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1 ACT-0027.pdf Cuatro crisis-bestias, crisis bestiales, que montan en caballos “blanco”, “rojo”, “negro” y “pálido” y que según, la exégesis, representan y son figura de “la victoria”, “la guerra”, “el hambre” y “la muerte”, respectivamente. Pues ahí estamos con nuestros Cuatro Jinetes de la Crisis, en forma de cuatro tenebrosos caballe- ros como se describen en la primera parte del capítulo sexto del Apocalipsis, convertidos en nuestra especial amenaza hoy. 26-01-2011 | Estamos ante el acoso de, al menos, cuatro terribles Jinetes del Apocalipsis, cuatro crisis: De valores, económica, social y política. Cuatro fuerzas que cabalgan destruyendo a su paso todo lo que creía- mos sólidos paradigmas. Todo ello, aderezado con altas cantidades de inseguridad y vulneración de derechos, entre ellos el derecho a la información y a la privacidad y, consecuentemente, una peligrosa reducción de las libertades. Pero, ¿que se entiende por Crisis? (del latín crisis, a su vez del griego es una coyuntura de cambios en cual- quier aspecto de una realidad organizada pero inestable, sujeta a evolución. Así, los cambios críticos, aunque previsibles, tienen siempre algún grado de incertidumbre en cuanto a su reversibilidad o grado de profundidad. Si los cambios son profundos, súbitos y violentos, y sobre todo traen consecuencias trascendentales, van más allá de una crisis y se puede denominar revolución. Pues ahí estamos con nuestros Cuatro Jinetes de la Crisis, en forma de cuatro tenebrosos caballeros como se describen en la primera parte del capítulo sexto del Apocalipsis, convertidos en nuestra especial amenaza hoy. Cuatro crisis-bestias, crisis bestiales, que montan en caballos “blanco”, “rojo”, “negro” y “pálido” y que según, la exégesis, representan y son figura de “la victoria”, “la guerra”, “el hambre” y “la muerte”, respectivamente. CRISIS DE VALORES La crisis de valores bien podríamos pensar que la evoca, el caballo blanco, cabalgado por el jinete de la victoria, que llevaba un arco, y le fue dada una corona, y salió vencedor, como así nos gustaría. ACTUALIDAD LOS CUATRO JINETES DE LA CRISIS E INSEGURIDAD Por: Manuel Sánchez Gómez-Merelo, Consultor Internacional de Seguridad 11/02/2011 VEHICULOS ELECTRICOS ECOLOGICOS Arregui 3265 (C1417GMS) Bs. As. | Tel/Fax: (54-11) 4639-6000 - Fax: 4567-1551 | [email protected] www.melexargentina.com.ar Melex Argentina S.R.L. V V VE Arregui 3265 (C1417GM www.melexargentina.com.ar VENTA: • Unidades nuevas y usadas con garantía. • Servicio post venta. • Abonos de mantenimiento preventivo. ALQUILER: • Mantenimiento mensual preventivo. • Asistencia tecnicomecánica inmediata. • Nuevo sistema de guardia permanente, los 365 días del año. Manuel Sánchez Gómez-Merelo

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Cuatro crisis-bestias, crisis bestiales, que montan en caballos “blanco”, “rojo”, “negro” y “pálido” y que según, la exégesis, representan y son figura de “la victoria”, “la guerra”, “el hambre” y “la muerte”, respectivamente.

Pues ahí estamos con nuestros Cuatro Jinetes de la Crisis, en forma de cuatro tenebrosos caballe-ros como se describen en la primera parte del capítulo sexto del Apocalipsis, convertidos en nuestra especial amenaza hoy.

26-01-2011 | Estamos ante el acoso de, al menos, cuatro terribles Jinetes del Apocalipsis, cuatro crisis: De valores, económica, social y política. Cuatro fuerzas que cabalgan destruyendo a su paso todo lo que creía-mos sólidos paradigmas. Todo ello, aderezado con altas cantidades de inseguridad y vulneración de derechos, entre ellos el derecho a la información y a la privacidad y, consecuentemente, una peligrosa reducción de las libertades.

