Akropolis - Valerio Massimo Manfredi

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AKROPOLIS VALERIO MASSIMO MANFREDI

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  • AKROPOLISVALERIO MASSIMO MANFREDI

  • A mi amigo ateniense

  • La felicidad es dada por la libertad y la libertad por el coraje.PERICLES, Elogio fnebre (Tucdides, XLIII, 1,4)

  • Prlogo

    Tena veinte aos y unas ganas inmensas de viajar y de conocer mundo. Preparaba losexmenes de la universidad estudiando con un amigo de un pueblo vecino al mo y acabbamosde superar el primer examen de literatura griega que inclua, entre otras cosas, la lectura integrade la Odisea en su lengua original. Durante meses nos habamos aplicado en la traduccin conla ayuda de un diccionario y la edicin bilinge de Rosa Calzecchi Onesti, hasta que un buenda, pasado el tiempo, nos dimos cuenta de que estbamos leyendo a Homero sin ningunaayuda ni apoyo, con el diccionario cerrado y el texto de la traduccin tapado. Una sensacinmaravillosa, semejante, me imagino, a la que experimenta alguien que suelta las muletas y echaa correr. La he vuelto a sentir recientemente viendo la escena de la pelcula Forrest Gump,cuando el nio se desembaraza de las prtesis metlicas y corre, raudo como el viento: unmomento de extraordinaria e intensa emocin.

    Decidimos, pues, que partiramos lo ms pronto posible para Grecia, donde visitaramostodos los lugares ligados a la historia, a la pica, a la arqueologa; una especie de peregrinaje enel que buscaramos los paisajes de la memoria, los lugares en que la historia haba impreso sushuellas que nuestra ingenuidad imaginaba indelebles. Los medios a nuestra disposicin eranmuy escasos y no caba tampoco esperar que nuestros padres alimentaran nuestros magrosrecursos; sin embargo, habamos conseguido comprar un billete de ida y vuelta Ancona-Pireo(en toldilla), en un barco bautizado con el nombre de Apollonia, a un precio muy ajustado, y esebillete constitua un seguro ante nuestra aventura: significaba que siempre, en el peor de loscasos, podramos volver.

    Quedaba por establecer cmo nos desplazaramos una vez que llegramos, qucomeramos, cmo dormiramos, etctera. El problema del alojamiento lo resolvimos pidiendoprestada una tienda de campaa militar a un amigo boy scout y comprando dos colchonetashinchables en un mercadillo de segunda mano; en cuanto a la comida, el mismo amigo nosprest un camping gas de un solo fuego, con el que pensbamos que podramos prepararnosalgunas sopas de sobre en unas escudillas asimismo prestadas.

    Quedaba el problema del transporte. Mi amigo se desplazaba habitualmente en autobs; yotena un velomotor e hicimos con l una prueba subindonos los dos a l y cargando asimismonuestras dos mochilas, llenas de todo cuanto bamos a necesitar para el viaje. El experimentofue una desilusin, pues el pequeo propulsor de 50 cm3 fallaba a la ms mnima subida, pormuy leve que sta fuese, y sabamos perfectamente, por haberlo estudiado, que el terreno deGrecia figura entre los ms montaosos y accidentados.

    Por lo tanto decidimos que nos desplazaramos en autostop, como hacan en aquel tiempomuchos chavales de nuestra edad. Lo importante era poner pie en suelo griego: una vez quehubiramos llegado, ya haramos frente, uno por uno, a todos los problemas que nos fueransurgiendo.

    Fue un viaje de impresiones profundas, de emociones poderosas. Vimos el Partenn bajoun cielo abrileo en el que galopaban negros nubarrones henchidos de lluvia, que de vez encuando eran perforados por los rayos de sol que iluminaban con una luz violenta ya esta, yaaquella parte de la gran explanada, as como el prtico de las caritides, apenas rociado por unaligera lluvia.

    Sacamos de la mochila el Tucdides en edicin de bolsillo y nos pusimos a leer el Elogiofnebre:

    Amamos la belleza con mesura y rendimos culto al saber pero sin caer en la debilidad.Hacemos uso de nuestra riqueza ms como medio de accin que como motivo de jactancia, y noes ningn baldn para nadie aceptar su pobreza, pues lo realmente vergonzoso es no tratar desalir de ella en la medida de lo posible.

  • - Qu fuerza! - murmur mi amigo.Nosotros, muchachos de campo, provincianos como ramos, nos sentamos en aquel

    momento unos intelectuales, refinados humanistas slo porque podamos relacionar una cita deTucdides con la arquitectura del Partenn: cierto es que no estbamos ms que en los inicios,pero aquellas experiencias tan directas y, por as decir, concretas, nos producan verdaderoestremecimiento. Nos sentamos en la escalinata de los Propileos esperando la puesta de sol,contemplando la grandiosidad del oden de Herodes tico, la colina de Filopapo, el gora en ellado opuesto y, en lontananza, el Licabeto, rematado por su iglesita bizantina. Nos quedamos allsentados sin decir nada, con los ojos y el nimo llenos de asombro, hasta que el hambre nosempuj a buscar algo de comer en una taberna de Plaka. El barrio, apenas frecuentado por losprimeros turistas, conservaba su aspecto genuino: en la blanca pared de un pequeo local eldueo haba escrito con pincel y pintura roja bona e mercata grecca cuzina (comida griegabuena y barata), con la evidente intencin de atraer a turistas italianos. Y bien que lo consigui:descubrimos que la manera ms barata de llenarse el estmago era un plato de alubias y unahogaza de pan.

    En una tienda vi un par de gemelos de plata, que imitaban los dracmas atenienses, con lalechuza grabada, y me promet comprarlos a la vuelta si me quedada algo de dinero.

    Tuvimos que abandonar la ciudad al cabo de un par de das porque no podamospermitirnos los gastos del alojamiento, y antes de salir hacia el Peloponeso decidimos subirhasta la cima del Skaramang, la montaa en que el emperador persa Jerjes, segn la narracinde Herdoto, se hizo construir un trono para contemplar, como desde las gradas de un teatro, lavictoria de su flota contra las naves atenienses en el estrecho de Salamina.

    En un determinado punto de la subida haba una tela metlica y un pastor nos grit algo queno entendimos, pero nuestra curiosidad por ver el lugar en el que Jerjes haba establecido sutrono dorado era tal que no le hicimos caso. Nos adentramos, sin advertirlo, en un polgono detiro de la marina militar griega y por suerte nos encontramos con una patrulla de desalojo quenos ech, pues de lo contrario hubiramos tenido que correr bajo los proyectiles de los caones.

    El oficial que nos haba echado tuvo la amabilidad de parar un camin que nos llev hastaCorinto y nos regal una botella de coac griego que nos acompa durante todo el viaje. Lagran ciudad del istmo fue una desilusin; por otra parte, sabamos que la haban destruido losromanos de Lucio Mumia y que lo nico griego que haba quedado eran las siete columnasdricas del ngulo del templo de Apolo. Subimos los novecientos escalones que llevaban alAcrocorintio y desde all pudimos contemplar un paisaje asombroso: por un lado veiase el canal,el golfo Sarnico y la isla de Egina; por el otro se divisaba al norte la costa de Fcide y al oesteel vasto golfo, que apareca como cerrado por las escarpadas montaas de Acaya que seadentraban en el mar hacia el medioda.

    Al sur se extenda la Arglida, hasta donde se perda la vista, destacada por los rayosoblicuos del sol que acentuaban los colores resplandecientes de la primavera. Nos acordamosde Digenes y de su tonel, que no deba de ser mucho menos acogedor que nuestra tienda decampaa, tanto ms cuanto que nuestras colchonetas hinchables de segunda mano no retenanel aire y a eso de las dos de la madrugada invariablemente tenamos que levantarnos para volvera hincharlas si no queramos dormir sobre las mismas piedras. La ma a menudo duraba slohasta la medianoche y desde aquel momento tena que volver a hincharla dos veces antes delamanecer mientras que m amigo, ms afortunado que yo, se las arreglaba hinchndola una solavez.

    - Lo barato acaba saliendo caro - comentaba l, como si hubiramos podido escoger ennuestra adquisicin.

    El da siguiente fue muy duro porque aunque hicimos dedo no encontramos a nadie que noscogiera y tuvimos que caminar durante casi diez kilmetros bajo un sol de justicia. Hacia lasonce se detuvo un tractor y el conductor nos dej montar en el remolque entre cajas de naranjasy limones. Llegamos a Micenas despus de la puesta de sol, muertos de cansancio, hambrientosy con los huesos molidos por haber viajado en tractores, sentados en los guardabarros o en losadrales de hierro de los carros agrcolas; pero era tal la emocin de encontrarse en la ciudad de

  • Agamenn que nos olvidamos de todas nuestras cuitas.Las verjas estaban ya cerradas, los vigilantes se marchaban en aquel preciso momento y

    tambin el ltimo autocar de turistas se alejaba ton direccin a la nueva Micenas, unpueblecito de pocos miles de habitantes, situado al pie de las colinas. En cambio nosotros nosquedamos y, al no poder entrar, trepamos por una colina rocosa que domina la ciudad, aquelladesde la cual, en el Agamenn de Esquilo, el viga ve las fogatas que sealan desde Nauplia lallegada de la flota aquea. Los ltimos rayos del ocaso tean de rojo las ciclpeas murallas y loscontrafuertes de la Puerta de los Leones, y desde nuestra posicin poda verse por entero el granmegaron y la torre que se asomaba al abismo. Cog de mi mochila la Odisea y me puse a leer elpasaje del libro undcimo donde Agamenn, evocado por Odiseo, cuenta desde los Infiernoscmo fue asesinado a su regreso: Fue infamante mi muerte, y conmigo mataron a mis hombrescomo cerdos y el suelo cubierto de sangre Y la cara de perra, envindome al Hades, ni sedign siquiera a cerrarme los ojos con sus manos.

    Lea como si fuera un actor trgico y yo mismo me emocionaba por el sonido de mi voz entreaquellas rocas desnudas. Dej de leer cuando la oscuridad me impidi seguir hacindolo, peroen ese momento, desde el valle que tenamos abajo, se alz el grito de la lechuza. Otra lerespondi y luego otra ms, hasta que la montaa entera reson con aquel lloriqueo. Cansados,excitados, hambrientos, ramos casi incapaces de controlar la emocin que haba hecho mellaen nosotros y continubamos mirando fijamente ese suelo como si asistiramos en directo a lasangrienta escena. Luego, cuando el canto de las lechuzas ces casi de golpe, dejamos escaparun largo suspiro y pensamos en cmo podamos quitarnos el hambre en un lugar tan escabroso ydesolado como aqul. Nos acordamos de las sopas de sobre que haba al fondo de nuestrasmochilas, revisamos nuestras reservas de agua en las cantimploras y encendimos el hornillo trashaber preparado un abrigo con algunas piedras. Era nuestra primera cena bajo las estrellas yaquella sopa caliente y gustosa tena un sabor industrial de lo ms nuevo para nosotros; lahabamos preparado con nuestras propias manos y nos supo a manjar de dioses.

    El terreno era demasiado rocoso para plantar la tienda, por lo que la extendimos en tierra ynos acostamos al abrigo de las rocas todava tibias: dormimos toda la noche, milagrosamente,sin tener que despertarnos para hinchar las colchonetas, pero antes de caer rendidos nosquedamos un buen rato charlando mientras contemplbamos el ciclo salpicado de estrellasincreblemente luminosas, sorbiendo unas gotas de nuestro coac militar y fumando unPapastratos, el nico que nos permitamos a lo largo de toda la jornada. Seguramente en toda mian breve vida no haba sido nunca tan feliz como en aquel momento.

