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7/22/2019 Acerca del concepto de hermenéutica a -Scheleirmacher.pdf http://slidepdf.com/reader/full/acerca-del-concepto-de-hermeneutica-a-scheleirmacherpdf 1/12 Acerca del concepto de hermenéutica con referencia a las indicaciones de F. A. Wolf y al manual de Ast Friedrich Daniel Ernst Schleiermacher A (Conferencia leída 13 de agosto de 1829) [1]  Muchas, quizás la mayoría, de las actividades en las que consiste la vida humana, soportan una triple gradación respecto a la manera como son ejecutadas: una es casi carente de espíritu y completamente mecánica; otra se apoya en una riqueza de experiencias y observaciones; y, finalmente, en el auténtico sentido de los términos, otra es conforme al arte [kunstmäßig ]. A estas últimas me parece que pertenece también el interpretar [  Auslegen], a saber, en tanto bajo esta expresión subsumo toda comprensión de un discurso extraño [  fremder Rede]. La primera y más inferior la encontramos cotidianamente no sólo en el mercado y en la calle, sino también en algunos círculos sociales, donde se intercambian modos de hablar sobre asuntos comunes, de tal manera que el hablante casi siempre sabe con certeza lo que su interlocutor responderá, y normalmente las palabras son atrapadas y devueltas como una pelota. La segunda es el  punto en el cual, en general, parece que estamos. Así es practicada la interpretación [  Auslegen] en nuestras escuelas e Institutos Superiores [  Hochschulen], y en los comentarios esclarecedores de filólogos y teólogos, pues ambos tienen el campo excelentemente cultivado, contienen un tesoro de observaciones e informaciones instructivas, las cuales prueban suficientemente que muchos de ellos son verdaderos artistas de la interpretación, no obstante que, seguramente, aparte de éstos hay otros que, tratando del mismo asunto, por una parte incurren en la más salvaje arbitrariedad en algunos pasajes difíciles o, por otra parte, con torpeza pedante, o bien hacen omisiones con indiferencia, o bien tergiversan neciamente lo más bello. Pero al lado de todos estos tesoros, ciertamente aquel que ha de ejercer este mismo trabajo y que, por cierto, no  puede contarse entre los que son decididamente artistas y, más aún, si él al mismo tiempo debe en la interpretación adelantarse a una juventud ávida de saber y guiarla a este respecto, anhela una instrucción tal que, como auténtica metodología [  Kunstlehre], no sólo sea el fruto más deseable de los trabajos magistrales de los artistas en cada disciplina, sino que al mismo tiempo exponga en forma dignamente científica toda la extensión y los fundamentos del proceso. Me vi en la necesidad de buscar algo semejante, tanto para mí mismo como para mis oyentes, cuando me encontré por  primera vez en el caso de dictar lecciones en las que interpretaba; sólo que busqué inútilmente, No sólo la no insignificante cantidad de compendios teológicos (si bien algunos de ellos, como el libro de Ernst, valen como productos de una escuela filológica excelente), sino asimismo también los pocos ensayos puramente filológicos de este género parecen, por cierto, colecciones de reglas particulares recopiladas de estas observaciones de los maestros, determinadas ora claramente, ora dejando el asunto en vilo, sin seguridad, ordenadas ora torpe, ora hábilmente. Yo esperaba algo mejor cuando apareció la Enciclopedia filológica de Fülleborn [2] , surgida a partir de los cursos de Wolf, con sólo que lo poco de hermenéutica no hubiera tenido también la tendencia de querer, por cierto, delinear [ abreißen] un todo con muy pocos trazos; y no me encontré más satisfecho que al principio, por cuanto lo que se ofrecía estaba aplicado también aquí, como algo natural, en especial a las obras de los clásicos de la antigüedad, del mismo modo como en la mayoría de los tratados lo está al ámbito particular de las Sagradas Escrituras. Los ensayos mencionados en el título son lo más significativo que, en este asunto, hasta ahora se ha publicado. Tiene que ser más instructivo y más provechoso tratar 

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Acerca del concepto de hermenéutica con referencia a las indicaciones de F. A. Wolf yal manual de Ast

Friedrich Daniel Ernst Schleiermacher A

(Conferencia leída 13 de agosto de 1829)[1] 

Muchas, quizás la mayoría, de las actividades en las que consiste la vida humana,soportan una triple gradación respecto a la manera como son ejecutadas: una es casicarente de espíritu y completamente mecánica; otra se apoya en una riqueza deexperiencias y observaciones; y, finalmente, en el auténtico sentido de los términos, otraes conforme al arte [kunstmäßig ]. A estas últimas me parece que pertenece también elinterpretar [ Auslegen], a saber, en tanto bajo esta expresión subsumo toda comprensiónde un discurso extraño [ fremder Rede]. La primera y más inferior la encontramoscotidianamente no sólo en el mercado y en la calle, sino también en algunos círculossociales, donde se intercambian modos de hablar sobre asuntos comunes, de tal maneraque el hablante casi siempre sabe con certeza lo que su interlocutor responderá, y

normalmente las palabras son atrapadas y devueltas como una pelota. La segunda es el punto en el cual, en general, parece que estamos. Así es practicada la interpretación[ Auslegen] en nuestras escuelas e Institutos Superiores [ Hochschulen], y en loscomentarios esclarecedores de filólogos y teólogos, pues ambos tienen el campoexcelentemente cultivado, contienen un tesoro de observaciones e informacionesinstructivas, las cuales prueban suficientemente que muchos de ellos son verdaderosartistas de la interpretación, no obstante que, seguramente, aparte de éstos hay otros que,tratando del mismo asunto, por una parte incurren en la más salvaje arbitrariedad enalgunos pasajes difíciles o, por otra parte, con torpeza pedante, o bien hacen omisionescon indiferencia, o bien tergiversan neciamente lo más bello. Pero al lado de todos estostesoros, ciertamente aquel que ha de ejercer este mismo trabajo y que, por cierto, no

