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Acabose de imprimir el 31 de j%lio 1950 en la imprenta Firmin-Didot

para la Orgam’zación de las Naciones Unidas para la Educacih, la Ciencia y la Cultura, 19, aoenue Kléber, Paris - 16~

Unesco Publicación No $91

Traducido por RAFAEL WLEZ, subdirector de la biblioteca del Instituto Nacional de Antropología e Historia, México.

Placemos presente nuestro agradecimiento por las fotografías utilizadas en este libro a las siguientes instituciones :

British Council; Calcasieu Parish Library ; Film Polski (Bibliotheca pública de Pustelniku) ; Foto B. Schleifer (Statens Bibliotekstilsyn) ; Hammond Irwin (Cole County Library) ; Johannesburg Public Library ; National Film Board of Canada (Fraser Valley Union Library); New Zealand National Library Service; Shumsker Studio (Randolph County Library); Todd Studios (St-Louis County Library).

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MANUALES DE LA UNESCO PARA LAS BIBLIOTECAS PUBLICAS. 2.

EL SERVICIO DE EXTENSION BIBLIOTECRRIA

EN LA BIBLIOTl?CA PUBLICA

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PREFACIO

L A Unesco tiene una responsabilidad especial en el desarrollo de aquellos servicios educativos, culturales y cientificos que ayudan a

colmar la laguna existente entre los especialistas y la generalidad de los ciudadanos del mundo. En todo período de grandes adelantos en las cien- cias y en el saber, hay siempre el peligro de que los intelectuales se hallen privados de contacto con el pueblo, y que éste permanezca ignorante de lo que están haciendo sus dirigentes intelectuales. Entre los diversos tipos de servicio que el hombre civilizado ideó para evitar ese peligro, pocos hay que ofrezcan más amplias posibilidades y mayor necesidad de ser desarrollados que los diversos servicios a que contribuyen las biblio- tecas públicas.

Ningún hombre que haya aprendido a leer rebasando el nivel de la simple alfabetización, y que desee participar plenamente en la vida de su comunidad, podrá mantenerse en contacto con lo que está suce- diendo en cualquier punto del globo, incluso con lo que está ocurriendo a la puerta de su casa, si no acude a los libros y a los periódicos ; pero hay pocas personas en el mundo que puedan comprar todos los libros que necesitarían para su uso personal. Esta es la razón de que la Unesco no haya vacilado en hacer cuanto está en su mano para que exista el mayor número posible de bibliotecas públicas y para que las ya existentes alcan- cen la calidad máxima. En su función más elemental, las bibliotecas pú- blicas son depósitos de saber y de experiencia gratuitamente abiertos a los hombres de todas las clases, razas, religiones y edades ; pero en estos últimos años, esas bibliotecas, en todos los lugares en que se han desa- rrollado debidamente, han aceptado responsabilidades mucho más amplias que las que impone un depósito pasivo. Tienen que participar activamente en la educación de los adultos, utilizando los nuevos medios de comuni- cación, como son la radio, el cine, los grupos de discusión y las exposi- ciones, de modo que se ayude a la gente que frecuente las bibliotecas a leer bien, inteligentemente, y que se dirij, su aten&n critica hacia los problemas más importantes de su ambiente y de su tiempo.

Por el momento, la verdad es, desgraciadamente, que hay muy pocos países en el mundo en que se comprendan plenamente las posibilidades

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que ofrece una biblioteca pública, y en muchas partes del globo apenas puede decirse que existan tales servicios. La Unesco se da perfecta cuenta de esta situacz’ón, y por eso, como continuación del éxito obtenido en un cursillo de verano para bibliotecarios públicos que se celebró en Inglaterra en rg& hemos emprendido la publicación de una serie de manuales para difundir en el mundo entero los mejores resultados obte- nidos por la experiencia en este orden de actividad. Esos manuales, tres de los cuales se publican en 1950, tratarán de algunos de los aspectos fundamentales del funcionamiento de una biblioteca : preparación en biblioteconomta, papel de la biblioteca en la educación de los adultos, y extensión de las actividades de la biblioteca pública para atender a las necesidades de poblaciones esparcidas, rurales, y de grupos especiales dentro de la comunidad.

Han sido escritospor bibliotecarios y para bibliotecarios principalmente, porque al profesional en biblioteconomia es a quien sobre todo incumbe la responsabilidad de desarrollar sus servicios ; pero no se han escrito de manera que puedan interesar exclusivamente a los bibliotecarios. En realidad, tengo la esperanza de que los lean funcionarios de los gobiernos, educadores y otras personas que tengan a su cargo la provisión de los servicios de bibliotecas públicas y la formación profesional de los bibliote- carios. El progreso de las bibliotecas públicas depende en gran parte de la competencia y amplitud de miras de los bibliotecarios ; pero sólo podrán obtenerse resultados importantes si esos bibliotecarios cuentan con el apoyo de las autoridades educativas, fkancieras y legislativas de su país.

Los autores de estos manuales los han escrito en entera libertad, expre- sando individualmente sus opiniones personales. Han consultado los documentos que se redactaron en el Cursillo internacional de verano, y han recibido consejos de la Unesco, pero no con objeto de dejar sentadas las normas de esta ultima en cuanto al funcionamiento de las bibliotecas públicas. Es evidente que ciertos princtpios del servicio de bibliotecas deberian aceptarse ; pero, como lo indican algunos de los autores, una biblioteca viva debe estar tan estrechamente ligada a las condiciones económicas, sociales y culturales del territorio en que funciona, que la interpretación de esos princt$ios entraña gran amplitud de diferencias en la práctica. Todo esto se ha tenido en cuenta.

Estos manuales son demostraciones prácticas de cooperación interna- cional, ya que ponen la autorizada opinión y la experiencia de unos cuantos grandes bibliotecarios a disposi&n de sus colegas y de todos los que se ocupan del desarrollo de la educación popular y del crecimiento de la comprensión internacional en el mundo entero.

JAIME TORRES BODET Director general

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SUMARIO

INTRODUCCION . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Primera parte. - La organización de los servicios nacionales de bibliotecas públicas

CAPITULO 1 Principios generales.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . CAPITULO II Agencias del servicio bibliotecario . . . . . . . . . CAPITULO III Factores de gobierno y financieros . . . . . . . . . . . . .

Segunda parte. - Aspectos administrativos del servicio de extensión bibliotecaria

CAPITULO IV Centros de servicio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . CAPITULO V La colección. . . . . . , . . . . . . . . . CAPITULO VI Centros y bibliotecas ambulantes. . . . . CAPITULO VII Prestamos individuales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . CAPITULO VIII La organización y los métodos de las bibliotecas

rurales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . CAPITULO IX Instituciones y cooperación estatales . . . . . . . . . . . . CAPITULO X Servicio a categorías especiales de lectores. . .

Tercera parte. - Incentivos del servicio de extensión bibliotecaria

CAPITULO XI El fomento del servicio de extensión bibliotecaria. . . .

Cuarta parte. - Programas para el servicio de extensión bibliotecaria

CAPITULO XII Principios del servicio de extensión bibliotecaria. .... I 03 CAPITULO XIII Bosquejo de un programa. ....................... 113 CAPITULO XIV Conclusión .................................... 117

APENDICE Descripción de los vehículos tipo .................. rr9 BIBLIOGRAFIA SELECTA. ....................................... 12.5 INDICEALFABETICO .............................................. 126

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ILLUSTRACIONES

Centro en una colectividad.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Centro en una tienda de abastos rural.. . . . . . . . . . . . . . . Los habitantes de los distritos rurales y zonas suburbanas pueden

apreciar la conveniencia de la biblioteca ambulante.. . . . . . . . . . . . El cartero lleva el mensaje de los libros.. . . . . . . . . . . . . . . . . . El bibliotecario rural asiste a una reunión nocturna del club de

granjeros y ayuda a los miembros a escoger libros.. . . . . . . . Inauguración de una biblioteca rural.. . . . . . . . . . . . . . . . . Sala infantil de una tiblioteca sucursal.. . . . . . . . . . . . Los niños disfrutan de la hora del cuento preparada por el biblio-

tecario rural. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Los hospitalizados, jóvenes y viejos, tienen tiempo de sobra para

leer................................................. La biblioteca de un barco como parte de un servicio bibliotecario

nacional..............................................

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INTRODUCCIÓN

E L término (cservicio de extensión de la biblioteca pública» tien diferentes significados en los diversos países. En uno, cuando

menos, se refiere a la extensión del trabajo ordinario de la biblioteca el suministro de libros, servicios de consulta, etc.), a otros campos relacionados y asociados, como son las conferencias, las exposiciones, el cinematógrafo, las actividades musicales y dramáticas, etc., para niños y adultos.

En este libro se trata de un tema diferente: la extensión de los servicios de la biblioteca pública, o servicio de extension bibliote- caria, de modo que lleguen a un público cada vez más amplio. Esta tarea importante se enfocará desde dos puntos de vista principales : u) La mejor forma en que pueden planearse y dotarse los esquemas para un servicio de bibliotecas de amplitud nacional; b) 2 Cuáles son los problemas prácticos que se plantean especialmente en rela- ción con el servicio de la biblioteca a comunidades pequeñas y a zonas de población dispersa ?

El primer punto es en gran parte un problema de organización, de relación entre los diversos organismos del gobierno local, estatal y nacional, de legislación y control -es un asunto del gobierno, de aquellas personas que tienen a su cargo el desarrollo de las bibliotecas como servicio público. El segundo punto atañe más a la biblioteconomía aplicada -a la forma de realizar lo que se hace posible dentro del marco de la organización.

El objetivo fundamental es que, en todos los países del mundo, todo el que quiera pueda disfrutar de los beneficios de un servicio bibliotecario adecuado. Este ideal tendrá que realizarse en unos países más lentamente que en otros : en parte, porque en algunos de ellos se inició la tarea con muchos años de anticipación; en parte, porque el uso pleno de las bibliotecas -así como de los libros y otras fuentes de información existentes- puede realizarse tan sólo cuando la pobla- ción, en general, ha alcanzado cierto nivel de educación y de condi- ciones sociales. Una vez que se ha alcanzado el nivel básico, las bibliotecas se convierten en poderosos factores de progreso educativo y social, y cuanto más elevado sea el nivel educativo y social de una

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comunidad y de sus miembros, más desarrollado y más complejo el medio económico y cultural, serán más extensas y variadas las funciones de los servicios de la biblioteca.

En consecuencia, no existe una política para el servicio de extensión de la biblioteca pública que pueda ser adoptada unánimemente en todas partes, ahora o en un futuro próximo. Cada país debe adoptar el plan de desarrollo que se adapte mejor a las presentes condiciones de su servicio bibliotecario existente y a las condiciones de su pueblo. No obstante, los propósitos esenciales de las bibliotecas públicas son los mismos en todo el mundo, y la experiencia del pasado muestra claramente que hay sistemas de organización y administración, métodos, técnicas y programas de desarrollo que tienen todas las probabilidades de resultar eficaces, económicos y constructivos. Es eso precisamente lo que nos interesa en este libro. La amplitud y secuencia de la disertación se verá en el índice. El autor ha tratado de no ser dogmático ; cuando, a juicio suyo, existe solamente un procedimiento correcto, lo ha señalado y ha procurado justificar su punto de vista, aunque, en general, se presentan modelos básicos con alternativas y modificaciones, dejándose la decisión final al dictado de las circunstancias. Es necesario advertir que, aunque el autor tuvo el privilegio de estudiar las discusiones de la escuela que la Unesco condujo en Manchester y Londres en 1948, así como otro material proporcionado por sus colegas de otros países, se ha abstenido delibe- radamente de hacer referencias directas al servicio bibliotecario de países determinados, en la creencia de que, al mencionar lo que se hace en A o lo que no se hace en B, resultarían implícitos un elogio o censura o una comparación envidiosa sin propósito práctico.

Los demás folletos de esta serie se ocupan de objetivos y métodos de las bibliotecas públicas, junto con la formación del bibliotecario y las actividades de la bibliotecas públicas en favor de la educación de los adultos. En consecuencia, aparte de un breve sumario de principios generales, suficientes sólo para dar una idea de conjunto, estos temas no se mencionarán aquí, excepto cuando caigan directamente dentro del campo del servicio de extensión de la biblioteca pública.

DEFINICIONES

Como el sistema de gobierno (nacional, estatal y local) y la termino- logía bibliotecaria varían de una nación a otra, es conveniente que se entienda con toda claridad el significado que el autor da a ciertos términos y frases.

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Nación, nacional, se refieren indudablemente al conjunto de un Estado soberano. Estado se usa para designar una considerable parte constituyente de una nación, un elemento en una república o federa- cion, una ((provincia», etc., dotados de un gobierno -que controla ciertas funciones en relación con esa parte del país como un todo-, una parte de la «nación», pero que a su vez incluye «autoridades locales»; por ejemplo, los Estados de los Estados Unidos, los Estados de Australia, las provincias del Canadá, Africa del Sur, etc.

Autoridad local se usa para designar el cuerpo de gobierno (y los ciudadanos) de cualquier unidad local de población que tenga autoridad en relación con asuntos locales -una ciudad, población, condado, parroquia, «communex (en el sentido francés, no en el suizo).

Para las zonas urbanas se usa la palabra población, aunque en muchos países el término ((ciudad)) puede ser el más propio. En esta obra se aplica el término ciudad a las grandes zonas urbanas, las metrópolis nacionales 0 provinciales, etc.

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PRIMERA PARTE

LA ORGANIZACION DE LOS SERVICIOS NACIONALES DE BIBLIOTECAS PUBLICAS

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Centro en una colectividad,

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Centro en una tienda de abastos rural.

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CAPITULO 1

PRINCIPIOS GENERALES

S I se trata de que una biblioteca sea eficaz, ya sea que imparta ser- vicio apoca gente o a mucha, es necesario observar cuatro condi-

ciones bisicas esenciales. Son condiciones sencillas, casi obvias, pero con frecuencia han sido pasadas por alto o descuidadas por las personas responsables del desarrollo de las bibliotecas; el resultado ha sido invariablemente el fracaso, más o menos completo, al querer alcanzar los objetivos propios del servicio bibliotecario. Esas condiciones no pueden existir a menos que el servicio bibliotecario esté organizado convenientemente. Por lo tanto, como el progreso del servicio de extensión bibliotecaria estriba principalmente en el desarrollo de la forma de organización sobre la cual las bibliotecas eficaces pueden funcionar mejor en determinado país o región, esas cuatro condi- ciones deben aquilatarse de antemano y tenerse presentes siempre.

Hay que reconocer, ante todo, que la colección de libros en cada lugar desde el que se imparte servicio debe ser tan buena como lo requieran las necesidades del grupo a que se ha destinado. Ese grupo está compuesto de individuos, los cuales pueden tener muchos inte- reses en común, pero tendrán exigencias particulares debidas a sus ocupaciones, sus actividades e intereses sociales y culturales, a sus habilidades y experiencia. Esta variedad en la demanda existe tanto en la comunidad pequeña como en la grande y es algo que debe fomentarse. De ello se desprende que no es suficiente proporcionar los libros que la mayor parte de la gente está dispuesta a leer; si existen libros que un hombre solo necesita, deben ponerse a su dis- posición.

Por lo demás, la lectura es un proceso de continuidad. La gente que usa los libros con algún propósito -recreo, vocación, estudio, mejoramiento personal 0 cualquier otro- quiere usarlos, con mayor o menor regularidad y frecuencia, durante toda su vida. Esto signi- fica que la biblioteca deberi proveerlos de lectura durante todo el transcurso de su vida. Esta necesidad tiene dos aspectos : a) que la colección debe conservarse al dia, tanto en lo que respecta a ir

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cubriendo las nuevas necesidades de los lectores como en lo que se refiere a abarcar toda la producción literaria nueva, acerca de todos los temas, nuevos y viejos ; b) que, aunque un lector encuentre aquello que necesita en una biblioteca grande que se renueva en forma sistemática con material reciente, el lector que puede utilizar úni- camente un lugar de servicio pequeño -como debe ser el caso de la mayoría- puede quedar satisfecho siempre y cuando la pequeña colección a su alcance se renueve de una manera constante y regular. La biblioteca pequeña -y no necesita serlo mucho para aplicarse este principio- que depende de su pequeña colección perma- nente, aun en el caso de recibir una provisión razonable de libros nuevos, tarde o temprano -probablemente pronto- se convertirá en una biblioteca inútil y sin uso. Los libros que puedan interesar a un lector determinado serán pocos; dicho lector acabará por haberlos leído todos. Lo probable es que entonces se dedique a leer libros que no le satisfacen 0 que significan poco para él, y esto viene a ser un triste fin para nuestras ambiciones.

Existen decenas de miles de ejemplos patéticos semejantes de fra- casos que podrían haberse evitado fácilmente. Bibliotecas que no prestan ya un servicio de mucha utilidad y que no son, por lo mismo, un aliciente para la extensión bibliotecaria, sino más bien un obstáculo en el derrotero del progreso.

Debemos observar, ademas, que las bibliotecas deben ir más allá de la satisfacción de las necesidades existentes, haciéndose lo posible por mejorarlas y ampliarlas. Deben ser, dentro de sus límites inevitables, una demostración de la riqueza, amplitud y variedad del mundo de los libros, y estimular a la gente a hacer uso de ellos. Esto no sucederá si la colección es inadecuada, estática y moribunda, o si está compuesta en su mayoría de aquellos títulos que son los más populares por ser ampliamente conocidos del público. Debe recor- darse que la gran mayoría de la gente -se puede decir que todos, excepto quienes tengan acceso a las bibliotecas de las ciudades gran- des, o medios de obtener libros de las librerías bien provistas- puede enterarse de los libros que se publican solamente si los ve en sus bibliotecas públicas. En consecuencia, aun en los lugares de servicio más pequeños debe haber alguna exposición de los libros menos conocidos y comunes. Veremos cómo ha de alcanzarse este objetivo.

Por otra parte, aunque las buenas colecciones son esenciales, no constituyen el único recurso de la biblioteca. Por un lado, los libros deben rendir servicio y ser aprovechados propiamente. Esta tarea de hacer los libros útiles al pueblo -propósito del servicio de extensión

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bibliotecaria- exige organización y administración eficaces y cono- cimiento de los libros y de la gente. Aquellos que dedican atención a las bibliotecas deben, por lo tanto, conocer a fondo las prácticas habituales diarias y técnicas de los usos bibliotecarios y estimar los objetivos e ideales de la profesión. En otras palabras, se hace necesario un personal preparado y con experiencia. Esto, en algunos departamentos y para ciertas actividades, es indispensable; algunos lugares de servicio pueden estar en manos de empleados sin prepa- ración, tal vez voluntarios, pero éstos deben ser ayudados y orientados por bibliotecarios profesionales. En biblioteconomía hay que aprender tanto como en educación, ingeniería o cualquier otra actividad espe- cializada.

Por otro lado -y se trata de una cuestión muy distinta-, un servicio de biblioteca bien desarrollado proporciona no sólo libros, sino información, que en parte pueden encontrar en los libros los expertos en referencia, pero que, en amplia medida también, tendrá que recogerse en gran variedad de fuentes de información. Los ser- vicios de consulta e información requieren personal y recursos no menores que los de los servicios de suministro de libros, y probable- mente mayores y que sobrepasarían las posibilidades de un lugar de servicio pequeño e independiente.

Por lo dicho se pueden ver con más claridad las cuatro condiciones esenciales a que más arriba hemos aludido. Como quiera que un servicio de biblioteca sea impartido y organizado, deberá :

I. Hacer posible que todos los lugares de servicio, con excepción del mayor, renueven e intercambien la mayoría, sino el total, de sus colecciones cuando sea preciso, y en forma tal que cubran las necesidades existentes y estimulen el uso futuro de la biblioteca ;

2. Hacer posible que determinados libros -cualesquiera que sean, sin que importe su especialización-, solicitados por cualquier lector, en cualquier parte, para llenar sus necesidades particulares, sean puestos a su disposición;

3. Hacer posible que todas las bibliotecas estén supervisadas y administradas en forma adecuada por bibliotecarios dotados de experiencia y preparación satisfactoria;

4. Hacer posible que el público, dondequiera que sea, pueda obtener, por medio de la biblioteca, toda la información y orientación necesarias, ya para ampliar el beneficio impartido por los libros, ya para hacerlo más efectivo.

Hay una quinta condición en cualquier programa eficaz del servi- cio de extensión bibliotecaria (punto sobre el que volver emos más de una vez): que todos los servicios de la biblioteca deben ser tan

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buenos como sea posible. No hay dicho más cierto que el que reza : « Nada tiene tanto éxito como el buen éxito ». Las bibliote- cas inadecuadas consiguen poco ; las bibliotecas buenas pueden conseguirlo casi todo. La gente utilizará siempre plenamente las bibliotecas buenas, porque las encuentra útiles. En cambio, no acudirá a las deficientes, porque las encuentra prácticamente inservibles. Los pueblos -y los gobiernos- mantendrán aquellas que sean útiles y necesarias ; no hay razón para conservar las que tengan un largo historial de fracaso e inutilidad,

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CAPITULO II

AGENCIAS DEL SERVICIO BIBLIOTECARIO

DISTRIBUCION DE LOS SERVICIOS DE BIBLIOTECA

L A organización del servicio bibliotecario está determinada por la forma en que la gente vive -unos viven en grandes metrópolis,

otros en lugares abandonados, otros en ciudades provincianas, pobla- ciones comerciales y aldeas. No hay dos países en el mundo, a veces ni siquiera dos regiones en el mismo país, en que las condiciones sean idénticas. El equilibrio de la población urbana y rural, la magnitud de las ciudades, sus relaciones con los alrededores, la densidad de la población y, sobre todo, las distancias entre esta última e incluso las comunidades más pequeñas, varían en forma tal, que parecería impo- sible encontrar los factores comunes. Y sin embargo, esos factores existen. Cada país tiene una metrópoli, cada provincia o región sus ciudades principales, siendo todas ellas no sólo grandes concentra- ciones de población, sino también centros comerciales, industriales y de actividad cultural, a través de una gran zona circundante, y centros de comunicación y de distribución. En una escala menor, esto se aplica también a las ciudades y poblaciones más pequeñas. En consecuencia, tanto en las zonas densamente pobladas como en las que lo están escasamente, existen centros urbanos, inmensos o pequeños, a los que la gente acude de vez en cuando, por diversas razones -a comprar o a vender, a divertirse, a ver a sus amigos-, y de los cuales se lleva a la gente otras cosas y servicios.

La distribución de los servicios de biblioteca debe planearse siguiendo exactamente el derrotero de la distribución de cualquier otro servicio. En las grandes ciudades puede comprarse prácticamente todo ; sin embargo, algunos artfculos deben venderse en tiendas ubi- cadas tan cerca de las casas de los clientes como sea posible; pero la diversidad de mercancías que puedan encontrarse en cualquier parte depende de las necesidades y conveniencia de la gente y de los medios de comunicación. Así, suponiendo que el nivel de vida fuera el mismo, los moradores de una comunidad situada en las afueras de una ciudad, de quienes es lógico esperar que visiten esta última con frecuencia, pueden tener cerca de sus viviendas un surtido

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menor de mercancías que una comunidad de igual magnitud que esté muy apartada de un centro mayor y que es a su vez el único centro para los miembros de comunidades más pequeñas y muy dis- tantes. En todas partes se producirán algunos artículos localmente; otros serán llevados allí, de puntos más o menos distantes y por las rutas y métodos ordinarios de distribución.

Este sistema de distribución de mercancías se aplica igualmente a los servicios bibliotecarios. Algunos artículos deberán obtenerse en cualquier lugar habitado ; pero para su satisfacción completa, algunas personas, cuando menos, necesitarán otros artículos, y, o bien podrán obtenerlos en el centro al que se vean atraídas por otras razones, o bien será menester que se les envíen, muchas veces y en gran parte, de los referidos centros.

Esta cuestión da lugar a dos escollos importantes. Pero las per- sonas interesadas en el servicio de extensión bibliotecaria no deben dejarse abrumar por la aparente dificultad de la tarea. El que suscribe se ha encontrado frecuentemente con el argumento de que no es factible impartir servicio a grupos minoritarios y distantes, y que, por lo tanto, deben limitarse a las grandes comunidades las facilidades de la biblioteca. Para esto tenemos solo una réplica. Si resulta factible proporcionar a la gente cerveza y ropa, herramientas y máquinas de coser, el mismo mecanismo de distribución puede emplearse, con las modificaciones necesarias, para suministrar libros a esa gente. Un plan equilibrado como es debido y organizado eficazmente debe tomar en consideración los hábitos del público en relación con los diferentes tipos de «centros de población» y los sistemas de comunicación. En otras palabras, debe existir una coordinación apropiada entre los distritos rurales y los centros urbanos.

Esta condición esencial, empero, se ha pasado frecuentemente por alto allí donde había interés por los servicios de la biblioteca, resul- tando entonces que el servicio sea impartido con demasiada frecuen- cia por varias unidades pequeñas, aisladas e independientes, y que la gente del campo se haya visto en la imposibilidad de utilizar las facilidades urbanas, que de otra manera habría aprovechado sin estorbos.

Al planear el servicio de extensión bibliotecaria, debemos, por lo tanto :

a) Hacer posible que la gente utilice los servicios bibliotecarios que pueda y quiera usar; por ejemplo, que el campesino pueda utilizar los de su centro comercial cuando lo visite, el residente del suburbio los de la ciudad a la que va de compras, a trabajar, al cinematógrafo, etc.;

b) Evitar la duplicación del suministro al intentar dar por separado

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a la gente, habitantes rurales y suburbanos por ejemplo, servicios que pueden obtener en otra parte ;

c) Hacer el mejor uso posible de las comunicaciones ; por ejemplo, descentralizando la distribución siempre que esto sea practicable.

Hay que añadir que todos los proyectos del servicio de extensión bibliotecaria deben abarcar en forma total la región de que se trate. No deberá haber zonas omitidas o exceptuadas, ningún vacío sin servir, ni lugares que se encuentren en medio de dos proyectos de organi- zación. Esto no siempre es fácil de asegurar; a veces hay, por ejemplo, dos o más centros posibles para algún distrito.

MODELO BASIC0

Quizás resulte provechoso considerar el bosquejo un plan de servicio bibliotecario utilizable en una zona con la estructura característica siguiente: u) una ciudad grande con sus suburbios; b) poblaciones más pequeñas y poblados; c) aldeas, comunidades menores y case- ríos aislados.

Los libros serán llevados a los miembros del tercer grupo (c) usando los métodos que discutiremos más adelante. También podrán utilizar la biblioteca de la población más cercana, que a su vez impartirá ser- vicio a sus propios habitantes, cubriendo la mayor parte de sus nece- sidades; pero, a menos que esta población sea de una extensión con- siderable, su biblioteca deberá estar en condiciones de completar y renovar su colección con préstamos globales de otras bibliotecas o de un depósito central (como se verá oportunamente), y el material necesario para satisfacer los intereses especiales de ciertos lectores deberá obtenerse de otras fuentes. En los centros urbanos más grandes existirá una biblioteca central capaz de ofrecer la mejor colección posible a los residentes a que le corresponda servir, a los localizados en los suburbios colindantes y en los distritos rurales, y debe estar provista de sucursales que impartan un servicio adecuado a los diversos distritos enlazados debidamente con la organización central.

Es lo más probable que este simple modelo necesite modificaciones considerables que vamos a examinar, especialmente cuando, como ocurrirá con frecuencia, la zona mayor, que puede considerarse como un todo coordinado y encontrarse incluída dentro de cualquier plan factible de distribución o administración, esté todavía tan escasamente poblada y dotada jnsuficientemente de recursos financieros, que resulte necesario obtener ayuda de otras fuentes, como son el Estado y

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la nación; y, viceversa, cuando la población y necesidades de una zona sean tan crecidas y se hallen tan concentradas, que venga a ser necesario entonces repartir el proyecto en divisiones más manejables.

LA RESPONSABILIDAD LOCAL FRENTE A LA RESPONSABILIDAD CENTRAL

Con todo, es lógico que este plan básico, como quiera que se modi- fique, debe abarcar varios elementos del gobierno local e incluir, bien cierto grado de combinación y cooperación entre ellos, bien un sistema que ponga la responsabilidad de impartir el servicio bibliotecario en manos de una agencia gubernamental (regional, estatal o nacional).

Se plantea Inmediatamente un problema : 2 Las bibliotecas públicas deben ser suministradas por las autoridades locales, por los gobiernos de los Estados, o por los nacionales ?

Es indudable que si las autoridades locales están o pueden estar, con la ayuda apropiada, en condiciones de impartir servicio biblioteca- rio adecuado, lo mejor es que lo hagan ; en cualquier caso, es conve- niente que la autoridad local cuando menos tenga suficiente incum- bencia en ellos para que se justifique su interés. Esta afirmación se basa en diversas consideraciones. En primer lugar, como el propósito de la biblioteca pública es impartir servicio, no simplemente a la comunidad como un todo, sino a sus miembros individuales, mientras más se, estreche su relación con aquellos a quienes sirve, mejor será. El servicio bibliotecario no debe nunca imponerse desde arriba; debe nacer de las necesidades de los que han de beneficiarse con él.

En segundo lugar, el éxito de una biblioteca depende del concepto en que la tenga su público inmediato. Debe existir estimación de su valor, y satisfacción de poseerla. La gente se interesa mas por aquellas cosas sobre las que ejerce algún control pues las considera expresión de sus deseos y fruto de su esfuerzo propio.

En tercer lugar, las distintas comunidades necesitan diferentes tipos de servicios bibliotecarios -y aquellos que los suministran tienen más posibilidades de impartir el tipo indicado si se encuentran más cerca de la comunidad beneficiada.

En cuarto lugar, hay una cuestión que, aunque delicada, no pode- mos silenciar, debido a su importancia. La biblioteca está obligada a garantizar a todos el más absoluto respeto a sus ideas, cualesquiera que éstas sean. Mas siempre cabe el peligro de que existan fuertes intereses que traten de servirse de ella como instrumento para impo- ner alguna doctrina. Esto será más difícil de realizar si la biblioteca

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depende de una autoridad cercana que si depende de una autoridad muy remota.

El éxito de los programas del servicio de extensión bibliotecaria sin duda requiere un equilibrio apropiado entre dos factores, que muchas veces no se acomodan fácilmente el uno al otro; la responsabilidad del servicio debe ser tan «local», tan cercana a sus beneficiados como sea posible, pero el servicio debe ser adecuado, y esto se obtiene por lo general únicamente cuando los recursos son considerablemente exten- sos. Es por demás inútil esperar que una comunidad haga por sí y para sí misma algo para lo que no está capacitada.

GOBIERNO LOCAL

El sistema de gobierno local difiere considerablemente de un país a otro en lo que se refiere a magnitud, tipo y poderes de las unidades locales de gobierno, sus relaciones con cuerpos mayores de gobierno, etc. Resulta, por lo tanto, imposible una generalización. En un país pueden existir numerosas unidades pequeñas sin intermediario entre ellas y el gobierno nacional o el de un gran Estado o provincia; en tanto que en el resto del mundo puede haber un sistema bien desarro- llado de subordinación por medio del cual, dentro de un Estado, las autoridades menores se asocien, para ciertos propósitos, en grupos mayores.

Como quiera que sea el sistema de gobierno, las autoridades deben reunirse si se trata de la biblioteca -tal vez por medio de leyes que creen zonas adecuadas de gobiernos locales, o más bien por medio de proyectos de cooperación.

A lo que acabamos de proponer pueden hacerse objeciones como la renuencia frecuente y natural de las autoridades locales en cuanto se trata de ceder sus poderes, o el menoscabo de su personalidad si se llevan a cabo proyectos en conjunto, o bien dificultades monetarias o administrativas al crear autoridades, tratándose de bibliotecas, que no sean las autoridades que tienen otras funciones en el gobierno local o posiblemente la vieja rivalidad entre la ciudad y el campo.

Algunas grandes ciudades están gobernadas por una autoridad única, cuando menos para ciertos fines ; pero en muchos casos la ciudad natural se encuentra gobernada, no por una, sino por varias autoridades locales. Donde se presenta este caso, está plenamente justificada la unificación legal. Los proyectos voluntarios de cooperación pueden ser posibles, pero en todos los casos, excepto cuando se trate de

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ciudades mayores, la incorporación completa en un sistema con una administración unificada, recursos mixtos, un gobierno y un cuerpo de funcionarios, resultará de seguro más eficaz y económica -tanto para las bibliotecas como para los demás fines del gobierno local.

En forma similar, en algunos lugares los distritos rurales y los ele- mentos urbanos forman, en una zona conveniente, una unidad para ciertos propósitos, como (con excepción de las poblaciones mayores y ciudades) en el caso de los condados ingleses (aunque, a este res- pecto, la unión no es tan completa tratándose de bibliotecas como lo es, por ejemplo, cuando se trata de educación). En otras partes, el «condado» (o como quiera que se denomine) comprende solamente la zona que se encuentra fuera de los elementos urbanos mayores -y esto es tan indeseable, que debe buscarse la unión siempre que sea posible.