    En Epidauro, en el ms hermoso teatro del mundo antiguo que ha llegado hasta nosotros,representaban el Edipo rey con Spiros Fokas y Katina Paxinou, e invertimos una cifraequivalente a cuatro o cinco das de supervivencia para poder asistir al espectculo, que serepresentaba en griego moderno. Nos costaba entenderlo y seguamos el texto antiguoiluminndolo con una linterna, pero lo sugestivo de ver a actores vivos y autnticos con sus trajesde escena en aquella construccin milenaria maravillosamente conservada nos llenaba deemocin y de espanto.

    Llegamos a Delfos entrada la noche, despus de haber atravesado a pie la montaa.Habamos esperado larga e intilmente que nos llevaran a Itea y luego tomamos una decisin: siseguamos hacia arriba, todo recto, atajaramos unos dos tercios. Lo cual era muy cierto, aunqueno nos imaginbamos lo que nos esperaba. La oscuridad haba cado sobre nosotros mientrastrepbamos an por entre las rocas y zarzales, con un viento muy fuerte que doblegaba lascopas de los rboles.

    Llegamos a la cima exhaustos y a oscuras. No haba ms que una taberna en todo elpueblo, de nombre Parnassos, y entramos; con el pelo alborotado, los vaqueros rotos por debajode las rodillas, las manos despellejadas y la barba sin afeitar, parecamos unos autnticosbandoleros, y todos los clientes se volvieron hacia nosotros como cuando dos pistolerosentraban en uno de los salones del lejano Oeste. Nos sentamos en la mesita ms apartada ypedimos unas alubias, una hogaza de pan y una botella de agua, pero al poco el camarero trajomedio litro de retsina: una invitacin de aquel seor de all. Luego trajo unas suvlakia de cerdo

  • bien asadas: invitacin de aquel otro seor de all. Haban comprendido que tenamos hambre yque si andbamos con aquellas trazas no era por dar la nota, sino porque no tenamos nada msque ponernos, y les dbamos lstima.

    Desde all llegamos, a travs de Fcide, al desfiladero de las Termopilas. En relacin connuestras expectativas, el lugar resultaba casi irreconocible por su distancia del mar, por elenterramiento del golfo y por el paso de un carretera nacional y de las principales lneaselctricas que unan el norte y el sur del pas. Y, sin embargo, aquel monumento a Lenidas,erigido haca slo pocos aos y costeado por unos trescientos espartanos emigrados a EstadosUnidos, nos pareci hermossimo, con las palabras de Simnides grabadas en su base(Glorioso es vuestro destino/Vuestro monumento fnebre es un altar). Luego, subimos al cerrodonde los hombres de Lenidas formaron en cuadro en la ltima desesperada defensa paraproteger la agona del rey moribundo, y lemos la inscripcin que figuraba en la estela funeraria:Forastero, anuncia a los espartanos que aqu camos, obedientes a sus leyes. Tambinaquella era falsa, pero; qu ms daba? Nuestra emocin era genuina. Buscamos, asimismo, elpaso de Anopea, el secreto sendero que el traidor Efialtes mostr a los persas para que pudieranconquistar por la espalda la inexpugnable posicin defensiva de los griegos; pero nos perdimosen los bosques al regreso, ya de noche, muertos de hambre y de cansancio,

    La etapa siguiente fue Olimpia y llegamos corriendo al estadio imaginando al pblico queanimaba a los atletas. Ped que me hicieran una foto con la pose del Discbolo de Mirn, ycuando entramos en el museo nos quedamos deslumbrados por todas aquellas maravillas: laCentauromaquia, la Carrera de Plope y de Enmao, el dios Apolo con sus bucles arcaicos y subrazo tenso y enrgico por encima de aquella maraa de cuerpos humanos y bestiales. Parecaincreble. Y nosotros tratbamos de imaginarnos a aqullos con sus armas de metal dorado, queresplandecan al sol en los frontones gloriosos de los templos. Y luego el Hermes de Praxteles,desnudo y solo en medio de aquella luz difusa que llova del cielo y que volva traslcida cualcera su piel de mrmol pari.

    Volvimos a Patrs y buscamos un embarque para taca, que por nada del mundohubiramos dejado fuera de nuestro itinerario. Nos cost el ltimo dinero que tenamos, pero nosquedaban an siete sobres de sopa y una pequea bombona de gas para cocinarlos: podramossobrevivir. Desembarcamos al amanecer y vimos Samos todava cubierta por la sombra de losmontes de la Tresprotia (La una se encuentra all donde est el negro ocaso) e tacaresplandecer bajo el sol radiante de la maana ( la otra ms adelante, all donde apuntan laaurora y el sol). Buscamos los campos de Humeo, la gruta de las ninfas y finalmente los pobresrestos del que Schliemann crey el palacio de Odiseo. Excav, incluso, para buscar las racesdel olivo bajo cuyas ramas el hijo de Laertes aparej su yacija. Por la noche nos sentamos en laplaza a contemplar el puerto de Vath, aquel en el que Telmaco recal, evitando el acecho delos pretendientes en la isla de Astride.

    En cualquier perro tratbamos de reconocer a Argos, en cualquier muchacho a Telmaco,en cualquier pastor a Eumeo o Filecio y, en la figura de un anciano venerable, las canas deLaertes. Pero l, el muy paciente y divino Odiseo, el urdidor de engaos, el destructor deciudades, el hroe de todo tiempo y lugar, l estaba por doquier, como si fuera el alma de aquellaisla, como si su aliento fuera el viento, como si dejara huellas misteriosas en el polvo de loscaminos.

    Eran las nuestras nada ms que fantasas de muchachos ingenuos, pero tan intensas, tansugestivas, que dejaban seales profundas, sensaciones capaces de resistir toda una vida y decondicionar nuestro futuro. En aquellos momentos pensbamos en los jvenes que se pasabanlas veladas nocturnas en las pistas de baile contorsionndose con el twist y nos sentamos unosprivilegiados, unos elegidos por los dioses, orgullosos de soportar el hambre y las privacionespara lograr conquistar aquella intimidad profunda e inmaculada con los antiguos cantos deHomero, con las historias de Herdoto y de Tucdides, con el lamento de Edipo, de yax, dePrometeo.

    Los ltimos cinco das antes del embarque los pasamos a base de pan y pasas de Corintoque un seor misericordioso nos haba regalado en Patrs: cinco kilos. Aunque el sabor a la

  • larga cansaba, aquella fruta era una bomba calrica que nos daba energa suficiente paraproseguir nuestro viaje. En total pasamos en Grecia veinticinco das, dejndonos crecer la barbay perdiendo tres o cuatro kilos cada uno. Antes de embarcarnos en el Apollonia, en el Pireo,pas por mi querida tienda de Plaka y me gast el ltimo dinero comprando unos gemelos deplata con la lechuza de Atenas (que an conservo) y un broche de filigrana para mi madre. Y, sinembargo, el encuentro ms bonito estaba todava por producirse.

    Estbamos en la proa viendo desfilar la costa lentamente ante nuestros ojos, el maravillosopaisaje griego de islas y promontorios, de golfos, ensenadas y escollos, de montaas cortadasabruptamente sobre el mar y la cima salpicada de nieve, de grandes nubes blancas atravesadaspor los rayos del sol, y sobamos con los tagliatelle humeantes de nuestra casa despus decuatro semanas de comer alubias, pan y queso feta, y sopas de sobre, cuando se acerc anosotros un seor, de pequea estatura, curiosas facciones y ataviado con un traje azul deimpecable corte y una gardenia fresca en el ojal.

    - Sois italianos? - nos pregunt.- S - respond yo -, de la provincia de Mdena.- Lo habra jurado. Habis estado en Grecia?- Oh, s. Somos estudiantes de lenguas clsicas y queramos visitar todos los lugares

    histricos.Y comenzamos a desgranar la lista de los lugares que habamos visitado, de los museos, de

    las zonas arqueolgicas, de los templos, de los palacios micnicos, de los santuariossuburbanos, de los orculos, de las fuentes sagradas, de los ros y de los lagos, de los camposde batalla. l nos miraba estupefacto, como cogido por sorpresa y poco menos que arrastradopor nuestro propio entusiasmo. Se present: se llamaba Kostas Stavropoulos; luego, nospresent a su mujer, la seora Alexandra, una mujer de gran belleza, ms alta que l y de granelegancia. Hablaba por los codos como si nosotros pudiramos encender perfectamente elgriego moderno y nos hizo muchos cumplidos. Aquella misma noche nos invitaron a cenar a sumesa en la cubierta de primera clase y nosotros nos pusimos el nico par de vaqueros limpios yla ltima camiseta mnimamente decente, nos afeitamos, nos lavamos el pelo y nos duchamos:estbamos casi presentables; podra decirse incluso que no tenamos mal aspecto, tanbronceados, delgados y musculosos como estbamos. Adems, el poder sentarnos a la mesacon una fila de cubiertos y copas resplandecientes, con servilletas de un blanco impoluto ycomiendo a la carta se nos antojaba un privilegio maravilloso.

    - Veis a sos? - dijo el seor Stavropoulos sealando a sus compaeros de viaje -. Pueshoy estaban hablando de vosotros a vuestras espaldas. Decan: Mira a sos; pero qu asco,qu indecencia. Con esos vaqueros agujereados, el pelo largo, la barba; no deberan dejarlessubir con los dems pasajeros: deberan estar en la bodega del barco con el personal deservicio.

    - Ay - exclam mi amigo mostrndose molesto.- Y entonces yo les he dicho: Apuesto en cambio a que son unos buenos chicos, casi con

    toda seguridad estudiantes universitarios; apuesto a que saben griego antiguo y latn y queconocen Grecia mucho ms y mejor de lo que la conocis vosotros. Y ste es el motivo por elque he querido saludaros. Era yo quien llevaba razn y ellos ninguna. Sois unos chicosestupendos y me alegro mucho de haberos conocido.

    Les invitamos a Italia a mi casa y les habl de mis padres, que eran exactamente de sumisma edad, y ellos vinieron. Desde aquel momento naci una amistad maravillosa, un afectosincero y profundo, una familiaridad intensa: al ao siguiente nos hospedaron a ocho en su casade Atenas, a nuestra vuelta de un viaje por Oriente en un todoterreno americano que habamoscomprado en un desguace y reparado en ocho meses de intenso trabajo. Tambin loscompaeros que estaban con nosotros se hicieron amigos suyos, y para siempre.

    Kostas era para nosotros como un filsofo antiguo, nos quedbamos escuchndolefascinados: era nuestro Scrates, nuestro Platn, nuestro Epicuro. Fumaba unos cigarrillos muyaromticos y elegantes que se llamaban Sant (porque no hacen dao, son de un tabaconatural), y en la cajetilla roja se vea la figura de una bonita mujer de largos cabellos rubios,

  • estilo Rita Hayworth, que aspiraba voluptuosamente de una boquilla negra.Su mujer, Alexandra, tena un perrito de lanas. Moreno, y una gata, Gilda, y Kostas tena que

    sacar al perro para que ste hiciera sus necesidades en un parque dos veces al da. Por lanoche, mientras permanecamos all, dormamos en el suelo del comedor uno al lado del otro,sobre nuestras colchonetas, pero, eso s, con sbanas recin lavadas, y despus de habercomido todos juntos en torno a la mesa redonda ensalada griega, mezedes, suvlakia y cualquierotro don de Dios con un retsina espumoso y helado que l calificaba de achampaado.

