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NORVAL PEASE

0Asociación Publicadora InteramericanaBelice-Bogotá-Caracas-Guatemala-Managua

México-Panamá-San José-San JuanSan Salvador-Santo Domingo-Tegucigalpa

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Al observar las diversas modalidades de adoraciónen el culto de las iglesias cristianas de hoy, muchosfeligreses se interesan -¡y con razón!- por descubrirsi existe o no un ritual recomendable para la verdade-ra adoración.

En los últimos años, el problema de la liturgia pare-ce haberse generalizado, hasta preocupar a las diver-sas denominaciones, sin exceptuar la IglesiaAdventista del Séptimo Día. Lamentablemente, dife-rencias culturales, influencias posmodernistas, confu-sión entre el ceremonial y el significado de la adora-ción, han influido para que la Iglesia sea víctima deintranquilidad por causa de las diferencias referentesa la liturgia que medran en su medio y tienden a desu-nir a los miembros, en lugar de unificarlos en el actode adorar a Dios "en espiritu y en verdad".

Para muchos, lo que importa es cómo se siente eladorador a la hora del culto. Es decir, cómo reaccionaal "observar" el desarrollo del "programa" litúrgico elsábado de mañana. Desde luego, esta clase de feligre-ses no comprende que,la adoración genuina es enor-memente más que una reunión de "actores" y "expec-

tadores"; estos últimos llamados a juzgar la actuaciónde los primeros y aplaudir o desaprobar su desempe-ño. Tal vez ignoran que el elogio humano de los con-ductores y participantes directos en la producción delceremonial del culto, no es otra cosa que una adora-ción de los dioses falsos de la música, la oratoria, eldrama y otros talentos que exaltan la habilidad dehombres y mujeres, en lugar de conducirlos a los piesdel Altísimo. ¡El hombre jamás puede ser el centro delverdadero culto!

La adoración genuina, en cambio, conduce al peca-dor al pie de la cruz, de donde lo eleva hasta la pre-sencia de Dios. Alli, en compañía de los seres santosdel universo entero, se entrega sin reservas al Señor yes bendecido con la comunión divina y la recepción desu misericordia. Aqui, Dios es el centro, y cada perso-na presente en el culto adora activamente a suHacedor y Rey.

En esta inspiradora obra, Y adoradle, Norval Pease-además de repasar el desarrollo del concepto bíblicode la adoración- pone de relieve la importancia dearmonizar la forma del culto aceptable a Dios con elcontenido de la verdadera adoración. Puntualizaigualmente la necesidad de desechar los elementossuperfluos del culto, tales como la figuración, la irre-verencia y el afán tan popular de amoldarse a criteriosque satisfagan los gustos personales de algunos, enlugar de apegarse a los principios divinos de la adora-ción aceptable a Dios.

Que esta excelente obra acerca de la forma y el con-tenido de la adoración verdadera nos haga compren-der el privilegio incomparable de presentarnos ante el

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Soberano del universo, de modo que "su alabanza seaen la congregación de los santos", es el anhelo de

IO

Los editores.

punto de partida en nuestra búsqueda deuna filosofia de la adoración será la Biblia.Andrés W. Blackwood, en su excelente libroEl bello arte de la adoración pública, dice acertada

mente: "En el estudio de la adoración pública, el mejorlibro de texto es la Biblia. Las enseñanzas que en ellaaparecen generalmente son indirectas y el método queusa es el ejemplo en vez del precepto. Las Escriturasestán tan saturadas del espíritu de adoración y tan llenasde ejemplos de cómo cantar y orar a Dios, que algún eru-dito debe escribir un libro sobre la materia".

El propósito de este capítulo será investigar los ante-cedentes bíblicos que pueden ayudarnos a elaborar unateología de la adoración. Lo único que haré será bosquejar la gran cantidad de material existente en este terre-

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Y Adoradle

no, con la esperanza de que esta presentación motive unestudio más profundo de lo que la Biblia dice sobre elrespecto.

El libro de Génesis comienza presentando la razónbásica para adorar: Dios es el Creador, y nosotros suscriaturas. Al parecer, Dios deseó que esta relación seconvirtiera en un memorial, puesto que estableció elsábado como un recordatorio semanal de su calidad deCreador. Al bendecir y santificar un dia, pensó en eltiempo como un símbolo fundamental de la adoración.El primer símbolo de la adoración que dio al hombre nofue un árbol, una roca, un edificio, un altar o un animal,sino veinticuatro horas, recurrentes cada siete días.¿Podría haber algo esencial, más universal que el tiem-po? Este símbolo no cambia por causa de la geografía, lacultura o el paso de los años. Para el hombre; el tiempoes básico.

Pero Dios le dio al hombre algo más que un dia santo:se dio a si mismo. Fue compañero cercano de Adán y Evaen el Jardín. La relación era estrecha; la adoración, alta-mente personal. Después de la entrada del pecado, laadoración continuó, pero en términos un tanto diferen-tes. Nuevos símbolos tipificaron la redención final delhombre de su estado caído. De esta forma, el altar y elcordero entraron en la escena del culto. La experienciade Caín, cuya ofrenda no era aceptable para Dios, es unalección anticipada de que la adoración tiene un signifi-cado teológico. Es más que un mero gesto natural delhombre según su propio prurito. Tiene que haber unaarmonía perfecta con la revelación que Dios le ha dado.

Al aumentar la población, la adoración llegó a ser máscompleja. "Entonces los hombres comenzaron a invocar

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el nombre de Jehová" (Gén. 4:26. Esto ocurrió en eltiempo de Enós, bisnieto de Adán). Sobre este versículo,el Comentario bíblico adventista, tomo 1, pág. 256, dice: "En sutiempo comenzó un culto más formal. Por supuesto, loshombres habían invocado al Señor antes que nacieraEnós, pero a medida que transcurrió el tiempo surgióuna distinción más pronunciada entre los que adorabanal Señor y los que lo desafiaban. La expresión 'invocar elnombre de Jehová' se usa frecuentemente en el AntiguoTestamento para indicar, como lo hace aqui, un cultopúblico (Sal. 79:6; 116:17; Jer. 10:25; Sof. 3:9)".

Después de abandonar el arca, a Noé se lo describecomo adorando a Dios (Gén. 8:20-22). Este acto de ado-ración prosiguió a la revelación de sí mismo que Dios dioa Noé; y, acto seguido, Dios lo bendijo. Este mismopatrón es evidente en las otras descripciones que hace elGénesis de la relación entre Abraham y Dios. En el capi-tulo 12:7 leemos: "Y apareció Jehová a Abram, y le dijo:'A tu descendencia daré esta tierra'. Y edificó allí un altara Jehová, quien le había aparecido." Génesis 13:14-18

describe la repetida promesa de Dios hecha a Abraham,y termina con las conocidas palabras: "Abram, pues...edificó allí un altar a Jehová."

