Acerca de La Clínica Psiconalítica de Las Perversiones

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Acerca de la clínica psiconalítica de las perversiones Mabel Rodríguez Gamallo (*) Publicado en Cuadernos Sigmund Freud. Nro 21 (2001). EFBA. Quisiera plantear algunas reflexiones y preguntas relacionadas con la clínica de las perversiones. Mi interés se origina en los obstáculos con los que me topé y me topo en el tratamiento de pacientes de estructura perversa, no neuróticos o psicóticos con episodios perversos. Son conocidas las dificultades que presentan estos tratamientos. Muchas veces son de tanta importancia, que han llevado a algunos analistas a afirmar que la especificidad de la estructura perversa plantea condiciones de exclusión respecto de las que son necesarias para un psicoanálisis. Sin embargo, Lacan nos dice en Hamlet ... que la perversión es articulable, interpretable, analizable al igual que la neurosis. Por el contrario, en la actualidad, es probable que los analistas no retrocedamos frente a las psicosis o a las patologías denominadas por algunos como "bordes de las neurosis", pero sí frente a la perversión. Sin embargo, toda demanda de análisis exige del analista a quien se dirige que no retroceda frente lo que tiene que ofrecer: un análisis y ser su agente. La demanda de análisis, para ser aceptada, no tiene que ser remitida, a priori, a una estructura clínica. Si es aconsejable que el analista detecte en las entrevistas preliminares frente a qué estructura se encuentra (neurosis, perversión o psicosis), es sólo para modular su respuesta y dirigir posteriormente la cura. La determinación de un sujeto a comprometerse en un tratamiento tendría que ser la única condición para aceptarlo. La idea de que los perversos son inanalizables es lo que subyace en la falta de profundización teórica y clínica de esta estructura. Lo que va a ocasionar que se confunda tantas veces el diagnóstico de estos pacientes y, por lo tanto, la dirección de la cura. Ésta, obviamente será diferente a la de las neurosis y a la de las psicosis en cuestiones centrales; a pesar de que en las tres estructuras se trate de la erosión del lugar del Otro. Así como en las psicosis es diferente la posición del analista en la transferencia, el estilo de las intervenciones, etc. debido a la forclusión del Nombre del Padre; en la perversión la dirección de la cura tiene que ser pensada desde la renegación de la castración y no desde la represión. Si no estamos advertidos de esto, probablemente nos encontremos "remando en la arena".

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Psiconanálisis

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Acerca de la clínica psiconalítica de las perversiones

Mabel Rodríguez Gamallo

(*) Publicado en Cuadernos Sigmund Freud. Nro 21 (2001). EFBA.

Quisiera plantear algunas reflexiones y preguntas relacionadas con la clínica de las perversiones. Mi interés se origina en los obstáculos con los que me topé y me topo en el tratamiento de pacientes de estructura perversa, no neuróticos o psicóticos con episodios perversos.

Son conocidas las dificultades que presentan estos tratamientos. Muchas veces son de tanta importancia, que han llevado a algunos analistas a afirmar que la especificidad de la estructura perversa plantea condiciones de exclusión respecto de las que son necesarias para un psicoanálisis.

Sin embargo, Lacan nos dice en Hamlet ... que la perversión es articulable, interpretable, analizable al igual que la neurosis.

Por el contrario, en la actualidad, es probable que los analistas no retrocedamos frente a las psicosis o a las patologías denominadas por algunos como "bordes de las neurosis", pero sí frente a la perversión. Sin embargo, toda demanda de análisis exige del analista a quien se dirige que no retroceda frente lo que tiene que ofrecer: un análisis y ser su agente.

La demanda de análisis, para ser aceptada, no tiene que ser remitida, a priori, a una estructura clínica. Si es aconsejable que el analista detecte en las entrevistas preliminares frente a qué estructura se encuentra (neurosis, perversión o psicosis), es sólo para modular su respuesta y dirigir posteriormente la cura. La determinación de un sujeto a comprometerse en un tratamiento tendría que ser la única condición para aceptarlo.

