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    Tomado de: Traducir a Gramsci. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2007, 292

    pp.

    VIII- Valor terico de la concepcin gramsciana de la hegemona.

    Hasta aqu, he intentado proporcionar las claves ms importantes para poder

    realizar una lectura fructfera de los Cuadernos de la Crcel, una lectura que nos

    permita captar fielmente la esencia del pensamiento de Gramsci y comprender dnde

    reside lo nuevo y valioso de su legado terico.

    No hay dudas de que la pieza ms importante de la propuesta terica gramsciana

    es su concepcin sobre la hegemona. Constituye el ncleo de su reflexin sobre la

    poltica, el Estado y la revolucin. Miles de pginas se han escrito, en varios idiomas,para comentar las reflexiones que sobre este tema se encuentran en los Cuadernos de la

    Crcel. Pero no siempre las interpretaciones producidas han logrado captar y moverse

    en el sentido y con la intencionalidad con la que Gramsci utiliz esta concepcin.

    No utilizo el trmino concepcin por gusto. Ms que de un concepto, creoque

    debe hablarse de la concepcin gramsciana sobre la hegemona. Al pensar sobre los

    complejos procesos de estructuracin y reproduccin del poder por una clase social,

    Gramsci desarroll todo un conjunto de categoras que no pueden entenderse

    adecuadamente separadas unas de otras, en forma independiente, por cuanto constituyen

    un sistema terico, estn interrelacionadas entre si en forma orgnica, y es imposible

    explicar el contenido de una de ellas sin recurrir en la explicacin a todas las dems.

    Conceptos tales como sociedad civil, poder y dominacin, sentido comn y buen

    sentido, guerra de posiciones, bloque histrico, revolucin pasiva, y otros ms, se

    imbrican y presuponen, y es esta vinculacin esencial entre ellos lo que con razn puede

    denominarse concepcin o teora gramsciana sobre la hegemona. Por lo tanto es

    imposible pretender proporcionar una definicin, en cerrada en unas cuantas lneas, de

    lo que Gramsci entendi por hegemona. Se hace preciso desplegar el conjunto de tesis

    propuestas por l como instrumentos conceptuales conformados para aprehender en su

    movimiento y su interrelacin los distintos elementos que articulan la pluralidad de

    formas en las que el poder existe y se manifiesta.

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    Como ya se ha explicado, Gramsci no parti de una concepcin economicista ni

    mecanicista sobre la sociedad. Tanto su actuacin en el campo de la prctica poltica

    como en el terreno del pensamiento terico tuvieron como una de sus motivaciones

    fundamentales la necesidad de estructurar una plataforma conceptual que funcionara

    como alternativa a la pobreza terica desde la que el marxismo vulgar enfocaba la

    cuestin del poder, del Estado y de la revolucin, y a sus derivaciones en el campo de la

    actividad poltica. Su teora sobre la hegemona constituye una clara expresin de esa

    intencin, y slo puede entenderse adecuadamente desde el conocimiento del propsito

    y los objetivos que animaban a Gramsci. Olvidar o ignorar esta circunstancia ha

    conducido a interpretaciones simplificadoras.

    La ms comn ha sido (y contina siendo) la reduccin de la cuestin de la

    hegemona al espacio de lo superestructural. Desde esa posicin se entiende la

    hegemona de la burguesa como la capacidad que tiene esa clase para articular

    discursos que engaan a la clase obrera y dems sectores trabajadores y explotados. Esta

    concepcin reduccionista se alinea en el sentido de la percepcin de Gramsci como

    terico de las superestructuras, alguien que limit su pensamiento a la esfera de la

    cultura y el Estado, pero que no reflexion sobre la economa y la relacin entre esta y

    aquellas.

    Para los que asumen esta interpretacin, la burguesa logra dominar porque es

    capaz de producir un sistema de valores y creencias que engaa y confunde a las masas

    y les impide tener una conciencia verdadera de sus necesidades y problemas. A la

    pregunta de por qu y cmo logra esto la burguesa, la respuesta que se ofrece es bien

    simplista: por su condicin de propietaria de los medios de produccin fundamentales.