Cuando la fe de Abraham fue probada en el MonteMoria, él respondió a la voz de aceptación del ángel deJehová ofreciendo el carnero en holocausto. En otra oca-sión Abraham adoró a su Dios entregando sus diezmosal sacerdote del Señor. En una ocasión más, él plantó"un árbol tamarisco en Beerseba, e invocó allí el nombrede Jehová Dios eterno" (Gén. 21:33).

Cuando el siervo de Abraham reconoció cómo lasprovidencias de Dios lo habían guiado en su búsqueda

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de una esposa para Isaac, dijo: "Y me incliné y adoré aJehová, y bendije a Jehová Dios de mi señor Abraham,que me había guiado por camino de verdad para tomarla hija del hermano de mi señor para su hijo" (24:48).

Cuando Jacob se encontró con el Señor en Betel,como respuesta levantó un pilar, vertió aceite sobre él,hizo un voto y llamó al lugar Betel, "casa de Dios"(28:18-22). Años más tarde, Dios lo guió para que vol-viera al mismo lugar e hiciera "allí un altar a Dios"(35:1). Dios le habló nuevamente y le renovó la promesaque le fuera dada a su abuelo, "y Jacob erigió una señalen el lugar donde había hablado con él, una señal de pie-dra, y derramó sobre ella libación, y echó sobre ella acei-te. Y llamó Jacob el nombre de aquel lugar donde Dioshabía hablado con él, Betel [Dios de Bet-el]" (vers. 14,15).

Estos incidentes nos enseñan algo acerca del cultorealizado en los tiempos premosaicos. Era característi-camente la respuesta de un hombre a su encuentro per-sonal con Dios. Adoraba, no para apaciguar a un Dios alcual temía, sino para expresar su gratitud y amor al Diosque se le había revelado. Los símbolos eran sencillos: unaltar, un cordero, una roca, un árbol, un pilar, una cabe-za inclinada, un lugar llamado "casa de Dios". La adora-ción era muy personal y muy real. Dios se acercabaestrechamente al hombre, y la respuesta de éste era ren-dirle culto.

Durante la era mosaica la adoración continuó siendopersonal, aunque se agregaron nuevas dimensiones aldarle el Señor a Israel el estatus de nación. Dios se lereveló a Moisés en la zarza ardiente, y éste fue inducidoa quitarse los zapatos porque se encontraba en lugar

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santo. Cuando Aarón le dijo a la nación esclava que Diosestaba a punto de liberarlos, "se inclinaron y adoraron"(Éxo. 4:31). Cuando Moisés y Aarón se presentaron anteFaraón, su petición fue que Israel debía ser liberadopara que adorase a Dios.

Al obtener su liberación Israel, se estableció un servi-cio de culto, la Pascua, y Dios les dijo: "Guardaréis estopor , estatuto para vosotros y para vuestros hijos parasiempre" (Éxo. 12:24). Cuando Israel cruzó con seguri-dad el Mar Rojo, Moisés y el pueblo cantaron un himnode alabanza a su Dios. Ya una vez en el desierto, se lerecordó al pueblo a través del milagro del maná su res-ponsabilidad respecto de un día de adoración. CuandoDios proclamó la ley desde el Sinaí, los primeros cuatromandamientos tenían que ver con la adoración. Loslibros del Pentateuco tratan mayormente de dos asun-tos: el culto y la ética.

La adoración mosaica, según la bosqueja elPentateuco, consistía en sábados, días festivos especia-les, sacrificios, Día de Expiación, sacerdocio y santuario.Este sistema no surgió espontáneamente, fue revelado.El culto de Israel se fundaba en la teología divina, unateología que incluía la trascendencia de Dios, la pecami-nosidad del hombre, la gracia y la necesidad de perdón.

El becerro de oro de Aarón fue una perversión de laadoración. Este incidente era serio puesto que represen-taba teológicamente una falsa adoración. El becerro NOera el Dios que los había sacado de Egipto. El pecado deAarón aquí fue similar al de Caín: una sustitución de lamanera de adorar revelada por Dios, por otra formuladapor el hombre.

El último acto público de Moisés fue una canción de

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adoración (Deut. 32), en la cual cinco veces caracterizó aDios como una Roca. "Él es la Roca" -dijo-, "cuya obraes perfecta, porque todos sus caminos son rectitud; Diosde verdad, y sin ninguna iniquidad en él, es justo y recto"(vers. 4). Esta era adoración del más alto nivel.

Durante la era mosaica, la adoración se volvió máscompleja a fin de adaptarse a conceptos teológicos endesarrollo. El concepto de lugar llegó a ser más impor-tante con el devenir de la nación, y el sacerdocio se con-virtió en parte integrante del plan. El tema central era elsacrificio, pero preservando la forma personal del culto,porque muchos de los sacrificios eran de este carácter. Sibien los detalles se prescribían celosamente, sólo existíauna oración prescrita: la bendición sacerdotal deNúmeros 6:24-26. Este sistema de adoración tenía unpropósito especial como lo señala Elena de White.

"De este modo, en el servicio del tabernáculo, y en eldel templo que posteriormente ocupó su lugar, se ense-ñaban diariamente al pueblo las grandes verdades rela-tivas a la muerte y al ministerio de Cristo, y una vez alaño sus pensamientos eran llevados hacia los aconteci-mientos finales de la gran controversia entre Cristo ySatanás, y hacia la purificación final del universo, que lolimpiará del pecado y de los pecadores" (Patriarcas y Profe-

tas, pág. 372).La historia de Israel, desde que conquistó Canaán

hasta su cautividad, estuvo marcada por una constantelucha respecto de la adoración. Uno de sus mayores pro-blemas era la atracción que ejercía el culto a Baal, carac-terizado tanto por sus degradantes normas éticas, comopor su liturgia fascinadora. Esta adoración era un retor-no al becerro de oro de Aarón y todo lo que éste repre-

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sentaba. Los jueces atacaron severamente el problema.El profeta Samuel, al establecer las escuelas de los pro-fetas, se había propuesto preservar la adoración del ver-dadero Dios. Elías también combatió audazmente aque-lla falsa adoración.

Hacia el tiempo de los profetas del siglo octavo, laadoración de Israel se había convertido en una formavacía, algo carente de significado debido a las normasmorales tan bajas. Amós citó al Señor diciendo:"Aborrecí, abominé vuestras solemnidades, y no mecomplaceré en vuestras asambleas. Y si me ofreciereisvuestros holocaustos y vuestras ofrendas, no los recibi-ré, ni miraré a las ofrendas de paz de vuestros animalesengordados. Quita de mí la multitud de tus cantares,pues no escucharé las salmodias de tus instrumentos.Pero corra el juicio como las aguas, y la justicia comoimpetuoso arroyo. ¿Me ofrecisteis sacrificios y ofrendasen el desierto en cuarenta años, oh casa de Israel? Antesbien, llevabais el tabernáculo de vuestro Moloc y Quiún,ídolos vuestros, la estrella de vuestros dioses que oshicisteis. Os haré, pues, transportar más allá deDamasco, ha dicho Jehová, cuyo nombre es Dios de losejércitos" (Amós 5:21-27).

