Abraham

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 1 0 1  Exégesi s estética EXÉGESIS ESTÉTICA / Abraham Valdelomar El hombre superior practica la virtud tal como la juzga . He aquí la entraña cálida aún y palpitante, de una vida breve y fecunda; he aquí la obra de la que mana el vino cordial de la belleza, como del rústico panal la miel dorada de setiembre; he aquí la obra donde toda una vida febril, inquieta y pródiga se condensa y suma; he aquí la obra donde meridianiza sus rayos el sol de una primave- ra pujante que anuncia un alumbramiento estupendo; he aquí la obra donde exprime una feraz juventud el jugo de sus veinte años y de sus veinte sentidos; he aquí la obra donde logran encuadrigarse los alocados y piafantes corceles de una constelada fantasía; he aquí la obra cálida aún y palpitante que se anuncia como la cabalgata hún- gara en la marcha berliozina; he aquí, en fin, la primera cosecha de una planta exótica y jugosa, en cuyas ramas florecidas se posó un día la Muerte y otro día el Dolor, y en la cual ha vivido perennemente no un ruiseñor sutil y breve sino un cóndor que abre hoy las alas y extiende el enarmiñado cuello y se r emonta sobre los Andes solem- nes y magníficos a tan gran altura que ve más grandes que los de- más las estrellas y más pequeños que nosotros a los hombres mis- mos.  * * *

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biografia de abraham el autor de los hijos del sol

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    EXGESIS ESTTICA / Abraham Valdelomar

    El hombre superior practicala virtud tal como la juzga.

    He aqu la entraa clida an y palpitante, de una vida breve yfecunda; he aqu la obra de la que mana el vino cordial de la belleza,como del rstico panal la miel dorada de setiembre; he aqu la obradonde toda una vida febril, inquieta y prdiga se condensa y suma;he aqu la obra donde meridianiza sus rayos el sol de una primave-ra pujante que anuncia un alumbramiento estupendo; he aqu la obradonde exprime una feraz juventud el jugo de sus veinte aos y desus veinte sentidos; he aqu la obra donde logran encuadrigarse losalocados y piafantes corceles de una constelada fantasa; he aqu laobra clida an y palpitante que se anuncia como la cabalgata hn-gara en la marcha berliozina; he aqu, en fin, la primera cosecha deuna planta extica y jugosa, en cuyas ramas florecidas se pos unda la Muerte y otro da el Dolor, y en la cual ha vivido perennementeno un ruiseor sutil y breve sino un cndor que abre hoy las alas yextiende el enarmiado cuello y se remonta sobre los Andes solem-nes y magnficos a tan gran altura que ve ms grandes que los de-ms las estrellas y ms pequeos que nosotros a los hombres mis-mos.

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    Hacia la luz, oh pensamiento!Hacia lo grande, oh corazn!

    No ha de ser este libro grato manjar de paladares criollos embo-tados an con las espesas y oleosas viandas que suelen condimen-tar, desde antao, las musas del terruo, viejas, desmaadas,desguarnecidas y lerdas, lloriqueantes y canijas. Mal seguro va y enloca empresa se mete quien, entre nosotros, no empieza, pidiendo,humilde y apocado, la proteccin y cobija de los que por este fcil yseguro camino, pueden dispensar tales mercedes. Muchos no perdo-nan ni perdonarn a Hidalgo, como no me perdonan a m, el gestoaltivo y orgulloso, la lgica armona entre el sueo y la accin, laprotesta sonora, por un convencimiento sincero, de la excelencia denuestra obra literaria.

    Al Olimpo nacional, para ser ungido, es menester llegar con ro-paje moral de franciscano pauperismo, bajos los ojos e inclinada lacerviz, la voz apagada y las manos en actitud de madonna bizantina;esto cuando no es preciso portar en las espaldas encorvadas el hatode lea que llevaban para ser recibidos por el soberano, los peregri-nos, pedigeos y cortesanos, en los dorados tiempos de la gentili-dad, hasta los radiantes Incas hijos del Sol y padres de aquella greysumisa y laboriosa que se disgregara bajo los duros cascos de lascaballeras castellanas y que huyera ante el pico empuje de los bra-vos, crueles, fuertes y analfabetos capitanes espaoles.

    Esta iniciacin habitual, eficaz y abyecta, este ruin y desprecia-ble espaldarazo, tan indigno de los artistas que en todo tiempo fue-ron los ms vehementes enamorados de la libertad, no es entre noso-tros sino el corolario de una teora complicada y antigua, constatadaya por escritores nacionales y extranjeros: la sumisin mental, mo-derno aspecto de la servidumbre incaica, del vasallaje colonial y delcaudillismo republicano. Estamos acostumbrados a obedecer por h-bito; a humillarnos por atavismo; a adular por tradicin. La sangre

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    aborigen fue esclava de los Incas durante las centurias precoloniales,esclava de los espaoles durante el triciclo de la conquista y esclavade tiranuelos y soldadotes durante el incompleto siglo de la repbli-ca. Ttulos dironse en la pennsula por los reyes, mercedes y canon-jas en Amrica por sus lugartenientes, a quienes servan mejor eneste torneo de envilecimiento; a quienes solan traicionar a su sangrey a su patria quebrando el tallo cuando en el yermo extenso de lacolonia surga la flor perfumada y sangrienta de una rebelda.

    Nuestra independencia slo fue, en el fondo, una liberacin apa-rente, un acto trascendental y romntico, un encantador final de poe-ma, lleno de dulce emocin sentimental con San Martn; y con Bol-var, un cambio de estado entre la autoridad humillante y sin violen-cias de los virreyes y la del Presidente Vitalicio, que no poda tratarcomo a hombres libres a quienes iban a l de rodillas. Ni individualni colectivamente tenemos una tradicin de rebeldes; y la nuestra,por desgracia, es la historia de una mentira pintoresca, burda, com-plicada y amena. En nuestra literatura es donde se reflejan con ma-yor precisin estas dolorosas verdades. Curioso es analizar la vidade nuestras extinguidas generaciones literarias. Todas ellas corrie-ron la misma suerte, todas se iniciaron con aprestos viriles y gestosgallardos, todas murieron prematuramente, claudicantes y estriles.Es menester abrir los peridicos de otros tiempos para presenciaraquellas trgicas y conmovedoras hecatombes, para ver cmo se des-vanecen las esperanzas, cmo se disipan los sueos. Drama grotes-co y lamentable el de aquellas vidas infecundas que alguna vez con-cibieron una empresa, de aquellos msculos laxos que alguna vez sehincharon por una bandera, de aquellas almas desoladas que algu-na vez alentaron una ilusin y que murieron asfixiadas en una at-msfera mediocre, sin dejar huella ostensible. No ha sido la falta deambiente ni la pequeez del medio lo que ha hecho perecer a talesgeneraciones. Ha sido la falta de ideal, de voluntad y de orgullo; lafalta de amor a s mismos, de fe en el esfuerzo, de pertinacia en laaccin; espritus apocados y sumisos, incapaces de enfrentarse al

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    Destino, esclavos del convencionalismo social; voluntadesclaudicantes, sin pasiones, sin virtudes y sin vicios, sin luchas y sinesperanzas, sin atrevimientos y sin locuras, sin fe y sin abnegacin.