    La burguesa posee los canales de televisin, las emisoras de radio, los diarios y

    revistas, controla la produccin y distribucin de pelculas, posee recursos para producir

    imgenes atractivas y mensajes impactantes que logran confundir al individuo,

    enajenarlo y convertirlo en un esclavo sumiso de las tendencias consumistas y

    masificadotas de la sociedad capitalista. La conclusin es clara: la hegemona espiritual

    y moral de la burguesa sera una funcin directa, un resultado necesario de su control

    sobre los medios de produccin y de su abrumador poder econmico.

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    Esta interpretacin excesivamente simplificadora sobre la hegemona tiene su

    fundamento en dos principios tericos comunes al pensamiento positivista y al

    marxismo vulgar. El primero de ellos es una concepcin idealista sobre la sociedad y

    sobre el poder. Se afirma que la burguesa logra dominar porque es capaz de engaar al

    pueblo, produciendo ideas y valores que lo confunden. El poder termina siendo algo que

    se define exclusivamente en el campo de las representaciones conscientes de las

    personas. Como seala Nicos Poulantzas, se escamotea por completo la problemtica

    marxiana de la relacin objetiva entre las estructuras existentes y las prcticas objetivas

    (tanto materiales como espirituales) de las personas.1 Bastara con la voluntad de la

    clase dominante para producir las ideas que constituyen el fundamento ltimo del poder.

    El segundo principio terico lo constituye la concepcin mecanicista sobre la

    relacin entre la economa y otras esferas sociales, como la poltica y la esfera

    espiritual. Para decirlo con otras palabras: la visin cosificada de la relacin entre base y

    superestructura. En esta interpretacin, lo primero que surge histricamente es la

    produccin de bienes materiales, y despus sera que aparecera el Estado, las ideas

    polticas, religiosas, etc. Se presenta como si inicialmente los seres humanos produjeran

    los objetos materiales que van a consumir, se establecieran las relaciones de propiedad y

    se distribuyera en forma desigual la riqueza social, y posteriormente se creara el Estado

    como instrumento de represin fsica para defender los intereses de los propietarios, y

    por ltimo los seres humanos comenzaran a pensar. La famosa expresin de que los

    hombres tienen que comer primero para pensar despus olvida el hecho de que lo que

    diferencia a la especie humana de los animales es precisamente que se vio precisada a

    pensar primero para poder comer. Con estoy no estoy afirmando la prioridad ontolgica

    del pensar con respecto al ser, sino que estoy recordando que el propsito que anim a

    Marx a elaborar su concepcin dialctico-materialista de la historia fue el de destacar la

    unidad orgnica entre la produccin de la vida material de la sociedad y la produccin

    de su vida espiritual. En la concepcin del marxismo vulgar, que siguen repitiendo hoy

    los difusores de la interpretacin de la hegemona como cuestin exclusivamente

    supraestructural, la economa es el espacio donde los seres humanos producen cosas

    materiales (automviles, tornos, computadoras, alimentos, etc.). Cmo ese proceso de

    1Nicos Poulantzas:Hegemona y dominacin en el Estado moderno. Cuadernos de Pasado y Presente nr.

    48, Cfdoba, 1975, p. 46.

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    produccin material influye sobre las creencias, sentimientos, valores e ideas de las

    personas, es algo que no pueden explicar, precisamente por esa visin empobrecida de

    lo econmico que, en esencia, reproduce la de los economistas burgueses, y que ya

    Marx critic en 1844. Slo pueden comprender esa relacin como de exterioridad. Todo

    se reducira a la propiedad de los medios de produccin, a la posesin de la riqueza.

    Sera apoyndose en esa propiedad y esa riqueza que la burguesa logra engaar a las

    masas, introduciendo en sus mentes ideas falsas. Sera debido a su riqueza que la

    burguesa posee los recursos para comprar el talento que producir esas imgenes

    hermosas y enmascaradotas, y gracias a su riqueza podran repetirlas sin cesar hasta que

    a los individuos no les quede ms remedio que incorporarlas en su espiritualidad.

