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    AL MARGEN DE LA IDEOLOGA: UNA LECTURAPOLTICA DE LA LITERATURA OBRERA FUERA

    DEL ESUEMA DE CLASES

    IN THE MARGINS OF IDEOLOGY: A POLITICAL APPROACH TO

    WORKINGCL ASS LITERATURE OUTSIDE A CLASSBASED ANALYSIS

    R P-H*

    Dominican University, Estados Unidos

    Fecha de recepcin: 21 de abril de 2015

    Fecha de aceptacin: 15 de mayo de 2015

    Fecha de modificacin: 20 de mayo de 2015

    R

    La crtica estadounidense Barbara Foley, siguiendo la pista de los debates generados en

    los crculos de la izquierda literaria tras la Revolucin Rusa en 1917, seala la constante

    vaguedad a la hora de establecer una definicin vinculante para la literatura proletaria.

    No fue sino hasta la dcada de 1930 cuando se fij una taxonoma de la ficcin obrera

    engendrada exclusivamente en su perspectiva de clase. No obstante, este ensayo busca

    acercarse a esta literatura desde un prisma antiideolgico en funcin a cmo se con-

    struye poder simblico por medio de lo obrero en la literatura.

    P : literatura obrera, marginalidad, marxismo, lumpen-proletariado, teora

    poltica.

    A

    The literary critic Barbara Foley, following the debates around the essence of what con-

    stituted a proletarian literature after the Russian Revolution in 1917, points out the vague

    nature of these efforts within the cultural circles of the Left. It is not until the end of the

    1930s that writers are pressed to come up with a taxonomy that fixed such literature

    in regards to its ability to convey a message from the perspective of the working-class.

    However, in this article I argue an anti-ideological approach and an analysis of how sym-

    bolic power is agglutinated through working-class aesthetics.

    K: working-class literature, marginality, Marxism, lumpen-proletariat, political

    theory.

    * [email protected]. Doctor en Estudios culturales hispnicos y literatura. University of Illinois

    at Chicago.

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    Al margen de la ideologa: una lectura poltica de la literatura obrera fuera del esquema de clases

    A partir de la Revolucin Rusa de 1917 la literatura obrera o proletaria toma un ciertocarcter unitario e internacional, expandindose por Europa y todo el continenteamericano. Denigrada en su poca por su estilo propagandstico y por un realismo

    decimonnico que contrasta uertemente con los experimentos modernistas y van-guardistas de comienzos de siglo , esta narrativa tena como propsito principalponer en duda la legitimidad del sistema capitalista y animar a distintos grupos obre-ros a unirse para luchar por mejores condiciones de trabajo1. En este sentido, todaliteratura obrera presenta una preocupacin prounda por las clases dominadas, queen la poca se asocia generalmente con el espacio (des)ocupado por el trabajador. Porsu temtica y sus aspiraciones poltico-aectivas, atadas al contexto de ebullicin delmovimiento proletario internacional, la narrativa obrera ha sido undamentalmenteanalizada desde la capacidad de hegemona que la perspectiva marxista y su concep-cin del proletariado tienen a principios del siglo .

    Barbara Foley, en reerencia a la cultura internacional obrera en su libroRadicalRepresentations: Politics and Form in U.S. Proletarian Fiction, 1929-1941, establece:Te key to any determination o whether an author had written a novel that should beconsidered proletarian resided exclusively in its political orientation (119). Esta ori-entacin poltica estaba ntimamente ligada a la definicin que hace el marxismo de lo

    proletario, desplazando los acercamientos empiristas a la definicin del gnero (el prin-cipio de autora, tipo de lectores y lnea temtica) en un intento de totalizar la clasifi-cacin de la literatura obrera desde un anlisis marxista (Foley 119-20). Walter Rideoutconfirma lo previamente argumentado cuando escribe que en el establecimiento defini-tivo de la literatura obrera en la dcada de 1930: the only important considerationwas the conscious ideology o the author, whether he attempted, whatever his class ori-gin, to work out in his fiction a Marxist analysis o society (Te Radical Novel166).As, desde el marxismo se busca hegemonizar el campo poltico y cultural de lo obrero

    desde un poder taxonmico exclusivo-excluyente, donde la ideologa marxista reifica larontera que separa el arte proletario del que no lo es2.

    En este sentido, los anlisis que se hacen de la narrativa obrera estn unda-mentalmente encaminados a articular un sujeto de clase dentro de una dialctica

    1. Como afirman Jos Esteban y Gonzalo Santoja enLa novela social, 1928-39: Figuras y tendencias, la represen-

    tacin del proletariado y sus cdigos polticos para entender la realidad en la literatura obrera es, entonces,

    despreciada como tema, [y la narrativa obrera] sometida al incansable desgaste de las profundizaciones

    sicolgicas, se posicionan como un producto cultural al margen del canon literario (8).

    2. Confirmando este respecto el crtico hngaro Mikls Szalbosci en su ensayo Historia de la literatura y

    la historia del movimiento obrero empareja la literatura obrera con la literatura socialista puesto que

    el marxismo lleva objetivamente a la luz de la conciencia los intereses fundamentales de la clase obrera,

    la expresin designa tambin el conjunto de aquellas obras que son de ideas marxistas (14).

