Absolutismo - Sociedad y Cultura

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ABSOLUTISMO Esta nueva mirada sobre la historia de la ciudad, tanto en su expresión europea como en la hispanoamericana, pretende identificar las estrategias desarrolladas para su defensa, es decir, los sistemas de murallas, torres y baluartes; el emplazamiento de los palacios y, específicamente, de los jardines y parques que los envolvían, y la arquitectura efímera que se erigía en calles, plazas e iglesias durante la celebración de fiestas públicas como las entradas triunfales y las exequias de los monarcas. Calles, plazas y edificios son entendidos como espacio de representación del poder, en un encuadre teórico ya empleado antes por Víctor Mínguez en obras como Los reyes distantes. Imágenes del poder en el México virreinal y Los reyes solares. Iconografía astral de la monarquía hispánica. En el séptimo número de la Colección América, Mínguez y Rodríguez incursionan en la relación de causalidad presente entre el Estado, caracterizado aquí en la figura del monarca absoluto, y la planificación de los asentamientos, tarea que en el periodo estudiado correspondió desarrollar tanto al maestro alarife como al ingeniero militar. Para cumplir con estos objetivos, los autores de la obra aquí reseñada proponen una metodología interdisciplinaria, única senda posible si el propósito es manejar la escala urbana. El libro de Mínguez y Rodríguez se divide en tres apartados: en el primero de ellos se desarrollan las ideas generales producto del análisis de fuentes documentales como planos antiguos, vistas urbanas y descripciones de las fiestas públicas; en el segundo, se incluye un catálogo formado por los sitios considerados los más relevantes en función de su importancia política y su trascendencia artística y urbanística, y en el tercero se reproducen fragmentos de trece textos, en su mayoría. Víctor Mínguez, Los reyes distantes. La hipótesis que sigue a la definición del objeto de estudio y al establecimiento de límites temporales es ésta: “la estructura principesca y señorial

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ABSOLUTISMO

Esta nueva mirada sobre la historia de la ciudad, tanto en su expresión europea como en la hispanoamericana, pretende identificar las estrategias desarrolladas para su defensa, es decir, los sistemas de murallas, torres y baluartes; el emplazamiento de los palacios y, específicamente, de los jardines y parques que los envolvían, y la arquitectura efímera que se erigía en calles, plazas e iglesias durante la celebración de fiestas públicas como las entradas triunfales y las exequias de los monarcas. Calles, plazas y edificios son entendidos como espacio de representación del poder, en un encuadre teórico ya empleado antes por Víctor Mínguez en obras como Los reyes distantes. Imágenes del poder en el México virreinal y Los reyes solares. Iconografía astral de la monarquía hispánica. En el séptimo número de la Colección América, Mínguez y Rodríguez incursionan en la relación de causalidad presente entre el Estado, caracterizado aquí en la figura del monarca absoluto, y la planificación de los asentamientos, tarea que en el periodo estudiado correspondió desarrollar tanto al maestro alarife como al ingeniero militar. Para cumplir con estos objetivos, los autores de la obra aquí reseñada proponen una metodología interdisciplinaria, única senda posible si el propósito es manejar la escala urbana. El libro de Mínguez y Rodríguez se divide en tres apartados: en el primero de ellos se desarrollan las ideas generales producto del análisis de fuentes documentales como planos antiguos, vistas urbanas y descripciones de las fiestas públicas; en el segundo, se incluye un catálogo formado por los sitios considerados los más relevantes en función de su importancia política y su trascendencia artística y urbanística, y en el tercero se reproducen fragmentos de trece textos, en su mayoría. Víctor Mínguez, Los reyes distantes. La hipótesis que sigue a la definición del objeto de estudio y al establecimiento de límites temporales es ésta: “la estructura principesca y señorial de los estados modernos, desde las tempranas repúblicas mercantiles de la Italia del siglo xv hasta la Francia del despotismo ilustrado en el siglo xviii, condicionó la imagen de las ciudades, tanto en la vieja Europa, como también en las colonias americanas”. Tal explicación confirma propuestas similares enunciadas en la segunda mitad del siglo xx, desde la arqueología y el urbanismo: la relevancia del poder centralizado en los procesos de planificación y transformación de la traza y la imagen de las ciudades. No debe perderse de vista que la presencia de estructuras urbanas complejas se ha considerado un indicador de la organización estatal. Considero, no obstante, que la novedad de la investigación aquí comentada radica en proponer una lectura continua de los lugares en que se ejerció el poder desde el Renacimiento hasta el barroco, espacios y periodos abordados tradicionalmente como realidades independientes.

