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AKRASIA SOCIAL EN ARISTÓTELES Una investigación a partir de Ética a Nicómaco y Política Iván Javier Mojica Rozo 201628089

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AKRASIA SOCIAL

EN ARISTÓTELES

Una investigación a partir de Ética a Nicómaco y

Política

Iván Javier Mojica Rozo 201628089

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TABLA DE CONTENIDO

Introducción .................................................................................................................................. 4

Akrasia en Ética a Nicómaco .................................................................................................... 13

Descripción general de la akrasia......................................................................................... 13

Breve acotación sobre el deseo ............................................................................................. 23

La descripción de la akrasia como un fenómeno individual ........................................... 26

Ciudadanos, ciudades y constituciones: los planteamientos aristotélicos en Política ...... 28

Ciudadano y ciudad ............................................................................................................... 28

Constituciones: ¿quién debe gobernar? ............................................................................... 40

La mejor constitución y la mejor constitución posible ...................................................... 50

Constituciones: cambios y preservación ............................................................................. 66

Akrasia social .............................................................................................................................. 84

Antecedentes ........................................................................................................................... 84

¿Puede actuar la ciudad? Equivalencias entre la Ética y Política .................................... 94

Akrasia y enkrateia social como cambios en las constituciones .................................... 102

Conclusión ................................................................................................................................. 110

Apéndice .................................................................................................................................... 112

Bibliografía consultada ............................................................................................................ 118

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A mi familia, mis amigos, mis profesores, y Kathleen

“Together we stand, divided we fall”

(Pink Floyd, Hey You, 1979)

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Introducción

El fenómeno de la akrasia, entendido como saber que un acto es malo y, sin embargo,

llevarlo a cabo, ocupa un lugar significativo en la filosofía antigua, dando pie a que

varios pensadores lo hayan tratado, siendo, aún hoy en día, motivo de estudio.

Aristóteles en particular dedicó todo un libro de su Ética a Nicómaco para explicar el

problema y analizar las diferentes posiciones que se sostienen comúnmente (EN,

1145a ss.), mostrando así lo relevante que es este tema para su teoría ética.

Sin embargo, la exposición aristotélica parece limitarse al fenómeno en el plano

personal, la akrasia concebida desde los actos de un individuo: “The incontinent

person knows what he does is bad, but does it because of what affects him” (EN,

1145b 15, negrillas mías); “Sometimes it is said that the practically wise person

cannot be incontinent, sometimes that certain people who are practically wise and

clever are incontinent” (EN, 1145b 23-25, negrillas mías); “Again, people are

described as incontinent with respect to spirit, honour, and gain” (EN, 1145b 26-27,

negrillas mías). Pero, ¿qué pasa al hablar de los actos a nivel de sociedad? ¿Son las

sociedades, como conjunto, capaces de actuar? ¿Son capaces de actuar

acráticamente? Tenemos al menos dos pequeños indicios en la obra aristotélica que

nos pueden guiar en esa dirección:

i) So the incontinent person is like a city that passes all the right decrees

and has good laws, but makes no use of them, as in Anaxandrides’ joke:

‘The city willed it, which cares nothing for laws.’ The wicked person,

however, is like a city that implements its laws, but implements wicked

ones. (EN, 1152a 29-33)

ii) But of all the ways that are mentioned to make a constitution1 last, the

most important one, which everyone now despises, is for citizens to be

1 En este trabajo, el término “constitución” (constitution) hará referencia a la organización que pueden

adoptar las partes de una ciudad, no a su carta magna o similares. Así pues, una ciudad que contenga

parlamentos, senados, jurados, tendrá una cierta constitución; mientras que otra que contenga reyes,

oficiales, asambleas, tendrá otra constitución. Aquí es posible que el nombre de las partes cambie,

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educated in a way that suits their constitutions. For the most beneficial

laws, even when ratified by all who are engaged in politics, are of no use

if people are not habituated and educated in accord with the constitution-

democratically if the laws are democratic and oligarchically if they are

oligarchic. For if weakness of will indeed exists in a single individual, it

also exists in a city-state. (Pol, 1310a 12-19)2

A pesar de estas pistas, Aristóteles no desarrolla, al menos explícitamente, un

concepto de akrasia social ni en la Ética ni en la Política. Por tanto, la intención del

presente trabajo será tratar de dar luz sobre las preguntas antes expuestas, a partir

de las descripciones aristotélicas, lo que conduciría a plantear la existencia de una

akrasia social que complemente la visión del filósofo griego sobre el particular. Para

tal fin, como se verá más adelante, se propondrán analogías en dos frentes: la

composición del alma (descrita en Ética a Nicómaco) como análoga de la composición

de la ciudad (descrita en Política), y los diferentes caracteres humanos (descritos en

Ética a Nicómaco) como análogos a las diferentes constituciones posibles para una

ciudad (descritas en Política). La primera analogía no es extraña al pensamiento

aristotélico: desde el libro I de Política se nos insinúa que, en un hogar, así como en

una ciudad, se pueden encontrar relaciones de gobierno similares a las que se

pueden encontrar entre el alma y el cuerpo (Pol, 1254a 34 ss.). Por otra parte, las

relaciones entre las distintas partes del alma, así como su nivel de desarrollo,

también determinan aspectos políticos, como ser más apto para gobernar o para ser

gobernado (Pol, 1260a 4 ss.). Así pues, trazar una analogía entre partes del alma y

partes de una ciudad, así como entre las interacciones entre estas, no es algo alejado

del pensamiento aristotélico. La segunda analogía, entre caracteres y constituciones,

pero no su función, por lo que dos constituciones pueden ser similares, incluso idénticas, aun cuando

sus partes tengan diferentes nombres, ya que la función que cumplen esas partes es similar en cada

una de las ciudades.

2 Estas dos citas son presentadas por Wiles en su texto, “The Acratic Man and the Acratic State” (1983),

para plantear un análisis similar al realizado en este trabajo, aunque no tan profundo.

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es menos explícita que la anterior, pero no por eso resulta inexistente. Como se verá,

parece haber paralelos claros entre constituciones correctas y desviadas y caracteres

correctos y desviados. El problema que surge aquí, y que se tratará de vislumbrar

en este trabajo, es que no parece haber espacio para la akrasia entre las constituciones.

La presente propuesta consiste en introducir la akrasia y la enkrateia como dos facetas

de algunas constituciones que, en cada caso, están recorriendo un camino distinto:

el primero hacia constituciones desviadas y el segundo hacia constituciones

correctas. Por este motivo no es posible vincularlas directamente con una

constitución específica, por lo que se requiere hacer una descripción de la akrasia

individual para saber en qué consiste, así como de las constituciones y sus

características, para saber cómo surgen y cómo se destruyen, y así poder identificar

cómo pueden surgir estos procesos.

El planteamiento de la akrasia social permite el surgimiento de otra pregunta: si esta

akrasia existe, ¿cómo interactúan la akrasia social y la individual? ¿Son causa la una

de la otra o son independientes? El presente planteamiento nos permitirá ver una

relación estrecha entre individuos acráticos y sociedades acráticas, relación en la cual

estos dos fenómenos se nutren mutuamente, aunque el uno no sea causa única y

directa del otro: la akrasia individual puede facilitar la aparición de la social, así como

una sociedad acrática es más propensa a facilitar la aparición de individuos

acráticos; sin embargo, esta no es una situación irremediable y, como veremos, se

necesita la influencia de más factores para llevar a la akrasia a los individuos y a las

ciudades. Lo más importante de esto último es que, además de necesitar más

elementos para llegar a la akrasia, Aristóteles nos ofrece esperanza para todo tipo de

ciudad: si la akrasia ya está presente, individual o socialmente, todavía hay cosas que

se pueden hacer para salir de esos estados.

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Planteado lo anterior, para poder describir la akrasia social será necesario, en primer

lugar, hacer un breve esbozo del concepto de akrasia individual descrito en el libro

VII de la Ética, con el fin de saber qué elementos deben ser rastreados en la sociedad

para poder hablar de este fenómeno en ella. En segundo lugar, debemos saber qué

significa “sociedad” (ciudad) en la obra aristotélica, cuáles son sus componentes y

cómo puede organizarse; para lograr esto haré uso de los libros I, III, IV y V de la

Política, en los cuales se describen estos conceptos. El alcance pretendido es rastrear

si dicha noción de akrasia social es posible a partir de lo expuesto en la teoría

aristotélica, sin pretender ofrecer una solución a la misma, puesto que dicho objetivo

escapa al alcance del presente trabajo. Asimismo, aunque la literatura sobre la akrasia

es bastante amplia, no pretendo discutir aspectos ni problemas puntuales de la

misma, por lo que la bibliografía consultada al respecto servirá para establecer

nociones comunes y básicas.

Abordar el problema de la akrasia social puede aportar en dos frentes fundamentales:

por el lado de la ética puede nutrir lo ya existente sobre la materia, ampliando lo

expuesto por algunos comentaristas y dando nuevas pistas sobre posibles abordajes

del tema. Si la exposición es fructífera, considero que puede ayudar a estrechar los

vínculos entre el pensamiento político y ético de Aristóteles, así como también puede

ayudar a complementar dichas teorías con información que puede estar implícita, o

que puede ser adecuadamente deducida de lo expuesto por el filósofo griego. Por el

lado de la política, describir un fenómeno como la akrasia social puede ayudar a dar

cuenta de fenómenos que aún hoy en día afectan a las sociedades.

Con respecto al primer punto, si bien algunos autores que aquí se tratarán, como

Buckler, Wiles y Rorty, hacen mención del problema de la akrasia social, ya sea

explícita o tangencialmente, parece que el tema como tal no se ha desarrollado a

profundidad. Esto es importante para el presente trabajo porque, aunque no haya

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mucho sobre el tema, sí hay indicios de su existencia, al menos en estos tres autores,

lo que muestra que no es un tema alejado de la filosofía aristotélica, pero, por alguna

razón que se escapa al alcance de este trabajo, no se ha desarrollado, o su desarrollo

no es muy visible en la literatura disponible. De esta manera, el presente trabajo

busca aportar a esta literatura enfocándose explícitamente en el planteamiento del

concepto de akrasia social, lo que puede conducir a ampliar la discusión en dos

aspectos. Primero, la akrasia social desde Aristóteles constituiría un campo novedoso,

poco desarrollado, dentro del tema general de la akrasia, el cual ya ha sido

ampliamente discutido y trabajado. Esto podría abrir nuevas lecturas tanto de la

Ética a Nicómaco como de la Política, así como podría trasladar discusiones anteriores

a un campo diferente, ampliando sus horizontes. Segundo, el planteamiento de la

akrasia social permite establecer puentes entre el individuo y la sociedad en la que

está inmerso, estrechando vínculos entre ética individual y sociedad. Este vínculo,

el cual en nuestro caso específico de estudio podemos ver trabajado en la Política, no

es ajeno a la filosofía ni a otras ciencias sociales. Pensar en la influencia del individuo

en su sociedad, así como en la influencia de esta última en sus miembros, es un

problema que sigue siendo vigente, y permite ver los intrincados enlaces entre

distintos aspectos de la vida humana, tales como cultura, familia, comunidad, honor

(individual y grupal), fraternidad, etc.

Esto último da paso al segundo punto importante al que puede aportar este trabajo:

la relevancia y aplicación de un concepto como akrasia social en el ámbito

contemporáneo. La inspiración de este trabajo, como se verá en el apéndice, surge

de una preocupación actual: el tema de la cultura ciudadana en Colombia,

específicamente en Bogotá. Este es un asunto que involucra todos los aspectos de la

vida humana mencionados anteriormente, así como muchos otros factores

relevantes. ¿Es posible encontrar respuesta a los problemas sociales actuales en los

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planteamientos surgidos de la antigua Grecia? Rorty (1997), entre muchos otros

autores que abordan temas contemporáneos con planteamientos neo-aristotélicos3,

nos muestran que no solo es posible pensar estos problemas a la luz de la filosofía

griega antigua, sino que también muchas de esas enseñanzas pueden ser aplicadas

hoy en día, con los ajustes pertinentes. Asuntos como la corrupción, la toma de

justicia por mano propia (ya sea por inoperancia del aparato judicial o por la

desconfianza de la sociedad en este último), la elección de “los mismos políticos de

siempre” a pesar del malestar generalizado del pueblo con la clase política, son

fenómenos que pueden tener explicaciones individuales, pero en un sentido general

son fenómenos sociales que pueden responder a un fenómeno como la akrasia social.

¿Qué pasaría si en lugar de pensar en el individuo corrupto que robó un dinero

específico, en el ciudadano individual que golpeó a un presunto ladrón, en el

ciudadano individual que votó de una determinada manera, pensáramos en la

sociedad que rechaza abiertamente la corrupción (tanto cívicamente como con la

creación de leyes) y, sin embargo, cae, como sociedad, en la corrupción; en la

sociedad que rechaza la violencia en todas sus formas y, sin embargo, acude a la

violencia ante la falta de garantías (reales o percibidas) del aparato judicial; en la

sociedad que denuncia enfáticamente las faltas de la clase política y, sin embargo, se

toma las elecciones de manera apática, o peor aún, como un campo de batalla entre

espectros políticos que no confrontan ideas sino que buscan destruir la visión

opuesta? El concepto de la akrasia social podría ayudar a ver estas y otras

problemáticas actuales de una manera diferente, concentrándose en la relación entre

la sociedad y sus individuos, así como en el acto social y no solo en el individual; lo

que, eventualmente, podría ayudar a vislumbrar otras formas de atacar esas

problemáticas al entender el mecanismo de fondo que está funcionando dentro de

3 Dos ejemplos notables de este hecho, entre muchos otros, están representados en Martha Nussbaum

y Philippa Foot.

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la sociedad. Como se verá con el planteamiento aristotélico en Política, no es lo

mismo tratar de intervenir una ciudad organizada deficientemente (como una

tiranía), que intervenir una ciudad poco desviada o en proceso de desviarse. Poder

categorizar e identificar estos tipos de ciudades puede contribuir a llevar a cabo

mejores planes para cada una, dependiendo del estado en que se encuentre, así como

del resultado que se quiere obtener. Este trabajo, así como el planteamiento

aristotélico, no está en capacidad de ofrecer soluciones ni curas para estas

problemáticas, lo que se busca es dar un primer paso: poder hacer un diagnóstico

adecuado para después poder empezar a buscar la solución. Finalmente, y en

adición a lo anterior, el planteamiento de la akrasia social que se hará en este trabajo

puede ayudar a nutrir la interpretación sobre el cambio de constituciones expuesto

en Política. Al situar esta akrasia como un punto intermedio entre constituciones

correctas y desviadas, su introducción en la teoría política aristotélica podría ayudar

a establecer una escala ascendente y descendente más clara para las constituciones,

escala en la cual el tránsito de constituciones correctas a desviadas, y viceversa, no

sería abrupto, sino que sería una transformación paulatina mediada por un estado

intermedio de akrasia o enkrateia.

Estos dos son los aspectos en los que este trabajo puede aportar más

significativamente. Dentro de estos habrá cuestiones menores en las que se podrá

arrojar luz, así como también podrá aportar un campo fructífero para la crítica y la

ampliación o mejoramiento de lo aquí planteado. Así pues, este trabajo se constituye

como un primer paso, tanto para un desarrollo más amplio de la literatura sobre la

akrasia social, como para un posible aprovechamiento del concepto en varios ámbitos,

en especial en lo relacionado con problemáticas sociales actuales.

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Akrasia en Ética a Nicómaco

Descripción general de la akrasia

Lo primero que se necesita para desarrollar la presente investigación es enmarcar el

tema de la akrasia en la filosofía aristotélica. Este tema ocupa el libro VII de la Ética a

Nicómaco, siendo uno de los caracteres que se pueden presentar en los seres humanos

y que debe evitarse junto con el vicio y la brutalidad (EN, 1145a 15). Los contrarios

de los anteriores son, respectivamente, la enkrateia (continencia), la virtud y la virtud

sobrehumana (EN, 1145a 19). Además de estos seis caracteres, también tenemos los

moderados (temperate) y su contrario, los inmoderados (intemperate) (EN, 1145b 18-

22). Estos caracteres se pueden ordenar de mejor a peor así: virtud sobrehumana,

virtud, moderación, enkrateia, akrasia, inmoderación, vicio y brutalidad.

Sin embargo, antes de entrar de lleno en este tema, es importante decir unas cuantas

palabras con respecto a las partes que Aristóteles le asigna al alma, así como a las

maneras en las que el alma puede llegar a la verdad, puesto que nos servirá para

comprender el origen de la akrasia. El alma se divide en dos partes, racional y no

racional, siendo la racional compuesta de dos sub-partes: científica y calculadora

(calculative) (EN, 1139a 5-16). A cada una de estas partes (las dos racionales y la no

racional) compete un elemento que controla la acción humana: intelecto, percepción

y deseo (EN, 1139a 20-22). Para que una acción sea considerada correcta, el deseo y

la razón por la cual se persigue dicho deseo deben ser correctos; si esto es así, el

deseo se debe satisfacer atendiendo a lo que dice la razón (EN, 1139a 23-26)

convirtiéndose así en un deseo deliberado (Garsten, 2013, p.331).

Ahora, para que el alma pueda llegar a alcanzar la verdad (lo correcto en términos

racionales) cuenta con cinco vías: habilidad (skill), conocimiento científico,

racionalidad práctica (practical wisdom), racionalidad (wisdom) e intelecto (EN, 1139b

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18-21). De estas nos interesará la racionalidad práctica, ya que está involucrada en

la explicación de la akrasia:

We may grasp what practical wisdom is by considering the sort of people we

describe as practically wise. It seems to be characteristic of the practically wise

person to be able to deliberate nobly about what is good and beneficial for himself,

not in particular respects, such as what conduces to health or strength, but about

what conduces to living well as a whole. (EN, 1140a 23-28)

Esta definición permite distinguir la racionalidad práctica de una simple habilidad

cualquiera, puesto que está relacionada con el vivir bien como un todo, no como un

aspecto particular en el cual se necesite ser habilidoso (EN, 1140a 29-32), y al no ser

una simple habilidad resulta ser una virtud:

Clearly, then, practical wisdom is a virtue and not a skill. And since there are two

parts of the soul that possess reason, it will be the virtue of one of them, namely,

that which forms beliefs, both belief and practical wisdom being concerned with

what can be otherwise. Moreover it is not merely a state involving reason; an

indication of this is the fact that such a state can be forgotten, but practical

wisdom cannot. (EN, 1140b 27-33).

La racionalidad práctica es central para el tema de la akrasia. Aristóteles primero

señala que: “The incontinent person knows what he does is bad, but does it because

of what affects him, while the self-controlled person, knowing that his appetites are

bad, because of reason does not follow them.” (EN, 1145b 15-17). A continuación,

nos muestra que la akrasia es descrita por algunos como algo que no puede afectar a

las personas con racionalidad práctica, mientras que otros opinan que incluso estas

personas son afectadas por este fenómeno. Aristóteles plantea esta dificultad en

relación con la opinión socrática, que afirmaba que la akrasia no era un fenómeno

existente:

Some people deny that he [the incontinent] can have knowledge, because it

would be strange, as Socrates thought, for knowledge to be in a person, but

mastered by something else and dragged around like a slave. Socrates was

wholeheartedly opposed to this view, since he thought there was no such thing

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as incontinence: no one who acts against what is best does so on the supposition

that he is doing so; rather it occurs through ignorance. (EN, 1145b 31-37)

La disputa está planteada en términos de la ignorancia4. Por un lado, la posición

socrática sostiene que no puede haber nada por encima del conocimiento en lo que

respecta a la guía de la acción, por lo que aquel que posea el conocimiento necesario

deberá actuar en consecuencia. En otras palabras, si una acción es razonada, como

es el caso de aquel que posee racionalidad práctica, no hay posibilidad de que actúe

en contra de dicho razonamiento, por lo que sus acciones incorrectas deben ser

producto de su ignorancia. Por otro lado, Aristóteles se pregunta qué significa actuar

en ignorancia, “for it is obvious that before he is affected, at any rate, the person who

acts incontinently does not think he should” (EN, 1145b 41).

La primera opinión recogida por Aristóteles al respecto es que, dado que el

conocimiento no puede ser superado, la persona acrática debe estar actuando

usando una creencia y no un conocimiento, solucionando así la disputa (EN, 1145b

44-47). Sin embargo, señala Aristóteles, esto no responde a por qué la persona

acrática es juzgada al cometer un acto incorrecto, puesto que estamos más

dispuestos a perdonar a alguien que actúa en contra de una simple creencia, que es

más débil que el conocimiento, al ser arrastrado por el deseo, pero el caso del acrático

es duramente cuestionado (EN, 1146a 1-5). Por lo tanto, parece que sí consideramos

el actuar acrático como contrario a un conocimiento, lo que hace que esta solución

no sea satisfactoria. Además de lo anterior, si la akrasia involucra creencias y no

conocimientos, una mezcla de ignorancia y akrasia podría llegar a ser una virtud

4 Varios comentaristas han tratado esta disputa de la filosofía antigua. Se puede ver, por mencionar

algunos, Akrasia in Greek Philosophy (Bobonich & Destrée, 2007), Socrates on Akrasia (Vlastos, 1969),

Ancient Ethics: A Critical Introduction (Meyer, 2008). Dado que adentrarse en dicha discusión excede

los límites del presente trabajo, solo se sugieren algunas lecturas complementarias que den cuenta de

la existencia de una problemática en torno al tema. Para la presente discusión será relevante la

posición adoptada por Aristóteles y las consecuencias que de ella se derivan.

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(1146a 13-42), pues si la creencia es errónea (se cree que algo bueno en realidad es

malo) y por akrasia se termina actuando bajo dicha creencia, en realidad se estaría

haciendo algo bueno, aunque se crea que es malo, en cuyo caso la akrasia de dicha

persona sería algo deseable.

Finalmente, Aristóteles brinda un último argumento para mostrar que el hecho de

que ciertas personas actúen usando creencias y no conocimientos no es suficiente

para desestimar la akrasia al atribuirla a la ignorancia: (1) algunas personas sostienen

creencias asumiendo que estas son conocimiento; (2) a la hora de actuar, estas

creencias no son más débiles que un conocimiento para estas personas y, por lo tanto,

(3) no hay diferencia significativa entre creencias y conocimiento a la hora de actuar

acráticamente (EN, 1146b 31-36). La opinión común sostiene que dichas personas

serían acráticas al poseer creencias, pero si poseyeran conocimiento dejarían de ser

acráticas; sin embargo, si son incapaces de diferenciar una creencia de un

conocimiento, puesto que pueden sostener las primeras como si se trataran de

conocimiento certero, el contenido (creencias o conocimiento) es irrelevante para su

actuar acrático.

Luego de refutar esas opiniones comunes, Aristóteles pasa directamente a responder

a la posición socrática para demostrar que el problema radica en una definición

doble de conocimiento:

But since we speak of knowing in two senses (the person who has knowledge but

is not using it, and the person who is using it, are both said to know), it will make

a difference whether someone doing what he should not has knowledge but is

not attending to it, or is attending to it. The latter seems extraordinary, but not if

he is not attending to it. (EN, 1145b 39-43)

La posición socrática parece asumir que poseer un conocimiento y usarlo son

acciones indistintas: poseer es usar cada vez que sea necesario, no usarlo implica que

no se posee. Aristóteles separa estas dos acciones haciendo notar que se puede

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poseer cierto conocimiento y no usarlo. En este caso la persona no carece de dicho

conocimiento, como afirma Sócrates, pero tampoco lo usa en su actuar, de tal manera

que no resulta sorprendente que una persona en este estado pueda actuar en contra

de sus conocimientos.

Algunos de los estados paradigmáticos que emplea Aristóteles para demostrar cómo

se comporta una persona en este estado son los ejemplos de los ebrios, los locos y

los dormidos (EN, 1147a 13-17), estados de los cuales señala:

It is obvious, then, that we should say that incontinent people have knowledge in

a similar way to these people [drunk, mad and sleep]. The fact that they use

words that have their origin in knowledge proves nothing. For people under the

influence of these feelings even recite proofs and verses of Empedocles, and those

who have just begun to learn can string words together, but do not yet know; it

must grow into them, and this takes time. So we must suppose that incontinent

people speak just like actors. (EN, 1147a 21-26)

Esta analogía posee varios elementos dignos de ser discutidos brevemente. Para

empezar, se nos reitera que el sentido en el que estas personas poseen un

conocimiento es similar al sentido en el que un acrático lo posee: lo tiene, pero no lo

usa. Luego se nos presentan dos analogías similares: la recitación de versos y la

actuación. El acrático, así como el borracho, el enfadado y el dormido, parecen imitar

a aquellos que tienen y usan un conocimiento, tal como los actores imitan al

personaje que interpretan, o el que recita un verso imita al poeta que lo compuso,

pero en realidad no son ni el personaje ni el poeta. La analogía enfatiza el rechazo a

las opiniones que se refutaron anteriormente y a la vez refuerza la idea de separar

la tenencia y el uso del conocimiento, recalcando que aquellos de los que decimos

comúnmente que poseen conocimiento son aquellos que lo tienen y lo usan,

mientras que el acrático es como un actor que repite sus líneas sin querer decir lo

que estas dicen; es decir, carece de algo: el uso del conocimiento. Finalmente,

tenemos otra analogía que pretende mostrar más claramente la distinción tener/usar:

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los personajes aquí mencionados son como aquel que está aprendiendo algo, pero

aún no lo domina completamente. En esta analogía, además, se nos señala que el

aprendizaje completo toma tiempo y debe cultivarse. Esto puede significar que, si

bien la teoría es importante para saber qué es lo que debo conocer, ponerlo en

práctica es tanto (o más) importante para poder conocer completamente; adquirir

un conocimiento teórico (v.gr. aprenderse de memoria un tratado de ética) no

garantiza que este se vaya a usar al momento de actuar.

Luego de introducir esta distinción, Aristóteles nos plantea uno de los elementos

más discutidos de su teoría ética: el silogismo práctico. Dicho silogismo está

compuesto por una premisa universal, una particular y una conclusión5. El hecho de

que existan estas dos premisas, unido con lo mencionado anteriormente sobre los

dos sentidos de conocer, permite una explicación del actuar acrático:

[S]ince there are two kinds of premise, it is quite possible for someone to have

both of them and to act contrary to what he knows, by using his knowledge of

the universal but not that of the particular - because things to be done are

particulars. (EN, 1147a 1-4)

Podemos ver que, además de tener dos sentidos de conocer, estos se pueden aplicar

a dos tipos de premisas distintas, de manera que tener y no usar el conocimiento en

uno de los casos conduce a que sea posible actuar en contra de un conocimiento,

refutando así la opinión socrática y validando la existencia de la akrasia:

One belief is universal, while the other is concerned with particulars, a sphere

controlled by perception. (…) If, for example, everything sweet must be tasted,

5 El planteamiento del silogismo práctico, su composición y su papel en la akrasia es uno de los temas

más discutidos entre comentaristas de la ética aristotélica. Por ejemplo, hay discusiones sobre si la

conclusión de dichos silogismos es algo teórico o es una acción (Price, 2006), sobre cómo entender el

esquema de dichos silogismos (Santas, 1969) o sobre qué significa actuar acráticamente a la luz del

silogismo y de la consecución de un bien (Broadie, 1991). De nuevo, adentrarse en estas discusiones

excede los límites del presente trabajo, por lo que el asunto relevante para el presente trabajo será la

estructura en premisas universal-particular y la culminación en una acción a partir de dicho silogismo,

ya sea directamente o mediado por una conclusión teórica que finalmente derive en una acción.

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and this is sweet, in that it is one example of particular sweet things, a person

who is capable and not prevented must act on this immediately. (EN, 1147a 28-

34)

En el anterior ejemplo podemos ver claramente las premisas y los conocimientos

asociados a las mismas. Por un lado, tenemos el universal “todo lo dulce debe ser

degustado”; por otro lado, tenemos el particular “esto es dulce”. El universal

concierne a un tipo de conocimiento abstracto, en el sentido de ser algo aplicable a

cualquier cosa dulce que podamos concebir. En el caso del particular, por el

contrario, tenemos un conocimiento con respecto a algo que estamos percibiendo en

ese momento; es decir, viene mediado por una circunstancia específica, por ejemplo,

estar frente a una mesa de postres y saber (o creer) que los alimentos allí dispuestos

son dulces. La unión de ambas premisas en un silogismo conduce a una acción: si

no hay nada que nos lo impida, degustaremos aquello que percibimos como dulce.