Pero, ¿que se entiende por Crisis? (del latín crisis, a su vez del griego es una coyuntura de cambios en cual-quier aspecto de una realidad organizada pero inestable, sujeta a evolución. Así, los cambios críticos, aunque previsibles, tienen siempre algún grado de incertidumbre en cuanto a su reversibilidad o grado de profundidad. Si los cambios son profundos, súbitos y violentos, y sobre todo traen consecuencias trascendentales, van más allá de una crisis y se puede denominar revolución.

Pues ahí estamos con nuestros Cuatro Jinetes de la Crisis, en forma de cuatro tenebrosos caballeros como se describen en la primera parte del capítulo sexto del Apocalipsis, convertidos en nuestra especial amenaza hoy.

Cuatro crisis-bestias, crisis bestiales, que montan en caballos “blanco”, “rojo”, “negro” y “pálido” y que según, la exégesis, representan y son figura de “la victoria”, “la guerra”, “el hambre” y “la muerte”, respectivamente.

CRISIS DE VALORES

La crisis de valores bien podríamos pensar que la evoca, el caballo blanco, cabalgado por el jinete de la victoria, que llevaba un arco, y le fue dada una corona, y salió vencedor, como así nos gustaría.

ACTUALIDAD

LOS CUATRO JINETES DE LA CRISIS E INSEGURIDAD

Por: Manuel Sánchez Gómez-Merelo, Consultor Internacional de Seguridad

11/02/2011

VEHICULOS ELECTRICOS ECOLOGICOS

Arregui 3265 (C1417GMS) Bs. As. | Tel/Fax: (54-11) 4639-6000 - Fax: 4567-1551 | [email protected] • www.melexargentina.com.ar

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VENTA:• Unidades nuevas y usadas con garantía.• Servicio post venta.• Abonos de mantenimiento preventivo.

ALQUILER:• Mantenimiento mensual preventivo.• Asistencia tecnicomecánica inmediata.• Nuevo sistema de guardia permanente, los 365 días del año.

Manuel Sánchez Gómez-Merelo

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Ciertamente, en la sociedad avanza-da los individuos tienen hoy más que nunca la oportunidad de conocer y profundizar en los grandes valores éticos y morales que configuran nuestra civilización.

Sin duda, un sistema de valores debe ser previo al estudio de la metodología que lo implemente, para lograr una sociedad más solidaria, honesta, participativa y generosa.

Por otro lado, los valores tradicionales de: verdad, bien, belleza, justicia, bondad, espiritualidad, y otros nuevos valo-res como: la ciencia, el progreso, la solidaridad y humanismo chocan con otras corrientes que se acreditan así mismas tan solo por su número de seguidores como la tecnología conver-tida en fin, el hedonismo, el culto a la imagen y la modernidad como adoración del becerro de oro, provocando esta crisis de valores, que genera espanto, angustia e inseguridad.

Espanto, porque, cuando nuestra sociedad más necesita cimen-tar valores que aniden en la mente y en la conducta de todos, paradójicamente, se promueve corrientes de materialismo egoísta y hedonismo individualista que producen un ambiente altamente nocivo para el cultivo de valores humanos. Los casos de corrup-ción suscitados, principalmente, en el entorno político brindan un pésimo ejemplo de la perversión a la que puede llegar el servicio público cuando, al contrario de lo que sería su misión, lo único que hacen es “servirse del público”.

Por tanto, ¿existe una verdadera crisis de valores?. La mayo-ría de la gente entiende por “crisis de valores” la ausencia de éstos; pero en realidad no es así. La característica esencial que informa sobre lo que en la actualidad entendemos por crisis de valores radica en que no sabemos qué hacer con los valores que hemos atesorado a lo largo de la Historia de la Humanidad.

El hombre de nuestro tiempo ha perdido la voluntad de orientarse, es decir, de cultivar valores, de seguirlos, ajustándose a ellos. En este sentido, Koichiro Matsuura, director general de la UNESCO se pregunta ¿A dónde van a parar los valores? y con esta misma pregunta tituló un excelente artículo. La crisis de valores no con-siste en una ausencia de éstos sino en una falta de orientación

frente a qué rumbo seguir en nuestra vida y qué valores usar para lograrlo, tal como lo señala Matsuura: “la crisis por la que atravesamos no es una crisis de valores en sí, sino del sentido de éstos y de nuestra aptitud para gobernarnos y orientarnos”.