    Las derivaciones que esta interpretacin idealista y economicista de la

    hegemona tiene para la elaboracin de una estrategia poltica encaminada a abolir el

    poder de la burguesa y realizar la revolucin son claras. La complejidad de la

    transformacin radical a operar en las relaciones econmicas de produccin se reduce a

    la expropiacin de los expropiadores, a la eliminacin de la propiedad privada

    (mientras ms amplia y profunda mejor) y a la estatalizacin de los medios de

    produccin. La revolucin se reduce a la estatalizacin de la propiedad. Eso es todo. Las

    consecuencias de este acto se presentan en una sucesin mecnica y directa:

    desprovistos de su poder econmico, la burguesa como clase desaparece y ya no tiene

    medios para construir su propaganda ni difundirla. El fin de su podero econmico

    representa automticamente el fin de su preeminencia ideolgica. El poder econmico

    alcanzado por el Estado de los obreros producira directamente la hegemona cultural de

    lanuela clase en el poder. Sobre la nueva base econmica se alzara una nueva

    superestructura. En sectores minoritarios de la sociedad podran continuar existiendo

    valores no compatibles con la nueva sociedad (individualismo, supersticiones, etc.),

    pero se explicaran como rezagos del pasado, remanentes de la vieja sociedad, que

    desapareceran necesaria e inevitablemente con el paso de los aos, al faltarles su causa

    material (en este caso la explotacin capitalista). Las instituciones productoras de

    ideologa (medios de difusin masiva, sistema educacional, etc.) pasaran a manos del

    nuevo Estado proletarios, que sera quien dispone ahora que se lee y que no se lee, que

    se discute y que no se discute, que pelculas y que msica se difunden y cuales no se

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    difunden, que ideas y valores se proclaman y cuales no. La hegemona cultural sera una

    consecuencia inmediata y necesaria de la adquisicin del poder estatal y de la

    estatalizacin de la propiedad. En definitiva, hegemona y dominacin no se

    diferenciaran esencialmente en el nuevo Estado surgido de la revolucin., por lo que no

    hara falta ocuparse ni perder el tiempo en desarrollar una reflexin terica sobre la

    cuestin de la hegemona. De ah que durante decenios en muchos sectores del

    pensamiento marxista y del movimiento comunista se suvalorara la importancia de la

    obra de Antonio Gramsci.

    La desaparicin de los sistemas del comunismo de Estado en Europa oriental y

    la desintegracin de la URSS, procesos ocurridos entre 1989 y 1991, demostraron la

    falsedad de aquella construccin terica. Ante todo, es imposible regular la vida

    espiritual de las sociedades modernas apoyndose nicamente en los dispositivos de

    ordeno y mando caractersticos de la dimensin represiva del Estado. Adems, la

    creciente complejizacin de las sociedades modernas y la multilateralizacin ascendente

    de los nexos entre los distintos pases ha convertido en muy porosas las fronteras

    nacionales, haciendo casi imposible levantar barreras al flujo de producciones

    espirituales de muy diverso tipo (noticias, producciones artsticas, obras escritas, modas,

    etc.). Los Estados comunistas fueron derrocados con todo entusiasmo por la propia

    burocracia en el poder. La poblacin de esos pases, ganada desde antes por los patrones

    consumistas y los valores ideolgicos tpicos del capitalismo, saludaron con no menor

    entusiasmo la reinstauracin de los mecanismos de explotacin, el desmontaje de la

    asistencia social, el alineamiento con las polticas agresivas del imperialismo

    estadounidense, etc. Pese a la estatalizacin de los medios de produccin, la burguesa

    mundial haba ganado la batalla por la hegemona. Una vez ms qued claro que se

    puede tener el poder estatal y carecer de la hegemona cultural, y que la consecuencia de

    ello slo puede ser la derrota.

