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  • 7/30/2019 Agustn Garca Calvo cine

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    Agustn Garca Calvo, recuerdos de peladillas a

    veinticuatro fotogramas por segundo

    Archivado enCineDeja un comentario

    09/11/2012

    El sobresaliente pensador, fallecido hace una semana, escribi sus experiencias con el

    sptimo arte en el libro de Jos Arroyo Gago

    Miles de epidermis conformaban el acn multicultural del autor de Contra el hombre.

    Incomprendido en su complejidad, excntrico hasta lo singular, ilimitado en los

    horizantes de su talento y sagaz guerrero contra las injusticias programadas por el

    dogmatismo; el que fuera -entre otras cosas- Premio Nacional de Ensayo dej el

    pasado 1 de noviembre su tiento sutural por la realidad espaola, al fallecer en su hogar

    zamorano peinando las canas revoltosas de sus ms de ocho dcadas de existencia.

    Muchas fueron las artes que toc con su cerebro de sempiterno nio en continuo estadode rebelin (de la traduccin a la poesa, de la poltica de barricadas al teatro, de la

    filosofa a la teologa de naturaleza nihilista); pero, de entre el caudal de tinta que se ha

    publicado estos das en los papeles de los diarios a tenor de su triste partida a la

    inmortalidad, pocos meandros han recalado en su relacin con el cine. Con el fin de

    mitigar este silencio injustificado, el periodista Jos Arroyo Gago ha tenido el gusto de

    compartir con todos los lectores del presente blog el amor de chocolate y peladillas que

    uni a Garca Calvo con el universo de las imgenes en movimiento. Una cara oculta

    del genio que el ilustre crtico cinematogrfico reflej a modo de charla con espejos -

    redactada por el propio don Agustn- en su libro Un siglo y pico de cine en Zamora

    (1897- 2011) Sin censura previa:texto que est a disposicin, de los espritusnecesitados de sorpresas mediadas por una pantalla, en las libreras de Zamora y

    Salamanca; a la vez de enhttp://www.amazon.con, adaptado para kindle.

    Calvo tuvo una relacin infantil con el celuloide, a travs de los programas de las salas

    de su localidad

    Hablar te de su vida, me llevara unas horas; porque este docto y genial zamorano de

    fama mundial , aunque no reconocido y menos en su tierra, tuvo varias vidas, y no

    qui ero asemejar lo a un gato. Garca Calvo era tan inteligente que se iba adelantando

    a los acontecimientos, y marcaba la pauta de un nuevo esti lo en el vesti r , en crear

    comunas, en ser contr adictor io con sus mismas ideas, que abandonaba para elegirotras que fuera pioneras. Era iconoclasta, agnstico, casi rozando el atesmo. Su

    personal idad era tan acusada que, por donde transitara, dejaba una impron ta que te

    marcaba, recuerda Arroyo, con nostalgia de amigo sincero.

    El poeta y ensayista fue inspiracin para muchos creadores de talla internacionalAhora,

    os animo a leer al maestro sin intermediaciones. Qu lo disfrutis!

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    PASE DE SOMBRAS

    Texto de Agustn Garca Calvo para el libro Un siglo y pico de cine en Zamora

    (1897-2011) Sin censura previa,de Jos Arroyo Gago.

    Se me pide que saque algunos recuerdos de mis primeros tratos con el cinematgrafo,aqu en Zamora. Uno deseara que sus recuerdos, ya que no fluidos y vagos como

    sueos antes de registrarse, fuesen al menos cinematogrficos, una multitud incesante

    de imgenes sucesivas, que diesen la ilusin del movimiento; pero tendra que ser (tal es

    la pobreza de la memoria humana) ms bien como algunas fotos o postales que han

    quedado pegadas ac y all en un viejo lbum.

