Ai ferri corti. Romper con esta realidad, sus defensores y sus falsos críticos

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    [Annimo]

    Podemos traducirlo En duelo a muerte con lo existente, sus defensores y sus falsoscrticos, no sin hacer ciertas aclaraciones semnticas que pueden ser de utilidadpara entender esta locucin tan interesante como difcil de traducir. La expresin

    ai ferri corti con... se usa para caracterizar un punto de no retorno, de rupturainminente y violenta de una relacin con algo/alguien. Ferri corti se usa parahablar de las armas blancas (podra ser dagas o puales) que constituan elltimo estadio de un tpico duelo de los siglos pasados, la lucha con armas cortas,que se desarrollaba cuerpo a cuerpo y donde tena especial importancia la destrezay rapidez de los contendientes, que luchaban para defender una cierta forma dehonor. Todos estos ncleos forman parte de la constelacin semntica de esta bellaexpresin.

    I"Cada uno puede terminar de regocijarse en la esclavitud de aquello que no conocey, rechazando la turba de palabras vacas, entablar un duelo cuerpo a cuerpo con la

    vida."

    C. Michelstaedter

    La vida no es ms que una bsqueda continua de algo a lo que aferrarse.Uno se levanta a la maana para reencontrarse, un par de horas ms tarde, de

    nuevo en la cama, tristes pndulos oscilando entre el vaco de deseos y elcansancio. El tiempo pasa, y nos gobierna con un aguijn que se va haciendo cadavez menos fastidioso. Las obligaciones sociales son un fardo que no parecedoblegar nuestras espaldas porque lo llevamos con nosotros a donde sea.Obedecemos sin siquiera hacer el esfuerzo de decir que s. La muerte se descuentaviviendo, escriba el poeta desde otra trinchera.

    Podemos vivir sin pasin y sin dueos, he aqu la gran libertad que estasociedad nos ofrece. Podemos hablar sin frenos, en particular de aquello que noconocemos. Podemos expresar todas las opiniones del mundo, an las msarriesgadas, y desaparecer detrs de sus sonidos. Podemos votar al candidato quepreferimos, reclamando a cambio el derecho de lamentarnos. Podemos cambiar de

    canal en cualquier instante, toda vez que nos parezca que nos estamos volviendodogmticos. Podemos divertirnos en horas fijas y atravesar a velocidades siempremayores ambientes tristemente idnticos. Podemos aparecer como jvenestestarudos, antes de recibir helados golpes de sentido comn. Podemos casarnostodas las veces que queramos, as de sagrado es el matrimonio. Podemosocuparnos de infinidad de cosas tiles y, si no sabemos escribir, podemosconvertirnos en periodistas. Podemos hacer poltica de mil modos, aun hablando deguerrillas exticas. Tanto en la carrera como en los afectos, podemos ser excelsosen la obediencia, si es que no llegamos a mandar. Tambin a fuerza de obediencianos podemos convertir en mrtires, y esta sociedad, en desmedro de lasapariencias, todava tiene tanta necesidad de hroes.

    Nuestra estupidez no parecer por cierto ms grande que la de los dems. Sino sabemos decidirnos, no importa, dejamos que elijan los otros. Luego tomaremos

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    posicin, como se dice en la jerga de la poltica y del espectculo. Lasjustificaciones nunca faltan, sobre todo en un mundo de tan buena boca.

    En esta gran feria de roles cada uno de nosotros tiene un aliado fiel: eldinero. Democrtico por excelencia, ste no mira a nadie a la cara. Gozando de sucompaa no existe mercanca ni servicio alguno que no nos sean debidos.

    Quienquiera que sea su portador, ambiciona con la fuerza de una sociedad entera.Es cierto, este aliado nunca es suficiente y, sobre todo, nunca se da a todas laspersonas. Pero la suya es una jerarqua especial, que unifica en los valores aquelloque es opuesto en las condiciones de vida. Cuando se lo posee, se tienen todas lasrazones. Cuando falta, se tienen no pocos atenuantes.

    Con un poco de ejercicio, podremos transcurrir das enteros sin una solaidea. Los ritmos cotidianos piensan en nuestro lugar. Del trabajo al tiempo libre,todo se desarrolla en la continuidad de la supervivencia. Tenemos siempre algo deque agarrarnos. En el fondo, la ms estupefaciente caracterstica de la sociedadactual es la de hacer convivir las comodidades cotidianas con una catstrofe alalcance de la mano. Junto a la administracin tecnolgica de lo existente, la

    economa progresa en la incontrolabilidad ms irresponsable. Se pasa de lasdiversiones a las masacres de masa con la disciplinada inconciencia de gestoscalculados. La compra-venta de muerte se extiende a todo el tiempo y a todo elespacio. El riesgo y el esfuerzo audaz no existen ms; slo existen la seguridad o eldesastre, la rutina o la ruina. Salvados o hundidos. Vivos, jams.

    Con un poco de prctica, podremos recorrer la calle de casa a la escuela, dela oficina al supermercado, del banco a la discoteca, con los ojos cerrados. Estamosrealizando debidamente el proverbio de aquel viejo sabio gr iego: tambin los queduermen rigen el orden del mundo.

    Ha llegado la hora de romper con este nosotros, reflejo de la nica

    comunidad actual, la de la autoridad y la mercanca.

    Una parte de esta sociedad tiene absoluto inters en que el orden sigareinando; la otra, en que todo se derrumbe lo ms rpido posible. Decidir de quparte estar es el primer paso. Pero por todos lados estn los resignados, verdaderabase del acuerdo entre las partes, los mejoradores de lo existente y sus falsoscrticos. En todos lados, tambin en nuestra vida, que es el autntico lugarde laguerra social, en nuestros deseos, en nuestra determinacin as como en nuestrospequeas, cotidianas sumisiones.

    Contra todo esto hay que acudir a las armas cortas , para sostenerfinalmente un duelo a muerte con la vida.

    II"Las cosas que es necesario haberlas aprendido para hacerlas, es hacindolas que

    se las aprende."Aristteles

    El secreto es comenzar enserio.

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    La organizacin social actual no slo retrasa, sino que impide y corrompetoda prctica de libertad. Para aprender qu es la libertad, no cabe otra posibilidadque experimentarla, y para poder experimentarla hay que tener el tiempo y elespacio necesarios.

    La base fundamental de la accin libre es el dilogo. Ahora bien, dos son las

    condiciones de un autntico discurso en comn: un inters real de los individuospor las cuestiones abiertas a la discusin (problema de contenido) y una libreindagacin de las posibles respuestas (problema del mtodo). Estas dos condicionesdeben realizarse contemporneamente, desde el momento en que el contenidodetermina al mtodo y viceversa. Se puede hablar de libertad slo en libertad. Sino se es libre al responder, para qu sirven las preguntas? El dialogo existe slocuando los individuos pueden hablar sin mediaciones, o sea cuando estn en unarelacin de reciprocidad. Si el discurso se desarrolla en nico sentido, no haycomunicacin posible. Si alguno tiene el poder de imponer las preguntas, elcontenido de estas ltimas le ser directamente funcional (y las respuestas llevarnen el mtodo mismo el marco de la sujecin). A un sbdito slo se le pueden hacerpreguntas cuyas respuestas confirmen su rol de sbdito. Es desde este rol que el

    amo formular las futuras preguntas. La esclavitud consiste en seguirrespondiendo, puesto que las preguntas del amo se responden solas.