    Hay necesidad de leer las cosas que escriban los que ms tardehaban de vender a su maestro; es preciso ver las lricas lamentacio-nes de los que ms tarde haban de formar la corte de los tiranuelosen el parlamento o en las salas palatinas. Es de ver cmo clamabanamor y justicia en sonetos y dcimas los que ms tarde haban de serlos aclitos de los ms odiosos gobernantes. Bien cierto es que no seha de demandar altivez ni se ha de exigir altas virtudes a quienesnacieron para segundones de analfabetos y demagogos. Pero no hade condenarse tampoco, como se condena, a las nuevas juventudesque traen en el corazn la llama ardiente de una libertad desconoci-da y son portadores de una reaccin y de una esperanza fecunda.Medren y engruesen quienes se hallan a gusto con el fraude en elnfora, la tolerancia en la ctedra, el cohecho en el juzgado y el con-vencionalismo en la literatura, que por ello no hemos tenido, salvan-do muy raros casos, ni leyes ni ciudadanos ni maestros ni artistas;pero djese vivir en paz y resptese a quienes, lejos de tal ambiente,quieren cantar su cancin, adorar su forma, modelar su vida en unideal.

    En nuestro medio la rebelda es casi un crimen, algo que no seconcibe, que desconcierta y sorprende. La mediocridad ambulante nopuede comprender que haya un espritu enamorado de su libertad,que sepa triunfar solo, que se oriente sin pasar por la Universidad,que desdee la crnica social de los diarios, que ignore cmo se lla-ma el Ministro de Fomento, y que no tenga la lejana esperanza de serdiputado afilindose a un partido poltico. Los que se han hecho unasituacin cmoda auspiciados por los dems, no pueden, en efecto,concebir que haya quienes realicen actos y hagan gestos y produz-can obras que disgusten a la mayora y que no tengan el aplausocolectivo de las masas. Los que a fuerza de una modestia precebida

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    e hipcrita han obtenido el frgil y pasajero beneficio de un bienes-tar burgus, los en cuyo espritu slo hubo la mezquina inquietudde hacerse una posicin, los que slo han practicado la gimnasia delsometimiento, el esfuerzo de la adulacin y el gesto de la modestia,esos no podrn jams vivir solos, con su espritu y sus ilusiones, nopodrn tener nunca el valor de s mismos ni la viril audacia de desa-fiar al Destino. Slo cuando el alma se ha forjado en el dolor de unatrgica soledad, cuando se ha sido pequeo y dbil, cuando el esp-ritu se ha fortalecido en una lucha perpetua, cuando no se ha recibi-do una palabra de confortacin, cuando no se ha encontrado cobija,entonces se puede estar solo. Los que no deben su prestigio ni a unapellido social ni a un crculo ni a un caudal y se han creado unapellido, un crculo y una renta; los que no han solicitado ni recibi-do mercedes y pueden, sin embargo, dispensarlas; los que no haninclinado la frente por un aplauso y lo han arrancado por la fuerza,solo stos, espritus hechos de Esperanza, de Fe, de Dolor, de Sole-dad y de Energa, tienen el derecho de ser libres, autnomos, orgu-llosos y rebeldes.

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    He trazado las anteriores lneas para que el lector que no sea crio-llo se d cuenta de lo que significa en el Per la aparicin de un ar-tista con personalidad definida, la necesidad que hay en este pasde que tales espritus se produzcan y el ambiente en el que tienenque desenvolver sus energas estos raros ejemplares de idealismo.Pero pudiera colegirse que ante la presencia de estos valores existeuna protesta pasiva. As fue casi siempre, pero cuando la ltima ge-neracin literaria, moldeada sin duda alguna al calor de una figuraprcer de las letras americanas, el insigne don Manuel GonzlezPrada, se present en la arena dispuesta a abrirse paso entre la mul-

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    titud mediocre y asustadiza, no falt quien levantase una protestaairada. Apadrinando un libro de Alberto Ulloa Sotomayor escritorjoven y de positivo, brillante y slido talento, aunque demasiado ecu-nime lea yo, hace poco tiempo, un prlogo de Enrique A. Carrillo,en el cual mi excelente amigo reprochaba, con la delicada y elegantemanera que le es peculiar, al grupo literario flamante, el afn de as-cender de cuatro en cuatro los escalones de la fama, el egotismoentre nosotros desusado y la pasin iconoclasta. Este reprocheque se hace al grupo que tuve el orgullo de presidir desde mi revistaColnida, es, no obstante, el mejor timbre de gloria de que nos enva-necemos. Aunque no hubiera de tomarse en cuenta la cuestin fun-damental del moderno concepto subjetivsimo de la esttica que es lams alta consagracin del Yo, aunque no hubiramos sido eglatrassino porque as comprendamos nosotros nuestra vida, habr deaplaudrsenos un da, porque rompimos para siempre en el Per, almenos en cierto grupo, el carnerismo literario, el convencionalismointelectual y la mentira colectiva. Aquella egolatra, tan acerbamentecriticada cuando la iniciamos nosotros, es, sin embargo, practicadahoy, inconscientemente, por quienes no fueron entonces nuestros sol-dados.

    Colnida quiso dando nosotros un ejemplo de abnegacinestimular a los nuevos, exaltando la personalidad. He dicho que fueun abnegado ejemplo porque hubimos de sufrir toda suerte de ata-ques. Se haba entronizado entre nosotros el ms arbitrario de los pre-dominios, el ms absurdo y estril de los servilismos, la ms absur-da y reprochable de las tiranas: el caciquismo mental, el tributo dela obligada admiracin, el vasallaje espiritual y artstico. Nuestroscrticos remedaban como podan a nuestros antiguos dictadores y lasplumas hacan torpes oficios y menesteres de chafarrangas.