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    cultural destinada a revelar la significancia poltica e historiogrfica del movimientoobrero. Esto se enmarca dentro de lo que Sonali Perera en Rethinking Working-ClassLiterature: Feminism, Globalization, and Socialist Ethics denomina como the cod-

    ing o crisis y the recovery o the lost subject en uncin de la contingencia ide-olgica que orece la literatura proletaria (4-5). Es decir, lo obrero en la literaturase entiende desde un historicismo que sigue los pasos de las propias aspiracionespoltico-culturales de los partidos y las organizaciones sindicales de la poca, quedotan a la literatura de un rol exclusivamente activo en trminos ideolgicos y en un-cin de cmo la narrativa obrera poda operar sobre los aectos de sus lectores dentrode la dialctica de la lucha de clases. Entonces existe la dificultad real de reerirnos alestudio de la literatura obrera o proletaria no solo desde uera de la Rusia post-zaristao su contingencia histrica, sino incluso auera de un orden ideolgico en el que lanocin de lo obrero se empareja con la idea de clase (eminentemente pensada desdeMarx) y se constituye como un bloque conceptual sin excesivas fisuras.

    Sin embargo, la representacin de la subalternidad en esta literatura no es explicableexclusivamente en trminos de dierencias histricas o ideolgicas, ya que entiendo que la rel-acin entre la literatura obrera y la ideologa que proesa es una relacin discontinua. Es ms,sus mecanismos representativos estn marcados ms que por una determinada contingencia

    ideolgica o histrica por unas misma base epistemolgica. La literatura obrera responde ala creacin de un discurso que se origina en los valores de la Ilustracin, especialmente desdeel racionalismo cartesiano, que se depura en la Revolucin Francesa y se plasma en los mov-imientos utpicos europeos de la primera mitad del siglo (desde el cartismo ingls al ou-rierismo rancs). Estos cdigos de valores ticos y polticos se transfieren, a finales del siglo, a la literatura espaola especialmente desde el naturalismo de Zola y la novela pacifistade olstoi, lo que en ltima instancia por causa de los movimientos migratorios se instala enAmrica Latina en dierentes grados de influencia y en dilogo con las literaturas regionales

    (ya sea el grotesco criollo en Argentina o incluso la novela de la Revolucin en Mxico).Esta trayectoria epistemolgica genera una suerte de ontologa de lo obrero que etichiza ala razn y la dispone como un modo de representacin dominante dentro de un contextode alteridad y de lucha de clases. Esto responde a una misma concepcin del compromisopoltico que se reifica en la representacin realista y en la e de sus atributos poltico-aecti-vos, lo que hace indistinguible (en uncin de cmo operan los mecanismos discursivos delrelato), por ejemplo, a una literatura anarquista de una literatura comunista.

    Ahora bien, si el anlisis de la literatura obrera se plantea desde una posicin

    no dialctica, uera del esquema de clases, uno puede elaborar un nuevo acercamientohermenutico, en mi opinin, mucho ms productivo. En las pginas que siguen

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    argumentar que una lectura de lo obrero uera de los parmetros de clase supone nosolo la nica orma posible de desatascar el supuesto hermenutico que lee la literaturaobrera primordialmente desde la causalidad poltica, sino que abre la puerta a poner

    en tela de juicio el propio tndem conceptual literatura obrera. Con este objetivo enmente, ormular dos tipos de lecturas interrelacionadas: 1. Una lectura que sustituya alo obrero por un concepto ms productivo, como lo lumpen; 2. Una lectura que cues-tione el paradigma undacional de la ideologa en la literatura obrera.

    PARA UNA CUESTIN PREVIA: LA REPRESENTACIN DE LOS MRGENES

    Beatriz Sarlo en Una modernidad perifrica discute cmo lo que llama la izquierdahumanitaria busca una reundacin artstica inclusiva de lo popular en la literaturaobrera. Esta literatura tiene a la revolucin (en el sentido del cambio radical y sistemticodel orden de cosas) y aquellos que esta busca incluir como base de operaciones. Lo nuevoo lo original, en este caso, reside aqu no tanto en la clase per se, sino en la creencia deuna esttica de la revolucin que promete un uturo donde la perieria marginada porel canon ocupe un centro indito. As, se concibe la literatura obrera desde un nuevongulo interpretativo centrado en la cuestin de cmo las representaciones de la

    pobreza, del trabajo, de los pobres y de los marginados, los mecanismos de la exclusiny las lenguas y ormas de la violencia que llevan aparejados generan una mquina decambio que sepa saltar de las pginas del texto a las puertas de las bricas o los trigalesdel campo (Zubieta v). Es un intento de leer la exclusin junto a su recinto geogrfico(la crcel, el taller, el conventillo, la villa miseria, etc.) uera de un marco exclusivamentepoltico (esto es, de imposicin de clase).

    Ahora bien, lo paradjico de esta lectura es su propia limitacin para comba-tir la rontera impuesta a los smbolos que representa. Lo original es en este caso un

    mecanismo que fija el objeto del cambio y su representacin literaria: La articulacinde la literatura con las voces de la cultura de las clases subalternas nos sita en unparticular espacio de redistribucin de lo alto y lo bajo y, por lo tanto, nos enrenta adistintos modos de entender la cultura popular uera del esquema marxista de lo obrero(Zubieta vi). Lo de arriba y lo de abajo se entiende desde la perieria y el centro. Loobrero se lee desde lo marginal. No obstante, el problema central de este acercamientoes que constituye a lo marginal invariablemente en los mrgenes, donde se incorporanlas presunciones de una cultura monoltica u homognea desde sus ormaciones mar-

    ginales y migrantes que contribuye a construir el arte de estar entre siempre (Crotti,orre x). Es un arte que encuentra su sentido en la representacin de la perieria; lo que

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    precisamente la fija, la hace descirable, de nuevo esttico e inmovible impidiendo elpaso a lo nuevo, a lo original, en definitiva, a la lectura del cambio.