¿Qué sucede si, además de estos dos conocimientos particulares, tenemos otros que

se les oponen? Aristóteles lo ejemplifica para mostrar el papel de otro actor en el

desarrollo de la acción, los apetitos:

But when the one universal belief is present in the person deterring him from

tasting, along with the other that everything sweet is pleasant, as well as the belief

that this is sweet - and it is the latter that is activated - and when appetite happens

to be present within him, one belief bids him avoid this, but appetite leads him

on, since it can move each of our bodily parts. (EN, 1147a 35-40)

El razonamiento por sí solo no determina el curso de acción de una persona, dado

que puede haber razonamientos contrarios que, en cierto sentido, se anulen entre sí.

En el ejemplo anterior tenemos dos universales opuestos, aunque con una ligera

variación con respecto al ejemplo en el que veíamos el silogismo en acción. En el

primer ejemplo el universal es “todo lo dulce debe ser degustado”, mientras que en

este caso es “todo lo dulce es placentero”. La segunda enunciación introduce el

apetito (placer), elemento que puede determinar la acción a tomar. Nótese que esto

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no implica que la razón se vea subyugada por el apetito, ya que la acción se toma

usando el silogismo práctico del primer ejemplo: si sé (o creo) que todo lo dulce se

debe degustar, que esto que tengo ante mí es dulce, y además tengo el deseo (apetito)

de comer algo dulce, mi razonamiento y mi apetito apuntan hacia un mismo objetivo

y finalmente degusto ese dulce. En el caso del acrático no habría una subyugación

de la razón al placer sino una desactivación de un conocimiento (o creencia) y una

activación de otro que sea acorde al apetito presente. El acrático sigue teniendo las

herramientas para construir un silogismo con el universal “todo lo dulce se debe

evitar”, que es lo que Aristóteles querría decir con “the one universal belief is present

in the person deterring him from tasting”; el particular “esto es dulce” sigue siendo

el mismo, puesto que el estímulo sigue siendo el mismo: estoy ante la misma mesa

de postres; por tanto, si tengo un deseo que concuerde con este silogismo (por

ejemplo, deseo algo bajo en azúcar, o no deseo algo dulce), la conclusión del

silogismo será buscar algo más que comer que concuerde con el razonamiento y el

apetito. Que el acto acrático no es contrario a la razón queda explícitamente

presentado por Aristóteles:

So it happens that reason and belief in a way make him act incontinently; and the

belief is not in itself contrary to correct reason, but only incidentally so, since it is

appetite, not belief, that is contrary. (EN, 1147b 1-3)

Finalmente, con esta explicación se mantiene parte de la posición socrática al señalar

que la razón sigue estando por encima de todo, pero se desestima el hecho de que la

akrasia sea inexistente y que dichos actos sean producto de la ignorancia:

And because the last term does not seem to be universal, or related to knowledge

in the same way as the universal term, the result Socrates was seeking seems to

follow. The knowledge present when someone comes to be affected by

incontinence, and that is ‘dragged about’ because he is affected, is not what is

thought to be real knowledge, but only perceptual knowledge. (EN, 1147b 15-20)

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El hecho de que sean tres los actores involucrados en la acción humana es relevante

de cara a la composición del alma, mencionada anteriormente, así como a la

distinción entre akrasia e inmoderación. Habíamos visto que Aristóteles divide el

alma en racional y no racional, y dentro de la racional subdivide en científica y

calculadora. También habíamos visto que estas tres partes están relacionadas con

tres elementos que controlan la acción: intelecto, percepción y deseo. Con la anterior

descripción tenemos un “conocimiento real”, universal, intelectual; un conocimiento

perceptual, particular; y finalmente un apetito, deseo, que no forma parte del

razonamiento pero que puede interceder para guiar la acción, aunque siempre

sometido a un razonamiento que coincida con él. Así pues, el alma científica estaría

relacionada con el conocimiento de universales, el alma calculadora con el

conocimiento de particulares y el alma no racional con el deseo. Las tres son

necesarias para la acción y las tres tienen que estar alineadas para poder llevar a

cabo un acto. Ahora, si el acrático simplemente posee los conocimientos necesarios

para formar silogismos que se adecúen a placeres incorrectos y actúa de

conformidad con estos, ¿qué lo distingue de un inmoderado y un vicioso?

Aristóteles señala:

Clearly, then, incontinence is not a vice (other than in a qualified sense,

presumably), because incontinence is contrary to rational choice, while vice is in

accordance with it. (EN, 1151a 7-9)

The incontinent person is the sort to pursue bodily pleasures that are excessive

and contrary to correct reason, but not out of conviction; the intemperate person,

however, does pursue them out of conviction, because he is just the sort to pursue

them. So the incontinent can easily be persuaded to change his ways, while the

intemperate cannot. (EN, 1151a 14-19)

El acrático, al igual que el vicioso o el inmoderado, tiene y persigue deseos erróneos.

Sin embargo, el acrático se diferencia de estos en que también posee lo necesario

para construir un razonamiento correcto, en contra del cual discurren sus actos

acráticos. Esto hace que, por un lado, el acrático pueda superar su estado atendiendo

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a esos razonamientos correctos y, por otro lado, que el acrático sea capaz de

arrepentirse de sus actos, puesto que no los lleva a cabo con convicción:

The intemperate person, as we said, is not the sort to have regrets, since he stands

by his rational choice. But every incontinent person is the sort to have regrets.

This is why things are not as we suggested in going through the puzzles, but the

intemperate person is incurable, while the incontinent is curable. (EN, 1150b 34-

38)

Anteriormente mencionábamos que la akrasia tenía relación con otro concepto clave,

la racionalidad práctica (practical wisdom); de hecho, algunas de las opiniones

comunes que Aristóteles plantea al inicio de la investigación sobre la akrasia

relacionan los dos conceptos. Ahora, luego de haber explicado en qué consiste la

akrasia en su sistema ético, Aristóteles puede responder a la relación existente entre

estos dos conceptos:

The same person cannot be practically wise and incontinent at the same time. We

have shown that a practically wise person is at the same time good in character.

Again, a person is practically wise not only by knowing, but also by being

disposed to act; and the incontinent person is not disposed to act. (Nothing

prevents a clever person being incontinent. This is why certain people sometimes

seem to be practically wise but incontinent, because cleverness and practical

wisdom differ in the way we suggested at the beginning; they are close in respect

of reason, but differ in respect of rational choice.) (EN, 1152a 11-20)

Así pues, la akrasia difiere de los caracteres menos deseables porque puede ser

curada, dado que el acrático posee lo necesario para hacer razonamientos con

conocimientos que apunten a lo correcto; también difiere de los caracteres más

deseables porque le falta la disposición adecuada para actuar como estos caracteres

actúan, aun cuando pueda poseer las mismas herramientas que aquellos, puesto que

poseer y usar no son lo mismo.

Aristóteles cierra su análisis sobre la akrasia resaltando un asunto importante:

“Incontinence and self-control are concerned with what exceeds the state of most

people; the self-controlled person stands firm more than most people can, the

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incontinent less” (EN, 1152a 24-26). Esto parece indicar que akrasia y enkrateia son el

espectro en el cual se mueven la mayoría de las personas, sin ser akrates ni enkrates

puros, mientras que los más cercanos a los extremos, tanto deseables como no

deseables, son más difíciles de encontrar. Esto explicaría por qué Aristóteles es tan

meticuloso en la descripción de este fenómeno y le dedica todo un libro de la Ética a

Nicómaco: si este es el espectro en el que se mueve la mayoría, el más fácil de

encontrar, resulta relevante analizarlo a fondo.

Breve acotación sobre el deseo

A partir de la descripción de la akrasia ofrecida anteriormente, resulta importante

notar y aclarar algunas implicaciones relacionadas con el deseo y su papel en la

acción. Es claro que, para Aristóteles, tanto el componente racional como el no

racional son fundamentales para poder actuar, ambos deben estar presentes, no

actuamos solo por razón ni solo por deseo. Para Santas (1969, pp. 169-170),

Aristóteles llega a esta conclusión por un proceso de eliminación, en el cual refuta el

hecho de que los seres humanos se muevan solo por la razón (pues entonces no

existiría akrasia), así como que se muevan solo por deseo (pues no existiría enkrateia).

El problema del acrático no consiste en que el deseo esté involucrado en sus acciones,

puesto que sin deseo no habría acción, por lo que incluso los caracteres deseables

(enkrateia, moderación y virtud) también involucran deseo. El problema del acrático

parece ser el tipo de deseos que involucra en su actuar y la manera en que los

persigue. Si repasamos lo que enuncia Aristóteles en EN, 1151a 14-19, vemos que el

acrático persigue placeres corporales que son excesivos y contrarios a la recta razón.

Por esta razón resulta importante reseñar la opinión aristotélica con respecto al

placer.

Para empezar, el tema del placer resulta de particular relevancia para la presente

investigación, si tomamos en cuenta la manera en la que se introduce el tema luego

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de haber discutido la akrasia: “It is part of the job of the political philosopher to study

pleasure and pain, since he is the architect of the end, with an eye on which we call

one thing unqualifiedly bad, another good.” (EN, 1152b 1-3). A continuación, como

es costumbre, Aristóteles nos presenta las opiniones comunes que se tienen con

respecto al placer y al dolor:

Some people think that no pleasure is a good, either in itself or incidentally, on

the ground that the good and pleasure are not the same. Others think that some

pleasures are good, but that most are bad. Again, there is a third point of view,

that even if all pleasures are good, nevertheless the chief good cannot be pleasure.

(EN, 1152b 9-29)

Luego de presentar estas opiniones, Aristóteles empieza a refutarlas para tratar de

aclarar el asunto de los placeres. En primer lugar, menciona que existe un doble uso

del término “bueno”: las cosas pueden ser buenas sin calificación o buenas para

alguien en particular (EN, 1152b 34). De esto se sigue que los estados, por un lado, y

los procesos, por otro, sean llamados “buenos” sin atender a esta distinción, lo que

hace que algunas personas confundan el placer con un proceso que se lleva a cabo6,

en lugar de verlo como un estado natural, siendo este último un bien sin calificación

(EN, 1153a 19-24). Luego pasa a refutar la opinión de que el placer es malo porque

algunas cosas placenteras son perjudiciales para la salud; para esto propone una

analogía para mostrar que es una deducción errónea:

Saying that pleasures are bad because some pleasant things are unhealthy is like

saying that healthy things are bad because some are bad for business. Both are

bad in the sense mentioned, but that is not to say that they are bad, since even

contemplation is sometimes damaging to one’s health. (EN, 1153a 25-29)

A continuación, pasa a mostrar cómo algunos placeres pueden ser beneficiosos y

están relacionados con virtudes como la racionalidad práctica, dejando en claro que

hablar del placer sin más es erróneo, ya que pueden existir placeres relacionados con

6 “Coming-to-be” en la traducción de Crisp.

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la virtud y que son beneficiosos, así como puede haber placeres ajenos a la virtud

que pueden dañarnos: “Neither practical wisdom nor any other state is impeded by

the pleasure arising from itself, but only by extraneous pleasures. For the pleasures

arising from contemplation and learning will make us contemplate and learn all the

more.” (EN, 1153a 30-33). Aquellos placeres que nos pueden resultar perjudiciales,

y que son ajenos a la virtud, son precisamente los placeres corporales:

The arguments that the temperate person avoids pleasure, that the practically

wise person seeks a life free from pain, and that children and brutes pursue

pleasure, are all dealt with in the same way. We have said in what ways pleasures

are good without qualification, as well as how not all pleasures are good - and it

is these that brutes and children pursue, and it is freedom from the pain related

to these that the practically wise person pursues. They are the pleasures involving

appetite and pain, namely, the bodily pleasures (since they are like this) and their

excesses, in respect of which the intemperate person is intemperate. This is why

the temperate person avoids them, since the temperate person has his own

pleasures as well. (EN, 1153a 38-48)

No obstante, los placeres corporales, por sí solos, no nos resultan perjudiciales. Ya

habíamos mencionado que no solo es el tipo de placeres que persigue el acrático lo

que hace que actúe erróneamente, también es la forma en la que los persigue: en

exceso. Los placeres corporales, por sí solos, resultan beneficiosos si se los persigue

en su justa medida (EN, 1154a 18-22)7.

Finalmente, a partir de la refutación de estas opiniones comunes, Aristóteles

concluye diciendo que el placer puede ser un bien, algo beneficioso, y aún más

importante, que el bien último del hombre debe ser algún tipo de placer, dando la

razón a aquellos que piensan que la vida feliz es placentera (EN, 1153b 14-19). Esto

es de vital importancia teniendo en cuenta lo anteriormente dicho, puesto que, por

7 Aristóteles no es específico en cuanto a los placeres puntuales que se pueden considerar virtuosos,

necesarios o corporales. Sin embargo, según lo dicho en esta cita, podemos interpretar los placeres

corporales como aquellos relacionados con la comida, la bebida o el sexo, de maneras que no solo

suplen la necesidad fisiológica, sino que la suplen de una manera determinada; por ejemplo, un buen

vino o una comida sazonada o preparada de una cierta manera.

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un lado, ratifica el hecho de que la acción virtuosa también involucra algún tipo de

placer, solo que uno que está directamente relacionado con ella y que probablemente

no se persigue en exceso; por otro lado, el hecho de que la vida feliz involucre placer

hace que la vida en sociedad involucre placer, puesto que el ser humano tiene un

deseo de vivir en comunidad y dicho deseo obedece a la búsqueda del bienestar

común (Política, 1278b 19-28).

La descripción de la akrasia como un fenómeno individual

En la introducción adelantábamos que la descripción de la akrasia hecha en el libro

VII de la Ética a Nicómaco era de carácter individual, así que vale la pena profundizar

un poco en este aspecto antes de continuar con la investigación. Como podemos ver

en las citas ya mencionadas en la introducción y en la descripción general esbozada,

parece que Aristóteles tenía en mente la descripción de un fenómeno personal: la

akrasia es un carácter que puede presentar una persona. Los ejemplos, si bien lo

suficientemente generales como para ser aplicados a casi cualquier individuo, son

de corte personal: alguien que se enfrenta a la decisión de comer algo dulce, algo

saludable; se compara al acrático con un ebrio, alguien dormido, alguien enfadado;

se lo caracteriza como un actor, etc.

Esta faceta individual que le asignamos a la akrasia en esta lectura corresponde

únicamente a la descripción de quién es susceptible de ser acrático, así que no

significa que los actos acráticos solo tengan repercusiones individuales. En otras

palabras, la descripción aristotélica, al menos en el libro VII, solo da cuenta de la

acción individual, aunque estas acciones individuales puedan afectar a un grupo o

una sociedad. En ese sentido, si bien los ejemplos usados parecen tener únicamente

repercusiones individuales (por ejemplo, comer algo que es malo para mi salud),

esto no excluye de los actos acráticos individuales aquellos que puedan causar males

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a mayor escala (por ejemplo, conducir un auto en estado de embriaguez y lastimar

a otros).

Esta aclaración tiene que ver con el sentido de akrasia social que se busca plantear en

la presente investigación. Si somos seres que desean vivir en sociedad y buscar un

bienestar común, una buena vida, resulta evidente que muchos de nuestros actos

tendrán repercusiones en esa vida en sociedad. Ser acrático, a la manera descrita por

Aristóteles en el libro VII, implica actuar en contra de la recta razón

independientemente de si las consecuencias de esos actos son malas únicamente

para el individuo que actuó o son malas para alguien más. Esta es una akrasia que

puede afectar a la sociedad, pero no es una akrasia social en tanto los agentes somos

las personas tomadas por separado8.

La Akrasia social que se investigará aquí apunta a aplicar esta descripción a la

sociedad como conjunto. No se tomarán en cuenta los actos de cada uno de los

miembros de dicha sociedad, sino los actos de la sociedad. Esto implica que, en este

caso, el agente es un individuo (la sociedad) compuesto por partes (los miembros de

dicha sociedad). También implica que la sociedad es capaz de agencia,

independientemente de si dicha agencia se ve influenciada por la agencia de sus

partes o es una agencia independiente de la de sus miembros tomados

individualmente.

8 Frede (2013) señala que ese aspecto social, efectivamente, aparece en la obra aristotélica, dada la

estrecha relación entre ética y política: “while the recognition of the right aim or telos of life is of the

greatest importance for the individual, the order of the community represents a higher aim, because

it concerns not just the good of the individual but that of the entire polis (NE I 2). That this justification

is not just a rhetorical device to emphasize the importance of ethics is confirmed by the fact that the

political dimension of the investigation is never left entirely out of sight throughout the Nicomachean

Ethics, even if its focus is largely on the conditions of the individual life and not on that of the

community. (p. 14)

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¿Son las sociedades capaces de agencia o solo sus miembros son los que actúan? ¿Es

posible atribuir responsabilidad a una sociedad por un acto? Estas son preguntas

que deben ser respondidas con el fin de poder avanzar la investigación; en la

próxima sección trataré de arrojar luz sobre las mismas al analizar lo dicho por

Aristóteles en la Política con respecto a los ciudadanos, las ciudades y sus diferentes

constituciones.

Ciudadanos, ciudades y constituciones: los planteamientos

aristotélicos en Política9

Ciudadano y ciudad

Para poder responder a las preguntas planteadas en el final de la sección anterior es

necesario saber qué entiende Aristóteles por sociedad, en el sentido de una

agrupación de personas. Esto implica que revisemos los conceptos de ciudad,

ciudadano y la constitución de dichas ciudades. Para lograr este propósito reseñaré

brevemente algunos de los planteamientos de los libros III, IV y V de Política, con el

fin de definir estos conceptos y poder dar respuesta a las preguntas planteadas.

Aristóteles inicia señalando que una ciudad es un todo compuesto de muchas partes,

los ciudadanos, por lo que la indagación debe empezar por responder qué es un

ciudadano (Política, 1274b 38-40). Esta primera definición pasa por dos etapas que

nos permiten entender la estrecha relación que hay entre ciudadano, ciudad y

constitución. En la primera etapa, Aristóteles define al ciudadano de la siguiente

manera: “The unqualified citizen is defined by nothing else so much as by his

participation in judgment and office.” (Política, 1275a 22). Sin embargo, dado que las

9 La traducción de Reeve usa “citizen” y “city-state”. Para evitar contaminaciones derivadas de las

definiciones modernas de ciertos términos traduciré como “ciudadano” y “ciudad” simplemente.

Considero que el hecho de que ambas palabras compartan raíz permite estrechar el vínculo entre

ambos conceptos, vínculo que Aristóteles maneja a lo largo de sus definiciones en el sentido del todo

(ciudad) y las partes que lo componen (ciudadanos).

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ciudades pueden estar constituidas de distintas maneras y los oficios en los que

pueden participar los ciudadanos, y las maneras en las que participan de los mismos,

pueden ser diferentes, la definición cambia a “someone who is eligible to participate

in deliberative and judicial office is a citizen in this city-state, and that a city-state,

simply speaking, is a multitude of such people, adequate for life’s self-sufficiency.”

(Política, 1275b 17-20). El cambio es sutil, aunque importante, pues le da al ciudadano,

independientemente de la constitución bajo la que esté, una dimensión democrática

en tanto tiene la capacidad de participar de los oficios, además de definir la

ciudadanía más como una actividad en lugar de como un estatus (Garsten, 2013, pp.

331-332)10. Esta segunda definición, por tanto, tiene la cualidad de poder adaptarse

a cualquier constitución, siendo una definición lo suficientemente amplia de

ciudadano, mucho más útil que múltiples definiciones producto de cada una de las

constituciones posibles. Por último, esta definición no solo responde a la pregunta

sobre qué es ser ciudadano, también permite resolver otra pregunta tocada por

Aristóteles: quién puede ser llamado ciudadano, dado que una opinión común

consiste en asignar ciudadanía por herencia: si los antepasados de una persona

fueron ciudadanos, la persona será ciudadano (Política, 1275b 21 ss.). Esta noción

10 Otro comentarista que coincide con que la definición aristotélica de ciudadano busca darle una

dimensión democrática es Pangle (2013): “Instead, despite all that he has just said, he sticks with the

democratic notion [of citizen], stretching it to make it fit also the nondemocratic regimes (1275b18–

19): a citizen is to be defined as one who has a right, and hence a potential—not necessarily ever

realized (but contrast 1276a4–5)— to become, at one time or another, a sharer in deliberative or

judging office (which may be, but is not necessarily, an assembly or a jury).” (p. 104).

Corbin y Swanson (2009) también hacen un análisis de este cambio en la definición, señalando que la

primera definición es demasiado democrática y no podría adecuarse a otro tipo de constituciones (p.

48), por lo que requiere enmendarla y proporcionar la segunda definición: “It would appear then that

if (1) citizenship is chiefly characterized by political decision-making; (2) the qualifications for

citizenship vary according to regime type; and (3) regimes allocate political decision-making to

certain offices – whether of definite or indefinite duration, then the definition of citizen must be

revised from ‘one who holds indefinite office’ to ‘whoever is entitled to hold a decision-making office’.

(The amended definition, unlike the original one, prepares the distinction – forthcoming in particular

in chapter 4 – between ruler and citizen, or ruled; only in a democracy, Aristotle has implied, are

citizens simultaneously rulers throughout their adult lives.)” (p. 49).

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común conduce a una paradoja enunciada por Gorgias: cómo establecer la

ciudadanía de los primeros habitantes (Política, 1275b 25-35). La definición

aristotélica salva este obstáculo asignando ciudadanía independientemente del

origen o el linaje de la persona en cuestión: solo con tener el potencial de desempeñar

un oficio, por pequeño o limitado que sea, se es ciudadano.

Si bien Aristóteles ofrece una definición amplia de ciudadano para adecuarla a

cualquier constitución, esto no soluciona el problema que aborda a continuación: ¿la

virtud del hombre es la misma virtud del ciudadano? Por un lado, los ciudadanos,

aunque compartan la definición de ser ciudadanos, pueden ser muy diferentes y

cumplir funciones distintas, haciendo que la virtud de cada uno pueda variar. Por

otro lado, si las ciudades y las constituciones pueden cambiar, y si la vida en

comunidad debe ser preservada como un bien, un cambio en la constitución puede

implicar un cambio en la forma de preservar dicha comunidad:

Just as a sailor is one of a number of members of a community, so, we say, is a

citizen. And though sailors differ in their capacities (for one is an oarsman,

another a captain, another a lookout, and others have other sorts of titles), it is

clear both that the most exact account of the virtue of each sort of sailor will be

peculiar to him, and similarly that there will also be some common account that

fits them all. For the safety of the voyage is a task of all of them, since this is what

each of the sailors strives for. In the same way, then, the citizens too, even though

they are dissimilar, have the safety of the community as their task. But the

community is the constitution. Hence the virtue of a citizen must be suited to his

constitution. Consequently, if indeed there are several kinds of constitution, it is

clear that there cannot be a single virtue that is the virtue - the complete virtue -

of a good citizen. But the good man, we say, does express a single virtue: the

complete one. Evidently, then, it is possible for someone to be a good citizen

without having acquired the virtue expressed by a good man. (Política, 1276b 20-

35)11.

11 Simpson (1998) comenta con respecto a esta analogía que: “The virtue being talked of here in both

cases must, as Aristotle indicates, be virtue understood in its complete sense. For the virtue of the

citizen and of the man are going to be made up of several particular virtues (courage, self-control,

justice), so there is a sense in wich neither is a single virtue. But both are nevertheless single taken as

a whole, that is, in their completion, and in this sense there are as many completions of citizen virtue

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Aunque cada ciudadano cumpla una función diferente, la meta de todos debe ser la

misma: una buena vida en comunidad. Cada uno tendrá unas virtudes específicas

que lo ayuden a cumplir con su respectivo oficio, pero la virtud ciudadana, tomada

como un todo, debe apuntar a la preservación de la comunidad. Pero, dado que la

comunidad es la constitución, si la constitución es diferente, la virtud puede ser

diferente. En ese sentido, es posible que la virtud del ciudadano no encaje con la

virtud humana, lo que no significa que no puedan llegar a ser la misma. Aquí

simplemente se nos está señalando una diferencia fundamental entre la virtud

humana y la ciudadana, generada por la diversidad de constituciones posibles.

La diferencia entre virtudes da pie para retomar un tema tratado hacia el final de la

sección anterior. Aristóteles mencionaba, al finalizar su discusión sobre la akrasia,

que la mayoría de personas estamos entre la akrasia y la enkrateia, y que los demás

caracteres, tanto deseables como no deseables, son excepción en lugar de regla. Esto,

junto con la mera existencia de caracteres no deseables, provoca una conclusión

ineludible: si una ciudad está conformada por personas y dichas personas, en su

mayoría, no logran ser virtuosas, sino que se mueven entre la akrasia y la enkrateia,

lo más normal, y lo que nos podemos encontrar en la realidad, es que las ciudades

estén conformadas, en su mayoría, por personas no virtuosas, y que la virtud del

ciudadano sea distinta de la virtud humana (Política, 1276b 37 – 1277a 13). Esto, sin

embargo, no excluye la posibilidad de que ambas virtudes puedan encontrarse en

una misma persona:

But will there, then, be anyone whose virtue is the same both as a good citizen

and as a good man? We say, indeed, that an excellent ruler is good and possesses

practical wisdom, but that a citizen need not possess practical wisdom.

(…)

as there are regimes, whereas there is only one completion of the virtue of a man (the completion

dealt with in the Ethics.” (p. 141)

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But if the virtue of a good ruler is the same as that of a good man, and if the man

who is ruled is also a citizen, then the virtue of a citizen would not be

unqualifiedly the same as the virtue of a man (though that of a certain sort of

citizen would be), since the virtue of a ruler and that of a citizen would not be the

same.

Yet the capacity to rule and be ruled is at any rate praised, and being able to do

both well is held to be the virtue of a citizen. So if we take a good man’s virtue to

be that of a ruler, but a citizen’s to consist in both, then the two virtues would not

be equally praiseworthy. (Política, 1277a 13-28)

Estos apartes nos presentan varios puntos importantes que vale la pena desglosar y

profundizar. Para empezar, Aristóteles introduce una distinción dentro de los

miembros de una ciudad, los que gobiernan y los gobernados, para señalar una

distinción en sus capacidades: un buen gobernante es virtuoso 12 y posee

racionalidad práctica, mientras que el ciudadano (presumiblemente el buen

ciudadano) no necesita racionalidad práctica; lo que necesita el ciudadano es

opinión verdadera:

Practical wisdom is the only virtue peculiar to a ruler; for the others, it would

seem, must be common to both rulers and ruled. At any rate, practical wisdom is

not the virtue of one who is ruled, but true opinion is. For those ruled are like

makers of flutes, whereas rulers are like the flute players who use them. (Política,

1277b 25-29)

Nichols (1992) dice al respecto del anterior pasaje que:

The one who is ruled, Aristotle observes, is like the flutemaker, while the ruler is

like the fluteplayer, who uses what the other makes (1277b29-30). (…) Like a

fluteplayer who uses the flutes made by the flutemaker, he makes use of the

contributions of others. He is ruled by them at least in the way that the fluteplayer

depends on those who make flutes. The role of the latter cannot be taken over by

the former, who, however much he may be the final judge of whether the flute

serves its purpose, could not craft it himself. He rules, but others also participate.

Unlike the absolute ruler, he is bound by law, for law regulates the manner in

12 Hay que aclarar una distinción que señala Pangle (2013) al respecto del buen gobernante. Este

comentarista señala que hay una distinción entre un gobernante serio (serious ruler) y otro personaje

caracterizado como “el conocedor del arte político”; este último es el que debe poseer racionalidad

práctica, pero no necesariamente es un gobernante o llega a gobernar (p. 115).

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which he shares rule with others (1287a16-18). His ruling therefore occurs within

limits set by the past and is modified in the future as others rule’ ‘in turn.” (pp.

60-61)

Este comentario nos regresa al siguiente punto importante de los pasajes en 1277a:

el compartir el gobierno13. La manera en la que Aristóteles ha definido la ciudad

implica que esta está compuesta de ciudadanos; también se encontrarán otros

grupos, como los esclavos, pero en lo que se refiere a la ciudad y su constitución,

Aristóteles se limita a hablar de la ciudadanía, la cual se nos definió como la

posibilidad de ejercer un oficio. Esta posibilidad implica la capacidad de gobernar,

independientemente de que sean oficios de periodo corto o limitados en su poder

de gobernar (por ejemplo, ser jurado); de tal manera que la ciudad está compuesta,

idealmente, por personas igualmente capaces de gobernar. Sin embargo, es evidente

que no todos van a poder ejercer un oficio al mismo tiempo; y dada la variedad de

oficios también es evidente que no todos van a ejercer oficios del mismo rango y la

misma duración al mismo tiempo. Esto hace que sea necesario compartir el gobierno

entre ciudadanos; pero al mismo tiempo hace que, aunque todos los miembros de la

ciudad sean iguales en tanto ciudadanos, unos sean gobernantes y otros gobernados.

