Ajá

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-Veo… acaso qué tipo de infortunios te han rodeado -Yo cuento dramatismos que suelen exagerarse no por mi propia cuenta, más bien por la de los otros, no puedo negar que me exprese en un lenguaje que tiende a decorar las cosas y exaltarlas, pero realmente no es cuestión de como me exprese, es cuestión de la Inmaterialidad de los otros, les gusta dotar de identidades catárticas mis enunciados, tal vez sea por todas esas novelas ridículas que les han puesto a leer o por su romanticismo injustificado e infantil. El verdadero lío se encuentra no en el hecho como tal, yo lo explico objetivamente y como se dio; llamas que no incineran pero se extinguen quemando pequeñeces, automóviles que atropellan sin atropellar, taquicardias tardías y fatalistas, cosas por el estilo. Pero suceden, la humanidad puede estar segura de ello, mujeres asustadas, regaños coléricos, anacronismos inusuales, frases extranjeras. Así que los infortunios, si, me rodean, ¡exacto!, me rodean, no me hieren, es distinto; no vengo aquí a enseñarles catástrofes, vengo es a enseñarles el cuasi-nacimiento de ellas, realmente nunca suceden, son imposibilidades que quieren darse sin poder. La lista es larga y aburrida, es divertido contarlas, pero ya me son insípidas, tantos oídos las han desmenuzado que mi boca se cansó de ello. Pero creo haber expresado la naturaleza en sí de esos “infortunios”, no son ellos realmente, son estados fetales de su esencia, soy como la imagen viva de un proyecto mortuorio. -Entiendo, pero, ¿entonces cuál es el objetivo de venir aquí a contarme todo eso? ¿Diversión? ¿Senilidad? -Pues podría decirle clara y tajantemente que no hay ese tal objetivo, ustedes me llamaron a contar historias, yo hago todo lo contrario, las explico por pura desidia, ya verán que lo más interesante de ellas –y lo que sin duda traerá audiencia-, es su racionalización, el análisis que les doy, ¿Por qué? Pues bueno, es sencillo, las cosas no se

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-Veo… acaso qué tipo de infortunios te han rodeado

-Yo cuento dramatismos que suelen exagerarse no por mi propia cuenta, más bien por la de los otros, no puedo negar que me exprese en un lenguaje que tiende a decorar las cosas y exaltarlas, pero realmente no es cuestión de como me exprese, es cuestión de la Inmaterialidad de los otros, les gusta dotar de identidades catárticas mis enunciados, tal vez sea por todas esas novelas ridículas que les han puesto a leer o por su romanticismo injustificado e infantil. El verdadero lío se encuentra no en el hecho como tal, yo lo explico objetivamente y como se dio; llamas que no incineran pero se extinguen quemando pequeñeces, automóviles que atropellan sin atropellar, taquicardias tardías y fatalistas, cosas por el estilo. Pero suceden, la humanidad puede estar segura de ello, mujeres asustadas, regaños coléricos, anacronismos inusuales, frases extranjeras. Así que los infortunios, si, me rodean, ¡exacto!, me rodean, no me hieren, es distinto; no vengo aquí a enseñarles catástrofes, vengo es a enseñarles el cuasi-nacimiento de ellas, realmente nunca suceden, son imposibilidades que quieren darse sin poder. La lista es larga y aburrida, es divertido contarlas, pero ya me son insípidas, tantos oídos las han desmenuzado que mi boca se cansó de ello. Pero creo haber expresado la naturaleza en sí de esos “infortunios”, no son ellos realmente, son estados fetales de su esencia, soy como la imagen viva de un proyecto mortuorio.

-Entiendo, pero, ¿entonces cuál es el objetivo de venir aquí a contarme todo eso? ¿Diversión? ¿Senilidad?

-Pues podría decirle clara y tajantemente que no hay ese tal objetivo, ustedes me llamaron a contar historias, yo hago todo lo contrario, las explico por pura desidia, ya verán que lo más interesante de ellas –y lo que sin duda traerá audiencia-, es su racionalización, el análisis que les doy, ¿Por qué? Pues bueno, es sencillo, las cosas no se supeditan a su acontecimiento, se limitan es a su configuración, cuando veo una manzana caer, lo curioso del asunto no es la caída, es el estado ideal donde se encuentra, la utopía que ha construido la consciencia para hallarle un sentido y complacer esas bestiales fauces de la morbosidad humana.

-No quiero seguir con las frases de periodista inexperto, pero continúe.

-Yo he creído durante toda mi etapa puberta que para hallar verdades toca ser matemático, es decir, considerar conjuntos, variables, estadísticas, procesos, elaboraciones cuantitativas y otras sandeces, pero las verdades no son necesarias a la hora de la verdad –já, redundancia-, todo es una respuesta y es verdadera si se tiene un mínimo grado de intelectualidad egocéntrica, ya que sí alguna vez preguntan “¿Has comido la manzana?”, diciendo si o no, no sé o no lo diré, respondes no en cuanto a aquello que se eyecta al mundo, sino en cuanto a la intencionalidad que pongas en el enunciado, al decir “no lo diré”, estas estableciendo una verdad, ya que la respuesta es verdadera, incluso si

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llegas a responder ”no” y en verdad la comiste, lo único que da una certeza sobre el asunto es tu percepción de ese estado en el que se encausa la situación. Quiero decir que las verdades son totalizadoras pero no holísticas, toman en cuenta la totalidad del asunto bajo percepciones individuales de la situación, pero no la globalizan. Por lo tanto, piensen un poco, si cualquier verdad puede ser dada en un mínimo parámetro de exactitud, no hay razón en dar alguna de ellas, más sin embargo, si hay importancia en dar verdades que consideren los contextos y situacionalidades de los hechos dados, porque estos satisfacen la necesidad que realmente se genera, la duda.

-¿Por qué satisfacer alguna duda? ¿Ósea, cuál es la intención de satisfacer alguna cosa?

-No es tan sencillo como los que creen que es sencillo y no es tan complicado como lo ven aquellos que piensan que es complicado, la satisfacción de una duda termina siendo un recurso placentero para ese lado metafísico y pseudo-intelectualoide que todos tenemos, en esa medida tendría que ser algo personal, las intensidad y el valor dado a alguna cuestión depende de las subjetividad de quien se plantee la pregunta, por eso, la resolución de la misma no va más allá de la vanidad y el ego. Ahora, lo que viene a poner en peligro el solipsismo embarazoso, son las situaciones como ésta, un anciano que viene a hablar y solucionar las dudas de otros bajo la satisfacción “urobórica” de su individualidad; digamos que para que un sujeto como yo se interese en solucionarle las dudas a otros, basta con un sentimiento tan humano y divino como la compasión. Si, dan lástima, la darán aun más cuando llegue el punto en el que comprendan lo que he dado a comprender, pero la solución está en enunciar que lo único que incita a ofrecer tus cualidades a otros, es el hecho de que los otros no las tienen; ahí entra a jugar narciso y Jesús, pero… ¿saben? Alguna vez llegué a pensar que mis escritura era mortal y mi oralidad eterna, he estado meditando sobre ése asunto y puedo decir que cuando las dos se combinan –la oralidad y la escritura-, dan un hibrido de ambrosía decadente y asesina; todos hablan de contradicción y mal manejo de la comunicación, pero me he cansado, todo termina siendo nihilizado cuando ni el aquí ni el allá son suficientes. Así como la ridícula entrevista de estos momentos, una patrocinada por mi ronca voz y tú mirada confundida, tierna y tonta…

El micrófono cayó al suelo.