ABC SEVILLA-14.02.1943-pagina 004

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Navegamos ya dentro del feraz departamen- to de San Martín, cu- ya capital es Moyobam- ba, la antigua sede del Gobierno de Maynas, fundada p o r Alonso de Alvarado en 1539, centro después de tan- ' tas 'otras expediciones de conquista. El río ca- mina en dirección casi Norte—una cuarta al Nordeste—durante u"n buen número de millas, entre numerosos bra- zos. Los .que descien- den de la divisoria que. separa, su cuenca de la del Marañón, de al- turas comprendidas en- tre .3.500 y 4.500 me- tros, son de largo re- corrido—el Mixiollo, el Apisoncho, el Hüaya- bamba, el Saposoa, el Sisa, el Mayo-^-, y fue- ron explorados desde las cabeceras o desde las bocas, en su ma- lpasamos ante un claro de la selva, por un .lugar que los bogas afirman que se llama TruJIHo..." IV. En el que se sigue el descenso del Huallaga L AS dos siguientes jor- nadas fluviales se nos presentaban libres de peligros, al decir de los bogas que conocían el derrotero del Huallaga.; Los temibles "tapaderos" y "pongos", que le dan tan funesta fama, con los que, al parecer, no cabía comparar a los pocos "malos pasos", como ellos gustaban de llamarlos, salvados en las anteriores jor- nadas, comenzarían en verdad después del pequeño pueblo de San Juan dé Tocache, cer- ca dé la latitud de 8" Sur, a uñas setenta mi- llas de Tingo María, de las que llevábamos navegadas sólo la mitad, a juzgar por lá car- ta geográfica que'nos servía de guia, muy de- ficiente, como. todas las de esta región. En ella íbamos dibujando los numerosos tribu- tarios del Huallaga que desembocan por una y otra -margen, y cuyos nombres, que los bo- gas recitaban con orgullo de incipientes geó- grafos, evocaban atrevidas incursiones de los misioneros franciscanos en los años, posterio- res á la sublevación del famoso cacique. Run- cato, ocurrida veinticinco años - después de la de Juan Santos Atahualpa; incursiones diri- gidas o realizadas por el incansable guar- dián de Ocopa, fray Manuel Sobreviela, y demás religiosos de aquel histórico convento, entre los que. es preciso destacar .al padre Narciso Girbal, de cuyos extraordinarios via- jes al Manóa y otros, afluentes del Ucayali, poblado por. las temidas tribus- de los .Panos, Conibos y Shipibos, hablaremos más adelan- -te. No olvidaremos tampoco hacer mención de la tarea heroica de "los misioneros de la Compañía Jesús,, que desde la primera mitad del, siglo XVII hasta el año 1766, de su expulsión, tuvieron a su cargo la conquis- ta evangélica de la región de Maynas, por ellos explorada en toda" su inmensa exten- sión—recuérdese la ingente tarea del padre Samuel Fritz, cuyo mapa de la cuenca del Amazonas constituya una aportación de pri- mer orden a lá geografía americana—y en la que fundaron más de treinta pueblos, lle- gando en su penetración misionera, hecha de Norte a Sur, desde el obispado de Quito, del que entonces dependía, hasta el bajo, Hualla- ga, en donde establecieron dos de las misio- nes de más justo renombre en lá historia, y la geografía de la América ecuatorial: la'"La- guna de la Gran Cocama" y la "Limpia Con- cepción, de Xeberos",o "Jeberos", en las Ori- llas del Aipena, que vierte sus. aguas en el mismo lugar en. que el Huallaga .se une al Marañón, para caminar'juntos con el fabu- loso nombre de Amazonas, y en cuyo pueblo cuando aquellos arriesgados franciscanos avanzaban de Sur a Norte, en su conquista Xas- lianas y enredaderas parásitas forman cascadas caprichosas, a veces con extrañas formas humanas o de monstruos envueltos en harapos de esmeraldas...". de los gentiles—residía don Francisco de Re- quena, gobernador y comandante general de Maynas durante diecisiete largos años, que impulsaba y estimulaba la obra misionera y defendía, con tesón y con rabia, los límites- confusos de la Corona de España en aque- llos meridianos—toscamente definidos en el Tratado de San Ildefonso de 1777, que por entonces s.e demarcaban—contra las audaces entradas de los portugueses, que' trepaban desde el gigantesco Amázonas-^el Solimo.es de los "brasiles" —por los mil caminos de agua de su abanico de afluentes, tendido so-, bre el anfiteatro oriental de los Andes. El'viaje del padre Sobreviela desde Huá- núco hasta la célebre Laguna, en las postri- merías del'siglo XVIII, había tenido, por tan- to, caracteres de acontecimiento geográfico y político, ya que abría una nueva ruta, la del inexplorado Huallaga, entre la sierra y lá llanura fluvial amazónica; ruta despreciada y casi olvidada desde que bajara por ella, l'.omo viento de locura, la tropa ensangren- tada de Lope de Aguirre, el "Peregrino". Justo es, pues, que rindamos homenaje a aquel abnegado e infatigable soldado de la fe, honra y prez de la' Seráfica Orden, cuyas huellas, que. nosotros íbamos siguiendo con fervor de neófitos, se nos aparecían clara y constantemente; por sobré aquellas otras de cuantos tras él descendieron por tan acci- dentado y desconocido camino fluvial. Nos levantamos con el alba y partimos cuando aun el río tiene reflejos morados - y son casi negros los largos muros de la selva. yoría por los misioneros, que fundaron en. ellos numerosos pueblos, muchos de' los cuá-* les han desaparecido.- La niebla mañanera trepa en jirones-sobre las laderas sombrías. Caminamos primero en- tre plantaciones de yuca y, dé barbásco. A lo lejos se dibuja una canoa deslizándose so- bré la soñolienta piel del río, como un cu- chillo rasgando la seda. Las blancas flores de la "huangana-huasca"—el bejuco con que van atados los palos de nuestra balsa-—rompen la melodía del verde, y' son como azahares en la cabellera de la selva. La mansedumbre aparente de las aguas adormece a los bogas y nos. hace chocar -con un gran' árbol 'que aquéllas arrastran y va^ar después contra una pequeña Isla; pero logramos poner la balsa a flote y reanudar nuestro andar por la ruta misionera. Sobre las aguas caen* los "machete-vainas" en castadas: de esmeralda, comb la büsilic'a, y la "amasisa" orla las márgenes del río. Se oye el canto del tucán, dedico monstruoso^ y el del pájaro "juan- jua'-juy", eterno compañero de Ja selva. A media mañana llegamos a la honda quebra- da dé Santa Cruz, entre altos cerros que ba- jan a plomo sobre el rio, lugar donde repo- sara el padre Sobreviela; Por nuestra iz- quierda, a unas dos ieguas dé camino, queda el "Lago, de las Cucharas". Navegamos por los 8" 35' de latitud austral, con viento fres- co del Norte, que amenaza lluvia. Por aquí comienza la zona de los típicos frutos, tropi- cales: las anonas, los mangos, las naranjas, los zapptes, las limas, las guayabas, que apa- recen entre bellas palmeras, hermoseando mliniilllll Hura ABC SEVILLA (Sevilla) - 14/02/1943, Página 4 Copyright (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. 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Navegamos ya dentro del feraz departamen­to de San Martín, cu­ya capital es Moyobam-ba, la antigua sede del Gobierno de Maynas, fundada p o r Alonso de Alvarado en 1539, centro después de tan- ' tas 'otras expediciones de conquista. El río ca­mina en dirección casi Norte—una cuarta al Nordeste—durante u"n buen número de millas, entre numerosos bra­zos. Los .que descien­den de la divisoria que. separa, su cuenca de la del Marañón, de al­turas comprendidas en­tre .3.500 y 4.500 me­tros, son de largo re­corrido—el Mixiollo, el Apisoncho, el Hüaya-bamba, el Saposoa, el Sisa, el Mayo-^-, y fue­ron explorados desde las cabeceras o desde las bocas, en su ma­