 puede contarse entre los que son decididamente artistas y, más aún, si él al mismotiempo debe en la interpretación adelantarse a una juventud ávida de saber y guiarla aeste respecto, anhela una instrucción tal que, como auténtica metodología [ Kunstlehre],no sólo sea el fruto más deseable de los trabajos magistrales de los artistas en cadadisciplina, sino que al mismo tiempo exponga en forma dignamente científica toda laextensión y los fundamentos del proceso. Me vi en la necesidad de buscar algosemejante, tanto para mí mismo como para mis oyentes, cuando me encontré por 

 primera vez en el caso de dictar lecciones en las que interpretaba; sólo que busquéinútilmente, No sólo la no insignificante cantidad de compendios teológicos (si bienalgunos de ellos, como el libro de Ernst, valen como productos de una escuela filológica

excelente), sino asimismo también los pocos ensayos puramente filológicos de estegénero parecen, por cierto, colecciones de reglas particulares recopiladas de estasobservaciones de los maestros, determinadas ora claramente, ora dejando el asunto envilo, sin seguridad, ordenadas ora torpe, ora hábilmente. Yo esperaba algo mejor cuandoapareció la Enciclopedia filológica de Fülleborn[2], surgida a partir de los cursos deWolf, con sólo que lo poco de hermenéutica no hubiera tenido también la tendencia dequerer, por cierto, delinear [abreißen] un todo con muy pocos trazos; y no me encontrémás satisfecho que al principio, por cuanto lo que se ofrecía estaba aplicado tambiénaquí, como algo natural, en especial a las obras de los clásicos de la antigüedad, delmismo modo como en la mayoría de los tratados lo está al ámbito particular de lasSagradas Escrituras.

Los ensayos mencionados en el título son lo más significativo que, en este asunto, hastaahora se ha publicado. Tiene que ser más instructivo y más provechoso tratar 

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conjuntamente a Wolf y a Ast, tanto más cuanto Wolf representa entre nosotros elespíritu más sutil, la más libre genialidad en la filología, tanto más cuanto el señor Astse esfuerza siempre en proceder en todo como un filólogo que realiza combinacionesfilosóficamente. Y así me parece lo más conforme a mi propósito para lo presente, entanto sigo a estos guías, unir a sus proposiciones mis propios pensamientos sobre el

 problema.Wolf evita la forma sistemática en todo su ensayo, por cierto premeditadamente, sea porque en general evita todo lo que pueda parecer pedante y prefiere dejar al criterio deotros colegir con esfuerzo y algo groseramente lo que él delicada y elegantemente más

 bien deja caer que disemina, sea también solamente porque él no considera esta formacomo apropiada al lugar de este ensayo, cual es una revista determinada por antonomasia a recibir una consideración variopinta carente de toda sistematicidad[3]. ElSr. Ast, por el contrario, se prescribe esta forma y nos explica perfectamente que sinespíritu filosófico no puede ser comunicada científicamente ninguna doctrina,Entretanto Wolf, por cierto, nos asegura que el contenido de su exposición fue destinadoa servir de introducción a una enciclopedia filológica, por lo tanto lo particular tiene que

ser pensado y, por consiguiente, también expresado en esta relación, y nosotrosestamos, pues, también autorizados, en lo que a él concierne, a considerar lo que allíencontramos como una teoría auténticamente suya.En tanto, pues, Wolf trata la gramática, la hermenéutica y la crítica, las tresconjuntamente, como estudios preparatorios que preservan la entrada en el círculo de lasdisciplinas auténticamente filológicas, como un organon de la ciencia de la antigüedad;el Sr. Ast, sin embargo, querría tratar estas mismas disciplinas como apéndices para unmanual, – sólo que todavía no publicado – de filología. Así, ambos hombres no están deningún modo distantes entre sí, pues también según la opinión del Sr. Ast, si bien no seexplica precisamente acerca de las circunstancias [Verhältnis] de este apéndice, estascircunstancias no pueden ser otras que la exposición de la filología lo ha conducido a lanecesidad de un tratamiento científico de estas disciplinas. Nadie se atrevería a negar,

 por cierto, el parentesco preciso entre gramática, crítica y hermenéutica, lo cual ambosconcuerdan en afirmar. Ciertamente yo quisiera asegurar todavía otro lugar a la última,

 pues tengo que dejar de lado ahora las otras dos. Las obras de la antigüedad clásica sonsin duda, como piezas maestras del discurso humano, los más excelentes y los másvenerables entre los objetos con los que trata habitualmente el arte de interpretar [ Auslegungkunst ]. Sólo que es innegable que muchos que han cultivado este arte congran éxito provienen sobre todo de las Sagradas Escrituras de los cristianos, que

 justamente no son en absoluto ricas para el filólogo. Si se asentasen, pues, estosestudios, asimismo, en una enciclopedia, entonces nuestro arte formaría

indiscutiblemente también allí, asociado a muchos otros estudios preparatorios, unorganon semejante para la teología cristiana. Si este arte es, pues, algo para la teologíacristiana y, asimismo, para la ciencia de la antigüedad clásica, entonces ni una ni otraconstituirán su esencia, sino que este arte es algo mayor, de lo cual aquellas son sóloderivaciones. Es verdad que sólo estos dos, los filólogos clásicos y los teólogosfilólogos practicaron nuestra disciplina, y el Sr. Ast podría casi llevarme a afirmar queesta disciplina tendría su verdadero asiento sólo en estos dos ámbitos. Pues desde elmismo comienzo en sus lineamientos fundamentales [Grundlinien], donde haestablecido cuál es la tarea del comprender, nos conduce hacia la más elevada unidaddel espíritu y termina con la afirmación de que la meta de toda nuestra actividadespiritual es la producción de la unidad de la vida griega y cristiana y que, por lo tanto,

la hermenéutica, sin duda, no tendría por objeto a tratar otra cosa sino estas dos. Y si, por una parte, ella constituye la introducción a la ciencia de la antigüedad y, por otra, a