La idea de que los perversos son inanalizables es lo que subyace en la falta de profundización teórica y clínica de esta estructura. Lo que va a ocasionar que se confunda tantas veces el diagnóstico de estos pacientes y, por lo tanto, la dirección de la cura. Ésta, obviamente será diferente a la de las neurosis y a la de las psicosis en cuestiones centrales; a pesar de que en las tres estructuras se trate de la erosión del lugar del Otro.

Así como en las psicosis es diferente la posición del analista en la transferencia, el estilo de las intervenciones, etc. debido a la forclusión del Nombre del Padre; en la perversión la dirección de la cura tiene que ser pensada desde la renegación de la castración y no desde la represión. Si no estamos advertidos de esto, probablemente nos encontremos "remando en la arena".

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Los análisis de neuróticos también pueden ser complicados, ya que hay neurosis muy graves. Sin duda los perversos no son los pacientes ideales, ni los que despiertan mayor simpatía pero, si estamos en sintonía con el deseo del analista no veo, a priori, por qué habría que cerrarles la puerta. De hecho, hay perversos en análisis, en algunos casos con buenos resultados clínicos.

Estos sujetos llegan a los consultorios obligados por sus parejas, algún otro pariente cercano o un juez que amenaza con excluirlos de la vida familiar; otras veces para obtener algún goce transgresivo a expensas del analista y en el mejor de los casos porque sufren, están deprimidos o angustiados.

Sabemos que es difícil que se angustien porque esto es lo que le ofertan al Otro. Sin embargo, les ocurre a veces cuando tienen dificultades para poner el fantasma en práctica o éste no les alcanza para obturar la castración del Otro con a, por la aparición de lo real de la falta. Si no pueden colmar en la escena la falta del Otro, ante la aparición de la división pueden consultar a un analista en posición de S pidiendo la respuesta de la que momentáneamente carecen. Esto suele ocurrir en los duelos: abandono de una pareja, muerte de un familiar significativo, imposibilidad real de transgredir por algún factor que lo impida o por las consecuencias que le ha acarreado la última transgresión.

Si llegan, el diagnóstico es muy importante para adecuar la respuesta a la estructura. Pero, estar advertidos no excluye que, en cierta medida, nos dejemos embaucar pues, de lo contrario, es inviable la transferencia, y por lo tanto el análisis.

Con respecto a diagnosticar la perversión, resulta de suma utilidad la indicación que da Lacan en el seminario La Angustia acerca de que lo que busca el perverso es provocar angustia. Se podría objetar que el psicótico o el neurótico también pueden angustiar. Sin embargo, cuando estos nos angustian no es porque lo buscan. El perverso, en cambio, busca la angustia del Otro.

Voy a contar un episodio de un paciente con varios años de análisis: Jorge es arquitecto, casado por tercera vez con una abogada, simpático, heterosexual. En una sesión relata que, tiempo atrás, mientras esperaba en el hall del edificio el horario de su sesión charlaba con el encargado. Fue así cómo le comentó que, siendo arquitecto, veía que el edificio necesitaba arreglos. Solicitó el número telefónico del administrador y lo llamó para ofrecerse a realizar los trabajos. Cuando éste le preguntó quién lo recomendaba, él le contestó "a mí me conoce la licenciada del departamento tal", lo que, evidentemente, era verdad. Cuando lo interrogo acerca de qué es lo que él pensaba que iba a decir si el administrador me consultaba por él, me dice con seguridad: "que Ud. me conoce como paciente, no como profesional". Al momento del relato ya había realizado los arreglos y el administrador le había solicitado que confeccionara la factura con un 15% de sobreprecio para él. Jorge dice: "¿Ve que somos todos ladrones? El que no lo es, es porque no tiene la oportunidad".

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En esta situación, el analista queda situado simultáneamente como víctima y cómplice de un delito, y no puede decir nada al administrador ni a los consorcistas porque estaría violando el secreto profesional. Ésta es una típica encrucijada en la que podemos encontrarnos durante tratamiento de un perverso. ¿Qué podría provocar en el analista más que angustia? El episodio relatado es también un buen ejemplo de cómo el perverso va a tratar de incluir al analista en su fantasma.

Hay tres modos de apartarse de la castración: neurosis, perversión y psicosis, o sea: represión de la castración, renegación y forclusión. ¿Cómo manejarse en la clínica con la renegación?