    Las investigaciones de mercado son, en este sentido, idnticas a laselecciones. La soberana del elector se corresponde con la soberana delconsumidor, y viceversa. Cuando la pasividad televisiva necesita justificarse, sehace llamar audiencia; cuando el Estado tiene la necesidad de legitimar su poder,se hace llamarpueblo soberano. Tanto en un caso como en el otro, los individuosno son otra cosa que rehenes de un mecanismo que les concede el derecho dehablar despus de haberlos privado de la facultadde hacerlo. Cuando se puedeelegir solamente entre un candidato u otro, qu queda del dilogo? Cuando sepuede elegir slo entre mercanca y programas televisivos diferentemente

    idnticos, qu queda de la comunicacin? Los contenidos de las cuestionesdevienen insignificantes porque el mtodo es falso.

    Nada se asemeja ms a un representante de la burguesa que unrepresentante del proletariado, escriba en 1907 Sorel. Aquello que los haciaidnticos era el hecho de ser, precisamente, representantes. Decir hoy lo mismo deun candidato de derecha y un candidato de izquierda no es ni ms ni menos queuna trivialidad. Los polticos, sin embargo, no tienen necesidad de ser originales (deesto se ocupan los publicitarios), basta que sepan administrartales trivialidades. Laterrible irona es que los mass media son definidos como medios de comunicacin yla feria del voto es llamada eleccin (o sea eleccin en un fuerte sentido, decisinlibre y consciente).

    El punto es que el poder no admite ninguna gestin diferente. Aunquerindolo (lo que nos lleva ya hacia una plena utopa, para imitar el lenguaje delos realistas), nada importante puede ser pedido a los electores, desde el momentoen que el nico acto libre que stos podran cumplir -la nica eleccin autentica-sera dejar de votar. El que vota anhela preguntas insignificantes, ya que laspreguntas autnticas excluyen la pasividad y la delegacin. Nos explicamos mejor.

    Supongamos que se pida a travs de un referndum la abolicin delcapitalismo (dejemos de lado el hecho de tal demanda, dadas las actualesrelaciones sociales, es imposible). Seguramente la mayora de los electores votarapor el capitalismo, por el simple hecho de que no se puede imaginarun mundo sin

    mercancas y sin dinero saliendo tranquilamente de casa, de la oficina o de unsupermercado. Pero si todava votase en contra nada cambiara, porque una

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    demanda de este tipo debe excluira los electores para permanecer autntica. Unasociedad entera no puede cambiar por decreto.

    El mismo razonamiento se puede hacer para demandas menos extremas.Tomemos el ejemplo de un barrio. Si los habitantes pudiesen (otra vez nosencontramos en plena utopa) expresarse sobre la organizacin de los espacios de

    sus vidas (casas, calles, plazas, etc.), qu sucedera? Digamos enseguida que laeleccin de los habitantes sera en principio inevitablemente limitada, siendo losbarrios resultado del desplazamiento y de la concentracin de la poblacin enrelacin con las necesidades de la economa y del control social. Tratemos a pesarde todo de imaginar otra organizacin de estos guettos. Sin temor a serdesmentidos, se puede afirmar que la mayora de la poblacin tendra al respectolas mimas ideas que la polica. Si as no fuese (si una aun limitada prctica deldilogo provocase el surgimiento del deseo de nuevos ambientes), sobrevendra laexplosin del guetto. Cmo conciliar, manteniendo constante el orden socialpresente, el inters del constructor de autos y las ganas de respirar de loshabitantes, la libre circulacin de los individuos y el miedo de los propietarios de losnegocios de lujo, los espacios de juego de los nios y el cemento de los

    estacionamiento, de los bancos y de los centros comerciales? Y todas las casasvacas dejadas en manos de la especulacin? Y los condominios que se asemejanterriblemente a los cuarteles que se asemejan terriblemente a las escuelas que seasemejan terriblemente a los hospitales que se asemejan terriblemente a losmanicomios? Desplazar un pequeo muro de este laberinto de horrores significaponer en juego el proyecto entero. Cuanto ms se aleja uno de la mirada policialsobre el ambiente, ms se acerca al choque con la polica.

    Cmo pensar libremente a la sombra de una capilla?, escribi una manoannima sobre el espacio sagrado de la Sorbona durante el Mayo Francs. Esteimpecable interrogante tiene un alcance general. Cada ambiente pensadoeconmica y religiosamente no puede ms que imponer deseos econmicos y

    religiosos. Una iglesia excomulgada sigue siendo la casa de dios. En un centrocomercial abandonado siguen conversando las mercancas. El patio de un cuartelfuera de uso, todava contiene el paso militar. Este sentido tena razn quien decaque la destruccin de la Bastilla fue un acto de psicologa social aplicada. Ningunabastilla podra ser tratada de otro modo, porque sus muros seguiran relatando unahistoria de cuerpos y deseos prisioneros.

    El tiempo de las prestaciones, de las obligaciones y del aburrimiento desposaa los espacios del consumo en bodas incesantes y fnebres. El trabajo reproduce elambiente social que reproduce la resignacin al trabajo. Se aman las noches frenteal televisor porque se ha pasado todo el da en la oficina o en el subte. Estarcallados en la fbrica transforma a los gritos del estadio en una gran promesa de

    felicidad. La sensacin de culpa en la escuela reivindica la irresponsabilidad idiotadel sbado a la noche en la discoteca. La publicidad del Club Med hace soar slo aojos salidos de un Mc Donalds. Etctera.

    Hay que saber experimentar la libertad para ser libres. Hay que liberarsepara poder hacer experiencia de la libertad. En el interior del orden social presente,el tiempo y el espacio impiden la experiencia de la libertad porque sofocan lalibertad de la experiencia.

    IIILos tigres de la ira son ms sabios que los caballos de lainteligencia

    W. Blake

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    Solo trastornando los imperativos del tiempo y del espacio social puedenimaginar nuevas relaciones y nuevos ambientes. El viejo filsofo deca que se deseaslo sobre la base de aquello que se conoce. Los deseos pueden cambiar slo si secambia la vida que los hace nacer. Para hablar claro, la insurreccin contra lostiempos y lugares del poder es una necesidad material y al mismo tiempopsicolgica.

