Adviento 2013

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Retiro para el personal de la Parroquia San Martín de Porres Tiempo de espera, Tiempo de esperanza Es el Señor, el que llega ¡Ven a salvarnos, Señor!

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Retiro para el personal de la Parroquia San Martín de Porres

Tiempo de espera,

Tiempo de esperanza

Es el Señor, el que llega

¡Ven a salvarnos, Señor!

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Horario

8:00 a.m. Eucaristía juntos

9:00 am

El país de los pozos.

Preparando el terrero para compartir el

retiro.

10:00 am

I. Vamos a preparar el camino del

Señor

11:00-20 am Refacción

11:20 M. - 12:20 M. II. Tiempo de espera

12:30 M. Almuerzo

1:30 pm Bingo regalón. Ganando esperanzas

2:30 pm III. Allanad los caminos

3:00 pm

IV. La Navidad sera del color que

tengas tu el corazón.

Refacción.

QUIERO ESTAR EN VELA

Preparado para que, cuando Tú llames, yo te abra Despierto para que, cuando Tú te acerques, te deje entrar Alegre para que, cuando Tú te presentes, veas mi alegría QUIERO ESTAR EN VELA, SEÑOR Que, el tiempo en el que vivo, no me impida ver el futuro Que, mis sueños humanos, no eclipsen los divinos Que, las cosas efímeras, no se antepongan sobre las definitivas QUIERO ESTAR EN VELA, SEÑOR Y que, cuando nazcas, yo pueda velarte Para que, cuando vengas, salga a recibirte Y que, cuando llores, yo te pueda arrullar QUIERO ESTAR EN VELA, SEÑOR Para que, la violencia, de lugar a la paz Para que los enemigos se den la mano Para que la oscuridad sea vencida por la luz Para que el cielo se abra sobre la tierra QUIERO ESTAR EN VELA, SEÑOR Porque el mundo necesita ánimo y levantar su cabeza Porque el mundo, sin Ti, está cada vez más frío Porque el mundo, sin Ti, es un caos sin esperanza Porque el mundo, sin Ti, vive y camina desorientado QUIERO ESTAR EN VELA, SEÑOR Prepara mi vida personal: que sea la tierra donde crezcas Trabaja mi corazón: que sea la cuna donde nazcas Ilumina mis caminos: para que pueda ir por ellos y encontrarte Dame fuerza: para que pueda ofrecer al mundo lo que tu me das Quiero estar, en vela, Señor Entre otras cosas porque, tu Nacimiento, será la mejor noticia de la Noche Santa que se hará madrugada de amor inmenso en Belén.

¡VEN, SEÑOR!

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EL ADVIENTO ES ABRIRSE

A DIOS

A LOS DEMAS

A UNO MISMO…

ES TIEMPO DE VOLVER A TENER ESPERANZA.

Objetivos de nuestro Retiro

El retiro tiene como finalidad prepararnos personal y

comunitariamente, como colaboradores de la Parroquia San Martín de Porres, para la celebración del Adviento y con ello, estar con el corazón renovado para la Celebración de la Natividad del Señor Jesús.

Profundizar nuestra fe y conocernos desde otras dimensiones no solo

laborales.

Renovar nuestro servicio en esta comunidad dominicana comprendiendo los valores que deben caracterizar nuestro servicio.

Vivir con propósito nuestro Adviento y Navidad.

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VAMOS A PREPARAR EL CAMINO

VAMOS A PREPARAR

EL CAMINO DEL SEÑOR,

VAMOS A CONSTRUIR

LA CIUDAD DE NUESTRO DIOS.

VENDRÁ EL SEÑOR CON LA AURORA,

ÉL BRILLARÁ EN LA MAÑANA,

PREGONARÁ LA VERDAD.

VENDRÁ EL SEÑOR CON SU FUERZA,

ÉL ROMPERÁ LAS CADENAS,

ÉL NOS DARÁ LA LIBERTAD.

ÉL ESTARÁ A NUESTRO LADO,

ÉL GUIARÁ NUESTROS PASOS,

ÉL NOS DARÁ LA LIBERTAD.

NOS LIMPIARÁ DEL PECADO,

YA NO SEREMOS ESCLAVOS,

ÉL NOS DARÁ LA SALVACIÓN.

VAMOS A PREPARAR...

VISITARÁ NUESTRA CASA,

NOS LLENARÁ DE ESPERANZA,

ÉL NOS DARÁ LA LIBERTAD.

COMPARTIRÁ NUESTROS CANTOS,

TODOS SEREMOS HERMANOS,

ÉL NOS DARÁ LA SALVACIÓN.

VAMOS A PREPARAR....

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EL TIEMPO DE ADVIENTO

1. ¿Qué es el Adviento?

El tiempo de Adviento comienza cuatro domingos antes de Navidad (el domingo más cercano a la

fiesta de San Andrés: 30 de noviembre) y, dependiendo del día de la semana en que cae la Navidad,

tendrá entre tres y cuatro semanas.

Adviento es una palabra latina, adventus, que significa venida, presencia (en griego parusía). Se

utilizaba sobre todo para hablar de la llegada solemne del emperador o de alguna personalidad

importante. Y ahora, nosotros, la usamos para celebrar la llegada de nuestro Señor, Jesús.