    A tal respecto, entonces, cabe interrogarse sobre cul es el valor intrnseco de la

    literatura obrera: es literaria (como arte autnomo) o poltica (como producto culturalinstrumentalizado)? A esto, Daniel Noem en Leer la pobreza en Amrica Latina res-ponde preguntndose: La realidad de la literatura, pienso. De qu hablamos cuandohablamos de literatura, de arte? Una posibilidad: Las obras de arte son autnomas en lamedida en que participan en la sociedad Otra posibilidad: La autonoma literaria esuna quimera de la modernidad que, incluso como construccin terica, se ha desvane-cido en el desayuno postmoderno (14). uizs la clave est en la idea de modernidad,que dio a lo literario la posibilidad imaginada de su autonoma y, al mismo tiempo, le dioalas dentro de ese imaginario para que cuando este se cansara de hablarse a s mismo sepudiera aventurar uera de las ronteras definidas por lo escrito, que constituyen lo aut-nomo y se limitan en los mrgenes, en busca de nuevas realidades a las que constituir.Una de esas realidades estaba hecha de pobreza, con la que se consolida una esttica delo marginal en la literatura obrera3.

    Desde la ventaja que nos da la contemporaneidad, uno entiende que el sobre-esuerzo representativo de la modernidad no solo es til, sino que es incoherente

    en los mrgenes de lo escrito. Los mrgenes no pueden ser comprendidos desde latotalidad cerrada que supone lo moderno4. Estos deben ser acercados desde unaesttica de la pobreza [de la marginalidad] contempornea que se desprenda, quesurja a partir de, la produccin artstica y cultural latinoamericana contemporneacomo una obra siempre inconclusa, arte de uga, coitus interruptus (Noem 14). Loque, en el caso que este ensayo convoca, sugiere un anlisis uera de la circunscrip-cin histrica e ideolgica que definan lo marginal en el momento de la escritura dela obra. Para desarrollar una interpretacin rtil de lo obrero, entiendo que no hay

    que mirar desde la estabilidad que supone la representacin poltico-histrica de lo

    3. Los ejemplos concretos de esta nueva mirada artstica, que echa a andar de manera erguida con la

    novela realista, se establece con el naturalismo, y llega a su punto ms lgido en la dcada de 1920 y

    1930, son casi innumerables; alguna de las obras paradigmticas en ese tiempo van desde la colec-

    cin de cuentos Tinieblas(1923) de Elas Castelnuovo, pasando por la nica novela de Cesar Vallejo,

    El tungsteno, hasta la obra literaria ms conocida del mexicano Jos Mancisidor, La ciudad roja (1932).

    4. He de aclarar que uso la nocin de modernidad en el sentido que Jurgen Habermas tiene del mismo

    en su Philosophical Discourse of Modernity, where he establishes that modernity is properly defined

    by the problem of self-foundation (Legrs 84). Lo moderno es as una concepcin filosfica de la

    temporalidad, desde la cual se adquiere una conciencia del ser y el estar que forma la base o la fun-

    dacin de un progreso histrico linear. Es este un avance porque puede comprender el pasado comoentidad total que informa el presente y la posicin en la que este ltimo se encuentra en relacin a un

    futuro, en una suerte de teledireccin y teleologa.

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    marginal, sino desde una perspectiva que busque puntos de uga en los imaginariosque se plantean en la obra de arte en s misma. Esto no significa que la marginalidadno pueda o deba ser entendida desde de su representacin. En eecto, lo marginal se ha

    taxonomizado tradicionalmente desde la materialidad de la pobreza y sus dierentesproyecciones simblicas; desde lo que Mara Elena orre denomina como la escriturade la pobreza, la cual de hecho reconoce tres dierentes tipos de pobres literarios: unonacido de las ideologas mesinicas revolucionarias, plasmadas principalmente porismos liberadores de la moral (yendo desde el cristianismo democrtico y pasandohasta los protestantismos filantrpicos), cuyo principal objetivo era resistir y/o des-truir el orden espiritual que reflejaba la materialidad de la pobreza; un segundo pobrenacido de la tradicin picaresco-romntica, cuyo propsito esencial reside en sureconversin o reorma para dejar atrs la marginalidad constitutiva de su pasado enuna suerte de redencin individual(ista); finalmente, un tercer pobre que se ordenaalrededor de los conceptos de clase (generado al calor de los socialismos del siglo en adelante), cuyo objetivo vital es igualmente de clase y se relaciona con la reversindel sistema clasista, el cual lo llena de sentido solo desde su pobreza (orre 1-2).