    No tenan hijos, l trabajaba en el ayuntamiento y ella se ocupaba de las labores de la casacon la ayuda de una asistenta. Alexandra provena de una familia acomodada y estabaacostumbrada al buen vivir: siempre alegre, siempre simptica, siempre deliciosa, perfumada,recin salida de la peluquera.

    - Hay gente que compra un coche de lujo - deca Kostas - y viven como autnticosmiserables para poder mantenerlo. Yo he preferido a una mujer de lujo (quera decir de granclase) y puedo prescindir del coche.

    Esta filosofa tan simple, elemental, y, sin embargo, nutrida de excelentes lecturas, unida atodas las debilidades pequeo burguesas y casi provincianas, a un humor goliardesco, mezclade guios picarones y gustos italianos por todo lo bello y el placer, hacan de l un hombreirresistible.

    Y yo me convert en su preferido. Me queran como a un hijo y estaban orgullosos de misxitos, primero en la universidad y luego profesionales. La espina que Kostas tena clavada erasu fallida carrera de cantante de pera, por la que incluso haba venido a Italia de joven paraestudiar en la Scala. Era pariente de un famoso director de orquesta que, sin embargo, no lehaba prestado la menor ayuda:

    - Porque era arrogante, pagado de s mismo y acaso tambin marica - deca con su acentogriego, y con el aadido de la sospecha de sodoma le pareca haber pronunciado la condenadefinitiva, una condena sin apelacin.

    Pero continuaba cantando, para los amigos o para asociaciones benficas. En ciertaocasin cant en el oden de Herodes tico y nosotros estuvimos todos all, despellejndonoslas manos de tanto aplaudir,

    - Puedo cantar I pagliacci - deca sin pecar de falsa modestia - incluso mejor que MarioLanza.

    Pero nunca me cercior de si ello era cierto o no. Tal vez no era verdad, pero a nosotros nosgustaba creer que Kostas poda permitirse unos agudos tan altos como los de Mario Lanza.

    Discutamos de todo: de poltica, de gramtica y de retrica, de literatura antigua y moderna,y l no perda ripio. En cierta ocasin, a propsito de la Apologa de Scrates y del famoso gallode Esculapio, nos pusimos a discutir sobre cmo se deca gallo en griego antiguo. Yo sostenaque se deca alektryn, mientras que l deca que era alktor. Tenamos razn los dos, pero erasiempre un hermoso duelo. Polticamente era partidario de Papandreu; lo fue incluso durante ladictadura de los coroneles, lo cual le acarre una postergacin en su carrera. Mejor dicho, lehaban trasladado, deca l, al hipogeo, es decir, a las secciones subterrneas delayuntamiento - Pero la palabra en griego tena un no s qu de sepulcral, como si nuestro amigohubiera sido enterrado vivo.

    Cada vez que llegaba una carta suya era para m un motivo de alegra. Encabezaban la hojala lechuza de Atenas y la leyenda: Dimos Athinon, Ayuntamiento de Atenas, pero a m megustaba interpretarla como El Pueblo de Atenas, como si quien me escribiera fuera Pneles oTemstocles. No tena ciertamente madera de hroe y por eso su oposicin poltica era sorda yen cualquier caso sumisa, y, sin embargo, cuando el 17 de septiembre de 1973 los coronelesordenaron el desalojo de la universidad ocupada por los estudiantes, yo estaba all y asist a unepisodio extraordinario.

    Tena un sobrino, hijo de un hermano o de una hermana, no lo recuerdo muy bien, unguapsimo chaval de nombre Konstantinos pero al que todos conocan, igual que a su to, comoKostas, que se vio implicado en la represin. ste haba conseguido poner a salvo a un amigoherido y ensangrentado a travs de los tejados de la ciudad y a su vuelta a casa, sucio, hecho

  • una pena y sudado, sus padres, que eran de derechas, muy de derechas le pusieron verde,dicindole que era un comunista, un desgraciado, su vergenza y su desesperacin. Kostas, quese hallaba presente, se puso en pie y, hablando muy lentamente, por lo que tambin yo pudeentenderle perfectamente, dijo:

    - Tienes unos padres indignos de ti. Te has comportado como un hroe y estaremos muycontentos y orgullosos si quieres venirte a vivir con nosotros.

    Nuestra relacin ha continuado ininterrumpidamente durante el resto de nuestra vida y enesta relacin se han sucedido todas las vicisitudes tristes y alegres propias de cualquierexistencia humana. Fui a verles despus de casarme, con mi mujer embarazada de pocosmeses, que sinti por vez primera moverse a la nia en su seno precisamente en la Acrpolis.Pasamos con ellos la Pascua ortodoxa y cuando se desencaden la zarabanda de tracas yfuegos artificiales para festejar la medianoche de Resurreccin mi mujer sinti a la pobrepequea sobresaltarse dentro de su tero a cada estallido, hasta el punto de que temi que nofuera a nacer del todo normal. Prometimos regresar pronto, sin embargo, dejamos pasar muchos,demasiados aos: el matrimonio, los compromisos, la carrera, los viajes. El nacimiento de mishijos. La muerte de mi padre.

    Telefoneaba bastante a menudo, les escriba contndoles todo lo interesante que suceda,lo que hacan los dems amigos, hasta que un buen da Kostas me dijo que Alexandra tena untumor, que haba sufrido una mastectoma total y que se someta a un duro tratamiento dequimioterapia. Muri dos aos despus entre indecibles padecimientos. Mi amigo Kostas noscomunic a m y a mi familia su muerte en una carta que pareca el elogio de una antiguamatrona: palabras sencillas y emocionadas, expresiones de una increble nobleza de espritu. Alfinal aada: Cuando un hombre pierde a la compaera de su vida tambin l debera morirse.

    Durante dos aos no tuve ya noticias de l, hasta que mi editor griego me invit a Atenas y aotras localidades de Grecia para el lanzamiento de una novela ma. El primer encuentro tenaque consistir en una cena en uno de los mejores restaurantes de Atenas, seguramente elrestaurante con las mejores vistas, toda vez que la gran cristalera del piso superior enmarcabaexactamente el Partenn. Me pareca una oportunidad preciosa y ped a la solcita encargada deprensa, una deliciosa muchacha polglota de nombre Angheliki, que telefoneara al seorStavropoulos para invitarle al restaurante Dionysios, justo debajo de la Acrpolis, porque leesperaba all una gran sorpresa. l adoraba las celebraciones mundanas, acicalarse, rociarsecon su mejor colonia, con la fresca gardenia - que guardaba siempre en el frigorfico - en el ojal.Luego, la sorpresa: le abrazara y le regalara mi libro en griego con la dedicatoria ms hermosaque se me ocurriera.

    Apenas hube bajado del avin le pregunt a la muchacha si h3ba telefoneado al seorStavropoulos y qu le haba respondido. La joven baj la cabeza.

    - Qu pasa, Angheliki? No le has encontrado?- No, s que le he encontrado; slo que- Qu?Le haba dicho:- Siento, seorita, no poder aceptar su invitacin; me gustara mucho participar en esa cena

    y descubrir de qu sorpresa se trata, pero me estoy muriendo, y como usted comprenderMe qued sin habla mientras la muchacha murmuraba, acompandome hacia el coche:- Lo siento, lo sientoMi programa a partir del da siguiente era muy apretado: entrevistas, presentaciones,

    encuentros con los libreros, pero yo, antes que nada, ped ser acompaado a Ods Larisis 20,para ver al seor Stavropoulos, la persona ms importante para m de toda Grecia.

    Tena el corazn en un puo mientras acercaba mi dedo al timbre: volva a ver las escenasde todas las ocasiones que haba pasado por aquella calle, desde la primera vez que haba ido,a los veintin aos. Los rboles del parque haban crecido un poco, pero seguan estandopolvorientos y raquticos: no estaba ya el bar en la esquina, y el vendedor de retsina al por menorhaba dejado su establecimiento, que se haba convertido en una floristera. All segua el raignque Moreno elega invariablemente para hacer pip, y tambin el cubo de la basura permaneca

  • en el mismo sitio.Cuando sal del ascensor me recibi una seora que frisara la cuarentena, rolliza y con

    ralos cabellos amarillentos, que balbuce unas pocas palabras en un griego que no eraciertamente su lengua materna. l estaba en la cama, con la televisin encendida, viendo unprograma italiano. Flaco, exhausto, pero impecable. Llevaba puesto un pijama azul con lapochette tambin azul y, cuando le di un abrazo con lgrimas en los ojos, not que se habarociado con su acostumbrada colonia francesa.

    Haba mentido. No se estaba muriendo, slo que ya no tena esperanzas de recuperacin yno poda caminar sin la ayuda de la persona que le cuidaba, una albanesa de Argirocastro. Sepercat de que yo taba emocionado y me dio unas palmaditas en el hombro. Me senta mal alpensar que desde haca no s cunto tiempo estaba completamente solo, sin nadie con quienpoder intercambiar dos palabras, Sin embargo, vi que sobre la mesita de noche tena un paquetede cigarrillos.

    - No te hace bien fumar - le dije.- No. Pero tampoco mal. Mejor dicho, en estos momentos es mayor la satisfaccin que el

    dao que me causa; como el dao est generalizado, puedo decir que me hace bien. En cambioa ti, que eres joven y te encuentras bien, te hara dao.

    - Veo que no has perdido el gusto por la filosofa.- No, pero no se trata de una eleccin libre. Cuando has perdido el gusto por todo lo dems,

    la filosofa es todo cuanto te queda.- Aparte de los cigarrillos.Sonri. Me ofreci uno y encendi otro para l.- Si vivieras aqu - dijo -, vendras a verme todos los das y lo pasaramos bien juntos.Saqu mi libro y se lo alargu:- Por lo menos podr hacerte compaa con esto. Puedes leer?- Con esfuerzo. El cuerpo es una mquina: llega un momento en que se avera. Cuando uno

    queda reducido a mi estado, lo mejor es morirse.Se vea que la preocupacin por su enfermedad, por su total dependencia de los dems, le

    angustiaba.- No podra cantar - aadi - ni aunque quisiera.Como si hubiera hecho falta decirlo.- Qu andas haciendo por Atenas? - pregunt - Ah - aadi inmediatamente -, el libro

    Volvers?- S, porque estoy realizando una investigacin para escribir un pequeo ensayo sobre los

    antiguos atenienses.- Ambicioso, pero haces bien: bastantes individuos hay ya que no se ocupan ms que de

    sandeces. Me gustara seguir lo que haces.- Ojal.- Entonces, vendrs a verme de nuevo?- Todas las veces que venga a Atenas.- Me pregunto si conseguirs terminar tu trabajo antes de que yo me muera.- No me parece que ests en un estado tan desesperado. nicamente necesitas volver a

    razonar, a discutir, a hablar con alguien. Te mandar cada captulo grabado en una cinta y as notendrs que hacer el esfuerzo de leer. Y cada vez que vuelva lo discutiremos. O bien tetelefonear.

    Me desped de l con los ojos relucientes porque en realidad no saba si volvera ya a verle.