No es un tiempo de penitencia, como la Cuaresma, sino que es un tiempo de espera y de esperanza,

de vivencia de este Señor que, igual que vino un día en Belén, hace ya dos mil... años, continúa

viniendo cada día entre nosotros, y vendrá un día plenamente, definitivamente, al final de los

tiempos, para llevar a la plenitud su Reino.

UN POCO DE HISTORIA

Este tiempo litúrgico de Adviento siguió en su formación la misma línea quebrada que la

celebración de las fiestas de Navidad-Epifanía, como veremos en el próximo tema.

Hay datos que nos hablan de tres semanas en Galia y en España (Concilio de Zaragoza de 380),

como preparación a la fiesta de epifanía el 6 de enero (comenzaba, pues, el 17 de diciembre), pero

de esta fase primitiva no quedan vestigios en la liturgia. El Adviento actual comienza a finales del

siglo V y se generaliza durante los siglos VI-VIII. Pensado inicialmente como preparación a la

Navidad, pronto fue incorporando otros motivos. Sin duda por el influjo de Pascua, se introduce la

cuaresma de invierno, la cuaresma de San Martín (desde el 15 de noviembre y en España desde el

día de San Acisclo, el 17 de noviembre). El Adviento adquiere con ello un aire penitencial, que aún

hoy se refleja en algunos de sus usos litúrgicos. Las cuatro semanas actuales datan del tiempo de

San Gregorio Magno (+604), que suprimió dos de las seis semanas establecidas con anterioridad

por el Gelasiano (sacramentario atribuido al papa Gelasio I, +496).

De modo que el Adviento litúrgico que ha llegado hasta nosotros conserva yuxtapuestos muchos

elementos de su historia: restos de la cuaresma de invierno (penitencial, color morado de los

ornamentos, supresión del Gloria...); preparación directa a la Navidad, a la celebración del misterio

de Dios hecho hombre; intensificación de la actitud de esperanza humana en la redención. Se puede

afirmar, sin simplificar demasiado las cosas, que nunca ha abandonado la dualidad de perspectivas

introducidas ya en la Iglesia de Roma a partir de los siglos VII-VIII: preparación a la Navidad y

celebración de la esperanza escatológica. Se debe a San Bernardo de Claraval (siglo XII) la

formulación de lo que podríamos llamar la espiritualidad clásica del Adviento, la celebración de

las tres venidas del Señor: en carne mortal, espiritualmente al alma fiel y en gloria en la

consumación de los tiempos.

Por eso, pues, decimos que en Adviento celebramos estas tres venidas del Señor:

-La primera es la venida histórica de hace dos mil años… Durante el Adviento rememoramos el

largo camino del pueblo de Israel, las esperanzas y desesperanzas que vivió, la confianza, a menudo

oscura, de la llegada de un liberador. Escuchamos las palabras de los profetas, y hacemos nuestros

los sentimientos de María y de José en la espera de su hijo Jesús. Y vivimos la alegría de creer que

Dios mismo se hace hombre como nosotros, para compartir nuestra vida y llevarnos hacia él.

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-La segunda es la venida constante y cotidiana a nuestras vidas y a nuestro mundo. Jesús viene

con su palabra, con su gracia. Y viene a través de nuestros hermanos y hermanas, sobre todo los

más necesitados. Y viene cuando nos reunimos para celebrar la Eucaristía. Este tiempo de Adviento

nos invita a agradecer esta presencia constante de Jesús, y, a la vez, a renovar nuestra vida y la vida

de nuestro mundo para poder recibirlo. Las llamadas de Juan Bautista que escuchamos en este

tiempo, las llamadas a prepararle el camino, han de calar verdaderamente en nuestros corazones.

-La tercera es la venida definitiva, al final de los tiempos. Es el objetivo de nuestra historia, de

nuestro camino de hombres y mujeres en este mundo, y es el objetivo de la humanidad entera: el

Reino de Dios plenamente realizado, la vida nueva de Dios. Mientras tanto, nuestra actitud es la de

vigilar y esperar. Vigilar porque en aquel momento definitivo nos encuentre con las manos llenas de

obras de amor; y esperar con fe y con confianza, convencidos de que su amor es más fuerte que

todo mal.

Para meditar un poco

a. ¿Qué situaciones de mi vida necesitan ser renovadas por la esperanza.

b. ¿Cómo he vivido la preparación a la Navidad?

c. ¿En qué cosas Dios me pide Vigilancia?

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TIEMPO DE ESPERA, TIEMPO DE ESPERANZA

Tiempo de espera, tiempo de esperanza.

Es el Señor que llega.

¡Ven a salvarnos, Señor!.

Tu que sueñas otros días,

otros cielos, otra tierra.

Se han cumplido ya los tiempos

¡es la Hora de Señor!.

Tu que marchas en las sombras.

Tu que buscas claridades.

Tu que, en medio de las cosas

vas buscando la verdad.

Tu que sufres en la espera.

Tu que tensas la Esperanza.

El Señor es el que llega.

¡Él nos da la Salvación

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2. ¿Hacia dónde nos llevará el Adviento?

LA LITURGIA

Una vivencia fuerte del Adviento nos viene del seguimiento de la liturgia de

cada día, en la espera y la esperanza del Señor que viene, que nace entre

nosotros. Todo comienza con la oración oficial de la Iglesia, la Liturgia de las

Horas, que en el "invitatorio", llama a adorar "al Rey que viene, al Señor que

se acerca", y nosotros hemos de preparar el camino: ¡ven, ven Señor ¡no

tardes!