http://scielo.unam.mx/pdf/aiie/v30n93/v30n93a14.pdf

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MONARQUÍAS ABSOLUTAS

La sociedad de un régimen que desde el dia siguiente de su caida sera calificado como antiguo, era compleja, estaba constituida de modo intrincado porque su momento 1. Pablo Fernández Albaladejo, Fragmentos de Monarquía, Allanza Universidad, Madnd, 1992. 2. José María PORTILLO VALDES, Monarquía y gobierno provincial Poder y

Constituci6n en las Provincias vascas (1760-1808), Centro de Estudios Constitucionales, Historia de la Sociedad Política, Madrid, 1991 . 1256 Historiografía inicial o constitutivo (digámoslo anacr6nicamente, su proceso constituyente) no existió nunca, o existi6 desde tiempos inmemoriales e imprecisables, que viene a ser lo mismo, ya que cada cuerpo socialmente existente, esto es, dotado de normen iuris y de personalidad jurídica, tenía sus propias raíces, que en ocasiones se hundían en las prestigiosas o míticas noches de los tiempos y en otros casos se vinculaban con concesiones privilegiadas nacidas en cada uno de ellos en momentos distintos y otorgadas por sujetos diferentes y con amplitud y contenidos diversos. Eran las del Antiguo Régimen sociedades plurales porque estaban constituidas por una diversidad de ordenamientos jurídicos parciales, cada uno de ellos dotado de su propia lógica, de su carta de naturaleza y de sus mecanismos de reproducción. Cada cuerpo, los diversos corporal de una sociedad corporativa, tenía y ejercía su propio poder y sus derechos. En la cumbre estaba el monarca, cuya pretensión, de situarse por encima de los poderes y los derechos, como creador y legitimador ultimo de privilegios y derechos, como dispensador del cumplimiento de leyes y derechos, como creador de unas y de otros constituía un polo dinamizador del sistema y una tendencia creciente hacia un absolutismo siempre resistido. Era aqu61 un orden jurídico-político heterogéneo. No era posible sumar unidades para formar mayorías porque las nicas unidades irreductibles a otras menores, los individuos, no eran sujetos principales de derechos, sino por modo secundario en cuanto integrantes de tal o cual ordo, estamento, corpus o cualquier otra entidad supraindividual. Y las entidades corporativas eran heterogéneas en casi todo y, por ende, rivales en casi todo.El Estado siempre ha estado en crisis. Lo está ciertamente ahora y lo ha estado quizá desde antes de nacer, porque si para muchos historiadores (por lo que parece, el propio Pablo Fernández Albaladejo entre ellos) no hubo

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Estado antes de las revoluciones burguesas, de modo que el Estado nació como Estado-nacional-liberal-burgués constitucional ; y si para otros historiadores más clásicos o menos renovadores es licito y correcto seguir hablando del Estado moderno o del Estado de las Monarquías absolutas, tal vez la solución para aproximar ambas tendencias consista en diagnosticar la crisis del Estado durante las centurias de lo que luego se llamó el Antiguo Régimen, crisis (es decir, imperfección e inseguridad de la propia imagen) que no fue ni de crecimiento, ni de transformación, m de muerte, sino más bien de nacimiento, en el doble sentido de que nació a lo largo de un proceso conflictivo, critico, y de que desde su nacimiento el Estado ha estado y está aquejado de ese mal crítico, de esa incertidumbre sobre su propio ser, su nombre, sus poderes, sus límites, su legitimidad. Si ha habido, como no podía ser de otra manera, un proceso hist6rico de formación del Estado, esa construcción estatal (State building) no puede restringirse a, ni identificarse con el momento emergente del Estado liberal, el de las Constituciones escritas, las sociedades concebidas como agregación informe de átomos individuales componentes de la nación, y el «absolutismo jurídico» tal Histonografta 1259 como lo define Grossi, mejor que sus epígonos, sino que tal proceso ha de enlazarse con la tendencia a la concentración del poder político en torno al monarca soberano y pretendidamente absoluto, tendencia que arranca por lo menos desde el siglo xv1. «Fragmentos de Monarquía», si, entendiendo la expresión no solo en su dimensión territorial, sino, de modo más amplio, como elementos, principios y partes componentes de una sociedad política cuyo ápice era el monarca. Pero «Fragmentos de Estado» también y por lo mismo y al mismo tiempo. Porque aunque no triunfara en todos los casos la política de lo que P. F. A. llama los ministerios (sobre todo con referencia al siglo XVIII) o política ministerial centralizadora, esto es, el proceso discontinuo y no rectilíneo de poder, consistente en aumentarlo en torno al rey y en instituciones situadas en la esfera de la Monarquía y por ellos controladas, se produce por lo menos desde finales del siglo xv, por lo que respecta a la Monarquía hispánica, bien que con altibajos, éxitos y fracasos. En qué momento de ese proceso nace en cuanto sujeto plenamente independizado del claustro materno, dotado de viabilidad y bautizado con tal nombre el Estado es cuestión tan interesante desde el punto de vista académico como de imposible solución por vía de acuerdo, sobre todo si antes quienes actúan en la diputación académicas no definen con claridad que entiende por Estado cada uno de los polemistas.