    Las lecciones de la historia reciente obligaron a prestar atencin al tema de la

    hegemona. All donde todava se intenta mantener un proyecto socialista fue necesario

    abrir un espacio mayor a la existencia de relaciones monetario-mercantiles y a las

    inversiones de capital extranjero, con la consiguiente diversificacin de los tipos de

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    propiedad y la disminucin de la capacidad del Estado para regular directamente los

    procesos de produccin y circulacin social.

    La complejidad de la relacin dominacin-hegemona se torn dramticamente

    perceptible y constatable en la experiencia cotidiana. Los cultores del marxismo vulgar

    tuvieron que asumir la nueva terminologa que antes rechazaron, pero continuando

    fieles a su chatura conceptual no pudieron menos que traducirla en los trminos que

    sus referentes economicistas le imponan. As, han efectuado una operacin de

    prestidigitacin y han separado la hegemona cultural de la contradictoriedad de los

    procesos econmicos en curso. Si antes supeditaban directa y totalmente a la

    superestructura con respecto a la base, ahora han realizado la operacin inversa: la

    suprestructura es concebida con total independencia de la base. Separan ambos espacios

    sociales. Eso les permite ejecutar una maniobra de trapisondera intelectual y

    oportunismo poltico. Ya no importa la relevancia que ha adquirido la estructuracin

    mercantil del proceso productivo, el predominio de los principios empresariales

    organizativos tpicamente capitalistas, el crecimiento de las desigualdades econmicas,

    la reestructuracin clasista de la sociedad, y otros procesos tendencialmente opuestos a

    cualquier socializacin de la propiedad y del poder. Se ignoran estos procesos y sus

    efectos, y se presenta la hegemona como algo que se resuelve en el aparentemente

    autnomo campo de la superestructura, donde lo nico que importa sera la capacidad

    de hilvanar discursos, mensajes, etc., que logren tener un efecto convincente sobre las

    personas. La hegemona se reduce a lucha ideolgica, y esta se entiende en exclusiv a

    como la habilidadpara lograr un mayor poder de conviccin en la utilizacin de los

    medios de propaganda.

    Si la hegemona fuera esto, entonces tendramos que llegar a la conclusin de

    que no hay nada nuevo ni importante en la teora gramsciana. En ltima instancia, la

    hegemona mantenida a lo largo de dos siglos por el gran capital y sus representantes se

    debera a su capacidad para engaar a las masas, para producir una falsa conciencia.

    Si el campo de aplicacin de la concepcin gramsciana sobre la hegemona se limita

    slo al dominio de la ideologa, pues indica la capacidad de una clase dirigente para

    hacer aceptar por toda la sociedad su propia concepcin del mundo, entonces toda la

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    teora de la hegemona (y el concepto mismo) seran superfluas. No hara falta un

    concepto nuevo slo para valorar la eficacia especfica de las ideologas sobre la base.2

    Esta interpretacin idealista sobre la cuestin de la hegemona, presente en los

    actuales cultores del marxismo vulgar, sirve de lecho de acomodo de una concepcin

    totalmente instrumental y maquiavlica sobre la poltica. Si reducimos la hegemona al

    plano de lo discursivo, la lucha contra le hegemona burguesa puede derivar en la

    utilizacin de los mismos mecanismos y recursos, trucos y tretas que ella utiliza para

    propagar sus ideas y valores. Se tendra as el espectculo, no por curioso menos

    trgico, de una programacin televisiva que repite los patrones de su supuesto rival

    ideolgico. Se piensa que al ser otro el contenido del mensaje y su finalidad, no importa

    que los medios empleados sean los mismos. Y se acude entonces a la repeticin

    machacona, la utilizacin de atavismos, el recurso a lo irracional, en fin, a la

    duplicacin de los mecanismos de la propaganda capitalista. El fin justifica los

    medios, reza una vieja mxima de la poltica tradicional. Pero quienes ignoran la

    compleja relacin dialctica entre los medios y el fin tendrn que pagar un precio

    trgico: los medios terminan reemplazando al fin.