Pero todo con cierta austeridad: se suprime el canto del Gloria, no el del

Aleluya, porque el Adviento no es un tiempo penitencial, como lo es la Cuaresma; es de

preparación, de búsqueda de caminos que conducirán a la alegría de la Navidad.

El color litúrgico morado es el que acompaña la liturgia de este tiempo. En el tercer domingo,

llamado “Gaudete” (por la antífona del introito “Gaudete in Dómino…”: “alegraos siempre en el

Señor, os lo repito,...”) puede utilizarse el color rosado.

Los cantos deben manifestar que la esperanza anima y está en nuestras vidas, que ansiamos la

liberación, que necesitamos al Salvador: la llamada al Señor para que se haga presente: ¡ven, Señor,

no tardes!; ¡ven Salvador!; Cielos, lloved vuestra justicia...; Rorate caeli...; Libertador del Pueblo

de Israel de tantas esclavitudes; luz que iluminas nuestras vidas en tinieblas...; Marana tha (1 Cor

16,22: expresión en arameo, lengua materna de Jesús, que significa “¡Señor nuestro, ven!”: las

comunidades cristianas lo mantuvieron así, sin traducir, como expresión del anhelo del retorno de

Jesús).

-Una primera manera de vivir esta preparación en esperanza es la participación en la Eucaristía:

las lecturas, oraciones, textos litúrgicos y el alimento de Jesucristo que se hace presente en medio de

su comunidad como un modo de dejar que el Señor vaya penetrando en nuestro interior.

-Otra manera es la Liturgia de las Horas con todos los textos propios del Adviento.

-Y no podemos olvidar una serie de ritos propios de este tiempo:

* La corona de adviento: es una costumbre popular que se ha ido extendiendo y que se

puede celebrar tanto en casa como en la iglesia; no es propiamente un rito litúrgico pero

ayuda y es una buena manera de marcar el paso de las semanas del Adviento

* El nacimiento: tiene origen en S. Francisco de Asís con el belén de Greccio, origen de

nuestros belenes. Es algo extendido en muchos ambientes: casas y familias, iglesias e

instituciones... pequeños o grandes, más artísticos o más elementales, son signos visibles de

la cercanía de las fiestas del Hijo de Dios. Pero también, con Santo Domingo de Guzmán, el

misterio de la encarnación fue lo que predicó insistentemente para evitar y contrarrestar a los

herejes que negaban este misterio. Si san Francisco lo materalizó en las imágenes del portal,

Santo Domingo lo profundizó con el entendimiento, la reflexión y con la predicación.

* El árbol de navidad: de origen nórdico pero que se ha ido imponiendo también en

nuestros ambientes.

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* El canto de villancicos: son la manifestación popular del acontecimiento, expresión

sencilla de los sentimientos de esperanza y alegría; a veces van acompañados de otras

celebraciones festivas tradicionales, que más adelante señalaremos.

Pero al seguir este tiempo litúrgico del Adviento conviene tener en cuenta su ritmo, el hecho de que

está dividido en dos partes:

-1ª Desde el primer domingo hasta el 16 de diciembre:

Si nos fijamos en los evangelios de los domingos de Adviento, veremos cómo este tiempo comienza

haciéndonos poner los ojos precisamente en la última venida, la del final de los tiempos. Siempre, el

evangelio del primer domingo de Adviento nos anuncia este final, esta llamada definitiva del Señor.

Y, junto con el evangelio, otros textos de estos primeros días nos hacen prestar atención a ella.

Después, nuestros ojos se dirigen, más bien, a la venida del Señor a nuestras vidas. Los evangelios

del segundo y tercer domingo de Adviento (Gaudete), que tienen siempre como protagonista a Juan

Bautista, resaltan la llamada a preparar el camino del Señor, y la exigencia de conversión que esta

venida comporta; una exigencia que Juan concreta sobre todo en la justicia y en la capacidad de

compartir lo que tenemos.

El domingo cuarto, con la proximidad de la Navidad, las segundas lecturas son anuncios de la

salvación que nos trae Jesucristo. Y el evangelio es una de las tres principales escenas de

preparación del nacimiento: anunciación a José (A), anunciación a María (B), la visitación de María

a Isabel (C). Recordemos que este año el ciclo litúrgico corresponde es el ciclo A, es decir, que

en el año 2014, el evangelio que nos acompañará en la liturgia será el de san Mateo.

Este itinerario que nos marcan los evangelios del Adviento queda completado por las demás

lecturas. Las primeras lecturas tienen una relevancia especial, porque nos hacen vivir los

sentimientos de los hombres y mujeres del Antiguo Testamento que esperaron la venida del Mesías.

Son profecías que nos enseñan a esperar y anhelar la venida del Señor, y a desear (y, en

consecuencia, a trabajar nosotros para realizar) el mundo nuevo que Dios promete. La mayoría de

los textos son del libro profético más importante, Isaías, pero también hay de otros profetas.

Después están las segundas lecturas, en los domingos, que nos invitan a vivir las actitudes propias

del Adviento: la esperanza, la alegría, la paciencia, la conversión…

En las misas de los días de la semana leemos los evangelios de los dos primeros capítulos de Mateo

y Lucas, que nos narran los hechos que precedieron el nacimiento de Jesús.