    No obstante, la marginalidad entendida como pobreza concibe a lo literario desdela ordenacin de lo econmico y/o lo poltico. Lo marginal se entiende de este modo en

    uncin a las representaciones que marca el centro y viceversa. La distribucin externa(poltico-econmica) de la literatura provoca un proceso de significacin limitado porordenaciones naturalmente ajenas a los mrgenes, puesto que lo marginal por s mismoapenas tiene capacidad de representacin. Este proceso define a los mrgenes en dispo-sicin de donde se site el centro, lo que a su vez es pensando desde las mecnicas de lamodernidad, las cuales van fijando cada significado (o concepto) con su significante (ovehculo donde se instaura el significado) para crear un determinado esquema de signi-ficancia (lo ideolgico) que no se dierencia en demasa de una lectura de clase. La pre-

    gunta no puede ser qu es la pobreza / la marginalidad? O quines son los marginales?Ni siquiera dnde se emplaza lo marginal o los mrgenes? Intentar una definicin queaborde la significancia de la marginalidad se antoja imposible justamente por la (im)posi-bilidad del pobre de hablar por s mismo de s mismo [lo que] concierne directamente ala problemtica de la representacin de la pobreza (Noem 19). La diatriba concierne conel problema en torno a la instalacin de mecanismos de mediacin. El problema estribaen que las dierentes mediaciones de lo marginal (desde la clase o desde la propia margi-nalidad) parecen reconocer la propia esterilidad del acto mediador. Es una relacin sim-

    blica que se retroalimenta y se expande a numerosos otros mbitos (desde la ormacindel sujeto poltico, al establecimiento de la cultura, llegando hasta casi cualquier proceso

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    de identidad), pero que parece romperse definitivamente con la llegada de los proyectosposmodernos y la desaparicin de cualquier ingenuidad literario-poltica.

    Desde la posmodernidad, con la relativizacin del significado / significante / sig-

    nificancia, se borra virtualmente cualquier intento de emancipacin peririco. Porque larelevancia de lo que separa al centro de la perieria en primer lugar se elimina en un marcoque absorbe todas las dierencias y contradicciones donde el centro, aunque argumenteque est desintegrndose, an opera como centro (Noem 32). La alta de esa relevanciano implica, sin embargo, el desvanecimiento de esta oposicin [centro/perieria], elcentro sigue uncionando como tal, excluyendo de s y relegando a la perieria todo aque-llo que se le opone o no comparte sus normas (33). No obstante, un proyecto analticobasado en el reordenamiento de estas relaciones dialcticas entre el centro y los mrgenesme parece del todo inructuoso. As, creo que revisitar tericamente la posible lectura deliteraturas como la obrera uera de sus propios argumentos de mediacin (el realismo ysu relacin con la verdad poltica en este caso) y de sus consignas ideolgicas, permitereplantear como pensar la poltica desde lo literario ms all de diatribas estriles en rela-cin al compromiso o a la causalidad entre lo escrito y lo ledo.

    UNA LECTURA DESDE LO LUMPEN

    Ahora cabe preguntarse: cmo se puede entender a lo obrero uera de lo poltico ymidiendo su identidad uera de cualquier parmetro ideolgico? Creo que la nocin dellumpen es la clave aqu para leer la literatura obrera uera de la trayectoria teleolgicaque la condicin de clase y la ideologa de lo obrero le supone. Lo lumpen va a estableceruna distorsin que libera al texto de una lectura de la causalidad y de una dialctica declase en su uncin poltico-aectiva. Esta distorsin alcanza su cota mxima de visibi-lidad en el intento de explicacin (y, en ltima instancia, apropiacin) de lo que Marx

    categoriza como lumpen-proletariado. Marx introduce por primera vez lo lumpen enLaideologa alemana, aunque es en elManifiesto comunistadonde el trmino adquiere susignificado ms finalizado compuesto en dos partes: lumpen-proletariado. Su acuacinno es particularmente innovadora y no cambi mucho su significado original deroga-torio del ingls knave o ragamuffin (Draper 2286). El trmino en Marx y Engels secolectiviza para ser aplicado a las masas no emancipadas que, debido a su ignorancia,viven en un estado de alsa conciencia. Es una masa iletrada que se opone dialctica-mente al hombre de letras (ya como su opresor, ya como su salvador).

    A tal respecto, John Stuart Mill refirindose a the tyranny o the major-ity clasifica a las masas segn su (alta de) conocimiento, especficamente por su

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    desinters literario, como esos who would be more readily bored reading Coleridge orWordsworth than they would consuming large amounts o cheesecake (Clive 75). Lamasa en este sentido se vuelve desptica en su ignorancia a travs del poder que puede

    ejercer en su condicin de mayora. Jos Ortega y Gasset enLa rebelin de las masaspre-cisamente hace reerencia a este potencial destructivo, anclado en la ignorancia del todoque supone la masa. El filsoo espaol se centra en lo que denomina como mentalidadde masa, comprised o inertia, excessive sel-satisaction, and an unwillingness to acceptany authority outside a narrow selfood (Clive 78). Ortega, desde una interpretacina la invertida del sper-hombre nietzscheano, bermensch, estructura el concepto dementalidad de masa como una categora psicolgica de la clase; una basada ms en suconstitucin moral que en principios econmicos. As, la clase se re-repiensa en trmi-nos ms literarios (en la rbita de la moraleja) que polticos (los cuales estaran guiadospor una relacin econmica de causa-eecto).