Oseas, Isaías, Miqueas y otros profetas, repitieronesta advertencia vez tras vez, pero con pobres resulta-dos. Elena de White dice:

"Los servicios del templo continuaban como en añosanteriores y las multitudes se congregaban para adoraral Dios viviente; pero el orgullo y el formalismo reem-plazaron gradualmente la humildad y la sinceridad"(Profetas y reyes, pág. 225).

Los profetas no atacaron el sistema de sacrificios

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como tal, sino rechazaron sus abusos. La adoración sehabía estancado tanto en la práctica de la liturgia comoen la forma. Los adoradores ignoraban sus responsabili-dades éticas. Formas de adoración raras desplazaron alos principios revelados. Y como resultado de esta des-viación de la verdadera adoración, Israel fue llevado alexilio. Reformadores como Josías, Jeremías y Ezequieltrataron en vano de invertir el curso de esta trágica ten-dencia.

Tras el retorno del exilio, el templo y el sacerdociofueron restablecidos en Israel. Se puso mucho énfasis enla ley aunque, en lugar del énfasis espiritual preconizadopor los profetas, se desarrolló una nueva variante de laforma a la cual denominamos "judaísmo". Esta era unareligión altamente ritualista y legalista que Cristo tuvoque enfrentar en sus días. La ceremonia se mantuvo gra-cias a la actitud defensiva de los sacerdotes y al legalis-mo practicado por los escribas adoradores de la ley.

Sin embargo, a pesar de los errores cometidos por loshebreos, el impacto de un gran legado dejado en elcampo de la adoración, incluyendo los salmos, es esti-mulante. Las prácticas básicas de la adoración delAntiguo Testamento -perdón de pecados y gozo en elSeñor- eran legítimas, si bien se abusó de ellas. El énfa-sis profético en la adoración ética era correcto. Inclusolas mismas fallas del pueblo del Antiguo Testamento,nos enseñan valiosas lecciones en cuanto a la adoración.El Antiguo Testamento se destaca casi exclusivamenteentre las producciones literarias de la antigüedad consus claras enseñanzas de cómo adorar a Dios, sin el usode ídolos, basándose en el amor en vez del temor, conaltas normas éticas.

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Y Adoradle La Biblia y la adoración

El ritual del Antiguo Testamento varió según el tiem-po y el lugar a partir del voto tomado por Jacob sobreuna solitaria pila de piedras, hasta el ornamentado cultoque se celebraba en el Templo de Salomón. Presente entodas estas variaciones estaba la revelación de un Diostodopoderoso, amoroso y lleno de propósitos. La adora-ción del Antiguo Testamento tenía una orientación teo-lógica; y cuando los hombres ignoraban la teología, suadoración carecía de significado. Cuando los profetasrevivieron la verdad teológica, la adoración tambiéncobró vida. Por eso, la revelación del AntiguoTestamento no debe ignorarse. ¿Dónde, entre todos losescritos de los hombres, puede encontrarse un mejorcanto de alabanza a Dios sino en el Salmo 145?

¡ Leámoslo!:

"Te exaltaré, mi Dios, mi Rey,y bendeciré tu nombre eternamente y para siem-pre.Cada día te bendeciré,Y alabaré tu nombre eternamente y para siempre.Grande es Jehová, y digno de suprema alabanza;Y su grandeza es inescrutable."Generación a generación celebrará tus obras,Y anunciará tus poderosos hechos.En la hermosura de la gloria de tu magnificencia,Y en tus hechos maravillosos meditaré.Del poder de tus hechos estupendos hablarán loshombres,Y yo publicaré tu grandeza.Proclamarán la memoria de tu inmensa bondad,Y cantarán tu justicia.

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"Sostiene Jehová a todos los que caen,Y levanta a todos los oprimidos.Los ojos de todos esperan en ti,Y tú les das su comida a su tiempo.Abres tu mano,Y colmas de bendición a todo ser viviente.Justo es Jehová en todos sus caminos,Y misericordioso en todas sus obras.Cercano está Jehová a todos los que le invocan,A todos los que le invocan de veras.Cumplirá el deseo de los que le temen;Oirá asimismo el clamor de ellos, y los salvará.Jehová guarda a todos los que le aman,Mas destruirá a todos los impíos."La alabanza de Jehová proclamará mi boca;Y todos bendigan su santo nombre eternamente ypara siempre."

Y Adoradle

"Clemente y misericordioso es Jehová,Lento para la ira, y grande en misericordia.Bueno es Jehová para con todos,Y sus misericordias sobre todas sus obras.

"Te alaben, oh Jehová, todas tus obras,Y tus santos te bendigan.La gloria de tu reino digan,Y hablen de tu poder,Para hacer saber a los hijos de los hombres suspoderosos hechos,Y la gloria de la magnificencia de su reino.Tu reino es reino de todos los siglos,Y tu señorío en todas las generaciones.

La Biblia y la adoración

Ahora vayamos al Nuevo Testamento. No conozcootra forma mejor de introducir el tema de la adoraciónen el Nuevo Testamento que leyendo una cita delEspíritu de Profecía:

"Cristo vio que algo debía hacerse. Habían sidoimpuestas numerosas ceremonias al pueblo, sin la debi-da instrucción acerca de su significado. Los adoradoresofrecían sus sacrificios sin comprender que prefigura-ban al único sacrificio perfecto. Y entre ellos, sin que sele reconociese ni honrase, estaba Aquel al cual simboli-zaba todo el ceremonial. Él había dado instruccionesacerca de las ofrendas. Comprendía su valor simbólico, yveía que ahora habían sido pervertidas y mal interpretadas. El culto espiritual estaba desapareciendo rápidamente. Ningúnvínculo unía a los sacerdotes y gobernantes con su Dios.La obra de Cristo consistía en establecer un culto completamente diferente"

(El Deseado de todas las gentes, pág. igo; el énfasis es nuestro).El templo en los días de Cristo era el único y gran

eslabón que unia el culto de Israel con el pasado. Susservicios eran una remembranza del tabernáculo y delTemplo de Salomón. Jesús comenzó a relacionarse coneste centro de adoración desde su niñez y continuó a lolargo de toda su vida. A menudo enseñaba en sus atriosy asistía a los servicios; pagó, incluso, el impuesto delTemplo.