    La ms vieja tendra que ser de poco antes de estallar la guerra, la civil, de los ltimos

    aos de la Repblica. Tengo la impresin bastante cierta de verme llevado de la mano

    de mi madre, o mi abuela Quintina o mi ta Augusta, o de las tres, o dos de ellas, al

    Teatro Nuevo (ahora Ramos Carrin), a oscuras, a ver qu? De eso es de lo que no

    me acuerdo.

    Haba entonces, y por muchos aos despus, dos locales, el Teatro Nuevo y el Principal,

    donde daban con frecuencia teatro (Eladio Cuevas y su comparsa de zarzuela, el gran

    espectculo de Rambal, la cara enharinada y los agudos chistes de Ramper, tal vez a la

    par con mi to Flix, llamado como patinador cmico, Rulito: era acaso a eso a lo que

    me llevaban las mujeres?; pero no: parece que estaba ms oscuro y con las sombras

    movindose en la gran sbana), y, cuando no, pues daban, desde luego, a diario y

    generalmente dos sesiones por da, cine.

    Mi padre era, por cierto, inspector de Hacienda, y con ese motivo, la Empresa

    Sanvicente, que yo creo que era la que llevaba los dos locales, le haca gracia poner a su

    disposicin un pase para dos butacas en cada uno de los dos teatros. Bien pronto, segn

    me iba yo haciendo turbulentamente mayorcito, me atrap la aficin del cine (con la de

    otros espectculos), de tal modo que el uso y disposicin del pase eran mosprincipalmente. Algunas veces se dignaba mi padre a acompaarme (no sin algn

    disgusto, cuando, a pesar del cario que me tuviera, le denunciaba la nariz, por debajo

    del abundante ozonopino, que all, a su lado, segua yo con la costumbre de irme al cine

    con un manojo de cebolletas tiernas para mordisquear durante la proyeccin; no que

    estuvieran ricas las saladillas y chocolatinas que la simptica peladillera paseaba en su

    cestilla por encima de la rejilla de la calefaccin que recorra el pasillo central del patio

    de butacas, que s que estaban ricas y se agradecan cuando caan; pero es que hayamores viles que pueden ser ms pertinaces que ningunos); algunas otras veces me

    llevaba yo de partcipe del pase, no sin cierta trampa ms o menos consentida por los

    porteros de la sala, a alguno de los amigos, principalmente a Julio Vaquero, compaero

    mo de la escuela (en la Aneja de la Normal de Maestros, que estaba en el viejo casern,

    derrumbado luego para la Casa de la Cultura, en la plaza que yo creo que era entonces

    del Mercadillo) durante el ltimo ao de la Repblica y el primero del Rgimen

    Nacional; pero las ms de las veces, all me embuta yo solo, con la otra butaca vaca al

    lado: tanta era la mana de cine que me tuvo preso durante unos cuantos aos, hasta ya

    entrando en la adolescencia, que no me perda una; y como los locales no eran ms que

    dos, algunas me las vea tres, cuatro, siete veces, o seguidas, cuando el cambio de

    programacin era algo lento, o al volver a aparecer en la sbana al cabo de los meses.

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    Y, entre tanto, qu era lo que se vea en la pantalla? Pues ya comprenden ustedes que,

    no habiendo comenzado mi cinefilia hasta mis 8 aos o cosa as, desde el ao 34 o el

    35, no pude ya alcanzar a las producciones heroicas del cine mudo, aunque s me

    llegaban todava las pelculas de Charlot guardando benditamente el arte del

    movimiento articulado o discontinuo de los primeros tiempos; pero ya, mucho ms

    frecuentemente, me venan de Amrica las tcnicas ms avanzadas de movimiento ycon sonido, aquellas del Gordo y el Flaco, doblados por voces benemritas que se

    habran perdido en el olvido.

    Claro que no eran sas, las de la risa, las nicas ni las ms, que las ms que me tragaba

    eran de las serias, grandilocuentes, lacrimgenas y seguro que a menudo impropias de

    mi edad de entonces y ms impropias de la presente.