-2ª Desde el 17 de diciembre hasta la Navidad:

Al llegar el día 17, cambia el decorado del Adviento. Es la última semana, y todo se centra ya en la

preparación de la Navidad. Sea cual fuere el día de la semana, el día 17 se abandonan las lecturas

que se iban leyendo según el orden semanal, y se empieza el nuevo orden de lecturas que va según

el día.

Esta última semana ha sido llamada “la semana santa que prepara la Navidad”, como una

semblanza con la Semana Santa que concluye la cuaresma y conduce a la Pascua. Son unos días en

los que se nos invita a vivir con más alegría, como poniéndonos en la piel de todos aquellos

hombres y mujeres que vivieron tan de cerca el acontecimiento transcendental del nacimiento del

Hijo de Dios en Belén: de María y de José, de Isabel y de Zacarías...

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Las lecturas bíblicas de estos días, pues, nos preparan ya directamente para el nacimiento de Jesús y

así va desfilando ante nuestros ojos toda la preparación inmediata del cumplimiento de lo que Dios

había prometido.

Junto a esto, hay que señalar que la Liturgia de las Horas también contiene una serie de elementos

líricos que preparan la Navidad. Especialmente destacables son las llamadas “antífonas de la O”.

Se trata de las antífonas que se recitan en el cántico del Magníficat, en la oración de la tarde-

vísperas, y son invocaciones a Jesucristo aplicándole los títulos que la Biblia va presentando como

propios del Mesías. Aquellas bellas plegarias se encuentran también como versículos del aleluya en

la misa.

FIGURAS DEL ADVIENTO

-La frecuencia del Antiguo Testamento en la liturgia del Adviento, con textos de los profetas, que

hablan de esperanza, de paz, de salvación, de restauración..., nos remite de manera directa e

inequívoca a la situación de los que esperan, en medio de la oscuridad de la vida y muchas veces sin

conocer o poder nombrar, a Dios.

En ocasiones este recuerdo de la antigua expectación del mundo se interioriza, y su significado se

reduce a una especie de incitación espiritual para el creyente. Nos disponemos a la venida del Señor

haciendo nuestras las actitudes de los justos que clamaron al Señor en la Antigua Alianza: “No

celebramos el Adviento con la idea de que estamos postrados en la condición de la humanidad

irredenta, sino en la firme certeza del Señor ya manifestado, para quien debemos preparar nuestra

alma y de la que es una imagen y un estilo el anhelo de los santos de la antigüedad. Por eso

buscamos en el ejemplo de los justos del Antiguo Testamento, en su piedad, en sus sentimientos, en

su esperanza el mejor modelo a imitar para crear nosotros disposiciones favorables” (Odo Casel,

“El misterio del culto cristiano”).

El cristiano camina hasta “ver” la gloria del Señor y “tocar” el Verbo de vida (Jn 1,14 y 1Jn 1,1-3).

Esperar, pues, al Señor y pedir que venga a nosotros no es una actitud fingida en el cristiano ni en la

Iglesia. La última palabra de la liturgia es siempre: “Amén. Ven, Señor Jesús” (Ap 22,20).

-Pero el horizonte del Adviento quedaría bastante reducido si nos limitásemos a una lectura

interiorizada e intimista, para nuestro consumo individual, de los textos del Antiguo Testamento.

Con la presencia dominante del profeta Isaías en la liturgia, (principalmente en los días de la

semana), es el clamor de los pueblos, la voz de los que buscan y llaman muchas veces sin poder o

sin atreverse a nombrar a nadie, la esperanza, en suma, de nuestro mundo, lo que debiéramos sobre

todo recordar en el Adviento e incorporar a nuestra oración y a nuestra vida (a partir de la 3ª semana

y en las ferias mayores aparecen Sofonías, Jeremías, Baruc, Miqueas, Malaquías, Samuel,

Abraham,..)

-Juan el Bautista es otra de las figuras que dominan el adviento litúrgico. Sabemos que la voz del

Precursor, que resuena con fuerza en los evangelios, oculta en ocasiones dificultades y problemas

exegéticos, que la liturgia, con toda razón, pasa por alto. Nos basta recordar un par de cosas, que

nos orientan sobre la presencia del Bautista en la liturgia del Adviento. El testimonio de los

evangelios está corroborado, en este caso, por el historiador Flavio Josefo, que destaca la

repercusión de la predicación de Juan en Judea.

-Pero no son sólo los profetas, los que han de acompañar en esta preparación y espera. El tiempo de

Adviento es también, de una manera especial, una gran invitación a ponernos en la piel de María,

la Virgen Madre de Dios. Realmente, en estas semanas, María es para nosotros el gran modelo

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para preparar la venida del Mesías, ella lo hizo como nadie ¡era su hijo! Ella forma parte de

aquellos hijos de Israel que esperan con todo el anhelo de su corazón la venida del Mesías. Ella se

sabe pobre y frágil, y se siente formando parte de un mundo pobre y frágil también, necesitado de la

acción salvadora de Dios. Ella desea como nadie que los pobres puedan levantar la cabeza y que

este mundo sea liberado del dolor y del mal que le atenaza.