Fue precisamente este Templo que Jesús limpió contanta vehemencia. Declaró enérgicamente que dichaestructura debía ser "la casa de oración", y no un lugarde mercaderes; mas aún, la llamó "casa de mi Padre".Los aprensivos maestros religiosos sintieron que Jesúsera una amenaza para ellos y el Templo. Durante suenjuiciamiento, sus enemigos lo acusaron de haber ame-

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nazado con destruir el Templo.La verdadera amenaza para el Templo y su sistema de

adoración fue revelada en la conversación que Jesús sos-tuvo con la mujer Samaritana cuando le dijo: "Mujer,créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni enJerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que nosabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque lasalvación viene de los judíos. Mas la hora viene, y ahoraes, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padreen espíritu y en verdad; porque también el Padre talesadoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y losque le adoran, en espíritu y en verdad es necesario queadoren" (Juan 4:21-24).

Este era el "culto completamente diferente" al queElena de White se refiere. Ella posteriormente desarrollael significado de esta nueva adoración cuando declara:

"Los hombres no se ponen en comunión con el cielovisitando una montaña santa o un templo sagrado. Lareligión no ha de limitarse a las formas o ceremoniasexternas. La religión que proviene de Dios es la únicaque conducirá a Dios. A fin de servirle debidamente,debemos nacer del Espíritu divino. Esto purificará elcorazón y renovará la mente, dándonos una nueva capa-cidad para conocer y amar a Dios. Nos inspirará unaobediencia voluntaria a todos sus requerimientos. Tal es el

verdadero culto. Es el fruto de la obra del Espíritu Santo. Porel Espíritu es formulada toda oración sincera, y una ora-ción tal es aceptable para Dios. Siempre que un almaanhela a Dios, se manifiesta la obra del Espíritu, y Diosse revelará a esa alma. Él busca adoradores tales. Espera pararecibirlos y hacerlos sus hijos e hijas" (El Deseado de todas las

gentes, págs. 159,16o; el énfasis es nuestro).

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Y Adoradle

Cuando Jesús pendía de la cruz, el velo del Templo serasgó de arriba abajo. El servicio que prestó había cum-plido con su propósito; la realidad había venido. Desdeese momento cada hombre podía acercarse a Dios enforma personal, sin la ministración de un sacerdoteintermediario. Esta experiencia no estaría limitada por lageografía, sino que se produciría cada vez que alguien seacercara a Dios "en espíritu y en verdad." Esta extraordi-naria declaración tenía grandes implicaciones para laadoración divina. Templos, altares, sacrificios de anima-les, sacerdotes, vestimentas; "Dios no podía hacer ya másnada para el hombre por medio de ellos. Todo el sistemadebía ser desechado" (El Deseado de todas las gentes, pág. 27).

Pero no era únicamente el servicio del Templo lo quedesagradaba a Jesús. Desde el retorno del exilio, lassinagogas se habían multiplicado. Este era el lugardonde se adoraba durante la semana; era la iglesia deIsrael. Se ha dicho que sólo en Jerusalén había más decuatrocientas sinagogas poco antes de su destrucción enel año 7o d.C.

Jesús asistía a la sinagoga tan frecuentemente comovisitaba el Templo. En una de ellas predicó uno de susprimeros sermones; sin embargo no estaba complacidocon el culto que vio allí. Su condenación más mordaz ladirigió a la gente que amaba los primeros asientos (Mat.23). Habló de aquellos que "aman el orar en pie en lassinagogas" (Mat. 6:5) y criticó las "vanas repeticiones".

Los registros históricos de los tiempos de Jesús reve-lan que en el servicio de la sinagoga se hacían muchasoraciones formales y repetitivas. Los rabinos habíandesarrollado estrictas reglas que establecían la forma enque estas oraciones debían ofrecerse. Los servicios en

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sábado, por lo mismo, se habían convertido en un cere-monial estereotipado y repetitivo. Para contrarrestardicha situación Jesús dijo: "Vosotros, pues, oraréis así",y les formuló el Padrenuestro; y hasta el día de hoymuchos seguidores lo usan como una oración formalque repiten una y otra vez de memoria en lugar de usar-la como ejemplo o sugerencia de la forma y el contenidode toda oración espontánea. No estamos diciendo conesto que el Padrenuestro no debe repetirse, sino que laoración libre y espontánea cumple el principio que ésteilustra.

Si bien la sinagoga de los días de Jesús fue el modeloen muchos aspectos para la iglesia cristiana posterior, suliturgia no era el patrón que Jesús quería para su iglesia.Él había venido a establecer algo "completamente dife-rente."

Jesús reconoció, como lo hicieron los profetas delAntiguo Testamento, la importancia de la adoraciónética. Enseñó este principio en una forma realmentedramática. Él dijo: "Si traes tu ofrenda al altar [aquí sepercibe la imagen del adorador en el mismo acto deculto como se practicaba en el Templo], y allí te acuerdasde que tu hermano tiene algo contra ti [aquí el adoradorrecuerda algún problema en sus relaciones interperso-nales], deja allí tu ofrenda delante del altar [no espereshasta que la ofrenda sea entregada; déjala], y anda,reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven ypresenta tu ofrenda" (Mat. 5:23, 24). Esto es parte de lanaturaleza "completamente diferente"de la adoracióncristiana. Cuando se realiza en una atmósfera de egoís-mo, odio o impureza se convierte en vacuidad e inutili-dad, los profetas lo habían enseñado siglos antes. Jesús

La Biblia y la adoración

lo demandó de sus seguidores.La actitud de Jesús hacia los lavacros ceremoniales

también ilustra su concepción de la adoración. A él lepreocupaba la vida interior, no las formas externas. "Esla mala acción, la mala palabra, el mal pensamiento, latransgresión de la ley de Dios, y no la negligencia de lasceremonias externas ordenadas por los hombres, lo quecontamina a un hombre" (El Deseado de todas las gentes, pág.363).

Al concluir su vida y ministerio, Jesús empleó tressímbolos que han sido y son usados por los cristianos enel culto. Los primeros dos, el pan y el vino, se usan encasi cada rito de comunión cristiana. El tercero, la toalla,lo usan sólo unos pocos. Estos símbolos son elocuentesen su simplicidad. El pan y el vino nos hablan de nutri-ción y vida; y la toalla, de limpieza. Estos símbolos sontan fundamentales como lo es el símbolo original deltiempo sobre el cual la adoración fue fundada en losalbores de la creación.

Verdaderamente, Jesús colocó un nuevo fundamentopara la adoración, un patrón que partía del sistema delAntiguo Testamento y que ya había cumplido su propó-sito. Si bien se asemejaba a la enseñanza de los profetas,su contenido era diferente, porque el Deseado de todaslas gentes había venido. Este factor "completamentediferente" fue simbolizado por la Cena del Señor, elrecordatorio permanente de la expiación.

¿Qué ocurrió con este nuevo enfoque de la adoracióndespués que Jesús hubo dejado a sus discípulos? La pri-mera reunión celebrada por sus seguidores inmediatosdespués de su ascensión se caracterizó por la "oración yruego," y fue constituida por una junta administrativa

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para cubrir una vacante. En la segunda reunión fuederramado el Espíritu Santo; luego siguieron el sermónde Pedro, que dio su testimonio sobre el Señor resucita-do, y un bautismo masivo. El nuevo compañerismo con-tinuó, según se nos dice, "en el partimiento del pan y enlas oraciones" (Hech. 2:42). Los creyentes también ado-raban en el Templo y en sus casas, y el culto incluía unabuena dosis de alabanza y testimonios personales.