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la teología cristiana, entonces por cierto ambas se llevarán a cabo sólo en el espíritu dela unidad de ambas. Si ella tuviera que ver, pues, también con el orientalismo que, comoes sabido, es la indiferencia de ambas todavía no separadas y, por otra parte, con laliteratura romántica que, evidentemente, reside en la aproximación a la unidad deambas, llegaríamos al mismo resultado con gran facilidad. Pues el orientalismo y la

literatura romántica son ámbitos cerrados, al igual que la filología clásica y la literaturasagrada, tendríamos entonces una cuádruple hermenéutica, cada una configurada de unamanera especial como organon para un determinado círculo, para los cuales, sinembargo, ciertamente tendría que haber algo común más elevado. Por cierto que entanto quiero ascender a esa altura, tengo miedo de la sombra de Wolf. Éste se lamentaen las pocas frases que dedica a la hermenéutica que ésta sea todavía muy imperfectacomo teoría y menciona investigaciones a las que todavía falta mucho para sufundamentación, las que, empero, no están totalmente ubicadas en alturas que denvértigo, sino en regiones completamente intermedias, a saber, investigaciones sobre elsignificado de las palabras, el sentido de las frases o la conexión del discurso. Él dice alrespecto, todavía consoladoramente, que esta imperfección no perjudica mucho, toda

vez que los resultados contribuirían muy poco a despertar la genialidad del intérprete o aelevar su habilidad espiritual. Él quiere también aquí indicar, como advertencia, ladiferencia que se debe hacer entre, por una parte, las teorías, tal como las concebían losantiguos, las que de hecho facilitaban la producción, en este caso, pues, el oficio deinterpretar y, por otra, aquellas a las que nos inclinamos los modernos, teorías que

 profundizan en abstrusos desarrollos sobre la íntima naturaleza del arte y en sus primeros fundamentos, los cuales, sin embargo, no permiten hacer nada. Temo que aquíestá la diferencia mencionada con la que he comenzado: la teoría científica pura seráaquella que no sirve para nada, útil será sólo aquella que reúne las observaciones envistas a un fin. Ahora me parece todavía, a decir verdad, que, por una parte, la últimarequiere de algo más para determinar el ámbito de utilización para sus reglas, lo cual sinduda la primera tiene que permitir; por otra parte, pienso que también esta misma, si sedetiene sólo en la naturaleza y en los fundamentos del arte a los cuales se refiere,siempre tendrá alguna influencia sobre el ejercicio de este mismo arte; sólo que, dadoque no quiero de ningún modo poner en juego la aplicabilidad de la teoría, prefieroabandonar al guía especulativo en su vuelo y sigo al práctico.Esto, pues, lo aclara en principio, sólo que la aclaración, en verdad, no está

 perfectamente formulada, sino en un ángulo, en un paréntesis, pero aclara, por cierto,que la hermenéutica es el arte de descubrir los pensamientos de un autor, a partir de suexposición, con una comprensión [ Einsicht ] necesaria. Ahora, una buena parte de lo queesperaba poder alcanzar, sólo que en virtud de otro guía, me queda también por éste a

salvo; la hermenéutica no sólo se ejerce en el ámbito clásico y no es meramente unorganon filológico estrecho, sino que ella practica su obra por doquier donde hayescritores, y sus principios tienen, pues, que satisfacer todo este ámbito y no tiene queremontarse, por cierto, sólo a la naturaleza de las obras clásicas.El Sr. Ast no me hace esto fácil con una aclaración bien formulada, sino que tengo querebuscar las partes singulares. El primer concepto que él establece es el de algo extraño[ Fremd ] que debe ser comprendido. Ahora bien, a decir verdad, él no afirma esto en sutotal rigor, ya que, desde luego, si lo a ser comprendido fuese completamente extraño

 para quien debe comprender y no hubiese absolutamente nada común a ambos, entoncesno habría tampoco ningún punto de enlace para la comprensión. Por lo tanto, estoyautorizado muy bien a concluir que este concepto [el de extraño] subsiste como un

concepto relativo, y a partir de ello se seguiría que, así como en el caso de que todofuese absolutamente extraño, la hermenéutica no sabría de ninguna manera articular 

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[anknüpfen] su trabajo; del mismo modo, en el caso contrario, a saber, si no hubieranada extraño entre el que habla y el que escucha, entonces no sería necesario el trabajohermenéutico, sino que la comprensión sería simultánea con el leer o el oír, o quizásdada adivinatoriamente siempre ya de antemano y comprendida, por lo tanto,

 perfectamente por sí misma.

Estoy perfectamente de acuerdo en encerrar la tarea de la hermenéutica entre estos dos puntos, sin embargo, confieso también que quisiera reclamar y sostener para ella estedominio en todo discurso; allí donde haya algo extraño para un interlocutor en laexpresión de lo pensado en virtud de un discurso, allí hay una tarea que el interlocutor sólo puede resolver con ayuda de nuestra teoría, si bien, desde luego, sólo en la medidaen que entre éste y el hablante haya algo en común. Mis dos guías, sin embargo, melimitan de varias maneras; uno en tanto habla sólo de escritores, los cuales deben ser comprendidos como si también no pudiera ocurrir lo mismo en la conversación y en eldiscurso inmediatamente oído; el otro, en tanto luego limita lo extraño a lo que estáescrito en una lengua extranjera y, de este modo, a las obras del espíritu así escritas, locual es un ámbito todavía más estrecho que el de los escritores en general. Pues, cuántas

cosas no hay que aprendemos sólo a partir de narraciones que se aproximan mucho a lamanera como también acostumbramos a presentar pequeños incidentes en laconversación habitual, muy lejos de la riqueza con la que se escribe historia, o a partir de cartas de estilo más familiar y descuidado y, por cierto, también en éstos surgen

 problemas hermenéuticos de no poca dificultad. Por lo demás me temo, por cierto, quetambién en este punto Wolf no ha pensado algo muy distinto que el Sr. Ast y que, si lehubiera preguntado si también algunos escritores, como los redactores de periódicos ycomo los que componen todo tipo de anuncios son objetos del arte de interpretar, no mehubiera tratado de modo muy amigable. Desde luego en la mayoría de los casos no

 puede haber nada extraño entre el autor y el lector, pero, por cierto, ocurren excepcionesy no puedo percibir por qué la transformación en algo propio de eso extraño podría otendría que ocurrir de una manera distinta de lo que pertenece a un escrito más artístico[kunstmäßig]. Como también en las aquí sucesivas, evidentes y demostrablestransiciones de una proposición a otra –  pues existen, por ejemplo, los epigramas, que nose distinguen significativamente de un artículo de una revista – sería imposible separar 