La superficie de la tierra no está compuesta totalmente, ni siquiera predominantemente, de : u) grandes zonas urbanas, b) distritos ru- rales con sus centros urbanos naturales -sus centros comerciales, etc.-, accesibles razonablemente en intervalos no muy frecuentes, cuando menos, y suficientemente grandes para sostener un servicio bibliotecario mixto adecuado. En casi todos los países hay grandes comarcas sin una sola población o ciudad conveniente, o tal vez con algún o algunos centros urbanos demasiado pequeños para fines bibliotecarios. En esas zonas se hace necesario un tipo diferente de coordinación, como puede ser el establecimiento de un proyecto para la zona, que opere sobre un mecanismo preparado especialmente para zanjar los obstáculos, desde un centro regional que puede establecerse solamente con propósitos bibliotecarios, o tal vez utili- zando los servicios impartidos desde fuera de la región misma, por obra de una agencia mayor de administración de bibliotecas.

Aun estos tres derroteros -autoridades locales, combinación de autoridades locales, y proyectos regionales- pueden fracasar al pro- veer IOS recursos económicos necesarios, organización e ímpetu; de aquí la necesidad de que existan las agencias estatales y nacionales para fomentar los servicios bibliotecarios y auxiliarlos.

TIPOS DE AGENCIA DE SERVICIO BIBLIOTECARIO

A continuación se enumeran las diversas agencias que pueden impartir servicios de biblioteca :

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1. Autoridad y sistema de biblioteca únicos para una zona.

a) El total de una ciudad, que suministra: 10 Una biblioteca central con departamentos de préstamo y

consulta y departamentos especiales apropiados; 2O Suficientes sucursales ; 30 Servicios necesarios para niños y categorías especiales de pobla-

ción (hospitalizados, ciegos, etc. - véase más adelante) 1. Aparte de la necesidad de obtener de otras agencias servicios aun

más especializados, que señalaremos después, el sistema urbano total puede funcionar eficazmente en una ciudad suficientemente grande como una unidad independiente y autónoma, pero el sistema debe estar dispuesto a extender el uso de sus servicios, tal vez por medio de arreglos con las autoridades locales apropiadas, a la gente que pueda necesitar dichos servicios en el distrito circunvecino.

b) La parte de una ciudad, o sea allí donde la ciudad «geo- gráfica» (la conglomeración urbana) comprende varias autoridades locales (como en Sydney o Melbourne o, hasta cierto punto, Los Angeles). En las ciudades muy grandes, como Londres o Nueva York, estos elementos pueden ser lo bastante grandes para justificar su existencia independiente, salvo cuando los servicios tengan que ser ampliados por medio de cooperación en objetivos espe- ciales. Este funcionamiento es muy recomendable cuando los elementos constituyen una pequeña incorporación en un solo sistema o, en las grandes ciudades, en grupos de autoridades adyacentes.

c) La autoridad que comprende la ciudad o poblacGn (o poblaciones y el campo) que cubre el total de la zona geográfica. Éste es el arreglo ideal para todas las poblaciones, excepto las grandes ciudades. Con una biblioteca central en la ciudad principal, bibliotecas y sucursales en el resto del sistema, las pequeñas comunidades se surten de libros desde un centro principal de operaciones (y posiblemente también desde subcentros) ; con una colección unificada desde la cual los puntos de servicio menores sean provistos de materiales renovados frecuente- mente y se satisfagan las necesidades de lectores particulares ; con un personal que asegure una práctica satisfactoria en todo el sistema. Este funcionamiento garantiza eficacia y economía y evita la duplicación de las tareas. Significa que cada lector y cada comunidad pueden tener participación en el total de recursos de una zona.

I. Estas actividades no se repiten en otras categorías de agencia; se supone que, de acuerdo con las circunstancias, ser¿In impartidas por todos los servicios bibliotecarios.

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d) La autoridad que cubre una zona similar a la de c, con excepción de uno o más elementos urbanos independientes. Esto reserva muchas de las ventajas de c, a menos que el sistema se vea seriamente debilitado por la falta de unidades urbanas independientes. Si esto sucede, debe recurrirse a un amalgamamiento. En todo caso, tiene que existir la cooperación necesaria para evitar la duplicación del esfuerzo y para dar acceso a los recursos de la ciudad o ciudades.

e) La autoridad que abarca solamente los distritos rurales, o los distri- tos rurales y en adición solamente las poblaciones muy pequeñas. Este arreglo no es satisfactorio. La poblacion se verá privada del acceso a las grandes acumulaciones de libros, y habrá duplicación del trabajo si cada autoridad trata de formar su pequeña colección aislada para su grupo de lectores. Por lo general, también, la zona rural será demasiado pobre para sostener servicios adecuados por sí sola. Situación que se ve agravada por el hecho de que el promedio de riqueza por habitante en la zona rural sera inferior al de la zona ur- bana, aunque ésta extraiga gran parte de su riqueza de la zona rural circundante. Es más de desear una incorporación a los siste- mas c o d.

f) La autoridad de una unidad urbana que resulta demasiado pequeña para sostener una biblioteca adecuada. Lo menos que puede hacerse, y también lo más lógico, es la incorporación a las autoridades rurales inmediatas; pero como probablemente estas autoridades no podrán conseguir recursos adecuados, es preferible la incorporación a los sistemas c o d.

II. Agrupamientos que comprenden dos o más autoridades independientes.

Si la incorporación de autoridades locales independientes en siste- mas unificados resulta impracticable, se puede conseguir mucho merced a la cooperación y coordinación voluntarias.

Hay dos formas en las cuales puede realizarse esto : a) Una de las autoridades hace un contrato con la otra autoridad

(probablemente mayor), para cubrir el servicio de biblioteca en forma total o parcial. Para ello pueden seguirse diversos caminos. Por ejemplo :

IO Hacer arreglos para que las bibliotecas que se encuentran en las localidades mayores faciliten el préstamo a los residentes rurales y suburbanos, pagando la autoridad contratante o bien una suma global, o bien una suma estipulada según el número de lectores. Es principio general que las bibliotecas de consulta de una ciudad estén abiertas a todos, dondequiera que residan.

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20 Arreglos para pagar el préstamo global del material. 30 Arreglos para obtener personal, o supervisores y asesores. 40 Arreglos por medio de los cuales las autoridades mayores se

hagan responsables de ciertos servicios como la compra central, la catalogación y preparación del material, el abastecimiento de equipo y materiales, etc.

50 Arreglos por medio de los cuales, previo pago hecho por la autoridad local, la autoridad mayor proporciona servicio bibliotecario completo en toda la zona, como si fuera parte de su propio servicio. Este arreglo es poco común, pero es posible hacerlo, cuando la autoridad no está dispuesta a incorporarse a un proyecto más amplio, o tal vez como un paso experimental preliminar hacia la unificación.

Todos los arreglos que acabamos de mencionar pueden ser costeados en forma total o parcial, no por la autoridad beneficiada, sino por alguna agencia superior (estatal 0 nacional).

b) Cuerpos mixtos de gobierno: por ejemplo, la formación de comi- siones mixtas que representen a las autoridades locales y que admi- nistren un servicio bibliotecario mixto. Este plan es útil para llegar a la incorporación cuando las autoridades locales son reacias al sistema. El costo del sistema mixto debe ser sufragado con fondos locales, de acuerdo con una prorrata convenida. Los sistemas mixtos son casi tan buenos como la incorporación, pero deben estar dotados de cierto grado de permanencia, ya que no es posible la existencia de una organización eficiente si hay el temor constante de que cual- quiera de sus elementos puede separarse de un momento a otro. Las desventajas principales se pueden aplicar a todos los sistemas volun- tarios :

IO Que todos los residentes de lugares no dispuestos a cooperar permanezcan sin bibliotecas y les sea cada vez mas difícil proporcio- narlas independientemente ;

z’J Que la renuencia de elementos importantes puede redundar en que el sistema mixto de los elementos restantes resulte difícil o anti- económico.

Puede suceder, por lo tanto, que el sistema mixto tenga que ser impuesto en una zona por alguna autoridad superior (estatal o nacional).

III. Agencias estatales y nacionales.

En todos los países del mundo, las agencias estatales y nacionales encargadas del servicio de extensión de la biblioteca pública son necesarias para estimular, coordinar y auxiliar la tarea de las autori- dades locales -y a veces para impartir el servicio mismo.

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En esta sección, como en el resto de la disertación, no es posible hablar de un tipo universal de gobierno. En algunos países grandes (verbigracia, Inglaterra) no hay intermediarios entre el gobierno nacional y la autoridad local. En otros (por ejemplo, los Estados Unidos, Canadá, Australia), hay un sistema importante de gobierno estatal o provincial. Hay, en fin, países más pequeños en los que, existan o no autoridades provinciales, la zona total es de tal suerte que ciertas funciones -que en el resto del mundo pertenecen a los Estados- deben ser ejecutadas por el gobierno nacional (como en el caso de Dinamarca).

Es obvio que el tipo de agencia de que tratamos aquí y que nos inte- resa, es aquél que tiene responsabilidad y algún control sobre un país o sobre una parte de él, y que abarca muchas autoridades locales y posiblemente muchas zonas «sin incorporar». Puede ser la autoridad -0, a su vez, estar sujeta al gobierno nacional o federal, en cuyo caso este último tiene sus propias oportunidades de ayudar a la extensión de la biblioteca.

La agencia estatal o nacional aquí propuesta puede funcionar : a) Por si misma, impartiendo servicios de biblioteca. Como se ha

sugerido, esto no es deseable normalmente, pero algunas regiones carecen de autoridades locales, siendo el Estado el que gobierna los territorios. En otras partes, los recursos de las autoridades locales, combinados, o los medios de comunicación, son tan inadecuados, que la única solución razonable es hacer al Estado directamente respon- sable. Además, en tanto que las agencias locales no cubran el servicio totalmente, la agencia estatal deberá proporcionar a aquellos que carezcan de bibliotecas locales ciertos servicios parciales necesarios (por ejemplo, el suministro de libros a lectores individuales que tengan determinadas necesidades).

b) Impartiendo algunos de los servicios de las agencias. En las regiones donde se hacen impracticables los tipos de incorporación y coordina- ción de la sección II, la agencia estatal puede por sí misma establecer oficinas centrales o regionales desde las que se surtan de libros los centros locales de servicio, y proveer servicios centralizados impar- tidos por autoridades bibliotecarias, conservando la responsabilidad de la administración normal de sus propias bibliotecas.

c) Facilitando fondos en favor de las autoridades bibliotecarias locales (y regionales), cuando :

10 No sea posible razonablemente mantener las bibliotecas exclu- sivamente con fondos locales ;

z” Para mantener a un mismo nivel el servicio que se imparte, en fin de cuentas, en beneficio de toda la nación;

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30 Cuando el sistema financiero nacional es tal que una parte del costo total del servicio debe ser sufragada con fondos procedentes de los ingresos estatales y nacionales;

40 Sobre todo, para habilitar al Estado, dándole voz y voto en el servicio de bibliotecas públicas -procurándole la oportunidad de estimular, o de dar su consejo, o el derecho de insistir sobre condi- ciones mínimas adecuadas.

d) Proporcionando concesiones (cen material)). Por ejemplo, el présta- mo o alquiler de libros, personal, catalogación central y servicio de compra de libros, etc.

e) Proporcionando asesoramiento y ayuda de técnicos, además de emplear inspectores que vigilen el uso de las concesiones o hagan que se cumplan las obligaciones legales.

f) Estimulando el servicio de extensión, auxiliando y estimulando a las autoridades locales y haciendo propaganda en favor del servicio.

g) Estudiando los problemas de las bibliotecas, haciendo investiga- ciones, recogiendo información y haciéndola asequible.

h) Publicando material relativo al desarrollo de las bibliotecas, ya sean listas de libros, bibliografías, manuales para el personal, material de publicidad, etc.

i) Sosteniendo o auxiliando proyectos experimentales. j) Creando facilidades para la preparan& profesional.

IV. Proyectos regionales.

Hemos dejado estos proyectos para el final, porque los proyectos regionales de bibliotecas, por ser los que cubren zonas mayores que aquellas donde las autoridades se incorporan o combinan, o zonas que no alcanzan el servicio de las autoridades locales, sino del Estado, pueden ser resultado de una mayor coordinación entre las autori- dades locales, o ser organizados por agencias estatales (o nacionales).

V. Agencias federales.

En todo pais en el que hay intermediarios (estatales, provinciales) entre el gobierno nacional y las autoridades locales (como sucede en los Estados Unidos, Canadá y Australia), esas autoridades interme- diarias desempeñarán un papel muy semejante al de la agencia nacional de un país donde no exista nada de ello. Sin embargo, en los paises en cuestión, el gobierno nacional (federal) prestará servicios a las agencias estatales (provinciales).

La naturaleza definitiva de esas funciones dependerá exclusiva-

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mente de la estructura gubernamental y financiera de cada país. Sin embargo, se necesita por lo menos una oficina federal para coordinar la tarea de las agencias estatales, y en todas partes serán necesarias concesiones federales para ajustar las desigualdades de los recursos del Estado. Si los Estados o algunos de ellos no están capacitados para cubrir sus propias necesidades, harán falta servicios centrales federales. Por ejemplo, para facilitar el uso de libros especializados, tendrán que mantenerse catálogos centrales federales (nacionales); ademas de que otros recursos de las bibliote- cas federales deberán, cuando sea posible, ser objeto de préstamo a otras agencias, y habrán de existir facilidades para fotocopias (micro- película, fotostáticas, etc.).

La Unesco ha recomendado muy atinadamente el establecimiento de centros bibliográficos nacionales capaces de encargarse de canjes, distribución de duplicados, etc., tanto entre las bibliotecas dentro de país como a los centros bibliográficos y agencias bibliotecarias de otros países. El centro bibliográfico nacional puede asociarse ventajosa- mente con la agencia bibliotecaria federal o nacional o con la biblioteca nacional. En este caso (preferentemente en relación estrecha con el departamento de catálogo central), también deberá existir un centro bibliográfico adecuado capaz de llevar al día una información sobre las publicaciones de su país, la producción extranjera, las colec- ciones especializadas de cada biblioteca, fuentes de información, etc.

A este respecto hay que hacer hincapié en el hecho de que todos los países deberían publicar una bibliografía completa de todo lo publicado dentro de sus fronteras. Si esto se hace en la forma aceptada de «asiento de catálogo», redundará en un servicio básico de catalogación central, en beneficio directo de todas las autoridades bibliotecarias. Y para fomentar el conocimiento internacional y la difusión más amplia de las ideas y la información, alguna agencia debería preparar, para su distribución en el mundo entero, una lista selecta de las publi- caciones representativas e importantes, a mas de fomentar y facilitar la traducción de materiales apropiados, tanto de la lengua del país a otras, como viceversa. Esto es especialmente importante en el caso de países de producción literaria limitada (punto que se amplifica más adelante). Y no es necesario siquiera subrayar el hecho de que, en los casos en que la lengua de un país es también la de otros, deberá hacerse todo lo posible para explotar la herencia común, por ejemplo por medio de proyectos cooperativos para la publicación de bibliogra- fías completas de los libros publicados en una lengua (verbigracia : español, árabe, inglés), cualquiera que sea el lugar de publicación.

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CAPITULO III

FACTORES DE GOBIERNO Y FINANCIEROS

LA LEGISLACION BIBLIOTECAFUA

H ASTA ahora se ha dado por admitido que los servicios de biblio- teca pública deben ser responsabilidad de aquellas agencias del

gobierno que imparten otros servicios públicos -educación, caminos, salubridad pública- esenciales para el bienestar de una civilización moderna y que pueden, en su mejor forma, ser suministrados por el pueblo y controlados por el pueblo, siguiendo los procesos normales propios de un gobierno democrático y representativo. Esta actitud no puede discutirse aquí, pues entonces nos saldríamos del terreno de este folleto.

Lo único que de ello deduciremos es que, puesto que el manteni- miento de bibliotecas públicas es función del gobierno y se sos- tiene con fondos pagados por el público, debe estar sujeto a leyes que habiliten a las autoridades indicadas, definiendo sus funciones y asegurando un control financiero adecuado, así como una apropiada administración.

Considerada desde el punto de vista del servicio de extensión, la legislación tiene tres funciones adicionales que cumplir : hacer posibles los servicios bibliotecarios, fomentar su desarrollo, y asegurar que las bibliotecas sean abastecidas. No es, por lo tanto, simple- mente una cuestión de «permitir» y ((supervisar», sino de crear las condiciones dentro de las cuales las bibliotecas pueden existir. Por eso, los encargados de elaborar estas leyes tienen que cuidar de que no resulten restrictivas como suelen resultar a veces, bien por deli- berada intención, bien por ser innecesariamente explícitas.

La restricción más común -y la mas perjudicial- es fijar una suma máxima de gastos o del porcentaje del impuesto que ha de cobrarse. Restricciones tales, introducidas acaso para aplacar a aquellos que se oponían a la extensión de los servicios bibliotecarios porque temían que costaran mas de lo que juzgaban conveniente, no solamente ha obstaculizado el progreso -como es el caso de muchos años en la Gran Bretaña-, imponiendo limitaciones finan- cieras sin necesidad, sino que crearon niveles e ideales de poca altura

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que han sido difíciles de superar. Los presupuestos establecidos por la legislación, particularmente en los primeros años de la exten- sicin nacional del servicio bibliotecario, casi nunca son suficientes; tarde o temprano resultan inadecuados, y aunque las autoridades bibliotecarias y la gente estén en disposición de ampliar el margen de gastos, encontrarán difícil obtener una modificación de la ley. En consecuencia, debe haber una autorización general para los gastos destinados a bibliotecas (sujeta a las condiciones que se enume- ran en las páginas subsiguientes); la suma precisa de los gastos debe determinarla el sentido común de los responsables. Hay pocas posibi- lidades de que la suma sea excesiva; en relación con esto hemos de afirmar que es un error muy grave sugerir o creer que las biblio- tecas buenas pueden existir sin el apoyo económico adecuado. El pueblo no espera disfrutar de buenos caminos o de una excelente sanidad sin tener que pagar el costo correspondiente -y el mismo principio se aplica a las bibliotecas. Si estan bien administradas, las bibliotecas resultan siempre económicas si se toman en cuenta los resultados que se obtienen.

Hay, sin embargo, ciertos requisitos que deben ser exigidos por las leyes, y otros que serán admitidos a menos que exista duda res- pecto a su legalidad. En la segunda categoría están el poder de las autoridades locales para combinar sus esfuerzos y cooperar unas con otras voluntariamente, sostener proyectos regionales y participar en ellos, así como proyectos para impartir servicios centralizados, la creación de facilidades para la preparación y educación profesional de sus personales, etc.

<DEBE SER OBLIGATORIO EL SUMINISTRO DEL SERVICIO DE BIBLIOTECAS?

2 Qué debe exigirse ? Ante todo ; debe ser obligatorio impartir ser- vicios bibliotecarios ? 2 Debe ser una función de las autoridades locales o estatales apropiadas ? Donde sea obligatorio, deberán, por supuesto, definirse las condiciones mínimas de servicio que han de reunirse para cumplir con las leyes. Es indudable que en cada país del mundo deben existir en forma total servicios adecuados de biblioteca, y, si esto no puede ser o no tiene probabilidades de lograrse en forma espontánea por las autoridades correspondientes, la agencia estatal o nacional debe ser dotada de poderes para hacer cumplir el objetivo en cuestión. Las bibliotecas son necesarias, y no debe tolerarse que ninguna autoridad, por negligencia, prive a su grupo de los servicios

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Los habitantes de los distritos rurales y zonas suburbanas pueden apreciar la conveniencia de la biblioteca ambulante.

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esenciales de que benefician otras personas en el resto del mundo. Ninguna persona interesada en la extensión del servicio bibliote- cario podrá hacer objeción a este principio general.

Sin embargo, hay que señalar dos puntos importantes. El primero es que las autoridades locales y otras deben ser provistas del dinero, el material y la organización necesarios antes de que sea posible imponerles el cumplimiento de esa obligatoriedad. El hecho de exi- girles que intenten impartir servicios sin bibliotecarios que estén en condiciones razonables de hacerlo, puede únicamente producir condiciones mínimas bajas y fomentar la iniciación de los servicios en condiciones que a la larga se convertirán en un obstáculo grave para el desarrollo. Por ejemplo, desde el momento en que se hace necesario un personal debidamente preparado, es inútil abrir mas bibliotecas que las que puede atender el personal existente; si se intenta esto, será necesario emplear personal falto de preparación, del que luego será difícil de prescindir, y del que, a pesar de todo, no puede esperarse la creación de un servicio bibliotecario adecuado y eficiente. Como los bibliotecarios deben cursar estudios y adquirir experiencia práctica, la formación de un cuerpo adecuado de bibliotecarios profe- sionales no puede lograrse de la noche a la mañana. De modo que, en cualquier Estado o nación dotados de un servicio bibliotecario nuevo o relativamente sin desarrollar, deberán tomarse medidas tendentes a la formación de un grupo suficiente de bibliotecarios preparados antes de la creación de leyes que hagan obligatorio impar- tir el servicio de bibliotecas. Lo mismo acontece con los otros fac- tores : por ejemplo, en tanto no exista un mecanismo adecuado para surtir de libros y cambiar las colecciones de las bibliotecas pequeñas, será una imprudencia forzar la creación de bibliotecas que, obligadas a depender de sus propios recursos inadecuados, se verán predesti- nadas al fracaso, y algunas, inclusive, a desprestigiar el movimiento.

El segundo punto es que si la obligación implica la formulación de condiciones mínimas, debe tenerse mucho cuidado con que esas condiciones mínimas no se conviertan en condiciones máximas. En consecuencia, las condiciones mínimas necesarias no deberán especi- ficarse en las leyes cuya modificación resulte difícil o lenta. En lugar de esto, la ley debe designar la agencia indicada para formular condi- ciones minimas de tiempo en tiempo, con amplias facultades para modificarlas.

En resumen, la obligatoriedad debe presentarse más bien tarde que temprano en el proceso de extensión del servicio bibliotecario. El desarrollo debe ser gradual y progresivo. Puede apresurarse con la ayuda y el estimulo de la agencia estatal o nacional; será un camino

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mucho más seguro ; mientras avanza el trabajo, la gente puede darse cuenta por sí misma del valor de las buenas bibliotecas, y no que se crean en un breve lapso de tiempo múltiples bibliotecas de- ficientes. Aunque nuestro folleto no es el vehículo indicado para tratar esta materia, hay que hacer hincapié en que todo Estado o nación que se proponga fomentar el servicio de extensión bibliotecaria de- berá atender la indicación de tratar de crear, ante todo, en cada etapa tantas bibliotecas buenas como sea posible, pero no más, e ir aumen- tando su número gradualmente, en vez de crear un número mayor de ellas que resulten menos satisfactorias. Asi, por ejemplo, si la suma anual destinada a este propósito es 1 imitada, concederla aunas cuantas autoridades que recibirán lo suficiente para emplearlo en algo que valga la pena es mejor que repartirlo en concesiones demasiado pequeñas para ser de alguna utilidad. Si, como sería justo normal- mente, se concede prioridad a las autoridades locales que han hecho o van a hacer cuanto esté en sus manos para ayudarse a sí mismas, es lógico suponer que otras autoridades se verán estimuladas a utilizar sus propios poderes.

A pesar de lo anterior, hay circunstancias en que resulta deseable la obligatoriedad, aun cuando se trate de una etapa primaria de extensión del servicio bibliotecario. Por ejemplo, si el suministro adecuado puede resultar solamente de la combinación o coordina- ción de las autoridades adyacentes o por medio de la participación en proyectos regionales, y si no se quiere comprometer el éxito de dichos arreglos porque algunos elementos necesarios se abstengan, será una injusticia manifiesta, para con los elementos dispuestos a cooperar, no insistir en la participación de todos como cosa obliga- toria.

OTROS REQUISITOS LEGALES

Ya muchas leyes bibliotecarias hacen indicaciones obligatorias respecto al personal -por ejemplo, exigiendo el empleo de personal capacitado satisfactoriamente en todos los puestos donde son necesarios conoci- mientos profesionales para obtener eficiencia y, como consecuencia lógica, insistiendo en que al personal debe retribuírsele conforme a escalas de sueldos apropiados. Como no pueden existir buenas biblio- tecas sin buenos bibliotecarios, como todo esfuerzo por mantenerlas prescindiendo de ellos no puede llevar a un resultado satisfactorio, cuanto más pronto se exija un personal idúneo como cosa obligatoria,

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mejor será. Sin embargo, aquí también debe la imposición de la obligatoriedad estar relacionada con los recursos. Los intentos de forzar el empleo de personas preparadas antes de que existan en número suficiente o estén ccen vías de producirse», puede redundar únicamente en el descenso de las condiciones mínimas de prepara- ción exigidas -política ésta de corto alcance. Tampoco en este caso deben pecar las leyes de demasiado explícitas. Es mejor habilitar una autoridad con poder para formular y revisar los requisitos necesarios para los diversos tipos de empleo, y establecer un meca- nismo permanente para llegar a los debidos acuerdos en lo que atañe a los sueldos y condiciones del servicio.

En un trabajo muy interesante presentado en la Escuela de Verano conducida en 1948 por la Unesco y la IFLA~, el Dr. Robert L. Han- sen pedía que los puntos siguientes (en adición a los que ya hemos discutido) fueran abarcados por la legislación bibliotecaria :

u) « Debe estipularse que una biblioteca pública está al servicio de toda la población. »

b) « Todas las bibliotecas deben prestar sus libros (de acuerdo con un sistema de cooperación entre bibliotecas) a todos los ciudadanos del país. »

c) (( Los libros de la colección deben responder a todas las opinio- nes; 0 sea, que no se tomarán en cuenta solamente los intereses litera- rios y profesionales, sino todas las opiniones políticas y religiosas; esto se hará sin causar perjuicio a ninguna opinión. »

d) « El préstamo de libros debe ser gratuito. No se exigirá suscrip- ción ni forma alguna de pago. »

Todos estos puntos son esenciales para los verdaderos propósitos de un servicio de biblioteca pública, y, en lo que toca a ser previstos por su promulgación legal, esto deberá hacerse de antemano.

RELACIONES ENTRE LAS AUTORIDADES LOCALES Y ESTATALES

Debemos tratar ahora de las relaciones de las agencias responsables del servicio, las internas entre las autoridades locales, y entre éstas y las estatales y nacionales. Las leyes bibliotecarias de un país podrían ser relativamente simples si el total de los servicios de biblioteca fuera impartido por autoridades locales independientes; sería suficiente permitir el suministro del servicio y los gastos, hacer el servicio

I. Federacih Internacional de Asociaciones de Bibliotecarios. N. T.

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obligatorio en el momento debido, formular condiciones mínimas para el personal, insistir en que se observen las condiciones esenciales propuestas por el Dr. Hansen. Esa legislación simple existe hoy día (por ejemplo, en la Gran Bretaña), pero es evidente que no es sufi- ciente (ni siquiera en aquellos países en que ha sido establecida desde hace mucho tiempo). Como ya hemos afirmado, deben existir varios tipos de coordinacion’voluntaria u obligatoria entre las autoridades locales y las agencias superiores (estatales y nacionales).

En consecuencia, las leyes deben: a) establecer, suministrar y definir las funciones y los poderes de la autoridad bibliotecaria estatal (o nacional); b) definir las relaciones entre éstas y las autoridades bibliotecarias locales ; c) definir y aportar las pautas que deben seguirse en las relaciones internas de las autoridades bibliotecarias locales.

LA AGENCIA ESTATAL -SU NATURALEZA Y SU FINANCIAMIENTO

Se ha hablado ya de las funciones de las agencias estatales (o nacio- nales). Quedan por discutir su naturaleza y constitución.

La agencia puede ser : 10un departamento independiente o ministe- rio del gobierno estatal, o 20 un departamento supeditado a otro ministerio. Es más recomendable lo primero, porque en esa forma no hay peligro de que las funciones de la biblioteca se encuentren subor- dinadas a otras funciones del ministerio o sean utilizadas para cumplir otros propósitos del mismo. Especialmente por esta última razón, la agencia no debe ser un departamento de ministerios de Información o de Propaganda. Si se escogen otros ministerios, como el de Educa- ción, el de Cultura o cualquier otro de índole parecida, seguramente no habrá lugar a nuestra segunda objeción. Hay ventajas en incor- porar las bibliotecas a la educación nacional (pero no local), y esto únicamente si se especifica claramente que las bibliotecas tienen fines mucho más amplios que los de la educación formal y organi- zada. Si la agencia bibliotecaria ha de ir asociada a otra agencia, lo ideal sería que fuera una responsable del fomento de las artes y ciencias puras y aplicadas, de la conservación de museos y galerías artísticas, de las transmisiones por radio, de las relaciones inter- nacionales de carácter cultural (no así las de carácter político o eco- nómico), y de asuntos similares.

Lo mejor es un ministerio propio. Su única desventaja es que sería de fácil supresión -tal vez porque, juzgando por su capacidad de

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«causar gastos», su importancia podría juzgarse menor que la de otros ministerios.

Hay una alternativa en el caso de control ministerial (u otra forma de control oficial directo), que puede ser factible : un Consejo estatal de bibliotecas, constituído según el caso:

u) Por personas, no necesariamente miembros del gobierno, seleccio- nadas por su interés y capacidad especiales, que serán designadas por el gobierno (0, después de la primera designación hecha por el gobierno, por el propio consejo -un consejo que se perpetúa a sí mismo) ;

b) Por personas designadas por las autoridades locales en cuestión, para representar a las mismas ;

c) Por ambas partes a y b. La agencia estatal necesita fondos (del tesoro del Estado -a veces

también, en parte, del gobierno federal) : a) Para sus propias actividades, nombramiento de personal, admi-

nistración de las oficinas centrales (y regionales), colecciones y ser- vicios centrales (por ejemplo, catalogación central, oficinas bibliográ- ficas y de catálogos centrales, etc.), cualquier servicio al público impar- tido directamente por la agencia, como son los servicios en zonas que no cubren las autoridades locales, surtiéndolas de libros, libros en discos para los ciegos, etc., inspección, actividades en pro del servicio de extensión, educación profesional, etc.

b) Pura concesiones a las autoridades locales y proyectos mixtos regionales ;

c) Para concesiones a agencias auxiliares -por ejemplo, a escuelas de bibliotecarios, instituciones de investigación, bibliotecas no públi- cas, a cambio de ayuda para impartir el servicio bibliotecario, etc.

CONCESIONES A LAS AUTORIDADES BIBLIOTECARIAS LOCALES

Las concesiones a las autoridades bibliotecarias locales tienen tres objetos : hacer posibles las condiciones mínimas exigidas para el servicio de bibliotecas, fomentar el desarrollo, y dar a la agencia estatal una participación y voz y voto en el servicio de extensión bibliotecaria.

La relación entre las concesiones y los gastos locales depen- derá de factores que varían de un país a otro -especialmente de la proporción en que se obtengan los fondos para servicios públicos, por medio de impuestos locales, del Estado y nacionales, etc. A reserva, de atenerse a estos factores, es una buena política que la autoridad

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local aporte cuando menos un 50 yO de los gastos totales, y esto asegura tanto el interés como la independencia locales, en un sentido moral más que en el administrativo. Surge, empero, otro factor práctico. La capacidad financiera -la riqueza y la pobreza- de las autoridades locales varía considerablemente en cualquier país. Pueden existir distritos donde no es conveniente extraer fondos para sostener bibliotecas adecuadas, debido a razones sociales y económicas y a las necesidades que presentan otros servicios públicos. Es un prin- cipio general que los distritos rurales son menos capaces de financiar las bibliotecas que las zonas urbanas, y que la incapacidad está en rela- ción inversa de la densidad de población. Hay dos razones que justifican esta aseveración: una de ellas es que cuesta más impartir un buen servicio bibliotecario cuando los centros de servicio son pequeños y están dispersos y cuando hay que tomar en cuenta la distancia de las oficinas centrales ; la otra es que los demás servicios necesarios en esas zonas adolescen de la misma deficiencia, de modo que la gente puede aportar una cantidad mucho menor para las biblio- tecas. Por lo tanto, es lo más probable que en cada país las conce- siones varíen según el tipo de las autoridades locales en cuestión.

Lo importante es la seguridad de que los servicios bibliotecarios sean buenos, en cualquier forma en que estén financiados. Sin embargo, es menester evitar que haya una gran disparidad entre la ayuda concedida a las zonas rurales y, digamos, las grandes ciu- dades ; no sólo porque puede sentirse la aparente falta de equidad, sino también porque aun los elementos mayores y más ricos, en un servicio coordinado de amplitud estatal, deben sentirse por igual participantes en los beneficios y responsabilidades. Hay tres solu- ciones a este problema, que, cuando menos, tienen la fuerza nece- saria para asegurar la buena voluntad de todos. En primer lugar, en una forma clara y realista, debemos reconocer que el servicio a las zonas rurales y a las poblaciones pequeñas tiene que costar más por lector y por unidad de servicio individual. La idea, demasiado persistente, de quelo contrario es lo correcto se basa en una grave equi- vocación. Mientras mayor sea el sistema local de bibliotecas, más fáciles serán los problemas de administración y comunicación, -se hará un uso más amplio de la colección, y será mayor el número de lectores atendidos por cada empleado. Tiene que ser más costoso dar al lector rural el mismo nivel de servicio que hagan posibles las condi- ciones existentes; por ejemplo, un bibliotecario ayudante preparado se necesita incluso en un centro pequeño de servicio, para que el préstamo sea aun de mayor utilidad y el público pueda seleccionar con mayor amplitud; será necesario que existan más libros por

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lector. La supervisión adecuada es costosa en proporción. Los gastos de transporte y «generales» son, por otra parte, mayores. En con- secuencia, si el costo es más elevado, no es ilógico que la ayuda del Estado sea, en proporción, más elevada.