Se predicaron sermones en lugares poco usuales: anteel Sanedrín, antes de un apedreamiento público; ensinagogas, en casas, en carruajes, en cárceles; es decir,dondequiera la necesidad del momento lo demandaba.El énfasis era dar testimonio del Cristo resucitado. Sepracticaba la Cena del Señor, algunas veces de manerainapropiada. Había lecturas de la Biblia, cantos, ofren-das, oraciones, expresiones dichas que rayaban casi en eléxtasis, bautismos, y juicios eclesiásticos. Acerca delculto apostólico, Ilion T. Jones dice:

"Dando por sentado que el patrón del culto en la sina-goga se seguía en términos generales, el culto cristianocontenía algo más. No que se le añadiera otra característica formal llamada Cena del Señor al culto de la sinago-ga; sino que aquél contaba con un nuevo ingrediente deuna calidad y fuerza diferentes. Por falta de un términomejor, llamemos a este nuevo ingrediente 'espontanei-dad'. Ello le daba `vida' a la adoración del NuevoTestamento: la hizo dinámica, entusiasta, íntima, fer-viente, y la distinguió de otros tipos de adoración" (Un

enfoque histórico a la adoración evangelica, pag. 85).Gaines S. Dobbins, profesor del Seminario Golden

Gate, en su libro La iglesia en el culto, hace un excelentecomentario acerca del culto del Nuevo Testamento y su

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Y Adoradle La Biblia y la adoración

significado:"Los cristianos del primer siglo se congregaban para

mantenerse en contacto con la realidad. La vida teníaque seguir su curso, a menudo bajo circunstancias difí-ciles. El testimonio cristiano debía preservarse a pesarde las tentaciones a evitarlo y el compromiso que supráctica implicaba. El servicio cristiano a otros debíarealizarse no obstante la necesidad propia. Las disensio-nes y herejías dentro de la iglesia debían ser enfrenta-das, aunque fuera más fácil ignorar los problemas y lasdificultades. La adoración debía llevarse a cabo ineludi-blemente y con sencillez, sin apagar el fervor de aquelloscuyo entusiasmo los llevó a un extático 'hablar en len-guas.' El bautismo y la Cena del Señor debían proteger-se, no fuera que los sencillos ritos se pervirtieran y con-virtieran en salvación por las obras. La salvación por lagracia de Dios en Cristo a través del arrepentimiento y lafe debían preservarse frente a las contiendas desatadaspor los judaizantes.

"Cuando la iglesia se congregaba, no era sólo paraescuchar un sermón y unirse a los cantos de alabanza; lareunión de los creyentes bautizados era un asunto serioen el que todos los miembros tenían tanto el privilegiocomo la responsabilidad de participar. La participaciónera la esencia del culto. Se buscaba la dirección divina yse descubría que la vida de la iglesia podía hacerse rele-vante en medio de los ajetreos de la vida diaria.

"Los cristianos del primer siglo se congregaban paraedificarse mutuamente. Sabido era que ellos necesita-ban ser `edificados'. Jesús dijo: `Edificaré mi iglesia', ypara hacerlo `recorría todas las ciudades y aldeas, ense-ñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evange-

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lio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolenciaen el pueblo' (Mat. 9:35).

"¿Cómo son edificados los cristianos? Según el méto-do de Jesús, a través de la participación en la enseñanza,la predicación y el sanamiento. Siguiendo su ejemplo,los cristianos deben `recorrer' el mundo llevando ade-lante esta actividad. Para poder enseñar, ellos primerodeben ser enseñados; para predicar, tienen que escuchara alguien que predica; para sanar, ellos mismos debenser sanados. ¿Acaso no es éste el corazón del propósitopor el cual asistimos a la iglesia? Una congregación conpoder está compuesta de miembros que se unen en elespíritu de la adoración para ser de tal manera enseña-dos e inspirados, y salir a compartir con otros lo que hanrecibido" (La iglesia en el culto, págs. 19, 20).

Creo que el Sr. Dobbins toca la esencia de la adora-ción del Nuevo Testamento. Las referencias a la adora-ción cristiana de esos días indiscutiblemente dicen quelos cultos eran extremadamente variados en su género.Bien podrian haber participado de la naturaleza de unareunión de reavivamiento, de una conferencia evangelís-tica, de un servicio de testimonios, de una reunión deoración, o de una junta misionera. Los asistentes seenfrentaban a dos problemas inmediatos: la superviven-cia y el testimonio. No obstante ser una minoría odiada,ellos luchaban por dar a conocer su mensaje en unmundo indiferente y poco amistoso. No iban a la iglesiapara ser anestesiados, sino energizados. Reconocían quetenían una misión, y su adoración estaba centrada enCristo, quien les había impuesto la gran comisión.Dobbins declara: "La adoración en el Nuevo Testamentoestá inseparablemente ligada al servicio cristiano." Este

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Y AdoradleLa Biblia y la adoración

era uno de los factores "completamente diferentes" queJesús introdujo.

No debemos introducir una filosofía de la adoracióndivorciada de las realidades de la actividad cristiana.Creo que la adoración del Nuevo Testamento -la cualdebe ser nuestro modelo- se caracterizaba por la devo-ción a la difusión del mensaje. No deberíamos buscaruna clase de adoración que sea puramente estética.Estoy convencido de que la adoración debe ser ordena-da y hermosa, pero también debe tener la belleza fun-cional de un jet supersónico, en vez de la hermosura deun ferrocarril del siglo diecinueve.

Muchos autores han definido la adoración. Brennerdice: "La adoración es lo que sucede cuando un hombrebueno está totalmente consciente de la presencia y elpropósito de Dios." Por su parte, Jnes declara: "La ado-ración... es lo que un hombre pensante hace cuando seaproxima a otro Ser pensante llamado Dios." En un ser-món dado en su iglesia en Londres durante el verano de1965, Juan R. W. Stott definió la adoración como "la res-puesta de culto a Dios por parte de los pecadores salva-dos por la gracia."

Estas definiciones tratan de describir la realidad de laexperiencia de la adoración. Poner en pocas palabras lafigura bíblica de un hombre que responde al amor y a lagracia de Dios a través de un culto reverente y racional.

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emos examinado los antecedentes bíblicosde la adoración. Hemos evocado la sencillaadoración patriarcal descrita en Génesis enla que el hombre respondía a la presencia

inmediata de Dios inclinando su cabeza, construyendoun altar, ofreciendo un sacrificio, plantando un árbol, olevantando un pilar. Posteriormente, en los tiempos deMoisés, vimos el desarrollo de un ritual complejo con sutabernáculo, su sacerdocio, sus ofrendas establecidas,sus fiestas, y su Día de Expiación.