La conclusión inmediata de este esquema es que el papel de gobernante y gobernado

no es estático en una ciudad, los ciudadanos siempre están transitando entre los dos

papeles, porque cuando esto no sucede ya no tenemos un gobierno político sino uno

13 Uso gobierno como traducción de “rule”. Aquí, al igual que con términos como “constitución” y

“ciudad”, es importante aclarar que se está hablando de gobierno con respecto a la definición

aristotélica de ciudadanía, lo que implica que el gobernante no se limita a una figura presidencial,

monárquica o de cualquier alto rango dentro de una organización moderna, sino que puede ser

cualquiera que ocupe un oficio dentro de la ciudad. Evidentemente, los cargos de mayor rango

tendrán un poder mayor (no es lo mismo ser un monarca que un jurado), pero el concepto de

compartir el gobierno, presentado por Aristóteles, apunta a que esos cargos pequeños son formas de

compartir ese poder del gobernante; incluso en algunas constituciones las diferencias pueden llegar

a ser mínimas y todos los cargos son prácticamente iguales en gobernabilidad.

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despótico. Simpson (1998) señala con respecto a los gobernantes y los gobernados,

en relación con la virtud ciudadana:

The virtue of the good man and the good citizen qua ruler may be the same, but

the citizen is also ruled (as for instance when he is still young or when rule is

exercised by turns) and his virtue qua ruled cannot be the same. Now the

accepted opinions just appealed to separate the ruler from the ruled and suggest

that the ruler, and so the good man, will neither be ruled nor trained to be ruled.

(…) There are, however, accepted opinions on the other side that praise the virtue

of being ruled as well as of ruling and say that the citizen’s virtue consist on both.

But if ruling virtue is the good man’s virtue, ruled virtue is not going to be as

praiseworthy as these other opinions suggest. There are these two views then: the

view that says rulers should learn one thing and the ruled another and praises

the virtue of ruling, and the view that praises the virtues of both and says that

both virtues should be learned and practiced. (p. 144)

La distinción entre gobernantes y gobernados y entre virtud ciudadana y humana

nos conduce a un camino de dos vías que se presenta problemático. El nudo por

resolver pasa por conciliar estos cuatro elementos con concepciones previas del

andamiaje aristotélico. Si la virtud humana y la virtud ciudadana son iguales y todos

debemos apuntar a ser virtuosos, ¿debemos todos ser gobernantes? Pero si no

podemos gobernar todos al mismo tiempo y siempre habrá gobernantes y

gobernados, ¿habrá algunos que nunca alcanzarán la virtud por la incapacidad de

gobernar? Cuando una persona pasa de ser gobernante a gobernado, ¿deja de ser

virtuosa? Aristóteles nos pone ante dos posiciones comúnmente aceptadas que

tratan de dar luz sobre este tipo de preguntas: por un lado, la virtud del gobernante

es distinta de la del gobernado y la primera está por encima de la segunda; por otro

lado, la virtud ciudadana consiste en la virtud tanto de gobernar como de ser

gobernado y ambas son igual de valiosas. Para poder aceptar esta segunda opinión

es necesario conciliarla con la idea de que la virtud humana es la virtud del

gobernante. Simpson (1998) dice:

Aristotle resolves this conflict of opinions by drawing a distinction between

despotic and political rule. Despotic rule was discussed earlier (1.4-7) and

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Aristotle briefly recapitulates the relevant point that in this sense of rule the ruler,

or the master, does not need to know what the ruled, or the slave, knows. (…)

The second sense of rule is political rule, and again Aristotle recalls the relevant

point from earlier (1.7.1255b16-18 and 12.1259b4-6), that such rule is over free and

similar. This rule must be learned through being ruled, as the examples drawn

from military rule sufficiently attest. So here the opinion that the good citizen

should learn how to rule and be ruled, and that his virtue consists in both, is true.

(p. 144)

El tipo de gobierno que Aristóteles busca para una ciudad claramente es el político

por dos razones: en primer lugar, porque, como ya se ha mencionado, los

ciudadanos son iguales (en el sentido de pares, no en el sentido de ser iguales en

capacidades, habilidades, etc.) en tanto ser ciudadano significa tener la posibilidad

de ejercer un oficio. En segundo lugar, porque la comunidad es un tipo de amistad,

una amistad política:

Friendship seems also to hold cities together, and lawgivers to care more about it

than about justice; for concord seems to be something like friendship, and this is

what they aim at most of all, while taking special pains to eliminate civil conflict

as something hostile. And when people are friends, they have no need of justice,

while when they are just, they need friendship as well; and the highest form of

justice seems to be a matter of friendship. (EN, 1155a 24-30)

Ahora, la verdadera amistad solo puede surgir entre iguales:

Complete friendship is that of good people, those who are alike in their virtue:

they each alike wish good things to each other in so far as they are good, and they

are good in themselves. Those who wish good things to a friend for his own sake

are friends most of all, since they are disposed in this way towards each other

because of what they are, not for any incidental reason. So their friendship lasts

as long as they are good, and virtue is an enduring thing. Each of them is good

without qualification and good for his friend, since good people are both good

without qualification and beneficial to each other. They are similarly pleasant as

well, since good people are pleasant both without qualification and to each other;

for each person finds his own actions and others like them pleasant, and the

actions of good people are the same or alike. (EN, 1156b 9-20)

Sin embargo, aquí Aristóteles no nos habla solamente de iguales: para que haya

verdadera amistad deben ser iguales en virtud. No obstante, es posible encontrar

otro tipo de amistades:

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People do describe as friends also those whose motive is utility, as cities are said

to be friendly (since it seems to be for their own advantage that cities form

alliances), and those who are fond of each other for pleasure, as children are. So

presumably we ought also to say that such people are friends, but that there are

several kinds of friendship. Friendship in the primary and real sense will be the

friendship of good people in so far as they are good, while the rest will be

friendships by being like it; it is in virtue of something good and something like

what is found in true friendship that they are friends, because what is pleasant is

good to lovers of pleasure. These friendships, however, are not very likely to

coincide, and the same people do not become friends for both utility and pleasure;

for things that are incidental are not often combined. (EN, 1157a 31-42)

En estas amistades incidentales es posible que se creen vínculos y relaciones entre

personas con diferentes niveles de virtud, en tanto el beneficio buscado se mantenga

en el tiempo; cuando este beneficio se pierde o se altera, la desconfianza aparece y

es fácil que la amistad desaparezca (EN, 1157a 19-30). Dado que en muchas ciudades

es más fácil encontrar muchos caracteres entre las personas, lo más probable es que

la amistad que mantiene unidas a estas comunidades sea más parecida a una

amistad incidental que a una real, lo que no descarta que puedan existir amistades

reales.

Dado que la verdadera amistad es duradera, entre iguales virtuosos y por el

beneficio mutuo, es probable que Aristóteles se refiera a esta amistad cuando insta

a los legisladores (lawgivers) a preservarla dentro de una comunidad, dado que la

verdadera amistad implica confianza y justicia, siendo la única amistad que

permitiría poner su preservación por encima de la preservación de la justicia, pues

esta última estaría incluida en la primera. Este tipo de ciudadanos, con este tipo de

amistad, probablemente forjarían una ciudad ideal. Pero Aristóteles nos advierte

que, en la realidad, tanto las personas virtuosas como las amistades verdaderas son

raras, por lo que debemos trabajar con lo mejor que tengamos. Esto no quiere decir

que se abandone la idea de lograr invertir los papeles y que las personas virtuosas

sean mayoría y las amistades verdaderas surjan más continuamente, pero dado el

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estado real de las cosas, se debe contemplar primero los escenarios más cercanos a

nuestra condición real. Sea cual sea el caso, una amistad real y duradera o una

incidental y precaria, una comunidad no puede ser tal cosa si no existe amistad (EN,

1159b 26 ss.). En las constituciones correctas, Aristóteles establece un paralelo entre

tipos de amistad, que se pueden encontrar en relaciones más pequeñas, y estas

constituciones (EN, 1161a ss.): la monarquía se asemeja a la amistad entre padres e

hijos (el padre se ocupa del hijo como un rey se ocupa de sus súbditos), la aristocracia

a aquella entre hombre y mujer (el hombre ostenta un poder, pero delega en la mujer

aquello que pueda ser delegado en beneficio de ambos), y la politeia a aquella entre

hermanos (personas que son iguales en prácticamente todo sentido). Por otra parte,

en las desviaciones de dichas constituciones, la amistad es muy precaria, incluso

inexistente (ibid.): en la democracia hay amistad, pues todos son iguales, pero cada

uno hace lo que le apetece, sin tener un bien común en mente; la oligarquía se

asemeja a una relación entre hombre y mujer en la que el hombre no comparte el

poder cuando es necesario, generando un desequilibrio en la relación de amistad;

finalmente, en la tiranía la amistad es mínima, incluso inexistente, pues se asemeja

a una relación entre padre e hijo en la cual el padre ve al hijo como un esclavo,

usándolo para satisfacer sus objetivos personales, en lugar de velar por sus

necesidades.

Teniendo estas descripciones de la amistad en cada constitución, así como ciudades

compuestas por todo tipo de caracteres en sus ciudadanos, siendo el espectro entre

akrasia y enkrateia el más fácil de encontrar, parece que el tipo de amistad que

predomina en las ciudades que podemos encontrar en la realidad es más cercana a

las incidentales. Estas amistades pueden ser duraderas en tanto el beneficio que se

recibe de la misma se mantenga y este sea, a su vez, similar entre las partes; es decir,

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que ambos reciban y den el mismo tipo de beneficio (EN, 1157a 5-9)14. Así pues,

aunque lo ideal sería tener una ciudad con relaciones de amistad verdadera, en la

realidad podemos aspirar a relaciones de amistad incidental que, si son bien

manejadas, pueden ser duraderas y mantener la unidad de la comunidad por mucho

tiempo.

Tenemos, pues, que sin amistad una ciudad no puede mantener una constitución

correcta y, tarde o temprano, esta terminará destruida. También tenemos que,

independientemente del tipo de amistad (verdadera o incidental), hay una noción

de igualdad que ayuda a preservarla en el tiempo: en el caso de la amistad verdadera,

esta solo puede surgir entre iguales virtuosos y genera beneficios mutuos; en el caso

de la amistad incidental, los beneficios deben preservarse para que la amistad dure,

y estos deben ser del mismo tipo para todos los involucrados. Si esto es lo que

preserva a una ciudad, resulta claro que el tipo de gobierno que debe tener es político

y no despótico, dado que el primero especifica la condición de iguales en la ciudad,

mientras el segundo los divide entre amos y esclavos; de donde se deduce que la

virtud del ciudadano, por la dicotomía planteada entre las opiniones comunes al

respecto, consiste en saber gobernar y saber ser gobernado, de tal suerte que todos

los ciudadanos serán tanto flautistas como hacedores de flautas en algún momento,

14 El ejemplo dado por Aristóteles para explicar el tema del tipo de beneficio (source) es el del amante

y el amado. Ambos reciben placer de una amistad utilitaria, pero el tipo (o la fuente) del placer es

distinto: para el amado el placer proviene de la atención que le da el amante, mientras que para el

amante el placer proviene de ver al amado. Encuentro este ejemplo edificante para el caso de una

ciudad en tanto la relación está descrita en términos que asemejan la distinción entre gobierno

despótico y político. El caso amante-amado se asemeja a un gobierno despótico en tanto hay una

desigualdad, un superior y un inferior, independientemente de que ambos reciban placer de la

relación. En el caso de una ciudad bien organizada, aunque no pueda aspirar a la mejor organización,

el tipo de gobierno debe ser político, en ese sentido la relación debe mantenerse beneficiosa y todos

deben recibir el mismo tipo de beneficio, lo que se traduce en que no puede haber gobernantes y

gobernados fijos, sino que todos deben compartir el gobierno para que la relación se mantenga.

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y ninguno está por encima del otro sino que se complementan para lograr la virtud

del ciudadano.

Con esto en mente podemos regresar a los pasajes que nos restan de Política, 1277a

13-28: la virtud del ciudadano y la del gobernante no son las mismas. Evidentemente,

si la virtud del ciudadano consiste en saber gobernar y ser gobernado, no puede ser

igual que la del gobernante, puesto que el ciudadano no puede ser gobernante y

gobernado al mismo tiempo, y cuando esté siendo gobernado cumplirá funciones

distintas que no se ajustan al papel de gobernante, en particular la que nos menciona

el otro pasaje en Política, 1277a 13-28: cuando es gobernante debe tener racionalidad

práctica mientras que cuando es gobernado basta tener opinión correcta. Pero vimos

que la virtud del ciudadano consiste tanto en saber gobernar como en saber ser

gobernado, lo que excluye al déspota de ser un buen ciudadano ya que este solo

sabría gobernar. Esto conduce al gobierno político, en el cual el gobierno se comparte

y el gobernante puede completar la virtud ciudadana al poder gobernar y ser

gobernado. Este esquema, además, permite que todos puedan aspirar a completar

la virtud15. Por último, todo lo anterior significa que un buen ciudadano debe tener

tanto racionalidad práctica como opinión correcta, puesto que necesita ambas para

desempeñar los roles de gobernante y gobernado, lo que significa que, al pasar del

uno al otro, estos elementos no se pierden, simplemente no se usan dependiendo del

rol que se esté desempeñando. La persona que esté siendo gobernada podrá seguir

usando su racionalidad práctica en su vida cotidiana, pero no la necesita en tanto

gobernado, pues en este caso aquel que está usando su racionalidad práctica es el

que se esté desempeñando como gobernante.

15 Esto no quiere decir que en otras formas de gobierno no se pueda alcanzar la virtud completa, pues

como señala Aristóteles, se puede tener la virtud de gobernar sin haber gobernado. No obstante, en

el esquema descrito sería más fácil lograr completar la virtud.

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Constituciones: ¿quién debe gobernar?

Una vez establecido que los ciudadanos desempeñan ciertos oficios, es necesario

organizar dichos oficios. La manera en la que se realiza esta organización en la

ciudad determina su constitución, por lo que, a la hora de hablar de esta última, se

habla de la manera en la que está organizada su clase gobernante16:

A constitution is an organization of a city-state’s various offices but, particularly,

of the one that has authority over everything. For the governing class has

authority in every city-state, and the governing class is the constitution. I mean,

for example, that in democratic city-states the people have authority, whereas in

oligarchic ones, by contrast, the few have it, and we also say the constitutions of

these are different. And we shall give the same account of the other constitutions

as well. (Política, 1278b 8-14)

Teniendo en cuenta la discusión anterior en torno a las posibles formas de gobernar,

despótica y políticamente, tenemos que las constituciones, en principio, se pueden

dividir tomando en cuenta esas dos formas de gobierno. En aquellas en las que se

gobierna despóticamente se vela por el bienestar del gobernante y solo

incidentalmente por el del ciudadano (esclavo), pues sin esclavos no hay amos;

mientras que en las que se gobierna políticamente se vela por el bienestar de todos

los miembros de la comunidad (Política, 1278b 29 – 1279a 8). Esto conlleva a que un

tipo de constitución sea correcto y otro desviado:

It is evident, then, that those constitutions that look to the common benefit turn

out, according to what is unqualifiedly just, to be correct, whereas those which

look only to the benefit of the rulers are mistaken and are deviations from the

correct constitutions. For they are like rule by a master, whereas a city-state is a

community of free people. (Política, 1279a 16-21)

Nótese que la distinción se hace con relación a lo que es justo sin calificación.

Recordemos que habíamos visto que la justicia también es relevante en la amistad,

16 De nuevo, no debemos entender el término “clase gobernante” a la manera moderna, sino como

aquellos con la capacidad de compartir en el gobierno, los ciudadanos, dependiendo de la cantidad

de poder que se comparte, los modos en que se comparte, etc.

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siendo esta última fundamental para la vida en sociedad. Tanto en aquel tema,

presente en la Ética, como en este, presente en la Política, la justicia se relaciona con

lo que es correcto. También es importante señalar que lo que busca la constitución

correcta es el beneficio común, mientras que la desviada busca el beneficio del

gobernante, independientemente de que se pueda producir un beneficio incidental

para el gobernado. Esto guarda semejanza con lo dicho respecto a la amistad

incidental, la cual puede perdurar solo si las partes involucradas obtienen un

beneficio y este es del mismo tipo. Si el beneficio del gobernante es buscado y el del

gobernado solo es incidental (o incluso no se da), las constituciones desviadas no

podrán mantener la amistad entre sus miembros y estarán condenadas a la

disolución. Si las constituciones correctas buscan un beneficio común para todos sus

miembros, la amistad construida en estas ciudades será más duradera y podrán

perdurar en el tiempo.

Las constituciones también pueden distinguirse dependiendo de la clase gobernante

en cada una de ellas. Aristóteles anticipa algunas al ejemplificar las clases

gobernantes de la democracia y la oligarquía, pero estas son solo dos posibles formas

que surgen al tener en cuenta la composición, en términos de tamaño, de la clase

gobernante: uno, pocos o muchos. Al unir esta forma de división de las

constituciones con la anterior, obtenemos las posibles combinaciones de

constituciones:

Since “constitution” and “governing class” signify the same thing, and the

governing class is the authoritative element in any city-state, and the

authoritative element must be either one person, or few, or many, then whenever

the one, the few, or the many rule for the common benefit, these constitutions

must be correct. But if they aim at the private benefit, whether of the one or the

few or the multitude, they are deviations (for either the participants should not

be called citizens, or they should share in the benefits). (Política, 1279a 25-32)

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Este punto es importante, dado que lo que determinará, en primera instancia, si una

constitución es correcta o desviada será el objetivo de los beneficios que procura. El

hecho de que la clase gobernante varíe no varía sus objetivos, por lo que, hasta aquí,

no es relevante para el bienestar de la constitución el que la clase gobernante sea

grande o pequeña.

Las constituciones correctas, dependiendo del tamaño de la clase gobernante, son

monarquía (uno), aristocracia (pocos) y politeia17 (muchos). Las desviaciones de estas

son tiranía, oligarquía y democracia, respectivamente (Política, 1279a 33 – 1279b 8).

Aquí Aristóteles debe realizar una aclaración con respecto a las definiciones de

oligarquía y democracia para que encajen adecuadamente con sus planteamientos

(Política, 1279b ss.). La desviación de las constituciones deriva del beneficio que

procuran: en el caso de la tiranía se busca el beneficio del gobernante único, el tirano;

en el caso de la oligarquía el beneficio de los ricos (los pocos) y en el caso de la

democracia el beneficio de los pobres (los muchos). El caso de la oligarquía y la

democracia son particulares, en especial el último, ya que introduce una idea

importante a la hora de evaluar el beneficio común. La ciudad no está compuesta

únicamente por ricos ni únicamente por pobres. Es posible que en situaciones

hipotéticas, o muy específicas, podamos encontrar ciudades con ese tipo de

composiciones, pero en la realidad lo más común es encontrar ciudades con ricos,

pobres y clases medias. Esto hace que el concepto de beneficio común deba

abarcarlos a todos. El hecho de que en una democracia el poder esté en manos de

muchos no significa que esté en manos de todos, dado que los muchos solo

corresponden a un sector de la población: los pobres. En la realidad, en las

definiciones de democracia y oligarquía, la división entre muchos y pocos se da por

17 El término politeia se usará únicamente como el nombre de este tipo de constitución, el cual se

explicará más adelante.

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coincidencia, la verdadera división se da entre ricos y pobres. Aristóteles aclara esto

señalando que, aún en el caso en que una ciudad estuviera compuesta por muchos

ricos y estos fueran la clase gobernante, se seguiría llamando oligarquía, de la misma

manera en que si los pobres fueran pocos y fueran la clase gobernante se seguiría

llamando democracia. La mayoría de las veces vemos que los pobres son muchos y

los ricos pocos, por lo que lo más común es encontrar que en las oligarquías

gobiernan pocos y en las democracias muchos; pero el objetivo de los beneficios no

se determina por el tamaño de la clase sino por sus condiciones particulares: siempre

que el beneficio apunte a los ricos hablaremos de una oligarquía, siempre que el

beneficio apunte a los pobres hablaremos de una democracia.

La definición de oligarquía abre la puerta a una cuestión relevante: ¿cómo o cuáles

son los beneficios que procura una sociedad? Si las personas nos unimos en sociedad

únicamente por la búsqueda y el mantenimiento de propiedades, dice Aristóteles,

todas las sociedades deberían ser oligárquicas (1280a 24-33), pues el beneficio sería

la propiedad y sería injusto que aquellos que más riqueza aportan disfruten de la

misma cantidad (el mismo beneficio) que aquellos que menos aportan; pero esto

conduce a la búsqueda del beneficio solo para los ricos; por lo tanto, el beneficio al

que debe aspirar una ciudad correctamente constituida, aquel que se debe procurar

a todos sus miembros, es la virtud (Política, 1280b 5-12). Esto nos conduce a una

definición mucho más completa de lo que es una ciudad:

Evidently, then, a city-state is not [5] a sharing of a common location, and does

not exist for the purpose of [4] preventing mutual wrongdoing and [3]

exchanging goods. Rather, while these must be present if indeed there is to be a

city-state, when all of them are present there is still not yet a city-state, but [2]

only when households and families live well as a community whose end is a

complete and self-sufficient life (...). The end of the city-state is living well, then,

but these other things are for the sake of the end. And a city-state is the

community of families and villages in a complete and self-sufficient life, which

we say is living happily and NOBLY. (Política, 1280b 29-40)

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Si una ciudad bien establecida debe procurar la virtud para sus ciudadanos, una

vida feliz y noble, ¿le conviene más ser gobernada por uno, por pocos o por muchos?

Ya vimos que la corrección de la constitución está relacionada con el objetivo del

beneficio, pero seguimos teniendo tres constituciones que apuntan al beneficio

común y que difieren en el tamaño de la clase gobernante, ¿es irrelevante esta

diferencia o hay alguna que sea mejor que las otras?

Para responder esta pregunta debemos tomar en consideración, una vez más, la

realidad del mundo en el que vivimos y las situaciones ideales. Para empezar,

Aristóteles defiende el gobierno de muchos resaltando que, unidos, pueden ser más

virtuosos que tomados por separado:

For the many, who are not as individuals excellent men, nevertheless can, when

they have come together, be better than the few best people, not individually but

collectively, just as feasts to which many contribute are better than feasts

provided at one person’s expense. For being many, each of them can have some

part of virtue and practical wisdom, and when they come together, the multitude

is just like a single human being, with many feet, hands, and senses, and so too

for their character traits and wisdom. That is why the many are better judges of

works of music and of the poets. For one of them judges one part, another another,

and all of them the whole thing. (Política, 1281a 40 – 1281b 9)

Esto no necesariamente implica que, para Aristóteles, sea mejor el gobierno de

muchos; hasta aquí simplemente parece querer señalar cómo es posible que muchos,

independiente de su virtud individual, puedan llegar a gobernar virtuosamente, o

al menos lo más cerca posible. Esta explicación también empieza a darnos indicios

sobre una de las preguntas planteadas al respecto de la posibilidad de que una

ciudad actúe: la comunidad, como un todo, puede expresar una virtud diferente a

la de cada uno de sus miembros, y aquí Aristóteles la compara, cuando esta está

unida, con “un solo ser humano” capaz de juzgar y de tener un carácter y sabiduría.

Parece pronto para dar respuestas más concretas al respecto, pero estos indicios

pueden llevarnos a pensar en la ciudad como capaz de actuar. Por otra parte, esta

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explicación también resulta relevante a la luz de las personas que encontramos en la

vida real: aunque en su mayoría no sean virtuosas individualmente, al unirse

pueden forjar ciudades con una mayor virtud de la que cada uno de ellos goza, lo

que permite que estas personas puedan constituir ciudades correctas, y posibilita la

existencia de dichas ciudades en la realidad. Esto hace que la teoría aristotélica

pueda aterrizarse a casos concretos y no se quede simplemente en ciudades ideales

con gente ideal. Sin embargo, Aristóteles se cuida de no universalizar sus

proposiciones y dejar la puerta abierta ante escenarios en los que lo anterior no se

cumple (Política, 1281a 15-20).

No obstante, otros problemas surgen de la anterior propuesta: ¿por qué la multitud

inexperta se iguala a los pocos expertos? (Política, 1281b 39 ss.). La respuesta

aristotélica va por dos caminos. Por un lado, la multitud no está por encima del

experto, pero tampoco es inferior cuando juzga unida; la virtud de la multitud puede

no exceder la de unos cuantos individuos, pero tampoco será peor que la de aquellos

(Política, 1282a 15-23). Por otro lado, a veces el mejor juez no es aquel que es experto

en algo, sino aquel que usa o disfruta de ese algo, como el comensal de una cena,

que puede juzgar mejor los platos que ha disfrutado que el cocinero (el experto) que

los ha preparado (Ibid.).

Esto, sin embargo, no responde a la pregunta sobre quién debe gobernar en una

ciudad correctamente establecida. La respuesta vendrá dada por Aristóteles en una

forma algo sorpresiva:

As to the first problem we mentioned [who must rule], it makes nothing else so

evident as that the laws, when correctly established, should be in authority, and

that the ruler, whether one or many, should have authority over only those

matters on which the laws cannot pronounce with precision, because it is not easy

to make universal declarations about everything. (Política, 1282b 1-5)

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Aquí tenemos una distinción fundamental: un gobierno sin calificación/universal (el

de las leyes) y un gobierno cualificado/particular (el del gobernante). Esta distinción

permite asignarle el poder, en general, exclusivamente a la ley, pero permite que los

gobernantes tengan poder en aquellas circunstancias en las que la ley no puede

operar. Es en esta instancia, la de los particulares, en la que se discute si deben ser

muchos, pocos o uno, pero el gobierno general siempre está en manos de la ley. No

obstante, las leyes no salen de la nada ni son mandatos divinos, son establecidas por

los seres humanos, por lo que puede haber leyes buenas o malas; justas (si la

constitución es justa) o injustas (si la constitución es injusta) (Política, 1282b 6-13).

Sin responder si conviene más dar poder a muchos, pocos o uno, y sin responder

cuáles leyes se pueden considerar correctas y cuales incorrectas, surge un nuevo

problema: si tenemos un hombre superior a los demás, ¿es más beneficioso ser

gobernado por él o por las leyes? (Política, 1286a 7). Existe una opinión que dice que

es mejor ser gobernado por el mejor hombre:

Those who think it beneficial to be ruled by a king hold that laws speak only of

the universal, and do not prescribe with a view to actual circumstances.

Consequently, it is foolish to rule in accordance with written prescriptions in any

craft, and doctors in Egypt are rightly allowed to change the treatment after the

fourth day (although, if they do so earlier, it is at their own risk). It is evident, for

the same reason, therefore, that the best constitution is not one that follows

written laws. All the same, the rulers should possess the universal reason as well.

And something to which the passionate element is entirely unattached is better

than something in which it is innate. This element is not present in the law,

whereas every human soul necessarily possesses it. (Política, 1286a 8-20)

Esta opinión, si bien es desechada por Aristóteles, nos permite ver un elemento de

gran importancia para la presente investigación: las leyes, además de ser universales,

están libres de elementos pasionales. Esto puede ayudar a explicar por qué es

necesario incluir gobernantes en una constitución adecuada. Si lo mejor es dejar a la

ley gobernar, ¿por qué simplemente no dejamos que la ley haga todo y eliminamos

a los gobernantes? Así no importaría si son muchos o pocos, ricos o pobres, virtuosos

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o viciosos. Pero las leyes solo pueden hablar sobre universales, y proponer una ley

para cada caso particular es simplemente imposible. Para poder aplicar esas leyes

universales a casos particulares se necesita algo o alguien que pueda decir algo sobre

particulares. Por otra parte, los gobernantes son seres humanos cuyas almas poseen

elementos pasionales, motivo por el cual pueden hablar sobre particulares, pero

también se pueden ver arrastrados por esos elementos pasionales. De no ser así, el

fenómeno de la akrasia y los caracteres no deseables no existirían. Las leyes, al estar

libres de estos elementos, no son susceptibles de ser arrastradas por pasiones,

aunque por ser establecidas por hombres, como ya vimos, pueden ser buenas o

malas. El punto es que tanto leyes como gobernantes son necesarios para poder

gobernar, pero para poder gobernar una ciudad correctamente constituida se

necesitan leyes buenas y gobernantes virtuosos, bien de manera individual o bien

virtuosos al unirse en comunidad18. Es por esto por lo que Aristóteles desecha la

opinión de que es mejor ser gobernado por el mejor hombre:

But perhaps it ought to be said, to oppose this, that a human being will deliberate

better about particulars. In that case, it is clear that the ruler must be a legislator,

and that laws must be established, but they must not have authority insofar as

they deviate from what is best, though they should certainly have authority

everywhere else. As to what the law cannot decide either at all or well, should

the one best person rule, or everyone? For as things stand now, people come

together to hear cases, deliberate, and decide, and the decisions themselves all

concern particulars. Taken individually, any one of these people is perhaps

inferior to the best person. But a city-state consists of many people, just like a feast

to which many contribute, and is better than one that is a unity and simple. That

18 Más adelante se encuentra un pasaje que parece apuntar en esta dirección: “Moreover, the sort of

things at least that the law seems unable to decide could not be discovered by a human being either.