Angustia, porque la crisis de valores es también consecuencia de una sociedad en crisis dirigida hacia la desenfrenada búsqueda del tener, que somete al ser humano a un consumismo de lo superfluo y aún de lo perjudicial, materializando valor y virtud como si fueran nuevas mercancías de la oferta y la demanda.

Hay que tener en cuenta que el sentido y los valores se encuentran unidos en realidad; son la flecha y el arco que mueve la voluntad para producir la energía que se necesita para la acción. Por ello, es preciso tomar conciencia de que los pensamientos de ayer han producido las conductas que ahora nos consentimos, y las con-ductas de hoy provocarán los resultados del futuro. Los recursos son perecederos y sujetos al buen o mal uso que se haga de ellos, y la administración de ese patrimonio determinará el desarrollo, sus-tentable o no, que pueda alcanzar a las generaciones futuras.

Inseguridad, porque hasta el valor positivo de la creatividad tiene su aspecto negativo cuando resalta el materialismo o el individua-lismo sobre la solidaridad y las identidades nacionales.

La prudencia está hecha de la memoria del pasado, de la inteli-gencia y comprensión del presente y de la previsión del futuro. En la Edad Media, se consideraba sabio al prudente, al que obraba bien, aquél a quien las cosas le parecían tal como son. Decía Eckhart que “las personas no deben pensar tanto en lo que han de hacer como en lo que deben ser”.

La vida debe estar subordinada al bien común y -en la medida en que el hombre no pierde la conciencia, es decir en la medida en que la moral es, sobre todo, y ante todo, doctrina sobre su verdadero ser - se produce el cambio que asocia la moral a una doctrina del hacer, y sobre todo del no hacer: de lo mandado y de lo prohibido. Pero la moral no es social, es ontológica; y su gran aliada es la lucidez. Cuando se experimenta el sentido de algo valioso siempre se tiene la voluntad de realizarlo, ya que la percepción del mismo está envuelta en una vivencia valorable.

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... los individuos tienen hoy más que nunca la opor-tunidad de cono-cer y profundizar en los grandes valores éticos y morales....

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CRISIS ECONÓMICA

La crisis económica bien podría ser, modernamente, el caballo rojo, cabalgado por el jinete de la guerra. Este color, así como la posesión por parte del jinete de una gran espada, sugiere que la sangre se derrama en el campo de batalla. Este segundo jinete puede representar la guerra por doblegar o conquistar al primer jinete, el que promueve la victoria de los valores del hombre.

La crisis del sistema financiero internacional también produce espanto, angustia e inseguridad a casi todo el mundo: a la pobla-ción en general, a los trabajadores y a los directivos de las empre-sas, a los empleados de la banca, a la mayoría de los banqueros, a los gobernantes y a la oposición, así como a gran parte de los propios economistas.

Espanto, angustia e inseguridad no son calificativos elegidos al azar. Corresponden a lo que hemos sentido todos cuando algunos de los mayores bancos del mundo comenzaron a reconocer que tenían enormes pérdidas. El desconcierto se produjo cuando a un banco le siguió otro, y otro, y otro. Y cuando los bancos espa-ñoles, que según nuestras autoridades son los más seguros del mundo, denegaron o recortaron la financiación a las familias o dejaron de descontar el papel comercial a las empresas sin ninguna explicación, porque los responsables de las oficinas bancarias modificaron su política crediticia siguiendo instrucciones de sus máximos directivos.

Espanto, porque es el elemento que creo que describe la actual situación. Casi nadie entiende por qué han quebrado tantos ban-

cos, ni por qué han tenido que intervenir los gobiernos, a través de los bancos centrales de cada país y de los correspondientes Tesoros (es decir, las haciendas públicas) nacionales. Ni si esa intervención significa el final de su capital o del propio capitalis-mo. Y todavía más importante, cómo ha sido posible que haya-mos pasado de una crisis económica internacional a una recesión mundial, es decir, a una situación en la que disminuye el conjunto de bienes y servicios reales que produce el mundo en un año determinado.