    Marx hace algo similar en su acercamiento terico al lumpen-proletariado.Ficcionaliza lo lumpen al anclarlo en una moralidad poltica que transciende la supu-esta objetividad de la materialidad econmica. Es ms, al no poder entrar dentro de losparmetros poltico-econmicos del materialismo histrico, el lumpen es desechadode la teora marxista de la revolucin, ya que en su esencia es considerado como this

    passive putreaction o the lowest strata o the old society, [that] is here and thereswept into the movement by a proletarian revolution, but in accordance with all itsconditions o lie it is more apt to sell itsel to reactionary intrigues (Draper 2290).Es lo que Engels define como escoria social (o scum, que en ingls se puede reerira la capa de espuma que flota encima del agua estancada), ms que inservible, lo quese separa por inercia de lo que no se puede usar o del desecho; es lo desechable de loinutilizable. Lo lumpen carece de potencialidad social, por lo que es tildado comoreaccionario, alto de un valor objetivo en el proyecto poltico marxista. Solo es til

    como masa, en trminos de la permeabilidad de su ignorancia5.Es en el tratado histrico Te Eighteen Brumaire donde Marx reanaliza

    extensamente la esencia de lo lumpen ms all de su concepcin primaria como detri-tus socio-poltico. Por medio de una evaluacin de la bohemia parisina (la Bohme),el lumpen es repensado como una irregularidad aislada en la dialctica histrica. Esdecir, este adquiere un carcter externo en la teleologa marxista, un accidente aislado

    5. Paul Dave en Visions of Englandda una definicin ms detallada de lo lumpen: For Marx, the lumpen-

    proletariat represented those bohemian social elements who had become detached from their classbackgrounds an amorphoss of floatsam and jetsam including, amongst others, bourgeois wastrels,

    aristocratic bankrupts, as well as vagabonds, pimps, and pickpockets (104).

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    del proceso que orma las grandes dinmicas histricas. Algo que, sin embargo, puedetomar cuerpo y rol, pararaseando a Marx, de conspirador proesional como demues-tra la figura de Louis Bonaparte (personaje central de Te Eighteen Brumaire, tam-

    bin conocido como Napolen III, primo de Napolen I) y su Sociedad del diez deDiciembre, la cual se convierte en su ejrcito privado ormado por maleantes sin msnorte que el marcado por su criminalidad: As it happens, the second Bonaparte oundhimsel in possession o an executive power quite different rom that o Cromwell andNapoleon, and he sought his model in the annals o the Society o 10 December, in theannals o criminality, not in the annals o world history (Marx 93).

    Marx analiza la concurrencia histrica que se da en Francia desde mayo de1849 hasta diciembre de 1851, donde apoyado por los sectores ms marginados dePars y los campesinos ranceses, Louis Bonaparte suplanta el poder parlamentario yse autoproclama emperador de Francia: a parody o imperial restoration [that]balked at the rule o the working proletariat, so it brought the lumpenproletariat topower, making the chie o the Society o 10 December its head (95). Ms all delanlisis histrico de tal momento, el problema con el que se encuentra Marx aqu esque lo lumpen no puede ser objetivado como parte del proceso histrico, puesto queno es ms que una burla, un chiste de mal gusto sin base sustantiva en su causa o en su

    eecto. Es un accidente que se disraza de parodia de una realidad no deseada, que ueNapolen I, y se convierte en una copia de una copia que toma (in)significancia enuna suerte de rethorical arabesques, outward decencies, the appearance o respect-ability (96). En este sentido, el lumpen no es ms que un simulacro, una ficcin sinreerente cuyo destino, desde la perspectiva marxista, no puede ser otro que la desa-paricin. Esta es la nica manera en la que se puede incorporar a los mecanismos queopera el materialismo histrico.

    La reorma de lo lumpen es una anomala que puede ser remodelada solo desde

    la premisa de su colapso:Its plain as day: all Napoleonic ideals are ideals o the undeveloped small-

    holding in its heyday, but or the smallholding that has outlived this, they

    are an absurdity. Tey are merely hallucinations o its death struggle, words

    transormed into phrases, ideas into specters, befitting dress into preposte-

    rous costumes. But the parody o empire was necessary to liberate the bulk

    o the French nation rom the weight o tradition and to work out in pure

    orm the opposition between state and society When disappointed with

    the Napoleonic restoration, the French peasant [which gave Napoleon IIIits support to become emperor] will cease to believe in the smallholding

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    Al margen de la ideologa: una lectura poltica de la literatura obrera fuera del esquema de clases

    and the proletarian revolution will obtain the chorus without which its solo

    becomes a swan song in all peasant countries. (Marx 106)

    Marx cona en que cualquier posible papel de lo lumpen, debido a la esencia de su sin-

    sustancia, no pueda ser ms que un berrinche de aquellos a los que la conciencia revo-lucionaria todava no les ha alcanzado para ver ms all de las condiciones presentes desu miseria. El lumpen como pataleta histrica puede ser absorbido por la lgica de ladialctica, en la que el conspirador proesional unciona como un coro (como aquellosque ormaban parte de las tragedias griegas; que no molestaban al quehacer del destino,sino que solo le servan como msica de acompaamiento) que pone sobre aviso lasguardias contra una parada orzada de la historia. Lo lumpen se digiere dentro de esahistoria porque, en verdad, no es ms que una parodia de lo real. Es una contradiccinaccidental nacida de una marginalidad que pronto ser inmolada en el viaje a la revolu-cin como centro. As, el lumpen no admite mediacin y su literatura no tiene ningunautilidad, es literatura poltica sin objetivos polticos. Lo lumpen en su condicin con-sciente alude a la destruccin del centro y de la clase social como mecanismo de interac-cin poltica, lo que a su vez apunta a la reinterpretacin de la marginalidad desde unapostura antiideolgica; desde una mirada que deseche la utilidad de la lo literario comopoltica y se centre en las polticas de lo literario.