But the law, having educated the rulers for this special purpose, hands over the rest to be decided

and managed in accordance with the most just opinion of the rulers. Moreover, it allows them to

make any corrections by introducing anything found by experience to be an improvement on the

existing laws. Anyone who instructs LAW to rule would seem to be asking GOD and the

understanding alone to rule; whereas someone who asks a human being asks a wild beast as well.

For appetite is like a wild beast, and passion perverts rulers even when they are the best men. That

is precisely why law is understanding without desire”. (Política, 1287a 20-32)

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is why a crowd can also judge many things better than any single individual.

Besides, a large quantity is more incorruptible, so the multitude, like a larger

quantity of water, are more incorruptible than the few. The judgment of an

individual is inevitably corrupted when he is overcome by anger or some other

passion of this sort, whereas in the same situation it is a task to get all the citizens

to become angry and make mistakes at the same time. (Política, 1286a 21-35)

Así llegamos a algunas respuestas para las preguntas que venían surgiendo. Sin

importar que exista un hombre sobresaliente en términos de virtud, la ley siempre

debe estar al mando 19 . En caso de existir una persona (o varias) con tales

características, su mejor función sería la de establecer y proteger las mejores leyes

para la comunidad, a partir de las cuales se gobernaría (Política, 1287a 18-32). Pero

un hombre, aún con una virtud excepcional, sigue siendo un hombre con un

componente pasional. La multitud puede estar compuesta de individuos que, en

cada caso particular, sean inferiores a este hombre excepcional, pero, como nos

mencionaban antes, la multitud posee una virtud que, si no es mejor, al menos es

tan buena como la de este hombre. Sin un criterio de decisión es difícil decantarse

por el gobierno de varios (pocos o muchos) o por el gobierno de este hombre

excepcional, pero aquí Aristóteles nos da el criterio que necesitamos: el individuo es

más fácil de corromper que la multitud. Si el individuo se corrompe, nada se puede

hacer; pero para corromper a la multitud se necesita corromper a muchos individuos,

mientras que otros, que no hayan sido corrompidos, pueden contrarrestar a aquellos

afectados y llegar a mejores decisiones. Esto no quiere decir que una multitud sea

incorruptible, pero sí implica una dificultad mayor para corromperla en su totalidad.

19 Simpson (1998) desglosa este argumento explicando la distinción universales-particulares

introducida en el pasaje. Señala que el argumento que dice que es mejor el gobierno del mejor hombre

que el de la ley proviene de Platón y que Aristóteles busca, en este capítulo de Política, refutarlo y

mostrar que la ley siempre debe gobernar (p. 184-185)

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En este escenario, lo mejor para la ciudad bien constituida es ser gobernada por la

ley y darle poder a la multitud (grande o pequeña) y no a un solo individuo20.

Finalmente, Aristóteles hace una aclaración con respecto a las leyes y su

establecimiento:

Again, laws based on custom are more authoritative and deal with matters that

have more authority than do written laws, so that even if a human ruler is more

reliable than written laws, he is not more so than those based on custom. (Política,

1287b 4-7)

Se pueden establecer leyes a priori (written laws) que desconozcan particulares

específicos o muy recurrentes dentro de una comunidad. En estos casos, el mejor

hombre (o los mejores) parece ser mejor que este tipo de leyes, puesto que estas

últimas se ven más ajenas a la comunidad, poco prácticas o aplicables. Pero, dado

que el mejor hombre (o los mejores) puede fungir como protector y establecedor de

leyes, dentro de sus funciones está la modificación de leyes a priori basado en su

experiencia en comunidad. Estas leyes basadas en las costumbres de cada

comunidad serán mejores, más prácticas y aplicables que las leyes más abstractas, si

se quiere, desapegadas de la comunidad. Resalto este punto por el papel que se le

asigna al hábito en el establecimiento de las leyes adecuadas para una comunidad.

Este papel genera una conexión mucho más profunda entre la ciudad y sus leyes,

puesto que hay una retroalimentación continua que requiere que ambas partes se

mantengan en un nivel de virtud que permita la armonía entre todos los

componentes de la ciudad. Las leyes, como vimos, no son buenas en sí mismas,

20 Puede objetarse que, en el caso de un individuo con una virtud incomparable, este no se va a

corromper, o al menos no tan fácilmente. Este tipo de casos entrarían entre los casos muy raros y los

ideales. Sería realmente complicado encontrar un individuo con tal virtud (prácticamente el nivel

más alto, virtud divina), mientras que es mucho más fácil encontrar sociedades con mezclas de

individuos con caracteres esparcidos a lo largo del espectro virtud-vicio. En este tipo de sociedades,

las más fáciles de encontrar, la mejor situación posible sería la descrita. El caso en el cual hay un

individuo tan excepcionalmente virtuoso es discutido por Aristóteles en Política, 1288a 1-31.

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dependen de quienes las establecen; y a su vez las leyes están al mando del gobierno

de la ciudad, cuyo objetivo, si es una ciudad bien establecida, es procurar una vida

feliz y noble para los ciudadanos.

La mejor constitución y la mejor constitución posible

Planteado el gobierno de la ley para casi toda constitución posible (exceptuando la

poco probable existencia de un hombre con virtud sobrehumana), Aristóteles

exhorta al interesado en la política a tener en cuenta algo que ya hemos ido tocando

a lo largo de la presentación: una cosa son las situaciones ideales y otra lo que

podemos encontrar en la vida cotidiana. La aplicación de esta idea en la política se

introduce a través de la analogía con el entrenamiento físico:

Among all the crafts and sciences that are concerned not only with a part but that

deal completely with some one type of thing, it belongs to a single one to study

what is appropriate for each type. For example: what sort of physical training is

beneficial for what sort of body, that is to say, what sort is best (for the sort that

is appropriate for the sort of body that is naturally best and best equipped is

necessarily best), and what single sort of training is appropriate for most bodies

(since this too is a task for physical training). Further, if someone wants neither

the condition nor the knowledge required of those involved in competition, it

belongs no less to coaches and physical trainers to provide this capacity too.

(Política, 1288b 10-20)

Preguntarse por la mejor constitución no implica preguntar únicamente por lo mejor

que se puede conseguir con una situación ideal, puesto que, al estar una ciudad

compuesta por muchas partes, los cambios en dichas partes cambiarán cualquier

escenario ideal que nos podamos imaginar, de la misma manera que, concibiendo

un cuerpo con una composición ideal podemos planear un entrenamiento adecuado

para dicho cuerpo, pero dejamos por fuera cualquier variación que se pueda dar a

partir de ese cuerpo ideal. Lo peor de esta concepción de la mejor constitución es

que, al igual que con el entrenamiento físico, puede marcar exigencias inalcanzables

en la realidad, pues en la vida cotidiana no todos los cuerpos tienen, por ejemplo, la

misma musculatura, y lo que es adecuado para un cuerpo musculoso puede ser

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inservible para un cuerpo poco desarrollado en ese aspecto. Un buen entrenador, así

como un buen político, debe saber cuál es el entrenamiento para un cuerpo ideal,

pero también debe saber cuál es el mejor entrenamiento para cada tipo de cuerpo a

su disposición (Política, 1288b 20-27).

La analogía se puede entender de dos maneras. Por un lado, Aristóteles estaría

planteando que cada constitución, sin importar si es correcta o desviada, sería

adecuada para ciertos tipos de ciudades dependiendo de la calidad ética de sus

ciudadanos. Esta lectura implicaría la defensa de constituciones que se han

catalogado como desviadas y corruptas, puesto que podrían ser lo que mejor se

adecuaría a ciertas ciudades. Pero, por otro lado, la analogía con el entrenamiento

físico puede implicar la posibilidad de ascenso hacia un ideal. En el entrenamiento

físico se puede partir de un cuerpo completamente inadaptado para este propósito:

pequeño, delgado, sin masa muscular, débil cardiovascularmente, etc. El buen

entrenador no pondrá a este cuerpo a realizar trabajos que excedan sus capacidades,

pero encontrará un entrenamiento que lo ayude a empezar a desarrollar ciertas

capacidades y, con algo de tiempo, empezará a mejorar esos aspectos que le

impedían entrenar como lo haría un cuerpo más fortalecido, hasta que,

eventualmente, pueda llegar a alcanzar el entrenamiento de un cuerpo ideal, o al

menos acercarse lo suficiente. Nichols (1992) ofrece una lectura de este tipo21:

Aristotle is not advocating, as it might appear, that the statesman study and serve

the variety of existing regimes, in contrast to those idealists who seek the single

regime that is best. Far from serving the variety of regimes, regardless of their

ends, he studies that variety precisely because each regime can be transformed

by degrees into a version of that single arrangement. Unlike the gymnastic trainer,

21 Gibson y Swanson también parecen insinuar esta posibilidad, aunque no lo desarrollan a

profundidad: “The knowledgeable athletic trainer presupposes that there is an ideal regimen for the

ideal physical specimen yet also takes into account that most men are not ideal physical specimens.

In other words, it is difficult when imagining the ideal athlete, say Michael Phelps, to ignore the

reality that while we are not Phelps, we could very well benefit from a type of athletic training that

aspires to this ideal yet fits our particular circumstance or is accessible and beneficial to all.” (p. 67)

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who studies what is best for “most” bodies, the statesman studies what is “most”

appropriate for all cities (cf. 1288b15 and 34). All regimes, we shall see, are

potentially forms of polity, the specific form of regime to which Aristotle gives

the generic name. What is best for each is to approximate, albeit in its own way

and in its own specific circumstances, the regime Aristotle calls polity. (p. 88)22

La diferencia que señala Nichols está en esa posibilidad de mejora representada en

“lo que es más apropiado para todas las ciudades”, como análogo de “lo que es

mejor para todos los cuerpos”. La diferencia es sutil pero muy relevante:

independientemente de la composición de la ciudad, para que sea ciudad como la

ha definido Aristóteles, esta debe propender por una vida feliz y noble para sus

ciudadanos, por lo que lo más apropiado para una ciudad, cualquiera sea su

composición, será acercarse lo más posible a la constitución ideal. Sin embargo,

tratar de imponer una constitución ideal en una ciudad que no está preparada para

ella sería como darle el entrenamiento de un atleta de élite a una persona que nunca

se ha ejercitado. En ese sentido, primero se debe procurar una constitución que sea

beneficiosa para la ciudad, pero esta constitución es susceptible de cambiar por una

más cercana a la ideal23. La propuesta aristotélica no sería, por ejemplo, establecer y

defender una tiranía en una ciudad apta para este tipo de constitución, sino, una vez

que nos encontramos con una ciudad bajo una tiranía, empezar a buscar la manera

de convertirla, poco a poco, en una mejor constitución de la mano de los ciudadanos,

22 En la conclusión del capítulo veremos por qué Nichols propone que este es el objetivo de Aristóteles

al hablar de los cambios y la preservación de las constituciones. 23 Esto establece una diferencia crucial con la visión platónica, la cual Aristóteles está refutando

constantemente, como ya vimos que hizo en el caso del gobierno del mejor hombre. En República, el

tránsito entre constituciones establecido por Platón solo es descendente, no hay posibilidad de mejora

y parece un ciclo estático. En Aristóteles, por el contrario, las constituciones no tienen un curso lineal

ni decadente, cualquiera puede convertirse en cualquier otra, mejorando o empeorando dependiendo

de las medidas que adopten los gobernantes y los ciudadanos, lo que abre la puerta a este tipo de

propuestas y establece un papel concreto para el político: tratar de acercar a la ciudad a la mejor

constitución posible. Esta posición es presentada por Nichols (1992, pp. 86-87, 110, 113).

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de la misma manera que un cuerpo débil, poco a poco, puede hacer entrenamientos

más fuertes gracias a que sus músculos y su sistema cardiovascular van mejorando24.

Para poder establecer el ascenso por las constituciones, Aristóteles plantea una

escala para saber cuál es peor y cuál es más cercana al ideal (Política, 1289a 38 – 1289b

4). Si pensamos en la existencia de un hombre de virtud sobrehumana, al cual se le

debe dejar gobernar sin ninguna restricción, tendríamos que el gobierno ideal sería

el de aquel único hombre, lo que sería una monarquía. El opuesto de la monarquía

es la tiranía, siendo esta la peor constitución puesto que se opone a la ideal. Si no

fuera solo un hombre de virtud sobrehumana sino un grupo de hombres, estaríamos

ante una aristocracia, cuya desviación es una oligarquía. Finalmente, si la virtud está

igualmente repartida entre muchos tenemos una politeia, cuya desviación es una

democracia. Por tanto, la escala de peor a mejor es: tiranía, oligarquía, democracia,

politeia, aristocracia y monarquía. Es importante recalcar que tanto la monarquía

como la aristocracia solo son los mejores en los casos ideales, muy difíciles de

encontrar, en los que existe un hombre o un grupo de hombres con virtud

claramente sobrehumana; no basta con que sean mejor que la media, su virtud debe

estar muy por encima de la de cualquier otro25.

Si las constituciones pueden cambiar en cualquier dirección, ¿qué pasa con las leyes

que deben gobernar en la ciudad? Estas se deben ajustar a la constitución y no la

constitución a estas:

And [6] it is with this same practical wisdom that one should try to see both which

laws are best and which are appropriate for each of the constitutions. For laws

24 Este punto se retomará cuando veamos la conservación y destrucción de las constituciones. 25 En el establecimiento de esta escala encontramos otra diferencia fundamental con la teoría

platónica: “For he [Plato] judged that when all these constitutions [the deviations] are good (for

example, when an oligarchy is good, and also the others), democracy is the worst of them, but that

when they are bad, it is the best. But we say that these constitutions are all of them mistaken, and that

it is not right to speak of one kind of oligarchy as better than another, but as less bad.” (Política, 1289a

6-10)

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should be established, and all do establish them, to suit the constitution and not

the constitution to suit the laws. For a constitution is the organization of offices

in city-states, the way they are distributed, what element is in authority in the

constitution, and what the end is of each of the communities. Laws, apart from

those that reveal what the constitution is, are those by which the officials must

rule, and must guard against those who transgress them. (Política, 1289a 11-19)

Lo anterior implica que el cambio viene dado por la constitución, no por las leyes,

por lo que promulgar leyes democráticas en una constitución tiránica no cambiará

nada a menos que la constitución como tal, la distribución del poder en los diferentes

oficios que pueden cumplir los ciudadanos, cambie. La idea también va en

consonancia con la armonía que debe existir entre leyes y constitución, así como con

la naturaleza misma de las leyes. Si las constituciones son susceptibles de cambiar,

para mejor o para peor, sería un sinsentido que las leyes no cambiaran también,

puesto que la organización de oficios de una constitución no es igual a la de otra,

haciendo que las leyes perdieran aplicabilidad y uso en muchos casos. Además,

mantener las leyes de una constitución anterior haría entrar en conflicto, por ejemplo,

la finalidad de la ciudad en tanto la ley y en tanto la constitución, pues si se tienen

leyes de una tiranía que cambió a una aristocracia, las leyes apuntarán a beneficiar

a una persona mientras la constitución apuntará al beneficio de toda la ciudad. Las

constituciones y las leyes deben estar en armonía: cuando cambia la constitución es

necesario adaptar las leyes a esta26.

26 Estos cambios entre constituciones son explicados por Aristóteles de la siguiente manera: “Perhaps

this too is the reason people were formerly under kingships-because it was rare to find men who

were very outstanding in virtue, particularly as the city-states they lived in at that time were small.

Besides, men were made kings because of benefactions, which it is precisely the task of good men to

confer. When there began to be many people who were similar in virtue, however, they no longer

put up with kingship, but looked for something communal and established a polity. But when they

began to acquire wealth from the common funds, they became less good, and it was from some such

source, so one might reasonably suppose, that oligarchies arose; for they made wealth a thing of

honor. Then from oligarchies they changed first into tyrannies, and from tyrannies to democracy. For

by concentrating power into ever fewer hands, because of a shameful desire for profit, they made the

multitude stronger, with the result that it revolted and democracies arose. Now that city-states have

become even larger, it is perhaps no longer easy for any other constitution to arise besides democracy.”

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Una buena constitución, armonizada con unas leyes adecuadas a la misma, es un

buen camino para una ciudad bien establecida, pero nada de esto sirve si las leyes

que buscan preservar dicha constitución no son obedecidas:

But good government does not exist if the laws, though well established, are not

obeyed. Hence we must take good government to exist in one way when the

established laws are obeyed, and in another when the laws that are in fact obeyed

are well established (for even badly established laws can be obeyed). The second

situation can come about in two ways: people may obey either the best laws

possible for them, or the unqualifiedly best ones. (Política, 1294a 3-8)

Por tanto, una ciudad bien establecida debe tener una sincronía entre estos tres

elementos: constitución, leyes y ciudadanos. Una buena constitución con

ciudadanos comprometidos con el cumplimiento de la ley, pero con leyes mal

establecidas, no podrá ser una ciudad bien gobernada. Unas leyes bien establecidas

en una constitución desviada, junto con ciudadanos que no las cumplen, no sirven

para nada pues no son usadas. Unos ciudadanos comprometidos con el

cumplimiento de la ley bajo una constitución desviada, junto con unas leyes mal

establecidas, no podrán aspirar al fin último de una ciudad, puesto que estarán

cumpliendo la ley en beneficio de unos amos que los mantienen como esclavos. La

única ciudad digna de ser llamada ciudad bajo la definición dada por Aristóteles es

aquella en la que la constitución es la más cercana a la ideal (o es la ideal de ser

posible), con unas leyes adecuadas para su preservación y con unos ciudadanos que

cumplen dichas leyes.

(Política, 1286b 7-20). Estos cambios no son de efecto inmediato y muchas veces tardan en realizarse,

como señala Aristóteles: “But one must not overlook the fact that it has happened in many places that

constitutions which are not democratic according to their laws are none the less governed

democratically because of custom and training. Similarly, in other places, the reverse has happened:

the constitution is more democratic in its laws, but is governed in a more oligarchic way as a result

of custom and training. This happens especially after there has been a change of constitution. For the

change is not immediate, but people are content at first to take from others in smaller ways. Hence

the pre-existing laws remain in effect, although those who have changed the constitution are

dominant.” (Política, 1292b 11-20)

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Hasta el momento se ha esbozado lo que es un ciudadano, una ciudad y las

diferentes constituciones que pueden adoptar. Sin embargo, aunque se ha

mencionado, no se ha hablado de las partes que constituyen una ciudad. Ya sabemos

que los ciudadanos no son todos iguales, no cumplen los mismos oficios ni tienen

las mismas virtudes. Aquí, finalmente, Aristóteles nos menciona las partes que se

requieren en una ciudad:

One of these parts is [I] the multitude concerned with food, the ones called

farmers. A second is [2] those called vulgar craftsman. They are concerned with

the crafts without which a city-state cannot be managed (of these some are

necessary, whereas others contribute to luxury or fine living). A third is [3] the

traders (by which I mean those engaged in selling and buying, retail trade, and

commerce). A fourth is [4] the hired Iaborers. A fifth is [5] the defensive warriors,

which are no less necessary than the others, if the inhabitants are not to become

the slaves of any aggressor. For no city-state that is naturally slavish can possibly

deserve to be called a city-state at all; for a city-state is self-sufficient, whereas

something that is slavish is not self-sufficient. (Política, 1290b 40 – 1291a 10)27

A estas partes se añaden las que se han estado discutiendo hasta este momento:

[7] Seventh are those who perform public service by means of their property. This

is the class we call the rich. [8] Eighth are the civil servants, those who serve in

connection with the various offices, since a city-state cannot exist without officials.

There must, therefore, be some who are able to rule and perform this public

service for the city-state either continuously or in turn. There remain those we

happened to distinguish just now, those who deliberate and decide the claims of

people involved in disputes. Therefore, if these things must indeed take place in

city-states, and do so in a way that is noble and just, there must also be some who

share in the virtue of statesmen. (Política, 1291a 33-42)

¿Por qué se nos menciona esta división luego de hablarnos de los cambios entre

constituciones y de distinguir entre constituciones buenas y desviadas, además de

27 Esta descripción de las partes de la ciudad introduce una nueva crítica a la visión platónica en

República (1291a 10-30). Por una parte, Aristóteles menciona que las partes propuestas por Platón se

enfocan en la cobertura de necesidades y no en la búsqueda de lo noble. Por otra parte, también critica

la unicidad de los oficios propuesta por Platón, mientras propone que no hay nada de malo en que

una misma persona pueda ser, por ejemplo, granjero y guerrero, al contrario, esto es lo más común

en la realidad.

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establecer si es mejor ser gobernado por un hombre o por varios y distinguir entre

el gobierno de la ley y el de los hombres? Este último pasaje parece hacer un simple

recuento de lo que ya se ha dicho hasta el momento: la ciudad necesita personas que

cumplan oficios públicos (ciudadanos), estos servicios pueden cumplirse sin límite

de tiempo o por turnos, y estos oficios deben ser cumplidos de manera virtuosa

(teniendo como objetivo el bienestar de la ciudad y no el individual). Pero este pasaje

incluye un punto relevante de cara a algunas de las constituciones discutidas

anteriormente: en las ciudades también hay quienes, debido a su riqueza, cumplen

ciertos oficios públicos (los ricos).

El pasaje no tiene como única función recordarnos lo que ya se ha dicho, sino que

sirve de introducción para una nueva distinción dentro de la ciudad. Aristóteles nos

dice que no hay ningún problema o impedimento para que las personas se

desempeñen en varias de estas partes al mismo tiempo: una misma persona puede

ser artesano, granjero y guerrero; a su vez, cualquiera de estos personajes, desde que

sea ciudadano, puede desempeñar un oficio público, si la constitución es tal que los

oficios se turnen y puedan ser ocupados por cualquiera con la capacidad de ocuparlo.

Pero hay algo que un mismo ciudadano no puede expresar al tiempo: riqueza y

pobreza (Política, 1291b 1-12). Riqueza y pobreza, independientemente de la forma

numérica en la que se expresen en una ciudad (por ejemplo, muchos pobres y pocos

ricos), son opuestos, son divisiones que no pueden ser compartidas por una misma

persona, lo que establece una división clara en la composición de la ciudad. Todas

las demás partes mencionadas pueden mezclarse, por lo que habrá miembros que

puedan transitar entre las distintas partes, pero entre ricos y pobres no se puede

transitar simultáneamente.

La separación que produce en la ciudad la riqueza y la pobreza no es gratuita. Como

vimos cuando Aristóteles aclaró la definición de oligarquía y democracia (Política,

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1279b ss.), la tendencia a beneficiar a cada uno de estos grupos determina el

surgimiento de estas dos constituciones, oligarquía en el caso de los ricos y

democracia en el caso de los pobres. Este factor, unido con la presencia de todas las

demás partes mencionadas (obreros, artesanos, granjeros, etc.) hace que puedan

existir muchos tipos de democracias y oligarquías, dependiendo de la composición

de la ciudad (Política, 1291b 12-30). Por el lado de las democracias tenemos (Política,

1291b 30 – 1292a 10):

i. Democracia basada en la equidad: las leyes determinan que ricos y pobres

son similares y ninguno está por encima del otro, ambos grupos participan

equitativamente en la ciudad.

ii. Democracia basada en la propiedad: solo aquellos que tengan una cierta

cantidad de riqueza acceden a los oficios ciudadanos.

iii. Democracia basada en el linaje: solo aquellos que son ciudadanos por

herencia participan de los oficios ciudadanos.

iv. Democracia basada en la ciudadanía: todo aquel que sea ciudadano (sin

calificación) participa en los oficios ciudadanos.

v. Democracia sin ley: puede ser cualquiera de las anteriores, la diferencia es

que en este tipo de democracia la multitud es la que gobierna, no la ley,

principalmente por el surgimiento de caudillos o populistas28.

Por el lado de las oligarquías tenemos:

Of the kinds of oligarchy, [1] one has offices filled on the basis of such a high

property assessment that the poor, even though they are the majority, do not

28 Este último tipo de democracia parece ser la peor posible, dado que Aristóteles la equipara a una

tiranía al descansar en líderes populares (Política, 1292a 5-30). Estos líderes populares se convierten

en amos que dominan sobre la multitud que, solo en apariencia, gobierna en esta democracia. Al

controlar a la multitud, controlan el gobierno como tiranos, lo que eventualmente conlleva a que

desaparezcan los oficios, y la constitución se transforme en una tiranía. Sin embargo, dado que en

esta democracia la ley no es la que gobierna, Aristóteles desestima que pueda llegar a llamarse

constitución (Política, 1292a 30-38).

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participate, but anyone who does acquire the requisite amount may participate

in the constitution. [2] In another the offices are filled on the basis of a high

assessment and they themselves elect someone to fill any vacancy. If they elect

from among all of these, it is held to be more aristocratic; if from some specified

people, oligarchic. [3] In another kind of oligarchy a son succeeds his father. [4]

In a fourth what was just mentioned occurs, and not the law but the officials rule.

This is to oligarchies what tyranny is to monarchies, and to the democracy we

spoke of last among democracies. Such an oligarchy is called a dynasty. (Política,

1292a 39 – 1292b 10)

Los tránsitos entre estos tipos de democracias y oligarquías se establecen de maneras

similares (Política, 1292b 25 – 1296a 30): a medida que se acrecienta el factor distintivo

(riqueza o pobreza) dentro de la constitución, esta va pasando por diferentes

estadios. En el caso de la democracia, empezamos cuando los pobres son lo

suficientemente acomodados como para cubrir sus necesidades, pero no tanto como

para tener demasiado tiempo libre, por lo que el gobierno reside en las leyes para

que ellos puedan seguir manteniendo sus necesidades cubiertas. Cuando pasamos

a la democracia por linaje, la ley sigue estando al mando porque no se puede extraer

ningún beneficio económico del poder. Al eliminar el requisito del linaje y dejar a

cualquier ciudadano participar, la situación es la misma, no hay réditos en el poder,

por lo que los pobres siguen prefiriendo mantener sus necesidades cubiertas que

derrocar las leyes. Cuando la ciudad termina por desbordarse, tanto en fuentes de

riqueza como en habitantes, todos pueden obtener un beneficio de gobernar, la

multitud se vuelve demasiado grande y termina levantándose sobre la ley. No hay

una mención explícita al respecto, pero por la manera en la que se describe el tránsito

desembocando en una especie de tiranía, se puede intuir que el tránsito es

descendente, siendo la mejor democracia aquella en la que ricos y pobres comparten

equitativamente el poder.

En el caso de las oligarquías, el tránsito lo establece el desborde de la riqueza, no el

de la multitud. Entre más concentrada está la riqueza, más se acerca la oligarquía a

una dinastía. En el primer tipo de oligarquía, la cantidad de riqueza necesaria para

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acceder a los oficios es pequeña, lo que permite que, aunque a algunos se les niegue

participación, una mayoría pueda acceder a los oficios, haciendo que la ley se

mantenga en el poder. Cuando la cantidad de propietarios se reduce y las riquezas

de estos se incrementan, surge la siguiente oligarquía, en la cual aún son demasiados

para poder arrebatarle el poder a la ley, por lo que aún se atienen a ella. Cuando el

grupo se reduce, la ley se modifica para que el poder que ellos ostentan se entregue

por sucesión a sus hijos, pasando a la siguiente oligarquía. Finalmente, cuando estas

sucesiones acumulan más y más riquezas surge un monarca que termina

imponiéndose a la ley, convirtiéndose posteriormente en un tirano de características

similares al tirano que surge de la democracia, aunque con una génesis distinta. De

nuevo, se intuye que el tránsito entre oligarquías es descendente.

El énfasis y la disección de estas dos constituciones cumple un doble propósito. Por

un lado, una de las constituciones que se puede establecer surge de la mezcla de

estas dos: politeia; por otro lado, la mayoría de ciudades, según Aristóteles, caen en

alguno de estos tipos de gobierno, dado que en la mayoría de las ciudades es fácil

encontrar ricos y pobres, aunque, al ser consideradas como oligárquicas o

democráticas sin más, se falla en representarlas adecuadamente (Política, 1293b ss.).