    Bueno, la funcin se divida siempre en una primera parte, compartida generalmente por

    los dibujos animados, los del Gato Flix o los de Popeye, y por los noticiarios, el

    NODO enseguida, que vena trayendo hasta Zamora los ecos y las imgenes del frente y

    de ms lejos (y hasta recuerdo un corto patritico montado sobre la Marcha Triunfal deRubn Daro, que hizo salir de la sala llorando a alguna seora a la que le haban

    matado un hijo), luego vena el DESCANSO, cuando, con todas las luces encendidas,

    podan alzarse los ojos a las pinturas alegricas del techo del Nuevo o del Principal (y

    era entonces cuando recorra el pasillo la peladillera, pero tambin entonces, o no s si

    al final, era cuando, en los aos de la guerra y algunos ms, tenamos que ponernos en

    pie todo el pblico y, con el brazo diestro ms o menos estirado, escuchar los himnos

    atronadores), y despus, se volvan a apagar las luces, y vena ya lo serio.

    Lo serio eran, por un lado, las pelculas de cowboys, con los indios o los blancos malos

    cayendo en ristra a las balas del tambor inagotable del revlver del bueno, o las no

    menos infames de Fu-Manch (algunas eran de tres o ms episodios para sesiones

    sucesivas), con los martirios de meter astillitas entre las uas y la carne; pero mi aficin

    mayor deba ser a las sentimentales, o sea de hombres y mujeres, porque es de las que

    siento ms la carga todava: all eran, por otra parte, los melodramas ibricos y caseros,

    Nobleza baturra, con Imperio Argentina quebrando de coplas el trascurso de las

    sombras y Miguel Ligero en burro por las traviesas de la va del ferrocarril; y, por otra

    parte, casi que menos caseras, las americanas, las musicales o las de intriga sentimental,

    con aquellos galanes, que las caras de algunos, como George Raft, y tambin Robert

    Taylor, Cary Grant o Charles Boyer, a fuerza de verlas repetidas tantas veces, debido al

    poco cambio de programa, llegaban a hacrseme odiosas hasta lo estomagante (lo cual

    no me impeda, si no haba para esa tarde ms pasto, volver a hundirme en la butaca ycontemplarlos despiadadamente); de las mujeres (las habituales, como Myrna Loy o

    Claudette Colbert, y las ms raras, como Marlene y Greta) no me cansaba tanto, aunque

    no recuerdo haberme enamorado de ninguna de las estrellas, que, con sus trajes

    decentemente ajustados y la costura de la media hasta poco ms alto de la corva

    generalmente, me pasaban por delante de los ojos: mis fiebres erticas deban de

    alimentarse mucho de los cuentos de Bocaccio y la Celestina, hasta las historias

    picantes de Wenceslao Fernndez Flrez, y tambin alguna que otra de las coristas de

    zarzuela que caan por Zamora.

    Hasta tal punto estuve entregado a la mana del cine en aquellos ltimos aos de mi

    niez o primeros de mi pubertad (que se me confunden), hasta que, con los amores o lapoesa o la lucha contra la religin, se me pas aquello; que fue por los aos en que ya

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    haba llegado a Zamora el tecnicolor, con La feria de las vanidades, y en que vino a

    establecerse un nuevo cine, el Barrueco, que tantos aos ha seguido tambin

    suministrando celuloide a las generaciones sucesivas. Nunca, ni aun por los aos 70 en

    las filmotecas de Pars, he vuelto a tener una relacin tan ntima o manitica con el cine:

    acaso aquella tremenda experiencia me dej curado de espanto para siempre. Ni s la

    cantidad de dao que aquello pudiera hacerme, en aos tan decisivos, como suelen serlotodos. Sea como sea, yo no creo en la formacin de la Personalidad.

    Quin sabe si, a lo mejor, aquella dedicacin fue un poco brbara, favorecida por la

    Empresa Sanvicente y el pase de la Inspeccin de Hacienda, no habr contribuido a

    hacerme ver ms clara la cinematografa de la Realidad!