En segundo lugar, la ayuda a las zonas rurales y a las poblaciones pequeñas puede, por lo general, ser impartida por medio del servicio mismo (colecciones de libros, préstamos globales, asesoramiento, compra central, catalogación y servicios similares), mejor que facili- tando el dinero para que se disponga de él localmente y sólo con propósitos locales. Esta ayuda ccen material», que no se asigna a autori- dades particulares, sino que se reparte entre todas, no pone en eviden- cia ni ahonda las diferencias locales.

En tercer lugar, cuanto mayores sean las posibilidades del Estado para lograr la jntegración de la población y el campo (ya se abogó por esto) mediante concesiones pagadas a autoridades mayores, que han de ser empleadas en beneficio de las menores, más ínfimas serán las posibilidades de que se encuentre cualquier disparidad en la ayuda otorgada.

Las concesiones tendrán que variar inevitablemente de un lugar a otro (dentro de un mismo Estado), si se usan, como debe ser, para estimular el desarrollo en los planos más fructiferos. Las conce- siones al tipo indebido de autoridad pueden, a la larga, redundar en la consolidación de un sistema antieconómico. Si, por ejemplo, es evidente que una ciudad pequeña y la autoridad de la zona rural circundante deben organizar un servicio bibliotecario mixto con una biblioteca central y oficinas centrales para los distintos distritos, sería un error otorgar a las autoridades concesiones que les permitieran sostener sus servicios independientes y antieconómicos. Mientras mayor sea la concesión, mayor será la posibilidad de duplicación de los esfuerzos, amén de que, si se consolidan los «intereses creados» locales, habrá más y no menos obstáculos en el plan para la unión o coordinación. Por lo tanto, siempre que sea conveniente la partici- pacion en grandes proyectos, las concesiones deberán otorgarse con la condición de que se introduzcan y mantengan tales proyectos. Si la opinión pública tiene demasiado peso para que no se la tome en cuenta, tal vez sea más conveniente, como solución intermedia, con- ceder concesiones mínimas a las autoridades que no quieren despren- derse de su independencia, y ofrecer concesiones mucho mayores como estímulo a la unión o la coordinación.

Las concesiones permiten a la agencia estatal tener voz en el servi- cio de extensión bibliotecaria, porque, como es natural, las concesiones estarán sujetas a las condiciones y al reglamento que imponga la

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agencia estatal, y se necesita cierta medida de inspección para cercio- rarse de que se han cumplido dichas condiciones -aunque, en la práctica, la inspección se convierta, por lo general, en fuente recono- cida de asesoramiento y estímulo más que en vigilancia escueta. Los reglamentos deben tener como propósito la ayuda más que la restric- sión, y, como las leyes, han de ser flexibles, más bien que excesi- vamente rígidos. Una vez asegurado que se reconoce claramente el propósito de las concesiones y que se cumple con los requisitos esenciales, las autoridades locales deben disfrutar de un amplio margen para ejecutar sus tareas, según el criterio de su inteligencia e intereses propios. En otras palabras, los reglamentos deberán ayudar a las autoridades locales a impartir por sí mismas el mejor servicio posible de bibliotecas, y no indicarles exactamente qué clase de servicio deben impartir.

FINANCIAMIENTO DE SISTEMAS MIXTOS

En los sistemas mixtos es necesario determinar con precisión la relación existente entre el cuerpo mixto de gobierno y las diversas autoridades que lo designan, muy particularmente en lo que se refiere al financiamiento. Sería muy lamentable que uno o más elementoc pudieran perjudicar así al interés común, reduciendo o reteniendo la ayuda que deben prestar. También sería nocivo que los repre- sentantes de esas autoridades tuviesen la obligación siquiera la oportunidad de consultar con ellos para el trabajo. Hay tres posibi- lidades principales :

a) Que cada una de las autoridades locales se comprometa a aportar una suma convenida (o gasto proporcional) durante un período deter- minado de años, dejando la administración del sistema al cuerpo mixto. La desventaja de esto es que la ((suma convenida» puede resultar insuficiente, y ser difícil una modificación;

6) Que las autoridades locales permitan que el cuerpo mixto for- mule un dictamen que han de acatar las autoridades constituyentes, de acuerdo con una división convenida sobre el costo total, exigiendo a cada una la suma anual necesaria. Éste es el método ideal, ya que permite al cuerpo gobernante, que lógicamente es el más interesado, dar la pauta en el desenvolvimiento del trabajo. Tal vez por eso mismo, las autoridades no se muestran muy dispuestas a abandonar el control financiero de los fondos locales;

c) Que el Estado tenga poderes arbitrarios; por ejemplo, que exija

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a cualquier autoridad participante el apoyo económico aprobado por la mayoría.

COMISIONES BIBLIOTECARIAS LOCALES

Las autoridades bibliotecarias deberán designar, en todos los casos, comisiones bibliotecarias o consejos de administración para adminis- trar las bibliotecas en su nombre y representación. En algunos Estados, por diversas razones (entre ellas, el factor histórico), son corrientes los consejos de administración de bibliotecas formados en su totalidad o en su mayor parte por personas que no son miembros de la autoridad local (0, cuando menos, que no son designados por esta razón). Con frecuencia estos consejos pueden perpetuarse a sí mismos; es decir, ellos mismos designan las personas que han de ocupar los puestos vacantes. Los argumentos en favor de dichos consejos de administra- ción son que las bibliotecas están menos expuestas a la manipulación política o a sufrir los caprichos de los azares politices, con lo que permiten una continuidad razonable en su rumbo y cuentan con el apoyo de ciudadanos útiles que no estan dispuestos a verse complicados en la lucha política. Sin embargo, como este sistema tiende al divorcio entre el servicio de la biblioteca y el gobierno local, y como no es fácil dar a conocer en forma efectiva las necesidades del servicio a la autoridad local, generalmente se prefieren comisiones bibliotecarias constituidas por una mayoria elegida entre miembros de la autoridad. Si se juzga conveniente, la minoría puede estar constituída por otras personas que tengan un interés especial por el desarrollo de la biblio- teca y actividades comunales estrechamente relacionadas con las bibliotecas.

Aun cuando una autoridad bibliotecaria (o sistema mixto, o zona suministrada por el Estado) incluya comunidades que no posean autoridad establecida legalmente sobre la biblioteca -como pueden ser los pueblos dentro de una municipalidad, ozonas suburbanas incor- poradas a una zona urbana, etc.-, es necesario fomentar la creacion de comisiones bibliotecarias locales. Éstas pueden tener poderes reducidos, si se da el caso de que los tengan; en representación de la autoridad, pueden supervisar los arreglos locales, cuidar de los edificios, cerciorarse del mantenimiento del personal, ser responsables de la seguridad de la propiedad, y de que prevalezca el orden. Siempre hay algo útil que justifica su existencia, y su valor tiene dos facetas : estimularán al grupo local a utilizar la biblioteca, y serán un contacto valioso entre la comunidad y la autoridad local.

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SEGUNDA PAR’TE

ASPECTOS ADMINISTRATIVOS DE LA EXTENSION BIBLIOTECARIA

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CAPITULO IV

CENTROS DE SERVICIO

V EAMOS ahora las bibliotecas, no desde el punto de vista del gobierno, de su organización y financiamiento, sino con los

ojos de la gente que a ellas acude a solicitar libros, información y ayuda de los bibliotecarios y sus auxiliares. La tarea de la bibliote- conomía consiste en acercar al público las cosas que ese público desea; no puede existir éxito en la práctica bibliotecaria a menos que se tenga presente siempre que el servicio debe ser individual -y que el servicio de extensión bibliotecaria es el proceso de llevar bibliotecas mejores a un número mayor de individuos.

Cada uno de nuestros individuos está interesado por tres circuns- tancias : a dónde tiene que acudir para recibir el servicio, qué puede obtener, y en qué condiciones; es decir, en qué clase de ambiente, con qué facilidades y qué ayuda.

La discusión de las dos últimas está ya fuera del plan de este libro. La amplitud y la calidad de las colecciones de libros, la importancia del personal eficiente, la necesidad absoluta del acceso totalmente libre a los estantes de la biblioteca y la libertad de escoger, la necesidad de un arreglo apropiado de los libros (clasificación), la existencia de catá- logos adecuados, la existencia de facilidades para reservar y renovar los libros y la cualidad necesaria de que las bibliotecas sean claras, limpias, «alegres) y agradables, y todos los detalles que juntos consiguen hacer una buena biblioteca, no pueden ser tratados minu- ciosamente en este folleto. Para el servicio de extensión bibliotecaria es más importante la primera circunstancia -10s lugares a los que la gente acude, y cómo se hallan provistos de libros y personal esos lugares.

Damos a los mismos el nombre de «centros de servicio». Adoptan una infinidad de variedades, que van desde las grandes bibliotecas centrales de la metrópoli hasta las bibliotecas ambulantes, los libros llevados por el cartero, libros trafdos por un doctor que visita en aeroplano algún sitio aislado.

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DEFINICIONES

Los nombres que se dan a los centros de servicio -como casi todos los términos biblioteconómicos- tienen significados tan diversos en los diferentes países, que es pertinente definir algunos de ellos antes de iniciar la discusión.

Biblioteca central - la biblioteca principal de un sistema urbano, con sucursales, o un sistema urbano más uno rural.

Biblioteca urbana - la biblioteca de una población o ciudad donde no existen sucursales urbanas, como son las bibliotecas de la mayor parte de las zonas urbanas pequeñas.

Biblioteca sucu~sul - puede ser una sucursul urbana, la biblioteca que imparte servicio en un distrito o suburbio de una ciudad, o una sucursul rural (o regional), la biblioteca de una comunidad dentro de una zona y asociada a una oficina central rural (o regional) -de la cual probablemente se surte de libros-, siendo a su vez la

Oficina central rural (o regional) - centro, ante todo, de adminis- tración y distribución, con una fuente bibliográfica central, aunque la oficina central puede tener relación estrecha y provechosa con la biblioteca que imparte servicio a la gente que vive en la población o ciudad donde está situada y en los alrededores.

Sucursales alojadas por lo general en locales construídos o adapta- dos especialmente a fines bibliotecarios - pueden funcionar por tiempo completo o parte de él. Una sucursal de tiempo completo está abierta al público durante las horas laborables de casi todos los días de la semana -con un mínimo, digamos, de treinta horas de servicio. Una sucursal que funciona parte del tiempo estará abierta durante un período más reducido -que podría ser de algunas horas ciertos días, o el tiempo completo en uno o dos.

Una estación depositaria es una colección de libros depositados en una agencia cualquiera que no sea una biblioteca -una fábrica, un club, una sociedad o una institución-, y con el propósito primordial de ser usada por las personas que frecuenten dichos lugares.

Un centro es muy similar a la estación, pero se diferencia en que la colección de libros se deposita en un lugar apropiado -una escuela, una casa, un club, casi podría decirse que en cualquier parte-, pero estará a disposición del uso público general. Por vía de definición citaremos como caso una colección en un club juvenil, a la disposición exclusiva de los miembros, que será entonces una estación depositaria; pero si el club consiente en alojar la colección para el uso público general (solamente a horas determinadas), entonces sería un centro.

Las bibliotecas ambulantes (que discutiremos en detalle más tarde)

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son bibliotecas sobre ruedas -y no colecciones de libros empacados en cajas y enviados como carga, método de servicio que se llamaría simplemente cujus de libros.

LA BIBLIOTECA DE LA POBLACION PEQUEÑA

Estas definiciones se hacen únicamente para mayor claridad. En la práctica, desde luego -y en lo que respecta al público que acude a ella-, la «sucursal rural» de una población pequeña y la «biblioteca urbana]) pueden ser lo mismo en apariencia.

Vamos a tomar precisamente este centro de servicio como punto de partida, porque es el elemento predominante en todo el mundo.

En algunos paises, tal vez una gran proporción de la población haga uso de bibliotecas urbanas y suburbanas; pero, con toda seguri- dad, la mayor parte de las bibliotecas están localizadas en lugares con una población, digamos, de 1.000 a 10.000 habitantes. Para los que se ocupan del servicio de extensión bibliotecaria, estas poblaciones serán al mismo tiempo las mas importantes y las que presenten mayores dificultades en la práctica. Organizada satisfactoriamente la biblioteca de la población pequeña, el servicio en el resto del país será mucho más fácil. Puede tomarse como base la organización de la biblioteca de la población pequeña. Desde luego que los territorios extensos sin una sola población presentan un problema distinto.

Nuestra población pequeña típica es un centro social; a ella acuden tarde o temprano, y con mayor o menor frecuencia, todos los morado- res de la zona circundante que tienen menos facilidades para ir a cualquier otra población. Si visitan la población bastante a menudo -semanalmente, cada dos o cada tres semanas-, la biblioteca de la población posiblemente será el único centro de servicio necesario, con la excepción probable de un suministro adicional para los esco- lares. No debe crearse ningún centro de servicio ni cualquier otra facilidad que no sean genuinamente necesarios. No es en modo alguno recomendable la división de los recursos en centros de servicio excesivamente numerosos y, por consiguiente, demasiado pequeños. Hay que proponerse la creación de los centros de servicio y colec- ciones lo mayor posible, que sean convenientemente accesibles a una gran cantidad de gente. Recordemos que, mientras mayor sea la colección y mejor sea el personal, mayor será también la satisfacción de los lectores y superior la calidad de la lectura. No proponemos con esto, desde luego, que deban pasarse por alto las necesidades legí- timas de aquellos que no pueden acudir fácilmente a la población.

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También hay dispersión de los recursos cuando, en cualquier sis- tema bibliotecario, grande o pequeíío, se utilizan fondos públicos para suministrar colecciones a clubs, organizaciones, fábricas y centros por el estilo, si los miembros que las utilizan pueden, con relativa facili- dad, hacer uso de los centros normales de servicio suministrados para el público en general. A la larga, resulta perjudicial convencer a los lectores de que se den por satisfechos con un puñado inadecuado de libros, y, desde luego, si los fondos son limitados y existen dema- siados «puñados» dispersos, es poco probable que quede suficiente dinero para mantener un buen servicio en parte alguna.

Debemos dar preferencia a las bibliotecas más grandes en las poblaciones que impartan servicio a todos los que pueden acudir a ellas fácilmente. Es decir, si la biblioteca urbana es una unidad inde- pendiente, deben hacerse arreglos para que puedan usarla los resi- dentes de ((fuera de la población», como ya lo hemos recomendado. Aunque presten un servicio que agote todas sus posibilidades en cuanto al número de lectores para que sirvan y en cuanto al uso que hagan de todos sus recursos, la mayoría de estas bibliotecas resultarán muy pequeñas en relación con el número de libros que necesitarían tener para el abastecimiento de todos sus lectores, y también en compara- ción con las bibliotecas de las ciudades grandes. Pero, como a pesar de estas limitaciones son el punto de partida del servicio de extensión bibliotecaria, deben y tienen que ser buenas. Por eso, aun cuando traspasemos la línea que nos separa del campo de la biblioteconomía general, vamos a examinar algunos de los factores que hacen posible este servicio, y que son de gran importancia. Nos decidimos a hacerlo porque, a pesar de la atención que merecen, muy a menudo suelen ser olvidados.

Se verá claramente que mucho de lo que vamos a decir puede apli- carse igualmente a toda clase de bibliotecas.

LOCALES

La biblioteca, que deberá hallarse situada en un lugar céntrico, donde la mayor parte de la gente la vea, habrá de estar en posesión de un edificio propio; cuando menos, debe, si forma parte de un edificio mayor, estar claramente separada de las otras partes y tener su propia puerta a la calle. Cuando se inicia este trabajo biblioteca- rio, los locales -vestíbulos, clubs, capillas fuera de uso, y sobre todo las tiendas grandes en la calle principal- pueden adaptarse a estos fines. A menos que sea totalmente inevitable, es un error,

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El cartero lleva el mensaje de los libros.

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El bibliotecario rural asiste a una reunión nocturna del club de granjeros y ayuda a los miembros a escoger libros.

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reconocido por cientos de autoridades bibliotecarias arrepentidas, construir un edificio especial para biblioteca, salvo que la autoridad tenga fondos suficientemente amplios para costearlo, ya sea con un capital propio o con ingresos. Los elementos vitales son los libros y el personal, y es trágico restarles dinero gastándolo demasiado en ladrillos y cemento. El edificio puede esperar hasta que, por una parte, la autoridad sepa mejor, por experiencia, dónde debe estar situada la biblioteca, y, por otra parte, tenga una idea más exacta de las dimensiones necesarias. Casi todas las bibliotecas construídas anticipadamente resultan demasiado grandes, y entonces constituyen una responsabilidad pesada, o demasiado pequeñas, limitando así su desarrollo futuro.

Como quiera que esté fabricada, la biblioteca debe ser atractiva, clara, alegre, limpia, y estar bien iluminada. Debe ser verdaderamente un lugar que resulte agradable visitar. La claridad puede conseguirse con más facilidad de lo que muchos se imaginan. Los colores que producen un contraste de claridad no cuestan más que los que pro- ducen el efecto contrario. Edificios inadecuados en apariencia pueden, en la mayor parte de los casos, ser transformados echando mano de recursos sencillos. Por ejemplo, los antiestéticos cabrios y los techos altos absorbentes de luz de un vestíbulo o capilla pueden ocultarse fácilmente con un techo falso de madera -y el costo se vería com- pensado en unos años por el ahorro de gaz y luz. La iluminación fluo- rescente es muy apropiada, y aunque su instalación sea más costosa, consume menos corriente. Las autoridades bibliotecarias deben velar por que se hagan economías de esta clase. Por ejemplo, un calentador de gas controlado automáticamente puede resultar más caro que el carbón; pero si las circunstancias son tales que pueda prescindirse del proceso de atizar la estufa, será suficiente un mozo ocupado sólo unas horas, y el ahorro total puede ser de consideración.

No debemos imaginarnos las bibliotecas como templos del saber polvorientos, oscuros y fúnebres. La mayor parte de la gente no se siente atraída por lugares así, y con sobrada razón. Piensan que en un edificio tedioso, sucio y anticuado, la colección está solamente en custodia, y no se equivocan por cierto.

Debe haber espacio suficiente para que sea posible circular con desa- hogo, y unas cuantas sillas y mesas para comodidad de los lectores. Los pequeños detalles tienen mucha importancia en el arreglo de una biblioteca ; por ejemplo, cuando los lectores salen del edificio, quieren guardar sus libros en sus portafolios, y muy pocas veces encuentran en el vestíbulo una mesa en que apoyar sus carteras.

Casi todos los estantes son demasiado altos. Los estantes usados

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por el público en general deben tener una altura aproximada de 6 pies 6 pulgadas. Los estantes muy altos obstruyen el paso de la luz y el aire, son de apariencia pesada y resultan inconvenientes para los lectores. La mayor parte de las bibliotecas tienen más estantes de los

necesarios. Los sobrantes dan una impresión de desorden en la sala, ya que muchas veces se llenan de libros viejos, descoloridos y comple- tamente inútiles y sin uso, que dan una apariencia de lobreguez, ineficiencia y de ruina. Deben limitarse los estantes, en las salas públicas, a los que puedan llenarse razonablemente con libros utiliza- bles; si se juzga conveniente, el resto de la colección puede alojarse en estantes en el almacén, donde están más llenos. En general, como quiera que sea, la biblioteca pequeña no debe conservar libros inne- cesarios con el único objeto de poder decir que posee muchos volú- menes.

HORARIOS

En las poblaciones mayores siempre habrán suficientes personas a quienes convengan diferentes horarios, y esto justifica que la biblio- teca esté abierta durante la mayor parte de la mañana y de la tarde cada día de la semana. Esas bibliotecas tendrán necesidad de emplear varios ayudantes. En otra forma se hace necesario limitar las horas de servicio, que resultarán satisfactorias si son las que convienen al mayor número de lectores. La biblioteca con un solo empleado (o empleada) no debe estar abierta durante muchas horas al día, porque al bibliotecario no le restará tiempo suficiente para sus tareas coti- dianas ccentre bastidores», o para poder entablar contactos necesarios con escuelas, clubs, iglesias, comerciantes, etc. La elección de las horas de servicio y su total semanal serán determinados por las condi- ciones locales; por ejemplo, en un centro que se llene de gente el día de feria, la biblioteca debe abrir durante todo el día, para conveniencia de los campesinos. En términos generales, en un lugar donde se im- parta servicio a 2.500 ó 3.000 habitantes, la biblioteca debe abrirse al público cuando menos IO horas por semana, y 15 horas en lugares de 3.000 a 5.000 habitantes.

PERSONAL

Un axioma que no debe tener excepción es que a cualquier hora que una biblioteca esté en servicio (excepto, tal vez, en caso de urgencia eventual), deberá haber, cuando menos, una persona que tenga

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cualidades y experiencia necesarias : u) para hacer el mejor uso de los recursos de que disponga la biblioteca, a fin de satisfacer las necesi- dades de cada lector; b) para saber que existen recursos más amplios y cómo, obtenerlos cuando sea necesario ; c) debe tener experiencia suficiente de las tareas diarias y de los métodos que le permitan dirigir su biblioteca en una forma sencilla y eficaz; d) en lo que atañe a las posibilidades del servicio de la biblioteca, debe tener la suficiente idea para no darse por satisfecho con lo logrado en un día.

El número de empleados está determinado por la población a que se sirve, la clase de servicio impartido, el uso que se haga de la biblio- teca, etc. Sería lamentable que un lector que necesitase ayuda en un momento dado no encontrara a nadie con «tiempo)) para ayudarlo.

En las bibliotecas de poblaciones más grandes, el mínimo razonable de ayudantes es uno por cada 2.500 a 3.000 habitantes, pudiendo conformarse con uno los lugares que dan servicio a I .ooo ó 2.000 habi- tantes. En ciertos casos, los lugares más pequeños pueden compartir los servicios de un bibliotecario, siempre que estén localizados cerca -esto puede hacerse en días alternados. Decididamente, es mejor que dos poblaciones beneficien por mitad del servicio de un buen bibliotecario, a que cada una tenga un empleado falto de la preparación y la experiencia debidas.

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CAPITULO V

LA COLECCION

EL INTERCAMBIO DE LIBROS

L A colección es, sin duda, el elemento vital de toda biblioteca. La biblioteca pequeña debe hacer frente al problema especial

que ya hemos mencionado ; es decir, debe destinar y preparar una proporción considerable de libros para ser cambiados y renovados a intervalos frecuentes. Tal vez parezca que recalcamos demasiado este punto, pero es uno de los más importantes en relación con el servicio de extensión bibliotecaria. El descuido de esta necesidad es la causa de casi todos los fracasos, así como de derroches y de muchas decepciones sufridas por los impulsores de las bibliotecas del pasado, y también ha dificultado la tarea de los que quieren impulsar este trabajo en el presente. Su importancia no estriba solamente en que sin esta renovación los lectores no tienen a su disposición una buena cantidad de libros para seleccionar sus lecturas, sino también en el punto de vista material de la economfa. Para un bibliotecario, el valor de un libro depende de que sea leído y consultado. Esto no significa en modo alguno que los libros más valiosos sean aquellos que se prestan con mayor frecuencia. Por el contrario, un libro que se use solamente dos o tres veces puede resultar más prove- choso a la comunidad que aquél que sea leído cientos de veces. Empero, el bibliotecario tiene la obligación -por principio de eco- nomía- de obtener la utilización máxima de cada libro. Como se deduce que mientras menor sea la comunidad, menor será el número de libros que serán utilizados completamente por sus miembros y mayor el de los libros usados sólo parcialmente, el único proceder razonable es llevar los segundos, en el momento indicado, a aquella biblioteca donde otras personas pueden usarlos, etc. Y como la pri- mera biblioteca va a recibir otros libros en intercambio, todo el mundo resulta beneficiado.

2 Qué sucede si esto no se hace así ? Es fácil adivinarlo, pues ha sucedido en centenares de bibliotecas de muchos países. Se compran libros útiles; cuando los pocos que los buscan los han leído todos, los libros permanecen sin empleo en los estantes, representando una

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cantidad de dinero que no puede gastarse dos veces, volviéndose poco a poco de más en más inútiles. No falta entonces quien diga : «es inútil comprar esa clase de libros ; no son económicos ; vamos a comprar los libros que todo el mundo lee», y pronto la biblioteca deja de cumplir una función que justifique el gasto de los fondos públicos, y la gente que verdaderamente necesita libros tiene que prescindir de ellos. Contrariamente, como es lógico, muchos libros, novelas y otras obras populares de atracción general y muchos libros para niños no necesitan ser incluídos en el plan de intercambio, pues la demanda local se encargará de asegurar un uso constante de ellos.

Este intercambio de libros no es difícil de organizar. Los inter- cambios son una cuestión de rutina allí donde una autoridad bibliote- caria (rural, regional, etc.) abarca varios centros de servicio, incluyendo bibliotecas urbanas; pero cuando la biblioteca urbana es una autoridad independiente, debe :

a) Hacer un contrato con una autoridad bibliotecaria mayor, para surtirse del número necesario de volúmenes a fin de hacer inter- cambios a intervalos determinados, v. g. cada seis o doce meses, o

b) Formar parte de un proyecto cooperativo con una biblioteca urbana similar, posiblemente cercana, o tal vez sea mejor con otras bibliotecas urbanas.

Es preferible lo primero, porque una biblioteca grande podrá, en esa forma, hacer uso de una colección mayor y más variada, y, aparte del hecho de que esto beneficia al lector, excluirá la necesidad de tomar precauciones para evitar el préstamo de libros ya existentes o enviados recientemente a la biblioteca prestataria. De un millar de volúmenes obtenidos de un depósito de varios miles, lo más probable es que todos sean materiales nuevos, y si hay algunos títulos repe- tidos, éstos pueden fácilmente cambiarse en seguida por otros. Aunque, si se trata de la cooperación entre bibliotecas pequeñas, la situación será diferente.

Las bibliotecas pequeñas tienen tendencia a comprar libros de la misma clase. De ahí que, en los casos en que las bibliotecas pequeñas consientan en intercambiar sus colecciones en forma global, debe haber un acuerdo respecto a los libros seleccionados para su adqui- sición. Es mucho más sencillo dejar que un biliotecario solo seleccione y adquiera los libros para todas las bibliotecas del sistema, conservando cada una de las otras el derecho a sugerir que se incluyan títulos. Mientras más simple sea el proceso, mejor, tanto cuando se inicia el proyecto como cuando se discuten las compras corrientes de material nuevo. Los proyectos puramente arbitrarios tienen tantas probabili- dades de funcionar a la larga satisfactoriamente como los que se

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planean y equilibran con todo cuidado. Tomemos el caso de tres bibliotecas que deciden acometer un proyecto de intercambio con una contribución inicial de 500 libras esterlinas cada una y una contribu- ción anual de 200 libras esterlinas cada una. La biblioteca I está autorizada a comprar para todas -economía obvia de tiempo y crabajo. La colección inicial se arregla por orden clasificado, y el primer libro en los estantes se destina a la biblioteca 1, el segundo a la biblioteca 2, el tercero a la biblioteca 3, el cuarto a la biblioteca 1,

y así sucesivamente, hasta haberlos repartido todos. Los libros desti- nados ala biblioteca I se marcan como pertenecientes a la colección A; los destinados a la biblioteca 2, como colección B, etc. Al cabo de un año, la biblioteca I cambiará la colección A por la colección B, etc. Con respecto a las nuevas adquisiciones, como es necesario ponerlas a disposición del público tan pronto como sea posible, mientras son recientes, no hay que esperar a que se reúna una cantidad grande, sino enviar los libros que se hayan comprado con las primeras 200 libras esterlinas a la biblioteca I, los siguientes a la biblioteca 2, etc. El orden se invierte al año siguiente. Esos libros pueden también mar- carse con letras que indiquen las colecciones a que pertenecen, con fines de intercambio. Estos métodos pueden parecer artificiales y anticientíficos, pero funcionaran a perfección a la larga.

En todos los proyectos de intercambio y préstamo globales de libros se debe tener mucho cuidado de reducir al mínimo las operaciones necesarias en cada intercambio. Adóptese, por ejemplo, un ex-libris común, que se aplicará a todas las bibliotecas participantes; si se juzga conveniente asentar algún dato que se aplique a todas las bibliotecas, como son los horarios de servicio, importe de las multas o reglamentos resumidos, hágase en un papeleta de fecha que pueda retirarse fácil- mente al hacer el intercambio ; si es otro el caso, bastará con imprimir el sello de la biblioteca que hace el préstamo, antes de la fecha del primer préstamo hecho por esa biblioteca. Una catalogación complicada puede ser un estorbo en los proyectos de intercambio, si llega a ser necesario retirar o modificar muchas fichas en cada intercambio. Hablando por experiencia propia, el autor asegura que se presta demasiada atención en las bibliotecas pequeñas a detalles que son muy importantes en las bibliotecas grandes, pero que dan lugar a un de- rroche de tiempo y de trabajo en las pequeñas. Es lógico que los biblio- tecarios preparados en escuelas donde se enseñan los mejores métodos se esfuercen por aplicarlos a sus bibliotecas. Las escuelas enseñan a los estudiantes la manera correcta de trabajar, pero luego la realidad los enfrenta con una serie de necesidades y problemas ante los cuales tienen que actuar con initiativa propia. En una biblioteca

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pequeña, un catálogo bien presentado, ya sea diccionario o clasificado, puede causar una buena impresión, pero no tiene tanta utilidad como parece. A los lectores les interesa lo que pueda obtenerse en esos lugares; el bibliotecario probablemente conoce casi todos sus libros. Dos simples listas de libros en tarjetas, una por autores y otra por materias, como inventario y guía, serán más que suficientes. Si hay una gran parte de la colección ((en intercambio)), no existe razón alguna para que las tarjetas correspondientes no se retiren; en últi- mo caso, las tarjetas de cada «colección» deben ser de un color diferentes, para que resulte más fácil retirarlas r.

LIBROS INNECESARIOS

Hay dos observaciones generales muy importantes que hacer respecto a las colecciones y que no se aplican solamente a las bibliotecas pequeñas : muchas bibliotecas tienen demasiados libros; otras tienen demasiado pocos.

Respecto al primer caso : la mayor parte de los centenares de bibliotecas visitadas por el que suscribe en diferentes países dan cabida en los estantes públicos a demasiados libros viejos, e inservibles, que acumulan polvo y hacen que se pierda lastimosamente el tiempo en limpiarlos. La mayor parte de los bibliotecarios se mues- tran renuentes a deshacerse de los libros inútiles, lo cual es muy lamentable. Si los bibliotecarios ensayaran un examen de su trabajo con la mirada realista, práctica y desprovista de sentimentalismo de los comerciantes, aprenderían a deshacerse de muchas ilusiones que no son más que estorbos. El que vende telas trata de colocar su mercancía cuando todavía es posible. El bibliotecario debe imitar el ejemplo y obtener uso máximo de los libros cuando pueden ser más útiles. Si el tendero no pudo vender sus telas, no recurre a rellenar sus escaparates con los sombreros, la ropa interior y las camisas del tiempo de sus abuelos y a esperar que la gente los compre. Sabe que esa clase de mercancía, lo mismo que los libros inservibles del bibliotecario, desprestigia su tienda, y, como debiera hacer el biblio- tecario, si le quedan restos de esa clase se deshace de ellos como cosa inservible. Este problema tiene, desde luego, un aspecto más amplio; quiere decirse que en cada zona grande debe existir un

I. Los catálogos que sí son importantes en las bibliotecas pequchs -donde su importancia es de primer orden,- son los de los libros que no están incluidos en la colección del centro de servicio, pero que pueden obtenerse solicitándolos. Este es asunto muy diferente.

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depósito central, en el cual se conserve cuando menos un ejemplar de cada libro para el caso de que se necesite alguna vez.

LOS FACTORES DE LA ADQUISICION DE LIBROS

La otra observación se refiere principalmente a la biblioteca recien- temente establecida -y tiene también su paralelo en los (negocios». El tendero no abre su tienda hasta que tiene o puede obtener con rapidez la mercancía suficiente para satisfacer las demandas y expo- nerse a un riesgo con provecho. Sin embargo, no es nada infrecuente que una nueva biblioteca abra sus puertas teniendo una cantidad insuficiente de libros; la colección inicial debe considerarse como uno de los gastos mayores (véase más adelante la sección correspon- diente a la ayuda del Estado); no pueden ser acumulados poco a poco con ingresos corrientes.

Así, si se adquiere estantería suficiente para acomodar el surtido y variedad que se intenten poner a disposición del lector para que éste elija -y ningún estante queda vacío o lleno de hojarasca acumu- lada-, si a cada lector se le permite llevarse prestados dos libros cada vez, un mínimo usual, y se calcula que en los meses subsecuen- tes se habrán registrado como lectores el 20 o/O de la población, cál- culo que no es excesivo, entonces la colección mínima inicial deberá ser de tantos libros como queden en los estantes, más dos veces el 20 o/O de la población cuyo servicio cubre la biblioteca en su zona. Hay varias opiniones relativas a la proporción conveniente de la colección en cuanto a la población. Recordemos una vez más que mientras menor sea el centro de servicio y mayor el número de los indispensables para un rendimiento total, mayor será el número de libros necesarios en relación con el porcentaje de la población.