En cuanto a la politeia, esta se define como una mezcla de oligarquía y democracia

(Política, 1293b 33), condición que ocasiona que, al inclinarse hacia alguna de estas

dos constituciones, sea catalogada como esa constitución y no como una politeia. Pero,

además de esto, dadas las características oligárquicas presentes en la politeia, esta

también suele confundirse con la aristocracia (Política, 1293b 40). La distinción entre

estas constituciones (aristocracia/politeia, oligarquía y democracia) viene dada por el

criterio por el cual distribuyen sus oficios entre los ciudadanos: “Aristocracy is held

most of all to exist when offices are distributed on the basis of virtue. For virtue is

the defining mark of aristocracy, wealth of oligarchy, and freedom of democracy”

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(Política, 1294a 9-10); pero dado que la riqueza (wealth) comúnmente se atribuye a

gente buena y noble, aristocracia y oligarquía suelen confundirse.

Por otra parte, estas constituciones también comparten un criterio particular con las

democracias: “majority opinion is found in all of them. For in oligarchy and

aristocracy and in democracies, the opinion of the major part of those who

participate in the constitution has authority” (Política, 1294a 11-13). Dado que estas

nociones se confunden entre las constituciones mencionadas, la opinión común

suele distinguir solo dos, junto con sus correspondientes motivos para surgir:

oligarquía y riqueza, democracia y libertad; pero hay un tercer motivo, el que

Aristóteles insiste en mostrarnos: la virtud (Política, 1294a 14-20). Así, cuando dos de

estos motivos están mezclados en una constitución, riqueza y libertad, tenemos una

mezcla de oligarquía y democracia, una politeia; pero cuando los tres motivos entran

en escena tenemos una aristocracia (Política, 1294a 20-25).

En cuanto a la politeia, hay tres maneras de conseguirla al mezclar oligarquía y

democracia (Política, 1294a 35- 1294b 13). La primera es combinar leyes de ambas

constituciones, la segunda es combinar la forma de organizar los oficios, y la tercera

es combinar la forma de asignar los oficios. Todas las combinaciones apuntan a un

objetivo común: lograr un término medio. En el caso de la primera forma, Aristóteles

la ejemplifica señalando que una constitución bien mezclada puede multar a los

ricos por incumplir sus oficios y pagar a los pobres por cumplirlos; hacer lo primero

es propio de una oligarquía, mientras que pagar a los pobres es propio de una

democracia. En el caso de la segunda forma de combinar se busca un término medio

en la riqueza necesaria para acceder a los oficios, de tal manera que no sean

accesibles solo a los ricos (oligarquía) pero tampoco sean accesibles a cualquiera

(democracia). En la tercera forma de combinar se busca el término medio con

medidas como asignar oficios por elección (oligarquía) en lugar de sorteos

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(democracia), pero hacerlo sin tomar en cuenta las riquezas de los elegidos

(democracia).

El éxito de estas combinaciones estará determinado por la capacidad de

identificación de los ciudadanos con la constitución resultante, expresada en no

querer cambiarla independientemente de que sean ricos o pobres (Política, 1294b 34-

39). Esto solo se puede lograr si la constitución está tan bien mezclada que los ricos

piensan que es una oligarquía y los pobres piensan que es una democracia (Política,

1294b 13-34).

Todo este recorrido por oligarquías y democracias, derivando en politeia, no solo es

relevante por ser lo que más fácil se encuentra en las ciudades reales. Este hecho,

precisamente, conduce a la respuesta de una pregunta que se había hecho

anteriormente, con un matiz particular:

What is the best constitution, and what is the best life for most city-states and

most human beings, judging neither by a virtue that is beyond the reach of

ordinary people, nor by a kind of education that requires natural gifts and

resources that depend on luck, nor by the ideal constitution, but by a life that

most people can share and a constitution in which most city-states can

participate? (Política, 1295a 25-30)

El libro IV de Política abre con la analogía del entrenador físico y el político,

preguntando por cuál es la constitución adecuada para la mejor ciudad posible, pero

la analogía también nos invitaba a preguntar por la mejor constitución posible para

la mayoría de ciudades. Luego de realizar todo este recorrido, Aristóteles retoma

esta pregunta en particular para indicarnos que, dado que el objetivo de la ciudad

es la vida feliz y noble de los ciudadanos, la mejor constitución para la mayoría de

las ciudades será la que mejor se ajuste a esta idea:

For if what is said in the Ethics is right, and a happy life is the one that expresses

virtue and is without impediment, and virtue is a mean, then the middle life, the

mean that each sort of person can actually achieve, must be best. These same

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defining principles must also hold of the virtue and vice of a city-state or a

constitution, since a constitution is a sort of life of city-state. (Política, 1295a 35-40)

El concepto clave en la resolución de esta pregunta es el término medio; si las

mezclas entre oligarquía y democracia buscan precisamente este término medio,

resulta evidente que las constituciones resultantes serán las mejores para las

ciudades. Esto complementa la posición que habíamos visto anteriormente, en la

cual el orden de las constituciones empezaba con la monarquía como la constitución

ideal, pero solo cuando el monarca era aquel hombre de virtud excepcional

realmente difícil de encontrar. Dada esta dificultad, la aristocracia surgía como la

mejor opción posible, puesto que es más fácil conseguir varios hombres superiores

en virtud. Sin embargo, en la situación real de los seres humanos, esto también

resulta bastante difícil, por lo que la aristocracia, si bien se erige como una

constitución posible, sigue siendo algo ideal. En la vida real, aquella constitución

que se acerque lo más posible a la aristocracia ideal será la mejor para la mayoría de

ciudades. Esta constitución es la politeia, la cual surge de lo que podemos encontrar

fácilmente en casi cualquier ciudad: una democracia o una oligarquía. Lo único que

requiere una politeia para convertirse en una aristocracia es involucrar la virtud en

la distribución de los oficios. Cuando en la ciudad existan personas lo

suficientemente virtuosas como para cumplir con los oficios ciudadanos sin

necesidad de imponerles multas o de pagarles para hacerlo, estas personas sean

escogidas porque los demás ciudadanos los eligen para gobernar, y el criterio para

escogerlos no sea su riqueza o pobreza sino su virtud, la politeia puede convertirse

en una aristocracia. Es importante notar que este salto es mucho más fácil de

conseguir en una constitución bien mezclada que en una democracia o una

oligarquía puras, o en una politeia más inclinada a alguna de estas dos. Es por esto

por lo que Aristóteles dedica tanto a estas descripciones y a desglosar estas dos

constituciones.

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Una consecuencia directa de lo anterior es que en la mayoría de ciudades se debe

propender por mantener una clase media y darle el gobierno a esta:

In all city-states, there are three parts of the city-state: the very rich, the very poor;

and, third, those in between these. So, since it is agreed that what is moderate and

in a mean is best, it is evident that possessing a middle amount of the goods of

luck is also best. For it most readily obeys reason, whereas whatever is

exceedingly beautiful, strong, well born, or wealthy, or conversely whatever is

exceedingly poor, weak, or lacking in honor, has a hard time obeying reason. For

the former sort tend more toward arrogance and major vice, whereas the latter

tend too much toward malice and petty vice; and wrongdoing is caused in the

one case by arrogance and in the other by malice. Besides, the middle classes are

least inclined either to avoid ruling or to pursue it, both of which are harmful to

city-states. (Política, 1295b 1-13)

Aunque ya se había discutido si es mejor compartir el gobierno entre muchos, pocos

o solo dejar a un hombre gobernar, hasta este momento no se había contemplado el

factor riqueza/pobreza, por lo que a dicha discusión, en la cual se concluyó que lo

mejor es compartir el gobierno entre muchos, se le debe agregar esta distinción; y ya

que lo que se busca es el término medio, en este caso esto también será lo mejor para

la ciudad. Si se logra que la clase media sea mayoría, la situación será ideal, pero en

caso de no lograrse, esta debe ser lo suficientemente grande para sobrepasar al

menos a una de las otras dos (Política, 1295b 34-40). Esto tiene dos razones de ser:

por un lado, Aristóteles señala que los ricos son más propensos a mandar y los

pobres más propensos a obedecer, mientras que la clase media, por compartir un

poco de las dos, es más propensa tanto a mandar como a obedecer (Política, 1295b

14-33). Esta capacidad de mandar y obedecer es lo que define la virtud del ciudadano,

por lo que la clase media es más apta para cumplir con esta virtud. Por otro lado,

como la clase media comparte características con los pobres y los ricos, esta tiende a

entrar en menos conflictos con ambas, puesto que puede entender las necesidades

de cada una de ellas sin desconocer a la otra. La distinción entre ricos y pobres, como

vimos, es imposible de salvar, y cuando cada cual pretende obtener ventajas para sí

Page 66: Akrasia social en Aristóteles - repositorio.uniandes.edu.co

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mismo, el equilibrio pretendido en la politeia se desvanece y se transforma en

oligarquía o democracia. Si la clase media carece de esas pretensiones por no ser ni

rica ni pobre, y a la vez es capaz de representar los intereses de ricos y pobres, es

mejor para la estabilidad de la politeia que esté al mando29. En palabras de Frede

(2013):

This argument regarding socio-economic differences parallels the previous

arguments based on ethnic and generational differences. Because the middle class

avoids the extreme tendencies of the very rich and very poor, it is better able to

follow the rule of reason (tôi logôi pethairchein). The moderately affluent are less

inclined to become embroiled in class warfare and pursue their special interests

at public expense (IV 11, 1295b28–33, 1296a35–38). Consequently, Aristotle claims

that the constitution dominated by the middle class is the best constitution for

city-states which do not enjoy the advantages of education, prosperity, and

leisure required for the ideal constitution. The middle constitution thus serves as

a standard for evaluating various forms of democracy and oligarchy: “The one

nearest to this must of necessity always be better and one further from the middle

worse – provided one is not judging them on the basis of certain assumptions [e.g.

about what might benefit certain special interests]”. (p. 59)

Así pues, tenemos que la constitución que mejor se ajusta, que resulta más

beneficiosa para las ciudades que podemos encontrar comúnmente, es una politeia

bien mezclada, en donde las leyes gobiernan y el poder se comparte entre la clase

media, donde preferiblemente esta clase sea mayoría o al menos lo suficientemente

grande como para no ser opacada por los ricos o por los pobres. Dado que el

planteamiento aristotélico también propende por una mejora, tanto del hombre

29 La clase media, en este sentido, sirve como un árbitro entre ricos y pobres para que no conspiren

los unos contra los otros: “But the legislator should always include the middle in his constitution: if

he is establishing oligarchic laws, he should aim at those in the middle, and if democratic ones, he

must bring them in by these laws. And where the multitude of those in the middle outweighs either

both of the extremes together, or even only one of them, it is possible to have a stable constitution.

For there is no fear that the rich and the poor will conspire together against these, since neither will

ever want to serve as slaves to the other; and if they look for a constitution that is more common than

this, they will find none. For they would not put up with ruling in turn, because they distrust one

another; and an ARBITRATOR is most trusted everywhere, and the middle person is an arbitrator.

The better mixed a constitution is, the more stable it is.” (Política, 1296b 34 – 1297a 5)

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como de la ciudad, esta constitución es la mejor posible puesto que, con los

elementos reales a disposición, es la que más se acerca a la constitución ideal: la

aristocracia. Este modelo cumple con las metas propuestas en tanto ofrece una

constitución que puede ser fácilmente adaptada a la mayoría de ciudades, así como

puede abonar el terreno para el surgimiento de la mejor constitución posible. La

politeia es el entrenamiento que ayuda a fortalecer las constituciones desviadas

(oligarquía y democracia) para que logren alcanzar el ideal, o al menos acercarse, a

la vez que evita que caigan en desviaciones peores, tan malas que ni siquiera son

dignas de ser llamadas constituciones, puesto que la ley pierde cualquier poder que

pueda ostentar, como sucede en las tiranías, independientemente de que estas se

forjen a partir de democracias, oligarquías o monarquías.

Constituciones: cambios y preservación

Aristóteles nos ha señalado que las constituciones pueden transitar un camino de

mejora y uno de decadencia. Teniendo las diferentes constituciones organizadas en

una escala de mejores a peores podemos saber hacia dónde debe dirigirse una

constitución, tanto si va a mejorar como si va a empeorar, pero aún no sabemos por

qué ocurren estos cambios en las constituciones, aunque hemos tenido algunos

vistazos. Para realizar la exposición de manera ordenada, primero hablaremos de

los cambios que pueden efectuarse y después de la preservación de una constitución

determinada, a pesar de que los motivos están íntimamente relacionados.

Anteriormente, cuando hablamos de la amistad como una virtud esencial para la

vida en comunidad, vimos que, por un lado, la verdadera amistad preserva la

justicia en términos de la igualdad entre las partes involucradas: todos son iguales

en virtud y dan y reciben lo mismo en la relación de amistad, buscando siempre el

beneficio común. Por otro lado, en las amistades que pueden surgir en una ciudad,

por estar esta última compuesta de personas diferentes, se necesita preservar una

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igualdad en el sentido de que todos obtengan un beneficio de dicha amistad y el

beneficio sea similar para todos: si existe un grupo o una persona que recibe un

beneficio de una naturaleza particular y diferente del resto de la comunidad, la

amistad no perdurará (como en la analogía del amante y el amado). Por lo tanto, no

resulta sorprendente que Aristóteles inicie la indagación sobre los cambios en las

constituciones con las siguientes palabras:

We should take as our initial starting point that many constitutions have come

into existence because, though everyone agrees about justice (that is to say,

proportional EQUALITY), they are mistaken about it, as we also mentioned

earlier. For democracy arose from those who are equal in some respect thinking

themselves to be unqualifiedly equal; for because they are equally free, they think

they are unqualifiedly equal. Oligarchy, on the other hand, arose from those who

are unequal in some respect taking themselves to be wholly unequal; for being

unequal in property, they take themselves to be unqualifiedly unequal. The result

is that the former claim to merit an equal share of everything, on the grounds that

they are all equal, whereas the latter, being unequal, seek to get more (for a bigger

share is an unequal one). All these constitutions possess justice of a sort, then,

although unqualifiedly speaking they are mistaken. And this is why, when one

or another of them does not participate in the constitution in accordance with

their assumption, they start faction. (Política, 1301a 25-40)

El problema de la mayoría de las ciudades, según Aristóteles, es que, aunque tienen

claro que debe haber justiciar en la ciudad, parece que no logran ver que esta última

está compuesta de partes disímiles entre sí, por lo que asumen que la justicia que

debe existir es una que le compete solo al grupo al que pertenecen. Si ese grupo, a

su vez, es el que está en el poder, el grupo contrario iniciará una disidencia para

imponer su propia visión de justicia, lo que lleva a los conflictos y a los cambios

dentro de las ciudades. El ejemplo viene dado con la democracia y la oligarquía por

ser la división más representativa, v.gr. ricos y pobres, y por ser las constituciones

que más se encuentran cotidianamente. La división que representan es insalvable y

contraria, buscan cosas opuestas, por lo que una justicia que solo tome en cuenta a

uno de los grupos necesariamente afectará al otro. La justicia de estas constituciones,

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aunque en principio correcta, es incompleta, puesto que no considera a la totalidad

de la ciudad, lo que constituye un error fundamental.

Las injusticias que puede percibir alguno de los dos grupos, y que los lleva a la

disidencia, pueden ser muy variadas (Política, 1302a 32-34); por ejemplo: ganancias,

honores y castigos. Los detonantes o motivadores de estas percepciones de injusticia

también son múltiples (Política, 1302a 35 – 1302b 2): arrogancia, miedo, superioridad,

desprecio, crecimiento desproporcional, formas de hacer campaña política

(electioneering), negligencia, alteraciones graduales y disimilitudes.

Uso el término “percibir” porque Aristóteles señala que las pretensiones de las

disidencias pueden ser justas o injustas:

For those who desire equality start faction when they believe that they are getting

less, even though they are the equals of those who are getting more; whereas

those who desire inequality (that is to say, superiority) do so when they believe

that, though they are unequal, they are not getting more but the same or less.

(Sometimes these desires are just, sometimes unjust.) (Política, 1302a 22-32).

Al mencionar esto también usa la palabra “creencia” (believe). Teniendo en cuenta

que está hablando de la justicia incompleta de alguna de las dos constituciones

(oligarquía y democracia), el grupo al cual beneficia esta justicia la percibirá como

justa y el opuesto como injusta. Estas consideraciones se hacen al margen de que las

cuestiones que se están considerando como justas o injustas por cada uno de los

grupos sean, en realidad (en su totalidad, en lo que respecta a la ciudad), justas o

injustas. Es posible, por ejemplo, que nos encontremos en una oligarquía situada en

el espectro más desviado de las posibles oligarquías, por lo que ha implantado que

lo justo es que los pocos ricos acumulen toda la riqueza posible, incluso a expensas

de quitarle a los pobres lo poco que les queda. En un caso así, los deseos de la

disidencia que se pueda formar en los pobres (por ejemplo, proteger lo poco que

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tienen para poder vivir con lo necesario) serán justos no solo para el grupo particular

sino en general30.

Volviendo a los detonantes, los cuatro últimos no implican un cambio de

constitución por disidencia, sino por cambios internos en la constitución que la

llevan gradualmente a transformarse, lo que implica que las constituciones no solo

cambian por disidencias (Política, 1303a ss.). No obstante, esto no significa que el

cambio no surja de una búsqueda de justicia (parcial o total). En el caso de la

negligencia, por ejemplo, Aristóteles dice que esta ocurre “when people who are not

friendly to the constitution are allowed to occupy the offices with supreme

authority.” (Política, 1303a 17). El no ser amigo de la constitución haría que estas

personas busquen cambiarla desde sus posiciones de poder por una que consideren

amistosa, pero dado que la amistad está estrechamente relacionada con la justicia,

estas personas, en últimas, buscan modificar la justicia de la ciudad.

Todos estos cambios y motivaciones no están atados a la división entre ricos y pobres.

Las constituciones también pueden cambiar por divisiones entre virtud y vicio o

entre cualquier división que pueda surgir dentro de una ciudad; sin embargo,

Aristóteles considera las más grandes la división virtud/vicio seguida de la división

ricos/pobres (Política, 1303b 14-16).

Las anteriores motivaciones, y el papel de la justicia en los cambios entre

constituciones, son descripciones a nivel general, aplicables a cualquier constitución,

pero dado que cada constitución tiene sus particularidades, la expresión de estos

elementos en cada una de ellas puede variar. Aristóteles ofrece un panorama

específico para los cambios en cada una de las constituciones, empezando por la

democracia, la cual puede cambiar a tiranías u oligarquías debido al surgimiento de

30 No ahondaré en estos dos pasajes aquí dado que resultan importantes para la investigación en

curso, por lo que se retomarán en el siguiente capítulo.

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líderes populares, los cuales cometen injusticias contra la división adinerada de la

ciudad, lo que ocasiona disidencias (Política, 1304b 20 -24; 1305a 3-10). Si el líder se

alza con el poder por encima de las leyes, la democracia recorre el tránsito particular

de descenso que vimos que ocurre en las democracias; si la parte adinerada de la

ciudad se une en una disidencia y logra tomar el poder, la democracia puede

convertirse en una oligarquía o, dependiendo de las condiciones, puede buscar hacer

justicia tanto a los ricos como a los pobres, mezclar ambas constituciones y producir

una politeia. En el caso de las oligarquías ocurre algo similar, aunque los papeles

cambian entre quienes ostentan el poder y quienes generan la disidencia (Política,

1305a 41 ss.). En el caso de la oligarquía, el descenso hacia la tiranía ocurre por peleas

internas entre el grupo gobernante, y porque estos empiezan a buscar la satisfacción

de sus deseos en lugar de buscar el beneficio de la ciudad (Política, 1305b 40 – 1306a

1). Las injusticias hacia la otra parte de la ciudad (los pobres), cometidas en la

búsqueda de más riquezas y la satisfacción desmedida de deseos personales a costa

de la ciudad, ocasionan la unión disidente de los pobres en busca de justicia,

haciendo que una oligarquía pueda cambiar hacia una democracia o, si se logra

mezclar la justicia de ambas partes, hacia una politeia. Las aristocracias y la politeia

pueden cambiar por los mismos motivos por los que cambia una oligarquía y una

democracia, pues en cierto sentido se asemejan (Política, 1306b 21-25). Así, cuando

surge dentro del grupo gobernante alguien que desea más poder, pueden cambiar a

tiranías, como también puede suceder que alguien que se considera digno de

gobernar se sienta menospreciado por la constitución (Política, 1306b 25- 1307a 5).

Estas dos constituciones pueden fácilmente cambiar a oligarquías o democracias,

dado que se definen como una mezcla adecuada de estas dos: si la mezcla falla y no

está bien equilibrada, la constitución puede desviarse hacia el lado al que la mezcla

se incline (Política, 1307a 5-10).

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Todos estos cambios, aunque particulares a cada constitución, tienen como raíz

común la justicia. Cuando la constitución es injusta con alguna de las partes de la

ciudad (ya sea una injusticia real o una percepción de injusticia), los cambios surgen,

la constitución se transforma. Podemos ver la importancia del concepto de amistad

como garante de justicia en el mantenimiento en el tiempo de una constitución:

cuando la amistad se pierde, sea cual sea el motivo, la constitución se pierde. La

pérdida de la amistad dentro de la ciudad significa un desbalance en los beneficios

percibidos por las partes involucradas: cuando una de las partes de la ciudad no se

ve beneficiada, o se ve beneficiada de manera desigual, la búsqueda por un trato

más justo empieza; por este motivo es tan importante que el buen político sepa

preservar la amistad dentro de la ciudad.

En la descripción de los cambios se condensa mucha de la importancia del

planteamiento aristotélico en referencia a su crítica al modelo platónico de República.

Aristóteles no solo está señalando que las constituciones pueden cambiar para mejor,

sino que los cambios no son lineales; es decir, no son fijos dentro de la escala de

mejor a peor y tampoco son fijos entre constituciones contrarias. Una democracia no

cambia solo a oligarquía (de menos desviada a más desviada) ni solo a politeia

(versión desviada a versión correcta), sino que se puede mover dentro de un

espectro propio que la puede acercar a esas dos constituciones, pero también la

puede llevar a una tiranía, y lo mismo sucede con las demás. Esta diversidad de

cambios permite dar respuesta a cómo, una vez alcanzado el límite de las

desviaciones (la tiranía), las constituciones pueden modificarse. Por un lado, si el

modelo fuera estático, la tiranía tendría que cambiar a algo todavía más desviado,

lo cual parece muy difícil, y además, el regreso a mejores constituciones nunca se

efectuaría, o tendría que cambiar a una monarquía (su opuesto), haciendo posible la

aparición de las demás constituciones de nuevo, pero representando un salto

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unidireccional bastante extraño: después de tocar fondo lo único que puede

remediar el asunto es saltar a una constitución cuyo criterio de existencia es la

aparición de una persona con virtud sobrehumana. El modelo aristotélico permite

esta lejana opción, pero también permite el cambio para situaciones más cotidianas,

cambio que además es mucho más gradual.

Todo este sistema ayuda a explicar el siguiente paso: la preservación de las

constituciones. Si no se tuviera este modelo de cambios gradual y flexible, el tema

de la preservación chocaría con las propuestas de la mejor constitución y la mejor

constitución posible para la mayoría de las ciudades, puesto que Aristóteles ofrece

recomendaciones de preservación incluso para las tiranías, lo que implicaría, en una

lectura apresurada, que habría ciudades para las cuales lo mejor sería establecer una

tiranía y no aspirar a las mejores constituciones. Por el contrario, estas

recomendaciones, como veremos, están relacionadas con este esquema de cambios

y con la mejor constitución ideal y la mejor posible en la realidad.

La conservación de las constituciones, aunque se anuncia como una investigación

general para pasar luego a la conservación de cada constitución, empieza con la

conservación de la aristocracia/politeia (Política, 1307b 26 ss.). Este inicio ya nos indica

el propósito de esta descripción, el cual está relacionado con el papel del político

como símil del entrenador físico. Como se puede deducir de los cambios en las

constituciones, si la injusticia conlleva la transformación, la justicia será la causante

de la preservación (Política, 1307b 27-30). Así, la primera recomendación para la

politeia es hacer todo lo posible para que la ley se cumpla, ley que en la

aristocracia/politeia bien mezclada, por ser una constitución correcta, debe ser justa

(Política, 1307b 30-35). Esto significa que cualquier violación a la ley, por pequeña

que sea, debe ser tenida en cuenta y contenida para evitar que la ley pierda valor y

aplicación. La segunda recomendación hace explícito lo que significa una

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aristocracia/politeia bien mezclada, así como lo que debe hacerse para que no cambie

ni hacia oligarquías ni hacia democracias: tratar bien y justamente a ambas partes de

las posibles divisiones que pueden surgir en la ciudad (ricos y pobres, virtuosos y

no virtuosos, etc.) (Política, 1308a 3-12).

Esta recomendación no es exclusiva de la aristocracia/politeia. Como se puede ver,

Aristóteles menciona que esta justicia también permite a las oligarquías ser

duraderas, y probablemente si una democracia la aplica también durará, dado que

la politeia también tiene una parte democrática31. Compartir el poder de una manera

justa entre todas las partes de la ciudad es fundamental para preservar la

constitución; pero este compartir también implica que el poder se turne de manera

que nadie pueda ocupar un oficio de manera demasiado prolongada, mucho menos

indefinidamente:

Furthermore, oligarchies and aristocracies of this sort are less likely to fall into

the hands of dynasties. For officials who rule a short time cannot so easily do

wrong as those who rule a long time. For this is what causes tyrannies to arise in

oligarchies and democracies, since in both constitutions, the ones who attempt to

establish a tyranny are either the most powerful (popular leaders in democracies,

dynasts in oligarchies) or those who hold the most important offices, and hold

them for a long time. (Política, 1308a 17-24)

La primera parte de la recomendación apunta a evitar que la constitución beneficie

solo a una parte de la ciudad, lo que generará disidencias; la segunda parte apunta

a evitar que, una vez compartido el poder entre las partes, no surja de ninguna de

estas una persona que ostente el poder tanto tiempo como para llegar a convertir la

constitución en una tiranía.

La siguiente recomendación parece estar destinada a un recurso aplicable cuando

las cosas ya se están saliendo de cauce: usar el miedo para que los ciudadanos

31 Aristóteles explica cómo se debe tratar a los ricos dentro de una democracia en Política, 1309a 14-

32.

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defiendan una constitución (Política, 1308a 24-30). Considero que hay dos maneras

de entender esta recomendación y que solo una de ellas se ajusta a la descripción

aristotélica. Por un lado, podemos entenderla como una forma de preservar

constituciones desviadas; por otro lado, como una forma de preservar constituciones

correctas. Cuando se nos presentaron los motivos de cambio en las constituciones,

veíamos que uno de ellos era el miedo; pero un tirano puede inculcar miedo para

conservar su constitución, o un líder popular puede inculcar miedo para generar

una disidencia que busque cambiar a una democracia y que, eventualmente, le

permita alzarse en una tiranía. Sin embargo, las recomendaciones que estamos

viendo están dadas en el marco de una constitución bien mezclada, una politeia.

Aristóteles ya nos ha dicho que una tiranía no es digna de ser llamada una

constitución, por lo que aplicar una recomendación para defender una constitución

a algo que no es una constitución no tendría sentido32. Por otro lado, debemos tener

presente que la finalidad aristotélica es buscar la mejor constitución posible para las

ciudades, siendo esta la única digna de ser preservada. El hecho de que estas

recomendaciones partan de una constitución bien mezclada da señales de esto. La

recomendación del miedo puede apuntar, por tanto, a poner en conocimiento de los

ciudadanos la posibilidad de perder la justicia que solo se puede obtener en una

constitución correcta, pudiendo caer en injusticias hacia alguna parte de la ciudad,

o incluso llegando a una tiranía en la que el beneficio común del que se ha gozado

desaparece para satisfacer los deseos del tirano, despertando así un temor

preventivo para evitar que, por descuidos menores, se vuelvan laxos y permitan que

la constitución cambie.

32 Aristóteles da recomendaciones para preservar una tiranía más adelante; sin embargo, como

veremos, estas recomendaciones tienen otra intención.

