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    Primera ed ic in , febrero del ao 2004

    2004GERARDO OTERO

    2004UNIVERSIDAD AU TNOMA DF. ZACATECAS

    SIMN FRASER UNIVERSITY

    2004Por caracter s t icas t ipogrficas y de ed ic inM I G U E L N G E L P O R R A , l i b r e r o - e d i t o r

    Derechos reservados conforme a la leyISBN 9 7 0 -7 0 1 -4 2 5 -3

    IMPRESO EN MXICO PRINTED /.VMEXICO

    Amargura 4, San Angel, Alvaro Obregn, 01000 Mxico, D.F.

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    Para mis queridos hijos:

    Rodrigo Otero Ordez

    (1979-1997), mi inspiracin, y

    Alejandro Otero Ordez,

    mi esperanza.

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    Prlogo

    ESTE LIBRO trata de la cuestin agraria en Mxico y las relaciones polticas

    en el campo. Se podra decir que ste ha sido uno de los teatros polticosms im por tan tes del siglo xx y, con el lev ant ami ent o zapatis ta de 1994 y

    el movimiento El campo no aguanta ms, en 2002, promete continuar en elcentro de la atencin en el xxi. De dist intas maneras -como estudiante,

    como maestro, como investigador, como persona- el tema me ha preocupa-

    do durante casi 30 aos. Sin embargo, curiosamente, lo que suscit mi in-

    ters en estos asuntos fue la cuestin urbana.Cuando estudiaba la licenciatura en Monterrey, a principios de los aos

    setenta, me impresion hond ame nte el movimi ento de posesionarios que,

    po r entonces, esta ba en su apogeo. Y n o s lo lo co nc eb como un movimien-to social explosivo, sino que me sobrecogieron las condiciones inauditas de

    miseria en que viva la gente de los cinturones de miseria. Nunca haba

    visto pobreza comparable, ni siquiera en las zonas rurales de La Laguna, re-gin del centro-norte de Mxico, donde me cri. Me intrigaba pensar porqu tanta gente emigraba a la segunda ciudad industrial de Mxico, pese a

    que las oportunidades de trabajo remunerado eran evidentemente insufi-

    cientes. Pronto me di cuenta de que la gran mayora de esos inmigrantes

    provenan del centro y de l sur de M xi co , do n d e la cr is is de l c am po golp ea-ba con mucha mayor fu er za que en el norte . Finalmente empec a compren-

    der que tanto los problemas urbanos como los agrarios no eran sino dos as-pe ctos de l mis mo pr oce so de desarro llo cap it al is ta en el pa s .

    La investigacin que sustenta a este libro ha recibido apoyo de muchas

    instituciones desde principios de los aos ochenta. En particular, recib fi-

    nan cia mie nto p ar a trabaj o de ca mp o de la Sim n Fraser University (Presi-

    den t's Research Grant ). El Ce ntr o de Estudios Mxic o-Estad os Uni dos dela Universidad de California en San Diego me financi para investigar den-tro del Proyecto de Investigacin sobre la Reforma del Ejido coordinado

    por Wa yn e Cornel ius y Da vi d Myhre . Por lt imo, reci b dos generosos sub -

    sidios del Consejo para la Investigacin en Ciencias Sociales y Humanida-7

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    des de Canad (SSHRC), uno para el periodo de 1994-1997 y el otro para elde 1997-2000. Estos ltimos financiamientos fueron vitales para poner alda la obra. Por ltimo, recib apoyo de la Universidad Autnoma de Zaca-tecas y de Simn Fraser University para la coedicin de la versin del libro

    en espaol con Miguel ngel Porra. Mi ms cumplido agradecimiento a

    todas estas instituciones.Como el trabajo de campo que aport los parmetros tericos de este

    estudio se desarroll en el estado de Puebla, en primer lugar quiero expre-sar mi agradecimiento a quienes a principios de los aos ochenta eran misalumnos y colegas del Departamento de .Antropologa Social de la Univer-sidad Autnoma de Puebla. Discutiendo con ellos comenc a incorporar el

    concepto de cultura en mi anlisis de los problemas agrarios. Qued tam-bi n en deud a co n la gente de Xoc hi mil co , en el municipio de Tecamachal-co, Puebla, por abrirme su corazn y su mente y darme alojamiento duran-

    te la realizacin de mi trabajo de campo.Antes de emprender los estudios de doctorado en la Universidad de

    Wisconsin-Madison, los cuales dieron lugar a una versin anterior de estelibro, hice la maestra en la Universidad de Texas en Austin. Ah cuatro pro-fesores visitantes ejercieron una vigorosa influencia sobre mi trabajo: Ber-

    nar do Berdichewsky, Ju rez Rub ens Bra nd o Lopes, Nor ma n Lon g y Bryan

    Roberts. Como supervisor de mi tesis, Norman se mostr clido, intelec-tualmente estimulante y muy generoso con su tiempo.

    De las muchas experiencias intelectualmente estimulantes de Madison,

    hay una que destaca especialmente: el Seminario Andino, organizado porGene Havens en el otoo de 1978. Siempre recordar con gratitud mis es-timulantes plticas sobre la cuestin agraria con Gene, Manuel Chiriboga,Jaime Crispi, Jorge Dandler, Fernando Rojas, Carlos Samaniego y Bernar-

    do Soitj.Mucha gente ley y coment partes de este manuscrito, en el proceso

    de convertirse en tesis. Quiero agradecer muy especialmente la ayuda deBrett Brown, Tomas Du pl, Jo hn at ha n Fox, Jess Gilbert, Robert Jen kin s,Cassio Luisseli, Pat Mooney, Keith Moor e, Ma x Pfeffer, Joe y Spr ag ue, Wi-

    lliam Thiesenhusen, Norberto Valdez y Gene Wilkening. David Kaimowitz

    y Mike Rogers son amigos cuyas crticas agudas y detalladas me ayudaron areorganizar y desarrollar muchas ideas. David funcion prcticamente como

    cuarto lector del comit de tesis.Deseo expresar mi deud a con Ja ck Kl opp enb urg y Florencia Mallon

    por le er todo el manuscri to y h ace r me impor tan tes comentar ios como pa r -

    te del com it exami nador . Mi agr ade cim ien to especial a Jack, qui en mepermit i d i spon er de t iempo para co nc lu ir el manus cri to en m ed i o de mis

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    deberes como su auxiliar de investigacin. Por su apoyo y aliento oportu-

    no, Marta Tie nda m erece especial recon ocimie nto. AI com en ta r pa rte s dellibro, Marta me fue de gran utilidad pa ra reorga nizar los arg um ent os, es-clarecer muc hos pu ntos y, en gener al, darles mayo r precisin.

    Erik Olin Wright me prest su apoyo firme y responsable desde el prin-

    cipio de mis estudios de doctorado. Como uno de mis tres asesores, sus cr-

    ticas radicales e incisivas desde la perspectiva del reduccionismo clasista sir-vieron de contrapeso a mis propios excesos culturalistas. Roger Bartra tam-

    bin era le ct or de l com it . Y aunque buena par te de mi proyecto repres en-ta una crtica de sus primeros trabajos, siempre se ha mostrado dispuesto a

    escuchar y apoyar mi propio punto de vista. En cualquier caso, debo reco-

    nocer que la obra de Roger ha tenido profunda influencia sobre mi pensa-miento. La ahora clsica obra de Roger Estructura agraria y clases sociales en

    Mxico (1974a) puso los cimi entos de las investigaciones y la pol mi ca sob re

    la cuestin agraria en Mxico.Apenas encuentro palabras para expresar cunto valoro mi relacin aca-

    dmica y personal con mi maestro Ivan Szelnyi, y lo afortunado que he sidoal haber trabajado con l. Slo puedo esperar que el ejemplo y la influenciade Ivan se reflejen en mi propio desarrollo como persona y estudioso.

    Las ideas y materiales que ahora forman parte del captulo 3 fueron

    presentadas p or p r ime ra vez en el Cen tro de Estu dio s Mxico-Es tados

    Unidos de la Universidad de California, San Diego, donde disfrut de unabe ca de investigador posdoc tora l en 198 6-1 987. Su d e m a n d a n t e pbl ico

    me result alta mente estimu lante e inspirador, y s iem pre cont con el apo-yo del entonces director Wayne Cornelius. Por esa poca, Frans Schryer

    ley el manuscrito c ompl eto y me dio generosos y entusiastas co menta rios.Marilyn Gates, mi colega en la Universidad Simn Fraser, ley partes deeste libro y me hizo tiles y bien fundamentadas sugerencias. Como eva-

    luadores externos para la versin en ingls de este trabajo, Michael Kear-ney y Peter Singelmann ofrecieron sugerencias muy tiles para corregir el

    p r i me ro y el lt imo cap tulo.La ayuda de Francisco Jav ier Gm ez Ca rpin eir o en la aplicaci n de la

    encuesta a caeros de la regin de Atencingo, Puebla en 1995 fue crucialpara el c aptulo 6. Adems de abri r gent i lmente las puer tas de su ca sa , don-de me qued durante varias semanas que dur la aplicacin de la encuesta,

    como buen antroplogo fue un excelente interlocutor durante el proceso.Daniel Garca, caero de Izcar de Matamoros, me ha dado su entusiastaapoyo durante todos los aos que he estado haciendo investigacin en

    la regin, desde 1988. Agradezco plenamente toda esta ayuda, pero la res-ponsabi l idad por cualquier l im ita ci n que ha ya qu e da do es s lo ma.

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    Desde Torren, mis padres siempre se interesaron en el progreso de mi

    trabajo, y me dieron nimos para seguir adelante. En conversaciones oca-

    sionales mi padre me dio ideas perspicaces sobre el medio rural de La

    Lag una , y sus relaciones de tod a la vida en la regin me facilitaron conce r-

    tar importantes entrevistas sin mayores prembulos. Su profesin era la deun gelogo de campo con la sensibilidad del buen antroplogo. Mucha de mi

    comprensin del Mxico rural se la debo a las largas conversaciones y ex-

    cursiones con mi padre. Nos dej en 1989 y ahora descansa en paz.

    Si algo me ha sido indispensable para completar este libro ha sido laalegra y satisfaccin de haber contado con la compaa de mi familia in-

    me di at a: Paty, Alex y, hast a 1997, Rodr igo . Mi hijo ms jo ve n, R odr igo , nos

    dej a la ed ad de 17 aos, a cons ecuen cia de un tr gico accident e auto mo -vilstico que nos rob su vida fsica. A su manera, a Rodrigo tambin lep reocupaba ho nd a me n te la cr is is agraria , sob re todo sus expres iones urba-

    nas. Cuando regresamos a Mxico despus de mis estudios de posgrado, se

    entris teci muc ho al ver tantos nios haci end o piru etas y mala bari smo s en

    los cruceros con ms trfico, tratando de ganarse algunos pesos. En un mo-mento dado, se gan su primer "sueldo" imitando a esos nios y usando sus

    considerables habilidades gimnsticas. Lo ms conmovedor fue que, en vez

    de gastarse el dinero, se acerc a una pobre anciana para obsequirselo. Ro-drigo tena una gran sensibilidad social. S que mi hijo dej en todos los que

    lo conocimos una hermosa huella, y que el amor que nos inspir lo harvivir en nuestros corazones y en nuestras acciones por siempre.