lpasamos ante un claro de la selva, por un .lugar que los bogas afirman que se

llama TruJIHo..."

IV. En el que se sigue el descenso del Huallaga

L AS dos siguientes jor­nadas fluviales se nos presentaban libres de

peligros, al decir de los bogas que conocían el derrotero del Huallaga.; Los temibles "tapaderos" y "pongos", que le dan tan funesta fama, con los que, al parecer, no cabía comparar a los pocos "malos pasos", como ellos gustaban de llamarlos, salvados en las anteriores jor­nadas, comenzarían en verdad después del pequeño pueblo de San Juan dé Tocache, cer­ca dé la latitud de 8" Sur, a uñas setenta mi­llas de Tingo María, de las que llevábamos navegadas sólo la mitad, a juzgar por lá car­ta geográfica que'nos servía de guia, muy de­ficiente, como. todas las de esta región. En ella íbamos dibujando los numerosos tribu­tarios del Huallaga que desembocan por una y otra -margen, y cuyos nombres, que los bo­gas recitaban con orgullo de incipientes geó­grafos, evocaban atrevidas incursiones de los misioneros franciscanos en los años, posterio­res á la sublevación del famoso cacique. Run-cato, ocurrida veinticinco años - después de la de Juan Santos Atahualpa; incursiones diri­gidas o realizadas por el incansable guar­dián de Ocopa, fray Manuel Sobreviela, y demás religiosos de aquel histórico convento, entre los que. es preciso destacar .al padre Narciso Girbal, de cuyos extraordinarios via­jes al Manóa y otros, afluentes del Ucayali, poblado por. las temidas tribus- de los .Panos, Conibos y Shipibos, hablaremos más adelan-