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Otras recomendaciones tienen que ver con evitar la formación de disidencias, ya sea

usando leyes, o evitando de otras maneras que los ciudadanos sean arrastrados a

estas (Política, 1308a 31-34); controlar la repartición de bienes a través de leyes

(Política, 1308a 34 – 1308b 10); evitar, a través de leyes, que las personas obtengan

muchos beneficios en poco tiempo o que los pierdan en poco tiempo (Política, 1308b

11-18); poner atención a aquellos con estilos de vida perjudiciales para la

constitución; poner los asuntos de una parte de la ciudad en manos de su opuesta,

bien poniendo los asuntos de los nobles en las manos de la multitud, los de los ricos

en las manos de los pobres; o bien teniendo una clase media robusta que pueda

atender estos asuntos sin inclinarse hacia ningún grupo (Política, 1308b 19-30);

finalmente, organizar las leyes y los oficios de tal manera que nadie obtenga

beneficio personal (en especial económico) al ocupar estos últimos (Política, 1308b 31

– 1309a 14).

Podemos ver en estas recomendaciones generales dos elementos relevantes. Primero,

al ser recomendaciones de preservación para constituciones, vemos que la ley tiene

un papel preponderante, siendo esta la que puede garantizar que lo dicho aquí se

cumpla en cada una de estas constituciones. Segundo, todas las recomendaciones

están directamente relacionadas con la justicia en términos de equidad y de buscar

un término medio. Una democracia no puede excluir a los ricos y una oligarquía no

puede excluir a los pobres, así como una aristocracia/politeia sucumbe cuando deja

de tratar equitativamente a una de las partes, y se preserva si logra tratarlos a todos

con equidad, compartiendo los oficios por periodos razonables, promoviendo leyes

que eviten que la riqueza y la pobreza crezcan desproporcionadamente, evitando

cambios bruscos en la acumulación de riqueza u honores, y tratando, en la medida

de lo posible, de conservar a la mayoría dentro de la clase media.

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76

A continuación, Aristóteles ofrece otra serie de recomendaciones con respecto a los

ciudadanos. Primero, aquellos que ocupan oficios de mayor rango en la constitución

deben tener unas condiciones particulares:

[F]irst, friendship for the established constitution; next, the greatest possible

capacity for the tasks of office; third, in each constitution the sort of virtue or

justice that is suited to the constitution (for if what is just is not the same in all

constitutions, there must be differences in the virtue of justice as well). (Política,

1309a 34-38)

Segundo, en cuanto a los ciudadanos en general, aquellos que deseen la constitución

deben ser más fuertes que aquellos que no la deseen, con el fin de que esta se

preserve (Política, 1309b 14-17). Esta recomendación apuntaría a establecer la

ciudadanía que tendría una politeia bien mezclada pues, como ya vimos, en esta

constitución los amigos de la oligarquía piensan que están en una oligarquía y los

amigos de la democracia piensan que están en una democracia, de tal forma que

nadie quiere un cambio en la constitución y todos, o al menos una gran mayoría,

desearía la constitución que tienen. Esto se ve reforzado por la siguiente

recomendación:

In addition to all this, one thing must not be overlooked, which is in fact

overlooked by deviant constitutions: the mean. For many of the things that are

held to be democratic destroy democracies, and many that are held to be

oligarchic destroy oligarchies. But those who think that this is the only kind of

virtue push the constitution to extremes. (Política, 1309b 18-22)

Aquí se nos dice explícitamente que la manera de conservar las oligarquías y las

democracias es hacer que no sean tan oligárquicas ni tan democráticas pues, según

el tránsito establecido en cada una de estas constituciones, sus extremos conducen a

tiranías. Buscar el término medio, aquello en lo que fallan las constituciones

desviadas (oligarquía y democracia), implica establecer democracias más

oligárquicas y oligarquías más democráticas; en otras palabras, politeia.

Finalmente, Aristóteles ofrece una recomendación para la ciudadanía en general:

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But of all the ways that are mentioned to make a constitution last, the most

important one, which everyone now despises, is for citizens to be educated in a

way that suits their constitutions. For the most beneficial laws, even when ratified

by all who are engaged in politics, are of no use if people are not habituated and

educated in accord with the constitution-democratically if the laws are

democratic and oligarchically if they are oligarchic. For if weakness of will indeed

exists in a single individual, it also exists in a city-state. But being educated in a

way that suits the constitution does not mean doing whatever pleases the

oligarchs or those who want a democracy. Rather, it means doing the things that

will enable the former to govern oligarchically and the latter to have a democratic

constitution. (Política, 1310a 12-23)

Esta recomendación toma en cuenta la armonía entre leyes, constitución y

ciudadanos que habíamos planteado anteriormente y se enfoca en este último

elemento que, según Aristóteles, suele dejarse olvidado en estas discusiones. Este

pasaje nos presenta dos planteamientos en los que debemos profundizar de cara a

la investigación adelantada: la importancia de la educación ciudadana y el tipo de

educación de la que nos está hablando Aristóteles.

La primera parte del pasaje menciona que aún las mejores leyes serán inútiles si los

ciudadanos no están educados para ellas, puesto que “si la debilidad de voluntad

(akrasia) existe en un individuo, también existe en la ciudad” 33 . Aquí tenemos

presente el vínculo leyes-constitución-ciudadanos, que ya habíamos visto como un

vínculo de armonía, pero ahora planteado de una manera más profunda: ¿qué

significa que los ciudadanos estén educados y habituados a la constitución y cómo

se relaciona esto con las leyes? Frede (2013) nos da algunas indicaciones al respecto:

The supreme authority over the citizens’ proper upbringing and the guidance of

their lives is prima facie not assigned here to the statesman but rather to the laws.

Now, legal regulations had already been mentioned at the very beginning as the

means of political science to ensure the proper conduct of the citizens (I 2, 1094b5).

In his final conclusion of the Nicomachean Ethics, Aristotle attributes to the laws

not only the supreme authority in education but also the respective executive

power. The laws are both incentives to right action and powers that impose

33 Este es uno de los pasajes tomados por Wiles (1983) para plantear la akrasia en el Estado, por lo que

resulta crucial para esta investigación. En el siguiente capítulo se retomará.

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78

discipline (X 9, 1179b31–1180a4). That Aristotle, nevertheless, is no advocate of

nomocracy emerges in what follows. For it turns out that the emphasis on the

authority and importance of legal regulations serves as an introduction to the

question of how to obtain competent lawgivers as the crucial prerequisite of

legislation that supports a good constitution. (p. 16)

Las leyes 34 tienen un papel preponderante en la educación ciudadana en tanto

ayudan a incentivar el buen comportamiento (aquel ajustado a la constitución) y

castigan el incorrecto. Pero ellas, por sí solas, no pueden hacer mucho: se necesita de

la armonía leyes-constitución-ciudadanos para que puedan cumplir este papel.

¿Pero para qué se necesitaría premiar o castigar ciudadanos que ya estén en armonía

con la constitución y las leyes? ¿Estos ciudadanos no estarían ya lo suficientemente

educados como para que no sea necesario aplicar leyes que busquen educarlos? Para

responder a esto debemos tener en cuenta algunas de las ideas discutidas hasta este

momento. Por un lado, la ciudad común, la que podemos encontrar fácilmente en la

realidad, está compuesta por personas diferentes, tanto en habilidades como en

caracteres. Si tuviéramos una ciudad compuesta por personas virtuosas, capaces de

tener una amistad verdadera por ser iguales en virtud, simplemente tendríamos una

ciudad ideal en la que los ciudadanos acatarían la ley sin ningún inconveniente, por

lo que su papel educativo sería irrelevante35. Pero en la realidad las ciudades están

compuestas por muchos tipos de personas: virtuosas, viciosas, moderadas,

inmoderadas, acráticas y continentes (enkrates). Para los virtuosos, una vez que la ley

los ha habituado a la virtud, el carácter educador de esta (los premios y los castigos)

resultan irrelevantes, puesto que ellos cumplen su papel dentro de la sociedad

porque resulta beneficioso para todos, mientras que para los demás caracteres puede

34 No hay que olvidar que, en este punto, estamos hablando de constituciones correctas con leyes

justas y bien establecidas, dado que, como habíamos visto, las leyes también pueden ser desviadas. 35 Esta ley, probablemente, sería ley no escrita y tendría que ver con cuestiones como el periodo de

los oficios, su distribución entre los ciudadanos, etc.; dejando de lado, por ejemplo, las multas por no

cumplir con un oficio, puesto que, al ser virtuosos cumplirán sus oficios por el beneficio común.

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resultar beneficioso el ver recompensado o castigado su actuar en la sociedad, por

lo que la ley resulta fundamental para este tipo de ciudades compuestas por muchos

caracteres. Por otro lado, el propósito de todo este esquema es la posibilidad de

mejora de las ciudades teniendo como objetivo la ciudad ideal (aristocrática), en la

cual todos los ciudadanos sean virtuosos y el bien común sea la meta. Si los

ciudadanos que no son virtuosos, a fuerza de hábitos impuestos por las leyes,

empiezan a actuar buscando el beneficio común, primero por los premios o castigos

que derivan de la ley, después por hábito y por ser lo mejor para todos, el papel

educador de la ley resulta claro en estas etapas de la ciudad, todo con miras a que,

de ser posible, los ciudadanos lleguen algún día a estar tan habituados y bien

educados que el papel educador de la ley pase a segundo plano.

La segunda parte del pasaje advierte que educar conforme a la constitución no

significa hacer lo que desearían hacer los demócratas o los oligarcas, lo que,

vinculado con lo mencionado sobre la primera parte, implica que la educación de la

que estamos hablando no es una que incentive la constitución desviada

(democracias y oligarquías puras), sino una que busca equilibrarla con el objetivo de

llevarla lo más cerca posible de la constitución ideal. En palabras de Pangle (2013):

More specifically: what democracy needs for its preservation is “demagogues” of

an extraordinary type: “popular leaders” who “seem always to be speaking on

behalf of the rich.” By the same token, what oligarchy needs for its preservation

is leading oligarchs who seem always to be speaking up for the populace. Such

unusual leadership, and still more its embrace by the citizenry, requires a largely

unheard of, chastising civic-moral education specific to each regime (1310a12ff.):

“The greatest of all the things mentioned with a view to the maintenance of the

regimes, which now everyone neglects, is being educated, relative to the regimes.”

But: what is meant by “being educated relative to the regime” is not “doing what

pleases either oligarchs or those who wish democracy.” The education in

question is in regime or communal self-restraint: “for if there is a lack of self-

control of the individual, there is the same for the city.” Democratic citizenries

should be steeped in attentiveness to warnings of the evils of democratic

proclivities and inclinations, and oligarchic citizens should be steeped in

warnings of the evils of oligarchic. But as it is, Aristotle declares (with an almost

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audible sigh), “in oligarchies the sons of the rulers live in luxury, while the sons

of the poorer become exercised and hardened by toil, so that they have both the

wish and the capacity for innovation”; and in “the democracies that are especially

opined to be democracies,” they identify “freedom and equality” with “doing

whatever one wishes.” (pp. 209-210)

La akrasia de la que se nos está hablando en este pasaje está relacionada con las

inclinaciones hacia las constituciones desviadas. Dado que en una politeia bien

mezclada cada grupo piensa que la constitución es democrática u oligárquica, lo que

busca la educación ciudadana en esta constitución es habituar al ciudadano

democrático y al oligárquico a la presencia de la otra parte que compone la ciudad;

es decir, hacer al ciudadano democrático más oligárquico y al oligárquico más

democrático, de manera que se evite que, llevados por los extremos de estas

constituciones desviadas, terminen arrastrando a la constitución a los extremos. La

presencia de la akrasia tiene sentido en tanto las constituciones que se mezclan son

desviadas cuando están por separado, lo que significa que no buscan el beneficio

común sino el individual. Si una persona acrática (democrática u oligárquica),

llevada por su comportamiento, busca satisfacer deseos personales (una vida de

lujos o una vida de libertad entendida como hacer lo que desee), es evidente que

buscará inclinar la politeia hacia el extremo que le convenga; por lo que la ley, que

busca conservar la politeia, debe castigar sus comportamientos y llevarlo a corregir

su actuar. Si las ciudades están compuestas en su mayoría por personas acráticas, la

presencia y el papel de la ley en la preservación de la mejor constitución posible es

indiscutible. El análisis de Swanson y Corbin (2009) apunta a esta idea:

It is paramount that leaders place a high priority upon the education of the

citizenry. For as cities consist of laws, leaders and habits, it is excellent to have

just laws and great leaders, but if the excellence of the regime does not extend to

the character of its citizenry, they in turn have the ability to corrupt both laws and

leaders. What then does it mean to be educated? Are good democrats or oligarchs

educated well simply by being converted into partisan democrats or partisan

oligarchs? No. The best democratic and oligarchic leaders excel because of their

liberality and the depth and breadth through which they understand other parts

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or elements within the city. Educated citizenries should, to the degree it is

possible, mirror such leaders. (p. 93)

La discusión sobre cambios y preservación de constituciones se ha mantenido

inscrita en cuatro constituciones: aristocracia, politeia, democracia y oligarquía, y

poco se ha dicho sobre la monarquía y la tiranía, temas que aborda Aristóteles en los

capítulos finales del libro V. En cuanto a la monarquía no agrega mucho, los cambios

que surgen en estas se dan por las mismas razones que en las demás constituciones

(Política, 1311a 22-30). Lo interesante de la mención de esta constitución es su

carácter opuesto a la tiranía, siendo un tirano un monarca que no busca el beneficio

común sino el individual (Política, 1311a 1-7), lo que resultará de gran importancia

cuando pasemos a la tiranía. Esta caracterización del tirano define uno de los

posibles cambios que pueden surgir en una monarquía: cuando el monarca empieza

a transformarse en tirano pasamos de una monarquía a una tiranía; pero la

monarquía también puede cambiar a cualquiera de las otras constituciones por los

mismos motivos por los que las demás cambian (disidencias y cambios internos)

(Política, 1312b 39 – 1313a 2).

La conservación de la monarquía también tiene características similares a las de las

demás constituciones: se conserva inclinándose a un término medio y compartiendo

el poder (Política, 1313a 18-23). En cuanto a la tiranía, Aristóteles nos presenta dos

maneras de preservarla. La primera pasa por una serie de actos viciosos que parecen

inclinados a la generación de una sociedad completamente dependiente del tirano

(Política, 1313a 34 – 1314a 11). Estos actos se resumen en algunas estrategias

planteadas de la siguiente manera:

These devices are characteristic of tyrants and help preserve their rule, but there

is no vice they leave out. They all fall into three categories, broadly speaking. For

tyranny aims at three things: first, that the ruled think small, for a pusillanimous

person would plot against no one; second, that they distrust one another, for a

tyranny will not be overthrown until some people trust each other. This is also

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why tyrants attack decent people. They view them as harmful to their rule not

only because they refuse to be ruled as by a master, but also because they

command trust among both themselves and others, and do not inform on one

another or on anyone else. Third, that the ruled be powerless to act. For no one

tries to do what is impossible, and so no one tries to overthrow a tyranny if he

lacks the power. Thus the wishes of tyrants may be reduced in fact to these three

defining principles, since all tyrannical aims might be reduced to these three

tenets: that the ruled not trust one another; that they be powerless; that they think

small. (Política, 1314a 13-28)36

La segunda forma de preservar una tiranía es completamente opuesta y pasa por

considerar los cambios y la preservación de una monarquía. Si la monarquía se

destruye cuando el rey empieza a actuar como un tirano, la tiranía se preserva si el

tirano empieza a actuar como un monarca:

This, then, is one way in which the preservation of tyrannies comes about. The

other involves precautions that are pretty much the opposite of those just

discussed. One may grasp it by considering the destruction of kingships. For just

as one way to destroy a kingship is to make its rule more tyrannical, so one way

to preserve a tyranny is to make it more like a kingship. One thing only must be

safeguarded, the tyrant’s power, so he can rule not just willing subjects but

unwilling ones as well. For if this power is lost, the tyranny is also. But while this

must remain a basic principle, a tyrant should perform or seem to perform

everything else in a noble, kingly fashion. (Política, 1314a 29-39)

Las recomendaciones dadas al tirano en el marco de este tipo de preservación son

similares a las dadas a las oligarquías y las democracias con respecto a los oficios,

así como el evitar las disidencias tomando en consideración tanto a ricos como a

pobres, buscando justicia para todas las partes involucradas, etc.; unidas con las

recomendaciones al tirano para parecer un monarca, como evitar perseguir placeres

individuales desmedidamente y procurar el bienestar de toda la ciudad (Política,

1314a 40 – 1315a 39). Todas estas recomendaciones se sintetizan en el siguiente

pasaje:

36 Esta sería la forma de conservación de una tiranía basada en el miedo, algo que se presentó en la

presente investigación (p. 56). Se puede ver que el sentido de ese miedo es sutilmente diferente del

mencionado en esa ocasión para la preservación de las constituciones.

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But it is superfluous to discuss all such measures in detail. For their aim is evident.

A tyrant should appear to his subjects not as a tyrant but as a head of household

and a kingly man, not as an embezzler but as a steward. He should also pursue

the moderate things in life, not excess, maintaining close relations with the

notables, while playing the popular leader with the many. For as a result, not only

will his rule necessarily be nobler and more enviable, but since he rules better

people who have not been humiliated he will not end up being hated and feared.

And his rule will be longer lasting, and his character will either be nobly disposed

to virtue or else half good, not vicious but half vicious. (Política, 1315a 40 – 1315b

10)

¿Cuál de estas dos formas de preservación defiende Aristóteles? Con el contexto de

la discusión anterior, resulta evidente que Aristóteles se inclinaría por la segunda

forma, pero esto no es lo único que apoya esta lectura. Luego de presentar las dos

formas de conservación, Aristóteles menciona brevemente que las tiranías y las

monarquías no son muy duraderas y habla de algunos ejemplos de tiranías que

lograron mantenerse un tiempo considerable (Política, 1315b 11-40). Lo que

caracteriza a estas tiranías duraderas es precisamente que presentan rasgos de la

segunda forma de conservación, dando a entender que las que se inclinan por la

primera forma dejan de existir rápidamente.

El planteamiento de la segunda forma de conservación de las tiranías conecta con

toda la discusión anterior y cierra el propósito aristotélico en torno a un mismo

objetivo: llevar a cualquier constitución a convertirse en la mejor posible y tratar de

llevarla lo más cerca al ideal. Empezamos con una caracterización del político como

un entrenador físico, y tenemos una descripción de las diferentes constituciones que

apunta precisamente a un trabajo de entrenamiento y mejora de las mismas, desde

la más alejada del ideal hasta la más cercana, dando un entrenamiento particular

para cada una, el cual toma en consideración el material disponible en cada

constitución para empezar la mejora, pero permitiendo que todas, a medida que van

mejorando, puedan adoptar mejores entrenamientos que las lleven a alcanzar la

meta. Aristóteles, pues, no está ofreciendo planes para que las constituciones se

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perpetúen y se conserven estáticas, la única que le interesa que se prolongue en el

tiempo es la mejor constitución posible para todas las ciudades, la politeia, o en el

mejor de los casos (el ideal) la aristocracia, mientras que las recomendaciones para

las demás constituciones apuntan a convertirlas en estas.

Akrasia social

A lo largo del análisis propuesto de los capítulos seleccionados de Ética a Nicómaco

y Política hemos podido ver esbozos del tema que se busca investigar en el presente

trabajo. El reto ahora es unir estos conceptos en una propuesta coherente que logre

dar cuenta de una akrasia de tipo social, entendida como análoga a la akrasia descrita

en la Ética para el individuo, pero con la variante de estar presente en la sociedad

como conjunto. La propuesta para lograr este objetivo consiste en presentar algunos

antecedentes del tema en la literatura secundaria, los cuales dan luces sobre la

pertinencia de una propuesta como esta; luego debemos responder a una pregunta

que se planteó en el primer capítulo y que se tocó superficialmente en el segundo:

¿tiene una ciudad la capacidad de actuar? Esto da lugar al establecimiento de

equivalencias entre los conceptos de la Ética con respecto a la akrasia y a la agencia

humana, y los conceptos de la Política con respecto a la ciudad y sus partes.

Posteriormente plantearé concretamente en qué consistiría la akrasia social, sus

repercusiones en la teoría política y sus características. Finalmente, cerraré con una

descripción de su contraparte, la enkrateia, que surgiría de una manera similar a la

akrasia pero con unas implicaciones opuestas dentro de la política.

Antecedentes

A pesar de que tanto la akrasia como la Política en general son bastante comentadas

y analizadas, en la literatura revisada para esta investigación fue difícil encontrar un

comentarista que incluyera explícitamente un concepto de akrasia social en sus

análisis y que lo desarrollara en profundidad. Sin embargo, se pueden encontrar

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rastros que apuntan en la dirección adecuada, algunos más explícitos que otros, los

cuales dan luces e ideas para poder desarrollar el concepto y profundizarlo,

aportando a la lectura de estas obras aristotélicas. Nos centraremos en tres textos

clave que arrojan algo de información base sobre la cual se construirá

posteriormente el concepto a tratar: “The Acratic Man and the Acratic State” (Wiles,

1983), “Moral Weakness and Citizenship in Aristotle” (Buckler, 1991) y “The Social

and Political Sources of Akrasia” (Rorty, 1997).

El texto de Wiles es el más explícito, en tanto menciona el concepto en el mismo

título; sin embargo, no lo llega a profundizar ni a desarrollar, simplemente lo

enuncia, aunque ofrece valiosas pistas para un posterior desarrollo. La primera de

ellas es dónde se puede ubicar dicha akrasia:

As we have seen, in personal incontinence, there is a conflict between right reason

and the desire for pleasure contrary to right reason. Tyranny, oligarchy and

democracy are constitutions under which states rule in their own interest rather

than in the common interest, common interest being understood as absolute

justice. Therefore since the laws are contrary to absolute justice and therefore bad,

states based on constitutions of this sort will not be incontinent, though they

might be wicked. This conclusion results if good laws in the state are taken as

analogous to right reason in the individual. (p. 50)

Aristóteles señala lo anterior en la escala que plantea entre las constituciones,

planteando que hay unas constituciones correctas y sus opuestas, siendo estas

últimas desviadas. La importancia de la anotación de Wiles radica en que permite

vincular dicha escala con la escala de los caracteres de la Ética para tratar de rastrear

símiles entre las mismas. En ambas escalas tenemos corrección y vicio, pero en la

escala de las constituciones carecemos de una constitución que podamos llamar

acrática: tiranía, oligarquía y democracia son opuestos viciosos de monarquía,

aristocracia y politeia; ninguna de estas constituciones comparte una descripción de

la akrasia como una constitución que piensa en lo correcto, pero hace lo incorrecto.

Así pues, la pista que nos ofrece Wiles es que las constituciones se dividen en

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correctas o desviadas, sin un aparente punto intermedio. Por otra parte, no podemos

hablar de akrasia en las constituciones desviadas, pues estas parten del vicio; la

akrasia solo la encontraremos partiendo de las constituciones correctas:

Incontinence could only occur in the three types of state which rule in the

common interest, namely, kingship, aristocracy and polity. This tells us

something about the moral quality of a state, and possibly something of how to

improve it. An incontinent state would not be the worst sort of state; its laws

would not need to be re-written; it would be more amenable to change than a

state with bad laws. (p. 50)

Este hecho permite, por un lado, rastrear más certeramente la akrasia dentro de las

constituciones y, por otro lado, recoger algo que habíamos mencionado con respecto

a la idea del político como un entrenador que busca acercar al entrenado a un ideal

correcto: la posibilidad de mejora de las constituciones. Una vez que una

constitución cercana a la correcta es afectada por la akrasia, no necesariamente tiene

que iniciar una espiral decadente hasta convertirse en la peor constitución posible;

es mucho más fácil, según Wiles, arreglar una constitución acrática que una

constitución desviada.

Con esto podemos empezar a identificar en dónde están nuestras constituciones

acráticas. Como vimos con las recomendaciones dadas por Aristóteles para la

preservación de las constituciones, todas estas, incluso la tiranía (la peor, la que ni

siquiera es digna de ser llamada constitución), reciben algún tipo de recomendación

para conservarse, pero estas recomendaciones, en realidad, buscan dirigir a

cualquier constitución hacia la mejor de las constituciones posibles: la politeia. No

obstante, pretender convertir una tiranía en politeia, de la noche a la mañana, parece

una tarea imposible, puesto que las recomendaciones pasan primero por invitar al

tirano a aparentar un comportamiento monárquico, de suerte que, a partir del hábito

y de la buena recepción de los ciudadanos a un gobernante con estas características,

el tirano acabe convencido de su papel y no solo aparente ser un monarca, sino que

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sea un monarca. Después de esta transformación, las recomendaciones que aplican

para la tiranía son las mismas que para la monarquía: gobernar prudentemente y

compartir el poder; en otras palabras, transformarse gradualmente en una

oligarquía, una democracia, una aristocracia o una politeia, dependiendo de la

cantidad de poder y la manera en la que se comparta. Si se llega directamente a la

aristocracia (lo ideal) o a la politeia (lo mejor posible), no resta nada más por hacer; si

se llega a una democracia o una oligarquía (probablemente lo más fácil, puesto que

son las constituciones que se encuentran más comúnmente), habrá que aplicar las

recomendaciones para cada una de ellas: democratizar la oligarquía u oligarquizar

la democracia, lo que significa mezclarlas adecuadamente para convertirlas en una

politeia. Por tanto, el tránsito de una tiranía a una politeia es mucho más duro,

requiere muchos más esfuerzos y compromisos de parte de los gobernantes y los

ciudadanos, y es mucho más difícil que reencausar una constitución que se

encuentra solo un poco desviada de la mejor posible.

¿Cuáles son esas constituciones poco alejadas de la mejor posible? Como vimos en

los tránsitos particulares de la democracia y la oligarquía, cada una de estas

constituciones tiene versiones más cercanas a la politeia (las mejores), y otras más

cercanas a la tiranía (las peores). La democracia y la oligarquía puras siguen siendo

constituciones desviadas, pero dentro de ellas podemos encontrar combinaciones

menos desviadas que otras y más propensas a la mejora. Entre más cerca al ideal

esté una constitución, menos desviada será y más fácil será su curación.

Pasando al texto de Buckler, lo primero que este nos presenta es el consenso que

existe en la idea de que la política y la ética aristotélica están profundamente

relacionadas, expresado en la idea de que la vida ética individual tiene mucho que

ver con la vida en comunidad (p. 65). Esta conexión, según Buckler, puede verse

afectada por la presencia de la akrasia:

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One important way in which this can happen [undermine of the connection

between moral life and political community] is through a loss of meaning

attaching to the demands of virtue from the point of view of individuals. Moral

weakness, as understood by Aristotle, involves precisely such a loss; but it is a

loss due neither to ignorance nor to evil. Thus, akrasia, in its moral manifestation,

reveals important aspects of how the good life is really lived and these aspects

are in turn important for an understanding of the relationship between the moral

life and politics. (p. 65)

Esta idea nos da pistas sobre la relación de la akrasia individual con la akrasia social,

asunto que se pudo ver superficialmente cuando vimos la idea de la educación de

los ciudadanos (Política, 1310a 12-23). Este pasaje (el cual usa Wiles para respaldar

la existencia de una akrasia social) nos habla precisamente de esa relación: si los

ciudadanos no están bien educados con respecto a las leyes y la constitución de la

ciudad, de nada sirve tener las mejores leyes y la mejor constitución, puesto que su

debilidad en la voluntad (akrasia) hará brotar la debilidad de la voluntad en la ciudad.

Ciudadanos acráticos a nivel individual pueden llevar a una constitución a la akrasia,

incluso Aristóteles va más allá y dice que basta con un ciudadano para que esto

suceda. Este vínculo entre akrasia individual y social no solo nos permite tratar de

rastrear el surgimiento de una a partir de la otra (más adelante ahondaremos en esta

idea), también permite ver una idea que presenta Rorty (1997):

Laws and social institutions -nomoi- provide the education (paideia) that forms

the character of citizens. If the members of a polity typically suffer a specific kind

of character disorder -akrasia of greed or of anger, for example- the most effective

measures for correcting their disorders are typically political. Their long-range

therapy requires reordering the city’s nomoi, which, in Aristotle’s usage, includes

its economic, social, and cultural as well as its legal and political arrangements. It

is these that form the habits, the beliefs, and motives that structure character and

character disorders. (pp. 646-647)

Si la akrasia individual está estrechamente vinculada con la sociedad, y un solo

individuo acrático basta para corromper las leyes y la constitución, estas mismas

leyes y constitución, a través de la educación del ciudadano, son las más aptas para

lidiar con la akrasia individual. Esta akrasia no solo es un problema personal, es un

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asunto de incumbencia pública que puede ser tratado a través del espectro político

usando una ciudad bien constituida, y sus leyes, para mejorar éticamente a los

ciudadanos. A su vez, buenos ciudadanos ayudan a mejorar y mantener una

constitución adecuada al darle leyes justas y compartir los oficios, evitando la

concentración de poder. Hay una constante retroalimentación entre ciudad y

ciudadanos en el aspecto ético, lo cual repercute en el aspecto político y permite la

conservación de una buena constitución, si la retroalimentación es para mejorar; o

conduce al vicio y a la destrucción de la constitución, si la retroalimentación es para

empeorar37.