En consecuencia, cualquier fórmula rígida y hecha ala ligera -como la de I libro por habitante adulto y 1, 5 libros por habitante juvenil- puede ser falsa. En una ciudad grande y compacta, un número tan reducido como es el de 70 u 80 libros de uso general 1 por IOO

del total de habitantes, suponiendo que los libros sean «buenos D, resultaría una colección excelente; en una región con comunidades

I. 0 sea, aparte de los libros que se usan sólo aveces y aquélla que se retienen con propósito de ~wonservaciónn -si se cuentan estos depositos areservadosl~, desde luego que aumentaría el númtxo de volúmenes por cada cien habitantes en las grandes bibliotecas.

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pequeñas y dispersas y unas cuantas ciudades regulares (en caso de que las hubiera), no será demasiado pedir que el número de libros fuera el doble del anterior. Una población pequeña que se atuviera únicamente a sus recursos, necesitaría duplicar varias veces el nú- mero de libros.

Como ((medio ideal» tomemos el de una zona rural bien poblada, donde una parte de los habitantes viven en unas cuantas ciudades pequeñas, otros en aldeas y otros en caseríos aislados, servidos por sucursales, centros y bibliotecas ambulantes. Supongamos que el 25 yO de los adultos y el 40 o/O de los escolares son lectores regulares, y que cada lector se lleva prestados dos libros cada vez, como promedio. Si la población adulta es X y la población escolar es Y, se registrará siempre una circulación de 50 o/O de libros X más 80 o/. de libros Y. Hágase posible el mismo número de libros en adición, como mínimo, para suministrar volúmenes que habrán de exponerse en las sucur- sales, centros, etc., libros en bibliotecas ambulantes y en movimiento, un depósito necesario en la oficina central, desde el cual pueden hacerse los intercambios a los centros de servicio y desde el que puedan aten- derse las solicitudes especiales de los lectores, libros en encuader- nación, etc. ; esta fórmula nos da prácticamente, en efecto, la misma respuesta, o sea I volumen por cabeza para la población adulta, y 1,6 por cabeza para la población escolar; pero el punto que tratamos de hacer notar es que el total de la colección debe aumentar en la misma proporción en que aumente el número de lectores acti- vos. En un sistema incipiente, si la proporción de lectores es menor del 25 o/. para los adultos y del 40 o/. para los niños, el equivalente adicional no puede reducirse en proporción, sino sólo hasta el grado que todavía permita una existencia adecuada en todos los centros de servicio y deje reservas de operación razonables. Análogamente, cuanto mayor sea el número de los puntos de servicio pequeños, mayor será la colección que se necesite, pues cada punto de servicio debe permitir una elección razonable en sus estantes. El grupo más pequeño a que puede servir una sucursal de servicio parcial, digamos de 1.000 habi- tantes, necesita en los estantes una colección de unos 2.000 volúmenes, que serían más que suficientes para un lugar mucho más grande. Nótese que el intercambio global de colecciones redundará en el mejo- ramiento de la calidad del suministro de libros, pero no tiene efectos sólidos en relación con la cantidad de libros necesarios.

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DETERIORO Y DESTROZO DE LOS LIBROS

Hay que recordar también que los libros son artículos de consumo. Se deterioran, pasan de moda y pierden utilidad; al cabo de poco tiempo, una proporción considerable de ellos estará fuera de servicio por encontrarse en la encuadernación o en reparación; se pierden, los roban -y es inútil asegurar que no es así. En consecuencia, para mantener una colección del mismo valor y cantidad, o sea sin que se amplíe su alcance o se proporcione material para lectores adicionales, deben hacerse gastos anuales adecuados.

2 Cómo puede calcularse lo que se debe gastar cada año ? Los libros necesitan reponerse por dos razones principales :

u) Porque se deterioran con el uso (y hay que hacer hincapié en el hecho de que los libros deben conservarse en buenas condiciones ; los volúmenes sucios, rotos y descabalados son repulsivos para los lectores cuidadosos, impulsan a los lectores inconscientes a tratar todos los libros con descuido, y menoscaban la reputación del servicio ;

b) Porque dejan de ser útiles, como cuando resultan anticuados, o los asuntos de que tratan pierden su interés y su valor.

El grado de deterioro y destrozo a varía, indudablemente, de un distrito a otro. Es, por ejemplo, mucho más elevado en las biblio- tecas al servicio de los obreros de las industrias ((sucias», en ciudades industriales ahumadas, de casas mal acondicionadas, de condiciones sociales deficientes, y más bajo en los distritos sub- urbanos mejores y en el campo. La proporción puede calcu- larse tomando suficientes ejemplares de libros que han sido reti- rados por suciedad y deterioro y registrando el número de veces que cada libro se ha prestado. El grado de desuso varía de una clase 2

otra; por ejemplo, los libros técnicos de algunas especialidades pue- den resultar pronto atrasados, en tanto que los de otras pueden permanecer sin sufrir modificaciones por muchos años. Además, las obras de literatura y biografía tienen un ccciclo vital» mayor que aquellas que tratan de asuntos políticos del día o de algunos aspectos de la ciencia. El problema es complejo, y no cabe duda que exige más investigación de la que puede esperarse normalmente de la mayor parte de los bibliotecarios. De modo que, por ahora, nos conforma- remos con enumerar los factores generales, en la inteligencia de que cuanto más cuidadoso sea el lector común, mientras más consciente, escrupuloso e inteligente, mayor será la duración del libro en general, y mientras mayor sea el porcentaje de los libros de actualidad, más corta será la duración de la colección.

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Es, por lo tanto, conveniente y razonable presumir que : u) La novela corriente durará de 3 a 4 años ; b) El libro infantil corriente, de 2,s a 3 años; c) Otros libros de uso general (excluyendo materiales más viejos

y no especializados, que pueden conservarse en colecciones de reserva, pero que no se incluirán en los estantes normales de la sucursal), durarán de 7 a 8 años. Esto quiere decir (y no es más que una hipóte- sis; las proporciones convenientes dependen de diversidad de fac- tores) que si el 25 o/. de la colección total está constituído por li- bros para niños, el 30 “/o por novelas y el 45 yO por otra clase de libros, y si el costo medio de cada libro para niños es de 6 chelines, el de cada novela de 7 chelines y el de cada libro de otra clase de IO chelines (cifras hipotéticas también), la suma anual necesaria para mantener una colección de IOO.OOO volúmenes (que puede repartirse en 25.000 libros para niños, 30.000 novelas y 45.000 libros de otra clase) será aproximadamente :

25.000 :< 6 chelines = chelines = libras esterlinas 3 50.000 2.500

30.000 x chclines 4 7 = 52.500 2.625 chelines = libras esterlinas

55.000 --- 8 x IO chelines = = 56.250 chelines 2.812 libras esterlinas.

Total : libras 7.947 esterlinas.

El costo capital de una colección semejante, con estos precios, será :

Libros para niños. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7.500 libras esterlinas. Novelas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . , . . . 10.500 libras esterlinas. Otros libros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 22.500 libras esterlinas.

Total. . . 40.500 libras esterlinas.

Esto nos llevaría a la conclusión de que, para una colección de estas proporciones, se necesita más o menos una quinta parte del costo capital para mantener los gastos del servicio anualmente.

Las cifras parecerán alarmantes; pero recordemos ante todo que una colección de IOO.OOO volúmenes es bien grande -suficiente tal vez para 90.000 habitantes-, y, en segundo lugar, que las colecciones se van formando en la práctica poco a poco. Empero, no vale la pena tratar de sustraerse a la realidad; demasiados bibliotecarios del pasado lo han hecho. La moraleja de estos cálculos alarmantes contiene dos fac- tores : que es inútil intentar que funcionen las bibliotecas si no se

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procura su sostenimiento, y que es inútil empezar con más de las

que pueden mantenerse. Otro costo oneroso, que con frecuencia se pasa por alto en los

presupuestos de algunos sistemas nuevos, es el correspondiente a la encuadernación. El promedio fluctúa entre el 25 y el 30 o/. de la suma destinada a la «conservación de libros».

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CAPITULO VI

CENTROS Y BIBLIOTECAS AMBULANTES

Y ahora , 2 qué decir del hombre cuya vida transcurre en lugares en los que es imposible el contacto, diario o semanal, con una

pequeña ciudad siquiera ? Su medio ambiente podrá tal vez proporcionarle algo que él estime

más de lo que estima otras cosas que pueda darle la vida urbana. Sin embargo, es muy probable que ese hombre tenga más necesidad de libros que el habitante urbano, y esto por tres razones principales. La primera es que tiene pocas oportunidades de tratar con sus seme- jantes, de hablar y discurrir con ellos intercambiando ideas, y por lo tanto necesita libros que le digan lo que otros hombres le hubieran dicho. La segunda es que ha de atenerse más a sus propios recur- sos, tanto material como intelectualmente, porque cuenta con menos especialistas a quienes acudir en demanda de consejo, o que pudieran hacer algo por él, tiene que tomar más decisiones por sí mismo -proceso en el que los libros prácticos pueden resultar muy útiles ; en una palabra, tiene que pensar mucho por cuenta propia. En tercer lugar, tiene a su disposición menos entretenimientos en que emplear sus ratos de ocio. Amén de que sus hijos tienen mayor necesidad de completar sus oportunidades educativas, que, como puede esperarse, serán limitadas. Por todos conceptos, el habitante del campo necesita y merece un servicio adecuado de biblioteca. No basta con decir lo difícil que es lograr esto, y defraudarle así con un burdo servicio inadecuado.

No nos hagamos ilusiones. Será más costoso impartir un buen servicio «rural» que suministrar bibliotecas en las ciudades. Por añadidura, el campesino puede resultar incapaz de contribuir con lo necesario por medio de impuestos. En consecuencia -para referirnos una vez más a la misma cuestión-, los servicios rurales deben ser sufragados por el financiamiento y los organismos estatales. Ahora nos ocuparemos de los métodos que deben seguirse.

Hay tres métodos principales de servicio rural a lugares demasiado pequeños para tener sucursales: el centro (surtido por ((cajas de

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libros» o en otra forma), la biblioteca ambulante, y el servicio de correos.

En cada comunidad lo suficientemente grande para tener un centro social -cada aldea, cada pueblo, con solamente una veintena o más de habitantes que se reúnan de vez en cuando-, debe establecerse un centro bibliotecario. Puede ser un punto focal, una institución social, al mismo tiempo que un lugar al que la gente acuda a obtener libros. Los centros pueden establecerse en toda clase de lugares -tiendas, clubs e institutos, talleres, casas particulares, pensiones, vestíbulos escolares o de una capilla o iglesia. La elección del centro estará determinada por las condiciones locales y nacionales. En algunos países, las escuelas no tienen mucha aceptación a este respecto : hay la objeción, general a los locales de las iglesias y capillas, por parte de los que pertenecen a otros credos religiosos o a ninguno, y que vacilan antes de acudir a esos lugares; la gente podrá poner reparos a casi todos los centros. Sin embargo, hay que hacer un esfuerzo para encon- trar una solución común. Es posible, con frecuencia, alojar la biblioteca en la oficina de alguna institución gubernamental de la localidad, o construir o alquilar locales adaptados especialmente para bibliotecas. Los centros deben estar provistos de facilidades apropiadas para el almacenamiento y presentación de los libros -como son estantes que puedan cerrarse con llave cuando el centro no esté en servicio, o cajas que sea posible transportar fácilmente y adaptar para estantes- y con mesas y sillas, buena luz y calefacción.

En los centros se emplearán, por lo general, voluntarios o gente de la Iocalidad que prestará servicio parte del tiempo a cambio de una modesta retribución. Algunos bibliotecarios opinan que es preferible tomar ciertas medidas de control sobre el personal, de modo que asista solamente si se le paga; otros insisten en que el sistema voluntario cuenta con la ayuda de un tipo mucho mejor de personal, más sincera- mente interesado. Los bibliotecarios del primer grupo pueden alegar en su favor que los voluntarios ((sinceros» tienen menos disposición a ajustarse a los sistemas ccoficiales», y propenden más a entremeterse en la libertad de elección de otros lectores. El problema debe solucio- narse en todas partes basándose en las ventajas existentes en cada caso.

Cualquiera que sea la elección : a) El centro debe ser visitado y sometido a inspección, tan frecuente-

mente como sea posible, por un bibliotecario experto (en represen- tación del organismo rural, regional, estatal u otro, que sostenga el centro, y se da por hecho que en ninguna parte puede ninguna comunidad constituir una autoridad bibliotecaria independiente si es tan pequeña que haya de atenerse a un centro; debe formar parte de

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un sistema mayor). Ese bibliotecario visitante deberá ayudar al biblio- tecario del centro, y servir de intermediario entre el mismo y la oficina central ;

b) A los bibliotecarios de los centros debe instruírseles debida- mente y ayudarles a darse cuenta de que sus centros no son más que una parte de un sistema mayor con recursos mucho más amplios, y que debe estimularse a los lectores a que los usen. Pueden ser muy útiles y alentadoras las conferencias dadas de vez en cuando por 10s

bibliotecarios del centro, y las visitas a las oficinas centrales rurales 0 regionales.

Las colecciones de los centros deben cambiarse a menudo con mate- rial nuevo, proveniente de las oficinas centrales o de una biblioteca rural, con las que estén asociados los centros. Mientras más pequeños sean el centro y su colección, más frecuente deberá ser el cambio.

El cambio de las colecciones puede realizarse : a) en cajas de libros enviadas por los métodos corrientes de transporte (ferrocarril, etc.), o por el transporte propio de la autoridad bibliotecaria, o b) por medio de una biblioteca ambulante.

Salvo en circunstancias excepcionales, el envío de los libros debe hacerse directamente desde la oficina central, a la cual los devuelve el centro en el momento debido. La alternativa -un sistema en cadena, en el cual un centro envía sus libros a otro centro, y así sucesivamente, hasta que cada envío ha sido utilizado en los diversos lugares en turno-, es la menos satisfactoria. Los envíos se deterioran constante- mente en calidad en cuanto llevan algún tiempo en circulación, pierden actualidad, quedan gastados, mugrientos y rotos; y aunque el proverbio «una puntada a tiempo... )) se aplique a los libros, no se presta cuidado a algunos hasta que es demasiado tarde. Los libros se extravían, y es imposible localizar la responsabilidad de ello. Y no hay manera de adaptar las colecciones de los centros a las necesidades y condiciones especiales de cada comunidad.

Como paso intermedio entre el servicio del centro y el individual, a veces es conveniente enviar cajas o canastas de libros a grupos pequeños de familias, o a familias dispuestas a compartirlos con sus vecinos.

LAS BIBLIOTECAS AMBULANTES - SUS FINES

Nada que se relacione con la biblioteconomía ha impresionado nunca tanto la imaginación del público como la biblioteca ambulante, la

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«biblioteca sobre ruedas», el bibliobús. La idea ofrece tal novedad, tal ‘audacia, una practicabilidad tan evidente, que, para muchos, la biblioteca ambulante se ha convertido en la respuesta a todas las plega- rias, en la solución de todos los problemas. Los bibliotecarios de las ciudades densamente pobladas están experimentando el uso de bibliotecas ambulantes, como lo están ensayando igualmente los que tienen que llevar libros a grupos que viven solitarios en los desiertos o en comarcas cubiertas de hielo.

Ante estas actitudes debemos ser realistas y desapasionados, y reconocer que la biblioteca ambulante puede y debe hacer ciertas cosas y no debe utilizarse para otras.

Ante todo, procuremos formarnos una idea clara de los fines de una biblioteca ambulante. Y decimos «fines» porque puede cumplir, cuando menos, cuatro funciones bien diferentes (y tal vez dos de ellas 0 más al mismo tiempo).

En primer lugar, un vehículo grande provisto de estantes y de un mostrador pequeño puede hacer el papel de una biblioteca sucursal ambulante, con una colección de dos o tres mil volúmenes, capaz de servir a una población considerable. A esto lo llamaremos biblioteca sucursal móvil.

En segundo lugar, un vehículo menor que el anterior por razones de movilidad y economía, que presente libros en los estantes, puede usarse para impartir servicio a comunidades rurales, granjas y caseríos aislados, etc. Ya que es necesario darle un nombre, lo llamaremos biblioteca ambulante rural.

En tercer lugar, un vehículo similar al anteriormente mencionado puede usarse de preferencia para transportar libros, presentados con propiedad, de los cuales puedan seleccionar material para sus colec- ciones los bibliotecarios de los centros. Llamemos a esto vehk~lo de presentación.

En la práctica es general que el mismo vehículo desempeñe las dos funciones. Si el vehículo de presentación cuenta con espacio suficiente para que lo use el bibliotecario del centro, probablemente también podrá ser utilizado por los lectores. Sin embargo, las dos funciones son distintas, y pueden muy bien tener repercusión en el uso que se haga del vehículo y en sus relaciones con otros centros de servicio.

En cuarto lugar, el vehículo puede estar hecho para ser empleado primordialmente como transporte de libros en cajas, sin presentar facilidades para la selección, siendo, en resumen, simplemente un medio de llevar los libros a los centros, etc. Llamémoslo vehkulo distribuidor en este caso.

Por otra parte, una biblioteca ambulante rural puede utilizarse

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Inauguración de una biblioteca rural.

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Sala infantil de una biblioteca sucursal.

Los niños disfrutan de la hora del cuento preparada por el bibliotecario rural.

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parcialmente como vehículo distribuidor, con tal que se reserve en ella un espacio en el que puedan transportarse cajas con libros.

LA SUCURSAL MOVIL

La idea de la sucursal móvil no es de hoy. Se usaron en más de una gran ciudad mucho antes de la guerra, para dar servicio a distritos (nuevas zonas residenciales, etc.) en los que no se habían inaugurado las sucursales normales. Funcionaban haciendo recorridos regulares y deteniéndose algunas horas semanalmente en cada uno de los sitios designados. A todas partes donde iban no eran, de hecho, ni más ni menos que una sucursal pequeña de servicio parcial. La idea fué acogida en diversas zonas urbanas, durante la guerra y con posteriori- dad a ésta, más que nada por haber resultado difícil encontrar o construir locales permanentes adecuados, pareciendo ser ése, en consecuencia, el único medio del momento para suministrar un centro de servicio.

Las objeciones que se hacen a la sucursal móvil son : 10 que sólo puede permanecer un lapso corto en un lugar determinado, que se encuentra falto de toda clase de servicio el resto de la semana o quincena; z” que es muy pequeña para dar cabida a muchos lectores al mismo tiempo, pues si se usa (como ha sido muy comúnmente el caso) en los distritos densamente poblados, atraerá a muchos y, si acude la mayoría de los lectores, probablemente tendrán que esperar éstos a la intemperie, sin protección alguna contra la lluvia y el mal tiempo. Hay una ventaja menor, que compensa esto, y es que se ofrece a los lectores una selección de libros mejor que la que pudiera ofrecerse económicamente en cada una de las numerosas sucursales de servicio parcial, a las cuales substituye. En el apéndice ofrecemos información detallada respecto a su costo, capital y funcionamiento, así como espe- cificaciones de las dimensiones, etc. Aproximadamente doce sucur- sales de servicio parcial en sus locales propios supondrán una renta anual considerable, por conceptos de limpieza, calefacción, etc. A pesar de ello, no se recomienda la sucursal móvil como más económica. Cuando se usa en los suburbios de una ciudad densamente poblada, es francamente uno de tantos recursos posibles, y tal vez uno de los mejores ; en algunas circunstancias es el único de que se puede echar mano. Empero, hay condiciones en las cuales la sucursal móvil grande es digna de tomarse en cuenta, si se trata, por ejemplo, de una comunidad grande pero dispersa, como pudiera darse el caso de una

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que estuviese repartida a lo largo de un camino principal y que care- ciera de un centro preciso y conveniente.

Es de notar, dicho sea de pasada, que, en circunstancias favorables, es económico disponer de una sucursal móvil que no tenga energía propia, sino que sea un remolque o forme parte de una combinación articulada, pues entonces, si se prolonga su estancia, el chófer no tiene necesidad de quedarse, pudiendo regresar a su punto de partida para otros menesteres, y manejar, en realidad, dos o más sucursales móviles e

LA BIBLIOTECA AMBULANTE RURAL

La biblioteca ambulante rural constituye un caso muy diferente, por- que, en tanto que la sucursal móvil tiene usos limitados, la primera debe ser la medula de cualquier intento eficaz para llevar el servicio de bibliotecas a los distritos rurales.

Es un principio general acertado que toda ((biblioteca ambulante» debe llevar tantos libros como pueda, pues la ventaja principal de la biblioteca ambulante rural o del vehiculo de presentación es que ofrece a sus lectores una buena selección. Además, el «costo de funcio- namiento» más elevado es el de personal, que es el mismo aunque varíe el tamaño del vehículo. El factor decisivo es la movilidad; nuestro vehículo debe poder viajar por caminos rurales -e incluso fuera de ellos-, haga el tiempo que haga. La experiencia enseña que el medio ideal es un vehículo capaz de presentar 1.500 ó z.ooo volúme- nes y transportar un chófer y un bibliotecario ayudante. En muchos distritos, hasta ese tipo de vehículo puede ser demasiado grande para transitar por las rutas existentes, visitar caseríos aislados, etc. -y puede observarse aquí, aunque sea saliéndonos del contexto, que si dentro de una zona hay a lo largo de un buen camino suficientes centros grandes para justificar el uso de un vehículo de zooo volú- menes, pero además existen algunos ((puntos de visita» (comunidades y caseríos aislados fuera de la ruta trillada), puede resultar más económico utilizar un vehículo adicional más pequeño, con su propio itinerario independiente, para servir a los ((puntos de visita». Si se emplease un vehículo menor para todos los puntos de la zona, porque uno grande no podría llegar a algunos de ellos, se privaría a todos los centros de la mejor selección posible.

La biblioteca ambulante rural (en el sentido de nuestra definición previa) no es, recordémoslo, el substituto de una sucursal (de servicio temporal o parcial) en un lugar donde sea practicable suministrar

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locales capaces de presentar un colección de 1.500 0 z.ooo volúmenes o más (como serfa el caso de una ciudad con 1.000 habitantes o más, dentro de la zona abarcada por el servicio). Viene a ser el substituto de esos centros locales que suelen tener unos doscientos o trescientos libros y funcionan con empleados voluntarios, los cuales prestan servicio gratuito durante unas horas, pero carecen de la prepara- ción necesaria.

Las ventajas de la biblioteca ambulante rural son las siguientes : a) Cuenta con una selección diez veces mayor de la que pudiera

tener el centro pequeño por término medio. Pero lo más importante es el hecho de que resultan posibles mejores presentaciones de obras aparte de las novelas, y, en general, de libros mejores y más útiles.

b) Está respaldada por una práctica bibliotecaria experimentada - lo cual constituye una ventaja incalculable. Siempre hay alguien capacitado para ayudar a los lectores a obtener lo que deseen (y puede fácilmente suponerse que la mayor parte de los que reciben este servicio han tenido poca o ninguna experiencia de libros y biblio- tecas) y, al mismo tiempo, para establecer contactos entre los lectores y la oficina central, de modo que las solicitudes de un material determi- nado puedan ser atendidas en forma especial (por correo, v. gr.), o traído ese material en los viajes siguientes.

c) Puede impartir hasta cierto punto servicio de consulta. El habi- tante urbano puede visitar o telefonear al departamento de consulta cuantas veces necesite información, y un servicio de referencias debi- damente equipado y dotado de personal tiene un valor inestimable para la comunidad. Debe hacerse algo también para atender al habi- tante de la población pequeña o del campo que necesite información. Como primera providencia, la biblioteca ambulante rural puede proveerse de un estante lleno de libros de información sencillos; en segundo lugar, el bibliotecario ayudante puede darse una idea de las necesidades -algo que el mismo solicitante pudiera ser incapaz de expresar en una carta- y hacer el trámite para que la oficina central envíe la respuesta (o el material solicitado).

d) Excepto cuando el tiempo es muy malo y hace que los caminos se vuelvan intransitables, puede mantenerse un servicio regular durante todo el año. Esto es de importancia especial en los distritos donde los únicos «centros» disponibles se encuentran en escuelas, que pueden cerrarse durante largos períodos de vacaciones.

e) Puede llevar los libros a gente para quien tal vez fuese impracti- cable la utilización de ciertos centros. Esto es particularmente impor- tante si muchos centros se encuentran en las escuelas, porque es corriente en esos casos que el centro abra sus puertas inmediatamente

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después que la escuela termine sus labores del día, a una hora en que casi todos los hombres estarán trabajando y las mujeres se encontrarán preparando la cena. La experiencia de un país, por lo menos, da cuenta de que cuando no hay servicio de biblioteca ambu- lante rural, los adultos se contentan con los libros que sus hijos traen a casa -arreglo insatisfactorio, como es lógico; además, ; qué sucede cuando los niños abandonan la escuela ? 2 o cuando no los hay ? En conclusión, aceptaremos que, en la práctica, la biblioteca ambulante rural puede dar servicio a muchos que sin ella tendrían que pres- cindir del mismo.

La principal desventaja de la biblioteca ambulante rural es que no puede, por lo general, visitar lugares a una hora conveniente. Como es de esperar, tiene que atenerse para su funcionamiento a un horario fijado de antemano, que, de preferencia, le permita visitar cada lugar, a la misma hora y el mismo día de cada semana o de cada dos semanas ; de otro modo, la gente la olvidará. Ese horario estará determinado, naturalmente, por factores geográficos y por los días de trabajo del personal, que no se ajustan a las necesidades de este trabajo. Así es que la mayor parte de las visitas se harán cuando la mayoría o parte de la gente esté dedicada a sus tareas, y pocas visitas podrán hacerse por la tarde y los «dias de feria». La desventaja es menor de lo que parece. El vehículo puede visitar caserios, granjas y fábricas, y su visita atraerá a todos aquellos que puedan abandonar sus otras actividades por unos momentos ; donde no sea así, los lectores pueden dejar sus libros en devolución, y una nota de sus nuevas peticiones, en manos de amigos y parientes.

Un servicio de biblioteca ambulante rural costará, desde luego, mucho más que un sistema de centro sostenido con «cajas de libros». La razón es muy clara. La biblioteca ambulante rural dará un servicio ciertamente diferente y de una calidad muy superior, y es en vano pensar que el bibliotecario está más capacitado que ningún otro para conseguir resultados sin ocasionar los gastos necesarios. En otros tiempos, demasiados bibliotecarios intentaron hacer milagros, y sus gobiernos se los permitieron. Han fracasado y, en el balance final, el fracaso sale muy caro.

Desde luego debe permitirse que los lectores se lleven prestados suficientes libros que les duren hasta que el vehículo haga otro viaje. El número ha de variar ampliamente, pues está determinado no sólo por los hábitos de lectura de los beneficiados, sino también por los libros que pasen de un lector a otro dentro de una familia o círculo de amigos.

2 Con qué frecuencia debe hacer sus visitas la biblioteca ambulante rural ? Con tanta como le sea posible. En los países regularmente

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poblados, es usual hacer una visita quincenal. Mucho dependerá, empero, de los factores geográficos -del número de sitios que puedan visitarse en un recorrido diario, o semanal, de las horas diarias que tienen que pasarse en camino, a diferencia de las que se pasen en los lugares de visita en que tenga su base de operaciones el vehículo.

Los viajes diarios son practicables en los distritos rurales de una relativa densidad de población, en los que serán pocos los lugares apartados del pueblo que el vehículo emplee como base. Pero esas condiciones se dan en muy pocos países.

Generalmente se necesitan viajes mucho más largos. En un país (no muy escasamente poblado), el vehículo hace viajes de seis semanas, su bibliotecario y chófer duerme a veces en el vehículo, y general- mente en casa de amigos en los lugares de visita. Los viajes largos son, como es de esperar, muy penosos para el personal, y no es recomendable que sean peregrinaciones solitarias como en el caso mencionado. Debe asignarse la tarea a dos empleados, a menos que el costo sea muy elevado en relación con el número de lectores servidos -el chófer tendrá suficiente que hacer con ayudar al bibliotecario en las paradas y tener cuidado de su vehículo, etc.

No debe olvidarse que la colección también (cse cansa)) -en cada parada, algunos libros devueltos necesitarán ser retirados para su reparación o encuadernación, o habrá libros que fueron facilitados con el propósito de satisfacer necesidades especiales y carecen de demanda general. Antes de que pase mucho tiempo -quizás al final del día- la selección transportada será muy inferior a la colección atractiva y bien proporcionada con que el vehículo inició su recorrido. En consecuencia, cada vez que el vehículo regrese a la oficina central, la colección debe ser expurgada a fondo; para ahorrar tiempo, es recomendable tener lista otra colección para realizar un cambio total. Habrá oportunidad, desde luego, de que el bibliotecario busque los libros que necesitará al viaje siguiente para atender a peticiones espe- ciales (a menos que le haya sido posible enviar de antemano un aviso de los mismos a la oficina central -cosa que tal vez no sea una forma adecuada para atender a determinadas peticiones; pero, en fin de cuentas, sólo el bibliotecario conoce al lector).

Otra desventaja de los viajes largos es que, como a cada lector se le facilitan suficientes libros para algunos días, una colección consi- derable estará (cencerrada» durante algún tiempo.

Cuando la biblioteca ambulante rural no regresa a la oficina central con suficiente frecuencia, las colecciones de material nuevo pueden enviarse a estaciones de ferrocarril y otros lugares, a los cuales sea posible mandarlas de antemano en cajas. El bibliotecario recoge el

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material nuevo y entresaca una cantidad equivalente para devolverla a la oficina central por el mismo medio. Es muy antieconómico utilizar un medio costoso de distribución si no se va a distribuir material de primera calidad.

RECORRIDOS DE LOS VEHICULOS

La experiencia es lo único que puede decidir cuántos vehículos, de qué clase y con qué itinerarios se necesitan. Sin embargo, puede ahorrarse mucha experimentación innecesaria y costosa gracias a un planea- miento serio y un reconocimiento preliminares. Márquense en un mapa a gran escala, por ejemplo, los lugares donde existan comuni- dades que necesitan servicio, y obsérvese cuáles de las muchas rutas posibles permitirán impartir servicio al mayor número de lugares con un recorrido mínimo. En general, y si es posible, lo mejor será arre- glar recorridos separados (de uno o dos días) para los lugares cercanos, y dejar a los chóferes, que tienen que ir más lejos en el campo, empezar con un recorrido diario bien trazado e ininterrumpido ; también, como se ha recomendado, si es practicable, se pueden tener recorridos aparte para los lugares fuera del camino y de difícil acceso, y en los caminos principales.

El servicio de la biblioteca ambulante rural se iniciará por grados sucesivos. Aquí, como en todos los demás aspectos del desarrollo de las bibliotecas, el autor tiene que insistir en lo muy desatinado que es intentar extender los recursos disponibles, esperando que puedan hacer más de lo lógicamente posible. «Nada tiene tanto éxito como el buen éxito]), y aparte de su deber primordial de impartir servicio, la primera biblioteca ambulante rural debe ante todo demostrar su valor y eficiencia cuando se usa en forma apropiada. Debe también ayudar a conseguir datos que servirán de orientación y de estímulo a la futura expansión del sistema. Por estos motivos puede ser acertado ensayar los primeros vehículos en diferentes tipos de terreno. Si se utilizan para rutas especialmente ((fáciles» o «difíciles», darán una idea falsa del costo del servicio.

EL VEHICULO DE EXPOSICION

El vehículo de exposición -es decir, el destinado especialmente a presentar una colección en la cual puedan escoger las suyas los biblio- tecarios de los centros y sucursales- tendrá usos mucho más limitados.

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Algunos bibliotecarios rurales, en rigor, sugieren que puede prepararse de antemano en la oficina central una selección mejor que la que pueda hacer el bibliotecario del centro, inevitablemente acosado por el tiempo y más inclinado a escoger libros de interés general que a incluir una proporción de libros menos ((corrientes». Se ha propuesto una transacción -la colección global se elige de antemano, el biblio- tecario del centro tiene derecho a escoger un IO o/. ó un 20 %. En gene- ral, la tarea de una biblioteca ambulante rural estará combinada con la de un vehículo de exposición. Recordemos que el segundo no siempre necesita ser un sustitutivo de los centros, aunque con fre- cuencia pueda ser un servicio complementario de utilidad. Aquellos lectores que encuentren algo de lo que quieran en la colección de un centro pequeño harán uso de ella la mayor parte del tiempo, acudiendo al vehículo solo a veces; los que busquen un surtido mayor usarán de preferencia el vehículo. Cuando éste sea el caso, la visita del vehículo puede significar una oportunidad para que el bibliotecario del centro renueve su colección. Aunque, si esa oportunidad ha de ser efectiva, el vehículo tendrá que permanecer un tiempo suficiente, y se debe permitir que el bibliotecario del centro examine la colección sin ser estorbado por el público.

Al mencionar los intercambios de los centros, recordaremos que (ya sea que se transporten en el vehículo o en «cajas de libros») existen dos métodos de intercambio : a) el cambio total de una sola vez, y b) el cambio parcial. El segundo es decididamente preferible. El primero se adopta a veces por ser menos costoso desde el punto de vista administrativo; pero como eso significa que los libros serán retirados, y como consecuencia muchos lectores estarán sin ellos durante días o semanas, deberá optarse por este método solamente en caso de absoluta necesidad.