    UNA LECTURA ANTIIDEOLGICA

    La ideologa marxista, junto con el supuesto eecto poltico con la que esta dotaba a loliterario, interpretaba lo que entraba o sala del campo. En consecuencia, como esta-blece John Lavelle en Blue Collar, Teoretically: A Post-Marxist Approach to WorkingClass Literature, se crea un orden cultural por el cual [the most common use o cul-ture] is directed toward aesthetics, and is concerned with the products o the best

    and brightest through the understanding o aesthetics or a judgment o tastes (Lavelle151). En esta distribucin del conocimiento, aquellos que ms saben pueden controlarel discurso artstico y decidir qu productos ocupan qu escaln de la jerarqua, donde laaltura del arte se mide verticalmente. Desde la perspectiva del marxismo ortodoxo, estepoder cultural tiene que ser contrarrestado por medio de la reseleccin de quienes sonlos que ms saben (la vanguardia del proletariado), revirtiendo las jerarquas estableci-das, pero al mismo tiempo instaurando nuevas pirmides del saber.

    El estudio del objeto cultural en s mismo se relega entonces a un segundo plano,

    puesto que lo que importa es la relacin entre lo que ese objeto representa y como se dis-pone en el plano sociopoltico. As, John Lavelle afirma: Culture becomes the signs

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    o an ideology (153). Esto es precisamente el problema central que uno conronta en elanlisis de la literatura proletaria, donde muchas veces la ideologa que se revela desde loliterario es ms importante que la literatura en s misma. As se codifica al obreropor fuera

    como sujeto y objeto poltico, y al mismo tiempo este opera por dentrocomo narradory lector inmanente de la literatura obrera. Desde tal estructura, el obrero y lo obrero enesta literatura se erigen como un sujeto racional integral que se opone a la invalidez detodo aquello que se salga uera del marco de la utilidad ideolgica y del sistema de aectospolticos que operan en la narrativa obrera.

    Lo racional media el discurso poltico construido en la literatura obrera, con laintencin de acaparar lo que Peter Hitchcock en su artculo Tey Must Be Represented?Problems in Teories o Working-Class Representation establece es la visibilizacin dela subjetividad obrera o el must-be-seen que lo proletario busca constituir en los modosde representacin social y del poder poltico (21). Esto es conrontado por el hecho deque, en la construccin de este mecanismo representativo, la literatura obrera y la claseobrera controlan el significado pero nola significancia de la representacin. La perspec-tiva ideolgica que esta literatura busca conormar est asediada por una alta constantede poder simblico, que suple por medio de una serie de liderazgos constituidos en ins-tancias narrativas centrales y/o protagnicas. Estas dirigen y hacen siempre coincidir el

    devenir del relato con el del discurso especialmente en trminos polticos e ideolgicos.Estos son liderazgos interpretativos que uncionan a modo de racionalidades constitu-yentes destinadas a combatir la alta de control en el campo de la hegemona de signi-ficancias polticas. El hombre revolucionario a la vez que se afirma estticamente comomotor del relato en la narrativa obrera, se convierte polticamente en el motor de la his-toria, que interpreta el sujeto y el objeto de la revolucin en la construccin de su personams all de la mimtica del realismo (Hithcock 21).

    Es una operacin discursiva que iguala las angustias del lder con las del colectivo

    por medio de lo que Ernesto Laclau, en su anlisis de los populismos de izquierdas ensu libro On Populist Reason,denomina como singularidad. La narrativa obrera generahroes que acaparan todos los planos representativos del relato y que generan un discursoen torno a la reordenacin de su hiperrepresentatividad como un acto de necesidad pol-tica. Es precisamente su disposicin para acaparar la representacin de todos los smbolosque generan cualquier posibilidad de cambio en esta narrativa lo que marca a este hroecomo un vehculo de legitimacin entre la literatura obrera, su marginalidad permanentey su relacin inamovible con el centro. Se establece as lo que Laclau denomina una articu-

    lacin de la equivalencia, donde la identificacin de posiciones encontradas (el margenrente al centro) se equiparan desde el propio antagonismo de las posturas (On Populist

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    Reason70). Esto es un proceso discursivo que permite la ormacin de la identidad colec-tiva por medio de un liderazgo siempre en contra de un enemigo comn, explcito o impl-cito, el cual al mismo tiempo unciona paradjicamente como el obstculo undamental

    para la llegada de un nuevo uturo exento de la posibilidad de trauma.Esto no desestabiliza ni mucho menos la cohesin discursiva de la literatura obrera,

    en la cual el sujeto representado es objeto de emancipacin y dominacin al mismo tiempo,ya que la representacin de lo popular se construye desde la premisa de lo que JacquesRancire llama negatividad. Es un discurso que propone [a] politics that defines itselagainst, but also [a] politics that is nothing but political, that is ounded on nothingother than the inconsistency o the egalitarian trait and the hazardous construction o itscases o effectivity (Dissensus 86). Se genera una inconsistencia undamental y al mismotiempo necesaria para validar el discurso de lo marginal en esta literatura. Una inconsis-tencia que se valida en el plano cultural heredado de una lgica de la etichizacin de larazn que no atiende a la incoherencia discursiva, sino que est exclusivamente sujeta a lacapacidad de crear dialctica; la cual en su negatividad, en su definirse en uncin de uncontrario el burgus, el propietario, etc., puede solapar la inconsistencia de la equiva-lencia entre el centro y los mrgenes en pos de una determinada ordenacin teleolgica. Seestablecen as una de una serie de valores morales, sensibilidades culturales y disposiciones