 para estos dos dominios, dos métodos o teorías diferentes. Sí, tengo que volver una vezmás sobre esto, la hermenéutica no debe estar limitada meramente a las produccionesescritas, pues me sorprendo a menudo en medio de una conversación familiar realizandooperaciones hermenéuticas, cuando no me satisfago con un grado habitual decomprensión, sino que procuro discernir cómo, en el caso de un amigo, éste ha dado el

 paso de un pensamiento a otro, o cuando indago con qué opiniones, juicios y tendencias

se vinculan, tal que sobre un asunto en discusión se expresa precisamente de este modoy no de otro. Los mismos hechos de los que toda persona atenta tendría que dar testimonio por sí misma, manifiestan muy claramente, pienso, que la solución al

 problema, para el cual estamos justamente buscando la teoría, no depende en absolutode que el discurso esté fijado para los ojos por medio de la escritura, sino que ocurresiempre que tenemos que aprehender pensamientos o encadenamiento de éstos a travésde palabras. Tampoco la hermenéutica se limita a los casos en que el idioma esextranjero, sino que también al interior de la propia lengua y, nótese,independientemente de los diversos dialectos en los cuales ella eventualmente sedescomponga, o de las peculiaridades que se encuentran en uno y no en otro, existe paracada uno lo extraño en los pensamientos y expresiones de otro, y esto, por cierto, en las

dos exposiciones, la oral y la escrita. Sí, confieso que realizo esta práctica de lahermenéutica en el dominio de la lengua materna y en el trato inmediato con personas

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como una parte mucho más esencial de la vida de la gente culta, prescindiendo de todoestudio filológico o teológico. ¿Quién podría comunicarse con personas distinguidas yespiritualmente ricas, sin esforzarse por entender entre las palabras como leemos entrelas líneas de los escritos inteligentes y densos? ¿Quién no querría hacer la precisaconsideración que se merece una conversación significativa, poner de relieve los puntos

vitales, captar la interna ligazón, seguir todas las discretas insinuaciones? Y Wolf, principalmente, que era un artista de la conversación, que ofrecía tanto, pero más por insinuación que por declaración, más por guiños que por indicaciones, ciertamente no

 puede haber deseado desdeñar ser aprehendido de modo hábil, para que se supiese tantocomo es posible lo que pensaba cada vez. ¿Debería, pues, este arte de observar einterpretar de hombres vividos y experimentados en cuestiones de Estado, ser efectivamente del todo diferente de aquel que empleamos en nuestros libros cuando suobjeto es el discurso? ¿Tan diferente que reposara sobre otros principios y no fuerasusceptible de una exposición igualmente elaborada y metódica? No creo eso, sino quese trata sólo de dos empleos diferentes del mismo arte, de modo que en uno ciertosmotivos son más resaltados y otros son menos atendidos, y en el otro inversamente. Me

gustaría ir todavía más lejos y afirmar que los dos no están tan apartados uno del otro al punto que aquello que importa sobre todo a uno pudiera faltar al otro. Particularmentequiero, sin embargo, para permanecer más en aquello que nos interesa en lo inmediato,aconsejar perentoriamente al intérprete de obras escritas ejercitar con celo lainterpretación de conversaciones más significativas. Pues la presencia inmediata delhablante, la expresión viva que manifiesta la participación de todo su ser espiritual, lamanera cómo aquí los pensamientos se desenvuelven a partir de la vida común, todoesto estimula mucho más que el examen solitario de un texto completamente aislado, acomprender una secuencia de pensamientos simultáneamente como un momento de vidaque irrumpe y como un acto conectado con muchos otros que son incluso de índolediferente; y justamente este aspecto es el que, en la explicación del escritor, es másdesatendido, incluso en gran medida completamente descuidado. Así, pues, cuandocomparamos las dos, yo diría más bien que vemos dos partes y no dos formas diferentesde la misma tarea. Donde somos detenidos por lo extraño de la lengua, allí investigamossin duda inmediatamente a ésta; pero la lengua puede sernos completamente familiar ynos encontramos igualmente detenidos, en tanto no podamos aprehender elencadenamiento de las operaciones del hablante. Si los dos casos ofrecen igualmentemuy poco, entonces la tarea puede volverse insoluble.Pero retorno a las explicaciones en cuestión, y debo ahora, en lo que concierne a Wolf,al menos para toda hermenéutica que yo sea capaz de elaborar, interponer una protestacontra la expresión según la cual los pensamientos del autor deben ser descubiertos con

un conocimiento necesario. No se trata de que esta exigencia, en general, me parezcaexcesiva, se trata más bien de que para un gran número de casos no me pareceexagerada, sin embargo, temo que presentándose la explicación así se pierda de vistaotros casos a los cuales esta expresión no les conviene en absoluto, los cuales noquisiera dejar de lado. En muchos casos se puede, ciertamente, probar que un términoen un contexto dado no puede sino tener un significado determinado, si bien la pruebadifícilmente se completa sin las investigaciones sobre la naturaleza del significado delas palabras que Wolf tal vez fácilmente deja de lado. Obviamente se puede, en virtudde la imbricación mutua de tales pruebas elementales, sólo con tal de que se tenga un

 punto de referencia exterior a este círculo, probar el sentido de una proposición demanera satisfactoria. Pero, cuántos otros casos hay  – y tales son ante todo la cruz de la

interpretación neotestamentaria –  donde no hay lugar para una evidencia necesaria, justamente porque probablemente a partir de uno de los puntos de apoyo se pueda dar 