Trabajemos un poco este concepto que siempre me pareció oscuro. Desde 1927, Freud elabora la renegación a partir del fetichismo. Dice que en el fetiche coexisten dos posiciones inconciliables "la madre no tiene pene", "la madre tiene pene". Estas actitudes persisten a lo largo de la vida sin influirse mutuamente; Freud habla de una escisión del Yo: Hay dos juicios, dos razonamientos contradictorios en el mismo nivel.

Por eso, la interpretación que se enuncia es inmediatamente sabida, sin que medie ningún espacio de tiempo. Un ejemplo: la esposa de un paciente padece un aneurisma y poco después muere. Este paciente, desde mucho tiempo antes venía pensando que lo que le convenía era enviudar y trabajaba bastante para ello (su pareja tenía características depresivas y él provocaba situaciones para desestabilizarla). Cuando ella muere, llega al consultorio de su analista llorando sin consuelo y lamentándose de que jamás va a poder recuperarse de esta pérdida. El analista le dice: "no sé por qué llora tanto si Ud. trabajó denodadamente para que esto ocurriera". La escena de llanto se interrumpe y el paciente afirma con frialdad "puede ser, pero ya no tiene arreglo".

Para renegar de algo es preciso haberlo reconocido. El perverso no es preedípico, pasó por la castración. El problema es qué hace con ella: la reniega. En la negación neurótica hay un no querer saber nada; mientras que, en la renegación perversa de lo que se trata es de desmentir lo que se vio, es decir, se trata de un "no querer ver nada". En el lugar donde el fetichista desmiente lo real restituye el objeto a al Otro y se preserva así del deseo del Otro.

El fetichista sabe que la mujer no tiene pene, pero mantiene el saber opuesto a través del objeto fetiche. El enunciado que traduce la renegación es "lo sé perfectamente...pero no obstante". El fetiche se sitúa en el lugar del "pero no obstante".

Si el objeto a es no especularizable, no referenciable, el perverso lo va a cuestionar tratando de capturarlo en el instante del acto perverso. Es necesario destacar que esto es aparente, ya que el objeto a no es reintegrable al Otro como saber ni como goce. La identificación al a es imaginaria y tiene como objetivo situar el deseo en la dimensión del goce. Por eso, en cada perverso hay que buscar, como componente estructural, a qué objeto a, y en qué posición el sujeto

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permanece identificado para tapar lo que fue abierto por la castración. Esto tendría que orientar la práctica.

El fantasma perverso apunta a saber lo que el Otro quiere para gozar, así se convierte en el a del Otro. Este fantasma es una respuesta al interrogante por el goce del Otro. Va a ser puesto en escena en el acto perverso y le va a servir al perverso para gozar él mismo.

Veamos la particularidad de la transferencia. Si hay un Sujeto Supuesto Saber, para el perverso éste es él, él es el Sujeto Supuesto Saber Gozar. Proclama saber sobre su deseo y ser el dueño del fantasma. Al proponerse como instrumento del goce del Otro, invierte los términos del fantasma a <>S posicionando al objeto de su lado y quedando el Otro en posición subjetiva, soportando la angustia y la castración.

Si amar es dar lo que no se tiene, la falta, para el perverso es imposible amar. El no es un sujeto deseante que se encandila con un objeto que hace semblant de a. Sólo el amor hace condescender el goce al deseo. El es, en la escena, el objeto de goce del Otro, no hay amor, hay voluntad de goce. La búsqueda del goce sin pasar por el deseo del Otro lleva a la abolición de la corriente tierna. ¿Cómo instalar ahí el amor de transferencia? Amo a quien le supongo un saber, a quien es semblant del objeto a de mi fantasma, a quien sostiene mi falta. Pero, para esto hay que colocarse como S, no como a que es la posición en que se ubica el perverso.

¿Qué consecuencias acarrea esto? Que intentará situar, a través de lo que observa y escucha del analista, sus puntos de angustia, sus debilidades contratransferenciales, sus gustos, sus rechazos, sus prejuicios ideológicos y moralizantes para presentificarle el a por la vía sádica, masoquista, voyeurista, exhibicionista, etc.

Esta competencia por el lugar de a, puede hacer pensar al analista que se trata de una rivalidad especular y, por lo tanto, maltratar al sujeto lo que, en mi experiencia, esteriliza cualquier posibilidad de análisis.