Angustia, porque, obviamente, una vez aceptados, asimilados o aparcados el desconcierto, la inseguridad y el espanto, lo que la mayoría de la población quiere es saber cuándo y cómo, a ser posible, se va a salir de la crisis. La tesis más común es que esta crisis económica no es diferente de otras muchas que han afligido al mundo desde mediados del siglo XIX. Aunque los economistas discuten todavía sobre el origen de los ciclos económicos; sobre si son provocados por fenómenos reales, como los avances sociales, científicos y tecnológicos, o por fenómenos puramente moneta-rios, como una política monetaria demasiado expansiva durante demasiado tiempo, o por una combinación de ambas causas.

Inseguridad, porque esta crisis se les presentó de golpe a los clientes de pasivo de las entidades financieras. Sufrieron un súbito y lógico temor a que si la entidad financiera (banco o caja) en las que tenían depositados sus ahorros, a la vista o a plazo, o sus fon-dos de inversión o de pensiones, quebrara o suspendiera pagos, ellos podrían perderlos.

CRISIS SOCIAL

La crisis política bien podría ser el caballo pálido, cabalgado por el jinete de la muerte. Este cuarto y último jinete que igualmente representa la pestilencia o situación cadavérica.

La crisis de la democracia occidental aparece asociada, en pri-mer lugar, a la “sobrecarga del Gobierno” y a la “crisis de legiti-midad del Estado”: crisis de los partidos políticos y su liderazgo histórico; crisis ideológica (la pérdida de la identidad y la verdad); el desencanto y la poca credibilidad, el distanciamiento grotes-co entre el ciudadano de a pie y el poder de las élites políticas, la falta de mecanismos de participación de la ciudadanía en la

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“... Cuatro Jinetes de la Crisis, en for-ma de cuatro tene-brosos caballeros como se describen en la primera parte del capítulo sexto del Apocalipsis.”

“¿existe una verda-dera crisis de valo-res?. La mayoría de la gente entiende por “crisis de valores” la ausencia de éstos; pero no es así.”

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administración y gestión de los problemas propios de su locali-dad, el abstencionismo, etc.; todo esto acompañado de la crisis del Estado del Bienestar, asociada a la pérdida creciente de los tradicionales beneficios sociales, educación gratuita, crecimiento del desempleo, cada vez menos protección, incertidumbre para las jubilaciones y pensiones, etc.

Lamentablemente, la experiencia nos ha enseñado que la mayoría de los políticos sólo se acuerdan de los ciudadanos para satisfacer sus intereses electorales. Si no fuera por ins-tituciones de la sociedad civil y del sector privado, nuestra sociedad no tendría siquiera la esperanza de ser mejorada. Sin embargo, todavía se puede recuperar el camino desandado. Para ello necesitamos que cada ciudadano, desde la función que ejerce en la sociedad, tome conciencia de los efectos que producen sus actitudes en la construcción de un país más justo donde se respete la dignidad del ser humano y se ejerza la participación y la solidaridad.

Durante mucho tiempo hemos visto a Gobiernos y responsables de las finanzas públicas abordar las consecuencias del pánico financiero de otoño de 2008 con medidas tenues y benevolentes, no fuera que la necesaria agresividad de la cirugía a aplicar espan-tara a los electores como, sin duda, está pasando por generar la estupefacción de la que ahora se duelen.

Espanto, como el que se produce por el agotamiento de ciertas fórmulas tradicionales, frente a un electorado que se identifica más con un discurso pragmático que pregone eficacia y firmeza para resolver sus problemas inmediatos y cotidianos, que con discursos ideológicos trasnochados, aburridos y repetitivos que encuentran rechazo unánime por parte de grandes colectivos des-ilusionados.

Angustia, porque tal y como se ha visto hasta ahora, asistimos a un momento histórico particular, en el que ya no sólo se observa el fracaso muy preocupante del capitalismo y neoliberalismo a ultranza, sino que está contaminando la democracia occidental seriamente cuestionada desde diversas perspectivas, bien como crisis de fragilidad, ingobernabilidad, déficit democrático o como sobrecarga del Estado y crisis de legitimidad. Son muchas las teo-rías y enfoques que refuerzan cada vez más esta realidad, pero son los casos concretos los que hablan con mayor dureza y claridad.

Inseguridad porque la desaparición de un mundo en el que durante todo el siglo XX y parte del XIX estaba polarizado en el antagonismo de dos sistemas que se excluían mutuamente –la economía de mercado y el comunismo totalitario–, provocó también la desaparición del debate ideológico en el sentido tradicional, pero no trajo con ello la confluencia de las diversidades sino el

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reforzamiento del poder mediático de unos pocos en detrimento de las libertades de los muchos.