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    Capuio 1

    Cuestin agraria y democracia:

    la formac in poltica

    de las clases en el Mxico rural

    La lucha por la democracia debe tener como uno de sus objetivos primarios el esta-

    blecimiento de una sociedad poltica [o Estadoj viable y democrtica [...] pero la democra-cia requiere tambin la construccin de una sociedad civil vibrante, vigorosa y pluralista.

    (Diamond, 1992: 7)

    EL CAMPO mexicano fue uno de los sectores polticamente ms explosivos delsiglo XX, el cual se inaugura en 1910 con la primera revolucin importante a

    escala mundial y hacia el final del siglo, surge el levantamiento del EjrcitoZapatista de Liberacin Nacional (EZLN), la vspera del Ao Nuevo de 1994,el cual confirma una vez ms la efervescencia del campo mexicano. Estas doscoyunturas de la historia mexicana prueban que los campesinos se niegantenazmente a ser desplazados como actores de la sociedad.

    El punto focal de ambos conflictos polticos fue la tierra (Wolfi, 1969;Otero, 1989a; Collier, 1994; Harvey, 1996a, 1998a; Gilly, 1974, 1998). Du-rante la dictadura de Porfirio Daz (1876-1910) las comunidades campesi-nas fueron despojadas de la mayora de sus tierras por una pequea clasede terratenientes. Esto habra de ser, a la larga, uno de los factores desen-

    cadenantes de la Revolucin de 1910. A finales del siglo xx, el levantamien-to de Chiapas responde en buena medida a las reformas del artculo 27de la Constitucin, en virtud de las cuales el Estado deja de ser responsa-

    bl e de la distr ibucin de tier ra s y declara te rminada la reforma agrar ia

    (Cornelius, 1992; Cornelius y Myhre, 1998a; DeWalt, Rees y Murphy, 1994;Otero , Sin gel man n y Preibisch, 1995). Co mo se ver en este libro, sin em-bar go, se han ag regado nuev as dimensiones a las lu ch as en el c a m po en las

    ltimas 2 dcadas, marcadas por el globalismo neoliberal, que van ms all

    de la lucha por la tierra. Las nuevas demandas incluyen centralmente tam-bin cuest iones sobre la produccin, la autogest in, la au tonoma , la dif e-rencia cultural y la democracia (Baitenmann, 1998; Harvey, 1998a; Gordi-11o, 1988; Otero, 1989b; Moguel, Botey y Hernndez, 1992; Rubin, 1997).

    El campesinado ha sido objeto de importantes debates entre las fuerzasde la izquierda poltica en la mayora de los pases en desarrollo. Se ha dis-

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    cutido su papel en la transicin del capitalismo al socialismo, como ocurrien Rusia a principios del siglo (Edelman, 1987). As como en Rusia, surgie-

    ron dos tendencias principales en la interpretacin de este problema. Porun lado, los populistas consideraban que los campesinos desempearanuna funcin progresista en el socialismo, y que las comunidades campesi-nas no tendran mayores dificultades para insertarse en esa transicin. Talera tambin la opinin de la mayora de los crticos inspirados por la Revo-lucin china y los escritos de Mao Tse Tung. Por el otro, estaban los leninis-

    tas, quienes daban ms importancia al aspecto "pequeo burgus" de loscampesinos, expresado en el hecho de que eran propietarios de sus mediosde produccin. Este hecho, presuponan, haca ms probable que los cam-

    pesinos se aliaran co n la bu rg ues a. El propio Lenin consideraba que lo scampesinos estaban experimentando un proceso acelerado de diferencia-

    cin social por el cual sus agentes sociales estaban pasando a cualquiera delas dos clases principales del capitalismo: de un lado, la mayora se conver-ta en proletariado rural, y del otro, una pequea minora empezaba a for-mar parte de la burguesa agraria. As pues, desde su punto de vista, loscampesinos pobres haran mejor en aliarse con el proletariado rural e in-

    dustrial en la lucha por el socialismo (Lenin, 1967).Como en Mxico la Revolucin de 1910 prolong la existencia del cam-

    pes inado por va rios de cen ios , una de las polmicas ms encendidas desdelos aos setenta se dio en torno a la estructura agraria, la diferenciacin so-

    cial del campesinado y el carcter de las luchas en el campo. Esta polmica

    se ha da do en la vangu ardia de las discusiones lati noameri canas del probl e-ma agr ari o dur an te las ltimas 2 dcada s (De Janvry, 1981; Harris, 1978;Hewitt de Alcntara, 1984; Foley, 1989; Barry, 1995; Veltmeyer, 1997; Petrasy Veltmeyer, 2001).

    El enigma emprico que encendi la polmica sobre Mxico consisteen lo siguiente: en algunas regiones los trabajadores rurales parecen com-

    por ta r s e pol t icamente como campes inos, en tanto que en otras los cam-

    pesinos parecen comporta r se com o ob re ros .1 Segn la teora leninista, sesupona que los trabajadores lucharan por salarios, mejores condicionesde tra bajo, la forma cin de sindicatos y, ult imad ame nte , por el socialismo.

    As pues, los autores en esta tradicin pensaban que era necesario un "par-tido de vanguardia" que subsanara la "falsa conciencia" de esos trabajado-

    res, y la hiciera corresponder a su posicin de clase en las relaciones dep roducc in. Otros an ali st as, inspi rados po r e l economista ruso Alexander

    ' Juan Martnez-Alier (1977) s eal esta par adoj a par a el caso de los campes inos y los obrerosagrcolas peru anos . Estos luchaban por ta t ierra y aqullos p or la sindicaiizacin.

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    Chayanov (1974), crean que los trabajadores rurales generalmente tienen

    acceso a la tierra, de una u otra forma, ya sea por relaciones de parentes-co o comunitarias, en virtud de lo cual son realmente campesinos, ms queproletarios. C o m o se puede ap rec iar , ambos enfoques privileg ian las re la -ciones de produccin de los productores directos para definir no slo suposi cin de clase si no tambin el compor tami ent o polt ic o que habr a que

    esperar en cada caso. Es decir, restringen el problema a la situacin eco-nmica de las clases.

    Dentro de esta misma discusin, aunque con el nimo de trascenderla,p resentar por contraste la hi st ori a de cu at ro reg iones ag r co la s mexica nas,poni endo de re li eve mi propia interpretacin del pro ces o de formacin de

    las clases. A diferencia de las dos posturas predominantes en la polmicamexicana, las cuales hacen hincapi, ya sea en el acceso al salario o el acce-so a la tierra como los determinantes principales del carcter de la lucha

    -proletaria o campesina-, mi argumento es que el proceso de formacinpo l ti ca de las clases es t condic ionado por la cu ltura reg ional, la inter ven-cin del Estado y los tipos de liderazgo, adems de la relacin causal con lapo si ci n de los agentes de clase en las re lac io nes de produccin. Adems,la posicin estructural de la mayora de estos agentes sociales es la del se-miproletariado agrcola, ms que la del proletario o el campesino. Y es elsemiproletariado el que se halla en la condicin ms inestable en relacin

    con su base material de reproduccin, desgarrado entre el trabajo asalaria-do ocasional y el insuficiente acceso a la tierra para su subsistencia. Este se-

    miproletariado constituye la mayor proporcin de la poblacin rural enMxico (Bartra y Otero, 1988). Lo que yo planteo es que los determinantesestructurales de clase se han entendido errneamente y no se han especifi-cado en forma correcta. De igual manera, aun cuando se especifican debi-damente, las posiciones de clase no determinan directamente la formacin

    po l ti ca de las clases (L ac lau, 19 77 ; La cl au y Mouffe, 1985).En contraste con la polmica mexicana, la cual supone que las luchas

    campesinas y proletarias se dan en el contexto de la lucha por la transicinal socialismo, yo veo las cosas desde un enfoque ms modesto, especial-

    mente una vez que la Guerra Fra ha terminado. En este punto, la alterna-tiva socialista difcilmente permanece en las agendas de las fuerzas polticassignificativas en Latinoamrica (Castaeda, 1993; Carr y Ellner, 1993;

    Harris, 1992). Desde mi punto de vista, las luchas polticas en el campo sedan dentro de los lmites del capitalismo. En este sentido, las luchas del cam-

    po pueden contribuir a la def inici n de qu tipo de ca pital ismo y qu tipode democracia pueden surgir en Mxico en las prximas dcadas. El mode-lo hegemnico actual se puede sintetizar bajo el nombre de su ideologa: el

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    globalismo neoliberal, donde se trata de dar rienda suelta a "los mercados",

    y se elimina todo tipo de proteccin social.No es de sorpr ender, ent onces, que algunos de los trminos clave en el

    debate poltico actual sean: transparencia, participacin comunitaria, auto-noma, independencia, responsabil idad de los representantes populares,

    autogestin, apropiacin del proceso productivo y control territorial. Setrata de contraponer una forma de desarrollo democrtico, donde los pro-ductores directos asuman el control de sus propias vidas econmicas, en vezde que estn controladas por los azares de los "mercados". Se podra argu-mentar que el EZLN es la organizacin que ms ha promovido las reformas

    de este tipo, de la manera ms radical y decidida. Tales luchas estn enca-

    minadas hacia una democracia societaria, enraizada en la sociedad civil yno limitada al Estado. Este cambio de enfoque ha sido propuesto implcita-

    mente por la prctica poltica del EZLN: en vez de enfocarse en un movi-miento "revolucionario" cuyas metas incluyan la toma del poder estatal, elEZLN propone concentrarse en lo que varios movimientos sociales clave enMxico han planteado desde los aos ochenta: la consolidacin de la socie-

    dad civil para contrarrestar el poder abrumador del Estado, sobre todo byoun rgimen autoritario (Cook, 1996; Foweraker y Craig, 1990; Fox, 1996a;Harvey, 1996a, 1996b, 1998a).

    Si bien el capitalismo puede ser compatible con la democracia liberal,la cual se limita a la dimensin electoral de la poltica y queda separada

    co mpl et ame nte del merc ado y la econ oma (Meiksins Wood, 1995), una de-

    mocracia societaria, centrada en la sociedad civil, puede plantearle algunosproblemas al cap ita li sm o. Por lo menos , una democracia so ci et ar ia pue dellevar al capitalismo en una direccin social demcrata y econmicamente

    ms equitativa (Semo, 1996; Otero, 1996a). En el lmite superior, la socie-dad se convertira en una democracia socialista (Angus, 2001).