Ahora, en la descripción de la akrasia vimos que el deseo jugaba un papel

fundamental, ¿cómo se desempeña este papel al vincular a la comunidad? Buckler

señala:

When one acts virtuously, one’s desire and action connect with the objective

domain of the good: it thus represents the practical recognition that the good for

all is the good for oneself. For the akratic, objective moral knowledge is not

properly assimilated and, in this sense, he is cut off from the objective realm of

human good. (p. 72)

Los deseos que deben estar involucrados en los actos correctos dentro de la sociedad

son aquellos que estén conectados con el bien que pretende una ciudad bien

constituida: el beneficio de la comunidad. Cuando dichos deseos son reemplazados

por otros que apuntan al bienestar individual, sin tomar en cuenta lo que pueda

pasar al resto de la comunidad, la persona se separa del bien de la ciudad; esto,

según Buckler, es lo que le sucedería al acrático dentro del marco de la sociedad, lo

37 Buckler señala esta retroalimentación aclarando que no necesariamente una constitución desviada

hará ciudadanos acráticos, pero sí permite que florezcan fácilmente: “Akratics will make poor citizens

(although akrasia and poor citizenship are logically distinct) and a weak state will supply a context

in which the akratic condition will gain greater scope (even though the civic context is not the sole

condition of akrasia).” (p. 82)

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que evidentemente representa un problema para la vida en comunidad y explicaría

por qué tanto interés en caracterizar la akrasia y entenderla adecuadamente:

The good is a matter for individuals but must always solicit a collective concern:

thus, the failure of virtue to be realized, as represented by akrasia, raises a worry

from the point of view of the association as well as from that of the individual

and is always potentially corrosive of the civic processes which keep virtue in

place. (p. 75)

La preocupación por la virtud individual en la vida social tiene otro componente

relevante. Como vimos, los cambios y las preservaciones de las constituciones tienen

un componente clave y común: la justicia. El problema detectado por Aristóteles es

que cada uno usa un concepto parcial de justicia que deja por fuera a otros,

cometiendo injusticias (reales o aparentes) contra aquellos que quedan por fuera, lo

que vemos claramente presentado en las oligarquías que excluyen a los pobres y las

democracias que excluyen a los ricos. Buckler nos señala que la justicia es una virtud

que se expresa en la vida social: se es justo con otros y otros son justos con nosotros,

lo que implica que la preocupación por tener un concepto completo de justicia no

solo es personal sino social:

The moral sense attaching to the city is given in the idea that it is governed by

justice (dikaiosyne); and justice is only virtue from a social point of view.

Correspondingly, the practice of political rule is grounded in a concern with the

public moment of virtue. On Aristotle’s view, it is a collective perception of good

and evil which makes all associations, from the family to the city, and a concern

with the maintenance of virtue is always central to such associations. There is a

parallel between political rule and a concern with the individual virtue of others.

(p. 75)

Finalmente, Buckler nos habla sobre la distinción entre virtud humana y ciudadana,

planteada por Aristóteles, para señalar que, en las constituciones correctas, ambas

virtudes coinciden: “This is the force of Aristotle’s view that the same life is best for

individuals and for states.” (p. 79). Las implicaciones de esta idea con relación a la

akrasia son que, cuando esta se presenta, la persona pierde conexión con la

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constitución y las leyes, no necesariamente al nivel de despreciarlas, basta con no

interiorizarlas y, por tanto, no tener una disposición adecuada hacia las mismas:

Aristotle is thinking of a state which has laws directed toward virtue and the

common interest; so again the suggestion must be of a qualitative lack. The

enactments of the constitution remain an abstract code which is not invested with

the depth of significance we would hope for from the point of view of the citizen.

Equally, therefore, it fails to be truly solicitous of virtue. It need not be the case

that citizens have any disagreement with their laws, but the internal bond

between public principles and personal dispositions is lost.

It also seems more likely in this situation that the principles of the association will

be ignored, misused or altered for improper purposes. Aristotle mentions the

way in which apparently insignificant breaches of the law can be deeply

insidious: their apparent triviality depends upon a failure to appreciate the sense

of the association as an object of commitment and this readily “... leads the mind

astray”. It is all too easy for citizens to proclaim the principles of the common

good only ‘as actors speak their lines’. (p. 80)

De nuevo nos encontramos con la idea de que de nada sirven unas buenas leyes y

una buena constitución si los ciudadanos no están educados para estas. Una ciudad

bien constituida necesita ciudadanos en los cuales la virtud individual y la virtud

ciudadana sean la misma. Unos ciudadanos acráticos solo recitarán las leyes como

los ebrios, los dormidos o los actores, pero no las tendrán en cuenta a la hora de

actuar, lo que eventualmente puede derivar en una corrupción de las mismas y de

la constitución. Es por esto por lo que Aristóteles recomienda prestar mucha

atención al cumplimiento de la ley y tomar medidas ante la más mínima falta: si el

acrático no es corregido, seguirá recitando leyes en lugar de cumplirlas.

¿Por qué podría resultar necesario prestar atención a estos fallos por minúsculos que

sean? ¿Por qué es importante corregir al acrático a tiempo? Esto nos abre paso al

texto de Rorty (1997): la akrasia debe ser minuciosamente vigilada porque no se trata

de eventos aislados:

Akrasia is typically not episodic. Of course it can in principle occur as a single

momentary event, a kind of motivational or epistemic sneeze, a single absent-

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minded light-fingered questionable bond sale or an isolated flare of rage. But it

rarely does. This is not merely an epistemological point. Apparently dissimilar

and isolated cases of akrasia often express the same background dispositional

patterns of perceptual, cognitive, affective, and behavioral habits. (p. 649)

La akrasia no hace referencia a un acto impulsivo de esporádica ocurrencia, la akrasia

es un carácter, una forma de ser que se manifiesta constantemente y que, si no se

controla a tiempo, tiene la capacidad de expandirse como una epidemia (p. 649).

Rorty se centra en la posibilidad, ya tratada, de que una ciudad mal constituida sea

un caldo de cultivo para la akrasia individual. Independientemente de que una

ciudad así tenga unas leyes justas y correctas, el funcionamiento de la misma, su

constitución y su permisividad ante la akrasia, puede llevarla a corromperse. Lo

interesante de la propuesta de Rorty es que habla en términos que dan a entender

que la sociedad en su conjunto (sus instituciones, su organización, su sistema social,

económico y político, etc.) es la que impulsa la akrasia individual:

Social institutions and economic systems encourage and foster the very actions

that they also condemn. While promoting habits of cooperation, they also re-

ward radical independence; while condemning aggression, they also praise

“aggressive initiative.” While admiring selfless devotion, they also reward canny

self-interest. Except in extreme cases, rewards and sanctions do not form a clear

and guiding pattern. (1997, p. 652)

En el ejemplo anterior, parece que Rorty habla de una desconexión entre las leyes (la

promoción de la cooperación, condenar los comportamientos agresivos, etc.) con el

actuar socialmente aceptado por las distintas instituciones. Cabe aclarar que, como

en el caso aristotélico, estas leyes no necesariamente son un código escrito, también

pueden ser leyes no escritas, consensos dentro de la sociedad que se dan por sentado

al ser benéficos para la comunidad. Rorty señala que estas instituciones

desconectadas de las leyes son el caldo de cultivo de la akrasia: “Laws, economic

institutions, civic associations, moral and religious ideals, and public culture express

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and model the formation of social habits. Conflicts among them provide some of the

major sources of akrasia.” (1997, p. 653).

Otra idea fundamental que ofrece Rorty está relacionada con la injusticia que se

comete en las constituciones desviadas hacia ciertas partes de la ciudad. Estas

injusticias no solo conllevarían la formación de disidencias que busquen cambiar la

constitución, también establecen un elemento fundamental en el surgimiento de la

akrasia, si atendemos la desconexión entre ciudadanos y leyes que ya nos proponía

Bukler:

To the extent that any part of the population is hopelessly and structurally

excluded from an economically driven civic life, to that extent it has no objective

reason to follow its principles and ideals, realistically having no stake in the life

they serve and express. (Rorty, 1997, p. 654)

La exclusión de estas partes de la sociedad, y las consecuentes injusticias, serían

generadoras de la desconexión entre leyes y ciudadanos. Si como ciudadanos no

vemos ningún beneficio en la participación en sociedad, tampoco vemos ninguna

razón para “jugar” con las reglas establecidas, reglas que aplicarían, desde nuestra

perspectiva, únicamente para aquellos que obtienen algo de ellas. Esto tendría

sentido bajo el marco del tránsito particular que afecta a las oligarquías y las

democracias: a medida que las constituciones se alejan de una mezcla equilibrada y

se vuelven más democráticas u oligárquicas, van excluyendo a una parte de la

sociedad (ricos y pobres respectivamente), lo que conllevaría a que esa parte

excluida ya no vea beneficio en la constitución, pierda amistad con esta y deje de ver

sentido al cumplimiento de la ley. El incumplimiento de la ley es un paso lógico,

dado que es esta la que se ajusta a la constitución; a medida que la constitución se

desvía, la ley se ajusta a esa desviación y empieza a carecer de sentido para los

excluidos. Una vez que la constitución termina su transformación en una

democracia u oligarquía puras, o se desvía tanto que se transforma en una tiranía,

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entramos en el campo de las constituciones desviadas, donde las leyes ya dejan de

ser justas y correctas. La desconexión propia de la akrasia, por tanto, se presenta en

el tránsito entre constituciones, donde todavía las leyes pueden ser correctas y justas,

aunque estemos en una mezcla poco desequilibrada.

Finalmente, Rorty, al igual que Buckler, enfatiza que el hecho de que la sociedad

influya en la proliferación del comportamiento acrático individual no significa que

sea la única causa y, más importante aún, no significa que la akrasia se explique como

una coacción social para actuar indebidamente. La akrasia sigue siendo voluntaria,

simplemente las sociedades acráticas facilitan y posibilitan la akrasia individual, lo

que no significa que acráticos y sociedades estén condenadas. El hecho de que sean

facilitadores y no causantes implica que algo se puede hacer para remediar la

situación, en particular se podría pensar que las propuestas aristotélicas para acercar

las constituciones a la mejor posible serían fórmulas para solucionar estos problemas,

tanto a nivel social como individual.

¿Puede actuar la ciudad? Equivalencias entre Ética y Política

Wiles, Buckler y Rorty nos ofrecen buenos indicios para rastrear el problema que

concierne a esta investigación, pero necesitamos establecer, antes que nada, si la

ciudad puede actuar en tanto ciudad, bajo la teoría aristotélica, para después poder

establecer si estos actos son susceptibles de ser afectados por la akrasia. Los

comentaristas mencionados, especialmente Wiles por ser la más explícita al respecto,

nos dan indicios de una ciudad que actúa en el sentido de tener unos objetivos y

perseguirlos. Por el lado de Aristóteles, tenemos las dos analogías entre ciudad y

akrasia (EN, 1152a 20-24; Política, 1310a 19), relacionadas con lo dicho por los

anteriores comentaristas, pero también tenemos un pasaje que puede arrojar luz al

respecto:

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The problem of rightly and not rightly is connected to the dispute we mentioned

earlier. For some people raise a problem about how to determine whether a city-

state has or has not performed an action, for example, when an oligarchy or a

tyranny is replaced by a democracy. At these times, some do not want to honor

treaties, since it was not the city-state but its tyrant who entered into them, nor to

do many other things of the same sort, on the grounds that some constitutions

exist by force and not for the common benefit. Accordingly, if indeed some

democrats also rule in that way, it must be conceded that the acts of their

constitution are the city-state’s in just the same way as are those of the oligarchy

or the tyranny. (Política, 1276a 8-15)

Este pasaje está inscrito en la resolución de los conflictos entre opiniones planteado

al inicio del libro III de Política (1274b 30-35): algunos opinan que la ciudad actúa,

otros opinan que es el oligarca o el tirano el que actúa. La solución a esta disputa, a

partir de estos pasajes, es analizada por Garsten (2013):

An individual decides how to act by deliberating, and the movements that result

from deliberation are actions in the fullest sense of the word; they manifest

human agency more than other movements a person might make. Similarly, I will

suggest, a city decides to act by deliberating, and the actions that result from its

deliberation are the ones that most fully reflect its political agency. (p. 326)

La propuesta de Garsten implica encontrar en la ciudad un proceso deliberativo que

conduzca a una acción. Este proceso deliberativo debe ser llevado a cabo por la

ciudad como un todo; es decir, los actos individuales de los gobernantes, en tanto

seres humanos, aunque digan que son hechos a nombre de la ciudad, no son actos

llevados a cabo por la ciudad. Entonces, ¿qué significa que la ciudad actúe como un

todo? Para responder debemos retomar la definición aristotélica de ciudad, la cual

se limita a una agrupación de personas (Política, 1274b 38-40). Sin embargo, más

adelante Aristóteles trata el problema de la identidad de una ciudad; es decir, por

qué decimos que una ciudad sigue siendo la misma ciudad cuando hablamos de ella.

Las opiniones comunes generalmente apelan a cuestiones geográficas (localización,

fronteras, etc.) y a los seres humanos que componen la ciudad para establecer la

identidad de la misma (Política, 1276a 15-23). Aristóteles descarta estas opiniones

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señalando que, si la identidad de la ciudad radica en cuestiones geográficas, una

ciudad dividida en dichos términos (por ejemplo, por la construcción de un muro o

por estar ubicada en una serie de islas) será en realidad dos o más ciudades; si la

identidad reside en los habitantes, cada cambio generacional (muerte y nacimiento

de ciudadanos) involucraría una nueva ciudad, así como cada cambio derivado de

la salida o llegada de ciudadanos (Política, 1276a 24-40). Por tanto, la identidad de la

ciudad no puede residir en estos aspectos; la identidad residirá en la constitución:

For if indeed a city-state is a sort of community, a community of citizens sharing

a constitution, then, when the constitution changes its form and becomes

different, it would seem that the city-state too cannot remain the same. At any

rate, a chorus that is at one time in a comedy and at another in a tragedy is said

to be two different choruses, even though the human beings in it are often the

same. Similarly, with any other community or composite: we say it is different if

the form of the composite is different. For example, we call a melody composed

of the same notes a different melody when it is played in the Dorian harmony

than when it is played in the Phrygian. But if this is so, it is evident that we must

look to the constitution above all when saying that the city-state is the same. But

the name to call it may be different or the same one whether its inhabitants are

the same or completely different people. (Política, 1276b 1-14)

La importancia de establecer la identidad de la ciudad, en el marco de la solución de

una disputa sobre si esta, como un todo, realiza acciones, radica en que dicha

identidad es la que permite atribuirle agencia a la misma. Sin identidad, sin poder

hablar de una sola ciudad, independientemente de los ciudadanos que la conforman,

no podríamos decir que una ciudad adquirió una deuda o invadió a otra. La

constitución permite darle esa identidad a la ciudad, pero la ciudad sigue siendo

una agrupación de ciudadanos, por lo que Garsten señala que la pregunta por la

agencia de la ciudad se reformula en una pregunta por la agencia de grupos de

personas (p. 331), de lo que se concluye que “[a] city acts when citizens (individuals

eligible to participate in offices of deliberation and judgment) act together.” (p. 332).

Esta conclusión sintetiza la importancia de la identidad a través de la constitución,

así como la acción a través de la definición de la ciudad como un grupo de personas.

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La participación en oficios deliberativos y judiciales está determinada por la

constitución, la cual a su vez determina la identidad de la ciudad. La deliberación es

llevada a cabo por grupos de personas, que es lo que en última instancia define lo

que es una ciudad. Cuando el grupo delibera, no se interpreta como una deliberación

individual de cada uno de los miembros, sino como una deliberación de la ciudad.

La constitución garantiza que el grupo que delibera, al igual que un coro, es siempre

el mismo sin importar que las personas que lo conforman puedan variar, ya sea

porque las reemplaza una nueva generación o porque los oficios se comparten y

tienen un periodo limitado de ocupación. La única manera en la que este grupo

cambie es cambiando la constitución, la cual reforma esos periodos, el tamaño del

grupo, el poder que puede ejercer, etc. La ciudad, por tanto, delibera y es capaz de

actuar:

For now, however, the point to emphasize is that an action belongs to the city as

a whole when it emerges from citizens engaging in the activities of deliberating

and judging called for by their (indefinite and definite) offices. This is the sense

in which deliberation is central to political agency. (Garsten, 2013, p. 333)

Ahora, la acción de una ciudad tiene un objetivo; en una ciudad bien constituida ese

objetivo es el bien común; en una ciudad desviada, alguna de las partes que

conforma la ciudad, o un individuo en el caso del tirano, buscan satisfacer sus deseos

individuales. Este objetivo es el que determinará si la ciudad actúa correcta o

incorrectamente:

Thus, actions arise from deliberation, and deliberation, by definition, aims at the

apparent good of the deliberating agent. Of course, rulers and citizens

deliberating about the common good may be wrong about the common good, just

as individuals may be wrong about their own good even after deliberating.

Aristotle’s account does not make correctness a necessary condition of action. It

suggests only that citizens cannot be said to be deliberating on behalf of the city

if they are not considering its good, and therefore that a city cannot be said to be

acting if the citizens making decisions are not considering its good. The criterion

invoked here – aiming at what is thought to be the common good – is the same

one that Aristotle uses to distinguish correct from deviant regimes; deviant

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regimes aim at the rulers’ good rather than the common good (koine sumpheron)

(III 6, 1279a16– 20; IV 2, 1289a26–30). Seeing the link between deliberation about

the common good and the possibility of action therefore suggests a particular

understanding of the way in which deviant regimes are deviant: a deviant regime

does not allow its city to act as a distinct agent. Correct regimes – organizations

of office that allow and encourage consideration of a common good – are the ones

that enable a city to perform actions of its own. (Garsten, 2013, pp. 333-334)

Este análisis concuerda, por un lado, con lo mencionado por Wiles acerca de dónde

podemos ubicar la akrasia dentro de las diferentes constituciones y, por otro lado,

con la visión aristotélica de la tiranía, la cual se considera dentro de los análisis de

las constituciones, pero estrictamente hablando no es considerada una constitución,

al igual que las oligarquías y democracias más desviadas (las que podríamos llamar

oligarquías y democracias puras), en las cuales el poder reside en ricos y pobres

respectivamente, no en la ley. Estas constituciones desviadas no le permiten agencia

a la ciudad, la agencia presente en estos casos es la de una persona o un grupo de

personas buscando satisfacer deseos individuales. Las constituciones en las cuales

se puede decir que la ciudad actúa serían únicamente las correctas, las que apuntan

al bien común; asimismo, al ser las únicas que actúan, serían las únicas en las cuales

se puede presentar el fenómeno de la akrasia, el cual surgiría de la misma manera

que surge en las personas: al desviarse del bien al cual se debe apuntar, aun cuando

se disponga de las herramientas para deliberar sobre este bien.

Una vez establecida la posibilidad de agencia de la ciudad, debemos adecuar la

deliberación en términos individuales a la deliberación en términos de la ciudad. En

el caso del individuo veíamos, en el capítulo dedicado a la akrasia, que la acción

humana requiere que las tres partes del alma estén involucradas: las dos partes

racionales (científica y calculadora) y la no racional (deseo); por lo que debemos

buscar sus símiles dentro de la ciudad para poder representar la acción deliberada

de esta.

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El caso del deseo es el más sencillo, y ya lo tocamos superficialmente unos párrafos

antes. La ciudad, cuando está bien constituida, es guiada por el deseo del bien

común, al igual que el individuo es guiado por el deseo de lo mejor para sí mismo.

En el caso del ciudadano virtuoso ya vimos que estos dos deseos son el mismo, lo

que hace que virtud ciudadana y virtud humana sean una sola en el mejor caso

posible. Este deseo no es bueno o malo en sí mismo, así como Aristóteles nos

mencionaba que la opinión común, en el caso de los deseos individuales,

consideraba al deseo como algo malo en sí mismo, opinión que fue rebatida al

señalar que hay deseos necesarios y que el placer que traen no necesariamente es

deleznable, pues el bien y la felicidad que trae la virtud debe ser placentera en algún

sentido. De la misma manera, como sugiere Garsten, el bien al que aspira la ciudad

debe ser placentero en algún sentido, pues es alcanzar la vida noble y feliz para sus

ciudadanos, pero este bien puede ser tomado, en constituciones desviadas, como

placeres individuales excesivos o desviados. En el caso de la ciudad, las desviaciones

en el bien implican perseguir el bien solo para alguno o algunos, no para la ciudad

en su totalidad. Al unir esto con las escalas establecidas entre las constituciones,

podemos decir que la aristocracia/politeia, en tanto constitución ideal y mejor

constitución posible respectivamente, son las únicas que apuntan al bien común

adecuadamente38, pues involucran a la ciudad en su totalidad y buscan la justicia

para todas las partes de la misma. A medida que estas constituciones se inclinan

hacia desviaciones (oligarquías o democracias), podemos notar que el bien

perseguido se va inclinando hacia uno que no involucra a toda la ciudad, pues la

oligarquía buscará beneficiar a los ricos y la democracia a los pobres, lo que en

última instancia deriva en sus versiones más puras o en tiranías, constituciones

38 La monarquía en la cual el rey es la persona con virtud sobrehumana también entraría aquí, pero,

al igual que en el resto del trabajo, se asume que es tan poco probable que no la tomo en cuenta.

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desviadas en las que ya no podemos hablar de acción en la ciudad, y en las que el

bien perseguido ha dejado de ser común.

Para establecer el paralelo entre las partes del alma racional y la ciudad, debemos

revisar sus características para saber cuáles pueden ser sus equivalentes. Habíamos

visto que el alma científica está vinculada con conocimiento universal, abstracto en

el sentido de no ser dependiente de casos particulares sino aplicable a cualquier caso.

Dentro del esquema del silogismo práctico, el alma científica está relacionada con el

tipo de contenidos usados en las premisas universales (v.gr. “todo lo dulce es

placentero”, “toda comida seca es saludable”). En el caso de la ciudad, aquello que

cumple el papel de universal, que está relacionado con casos generales, no

particulares, y que está libre de la influencia de las pasiones, son las leyes. La ley es

similar a una premisa como “todo lo dulce es placentero” en tanto nos habla de una

generalidad con respecto a lo dulce, pero no nos dice si algo en particular es dulce o

es placentero. Las leyes nos pueden decir cómo se debe cumplir con los oficios

ciudadanos, cómo organizarlos, qué se debe hacer cuando alguien no cumple con

sus oficios, etc.; pero no nos dice, por ejemplo, si un hecho particular es un

incumplimiento o si debe ser castigado, pues esto requiere particulares y la ley solo

trata universales. Por esta razón Aristóteles advierte que las leyes, por sí solas, no

son suficientes, se necesitan gobernantes que las apliquen pues los gobernantes, al

ser seres humanos y ser afectados por las pasiones, están relacionados con los

particulares. Por tanto, los gobernantes son el equivalente al alma calculadora en el

alma, y son los que determinan las premisas particulares en el silogismo práctico de

la acción deliberativa de la ciudad. Vale aclarar que estos gobernantes serán aquellos

que en ese momento estén ocupando un oficio ciudadano. Hablo aquí de

gobernantes porque, aunque cualquiera que pertenezca al grupo de los ciudadanos

es un gobernante en potencia, solo aquellos que estén ocupando un oficio deliberan,

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hacen uso de su racionalidad práctica, mientras que los ciudadanos que están

cumpliendo el papel de gobernados solo tienen opiniones correctas (Política, 1277b

25-29). Esto no quiere decir que los ciudadanos dejen de actuar mientras son

gobernados, pero sus actos serán individuales, solo cuando son gobernantes, y

deliberan ocupando un oficio, son parte de la deliberación de los actos de la ciudad.

Esta distinción también tiene relevancia en tanto los gobernantes son los que pueden

modificar las leyes para adecuarlas, tomando en cuenta su experiencia con

particulares (Política, 1287a 18-32).

Este sería el esquema de fondo que explicaría la acción deliberada de una ciudad, y

la vincularía directamente con la forma de acción deliberada humana. Universales

(leyes) se conjugan con particulares (gobernantes) y un deseo (el bien común) para

derivar en una acción que apunte a la consecución de un fin. Así como mostramos

en la acción individual, en el caso de la ciudad estas tres cosas también tienen que

estar en armonía para que la acción pueda ser correcta. Ya vimos que las leyes

pueden ser correctas o incorrectas dependiendo de la constitución, es más, estas

leyes deben ajustarse a las constituciones y no al revés, de manera que podemos

encontrar universales que conduzcan a acciones correctas y universales que

conduzcan a acciones incorrectas, igual que en la acción humana. Por otra parte,

unas leyes adecuadas no sirven de nada si los particulares con los que se relacionan

no son adecuados. Los gobernantes son los ciudadanos que cumplen un oficio

ciudadano, y los oficios se determinan gracias a la constitución, de manera que una

constitución desviada tendrá gobernantes desviados, lo cual hará que, por muy

buenas y justas que sean las leyes, los gobernantes hagan, por su relación con los

particulares, que las acciones sean incorrectas. Por último, vimos que el deseo debe

apuntar al bien común para poder hablar de acción en la ciudad, pero también vimos

que ese bien común puede ser desviado hacia bienes individuales y desviados, lo

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que hace que, aunque tengamos leyes adecuadas y gobernantes adecuados, si el

deseo no busca el bien común, no habrá actos correctos.

Bajo este panorama, ¿podemos establecer una equivalencia entre los caracteres

derivados de la relación entre las partes del alma con las constituciones derivadas

de la relación entre las partes de la ciudad? Retomando el planteamiento de Wiles,

en el caso de las constituciones podríamos hablar de correctas y desviadas. Las

constituciones correctas (aristocracia/politeia) tienen leyes adecuadas, una

distribución de oficios justa que permite que todos los ciudadanos compartan el

poder y apuntan al bien común. Las constituciones desviadas (oligarquía,

democracia y tiranía) no permiten el gobierno de la ley, no comparten justamente el

poder y apuntan al bienestar de una sola de las divisiones presentes en la ciudad o

al de un solo individuo. De manera que las constituciones correctas equivalen a los

caracteres virtuosos y moderados, siendo más virtuosas entre más se acerquen a una

aristocracia ideal y más moderadas mientras más se acerquen a una politeia bien

mezclada; mientras que las constituciones desviadas equivalen a los caracteres

viciosos e inmoderados, siendo más viciosas entre más se acerquen a la tiranía y más

cercanas a la inmoderación mientras más se acerquen a la oligarquía y a la

democracia. ¿Dónde queda entonces la akrasia y la enkrateia?

Akrasia y enkrateia social como cambios en las constituciones

La propuesta del presente trabajo es que la akrasia social es, concretamente, el estado

en el que se encuentra una ciudad cuyas leyes son correctas, pero no son atendidas.

En términos de constituciones como tal, serían todas aquellas que caen dentro del

espectro de tránsito de las oligarquías y las democracias en la búsqueda de una

mezcla adecuada para pasar de una forma pura de ambas a una politeia (en el caso

de la enkrateia) y visceversa (en el caso de la akrasia).

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Aristóteles compara la ciudad acrática con el individuo acrático en la Ética con una

analogía con las leyes:

So the incontinent person is like a city that passes all the right decrees and has

good laws, but makes no use of them, as in Anaxandrides’ joke: ‘The city willed

it, which cares nothing for laws.’ The wicked person, however, is like a city that

implements its laws, but implements wicked ones. (EN, 1152a 29-33)

Esto, unido a lo propuesto por Wiles, refuerza el hecho de que la akrasia solo puede

surgir en las constituciones correctas, pues son las que tienen leyes adecuadas y en

las cuales la ley gobierna. Las constituciones desviadas no tienen leyes adecuadas, o

no permiten que la ley gobierne (en sus versiones más extremas), por lo que la

analogía no les aplicaría; pero, además, las constituciones desviadas presentan los

rasgos distintivos que vimos que separan a los caracteres inmoderados y viciosos de

la akrasia. Estas constituciones no están desviadas por presentar un desequilibrio

entre sus partes (ley, constitución, deseo); al contrario, las tres tienen el mismo

objetivo, lo que las hace desviadas es que este objetivo es desviado. Los gobernantes

de las constituciones desviadas persiguen conscientemente la desviación e

implementan leyes que les permitan favorecer a un grupo o a una sola persona, en

lugar de beneficiar a toda la comunidad. Una ciudad acrática, aunque delibere para

actuar y, sin embargo, actúe incorrectamente, no tiene planteado, en principio, un

objetivo desviado; simplemente, al igual que el acrático individual, puede tener este

objetivo como un actor tiene su parlamento, lo que la lleva a actuar de manera

errónea.