EL VEHICULO DE TRANSPORTE

No hay necesidad de consagrar mucho espacio a la función del vehículo de transporte. La experiencia aconseja que, a menos que lo impidan los factores de distancia y comunicación, es mejor, para cualquier sistema de biblioteca rural, contar con su transporte propio que atenerse a un transporte alquilado o a los transportes comunes de ferrocarril o carretera. El transporte alquilado puede resultar costoso e inseguro; el otro requiere generalmente un empacamiento cuidadoso y por lo tanto más caro, aparte de que la entrega puede no ser directa.

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En cambio, un vehículo de transporte, conducido por un empleado del sistema bibliotecario interesado en su trabajo, significa, por añadidura, un valioso contacto con los bibliotecarios de los centros. Cuando se piense en el tamaño de un vehículo de transporte, hay que notar que 1.500 libros en cajas o cajones pesan cerca de una tonelada. En un vehículo de IO cwt.r solamente podrán transportarse 500 libros -lo que no es satisfactorio para justificar su uso en ningún recorrido que no sea o muy corto o muy difícil. Generalmente, el tipo de 25 a 30 cwt. es una solución media entre la capacidad de carga y las condiciones del camino. Las puertas traseras del vehículo de transporte deben estar engoznadas en tal forma que puedan abrirse hasta tocar los lados y sostenerse en esa posición sujetas con ganchos -tanto para prevenir el riesgo del paso de otros vehículos, como el de la obstrucción de las aceras o la imposibilidad de arrimarse al borde de las aceras altas.

BIBLIOTECAS AMBULANTES RURALES - LOS VEHICULOS

Para asegurar la eficacia de un servicio de biblioteca ambulante rural hay que poner especial cuidado en el tipo de vehículo que va a usarse y en la forma en que se adapte.

Si es posible, dése preferencia a un chasis de pasajeros (y no de carga), porque los muelles, más flexibles, serán más cómodos para el chófer y el bibliotecario-pasajero, y a la vez reducirán a un mínimo el peligro de que los libros sean arrojados de los estantes cuando el vehículo transite por caminos malos. En condiciones normales de funcionamiento, la biblioteca ambulante rural debe llenar los requi- sitos siguientes :

Chasis : a) La distancia entre los ejes (o sea la distancia entre el centro de las

ruedas delanteras y el de las traseras) determina la longitud del cuerpo, que por lo general no será más que un 50 yO mayor que la distancia entre ejes. Se recomienda una distancia entre los ejes de 13 pies a 15 pies 6 pulgadas. .

6) Se recomienda un círculo de vuelta pequeño. c) El tipo de construcción que permite al chófer ir sentado a un lado

del motor, en vez de detrás del mismo (como en un ómnibus londi- nense) hace posible un cuerpo mayor.

I. I cwt. = 50,802 kilogramos. N. T.

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d) Prefiérase un chasis provisto de una bomba de aire mecánica y gatos automáticos adaptados.

e) Préstese atención al «servicio» que dan los fabricantes del vehí- culo en la zona en la cual va a operar -qué facilidades hay de hacer reparaciones, etc. La biblioteca ambulante rural funciona con arreglo a un horario. Las demoras y desorganización causadas por accidentes deben reducirse al mínimo.

CueYpo : Hay dos tipos distintos : u) El tipo int&or, con la estantería dentro del vehículo, en el que

entran los lectores para elegir sus libros ; b) El tipo exterior, con estanterfa exterior, cubierta por portezuelas

engoznadas que se levantan cuando el vehículo esta en servicio, que- dando fuera los lectores.

El primero es preferido invariablemente por las bibliotecas británi- cas; algunas bibliotecas americanas prefieren el segundo, que induda- blemente permite a un número mayor de lectores escoger sus libros al mismo tiempo.

Se recomienda mucho el primero -pues en ninguna parte del mundo se puede garantizar el buen tiempo a perpetuidad; es mejor poder guarecerse de la lluvia y del frío. Además, puede exponer más libros.

También hay tipos con estantería interior y exterior. Para especi- ficaciones detalladas de un ejemplo de estos vehículos, así como de los tipos «interiores» más comunes, véase el apéndice.

Las siguientes notas se refieren a un vehículo de «tipo interior». a) La entrada debe ser lateral y no posterior, para evitar el peligro

de que los lectores, especialmente los niños, se vean expuestos, al salir, a otros vehículos que pasen. Una puerta corrediza tiene dos ventajas : el vehículo puede acercarse a aceras altas, y es más fácil de manejar cuando sopla mucho viento.

b) Es necesario un mostrador pequeño para el personal, con espacio debajo para libros, cajones y aparadores, y el mejor lugar es exactamente detrás de la cabina del chófer. También puede montarse sobre ruedas una tabla que pueda correrse dentro de la cabina del chófer, cuando el vehículo esté en servicio (el chófer estará sentado detrás de ella, ocupado en prestar o recibir los libros), pudiendo correrse la tabla dentro del vehículo mismo cuando esté en marcha,

c) Los estantes deben fijarse a las distancias establecidas, aparte algunos que se reserven a las novelas, dejándose el resto para los demás libros, con espacio reservado a los libros mayores que los ordi- narios. La distancia exacta entre los entrepaños variará de un país

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a otro, según el tamaño corriente de los libros : en la Gran Bretaña, un espacio de 8 pulgadas entre los entrepaños, para las novelas, y de II pulgadas a I pie para otros libros, serán más que suficientes. Los entrepaños pueden ser inclinados, para impedir que el movimiento arroje los libros -si es así, el frente puede estar 1,s pulgadas más alto que la parte trasera, y el fondo de los estantes debe formar ángulo recto con los entrepaños; de otra manera, los cantos superiores de los libros padecerán. Es preferible una estantería de madera, bien diseñada, de construcción ligera, a la estantería de acero, que es más pesada en la mayor parte de los modelos y ocupa un poco más de espacio.

d) La iluminación natural y artificial y la ventilación deben ser adecuadas. Como el espacio debe usarse en la mayor medida posible para estantería, se obtienen luz y ventilación natural por medio de un sobretecho con aberturas laterales ajustadas a manera de ventanas engoznadas y de modo que, al ser abiertas, la lluvia no pueda entrar en el vehículo si se viaja con las ventanas abiertas.

Obténgase la iluminación artificial de las baterías del vehículo (en cuyo caso se adaptará una batería adicional) o por medio de alguna forma de gas portátil. Cuando un vehículo esté prestando servicio en distritos que cuentan con líneas conductoras de electricidad, pueden practicarse arreglos para encontrar en cada parada un «punto» eléctrico donde el vehículo pueda conectarse, llevando con este propósito unos ISO pies de cable apropiado enrollado en un carrete.

Si se dispone de esta fuente de energía, puede también aprovecharse para dar calefacción al vehículo.

e) Un calentador tipo Clayton (o similar) que extrae agua caliente del sistema de calentamiento del motor hacia un radiador posterior con un pequeño abanico eléctrico montado detrás, ha resultado satisfactorio en algunos vehículos, pero dejaría de serlo excepto cuando el vehículo viajara entre paradas.

También puede usarse el gas para la calefacción. Las estufas de combustión lenta han sido adaptadas asimismo en algunos vehículos.

f) El vehículo debe estar provisto de un claxon o sirena que emitan una nota alta característica, que se use para anunciar la llegada del vehículo y su parada.

g) Algunos de los vehículos más logrados tienen asientos adicionales, pero es dudoso que esto sea atinado, ya que se resta espacio a la estan- tería y a los lectores.

Para más detalles sobre los vehículos tipo, véase el apéndice.

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BIBLIOTECAS AMBULANTES RURALES - COSTO

Es imposible dar un cálculo exacto dc los costos capitales y de operación, pues éstos dependerán en gran medida de las condiciones locales (impuestos sobre venta de vehículos, impuestos de «carretera», costo del combustible, seguro, sueldos, etc.).

Para dar una idea solamente aproximada, en Inglaterra un vehículo de esta clase costaría cerca de 500 libras esterlinas el chasis, y entre 900 y 1.400 libras esterlinas por el cuerpo y adaptaciones,

Calculando que la distancia anual recorrida sea de 10.000 millas, el costo anual sería aproximadamente de 1.150 libras esterlinas, repar- tidas como sigue :

Sueldo del chófer. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Sueldo y gastos del bibliotecario ayudante. . . . . . . . . . . Combustible, aceite, garaje y mantenimiento (incluyen-

libras esterlinas 300 450

do llantas). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 200

Reserva en caso de depreciación. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 200

En los Estados Unidos se calcula que un vehículo medio, con un chasis ordinario y un cuerpo especial, costará entre 900 y 1.000 libras esterlinas; un vehículo mayor, con adaptaciones especiales, de 1.250 a 2.000 libras esterlinas. El costo anual de operación, manteni- miento, incluyendo el garaje, seguro y depreciación, fluctúa entre 200 y 300 libras esterlinas, sin contar el personal y la colección.

El elemento mencionado en último lugar, o sea la colección, debe incluirse desde luego en el presupuesto total del costo de un servicio de biblioteca ambulante rural. Un vehículo «usa)) un número consi- derable de libros -la cantidad variará mucho, según la magnitud de los lugares servidos y el intervalo entre las visitas. Por ejemplo, se sabe que un vehículo que sirva a distritos rurales densamente poblados, visitando cada lugar quincenalmente y haciendo 18 viajes de un día, absorbe 10.000 volúmenes, entre los libros prestados, la colección que queda en el vehículo, reservas, libros fuera de servicio temporalmente por estar en reparación o encuadernación, etc.

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CAPITULO VII

PRESTAMOS INDIVIDUALES

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E N la mayor parte de las zonas, el servicio impartido por sucur- sales, centros y bibliotecas ambulantes habrá de ser auxiliado

por alguno de los dos tipos de servicio personal -0 por ambos- que se mencionan a continuación: u) el servicio personal a aquellos a quienes no puede llegar el servicio ordinario, o a los que les sea posible utilizar convenientemente los puntos ordinarios de servicio; 6) el servicio personal a aquellos que tienen necesidades especiales que no pueden ser cubiertas de momento por sus puntos de servicio. Ninguno de estos dos tipos de servicio excluye el otro.

EL SERVICIO A LECTORES AISLADOS

Nuestro interés se dirige primero a las personas que viven lejos de sus semejantes -en granjas aisladas, islas, regiones montañosas, etc., en campamentos mineros y de construcción, faros, etc.- y a las cuales habrá que enviar libros utilizando toda clase de medios de comuni- cación y transporte. A donde lleguen embarcaciones, vehículos te- rrestres y aeroplanos, podrán también llegar los libros. Nuestra preo- cupación principal, empero, no es qué método de transporte puede usarse, sino el problema de cómo puede esa gente dar a conocer sus necesidades -problema doble, porque aunque la oficina central expedidora debe tener una buena idea de los libros que se necesitan, no cabe esperar, ni con mucho, que los lectores alejados de las bibliotecas y del mundo de los libros puedan saber cuál es el material disponible. En realidad, será extremadamente difícil para el bibliote- cario cerciorarse de que esos lectores en potencia saben siquiera que existe un servicio de biblioteca a su disposición. Lo ideal, siempre que fuera factible, sería que un bibliotecario encargado de reconocer el terreno visitara la región, estableciendo cuantos contactos pudiera, explicando el funcionamiento del sistema, dando una idea de los

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recursos, y descubriendo las necesidades, los gustos de los lectores y su capacidad de consumo. En la mayor parte de las zonas, esto tendrá que quedarse en ideal ; entonces, lo mejor será repartir profusamente circulares, seguidas de la distribución periódica de listas de lectura y boletines. Un país que tiene una provincia extensa, pero escasamente poblada, casi un desierto, utiliza un catálogo impreso con una colec- ción que representa de 3 a 4 mil títulos entre los cuales pueden elegir los lectores. Cuando se devuelve una remesa de libros, se incluye una lista, con el suficiente margen de opción, de los que se necesitarán después. Como esto quiere decir que los lectores estarán sin libros por algunos días, es mejor que las solicitudes sean enviadas de antemano y por correo, de modo que la nueva remesa llegue al lector antes de que devuelva la anterior. El catálogo se mantiene al día con suple- mentos publicados de tiempo en tiempo. Sin embargo, un catálogo de esta clase puede dar poca información acerca de cada libro, por lo cual resulta conveniente distribuir listas breves descriptivas sobre asuntos especiales, y de libros nuevos interesantes. Con una ayuda así, los lectores pueden disfrutar de una elección razonable, especial- mente si, como en este país, el «departamento de bibliotecas rurales» sostiene una correspondencia nutrida con cientos de sus lectores que hablan no sólo de los libros de que han disfrutado y de aquellos que quisieran tener, sino también de sus familias, sus casas y su trabajo. Sería grave error decir que ésa no es tarea propia del biblio- tecario, ya que, por el contrario, le ayuda a obtener comprensión y simpatía, sin lo cual no puede impartir un servicio eficaz, y, además, ayuda en forma amplia a demostrar al campesino aislado que su gobierno «distante» no se olvida de él, que «cuenta» en la economía nacional.

El costo del correo o transporte debe correr a cargo de la agencia bibliotecaria y no del lector individual -una de las razones es la de no ser justo que su servicio de biblioteca le cueste mas, tal vez mucho más, que a los que están ubicados ventajosamente; otra, que el costo puede ser para muchos lectores un impedimento o limitación del uso completo del servicio. Sin embargo, en cualquier servicio de esta clase tiene que resultar costoso el tiempo empleado por el personal, si éste ha de atender a pagos pequeños e innumerables que la oficina central tenga que hacer a las autoridades postales, etc., por paquetes enviados por correo, o al pago del servicio postal usado por los lectores. En consecuencia, con fines de economía, así como por otras razones, se recomienda que todos los países consigan que los libros que se envíen a los lectores tengan «franquicia postal», o cuando menos que la tarifa sea favorable. En los países donde el Estado contribuye a los

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gastos de la biblioteca, la franquicia postal es poco más que una cues- tión de contabilidad -de pagar con el dinero de un bolsillo en lugar del otro, con la «franquicia postal)), el pago será mucho menor.

El servicio personal a aquellos que acuden a las sucursales, cen- tros, etc., pero que necesitan libros que no se encuentran en su colec- ción local, puede impartirse en diferentes formas -por ejemplo, enviando los libros solicitados a sus sucursales locales, llevándolos en la biblioteca ambulante rural, etc. Es necesario el servicio postal cuando los libros se requieren con urgencia y no pueden esperar al ((intercambio)) más próximo o a la visita siguiente del vehículo. La práctica ha enseñado también que cuando un lector no utiliza una sucursal mayor que funcione todo el tiempo, sino tal vez un pequeño centro, lo mejor y más rápido es enviar la solicitud especial por correo, no al lugar de servicio, sino al domicilio del lector.

NECESIDADES ESPECIALES DE LOS LECTORES

Al mencionar este punto nos veremos desviados hacia otro más amplio -no cómo podemos enviar estos libros al lector, sino, en primer lugar, dónde los obtendremos; en otras palabras, en qué forma puede el servicio bibliotecario de una zona, de un Estado o nación, estar organizado de modo que el lector pueda obtener libros, sea cual fuere el lugar en que se encuentre, por especializados o «par- ticulares) que sean los títulos que desee. En esta organización existen varias etapas.

En primer lugar, se puede dar completa satisfacción a las necesida- des de un lector aislado o de uno que utiliza un centro o una sucursal pequeña, acudiendo a las colecciones de un sistema local mayor, del cual pueden formar parte el centro o la sucursal, o estar asociados con él. Como se ha insistido ya en todo este libro, las bibliotecas pequeñas no deben funcionar aisladamente. Este es uno de los motivos. Los sistemas de biblioteca pequeña no pueden poseer colecciones capaces de satisfacer muchas necesidades especiales. La única solución lógica es la formación de agencias mayores -zonas rurales grandes que abarquen las ciudades vecinas, sistemas «regionales», etc.

Cuando se da el caso de un sistema rural grande, generalmente éste tiene en su oficina lo que se llama (por falta de término más apro- piado) una «sección para estudiantes» -o sea una colección de libros, por lo general costosos, formada en parte con material demasiado especializado para poder ser de utilidad si se incluye en la colección

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ordinaria de las sucursales, etc., y en parte con libros -sobre temas educativos, científicos, tecnológicos, económicos, etc.- que tienen probabilidades de ser solicitados por los lectores aislados o por los centros, y justifican así su duplicación en la sección para estudiantes, aunque se encuentren también en las colecciones de los centros ordinarios de servicio, porque es más económico, rápido y efectivo estar capacitado para suministrarlos directamente que pedirlos a la colección de las sucursales. Esto se puede hacer, por supuesto, y con frecuencia se hace -porque en la oficina central rural se lleva un registro de los libros existentes que no sean novelas (o cuando menos, de los títulos menos comunes), en cualquier momento y en cualquier sucursal; es muy sencillo pedir a la sucursal que devuelva o que « reserve » el título en cuestión- sencillo, pero no rápido por lo general, ni económico en lo que se refiere al tiempo empleado por el personal.

(Entre parentesis, podemos decir que el bibliotecario prudente hace una relación, en sus cálculos, de los costos respectivos del suministro de libros y del trabajo del personal, y sabe que es una falsa economía ahorrar en lo primero a costa de lo segundo -pongamos por caso que cuesta dos o tres chelines de tiempo empleados por el personal dos o tres veces al año ((solicitar que sea devuelto un libro» de la colección de la sucursal, siendo mucho más barato comprar un ejemplar más a la primera ocasión.)

En un sistema urbano-rural incorporado al sistema de una gran ciudad, los recursos más amplios del segundo, a disposición de los lectores urbanos y rurales, en gran parte harán las veces de una ((sección para estudiantes» rural, con la economía resultante, ya que mientras más gente pueda utilizar una colección, más barato resultará el servicio.

En sistemas que no incluyen grandes agencias unidas sino que, en lugar de esto, existe en ellos una cooperación de servicios independien- tes menores, no es, desde luego, imposible tener esas «secciones para estudiantes» y depósitos de colecciones más especializadas. Resultará que el elemento mayor de una combinación podría formar una sección de esta clase en beneficio común, ya sea con la ayuda económica de los otros elementos participantes, o con una concesión hecha espe- cialmente para este propósito por la agencia estatal 0 nacional. Como alternativa, las bibliotecas en los sistemas cooperantes deben mantener, en un lugar determinado, un catálogo central de las existencias de libros que no sean novelas, para permitir el préstamo interbiblio- tecario.

En segundo lugar, puesto que ni siquiera un sistema local urbano-

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rural bien organizado será capaz de cubrir muchas de las demandas más especializadas, debe existir un medio de transferir éstas a depó- sitos mayores o más especializados. Tenemos el caso de la agencia bibliotecaria estatal (que veremos más tarde), la cual puede tener su propia (sección para estudiantes» central -0, tratándose de un Estado extenso, establecer centros regionales como un paso intermedio. La agencia bibliotecaria estatal deberá asimismo suministrar una oficina central, con los catálogos centrales necesarios, que permitan la localización y obtención de materiales especializados; como alternativa, puede auxiliar a otra agencia a procurar esa oficina. En un país, cuando menos, se ha desarrollado un sistema de cooperación de amplitud nacional. El país está dividido en regiones, cada una dotada de su oficina regional correspondiente, en la que se lleva un catálogo central de los libros -que no sean novelas- existentes en todas las bibliotecas públicas y en muchas privadas de la región. Si no puede facilitarse un libro por este medio, se transmite la solicitud a una oficina central nacional, a la que le cabe apelar: 10 a sus propios recursos, 20 a otras oficinas regionales, y 30 a un número de biblio- tecas especializadas cooperantes.

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Los hospitalizados, jóvenes y viejos, tienen tiempo de sobra para leer.

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La biblioteca de un barco como parte de un servicio bibliotecario nacional.

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CAPITULO VIII

LA ORGANIZACION Y LOS METODOS DE LAS BIBLTOTECAS RURALES

E N este libro ha sido necesario abarcar todos los tipos de unidad de servicio bibliotecario y aceptar el hecho de que existen -y

seguirán existiendo largo tiempo- muchísimas autoridades bibliote- carias pequeñas. A pesar de que la experiencia demuestra las ventajas de los grandes sistemas urbano-rurales, que comprenden tanta gente y una zona tan grande como puedan hallarse incluídas naturalmente en el alcance de un sistema administrativo y distributivo que, ade- más, puede ejercer un control local y hacer una relación auténtica de las necesidades locales. La extensión y naturaleza de ese sistema idcal fluctuará considerablemente según las circunstancias locales, pero su organización debe, por regla general, adaptarse a un modelo básico.

LA OFICINA CENTRAL RURAL

Para el sistema tipo de la oficina central se necesitan locales que incluyan los siguientes departamentos :

I. Departamento administrativo -formado por empleados que se ocupen de asuntos del personal, registros, finanzas, proyectos de desarrollo, etc.

II. Departamento de adquisiciones y de catalogación. III. Una biblioteca pública que imparta servicio a la población

local de la ciudad donde esté ubicada la oficina central. Si las autori- dades de la ciudad suministran una biblioteca urbana independiente, no existe entonces la necesidad de este departamento, siempre que la biblioteca urbana imparta servicio a los visitantes no residentes en la ciudad.

IV. Departamento de referencia y centro bibliográfico, capaz de contestar preguntas de todas clases, hechas por gente de toda la zona servida, y también de dar información acerca de obras para uso del público y del personal. Los servicios de referencia e información no

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deben ser prerrogativa del morador urbano; la gente del campo tiene la misma necesidad de un buen servicio de referencia al cual poder dirigir consultas, ya sea directamente, ya por medio de las sucur- sales locales, etc., y del cual se envíen las respuestas, o libros que puedan darlas, o extractos o copias fotográficas de extractos de libros. Si no existe una biblioteca urbana de referencia adecuada, el depar- tamento rural debe también impartir servicio a la población local. Por el contrario, si existe dicha biblioteca, se deben tomar medidas para evitar la duplicación de esfuerzo y de recursos. Éste es un argumento convincente para que exista una organización urbano-rural unificada.

v. Sección para estudiantes -cuya función principal se ha expli- cado ya. Tendrá en general la responsabilidad adicional de los prés- tamos interbibliotecarios, suministrando colecciones de libros para adultos, etc., y reuniendo y suministrando libros para exposiciones especiales y préstamos de obras sobre asuntos especiales.

VI. Departamento de distribución -de donde se envíen libros a las sucursales locales y centros para los intercambios globales. De aquí también se surtirán los vehículos que operen desde la oficina central.

LOS INTERCAMBIOS GLOBALES

Las colecciones para préstamos globales y las «secciones para estu- diantes» se manejan mejor cuando están dispuestas en estantes por separado.

Para los cambios globales se necesitan buenas reservas. Las tareas de intercambio se repartirán necesariamente durante el año con tanta equidad como sea posible; habrá un movimiento constante de libros que entran y salen del departamento, y debe ponerse especial cuidado en el triple problema de asegurarse de que la selección remitida está bien proporcionada y en buenas condiciones, que los centros y las sucursales pequeñas no reciban libros que han devuelto recientemente, y que la manipulación de los libros se. reduzca al mínimo. Un método sencillo de trabajar con pequeñas cantidades es ordenar en una mesa los libros devueltos, cotejar y marcar los registros de los libros en «remesas, separar los volúmenes que necesiten reparación, etc., y cualquier título que ya no sea de utilidad. Complétese la cantidad necesaria con títulos nuevos, incluyendo libros que puedan ser propios para el nuevo centro, al cual se pueden enviar después de anotados en el registro correspondiente de remisión.

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Por supuesto, este método simple se aplica solamente cuando los centros en cuestion reciben el mismo número de libros -que es un argumento en favor de la adopción de unas cuantas unidades de tamaño medio, mejor que intentar obtener una proporción matemá- tica entre la población y las colecciones de los centros.

Para evitar que los mismos títulos sean enviados dos veces, llévese un registro de los libros enviados a cada centro y cotéjese cada nueva remesa con el registro. Esto representa una notable cantidad de trabajo, y es menos costoso y más sencillo correr el riesgo de enviarlos sin cotejar; hay pocas probabilidades de que se envíen más que unos cuantos libros innecesariamente, y, si se presentara el caso, esos libros podrían ser devueltos, y sus substitutos remitidos por correo. Otro método consiste en preparar por separado colecciones de inter-

. cambio totalmente diferentes, y enviar esas colecciones por turno a los diversos centros. Es ésta una buena idea mientras se aplique con prudencia, porque, evidentemente, resultará cada vez más difícil, a medida que los libros necesiten de reparaciones, etc., conservar el contenido primitivo de cada colección.

INTERCAMBIO ENTRE SUCURSALES

Las colecciones de las sucursales suelen cambiarse parcialmente, de tiempo en tiempo, y en ese caso el sistema de colecciones diferentes es útil hasta cierto punto.

El cambio total no es impracticable si hay dos o más sucursales con el mismo número de volúmenes. Si se opta por el cambio total, los libros de cada sucursal deben llevar una marca claramente distintiva (por ejemplo, una etiqueta de color diferente), y la única referencia a la ubicación de la sucursal se hará en la papeleta de fecha colocada en la guarda, de donde puede retirarse fácilmente (los plazos pueden ser de cuatro a cinco años) - se hará en dos etapas. En primer lugar, cada libro de la sucursal A será enviado a la sucursal B, y viceversa, sustituyéndose las papeletas de fecha por otras nuevas; asimismo se transferirán los catálogos (gran ventaja de este sistema, ya que unas pocas operaciones de este tipo suponen menos tiempo que el em- pleado en la revisión constante de los catálogos para llevar al día los cambios de la colección).

En segundo lugar, los libros que estuvieran prestados en la fecha en que se efectuase el cambio, deberán dejarse aparte y ser enviados a la otra biblioteca en el momento debido.

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EL REGISTRO DE LOS PRESTAMOS RURALES

Los registros deben reducirse a su expresión mínima compatible con la eficiencia. Cada registro que se lleve representa un gasto de trabajo humano; por lo tanto, el bibliotecario realista debe preguntarse, a propósito de cada registro, qué sucedería si no se llevase. Cuales- quiera que sean las razones, la experiencia del autor es que en los servicios recientes de biblioteca -y en las bibliotecas pequeñas- hay tendencia a adoptar procedimientos mucho más detallados y rigu- rosos de los realmente necesarios, como, por ejemplo, adoptar toda clase de «salvaguardias» cuyo valor se verá reducido por la experiencia, o hacer ((estadísticas» detalladas que no tienen ningún fin práctico. Recuérdese que cuanto más reducido y reciente sea un sistema biblio- tecario, de menos tiempo dispondrá el personal para operaciones que ~ no sean esenciales.

Con todo, los bibliotecarios rurales están de acuerdo en que, aparte de los datos del catálogo y bibliográficos, son necesarios los siguientes registros :

La oficina central rural debe saber : u) Qué libros existen en todo el sistema; D) Qué libros se encuentran en cada centro de servicio; c) En qué centro de servicio se encuentra cualquier título que no

sea novela, en cualquier momento. Y cada centro de servicio debe saber : a) Qué libros tiene en su colección; b) Qué lector tiene cada libro que está prestado. Por consiguiente, en la oficina central debe haber dos fichas, y es

mejor utilizar las fichas corrientes de 12,5 cm. x 7,5 cm. para dichos registros. Un registro completo se arregla en el orden mejor posible (de acuerdo con el sistema de catalogación, etc.) -por autores, alfabético o clasificado. La localización de cada libro que no sea novela se anota, cuando sea necesario, en su ficha correspondiente. El duplicado de la ficha se conserva en el libro mismo cuando éste se encuentre en la oficina central; cuando el libro es enviado a un centro de servicio, su ficha se intercala en el catálogo correspondiente a los demás libros en el centro de servicio.

Cuando el libro es remitido, lleva consigo dos fichas -una de 12,5 cm. x7,5 cm., de catálogo, y otra de «préstamo». Cuando llega al centro o sucursal, el bibliotecario local retira la primera ficha y la intercala, junto con las correspondientes a los otros libros, consiguién- dose así un catálogo completo de los libros en existencia. La otra ficha queda en el libro hasta que éste sea prestado; entonces se retira

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y se une a la tarjeta del lector. De todas las controversias que de cuando en cuando agitan los medios bibliotecarios, ninguna iguala en virulencia a las comparaciones entre los sistemas de préstamo. A pesar de lo cual, después de estudiar innumerables sistema, desde el pre- histórico libro mayor escrito hasta el sistema «fotográfico», el autor sugiere humildemente que el sencillo sistema de tener una ficha para cada libro y una o más tarjetas para cada lector, y poner juntas ficha y tarjeta cuando el libro y el lector se junten, es el mejor, el más simple, y satisface todos los requisitos.

EL PERSONAL DE LA OFICINA CENTRAL RURAL

Entre el personal de la oficina central de un sistema rural bien desarro- llado deben figurar unos pocos especialistas -por ejemplo, encargados del servicio de referencia e información, del servicio para niños y escuelas, educación de los adultos, servicios para los jóvenes, música, etc. También es aconsejable el empleo de un funcionario especialmente calificado para la contabilidad, y de un secretario. Esto puede aplicarse a todo sistema bibliotecario de cierta magnitud; no tiene objeto emplear bibliotecarios profesionales en esta clase de trabajos, como se hace con frecuencia, sobre todo porque lo más probable es que no estén capacitados para realizarlos satisfactoriamente. En cualquier sistema extenso deben emplearse personas que no sean bibliotecarios para que se encarguen del entretenimiento de los locales, etc. (obras de reparación, construcción y adaptación, etc.) y de los vehículos.

Sin embargo, fuera de los especialistas que acabamos de mencionar, debe existir una intercambialidad razonable entre cl personal de la oficina central y el de los centros de servicio en el campo ; de ese modo, cada uno de los dos elementos podrá comprender mejor los problemas del otro, y se evitarán la centralización excesiva y el ccontrol remoto».

LA DESCENTRALIZACION RURAL

En los sistemas rurales mayores se ha adoptado la descentralización, se han establecido oficinas locales desde las que se imparte servicio a los centros y sucursales en la zona circunvecina, provistas de colec- ciones de intercambio y supervisadas por el personal de las oficinas

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locales. El sistema tiene muchas ventajas : lleva personal competente a un radio rural más amplio; el costo del transporte y del personal que atienda a las sucursales y los centros puede reducirse en gran parte; las oficinas locales pueden proporcionar, en ocasiones, personal para sucursales de servicio parcial en las cercanías. De ordinario, la oficina local proporciona un servicio general de préstamo y consulta a la población en que está ubicada, lo cual permite poner al servicio colecciones mejores que las que pudieran ser posibles en otra forma. Las bibliotecas ambulantes rurales generalmente tienen su centro en una oficina local regional. Las desventajas principales del sistema -que se hallan compensadas con creces por sus méritos- son que absorbe más material, con lo que es necesario mantener depósitos de reserva para distribución, y resulta difícil y más lento localizar deter- minados libros que pudieran ser solicitados en la oficina central, pues los catalogos de la oficina central mostrarán solamente que un libro está en la zona de la oficina local, sin indicar el centro de servicio en particular en que se encuentre; este dato se obtendrá en el catálogo local. A propósito, como éstas se llaman por lo general bibliotecas «regionales» y sistemas «regionalesu, los lectores deben tener cuidado de no confundirlas con los ((sistemas regionales» que cubren grandes territorios y que son la división de un Estado y no de una municzpalidad.

LOS SISTEMAS REGIONALES

Un sistema regional, en el sentido que el término implica aquí, puede ser suministrado según el caso :

u) Por varias ((municipalidades)) y otras autoridades locales incor- poradas para estos fines, con un cuerpo mixto de gobierno ;

b) Por un ((gobierno regional», tal vez designado expresamente para este fin, pero que puede estarlo para ejercer el gobierno general de la región o para desempeñar alguna función gubernamental especí- fica, a la cual puede añadirse con ventaja el suministro de la biblio- teca ;

c) Por el propio organismo de bibliotecas nacional, cuando repre- sente de hecho una ((descentralización)) del suministro estatal.

Como quiera que esté dotado el mecanismo administrativo, no se diferenciará esencialmente del de una municipalidad grande -con oficina central, oficinas locales, sucursales, centros, bibliotecas ambu- lantes, etc., y el servicio será más 0 menos el mismo.

La diferencia estriba en la distribución. La mayor parte de los

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centros de servicio serán pequeños y distantes; habrá tal vez más seguridad en los «servicios personales» y en 13s bibliotecas ambu- lantes. Los períodos entre las visitas de los vehículos, intercambios de los centros, etc., pueden ser más largos, lo que querrá decir que se hace necesario un número mayor de libros por lector. Habri con frecuencia grandes extensiones de territorio que serán difíciles de alcanzar ordi- nariamente durante todo el año -lo que puede requerir la creación de centros mayores para comunidades relativamente pequeñas. Es muy cierto que la proporción de la ayuda estatal será necesariamente más elevada; ademas, como la extensión del territorio será amplia, el tipo de comisión bibliotecaria apropiada para un sistema más compacto (o sea uno en el que estén debidamente representados los

diversos elementos locales) será impracticable; debe haber más segu- ridad tanto en los encargados como en dichos representantes del pú- blico, ya que así se podrá ejercer una supervisión general, de manera más conveniente y con mayor eficacia, en las oficinas centrales y locales. En cambio -como es esencial que el servicio regional se adapte a las necesidades de la gente cuyas condiciones de vida probablemente variarán dentro de la región-, el personal de la biblioteca debe contar con un número suficiente de ((bibliotecarios en misión» que recorran la zona (tal vez con las bibliotecas ambulantes rurales) tan amplia y frecuentemente como sea posible.