    Mi anlisis de la formaci n poltica clasista de los product ores agrcolas di-rectos, entonces, est claramente relacionado con la construccin de la socie-

    dad civil dentro de un contexto de transicin de un rgimen semiautoritarioa una democracia en la que sus rumbos precisos estn todava bajo contesta-cin. En este contexto, "sociedad civil" se puede definir en trminos amplios

    o restringidos.Emp ece mos con la defin icin de Ant oni o Gramsci de un Estado dem o-

    crtico. Ms que re string ir su definicin a las estr uctur as jur dic as y polti-cas, Gramsci generalmente se refiere al Estado como la suma de la "socie-dad poltica", o el mbito de la dominacin, ms la "sociedad civil", o elmbito de la hegemona. Entre menos democrtico sea un Estado, ms se

    basar en la dominac in. Po r el contrario, ent re m s democrt ico sea el Es-

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    tado, ms se basar en la hegemona, es decir, en el consenso de su pue-bl o. La demo cra cia , no s dice Grams ci, "debe si gn if ica r que cada ciudada-no pueda gobernar y que la sociedad los ubique, aunque sea en formaabstra cta, en la condi cin gene ral par a lograr esto. La democ raci a polticatien de hacia la coincidencia entre los gober nant es y los gobe rnad os. . . "(1971: 40). Es decir, para que sea democrtica, una sociedad debe proveer

    a sus ciudadanos las condiciones bajo las cuales han de desarrollar sus po-tencialidades, y con ellas controlar el destino de su sociedad. Entre mscoincida, desde abajo, la sociedad civil con la poltica, ms democrtico ser

    el Estado.Dentro de esta concepcin de la democracia radical, una de las pregun-

    tas centrales que emergen es: Cmo pueden los grupos, las clases o las co-

    munidades subalternos convertirse en hegemnicos, o por lo menos lograrla habilidad para presionar exitosamente para que se den intervenciones

    estatales en su favor? Para Gramsci, el responder a esta pregunta con rela-cin a las clases subalternas requiere de la identificacin de dos fases, queson parte de lo que aqu llamo la formacin poltica de las clases: primero,"la autonoma con respecto de los enemigos que hay que vencer"; y segun-

    do, "el apoyo de los grupos que activa o pasivamente los han apoyado..."en sus luchas (Gramsci, 1971: 5S). Un tercer punto que Gramsci plantea enotro lugar se refiere a la naturaleza del liderazgo: a menos que sea demo-crtico y que tenga que responder ante sus bases, se pueden instalar la des-moralizacin y la cooptacin. Con frecuencia, el carcter del liderazgo no

    depende de los propios lderes, sino de la accin del Estado. Tal como lo

    plantea Gra ms ci , "entre el consent imiento y la fu er za yacen la corrupc in yel fraude... Esto consiste en procurar la desmoralizacin y la parlisis delantagonista (o los antagonistas) mediante la compra de lderes.. . para sem-

    brar as el desorden y la confus in entre las ba se s" (G ra ms ci, 19 71 : 80 ).

    En un sentido amplio, pues, la sociedad civil consiste en la esfera de in-teraccin entre la economa y el Estado o la sociedad poltica, e incluye losmovimientos sociales y la esfera ntima de la familia. En una definicin res-

    tringida, la sociedad civil consiste en

    asociaciones voluntarias orientadas por sus relaciones con el Estado,

    pe ro auto-l imi tadas en el sent ido de que no bus ca n compar t i r e l p o de rdel Estado [...,] se trata de un mbito de libertad en el cual los indivi-

    duos no se ven forzados a actuar estratgicamente en aras de una re-compensa material (como lo requiere la economa) o restringidos porlas relaciones de poder encarnadas en la burocracia estatal (Dryzek,

    1996: 47).

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    fres tericos contemporneos de la democracia coinciden en observar

    que el campo poltico por s mismo no puede ofrecerle a la ciudadana unpoder su st an ci al (Dry ze k, 1996; Me ik si ns Wo od , 1995 ; Touraine, 19 97 ).Jo hn Dryzek tambi n ve al capita lismo globalizado com o un g ran obstcu-lo para profundizar la democracia. Desde su punto de vista, los prospectos

    para la democracia en es tos tiempos cap it al is ta s ha y que bus carlos mejo r

    en la sociedad civil que en las instituciones formales del gobierno, en-tre fronteras nacionales ms que dentro de las fronteras, y en mbitosde la vida que no siempre se reconocen como polticos. As pues, es ms

    factible buscar la democratizacin en contra del Estado, aparte del Es-

    tado y entre Estados, en vez de a partir del o dentro del Estado (Dry-zek, 1996: 3-4).

    En tales trminos, el enfoque de mi anlisis en este libro es la consolidacin

    de la sociedad civil como una condicin para profundizar la democracia encontra del Estado y aparte del Estado o la sociedad poltica.

    El propsito de este libro es, entonces, cuestionar el reduccionismo cla-sista en ciertas variantes del marxismo tradicional y el populismo en lo

    concerniente a las luchas y movimientos polticos. Los principales parme-

    tros del debate mexicano y mi propio enfoque analtico se presentan en elcaptulo 2. Los captulos 3 y 4 muestran que la estructura agraria enMxico ha sido en general especificada errneamente, pues la mayora

    de los pro duc tore s agrcolas directos se enc uen tra n en posicio nes de cla-se econmica semiproletarias, ms que ser campesinos o proletarios per-manentes. Con base en los cuatro estudios de caso regionales de los cap-tulos 5 a 8, demuestro que en las regiones en que se han reproducido lasrelaciones sociales de los campesinos, los semiproletarios estn envueltos

    sobre todo en luchas de tipo campesino. Cuando el proceso de descampe-

    sinizacin es reciente (hasta una generacin), incluso los proletarios hanluchado sobre todo por recuperar su condicin campesina. Cuando unacultura campesina ha sido gravemente debilitada por el desarrollo capita-

    lista y la mercantilizacin de las relaciones sociales, sin embargo, los semi-proletarios todava p u e d e n enfrascarse en luc has por la tierra , pe ro a d op -

    tando un nuevo carcter poscapitalis ta: la demanda por la tierra se veacompaada por la demanda de otros medios de produccin y por el con-trol democrtico del proceso productivo. A esto le llamo demanda "posca-

    pi ta li st a" , pues invo lu cra un en foque desde abajo en la toma de decisiones

    dentro del proceso laboral y los frutos de la produccin se distribuyen so-cialmente entre los productores directos.

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    C U E S T I N A G R A R I A Y D E M O C R A C I A 1 7

    El trmino poscapitalista describe una situacin en la cual los semipro-letarios resisten exitosamente la proletarizacin mediante la organizacincoope rativa de la produc cin, con miras de adq uiri r grado s sustanciales de

    independencia del Estado y el capital privado. En esta lucha se tiene queseguir funcionando dentro del mercado capitalis ta, pero la nueva organiza-

    cin contiene las semillas de una organizacin poscapitalista para el con-j u n t o de las ac ti vid ad es econ micas. Es ta organizacin es tar a basada en laautogestin desde abajo y el control democrtico de la produccin.2

    Muestro tambin que, ind epe ndi ent eme nte de que los conflictos se cen-

    tren en demandas campesinas, proletarias o poscapitalistas, dichos conflic-tos no poseen un carcter poltico definido de antemano: ni de oposicin, ni

    del tipo hegemnico-burgus, ni popular-democrtico. Ms bien, es la mane-ra como se da la intervencin estatal lo que afecta la capacidad de la gentepara de fe nder sus in te re se s y el carcte r de sus organizaciones de cl as e es -

    tablecidas para tales propsitos. Cuando las intervenciones son favorablesa los productores directos (campesinos, proletarios, semiproletarios, o pos-capitalistas), pero la iniciativa radica en el propio Estado, sus organizacio-nes populares generalmente terminan siendo cooptadas e integradas al dis-

    curso hegemnico-burgus y su poltica. En contraste, cuando el Estado

    amenaza la base para la reproduccin de los productores directos, sus orga-nizaciones adoptan un carcter de oposicin. Por ltimo, cuando las inter-venciones del Estado favorecen a los productores directos bajo la presin,la fuerza y la movilizacin de stos, sus organizaciones de clase pueden

    adoptar un carcter de oposicin y popular-democrtico.Finalmente, la tercera mediacin crtica en la formacin poltica de lasclases es el tipo de liderazgo. El liderazgo est relacionado, desde luego, conlos modos de participacin de las bases. El tipo de liderazgo afecta la medi-

    da en que las organizaciones clasistas puedan retener su autonoma respec-

    to del Estado o la clase dominante, as como el carcter de las alianzas que

    establecen una vez que ya se han formado. Se examinan aqu tres tipos b-sicos de liderazgo agrario: carismtico-autoritario, corrupto-oportunista, y

    democrtico. Los l deres carismtico-autoritarios y corrupto-oportunistasestn claramente asociados con efectos pol t icos hegemnico-burgueses enel sentido de que las organizaciones pierden su independencia y autono-

    ma; terminan en la cooptacin y desmoralizacin de las bases. Por el con-

    trario, con un liderazgo democrtico las organizaciones clasistas tienen las

    2(Jso el trmino poscapitasla com o tipo ideal. En algu nos casos concre tos pod emo s en con tra rejidos colectivos que contratan cantidades significativas de fuerza de trabajo asalariada, ms all dela de sus propios mi embr os. En estos casos, el ejido po dr a estar ms cerca de una c ooperat iva capi-talista que de una poscapitalista.

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    18 { A D I S A L C A M P E S I N A D O ?

    mejo res posibilidad es de rete ner su ind epe nde nci a del Estado, y estab lecer

    alianzas popular-democrticas con otras organizaciones en los mbitos re-gional, nacional, o aun internacional, a la vez que pueden conservar su au-

    tonoma.Las hiptesis aqu propuestas se ponen a prueba mediante la aplica-

    cin de la teora de la formacin poltica clasista (FPC) a cuatro regiones deMxico. Tres de ellas se estudian histricamente, desde los aos treinta enqu e los prod uctor es directos recibi eron tier ra de la ref or ma agrar ia. Lacuarta regin es Chiapas, la cual se estudia en torno a la centralidad de las

    reivindicaciones indgenas que han sido planteadas por el EZLN, y los retosque representa el multiculturalismo a la ideologa igualitaria del neolibe-

    ralismo. Por su parte, las tres regiones que se estudian del captulo 5 al 7comp arte n un buen n m ero de caractersticas que justifi can su co mpa ra-cin. Sus contrastes, desde luego, contribuyen tambin a demostrar la per-tinencia de mis hiptesis. Su semejanza ms importante es que se instaluna organizacin capitalista de la agricultura en las unidades de produc-

    cin que fueron el foco originario de las luchas agrarias de los aostreinta. Todas eran empresas agrcolas modernas en las que se contratabamano de obra asalariada y se producan cosechas redituables. De igual for-ma, las tres regiones estn situadas en los valles ms frtiles de los estadosque las albergan, y la agricultura se basa en sistemas de riego. En las tres

    regi ones se pro du cen t pi came nte cosechas comerciales: ca a de azcar enAte nci ngo , alg od n en La Lagu na , y tri go en el valle de El Yaqui.