    Se nos ha acusado de inmodestos. La modestia, esta virtud teri-ca que no puede ser sincera sino en los realmente bestias o incapa-ces, no ser nunca atributo de personas de vala; esta invocada falsa

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    virtud no pueden practicarla quienes piensan, sienten y crean, por-que hay, ante todo, en el creador, la conciencia de su alumbramien-to. El verdadero artista ha de tener claro concepto de lo que hace, hade sentirse distinto y diverso de los otros. No debe tener otra preocu-pacin que la de agradarse a s mismo; sin demandar nada ha debastarse a s, ha de nutrirse con su propia sangre. Qu es, en suma,la modestia? En los artistas, una perpetua, repugnante y contradic-toria farsa.

    Una de las grandes virtudes que reconozco en Hidalgo es su fal-ta de modestia, que acusa exceso de personales valimentos. Este dis-cpulo de Whitman y de Marinetti, este adolescente, hijo espiritualdel ilustre autor de Horas de lucha, carece, en absoluto, de tan asque-rosa y necia virtud, como ha de ver el lector, al recorrer las pginasde Panoplia lrica. No puede ser modesto quien como l se ha forma-do solo y es osado, audaz y temerario. Desde el ttulo del libro puedecolegirse que su caudal de poesas es una panoplia rica en lirismo yque en ella tiene sus mejores y nobilsimas armas para la vida. En-contraris en esta panoplia toda suerte de armas, desde las lanzasde aquel hermoso y caballeresco soneto Rendicin, que hace pen-sar, por su armona delicada y fuerte, por su cortesana gallarda ysu decoracin suntuosa aunque severa, en el cuadro inmortal deVelsquez, La Rendicin de Breda, hasta las poesas, largas o bre-ves, donde oiris ora el chocar de espadas, el tronar de caones, elestallar de granadas; o bien, los gritos de reto, de lucha o de victoria.Todo en este libro tiene un viril sello marcial que seduce como unejrcito en marcha que pasara batiendo al sol sus pabellones, entrelos aceros chispeantes, al ritmo de picas fanfarrias.

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    Todo a mis ojos aparece vano:Yo slo admiro, oh gran

    Naturaleza,El ritmo de las formas...

    El arte es la Naturaleza vista a travs de un espritu. Mejor an,el arte es un instante de la Naturaleza a travs de un estado de alma;an ms: un instante de infinito plasmado en una sensacin. Tienenlas cosas exaltaciones y depresiones. Tiene la Naturaleza instantesde revelacin en los cuales se dira que est elocuente, que habla, quequisiera comunicarse con los hombres. No habis sentido algunavez, en el campo, en un momento especial e inexplicable, algo que escomo la angustia de la Naturaleza, algo extrao que os invita a pe-netrar en el alma impalpable de las cosas, algo que es como una atrac-cin que ejercen en vosotros fuerzas poderosas y ocultas? Qu esaquello sino la llamada cariosa que os hace la madre? No somos,por ventura, nosotros, una parcela de la Gran Unidad? Creo con todala fe de que soy capaz, que la Naturaleza ha sido, en un principio,una gran unidad armnica y compleja que perdi su concrecin yque trata de volver a ella. Creo, igualmente, que la Naturaleza no es,en el ms alto y profundo sentido, sino la lucha de dos fuerzas: unapositiva, de atraccin, de armona, de amor, de bien, y otra de recha-zo, de disgregacin, de odio, de mal. La lucha de estas fuerzas cons-tituye la gran ecuacin de la vida. Estas dos fuerzas van aparejadasen todos los fenmenos, desde el ms insignificante hasta el mstrascendental. Quien est familiarizado con las leyes qumicas, sabeque hay metales que se buscan, se juntan y producen reacciones; loshay que se rechazan, no se funden y son estriles. Queris un poe-ma ms estupendo, una filosofa ms concreta, una manifestacinms hermosa de la Naturaleza? En el hombre mismo, qu otra cosaes la vida que una perpetua lucha entre lo bueno y lo malo, entre loperfecto y lo imperfecto? El espritu es una fuerza que a medida que

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    se depura, se acerca ms al infinito. A medida que nos alejamos delo carnal, de lo frgil, de lo perecedero, nos acercamos ms a la nti-ma sustancia de las cosas. Para alcanzar sta, la ms importante delas victorias, son buenos todos los caminos de perfeccin. Es menes-ter que una fuerza culmine sobre nosotros mismos, porque ella serla antena que nos comunique con las ondas errantes y misteriosas.Esa culminacin, esa exaltacin de la conciencia, se llama embria-guez en el precepto baudelairiano, se llama fe en la Biblia, se puedellamar virtud en la iglesia. Embriagaos, deca Baudelaire, de arte,de vino, de amor, pero embriagaos siempre! Para llegar a esas exal-taciones es necesario el sacrificio de San Antonio en el desierto, esmenester desprenderse de toda vana preocupacin, de todo frvolotemor, de toda frgil empresa. Piensa en la muerte, deca Dumas,todas las maanas al ver la luz y todas las noches cuando vuelvas aentrar en la sombra.

    Hay cndidas gentes que creen que un artista, un verdadero ar-tista, vive y obra y crea para ellos; vive, obra y crea para su gloria;piensa, vive y crea para ser inmortal. Es como creer que el peregrinosacia su trgica sed en la fuente para ver cmo se dispersan las on-das sobre la superficie. Nadie comprender, sino quien lo haya sen-tido, la inquietud angustiosa, el ntimo drama, la obsesin laceranteque viven en el alma de un artista. Nadie comprender cmo, al ladode aquellas ntimas tragedias, son fugaces y pueriles los dolores hu-manos; nadie comprender la tortura dantesca que significa para elartista el desequilibrio entre el sueo que l suea y la torpe realidadde la vida. Almas elegidas, espritus perfectos, cuntas lgrimas oscuesta ver un rostro que desfigura la envidia, el odio, las feas pasio-nes! Los artistas no odiamos por falta de razn para ello sino por-que el odio carece de belleza; y amamos muchas veces slo porque elamar es una cosa dulce, grande y divina. Tenemos piedad, perdona-mos siempre, disculpamos todo, porque ello nos produce una sensa-cin tan grata, tan plcida, tan inefable, que los malos no han gestado

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    nunca; algo que es como sumergir las manos en la corriente, en me-dio de los calores caniculares. Ya lo dijo Guyot: conocerlo todo escomprenderlo todo y perdonarlo todo.