    Las formas ideolgicas existentes en una sociedad no son el resultado exclusivo

    ni principal de la voluntad de la clase dominante. No es la mera voluntad de esa clase y

    su utilizacin de tcnicas de propaganda o publicidad lo que logra que determinadas

    formas ideolgicas se afiancen en la sociedad. Como seal N. Poulantzas, no se puede

    olvidar que la esencia y funcin de las ideologas reside en el hecho de la

    relacin de los hombres en sus condiciones de existencia, la forma en que los

    hombres viven esas condiciones.3 Esas formas ideolgicas, esas representaciones,

    ideas, valores, gustos, y no otros, son los que se difunden a nivel social y hacen suyos

    las personas, porque esas representaciones y no otras son las que les permiten su

    insercin en el sistema objetivamente existente de relaciones sociales. Esas formas

    ideolgicas adquieren su persistencia y aceptacin porque expresan las circunstancias

    reales de vida de los individuos. Es con esos productos espirituales que ellas pueden

    estructurar sus vidas en el mundo real en que viven su cotidianidad. El carcter

    hegemnico de una clase se expresa en su capacidad para estructurar el sistema objetivo

    2Nicos Poulantzas, obra citada, edicin citada, p. 44.

    3Nicos Poulantzas, obra citada, edicin citada, p. 70.

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    de relaciones sociales en formas afines a su poder, a sus intereses y a su reproduccin

    como clase, y no simplemente en su capacidad de enhebrar discursos atractivos.

    Limitar la hegemona a la expansin de formas ideolgicas convenientes a la

    clase dominante implica ignorar la relacin dialctica entre las prcticas materiales de

    los individuos y sus formas de pensar y sentir. Gramsci logr superar la interpretacin

    idealista y abstracta del concepto de ideologa, presente en el marxismo vulgar, y con su

    concepcin sobre la hegemona sent las bases para entender la ideologa como una

    prctica social autntica y habitual, que debe abarcar no slo lo que los individuos se

    representan conscientemente, sino tambin las dimensiones inconscientes y no

    articuladas de la experiencia social de las personas, adems del funcionamiento de las

    instituciones existentes.4

    Gramsci no fue el primer en utilizar el trmino hegemona en el vocabulario

    poltico. Varios autores han rastreado su origen y demostrado que era un vocablo comn

    en el marxismo de la II Internacional.5 Pero se utilizaba en un sentido diferente. Se

    empleaba para designar el liderazgo a desempear por el proletariado en su necesaria

    alianza con otras clases (campesinos, pequea burguesa) para comenzar la revolucin y

    realizar las tareas democrticas que haban quedado sin resolver por la burguesa. En los

    Cuadernos de la Crcelse ejecuta un cambio en el objeto al que se refiere este concepto

    y en las perspectivas de anlisis que ofrece. Gramsci transform su contenido y lo

    utiliz para reflexionar sobre los procesos y mecanismos utilizados por la burguesa

    para obtener el poder, pero tambin para reconsiderar la estrategia de lucha para la

    realizacin de la revolucin comunista.

    La teora gramsciana de la hegemona se apoya en la concepcin sistmica sobre

    el modo de produccin capitalista desarrollada por Marx. Es por ello que nos permite

    captar lo especfico del campo de lo poltico y del Estado en la poca moderna. Si el

    concepto de hegemona tiene un status cientfico propio es porque, aplicado al Estado

    4Ver: Terry Eagleton:Ideologa. Una introduccin. Paids, Barcelona, 1997, p. 153.

    5Ver: Christine Buci-Glucksmann: Gramsci y el Estado. Siglo XXI, Madrid, 1978. Perry Anderson:Las

    antinomias de Antonio Gramsci. Fontamara, Barcelona, 1981. Ernesto Laclau y Chantal Mouffe:

    Hegemona y estrategia socialista. Hacia una radicalizacin de la democracia. Madrid, Siglo XXIEditores, 1987.

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    capitalista, nos permite dilucidar sus caractersticas histricas particulares en sus

    relaciones con un modo de produccin determinado.6

    La concepcin sobre la hegemona desplegada en los Cuadernos de la Crcel

    nos permite superar las concepciones voluntaristas y economicistas del marxismo vulgar

    y plantearnos la tarea fundamental en la interpretacin acerca de la poltica y del Estado.