    Otro elemento comn es que cada regin se encuentra en estados quepresentan marcadas difer enci as reg ionales , al igua l que ocurre en todo elpa s, par t icu larmente en lo tocante a tipos y c al id ad es de tier ra. Los tr es es-tados tienen valles frtiles as como zonas marginales y deprimidas que re-

    ciben el nombre genrico de "sierras". Una diferencia considerable tieneque ver con la densidad demogrfica y la importancia relativa de los valles

    y sierras de cada estado. El estado de Puebla, donde se localiza Atencingo,tiene una de las densidades ms altas de Mxico; en tanto que Sonora, es-tado que alberga al valle de El Yaqui, tiene una de las ms bajas. Coahuila

    y Durango, estados que comparten varios de sus municipios para formarla regin de La Laguna, se encuentran en un punto intermedio en cuantoa densidad demogrfica, aunque ms cercanos a la de Sonora. Adems, la

    mayor parte de la poblacin rural de Puebla vive en zonas de sierra, no envalles frtiles, mientras que en Coahuila, Durango y Sonora ocurre lo con-trario. Consecuentemente, Puebla tiene una gran proporcin de campesi-

    nos depauperados y semiproletarios inmersos en una economa menosmercantilizada. En contraste, en parte debido al hecho de que las sierras

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    C U E S T I N A G R A R I A Y D E M O C R A C I A 19

    del nort e son demas iad o ridas y yerma s para br ind arl e a la familia cam-pes ina siq uie ra una su bs is te nc ia ra qu ti ca , los semiproletari os de Sonora y

    La Laguna estn inmersos en una economa ms prspera, mucho ms

    mercantilizada y dependiente de los ingresos salariales.Existen importantes paralelos entre las historias de El Yaqui y La Lagu-

    na en lo que se refiere al grado de desarrollo capitalista al momento de la

    reforma agraria. Sin embargo, una diferencia fundamental es la presencia

    de los indios yaquis y mayos en Sonora, frente a la mano de obra predomi-na nt em en te mestiza que se encue ntra en La Laguna. La repercusin cultu-

    ral de este contraste se ha manifestado sobre todo en los periodos inmedia-tamente posteriores a la Revolucin (los aos veinte) y durante la reforma

    agraria cardenista (1934-1938), cuando los yaquis exigan tierras principal-me nte para poder reconstruir su cultura ind epe ndi ent e (Hu-DeH art, 1984;Spicer, 1980). En La Laguna, los peones de hacienda mestizos mantenan

    luchas tpicamente proletarias en torno a la sindicalizacin y los contratoscolectivos en contra de agricultores capitalistas.

    El contraste entre la regin yaqui y Atencingo es tambin muy impor-

    tante. Si bien en los alrededores de Atencingo tambin haba pueblos in-dios, su cultura e historia era muy distinta de la del valle de El Yaqui. Ya

    haban estado sometidos durante s iglos, primero al dominio colonial y lue-go a las formas predominantes de desarrollo en el Mxico independiente

    (Carras co, 1969). Ade ms , la histor ia ante rio r a la coloni a de los gr upo s

    tnicos del centro de Mxico est asociada al dominio del Estado azteca,

    una forma "desptico-tr ibutaria" de explotar y dominar a las comunida-des indgenas (Bartra, R., 1974b). Los yaquis y mayos, en cambio, eran

    pueblos agr c ol as independ ien tes con u n a fo rm a tri bal de organizacin yestructuras de autoridad descentralizadas en pueblos, s imilares a la mayo-ra de las tribus de Amrica del Norte (Spicer, 1969a, 1980; Hu-DeHart,

    1981, 1984).Estas semejanzas y diferencias entre las regiones constituyen un impor-

    tante antecedente para entender el s ignificado de un elemento comn adi-

    cional: que los ejidos que se crearon con la reforma agraria durante el go-bierno de Lzaro Crdenas (1 934 -1 940 ) fueron co lect ivos , y no in di vid ua les

    como la mayora. Despus de la Revolucin de 1910-1920, el ejido fue la for-

    ma preferida de tenencia de la tierra otorgada por el gobierno a los benefi-

    ciarios de la ref or ma agraria. El ejid atari o no lleg a ser prop ieta rio en elsentido del derecho romano. Ms bien, slo se le otorg el usufructo de la

    tierra y el derecho a trabajarla en forma individual o colectiva. El ejidatario,sin embargo, no tena el derecho de transferir sus derechos agrarios, excep-

    to a sus herederos, sino hasta 1992, cuando se cambi el artculo 27 de la

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    2 0j A D I S A L C A M P E S I N A D O ?

    Constitucin. Durante la administracin de Lzaro Crdenas (1934-1940),

    se promovieron los ejidos de tipo colectivo ms que los individuales, sobretodo en los lugares donde las tierras en cuestin haban sido explotadas enforma capitalista. Pero ambas formas de organizacin estaban contempla-

    das en la ley.El propsito manifiesto de fomentar la organizacin colectiva en la

    poca cardenista era preservar las economas de escala de las grandes ha-ciendas capitalistas despus de la expropiacin. Sin embargo, debido a lasdiversas culturas regionales de los productores directos de cada caso, vistasa lo largo de la historia, sus luchas presentaran marcadas diferencias en el

    pro ceso de su fo rmacin po l tica cl as is ta , pese al hecho de que ini cial men-

    te todos ocupaban un lugar semejante en las relaciones de produccin: elde trabajadores agrcolas asalariados. Las trayectorias y los destinos polti-cos de las clases estaban determinados, pues, no tanto por la posicin de cla-

    se econmica originaria como por las culturas regionales predominantes, laintervencin del Estado y los tipos de liderazgo predominantes. Como vere-mos tambin en el caso ms reciente del levantamiento zapatista, estosmismos factores explican la formacin poltico-clasista del campesinado

    indgena en Chiapas.

    No ta m e t od o l g ic a

    Mi anlisis de la construccin de la sociedad civil en el Mxico rural, en-

    tonces, se centra en los efectos especficos de las culturas regionales, la in-tervencin del Estado y los tipos de liderazgo, a ms de ver las relaciones

    de produ ccin seg n se mani fies tan en los mbito s de la co mu nid ad y laregin. Estos mbitos, al igual que la familia, se consideran unidades deanlisis diferentes y rne valdr de una u otra dependiendo del asunto quetenga que tratar. Al tratar de las variables estructurales de clase en las re-laciones de produccin, el centro de atencin ser la familia; pero cuando

    se trate de la movilizacin agraria y la formacin poltico-clasista, el pue-

    bl o o la re gin sern el cent ro del an l is is .Desde luego que se preserva el mbito nacional, ya que es aqu don-

    de pretenden incidir las polticas del Estado. Pero dependiendo de lafuerza relativa de los grupos y clases en pugna en el mbito regional, el

    Estado no duda en mostrarse inconsecuente en lo relativo a sus polticasnacionales en general. Las relaciones de Mxico con la economa mundialson importantes pero no se discuten aqu explcitamente puesto que su

    efecto es el mismo en las cuatro regiones, en la medida en que tales relacio-nes internacionales se internalizan para la formacin social en su conjunto.

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    As pues, cualquiera que sea la repercusin que tenga la insercin depen-diente de Mxico en la economa capitalista mundial en la formacin

    po l ti co -cl as is ta , se expresar en su prop ia dinmica in t erna de lu cha de

    clases.Las razones de pasar de una a otra unidad de anlisis son bastante evi-

    dentes. En primer lugar, la mayor parte de la bibliografa relativa a las cla-ses agrarias adopta a la familia como unidad de anlisis para establecerfronteras de clase en las relaciones de produccin. Por lo tanto, la informa-cin disponible puede usarse en estos trminos. Eleg la familia y no el in-

    dividuo porque considero que sta es una unidad ms adecuada para en-tender los procesos estructurales de clase en un pas donde el parentescotiene en general gran importancia en las relaciones sociales. En segundo lu-gar, las luchas agrarias estn pensadas aqu como acciones colectivas. As

    pu es , el pue blo o la reg in so n unidades de anl is is ms impor tan tes parael estudio de las acciones colectivas y los movimientos sociales. Por ltimo,este estudio es de naturaleza predominantemente cualitativa y se basa en lacomparacin de las historias sociales de las luchas agrarias y las etnografas

    de cuatro regiones de Mxico.Aun cuando el anlisis que a continuacin se presenta se limita a un

    solo pas, se enmarca en la tradicin de los "macroanlisis histrico-com-pa rat iv os " (Mo or e, 1966; Sk oc po l, 1979 , 19 84 ; Katznelson y Zo lb er g,1986). En lugar de contrastar las historias sociales de diversos pases enfuncin de ciertas variables, mis contrastes se dan entre regiones pertene-cientes a un pas de vasta heterogeneidad. Como lo ha expresado AristideZolberg en relacin con este mtodo, tiene un parecido familiar con el

    anlisis cuantitativo multivariado, aunque dista mucho de ser idntico a l:"El proceso de abstraer configuraciones a partir de la realidad histrica ysu tratamiento en tanto variables entraa cierto grado de simulacin inte-

    lectual, mis ma que s e just ific a en la me di da en q ue no se pie rd a de vistaque es un tipo de simulacin" (1986: 401). Tambin es importante teneren cuenta que tal perspectiva no logra generalizaciones en sentido estads-tico, per o s inte nta enri quec er nuest ra com pre nsi n gen era l del proces o

    de formacin poltica de las clases mediante la sistematizacin de la obser-vacin de semejanzas y diferencias transrregionales. Slo mediante la sis-tematizacin se pueden eliminar las interpretaciones fundadas en la atri-

    bu ci n e r rn ea de singular idad a ci er to s aspec tos de las conf igurac ionesregionales e identificar las combinaciones de los factores que parezcan ex-

    pl ic ar mejor las variac io nes que se descubren (las l t imas dos oracionesson una parfrasis de Zolberg (1986: 401), en la que sustitu el trmino

    "nacin" por el de "regin").

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    2 2 A D I S A L C A M P E S I N A D O ?

    Organizacin de este libro

    Los prximos tres captulos se dedican a problemas tericos, histricos y es-tructurales del desarrollo agrario en Mxico. El captulo 2 delinea los prin-cipales contornos de la polmica mexicana y presenta el enfoque terico al-ternativo que se propone en este libro. Ofrece tambin una exposicin del

    programa de invest igac in que rep or ta y la def inic in de hi pt es is y co n-ceptos que lo guan.