    Bakunin deca que las revoluciones son realizadas por tres cuartos defantasa y por un cuarto de realidad. Lo que importa es entender dnde nace lafantasa que hace estallar la revuelta generalizada. El desencadenamiento de todaslas malas pasiones, como deca el revolucionario ruso, es la fuerza irresistible de latransformacin. Por ms que todo esto puede hacer sonrer a los resignados o a losfros analistas de los movimientos histricos del capital, podemos decir -si dicha

    jerga no nos indigestara- que una idea tal de la revolucin es extremadamentemoderna. Malas, las pasiones lo son en tanto prisioneras, sofocadas por unanormalidad que es el ms fro de los glidos monstruos. Pero malas tambin lo sonporque la voluntad de vida, antes que desaparecer bajo el peso de deberes ymscaras, se transforma en su contrario. Sometida a las obligaciones cotidianas, la

    vida se niega una y otra vez a s misma y reaparece en la figura de esclavo; ante labsqueda desesperada de espacio, ella se hace presencia onrica, contraccin fsica,tic nervioso, violencia idiota y gregaria. Lo insoportable de las actuales condicionesde vida no es quizs testimoniado por la masiva difusin de psicofrmacos, estanueva intervencin del Estado social? El dominio administra en todas partes lacautividad [cattivit], justificando aquello que en cambio es un producto suyo, lamaldad [cattiveria]. La insurreccin hace las cuentas con ambas.

    Si no quiere engaarse a s mismo y a los otros, quin quiera combata por lademolicin del presente edificio social no puede esconder que la subversin es un

    juego de fuerzas salvajes y brbaras. Algunos los llamaba Cosacos, algn otropatotas, a fin de cuentas son los individuos a quienes la paz social no les ha quitado

    la ira.

    Pero cmo crear una nueva comunidad a partir de la clera? Terminemosde una vez por todas con los ilusionismos de la dialctica. Los explotados no sonportadores de ningn proyecto positivo, as fuese la sociedad sin clases- (todo estose parece muy de cerca al esquema productivo). Su nica comunidad es el capital,del cual pueden escapar slo a condicin de destruir todo aquello que los haceexistir como explotados: salario, mercanca, roles y jerarquas. El capitalismo nosienta en absoluto las bases de su propia superacin hacia el comunismo -lafamosa burguesa que forja las armas que le darn su muerte-, antes bien lasbases de un mundo de horrores.

    Los explotados no tienen nada que autogestionar, a excepcin de su propianegacin como explotados. Slo as junto a ellos desaparecern sus amos, susguas, sus apologetas acicalados de las ms diversas maneras. En esta inmensaobra de demolicin urgente debe encontrarse, cuando antes, la alegra.

    Brbaro, para los Griegos, no significaba slo extranjero, sino tambinbalbuceante, tal como defina con desprecio a aquel que no hablabacorrectamente la lengua de la polis. Lenguaje y territorio son dos realidadesinseparables. La ley fija los lmites que el orden de los Nombres hace respetar.Todo poder tiene sus brbaros, todo discurso democrtico tiene sus propiosbalbuceantes tartamudos. La sociedad de la mercanca, con la expulsin y elsilencio, pretende hacer su obstinada presencia una nada. Y sobre esta nada la

    revuelta ha fundado su causa. La exclusin y las colonias internas, ningunaideologa del dialogo y de la participacin jams podr enmascararlas del todo.

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    Cuando la violencia cotidiana del Estado y de la economa hace estallar la partemala, no podemos sorprendernos si alguien pone los pies sobre la mesa y noacepta discusiones. Slo entonces las pasiones se sacan de encima un mundo quese derrumba de muerte. Los Brbaros estn a la vuelta de la esquina.

    IVDebemos abandonar todo modelo y estudiar nuestras posibilidades

    E. A. PoeNecesidad de la insurreccin. Necesidad, obviamente, no en el sentido de

    ineluctabilidad (un suceso que antes o despus debe suceder), sino en el sentido decondicin concreta de una posibilidad. Necesidad de lo posible. El dinero en estasociedad es necesario. Una vida sin dinero es posible. Para hacer experiencia de

    esto es necesario destruir esta sociedad. Hoy se puede hacer experiencia slo deaquello que es socialmente necesario.

    Curiosamente, aquellos que consideran a la insurreccin como un trgicoerror (o tambin, segn los gustos, como un irrealizable sueo romntico), hablanmucho de accin social y de espacios de libertad para experimentar. Sin embargo,basta retorcer un poco razonamientos de este tipo para que salga todo el jugo. Paraactuar libremente es necesario, como se ha dicho, hablarse sin mediaciones. Yentonces que se nos diga: sobre qu cosa, cunto y dnde se puede dialogaractualmente?

    Para discutir libremente se debe arrancar tiempo y espacio de los

    imperativos sociales. En suma, el dilogo es inseparable de la lucha. Es inseparablematerialmente (para hablarnos debemos substraernos del tiempo impuesto yaferrarnos a los espacios posibles) y psicolgicamente (los individuos aman hablarde aquello que hacen porque slo entonces las palabras transforman la realidad).

    Lo que se olvida es que vivimos todos en un guetto, aun si no pagamos elalquiler de casa o si nuestro calendario cuenta con muchos domingos. Si nologramos destruir este guetto, la libertad de experiencia se reduce a algo bienmiserable.

    Muchos libertarios piensan que el cambio de la sociedad puede y debeacontecer gradualmente, sin una ruptura repentina. Por eso hablan de esferas

    publicas no estatales donde elaborar nuevas ideas y nuevas prcticas. Dejando delado los aspectos decididamente cmicos de la cuestin (dnde no hay estado?Cmo ponerlo entre parntesis?), lo que se puede notar es que el referente idealde estos discursos sigue siendo el mtodo autogestionario y federalistaexperimentando por los subversivos en algunos momentos histricos (la Comunade Pars, la Espaa revolucionaria, la Comuna de Budapest, etctera). El pequeopormenor que se descuida, sin embargo, es que la posibilidad de hablarse y decambiar la realidad, los rebeldes la han tomado con las armas. En definitiva seolvida de un pequeo detalle: la insurreccin. No se pude descontextualizar unmtodo (la asamblea de barrio, la decisin directa, la conexin horizontal,etctera) del marco que lo ha hecho posible, ni mucho menos enfrentar esto contraaquello (con razonamientos del tipo no sirve atacar al Estado, se necesita

    autorganizarse, concretizar la utopa). Aun antes de considerar, por ejemplo, quhan significado -y qu podran significar hoy- los Consejos proletarios, hace faltaconsiderar las condiciones en las cuales nacieron (1905 en Rusia, 1918-1921 en

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    Alemania y en Italia, etctera). Se ha tratado de momentos insurreccionales. Quealguien nos explique cmo es posible, hoy, que los explotados decidan en primerapersona sobre cuestiones de una cierta importancia sin romper por la fuerza lanormalidad social; despus se podr hablar de autogestin y de federalismo. Antesde discutir sobre qu quiere decir autogestionar las actuales estructurasproductivas despus de la revolucin, se necesita afirmar una trivialidad de base:

    los patrones y la polica no estaran de acuerdo. No se puede discutir acerca de unaposibilidad descuidando las condiciones que la hacen concreta. Toda Hiptesis deliberacin est ligada a la ruptura con la sociedad actual.