Un analizante perverso al que le anuncio que me voy a ausentar por cuarenta y cinco días me dice que él no tiene ningún inconveniente siempre y cuando me ocupe de dejarle otro analista que lo atienda los mismos días y en el mismo horario. Retroactivamente, puedo leer que trata de que no se presentifique en lo real la falta y sólo de manera secundaria de expresarme que como analista soy intercambiable. El sujeto se angustia sobremanera por mi negativa a responder a esta demanda.

¿Adónde apunta la cura? Cuando realiza el acto perverso el sujeto es esclavo del goce del Otro (que no existe). El analista va a intentar agrandar la brecha entre el sujeto y el objeto; correr el borde para separar al sujeto del objeto, para que el objeto se le aparezca como producto de la división.

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Jorge cuenta, abonando su teoría de oveja negra rebelde de familia evangélica ejemplar que, a los 14 años el padre no le prestaba el coche y él se lo robaba. Cuando se enteraba, lo molía a golpes y trompadas. Le pregunto "¿quién le enseñó a manejar?" Contesta: "mi padre a los 8 años". Se le interpreta: "Ud. le robaba el coche a su padre para ser la oveja negra, hacerlo gozar y gozar Ud. mismo haciéndose golpear". El deseo del perverso lo lleva a posicionarse como objeto de una voluntad de goce. Esto es lo que hace estructura.

Propongo, en la perversión, una escucha y una serie de intervenciones diferentes a las de la neurosis. No alcanza con la atención flotante, cuya contrapartida es la asociación libre. En general los perversos presentan pocas formaciones del inconsciente y, si aparecen, muchas veces es mejor no entusiasmarse en descifrarlas. ¿Por qué? Porque lo central en esta estructura va a ser la renegación, no la represión y el retorno de lo reprimido. La renegación implica que pueden desmentirse los hechos, las circunstancias, el pasado, etc. Siempre faltan datos que cambian el sentido de lo ocurrido. Por ejemplo: En las entrevistas se le preguntó a Jorge por qué se había divorciado de su primera esposa. Dijo que lo habían casado y que, ya al salir de la iglesia, pensó "¿qué hice?". Su esposa era una mala persona. Un día, cuando él se fue a trabajar, ella llamó a una empresa de mudanzas y se fue con todos los muebles a la casa de sus padres en Mar del Plata. El, aun así, a pedido de su familia, fue a buscarla para que volviera, pero ella se negó. A pesar de que hizo todo lo posible para reconstruir su matrimonio, tuvo que separarse. Todo esto ocurrió, pero faltan algunos datos. Por ejemplo: que ella se había enterado de que él le era sistemáticamente infiel y que había quedado embarazada; a los tres meses tuvo un accidente en la calle por el que fue internada y perdió a la criatura. Jorge nunca concurrió al sanatorio durante la internación. Cuando ella se recuperó, se llevó los muebles que le habían regalado sus padres para el casamiento, y se fue a Mar del Plata. Él fue a buscarla, como relató, la diferencia es que entró a la casa de sus suegros a los gritos, le dio una cachetada a la esposa y le dijo "vos te venís conmigo, ya mismo, a Buenos Aires". Por supuesto, ella se negó. Como vemos, los datos están renegados y para esto propongo una escucha desconfiada, prevenida, del analista.

Otra de las claves en estos tratamientos es no quedar obnubilado con el enunciado renegatorio: "Yo sabía que no tenía que robar/ matar/ estafar... pero aun así, lo hice". Si le creemos, no hay salida. La pregunta a formular es "Y si lo sabía ¿por qué lo hizo?". Sin duda se trata de desbaratar la renegación, dentro y fuera del consultorio. Habrá que pensar cada situación: si cobrarle los honorarios por adelantado, si cortar la sesión apenas se hizo una interpretación para evitar que reniegue en el mismo momento. En la transferencia, cuando se les impide renegar, hay reacciones de odio y angustia. Es fundamental también, que en la intervención del analista no se filtre ningún goce pues, de lo contrario, ésta no tiene ninguna eficacia, ya que aparece el Otro supuesto gozar del fantasma del perverso. Si el sujeto no abandona el tratamiento cuando se le interpreta la castración, la del Otro, y simultáneamente la propia, hay chance de esperar un cambio de posición subjetiva. Sin embargo, creo importante destacar que el umbral de tolerancia es mucho mas bajo que el del neurótico. Jorge relata un