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CAPITULO IX

AGENCIA; Y COOPERACION ESTATALES

H EMOS mencionado, en una sección anterior, las funciones y constitución de las agencias estatales. Ahora, habiendo exami-

nado algunos de los problemas prácticos y oportunidades de las bibliotecas locales, rurales y regionales, nos preguntaremos : < Qué resta por decir sobre las actividades de las agencias estatales, especial- mente cuando se trata de agencias locales ? 2 Qué deberá hacer el Consejo estatal de bibliotecas una vez que ha sido designado ?

EL PERSONAL

Ante todo, debe preocuparse de que sus propios miembros -y muy especialmente los principales- posean la aptitud necesaria. No se trata de comparar ni dar una jerarquía al bibliotecario estatal con respecto a los bibliotecarios de los grandes sistemas urbanos o rurales; éstos también requieren los mejores elementos, y la administración de un servicio de biblioteca rural puede atraer con más fuerza y al mismo tiempo ofrecer compensaciones equivalentes 0 tal vez mejores a la mayor parte de los bibliotecarios capacitados de la nación. Sin embargo, el bibliotecario estatal tiene grandes responsabilidades, necesita visión, capacidad directiva, habilidad organizadora y ese tipo de personalidad que le permita entablar buenas relaciones con los bibliotecarios, así como con los miembros de los gobiernos, inspirar entusiasmo e introducir sus procedimientos cuando éstos sean los indicados, evitando hasta donde se pueda la fricción y el antagonismo. Sobre todo, debe merecer el respeto que los demás bibliotecarios ten- drían solamente al hombre que conoce su misión tan bien como cualquier otro ; cuando sea posible (excepto en caso de que los servicios de biblioteca se hayan iniciado recientemente), deberá ser un wete- rano)) y haber tenido experiencia práctica en la materia.

LA AYUDA ESTATAL A LAS AGENCIAS LOCALES

En segundo lugar, el desarrollo a través del Estado deberá tener como base un reconocimiento minucioso de las condiciones, consultas

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directas a las autoridades locales y a grupos y organizaciones represen- tativas, y un concepto claro de los objetivos que han de alcanzarse. Los planes del servicio de extensión deben prepararse con etapas progresivas, dándoles una flexibilidad tal que puedan aplicárseles las lecciones de la experiencia sin provocar desajustes y aprovechar cualquier oportunidad local o nacional, siendo al mismo tiempo, sin embargo, tan concretos que todos los interesados puedan saber a qué altura se encuentran, qué ayuda pueden esperar y qué res- ponsabilidades implican.

Esos planos deben conducir al progreso del servicio y asegurar su continuidad. Esto tiene más probabilidades de lograrse si se examinan cuidadosamente los intereses y posibilidades respectivas de las auto- ridades locales y estatales; en otras palabras, si el Estado no esperi mucho de la autoridad local, ya sea en entusiasmo, ya en ayuda econó- mica. Por ejemplo, es inútil iniciar un servicio local con una subven- ción elevada que puede ser retirada o reducida antes de que la autori- dad local pueda o quiera aportar no ya la diferencia, sino también la suma adicional necesaria para ampliar el desarrollo. Esto no quiere decir ni que nunca se concedan las debidas subvenciones, por temor de que impulsen a las autoridades locales a contar dema- siado con la ayuda concedida, ni que, por el contrario, las autori- dades locales, al contar con una ayuda continua, descuiden sus propias responsabilidades. A las autoridades locales puede hacérseles reconocer que deben aportar su propia participación convenida, que ha de mantenerse permanentemente, de acuerdo con una escala móvil apropiada.

En algunos paises, sin embargo, los gastos locales de las bibliotecas son facultativos y dependen enteramente de la decisión del consejo local, y generalmente no es legal que los consejos locales se anticipen a los deseos de sus sucesores, tomando medidas para un largo período. En consecuencia, las únicas precauciones contra la carencia local son : u) promulgar una legislación estatal terminante, destinada a permitir la conclusión de contratos a largo plazo y a darles efectividad, y b) lo que es mucho mejor en todos los respectos, conceder una ayuda económica inicial bastante para crear bibliotecas verdaderamente buenas, cuando puede confiarse en que el público insistirá en que se mantengan. En cuanto al otro factor -la incapacidad económica-, hay que encararse de lleno con la verdad escueta : el Estado no debe niciar ningún proyecto para apoyar suficientemente el cual no este preparado, a fin de asegurar de manera permanente la eficiencia del mismo. En otras palabras, debe estar preparado para continuar indefinidamente el mejoramiento de las deficiencias propiamente

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locales, y así la agencia estatal debe exigir la ayuda suficiente de los fondos del Estado.

En lo anteriormente expuesto hemos venido refiriéndonos a las subvenciones para «entretenimiento»; es decir, las subvenciones des- tinadas a sufragar los gastos anuales de personal, edificios, mante- nimiento de la colección, etc. Las subvenciones para fines «capitales» son aun más importantes. En rigor, si las concesiones capitales son adecuadas, sería con frecuencia practicable adoptar una propor- ción permanente de subvenciones estatales para entretenimiento, verbigracia, determinado porcentaje de los gastos locales, porcentaje que se determinará según la capacidad económica local. En esta forma, a medida que vaya desarrollándose el sistema de bibliotecas, ambas partes, la autoridad local y la estatal, suministrarán más dinero. Las concesiones capitales, hay que repetirlo, son de lo más importante. Como ya queda dicho, los gastos locales de las colecciones tienen que hacerse constantemente; los correspondientes al edificio y a la adaptación de los locales, los accesorios, el equipo, los vehículos, etc., se hallan en el mismo caso. Parte de esos gastos capitales aumentará de tiempo en tiempo, a medida que el sistema se extienda, y -si el sistema es lo suficientemente grande- una buena proporción de tales gastos puede tomarse de la renta anual. La biblioteca, empero, debe empezar con los recursos necesarios, y, a la larga, es un error obtener éstos por medio de préstamos, pues el pago de los mismos y de su interés anual pueden constituir una obligación muy onerosa. Demasiadas autoridades bibliotecarias hay ya en el mundo tan cargadas de deudas, que les es imposible comprar los libros gracias a los cuales, exclusivamente, tendrían utilidad los edificios de las bibliotecas.

EL SUMINISTRO DE LIBROS

En tercer lugar, la agencia estatal debe obtener los mejores resultados de sus gastos propios, y, desde luego, de los locales. La reglamenta- ción de las concesiones, la inspección y demás medidas de supervi- sión y asesoramiento conseguirán mucho; pero el problema, en última instancia, está en la colección misma. El valor de un servicio de bibliotecas depende absolutamente de la calidad de la colección que se suministra y utiliza. La cuestión no tiene nada de sencilla, y es por demás pretender lo contrario. Las autoridades bibliotecarias locales deben disfrutar de una libertad máxima; nadie se opone más abierta-

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mente que el que suscribe a que alguien imponga su voluntad en cuanto a lo que la gente debe leer. El principio básico orientador de su filosofía de la profesión bibliotecaria es que la biblioteca pública debe significar una oportunidad libre y completa para el individuo. Sin embargo, queda en pie el hecho, al que no hay modo de substraerse, de que, si se las deja entregadas a sí mismas o incluso a la mayoría de las autoridades locales, no se sigue de ello que hayan de procurar el mejor material, ni que pongan, en rigor, a disposición de sus lectores esa oportunidad enteramente gratuita. Con esto se plantea el dilema : dejarlas solas -y tal vez no cumplan su misión- o hacer que cumplan su misión- y entonces tal vez pierdan interés y se resientan de la intromisión. El problema no es grave cuando se trata de autori- dades mayores con representación profesional competente; en cambio, con las autoridades menores, que formarán siempre la mayoría, el problema es real. Por tanto, estamos decididamente por las sub- venciones «en especies», y no en substitución de la ayuda eco- nómica, sino como complemento importante de la misma. Cada autoridad local debe compartir una parte substancial de los fondos destinados a la compra de libros, y poder disponer de ella libremente. Además, tiene que hacer colecciones, suministradas y seleccionadas por la agencia estatal, a disposición de las autoridades locales menores. Asi, por ejemplo, en un país, cuando menos, la agencia bibliotecaria * nacional presta libros a todos menos a las autoridades máximas. Esto se hace gratuitamente. Los libros se cambian con frecuencia, y el número prestado es proporcional a la población servida, de acuerdo con una escala móvil que proporciona más libros por cada cien habi- tantes a los lugares menores, y menos a los más grandes. Estos présta- mos tienen otro fin, aparte de asegurar que algunos libros útiles y representativos lleguen a todos los centros de servicio. El bibliotecario y el lector de todos los servicios locales tienen libertad para solicitar cualquier material que necesiten; pero lo cierto es que los biblioteca- rios y los lectores de los lugares menores no tienen manera de saber qué materiales hay en existencia. En otras palabras, no pueden realizar una selección verdaderamente proporcionada, porque carecen de la información bibliográfica necesaria. Al aquilatar esta limitación, en algunos países se ha tomado como medida la publicación de listas seleccionadas de «libros para pequeñas bibliotecas)). Esto es mejor que carecer en absoluto de guia, pero su efecto final es proveer a muchas bibliotecas de la misma colección reducida, entresacada de un surtido rico y variado de material. Es mucho mejor que el Estado proporcione la selección más amplia posible, y se asegure de que circula libremente por la totalidad del sistema de bibliotecas.

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PRESTAMO DE PERSONAL

La agencia bibliotecaria nacional de que ya hicimos mención lleva a cabo algo más que es digno de ser imitado : presta técnicos capa- citados a las autoridades locales, para ayudara éstas a iniciar o reor- ganizar sus sistemas de biblioteca. Aun cuando todas las bibliotecas deben contar con un bibliotecario capacitado, esa ayuda no deja de presentar ciertos méritos. Es posible que la persona enviada por la oficina central posea experiencia, personalidad y entusiasmo mucho mayores que lo que pudiera esperarse ordinariamente de un biblio- tecario empleado por una autoridad pequeña; puede llevar las cosas como es debido y dar cima a una labor radical y realista que tal vez un empleado local no se atrevería a hacer -todo ello de manera que no se enajene la buena voluntad y el interés. Además, en el caso de un sistema necesitado de reorganización, podría suceder que el bibliotecario local, que seguirá ocupando su puesto cuando el «visitador» se vaya, careciese de la experiencia necesaria, pero que aprenda mucho mientras tanto, lo cual le servirá de ayuda para el futuro.

LOS SERVICIOS CENTRALES

En cuarto lugar, la agencia estatal debe hacer todo lo posible por evitar y reducir la duplicación innecesaria del trabajo, que surge ine- vitablemente cuando varias personas tratan de ejecutar, cada cual por su lado, tareas que podrían realizarse satisfactoriamente si se siguiera un sistema central 0 cooperativo. La catalogación y clasificación central de los libros constituye un ejemplo evidente; es fantástico que centenares de bibliotecarios centrales, que tienen tareas de ejecución mucho más urgentes, cataloguen las adquisiciones de su colección, cuandoel trabajo puede hacerse para todos y cada uno cn la agencia central. Existen otros ejemplos numerosos, como el caso de la pro- ducción central de listas de libros, material de publicidad (carteles, etc.). Muchos procesos rutinarios, y el papel oficial, las formas y equipo necesarios pueden uniformizarse con ventaja. Así, por ejemp!o, si todas las bibliotecas utilizan el mismo sistcrnl de préstamo y registro, la misma clase de credenciales para los lectores, etc., no solamente se consigue un servicio válido cn todas partes, sino que puede resultar

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un ahorro considerable mediante la centralización en la compra de papeletas y equipo.

OTRAS ACTIVIDADES DEL ESTADO

2 Qué más debe hacer la agencia estatal ? Como ya se ha hecho notar, debe insistir en que todas las autoridades locales empleen un personal capacitado propiamente, y esto significa que se adoptarán condiciones mínimas de capacitación y certificación. También quiere decir que el Estado debe asegurarse de que existen facilidades para la preparación y certificados del personal profesional. Si es necesario, debe sumi- nistrar o auxiliara escuelas de capacitación adecuadas. Si lo extenso del Estado (o nación) hace necesaria la existencia de más de una escuela de capacitación, decididamente lo mejor es que la educación profe- sional sea impartida por agencias educativas independientes de la agencia estatal, como son las escuelas universitarias 0 escuelas patro- cinadas por asociaciones de bibliotecarios. En rigor, esto es de desear también en el caso de la agencia de capacitación única en el Estado. Las escuelas de bibliotecarios que pueden funcionar con autonomía respecto del Estado tienen mayores probabilidades de conseguir inde- pendencia y amplitud de puntos de vista -correctivo valioso a cual- quier tendencia de imponer una pauta uniforme para el desarrollo de las bibliotecas. Sin embargo, la responsabilidad de asegurar el personal capacitado suficiente debe recaer sobre el Estado.

La agencia estatal puede también publicar manuales compen- diosos de práctica bibliotecaria. En cada Estado debe existir siempre una asociación de bibliotecarios debidamente organizada; como sus actividades redundarán en beneficio de todos los interesados por la extensión bibliotecaria, la agencia estatal podría muy acertada- mente subvencionar el trabajo de esa asociación -aunque no deberá intervenir de ningún modo en su libertad de pensamiento y de acción.

Se ha hecho mención de proyectos ((modelo» sostenidos especial- mente con subvenciones estatales y auxiliados con la orientación de expertos. El ideal sería que todos los proyectos fueran una demostra- ción del valor del servicio bibliotecario ; la función particular de los proyectos modelo, en el significado que damos aquí a estos términos, es mostrar a las autoridades bibliotecarias de todas partes todo lo que puede conseguirse por medio de la organización y de la admi- nistración, y enseñar a los bibliotecarios métodos lógicos de funciona-

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miento. Esos proyectos son muy valiosos; mas, para que puedan cumplir su misión múltiple, deben ser practicables en todos sus aspectos dentro de la zona particular elegida, como ocurre con el costo, que debe ser tal que la autoridad local pueda fácil- mente cubrir su parte. De no ser así, las otras autoridades locales podrían decir : (( Eso es muy interesante, pero cuesta más de lo que podemos pagar. )) No es necesario precisar que deben elegirse zonas «tipo».

LA COOPERACION

El pueblo de una nación solo puede disfrutar de un servicio de bi- bliotecas completo, rico, variado, eficaz y económico, si existe coope- ración completa entre los muchos y diversos elementos, de modo que se compartan los recursos y la experiencia en beneficio común y se evite la duplicación innecesaria del esfuerzo. Hemos tratado ya de los aspectos más importantes de la cooperación, o sea el intercambio, el préstamo recíproco de las colecciones; pero hay otros asuntos que trataremos en esta sección.

Ante todo debe entenderse con claridad que la cooperación no se reduce a una ayuda mutua entre las bibliotecas públicas. Un sistema completo de cooperación nacional debe incluir una gran cantidad y variedad de bibliotecas de otra índole. Cada biblioteca debe pensar primero en su misión especial, en las necesidades de aquellos que la suministran y para servir a los cuales existe. En consecuencia, ninguna biblioteca universitaria o de investigacibn, ninguna biblioteca profe- sional puede esperarse que perjudique a su propia labor prestando ayuda al lector en general por medio de la biblioteca pública. Con todo, mucho es lo que puede conseguirse sin prevenciones, y, en cambio, la biblioteca de carácter no público puede obtener ciertas compen- saciones.

Es imposible trazar una línea divisoria entre el material propio de las bibliotecas especializadas y el que es propio de las bibliotecas públicas que han pasado por un proceso de desarrollo. Estas últimas deben estar en condiciones de proporcionar todo lo que algún lector no pueda obtener mejor o más fácilmente de las primeras; muchas personas que tienen necesidades especiales tal vez infrecuentes no necesitan el acceso a las bibliotecas especializadas en cuestión; los terrenos de interés común son ilimitados. El punto de vista estrecho de que la

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biblioteca pública no debe facilitar materiales especializados, redun- darfa en que muchas personas habrían de prescindir de materiales con que deberían contar para satisfacer sus propios intereses y los de su comunidad o nación. El punto de vista opuesto, de que la biblioteca pública debe estar dispuesta a facilitarlo todo, conduciría solamente a una duplicación inútil. La solución correcta está en la cooperación total entre las agencias de bibliotecas públicas y las de bibliote- cas especializadas, permitiendo a cada una de ellas, siempre que resulte necesario, hacer uso de los recursos de la otra. Los sistemas de catalogación central estatal deben, por este motivo, abarcar tanto las bibliotecas públicas como las no públicas.

Volviendo a la cooperación interior entre las bibliotecas públicas : A más del préstamo de libros entre bibliotecas, las tarjetas de lector

deben facilitarse en cualquier biblioteca a la que cualquier lector pueda asistir, sin importar dónde resida, porque le sea más conveniente o porque determinada biblioteca puede satisfacer sus necesidades parti- culares mejor que tal otra. La validez de las tarjetas en todos los centros de, servicio es especialmente útil en el caso de : a) zonas urbanas servidas por más de una autoridad bibliotecaria, y cuando los límites arbitrarios de las autoridades locales no guardan mucha relación con el movimiento de público, o b) cuando los distritos rurales y los suburbios están servidos por autoridades bibliotecarias dife- rentes de las de la ciudad o población que sea el centro natural -ya que, de otra forma, la gente de los primeros no tiene acceso a colec- ciones adecuadas.

La cooperación entre las bibliotecas será más fácil si se adoptan métodos uniformes y modelos únicos (como pueden ser tarjetas de la misma forma y tamaño). Algunas medidas de uniformidad pueden imponerse desde arriba -pero debe haber la menor interferencia posible en la libertad local de acción, pues la uniformidad rígida es incompatible con los ensayos y, por lo tanto, con el mejoramiento del servicio. En general, los métodos comunes se elaboran mejor por medio de consultas entre los bibliotecarios de todas las bibliotecas de una región determinada -que no sea muy extensa, pues entonces las reuniones frecuentes serán impracticables. Esas comisiones mixtas de bibliotecarios conseguirán algo mucho más importante que la simple adopción de técnicas comunes. Pueden compartir sus expe- riencias, enterarse de los recursos de los otros, hacer esquemas para la división del trabajo y planear sus servicios de modo que se consiga uno de amplitud máxima y, paralelamante, condiciones mínimas satisfactorias. La consulta es particularmente útil cuando se trata del suministro y situación de los centros de servicio. Con la validez de las

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tarjetas de lector en todos los centros, dos sucursales cuidadosamente situadas, por ejemplo, podrían dar al público un servicio mejor y menos costoso que tres o cuatro situadas sin consultarse previamente.

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CAPITULO X

SERVICIO A CATEGORIAS ESPECIALES DE LECTORES

LOS NIÑOS

E N el curso del presente volumen se ha dado por hecho que los ser- vicios de biblioteca deben ser impartidos en bien de todas las

clases y edades -para los niños tanto como para los adultos. Nadie negará la importancia de enseñar y estimular a los niños a hacer uso de los libros, y de proporcionarles material de lectura en forma amplia y adecuada. Siempre que el interés puesto en el niño no nos lleve a extremos como, por ejemplo, descuidar el servicio a los adultos, tendrá ventajas prácticas y sentimentales -csentimentales)), porque la experiencia enseña que a veces es más fácil obtener fondos para impartir servicios a los niños, que para un desarrollo de carácter más general. Lo que vamos a discutir aquí, empero, es la mejor forma en que podemos dar servicio a los niños -aunque observemos primero que el material para los niños debe ser más amplio que para un número equivalente de población adulta, por dos razones : una, que, por lo general, un porcentaje más elevado de la población infantil estará formado por lectores activos; la otra, que los niños son más voraces; leen con mayor rapidez, tienen más tiempo libre para leer y echan mano de más libros.

Hay dos corrientes de pensamiento respecto al servicio a los niños -los que opinan que este servicio debe impartirse por medio de las bibliotecas escolares, y los que piensan que los niños deben acudir a los centros ordinarios de servicio en la comunidad, donde los libros están lo mismo a disposición de los adultos que de los niños. Los que pre- fieren lo primero se basan en que el uso de la biblioteca es más fácil -ya que los lectores asisten al mismo tiempo a la escuela y a la bi- blioteca, y el maestro puede estimularlos y orientarlos en su lectura. Los otros temen que el maestro tienda a mostrarse más pedagógico, más limitador y más dictatorial de lo que fuera necesario, y temen que si el niño empieza ja ver el uso de los libros como parte de sus deberes escolares, es más probable que pierda el gusto de la lectura cuando deja la escuela que si, mientras es niño, hace libre uso de los mismos locales que utilizará en el resto de su vida. Hay buenos

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argumentos en favor de ambas opiniones. En la práctica, la elección estará determinada por otras consideraciones, y eso depende de las condiciones locales del servicio. Citaremos un ejemplo : en las grandes ciudades puede resultar fácil a los niños visitar el departa- mento infantil de las sucursales cercanas, y esto debe permitírseles, haya o no bibliotecas escolares. Pero en los distritos rurales, el único centro viable puede ser la escuela; por ejemplo, el centro para adultos o sucursal de servicio parcial, o la biblioteca ambu- lante rural, pueden, a veces, no ser accesibles cuando los niños pu- dieran usarlos, o no estar en condiciones de impartir servicio a los niños en la misma forma en que lo imparten a los adultos.

Lo único que interesa, como se ve, es que, dondequiera que los niños obtengan sus libros, el servicio infantil sea parte integrante del sistema general de bibliotecas en cuestión. Aunque la autoridad biblio- tecaria debe trabajar en la relación más estrecha posible con la autoridad educativa y con los maestros, la responsabilidad de suministrar libros generales (a diferencia de libros para las «clases» y del material nece- sario para la enseñanza) debe recaer sobre la autoridad bibliotecaria. Cualquier otro plan tendría el defecto de conducir a la duplicación del servicio -o tal vez, por el contrario, a la omisión total del mismo. Tampoco puede resultar económico, pues las colecciones infantiles de las escuelas han de ser suministradas, cambiadas y mantenidas propiamente, para lo cual hay necesidad de un mecanismo centra- lizado para el suministro y distribución, que puede ser el mismo utilizado para atender a los intereses de los adultos.

SERVICIO A OTROS GRUPOS

Esto puede aplicarse también al suministro de libros y servicio de bibliotecas a otros sectores de la comunidad, para los cuales resulten inadecuados los centros ordinarios de servicio, sobre todo si esos ser- vicios se sostienen con fondos públicos, como ocurrirá con frecuencia. De ahí que las bibliotecas de hospitales, manicomios, asilos para ancianos y para pobres, deben formar parte integrante del servicio general de biblioteca. Y no podrá negarse la necesidad de esto. Es una generalización muy atinada el hecho de que la autoridad bibliotecaria local tenga la misma responsabilidad de suministrar libros a aquellos ciudadanos que no pueden visitar los centros ordinarios de servicio que a los que pueden utilizar esos mismos centros. Sin embargo, a veces resulta necesario un ajuste financiero y administrativo. Si todos los

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internados en un hospital fueran residentes de una misma ciudad, la situación sería sencilla; pero este caso no será muy frecuente -10 más probable es que se trate de residentes de una zona extensa que comprenderá varias autoridades bibliotecarias. Esta situación, em- pero, no debe ser motivo para descuidar el servicio bibliotecario en un hospital o a establecer por separado un servicio de biblioteca para hospitales. El asunto está sujeto a un ajuste, como pueden serlo los sistemas mixtos de responsabilidad, o por medio de subven- ciones estatales especiales, etc. No será posible, evidentemente, un examen minucioso de los detalles del servicio impartido en esas diversas instituciones. Nos conformaremos con decir que, siempre que sea posible, debe proveérselas de libros de las colecciones or- dinarias, seleccionándolas con propiedad, manteniéndolas y cambián- dolas con auxilio de un personal, y supervisándolas por empleados de la autoridad bibliotecaria. Aparte de otras ventajas lógicas, este lazo con la biblioteca pública dará oportunidad de que se satisfagan las necesidades de los pacientes, etc. -y las personas internadas en hospitales, asilos, etc., seguramente tendrán sus propios intereses particulares y con frecuencia intención de leer. En algunos hospi- tales, como los de enfermedades infecciosas, este tipo de servicio será impracticable. Lo que debe evitarse a toda costa es que, para aten- der a este servicio, se envíen los libros inservibles o deteriorados por el uso.

Los servicios de bibliotecarios se necesitan también en las prisiones y para soldados, marinos, aviadores, marinos mercantes, encargados de faros y demás. En esos casos, las agencias bibliotecarias respon- sables deben poner igualmente una gran parte y aceptar mucha responsabilidad. Tenemos el caso de un país en que las autoridades penitenciarias conceden, a las autoridades bibliotecarias de las ciu- dades donde las prisiones están situadas, subvenciones, a cambio de las cuales la biblioteca suministra libros y personal. Como casos paralelos, algunas bibliotecas urbanas en puertos marítimos, con o sin la ayuda económica de las compañías navieras, suministran colecciones suficientes para que duren a las tripulaciones de los barcos mercantes en cada viaje -al fin del cual los libros son recuperados y se suministra una nueva cantidad de ellos. Los centros militares con frecuencia presentan un problema diferente, pues es posible que estén situados lejos de las bibliotecas públicas que pudieran auxi- liarles en forma adecuada; esto pasa entonces a ser tarea de las agencias bibliotecarias estatales o nacionales.

Haremos una breve referencia a dos cuestiones que guardan conexión entre sí : muchos enfermos no se encuentran recluídos en

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instituciones, sino en sus casas; son numerosos los que carecen de amigos y parientes que puedan llevarles libros de la biblioteca. Por este motivo, en algunas ciudades, un bibliotecario visita quincenal- mente a aquellos enfermos y encamados que no pueden asistir a la biblioteca, llevándoles suficientes libros que les duren hasta la visita siguiente, a más de palabras de alivio, unidas a un agradable mensaje del mundo exterior.

En segundo lugar, una tarea de importancia vital, como es el servicio de los ciegos (con libros y discos), estará mejor organizado sobre una base estatal, aunque se pueden utilizar agencias bibliote- carias ordinarias para la distribución. Pocas autoridades biblioteca- rias locales se hallan en condiciones de proveer a sus propios lectores dc un surtido verdaderamente adecuado de material. En conse- cuencia, los intentos de las autoridades locales independientes para suministrar libros a los ciegos se traducirán, por lo general, en un servicio muy deficiente.

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TERCERA PARTE

INCENTIVOS DEL SERVICIO DE EXTENSION BIBLIOTECARIA

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CAPITULO XI

EL FOMENTO DEL SERVICIO DE EXTENSION BIBLIOTECARIA

E L servicio de extensión bibliotecaria no es un fenómeno espon- táneo, inevitable o que se produzca cada día. Será una realidad

solamente cuando un número suficiente de personas se propongan que existan bibliotecas públicas, y si esas personas se organizan de modo que puedan influenciar a sus conciudadanos y a sus gobiernos. Esto se aplica a la mayor parte de los adelantos sociales. El pueblo -el hombre y la mujer ordinarios de la calle y de las aldeas- puede desear vivamente las oportunidades más amplias que la bi- blioteca pública ofrezca, pero es esperar ydemasiado que la afuerza motivadora» del servicio de extensión venga de las masas. Éstas no pueden saber lo suficiente acerca de las posibilidades o problemas del desarrollo bibliotecario, ni apreciar las medidas prácticas que deban tomarse. En consecuencia, se necesita la dirección de hombres de alcances que se tomen la molestia de descubrir la forma de cristalizar sus ideales. Y, como puede ocurrir, si la mayor parte de la gente no sabe nada o entiende poco de libros y bibliotecas, la dirección es aún más importante, y aquellos pocos que comprendan toda la medida en que las bibliotecas pueden contribuir al bienestar de sus conciu- dadanos, tienen la obligación moral de fomentar las actividades del servicio de extensión bibliotecaria tanto como les sea posible.

Gran parte de lo que se ha conseguido en diversos países puede atribuirse directamente al entusiasmo y a la dirección de unas cuantas personas capaces de inspirar a otras y de unirlas en un esfuerzo persistente e incansable. Esto será igualmente cierto en el futuro como lo ha sido en el pasado, y es importante para los lectores de este libro, por dos razones : una de ellas, porque eso quiere decir que todo el que tenga empeño en el servicio de extensión bibliotecaria debe estar dispuesto a pensar, actuar y luchar por sí mismo con un espíritu «misionero» genuino; no tiene objeto esperar que otros se adelanten. La otra razón es que los esfuerzos individuales deben conducirse por derroteros eficaces, permitiendo al mismo tiempo unidad de acción y un sentido de dirección más firme y los contactos más

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estrechos posibles con el mecanismo gubernamental y administrativo. En efecto, pocas esperanzas hay de que se logre un servicio de

extensión bibliotecaria en cualquier país, a menos que existan o se creen agencias adecuadas para el fomento de las bibliotecas.

Las agencias de fomento son de dos clases principales : oficiales y no oficiales. Unas y otras tienen cabida en cualquier Estado --las agencias no oficiales, a veces trabajarán en íntima fusión con las oficiales, en tanto éstas cumplan su misión ; en otro caso, actuarán como crítica y acicate, si esto se justifica. Naturalmente, las agencias no oficiales tienen probabilidades de ser las primeras en este terreno, aunque no ocurra así necesariamente.

ALS AGENCIAS OFICIALES DE FOMENTO

Las agencias oficiales de fomento pueden ser permanentes o tempo- rales. La agencia permanente más común es el departamento (o ministerio, etc.) nacional o estatal de bibliotecas -0 sea el departa- mento que comprende un consejo de administración o funcionarios elegidos y empleados remunerados, que tiene la responsabilidad de promover el servicio de extensión bibliotecaria proporcionando auxilio econbmico y de otra clase, orientando el curso del desarrollo y estimulando la participación de las autoridades locales. Las princi- pales funciones de dichas agencias se han discutido ya.

El tipo más común de agencia temporal oficial de fomento es la comisión nombrada por el gobierno estatal o nacional para que dé cuenta a éste de la situación general de las bibliotecas, de las necesi- dades y los objetivos, de lo que se esté haciendo en otras partes y pueda y deba hacerse en el Estado de que se trate, de las condiciones existentes y de cómo pueden mejorarse. A veces, en lugar de las comisiones, se designan técnicos individuales para que informen. En cualquier caso, los encargados de esa tarea deben ser imparciales, bien informados y animosos. Es más probable que, en cualquier caso, se recomiende al gobierno que establezca una agencia permanente de fomento. De ser así, su función probablemente se verá reforzada por las conclusiones de la comisión.

LAS ASOCIACIONES DE BIBLIOTECARIOS

La forma más frecuente de agencia no oficial de fomento es la Asocia- ción de bibliotecarios -organización de hombres y mujeres intere-

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sados directamente en el desarrollo de las bibliotecas, y que incluye : a) a aquellos que se interesan por el desarrollo de las bibliotecas pero no se dedican a ejercer la profesión, o a la administración de las biblio- tecas, tales como los educadores, trabajadores sociales, escritores, industriales, hombres de negocios, representantes de diversos sectores de la comunidad, como son los sindicatos obreros, las organizaciones femeninas, los grupos campesinos, etc. ; en una palabra, aquellos elementos progresistas y aquellos representantes o portavoces del público que quieren programas activos de un servicio de exten- sión bibliotecaria; b) p re resentantes de comisiones bibliotecarias locales, etc. ; c) aquéllos que ejercen la profesión de bibliotecario.

Una asociación estatal (o nacional) de bibliotecarios constituida en esta forma, sobre un plano lo más amplio posible, puede tener un valor inmenso. En el campo interno, facilitará los medios del inter- cambio y la difusión de puntos de vista y experiencia; puede provocar discusiones, organizar conferencias (locales y nacionales), dirigir experimentos en terrenos seleccionados, y, en general, crear un cuerpo compacto de buena voluntad e interés. En la esfera exterior, puede mantener las bibliotecas al servicio del público por medio de toda clase de publicidad y propaganda, y a cada uno de los miembros le es posible, merced a sus propios contactos personales, actuar como promotor de la campaña contra la apatía y la falta de comprensión.

Las ventajas de una amplia base son muchas, especialmente cuando la asociación se interesa por todos los tipos de desarrollo y servicio bibliotecarios. Los bibliotecarios profesionales entran en contacto con las personas responsables del suministro de bibliotecas y con las que han de beneficiar del servicio. Será mejor que exista cooperación con organizaciones e individuos interesados por el progreso educativo y social. La asociación no puede ser tachada de egoísta, como resultaría en el caso de que el derecho de pertenecer a ellase limitara a los biblio- tecarios practicantes. Los profanos ganarían por el contacto con aquellos, y se evitaría el peligro de un conflicto entre ambos elementos, que se presentaría fácilmente si funcionaran por separado. Además, no deja de ser importante el hecho de que, contando con un campo

de apoyo más amplio, la asociación podrá beneficiar de recursos económicos mayores.