    Hagamos un ltimo ejemplo. Tambin en un mbito libertario se habla dedemocracia directa. Se puede responder de inmediato que la utopa anarquista seopone al mtodo de la decisin por mayora. Correctsimo. Pero el punto es queninguno habla concretamente de democracia directa. Dejando de lado a aquellosque entienden por democracia directa su exacto contrario, es decir la constitucinde listas cvicas y la participacin en las elecciones municipales, tomemos a quienesimaginan reales asambleas ciudadanas en las cuales hablarse sin mediaciones.

    Sobre qu cosas se podran expresar a los susodichos ciudadanos? Cmopodran responder de otro modo sin cambiar al mismo tiempo las preguntas?Cmo mantener la distincin entre una supuesta libertad poltica y las actualescondiciones econmicas, sociales y tecnolgicas? En suma, a pesar de todos losrodeos que demos alrededor de este asunto, el problema de la destruccin queda.A menos que no se piense que una sociedad centralizada tecnolgicamente puedaser al mismo tiempo federalista; o tambin que pueda existir la autogestingeneralizada en autnticas prisiones, como son las ciudades actuales. Decir quetodo esto se cambia gradualmente significa slo mezclar psimamente las cartas.Sin una revuelta generalizada no se puede comenzar cambio alguno. Lainsurreccin es la totalidadde las relaciones sociales que, no ya enmascarada porlas especializaciones del capital, se abre a la aventura de libertad. La insurreccin

    por s sola no da respuestas, es verdad, slo empieza a hacer las preguntas. Elpunto entonces no es actuar gradualmente o actuar aventurersticamente. El puntoes: actuar o soar con hacerlo.

    La crtica de la democracia directa (para seguir con el ejemplo) debeconsiderar a esta ltima en su dimensin concreta. Slo as se puede ir ms all,pensando cules son las bases sociales de la autonoma individual. Slo as estemas all puede transformarse de inmediato en mtodo de lucha. Hoy lossubversivos se encuentran en la situacin de tener que criticar las hiptesis ajenasdefinindolas de un modo ms correcto del que lo hacen sus propios sostenedores.

    Para afilar mejor las propias armas.

    VEs una verdad axiomtica, de perogrullo, que la revolucin no se puede hacer sino

    cuando hay fuerzas suficientes para hacerla. Pero es una verdad histrica que lasfuerzas que determinan la evolucin y las revoluciones sociales no se calculan en

    las grillas de los censosE. Malatesta

    La idea de la posibilidad de una transformacin social hoy no est de moda.

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    Las masas, se dice, estn totalmente dormidas e integradas a las normassociales. De una similar constatacin se pude extraer por lo menos dosconclusiones: la revuelta no es posible; la revuelta es posible slo si se trata deunos pocos. La primera conclusin puede a su vez descomponerse en un discursoabiertamente institucional (necesidad de elecciones, de las conquistas legales,etctera) y en otro de reformismo social (autoorganizacin sindical, luchas por los

    derechos colectivos, etctera). De la misma manera, la segunda conclusin puedefundar tanto un discurso vanguardista clsico como un discurso antiautoritario deagitacin permanente.

    A modo de premisa se puede hacer notar que, en el curso de la historia,ciertas hiptesis aparentemente opuestas han compartido un fundamento comn.

    Si se toma, por ejemplo, la posicin entre socialdemocracia y bolchevismo,resulta claro ambas partan del presupuesto de que las masas no tienen unaconciencia revolucionaria y que por lo tanto deben ser dirigidas. Socialdemcratas ybolcheviques diferan slo en el mtodo -partido reformista o partidorevolucionario; estrategia parlamentaria o conquista violenta del poder- con el cual

    aplicar un idntico programa: apartar desde el exterior la conciencia a losexplotados.

    Tomemos la hiptesis de una prctica subversiva minoritaria que rechazael modelo leninista. Desde una perspectiva libertaria, o bien se abandona tododiscurso insurreccional (a favor de una revuelta declaradamente solitaria), o bien,ms tarde o ms temprano se necesitar tambin plantear el problema del alcancesocial de las propias ideas y de las propias prcticas. Si no se quiere resolver lacuestin en el mbito de los milagros lingsticos (por ejemplo diciendo que la tesisque se sostienen estn ya en la cabeza de los explotados, o que la propia rebelines ya parte de una condicin difundida) se impone de hecho un dato: estamosaislados -lo que quiere decir: somos pocos-.

    Actuar siendo pocos no slo no constituye un lmite, sino que representa unmodo distinto de pensar la transformacin social misma. Los libertarios son losnicos que imaginan una dimensin de vida colectiva no subordinada a la existenciade centros directivos. La autntica hiptesis federalista es la idea que hace posibleel acuerdo entre las libres uniones de los individuos. Las relaciones de afinidad sonun modo de concebir la unin, ya no sobre las base de la ideologa y de la adhesincuantitativa, si no a partir de la conciencia recproca, de la confianza y de lacomunidad de pasiones proyectuales. Pero la afinidad en los proyectos y laautonoma de la accin individual no tienen sentido sino pueden ensancharse sinser sacrificadas a supuestas necesidades superiores. La unin horizontal es aquelloque concretiza cualquier prctica de la liberacin: una unin informal, de hecho,

    capas de romper con toda la representacin. Una sociedad centralizada no puederenunciar al control policial y al mortal aparato tecnolgico. Para esto, quien nosabe imaginar una comunidad sin autoridad estatal no tiene instrumentos paracriticar la economa que est destruyendo el planeta; quien no sabe pensar unacomunidad de nicos no tiene armas contra la mediacin poltica. Al contrario, laidea de la libre experiencia y de la unin de afinidades como base de nuevasrelaciones hace posible un completo vuelco social. Slo abandonando toda la ideade centro (la conquista del Palacio de Invierno o, con el pasar del tiempo, latelevisin de Estado) se puede construir una vida sin imposiciones y sin dinero. Eneste sentido, el mtodo del ataque difuso es una forma de lucha que trae consigoun mundo distinto. Actuar cuando todos predican la espera, cuando no se puedecontar con grandes squitos, cuando no se sabe por anticipado si se obtendrn

    resultados -actuar as significa ya afirmar por qu cosa combatimos: por unasociedad sin medida. He aqu entonces que la accin en pequeos grupos de afinescontiene la ms importante de las cualidades -la de no ser una simple toma de

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    conciencia tctica, sino de realizar al mismo tiempo el propio fin. Liquidar lamentira de la transicin (la dictadura antes del comunismo, el poder antes de lalibertad, el salario antes de la toma del montn, la certeza del resultado antes de laaccin, los pedidos de financiacin antes de la expropiacin, los bancos ticosantes de la anarqua, etc.) significa hacer de la revuelta misma un modo diferentede concebir las relaciones. Atacar de inmediato la hidra tecnolgica quiere decir

    pensar una vida sin policas de guardapolvo blanco (lo que significa: sin laorganizacin econmica y cientfica que los hace necesarios); atacar sbitamentelos instrumentos de la domesticacin meditica quiere decir crear relaciones libresde imgenes (lo que significa: libres de la pasividad cotidiana que las fabrica).Quien grita que ya no es ms -o que no es todava- tiempo de revuelta, nos revelade antemano cul es la sociedad por la cual combate. Por el contrario, sostener lanecesidad de una insurreccin social, de un movimiento incontenible que rompa conel Tiempo histrico para hacer emerger lo posible, significa decir algo simple: noqueremos dirigentes. Hoy el nico federalismo concreto es la rebelingeneralizada.