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    A medida que el artista es ms grande, ms lejos ha de hallarsede la multitud, de igual manera que los astros ms grandes se ha-llan ms lejos de la Tierra. A medida que el artista es ms personalse diferencia ms de la multitud, y es ms incomprendido, de igualmanera que las leyes fundamentales de la Naturaleza se revelan mstardamente a los hombres. A medida que haya en un artista mayordosis de divinidad tiene que estar ms cerca de lo misterioso que delo vulgar.

    En arte, lo malo est por debajo del vulgo; lo mediocre es lo vul-gar generalizado; lo supremo es lo que est por encima de todos. Nocabe otra diferencia entre el verdadero artista y el que no lo es, que lacantidad de infinito y la dosis de eternidad que hay en la obra. LaNaturaleza es como el ropaje de Dios; algo que la cubre y defiendede los hombres. La Naturaleza es una especie de laberinto en cuyocorazn est la Verdad Esencial. Para llegar al fondo, para poder ob-tener una pequea visin del alma ntima de la Naturaleza, es me-nester la consagracin total de una vida, la gimnasia perpetua de unespritu y la fuerza ingnita de una intuicin. La verdad constatadapor el espritu es la ley, pero el arte es la belleza oculta constatadapor el sentimiento. El hecho de estar ms al alcance de la humanainvestigacin el fenmeno repetido que engendra la ley que el ritmooculto y esquivo que crea la armona, da al artista un carcter mselevado que al investigador. En suma, la Naturaleza puede decirse

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    que tiene dos valores paralelos, que es una perpetua fuerza dual;una tangible y ostensible para la razn, otra metafsica, inefable ymisteriosa para el sentimiento.

    Quiere decir que la funcin del artista, y en este caso del poeta,es descubrir por el sentimiento, lo que la Naturaleza tiene de eternoy esquivo. El poeta es un cazador de infinito; un buceador de Ver-dad en el abismo del Misterio; un vidente que descubre la belleza enlas mudas nebulosas de lo objetivo. El verso es el punto del espaciodonde se cruzan el espritu exaltado del artista y el instante revela-do del Cosmos. La verdadera obra inmortal en el poeta, es aquellaconjuncin de su alma con el alma de la Naturaleza. El espritu en-gendrando a la sustancia csmica es la obra de arte. Cuando un pun-to del ter se fija por las coordenadas mximas del alma humana,del tiempo y de la Naturaleza, se produce la obra inmortal. Es, pues,menester, buscar en la obra del poeta estas raras conjunciones.

    Comentando la obra de uno de nuestros ms nobles y magnfi-cos orfebres del verso, Enrique Bustamante y Ballivin, (Elogios) sentyo esta ecuacin esttica:

    Sensacin = Naturaleza x Conciencia,bajo la cual caen todos los fenmenos individuales. Apliquemos estafrmula al Arte y tendremos esta ley general:

    Arte = Naturaleza x Conciencia;y, con una lgica rigurosa y austera, aplicando esta ecuacin al artemoderno, en el cual, por lo que se lleva dicho, los tres valores prece-dentes se utilizan y concretan, podemos escribir, poniendo las ini-ciales A M por arte moderno; SMN por sntesis mxima de la Natu-raleza; EMC por exaltacin mxima de la conciencia:

    AM = SMN x EMCDe acuerdo con esta ecuacin y sus derivados vamos a estudiar

    Panoplia lrica.

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    Antes de entrar de lleno en el estudio de la obra de Alberto Hi-dalgo, deberamos decir quin es el autor de este libro y dar algunosdatos biogrficos; pero este poeta no tiene biografa. A los veinte aosno la tuvo nadie. La vida de este artista puede concretarse en estastres palabras: sueo, labor, triunfo. No es menester recurrir a otrasfuentes que las que l mismo mximo eglatra nos da. Ved comose retrata el poeta en este su primer soneto primoroso:

    Los cabellos cubiertos por enorme sombrero,encrespados, descansan hacia atrs, en tropel.Las pupilas son negras como el crimen. Severoel gesto. El andar grave. La mirada de hiel.

    La corbata de seda flota como un plumerosobre el clido pecho que es a la vez broquel,Flux negro, Zapatillas de baile o de torero.En el ojal izquierdo del flux hay un clavel.

    Cuando el Sol, por las tardes, tras los montes se inmola,yo, preso en las volutas de una capa espaola,transito por las calles de mi astrosa ciudad.

    A mirarme, las gentes detinense, asombradas,despectivamente ren a carcajadas,mientras que yo me alejo lleno de majestad...

    Este poeta rudo, fuerte y sonoro, es sin embargo, un triste; su vidadinmica, llena de luchas y de inquietudes, ha cerrado las puertasal Dolor; en tal empeo lo ha acompaado su extraa juventud, perono ha conseguido, a pesar de ello, impedir que el Dolor, sutil y aleve,salteador y filtrante, haya penetrado. En otro verso nos dir con acen-

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    to de trgica desolacin, en una sola frase que es como el derrumba-miento de una ilusionada juventud:

    y comprendo a los tristes porque ya s sentir.

    No es verdad que este ya s sentir parece un grito resignado,la constatacin de la Fatalidad por uno que la esperaba, algo que escomo la pubertad de la vida en el Dolor? Luego en la Epstola nosdar, detallada y concreta, la profesin de fe de su vida.

    Desde Chocano, el genial cantor de la raza, no haba aparecidoentre nosotros una lira ms sonora ni el verso haba tenido un cultorms temerario y fuerte. Si hubiramos de buscar la cualidad domi-nante de este poeta precoz, habra que decir que es la originalidad,no tanto en la forma cuanto en la manera de ver, porque este poetaes, ante todo, un objetivo para el cual la vida es un espectculo so-noro. El estilo, base fundamental de la personalidad, no es otra cosaque la manera de ver. Los mediocres estn retratados en la frase b-blica: tienen ojos y no ven. La visin es lo que caracteriza, en efec-to, a los elegidos, y dentro de esta visin, los que ven con ojos nue-vos la vetusta y renaciente belleza del mundo, son los originales. Laoriginalidad no es, pues, una virtud adquirida sino un valor estticoinnato. La originalidad es una fuerza espontnea, que tiene su loca-lizacin espiritual y que se manifiesta por la sencillez y la sinceri-dad de la visin. No podr ser original el amanerado, porque una delas bases esenciales de la originalidad es el contraste que la natura-leza lleva aparejado consigo.