    Establecer el nexo histrico-gentico entre el nivel poltico institucionalizado y el

    conjunto especfico de un modo de produccin (en este caso, el capitalista).

    Fue precisamente en la poca en que vivi Gramsci cuando el Estado capitalista

    expres en forma clara las nuevas funciones que desempeaba en el proceso de

    reproduccin del sistema social existente, no slo en la economa, sino tambin en el

    encauzamiento y ordenamiento del desarrollo de la sociedad civil. Su teora sobre la

    hegemona tena como uno de sus propsitos develar el carcter especfico que asuma

    la regin de lo poltico y su autonomizacin con respecto a lo econmico, y a la vez

    explicar la compleja interrelacin entre estos dos espacios de manifestacin de la praxis

    social. Esta es una razn fundamental para no identificar hegemona con ideologa. La

    hegemona incluye a la ideologa, pero no es reducible a esta. Las caractersticas del

    modo de produccin capitalista abren posibilidades a la burguesa para asegurar su

    poder por medio de la obtencin y expansin del consenso con las que no contaron las

    anteriores clases dominantes. Pongamos un ejemplo: la relativa autonoma de la poltica

    permite a la burguesa tomar medidas econmicas que mejoren la situacin de unos

    grupos o sectores explotados con respecto a otros, y obtener as el apoyo de los

    primeros, adems de crear divisiones al interior de las clases trabajadoras. La

    hegemona tambin puede tomar formas ms polticas, facilitadas por las propias formas

    en que se manifiesta la existencia del Estado moderno. En el modo de produccin

    capitalista desaparecen las relaciones de subordinacin personales basadas en la

    coercin fsica (esclavitud, servidumbre) y todos los individuos se convierten en seres

    libres e iguales en derechos polticos. El Estado aparece como expresin del inters

    general, supuestamente neutral con respecto a los intereses clasistas. Esto no es una

    simple ilusin ideolgica. Es cierto que en la sociedad capitalista el poder es

    relativamente autnomo con respecto a la vida econmica y social, a diferencia de la

    6Nicos Poulantzas, obra citada, edicin citada, p. 44.

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    estructura poltica que existi en las sociedades pre-capitalistas. Como acertadamente

    afirma Terry Eagleton: la hegemona, pues, no es slo una forma de ideologa eficaz,

    sino que podemos distinguir entre sus diferentes aspectos ideolgicos, culturales,

    polticos y econmicos.7

    La teora gramsciana de la hegemona tiene precisamente como uno de sus

    objetivos principales facilitar la comprensin del Estado en el capitalismo como un

    conjunto particular de estructuras objetivas que nacen y funcionan en ntima relacin

    con las contradicciones que le son propias a ese modo de produccin. De ah las nuevas

    funciones que adquiere ese Estado. Y un elemento muy importante: a diferencia de las

    formaciones estatales pre-capitalistas, que expresaban directamente los intereses de la

    clase dominante y se manifestaban abiertamente como su propiedad, el Estado burgus

    aparece como un instrumento pblico y supra-social. De ah que el Estado moderno no

    traduce al nivel poltico los de las clases dominantes, sino la relacin de

    esos intereses con los de las clases dominadas.8 Ahora el Estado ya no se presenta

    como la simple ratificacin por la fuerza de los intereses de la clase dominante. Esos

    intereses deben presentarse en una forma mediatizada, como encarnando el inters

    general. De ah que le Estado tenga ahora necesariamente que asumir y ejercer

    funciones inditas hasta ahora, que lo vinculan a la estructuracin de las instituciones

    vinculadas con los procesos de socializacin de los individuos. Los intereses que

    defiende el Estado burgus deben presentarse como encarnando el inters general. El

    Estado moderno debe presentarse y actuar como representando y defendiendo los

    valores universales de libertad y de igualdad formales y abstractos. Pero aqu hay algo

    que es importante enfatizar: esos valores no slo desempean un papel ideolgico de

    justificacin, sino que ejercen tambin la funcin de condicin de posibilidad de las

    estructuras objetivas del Estado.