    Para rechazar toda forma de centralizacin se necesita ir ms all de la idea

    cuantitativa de lucha, es decir la idea de llamar a unirse a los explotados para unchoque frontal con el poder. Se necesita pensar otro concepto de fuerza -paraquemar las grillas del censo y cambiar la realidad-.

    Regla principal: no actuar en masa. Conducid una accin de a tres o de a cuatrocomo mximo. El numero de los pequeos grupos debe ser lo ms grande posible ycada uno de ellos debe aprender a atacar y desparecer velozmente. La polica tratade aplastar a un grupo de miles de personas con un solo grupo de cien cosacos. Esms fcil enfrentar a un centenar de hombres que a uno solo, especialmente si stegolpea por sorpresa y desaparece misteriosamente. La polica y el ejrcito notendrn poder si Mosc se cubre de estos pequeos destacamentos inaferrables[...] No ocupar fortalezas. Las tropas siempre sern capaces de tomarlas o

    simplemente destruirlas gracias a su artillera. Nuestras fortalezas sern los patiosinternos o cualquier lugar desde el cual sea accesible golpear y fcil salir. Situvieran que tomar estos lugares, no encontraran a nadie y perderan grancantidad de hombres. Es imposible para ellos agarrarlos a todos porque deberan,

    para esto, llenar cada casa de cosacos.Aviso a los insurrectos, Mosc, 11 de diciembre de 1905.

    VILa poesa consiste en hacer matrimonios y divorcios ilegales entre las cosas

    F. Bacon

    Pensar otro concepto de fuerza. Quizs sea esta la nueva poesa. En elfondo, qu es la revuelta social sino un juego generalizado de matrimonios ydivorcios ilegales entre las cosas?

    La fuerza revolucionaria no es una fuerza igual y contraria a la del poder. Sias fuera estaramos ya derrotados porque cada cambio sera el eterno retorno de laconstriccin. Todo se reducira a un choque militar, a una macabra danza de

    estandartes. Pero los movimientos reales escapan siempre a la miradacuantitativa.

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    El Estado y el capital tienen los ms sofisticados sistemas de control y derepresin Cmo pararnos frente a este Moloch? El secreto consiste en el arte dedescomponer y recomponer. El movimiento de la inteligencia es un juego continuode descomposiciones y de correspondencias. Lo mismo vale para la prcticasubversiva. Criticar la tecnologa, por ejemplo, significa componer el cuadrogeneral, mirarla no como un simple conjunto de mquinas, sino antes como una

    relacin social, como sistema; significa comprender que un instrumento tecnolgicorefleja la sociedad que lo ha producido y que su introduccin modifica las relacionesentre los individuos. Criticar la tecnologa significa rechazar la subordinacin decada actividad humana a los tiempos de la ganancia. De otro modo nosengaaramos sobre su alcance, sobre su supuesta neutralidad, sobre lareversibilidad de sus consecuencias. Sin embargo, se necesita luego descomponerlaen sus mil ramificaciones, en sus realizaciones concretas que nos mutilan cada dams; se necesita entender que la difusin de las estructuras productivas y decontrol que ella hace posible simplifican el sabotaje. De otro modo sera imposibleatacarla. Lo mismo vale para las escuelas, los cuarteles, las oficinas. Se trata derealidades inseparables de las relaciones jerrquicas generales y mercantiles, peroque se concretizan en lugares y hombres determinados.

    Cmo volvernos visibles -nosotros, as de pocos- ante los estudiantes, antelos trabajadores, ante los desocupados? Si se piensa en trminos de consenso y deimagen (hacerse visible, justamente), la respuesta se da por descontada: sindicatosy especuladores polticos profesionales son ms fuertes que nosotros. Una vez ms,el defecto radica en la capacidad de componer-descomponer. El reformismo actasobre el detalle, y de modo cuantitativo: se mueve con grandes nmeros paracambiar algunos elementos aislados del poder. Una crtica global de la sociedad, encambio, puede hacer surgir una visin cualitativa de la accin. Justamente porqueno existen centros o sujetos revolucionarios a los que subordinar los propiosproyectos, toda realidad social reenva al todo del cual es parte. Ya se trate decontaminacin, de crcel o de urbanstica, un discurso realmente subversivo

    termina por poner todo en cuestin. Hoy ms que nunca, un proyecto cuantitativo(juntar a los estudiantes, a los trabajadores a los desocupados en organizacionespermanentes con un programa especifico) no puede hacer ms que actuar sobre eldetalle, quitndole a las acciones su fuerza principal -la de instalar cuestionesirreductibles a las separaciones categoriales (estudiantes, trabajadores,inmigrantes, homosexuales, etc.). Ms aun teniendo en cuenta que el reformismoes cada vez ms incapaz de reformar algo (pinsese en la desocupacin,falsamente presentada como un desgaste -resoluble- en la racionalidadeconmica). Alguien deca que hasta el pedido de una comida no envenenada es ens mismo un proyecto revolucionario, desde el momento en que para satisfacerlosera necesario cambiar todas las relaciones sociales. Toda reivindicacin dirigida aun interlocutor preciso lleva consigo su propia derrota, por la misma razn de que

    ninguna autoridad puede resolver, ni aun querindolo, un problema de alcancegeneral. A quin dirigirse para enfrentar la contaminacin del aire?

    Aquellos que durante una huelga salvaje llevaban una bandera sobre la cualestaba escrito No pedimos nada, haban comprendido que la derrota est en lareivindicacin misma (contra el enemigo la reivindicacin es eterna rememorauna ley de las XII tablas). No le queda a la revuelta otra solucin ms que tomartodo para s. Como haba dicho Stirner: Aunque ustedes les concedan a ellos todolo que piden, ellos les pedirn siempre ms, porque lo que quieren es nada menosque esto: el fin de toda concesin.

