos contra la noche de la ignorancia, las largas nieves de la supersticin, los fros vientos del escepticismo y el gran temor a la oscuridad que se alberga en el corazn de todo hombre. Extendamos la mano con la copa del mendigo...Ah.La Copa se hundi en el sol. Recogi un poco de la carne de Dios, la sangre del Universo, el pensamiento deslumbrante, la cegadora filosofa que habra amamantado a una galaxia, que guiaba y llevaba a los planetas por sus campos y emplazaba o acallaba vidas y subsistencias.Ahora, despacio murmur el capitn.Qu pasar cuando la traigamos adentro? Ese calor extra ahora, en este momento, capitn...Dios sabe.La bomba auxiliar est reparada, seor.Pnganla en marcha!La bomba dio un salto.Cierren la tapa de la Copa y triganla, despacio, despacio.La hermosa nave fuera de la nave se estremeci, una tremenda imagen del ademn del capitn entr en un silencio aceitado en el cuerpo de la nave. De la Copa, tapada, gotearon flores amarillas y estrellas blancas. El audio-termmetro chill. El sistema de refrigeracin se sacudi; unos fluidos de amonaco golpearon las paredes como sangre que golpease en la cabeza de un vociferante idiota.El capitn cerr la puerta neumtica.Ahora.Esperaron. El pulso de la nave se apresur. El corazn de la nave corri, lati, corri, con la Copa de Oro adentro. La sangre fra se precipit alrededor arriba abajo, alrededor arriba abajo.El capitn suspir lentamente.El hielo dej de gotear desde el cielo raso. Se endureci otra vez.Salgamos de aqu.La nave gir y escap.Escuchad!El corazn de la nave lata ms lentamente, ms lentamente. Las agujas bajaron, chirriando sobre sus ejes invisibles. La voz del termmetro cant al cambio de las estaciones. Todos pensaban juntos ahora: Alejmonos ms y ms del fuego y las llamas, el calor y los metales fundidos, el amarillo y el blanco. Vayamos a la frescura y la oscuridad. Dentro de veinticuatro horas quizs hasta podran desmantelar algunos refrigeradores, dejar que muriese el invierno. Pronto navegaran en una noche tan fra que sera necesario recurrir al nuevo horno de la nave, sacar calor del fuego abroquelado que llevaban como un nio que an no ha nacido.Volvan a sus casas.Volvan a sus casas, y el capitn tuvo tiempo entonces, mientras atenda el cuerpo de Bretton, que yaca en una playa de blanca nieve invernal, de recordar un poema que l mismo haba escrito muchos aos antes:A veces el sol es un rbol en llamas,su fruto dorado brilla en el aire tenue,en sus manzanas habitan la gravedad y el hombre,el hlito de su culto crece y se extiendecuando el hombre ve el sol como un rbol en llamas...El capitn se qued un rato junto al cuerpo, sintiendo muchas cosas distintas. Me siento triste pens y me siento bien, y me siento como un nio que vuelve de la escuela a su casa con ramo de dientes de len.Bueno dijo, con los ojos cerrados, suspirando. Bueno, a dnde iremos ahora, eh, a dnde vamos? Sinti que sus hombres, sentados o de pie, lo rodeaban, el terror muerto en sus rostros, respirando tranquilamente. Cuando uno ha hecho un largo, largo viaje hasta el sol, y lo ha tocado y se ha demorado, y ha saltado a su alrededor, y se ha alejado rpidamente, a dnde va uno entonces? Cuando uno se aleja del calor y la luz del medioda y la pereza, a dnde va?Sus hombres esperaron a que lo dijera. Esperaron a que l reuniese en su mente toda la frescura y la blancura y el clima refrescante y bienvenido de la palabra, y vieron cmo mova la palabra en la boca, suavemente, como un trozo de crema helada.Hay slo una direccin en el espacio desde aqu dijo al fin.Los hombres esperaron. Esperaron mientras la nave se hunda rpidamente en la fra oscuridad, alejndose de la luz.El norte murmur el capitn. El norte.Y todos sonrieron, como si un viento se hubiese alzado de pronto en una tarde calurosa.F I NEl jardn de las hesprides El Jardn de las Hesprides es el huerto de Hera en el oeste, donde un nico rbol o bien toda una arboleda daban manzanas doradas que proporcionaban la inmortalidad. Los manzanos fueron plantados de las ramas con fruta que Gea haba dado a Hera como regalo de su boda con Zeus. A las hesprides se les encomend la tarea de cuidar de la arboleda, pero ocasionalmente recolectaban la fruta para s mismas. Como no confiaba en ellas, Hera tambin dej en el jardn un dragn de cien cabezas llamado Ladn que nunca dorma, como custodio aadido.Aunque se supona que Heracles slo haba de realizar diez trabajos, Euristeo no quiso contar aquellos en los que fue ayudado o pagado, por los que le fueron encomendados dos ms. El primero de stos (el undcimo en total) fue robar las manzanas del jardn de las hesprides. Para ello Heracles captur primero a Nereo, el dios del mar que cambiaba de forma, para averiguar dnde estaba situado el jardn.En algunas versiones de la historia, Heracles no saba adnde viajar y por tanto pidi ayuda, siendo dirigido a Prometeo, a quien liber de su tortura como pago. Esta variante suele encontrarse ms frecuentemente en el lugar del jabal de Erimanto, puesto que est asociada con la eleccin de Quirn de renunciar a su inmortalidad ponindose en el lugar de Prometeo.En algunas variaciones Heracles conoce al principio o al final de su tarea a Anteo, quien era invencible siempre que estuviese en contacto con su madre, Gea, la Tierra. Heracles mat a Anteo separndole de la tierra, suspendido de un rbol.Ocasionalmente alguna versin cuenta que Heracles se detuvo en Egipto, donde el rey Busiris decidi hacer de l su sacrificio anual, pero Heracles rompi sus cadenas.Llegando finalmente al jardn de las hesprides, Heracles enga a Atlas para que recuperase algunas manzanas de oro ofrecindose a sujetar el cielo mientras iba a buscarlas (en esta historia Atlas podra tomarlas pues sera el padre de las hesprides). Al volver con las manzanas, Atlas decidi no aceptar la devolucin de los cielos, y dijo que l mismo llevara las manzanas a Euristeo, pero Heracles le enga de nuevo pidindole que sujetase el cielo un momento para que pudiera ponerse su capa como almohadilla sobre los hombros, a lo que ste accedi. Entonces Heracles tom las manzanas y se march. Segn una versin alternativa, Heracles habra matado a Ladn.Heracles fue la nica persona que logr robar las manzanas, aunque Atenea las devolvi ms tarde a su lugar apropiado en el jardn.HeliosHelios es el antiguo dios del Sol de la mitologa griega, hijo de los titanes Hiperin y Tea, hermano de Selene, diosa de la luna, y de Eo, diosa de la aurora.Cada da, Helios conduca su carro de oro a travs del cielo proporcionando luz a dioses y mortales. Al anochecer se sumerga en el ocano occidental, desde donde era conducido en una copa de oro de regreso a su palacio de Oriente. Slo Helios poda controlar los feroces caballos que tiraban de su carro fogoso. Su hijo Faetn muri despus de convencerle de que le dejara guiar el carro solar por el cielo. Venerado en toda Grecia, su culto principal se encontraba en Rodas. El Coloso de Rodas, una de las Siete Maravillas del Mundo, era una representacin de Helios. A menudo se le identifica con Apolo, dios posterior griego.