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con una interpretación algo diferente de aquella con la que se dé a partir de otro.También en el dominio de la crítica no acontece raramente que otros no saben oponer nada distinto al resultado de una investigación en profundidad, que el que todavía caben

 posibilidades de que podría ser de otra manera. Naturalmente tales demostraciones a lalarga producen muy poco, pero en tanto una sola de tales posibilidades no esté

completamente descartada, no se puede hablar de conocimiento necesario. Y sigamos, pues, adelante y pensemos cuán a menudo es difícil demostrar, en la mayor parte de untodo, el encadenamiento de los pensamientos y descubrir los aditamentos escondidos ylas insinuaciones, por así decir, perdidas. Entonces, no se trata solamente, como Wolf lo

 presenta, de la reunión y de la ponderación minuciosa de los momentos históricos, sinodel adivinar el modo de combinación individual de un autor, lo cual habría, siendodiferente, en una misma posición histórica y con una misma forma de explicación, dadoun resultado diferente. En cosas de este tipo la propia convicción puede ser muy firme ytambién comunicarse muy fácilmente a los compañeros de la misma opinión y análogo

 procedimiento; pero se buscaría inútilmente imprimir a la exposición la forma de unademostración. Y esto no está dicho en modo alguno en detrimento de tales

descubrimientos, sino que en este dominio bien vale preferentemente por lo demásadmitir la en cierta manera paradojal palabra de una cabeza excelente, que justamentenos ha de salvar: que la afirmación es mucho más que la demostración. Se trata de unacerteza completamente diferente, también  – como Wolf lo elogia de una certeza crítica –  más adivinatoria, que surge cuando el intérprete penetra tanto cuanto es posible en laentera disposición del escritor; por eso no es raro que las cosas pasen aquí de hechocomo el rapsoda platónico reconoce de sí mismo, –  por cierto muy ingenuamente – que éles capaz de explicar excelentemente a Homero, pero que para otro poeta o prosador amenudo no pretende ofrecer ninguna luz. A saber, en todo lo que no depende sólo de las

 palabras, sino también de algún modo de la situación histórica del pueblo y de la época,el intérprete puede y debe, si tiene la disposición y la amplitud pertinente deconocimientos, mostrarse en todo igualmente excelente. En aquello que, por elcontrario, depende de la exacta comprensión del proceso interior del autor, en elmomento del esbozo y de la composición, en aquello que es producto de la originalidad

 personal en la lengua y del conjunto de sus relaciones, incluso el intérprete más hábil notendrá un éxito perfecto sino para con los autores que le son más familiares, sólo paracon sus autores favoritos con los cuales está más familiarizado, así como en la vidaalcanzamos mejor este resultado con los amigos más próximos, pero para con otrosescritores, en ese dominio, estará menos satisfecho consigo mismo, y no tendrávergüenza de pedir consejo a otras personas del ramo y que están más próximas a esosescritores. Sí, uno podría estar tentado de sostener que toda práctica interpretativa

tendría que ser dividida de tal manera que una clase de intérpretes, más orientada a lalengua y a la historia que a las personas, examinase de igual manera a todos losescritores de una lengua, si bien algunos de ellos se dedicasen más bien a una región yotros a otra; la otra clase, empero, estaría más orientada a la observación de las

 personas, considerando la lengua sólo como medio por el cual éstas se expresan, y lahistoria sólo como modalidades bajo las cuales ellas existen; cada una de ellas selimitaría únicamente a los autores que se les abriesen de mejor grado. Y es posible queocurra así efectivamente, sólo que los últimos, porque su arte escasamente se puedecomunicar a través de explicaciones, también se descubren poco públicamente, sino quedisfrutan en silencio del placer de sus frutos. Que tampoco Wolf, empero, de ningúnmodo haya del todo percibido ese aspecto, sino que reivindicó al menos en parte para

nuestra disciplina aquí descrita una certeza más adivinatoria que demostrativa, se siguede otros pasajes, y uno de esos merece también un examen más preciso.

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Así como, a saber, en su compendio el Sr. Ast reúne gramática, hermenéutica y críticaunos con otros, como conocimientos complementarios sin asociarles otra cosa, y ahoranosotros aquí como tenemos ante nosotros sólo un apéndice, no entendemosexactamente cómo ellas se relacionan entre sí; así Wolf tampoco se satisface con estetrío en cuanto organon de la ciencia de la antigüedad, y asocia a ella la habilidad del

estilo y el arte de la composición, a los cuales pertenece también la métrica antigua acausa de la poesía. Ciertamente, a primera vista esto es muy sorprendente. Por mi parte,yo estaría al menos satisfecho si consiguiese la habilidad en el estilo antiguo – y se tratasolamente de la composición en lenguas antiguas –  sólo como el fruto tardío de unalarga práctica en la ciencia de la antigüedad. Pues se tiene que haber vivido en el mundoantiguo al menos tanto y tan concienzudamente como en el presente, se tiene que ser vivamente consciente de todas las formas de existencia humana de entonces y de la

 peculiar constitución de los objetos circundantes, para realizar más que la mayoría unelegante trazado con las fórmulas recogidas, para configurar efectivamente, enrepresentaciones griegas o romanas, aquello que nos impresiona en nuestro mundoactual, y restituir entonces aquellas representaciones bajo un aspecto lo más antiguo

 posible. ¿Cómo, entonces, Wolf viene a exigirnos este arte como precio para entrar a lossantuarios de la ciencia de la antigüedad? ¿Y por qué honrada vía deberíamos haberloya conseguido? Si no hay para esto medios mágicos, no veo ningún otro sino latradición y una apropiación feliz, no meramente imitativa sino también adivinatoria, del

 procedimiento de aquellos que poseen en última instancia esta habilidad sólo comofruto de sus estudios. Y esto nos conduciría sin duda a un bello círculo, pues no

 podemos, como es el caso de la ininterrumpida orden apostólica, hacer derivar nuestroestilo latino  – y para ese fin deberíamos tener para este asunto necesariamente tambiénun estilo griego – de aquellos que no tenían aún otra lengua materna que estas dos y, por lo tanto, no tenían que agradecer su habilidad a un tal estudio, sino a la vida inmediata.Asimismo, no habría creído encontrar aquí a la métrica delante de la puerta; me parecemás bien que ella pertenece a las disciplinas más inherentes a la ciencia de laantigüedad, como una parte esencial de la doctrina antigua del arte, en la medida en que,asociada a la música, del mismo modo como también lo está estrictamente a la poética yarrastrando necesariamente consigo la teoría del ritmo de la prosa y de la declamación,representa todo el desarrollo nacional de los temperamentos en el carácter de losmovimientos conforme al arte. Por cierto ahora dejaremos de lado la métrica; en lo quese refiere, empero, a la habilidad propia en composición antigua, la verdadera clave deesta exigencia wolfiana es la siguiente. Él no exige esta habilidad inmediatamente paralas disciplinas internas de la ciencia de la antigüedad, sino primariamente para lahermenéutica, con el fin de una comprensión correcta y completa en el elevado sentido