    El captulo 3 presenta la historia crtica de la reforma agraria enMxico. El punto de vista oficial a menudo hace gala de este proceso

    com o si fuer a el pro duct o de una revolucin camp esin a que t rajo justi-cia a las masas rurales. En contraste con esta apreciacin, afirmo que laredistribucin de tierras en Mxico fue la forma elegida para desarro-llar y afianzar el capitalismo en Mxico al tiempo que se construan loscimientos del Estado mexicano moderno. Las reformas de 1992 al artculo27 de la Constitucin mexicana, sin embargo, junto con las nuevas

    polt ica s agrco las neoliberales , representan una re vi si n a f o nd o delp rog r ama or iginar io de la re forma agrar ia y se discuten t ambin eneste captulo.

    En el captulo 4 se evala el principal resultado estructural de la re-forma agraria mexicana desde los aos treinta hasta los noventa: la pau-per izac in de la gente de l campo, f enmeno que ha ll ev ad o a la cr is is

    tanto de la agricultura campesina como de la capitalista. En este captu-lo se da cuenta de las transiciones agrarias en general y del proceso dediferenciacin social en el campo mexicano. Se estudia tambin la doblecrisis de la agricultura mexicana, referida por un lado al sector capitalis-ta y por el otro a la economa campesina. De cara a los orgenes de estacrisis doble, se presenta un anlisis de los cultivos comerciales en contras-te con los de subsistencia, con base en datos sobre produccin y preciosdel perio do 1940-1995. A continu acin, c onf orm e al censo de 1970, pre-sento un espectro de la diferenciacin social de los productores agrcolasen Mxico, mismo que refleja el grado en que la economa rural se habadeteriorado hasta ese ao. Enseguida, al contrastar estos datos con los de1960, demuestro que el campesinado medio tiende a desaparecer a raz

    de la polarizacin de la estructura agraria. Los datos de encuestas reali-zadas en 1990 y 1994 slo en el sector ejidal tienden a confirmar estosresultados, aunque comienza a darse cierta reconcentracin de la tierraentre los campesinos empresariales (De Janvry, Gordillo y Sadoulet,1997).

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    C U E S T I N A G R A R I A Y D E M O C R A C I A 2 3

    Las principales conclusiones del captulo 4 son que:

    1. ha hab ido un p ro fu nd o proceso de dife renciac in social ent re los

    campesinos, debido a la doble crisis de la agricultura capitalista y la

    economa campesina;

    2. la gran mayor a de los produ cto res agrcolas directos ya oc upa banpo si ci on es de clas e semiproletaria en 1970 ; y

    3. el desarrol lo desigual del capital ismo en la agricu ltura me xic ana hacreado una gran heterogeneidad regional en las estructuras de clase

    desde el ltimo tercio del siglo xx.

    De esta suerte, la caracterstica fundamental del proceso de disolucin dela economa campesina es el siguiente: descampesinizacin sin proletariza-

    cin total. El resultado es que la gran mayora de los productores agrcolas

    directos est en condiciones semiproletarias, debatindose entre el trabajo

    asalariado y la produccin agrcola. Sin embargo, las condiciones semipro-letarias en regiones diferentes entraan contenidos culturales y socioecon-micos diversos. De tal suerte, la pregunta que surge es: hacia dnde se di-rige la lucha de los semiproletarios en el conflicto de las clases agrarias?

    Del captulo 5 al 7 se trata este problema referido a cada una de las trespr imeras re gio ne s arr iba de sc ri ta s , para estudiar en det all e cmo los pro -

    ductores directos intervienen en el proceso de formacin poltico-clasista.Aun que la estruc tura agraria de Mxico sea muy heter og nea, op t por en-

    focar a los productores directos que compartan una situacin estructuralmuy semejante en las relaciones de produccin en cada una de las tres re-

    giones al momento de la reforma agraria de los aos treinta: todos ellos erantrabajadores agrcolas que vendan su fuerza de trabajo a las haciendas capi-talistas. Pese a esta semejanza de situaciones dentro de las relaciones de pro-duccin, las luchas y organizaciones de clase que surgan en cada regin

    eran diferentes entre s; es decir que las "trayectorias de clase poltica" erantodas dist intas. El resultado es que los trabajadores agrarios terminaronen "destinos de clase poltica" diferentes en cada caso. As pues, como no

    p odemo s explicar las di ferencias de la formac in po l ti co- cl as is ta a pa r t i rde la posicin estructural de clase por s misma, yo ofrezco una explicacin deeste proceso en trminos de las culturas regionales, la intervencin del Es-

    tado y los tipos de liderazgo en cada caso.En el captulo 5, sobre La Laguna, se narra la historia de un proletaria-

    do agrcola cuya historia de clase poltica sigui una trayectoria compleja.

    Los trabajadores agrcolas de los aos treinta, llamados "campesinos" por

    los especialistas de su poca, hacan por entonces demandas tpicamente

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    2 4 A D I S A L C A M P E S I N A D O ?

    proletar ias , las cua le s se cent raban en sala rio s ms al to s, derechos s indi-cales y contratos colectivos de trabajo. En lugar de satisfacer estas deman-das, el Estado respondi con una redistr ibucin general de las t ierras de

    la regin, una de las ms capitalistas ele Mxico. Obtenidas las tierras, losnuevos ejidatarios ingresaron a una etapa de produccin poscapitalis ta

    qu e dur 10 ao s en los ejido s colectivos de reci ente crea cin , con baseen la autogestin y la produccin democrtica. Pero ni el Estado ni la bur-guesa agraria podan tolerar tal fuerza econmica y poltica en una clase

    subalterna. A travs de aos de boicoteo oficial, los ejidatarios se convirtie-ron en un semip role tari ado emp obr eci do y dividid o que te rmi n el siglo

    p roduc iendo mayormente para el Banrural que adminis t raba el Estado . Si

    bie n los destinos de cl as e en La Laguna so n ms di ver sos que en las o trasregiones, la mayora de los productores directos en esta regin estn clara-mente subordinados a los aparatos econmicos y polticos del Estado y sehan convertido en una variedad de trabajadores del Estado en una condi-

    cin semiproletaria con organizaciones de clase muy fragmentadas.

    El captulo 6, en cambio, trata de la regin de Atencingo, Puebla, don-de el empuje de las luchas agrarias a lo largo del periodo considerado (de

    los aos treinta a los noventa) tiene la impronta del carcter campesino.Luego de acerbas luchas en contra del dueo de un ingenio azucarero ca-pi ta li st a, al cu al por ley los nu ev os ejidatarios tenan que abastecer de caade azcar, stos consiguieron desmantelar el ejido colectivo. La forma re-

    sultante de organizacin productiva descansaba en los miembros individua-

    les del ejido. Se dio as un proceso interno de diferenciacin social, por elcual una minora de ejidatarios ha llegado a contratar cantidades conside-

    rables de fuerza de trabajo. Estos nuevos campesinos, en una situacin re-lativamente desahogada, diversificaron la produccin hacia cosechas dife-

    rentes de la caa de azcar. De esta forma, su destino de clase fue lo que he

    llamado "campesinado-empresarial". Al otro extremo del espectro social, lamayora de los campesinos de Atencingo se acerc ms a la condicin semi-

    pro le tar ia , con nmeros cada vez ma yo re s de miembros de la fa mi li a ob li ga -

    dos a emigrar para volverse proletarios en las grandes ciudades de Mxicoo de Estados Unidos. Con todo, la proletarizacin de estos miembros de la

    familia ha sido externa respecto de la economa rural de la regin.La regin del valle de El Yaqui en el sur de Sonora es tema del captu-

    lo 7. Los indios yaqui fueron los primeros propietarios y habitantes de susfrtiles tierras. Si bien estos prod uct ores directos ocup ar on tam bi n posi-

    ciones asalariadas en las relaciones de produccin mucho antes de los aostreinta, sus luchas estaban encaminadas a recuperar las bases territorialesde su pueblo y su cultura. Pero la agresividad y violencia de la penetracin

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    C U E S T I N A G R A R I A Y D E M O C R A C I A 2 5

    capitalista convirti sus luchas y las de la numerosa poblacin mestiza

    qu e con el t ie mpo in migr a Ja regin - q u e era una fuerza de traba jo se-miproletarizada- en una modalidad de las luchas poscapitalis tas: las

    nuevas demandas no slo se referan a la t ierra, s ino tambin al resto de

    los medios de produc cin y a la auto gest in d emoc rti ca del proce soproduc t ivo .

    Por ltimo, en el captulo 9 se discute el levantamiento de 1994 enChiapas, dirigido por el Ejrcito Zapatista de Liberacin Nacional (EZLN),a la luz de la teora poltico-cultural de la formacin clasista propuesta en

    este libro. Debido a lo reciente del levantamiento, en este captulo no sesigue la trayectoria histrica de las clases, en paralelo a los otros casos re-

    gionales. Sus caractersticas estructurales en el ao 1970, sin embargo, sediscuten en contraste con las otras tres regiones en el captulo 4. Una simi-

    litud fundamental de esta regin con las otras tres es que los productoresdirectos se encu entra n tambin altamen te semiproletarizados, aunq ue mu-

    chos de ellos siguen teniendo acceso a pequeas parcelas de tierra. Un im-por tan te contras te con los cap t ul os del 5 al 7, sin embargo, es que en es te

    caso se ha preservado una mayor proporcin de la poblacin rural en posi-

    ciones campesinas y la identidad indgena forma un elemento central de lacultura regional en Chiapas.

    La centralidad de la cultura indgena se ha expresado en la propialuc ha de l EZLN. Aho ra bie n, la reiv indi caci n de los dere cho s y la cul tur a in -

    dgenas no estuvo al centro de las exigencias del EZLN desde el principio del

    levantamiento, sino que ms bien responde al hecho de que esta organiza-cin entr en un estrecho dilogo con una multiplicidad de organizaciones

    indgenas, todas ellas con fuertes races econmicas en el campesinado. Ha

    sido a partir de la exigencia de estas organizaciones indgenas de contem-plar la d e m a n d a por los derechos y la cultura indgena que el EZLN la adop-

    t como una de sus banderas principales. Veremos, sin embargo, que estade ma nda cultural est nti mame nte relacion ada con el carcter campes ino

    de la lucha chiapaneca, y por lo tanto, al igual que en las otras tres regio-

    nes, la lucha por la tierra es tambin central. El tipo de liderazgo represen-tado por el EZLN constituye un ejemplo del tipo democrtico, y sus prcti-cas polticas van encaminadas explcitamente a consolidar frente al Estado

    a la sociedad civil. De hecho, podramos decir que en la historia reciente de

    Chiapas se condensa el efecto especfico de la formacin poltico-clasistasobre la democratizacin de la sociedad civil y el Estado.