  • 1

    El mito

    La historia de los atenienses comienza con un mito. Hicieron falta muchos siglos para quenaciera un Tucdides que se encargara de dictar las reglas con las que se escribe la historia.Antes, la gente de Atenas, al igual que la de todo el mundo y de todo tiempo, contaba sobre suspropios orgenes historias bastante semejantes a las fbulas; pero no se trataba de historiasinventadas ex novo: eran el reflejo de verdades parciales, deformadas y remotas, de hechoirrecuperables, transmitidas de viva voz de generacin en generacin, casi con toda seguridadmediante cantos y baladas. Y en estas historias el origen de todo era una diosa, queposteriormente pasaba a formar un todo con la ciudad puesto que tena prcticamente el mismonombre: Atenea. Es un nombre muy antiguo, no griego, como indica la silaba final-na, un sufijoque encontramos, por ejemplo, en los nombres etruscos (Vipna, Rasenna, Fufluna) y en losnombres ms arcaicos de los centros pregriegos como Mykenai, Micenas, la mtica capital dePerseo, Atreo y Agamenn.

    La diosa naci sin necesidad de un tero materno, fruto de una rarsima paternidad virginal.Surgi, armada hasta los dientes, de la cabeza de Zeus, como puede verse en determinadaspinturas de vasijas: figurilla rgida y extraa, tras haber provocado a su padre una larga einsoportable jaqueca resuelta finalmente por Hefesto, el dios herrero que haba partido la crismaa Zeus de un gran mazazo. Hefesto, sin embargo, reclam muy pronto una compensacin por suintervencin de ciruga craneal, y pidi tomar a Atenea por esposa.

    Zeus acept, pero como Hefesto era poco agraciado, cojo y desventurado, otorg a su hija elpoder defenderse y, si era capaz, rechazar las agresiones. Es ste un detalle interesante porqueconstituye una especie de reconocimiento de libre eleccin para una hija hembra en materiamatrimonial. Hefesto, pues, se tumb sobre la muchacha, y lo que hubiera tenido que ser unacpula amorosa se transform en un forcejeo. Tal era la excitacin del dios, que eyacul por elsimple contacto fsico con la muchacha y su semen cay al suelo. Pero puesto que el semen deun dios, como dice Homero, no deja de ser nunca fecundo, la tierra incub una criatura y dio aluz al cumplirse el tiempo justo.

    Atenea se hizo cargo del nio y lo ocult en un cofre que confi a las hijas de Ccrope,primer rey de Atenas, ordenndoles que no lo abrieran bajo ningn concepto; pero lasmuchachas no pudieron resistir la tentacin y apenas la diosa se hubo alejado desobedecieronsus rdenes y se encontraron ante una criatura quimrica: un nio con cola de serpiente. Segnuna versin distinta del mito, en cambio, en la caja haba una enorme serpiente que custodiabaal nio y que se arroj sobre las malaventuradas. En cualquier caso, fue tal el terror y el espanto,que las muchachas se precipitaron desde la roca de la Acrpolis y perecieron.

    El nio se llam Erictonio y un da haba de convertirse en rey de Atenas. El nombre deErictonio contiene las ideas de discordia y de tierra y puede ser que de l naciera la ideadel dios Hefesto, que luchando con Atenea derram su propio semen sobre la tierra. Tambin laserpiente, adems, es un animal crnico, es decir, subterrneo, porque se crea que pasaba elinvierno bajo tierra. En el templo del Erecteion, que se alzaba en la Acrpolis y que conservabalas reliquias de los orgenes ms remotos de la ciudad, se guardaba una serpiente a la que seentregaban ofrendas votivas.

    Los pueblos antiguos, y en particular los griegos, no tenan una teologa rgida ni dogmas defe: las historias relativas a su religin estaban en continua evolucin y mutacin, adaptndose alos cambios de la sociedad y a las necesidades de la poltica y de la economa.

  • La fbula de Erictonio, en cualquier caso, es una de las ms clsicas; su significado msprofundo, presente en la Biblia, en la Epopeya de Gilgamesh y en otras mil historias de todotiempo y cultura, es que el hombre no puede posar su mirada en los misterios de los dioses, sopena de muerte o de terribles castigos como la ceguera o de espantosas metamorfosis.

    Y, sin embargo, tambin en estas aterradoras prohibiciones existan las excepciones,aquellas que se referan a los iniciados en determinados cultos secretos, llamados justamentemisterios; no es sin duda una casualidad que en muchas escenas de los antiguos misteriosque han llegado hasta nosotros aparezca a menudo una cesta tapada o un cofre cerrado que losiniciados se disponen a destapar o a abrir.

    Con la presencia de un nio que era moralmente, aunque no carnalmente su hijo, Atenea,pues, se hallaba ntimamente ligada a su ciudad; pero el lazo se volvi mucho ms profundocuando, bajo el reinado de Erictonio (segn otros de Erecteo, aunque los dos reyes a menudo seconfunden), la diosa se bati con Poseidn, hermano de Zeus y seor del mar, para conseguir elpatronazgo sobre el tica. El vencedor sera aquel que hiciera a los habitantes el regalo mshermoso. Entonces Poseidn golpe el suelo con su tridente e hizo brotar al caballo, un animalmaravilloso, invencible en la carrera y poderoso en la batalla. Pero Atenea an lo hizo mejor:golpe el suelo con su lanza e hizo germinar una pequea planta de hojas plateadas que notard en producir unas pequeas y aparentemente insignificantes bayas oscuras.

    As naci el olivo: la planta ms noble de cuantas crecen en las riberas del Mediterrneo.Frugal y paciente, resistente a la sequa, capaz de germinar mil veces despus de haber sidodestruida por el fuego, pero, sobre lodo, generosa. Su madera es fuerte y dura como el hierro.Tamo es as que originariamente se tallaban en ella las efigies de los dioses (los misteriososxoana), y de sus frutos se extrae uno de los productos de la tierra ms estimables: el aceite deoliva, que los antiguos empleaban como alimento altamente nutritivo, como robustecedor de losmsculos de los atletas y de los guerreros y como combustible para iluminar las casas de loshombres y los templos de los dioses.

    En opinin unnime de los habitantes, sali triunfadora Atenea, y desde entonces susantuario se alza sobre la roca ms alta de la ciudad, aquella que los antiguos micnicosllamaban asty y los griegos de la poca posterior akropolis. Fue ella quien la hizo inexpugnablea fuerza de amontonar, uno sobre otro, enormes pedruscos (uno de ellos, adems, se le cay porel camino y form el Licabeto). Por ese lado ya no la amenazara nadie. En virtud de aquel don,el hombre ateniense, siempre que condimentaba sus comidas con aceite o se unga losmiembros en vsperas de enfrentarse a una dura prueba, senta que entraba en cieno modo encomunin con la diosa, que adquira su fuerza y su prudencia.

    Qu se esconde detrs de unas leyendas tan elaboradas y complejas? La clave delenigma se halla probablemente en ese perodo en gran parte oscuro que se extiende desdefinales de la era micnica hasta comienzos del perodo clsico. No est claro todava qu pudoprovocar, hacia el siglo XII a. C, el hundimiento de las poderosas fortalezas de Micenas, Tirinto,Argos, Pilos, Gla y Orcmeno. Los griegos guardaban una vaga memoria de una invasin mticade los dorios, pueblo de lengua griega que a continuacin haba de dominar el Peloponeso, perono es que en la actualidad estemos muy seguros de ello. Son muchos quienes piensan que nohubo ninguna invasin, porque no se ha encontrado rastro alguno de ella, aunque los palaciosfueran quemados, las ciudadelas desmanteladas y una civilizacin entera desapareciera.

    Sin embargo, no en todas partes fueron as las cosas: parece que Atenas en particular nosufri episodios traumticos y que hubo una cierta continuidad con el pasado. Otro tanto pareceque puede decirse por lo que se refiere a determinadas localidades de la isla de Eubea y azonas perifricas, como Chipre. No obstante, hubo cambios radicales, y las acrpolis, lasciudadelas-fortaleza, se convirtieron precisamente en smbolo de dicho cambio: mientras que enla poca micnica eran la sede del palacio real, en poca posterior pasaron a ser sede de lamorada de los dioses, de los templos y de los santuarios. Ccrope, Erictonio, Erecteo y luegoEgeo y Teseo, protagonista de la saga cretense del Mino-tauro, fueron probablemente los reyesmicnicos que reinaron en un palacio cuyos vestigios han sido encontrados en la Acrpolis deAtenas y que se remontan a la Edad del Bronce. Es posible que la diosa posteriormente llamada

  • Atenea fuera su protectora, y probablemente su imagen se veneraba en una capilla del interiordel palacio real. Una vez desaparecidos los reyes y tras ellos el palacio micnico, qued ladivinidad tutelar, que se identific en un primer momento con la fortaleza y posteriormente con laciudad.

    Hemos hecho referencia a Egeo y a Teseo, que son (Teseo, sobre todo) los reyesatenienses ms clebres del perodo ms arcaico. De hecho, Teseo fue el hroe nacional delpueblo de Atenas, as como del tica, y protagonista de un riqusimo ciclo pico, slo inferior encuanto a fama y prestigio al de los doce trabajos de Hrcules. La versin ms extendida de laleyenda cuenta que su padre, Egeo, de vuelta de Delfos, quiso pasar por Trecn, una pequeaciudad situada no lejos de Atenas, en las costas del golfo Sarnico, con el fin de pedir consejo aPiteo, que reinaba en la ciudad; ste orden embriagarlo y a continuacin lo meti en el lecho desu hija Etra. Al da siguiente Egeo volvi a partir, pero dej a Etra su espada y sus sandalias,escondidas debajo de un enorme pedrusco. Si ella le daba un hijo, lo reconocera un da por laespada y las sandalias.

    Naci el hijo y recibi el nombre de Teseo; desde nio dio prueba de su audacia. Cuando,en efecto, Hrcules fue a visitar a Piteo y se despoj de la piel de len dejndola sobre unabanqueta, el muchacho cogi un hacha y se lanz sobre ella con el propsito de cortar la cabezaa la fiera. Con slo diecisis aos encontr, por indicacin de la madre, el pedrusco, lo levant y,tras coger la espada y las sandalias de su padre, emprendi viaje hacia Atenas. El viaje estuvoplagado de toda suerte de peligros, y Teseo tuvo que enfrentarse y dar muerte a animalesferoces como la cerda de Cromin, a asesinos y depredadores sanguinarios como Procusto yPitiocantos y, por ltimo, capturar vivo al formidable toro de Creta, que devastaba la regin deMaratn, para sacrificarlo a Apolo. Cuando por fin lleg a Atenas fue recibido por el pueblo congrandes honores; la reina Medea, sin embargo, envidiosa al haber descubierto su identidad,convenci a Egeo para que la invitara a palacio, con el propsito de envenenarle. Pero,precisamente cuando Teseo estaba acercando la copa con el veneno a sus labios, Egeoreconoci su espada y sus sandalias y de un golpe hizo caer la copa al suelo gritando: Nobebas, hijo!.

    Medea se quit la vida y Teseo se reuni con su padre, pero otra prueba le aguardaba:zarpar rumbo a Creta con las velas negras smbolo de luto, juntamente con diez mancebos y diezdoncellas destinados a ser pasto del Minotauro, monstruo antropfago de cabeza bovina ycuerpo humano, como tributo anual que Atenas deba pagar por haber mandado Egeo darmuerte al hijo de Minos, rey de Creta.

    Aquella espantosa criatura era la consecuencia de la venganza de Poseidn, dios del mar,contra Minos, que le haba ofendido. El dios haba hecho perder la cordura a la reina Pasifaehaciendo que se enamorase de un toro. La pasin de la mujer lleg hasta el extremo de pedir algran arquitecto ateniense Ddalo que le construyera una vaca semejante en todo a un animalvivo, para esconderse en su interior y sufrir as la monta del toro. De aquella unin perversanaci el Minotauro y, puesto que Ddalo con su arte haba sido cmplice de aquel amormonstruoso, deba poner remedio a sus consecuencias. As fue como construy el laberinto en elque fue encerrado el Minotauro. Al llegar Teseo a Creta, cautiv con sus encantos a la princesaAriadna, que le entreg el famoso hilo con el que era posible encontrar el camino de salidadespus de haber dado muerte al Minotauro.