de la palabra, y también, se entiende por sí mismo, para la crítica tanto como para lamétrica, si bien no las acentúa particularmente, de suerte que su acceso al santuario dela ciencia de la antigüedad nuevamente consiste en dos niveles: el inferior estáconformado por la gramática, la cual él coloca igualmente como fundamento de lahermenéutica y de la crítica, y junto a ella la habilidad de estilo; el nivel superior estáconformado por la hermenéutica y la crítica. Ahora, así como Wolf pone aquí lagramática en un estilo superior, y no con la parca dimensión como la que podríamosexigir de alumnos egresados de la escuela secundaria, del mismo modo él no entiendeciertamente por habilidad de estilo la redacción latina tal como ésta se da en nuestrosliceos, como diestra imitación y aplicación del conocimiento gramatical; pero es cierto,

 por otra parte, que el auténtico manejo antiguo de ambas lenguas en una exposición

original enteramente libre podría ser alabado sólo respecto de aquel que recorra toda laextensión de las ciencias de la antigüedad. ¿Puede el gran hombre pensar aquí en algo

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distinto que en el conocimiento, vuelto vivo en virtud del ejercicio de las diversasformas de exposición y de los límites y libertades que le son propias? Y esteconocimiento tiene ciertamente una gran influencia sobre aquel lado del arte deinterpretar menos susceptible de demostración, vuelto más hacia la actividad espiritualdel escritor; y si justamente nos es abierta por este medio una nueva comprensión, sin

duda Wolf tiene que haber integrado también este aspecto a su imagen de lainterpretación, incluso si esto no se descubre con igual evidencia en su exposición. Perola cuestión es esencialmente la siguiente. Si vemos desenvolverse ante nosotros lasdiferentes formas de la oratoria y los diferentes tipos de estilos, también de lascomposiciones científicas y comerciales, que en una lengua se han cultivado, entoncesclaramente toda la historia de la literatura se descompone, desde esta perspectiva, en dos

 períodos opuestos, cuyos caracteres, sin embargo, se repiten igualmente después, sóloque de una manera subordinada. El primero es aquel en el que estas formas seconstituyen gradualmente, el otro es aquel en el que ellas dominan; y si la tarea de lahermenéutica es reconstruir del modo más completo la entera evolución interior de laactividad compositora del escritor, entonces también es extremadamente necesario saber 

a cuál de los dos períodos él pertenece. Pues, si pertenece al primero, entonces era entoda esta actividad puramente sí mismo, y entonces se deducirá de la intensidad de sufuerza productiva y de su fuerza en la lengua, que no produce sólo formas aisladas, sinoque en parte con él y por él nace un tipo fijo en la lengua. Lo mismo vale, perosecundariamente, para todos aquellos que al menos modificaron esas formas de manera

 particular, llegaron a elementos nuevos o fundaron en ellas otro estilo. Al contrario,cuanto más un escritor pertenece al segundo período y no engendra la forma sino quecompone y trabaja en esta o aquella forma, tanto más precisamente se debe conocer éstas para comprenderlo enteramente en su actividad. Pues, desde el primer esbozo parauna determinada obra, también se desenvuelve en él la fuerza conductora de la forma yafijada, ella colabora en virtud de sus medidas generales a una ordenación y a unarepartición del todo y, en virtud de sus leyes particulares, por un lado cierra para el

 poeta un dominio de la lengua y asimismo también una determinada modificación derepresentaciones, y allí le abre también otro, modifica así un detalle no sólo laexpresión, sino también la invención, ya que las dos nunca se dejan separar enteramenteuna de la otra. Quien, en el negocio de la interpretación, no perciba correctamente cómola corriente del pensamiento y de la poesía, por decirlo así, choca con el borde de sucama y rebota, y entonces se dirige en otra dirección a la que espontáneamente habríatomado, ése ya no puede comprender correctamente la marcha interna de lacomposición, menos todavía atribuir al escritor mismo su lugar correcto, con respecto asu relación con la lengua y sus formas. Él no percibirá cómo un autor habría utilizado en

la lengua, más fuerte o más acabadamente, imágenes e ideas que ya se hacían sentir enél, si no estuviese limitado por una forma que entra en algún tipo de conflicto con suoriginalidad personal; él no sabrá tampoco apreciar correctamente a aquel que no hayaosado hacer algo grande en ese o aquel género, si no estuviese bajo la potencia

 protectora y directora de la forma que lo fecundaba en la misma medida en que lo protegía, y de ambos él no pondrá suficientemente de relieve aquel que se mueve en laforma establecida sin chocar en algún punto, justo tan libremente como si la creararecién ahora por primera vez. Esta percepción de la relación de un autor con las formasya acuñadas en su literatura es un momento tan importante de la interpretación que, sinella, ni el conjunto ni el detalle pueden ser comprendidos correctamente. Perociertamente Wolf tiene toda la razón: es casi imposible adivinar correctamente si no se

tiene experiencia personal respecto de cómo se puede, manteniéndose en límitesdeterminados y bajo reglas sólidas, trabajar con la lengua y luchar contra ella. Es verdad