Sin embargo, se necesita igualmente una organización profesional, ya sea dentro del marco de la asociación más amplia, ya independiente. Los miembros de la profesión tienen sus intereses propios, distintos de los intereses de las demás bibliotecas, pero estrechamente relaciona- dos con ellos. La profesión necesita su sociedad profesional fuerte y unida, capaz de hablar en nombre de los bibliotecarios y de ocuparse de

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asuntos como los requisitos profesionales, los sueldos, las condiciones mínimas de servicio y las relaciones con otras organizaciones profe- sionales.

Como quiera que sca, el interés por el servicio de extensión bibliote- caria debe difundirse tanto como sea posible. Es indudable que cuando las autoridades locales, los vecinos de los pueblos y los cam- pesinos expresen su deseo de disponer de bibliotecas y se lo den a conocer al gobierno central, se obtendrán mejores resultados que cuando la iniciativa emane de una agencia central. Los gobiernos -y no sin razón- están siempre dispuestos a escuchar cuando el grupo que necesita el servicio lo pide por sí mismo, especialmente cuando la solicitud viene acompañada de la conformidad de los soli- citantes para cubrir una parte de los gastos. En consecuencia, la organización para el fomento de la biblioteca debe contar, desde el principio, con el interés «local». Esto puede hacerse estable- ciendo «sucursales» locales y regionales de personas deseosas de ayudar a despertar interés entre sus vecinos y asociados, lo cual puede realizarse mejor si se les informa, en forma sencilla e inteli- gente, sobre el alcance y los íines de la biblioteca.

EL ESTIMULO DEL USO DE LA BIBLIOTECA

La tarea del servicio de extensión bibliotecaria no está consumada, empero, cuando la biblioteca abre sus puertas por primera vez o, si es ambulante, hace su salida inicial. En ese momento apenas hace más que empezar. El valor de un servicio bibliotecario depende de la medida y la forma en que se aproveche. Y ya sea el servicio reciente o se halle establecido desde hace tiempo, siempre habrá algún grupo -escaso 0 numeroso- que no lo utilice por una razón 0 por otra, y a la mayor parte de los que se sirven de una biblioteca puede auxiliárseles y estimulárseles en diversas formas, para que la em- pleen con un fin mejor. El desuso es efecto, por lo general, de tres causas : desconocimiento del servicio, prejuicios o conceptos erróneos, y falta del deseo de utilizar los libros.

El remedio para lo primero es la publicidad -la difusión extensa de información acerca de la biblioteca, dónde se encuentra, a qué horas del día está abierta, quiénes pueden utilizarla, qué material propor- ciona. La publicidad de las bibliotecas no resulta fácil, porque no es suficiente hablar en términos generales; para provocar una reacción, el anunciante debe dirigirse directa y específicamente a cada lector,

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que entonces caerá en la cuenta, no ~610 de que existe una biblioteca, sino de que hay buenas razones para su utilización. Por lo tanto, debe acudirse menos a las frases hechas y a las exhortaciones comunes, o acentuar algunas de las múltiples formas por medio de las cuales los libros puedan adaptarse a las diversas actividades e intereses de los lectores -agricultura, mecánica, enfermería, cocina, ciudadanía de la comunidad y del mundo, disfrute de la música, estudio de la naturaleza, etc. Digámosle a un hombre, por ejemplo, que «no hay nada como un buen libro» y que su «biblioteca existe para el servicio público», y probablemente dirá que la próxima vez que quiera un buen libro acudirá a la biblioteca -pero será fácil que lo olvide en seguida; digámosle, cuando esté luchando por encontrar una falla en un sistema de ignición, que hay manuales sobre equipo eléc- trico de los automóviles, y probablemente se llevará prestado uno de esos manuales, si no en esa ocasión, probablemente cuando se le presente otra vez el mismo problema o algún otro de índole práctica.

No es lugar éste para discutir detalles de publicidad bibliotecaria; pero, cuando menos, recalquemos que las exposiciones de libros y las demostraciones de las facilidades bibliotecarias ordenadas en conexión con actividades locales, como son las ferias agrícolas, las fiestas musi- cales y dramáticas, las conferencias del magisterio, las demostraciones de sanidad pública y otras por el estilo, cumplirán el propósito de la publicidad y, lo que es probablemente más importante, asegurarán contactos provechosos con las actividades comunales. Como la biblio- teca existe primordialmente para auxiliar a los intereses individuales y comunales de la gente, debe procurarse que anuncien la biblioteca cuantos grupos y asociaciones organizados sea posible, adoptándola como un medio de fomentar sus propios intereses. La publicidad desarrollada fuera de la biblioteca llega a nuevos lectores en po- tencia. Por ejemplo, una lista de libros de apicultura distribuída en la biblioteca será más que nada predicar a convertidos. En lugar de eso (o además), hágase que la asociación de apicultores distribuya la lista entre sus miembros, muchos de los cuales tal vez no hayan utilizado nunca la biblioteca.

Las presentaciones, en los escaparates comerciales, de libros rela- cionados con los artículos que se vendan en las tiendas, han resultado eficaces igualmente.

No debemos olvidar que la publicidad que se haga en favor de las bibliotecas, para ser eficaz y beneficiosa tendrá que competir venta.josamente con la publicidad comercial corriente. Si se hace este trabajo como cosa de aficionado y sin organizarlo bien, se dará una mala impresión, que redundará en perjuicio de la biblioteca. Las

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exposiciones de actividades bibliotecarias en las ferias agrícolas, por ejemplo, deben ser tan atractivas como el resto de lo que se exponga en la feria. Es importante que estén atendidas por bibliotecarios capaces de responder a las preguntas que se les hagan y de explicar el trabajo de la biblioteca.

A pesar de esta apología de la publicidad «dirigida», es un deber primordial de toda autoridad bibliotecaria cerciorarse de que sus servicios son conocidos de todos los miembros de la comunidad. La inauguración de una nueva biblioteca en una población pequeña será, por supuesto, un «acontecimiento)) y su propia propaganda, pero eso no implica que los habitantes de los distritos vecinos o la población dispersa, que serán servidos por centros o bibliotecas ambulantes, tengan noticia alguna de la biblioteca a menos que se les informe de ello individualmente, por medio de una circular especial. Y en las grandes ciudades, especialmente aquellas que tienen una población CC flotante » numerosa, es extremadamente difícil cerciorarse de que todo el mundo tiene noticia de la biblioteca. Por consiguiente, hay que recu- rrir a menudo a los anuncios repetidos, a numerosos carteles, y a la utilización completa de las oportunidades de una publicidad variada.

La predisposición en contra de la biblioteca existe más en países donde el servicio existía desde hace largo tiempo, particularmente donde ha sido inadecuado. Aquellos que han ensayado una biblioteca y la encontraron lastimosamente deficiente, no están dispuestos a ensayar de nuevo -mencionamos esto como advertencia dirigida a quienes estén a punto de suministrar bibliotecas. Esa predisposición, empero, es efecto de otras causas, principalmente de la idea de que e! propósito de la biblioteca es impartir servicio a determinados grupos o clases sociales, o que tiene determinados objetivos limitados -como sería que la biblioteca es primordialmente para la «clase obrera» (la idea de la «universidad del pobre»), o que no es para los obreros, sino solamente para las clases de ((levita», que es primordialmente una institución ((educativa» o para niños y jóvenes, que se guía por un credo político o religioso, que es esencialmente una institución ((femenina)) utilizada y administrada por cl sexo débil -prejuicio a menudo responsable del escaso uso del servicio por parte de hombres de negocios y técnicos. Los prejuicios parecen siempre estúpidos e irracionales a quienes no los comparten ; sin embargo, en este caso están mucho más difundidos de lo que piensan numerosos bibliote- carios, y sólo se puede acabar con ellos realizando esfuerzos cuidadosos tendentes a demostrar su estupidez.

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CUARTA PARTE

PROGRAMAS PARA EL SERVICIO DE EXTENSION BIBLIOTECARIA

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CAPITULO XII

PRINCIPIOS DEL SERVICIO DE EXTENSION BIBLIOTECARIA

S E pueden ahorrar muchos esfuerzos infructuosos, decepciones y gastos innecesarios, si se elabora de antemano un pkgrama realista

y lógico para el servicio de extensión bibliotecaria. Existe hoy día una amplia experiencia para orientar al país que esté

preparándose a iniciar su servicio bibliotecario o a desarrollar uno que se halle apenas en sus etapas primarias. Pueden aprovecharse los en- sayos y errores, las fallas así como los éxitos de los países que, habiendo empezado con anterioridad, han conseguido hasta ahora más que otras naciones. No podría decirse de ningún sistema bibliotecario que se repite en la misma forma que la primera vez. En la mayor parte de ellos hay críticos impacientes, ansiosos de romper con las limitaciones debidas a accidentes, errores y malas interpretaciones, inherentes al proceso de «crecimiento». Por ejemplo, en ninguna parte se daría el caso de bibliotecarios que, teniendo la posibilidad de empezar de nuevo, abogaran por el establecimiento de sistemas de bibliotecas pequeñas.

De esto se deduce que todo programa lógico para el servicio de extensión bibliotecaria debe prestar atención, primero, a las condi- ciones en que va a funcionar; segundo, a las lecciones de la historia, y, tercero, a ciertos principios básicos que pasamos a expresar ahora.

El servicio de extensión bibliotecaria es el proceso de crear y aumentar los recursos de la biblioteca y de procurar su empleo. Un servicio nacional de bibliotecas no puede producirse de la noche a la mañana por el toque de una varita de virtudes o por la firma de un decreto. Es una organización, y debe crecer poco a poco, ganando fuerza e influencia paulatinamente.

Los cuatro factores vitales en el servicio de extensión bibliote- caria son : Io comprensión; 20 personal ; 30 deseo de participar; y 40 recursos materiales. En otras palabras, es inútil empezar a suministrar bibliotecas hasta que aquellos que hayan de encargarse de ello sepan con entera claridad qué es lo que se intenta hacer y por qué; no es conveniente mantener bibliotecas sin un personal

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capacitado, pues eso las condenaría a un futuro de deficiencia. Como todo servicio, el bibliotecario eficaz debe ser instrumento y expresión de la comunidad, estar arraigado en el individuo y en la localidad; no puede ser impuesto desde arriba, sino ser deseado por el pueblo y su gobierno, local y estatal, y como la suma con que cuente será siempre limitada, debe planearse la expansión del servicio de modo que las cosas de mayor importancia SC hagan en primer término, y que nunca ni en ninguna parte se lleve a cabo nada en forma inde- bida y que redunde en descrédito.

COMPRENSION

Del primer punto vamos a decir poco. Cuando se proyecte un nuevo servicio bibliotecaria o se trate de mejorar uno ya existente, es esencial que los altos funcionarios que de ello se encarguen -aquéllos que sean responsables del derrotero a seguir- se enteren de lo que se ha hecho en otros países. Deben visitar y estudiar los servicios bi- bliotecarios en funcionamiento y discutir ideales y objetivos con ellos interesados. Esto no quiere decir que hayan de copiar lo que hagan otros países, sino simplemente que se den cuenta de lo que se ha intentado hacer y cómo, qué ha fracasado y qué ha tenido éxito.

Ese intercambio de ideales e información es de beneficio y estímulo mutuos, y, al fomentarlo y facilitarlo, la Unesco puede llevar a cabo una de sus contribuciones más útiles al servicio de extensión bibliotecaria.

EL PERSONAL

El segundo factor -el personal- ha de determinar el grado de calidad y progreso del servicio, con ventaja sobre los demás factores. El efecto del personal en la calidad es generalmente reconocido; no siempre se ha aquilatado que su efecto sobre el grado de progreso es igualmente poderoso. Debe contarse con suficiente personal ade- cuado, experimentado y capacitado para conducir los servicios nacio- nales en cada etapa de su desarrollo, y es un grave error empezar sin un cuadro formado por personas cuidadosamente elegidas que hayan tenido la preparación y la experiencia rnáximas. 2 Cómo puede llevarse a cabo esto en un país sin bibliotecas públicas ? Ciertamente no siempre

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es cuerdo buscar el personal inicial para las bibliotecas públicas, en su totalidad, en otras ramas de la profesión. Hay, por supuesto, excepciones a esta regla; pero un hombre con experiencia en una biblioteca universitaria o secretaria1 puede encontrar difícil evitar el concepto erróneo de que la biblioteca pública no es de índole diferente a la universitaria o secretarial. El problema no es nada sencillo. Si se echa mano de empleados civiles o maestros de escuela, éstos pueden sentirse inducidos a error por el modo de ver que hayan adquirido en sus ocupaciones precedentes. En consecuencia, la elección debe hacerse siguiendo el plan más amplio posible; por ejemplo, una persona experimentada en el aspecto administrativo de un negocio y con contactos amplios, un técnico en servicios sociales, o incluso un ingeniero o un científico, pueden, si poseen la persona- lidad indicada, constituir excelentes bibliotecarios iniciadores. El término ((iniciador» se usa deliberadamente, pues las observaciones anteriores se aplican solamente a países donde no exista un cuerpo suficiente de bibliotecarios públicos. Una vez que las bibliotecas estén firmemente establecidas, el personal debe ser reclutado y pre- parado expresamente para trabajar en la biblioteca, e introducir en esa etapa «profanos» en los puestos correspondientes a los biblio- tecarios seria el ataque más indeseable al prestigio de los bibliote- carios profesionales y una limitación grave a su futuro -aparte de otras razones de peso.

Así que el procedimiento esencial es : Q) Selecciónense las mejores personas disponibles, basándose en sus

cualidades, capacidad y aptitud personales. b) Envíense algunas de ellas a otros países dotados de servicios

bibliotecarios desarrollados adecuadamente, a estudiar las condi- ciones, asistir a las escuelas de bibliotecarios y trabajar en las biblio- tecas públicas. Esto llevará un año, cuando menos. Es razonable esperar ese tiempo antes de dar el paso siguiente. Los candidatos están aprendiendo a hacer frente a sus problemas. Cuando lo hayan aprendido, estarán listos para asesorar y dirigir. Cualquier decisión que se tome prematuramente durante’ su ausencia, habrá de anu- larse o perdurar como un obstáculo en los años subsiguientes.

c) Establézcanse escuelas estatales 0 nacionales para preparar a los bibliotecarios del futuro. El personal docente de las escuelas estará formado por los que fueron enviados al extranjero, tal vez con el auxilio de maestros y expertos extranjeros contratados por un tiempo determinado. Especialmente durante los primeros años del desarrollo, se deben facilitar subvenciones que permitan a los estu- diantes particularmente indicados para ello asistir a estas escuelas.

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De otra manera, no se logrará atraer a los mejores elementos. En algunos países, las autoridades educativas proporcionan becas y pen- siones; cuando menos, tenemos un caso en que el servicio bibliotecario nacional paga a los estudiantes un sueldo modesto pero suficiente mientras están preparándose; en otros casos, los jóvenes candidatos son primeramente empleados por la autoridad bibliotecaria local y, si su trabajo es satisfactorio, se les envía a la escuela de bibliotecarios, a expensas de la autoridad que continúa pagando sus sueldos. Al principio no será practicable para muchos estudiantes seguir cursos completos, pues las autoridades no estarán en condiciones de costearlo, de modo que se necesitarán cursillos más cortos, escuelas de verano, etc.

En las etapas primarias del servicio de extensión bibliotecaria, la posibilidad de contar con estudiantes capacitados para las escue- las de bibliotecarios (que serán después los bibliotecarios inicia- dores) plantea un problema muy serio, que es preciso resolver : en muchos casos, esas personas se convertirán en empleados de las autoridades locales. Sin embargo, no serán nombradas hasta que se inicien los servicios locales de biblioteca. Como la preparación profesional debe ser la primera preocupación del Estado, es posible que cuando empiece a funcionar la escuela se ignore qué autoridades locales iniciarán servicios de biblioteca. En consecuencia, el primer grupo de graduados debe correr directamente a cargo del Estado, que habrá sufragar los gastos, la enseñanza y el mantenimiento de la escuela en tanto que los estudiantes puedan estar dispuestos, cuando llegue el momento, a aceptar un empleo en cualquier parte donde sus servicios sean necesarios, esperando, como es lógico, que se presen- tarán buenas oportunidades, confiados en que, al ser los «primeros en el campo», su futuro será remunerador, Naturalmente, lo más sen- sato será escoger estudiantes de todas las regiones del Estado. Donde el servicio de bibliotecas esté ya desarrollado parcialmente, cuando menos, es probable que la mayoría de las autoridades locales no tengan posibilidad de enviar su personal a la escuela de biblioteca- rios; en consecuencia, el Estado debe ayudar a reclutar un grupo de estudiantes ya graduados, para que ocupen provisionalmente las vacantes.

d) Los iniciadores deben dirigir las primeras agencias de servicio bibliotecario. Tendrán muchas cosas que aprender. A medida que el servicio se ensanche, se verán seguidos por otros estudiantes univer- sitarios, cursantes posteriores en la escuela de bibliotecarios. Algunos de los universitarios deben ser enviados a las escuelas de bibliotecarios cuando hayan adquirido cierta experiencia práctica.

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Este procedimiento tiene tres consecuencias : I. Que en cada nuevo plan o agencia de servicio debe nombrarse

una persona dotada de la máxima experiencia posible, con el realismo e idealismo del iniciador, que sepa cuánto puede intentarse y cuánto quisiera hacer;

z. Que, si esto se ha de realizar, debe existir la movilidad máxima del personal ;

3. El grado que ha de alcanzar el servicio de extensión biblio- tecaria debe estar estrechamente relacionado con el grado de la producción del personal -y de nada sirven las impaciencias.

La movilidad del personal -0 sea la facilidad con que un empleado puede ser cambiado de un lugar o de un puesto a otro -tal vez de la autoridad local a un puesto estatal, o viceversa-, es importante. Permite al joven hábil desempeñar un papel creciente en el servicio de extensión bibliotecaria nacional, al pasar de un puesto a otro de mayor responsabilidad y oportunidades ; permite a los bibliotecarios beneficiar de la varicáad del trabajo y adquirir conocimiento de los prob!emas del servicio; convierte la profesión bibliotecaria en una carrera activa. En consecuencia, debe ponerse atención a que la movilidad no se vea obstaculizada por limitaciones que puedan evi- tarse, como serán los derechos a la jubilación y la pensión que no sean transferibles, reglas rígidas de ((servicio civil» que no per- mitan el nombramiento de empleados experimentados en la auto- ridad local o, por el contrario, reglas absurdas de la autoridad local exigiendo que los solicitantes de los puestos sean residentes de la zona. Todos los puestos del servicio deben ser accesibles a los me- jores candidatos, sean quienes sean y vivan donde vivan.

LA INICIATIVA LOCAL

El tercer factor está estrechamente relacionado con lo que acabamos de decir. Como el incremento del servicio de extensión debe ser gradual (lo cual no quiere decir «lento», sino simplemente progresivo), no todas las autoridades locales, no todas las regiones y munici- palidades pueden contar con servicios bibliotecarios plenamente maduros -y ni aun con un servicio cualquiera. Algunas disfru- tarán de ellos primero, otras en segundo lugar, etc. 2 Cuáles han de ser las primeras ? Aquellas localidades que, por necesitarlos más, son también las que más los desean. Si las autoridades que están más dispuestas a sostener el desarrollo de las bibliotecas, eco-

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nomica y moralmente, son las primeras en recibir ayuda de las agen- cias estatales, por ejemplo, el nuevo movimiento debe empezar bajo los mejores auspicios y convertirse así en la mejor demostración y en el mejor estímulo para otras autoridades.

LOS RECURSOS

El cuarto factor forma parte, en realidad, del tercero. Las autoridades iniciadoras que vayan a suministrar libros, personal, equipo y lugares de servicio deben ser pocas o muchas según los recursos totales con que se cuente para su distribución. Si las autoridades impulsadas a la iniciación son más de las que pueden cubrir adecuadamente los recursos, el resultado serán muchas bibliotecas inadecuadas y defi- cientes. A menos que unos cuantos hombres de fe y habilidad excep- cionales logren, a pesar de sus limitaciones, hacer adobes sin paja, nadie podrá apreciar nunca lo valiosa y agradable que puede ser una buena biblioteca -y cuando alguien lo diga veinte o cincuenta años después, nadie lo creerá.

LA EXTENSION DE LA BIBLIOTECA Y EL PUBLICO

Hay otros dos factores que afectarán a los programas del servicio de extensión bibliotecaria : la índole del pueblo y el estado actual de los servicios.

Las bibliotecas no tienen objeto sin lectores. En todos los países hay quienes pueden leer pero no lo hacen; en algunos hay quienes quieren hacerlo pero no pueden. Donde hay un porcentaje elevado de analfabetos, es por demás esperar el mismo uso de la biblioteca que en países donde ese porcentaje es reducido; pero esto no quiere decir que las bibliotecas sean menos necesarias, o que el suministro de las mismas pueda ser reducido en proporción. Por el contrario, la razón por la cual los capacitados para leer necesitaran más la biblioteca y no menos, es que sus responsabilidades como ciudadanos y sus opor- tunidades como dirigentes y educadores son mayores.

Es difícil encontrar la forma en que esa minoría pueda beneficiar de bibliotecas adecuadas por medio de un mecanismo distinto del que se necesita para servir a una comunidad ordinariamente, y la variedad y surtido de los materiales necesarios, si no la cantidad, serán más o menos los mismos. Sin embargo, en esas comunidades es probable

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que los recursos económicos, sobre todo los de las autoridades locales, sean inadecuados, y la urgente demanda de los programas educativos será costosa y, con todo derecho, tendrá preferencia. Por consiguiente, se debe procurar la economía organizando grandes unidades, haciendo intercambios y, por lo tanto, logrando un empleo máximo de las colecciones y más seguridad en los servicios postales y en las «colec- ciones para estudiantes» de la que sería suficiente en casos ordinarios. A pesar de esto, debe evitarse cualquier reducción en los centros de servicio, porque siempre habrá un grupo constantemente creciente de semianalfabetos -de gente que está aprendiendo a leer y que, por lo mismo, es importante que se acostumbre a servirse de los libros. De ahí que, en todas partes donde, en fin de cuentas, se pre- sente la necesidad de centros de servicio bibliotecario completo, a medida que el programa se realiza, deberán existir colecciones de material apropiado y atractivo para los lectores recién conquistados. Esa provisión es esencial. Es inútil enseñar a la gente a leer y negarle después el material que pudiera usar con ese fin l. Y se deduce que en esta tarea las bibliotecas deben estar intensamente relacionadas con las agencias educativas. No reduzcamos la tarea a un mínimo. Por lo general, el porcentaje de analfabetos es más elevado en los distritos rurales apartados, y, como ya hemos visto, el suministro de biblio- tecas en esos distritos es inevitablemente más difícil y más costoso. A pesar de esto, no hay ninguna tarea que merezca más atención ni que sea más provechosa.

LAS BIBLIOTECAS PUBLICAS CONTRA LAS QUE NO LO SON

El segundo factor -que los programas del servicio de extensión deben hallarse determinados por el estado actual del servicio- puede parecer una vislumbre de lo más obvio, pero presenta conse- cuencias interesantes, especialmente si recordamos que hay otras bibliotecas aparte de las públicas. Indudablemente, en muchos países esos servicios limitados, tal como existen, se han desarrollado sobre una base distinta de la de propiedad y el control públicos. Las biblio- tecas tipo de esta clase son las de subscripción, las de los institutos

I. Esta observación recuerda al autor una herejía que aun no ha tratado de refutar en estas páginas, y con la que ha tropezado más de una vez en sus viajes; asaba, que es una buena idea iniciar los servicios bibliotecarios facilitando libros alos niiios. Nadie puede negar que lamejor forma de lograr lectores adultos es estimular a los niños, pero es evidentemente inútil ensefíar a los nitíos el uso dc los libros si no hay bibliotecas a las cuales puedan acudir cuando crezcan.

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para obreros o mecánicos, las establecidas por grupos religiosos y politícos.

No vaya a entendérsenos mal. No alegamos este punto porque lo demos por aceptado. No puede encontrarse un substituto de la biblio- teca pública, o sea una biblioteca sostenida por la comunidad, a costa suya, para uso amplio de todos sus miembros y sin otros objetivos que el bienestar de cada individuo que la utilice. Todos los demás tipos de biblioteca son limitados en cierta forma :

I. Porque si cobran sus servicios, no dan facilidades a aquellos que no pueden pagar o no están dispuestos a hacerlo;

2. Porque atraen a sectores o clases limitados; 3. Porque tienen objetivos que excluyen una presentación com-

pleta del mundo de los libros ; 4. Porque cuando se proponen cubrir las demandas de una

mayoría, dejan de impartir servicio a las minorías y a los individuos ; 5. Porque inevitablemente carecen de los recursos más amplios de

un servicio de bibliotecas públicas de amplitud nacional. En consecuencia, donde existan esas bibliotecas no deben aceptarse

como substitutos. Ningún hombre honrado querría negar a ningún grupo o interés determinado el derecho a mantener la clase de biblio- tecas que desee. Pero deben considerarse como adicionales a las bibliotecas públicas, y no como razones para que estas últimas no existan. En la actualidad, afortunadamente, rara vez se pre- sentan conflictos de esta clase. Por lo general, la gente se ha proveído de estas bibliotecas por la sola razón de que carecía de facilidades de bibliotecas públicas, e hizo lo que estaba en su mano para colmar esa laguna. Por consiguiente, el proceso del servicio de extensión bibliotecaria consistira en cambiar la naturaleza e índole de esas bibliotecas, de modo que se conviertan en componentes del núcleo ordinario de las unidades bibliotecarias públicas. Esto deberá hacerse siempre que sea posible. A veces existirá oposición, debido a la natural tendencia humana a apegarse a los intereses creados. Esa oposición desaparece en cuanto se pone de manifiesto que la biblio- teca pública se propone hacer todo lo que ha hecho y aun más, y los

partidarios activos de una biblioteca por subscripción, pongamos por caso, se convierten en los partidarios más entusiastas de la biblio- teca pública.

El procedimiento normal es, por lo tanto, incitar a los encargados dc la biblioteca de subscripción o institucional, o de cualquier otro tipo de biblioteca no pública, que esté tratando de impartir un servicio general (esto es, no especializado), a transferir sus funcionas y propie- dad a la agencia local de gobierno. Si la propiedad es exclusiva de los

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miembros individuales, a diferencia del grupo común de los miem- bros, debe mediar una compensación; además, la autoridad local debe investir a los patrocinadores de la antigua biblioteca de una repre- sentación adecuada en la comisión bibliotecaria, de modo que se conserve su interés y se utilice su experiencia. La transferencia será, por supuesto, bajo la condición de que la biblioteca abrirá sus puertas a todos; la autoridad local debe proponerse mantener un servicio satisfactorio, y la agencia estatal habrá de conceder subvenciones para la revisión y aumento necesarios de la colección, para la reorga- nización, mejoramiento de los locales, personal, etc., buscando, al mismo tiempo, la coordinación máxima con otras agencias bibliote- carias (sistemas rurales, regionales, etc.).

Cuando no pueda adoptarse esta alternativa sensata y de beneficio mutuo, no hay disculpa para que existan servicios incipientes, impar- tidos separadamente por la autoridad local, que sigan la pauta genuina de la ((biblioteca pública». Recomendamos insistentemente a las agencias estatales y a las autoridades locales que no proporcionen ayuda económica o de otra clase a ninguna biblioteca que no «se con- vierta en pública». Esa ayuda ha sido frecuente en el pasado, y gene- ralmente no ha fomentado el servicio de extensión bibliotecaria, sino que, por el contrario, lo ha obstaculizado. Aparte de ser du- doso que los fondos públicos deban usarse para ayudar a servicios que no sean accesibles a todos por igual, si la ayuda es pequeña será por lo general desperdiciada, y si es elevada consolidará y reforzará un tipo de servicio bibliotecario que no puede, ni con mucho, desem- peñar el mismo pa.pel amplio, fructífero y variado en la vida de la comunidad. Los subsidios y las subvenciones a las bibliotecas de subscripción son defendidos a menudo en el terreno de la conve- niencia -porque representan una etapa intermedia. El argumento es peligroso. Aunque sería imprudente dejar que esas instituciones desaparezcan antes de ser reemplazadas, hay que evitar ayudarlas a convertirse en obstáculos para la formación de las bibliotecas públi- cas. La mejor solución que se ha encontrado hasta ahora es la que ha adoptado el servicio bibliotecario nacional mencionado, o sea el préstamo y cambio de colecciones de buenos libros en beneficio de las bibliotecas pequeñas. Este préstamo es gratuito para las biblio- tecas gratuitas. Las bibliotecas de subscripción pueden obtener préstamos, exactamente en la misma forma, pagando una renta de unas 4 ó 5 libras esterlinas por cada IOO volúmenes anuales. Así, los usuarios de las bibliotecas de subscripción pueden darse cuenta de la clase de servicio que la biblioteca pública ofrece, y pronto se preguntarán si no sería mejor (convertirla en pública» y ahorrarse

III

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gastos, y es posible que presenten este punto de vista a sus autori- dades locales.

TODOS LOS SERVICIOS SERAN GRATUITOS

En algunos países se ha adoptado la costumbre de proporcionar gratui- tamente todo el material, excepto las novelas de tipo ligero, por las cuales se cobra una pequeña cantidad (sistema de ((colección de renta » o de ((pago»). Esta práctica debe ser abandonada. La biblioteca pública no debe emplear sus recursos de personal, local y organiza- ción para hacer circular libros que no valen la pena de ser difundidos como manifiestamente útiles a la comunidad; de modo que, si los libros a disposición del público valen la pena de circular, deben hacerlo sin remuneración y sin limitación. Si la gente desea libros sin méritos, puede obternerlos, en forma más fácil, de las agencias comer- ciales. Recuérdese también que es sumamente difícil trazar una línea divisoria entre los libros «buenos » que se prestan gratuitamente y los «menos buenos» por los cuales hay que pagar. Especialmente en comunidades con un alto porcentaje de gente que esté aprendiendo apenas a utilizar los libros, que no haya tenido oportunidades educa- tivas y cuyos antecedentes sociales y culturales dejen que desear, el nivel literario y cultural de los libros que se lean será mucho más bajo que en una comunidad adelantada y bien educada. Y esas mismas personas no estarán dispuestas a pagar por los libros, sean de las colecciones «de renta» o de agencias comerciales. Es un tanto imprac- ticable tener «colecciones de pago]) para unos grupos y no tenerlas para otros. Algunas bibliotecas tratan de eludir esta situación trans- firiendo tos libros a las colecciones de préstamo CC gratuito » cuando han sido usados cierto tiempo en las colecciones de paga; pero esto sirve únicamente para fomentar la discriminación de clase y social, y puede rebajar la calidad de la colección general gratuita.

En una palabra, no cabe duda que la biblioteca pública debe poner al alcance de todos los libros mejores y más útiles que la gente esté capacitada y dispuesta a utilizar, y esto debe realizarse gratuitamente y sin que existan discriminaciones contra ninguna clase social o elemento racial 0 religioso.

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CAPITULO XIII

BOSQUEJO DE UN PROGRAMA

E L programa correspondiente a la extensión bibliotecaria de cada país dependera de múltiples y diversos factores, y no existe un

derrotero que pueda servir de común denominador adecuado y practicable. En consecuencia, el propósito de las siguientes notas es más que nada un recordatorio de los problemas que merecen aten- ción, y del orden en que deben resolverse.

Suponiendo que en determinado pais no existan, hasta ahora, servicios de biblioteca pública, el siguiente plan de acción puede resultar útil :

I. Nómbrese una comisión estatal (nacional) de bibliotecas para examinar las condiciones y las necesidades del momento, estudiar lo que se ha hecho en el resto del mundo, solicitar el asesoramiento de técnicos y preparar un informe general.

2. Adóptense leyes que autoricen el nombramiento de un consejo estatal de bibliotecas, y delimítense sus poderes. La legislación general, relativa a los poderes de autoridades locales y estatales sobre las bibliotecas, puede también incrementarse en esta etapa, pero no debe ser tan explícita que ate de manos al consejo. Si el Estado no está en condiciones de otorgar poderes «generales », posiblemente será más conveniente aplazar esto para plantearlo después de la etapa 8.

3. Desígnese una agencia estatal bibliotecaria con un consejo de gobierno y un núcleo de funcionarios, incluyendo un director y uno o varios subdirectores.

4. Concédase a estos funcionarios oportunidad amplia de fami- liarizarse con la organización y administración bibliotecarias, visitando otros países, consultando técnicos y, en general, adquiriendo un fondo de conocimientos, y de formular sus objetivos.

5. El consejo y el director deberán elegir un grupo de funcio- narios que recibirán la designación de ((funcionarios en misión», responsables del fomento; actuarán, además, como especialistas en departamentos como el de servicio escolar y para niños, preparación profesional, catalogación central y servicios bibliográficos,

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administración y gastos de la oficina central, etc. Déseles oportu- nidad de adquirir un fondo de conocimiento.

6. Entre tanto, la secretaría correspondiente (sea el Ministerio de Educación o el de Cultura y Artes, etc.) debe hacer un examen de los recursos literarios existentes y de las necesidades, para adoptar las medidas necesarias tendentes al fomento de la publicación de libros adecuados en la lengua vernácula.