    Debe buscarse, como he dicho, en la obra de un artista, los pun-tos en los cuales este logra descubrir una faz oculta de la Naturalezao logra concretar aquel instante de infinito de que nos hablara elinsigne y genial mulato nicaragense, nuestro padre y seor ruise-or. Un momento de la eternidad que envuelve las cosas, plasmadoen un verso, hace a un poeta inmortal. En el libro de Hidalgo haybien diversas fases de un temperamento que se concreta a mirar y

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    reflejar el mundo, hacindolo pasar antes por el alto crisol de supersonalsimo temperamento. He aqu una vida que yo no podradecir si concluir en gloria radiante o soledad tranquila, si cobijabapor la fnebre clmide del olvido o exaltada por la fama robusta dehinchados carrillos; pero que se presenta a nuestros ojos con los msextraos aspectos. Qu juventud a los veinte aos no cant al amor,a la mujer y a los dolores del mundo? El mismo Juan Jacobo no paspor esta estacin obligada? Qu espritu es cuyo que a los veinteaos hace esta trgica y sombra declaracin pavorosa:

    Por mis aos de joven pasa un fro invernal;

    que camina llevando en las espaldas un fardo de dolor y que, sinembargo, su ritmo no se queja sino ruge, que con empuje estoicoguarda su dolor y que llora en metforas de fuego? Buscad estamezcla de dolores remotos y de vibrantes audacias en un verso delmismo Hidalgo y entonces veris que quien aduna tan opuestas vir-tudes como el dolor y la accin pujante, tiene que haber nacido

    ...... de una quechua y un espaol soldado,de un arrebato lbrico y un beso enamorado.

    Podr ser recibido este poeta con clarinadas de victoria o consilbatinas de rechazo, pero no ir a dormir su obra, robusta y nueva,en el trgico huesero a donde han ido o irn a parar, salvando a doso tres, todos los que han logrado momentneos fuegos fatuos im-presionar fosfricamente a las cndidas, ignaras y despreciables mul-titudes.

    Tal poeta no podr ser hijo del ambiente metropolitano. Bajo elcielo plmbeo y pesante de la capital, entre la ciudad burguesa y des-preocupada, en este rincn limeo sin crepsculos y sin paisajes, sintempestades y sin temblores, no ha podido nacer este rebelde. Ha sidoen Arequipa, en la Arequipa del volcn y de Yanahuara, de Csar

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    Rodrguez y de Percy Gibson, de los Urquieta, del temblor, del cieloabierto y de las revoluciones, donde haba de nacer el ms audaz delos poetas del Per.

    Aunque de lejos, yo lo he visto nacer. Hidalgo divag poco. Hacetres aos era un desconocido, hoy es un poeta, maana ser Diossabe qu cosa! Anunciacin, como Colnida, la revista mas til y nota-ble, por los valores que revel, de cuantas hayan salido en el Per dela repblica, editada bajo la direccin del poeta, fue la cuna de susprimeros versos. Hidalgo publica luego un libro Arenga lrica al em-perador de Alemania que lleva el desconcierto a muchas almas y quees su primera coronacin. Fue, sin embargo, despus de ese pequeogran libro, que Hidalgo nos ofreci sus mejores frutos. A esta segun-da poca pertenecen no slo el ya citado soneto Rendicin sinolos muy hondos y nobles versos de Del Jardn de mis deseos, laAutobiografa, el titulado Nostalgia, el que sin ttulo, le sigue; yalgunos otros.

    La poesa de Hidalgo, de un definido tinte futurista, en cuanto elFuturismo es teora y no prctica, idea y no accin grfica, tiene, noobstante, algo que la diferencia fundamentalmente del grupo de lo-cos ilustres e insignes que siguen a Marinetti. El humour, que aunqueya haba aparecido en la literatura, slo hall su verdadero desarro-llo en Rudyard Kipling, en Francis James, en Tristn Klingsor y en elgenial y maravilloso Azorn; el humour, de aparente genealoga in-glesa, pero que tiene el ms noble abolengo espaol, ya sea enHoracio, ya en el Arcipreste de Hita, ya en el propio Cervantes, es yha sido completamente desconocido entre nosotros. Al noble humo-rismo tico, a aquel don maravilloso, privilegio de grandes ingenios,de tan difcil clasificacin, le han llamado en el Per, an gentes quepasan por doctas, locura, pose, extravagancia, desequilibrio. El HUMOURno es como comnmente suponen nuestros ignorantes escritores, lagracia griega de Moreas, hecha de adoracin ritual, ni el chiste espa-ol de tan moderna cepa, ni la ligera y alada picarda francesa: es

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    algo que est por encima de la frvola preocupacin de hacer rer, yconsiste en sugerir verdades esenciales, descubriendo el alto contrasteespiritual de las cosas y fenmenos universales donde el dolor se dis-fraza con mscara de sandio (*). Ya haba Csar Rodrguez realizadoeste nuevo valor literario que amaneci en Luis Carlos Lpez y quefue vago florecimiento en Asuncin Silva. Vase cmo esta manerade sentir aparece en una parte de la obra de Hidalgo:

    El lrico jilguero de tu garganta finame arrullar en las noches con su cancin divinatus rosados besos me arrullarn tambin.

    Pero si entre nosotros se interpone el Destino,yo te hundir en el pecho mi pual asesino,como en los desenlaces de Xavier Montepn.

    o cuando, viendo y hablando de Arequipa, declara, muy injustamentepor cierto, que

    ....... la vergenza como un duro taladrole agujerea el mismo centro del corazn.

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    (*) Vase mis artculos de La Prensa de Lima, en el ao 1915 y siguientes, bajo elttulo de Impresiones, Dilogos mximos, Fuegos fatuos y otros.

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    Al analizar la obra de un artista, y especialmente, de un artistajoven, es menester buscar cules son las virtudes flamantes que ensu huerto cultiva. Confesemos que Hidalgo posee una tcnica quemuy pocos tienen al fin del camino de la vida. No slo es la pulcri-tud de la forma, la concisin del pensamiento, la riqueza abundantede metforas, el giro nuevo y gentil, sino la claridad y el sabio mto-do en la exposicin de las ideas, mtodo y sabidura que a tal edadno pueden ser sino manifestaciones de una intuicin singular y des-conocida. Ntese que Chocano slo se despoja del residuo de su so-nora y brillante vulgaridad en la tercera etapa de su evolucin estti-ca. Hidalgo empieza, y, puede encontrarse en su obra incorreccin aveces, dureza a ratos, imprecisin quizs; pero jams el dardo hirientede lo vulgar.