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que, como casi en cualquier parte, también aquí el procedimiento adivinatorio y elcomparativo están contrapuestos, pero aquél no puede ser sustituido enteramente por éste. ¿De dónde debería provenir, entonces, el punto de partida para el procedimiento decomparación, si éste no fuese dado por las tentativas personales? Y aquí se explicatambién cómo la métrica encuentra aquí su lugar, pues la medida de las sílabas es para

toda composición poética una parte de la forma que condiciona de manera esencial laelección de las expresiones, así como también en parte condiciona el lugar de los pensamientos y que, en la influencia que ejerce, aquellas distintas relaciones se dan aconocer de la manera más clara. Entretanto, como esta relación del contenido respectode la forma durante la composición es esencialmente y en general la misma en todas laslenguas de las que pueda tratarse aquí, quisiera insistir menos que Wolf sobre laobligación que tendrían los intérpretes de adquirir el grado necesario de práctica en laslenguas antiguas mismas. Y, con todo, si tuviera que ser así yo no comprenderíacorrectamente por qué, entonces, la lengua romana debería tener la misión y lacapacidad de sustituir a la griega.Por cierto prefiero suprimir una consideración que aquí se impone sobre el carácter que

siempre tendrán tales ejercicios cuando los transferimos en pensamiento a la literaturaen cuestión para desarrollar, a partir de lo que fue dicho en el último lugar, algunasdeducciones no carentes de importancia. En efecto, si en todo ejercicio de este arte setiene también conciencia de ambos métodos, el adivinatorio y el comparativo,  – y esto,según pienso, de una manera tan general que, por una parte, también podamoscomprender todo inmediatamente, de modo que ninguna de las actividades especialesintermediarias se distinga como una aplicación y reunión absoluta de ambos, pero casisin ocupar tiempo perceptible; y, por otra parte, tampoco las aplicaciones máscomplicadas del arte nos presenten nada más que un tránsito constante de uno de estosmétodos al otro, los que tienen que aproximarse más y más a un encuentro de ambos enel mismo resultado, idéntico a aquel instantáneo – , debe surgir por lo demás también almenos alguna satisfacción. Cuando la diferencia arriba indicada entre el lado másgramatical, que tiene por objetivo la comprensión del discurso a partir de la totalidad dela lengua, y el lado psicológico de la interpretación, que tiene por objetivo la produccióndel discurso como un acto de producción continua de pensamientos, está tambiénfundado en la cosa misma, de suerte que en toda comprensión completa ambos tienenque estar igualmente dados por completo, pero cada operación compuesta que debaconducir a este fin tiene que seguir de modo tal que lo que acontece de un lado secomplete por nuevos pasos en el otro lado; dado lo anterior, entonces surge la pregunta,si los dos métodos valen también para los dos lados mencionados, o si cada método esapropiado sólo para un lado. Cuando, pues, Wolf busca, en virtud del lugar que da a la

métrica y a la habilidad en la composición, una base sobre la cual sea posible edificar sólo un procedimiento comparativo, sobretodo para el lado más psicológico de lainterpretación; ¿es su opinión que el otro lado más gramatical de la interpretacióntendría que exigir, principalmente, el método adivinatorio? Su escrito no se proponerespondernos esto inmediata y determinadamente, pero por cierto sus investigaciones,que echa de menos aunque no dolorosamente, sobre el significado de las palabras y elsentido de las frases, como tratan claramente sólo el lado gramatical de lainterpretación, sólo exigen un procedimiento comparativo. Y esto lo muestra la cosamisma cuando la interrogamos; pues todas las dificultades gramaticales son superadasen virtud de un procedimiento comparativo, por cuanto aproximamos una y otra vezalgo ya comprendido y semejante a lo todavía no comprendido, y así encerramos lo no

comprendido en límites cada vez más estrechos. Pero del mismo modo del otro lado,que es el más bello fruto de toda la crítica estética de las obras de arte del discurso,

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como en las circunstancias completas de la composición, desde el primer esbozo hastala ejecución final. Sí, si algo de verdadero en la fórmula según la cual la máxima

 perfección de la interpretación consistiría en comprender a un autor mejor de lo que él pueda dar cuenta de sí mismo, entonces ciertamente no se podría querer decir con ellosino lo anterior; y poseemos en nuestra literatura una cantidad no insignificante de

trabajos críticos que se encaminaron en este sentido con buen éxito. Esto no puede ser,sin embargo, posible, sino en virtud de un procedimiento comparativo, el cual nosayuda a percibir correctamente cómo y por dónde un mismo escritor ha prosperado másque otro y luego ha sido sobrepasado por un tercero, y hasta qué punto el tipo de su obrase aproxima o se aparta de las que le son semejantes. Ciertamente, sin embargo, el ladogramatical tampoco podrá prescindir del método adivinatorio. Pues, ¿qué haríamos cadavez que llegásemos a un pasaje donde un autor genial trajese a luz un giro, unacomposición, en la lengua por primera vez? Aquí no hay otro procedimiento que,

 partiendo y descubriendo en virtud del modo adivinatorio la situación de la producciónde pensamientos en la cual el autor estaba comprendido, percibir cómo la necesidad delmomento puede influir justamente así y no de otro modo sobre el vocabulario dado

vitalmente al autor y reconstruir correctamente aquel acto creador; y aquí tampoco sedará ninguna seguridad sin la aplicación de un procedimiento comparativo al lado

 psicológico. Por eso no podemos responder a la pregunta planteada sino así: si lacomprensión segura y completa no se realiza simultanea e inmediatamente con la

 percepción, tendrán que ser usados los dos métodos en ambos lados  – naturalmentesegún grados diferentes, proporcionales a la diferencia del objeto – hasta que surja unasatisfacción tan semejante cuanto es posible a la de la comprensión inmediata. Pero, siañadimos lo que ya fue observado arriba, a saber, que es la propia condición la queconduce a uno hacia el lado psicológico y al otro más hacia el lado gramatical, y siaplicamos esto con igual derecho a aquellos dos métodos –  pues algunos son ciertamentevirtuosos en la interpretación gramatical y piensan poco en el proceso interior al espírituy en el ánimo del compositor, y así también inversamente, hay verdaderos artistas enesta disciplina que piensan poco, o sólo rara vez, cuando precisan recurrir a losdiccionarios, en la relación particular de cada escritor con su lengua – , entonces, sitenemos todo esto en cuenta, seguramente tenemos que decir que, así como podemosconsiderar la comprensión inmediata e instantánea como surgida de uno u otro modo, yconsiderarnos a nosotros mismos con nuestra atención como dirigida hacia la

 productividad del autor, o también hacia la totalidad objetiva de la lengua, así tenemosque expresar de modo semejante el proceso metódico de interpretación, cuando haalcanzado completamente su objetivo y decir ahora que todos los elementoscomparativos tanto del lado psicológico como gramatical están tan completamente

reunidos que ya no necesitamos tomar en cuenta los resultados de nuestro procedimiento adivinatorio, pero, entonces, inversamente también el preciso logro deladivinatorio torna superfluo el comparativo. Del mismo modo el proceso interno setorna, en virtud de los procedimientos adivinatorio y comparativo, tan completamentetransparente que, una vez que lo así intuido es claramente un pensamiento pero tal queno se piense sin palabras, con esto simultáneamente también ya está enteramente dada latotal relación de esta producción de pensamiento y configuración para la lengua; perotambién de modo inverso.Por cierto, en tanto se trate aquí de la última perfección de esta operación, seréreenviado casi involuntariamente a los primeros comienzos de ésta, para así abarcar eltodo por medio de los dos extremos. Estos primeros comienzos no son distintos a

cuando los niños comienzan a comprender lo hablado. Ahora bien, ¿cómo se adecuannuestras fórmulas a estos comienzos? Todavía no cuentan con el lenguaje, sino que