    polticas que construyen un tipo u otro de disenso en el sentido que Rancire utilizael trmino. Es decir, la construccin de este sujeto racional proletario est destinada acrear una comunidad discursiva de exclusin e inclusin ideolgica por medio de dieren-tes cdigos de distribucin de visibilidad dentro de esa dialctica entre el centro y los mr-genes. Dierentes ideologas constituyen dierentes cdigos incluso enrentados derepresentacin literaria dentro de un mismo campo cultural.

    De hecho, los debates constituyentes de la literatura proletaria estaban goberna-dos por un discurso que restringa el campo de lo literario en lo obrero en torno a una

    estructura piramidal que organizaba sus productos culturales en uncin de su impactosociopoltico. En este sentido, el llamado Gorki argentino Elas Castelnuovo, por ejem-plo, en Sus impresiones sobre la URSS, reorganiza la esencia de su propia identidadcomo escritor en torno a dicha pirmide: Modifiqu los trminos de mi concepcinrevolucionaria. Dej de ser un pensador aristcrata y seorial y me puse, intelectual-mente, otra vez mi blusa obrera. Comprend perectamente aquello que dijo CarlosMarx, que la liberacin de los trabajadores ser obra de los mismos trabajadores (Ctd.en Eipper 101). El escritor solo se comprende, entonces, desde su uncin de trabajador

    en pos de una nueva sociedad para la liberacin del obrero. El literato solo puede or-mar parte de la revolucin si entiende la literatura como una herramienta de trabajo.

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    Un utensilio que adems restringe a lo obrero en la cultura dentro de un esquema deliberacin social, uera de cualquier concepcin no utilitaria del arte. Esto conlleva a laparadoja de que la literatura obrera parece anularse a s misma al sobreponer al objeto

    representado, el obrero, sobre su representacin, la ficcin obrera6. Dentro de esa con-cepcin, la literatura obrera parece partir de la premisa de que no puede ser literatura, aljerarquizarse el eecto poltico en relacin a la esencia ormal de lo literario.

    En este sentido, desde el punto de vista de sus mecanismos discursivos, la litera-tura obrera codifica y separa lo que es (realidades o verdades undacionales) de lo quedebe ser (la proyeccin social y/o cultural de esas verdades por medio de la represent-acin literaria). Esto es la gnesis de unos paradigmas undacionales de la ideologa de loobrero que nos remite as a una suerte de dialctica entre dos lneas representacionales,cuyos orgenes estn ya en la antigua Grecia en el debate que tiene lugar entre lossofistas (proponentes de una teora filosfica antiundacional alejada de unos principiostericos cerrados) y la filosoa platnica (en trminos de la proteccin de unos prin-cipios undacionales base de la propia idea filosfica).

    En Te SophistPlatn pone en marcha el motor de estos principios undacionales.El visitante y Teaetetus comienzan una larga discusin cuya misin principal es distinguirla naturaleza verdadera del sofista. As, proponen un modelo dialctico con el cual alcanzar

    la verdad que unde la base de su dilogo, lo que implicar la distincin undamental entrela sostica y la filosoa platnica. De este modo, Platn aqu est generando lo que luegoser la base de cualquier undacin ideolgica7. Desde la ideologa se establece una jerar-qua undacional cuyo principal objetivo ser acumular las caractersticas de lo comn pormedio de la explicacin de la dierencia. Deleuze en su anlisis de este tratado de Platn enTe Logic of Sensealude a la motivacin platnica de la ideologa en el establecimientode un triunvirato undacional que pone a la Idea en la parte ms alta de la jerarqua que la

    7. Un mtodo por el cual el conocimiento se divide en tipos que en ltima instancia generan el funda-

    mento de cualquier verdad (Cobb 92). Platn desarrolla un dilogo filosfico a travs del cual separa

    lo que no es de lo que es, lo verdadero de lo falso, lo que tiene un fundamento de lo que no lo tiene.Para comprender todo aquello que es uno primero tiene que clasificar lo que no es, asumindose

    la fundacin de lo verdadero en oposicin de lo falso.

    6. Barbara Foley en Radical Representations, al discutir cmo se piensa el llamado criterion of perspec-tive en la literatura proletaria, afirma que el origen de su propia conceptualizacin est basado en

    una paradoja: They [Marxist critics] wished to cultivate writers of working-class origins, to address

    working-class audiences, and to represent working-class existence. Yet they sought a literature satu-

    rated in proletarian experience not because they viewed the working class as either colorful or pitia-

    ble, but because they saw it as the class uniquely positioned to bring about revolutionary change

    (117). Es ms, Foley pone el acento en como estos crticos estaban convencidos de que los textos

    proletarios should convey ideas and attitudes that would impel their readers to take action against

    existing social conditions that is, move them leftward(Radical Representations 118).