    El poeta no sugiere a la manera verlainiana o de Eguren; no anun-cia como el autor de Simblicas; no tiene la sensibilidad visual de losmedios tonos; su poesa es medular, juego de msculos, gimnasia desaltos, nervios en tensin; l no dir una frase que reasuma toda unatragedia ni nos arrullar con canciones de rica meloda; el color noes la nota primordial en este poeta sonoro.

    Donde se puede observar mejor este fenmeno es en sus poemasmarciales. En ellos la sonoridad del verso corresponde siempre a larotundidad del pensamiento broncneo. Se dira que all el verso salepor las brillantes serpentinas de trombas o clarines, o por las crista-linas notas agudas y metlicas de platillos, en tanto que laorquestacin reposa y se acompaa en un sordo temblor de esas pie-les tersas y musicales que guiaban a la victoria a los inmortales ter-cios de Flandes en los carolinos tiempos sepultos.

    ** *

  • 118 Abraham Valdelomar

    El soneto Autoretrato y, muy especialmente el llamado Reinointerior, pueden sealarse como prototipos de esa metdica, espon-tnea y sencilla factura que define al poeta de raza. La poesa de estegnero, en Hidalgo, se desenvuelve maravillosamente en tres tiem-pos. Vase, sino, los siguientes ejemplos:

    1.............................................................. Severo

    2 3el gesto.- El andar grave.- La mirada de hiel.

    1 2 3Cuando el Sol, - por las tardes, - tras los montes se inmola.

    1 2 3Sol hurao. - Sol loco. Vivo como un asceta.

    Estas tres dimensiones como en la msica se concretan y coro-nan, a menudo, en una sola nota rotunda:

    1 2 3Sol hurao. Sol loco. Vivo como un asceta.

    1Por mis aos de joven pasa un fro invernal

    La aridez y ponderacin musical que tanto caracteriza la poesacastellana, se moderniza en Hidalgo, porque rompe la corresponden-cia de graves a graves y obtiene asi, siempre, una nota ms alta elagudo en su orquestacin. Llama a maravilla y absorbe, la maes-tra con la cual el artista eleva a su guisa o apaga a su grado, el tonomusical. He aqu una gama, un grfico de cmo va aumentando des-de la iniciacin pianissima hasta el estruendo fragoroso, laorquestacin potica:

  • 119Exgesis esttica

    Repiques de campanas y salvas de COHETES;poetas adiposos, mucamas de CUARTEL

    Mujeres de anacrnicos vestidos y de ARETESpolcromos, pasean se insolencia y su HIEL

    Y al mirar el poeta tan repugnante CUADROsiente que la vergenza como un duro TALADROle agujerea el mismo centro del CORAZN

    .............................................. ciudadela

    .............................................. sol

    .............................................. da

    .............................................. lejana

    .............................................. ciudad

    En algunos versos esta msica se agudiza a tal punto que llega aherir como un taladro:

    Hoy que en mis carnes clava sus agujas el FRIOy que el cielo parece la mueca de un BUFON....................................................... HASTIO,....................................................... CORAZN.

    Lo mismo que en el cuarteto primero de la composicin tituladaGerminal y que ms tarde se trascribe.

    Poda al estudiarse detenidamente a este poeta que es, como que-da dicho, un orquestador musical y meldicamente ruidoso, dispo-ner sus poesas de acuerdo con las siete notas de la gama.

    ** *

  • 120 Abraham Valdelomar

    Respondiendo a la afirmacin de que Hidalgo, como todos losaltos espritus modernos, es un cultor del humour, tal como el mismolo declara en su Epstola a Juan Bautista de Lavalle:

    Mi obra es algo humorista desde el principio al fin

    transcribo una de las composiciones ms notables del poeta, la titu-lada Del festejo en la cual precisa admirar la perfeccin y justezade la forma, la maravillosa descripcin donde las palabras se diraque danzan; pocos versos de Panoplia lrica tienen un valor estticoms culminante y definido. La ELE es la letra ms sonora, vibrante,cristalina, jovial, delicada y jocunda. La vihuela es como la cornuco-pia de este rico tesoro musical. Ved ahora cmo, tomando elementos,nos ofrece el poeta uno de sus ms bellos cuadros:

    Danza la tosca mano del labriegoen la sonora y clida vihuela;a los compases de la cueca, ciegoun remolino de pauelos vuela.

    En campesino idioma canta luegoel tenor del lugar una espinela;levanta un ebrio con amante fuegoa una moza la falda de franela.

    El abuelo que es de ella buen escudocrispando el rostro, amenazante y rudo,con la vista hace al stiro un reproche.

    Y al terminar la fiesta, en la explanada,colrico, le da una bofetadaque resuena en lo negro de la noche.

  • 121Exgesis esttica

    Cmo se ha obtenido un efecto tan lleno de precisin; tal canti-dad de movimiento; tal sucesin de efectos descriptivos? Los que ha-cen versos sin una razn espiritual, los que, logrando vencer las di-ficultades tcnicas, reunen palabras, acumulan lugares comunes yconcluyen poesas perfectas y no logran, sin embargo, trasmitirnosuna sensacin, sern incapaces de comprender de qu elementos yde cules valores se sirve un verdadero poeta para darnos un cua-dro de vida palpitante.

    La primera estrofa y la ms admirable de esta composicin, tienetoda aquella emocin indescriptible de una fiesta campesina. Paradarnos el efecto del conjunto, veamos el proceso sutilsimo del artis-ta que nos lleva, por un pequeo detalle sugerente, a la conclusindel cuadro y a la evocacin total:

    Danza la tosca mano del labriegoen la sonora y clida vihuela;a los compases de la cueca, ciegoun remolino de pauelos vuela.