    Finalmente, en el captulo de conclusiones tericas se resumen los plan-

    teamientos centrales, se hacen comparaciones sis temticas y se establecen

    contrastes entre las cuatro regiones. Se establece cmo la cultura regional,

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    la intervencin del Estado y el liderazgo explican la formacin poltica delas clases en cada regin, aun cuando la posicin inicial de las clases era lamisma en las diversas regiones. Haciendo uso de la literatura recientesobre Mxico rural, este captulo luego discute las implicaciones polticas

    de los grandes cambios que ha trado la reforma neoliberal que ha asoladoa Mxico desde mediados de los aos ochenta.

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    C a p t u l o 2

    Ms all del debate mexicano: hacia una

    teora poltico-cultural de la formacin clasista

    LA "CU ESTI N agraria" en Mxico fue en los aos setenta el foco de un pro-

    longado debate que cobr nuevamente actualidad en los ochenta. Se po-dra argumentar que los posicionamientos frente al levantamiento zapatis-ta han venido de nuevo a relucir las posturas originales del debate agrarioen Mxico entre campesinistas (que han tendido a simpatizar con el EZLN)y descampesinistas (que han tomado posturas ms bien crticas). En este ca-ptulo delinear los pe rf il es de es ta co nt rov er si a en re la cin co n la formaen que cada bando trat de describir la estructura social agraria y derivarconclusiones polticas a partir de dichos anlisis estructurales. A continua-cin propondr otros problemas e hiptesis que plantean un nuevo marcoanaltico para e nt end er la cuestin ag raria. En los captulos siguientes seaportan las pruebas empricas que apoyan mis hiptesis. Se impugnan aqulos supuestos del reduccionismo clasista en las dos posturas principales

    fren te al debat e y se sustenta q ue las culturas regionales, la interve ncin delEstado y los tipos de liderazgo son tambin determinantes fundamentales

    de la formacin poltica clasista.

    Dife renci acin estruc tural y for mac in poltica clasista en el ag romexicano: perf i les del debate

    Dos de los temas centrales que se han debatido son:

    1. el carct er de la estru ctura agraria en Mxico, defi nid o a partir delas relaciones de produccin; y

    2. la naturaleza de los actores sociales y sus estrategias polticas.

    En otras palabras, cul es el carcter de la formacin poltica de los pro-ductores agrcolas directos (campesinos, semiproletarios y proletarios)?

    El problema central que parece haber orientado esta controversia po-

    dra expresarse de la siguiente manera: siguen los campesinos una trayec-27

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    toria poltico-clasista fija hacia una existencia proletaria-asalariada, o pue-den seguir siendo agricultores campesinos mientras prosigue el desarrollo

    del capitalismo? Este planteamiento se refiere claramente a la dimensinestructural o econmica de la dinmica de las clases agrarias, es decir a lasituacin de los agentes de clase en el proceso de produccin y circulacin.Algo que ha caracterizado a este debate es que, independientemente de lapostura que se adopte , ya sea campesi nist a o descampesinista (o proletaris-ta), la mayora de los autores ha postulado que existe una correspondencianecesaria entre la posicin que se ocupa en las relaciones de produccin y

    la formacin poltica de las clases. En el fondo, la problemtica tanto decampesinistas como de proletaristas ha sido la misma. Tal parece que se

    p lanteaba la siguiente pregunta: "dime cul es la po si ci n de cl ase de losproductores di re ct os {d ef in id a po r las re lacion es de produccin) y te dircmo se supone que se han de comportar polticamente". Este fenmenoterico puede catalogarse bajo el rubro de "reduccionismo clasista" segnlo define Ernesto Laclau (1977) (Laclau y Mouffe, 1982, 1985). Desde este

    punto de vista, dada una ci er ta po si ci n de los agentes de clase en las re la -ciones de produccin, se supone que tienen un conjunto de intereses mate-

    riales claramente identificables por los cientficos sociales marxistas, y porlos cuales "lgicamente" lucharn dichos agentes.

    Tanto en la postura proletarista como en la campesinista se ha recono-cido que, a travs del proceso de reforma agraria, se cre o se expandi un

    campesinado despus de la Revolucin de 1910. Los proletaristas, sin em-

    ba rg o, ve n un proc eso muy avanzado de diso luc i n de la produccin cam-pesi na , que re su lt a en "desc ampesinizacin", proletarizacin y pauper iza -cin. Los campesinistas, en cambio, hacen hincapi en que los campesinos

    se las han arreglado para resistir la penetracin capitalista y seguir produ-ciendo con base en el trabajo familiar. Si bien los autores de esta tendenciareconocen que la penetracin capitalis ta puede daar profundamente la

    produccin campesina, creen que el campes inado en general no necesa ria-

    mente enfrenta un proceso de extincin.Esta diferencia ha originado una falta de acuerdo en cuanto a cmo de-

    finir y operacionalizar a las clases agrarias de Mxico en general y al cam-

    pes inado en pa rt icu la r. En todo caso, cada persp ectiva ha hecho hincapiya sea en el acceso al salario, o en el acceso a la tierra como el principal de-

    terminante del carcter de las luchas proletarias o campesinas, respectiva-mente.

    Paso ahora a considerar cmo concibe histricamente el proceso de di-ferenciacin social cada postura del debate mexicano, y qu consecuencias

    po l ti ca s se han derivado de el lo , pa ra luego vo lv er a la teor a y sealar los

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    M S A L L D E L D E B A T E M E X I C A N O2 9

    p rob lemas de ta le s con ce pc io ne s en es te mbi to . Con clu yo el cap tu lo pro-p o n i en d o un a mane ra di st in ta de p lan tear los problemas de la in ve st ig a-

    cin para mejor describir e interpretar la dinmica histrica de las clases

    agrarias en Mxico.

    Variantes del campesinismo

    Las vas que eligen los campesinos para evitar su disolucin como clase,

    indicadas en esta polmica, dependern de cul de las dos variantes del

    campesinismo sea a la que nos refiramos. Por un lado estn los argumentos"reformistas" y por el otro los "radicales". Los "reformistas" postulan un

    cam bio en las for mas de intervencin gub ern am ent al (a travs de la polti-ca agraria), encaminadas a apoyar la produccin campesina, ms que a las

    empresas agrcolas capitalistas (Warman, 1976, 1980, 1983; Esteva, 1975,1978, 1980, 1983). La mayora de los autores de esta corriente tienen in-

    fluencia conceptual de la teora de la dependencia en una versin clara-mente nacionalista. De tal suerte, propugnan la autosuficiencia alimentaria

    bas ados en estrategi as y po l ti ca s es ta ta le s cen tradas en los campesinos, ta -

    les como asistencia tcnica y subsidios para los insumos agrcolas. Argu-mentan que la mayor parte de las empresas agrcolas se dedican a la pro-

    duccin para la exportacin (ganado o frutas y verduras), en tanto que loscampesinos producen para el mercado interno. En contra del enfoque del

    libre comercio, que se basa en las "ventajas comparativas", los campesinis-

    tas reformistas proponen lograr la autosuficiencia alimentaria con baseen la consolidacin de la produccin campesina. La expresin ms clarade este enfoque fue el Sistema Alimentario Mexicano o SAM, estrategia de

    desarrollo rural adoptada en el gobierno de Jos Lpez Portillo (1976-1982) (Fox, 1993; Nueva Antropologa, 1981; SAM, 1980). El as pec to re fo rm is -

    ta de este enfoque est en que pretende modificar meramente el sector

    agrario, a imagen del campesinado, pero continuar con el desarrollo delcapitalismo industrial (sobre una base ms nacionalista, tal vez).

    En contraste con lo anterior, el enfoque "radical" del campesinismo

    (Bartra, A., 1979a, 1979b) sostiene que las luchas campesinas por la tierrason in her en te me nte anticapitalistas y que, si se ha de tom ar la tierra, de be

    ser el resultado de la lucha combativa del movimiento campesino y no en

    virtud de una conc esin graciosa del Estado burgus. El cam pes ini smo ra-dical argumenta que el campesinado es un sujeto revolucionario de primer

    orden, al grado de que sus luchas son, por definicin y en esencia, antica-pi ta li st as . Est e ca rcte r ant ica pi tal ist a se s up o ne tambin im pl c it o en la

    mism a lgica de repr oducc in de la co mu nid ad ca mpe sina , la cual difiere

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    de la lgica capitalista. Las prescripciones polticas de esta perspectiva se-

    ran dobles: luchar por la consoli dacin d e la com uni dad c amp esi na y, encuanto al movimiento campesino, luchar por toda la tierra cultivable. Com-

    binadas , se supone que las repercusiones de es tas po l ti ca s se ran f unda -mentalmente anticapitalistas, al grado de que lgica y prcticamente no

    podr an integ ra rse en un proces o general de des ar rollo ca pi tal is ta .He cuestionado el supuesto del anticapitalismo inherente a las luchas cam-

    pes in as con ba se en el si gu ie nt e argumento: te ricam ente podemos conce biruna situacin en que la burguesa agrcola sea completamente expropiada y,en consecuencia, eliminada como fraccin de la clase capitalista, reemplazn-

    dola con campesinos comerciales. La burguesa industrial bien podra esta-

    ble ce r un pac to de producci n co n ese campesinado para el su mi nistr o dematerias primas industriales y bienes salariales. Pero el propio capitalismo se-guira intacto, al menos en el sector industrial (Otero, 1981, 1983).

    As pues, lo que me lleva a llamar "radical" el enfoque de ArmandoBartra es que l aboga tambin por la alianza entre los campesinos y la cla-

    se trabajadora, en una versin maosta del leninismo. En cambio, los cam-pes inis tas ref ormi sta s no problematizan el cap italism o indust rial , sino quesimpl emente quieren reformarl o de maner a que el camp esin ado pu ed aocupar un mejor lugar dentro de l.