    En las condiciones del modo de produccin capitalista no puede reducirse el

    ejercicio de la poltica slo a represin, pero tampoco a engao. La racionalidad

    especfica de lo poltico en el capitalismo (su lgica de funcionamiento) slo se puede

    entender si se relaciona con la racionalidad del modo de produccin capitalista. Son las

    caractersticas del proceso de produccin de las relaciones sociales en el capitalismo las

    7Terry Eagleton, obra citada, edicin citada, p. 150.

    8Nicos Poulantzas, obra citada, edicin citada, p. 50.

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    que generan objetivamente la percepcin de lo poltico como una esfera separada de lo

    econmico y del Estado como una instancia situada por encima de los intereses

    particulares, expresin de la universalidad.

    La teora gramsciana de la hegemona slo puede entenderse a plenitud y en

    profundidad si se la relaciona con la teora marxista sobre el fetichismo. A diferencia de

    otros muchos marxistas contemporneos suyos, Gramsci si haba estudiado a fondo la

    filosofa hegeliana. Su lectura de El Capital le permiti captar muchos elementos que

    pasaron inadvertidos para otros. Y entre ellos la relacin que existe entre la produccin

    objetivamente condicionada de un mundo fetichizado y la capacidad de la burguesa

    para lograr el consenso legitimador de su poder.

    Para Gramsci, como para Marx, no existen categoras slo econmicas o slo

    polticas. Al utilizar la nocin de hegemona no lo hizo para designar procesos

    particulares que se manifiestan en una supuesta regin social independiente, sino para

    destacar que la hegemona concierne al proceso social en todos sus aspectos. Es decir, a

    toda la reproduccin social global. Las causas de la hegemona de la burguesa se

    encuentran en las caractersticas esenciales objetivas que asume el proceso de

    produccin social en las condiciones de predominio de la plusvala y de

    universalizacin de la forma mercanca, y se realiza a travs de todas las actividades

    vitales de los seres humanos no slo actividades laborales, sino tambin educativas,

    familiares, religiosas, artsticas, de produccin cientfica, y otras.

    Cuando se habla de hegemona, estamos haciendo referencia a procesos

    histricos, a formas de vida y de autorrealizacin de los seres humanos individuales.

    Terry Eagleton ha sealado acertadamente que la concepcin gramsciana de hegemona

    es inherentemente relacional, adems de prctica y dinmica. Es una concepcin

    dinmica porque la hegemona no es nunca un resultado alcanzado de una vez y para

    siempre, sino algo que tiene que ser constantemente renovado, recreado, defendido y

    modificado. No es un estado inmvil, una situacin de equilibrio estable. La hegemona

    implica tensin, una tendencia y un contraste. La hegemona de una clase es

    manifestacin de su capacidad para encontrar formas nuevas de manejar los conflictos

    sociales, de cooptar y quitarle su filo subversivo a las nuevas manifestaciones de

    resistencia surgidas desde otras clases sociales, de recomponer constantemente los

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    equilibrios perdidos. La hegemona nunca es inmvil. Es una expresin de la lucha de

    clases, de las relaciones de fuerza dinmicas que constantemente se renuevan en una

    sociedad. De ah la dimensin relacional presente en la concepcin gramsciana, pues la

    hegemona es algo en constante redefinicin a partir de las caractersticas de los

    vnculos que la clase dominante establece con las dems clases. La hegemona se realiza

    en relacin de alianza o de enfrentamiento de la clase dominante con las otras clases. Y

    cada vez, en cada momento histrico, en contextos econmicos, polticos, culturales,

    institucionales, cambiantes y en evolucin. La dimensin prctica de esta teora queda

    bien clara a la luz de todo lo anteriormente expuesto. La hegemona de una clase no es

    el resultado del engao, o de un tipo especfico de actividad discursiva confinada a un

    espacio superestructural. Es el resultado de la capacidad, mantenida por esa clase, de

    lograr una imbricacin especfica (acorde a sus intereses) de la multilateralidad de

    formas de actividad prctica socialmente existentes.