    Y entonces? Entonces se puede pensar actuar de a pocos sin actuar

    aisladamente, con la conciencia de que cualquier buen contacto sirve de ms, ensituaciones explosivas, que los grandes nmeros. Muy a menudo, ciertas luchassociales tristemente reivindicativas desarrollan mtodos ms interesantes que los

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    objetivos (un grupo de desocupados, por ejemplo, que pide trabajo y termina porquemar una oficina de empleos). Es verdad que se puede estar en desacuerdo aldecir que el trabajo no debe ser buscado, sino destruido. O que se puede tratar deunir la crtica de la economa con aquella oficina quemada apasionadamente, lacrtica de los sindicatos con un discurso de sabotaje. Todo objetivo especfico delucha rene en s, pronta a estallar, la violencia de todas las relaciones sociales. La

    trivialidad de sus causas inmediatas, se sabe, es el ticket de entrada a las revueltasen la historia.

    Qu podra hacer un grupo de compaeros frente a situaciones similares?No mucho, sino ha pensado ya (por ejemplo) en cmo distribuir un panfletillo o enqu puntos de la ciudad expandir un foco de protesta; quizs algo ms, si unainteligencia jovial y facinerosa les hace olvidar los grandes nmeros y las grandesestructuras organizativas.

    Sin querer renovar por esto la mitologa de la huelga general como condicindesencadenante de la insurreccin, est bastante claro que la interrupcin de laactividad social se mantiene como un punto decisivo. Hacia esta parlisis de la

    normalidad debe dirigirse la accin subversiva, cualquiera sea la causa de unchoque insurreccional. Si los estudiantes siguen estudiando, los obreros -los quequedan- y los empleados siguen trabajando, los desocupados siguenpreocupndose por la ocupacin, ningn cambio es posible. La prcticarevolucionaria estar siempre por sobre la gente. Una organizacin separada de lasluchas no sirve ni para desencadenar la revuelta ni para expandir y defender sualcance. Si es verdad que los explotados se acercan a aquellos que sabengarantizar, en el curso de las luchas, mayores mejoras econmicas -esto es, si esverdad que toda lucha reivindicativa tiene un carcter necesariamente reformista-,son los libertarios quienes pueden, a travs de sus mtodos (la autonomaindividual, la accin directa, la conflictividad permanente), impulsarlos a ir ms alldel modelo de la reivindicacin, a negar todas las identidades sociales (profesor,

    empleado, obrero, etctera). Una organizacin reivindicativa permanente especificade los libertarios quedara al margen de las luchas (slo pocos explotados podranelegir formar parte), o perderan su propia peculiaridad libertaria (en el mbito delas luchas sindicales, los ms profesionales son los sindicalistas). Una estructuraorganizativa formada por revolucionarios y por explotados puede permanecerconflictiva slo si se encuentra ligada a la duracin de una lucha, a un objetivoespecfico, a la perspectiva del ataque; en fin si es una critica en acto del sindicatoy de la colaboracin con los patrones.

    Por el momento no se puede llamar precisamente remarcable a lacapacidad de los subversivos de lanzar luchas sociales (antimilitaristas, contra lasnocividades ambientales, etctera). Queda la otra hiptesis (queda, bien entendido,

    para el que no respeta que la gente es cmplice y resignada, y buenas noches alos soadores), la de una intervencin autnoma en luchas -o en revueltas ms omenos extendidas- que nacen espontneamente. Si se buscan discursos clarossobre la sociedad por la que los explotados pelean (como ha pretendido algnterico sutil frente a una reciente ola de huelgas), nos podemos quedartranquilamente en casa. Si nos limitamos -algo en el fondo no muy distinto- a

    adherir crticamente, se agregaran nuestras banderas rojas y negras a las departidos y sindicatos. Una vez ms la crtica del detalle se casa con el modelocuantitativo. Si se piensa que cuando los desocupados hablan de derecho al trabajose debe actuar en esa lnea (con las deudas distingo a propsito entre salariado y

    actividad socialmente til), entonces el nico lugar de la accin parece ser laplaza poblada de manifestantes. Como saba el viejo Aristteles, sin unidad de

    tiempo y espacio no hay representacin posible.

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    Pero quin dijo que a los desocupados no se les puede -practicndolos-,hablar de sabotaje, de abolicin del derecho o de negativa a pagar el alquiler?Quin dijo que durante una huelga de plaza la economa no puede ser criticada enotro lugar? Decir aquello que el enemigo no espera y estar donde no nos aguarda.Esta es la nueva poesa.

    VIISomos demasiado jvenes, no podemos esperar ms

    Graffiti mural en ParsLa fuerza de una insurreccin es social, no militar. El criterio para evaluar el

    alcance de una revuelta generalizada no es el choque armado, sino ms bien laamplitud de la parlisis de la economa, de la toma de posesin de lugares de

    produccin y de distribucin, de la gratuidad que quema todo clculo, de ladesercin de las obligaciones y de los roles sociales; en breve, el trastocamiento dela vida. Ninguna guerrilla, por ms eficaz que sea, puede sustituir a este grandiosomovimiento de destruccin y de transformacin. La insurreccin es el leve emergerde una trivialidad: ningn poder se puede regir sin la servidumbre voluntaria dequien lo padece. Nada mejor que la revuelta revela que son los mismos explotadosquienes hacen funcionar la mquina asesina de la explotacin. La interrupcinextendida y salvaje de la actividad social desgarra de un golpe el velo de laideologa y hace aparecer las reales relaciones de fuerza; el Estado se muestraentonces como lo que es -la organizacin poltica de la pasividad. La ideologa de unlado y la fantasa del otro revelan entonces todo su peso material. Los explotadosno hacen ms que descubrir una fuerza que siempre han tenido, terminando con lailusin de que la sociedad se reproduce por s sola o de que algn topo excave porellos. Ellos son insurgentes contra su propio pasado de obediencia -lo que haEstado, justamente- , contra la costumbre erigida en defensa del viejo mundo. Laconjura de los insurrectos es la nica ocasin en la cual la colectividad no es lanoche que denuncia a la polica el vuelo de las lucirnagas, ni la mentira que hacede la suma de los malestares individuales un bien comn, sino ms bien lo negroque da a la diferencia la fuerza de la complicidad. El capital es antes que nada lacomunidad de la delacin, la unin que hace la debilidad de los individuos, un ser-conjunto que nos vuelve divididos. La conciencia social es una voz interior querepite: Los otros aceptan. La fuerza real de los explotados se levanta as contraellos. La insurreccin es el proceso que libera esta fuerza, aunndola al placer devivir y a la autonoma; es el momento en que se piensa recprocamente que lomejor que se puede hacer por los otros es liberarse a s mismos. En este sentido,

    ella es un movimiento colectivo de realizacin individual.