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recién lo buscan, y tampoco conocen la actividad del pensamiento, porque no hay pensamiento sin palabras, así, pues, ¿por qué lado comienzan? Los niños no tienentodavía puntos de comparación, sino que los adquieren poco a poco como base para un

 procedimiento comparativo que se desenvuelve, por cierto, con una rapidez inesperada; pero, ¿cómo fijan lo primero? ¿No sería tentador decir que cada uno produce ambos

originariamente y, o bien encuentra originariamente el modo que los otros crearon, envirtud de una necesidad interior, o bien se aproxima a éste poco a poco, a medida que setorna capaz de un procedimiento de comparación? Pero esta movilidad interior para la

 producción personal, con una orientación originaria dirigida al acogimiento de otros, eslo que ya designábamos con la expresión ‘adivinatorio’. Este es, por lo tanto, lo

originario y el alma se muestra también aquí como total y propiamente un ser queadivina. Pero con qué prodigiosa y casi infinita exteriorización de fuerza ella comienza,con lo cual nada de lo que sigue puede ni remotamente ser puesto en equivalencia; en lamedida que ella tiene que, en efecto, aprehender [ergreifen] simultáneamente ambos,que después se apoyan mutuamente, aprehender primero verdaderamente como unidadaquello que sólo poco a poco se separa, objetivar para sí el lenguaje en cuanto liga las

 palabras individuales con los objetos que aparecen y con las imágenes que se forman enella misma, cada vez más claramente y con más seguridad, pero simultáneamentetambién, no sé si debo decir comprender [auffassen] la actividad del pensamiento parareproducirla, o reproducirla para poder comprenderla.. Tan asombrosa me parecesiempre esta primera actividad en el dominio del pensar y del conocer que se me ocurreque cuando nos reímos de los usos erróneos que los niños hacen de elementoslingüísticos, y esto no pocas veces en virtud de una consecuencia demasiado recta, essólo para consolarnos o incluso para vengarnos de este exceso de energía que ya nosomos capaces de emplear más.Pero considerando el asunto más claramente, nos encontramos en cada instante de no-comprensión aún en el mismo caso que ellos [los niños], sólo que en un grado menor. Si

 bien en lo conocido es por cierto lo extraño lo que se nos resiste en la lengua, cuandouna ligazón de palabras no se nos quiere tornar clara, es lo extraño que se manifiesta enla producción del pensamiento, aunque sea muy análogo al nuestro, cuando elencadenamiento entre las partes aisladas de una serie, o la extensión de éstas no se nosquiere fijar, sino que vacilamos inseguros, podemos siempre empezar sólo con la osadíaadivinatoria. No podemos, entonces, simplemente contraponer nuestra situación actual alos colosales comienzos de la infancia, sino que esta empresa de la comprensión y de lainterpretación es un todo desenvolviéndose por grados, en cuyo curso ulterior nosapoyamos cada vez más mutuamente, en la medida que cada punto de comparación y deanalogía franquea la entrada a los otros, pero en cada punto comienza siempre del

mismo modo adivinatorio. Se trata del progresivo descubrimiento de sí mismo delespíritu pensante. Sólo que, así como la circulación de la sangre y el ritmo respiratoriodisminuyen poco a poco, también el alma cuánto más ya posee, se forma, en relacióninversa a su receptividad, más tarda en sus movimientos, tal que, sin embargo, tambiénmás vivaz, precisamente porque cada una es en su ser singular el no ser de los otros,nunca podrá resolverse del todo la falta de comprensión. Ahora, si la rapidez paraalcanzar el resultado decrece después de los primeros comienzos, entonces la reflexiónse encuentra favorecida por la mayor lentitud de los movimientos y la demora más

 prolongada en una operación, y recién entonces comienza aquel período en el que sonreunidas las experiencias hermenéuticas, y reunidas como consejos, pues prefierollamarlos así antes que “reglas”. Una doctrina, sin embargo, como parece resultar casi

 por sí mismo de lo dicho, ciertamente sólo puede comenzar cuando tanto la lengua en suobjetividad cuanto el proceso de formación del pensamiento en cuanto funciones de la

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vida espiritual individual sean tan completamente vistos en su referencia a la esencia del pensamiento mismo que, a partir del modo como se procede en el encadenamiento ycomunicación de los pensamientos, se pueda exponer en una conexión completatambién el modo como se tiene que proceder en la comprensión.Por cierto, para traer ésta a una claridad completa, primero  – lo cual sería un segundo

asunto en relación a este primero –  tenemos que haber atribuido a un pensamiento su justo valor, en lo cual el Sr. Ast parece haberse adelantado a Wolf, pero que, antes quese defina por este [pensamiento] determinadamente la configuración de la hermenéutica,

 parece ser más un hallazgo que un descubrimiento, a saber, el pensamiento de que cada particular sólo puede ser comprendido por medio del todo y, por lo tanto, todaexplicación de lo particular presupone ya la comprensión del todo.

[1] Esta traducción, hecha por Hugo Ochoa, forma parte del proyecto FONDECYT 1050328. La segunda parte, leída el 22 de octubre de 1829 será publicada en el siguiente número de PHILOSPHICA.[2] FÜLLEBORN, G. G., Encyclopaedia philologica, Bratislava, 1798.[3] El ensayo de Wolf fue publicado en la revista Museum der Altertumwissenschaft , editada por él mismoy por P. Bultmann.