Cuando Israel entró en Canaán, vimos el fragor deuna batalla contra la adoración pagana, la cual estabadestinada a durar siglos. La pregunta básica era:¿Adoraría Israel a un Dios invisible, que insistía en quese obedecieran sus normas éticas, o sería atraído por un

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paganismo sensual y glamoroso?Los ataques a la adoración de Baal no causaron ma

desastres que el impacto de otra forma de apostasía: 1caída en un frío formalismo de la propia adoración israelita. Los profetas lucharon celosamente contra esta tendencia. Insistían en un culto espiritual, no medido poinformes estadísticos del número de animales ofrecidosen sacrificio, sino por la justicia, la misericordia, y unvida humilde delante de Dios.

Después del retorno de un largo exilio, que pudohaberse evitado si Israel hubiera aprendido cómo adoraa Dios correctamente, se desarrolló un nuevo tipo deadoración formal conocido como Judaísmo. Éste seautodefinía por su adoración a la ley, teniendo comocentro del culto a la recién desarrollada sinagoga. Asíestaban las cosas cuando vino Jesús, quien acabaría conla supremacía de la adoración en el templo insistiendque Dios puede ser adorado en espíritu y en verdad... encualquier lugar. Cristo fue un valiente crítico de la liturgia de la sinagoga. Estableció la verdadera adoraciónque comprendía una relación muy cercana entre el hom-bre y el amoroso Padre celestial, a quien podía acudidirectamente cualquiera de sus hijos.

Luego vimos a la iglesia apostólica. Sus miembroadoraban ferviente y significativamente sin los serviciosde un edificio, sacerdocio, altares, o coros.

Elementos como la cena conmemorativa, la oración,el testimonio, el canto, la predicación, "la profecía", 1mutua motivación, fueron los ingredientes esenciales dla adoración del Nuevo Testamento. El Espíritu Santa;era la influencia motriz, y la espontaneidad la característica principal. Siempre ante el adorador se vislumbra

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Y Adoradle Apostasía y reforma

ba la imagen de un Señor resucitado, por quien sabíaque tendría que dar su vida. En palabras de Elena deWhite, el culto que Cristo estableció era "completamen-te diferente" de lo que había existido antes.

Pero los registros bíblicos de la iglesia apostólica nosllevan sólo a la última mitad del primer siglo. Le sigueun período de medio siglo o más del cual tenemos muypoca información. A este período se lo ha comparadocon un túnel por el cual hay que pasar atravesando unamontaña. Rodeando la entrada está la abundante vege-tación del período apostólico con su celo, originalidad yespontaneidad. En el otro extremo de este túnel vemosun panorama más árido. La fuerza carismática del cris-tianismo apostólico había cambiado y con los cambiosde teología vienen los cambios en la manera de adorar.

De este período de transición sólo quedan fragmentosde información concernientes a las prácticas cúlticas.Está la oración de Clemente, extraída del capítulo 53 dela Primera Epístola de Clemente a los Corintios, quedata aproximadamente de finales del primer siglo. Estaoración pudo haber tenido o no significado litúrgico.Está también la carta de Plinio, gobernador romano deBitinia en Asia menor, dirigida al emperador Trajanoalrededor del año 112 d.C. Esta carta fue escrita en unintento de obtener consejo acerca de lo que se debíahacer con la secta cristiana. Plinio describió los cultos delos cristianos sobre la base de declaraciones hechas poresclavos cristianos que habían sido torturados. El dijo:

"Ellos afirman, sin embargo, que toda su culpa, o quetodo su error, consistía en el hábito regular de reunirseen cierto día establecido antes del amanecer, y entoncescantaban en estrofas alternadas un himno a Cristo,

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Y Adoradle

como si fuera un Dios, y se comprometían bajo solemnejuramento a no practicar ningún acto malo, nuncacometer fraude, robo o adulterio, jamás faltar a su pala-'bra, ni negar su confianza cuando son llamados a darla;después tenían por costumbre separarse, y entonces vol-vían a reunirse para comer juntos, comida sencilla y',espontánea" (Plinio el Joven, Cartas X, pág. 96).

Aunque la información obtenida torturando a escla-vos no se consideraría una fuente histórica de primeramano, esta carta sugiere que la adoración cristiana erauna cita regularmente programada, caracterizada porcantos de alabanza a Cristo y altos ideales éticos, queincluía la celebración de la Cena del Señor.

Años más tarde, apareció un primer manual de la!iglesia conocido como la Dídaje. Éste evidencia de modorelevante la práctica de la adoración cristiana temprana,aunque debemos recordar que pudo haber representado;las prácticas de ciertos cristianos de una determinadaárea. No sería correcto suponer que las tradiciones cristianas, aun en esta fecha tan temprana, fueran las mis-.mas en todas partes. Se pueden ver en este documentoalgunas adaptaciones de enseñanzas cristianas verdaderas.

Por ejemplo, en la Didaje, capitulo VII, leemos acercdel bautismo:

"1. Con respecto al bautismo, bautizad así: Habiendprimero practicado todas estas cosas, `bautizad en eNombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,agua que esté corriendo. 2. Pero si no contáis con aguque esté corriendo, bautizad en otra agua, si no podé¡en agua fría, entonces en agua tibia. 3. Pero si no teneininguna, verted agua tres veces sobre la cabeza `en e

e

Apostasía y reforrna

Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.`Se les pedía a los cristianos que ayunaran los miérco-

les y viernes, y que repitieran el Padrenuestro tres vecesal día. Con respecto a la Santa Cena, en el capítulo IX, seda la siguiente instrucción:

"1. Y acerca de la Eucaristía, mantenedla así: 2.

Primero con respecto a la Copa, `Te damos gracias, nues-tro Padre, por el Vino Santo de David, tu hijo, el cual nosdiste a conocer a través de Jesús, tu Hijo; a él sea la glo-ria para siempre'. 3. Y con respecto al Pan partido: `Tedamos gracias, nuestro Padre, por la vida y el conoci-miento que nos diste a través de Jesús, tu Hijo. A él seala gloria para siempre. 4. Así como este pan partido fueesparcido por las montañas, pero se juntó y volvió uno,así tu Iglesia sea reunida de los términos de la tierra yconducida a tu reino, porque tuya es la gloria y el podera través de Jesucristo para siempre'. 5. Pero no permi-táis que ninguno coma o beba de vuestra Eucaristíaexcepto, aquellos que han sido bautizados en el Nombredel Señor".

Tales oraciones y fórmulas, practicadas todavíadurante medio siglo del período apostólico, tienen untenor que difiere con el del Nuevo Testamento. Podemosver que a los dirigentes de la iglesia cristiana, con estaspalabras, se les estaba diciendo lo que deberían decir ycómo orar.