    Todos stos son elementos tpicos de la narrativa popular: la princesa que se enamora deun joven guerrero enemigo de su padre, el ogro antropfago, la argucia para dar con el caminode salida en una situacin imposible, se encuentran en todas las fbulas de nuestra infancia. Y,sin embargo, el episodio nos retrotrae a un periodo, recordado a continuacin por Tucdides, enel que Creta dominaba el mar y, probablemente, la Atenas micnica se hallaba en una situacinde vasallaje, obligada a proporcionar rehenes al rey de una isla donde los ritos religiososbasados en el toro como animal totmico, tal vez smbolo de fertilidad, dejaron, por una parte,testimonios arqueolgicos impresionantes y, por otra, dieron origen a historias aterradorasdignas de la ms desenfrenada de las fantasas.

    Es casi imposible para un hombre de la moderna civilizacin occidental, profundamente

  • marcada por la religin judeocristiana, comprender una religin que era capaz de atribuir a ladivinidad las acciones ms vergonzosas, como privar a una mujer de la luz de la razn paraempujarla a unirse carnalmente con un toro. Pero hay que tener presente que la religin antiguaestaba dominada sobre todo por la obsesin reproductora y que cualquier forma de prdida decontrol, tanto en la sexualidad orgistica como en la ebriedad, era atribuida a los dioses. Enalgunas ceremonias religiosas se llevaban en procesin enormes falos de madera igual quenosotros llevamos las imgenes de la Virgen o de los santos, y en Arenas, como en cualquierotra ciudad griega, puede decirse que en cada esquina se vean efigies de Dioniso, llamadashermas, constituidas por un busto de dios sobre una pequea pilastra de la que asomaba un faloerecto, sin que ello fuera motivo de escndalo para nadie.

    Pero volvamos al mito del Minotauro, especialmente interesante porque incluye a otros dosatenienses entre sus personajes principales: el hroe Teseo, hijo de Egeo, y Ddalo, elformidable arquitecto. Se atribuan a ste numerosas invenciones, entre ellas la de verdaderosrobots: estatuas capaces de caminar y de moverse. l fue quien construy el laberinto para serluego encerrado dentro de l con su hijo caro a fin de que no pudiera revelar a nadie el secreto.Pero Ddalo construy con plumas de pjaro y cera dos pares de alas para s y para su hijo, yemprendi con ellas el vuelo. Lo que sucedi es bien conocido: caro vol demasiado alto,desobedeciendo las rdenes de su padre, y el calor del sol derriti la cera que mantena unidassus alas y se precipit en el mar.

    Menos conocida es la continuacin de esta peripecia, cuyas ltimas consecuencias tienenpor escenario Italia. Segn una versin, Ddalo aterriz en la acrpolis de Cumas, cerca delcabo Miseno, y dedic all sus alas en el templo de Apolo. Intent en varias ocasiones reproduciren el friso de oro del santuario la tragedia de su hijo, pero cada vez su mano cay impotente.Segn otra versin, en cambio. Ddalo aterriz en Sicilia en las proximidades de una ciudadllamada Crnico, habitada por el pueblo de los sicanos y en la que reinaba el buen rey Ccalo.ste le acogi ofrecindole su hospitalidad y Ddalo, para pagarle la deuda contrada con l, leconstruy una fortaleza inconquistable. Minos no acept el desaire y, tras enterarse de dnde sehaba refugiado, reuni una flota que le desembarc en Sicilia donde puso sitio a Crnico.Ccalo, sin embargo, jug con astucia: fingiendo querer buscar un acuerdo, invit a Minos a suresidencia real y lo confi a los sabios cuidados de sus hijas, que le despojaron de sus ropas, lesumergieron en un bao de agua perfumada y acto seguido le asesinaron con toda comodidad.

    Los cretenses, enfurecidos por el asesinato de su rey, prepararon otra expedicin y pusieronsitio a Crnico, pero la inexpugnable fortaleza proyectada por Ddalo resisti todos los asaltos.Entonces ellos, presa del desnimo, abandonaron la empresa y, tras retirarse a un lugarresguardado de la costa, fundaron en l una ciudad a la que pusieron por nombre HeracleaMinoa.

    Esta historia tan colorista se presenta como el tpico ejemplo de reciclaje de un mitoantiqusimo en poca posterior con fines propagandsticos, una prctica bastante habitual, porejemplo, en la Atenas del siglo VI y sobre todo del V a.C. El mecanismo era el siguiente: cuandola ciudad quera establecer relaciones polticas y econmicas con una comunidad no helnica,difunda la versin de uno de sus ciclos picos ms importantes en el que esa comunidad sehallaba de alguna forma implicada. Ello agradaba a la etnia autctona, que se senta de estemodo parte del patrimonio cultural de una civilizacin mucho ms prestigiosa, favoreca loscontactos entre griegos e indgenas y sentaba las bases para la eventual creacin de santuariossuburbanos (como el de Segesta, por ejemplo, o el de Mera en la desembocadura del Sele), quese convertan en lugares de encuentro y de intercambio entre los mercaderes atenienses y laspoblaciones locales.

    Sin embargo, en el caso que nos ocupa las cosas son un poco distintas: en los aos treintael gran arquelogo Paolo Ors comenz a explorar las faldas de una montaa al noreste deAgrigento, en el valle del Platani (el antiguo ro Halykos), un aislado macizo yesoso coronado porun pueblecillo de dos mil almas: SantAngelo Muxaro. Desde haca mucho tiempo, en el mercadoagrigentino se comerciaba con antigedades de origen clandestino - cuya procedencia resultabaser precisamente SantAngelo - y era preciso poner fin a la hemorragia de preciosos datos

  • testimoniales que se dispersaban. Orsi inici una excavacin sistemtica en las faldas de lamontaa e hizo un descubrimiento espectacular: una necrpolis con tumbas principescasexcavadas en la roca con la tpica forma de tholos, es decir, de cpula ojival, que puede verse enlas rumbas reales ms famosas de Micenas.

    Tambin los corredores, de gran riqueza, remitan en cierto modo a la civilizacin micnica.En una de las tumbas se hallaron cuatro tazas de oro macizo decoradas con figuras repujadasde animales, y los trabajos agrcolas realizados en las cercanas sacaron a la luz dos anillos decasi medio hectogramo cada uno. Algunas de estas tumbas fueron fechadas entre los siglos XIIIy XII a.C, es decir, contemporneas de la civilizacin micnica; las restantes eran ms recientes,pero los temas iconogrficos que figuraban tanto en las tazas como en los anillos remitan sinduda alguna a motivos estilsticos del mundo micnico, si bien se remontaban a los siglos VIII yVII. Es evidente que se trataba de rmoras culturales tpicas de las reas perifricas de unadeterminada cultura, pero eran en cualquier caso el signo de una raz lejana y muy profunda quevinculaba aquel lugar con el mundo egeo. Sin embargo, en este punto tos mtodosinterpretativos ms avanzados en materia de mitos se hallan ante una constatacinimpresionante, cabra decir que casi ante una confirmacin directa, pero mucho ms remota, queobliga a situar mucho antes en el tiempo todo el mecanismo interpretativo.

    Cmo naci, entonces, esta historia? - Qu hay detrs de una narracin tan compleja yramificada? Responder de modo claro y sobre todo convincente sigue siendo una empresadifcil, si no temeraria, pero cabra reconocer tal vez un cierto itinerario ideolgico.

    El mito del Minora uro proviene muy probablemente del conjunto de cultos y rituales de laisla de Creta y de la religin minoica que se basaban en el toro. Todos recordamos losmaravillosos frescos de Cnossos en los que se ve a unos jvenes y muchachas semidesnudoshaciendo acrobacias sobre unos poderosos toros de grandes cuernos y de pelaje matizado queembisten con furia: un tipo de corrida y un tipo de contacto fsico entre hombre (y mujer!) y toroque pudo dar pie a leyendas como la de la saga del Minotauro. Del mismo modo la palabralaberinto, de origen pre indoeuropeo, interpretada normalmente como palacio de la labrys,es decir, del hacha de dos filos, por un lado derivara del recuerdo de las grandes construccionespalaciegas minoicas y por otro dara origen a la idea de una estructura tan misteriosa eincreblemente compleja que quien se aventurase por ella no encontrara ya el camino de salida.Un topos fantstico de increble xito que atraviesa treinta y cinco siglos de historia hasta recalaren la horripilante parbola de Stephen King, traducida a imgenes por Stanley Kubrick en Elresplandor.

    Ddalo significa artfice y probablemente es la personificacin de la extraordinariacapacidad creativa de los artesanos y de los tcnicos atenienses: es difcil pensar en unpersonaje que haya existido realmente y que con posterioridad hubiera sido transformado enleyenda, justamente porque el nombre indica la funcin y esto es tpico de una construccinmtica integral. Sera como si el autor de la Ilada se llamara El Rapsoda, o como si el artficedel vaso del Dipylon se llamara El Alfarero.

    En cuanto a Teseo, autntico hroe nacional de los atenienses, la cosa cambia: aqu no setrata ya slo de mito, sino de pica, una forma de expresin distinta y ms compleja que coincidea menudo con la manera en que los pueblos, en las fases arcaicas de su cultura, escriben supropia historia. No se trata de decir lo que en realidad sucedi, sino de proponer unos modelosde comportamiento para las clases dirigentes y construir una imagen de prestigio con la quepresentarse al mundo.

    Los desarrollos posteriores del mito cretense en los que Ddalo se refugia en Sicilia o enCumas pertenecen sin duda a pocas ms recientes y muy probablemente son contemporneosde las primeras fases de la colonizacin griega en el rea mediterrnea. En aquel perodo, entrelos siglos VIII y VII a.C, muchos jvenes de diversas regiones de Grecia dejaron su ciudad parabuscar Fortuna en Occidente - en Sicilia, Italia, frica, Crcega, Galia e Hispania - dondefundaron ciudades destinadas a perdurar milenios. Estos emigrantes, abandonando todo lo msquerido para tilos, la patria, la familia, sus pertenencias, se llevaron con ellos, sin embargo,adems de los recuerdos, sus mitos y tradiciones, y los aclimataron en las nuevas tierras

  • volvindolas de este modo ms familiares, menos brbaras y aisladas. Tal vez fue por dicharazn por lo que precisamente en este perodo fueron puestos por escrito los poemas homricos,que hasta la fecha haban ido trasmitindose slo de manera oral en infinitas y diferentesversiones, segn el talento y la inspiracin de los poetas y los rapsodas.

    Es cierto que si Crnico es, como muchos creen, SantAngelo Muxaro, debi de haberseproducido en aquel lugar una especie de fusin entre los mitos de la poca ms arcaica y los depocas ms recientes, pero, curiosamente, la matriz no es ms ateniense que drica. En susinmediaciones se encuentra Agrigento, subcolonia de Gela, colonia a su vez rodio-cretense. Heaqu, por lo tanto, explicado el vector de la exportacin de un mito cretense como es el de Minos.