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estado de angustia del que sale haciéndose masturbar oralmente por una prostituta, de la que después teme haber contraído Sida. Muy asustado afirma "Mire todo lo que tengo y por ser una basura lo voy a perder". Se le dice (sin goce) "Ud. es una basura..., o cambia, o va a seguir siendo esa basura, de Ud. depende". Se sitúa el goce que tiene que suspender para tener un goce articulado al deseo. Cuando se pregunta por qué queda mal en sus trabajos, se le responde: "Para ser una basura, para quedar como una basura estafa a sus clientes". El objeto con el cual está identificado, al que está fijado, está presente en sus prácticas; es el objeto de la pulsión.

A veces, con estos pacientes puede ser necesario interrumpir el tratamiento. Por ejemplo, si el analista queda como cómplice de situaciones delictivas, su palabra a partir de ahí va a carecer de valor. En la situación relatada anteriormente en la que el paciente iba a confeccionar una factura con un sobreprecio para el administrador, se le informó que si la realizaba se le pondría fin a su tratamiento. Otra situación posible es que el paciente esterilice sus sesiones a través del objeto de la perversión. Por ejemplo: concurrir a sesión drogado o alcoholizado.

En el tratamiento del perverso el analista es constantemente puesto a prueba. Va a ser interrogado a fondo tanto en su masoquismo como si está en regla con sus deseos. Que la cura pueda avanzar dependerá de varios factores: de la perversión de que se trate; de que se pueda horadar la posición cínica que muchas veces portan estos sujetos ("sé el mal en el que estoy inmerso y de eso hago alarde") y también del posicionamiento del analista frente a las distintas situaciones que se vayan presentando.

Si estamos frente a un perverso, es posible que él se ocupe de contar actividades delictivas en una progresión calculada, dejando caer los datos de a poco para explorar y acicatear las reacciones del analista. También que lo coloque a éste en situación de dilemas morales complicadísimos o que le relate escenas perversas de manera obscena para ponerlo de voyeur. Si es masoquista, puede intentar llevar al analista a que aparezca dirigiéndole la vida o "dándole palos" constantemente. En todos los casos se trata de la renegación en la escena. Por supuesto, el analista tendrá que sustraerse del goce que se le propone. Es fundamental que la indiferencia corone los detalles repugnantes que se le relatan. Tratar de dejar de lado el agrado, el asco, la indignación, la excitación que el paciente va a tratar de pulsar para involucrarlo en una posición angustiante. También está contraindicada, ya desde los textos freudianos, una posición moralizante. Esto no significa que hay que hacerse cómplice de nada. Es importante intentar instalar una cierta legalidad en el curso del tratamiento; tratar de evitar que la pueda transgredir e impedir que no se responsabilice de sus actos. Se trata de que el sujeto no obtenga el resultado previsto con el que disfrutaría del placer de la transgresión y simultáneamente haya lugar para dirigirle la pregunta: ¿para qué lo cuenta? ¿para qué lo hace?

Sabemos que no hay cambio de estructura. ¿Qué podemos esperar entonces del tratamiento del perverso? A diferencia de las psicosis, la referencia al significante

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paterno no está ausente. Por lo tanto, se trata de llevarlo a convertir la pregunta por el goce del Otro en la pregunta por el deseo del Otro. Este camino puede ser interrumpido rápidamente por el perverso o presentar muchas dificultades al avanzar: inhibiciones, síntomas conversivos, fobias; si es soportado hasta la destitución del Sujeto Supuesto Gozar, habrá una pérdida indudable de goce que lo remitirá al deseo y le permitirá suspender un destino. Por pocos que sean los casos en que esto se logre, no hay por qué dejar de intentarlo.

BIBLIOGRAFÍA

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Obras Completas. Biblioteca nueva.

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Diaz Romero, Ricardo. La interpretación y la estructura de la perversión

(Avatares de la interpretación en una cura del perverso) Rosario, 1992.