    La normalidad del trabajo y del tiempo libre, de la familia y del consumo,mata toda mala pasin por la libertad. (En este mismo momento, mientrasescribimos estas lneas, estamos separados de nuestros smiles, y esta separacinlibera al Estado del pese de prohibirnos escribir). Sin una fractura violenta con lacostumbre ningn cambio es posible. Pero la revuelta es siempre obra de minoras.Alrededor est la masa, lista para transformarse en instrumento de dominio (parael siervo que se revela, el poder es al mismo tiempo la fuerza del amo y laobediencia de los otros siervos) o para aceptar por inercia el cambio en acto. Lams grande huelga general salvaje de la historia -la del Mayo Francs- no hainvolucrado ms que un quinto de la poblacin de un nico Estado. De esto no se

    sigue como nica conclusin la de apropiarse del poder para dirigir a las masas, nila de que es necesario presentarse como la conciencia del proletariado; sino

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    simplemente que no existe salto alguno entre la sociedad actual y la libertad. Laactitud servil y pasiva no es un asunto que se resuelve en un da o en un mes. Sucontrario debe hacerse espacio y tomarse su tiempo. El trastocamiento social no esotra cosa que la condicin de partida.

    El desprecio por la masa no es cualitativo, sino ms bien ideolgico, o sea

    subordinado a las representaciones dominantes. El pueblo del capital existe,ciertamente, pero no tiene contornos precisos. Es siempre de la masa annima dedonde salen, amotinndose, lo desconocido y la voluntad de vivir. Decir que somoslos nicos rebeldes en un mar de sometimiento es en el fondo reconfortante,porque clausura la partida de antemano. Nosotros simplemente decimos que nosabemos quines son nuestros cmplices y que tenemos la necesidad de unatormenta social para descubrirlo. Hoy cada uno de nosotros decide en qu medidalos otros no pueden decidir (abdicando de la posibilidad de eleccin propia hacemosfuncionar a un mundo de autmatas). Durante la insurreccin la posibilidad deelegir se extiende con las armas y con las armas hay que defenderla, porque essobre su cadver que nace la reaccin. Por ms minoritario (pero en base a qupunto de referencia?) que sea respecto de sus fuerzas activas, el fenmeno

    insurreccional puede asumir dimensiones extremadamente amplias, y es en estepunto que l revela su naturaleza social. Cuanto ms extendida y entusiasta es larebelin, menos se transforma el choque militar en su criterio de medida. Con laextensin de la autoorganizacin armada de los explotados se revela toda lafragilidad del orden social y se afirma la certeza de que la revuelta, as como lasrelaciones jerrquicas y mercantiles, est en todos lados. El que piensa en larevolucin como un golpe de Estado, en cambio, tiene un concepto militar delchoque. Cualquier organizacin que se pone como vanguardia de los explotadostiende a ocultar el hecho de que el dominio es una relacin social y no un simplebarrio general a conquistar; de otro modo, cmo justificara su propio rol?

    Lo ms til que se puede hacer con las armas es volverlas lo ms

    intiles posibles. Pero el problema de las armas se queda en un plano abstracto sino se liga a la relacin entre revolucionarios y explotados, entre organizacin ymovimiento real.

    Demasiado a menudo, de cualquier manera, los revolucionarios hanpretendido ser la conciencia de los explotados, representar el grado de madurezsubversiva. El movimiento social se ha transformado as en la justificacin delpartido (que en la versin leninista se transforma en una lite de profesionales dela revolucin). El crculo vicioso es cuanto ms nos separamos de los explotados,ms debemos representaruna relacin que falta. La subversin se reduce as a suspropias prcticas, y la representacin deviene organizacin de un fraude ideolgico-la versin burocrtica de la apropiacin capitalista. El movimiento revolucionario se

    identifica entonces con su expresin ms avanzada, la cual realiza el concepto. Ladialctica hegeliana de la totalidad ofrece un armazn perfecto para estaconstruccin.

    Pero existe tambin una crtica de la separacin y de la representacin quejustifica la espera y valoriza el rol de los crticos. Con el pretexto de no separarsedel movimiento social se acaba por denunciar toda prctica de ataque en cuanto a

    fuga hacia delante o mera propaganda armada. Una vez ms el revolucionarioest llamando a desvelar, quizs en su misma inaccin, las condiciones reales delos explotados. En consecuencia ninguna revuelta es posible por fuera de unmovimiento social visible. El que acta, entonces, debe necesariamente querersustituir a los proletarios. El nico patrimonio a defender llega a ser la crtica

    radical, la lucidez revolucionaria. La vida es miserable, y por lo tanto no sepuede ms que teorizar sobre la miseria. La verdad ante todo. De este modo, laseparacin entre subversivos y explotados no es en absoluto eliminada, sino slo

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    determinar las reglas del propio juego. La pluma y el revlver son por igual armaspara l, a diferencia del escritor y del soldado, para quienes se trata de asuntosprofesionales y en definitiva de identidades mercantiles. El subversivo essubversivo an si la pluma y el revlver, mientras posea el arma que contiene atodas las otras: la propia determinacin.

    La lucha armada es una estrategia que puede ponerse al servicio decualquierproyecto. Aun hoy la guerrilla es usada por organizaciones cuyo programaes en esencia socialdemcrata; simplemente, sostienen sus reivindicaciones conuna prctica militar. La poltica puede hacerse tambin con las armas. En cualquiertratativa con el poder -o sea, en cualquier relacin que lo tenga a este ltimo comointerlocutor, o incluso como enemigo- el que quiere negociar debe situarse comofuerza representativa. Representar una realidad social significa, desde estaperspectiva, reducirla a la propia organizacin. No se quiere, de este modo, a lalucha armada como extendida y espontnea, sino ligada a las diversas fases de lastratativas. La organizacin gestionar los resultados. Las relaciones entre losmiembros de la organizacin y entre esta ltima y el mundo exterior reflejan enconsecuencia lo que es un programa autoritario; llevan el corazn la jerarqua y la

    obediencia.

    Para quien se pone como meta la conquista violenta del poder poltico, elproblema no es muy distinto. Se trata de hacer propaganda de la propia fuerza devanguardia capas de dirigir el movimiento revolucionario. La lucha armada sepresenta como la forma superior de las confrontaciones sociales. Quien es msrepresentativo militarmente -debido al efecto espectacular de las acciones-constituye entonces el autntico partido armado. Los procesos y los tribunalespopulares se presentan como la consecuente puesta en escena de quien deseasustituir al Estado.

    El estado, por su parte, tiene todo el inters de reducir la amenaza

    revolucionaria a algunas organizaciones combativas, para transformar la subversinen un encuentro entre dos ejrcitos: las instituciones por un lado y el partidoarmado por el otro. Lo que el dominio teme es la revuelta generalizada y annima.La imagen meditica del terrorista acta junto a la polica en defensa de la pazsocial. El ciudadano aplaude o se asusta, pero se mantiene siempre comociudadano, es decir como espectador.

    Es el maquillaje reformista de lo existente el encargado de alimentar lamitologa armada, produciendo la falsa alternativa entre poltica legal y polticaclandestina. Alcanza con notar cuntos sinceros demcratas de izquierda seconmueven con la guerrilla en Mxico o en Amrica Latina. La pasividad necesitasiempre de guas y de especialistas. Cuando se desilusiona con aquellos

    tradicionales, se codea con los nuevos.