Al mismo tiempo está dispuesta a colaborar en esta acción de Dios, y por eso acepta ser la madre

del Mesías. Ella abrirá su corazón a la fuerza de Dios que actúa y por mediación de la cual se harán

realidad las esperanzas de los profetas y las promesas de Dios. María traerá al mundo al Hijo de

Dios, el Dios hecho hombre. Y en eso es también modelo: modelo de apertura a Dios para hacer

posible su venida, modelo de espera gozosa del Señor que viene.

Pablo VI recomendaba, en la exhortación apostólica Marialis Cultus (2-2-1974), dar al Adviento un

especial sentido mariano. De hecho su recuerdo en la liturgia es continuo, sobre todo en las fechas

más cercanas a la Navidad (como ya hemos señalado). Además, durante este tiempo, se celebran la

fiesta de la Inmaculada Concepción y varias memorias marianas: Loreto, Guadalupe, Virgen de la

O, Esperanza o Expectación (ésta ya mencionada en el Concilio de Toledo de 656).

A la fiesta de la Inmaculada, Pablo VI le llama “la preparación radical” de María, preparación que

puede considerarse también simbólica y representativa de toda la Iglesia: celebramos “el feliz

exordio de la Iglesia, hermosa sin mancha ni arruga” (MC 3).

María, pues, se convierte en la figura por excelencia del Adviento, en signo de la presencia de Dios

en la humanidad. Más que todos los profetas, más que todos los justos, ella es resumen de la

humanidad que ama y espera, que busca y acepta a Dios, confiando poder oír su palabra y guardarla

en su corazón. La devoción creyente desborda su confianza en la presencia de María, que guía y

sostiene la fe de su pueblo, como reza la liturgia. El Concilio de Zaragoza (año 656) expresaba ya el

color mariano de la Navidad: “¿Qué mejor fiesta de la Madre que la encarnación del Verbo?”.

-José es el esposo y compañero, el hombre que sabe, calla y acepta, el hombre que se prepara y

espera junto a María, el justo y pacífico, el ocho veces bienaventurado. En este tiempo también

podemos esperar con José y como José, en un segundo plano, pero igualmente necesario en la

historia de la salvación. Él está siempre a la espera de lo que tenga que ocurrir, siempre a punto para

cualquier cosa que se espere de él. Si María es la fe manifestada como sentimiento, José es la fe que

medita y reflexiona. José nos enseña lo que es la humildad, la tolerancia, la honestidad, la

mansedumbre, el saber callar cuando se debe ser prudente...

-El pueblo de Israel: es el pueblo de la paciencia, mil años esperando, pasando por todas las

pruebas y todas las vicisitudes y, sin embargo, creyendo que el Mesías tiene que venir, llegará. Y el

Padre no los defraudará como no defrauda nunca a lo largo de la historia.

-Y nosotros, que somos los continuadores, en la historia de la salvación de este Pueblo y

desearíamos que este tiempo de gracia y salvación: este ADVIENTO no sea baldío.

Para meditar un poco

¿Qué personaje de Adviento podría ser mi compañero (a) de camino en este Adviento?

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ALLANAD LOS CAMINOS

Allanad, allanad los caminos

Que viene el señor.

Pasará, pasará por tu lado

Sediento de amor.

Él camina con vosotros

No le conocéis

Te acompaña en tu camino

Vives tú con Él.

Es el pobre que se acerca

Buscando tu comprensión.

Es el triste que deambula

Sediento de paz y amor.

Tú has de ser quien pondrá

La semilla en su corazón.

Sembrarás una flor en su campo

Falto de Dios.

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3. ¿Qué ESPIRITUALIDAD nos enseña el Adviento?

Por todo lo dicho, Adviento no es el recorrido de las jornadas que nos conducen paso a paso hasta

Belén, como una forma simple de piedad, sino la gran tarea de la presencia del Reino de Dios en

este mundo. Reino que se nos regala como don, pero que, a su vez, exige una respuesta firme, fiel y

perseverante con la misión de colaborar en la transformación de nuestro mundo personal y

ambiental, de nuestras vidas y nuestros entornos. Adviento es, en definitiva, la experiencia de la

esperanza: lo fue para el pueblo del Antiguo Testamento con su esperanza del Mesías; lo es para el

pueblo de la Nueva Alianza en la espera de su Señor glorioso.

Esta esperanza cristiana proyectada al futuro glorioso no puede y no debe desentenderse de la etapa

temporal del Reino. Tiene capacidades para mover todo el proceso del camino hasta conseguirlo.

Pero no como un bien exclusivamente personal, sino como un bien de todos y para todos. Adviento

invita, por su propia definición, a la solidaridad y comunión auténtica, comprometida y que abarca

todos los dominios de la humanidad.

Sintetizando, estos son los principales sentimientos y actitudes que caracterizan el tiempo de

Adviento:

1. Vivir la esperanza: la esperanza en la vida plena, amorosa, renovada, fiel, gozosa, que Dios nos

ofrece. En definitiva, la esperanza en Dios mismo. Un anhelo que comienza mirando el mal que hay

en nosotros y en nuestro mundo, que nos lleva a desear que este mal desaparezca: el dolor, la

tristeza, la injusticia, la insolidaridad, la muerte. A su vez nos lleva a hacer a cada uno de nosotros

todo lo que seamos capaces para combatir este mal y nos conduce hacia el único en quien podemos

poner una confianza total: el Padre que es la luz, la vida, el amor.