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    filosoa platnica desarrolla, seguida por la Copia (que imita a una Idea), mientras que elsimulacro (o la copia de la copia) queda en lo ms bajo de este orden. Lo ms alejado queuno se encuentra de la Idea establece cun alejado estamos de lo que es o lo verdadero, de

    lo que unda el conocimiento.Sin embargo, en Deleuze no solo se invierte el ya mencionado triunvirato, sino que

    se termina decapitando. Este abole la idea de un conocimiento undacional y construyeun argumento en avor de unos mecanismos del conocimiento basados en la dierencia,en la descentralizacin y, en definitiva, en los simulacros. En este sentido Deleuze buscaterminar con la creacin de cualquier jerarqua ideolgica: Te same and the similar nolonger have an essence except as simulated, that is, as expressing the unctioning o thesimulacrum (Te Logic of Sense262). Se niega la posibilidad o el simple deseo de cualquierconocimiento undacional; esto incluye cualquier nocin de lo verdadero. Hay, entonces,un delgado equilibrio entre lo undamental-verdadero y la descentralizacin de ese cono-cimiento establecido. Mientras lo poltico necesita una undacin que aspire a un sistemabsico de principios universales (la Idea en Platn y lo obrero en la literatura obrera), lainterpretacin de lo poltico es solo posible desde el simulacro que Deleuze plantea. Estodetermina un modo de acercarse a la cultura desde una mirada transicional, no representa-tiva, que no admite la dialctica entre lo que es y lo que no es.

    Esto es primordial para entender mi relectura de una literatura obrera uera delmarco ideolgico de lo obrero, desde una posicin de descreimiento de la clase comouerza directamente constitutiva del sujeto poltico. Esto es una operacin antidialcticaque toma sentido en la desaparicin de la distribucin ordenadora del progreso (antiide-olgica y antivanguardista, en el sentido marxista-leninista del trmino), y de la mediacinque supone la representacin poltica en lo literario, la cual, por ejemplo, desde los debatesundacionales de la literatura proletaria dicta la constitucin literaria del sujeto obrerorepresentante de una ideologa fija acaparadora de la verdad poltica. Al pensar lo obrero

    en la literatura como reflejo de un sistema cerrado de clases, la lectura se enquista en unahermenutica del reflejo, que solo puede leer las conexiones entre lo imaginado y lo realcomo dentro de un marco poltico y nunca literario.

    CONCLUSIN: UNA LECTURA DESDE EL EXCESO DEL MELODRAMA

    En las letras hispanas la literatura obrera estuvo al mismo tiempo siempre intervenidapor una uerte tendencia melodramtica que en su esuerzo suprarrepresentativo insti-

    tuye una tensin permanente e intrnseca entre la exposicin de las condiciones mate-riales del obrero y el cambio radical o revolucionario de lo expuesto. El melodrama y su

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    teatralizacin del exceso, siguiendo lo argumentado por Frederic Jameson en su libroAntinomies of Realism, se corresponden con los propios excesos dramticos de la revo-lucin, donde se es obligado a tomar parte por uno u otro bando y, dependiendo de la

    posicin que se tome, se divide el campo poltico literario en hroes o villanos (154). Lascorrelaciones de uerzas en este plano son conormadas desde lo melodramtico, cons-truyndose una suerte de tensin libidinal constante (nutrida en el exceso de pasin pol-tica) entre el xtasis que provoca el estallido de la revolucin y las visiones de catstroesocial en caso de racaso revolucionario. De este modo, Bruno Bosteels argumenta enMarx and Freud in Latin Americaque el melodrama se convierte en el gnero preeridopara representar un cambio poltico de masas, las cuales al ser objeto ledo y sujeto lectoral mismo tiempo, generan una matriz cultural que supera a la constitucin del propiognero literario desde donde the so-called populace or scum succeed in incorporatingthemselves into a people, and the people in turn may embody itsel as themodern,urban and post-revolutionarymasses (53). As el melodrama es el medio por el cualse permite articular las ideologas revolucionarias uera de una relacin objetivable (estoes, uera de una posicin ideolgica de clase), sino a travs de relaciones subjetivas quepermiten que el exceso regulen el compromiso poltico.

    Esta estructura melodramtica, gobernada por un dualismo extremo aparentemente

    simple, esconde un conflicto que sobrepasa la lgica ideolgica desde la que se lee comn-mente a la literatura obrera. El exceso permite articular una reflexin sobre la otredad en estaliteratura que revela una esttica de la poltica, esto es, la literatura obrera entendida en estostrminos es un esuerzo por crear un nuevo imaginario popular, donde la pobreza o la margi-nalidad se alzan como marcadores de identidad poltica ms eectivos que las articulacionestradicionales de clase. As es ms productivo entender a la literatura obrera no tanto comoun producto cultural del movimiento obrero, sino como lo que Graciela Montaldo en sulibroZonas ciegasllama la escena populista (66). El exceso supone, entonces, una agencia

    poltica que acta por medio de la acumulacin (de pobreza, de marginalidad, de obreros,etc.) y que hace de las subjetividades privadas una contingencia pblica. La literatura obrerasimplemente busca crear un campo poltico uertemente dividido en antipatas y empatas,en hroes y villanos, donde por medio del exceso (el que provoca la revolucin, en este caso)se pueda aglutinar capital poltico. De este modo, lo obrero es un signo del poder simblicoque esta literatura busca acaparar. Es un intento, en ltima instancia, de hacer poltica desdela literatura ms que de crear una literatura poltica.

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