    Una organizacin armada -con un programa y una sigla- especfica de losrevolucionarios, puede tener ciertamente caractersticas libertarias, as como larevolucin social que muchos anarquistas quieren es, sin duda, tambin una luchaarmada. Pero alcanza?

    Si reconocemos la necesidad de organizar, en el devenir de la luchainsurrecta, el hecho armado; si sostenemos la posibilidad, desde ahora, de atacarlas estructuras y los hombres del dominio; si consideramos decisiva, en fin, la uninhorizontal entre los grupos de afinidad en las prcticas de revuelta, criticamos laperspectiva de quien presenta las acciones armadas como el real ir ms all de los

    lmites de las luchas sociales y atribuye as a una forma de lucha un rol superior alas otras. Por otra parte, vemos en el uso de siglas y programas la creacin de una

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    identidad que separa a los revolucionarios de los dems explotados, hacindolos almismo tiempo visibles a los ojos del poder, o sea representable. El ataque armado,en este sentido, no es ms uno de los tantos instrumentos de la propia liberacin,sino una expresin que se carga de valor simblico y que tiende a apropiarse deuna rebelin annima. La organizacin informal como hecho ligado a la existenciade la luchas se transforma en una estructura decisional, permanente y formalizada.

    Una ocasin para encontrarse en los propios proyectos se transforma en unproyecto en si mismo. La organizacin comienza a querer reproducirse a s misma,exactamente como las estructuras cuantitativa reformistas. Sigue intachablementela triste seguidilla de comunicados de reivindicacin y de documentosprogramticos en los cuales se alza la voz para encontrarse luego persiguiendo auna identidad que existe slo porque ha sido declarada. Acciones de ataque deltodo similares a otras simplemente annimas parecen entonces representar quinsabe qu salto cualitativo en la prctica revolucionaria. Reaparecen los esquemasde la poltica y se empieza a volar de un modo uniforme.

    Por cierto que la necesidad de organizarse es algo que puede acompaarsiempre la prctica de los subversivos, ms all de las exigencias transitorias de

    una lucha. Pero para organizarse hay necesidad de acuerdos vivos y concretos, node una imagen en busca de reflectores.

    El secreto del juego subversivo es la capacidad de hacer pedazos los espejosdeformantes y de encontrarse cara a cara con las propias desnudeces. Laorganizacin es el conjunto real de los proyectos que la hacen vivir. Todo el restoes prtesis poltica o no es nada.

    La insurreccin es mucho ms que una lucha armada, porque en ella elantagonismo generalizado es uno y el mismo con el trastocamiento del ordensocial. El viejo mundo es invertido en la medida en que los explotados insurgentesestn todos armados. Slo entonces las armas no son la expresin separada de

    alguna vanguardia, monopolio de futuros patrones y burcratas, sino antes lacondicin concreta de la fiesta revolucionaria, la posibilidad colectiva de extender ydefender la transformacin de las relaciones sociales. Fuera de la rupturainsurreccional, la prctica subversiva es aun menos la lucha armada, salvo porquerer restringir el inmenso campo de las propias pasiones a slo algunosinstrumentos. Cuestin de alegrarse de los roles ya fijados o de buscar lacoherencia en el punto ms lejano: la vida.

    Entonces realmente en la revuelta generalizada podremos descubrir, acontraluz, una maravillosa conjura de los yoes para crear una sociedad sin jefes ysin dormidos. Una sociedad de libres y de nicos.

    IXNo nos pidas la frmula que pueda abrirte mundos,

    s alguna slaba perdida y seca como una rama.Hoy solo esto podemos decirte,

    Aquello que no somos, aquello que no queremos.E. Montale

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    La vida no puede ser slo algo de lo cual aferrarse. Es un pensamiento queflorece en todas partes, por lo menos una vez. Tenemos una posibilidad que noshace ms libres que los dioses: la de irnos. Es una idea para saborear hasta elfondo. Nada ni nadie nos obliga a vivir. Ni siquiera la muerte. Por eso nuestra vidaes una tabula rasa, una tablita que todava no ha sido escrita y que entoncescontiene todas las palabra posibles. Con una libertad similar no podemos vivir como

    esclavos. La esclavitud est hecha para quien est condenado a vivir, para el queest destinado a la eternidad, no para nosotros. Para nosotros est lo desconocido.

    Lo desconocido de ambientes en los cuales perderse, de pensamientosjams recorridos, de garantas que saltan por el aire, de perfectos desconocidos aquienes regalar la vida. Lo desconocido de un mundo al cual poder donarle losexcesos del amor de s. El riesgo, tambin. El riesgo de la brutalidad y del miedo. Elriesgo de verlo finalmente a la cara, el mal de vivir. Todo esta encuentra quienquiere terminar con el oficio de existir.

    Nuestros contemporneos parecen vivir de oficio. Se enloquecenabarrotados por miles de obligaciones, incluida la ms triste -la de divertirse-.

    Enmascaran la incapacidad de determinar la propia vida con detalladas y frenticasactividades, con una velocidad que administra comportamientos cada vez mspasivos. No conocen la ligereza de lo negativo.

    Podemos no vivir, he aqu la ms bella razn para abrirse paso con fierezahacia la vida. Para dar las buenas noches a los msicos siempre hay tiempo; lomismo vale darse vuelta y jugar-as habla al materialismo de la alegra-.

    Podemos no hacer, he aqu la ms bella razn para actuar. Recogemos ennosotros mismos la potencia de todos los actos de los que somos capaces, y ningnamo podr quitarnos la posibilidad del rechazo. Aquello que somos y que deseamoscomienza con un no. De all nacen las nicas razones para levantarse a la maana.

    De all nacen las nicas razones para ir armados a asaltar un orden que nossofoca.

    Por un lado est lo existente, con sus costumbres y sus certezas. Y decertezas, este veneno social, se muere.

    Por el otro lado est la insurreccin, lo desconocido que interrumpe en lavida de todos. El posible inicio de una practica exagerada de la libertad.

    Nota sobre un Apndice que no existe.

    Tambin la calidad de aquello por lo que se siente aversin tiene suimportancia. Nos hemos enloquecido, por un cierto periodo, en buscas textoscontemporneos que ilustren con suficiente coherencia algunas tesis que excluyenla posibilidad de la ruptura insurreccional, para sumarlos a un apndice y hacer aunms claro el contenido de este manifiesto. De modo particular, las tesis del queprefiere los pequeos pasos reformistas y aquellos de quien, autonombrndoserepresentante privilegiado de los explotados, cree poder hacer una revuelta paraunos pocos ntimos al son de fuegos artificiales y slogans mal ensamblados.

    Pero, despus de buscar en vano, hemos renunciado. Para encontrar algn

    texto bien hecho, capas de hacer preguntas serias y actuales, hubisemos tenidoque retroceder veinte aos atrs en el tiempo. Del presente se puede decir que esuna bolsa siniestra que transforma en mierda todo lo que traga.

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