Muchas veces hemos leído la primera descripciónclara de la adoración en domingo según la relató JustínoMártir. Al leerla nuestra preocupación siempre ha sidola del día de adoración; pero este párrafo es muy ilumi-nador en cuanto a la forma de la adoración a mediadosdel siglo segundo. Él dice:

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Y Adoradle

"Y en el día llamado Domingo, todos los que viven enciudades o en el campo se reúnen en un lugar, y se leenlas memorias de los apóstoles o los escritos de los profetas, tanto como el tiempo lo permita; entonces, cuandoel lector ha terminado, el oficiante instruye verbalmen-te, y exhorta a la imitación de estas buenas prácticas.Luego todos nos levantamos y oramos y, como dijimosanteriormente, cuando termina nuestra oración, setraen pan, vino y agua, y el oficiante, de la misma mane-ra, ofrece oraciones y acciones de gracias, de acuerdocon su capacidad, y el pueblo asiente diciendo ¡Amén!; yse procede a distribuir a cada uno, y participamos de loque se dio gracias, y para aquellos que están ausentes seles envía una porción con los diáconos" (Los padres antenice-

nos, tomo 1, pág. 186).Cuando uno estudia cuidadosamente los pormenores

concernientes a la adoración cristiana del segundo siglo,uno queda impresionado de cuán fragmentaria es. No sepuede reconstruir una liturgia sobre la base de sólo unoscuantos documentos. Parece evidente, sin embargo, queel mismo proceso gradual que venía gestando un cambioen el día de adoración también estaba modificando laforma de la adoración. Este proceso será más clarocuando fijemos nuestra atención en los siglos tercero ycuarto.

Durante estos siglos tempranos, la cristiandad en elImperio Romano competía constantemente con muchasreligiones y filosofias imperantes. Dicha época se caracterizaba por la existencia de religiones místicas, delgnosticismo, de la adoración al emperador, del judaísmode la Diáspora, y de varios otros cultos. El cristianismose vio influenciado por esta ola de filosofías competiti-

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Apostasía y reforma

vas, no sólo teológicamente sino también en su forma deadorar. El desarrollo natural del cristianismo tambiénmodificó las prácticas de la adoración. El cese de la per-secución posibilitó el culto público. El crecimiento ennúmero y riquezas dio lugar a la construcción de tem-plos. Pero la cultura contemporánea ejercía una mayorinfluencia sobre el culto cristiano.

Como veremos posteriormente, muchos protestantesmodernos miran al tercero y cuarto siglos para encon-trar sus modelos de adoración. Se hacen esfuerzos por"interpretar" estos modelos como si fueran de los tiem-pos apostólicos. La intención de construir una filosofíade la adoración en base a patrones de los siglos tercero ycuarto e imprimirle el sello apostólico, equivale casi ajustificar la adoración en domingo porque fue practica-da durante dicho período, para luego "interpretarla"como si procediera de las fuentes bíblicas.

Del siglo cuarto en adelante, los historiadores de laadoración cristiana notan la aparición de varios ritos. Laprimera liturgia completa que encontramos es laLiturgia Clementina de la Iglesia Oriental, fechada alre-dedor del año 38o d.C. Cerca del siglo sexto se desarro-lló el Rito Romano, sobre el cual se construyó la misacatólica medieval. Si observamos la amplitud de lasprácticas cristianas de adoración de los siglos tempranoshasta la Reforma Protestante, podemos ver desarrollosespecíficos que son extremadamente significativos:

1. El Arreglo del Lugar de Adoracíón. Se piensa que las iglesiascristianas tempranas fueron construidas según el patrónde las basílicas romanas -atrio y corredor de mercadeo- que eran de forma rectangular con una extensiónal final. El oficiante que presidía la ceremonia se senta-

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ba sobre la plataforma de extensión semicircular, quetenía asientos y un púlpito. Enfrente de él, posiblemen-te en una plataforma más baja, estaba la mesa de lacomunión. "Uno de los hechos más contundentes entoda la historia de la adoración es que los primerosministros cristianos se sentaban detrás de la mesa, queinequívocamente era tal, no un altar, pero que no eratratada como si lo fuera." (Un enfoque histórico a la adoración

evangélica, pág. io4). Ese era el simbolismo: el ministro yel pueblo rodeando la mesa del Señor como iguales.

Pero se produjo el cambio. De alguna manera -noestamos seguros cómo- la mesa fue recluida' hasta lapared posterior y se convirtió asi en un altar. El asientodel ministro fue movido a un lado entre el altar y el pue-blo, y el que dirigía el culto oficiaba dando la espalda alpueblo, mirando hacia el altar. El simbolismo cambió.En adelante, en lugar de un servicio de comunión con elministro y el pueblo rodeando la mesa del Señor comoiguales, ahora dicha celebración se convirtió en "un actosacerdotal, en el que el ministro da su espalda a la con-gregación y se dirige hacia un altar como su intermedia-rio, para hacer por ellos lo que ellos no tienen el privile-gio de hacer" (Ibíd.). Esta transformación de la mesa de lacomunión en un altar y del ministro en un sacerdote, fueuno de los cambios más notables durante los primerossiglos del cristianismo.

2. Cambios en la liturgia. Ciertos factores eran comunes enlas diferentes liturgias del siglo cuarto hasta la Reforma.Todas se dividían en dos partes: la Liturgia de la Palabray la Liturgia del Aposento Alto. La Liturgia de la Palabracomprendía la lectura de la Escritura, oraciones, cantos,predicación (a veces), confesión de fe, entrega de limos-

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Y Adoradle Apostasía y reforma

nas, y cierta clase de participación congregacional. LaLiturgia del Aposento Alto consistía en traer los emble-mas, acción de gracias, recitación del credo, oración deconsagración, partición y entrega de los emblemas. Lacomunión estaba fundamentada en el tenor teológico dela transubstanciación, creencia en la que el sacerdoterealizaba el milagro de transformar los emblemas en elcuerpo y la sangre de Cristo. La misma hizo del serviciode la comunión un misterio en vez de un memorial.

La tendencia general del desarrollo litúrgico fue ir delo simple a lo complejo. La frecuencia y extensión de laslecturas bíblicas aumentó. Las oraciones aumentaron ennúmero y duración, convirtiéndose en algo más elabora-do. Muchos empezaron a amar la forma. Nuevos ele-mentos eran constantemente añadidos a la liturgia. Seestima que algunos servicios duraban hasta tres horas.

3. Cambios en el concepto básico de la adoración. El cambio másradical ocurrido durante estos siglos fue la transforma-ción de la Cena del Señor de la iglesia primitiva en laMisa Romana. El significado inicial de este servicio erala comunión, la dedicación, el monumento.Gradualmente se transformó en una función del sacer-docio, con la cena ahora concebida como un sacrificioobjetivo hecho por el sacerdote en favor del pueblo. Yapara el siglo octavo la transubstanciación se había con-vertido en una parte de la doctrina oficial de la Iglesia.Este cambio fue la modificación más fundamental en laadoración medieval. Muchas de las variaciones en laforma se efectuaron incidentalmente; ésta fue básica.Pronto el servicio de adoración se convirtió en un espec-táculo, con los adoradores como espectadores en lugarde participantes.