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MONARQUÍAS PARLAMENTARIAS

En primer lugar, una integración inmediata, horizontal, consistente en el análisis de la fórmula «monarquía parlamentaria», limitada al propio ordenamiento español, pero no reducida exactamente al documento formal de la Constitución, en virtud de las posibilidades que abren las clausulas definitorias, especialmente cuando las

mismas se contienen en el título preliminar, donde se expresan las decisiones axiológicas y estructurales del sistema jurídico político que la Constitución quiere fundar. Pero a su vez, la comprensión de esta fórmula no puede hacerse sin reparar en la integración diacrónica y sincrónica de la misma. En efecto, la monarquía parlamentaria limita históricamente con la monarquía constitucional y de ella —como le había ocurrido a la monarquía constitucional con la monarquía absoluta— recibe contenidos e instituciones que desempeñan otra función y gozan de otra significación en su nuevo contexto, aunque retengan la misma denominación. A este respecto resulta necesario subrayar la frecuente persistencia en el Derecho constitucional de instituciones y conceptos cuyo sentido y finalidad originales han podido desaparecer sin que su misma existencia se ponga en cuestión: hay una especie de comunicación histórica o vertical entre los ordenamientos constitucionales que se superponen a la interacción sistémica, en que los modernos constitucionalistas insisten con toda razón, entre el Derecho constitucional y otros sectores del ordenamiento. Y hay, en tercer lugar, otra integración más amplia, de tipo sincrónico, que implica prestar atención en el análisis de la monarquía parlamentaria a la posición atribuida al jefe del Estado en el moderno constitucionalismo. Con independencia de las condiciones de acceso y de permanencia en la jefatura del Estado en repúblicas y monarquías, las funciones de integración, relación y representación, atribuidas a presidentes y reyes, tienden a parecerse hoy día y ambos tipos de dignatarios gozan de un status jurídico-constitucional parecido. Por ello, el estudio de la sanción es imposible desligarlo, a su vez, del estudio de la posición constitucional del jefe del Estado, en concreto de su 366 SANCIÓN Y PROMULGACIÓN DE LA LEY condición de órgano constitucional, entendiendo por tal una estructura necesaria, indefectible y definitoria de la planta jurídico-institucional que integra. Tal indefectibilidad es consecuencia de la operación todavía generalizada —por lo menos inmediatamente— de la identificación absolutista entre Estado y jefe del mismo, en razón, en primer lugar, de la contribución del monarca al establecimiento, continuidad y eficacia

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del Estado como forma política en sus momentos fundacionales —el monarca era el verdadero artífice del Estado, su verdadera causa—, como al desempeño por su parte modélicamente de dos papeles cuyo cumplimiento nunca dejará de ser atribuido al jefe del Estado.

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ASCENSO DE LA BURGUESÍA

La burguesía es un sector social nacido del ejercicio del comercio, que tomó su nombre por vivir en las ciudades (burgos). Como grupo comenzó a existir desde fines del medioevo, pero logró su máximo poder luego de que la Revolución Industrial les permitiera abultar considerables sumas de dinero. Fueron los burgueses los que lideraron la Revolución Francesa, y terminaron con el privilegiado y estático