La esperanza consiste, precisamente, en creer que es posible algo que en este momento no vemos ni

por asomo. Creer que la felicidad es posible cuando más felices somos no es, precisamente, una

demostración de fe. Podemos señalar varias cualidades de la esperanza:

-Humilde: se la comparó bellamente con una niña que camina de la mano de sus hermanas

mayores, fe y caridad, pero sostiene a ambas, hace posible obras grandes, pero desde dentro,

se queda en la puerta, como Moisés que vio desde lejos la Tierra Prometida.

-Delicada: es respetuosa, está en la raíz de todas las virtudes sin hacer sombra a ninguna.

-Solidaria: todas virtudes la necesitan para mantenerse vivas. Ella se ofrece generosa, sin

pasar factura.

-Compasiva: es amiga de los pequeños y de los que sufren, son sus preferidos, y ellos

resplandecen de esperanza.

-Gozosa: alegra, colorea la vida, quien espera se llena de y entusiasmo. Si alguien pierde la

esperanza empieza “a morir de tristeza”.

-Confiada: Esperanza y confianza se abrazan. No hay esperanza sin confianza. El que espera

confía en la vida, en las personas, en la historia... y siempre en Dios.

-Paciente: la esperanza lo aguanta todo, sufre sin límites, “espera contra toda esperanza”. No

en vano el símbolo de la esperanza es el ancla, la que sostiene la nave en medio de las

borrascas y tormentas.

-Vigilante: si viene el Amado ¿cómo se puede dormir? Porque si la espera se cumple ¿cómo

se puede no estar preparado? Si las promesas se realizan ¿cómo vivir de sueños y

espejismos?

-Fuerte: La esperanza se atreve con todo, redobla las energías y multiplica el dinamismo

creador. La esperanza reviste de fuerza y da sentido de victoria.

-Comprometida: no es pasiva, no se cruza de brazos... pone a punto todas las capacidades e

invita al trabajo paciente y confiado. Trabaja, como si todo dependiera de ella, y espera,

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como si todo dependiera de Dios.

Y la esperanza puede ser atacada desde todos los frentes y por todos los lados... pero se crece en las

dificultades. Y también le vienen problemas desde otras vertientes y con otros argumentos:

-Es el caso de las falsas o minúsculas esperanzas, de los que viven alienados, con su pan y con su

circo, con su droga y su consumo, pequeñas esperanzas que bloquean el desarrollo y el empuje de

todo dinamismo espiritual. Son el opio de esta virtud.

-La desmotivación o la pérdida de motivaciones y de razones cuando no hay metas, no entran

ganas de caminar. Y la esperanza es precisamente eso: el dinamismo del que camina, el deseo de

avanzar.

-La desesperanza: no hay nada que esperar, no hay mundo que salvar, no hay ningún Reino de Dios

que tenga que venir. No seremos capaces de construir la civilización del amor. Y “el mañana” no va

a ser distinto, y no voy a ser mejor. Sólo queda el tibio rayo de sol que hoy me acaricia y conforta. Es

mejor olvidar, evadirse, vivir sencillamente para la propia intimidad. La desesperanza puede

convertirse en desesperación cuando el estado de bienestar se traduce en malestar, cuando se ponen

las cosas feas, cuando se siente la soledad o marginación... el desempleo, el fracaso, el accidente, el

vicio, la enfermedad...

2. Preparar el camino del Señor: es decir, hacer que nuestra vida y nuestro mundo se aproximen a

lo que Jesús espera, a lo que Jesús quiere. Y lo que espera y quiere es lo que él vivió: no un

cumplimiento de leyes o una conducta simplemente honesta, sino el estilo renovador y

transformador del evangelio, estilo que le condujo a la muerte. Preparar el camino del Señor

significa, al fin y al cabo, entrar en comunión con su manera de vivir.

3. Despertar los sentimientos de alegría: si confiamos en el amor de Dios que viene a compartir

nuestra vida, si nos sentimos partícipes de su Reino, ¿cómo no deberíamos estar profundamente

alegres? No se trata de hacer ver que no existe el mal ni el dolor, ni de olvidarse de las agonías de la

propia vida, sino que se trata de vivirlo todo con el más profundo convencimiento de que, al final,

se encuentra el amor de Dios que no falla nunca.

4. Profundizar en el espíritu de oración: el Señor viene ¡viene siempre! Y nosotros podemos

ponernos delante de él con todo lo que somos y lo que vivimos: con nuestras ilusiones y tristezas, y

no sólo con las nuestras, que sería muy egocéntrico, sino también con las ilusiones y tristezas de

nuestro mundo. La oración es una gran expresión de la esperanza.

5. Aprender a ser pacientes: porque querríamos ser más fieles al Evangelio y aunque nos

esforcemos no lo logramos; querríamos que desapareciera la injusticia y, a menudo, parece que

aumenta; querríamos no tener que vivir con el alma en vilo por tantas cosas..., y resulta que lo

tenemos que hacer; querríamos... El Adviento nos invita a vivir la vida con paciencia

comprometida, que no significa dejadez ni despreocupación, sino que quiere decir, en definitiva,

confianza en Dios.