7. Establézcase una escuela para la preparación de bibliotecarios, reclutando elementos que posean la madurez necesaria para conver- tirse en bibliotecarios de los sistemas locales recientemente inaugura- dos -y sufragando el costo de la preparacíón y el mantenimiento de la escuela.

8. El director y sus colaboradores deberán elaborar un plan de acción detallado -incluyendo un bosquejo provisional, de ejecución y organización posteriores, y un programa breve de trabajo para ser llevado a cabo a continuación. Ese programa debe basarse en los factores determinantes que acabamos de mencionar -el monto de la concesión estatal disponible, la probabilidad de que la autoridad aporte o no una ayuda económica y, el número de empleados con que se cuenta.

El programa debe también señalar la tarea que la agencia estatal misma ha de ejecutar-y el personal, locales, colección y equipo nece- sarios. Los arreglos relativos a locales, ya se alquilen 0 se construyan, deben prever la expansión futura del trabajo.

9. Solicítense concesiones en dinero de fondos estatales : 10 para los fines de la agencia estatal misma y 20 para ayuda económica a las autoridades locales.

IO. Formúlense las condiciones en que hayan de concederse las subvenciones a las autoridades locales. Organícense discusiones con asociaciones, etc., que representen a las autoridades locales -tanto para lograr su apoyo como para aprovechar su experiencia y conoci- miento de las condiciones y reacciones locales. Determínese cuáles de las autoridades locales están dispuestas a establecer servicios de biblioteca, y elíjanse las que han de ser auxiliadas por medio de subven- ciones. La elección debe basarse en la consideración de : 10 dónde serán de un valor más inmediato las bibliotecas; 20 el grado de inte- rés local y capacidad financiera; 30 hasta qué punto puede actuar una biblioteca como punto focal de desarrollo, por ejemplo como un centro sobre el que, más tarde, puedan basarse las bibliotecas y sucur- sales subsidiarias o como oficina central adecuada para los servicios de biblioteca ambulante rural; 40 hasta qué punto serán buenos «modelos», ganarán experiencia valiosa en condiciones «tipon o incitarán a otras autoridades a seguir el ejemplo. Evítese la dispersión

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excesiva de los servicios nuevos y en una zona demasiado extensa; trátese más bien de organizar un servicio que cubra medianamente el terreno de las regiones y distritos elegidos.

I I. Una vez hecha la selección, proporciónese a las autoridades locales toda la ayuda posible, para asegurarse de que son las verdade- ramente indicadas desde el principio. Como hemos dicho, esa ayuda debe comprender subvenciones adecuadas para cubrir gastos capitales -para libros, equipo y adaptación, etc., de los locales. Al mismo tiempo, debe inaugurarse la organización y servicios de la propia agencia estatal.

12. Es muy difícil recomendar qué servicios bibliotecarios deben iniciarse en primer término, pues esto depende en gran parte de las condiciones reinantes. Como orientación general, empero, algún plan semejante al siguiente sería tal vez útil en un país que carezca de servicios de biblioteca :

a) Establézcase en la sede de la oficina central una buena biblio- teca de préstamo y consulta, dando preferencia a los lectores que espontáneamente tengan deseos de obtener libros.

b) Establézcase en la oficina bibliotecaria central estatal una buena sección para estudiantes, y háganse arreglos para la coopera- ción con la biblioteca urbana. Esto proporcionará la colección inicial, que se prestará por correo a cuantos, en la totalidad del país, necesiten os libros por razones más importantes y urgentes.

c) Establézcanse buenas bibliotecas de préstamo y consulta, también en este caso en favor de los lectores deseosos de ese servicio, en cada una de las poblaciones y ciudades provinciales más impor- tantes, especialmente en aquellas que pueden actuar como centros regionales (subestatales) -para hacer más accesible el servicio y para descentralizar el trabajo de la oficina bibliotecaria central estatal.

d) Establézcase cierto número de bibliotecas más generales en las poblaciones pequeñas, vinculadas a los centros regionales, y prestando atención especial a las necesidades de los niños, maestros y adultos que estén aprendiendo a leer y a utilizar los libros y a quienes les enseñan. Auméntese el número de esas bibliotecas a medida que los recursos lo permitan.

e) Desarróllense unos cuantos proyectos ccompletos» -proyectos urbano-rurales que cuenten con una oficina central rural, sucursales, bibliotecas ambulantes y centros.

f) Extiéndanse los servicios de la ciudad y la población hasta abarcar la esfera de actividad completa del suministro de bibliotecas; desarróllense los servicios de sucursales urbanas (empezando por sucursales en zonas ((exteriores»).

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g) Auméntese progresivamente el número de sistemas urbano- rurales -siempre dando preferencia : a 10 las personas que muestren auténtico deseo de tener libros ; y 20 los niños y maestros ; 30 haciendo todos los esfuerzos tendentes a aumentar el número de personas capaces de leer -combatir el analfabetismo.

Cuando exista un servicio bibliotecario parcial : 13. Síganse las etapas de I a 9 tal como se han indicado. 14. La etapa IO -que puede llevarse a cabo, en parte, posterior-

mente- se encargará de incrementar las bibliotecas ya existentes; pues si ya están funcionando, o en condiciones de empezar a hacerlo, el progreso en el derrotero lógico será más rápido. Por esta razón, las bibliotecas públicas existentes (o las no públicas de subscripción, etc. que han de convertirse en públicas) deben ser preferidas para recibir subvenciones, porque cuentan ya con algunos libros y locales, y no tendrán que esperar a que se forme el personal nuevo (aunque debe ponerse cuidado en adquirir la seguridad de que, cuando sea nece- sario, el personal de las bibliotecas existentes deberá tener facili- dades para prepararse y asistir a cursos de repaso). Desarróllense tanto como sea posible los servicios ya existentes en la región. El hecho mismo de la existencia de esos servicios significa que sus autoridades locales son más celosas de sus responsabilidades que los sometidos a otras autoridades. Por otra parte, su sostenimiento previo merece preferencia cuando se trate de la ayuda estatal.

En un país con un sistema más o menos bien desarrollado : 15. Preferiblemente después de un reconocimiento minucioso,

tómese nota de los elementos esenciales que necesitan ser reforzados -si no existe agencia estatal responsable, iníciese una adaptando sus funciones a las condiciones del momento. Si las facilidades para la educación profesional no son adecuadas, refuércense y agrándense los centros de capacitación, préstese atención a las condiciones míni- mas del personal, a los salarios y condiciones del servicio y a las existencias de libros.

16. Procúrese conseguir la incorporación y coordinación de las agencias pequeñas en sistemas mejores y más económicos, mixtos y cooperativos.

17. Concéntrese y dése fuerza a los elementos débiles. 18. Subsánense las deficiencias. Aspírese a un servicio de amplitud

nacional. 19. Auxíliense y, si es necesario, iníciense y manténganse servicios

modelo, proyectados como una muestra de condiciones mínimas elevadas y de organización más eficaz.

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CAPITULO XIV

CONCLUSION

P ARA terminar, el autor presenta sus excusas por las deficiencias de su trabajo, que son más que de sobra obvias para él mismo y, segu-

ramente, también para sus lectores. Tal vez se propuso abarcar dema- siado, aunque se ha visto obligado a omitir algunas cuestiones que le hubiera gustado tratar. El folleto no puede resultar de lectura «fácil», y mucho menos entretenido. Espera el autor que sus lectores adver- tirán las dos dificultades principales con que ha tropezado : una, la de encontrar un denominador común para todos los países, tan diferentes en cuanto a sus condiciones sociales, geográficas y económicas, estado de desarrollo de las bibliotecas y sus sistemas de gobierno local y estatal; la otra, que al proponerse ayudara aquellos países en que el interés y la ayuda son y serán por mucho tiempo reducidos, tiene que cuidarse de recomendar condiciones mínimas y procedimientos que serían un estorbo para el progreso de países que estén en mejor situa- ción. Se ha enfrentado con el peligro de que, al tratar de servir a varios amos, tal vez no sirva a ninguno de ellos, y se expone a que unos le critiquen por no haber pedido suficiente, y otros por pedir dema- siado.

A los primeros les ruega que le perdonen ; a los segundos les diría : los servicios de biblioteca que no reúnan las condiciones mínimas adecuadas no merecen la pena de que nos tomemos ninguna molestia por ellos. Muchas bibliotecas públicas que funcionan por esos mundos significan un torpe despilfarro de los fondos públicos, por ser demasiado defectuosas para poder hacer nada de provecho. Una buena biblioteca nunca es un despilfarro; una mala, siempre lo es.

La afirmación más importante que pueda hacerse en una obra sobre el servicio de extensión bibliotecaria es ésta : adóptense condiciones mínimas adecuadas desde el principio ; no se haga nada que no valga la pena, que no asegure la buena reputación del término «biblioteca pública». Si los recursos y las oportunidades son limitados, tengamos paciencia; hágase lo que se pueda hacer satisfactoriamente, y

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no se intente realizar más; el aumento de la ayuda económica se presentará con más prontitud, con más seguridad y con mayor perdurabilidad si lo que se hace es a todas luces útil, eficiente, y está inspirado por una comprensión clara de las funciones de la institución.

Ustedes se preguntarán, sin embargo : 2 Cuáles son las (condiciones mínimas. adecuadas» ? 2 Con qué criterio puede juzgarse un servicio de biblioteca? Algunos bibliotecarios razonan de acuerdo con lo que realizaron el año pasado o hace diez años, o con lo que realizan sus vecinos; otros, según sus propios recursos y posibilidades. La recomendación lógica es que se juzguen los adelantos por las funciones que la biblioteca debe estar cumpliendo. Tal recomenda- ción es demasiado fácil para ser de alguna utilidad -porque, 2 cómo puede apreciar una persona la importancia de las bibliotecas, a menos de haber experimentado por sí misma Io que las buenas bibliotecas han logrado hacer ? El hombre que, en una etapa incipiente, se enfrenta con la apatía y la oposición, seguramente ha de tener ideales, y, si es leal a ellos, tendrá que salvar gradualmente los obstáculos que se le presenten, pues tan sólo el bibliotecario que ha tenido oportunidad de administrar un sistema excepcionalmente bien dotado podría saber hasta dónde es posible llegar.

Esto nos conduce a un solo razonamiento : que debe existir un intercambio más amplio y más franco de experiencias e ideales entre os bibliotecarios y los cuerpos de gobierno de las bibliotecas en todo el mundo. La rivalidad entre las naciones puede rechazarse en algunos asuntos; en otros, viene a ser un fomento de civilización.

Ya que estaba fuera de los propósitos de esta obra, el autor no ha dicho nada acerca de la filosofía fundamental de la profesión, pero tiene motivos para afirmar que es función de la biblioteca pública proporcionar a cada individuo una oportunidad amplia y gratuita de obtener, según su libre voluntad, todo libro que signifique un apro- vechamiento mejor de su vida; es a todas luces conveniente que las naciones traten de ganar la delantera en sus esfuerzos por hacer de esa oportunidad patrimonio de sus pueblos.

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APENDICE

DESCRIPCION DE LOS VEHICULOS TIPO

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MODELO NO. UNO (americano). Capacidad : 1.250 volúmenes.

CHASIS - Ford, modelo de garita sobre el motor, 3/4 toneladas en trabajo pesado.

Generador de 30 amperios. Batería de IOO amperios-hora.

CARROCERIA - Hecha según pedido, abordable. Longitud (interior) II pies 2 pulgadas, anchura (interior) 5 pies IO pulgadas, altura (interior) 5 pies IO pulgadas. Puertas a ambos lados del frente, poste- riores dobles, las puertas laterales son corredizas, quedando ocultas; ventanas en las puertas delanteras y traseras. Calentador (( South- wind », de gas, a los pies del chófer. Diez focos. Estribo posterior fijo.

INTERIOR - Metálico, hermético a prueba de polvo, piso de caucho. Estantería de madera doble, 84 pulgadas de longitud, altura IO, II y

13 pulgadas, ángulo de inclinación 2 $!2 pulgadas.

COSTO - Total, 750 libras esterlinas.

IZO

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MODELO No. DOS (inglés). Capacidad : 2.000 volúmenes.

CHASIS - Bedford de pasajeros ; distancia entre ejes, r4pies 6pulgadas ; peso máximo de carga en bruto, 7 toneladas. Motor Bedford ordinario de 28 caballos de fuerza. Unidad de 6 cilindros.

CARROCERIA - Fabricada especialmente, pero utilizando algunas partes usadas en el coche ordinario ((Vista)). Todas las esquinas y bordes exteriores son curvos.

La armadura es de roble y fresno de la mejor calidad, y el revesti- miento es de 18 swgr aluminio medio duro por debajo de la línea media, y de 22 swg por encima. Revestimiento aislador insertado entre la superficie interior y la exterior del techo, para reducir las variaciones extremadas de la temperatura. Tiene una luz «Perspex» en el techo, de IO pulgadas de largo por 4 de ancho. El piso está cubierto con un linóleum castaño que se levanta 3 pulgadas al frente de los estantes, para protegerlos.

La cabina del chófer tiene dos puertas tipo sedán, una puerta co- rrediza que permite el acceso desde la calle. Hay pantallas protectoras a cada lado de los huecos de la puerta, para evitar el riesgo de que los lectores se caigan, y para proteger de las ráfagas a los empleados que estén en el mostrador.

La ventilación se obtiene por medio de 12 respiraderos en el techo y de dos ventiladores traseros en el mismo. La calefacción es produ- cida por un calentador &layton» grande, conectado en las baterías de modo que pueda usarse aunque el motor no esté en marcha. Se obtiene buena luz natural por medio del techo c(Perspex». La luz artificial se obtiene de 4 focos eléctricos de 36 vatios a cada lado, y 2 sobre el mostrador. Los focos laterales están conectados en circuitos separados. Una batería adicional de 85 amperios-hora está instalada junto a la batería ordinaria, y hay una clavija y un enchufe para un cargador de baterías o lámpara de revisión. Hay una cajuela trasera para equipaje, debajo del piso, que contiene la rueda de recambio y dos cajas ordinarias de libros.

I. Standndwire gauge. Serie arbitraria de n0meros usada para expresar el diámetro de alambres y CXTOS materiales. La escala es de 6 (o,~pa pulgadas) a 50 (0,001 pulgadas).

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ADAPTACION - La colección está dispuesta a lo largo de ambos lados y sobre la parte posterior; el mostrador de los empleados separa el cuerpo de la cabina del chófer.

La estantería está fabricada en madera blanda de I pulgada; en un lado hay 8 anaqueles de 9 pulgadas de alto para las novelas, y en otro y en la parte posterior, 6 anaqueles de 12 pulgadas de alto para los demás libros. Cada entrepaño tiene una inclinación de 1,s pulgadas y está provisto de un fondo que forma ángulo recto con el entrepaño. Los tres anaqueles superiores están provistos de tiras, para evitar que los libros se caigan. Los estantes no son cambiables. La colección transportada es de cerca de I, IOO novelas y 900 libros de otras clases, incluyendo 30 libros ordinarios de consulta.

Los guardabarros se prolongan dentro del cuerpo, para formar debajo de la estanterfa asientos que pueden utilizarse eventualmente.

El mostrador de los empleados está hecho para su utilización por ambos lados. El bibliotecario permanece del lado del público, y el chófer del lado de la cabina. El mostrador tiene 3 pies de alto y I pie 9 pulgadas de ancho, con una puerta y portezuela horizontal engozna- das para permitir el paso de la cabina a la biblioteca. Del lado del público hay tres ficheros, un cajón con cerradura, un cesto automático para papeles, y dos gabinetes; del lado de la cabina hay un depósito con aguay un lavabo. En el lado opuesto al chófer hay, para uso de los empleados, un guardarropa cuya exterior forma una vitrina de mues- trario sobre el mostrador. Sobre éste hay un estante oculto y un reloj de cuerda semanal. Del lado del chófer hay una prensa para libros reservados o que necesiten encuadernarse o repararse.

El personal se compone de un chófer y dos bibliotecarios capacitados, que trabajan en días alternos.

DIMENSIONES

Longitud total ........... 24 pies 4 pulgadas Altura total. ............ IO pies 2 pulgadas Anchura total. .......... 7 pies 6 pulgadas Peso sin carga. .......... 3 toneladas 15 cwt. Peso con carga. .......... 5 toneladas 5 cwt. aproximadamente Superficie de la biblioteca. 80 pies cuadrados.

COSTO

Chasis . . . . , . . . . . . . . . . . 470 libras esterlinas Carrocería y adaptación. . . I .280 libras esterlinas

Total. . . 1.750 libras esterlinas

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MODELO No. TRES ( americano). Capacidad : 4.000 volúmenes.

CHASIS - White 1,s tonelada Generador de 40 amperios. Estribo extra añadido a las muelles traseras.

CARROCERIA - Abordable. Longitud (interior) 17 pies, anchura (interior) 8 pies 2 pulgadas, altura (interior) 7 pies 3 pulgadas. Puertas -la del frente y la trasera del lado de las curvas, la otra delantera del lado del chófer.

CALENTADOR - Stewart-Varner)) de gasolina, montado en un compar- timento especial.

FOCOS - Nueve de 120 voltios 40 vatios, con un generador eléctrico de gasolina, de corriente alterna. (Onan de 750 vatios, IZO voltios.) Puede usar también una conexión eléctrica exterior. Estribos - 3 fijos en cada puerta lateral. Ventilador - c(White». Aislamiento (de cristal de fibra y fieltro impermeable de 2 pulgadas) en el techo, y revestimientos laterales entre las puertas dobles. Piso - Lintjleum.

ESTANTERIA - De madera. Para los libros de tamaño ordinario, 310 pies (capacidad 3.800), instalada por dentro y por fuera, altura IO pulgadas, fondo 8 pulgadas, horizontal, con una esterilla de caucho ondulado y una varilla corrediza de acero, para sostener los libros en los anaqueles. Para libros de tamaño irregular, 18 pies (capacidad 200)

sobre la parte izquierda posterior. Para revistas, mueble especial instalado del techo al piso, con capacidad para IOO. El escritorio de préstamo -en la parte delantera derecha, 3 pies de largo, con una tabla horizontal plegable; altura, 2 pies 6pulgadas; anchura, 18 pulga- das; depósito para tarjetas, espacio para ficheros. Gabinete para la ropa. Tablero para avisos.

COSTO -- Total : 2.000 libras esterlinas.

PERSONAL - 3 por viaje.

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BIBLIOGRAFIA SELECTA

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A nationalplan for public library service. Chicago. The association, 1948. $3.

x Choosing your bookmobile ». A. L. A. Bulletin (Chicago 1948), vol. XLII, no 12, part. 2, $ 1.

Jast, L. S. The library and the community. London, Nelson, 1939. 2 s.

Joeckel, C. B. The government of the Ameritan public library. Chicago, Univ. of Chicago press, 1935. $ 3. Ed., Library extension. Problems and solutions. Chicago, Univ. of Chicago press, 1946. $ 3.50.

The Library Association. Mobile libraries. (Library association technical pamphlet 1). London, The association, 1949.

McColvin, L. R. The public library system of Great Britain, A report on its present conditions, with proposals for postwar reorganisation. London, The library association, 1942. 5 s. And Revie, J. British libraries, 2 ed. rev. (British life and thought series). London, publ. for the British council by Longmans, 1946. r s.

Newcombe, L. Library co-operation in the British Isles. London, Allen et UllWiIl, 1937, 5 S.

Osborne, E. and F. A. Sharr. County Zibrary practice. London, The library association, 1949.

Wilson, L. R. Library planning. A working memorandum. Chicago, The Ameritan library association, 1944. $ 1.50.

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INDICE

A

Agencias de fomento de las biblio- tecas, 96.

Agencias estatales, I g. - como factores de fomento, 96. - financiamiento, 28. - personal, 80. - prestarno de personal, 84. - servicios centrales, 84. - suministro de la colección, 82. Agencias federales, z r . Analfabetos, 108. Ancianos, servicio a los, 90. Asilos, go. Asociaciones de bibliotecarios, 94-98. Ayuda estatal a agencias locales, 8 I -

82.

B

Bibliobuses, véase Bibliotecas ambu- lantes, Rurales, Sucursales mo- viles.

Bibliografías nacionales, 22. Bibliotecarios, escuelas de, 85, 105. Bibliotecarios, reuniones de, 87. Bibliotecarios estatales, 80. Bibliotecas ambulantes, 55. - definicion, 38.

descripción, r rg. fines, 55-56. r~éase también Bibliotecas am- bulantes rurales, Sucursales mo- viles.

Bibliotecas ambulantes rurales, 58. - colección, 61. - costo, 67. - recorridos, 62. - vehículos, 64-66, I rg. Bibliotecas de poblaciones pequeñas,

39-40. Bibliotecas de subscripción, I og. Bibliotecas escolares, 89. Bibliotecas públicas contra las que

no lo son, rog.

Bibliotecas rurales, organización, 38 73.

C

Calefacción, 41. Cambio de la colección, ~4. - rural, 74. - sucursales, 75. Cambio global de la colección, 74. Capacidad financiera, 29. Catálogos centrales federales, 22. Catálogos centrales nacionales, 22. Catálogos para el servicio a indivi-

duos, 69. Catalogación en relacion con el cam-

bio de colección, 47. Centros : 53-54. - Cambio de colección, 55. - Definición, 38-39. - Personal, 42. Centros bibliográficos nacionales, 22. Ciegos, servicio a los, 92.

Ciudades servidas por varias autori- dades, 16.

Colección de libros, 44. - costo capital, 51. - costo de mantenimiento, 51. - deterioro y destrozo, 50. - factores, 48. - inicial, 48. - innecesarios, 47. - insuficientes, 47. - selección en cooperativa, 45. Colecciones para estudiantes, muni-

cipales, 47. - regionales, 71. Comisión bibliotecaria, 33. Comisiones para el fomento de las

bibliotecas, 96. Compulsión del servicio de biblio-

tecas, 34. Concesiones estatales, ro, 29, 81-82. - «en material», 21. Condiciones mínimas de servicio, 2 I ,

113-116.

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Consejos bibliotecarios estatales, 28. Consejos de administración, 32. Consejos estatales de bibliotecas, 28-

29. Contratos entre autoridades, 18. Cooperación 86-87. Cuerpos mixtos de gobierno, 19.

D

Definiciones, 38. Descentralización rural, 77. Dispersión de los recursos, 40.

E

Edificios, 40. Educación, Ministerio de, y las

bibliotecas, 28. Enfermos, servicio a los, 90-92. Escuelas de bibliotecarios, 85, IOS-

106. Estación depositaria, . - definición, 38. Estado, subvenciones, 20, 29, 82. Estantes, 42. Exposición, vehículos de, 56, 62-63.

F

Fomento del servicio de extensión bi- bliotecaria, 95.

G

Gastos, limitación, 23.

H

Horarios de servicio, 42. Hospitales, 90-91.

1

Iluminación, 41. Incorporación de autoridades, r g. Individuales, préstamos, 68-69. Iniciativa local, r 07. Inspección, 3 I ,

L

Lectores aislados, servicio a los, 68. Legislación, 23. Libros, colección de, 44.

Libros innecesarios, 47. Limitación de los gastos, 23. Locales, 40.

M

Marinos, servicio a los, gr. Métodos uniformes, 87. Ministerio de Bibliotecas, 28. Ministerio de Educación, y las

bibliotecas, 28. Modelo básico de servicio, 13.

N

Necesidades especiales de los lec- tores, 70.

Niños, servicio a los, 89.

0

Obligatorio, Servicio bibliotecario, 24.

Opiniones, todas deben ser aten- didas, 27.

P

Personal : - Condiciones mínimas obligato-

rias, 42-43. - de la agencia estatal, 80. - de la ficina central rural, 77. -- de servicios de biblioteca inci-

pientes, 104. - en relación con el desarrollo, 104. - prestado por el Estado, 84. - preparación del, ayuda del Esta-

do, 8-j. Prejuicios contra las bibliotecas, roo. Préstamos, métodos, 78. Préstamo gratuito, 27, 112. Préstamos rurales, registro, 76. Prisiones, bibliotecas en las, gr. Programas para el servicio de ex-

tensión bibliotecaria, 101, r 12.

Proyectos regionales, 21.

Publicidad, 98.

R

Registro de préstamos rurales, 76

126

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Relaciones entre la autoridad local y la estatal, 27.

Requisitos legales, 26. Responsabilidad local frente a la

central, 14. Restricciones legales, 23.

S

Servicio de extensión bibliotecaria, - Programas. 103. Servicio de consulta a distritos

rurales, 59. Servicio gratuito, 27, 112. Servicio postal a lectores particulares,

69. Servicio rural, descentralización, 77. Sistemas de una sola autoridad, 17. Sistemas mixtos, - financiamiento,

32. Sistemas urbanos y rurales, 16-17.

Sucursal. - Cambio de colección, 75. - Definición, 38. Sucursales móviles, 57-58, I rg.

T

Tarjetas de lector, su validez en todos los lugares, 87.

Tipos de agencia de servicio biblio- tecario, r7.

Toda la población debe ser servida, 27.

Transporte, vehículos de, 63.

V

Vehículos, véase Bibliotecas ambu- lantes rurales.

Vehículos para la exposición de los libros, 56, 62-63.

Vehículos de transporte, 63.

127

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ALGUNOS TITULOS DE PUBLICACIONES DE LA UNESCO PARA LOS EDUCADORES’

Clubs des relations internationales et groujements analogues. Ilustrado.

Rapport adresst! au Conseil économique et social sur l’enseignement relatif aux .Nations Unies et aux institutions spkialisées.

Rapport de la Confkrence prt’paratoire des reprk- sentants des universites. - Convoquée à Utrecht, 2-13 août 1948.

« Vers la comprehension internationale N

I. Quelques suggestions concernant l’ensei- gnement relatif aux Nations Unies et aux institutions spécialisees.

II. La Preparation du personnel enseignant.

III. Bibliographie choisie. - Bilingüe (inglés-francés).

IV. Les Nations Unies et le Ciuisme interna- tional.

v. Dans la classe avec les moins de treize ans.

VI. L’lnjuence dufoyer et de la communauté sur lesenfants de moins de treite ans.

VII. L’Enseignement de la geographie - quelques conseils et suggestions.

Rapport sommaire de la Conference internationale de l’education des adultes.

Enfantssansfoyer.- Numerosasilustraciones.

« Problemes d’education »

I. L’Enfance victime de la guerre.

La Reforme des manuels scolaires et du matJrie1 d’enseignement.

$0.05

$0.15

$1.00

$0.10

$0.20

$0.30

$0.10

$0.20

$0.20

So.50

So.15

So.50

So.50

$0.45

3d.

gd.

5/-

6d.

Il-

Il9

6d.

Il-

Il-

3l-

gd.

3/-

3l-

216

ALGUNAS PUBLICACIONES DE LA UNESCO’

Acte constitutzf de I’Organisation des Nations Unies pour l’education, la science et la culture. $0.10

Actes de la Conférence genérale de l’organisation des Nations Unies pour l’education, la science et la culture. Quatrième session. Paris, I 949.

Vol. 1 : Comptes rendus des débats. $4.00 Vol. II : Résolutions. So.75

Rapport aux Nations Unies, Ig+8-rggg. $0.80 Rapport du Directeur genéral sur l’activite de

l’organisation d’octobre rg4g d mars rgso. $1.00

128

6d.

‘5 F

40 F

250 F

25 F

50 F

80 F

25 F

50 F

50 F

150 F

35 F 150 F

150 F

125 F

25 F

dsI.4.0 1.200 F 416 225 F

4l- 200 F

6/- 300 F

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Études d l’etranger - re’ertoire international des botases et echanges.

Tome II, 1949. Supplément au tome II, 1949.

Presse, Film, Radio. Rapport de la Commis- sion des besoins techniques après enquête dans quatorze pays. Paris, 1949.

Communications mondiales : presse, radio, Jilm. Paris, I 950.

L’Éducation por la radio : La radio scolaire, par Roger Clausse. Paris, 1950.

La Formation professionnelle du personnel de la radio, par Maurice Gorham.

Enlace cient$co. La labor de enlace de la Unesco mediante los centros de coopera- ción científica.

Avec le TICER sur les chantiers de la reconstruction.

Goethe- textosde homenaje- 1749-1949. (Edi- tado para la Unesco por la Gráfica Pan- americana, México, D. F.)

Catálogo de repoduccionesen color de lapintura de 1860 a Igag. cés-inglés) .

- Trilingüe (espaííol-fran-

Livret des commissions nationales.

Sr.25 $0.50

$1.20

$1.20

$0.40

$0.40

So.30 $0.15

W 3/-

350 F 150 F

7/- 350 F

7l- 350 F

II- IOO F

4- IOO F

116 75 F 4. 35 F

$1.50 BI- 400 F

$1.00 6i- 300 F

PUBLICACIONES PERIODICAS

Abono anual Bulletin du droit d’auteur. Trimestral, bilingüe

(inglés-francés). $1.80 II/- 550 F Bulletin oj%iel de 1’Unesco. Cada dos meses,

publicado en inglés y francés. $1.00 6/- 300 F

Bulletin de 1’ Unesco a l’intention des bibliothepues. Mensual, bilingüe (inglés-francés). $2.00 1213 600 F

Educaciónfundamental-boletín trimestral. Publi- cado en español, en francés y en inglés. so.70 4/- 200 F

El Correo de la Unesco. Mensual. Publicado en español, en francés y en inglés. $1.00 5l- 200 F

Museum. Revista trimestral bilingüe (inglés- francés) de las técnicas museográficas. $5.00 $1.1.0 1.000 F

Bulletin international des sciences sociales. Trimestral. Publicado en francés y en inglés. Br.50 SI- 440 F

8 Estas publicaciones han aparecido igualmente en inglés.

1.0s precios delas publicaciones están indicados en dólares, libras esterlinas y francos franceses.

*29

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LISTA DE LIBREROS DEPOSITARIOS

DE LAS PUBLICACIONES DE LA UNESCO

ARGENTINA. Editorial Sudamericana, S. A., Alsina 500, Buenos Aires.

AUSTRALIA. H. A. Goddard, Ltd., 255a George Street, Sydncy. AUSTRIA. Wilhelm Frick & Co., 27 Graben, Viena 1.

BÉLGICA. Librairie Encyclopédique, 7, rue du Luxembourg, Bruselas.

BRASIL. Livraria Agir Editora, rua México 98-B, Caixa postal 3291, Rio de Janeiro.

CANADÁ. The Ryerson Press, 2gg Queen Street West, Toronto.

CHECOESLOVAQUIA. Orbis, Narodni 37, Praga 1.

CHILE. Librería Lope de Vega, Moneda 924, Santiago.

COLOMBIA. Sr. Emilio Royo Martín, Carrera ga, 1791, Bogotá.

CUBA. La Casa Belga, Sr. René de Smedt, O’Reilly, La Habana.

DINAMARCA. Einar Munksgaard, 6 NHrregade, Copenhague. EGIPTO. James Cattan, fournisseur de la Cour, I 18: rue Emad el Din,

El Cairo. ESTADOS UNIDOS. Columbia University Press, 2960 Broadway, Nueva

York 27, N. Y. FILIPINAS. Philippine Education Co., Inc., comer Tanduay and Vergara

Streets, Quiapo, Manila. FRANCIA*. Maison du Livre francais, 4, rue Félibien, Paris-Ge. (Ventas

al por mayor y fiublicaciones no periódicas únicamente.) GRAN BRETAWA. H. M. Stationery Office, P. 0. Box 569, Londres, S. E. I.

GRECIA. Elefthéroudakis, Librairie Internationale, Atenas. HUNGRíA. « Ibusz », Akadémia-u. ro, Budapest V. INDIA. Oxford Book & Stationery Co., Scindia House, Nueva Delhi. ISRAEL. Leo Blumstein, Book and Art Shop, 35 Allenby Road, Te1 Aviv. ITALIA. Messaggerie Italiane, via Lomazzo 52, Milán. LÍBANO Y SIRIA. Librairie Universelle, avenue des Francais, Beirut. MÉXICO. Librería Universitaria, Justo Sierra 16, México, D. F. NORUEGA. A/S Bokhjornet, Stortingsplass 7, Oslo. PAísEs BAJOS. N. V. Martinus Nijhoff, Lange Voorhout g, La Haya. PAKISTÁN. Thomas & Thomas, Fort Mansions, Frere Road, Karachi 3. PERÚ. Librería Internacional del Perú, S. A., Girón de la Unión, Lima. PORTUGAL. Unizo Portuguesa de Imprensa, 198 rua de S. Bento,

30 Esq., Lisboa. SUECIA. A/B C. E. Fritzes Kungl. Hovbokhandel, Fredsgatan 2,

Estocolmo. SUIZA. Europa Verlag, Rämistrasse 5, Zurich. UNIÓN SUDAFRICANA. Van Schaik’s Bookstore (Pty.) Ltd., Libri Build-

ing, Church Street, Pretoria. URUGUAY. Centro de Cooperación Científica para la América latina,

Unesco, avenida Agraciada 1875, Montevideo.

* FRANCIA. Unesco, Service des ventes, rg, avenue Kléber, Paris-r Ge. Tél. : Kléber 52-00.

130

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Otros manqales & esta serie que publicará la Unesco

La Biblioteca P6blica y la Educación de Adultos.

La Formación Professional del Bibliotecario.

Precio : $0.65 ; 4/- ; 200 F.

en x949- ‘9.50 :