    Adems de que este tiempo de verbo en final de cuarteto es de lams exquisita aristocracia lrica espaola y que es frecuente en el li-bro, hay una cuestin que merece anotarse. En el cuarteto no se defi-ne ni se describe la danza de los aldeanos; a pesar de ello, la visinaparece clara, viva, animada, vibrante, gil. Dnde est la razn?Tratemos de descubrir el enigma de esta manera del poeta. Hidalgonos ha sugerido una visin por medio de dos elementos descriptivos.Hay varias maneras de sugerir. La sugerencia es una forma delsimbolismo. Ms claro; se sugiere por smbolos. Siendo la poesa, se-gn la defini alguien, la manera de pensar en metforas, la suge-rencia viene a ser uno de los ms altos y sutiles valores estticos. Laspalabras tienen varias personalidades, diversos valores, mltiples

  • 122 Abraham Valdelomar

    significados.(*) Un poeta de conciencia y de espritu analtico, habrvencido el gran combate, sabiendo cul es en la palabra, de las mu-chas sicologas que tiene, su aspecto culminante, dentro de su situa-cin en el verso. Ocurre con las palabras en los versos que son comolos maestros en la orquesta. Cada una debe concretarse a dar su con-tribucin justa, sin entorpecer a la vecina. Esta es la manera de suge-rir en Jos M. Eguren.(**) En Hidalgo, el fenmeno se opera de maneradiversa. El sugiere por contraste. Como la luz elctrica surge de laconjuncin de dos carbones, as surge en nuestro poeta la chispa in-efable de una sensacin incorprea y radiante. El verdadero cuadroque Hidalgo nos ofrece en esta composicin no reside ni en la prime-ra ni en la segunda parte del cuarteto; vive entre ellas; vive y no apa-rece en cuerpo sino en espritu:

    Danza la tosca mano del labriegoen la sonora y clida vihuela.................................................a los compases de la cueca, ciegoun remolino de pauelos vuela.

    No es verdad que en los suspensivos parece que viviera todo elcuadro que el poeta no ha querido pintar y que ha hecho, sin embar-go, vivir? Ntese, tambin, de qu sabia manera se expone el motivofundamental y con qu mtodo se lleva el desarrollo de la obra y cmotermina y se redondea esta.

    ** *

    (*) Rimbaud, Sonetos de las vocales.(**) Y vense las obscurosas olas

    masteleros ltimos cubrir,con el amor de las playas solasdonde van las aves a morir

  • 123Exgesis esttica

    La obra de Alberto Hidalgo representa una de las ms valiosascontribuciones de la literatura indolatina hacia su orientacin de au-tonoma y ultramodernismo. Esta tendencia a personalizar ysubjetivar la obra de arte, a hacerla paralelamente a la vida, a fundirestos valores en una gran unidad, a hacer que el universo gire alre-dedor de estas dos letras YO, no puede ser sino la resultante no yade una teora, pero casi de una que Hidalgo llama La Religin delYo. Bien cierto es que esta religin no es nueva, pero no deja de sercierto igualmente, que es an extica en Amrica, y, hasta hace dos otres aos, casi desconocida en el Per.

    Tras de lo que hemos divagado en anteriores pginas sobre latcnica y el estilo de Panoplia lrica, que es cuanto tiene un artista deobjetivo, es menester estudiar en este poeta, a travs de la obra mis-ma, los valores subjetivos. A este cabo tendramos que estudiar to-das y cada una de las composiciones del libro, pero, como este ensa-yo resultara exageradamente largo, he de limitarme a analizar lo msculminante de la obra. No caiga mi pluma en el pecado de olvidar laAutobiografa. Todo lo que de la poesa de Hidalgo se lleva dicho,se concreta y suma en este pequeo poema donde concurren los mo-tivos fundamentales del temperamento de Hidalgo. Como no puededejar de ser, tratndose de una composicin autobiogrfica y since-ra, es all, en medio a sus aparentes contradicciones ideolgicas, don-de se puede hallar una vere efigie del autor. Es all donde puede ha-llarse la mayor dosis de lirismo, y, de vez en cuando, lamentacionesde un dolor respetable. All mismo se ver cmo la orquestacin mu-sical se realiza en un ritmo pitagrico. En cuanto a lo primero, vaseel tono pianissimo con que se inicia la obra en una orquestacinchopiniana:

    En esta noche quiere mi alma virtuosa y buena,como abejas, secretos lanzar de su colmena,y a usted don Juan Bautista, le nombra confidenteporque ella est segura de que Ud. piensa y siente.

  • 124 Abraham Valdelomar

    Ved cmo se incrementa y va irisndose el sereno lago:

    Yo nac de una quechua y un espaol soldado,de un arrebato lbrico y un beso enamorado.Fue en un da de mayo, magnfico y sonoro.

    He aqu, recin, el primer brochazo de color:

    el Sol tendi en los montes su clmide de oro.

    La nota sentimental se intensifica luego para darnos esta trage-dia en seis versos, donde se sienten y palpan las ingenuidades deun poeta naciente:

    El solar de mis padres desde mi nacimientofue solar de ilusiones, de luz y de contento;pero la Muerte quiso truncar esa alegray por aquel capricho mi casa est vaca.Desde entonce estoy solo. No hago alardes ni ruido.Soy un pjaro hurfano que no encuentra su nido.

    Pero este soplo de ternura deliciosa, de dolor sincero; estas lgri-mas casi humildes; estas palabras que casi gritan: amadme, necesi-to amor, concluirn bien pronto para dar paso a lo que el mismopoeta llamar en la misma breve composicin, secos ya los prpa-dos, rerse del pblico como de un arlequn. Renace a trechos estanota dolorida y triste. As, tras una zarpada felina salta una lgrimacaliente:

    Yo soy un buen muchacho, risueo y expansivo......................................................................Al revs de los otros cambio frecuentemente.

  • 125Exgesis esttica

    La misma gradacin sinfnica puede observarse en muchas delas composiciones de Panoplia lrica, y donde ms se precisa es en elsoneto El Misti, en que se definen con austeridad, un amanecer,un estallar de alegra manantial, un crepsculo y una noche. En Hi-dalgo, la obra se divide siempre en dos partes, una plstica y otrasubjetiva; primero nos da la visin y luego el comentario:

    Soberbio, lleno de altivez, ufanode su bella apostura y gallarda,cuando amanece el Misti con humanosentimiento bendice al nuevo da.

    Los gallos le saludan desde el llanocon una orquestacin de algaraba,que l contesta, arrogante, con un vanogesto de nieve de su testa fra.

    Al ocultarse el Sol en el poniente,parece un inca de nevada frentecoronado de innmeras centellas.

    el comentarioY resurge del fondo de la noche,cuando comienza el sideral derroche,como una copa derramando estrellas.