Antiguo Régimen.En el nuevo orden social contemporáneo, existen clases, siendo la burguesía ubicada en la cúspide, pues la jerarquía está dada por el dinero y las posesiones materiales. Estas clases, a diferencia de los estados medievales permiten la movilidad, o sea el ascenso o el descenso en la escala.La actividad empresarial, la creación artística, los estudios superiores, el ingreso al Ejército y a la Armada permitían en este nuevo orden, a los pobres, poder escalar socialmente, aunque por supuesto, esto no era fácil. Si bien tener talento era la condición indispensable, con eso no bastaba, pues las oportunidades solo les llegaban a unos pocos. Baste recordar que el acceso a la educación universitaria era restringido, y entrar al mundo de los negocios requería una inversión inicial que no todos tenían.La burguesía en muchos países, entre ellos los anglosajones, se apoyó religiosamente en el protestantismo que no miraba con malos ojos a quienes poseían dinero si lo invertían en cosas productivas, generando trabajo, y llevaban una vida virtuosa.Destruido definitivamente el sistema político del absolutismo monárquico, luego de las oleadas revolucionarias del siglo XIX, esta clase social, ocupó democráticamente en el mundo capitalista, los cargos gubernamentales relevantes, reuniendo el poder político y económico. Opuesto a este enorme poder burgués dado por la propiedad privada de los medios productivos, se alzará la ideología del comunismo, que dividió, especialmente durante la Guerra Fría, al mundo en dos bloques, hasta la caída de la URSS.

http://scielo./europa/el-ascenso-de-la-burguesia-europea#ixzz3cxbNsxY0

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CAPITALISMO COMERCIAL O CAPITALISMO MERCANTIL

Son expresiones historiográficas que definen la primera fase en el desarrollo del capitalismo como sistema económico y social (en términos del materialismo histórico o marxismo, como modo de producción -modo de producción capitalista-).

Aunque pueden verse formas tempranas de capitalismo comercial en la economía de

la Antigua Roma (desde el siglo II a. C.) o en la economía del islam medieval (desde el siglo IX d. C.);[1] lo que resultó clave fue el desarrollo de una burguesía de artesanos y mercaderes en las ciudades medievales de Europa occidental y central (ciudades-Estado italianas, alemanas, flamencas, hanseáticas, etc. -Henri Pirennelas denominaba "islas en el océano feudal"-), precariamente en la Alta Edad Media y con gran vigor a partir de la llamada revolución del siglo XII, que con el tiempo, incluso beneficiándose de algunas de las consecuencias de la crisis del siglo XIV, se convirtió en una fuerza social y económica suficiente como para ser tenida en cuenta en el propio gobierno de las ciudades (primeras "revoluciones burguesas", patriciado urbano) y en el caso de las monarquías feudales que se acabaron convirtiendo en monarquías autoritarias y primeros Estados-nación, en uno de sus principales soportes (mediante el pago de impuestos a las nacientes Haciendas reales, su intervención como funcionarios o letrados en las nacientes burocracias y su representación política en los parlamentos medievales -Cortes de los reinos hispano-cristianos, Parlamento inglés, Estados Generales de Francia-).

En la Edad Moderna, a partir de la era de los descubrimientos de los siglos XV y XVI, y con el establecimiento de los primeros imperios globales que expandieron su colonización a través de las rutas oceánicas (Imperio portugués, Imperio español, Imperio holandés, Imperio inglés, Imperio francés), integrando por primera vez el mundo entero en lo que se ha denominado "economía-mundo capitalista" (Fernand Braudel, Immanuel Wallerstein), el capitalismo mercantil se convirtió en una fuerza económica significativa.

La era mercantil del capitalismo puede considerarse culminada en el siglo XVIII, y sustituida a comienzos del siglo XIX por la nueva era del capitalismo industrial, a partir de la Revolución industrial. No obstante, las formas del capitalismo mercantil pervivieron en determinadas zonas, como el sur de Estados Unidos, donde la economía esclavista de plantación restringió el desarrollo del capitalismo comercial (limitando el mercado de bienes de consumo) e impidiendo la legislación económica propuesta por los legisladores del norte (reforma monetaria y bancaria, ferrocarril transcontinental, incentivos

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para los asentamientos en el Oeste) para integrar las economías de los Estados y asegurar el crecimiento del capitalismo industrial.

El capitalismo mercantil se distingue del "capitalismo maduro" por su falta de industrialización y desarrollos financieros. Las empresas mercantiles pueden respaldarse por un número relativamente bajo de inversores privados, que actúan como intermediarios entre los simples productores de bienes e intercambian entre sí el crédito. No obstante, el capitalismo mercantil es un paso imprescindible para la acumulación originaria de capital necesaria para la consolidación del capitalismo como modo de producción. En esa acumulación originaria, las operaciones comerciales llegan a reunir suficiente capital y fuerza de trabajo como para hacer la industrialización posible, lo que es la precondición necesaria para la transformación del capitalismo comercial en capitalismo industrial.

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