Las manifestaciones son gigantescas contra las políticas “anti-sociales” y, especialmente, contra las que usan el fácil recurso del recorte de los salarios de los trabajadores para tratar de salir de las crisis creadas por las propias políticas antipopulares e inefi-cientes del capitalismo. No sólo protestan porque les deterioran sus condiciones de trabajo o bienestar social, sino porque ponen en jaque las prestaciones sociales y muchos de los otros benefi-cios que con tanto esfuerzo fueron conseguidos por generaciones precedentes a través de la lucha de clases.

CONCLUSIONES

Ahora puede ser que, lo que empezó como crisis financiera y después se convirtió en una profunda crisis económica, culminada en crisis del empleo y el bienestar, , haya riesgo de que llegue a ser una grave crisis humana y social, con implicaciones políticas muy importantes, si sólo tomamos medidas de tipo cosmético.

Un simple ejemplo. El PIB sumado de China, Rusia, India y Brasil es un tercio del registrado por el G7. Sumados todos ellos, equiva-len a EEUU, a Europa o son algo más que Japón. En conclusión: la crisis económica de los EEUU es la mayor desde la de 1929 y sus efectos se han mundializado; simultáneamente, el conflicto entre Rusia y la OTAN es el mayor en el campo estratégico desde la caída del muro a fines de los ochenta. Ambas situaciones tienen lugar cuando el liderazgo político del mundo occidental es el más débil desde la Segunda Guerra Mundial y el mundo emergente, representado por los BRIC (Brasil, Rusia, India y China), muestra mayor solidez política, aunque no quede al margen de los efectos económicos de la crisis.

Lo cierto es que todo parece indicar que estamos inmersos en la tercera Gran Depresión. La crisis ha generado cambios estructura-les en las relaciones internacionales y los modelos de crecimiento. Mientras Europa se desdibuja en el nuevo panorama, China empie-za a practicar un neoimperialismo de corte planetario

Entonces, si no es sólo el mercado, ¿quién tuvo la culpa? La respuesta es sencilla: los reguladores que no regularon; los con-

troladores que no controlaron; los bancos que se implicaron en aventuras financieras de alto riesgo para sus clientes mientras ellos se garantizaban sus comisiones; los especuladores que no encontraron freno de ningún género y... los gobernantes que lo permiten.

Las crisis sistémicas constituyen el efecto y no la causa de dichas circunstancias. Difícilmente puede hablarse sólo de un fallo del mercado allí donde el mercado mismo no existía o se compor-taba de una forma opaca y secreta, pero lo cierto es que tanta incompetencia y tanta incongruencia genera espanto, angustia e inseguridad.

Esta situación y la cierta pereza que parece que conspira, junto con esa excedencia de los responsables del quehacer nacional, complica el camino a la equidad, al progreso y a la excelencia. Con recurrente asiduidad, y en todos los ordenes de la vida, una existencia ociosa, suele conducir a las conductas menos acon-sejables, pero no es igual de grave en todos los casos, porque, cuando la omisión del interés y el esfuerzo necesario lo cometen los poderosos se convierte en crimen; cuando la avaricia, el egoís-mo, la mentira, el afán de lucro y la corrupción lo protagonizan los políticos, abren la puerta a esos cuatro jinetes monstruosos que amenazan la paz y el bienestar de todos los pueblos.

Quizá hay que confiar en que estos mitológicos caballeros apo-calípticos no sean exclusivamente mensajeros del mal sino que, a través de una crisis mundial de valores, económica, social y política como la que vivimos nos intenten brindar la oportunidad de que reflexionemos sobre el estercolero de buitres que hemos fabricado y el mundo que queremos construir a partir de ahora. Aunque sus flamígeras espadas nos sigan generando espanto, angustia e inseguridad, podemos usar ese fuego para encender la llama de nuestra voluntad de bien, ayudar al jinete blanco a restaurar valores y poner en marcha acciones eficaces y éticas que permitan trabajar con realismo e ilusión por un futuro mejor. Es tiempo de cambio, no de Apocalipsis.