    Quedan todava algunos interrogantes: por qu los colonos difundieron entre los indgenasuna historia que les presentaba como perdedores y burlados? Y por qu precisamente en aquellugar? Tal vez el eplogo de la historia en un primer momento fuera distinto y fue precisamente lapresencia ateniense en Sicilia a fines del siglo V la encargada de imprimirle un giro. En aqueltiempo, como veremos ms adelante, la metrpolis tica centraba su mximo esfuerzo blicocontra la drica Siracusa y buscaba una alianza con los pueblos indgenas de Sicilia, como lossicanos y los elimos. Nada tiene de extrao que el nuevo final de la historia contentara a losindgenas que vivan en la fortaleza de Crnico. Tambin los mitos podan servir para ganar unaguerra u obtener una paz.

    Y las tumbas en forma de tholos? Y las tazas y los anillos de oro de origen micnico? Esms difcil pronunciarse sobre esto, pero cabe aventurar una posible interpretacin: cuando loscolonos dricos se asentaron en aquel lugar, y concretamente en la zona agrigentina, tuvieronque entrar en contacto muy pronto con la fortaleza sicana que dominaba las tierras del interior yel acceso al valle del ro Platanielalykos para establecer con los habitantes relaciones de buenavecindad, y de ah el injerto de un mito en el que la fortaleza sicana es obra nada menos que delmismo arquitecto que proyect la ms compleja y atrevida construccin de todos los tiempos: ellaberinto de Creta. Slo en una segunda fase, durante la invasin ateniense de Sicilia, sufrira elmito una evolucin, para adoptar un final al gusto de los indgenas y que decretaba la derrota ymuerte del invasor cretense.

    El gran ciclo pico ateniense sigue siendo, pues, el de Teseo, el vencedor del Minotauro yde tantos otros monstruos, encarnaciones de las fuerzas ms violentas de la naturaleza. ATeseo, al igual que a Hrcules, se le atribuan muchos amores, entre ellos el de una amazonallamada Antope. La conquist durante una empresa que llev a cabo en el Ponte Euxino, o,segn otra tradicin, la invit a subir a bordo de su nave y a continuacin zarp. Las amazonas,entonces, prepararon una expedicin, atravesaron el Bsforo Cimerio helado y cayeron por elnorte sobre Atenas, entablando una furibunda batalla, pero tras una serie de avatares fueronobligadas a emprender la retirada. Todava en poca drica se mostraban extramuros de laciudad las tumbas de los cados en aquel pico enfrentamiento. De Antope (segn otros, de otraamazona de nombre Hiplita), Teseo tuvo un hijo al que puso por nombre Hiplito y, a la muertede Antope, contrajo nuevas nupcias con una joven llamada Fedra, hermana de Ariadna, muchoms joven que l.

    Pero Fedra se enamor muy pronto de Hiplito, casi coetneo suyo, tras haberle espiado envarias ocasiones mientras se ejercitaba, desnudo, en la palestra, y le hizo llegar mensajes designificado inequvoco. Mas Hiplito, insensible a la llamada del sexo, prefera cultivar artesmarciales como la caza y la carrera en carro, y se senta horrorizado por la idea de traicionar a supadre con su propia madrastra. Rechazada, Fedra se dej dominar por el remordimiento y lavergenza y, no pudiendo soportar la idea de que Hiplito revelara eventualmente susinsinuaciones, desesperada, se colg en sus habitaciones, si bien escribi un mensaje en el quedeca que se haba suicidado porque no soportaba la vergenza de haber sido violada porHiplito. Teseo, enfurecido, maldijo a su hijo, le expuls de casa, sordo a todas sus protestas deinocencia, y, digirindose a Poseidn, lanz sobre l una maldicin. El dios del mar, que segnotras versiones del mito era el verdadero padre de Teseo, le haba concedido expresar tresdeseos y aqul era el ltimo. Teseo no reflexion sobre las consecuencias de su furia: en esemomento no quera ms que vengar su honor herido de soberano, esposo y padre; quera que

  • fuera castigada la ms vergonzosa de las traiciones.Hiplito huy en su carro tirado por fogosos corceles; hua desesperado, baado en

    lgrimas, a la orilla del mar cuando, de pronto, surgido de las profundidades abisales, aparecide entre las olas un monstruo espantoso. Aterrados, los caballos se encabritaron y se lanzaron auna loca carrera. El carro dio un barquinazo y una de sus ruedas al golpear contra una rocaqued reducida a pedazos, por lo que el carro volc. Hiplito, atado a las bridas, fue arrastradoun largo trecho sobre las aguzadas piedras por los enloquecidos caballos; cuando por fin stosse detuvieron exhaustos, su cuerpo estaba despedazado y su sangre esparcida por todas partes.Teseo conoci por fin la verdad, pero era ya demasiado tarde: la nmesis te castigara dejndolesin herederos.

    Las ltimas aventuras de su vida no son sino locas o absurdas empresas: yaquincuagenario se enamor de Helena, que no era ms que una nia, y decidi raptarla. Hizo unpacto con su amigo Piritoo, prncipe de los lapitas, estirpe guerrera de los tesalios, cuyo territoriolimitaba con el de los centauros. Juntos intentaran raptar a Helena, se la jugaran a continuacina suertes y el ganador la tomara por esposa. Sin embargo, el perdedor deba ayudar a su amigoa conquistar una esposa no inferior a ella en belleza. Y del pacto se pas a los hechos: los dosguerreros raptaron a la muchacha, que le toc en suerte a Teseo, el cual la escondi en Afidna,un pueblecito del tica. Pero inmediatamente despus Piritoo exigi a su amigo que respetara loacordado y le revel quien era la mujer a la que quera raptar, una mujer cuyo slo nombrehelaba la sangre en las venas: Persfone, esposa de Hades y reina del tenebroso mundo de losmuertos.

    Llegaron los dos a la desembocadura del Aqueronte, a las turbias aguas de la lagunaEstigia, y de all descendieron a los infiernos. Pero su osada haba sido excesiva: Piritoo fuemuerto por el can Cerbero, Teseo fue encerrado en prisin y encadenado a una roca. En suausencia un jefe ateniense, Menesteo, incit al pueblo a la rebelin y se hizo proclamar rey trashaber restituido a Helena a sus hermanos Castor y Plux, que haban llegado encabezando unejrcito para reclamarla. Atenas haba corrido el riesgo de ser la primera en sufrir el destino deTroya! No obstante, a Menesteo le bast con ver a Helena apenas un momento para caerperdidamente enamorado de ella: cuando le llegara el momento de ser entregada como esposaa un prncipe de los aqueos, tambin l se presentara entre los pretendientes.

    Fue Hrcules el encargado de liberar a Teseo, pero entretanto haba pasado mucho tiempoy el hroe ateniense se retir en un melanclico exilio a la isla de Esciros, gobernada por el reyLicomedes. Se contaba que un da, mientras paseaba por un promontorio cortado formando unacantilado sobre el mar, dio un traspis, se precipit por l y se estrell contra las rocas. Lamisma muerte que su hijo Hiplito. Otros, en cambio, afirman que pidi ayuda al rey Licomedespara regresar a Atenas, y que ste, que no quera tener problemas con Menesteo, le dio unempujn que hizo que se precipitara por los escollos.

    Nadie se acordaba ya de l en Atenas, porque la gente tiene flaca la memoria, pero muchossiglos despus, cuando los atenienses se enfrentaban en Maratn al ejrcito de los invasorespersas, se dijo que su fantasma se apareci de noche a los guerreros para incitarles a la lucha.Diecisiete aos despus, como veremos ms adelante, un orculo de Delfos orden trasladarsus huesos a Atenas, y el comandante de la flota, Cimn, hroe de la guerra contra los persas,desembarc en Esciros, una isla habitada por los dolopes, un pueblo primitivo y arrogante, quese negaron a brindar alguna forma de colaboracin. Cimn tom la isla por la fuerza y someti alos dolopes; luego, inici las pesquisas, hasta que un buen da vio a un guila rascando con susgarras el suelo de una colina. Pensando que era una seal de los dioses, dio orden de excavaren aquel preciso punto: sali as a la luz la sepultura de un guerrero de gigantesca talla armadode una lanza y de una espada de bronce. Los huesos del guerrero, identificados sin ningngnero de dudas como los de Teseo, fueron exhumados, llevados a bordo de la nave capitana yconducidos con gran pompa a Atenas, donde recibieron sepultura en un santuario dedicado alhroe, que pas a llamarse Teseion.

    El papel de los atenienses en la epopeya troyana fue escaso, lo que no deja de ser un tantocurioso si se piensa que la primera edicin crtica de los poemas homricos se hizo

  • precisamente en Atenas hacia finales del siglo VI a.C. bajo el dominio del tirano Pisstrato, unhombre extraordinario, de gran sabidura poltica, civil y militar. En aquella ocasin hubieraresultado fcil insertar en la Ilada un pasaje en el que se atribuyera a Atenas un papel de mayorrelevancia. En cambio, en el poema el contingente ateniense resulta modesto, bajo el mando deMenesteo, hijo de Pteo, que no tiene ningn prestigio especial salvo el de haberse ganado elfavor del pueblo mientras Teseo se hallaba lejos, comprometido en la desesperada empresa deraptar a Persfone. En algunos repertorios se le considera un rey, pero en realidad Homero no lemenciona nunca como tal.

    No obstante, hay dos detalles interesantes: el primero es que los atenienses estn alineadoscerca de los guerreros de Salamina bajo el mando de yax Telamn. Podra considerarsetambin el acercamiento como algo natural de por s, teniendo en cuenta que la isla de Salaminaest muy cerca de Atenas, pero es asimismo posible que se trate de un aadido posterior, almenos, obviamente, a la gran batalla del 480 a.C, en la que los atenienses derrotaron a lospersas precisamente en las aguas de Salamina despus de que en la isla hubieran encontradorefugio como prfugos todos los habitantes de su ciudad. En el mismo pasaje (Ilada, vv. 546-549) se evoca el mito ligado a los orgenes de la dinasta ateniense y del papel de Atenea comoprotectora de la ciudad:

    Los que habitaban en la bien edificada ciudad de Atenas, pueblo del altivo Erecteo, a quiencri en otro tiempo Atenea, hija de Zeus,, habale dado a luz la tierra que regala trigo, y puso ensu rico templo de Atenas.

    Menesteo muri en la guerra de Troya, pero sus hijos regresaron y reinaron en Atenas.

    11 de enero de 1999Por Navidades envi la cinta con mi primer captulo a Kostas Stavropoulos adjuntndote una

    nota de felicitacin y una cajita de bizcochos saboyardos. S que le vuelven loco y es una de laspocas cosas que puede comer sin problemas.

    Le volv a ver ayer aprovechando una parada de seis horas en Glifada, mientras esperabaun avin para El Cairo. Le encontr en un estado estacionario, pero con unas dcimas de fiebre,quiz algo de gripe. El captulo, en cualquier caso, le haba gustado y sobre todo le habainteresado el tema.

    - Qu pasajes te han gustado ms? - le pregunt.- El del pedrusco que se le cay a Atenea y que luego form el Licabeto.- Es una historia bastante comn - le respond -. En Italia, en la zona de los Prealpes hay

    muchos bloques errticos, arrastrados por los hielos y que luego se quedaron en medio de lallanura a finales de la ltima glaciacin. Recuerdo uno en difcil equilibrio situado en unapendiente, en un monte de los Prealpes vicentinos, que amenaza a un pueblo. Dicen que fue laVirgen quien lo detuvo y ensean tambin la huella de su mano. En este caso la divinidaddetiene el pedrusco antes de dejarlo caer: el mecanismo es el mismo, pero a la inversa. Tambinen Sicilia, en Aci Trezza, estn los farallones, que seran los pedruscos lanzados por Polifemocontra la nave de Odiseo.