6. Vivir la fraternidad y la amistad en el trabajo: si Dios se hace hombre, si Dios se hace

hermano de cada hombre y mujer, la gran llamada en el camino a la Navidad es la llamada a la

fraternidad, a compartir, a la solidaridad con todos los hombres y mujeres, de manera especial con

los más necesitados; hay campañas solidarias con las que compartir en este tiempo (Cáritas...) Pero

hay que estar atentos... Todos esperaban la venida del Mesías pero María y José no encontraron

sitio en la posada...

Para meditar un poco:

¿Qué debo preparar en mi vida para celebrar bien y con sentido la Navidad?

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LA NAVIDAD SERÁ DEL COLOR, QUE TENGAS TÚ EL CORAZÓN

La Navidad será del color que tengas tú el corazón La Navidad será del color que tengas tú el corazón. Piensa, piensa, piensa si es honrado tu quehacer. Sólo entonces podrás cantar. Pero si descubres que en tus manos hay maldad: ¡Calla! ¡No hay Navidad! La Navidad será del color que tengas tú el corazón… Mira, mira, mira si respetas la verdad sólo entonces podrás cantar. Pero si no sientes lo que sufren los demás: ¡Calla! ¡No hay Navidad! La Navidad será del color que tengas tú el corazón… Sólo, sólo, sólo cuando sepas compartir, sólo entonces podrás cantar. Pero si tus bienes no los das a los demás. ¡Calla! ¡No hay Navidad!

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4. ¿Qué VALORES debemos practicar en este Adviento?

Lo que ahora hemos recordado nos habla a nosotros como creyentes, pero debemos salir de las

iglesias. Y, cuando lo hacemos, nos cruzamos con gente desconocida y gente con rostros y nombres

concretos que frecuentamos y queremos, familia y amigos, personas de nuestro entorno... A la

mayoría de ellos el Adviento les dice poco ¿Qué hacemos, cuál es en medio de todos, nuestro

cántico al Señor?

En cierto modo, celebramos el Adviento y la Navidad, viviendo entre “paganos”. Nuestra situación

se parece, en bastantes aspectos, a la que reflejaban los sermones de San Agustín y San León

cuando censuraban el culto al sol: “Alegrémonos también nosotros, hermanos, y dejemos que los

paganos exulten de alegría. Para nosotros, este día ha sido santificado, no por el sol visible, sino

por su invisible creador”. “...Hay incluso cristianos que creen obrar de manera religiosa siguiendo

esa práctica (de adorar al sol)...”

Nuestros contemporáneos ya no adoran al sol invicto, y no creen que nadie sea invicto; la historia

nos ha desengañado un poco a todos y las esperanzas son más bien, como se nos dice, esperanzas

disminuidas. Pero, no por ello adoran al Dios verdadero.

Ocurre algo que puede ser aún peor que venerar al sol: las figuras, los ritos, los símbolos y las

formas litúrgicas han sido secuestradas y sacadas de su contexto religioso, y se han convertido en

meras resonancias culturales, que colorean estas fechas preparativas de la Navidad durante todo el

mes de diciembre, e incluso antes, y parte de enero. Han quedado así neutralizadas en su misma

pretensión religiosa. Se pueden oír más villancicos en "Cemaco", en Simán, que en las iglesias. Y,

para una sensibilidad religiosa, puede resultar lacerante intentar cantar en una iglesia un villancico

que hemos oído tararear por la calle mientras miramos un escaparate, o elegimos... en cualquier

supermercado.

Todo este ambiente por un lado nos ayuda y por otro nos estorba en la celebración de lo que este

tiempo significa. Ciertamente, nos estorba si nos dejamos llevar por el remolino del lucir y del

comprar; y, de hecho, por más que nos lo propongamos, siempre nos dejaremos llevar, poco o

mucho.

Pero también nos ayuda, porque los deseos de compartir felicidad que en estos días se viven son

deseos que sintonizan muy bien con lo que significa la venida del Señor entre nosotros. Incluso no

es ningún disparate decir que también sintoniza el hecho de sentarse en torno a una mesa más

abundante para hacer fiesta. Y los regalos también sintonizan, si no derivan hacia el descontrol (es

mucho mejor un regalo sencillo pero con proximidad personal que un enorme regalo de los grandes

almacenes...)

Por eso, tanto en la vida personal de cada uno como en lo que vivimos y transmitimos en nuestras

celebraciones, será necesario que nos ayudemos a discernir y a vivir lo que nos da de bueno este

ambiente y procurar alejarnos de lo negativo que nos trae.

Frenar nuestro espíritu consumista (algo que seguramente no es fácil, pero hay que proponérselo)

y, a la vez, compartir lo que tenemos con aquéllos que tienen menos (en este sentido, las colectas de

Cáritas y las que se hacen en las parroquias en estos días es un buen recordatorio) serán maneras de

alejamos de las perversiones en las que estas fiestas pueden caer. Y, entonces, vivir, en el ambiente

de fiesta de estos días, nuestra fe y nuestra esperanza en el Dios que nos ama y viene a caminar a

nuestro lado, para dar el sentido más profundo, gozoso y amoroso a toda la existencia humana.

18

Recordemos la forma con que la Iglesia se enfrentó al culto al sol: acabó dominándolo

introduciendo un elemento nuevo y esencial (el nacimiento de Cristo y el misterio de la

encarnación) y manteniendo aspectos religiosos de la piedad pagana, que se expresaban a través de

ese culto.