    Variantes del proletarismo

    Tambin pueden distinguirse diversas variantes dentro del enfoque pro-letarista, pero slo me ocupar de tres que han funcionado dentro delmbito marxista. La primera afirma que los campesinos ya no existen como

    clase poltica, aunque todava haya algunos agentes campesinos en el mbitode las relaciones de produccin. Por lo tanto, slo podemos hablar de "fuer-zas burguesas" y "fuerzas proletarias" en la sociedad mexicana considerada

    como un todo (De la Pea, S., 1980). Los agentes de los movimientos socia-les nuevos y viejos que potencialmente expande?; el sujeto revolucionario(como las mujeres y las minoras tnicas) quedan excluidos de entrada decualquier consideracin tocante al conflicto poltico, ya que todo se inter-

    pre ta - s impl is ta y m ec n i c a me n t e - en funcin de las ci ases polares del

    modo de produccin capitalista. Y como este anlisis se lleva a cabo enniveles tan elevados de abstraccin, se pasan por alto muchos matices ymodalidades de las sociedades concretas. La izquierda slo necesitaraunificar y consolidar las llamadas "fuerzas proletarias" para formar unmovimien to revolucionar io. Y como prob abl emen te no habr a diferen-cias internas de intereses de clase o de grupo, los discursos polticos e

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    ideolgicos podran dirigirse monolticamente hacia el socialismo. Por

    desgracia para este enfoque, esta perspectiva montona y unitaria estmuy lejos de la realidad. Por el contrario, la izquierda realmente existen-te pr ese nt a muchas divisiones y griet as qu e tras cien den con mu ch o las

    posiciones est ructurales de clase.La segunda variante del proletarismo es semejante a la primera, pero

    presenta al gunas dife re nci as en cuanto a la co ncep cin de la est ructura

    agraria. El proceso de "descampesinizacin" se ha visto considerablementeacelerado debido a una crisis doble: la crisis mundial de 1974, y la crisis dela produccin campesina que comenz en Mxico en 1965 y que continamuy agudizada a principios del tercer milenio. Esta doble crisis hizo que la

    produccin campesina fuera inca paz de re si st ir los cr ec ie ntes prec ios delmercado de los bienes no agrcolas, pues llev a los campesinos, en un pro-ceso paradjico, tanto a aumentar su produccin para satisfacer sus necesi-

    dades de subsistencia como a buscar empleos remunerados en el mercadode trabajo capitalista. Este proceso contradictorio consiste en lo siguiente:un a tenden cia pr edo min an te hacia la descamp esiniz acin , es decir hacia ladiferenciacin social interna o a la estratificacin del campesinado; y unatendencia subordinada que lleva a los campesinos a aumentar su produc-cin familiar, a pesar de los decrecientes precios agrcolas. Este proceso hasido descrito en el conce pto de "acumulacin primitiva pe rma nen te " de

    Roger Bartra (1974a, 1975a).Si bien Roger Bartra recono ce que hay un pro ceso de "recampe sini -

    zacin" (1975b, 1975c, 1975d), por as decirlo, propone que sta es tanslo una tendencia subordinada y que los campesinos como tales no tienen

    una funcin revolucionaria histrica en el capitalismo mexicano de nuestrosdas. Antes bien, la permanencia y el comportamiento poltico del campe-sinado consolidan al poder desptico-burgus en tanto que las "estructurasde mediacin" en que estn inmersos sostienen al Estado mexicano moder-

    no (Bartra, R., 1978). Tales estructuras de mediacin se refieren a las or-ganizaciones corporativistas de los campesinos, que los han mantenido en

    una posicin de cooptacin respecto del Estado mexicano (Mackinlay yOtero, 2004). La nica manera como los campesinos en proceso de diso-lucin pueden volverse revolucionarios, diran los descampesinistas, esasumiendo su lado de proletarios agrcolas, y por tanto enarbolando las lu-

    chas socialistas en el campo. Es decir que, a partir de su doble personali-dad de clase (por un lado, productores mercantiles pequeo burgueses y,

    por el otro , vendedores de fuerza de t ra baj o), si h an de se r revolucionariostienen que elegir el lado proletario y luchar en consecuencia. La conclusinpo l ti ca , entonces, es que las luch as y co nfl ict os so ci al es se r educen cada

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    3 2 i A D I S A L C A M P E S I N A D O ?

    vez ms a dos contendientes principales: la burguesa contra el proleta-

    r iado .3

    Una tercera variante del proletarismo es la que representa la obra tem-p ran a de Lu is a Par . Esta au tora ha hecho su me jor esfuer zo pa ra di sti n-guir entre diversos modelos de explotacin en la agricultura mexicana encuanto a produccin, y notoriamente con respecto a lo que ella llama elprole tar iado ag r co la (P ar , 1977). Pr imeramente , es ta bl ec e las cl as es yfracciones que constituyen la estructura agraria:

    1. la burguesa agrcola;2. la pequea burguesa agrcola, integrada por los "campesinos ricos",

    3. los campesinos medios y pobres;4. el semiproletariado, desgarrado entre la produccin campesina y el

    trabajo asalariado, que subsidia a la primera con el segundo; y5. el proletariado agrcola que ella divide en el proletariado en un "sen-

    tido restringido", es decir todos los trabajadores asalariados de laagricultura que no poseen tierras, y el proletariado en "sentido am-

    pl io ", que se ref ie re a los ej ida ta rio s que venden la mayor pa r te desu cosecha a las empresas capitalistas, mediante un contrato previa-

    mente establecido.

    Este pro le tar iado ampl io es t conformado por campesinos aparen tes

    que producen cosechas comerciales como algodn, tabaco, cebada, caa

    de azcar, caf, trigo, etctera, y cuyo proceso de trabajo est controladoen bu en a m ed id a po r el capital (estatal o privado ). Este es el caso queMarx llamaba "subordinacin formal del trabajo al capital" (1975), cuandose refera al tipo de explotacin que sufren los artesanos que conforman el

    "trabajo industrial domstico" en la transicin al capitalismo de Europa oc-cidental. Sin embargo, en la agricultura mexicana este modo de explotacinconsiste en ejidatarios cuyo proceso laboral est controlado por el Estado o

    por empresas agr oi nd us tr ia le s. Cu an do es to s ej id atar io s d e p e n d e n de lacontratacin temporal de trabajadores asalariados, ms que del trabajo fa-miliar, se vuelven parte de la pequea burguesa, oprimida entre el capitaly el trabajo asalariado. Slo los productores que se hallan en la primera si-

    tuacin -cu an do la produccin se basa prim ordi alme nte en el t rabajo fami-

    3 Debo acla rar de entr ada que estoy de acuer do con mucha s de las caracter izaciones de R. Bar-tra sobre la estructura agraria mexicana, pero no con sus conclusiones polt icas. En sus trabajos delos aos setenta (v.gr. 3 974a, 1978), su reduc cionis mo clasista de ori gen leninist a era evidente . Du-rante los aos ochenta su trabajo fue altamente influenciado por intelectuales eurocomunistas, tras-cendiendo as el leninismo en su anlisis polt ico (1981, 1986) y su interpretacin de la propiaestruc tura agra ria (Bar tra, R. y Otero , 1988).

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    li ar - son a los que Par incluira en el prole tari ado amp lio. Yo lla mo "cam -

    pes inos empresariales" a quienes d e p e n d e n de la c ontratacin de m a n o de

    obra para llevar a cabo su produccin. Es decir, no llegan a constituir unaburgues a ag r col a debido a que t ienen dotaciones de t ierr a y capacidades

    financieras ms limitadas (vase el captulo 6).

    La diferencia con la descripcin que hace Marx de la subordinacin for-

    mal del trabajo al capital es que, como lo seala Par, en Mxico este modode explotacin no parece ser meramente de transicin hacia otros modos ms

    tpicamente capitalistas. Ms bien, parece ser que la existencia de un campe-sinado que en realidad es un proletariado en sentido amplio es precisamen-

    te la forma en que se ha dado el desarrollo capitalista en gran parte de la

    agricultura mexicana. Existen muchos impedimentos legales y culturalespa ra que es te mo d o de explota ci n p u ed a trascenderse. Tambin exis te n

    muchas ventajas econmicas y polticas para el capital dentro de este

    modo: el capital no corre los riesgos que supone la fase agrcola de la pro-duccin, en tanto que aprovecha todos los beneficios, al mismo tiempo que

    los productores sienten que tienen su propia tierra y, en la mayor parte de los

    casos, se sienten a gusto con ello.Las distinciones que hace Par son adecuadas en cuanto a clasificar

    las diferentes situaciones de clase econmica de los productores directos en las

    relaciones de produccin. El problema reside, sin embargo, en que la auto-

    ra cae despus en la trampa del reduccionismo clasista: supone que cadamo do de explotacin t iene su cor resp ondi ente c onj unt o de intereses mate-

    riales y que, al menos como tendencia, tales intereses determinaran el pro-grama de las luchas polticas. La primera parte de su interpretacin no

    es reduccionista: ella establece correctamente el vnculo entre los interesesmateriales y el modo de explotacin. Slo la segunda parte es reduccionis-

    ta, donde Par supone que tales intereses determinarn el programa de lu-

    chas polticas.

    Catherine LeGrand (1986) tambin ha cuestionado las perspectivas unili-

    neales dentro del marxismo, que plantean la inevitable transformacin de loscampesinos en trabajadores asalariados. Primero, en el nivel estructural, ella

    pla ntea que la fo rm aci n de las clases es altamente fl ui da y d epende en parte

    de los ciclos econmicos, de tal manera que tambin se pueden dar proce-

    sos de recampesinizacin. Segundo, por lo que se refiere a las protestas y re-

    vueltas rurales, LeGrand argumenta que las perspectivas que se han enfocadodemasiado en la organizacin productiva para derivar el comportamiento po-ltico han establecido una distincin demasiado aguda entre obreros agrcolas

    y campesinos (v.gr. Stinchcombe, 1961; Paige, 1975). Si bien ella considera que

    este ltimo enfoque representa un avance respecto a los unilineales, plantea la

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    necesidad de admitir que los trabajadores pueden luchar determinadamenteno slo por salarios sino tambin por reconquistar su condicin campesina.Tercero, sostiene que las formas legales tienen importancia ideolgica, por lo

    cual hay que considerarlas seriamente.

    El reduccionismo clasista y las hiptesis de la homogeneidad

    El red ucc ion ismo clasista ha sido un pro ble ma cons tan te en el deba te sobre

    Mxico, al grado de que se han derivado repercusiones polticas de las po-

    siciones de ciase econmica, independientemente de qu criterio -la pre-sencia de salarios o el acceso a la tierra- se considerara como el ms deter-

    min ant e par a definir la estructura agraria. Otro prob lema de carcter mssustancial es que los autores que adoptan cualquiera de las dos posturas hantendido a generalizar sus hiptesis a toda la estructura agraria mexicana.

    As pues, en la mayor parte de los casos no se ha considerado adecuada-mente mucha de su evidente heterogeneidad.

    El reduccionismo clasista es insostenible tanto terica como emprica-mente. Lo que enfrentamos en Mxico, ms bien, es una mezcla heterognea

    de determinantes en diferentes regiones, la cual explica las diferencias en eltipo de luchas y movimientos que emprenden los productores directos.

    Procedo ahora a presentar algunos esquemas tpico-ideales de los mo-

    delos causales as como las hiptesis de las posturas campesinista y proleta-rista. Hay que insistir en que lo que a continuacin se muestra son tipos

    ideales de las dos posturas del debate sobre Mxico, en los cuales se exage-ran los nexos causales contenidos en sus argumentos. Es decir, ninguna delas teoras de los autores que se presentan se ajustar completamente a esaformulacin tpico-ideal.