    - S, pero a m no me interesaba ese aspecto - prosigui Kostas -. Yo he tratado deimaginarme la escena; la muchacha divina dejando caer un pedrusco de tales dimensiones ynosotros para subir a l tenemos que utilizar el telefrico. Deban de imaginarse a los dioses muygrandes.

    - Y pesados. Recuerdas el libro V de la Ilada? Cuando Atenea sube al carro al lado deDiomedes, el carro empieza a crujir por el enorme peso, y el eje de encina cruji a causa delpeso.

    Y Ares es golpeado por la lanza de Diomedes y cae, cubriendo con el cuerpo siete yugadasde terreno, cerca de una hectrea y media. En mi opinin se trataba de lo siguiente: aqulla erasu estatura natural, pero si queran pasar inadvertidos adoptaban una dimensin humana,aunque su peso no cambiaba. Esta es la razn por la que cruje el carro de Diomedes.

    - Una imagen potica, Kostas.- Ya, la poesa. Y el duelo con Poseidn, el regalo del olivo ; tambin eso es muy potico.- S, pero el duelo tal vez se produjo de veras. Atenea es probablemente una diosa muy

  • antigua, premicnica. Poseidn es un dios varn, llegado con los indoeuropeos: hubo decombatir para expulsarla de a Acrpolis.

    - Y perdi.- S. Los dioses varones siempre pierden, a pesar de todo. Los santuarios ms venerados en

    la Antigedad eran los de las divinidades femeninas y tambin hoy los fieles frecuentan sobretodo los santuarios consagrados a la Virgen: en Lourdes, Ftima, Mediugorje. Y luego quems?

    - La historia de las amazonas que atraviesan el Bsforo Cimerio sobre el hielo, comoAlexandr Nevski contra los caballeros teutnicos Es fantstico. Puedo verlas: si cierro los ojospuedo verlas. Imagnate qu escena.

    - Alguien debi de haberla presenciado. Quien difundi ese mito vio a los caballerosrevestidos con sus armaduras avanzar sobre el mar de Azov reducido a una capa de hielo.

    - Y las amazonas? T crees en las amazonas?- En Asia Central fueron excavadas tumbas de mujeres guerreras Se cuenta que

    Alejandro de Macedonia se encontr con algunas de ellas al este del mar Caspio.Kostas se qued en silencio unos instantes, como si escuchara la sirena de una

    ambulancia:- Sabes una cosa? - pregunt en un determinado momento.- Qu?- En mi opinin las amazonas representan una especie de miedo ancestral que os griegos

    sentan hacia las mujeres. La misma Atenea brota armada de a cabeza rota de Zeus No tedice nada eso?

    - Es probable. Me recuerda a una pintura que vi en una copa del Museo de Munich: Aquilestraspasa a Pentesilea, reina de las amazonas, mientras ella intenta seducirle.

    - Las teman. - Se encendi un cigarrillo aspirando profundamente -. S, no hay otraexplicacin,

    - Y por qu, segn t?- Porque recordaban el matriarcado, cuando los varones se batan en un duelo a muerte a

    fin de que el vencedor se ayuntara con a diosa Reina Madre, para acto seguido ser sacrificado asu vez. Lo recordaban a nivel inconsciente, ancestral. Por eso consideraban el amor hacia lasmujeres como una especie de enfermedad peligrosa.

    No dije nada porque estoy acostumbrado a sus afirmaciones siempre tajantes y no siempreapoyadas en argumentos, pero de todas formas me gust que diera muestras de estar interesadoen la conversacin, sobre un asunto cualquiera, fuera el que fuese. Tambin yo cog un cigarrillode su paquete y o encend con el suyo.

    - Y luego? - segu preguntando.- El descenso de Teseo y Piritoo a los Infiernos para raptar a Persfone.- La catabasis. No se llama en griego as, precisamente?- Exacto. Y todo el mundo la ha imitado, sobre todo vosotros los italianos: Virgilio, Dante

    Alighieri; pero quienes a inventamos fuimos nosotros los griegos. Como todo, por lo dems.- Y ese motivo del descenso a los infiernos como lo interpretas t?- Nosotros tos griegos hemos intentado exorcizar todos los terrores ancestrales, hemos

    intentado vacunar a los hombres contra los temores que les afligen desde que tomaronconciencia de su propio existir, de haber nacido y de tener que morir. Y as nuestrosantepasados mandaron de avanzadilla al otro mundo a sus hroes: Teseo, Pirtoo, Heracles yOdiseo, que evoca las sombras de los muertos igual que un chamn. Y trataron de describir elinfierno. Siempre se tiene menos miedo de algo que se conoce, no crees? Primero los hroes yluego, mucho tiempo despus, los filsofos. Pero no fue lo mismo Es ms, fue algo perjudicial Los filsofos prepararon a los griegos para aceptar el cristianismo.

    - Y acaso no fue eso algo bueno?Levant la cabeza en el tpico gesto griego de denegacin:- Desesperacin existencial. No quedaba ya nada que indagar: haban explorado incluso el

    inconsciente: las amazonas, precisamente. Edipo, que mata a su padre y se casa con su madre;

  • Medea, que mata a sus hijos para castigar as al esposo infiel. No quedaba nada ms quedesesperacin existencial: la mosca encerrada dentro del vaso, que se golpeaba contra lasparedes hasta causarse la muerte. No consiste acaso la fe en apagar la luz? No es tal vezrenunciar a la razn?

    - No s. La existencia de Dios puede ser un resultado especulativo racional, no crees?Santo Toms de Aquino, por ejemplo, conjuga muy bien la fe con la razn.

    - Pura manipulacin del pensamiento aristotlico.- Lo tuyo es nacionalismo intelectual. No es manera de abordar una discusin.- S lo que piensas: que nosotros, los griegos de hoy, los atenienses, no tenernos ya nada

    que ver con los de entonces. Somos un pas pequeo y ni siquiera completamente desarrollado,pero te equivocas. Empezamos antes que todos los dems y hemos llegado antes que nadie.Por eso estamos sentados esperando desde hace siglos, en los confines de la oscuridad.Esperamos y basta. En cuanto a la tecnologa, nada; para la nica cosa que sirve es parafabricar juguetes, la mayor parte de ellos peligrosos.

    - Y, sin embargo, tambin los antiguos soaron con poder crear tecnologa. Piensa si no enDdalo: el vuelo humano, la ingeniera avanzada, la robtica.

    - Ya. Y previeron su resultado, caro se acerca demasiado al sol y cae al vacio, Faetn guael carro del sol y se precipita al vacio. Sus hermanas le lloran desconsoladas y se transforman enlamos; sus lgrimas se convierten en gotas de mbar.

    Se oy de nuevo la sirena de una ambulancia, pero muy atenuada, como una especie delejano vagido.

    l se reclin en la almohada y cerr los ojos. Yo esper a que se amodorrara y sal sin hacerruido.

  • 2

    El legislador

    Se conoce a nueve de los reyes que reinaron en Atenas; al igual que los reyes de Roma,son el recuerdo del perodo ms arcaico, que debera coincidir con el perodo micnico queconcluye en el siglo XII. De lo sucedido con posterioridad no sabemos gran cosa, pues de hechohemos de basarnos en unos pocos restos arqueolgicos, y dado que Atenas, como Roma, hapervivido a lo largo de los siglos, ocurre que la ciudad moderna cubre con su extensin de feosinmuebles los recuerdos de su pasado. Lo cierto es que las monarquas entraron ya en crisis afinales de la poca micnica. Ello puede verse perfectamente en los poemas homricos: Odiseovaga durante aos antes de regresar y cuando llega a su palacio lo encuentra invadido por ungrupo de nobles que consumen todos sus bienes y cortejan a su esposa. El mismo Odiseo,cuando llega a la isla de los feacios, encuentra a un rey, Alcnoo, rodeado de un consejo deancianos con poderes consultivos, pero asimismo de control.

    Idomeneo de Creta es obligado a abandonar su isla; Diomedes de Argos descubre que seest fraguando una conjura contra l, organizada por su misma esposa, Egialea; Agamenn esasesinado en su residencia real por su mujer y el amante de sta; Menelao vaga tambin duranteaos y aos antes de dar con su patria. Son todos ellos signos de crisis y de decadencia queacaso llegaron despus de un perodo de excesiva expansin. De todas formas, en esteescenario es posible percibir la ascensin de la clase aristocrtica de los grandes criadores deganado y terratenientes, que ponen bajo tutela al rey e intentan mermar su autoridad.

    Es cierto que no todas las monarquas desaparecieron; al volver a hacerse la luz sobre lasperipecias histricas de los griegos, es decir, hacia mediados del siglo VIII, vemos que algunasde ellas haban sobrevivido: en Argos, por ejemplo, haba un rey, y en Esparta incluso dos, unarareza institucional de la que nadie ha conseguido dar una explicacin convincente. Y habareyes en las colonias, en Cirene, por ejemplo, aunque los colonos provinieran de Thera, que noera ciertamente un reino. En cierto sentido lo haba tambin en Atenas: uno de los nuevemagistrados que tal vez en la poca arcaica constituan el gobierno de la ciudad y eran llamadosarcontes (los que mandan) ostentaba el ttulo de basileus, es decir, rey.

    En aquel perodo la ciudad contaba con instituciones muy parecidas a las de otras muchaspolis de Grecia: el poder estaba totalmente en manos de los aristcratas, que formaban parte delConsejo y que ocupaban los rganos de gobierno, como el Colegio de los Nueve Arcontes, y losde la junta formada por los ex magistrados, llamada Arepago, al que corresponda el control dela vida poltica de la ciudad. Posean todas las tierras relativamente frtiles disponibles, dondeproducan sobre todo aceite y vino (el cereal era escaso y en gran parte era importado). En losterrenos ms pobres criaban ovejas y cabras y practicaban la apicultura produciendo una mielmuy apreciada y de altsima calidad. Los bosques, otrora abundantes tanto en tierra firme comoen las islas, haban sido en gran parte talados para crear terrenos agrcolas o bien para utilizar lamadera en la edificacin y la construccin naval; pero esto haba provocado grandes fenmenosde erosin que redujeron ms an, s cabe, las tierras disponibles. En la isla de Eudeba, justo alnorte del tica, dos ciudades, Calcis y Eretria, libraron durante aos y aos una guerra muycruenta por el dominio de la nica llanura decente de la isla, unas pocas decenas de miles dehectreas en iota I, el equivalente a una hacienda agrcola media del Medio Oeste americano dela actualidad.

    Los pequeos propietarios pasaban hambre: ahogados entre las grandes propiedades, nopodan aguantar su competencia y se vean obligados a contraer deudas para poder comprar la

  • simiente o un animal de trabajo. Los intereses sobre los prestamos eran de usura: del ciento porcierno e incluso ms. Bastaba con que cayera una granizada, una helada tarda, o que seprodujera una prolongada sequa, para que el pobre campesino no pudiera pagar su deuda. Y elque no pagaba pasaba a ser esclavo de su acreedor. Legalmente.

    Eran unos tiempos duros, pues no exista ninguna organizacin que protegiera a los dbiles,ninguna solidaridad entre los pobres. Cada uno iba a lo suyo y bastante tena con eso. Cuandolas tensiones sociales se hicieron insoportables, la vlvula de escape, como siempre, fue laemigracin, que se produca de un modo muy especial: se consultaba al orculo de Delfos, quenombraba al oikista (oikistes), es decir, al fundador que deba encabezar la expedicin eindicar el lugar donde se fundara la colonia. A continuacin se elega mediante sorteo a unvarn clibe por cada familia destinado a formar parte de la colonia, se preparaba unaexpedicin y los jvenes partan a la ventura, hasta que encontraban nuevas tierras allende elmar donde fundar una ciudad nueva. Tenan absolutamente prohibido volver si no era despusde cinco aos, en el caso de que no hubieran logrado echar races en la tierra nueva.