    En este mismo gnero de composiciones llamar la atencin dellector la variedad de tonos. El mismo autor que exclama:

    Soy un pjaro hurfano que no encuentra su nido.

    donde el tono es suave, dulce y apacible como un sollozo lento, nosdir ms tarde:

    la aurora

    maana

    la visin

    el crepsculo

    la noche

  • 126 Abraham Valdelomar

    Ante la beatitud de la praderasopla una onda violenta el Aquiln.Amanece. Los gallos vocingleracancin entonan. Atraviesa, consu poncho ...............................

    donde todo parece esculpido en piedra, a coups des cisceaux, comoen el verso de James.

    A pesar de ser Hidalgo un eglatra, un yoista, la nota ntima aso-ma muy pocas veces en su poesa. Y cuando asoma no es en lgri-mas sino en protestas. De esas rarsimas notas es un ejemplo concre-to la composicin Nostalgia, airado lamento de una factura senci-lla y maestra por la claridad y la concisin:

    Hasta mi espada de guerrerose est cimbrando de dolor!No ha encontrado su tamboreromi corazn, que es un tambor.

    Las rojas plumas de mi austerocasco de insigne luchadorse han inclinado ante el severopaso agresivo del amor.

    Podran citarse muchas otras composiciones en cada una de cu-yas hay mucho que analizar y que revelar, pero he de desistir de miempeo en vista de la extensin que va tomando este trabajo. Cito,sin ms comentario, para que el lector pueda saborear algunas cosasinteresantes y llenas de una salvaje belleza, la composicin tituladaEl Temblor de tierra, donde hay esta sensacin de crepsculoarequipeo:

  • 127Exgesis esttica

    .............................................................. El daagoniza en la testa de un caduco volcn.

    Versos de esta categora:

    que se hunden, epilpticos, los nervios del divn

    esta visin sutil:

    .............. Se conmueven las sombras del paisaje

    y al final:

    mece lnguidamente la voz de una campanay los perros allan en la aldea lejanacon sus trgicas bocas de angustia y de pavor.

    En el soneto La tempestad, de una magnificencia onoma-topyica, hay descripciones y bellezas que no resisto a la tentacinde anotar:

    Los astros se han dormido. Solamente la Lunarecorre la epidermis del armamento austral........................................................ Una por unadespiertas las campanas de un sueo de metal.

    Se escapan velozmente de su caverna brunalos rayos a manera de flechas de cristal.Los relmpagos saltan como potros. Ningunavoz profana el silencio de la noche fatal.

  • 128 Abraham Valdelomar

    Hacen al cielo splicas los labriegos devotos........................................................................................mientras que en sus alardes va alborotando el cieloel trueno, que es relincho del caballo de Dios.

    Finalmente, busquemos la personalidad y la religin esttica delpoeta, a travs de su Manifiesto, que hace recordar muchsimo losmanifiestos con que los futuristas inundaron Italia hace varios aos.En muchos puntos las ideas de Hidalgo coinciden con los credosmarinettistas. Vea, sino, quien conozca la religin de Luciano Folgore,si estos versos no parecen salir de cualquiera de los ingenios del CafAragno de Roma:

    Dejemos ya los viejos motivos trasnochadosy cantemos al Msculo, a la Fuerza, al Vigor;.....................................................................................

    Arrojemos del Verso la palabra tristeza...................................................................

    Matemos las escuelas, los moldes y los mtodos;...................................................................

    y especialmente:

    Poesa es la roja sonrisa del Can;Poesa es el brazo musculoso del Hombre;Poesa es la fuerza que produce el Motor;

  • 129Exgesis esttica

    ..................................................... y, nosotros,los hombres de este Siglo de Guerra y de Valor,cantndola ponemos las piedras del Futuroque ya estamos alzando sobre las ruinas de Hoy,.............................................................................................

    El poeta lleva a la prctica estas ideas, y as se encuentra en estelibro un vibrante y original canto al Mar, de una factura ultramoderna,donde hay tan bellas visiones como esta:

    Cada roca que est sobre la orillade la Mar ondulante,parece una rodillade gigante

    La Oda al Automvil pertenece tambin a este gnero de com-posiciones y contiene bellezas que ha de columbrar el lector.

    A diferencia de Marinetti, Hidalgo es un vehemente germanfilo.Poeta como el autor de Panoplia lrica, adorador de la guerra, de lalucha, de los elementos, del estruendo y del egosmo, tena que en-contrar en el Kaiser no ya un semejante sino un maestro. Sugermanofilia le lleva a proclamar ideas temerarias y a esperar cosasque no pueden venir. El canto a Guillermo es una composicin queno puede dejar de verse bajo el aspecto de las personalsimas simpa-tas internacionales, y as, ms vale que cada lector juzgue, porquepara m me tengo que la justicia no acompaa al poeta en esta obra,y, que en el canto mismo hay ms belleza que razn.

    El poeta de la Arenga lrica, que se deslumbra con la figuradel Kaiser, cuyas armaduras, cuyo gesto fiero, cuyos bigotes agresi-vos, cuya piel, verdosa de insomnio, es el fantasma de los pueblos;este poeta que ve en el Emperador sombro, en este emperador estu-pendo, en esta terrible, grandiosa y fantstica fuerza biolgica, un

  • 130 Abraham Valdelomar

    ideal encarnado, dice luego, en versos llenos de nervio y de sangre,de exaltacin y de violencia, de impiedad y de egosmo, su Canto ala Guerra. Para Hidalgo, como para Marinetti, la Guerra

    ................... es como un brazo del Progreso. La Guerrapurifica las Razas con su frreo poder.

    Atilino, este admirador del Kaiser, exclamar con su grito sonoro:

    Corten las bayonetas las cabezas a milesy simbrense los campos de muertos a granel;y que los vencedores en sus lanzas de hierroles prendan orgullosos y les hagan arder.

    Despus de estos horrores en que el libro de Hidalgo se convierteen un campo de batalla, sembrado de cadveres, en cuya extensinla Muerte enciende sus rojas hogueras mientras el can y la metra-lla se pierden y desmayan a lo lejos, el poeta nos pone en los labiosel licor refrescante de sus Acuarelas, versos de colorido suave, degracia jovial, de sencilla emocin que se paladean y gustan con lamisma avidez con que un soldado victorioso, despus de la campa-a trgica, escapado de la muerte, bebe del arroyo fresco el agua fu-gitiva, entre las manos juntas, temblorosas y cncavas...

    Lima, 30 de agosto de 1917.