    GRFICA 1

    Modelos del reduccionismo clasista

    Relacin privilegiada por los proletaristas

    Acceso ala tierra

    Acceso alsalario

    Formacin polticaclasista

    Resultante

    Relacin privilegiada por los campesinistas

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    M S AL L DE L DE B AT E M E XI C A NO 35

    En este modelo causal tpico-ideal, los proletaristas privilegian la rela-

    cin entre la mercantilizacin de la fuerza de trabajo o el acceso a salariosy la formacin poltica clasista, en tanto que los campesinistas dan prima-ca a aquella entre el acceso a la tierra y la formacin poltica. En el siguien-

    te esquema se representan las hiptesis que cada enfoque formula sobre elcarcter de la formacin poltica clasista, dada la relacin que cada uno pri-vilegia. Tal carcter se especifica dentro de los cuadros de cada grfica. Serotulan grosso modo ya sea como campesino o proletario, en funcin del ob-je to de la lu ch a que hipott icamente se desar rolla, dada la combinacin es-

    pe c fi ca de va ri ab le s y re lac io nes .

    GRFICA 2

    Objetos de lucha en la prediccin de los modelos del reduccionismo clasista

    +

    Acceso a la tierra

    PROLETARISTAS

    Acceso al salario+

    Proletar io(salarial)

    Pro letar io(salarial)

    Pro letar io(salarial)

    Campesino(tierra)

    CAMPESINISTAS

    Acceso al salario

    +

    Acceso a la tierra

    +Proletar io(salarial)

    Campesino(tierra)

    Campesino(tierra)

    Campesino(tierra)

    La diferencia entre ambas predicciones reside en aquellos casos en quelos trabajadores asalariados no han sido totalmente separados de sus me-

    dios de prod ucci n, p or un la do y, po r el otro, do nd e los trab ajad ore s sintierra no venden su fuerza de trabajo, es decir, estn desempleados. En el

    primero , los ca mp es inist as au tomt icamente consideran campesinos a es to s

    productores, por lo que se espera que e mprendan lu ch as de na tura lezacampesina, es decir por la tierra. Los proletaristas, sin embargo, diran que

    si el ing reso salarial es ms del 50 por cien to del ingres o dom st ico to tal(De la Pea, 1982), entonces se trata de una familia proletaria, por lo quese espera que emprenda luchas de esta naturaleza, es decir por salarios ms

    altos, seguridad laboral, sindicalizacin, etctera (en ltima instancia por el

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    socialismo). Esta diferencia en interpretaciones es de la mayor importancia,pues atae a la ca teg or a de productores que podramos llam ar "semi pro-

    letarios" por cuanto se debaten entre la produccin campesina y el trabajoasalariado. Representan hoy en da la proporcin ms alta de los producto-res agrcolas directos en Mxico, como se muestra en el captulo 4.

    La segunda discrepancia se da respecto de los agentes sociales sin

    tierra y desempleados. Han sido totalmente separados de sus medios deproduccin y no han podi do vender su fu erz a de tra baj o. Pa ra los proleta-ristas, esta categora representa la fraccin desempleada del proletariadoagrcola, un ejrcito de reserva de la fuerza laboral que comparte los inte-

    reses del proletariado. Para los campesinistas, no obstante, en la medida en

    que estos productores mantienen vnculos con la comunidad campesina ocon su grupo de parentesco dentro de la misma, se dice que mantienen ac-ceso a la tierra y, po r ende , se su po ne qu e luchan po r de ma nd as de tipocampesino. Si realmente existe acceso directo a la tierra, ello equivale a de-

    volver esta categora a la primera casilla donde existe acuerdo entre los doslados del debate: la de los campesinos sin acceso al salario. La nica raznpor la que es to s agen tes aparecieran en la cas illa de los "sin tier ra" se r aque su acceso a la tierra no es formal jur di came nt e.

    Como gran parte de los semiproletarios hallan acceso a la tierra por

    medios informales, apelando a los sistemas de relaciones de parentesco ocomunitarias, estoy de acuerdo con los campesinistas en este punto. Pero noba st a con de terminar que ex is ten mltiples formas de ac ceso a la tier ra

    para pode r lueg o pred ec ir lu ch as de car ct er campesino. Debemos tambinestar en la posicin de determinar el peso especfico de tales relaciones so-ciales, las cuales revisten una gran importancia para la reproduccin mate-rial de los productores agrcolas directos. Dichas relaciones son fundamen-

    tales para mantener una cultura de tipo campesino.Para abundar en este asunto deben tenerse en cuenta las diferencias re-

    gionales, pues existe gran diversidad en Mxico. Por consiguiente, la repro-duccin se lleva a cabo de diversas maneras, dependiendo del grado de co-

    mercializacin de las relaciones sociales y la penetracin capitalista. Loscampesinistas al parecer se han sentido obligados por los proletaristas adiscutir en el terreno de stos: en trminos de "clase", pero limitando este

    concepto a las relaciones econmicas estrechamente definidas.De esta manera, la diferencia entre campesinistas y proletaristas radica

    en la manera como cada perspectiva concibe las posiciones econmicas declase. En tanto los primeros enfatizan una cualidad mgica en tener acceso

    a la tierra, en funcin de que perpetuara la lucha por la tierra, los ltimosse fijan en los salarios como una cualidad igualmente mgica. Una vez que

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    se hallan presentes los salarios (en por lo menos el 50 por ciento del ingre-

    so domstico total) los intereses y las luchas deberan volverse proletarios.Si esto no ocurre, prosigue el razonamiento de los proletaristas, es porque

    la "conciencia social" est "atrasada": existe un problema de "falsa concien-

    cia" y por lo tanto las organizaciones revolucionarias son responsables derevela r la "ver dad" a los prol etar ios des enc amin ado s, p ara q ue finalmente

    luchen por sus intereses "autnticos" y revolucionarios. Este razonamientonos lleva cla ram ent e a la persp ectiv a vang uardis ta de la revolucin c onfo r-

    me a la cual el partido debe rescatar a las masas y conducirlas a la tierra

    p romet ida .

    Los "polibios" de Michael Kearney

    Antes de pasar a la teora alternativa sobre la cuestin agraria que aqu se

    p ropone , va le la pena examinar la cr t ic a que del debate mexicano ha ofre -cido Michael Kearney en su libro Reconceptualizing the Peasantry (1996). Se

    trata de un libro sumamente ambicioso, pues su cometido es nada menos

    que hacer la crtica de la antropologa del campesinado. Puesto que larelevancia del deb ate mex ican o en esta literatu ra es cons idera ble, Kea rney

    le presta mucha atencin y de hecho constituye el centro de su discusin.La resea que Kearney ofrece de la antropologa del campesinado se-

    ala que su problema central es el reduccionismo econmico en su anlisis

    de ciases, y argumenta que la posicin de clase rara vez ha sido la base para

    la construccin de identidades. Parte del problema resulta de la propia reali-dad, o de los actores sociales del campo que Kearney designa como "poli-

    bi os " (en in gl spolybians). Kearney inventa este trm ino medi ant e la extra-polacin de l t rmino "anfi bi o", e l cu al representa un se r que p u e d e vivi r

    tanto en el agua como en la tierra. Por analoga, un polibio sera un ser que

    vive en una pluralidad de situaciones, ya sean actividades de trabajo asa-lariado, produccin artesanal, agricultura, comercio, etctera. Kearney

    luego se pregunta, cmo pueden los polibios constituirse y movilizarsepol t icamente, con toda es a divers idad de acti vid ades e intere ses econmi-

    cos? Desde su punto de vista, la identidad con mayor promesa de unifica-

    cin es la etnicidad, la cual enfoca temas sobre derechos humanos, con locual se pueden crear ciudadanos globales, y la ecopoltica, que tambin es

    transnacional.La principal limitacin del argumento de Kearney es que el enfoque de

    su reflexin son las reas rurales con pueblos indgenas. Por lo tanto, uno

    se pregunta, cmo podran otras poblaciones campesinas, que pueden ser

    igualmente polibias, constituirse en trminos polticos e identitarios si no

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    tie nen una id entida d tnica indgen a a la cual recurrir? Como vere mos apart i r del es tud io re al iz ad o por de Janvry et al. (vase el captulo 4 de estevolume n), m enos del 15 por cient o de la poblaci n de Mxico es ind gen a.

    De manera similar, uno se puede preguntar: cmo se constituyen po-lticamente los campesinos de otras regiones indgenas como Chiapas, loscuales no tienen tan altas tasas de migracin internacional como los deOaxaca (estado en el que se enfoca el estudio de Kearney)? Es inevitablequedar con la impresin de que Kearney, como tantos otros antroplogosantes que l, tiende a generalizar ciertas observaciones a partir de "sus"comunidades donde hace trabajo de campo para Mxico rural como untodo (en su caso particular, a partir de las zonas indgenas con alta migra-

    cin, como las de Oaxaca). Cynthia Hewitt de Alcntara ya haba advertidoa los antroplogos contra este tipo de sesgo cuando dijo:

    Tanto los acadmicos extranjeros como los colegas mexicanos han ido

    a las reas rurales en busca de situaciones que cuadren con sus imge-nes preconcebidas de sitios adecuados para el trabajo de campo, y hanhecho su mejor esfuerzo para ver la realidad local en trminos valida-

    dos por un conjunto de supuestos adoptados previamente (1984: 178).

    Kearney no se quiere aferrar a supuestos preconcebidos; ms bien, tra-ta de destronarlos. Pero al hacerlo, crea nuevos supuestos que la realidadms amplia del Mxico rural puede no avalar. Si suponemos que la pobla-

    cin rural de Mxico representa aproximadamente al 30 por ciento de lapo bl ac in , y que los indgenas so n el 12 .5 -1 5 por ci en to , entonces el an-lisis de Kearney estara dejando fuera por lo menos a la mitad de la po-bl ac i n rural . El problema quedar a todava p l an t eado de la siguiente for-ma: Cmo se constituyen polticamente los campesinos mestizos, que no

    puede n asentar su ident idad en una de las etnias autctonas?

    Problemas de invest igacin e hiptesis a l ternat ivas

    Lo que me inspir en un principio a formular un marco terico alternativopara el estudio de la formacin po l ti ca de las clases fue mi in sa ti sf ac ci n

    general con las versiones economicistas y el reduccionismo clasista en elmarxismo. Tal insatisfaccin fue ms generalizada en otros mbitos acad-micos durante los debates de los aos setenta y ochenta, resultando en va-

    rias reacciones tericas, algunas de las cuales rechazaron el marxismo o hi-cieron contribuciones paralelas. Entre las primeras, surgi la perspectiva delos llamados nuevos movimientos sociales (NMS), misma que emergi prin-

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    cipalmente en Europa. Esta perspectiva representaba una fuerte crtica a la

    pol t ica de iz qu ie rd a basada en las