-te. No olvidaremos tampoco hacer mención de la tarea heroica de "los misioneros de la Compañía dé Jesús,, que desde la primera mitad del, siglo XVII hasta el año 1766, de su expulsión, tuvieron a su cargo la conquis­ta evangélica de la región de Maynas, por ellos explorada en toda" su inmensa exten­sión—recuérdese la ingente tarea del padre Samuel Fritz, cuyo mapa de la cuenca del Amazonas constituya una aportación de pri­mer orden a lá geografía americana—y en la que fundaron más de treinta pueblos, lle­gando en su penetración misionera, hecha de Norte a Sur, desde el obispado de Quito, del que entonces dependía, hasta el bajo, Hualla­ga, en donde establecieron dos de las misio­nes de más justo renombre en lá historia, y la geografía de la América ecuatorial: la'"La-guna de la Gran Cocama" y la "Limpia Con­cepción, de Xeberos",o "Jeberos", en las Ori­llas del Aipena, que vierte sus. aguas en el mismo lugar en. que el Huallaga .se une al Marañón, para caminar'juntos con el fabu­loso nombre de Amazonas, y en cuyo pueblo — cuando aquellos arriesgados franciscanos avanzaban de Sur a Norte, en su conquista

Xas- lianas y enredaderas parásitas forman cascadas caprichosas, a veces con extrañas formas humanas o de monstruos envueltos en harapos de esmeraldas...".

de los gentiles—residía don Francisco de Re­quena, gobernador y comandante general de Maynas durante diecisiete largos años, que impulsaba y estimulaba la obra misionera y defendía, con tesón y con rabia, los límites-confusos de la Corona de España en aque­llos meridianos—toscamente definidos en el Tratado de San Ildefonso de 1777, que por entonces s.e demarcaban—contra las audaces entradas de los portugueses, que' trepaban desde el gigantesco Amázonas-^el Solimo.es de los "brasiles" —por los mil caminos de agua de su abanico de afluentes, tendido so-, bre el anfiteatro oriental de los Andes.

El'viaje del padre Sobreviela desde Huá-núco hasta la célebre Laguna, en las postri­merías del'siglo XVIII, había tenido, por tan­to, caracteres de acontecimiento geográfico y político, ya que abría una nueva ruta, la del inexplorado Huallaga, entre la sierra y lá llanura fluvial amazónica; ruta despreciada y casi olvidada desde que bajara por ella, l'.omo viento de locura, la tropa ensangren­tada de Lope de Aguirre, el "Peregrino". Justo es, pues, que rindamos homenaje a aquel abnegado e infatigable soldado de la fe, honra y prez de la' Seráfica Orden, cuyas huellas, que. nosotros íbamos siguiendo con fervor de neófitos, se nos aparecían clara y constantemente; por sobré aquellas otras de cuantos tras él descendieron por tan acci­dentado y desconocido camino fluvial.

Nos levantamos con el alba y partimos cuando aun el río tiene reflejos morados - y son casi negros los largos muros de la selva.

yoría por los misioneros, que fundaron en. ellos numerosos pueblos, muchos de' los cuá-* les han desaparecido.-

La niebla mañanera trepa en jirones-sobre las laderas sombrías. Caminamos primero en­tre plantaciones de yuca y, dé barbásco. A lo lejos se dibuja una canoa deslizándose so­bré la soñolienta piel del río, como un cu­chillo rasgando la seda. Las blancas flores de la "huangana-huasca"—el bejuco con que van atados los palos de nuestra balsa-—rompen la melodía del verde, y' son como azahares en la cabellera de la selva. La mansedumbre aparente de las aguas adormece a los bogas y nos. hace chocar -con un gran' árbol 'que aquéllas arrastran y va^ar después contra una pequeña Isla; pero logramos poner la balsa a flote y reanudar nuestro andar por la ruta misionera. Sobre las aguas caen* los "machete-vainas" en castadas: de esmeralda, comb la büsilic'a, y la "amasisa" orla las márgenes del río. Se oye el canto del tucán, dedico monstruoso^ y el del pájaro "juan-jua'-juy", eterno compañero de Ja selva. A media mañana llegamos a la honda quebra­da dé Santa Cruz, entre altos cerros que ba­jan a plomo sobre el rio, lugar donde repo­sara el padre Sobreviela; Por nuestra iz­quierda, a unas dos ieguas dé camino, queda el "Lago, de las Cucharas". Navegamos por los 8" 35' de latitud austral, con viento fres­co del Norte, que amenaza lluvia. Por aquí comienza la zona de los típicos frutos, tropi­cales: las anonas, los mangos, las naranjas, los zapptes, las limas, las guayabas, que apa­recen entre bellas palmeras, hermoseando

mliniilllll Hura

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