Sepamos reconocer lo que de verdadera humanidad queda en nuestra Navidad neo-pagana: la

apertura de nuestras relaciones, esa sensación de algo nuevo, la ilusión de la inocencia y de la

reconciliación que se expresa ante un pesebre... La cristianización del culto al sol invicto dejó,

además, un residuo que fue incorporado por algunos Padres de la Iglesia: sus resonancias cósmicas

expresadas en símbolos, como la victoria de la luz, el nacimiento del sol, el triunfo de la vida...

La liturgia de la Iglesia inicia el Adviento con una proclamación solemne: Dios es la esperanza del

hombre y nos invita a volver a él nuestra mirada y a buscarlo en nuestras vidas. Cuando la

sociedad inquieta de su tiempo se dirigía a Juan el Bautista y le preguntaba qué tenía que hacer,

todos escuchaban una invitación urgente: “convertíos a Dios, dad buenos frutos de penitencia,

preparad los caminos, allanad los senderos” (Jn 1,23; Mt 3,3).

Por todo ello:

-Adviento es un tiempo abierto, porque se prolonga y se cerrará definitiva y solamente ¡cuando Él

vuelva! La vuelta definitiva del Señor y el cumplimiento total de la Historia de la Salvación

cerrarán este tiempo de esperanza, de evangelización y de experiencia del Reino de Dios.

-Adviento es una llamada a la fe y a la esperanza: cuando parece que todo se hunde, que no

atisbamos soluciones... Dios permanece fiel a su promesa de darnos vida y ¡viene a nosotros!

-Adviento es una experiencia religiosa especial, un regalo del Espíritu de Dios, que nos renueva

y nos hace poner en camino; es por eso también una responsabilidad, una tarea para nosotros.

-Adviento nos invita a tomar conciencia de que Dios viene a nosotros para despertar nuestra

esperanza.

En Adviento, una vez más, y, de manera nueva, Dios nos da

una oportunidad de ser portadores de esperanza, porque el

Hijo, Jesús, el Mesías Salvador, vino, viene y vendrá, y

nosotros proclamamos: Marana tha ¡Ven, Señor Jesús!

Estamos no sólo exhortados a sacar provecho del bendito

acontecimiento que se acerca, sino a suspirar diariamente,

como nuestros antiguos Padres: "Cielos, lloved vuestra

justicia destilad el rocío; nubes, derramad al Justo: ábrase la

tierra y brote la salvación".

Para pensar un poco:

¿Cómo tengo el corazón para que nazca el Niño Jesús?

19

ORACION FINAL

... Así que velad porque no sabéis

que día llegará vuestro Señor.

Tened presente que si el amo de la casa supiera

a qué hora de la noche iba a venir el ladrón, estaría en vela

y no dejaría asaltar su casa.

Lo mismo vosotros, estad preparados; porque a la hora

que menos penséis, vendrá el Hijo del Hombre.

(Mt. 24. 42-44)

ORAMOS TODOS

Mi espíritu y mi corazón están alerta como los ojos del centinela.

Estoy esperando. Te busco, Señor. Estoy en vela. ¡Es adviento!

Te busco en la oración y Tú me abres, Señor, como un amigo

siempre presente, cuando se llama a la puerta.

Te busco en el Evangelio y Tú te acercas, Señor, como un amigo

siempre presente, cuando se le pide luz para atravesar la noche.

Te busco en la Eucaristía, con los otros cristianos,

y por tu Palabra y tu Pan vienes a mí, Señor, como un amigo

siempre dispuesto a ofrecer lo mejor que tiene.

Te buscamos cada día y te vemos, Señor,

donde se siembra la alegría,

dónde se elimina la mentira, donde se suprime la injusticia.

Para encontrarte, Señor, ¡hay que estar en vela!

Tú estás a la puerta y llamas.

Llamas al espíritu y al corazón.

20

EL ADVIENTO QUE DIOS QUIERE

1. El adviento que Dios quiere no es sólo un tiempo, es una actitud

profunda. No es tiempo cronológico, sino tiempo espiritual. Y, siempre

puede ser adviento, superando los límites del calendario.

2. El adviento auténtico -”en espíritu y verdad”- es el que cultiva y

desarrolla la esperanza, es el que enciende todas las lámparas de la espera,

es el que abre todos los oídos de la escucha, es el que dispone

cuidadosamente el alma para la acogida. Tiempo de esperanza, decimos,

pero esperanza significa muchas cosas. Decir esperanza es decir deseo,

confianza, paciencia, vigilancia, compromiso, valentía, alegría, humildad,

paz.

3. El adviento que Dios quiere es que abras bien las velas de tu nave y que

pongas el motor en marcha; que salgas una vez más del puerto de ti mismo

y que te arriesgues en busca de la tierra prometida; que venzas tus apegos

y comodidades, los que te impiden crecer; que superes tus miedos, que te

paralizan; que sacudas tus rutinas, pura mediocridad; que confíes.

4. Y una vez que te hayas revestido con los hermosos trajes de la

esperanza, predícala, siémbrala, sé su testigo. Da la mano al que te pide,

levanta al que está caído, fortalece las rodillas vacilantes, di palabras de

consuelo a los corazones tristes, ofrece razones para luchar a los que están

desencantados, pinta de color toda la vida.

Todos: ¡Señor que seamos profetas de esperanza!