    Tambin los atenienses fundaron colonias, las ms antiguas en Asia Menor, en la costasituada frente al tica; una de ellas, Mileto, fue durante mucho tiempo la ms rica, prspera ycivilizada ciudad del mundo conocido. Pero los problemas permanecieron irresueltos: hacia finesdel siglo vil la situacin estaba al borde de la ruptura. Los aristcratas se comportaban de mododespreciativo, altanero. Orgullosos de su descendencia heroica o a veces incluso semidivina,tenan la competencia exclusiva de la defensa de la nacin y combatan a caballo o a veces encarros de guerra, armas ya inadecuadas y no obstante de un enorme prestigio, verdaderospodios mviles sobre los que el noble se mostraba deslumbrante en su armadura, la cabezacubierta con el yelmo crestado y el escudo decorado con las insignias herldicas de su linaje.Llevaban los largos cabellos recogidos en una especie de rodete en lo alto de la cabeza, quehaca las veces de amortiguador bajo el yelmo. Cuando iban con la cabeza descubierta se losperfumaban con esencias raras y los adornaban con fbulas de cabeza en forma de cigarra deoro. Reclamaban de continuo homenajes y donativos y consolidaban su poder con alianzasmatrimoniales en el interior de su clan (ghenos) y con otros clanes de prestigio.

    E l ghenos (la raz ghen - indica el nacimiento, la generacin, el lazo de sangre) era elfundamento del poder de los aristcratas, en cuyo seno el jefe del clan ejerca la justicia, dirimalos litigios, concertaba los matrimonios, decida la poltica que haba que emprender con respectoa los dems ghene o con respecto al estado, al que controlaban por completo. Cada ghenoscontaba con su hroe, fundador del linaje (el antepasado de la familia dominante), al que setributaba culto en un templete votivo (heroon). Y, sin embargo, el estado exista y tena suspropias instituciones polticas, religiosas, administrativas y militares, slo que estabacondicionado casi por completo por los equilibrios de poder entre los cabezas de las grandesfamilias.

    Las restantes clases sociales eran la de los pequeos terratenientes, que cultivaban sutierra y vendan los productos en los mercados de las ciudades o de los pueblos del tica, y la delos braceros, casi siempre sin bienes, que trabajaban a jornal y que no tenan la menor seguridadcontractual: hombres sin nada, les define Homero. Los pescadores costeros formaban partetambin del proletariado y su condicin social era bastante parecida a la de los braceros a jornal.Los esclavos, obviamente, no contaban: eran objeto de compraventa, servan en las casas y enlos campos, en los talleres, en las minas y en las bodegas. Su tenor de vida dependaexclusivamente de las condiciones econmicas y de la disposicin de nimo de su propietario.Pero parece que en general reciban un trato humano.

    Una situacin social semejante no poda perpetuarse por mucho tiempo sin llegar a un lmiteinsostenible, y as ocurri. Estallaron los desrdenes y las sublevaciones en las ciudades y en elcampo y, finalmente, tambin las clases dominantes se convencieron de que tenan que cederalgo si queran conservar el mximo poder posible y sus privilegios. Se nombr, pues, arcontecon plenos poderes a un hombre de gran prudencia y cultura a fin de que pusiera en marcha lasreformas necesarias. Su nombre era Soln y la historia nos lo presenta como el primer estadistaeuropeo de pleno derecho. Era tambin un poeta que expona en verso su propio pensamiento

  • poltico y sus convicciones morales, pero por desgracia lo que ha sobrevivido de sus escritos nobasta para arrojar luz sobre sus vicisitudes personales. Sabemos que era rico y que habaviajado mucho antes de asumir su cargo: como siempre, son las clases superiores las que danhombres de ideas ms avanzadas. El anlisis filolgico de sus composiciones poticas revelaque tena como modelo a Homero, cuyos esquemas copiaba con alguna modificacin sustancialen sentido moderno.

    Si consideramos que las poesas en la Antigedad eran en realidad canciones que seacompaaban con msica, nos daremos cuenta de que este hombre saba de la importancia dela difusin meditica del mensaje poltico. En una poca en que no exista la radio, ni latelevisin, ni tampoco la prensa, la cancin era el vehculo ms eficaz y audible para imponeruna determinada idea.

    Sabemos que, antes de asumir sus funciones, haba hecho todo lo posible para empujar asus conciudadanos a arrebatar la isla de Salamina a los megarenses, lo que hace de l unhombre de una clara visin estratgica: Salamina est a pocas millas marinas del Pireo, puertode Atenas, y Mgara controla la entrada por el oeste al golfo Sarnico que separa el tica delPeloponeso. Sabemos tambin que se bati para defender la autonoma del orculo de Delfosde la ciudad de Cirra, que pretenda tenerlo bajo su control, y tambin sta es una posturaextremadamente significativa.

    Delfos era el ms importante santuario panhelnico, un centro de ciencia y deconocimientos que hunda sus races en una experiencia multisecular. Nadie en Grecia tomabauna iniciativa de cierta importancia sin antes consultarlo y nadie poda permitirse hacer casoomiso de sus dictmenes. El orculo estaba considerado a todos los efectos como la voz deldios Apolo y su independencia era garanta de equilibrio entre todos los estados griegos, tantoen las ciudades-estado del sur como en las tribales del centro-norte.

    Una vez convertido en arconte (es decir, en miembro del rgano ejecutivo que ms seasemejaba a un gobierno de la ciudad) con amplias prerrogativas de mando, procedi deinmediato a las reformas. Aboli en primer lugar la odiosa costumbre de la esclavitud por deudasy decret su desaparicin con efectos retroactivos, de modo que fueron liberados aquellos quecon anterioridad se haban visto reducidos a la esclavitud; luego, procedi a las reformaspolticas en sentido estricto. Dividi la sociedad de acuerdo con sus rentas: la capa alta estabaconstituida por quienes tenan una renta igual a quinientos medimnos de trigo o quinientosmetretos de aceite o de vino; la media, por aquellos que tenan una renta de trescientosmedimnos; luego, venan los pequeos cultivadores que podan permitirse tener una yunta debueyes, y por ltimo los braceros sin bienes, llamados tetos. Para hacerse una idea de lasproporciones de aquellas rentas tngase en cuenta que quinientos medimnos equivalen atrescientos sesenta quintales, la carga de un moderno triler, y que una cantidad similar de trigoo de vino se extrae hoy de un par de hectreas de superficie cultivable. Incluso los ricos, ensuma, segn nuestros estndares, vivan en condiciones bastante modestas: no es difcilimaginar cules deban de ser las condiciones de los pobres.

    Una vez establecida esta divisin sobre una base censual, Soln decret que nicamentelos ciudadanos de las dos clases superiores podan tener acceso a los cargos pblicos degobierno, mientras que los de tercera clase podan acceder a cargos administrativos menores. Alos proletarios sin bienes les estaba vedado cualquier cargo pblico, si bien se les concedi elpoder sentarse en la Asamblea que elega a los magistrados, la Ecclesia, y tambin en el tribunalpopular, la Heliea, que juzgaba, entre otras cosas, la actuacin de los magistrados salientes. Deeste modo, a quien ocupaba cargos pblicos le iba a ser ms difcil cometer abusos, sabiendoque un da tendra que rendir cuentas de su actuacin al pueblo. Soln cre tambin un Consejo,llamado de los Cuatrocientos (cien por cada una de las cuatro tribus del Atica), encargado depreparar el orden del da de la Asamblea con el fin de evitar toda desviacin en un sentidoextremista. Se trataba de una especie de Parlamento cuyos miembros haban sido elegidospersonalmente por el legislador, pero que a continuacin lo fueron en cambio por la Asamblea, amedida que aquellos fueron falleciendo.

    La gran novedad en esta reforma era la posibilidad para los ciudadanos de entrar a formar

  • parte de una clase superior cuando su renta aumentaba y acceder as a la gestin de la cosapblica. Soln haba puesto en marcha una verdadera revolucin; no era ya una ciudadinmovilista ligada al derecho inmutable de sangre y de linaje, sino una sociedad dinmica en laque se le reconoca el mrito y la asuncin de responsabilidades a todo aquel que haba sabidomejorar sus propias condiciones.

    En el curso de los siglos posteriores, cuando los atenienses se dieron a s mismosinstituciones democrticas, atribuyeron sus orgenes a Soln, pero sabemos que ello es errneo.Basta considerar que en sus reformas la renta se mide por la produccin agrcola, que es tpicade los grandes propietarios aristcratas. Y, sin embargo, en aquellas reformas estaba ya, acasode forma inconsciente, la apertura a la clase burguesa y, por consiguiente, el ocaso de las viejasaristocracias que hundan sus races en b edad de tos hroes homricos e incluso ms all. Enel curso de los primeros cien aos de las reformas de Soln se dej de medir la renta con losproductos agrcolas, evalundose en metlico, y conforme la divisa ateniense, el dracma, se fuedevaluando, sucedi que cada vez menos ciudadanos podan ser considerados tan pobres comopara ser excluidos de la eleccin a los cargos pblicos.

    Cmo sufri el poder aristocrtico la infiltracin de las clases emergentes hasta el punto deverse posteriormente mermado?

    Entre mediados del siglo VII y comienzos del VI a.C, comenzaba a consolidarse de modocada vez ms rpido una nueva clase social destinada a marcar profundamente la historia deAtenas y, en consecuencia, la del mundo entero: la de los artesanos, comerciantes yempresarios que dieron vida a una burguesa muy emprendedora y pujante. Esta nueva clase degeneradores de renta cay en la cuenta del gran potencial econmico de los dos mayoresproductos de la agricultura del tica: el vino y el aceite de oliva; en torno sobre todo del vinosupo crear un gusto, una moda, cabra decir incluso que un estilo de vida, que se exportprcticamente a todo el mundo entonces conocido. En el centro de esta costumbre haba un ritosocial de xito arrollador: el simposio. La palabra significa simplemente beber juntos, peroaluda a una especie de drinking-party de corte exclusivamente masculino. Los invitados sedaban cita en casa del anfitrin y se reclinaban en unos lechos muy parecidos a los canaps,con un realce relleno en la parte de la cabeza sobre el que se apoyaban con el codo izquierdo.

    Delante de cada uno de los lechos haba una mesita baja de cuatro patas, la mesa decomer, en la que se serva el vino junto con las pitanzas, de ordinario muy sencillas. Lo extraopara el hombre moderno es que el vino se mezclaba con mucha agua dentro de una gran vasijacentral con capacidad para una docena de litros. La vasija reciba el nombre de krater, crtera, dela raz ker-, kr-, que significa precisamente mezclar. Las proporciones eran habitualmente deuno a cinco, hecho que sigue siendo para nosotros un misterio. Ningn vino moderno soportarauna cantidad tal de agua sin perder totalmente su sabor y su aroma. Pudiera ser que el vinogriego fuera concentrado hasta el punto de alcanzar un graduacin parecida a la de nuestrosverms; el hecho es que beber vino puro estaba considerado algo propio de brbaros y se decaincluso que dicha prctica llevaba a la locura (eventualidad no del todo improbable). Todosrecordamos el episodio del cclope Polifemo, al que Odiseo sirvi vino puro para hacerle perderel conocimiento (bastaron dos copas) y luego cega