¿Qué pasa en el actuar acrático de una ciudad? Las leyes siguen siendo correctas y

justas, pero no se toman en cuenta a la hora de la deliberación. Esto puede conducir

a dos caminos: las leyes se pueden ignorar parcialmente o completamente. La politeia

consiste en una mezcla equilibrada de oligarquía y democracia, por lo que ignorar

las leyes para una de las partes puede inclinar la balanza hacia cualquiera de las dos

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constituciones. Ignorarlas puede significar tanto no aplicarlas como ser más

permisivo con un grupo que con otro; cualquiera de las dos posibilidades conduce

a un desequilibrio en la justicia, a que un grupo resulte más beneficiado, o al menos

reciba un beneficio diferente al que el otro recibe, lo que conducirá a que el lazo de

amistad que sostiene a la ciudad se pierda y la constitución cambie. Esta ignorancia

parcial de la ley va en detrimento de una de las recomendaciones dadas por

Aristóteles para conservar una constitución (Política, 1307b 30-35): prestar atención

a cualquier violación de la ley, por pequeña que parezca, y tomar los correctivos

necesarios. Si la aplicación de la ley empieza a ser laxa, o no se aplica en lo absoluto,

la constitución corre el riesgo de convertirse en democracia u oligarquía,

dependiendo de qué parte de la ley es la que se está dejando de aplicar. Ignorar la

ley completamente puede llevar al surgimiento de las versiones más extremas de la

democracia y la oligarquía, en las cuales la ley no gobierna, lo que eventualmente

puede derivar en el surgimiento de tiranías. En cualquier caso, partimos de un

escenario con leyes correctas que no se aplican, lo que conlleva un cambio

descendente en la constitución.

En el caso de la constitución, evidentemente, también tenemos que partir de una

correcta para poder hablar de akrasia, constitución que puede llegar a convertirse en

una desviada, o al menos en una más alejada de la mejor constitución posible. El

cambio en la constitución acarrea el cambio en la ley, momento en el cual dejaremos

de hablar de akrasia para pasar a hablar de constituciones desviadas, así que para

establecer ese momento de transición necesitamos fijarnos en la ciudadanía y en el

deseo involucrado en la acción de la ciudad. La distinción entre constituciones

correctas y desviadas viene dada por los objetivos de cada una: las primeras apuntan

al bienestar común, las segundas al bienestar individual. Este bienestar individual

no necesariamente significa el bienestar de un solo individuo, puede ser, como en el

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caso de oligarquías y democracias, el bienestar de solo uno de los grupos que pueden

conformar una ciudad. En el caso de las tiranías, el grupo se reduce a un individuo

que buscará satisfacer sus vicios personales a través de la ciudad. La ciudad entrará

en akrasia cuando la constitución se desequilibre para empezar a favorecer a un

grupo o un individuo y no a la ciudad en su totalidad.

La razón para generar este desequilibrio será la consideración parcial de la justicia

dentro de la ciudad. Aristóteles señala que el surgimiento de muchas constituciones

radica en una interpretación parcializada de la justicia, y habla en particular de la

democracia y la oligarquía:

We should take as our initial starting point that many constitutions have come

into existence because, though everyone agrees about justice (that is to say,

proportional equality), they are mistaken about it, as we also mentioned earlier.

For democracy arose from those who are equal in some respect thinking

themselves to be unqualifiedly equal; for because they are equally free, they think

they are unqualifiedly equal. Oligarchy, on the other hand, arose from those who

are unequal in some respect taking themselves to be wholly unequal; for being

unequal in property, they take themselves to be unqualifiedly unequal. The result

is that the former claim to merit an equal share of everything, on the grounds that

they are all equal, whereas the latter, being unequal, seek to get more (for a bigger

share is an unequal one). All these constitutions possess justice of a sort, then,

although unqualifiedly speaking they are mistaken. And this is why, when one

or another of them does not participate in the constitution in accordance with

their assumption, they start faction. (Política, 1301a 25-40)

Si al estar mezclados en una politeia, uno de los grupos, o ambos, interpretan la

justicia de la ciudad de esta manera, es evidente que propenderán por las leyes que

se ajustan a su grupo y dejarán relegadas aquellas que propenden por el grupo

contrario, pues estarán pensando que la justicia es únicamente la justicia que

compete a su grupo, no la justicia que compete a la politeia. Es por esto por lo que

Aristóteles insiste en cuidar la educación ciudadana y aclara que esta no consiste en

hacer lo que el demócrata o el oligarca deseen, sino en saber mezclar ambas

constituciones correctamente. La educación ciudadana preserva la constitución

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porque evita el surgimiento de la akrasia social. Esto se logra al evitar que los

gobernantes actúen haciendo pasar la justicia parcial de un grupo como la justicia

para la ciudad en su totalidad.

El fallo de la akrasia social, al igual que el de la individual, no constituye un error de

ignorancia, en la medida en que las leyes siguen gobernando y siguen siendo

correctas cuando la akrasia ocurre. La ignorancia en ambos escenarios consiste en lo

mismo: las leyes se tienen, pero no se usan, se recitan como el actor recita los versos

de una obra. La akrasia social concierne a los particulares en tanto son los

gobernantes, no las leyes, los que desvían la constitución al considerar una justicia

parcial, lo que conlleva una aplicación parcial de la ley. Haciendo la analogía con el

ejemplo de la Ética de los alimentos dulces, la justicia parcial sería como ese alimento

dulce que se presenta ante el acrático, el cual le genera el deseo de probarlo y permite

la activación en el razonamiento de los universales adecuados para ese deseo, lo que

hace que se lleve a cabo una acción deliberada pero guiada por elementos que no se

corresponden con aquellos que determinan una acción correcta.

A medida que las recomendaciones aristotélicas para la preservación de la

constitución se van omitiendo, esta entrará en un proceso más acelerado de cambio,

hasta que eventualmente dejará de ser acrática y se transformará en una constitución

desviada. Si partimos de una constitución bien mezclada, en la que se descuida la

educación de los ciudadanos y la aplicación de la ley, es posible que, en un principio,

el hecho de estar bien mezclada garantice que los grupos se hagan contrapeso y

ninguno logre dominar sobre el otro, lo que conservará por un tiempo la

constitución; pero si se deja de compartir los oficios equitativamente, si uno de los

grupos pierde poder, si algunas personas empiezan a gobernar por periodos cada

vez más largos, incluso indefinidos, uno de los grupos terminará imponiéndose, lo

que puede hacer que la constitución se transforme a su favor, o que se genere una

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disidencia que lleve a la constitución hacia algo favorable para el otro grupo. En

cualquier caso, la constitución bien mezclada de la que partimos terminará

desapareciendo si las recomendaciones no se toman en cuenta.

La importancia de mantener la educación de los ciudadanos radica, además de lo

anteriormente mencionado, en que, como vimos con la analogía del coro, la

identidad de la ciudad está determinada por la constitución, no por las personas

individuales. Estas últimas están cambiando constantemente, bien sea por relevos

generacionales, bien sea porque se incorporan extranjeros o se van ciudadanos. En

ese sentido, aunque en un momento dado se tenga una constitución bien mezclada

y funcional, con unos ciudadanos que la protegen y están bien educados para esta,

en algún momento estos ciudadanos irán desapareciendo y llegarán a ser una

minoría, siendo sobrepasados por los nuevos ciudadanos. Si estos nuevos

ciudadanos no se educan adecuadamente, pueden afectar la constitución que sus

antepasados mantuvieron y cambiarla en cualquier sentido, de la misma manera que

la calidad de un coro en el cual todos son excelentes artistas cambiará

necesariamente si los reemplazos de estos artistas no son, al menos, del mismo nivel

de los anteriores.

Si la educación ciudadana es tan importante, y son los gobernantes (al ser los que se

relacionan con particulares) los que pueden llevar a una ciudad a la akrasia, ¿deriva

la akrasia social de la individual? Siguiendo las pistas de Rorty (1997) considero que,

si bien ambos fenómenos pueden estar relacionados, no necesariamente derivan uno

del otro. Aunque los oficios de la ciudad son ocupados por individuos, no es el juez

individual el que toma una decisión, es el jurado, y lo mismo aplica para todos los

oficios. Por este motivo es que Aristóteles insiste en que es mejor ser gobernado por

muchos y no por un único hombre, pues un jurado puede verse afectado si está en

manos de un solo hombre y este se corrompe, mientras que corromper a muchos

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hombres es más complicado. Una ciudad está compuesta por todo tipo de caracteres

individuales, lo que hace que los oficios sean ocupados por personas de todo tipo.

Aristóteles advierte que lo más fácil de encontrar en la realidad es el intermedio

entre akrasia y enkrateia, siendo la virtud y el vicio extremos que rara vez se presentan.

Por tanto, podemos considerar que los oficios, en su mayoría, también sean

ocupados por estos dos tipos de caracteres y que su presencia influya en el

surgimiento de akrasia social. Sin embargo, la recomendación del gobierno de

muchos sobre el gobierno de pocos puede apuntar, por un lado, a que, si la presencia

de la akrasia es tan grande, se hace necesario contrarrestarla a través de la multitud,

la cual, según Aristóteles, puede ser tan o más virtuosa que el más virtuoso de los

hombres en la ciudad, por lo que claramente será más virtuosa que los muchos

acráticos que la conforman. Pero, por otro lado, también puede apuntar a que un

solo hombre, por virtuoso que sea, puede corromperse, por lo que el tránsito

descendente que inicia con la akrasia social también se podría dar a partir de

individuos virtuosos. En el camino inverso, el de la influencia de una sociedad

acrática en el surgimiento de individuos acráticos, la relación también puede existir,

pero si la akrasia social fuera la causa directa y única de la akrasia individual, no

tendría sentido hablar de un mejoramiento en las constituciones, pues una vez

alcanzada la akrasia, los ciudadanos no podrían aspirar a mejorar, pues la ciudad los

convertiría a todos en acráticos, lo que implica que la educación ciudadana no

serviría de nada. La posibilidad de mejorar la constitución lleva a que, aún en una

ciudad acrática, puedan existir individuos más cercanos a la virtud, ya sea porque

no son transformados por la akrasia social o porque todavía pueden educarse para

una mejor constitución. De manera que la akrasia individual puede facilitar el

surgimiento de la akrasia social, así como una sociedad acrática favorecerá la

aparición y propagación de la akrasia individual, pero no necesariamente son causa

la una de la otra.

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Finalmente, teniendo esta descripción de la akrasia social resulta más fácil plantear

su contraparte, la enkrateia social, describiéndola como el camino inverso. Aristóteles

posibilita esta descripción al presentar un esquema flexible en el cambio entre

constituciones, esquema que permite a cualquier tipo de constitución cambiar tanto

para mejor como para peor. A partir de la descripción de la akrasia social, de los

cambios en las constituciones propuestos por Aristóteles, y de las pistas de Wiles,

podemos ver por qué resulta más fácil arreglar una constitución acrática que una

viciada. Las democracias y oligarquías más extremas son muy cercanas a la tiranía,

en estas tres constituciones la ley no gobierna, por lo que partimos con una seria

desventaja con respecto a las constituciones acráticas: se debe reformar la ley para

que sea correcta; pero la ley debe ajustarse a la constitución, por lo que cambiar leyes

sin haber cambiado la constitución no servirá para nada, pues, por la misma

definición de tiranía, oligarquía y democracia, la ley es inoperante pues no está al

mando. Las recomendaciones aristotélicas para este tipo de constituciones,

representadas en las recomendaciones para la tiranía, implican efectuar un cambio

en la constitución antes que nada: compartir el poder, tratar justamente a toda la

ciudad, involucrar en los oficios a todos los sectores; unido a esto, el tirano debe

comportarse como un monarca, lo que implica que, por un lado, no debe perseguir

sus vicios y, por otro lado, debe darle el poder a la ley, pues en una monarquía bien

establecida la ley gobierna. Una vez efectuados estos cambios es más fácil conducir

esta constitución hacia la mejor posible, pues ya tenemos, al menos, el gobierno de

la ley, lo que necesitamos es sacarla de la akrasia educando a los ciudadanos y

logrando una mezcla adecuada de oligarquía y democracia que, finalmente, busque

el beneficio común. Todo este tránsito de conservación de las constituciones viciadas,

que en realidad es una transformación de estas para acercarse a la mejor posible,

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viene marcado por un término clave: moderación39. La enkrateia se describe como

auto control ante los placeres a los que sucumbe el acrático y que el vicioso persigue

conscientemente (EN, 1150a ss.), por lo que esos placeres existen en este carácter y

lo que hace es moderarlos o reprimirlos. El tirano, el demócrata y el oligarca deben

hacer precisamente esto: el deseo de gobernar buscando el beneficio para sí mismos

sigue estando presente, la satisfacción de sus placeres personales los sigue afectando,

pero, si quieren conservar sus respectivas constituciones, deben moderarse y aplicar

las recomendaciones que les da Aristóteles, las cuales, en últimas, buscan acercarlos

a la virtud al tiempo que acercan la constitución a la mejor posible.

Una constitución continente (enkratês) será, pues, aquella que está en camino de

convertirse en una politeia gracias a que los gobernantes se auto controlan, le dan el

poder a la ley y están educándose para adecuarse a una mejor constitución. Akrasia

y enkrateia social serían dos caras de la misma moneda, corresponden a las mismas

constituciones, lo que varía es que la primera es el tránsito de una mejor constitución

a una peor, mientras que la segunda es el mismo tránsito, pero en sentido contrario.

Los gobernantes en la akrasia social están usando una justicia parcial como la justicia

para la ciudad, los gobernantes en la enkrateia social están aprendiendo que, para

conservar la constitución, deben involucrar a todos los actores sociales, lo que

implica que su justicia parcial no puede ser la justicia para la comunidad.

Conclusión

La akrasia individual es tal vez uno de los temas más discutidos de la ética aristotélica,

por lo que poder representarla dentro de su sistema político, aplicándola a la

39 Ver, por ejemplo, Política 1289a 38 – 1289b 4, donde se califica a la democracia como la más

moderada de las constituciones viciadas, precisamente porque permite compartir los oficios; 1295b

1-13, donde se propone, como recomendación, mantener una clase media robusta y grande, pues

representa el término medio entre ricos y pobres, siendo un grupo moderado; 1314b 28-35 donde,

dentro de las recomendaciones para la conservación de la tiranía, se le dice al tirano que debe ser

moderado con respecto a los placeres corporales.

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sociedad, puede expandir las fronteras de dicha discusión. Es indudable que la

política y la ética tienen vínculos muy estrechos para Aristóteles, por lo que dicha

representación no solo sería posible sino deseable.

Este trabajo no pretende demostrar la existencia de algo completamente nuevo en la

teoría política ni ética aristotélica; al fin y al cabo, la descripción de los cambios entre

constituciones y la descripción de la akrasia se pueden encontrar en la Política y en la

Ética respectivamente. El propósito es vincular estas dos descripciones para

encontrar las similitudes entre ambas, dada la estrecha relación establecida entre

ética y política. Esta vinculación puede ayudar no solo a complementar ambas

teorías, sino a buscar otros elementos que se puedan relacionar de ambas, lo que

puede conducir a descripciones todavía más completas y a la búsqueda de

problemas que puedan surgir a partir de esos vínculos.

Por otra parte, como se puede ver en el texto de Rorty (1997), tanto la teoría política

como ética de Aristóteles pueden tener mucha relevancia en la época actual: con las

adecuaciones pertinentes puede ajustarse y ayudar a entender algunas de las

problemáticas con las que lidiamos hoy en día. Poder hablar de una akrasia social,

como uno de los posibles elementos que afectan a una comunidad, abre la puerta

para aplicar todo lo dicho en el libro VII de la Ética a nivel social, tal vez no a la

manera de una cura o solución para muchos de los problemas, pero sí puede darnos

nuevas perspectivas, maneras de entender y abordar dichos problemas, las cuales se

pueden ajustar a la actualidad y permitir el planteamiento de soluciones, las cuales

tal vez no se han contemplado por no tener en cuenta la presencia de este fenómeno

a nivel social.

En cuanto al interés filosófico que puede suscitar la existencia de la akrasia social,

además de lo ya dicho sobre estrechar vínculos entre las obras, el planteamiento

puede invitar a buscar las problemáticas propias de la akrasia individual en el ámbito

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social y permitir nuevas respuestas a estos interrogantes. Como mencioné

anteriormente, la akrasia es tal vez uno de los temas más discutidos, por lo que sería

interesante ver si esas discusiones se mantienen en el caso de una akrasia social, si

esta última permite nuevas visiones y soluciones gracias a lo desarrollado en la

teoría política, o si esta akrasia genera nuevos interrogantes no contemplados, o

contemplados parcialmente, al hablar solamente de una akrasia individual. Además

de esto, también puede invitar al refinamiento y crítica del concepto en sí mismo: ¿la

descripción brindada en esta investigación es adecuada? ¿Las equivalencias entre

partes del alma y ciudad son certeras? ¿Se puede hablar realmente de una ciudad

como agente? Muchos de los problemas que pueden surgir se pueden derivar de los

problemas ya existentes en ambas teorías, así como el planteamiento mismo de la

akrasia social puede traer nuevos problemas que podrían ser de interés filosófico.

Apéndice

La motivación principal para este trabajo surgió, como mencioné en la conclusión,

de la búsqueda de una aplicación en la sociedad actual, específicamente en la

colombiana, de la teoría aristotélica para el planteamiento de soluciones enfocadas

en el marco de dicha teoría. Con el planteamiento de la akrasia social pretendo

plantear una forma de entender la cultura ciudadana, su aplicación y sus posibles

problemas. Para poder hacer esto se hacía necesario rastrear primero la akrasia social,

por lo que la investigación se enfocó en este aspecto, pero quiero dejar planteado un

esbozo de la problemática original que suscitó el trabajo.

En Colombia, la idea de cultura ciudadana se desarrolló a partir de las alcaldías de

Antanas Mockus en la ciudad de Bogotá. Para el ex alcalde Mockus, “la noción de

cultura ciudadana buscaba impulsar ante todo la autorregulación interpersonal”

(Mockus, 1998, 10) a través del cumplimiento de cuatro objetivos básicos (Mockus,

1998, 11): aumentar el cumplimiento de normas de convivencia, aumentar la

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capacidad de unos ciudadanos para llevar a otros al cumplimiento pacífico de

normas, aumentar la capacidad de concertación y de solución pacífica de conflictos

entre los ciudadanos, y aumentar la capacidad de comunicación de los ciudadanos

a través del arte, la cultura, la recreación y el deporte. Este planteamiento parece

apuntar a prestarle atención al punto que Aristóteles encuentra como más álgido

para la conservación de una constitución: educar al ciudadano. Sin embargo, la

definición de cultura ciudadana de Mockus también parece querer ir más allá,

porque autorregularse implica un ascenso considerable en la escala ética: para lograr

tener una comunidad de este tipo necesitamos que, al menos, esté conformada en su

mayoría por personas continentes (enkrateia), teniendo en cuenta que el ideal al que

se aspira es tener una comunidad conformada por personas virtuosas, las cuales

cumplen las normas porque cada uno considera que es lo mejor que se puede hacer

para vivir bien, no porque los puedan castigar si las incumplen. Esto hace que la

comunidad esté fuertemente cohesionada en el sentido de tener un objetivo común

claro y bien establecido, donde todos tienen un carácter similar en virtud; en otras

palabras, sería vivir en una aristocracia perfectamente establecida.

Pero, si seguimos a Aristóteles, este ideal es muy difícil de alcanzar, lo que no

implica que no se pueda llegar a él, pero sí puede requerir algún paso intermedio

antes de aspirar a lograr una sociedad como esa. Para poder saber qué tan cerca

estamos de lograr un ideal como este, y qué necesitamos para acercarnos más,

primero necesitamos saber el punto del que estamos partiendo: ¿tenemos una

constitución tan desviada que la ley no está al mando; una desviada y con leyes mal

establecidas pero que están al mando; una desviada con leyes bien establecidas y al

mando; una correcta con inclinaciones a una desviación? Dependiendo del punto de

partida podremos saber qué acciones debemos tomar; recordemos que las

recomendaciones aristotélicas para cada tipo de constitución apuntan al mismo

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objetivo, pero las hacen atravesar caminos diferentes: una tiranía primero debe

tomar medidas con respecto al gobierno de la ley, y solo después de eso puede

empezar a generar cambios para acercarse a la mejor constitución posible. Además,

según el análisis de Wiles, resulta mucho más sencillo corregir una constitución

acrática que una desviada. Finalmente, las recomendaciones aristotélicas también

propenden por que los cambios se hagan de la manera más transitoria posible, pues

los cambios bruscos pueden generar rechazo y surgimiento de disidencias; por

ejemplo, si la constitución requiere repartir equitativamente oficios, es mejor hacerlo

gradualmente y no arrebatarle todo a los que tienen los oficios acaparados para

después repartirlos. El hecho de que los procesos sean graduales implica que la

educación ciudadana siempre esté presente, y sea la que ayude a preparar a los

ciudadanos para estos cambios, ya que, si los ciudadanos que están educados solo

para gobernar pierden el poder y pasan a ser gobernados, la disidencia no tardará

en aparecer, pues percibirán estos cambios como injusticias hacia ellos.

¿Es Colombia, y en particular Bogotá, acrática o desviada? Para responder esto

necesitamos analizar las leyes, saber si son correctas y si son respetadas. Con

respecto a lo primero necesitaríamos toda una investigación al respecto, la cual

escapa a los alcances de este apéndice, pero podríamos tender a aceptar que son

leyes justas y correctas, en el peor de los casos requerirían reformas menores

producto de las experiencias de los legisladores y de la ciudadanía en general. Con

respecto a lo segundo tenemos algunos datos que nos pueden ayudar: según el Índice

Global de Impunidad (2015, p. 42), Colombia es el tercer país con más impunidad, solo

superado por México y Filipinas40. Este podría ser un buen punto de partida para

40 Este índice trata de medir tanto impunidad real (delitos que no se castigaron) como percibida (la

idea de impunidad que tiene la población en general) (p. 26). El ranking está conformado por 59

países y la posición que ocupan es relativa a los demás países y no a una escala absoluta; es decir,

Colombia es más impune que los países que están por debajo, pero esa posición, por sí sola, no nos

dice nada sobre la cantidad real de impunidad que puede haber en el país (p. 41)

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empezar a responder qué tipo de constitución es la que tenemos en el país. A

primera vista podemos tener dos opciones: las leyes están siendo ignoradas

completamente o están siendo ignoradas en beneficio de algún grupo en particular.

Además de esto, también tenemos problemas como el colapso mismo del sistema

(juicios represados, hacinamiento carcelario, corrupción rampante, etc.), lo que

podría llevar a plantear que, dependiendo de la influencia de estos y más factores,

tal vez la ley, aunque escrita en un papel, realmente no está al mando.

Sea cual sea la respuesta a cuál es la constitución que tenemos en Colombia, a partir

del planteamiento aristotélico parece haber algo claro: el tránsito hacia la sociedad

que busca el concepto de la cultura ciudadana es largo y muy complicado. Esto no

significa rendirse y abandonar el proyecto, pero considero que, aplicando el

planteamiento aristotélico, es posible ver que el proyecto tal vez apunta más alto de

lo que se puede lograr, al menos en un plazo razonable de tiempo. Una vez

conseguida una transformación gradual, probablemente menor a la que se espera

con la cultura ciudadana, tal vez sea posible pasar a iniciar la búsqueda y

construcción de esa sociedad mucho más cercana a la aristocracia planteada por

Aristóteles.

Esta primera transformación requeriría, por un lado, el mantenimiento de los

principios que busca el concepto de la cultura ciudadana: educar a todos los

ciudadanos para que estén en armonía con la constitución de la ciudad y con la ley.

Lo importante en este aspecto es que esta educación no puede ser bandera exclusiva

de un gobernante, tiene que mantenerse en el tiempo y seguir viva mientras se desee

que la constitución se mantenga. Como vimos en el desarrollo del trabajo, los

ciudadanos pueden cambiar, nuevas generaciones llegarán, extranjeros se unirán a

la ciudad, y se hace necesario que todos se sigan educando conforme a las mejores

leyes y la mejor constitución. Si la educación ciudadana se descuida, tarde o

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temprano todo lo ganado en un periodo de tiempo se perderá, junto con la mejor

constitución que se haya logrado hasta ese momento.

Pero no basta con esto, de nada nos sirve educar bien a los ciudadanos si las leyes

que van a seguir no son correctas o no se aplican. El hecho de que Colombia presente

altos índices de impunidad, unido a la definición aristotélica del tipo de amistad

presente en la mayoría de las ciudades, explica por qué, a pesar de que las leyes

existan, ni gobernantes ni gobernados sienten la necesidad de cumplirlas. Por un

lado, otra de las recomendaciones aristotélicas se está descuidando: la infracción

más leve de la ley debe ser tenida en cuenta. Con altos índices de impunidad es

evidente que las infracciones, menores y mayores, no se están tomando en cuenta,

por lo que la ley no se está aplicando adecuadamente. Esto hace que no se perciba

ningún castigo al violarlas. Por otro lado, tampoco se percibe que se obtenga algún

beneficio de cumplir la ley. En ese caso ideal que pretende la cultura ciudadana, cada

uno de nosotros debería ser lo suficientemente virtuoso para notar que el beneficio

de cumplir la ley es tener la mejor vida para toda la comunidad; pero, en la realidad,

las personas que tienen ese grado de virtud pueden ser muy pocas. La idea es que,

gracias a la educación y a la retroalimentación ética que nos genera el vivir en una

sociedad bien constituida, todos lleguemos a ese nivel; pero, mientras tanto,

podemos generar políticas pensando que la mayoría de la gente necesita percibir

algún tipo de beneficio en el cumplimiento de la ley para que se sientan impulsados

a cumplirla; la fuerza del hábito hará que, después de algún tiempo, empiecen a

cumplirla porque es lo mejor para todos. De manera que, unido a la educación,

necesitamos que la ley esté en el poder, que la más mínima infracción sea tomada en

cuenta y que aquellos que cumplen la ley vean que hay un beneficio en cumplirla.

Tomar en cuenta la más mínima infracción no significa aplicar castigos extremos ni

iguales a toda infracción. Recordemos que la ley habla sobre universales, pero cada

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caso particular debe ser evaluado por seres humanos, que serán los encargados de

tomar las medidas más equitativas teniendo en cuenta las particularidades de cada

caso. Por otra parte, beneficiar a quien cumple la ley no significa premiar con bienes

y dinero las actuaciones ajustadas a la ley. El hecho de mostrar que el cumplimiento

de la ley beneficia a todos, y que ese beneficio repercutirá en algún momento en toda

la comunidad, debería ser estímulo suficiente. El problema es que cuando la ley es

cumplida por pocos, esos beneficios comunes resultan opacados por los beneficios

individuales (en general materiales) que pueden llegar a obtener los que incumplen

la ley. Esto último implica que la educación ciudadana no solo tiene que estar

armonizada con las leyes, también tiene que estar armonizada con la constitución,

en el sentido de ser una educación que no caiga en los errores señalados por

Aristóteles: educar a algunos para gobernar y a otros para ser gobernados, educar a

los oligarcas para que satisfagan los deseos oligarcas y a los demócratas para que

satisfagan deseos demócratas. Necesitamos una educación ciudadana que entienda

que la ciudad está constituida por diferentes partes, pero que esas partes no están

en una guerra permanente, sino que el beneficio de la comunidad implica el

beneficio de todas las partes.

El reto es muy grande, teniendo en cuenta los altos niveles de polarización a los que

puede llegar un país como Colombia, pero experimentos como la cultura ciudadana

han demostrado que se puede hacer algo para iniciar ese ascenso ético del que habla

Aristóteles. Los aportes que podría traer un planteamiento como el de la akrasia

social serían el de empezar por evaluar el tipo de sociedad del que estamos

partiendo y el tipo al que queremos llegar, notar por qué es más fácil transformar

una sociedad acrática que una viciada, qué necesitamos para pasar de vicio a akrasia

y qué necesitamos para pasar de esta última a algo mejor. Igualmente, si sabemos

que la akrasia social es la señal de alerta del tránsito de una sociedad bien constituida

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a una viciada, podemos tomar correctivos a tiempo para evitar iniciar la espiral de

descenso y mantener y defender la constitución correcta, objetivo que puede ayudar

a llevar a cabo las recomendaciones aristotélicas para la conservación de

constituciones.

Bibliografía consultada

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