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4. Cambios en el sacerdocio. Durante los primeros siglos delcristianismo se hicieron grandes esfuerzos por conser-var el ministerio en el mismo nivel que el laicado. Estotambién cambió. Después de los primeros cuatrocientoso quinientos años los clérigos comenzaron a vestir sota-nas o batas. No se observó uniformidad en este proceso.En algunos casos el atuendo ministerial se usaba porrazones de conveniencia. Después de un concenso, sinembargo, estas vestimentas adquirieron significadosmísticos y simbólicos. El asunto básico relativo al uso delas sotanas fue la demarcación distintiva entre el laicadoy el clero, distinción que era extraña a las ensenanzascristianas tempranas.

Una de las mayores causas de la Reforma Protestantefue la insatisfacción con la adoración católica. En vistade ella, la Reforma fue tanto una revolución de la adora-ción como de la teología. Fue un asunto inevitable, pues-to que la adoración es un reflejo de la teologia. DonalMacleod, en un artículo publicado en El capellán, de abrilde 1961, dice al respecto:

"En el centro de la adoración de toda rama de laIglesia Cristiana hay un énfasis teológico básico que leda forma y razón de ser al acto. En las principales tradi-ciones este énfasis aparece como sigue: En la IglesiaOriental Ortodoxa es la encarnación, seguida de todo elsubsecuente drama de la revelación en la vida, muerte yresurrección de Jesucristo. En la Iglesia CatólicaRomana es la muerte de Cristo en el Calvario; y, supues-tamente, en la misa la perpetua repetición de ese supre-mo sacrificio tiene lugar. En las Iglesias Reformadas esla proclamación de la voluntad de Dios a través de lapredicación de la Palabra y la celebración de los sacra-

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Y Adoradle Apostasía y reforma

menos dentro del cuerpo o comunidad de los cualesCristo es la cabeza. Este énfasis central teológico en cadacaso autentica la práctica y le da forma a la liturgiaempleada."

Los Reformadores Protestantes no siguieron exacta-mente patrones paralelos en su forma de adorar. Luterofavoreció el apego a las antiguas formas, a menos queéstas parecieran obviamente equivocadas. Aceptó lassotanas, los cirios, los altares, los mausoleos y las imá-genes. Estuvo de acuerdo con la posición de la basílica alconducir la Cena del Señor, y él mismo ofició dando laespalda a la congregación. La gran contribución deLutero fue la interpretación de himnos. Repudió la doc-trina romana de la transubstanciación, aunque aceptabaotro concepto en cierto grado similar que vino a serconocido como consubstanciación. Reforzó la importan-cia de la predicación. Su orden de culto, publicado en1526, era muy simple; consistía en himnos, lecturas de laBiblia, recitación del Credo de los Apóstoles, el sermón,y una celebración muy sencilla de la Cena del Señor.

Zwinglio se apartó un poco más de los patrones tradi-cionales. Veía el servicio de comunión más como unmemorial, por lo tanto favoreció la práctica poco fre-cuente de este tipo de servicios, y eliminó la música ins-trumental y el canto congregational.

Fue en Estrasburgo, bajo Martin Bucer, que se pro-dujeron cambios más radicales. El término "Cena delSeñor" fue reemplazado por "misa"; y "ministro", por"sacerdote." El culto era dirigido de atrás de la mesa. Losdías de los santos fueron abolidos. Se descartaron lassotanas. Los servicios frecuentemente se llevaban a cabosin el rito de la Comunión.

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Calvino fue influenciado por lo que se hacia enEstrasburgo. Su Rito de Génova de 1542 colocó un patrónque fue seguido en general durante muchos años porBautistas, Congregacionalístas, Metodístas, Discípulos yPresbiterianos a través del mundo anglosajón.

La historia de la adoración en tiempos de la Reformano estaría completa si no mencionáramos a Inglaterra.Como todos sabemos, la Reforma Inglesa fue más políti-ca que teológica. Las prácticas del culto no fueron gran-demente alteradas. Esta situación rebeló a los Puritanos,que fueron más allá de los Reformadores continentalesen su demanda de cambios. Los Puritanos se opusierona las sotanas, a las ceremonias y a las fórmulas litúrgi-cas. Ellos apoyaron la predicación y la oración espontá-nea. Querían eliminar toda frase no bíblica en la con-ducción de la Cena del Señor. Su influencia se dejó sen-tir fuertemente, y enmarcó la adoración de gruposinconformistas posteriores.

A fin de poner de relieve los logros de la Reforma enmateria de culto, parafrasearé y resumiré una porcióndel capítulo de Jones de los siglos dieciséis y diecisiete.Él enumera los siguientes logros de los reformadores:

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3.

4.

5.

Y Adoradle

1.

Abolieron el sacerdocio.2.

Sustituyeron la palabra "sacerdote" por"ministro."Eliminaron la confesión, la absolución, lasíndulgencías, las penitencias al oficiar unsacrificio.Restituyeron la lengua vernácula a los servi-cios.Dieron énfasis a la participación congrega-

6.7-8.

9.10.

11.

Apostasía y reforma

cional, concretamente en la forma de cantarlos himnos.En general eliminaron las sotanas.Prohibieron las oraciones por los santos.La mayoría de ellos abandonaron el añocristiano.Reavivaron la oración espontánea.Abreviaron el servicio.Introdujeron el púlpito central, con la mesade la Comunión frente al púlpito.Convirtieron los altares en mesas, y celebra-ron la Cena del Señor detrás de ellas.Cambiaron el concepto de la Cena del Señor.

Este fue un logro sobresaliente. En pocos años las tra-diciones de todo un milenio cambiaron completamente.¿Qué motivó tan poderosamente el cambio de tradicio-nes tan profundamente arraigadas en tan breve tiempo?El éxito de los reformadores, creo, se debió al hecho deque intentaron sinceramente restaurar el patrón de ado-ración del Nuevo Testamento. El mismo candor, espon-taneidad y libertad espiritual que dio poder a la iglesiadel Nuevo Testamento se sintió, en cierto grado, en lasIglesias Reformadas. Esta nueva vida no fue posibleexperimentar sino hasta que las murallas de las formasexcesivas, los rituales y la liturgia fueron quitados.

Uno de los movimientos religiosos que ayudó a pre-servar la adoración propuesta por la Reforma en lostiempos modernos fue el reavivamiento Wesleyano enInglaterra, que posteriormente se difundió por todaNorteamérica. La característica especial de este movi-miento era su candorosa espontaneidad. Estaremos en

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deuda para siempre con los primeros Metodistas, espe-cialmente por su música. Al respecto, Evelyn Underhilldice:

"En aquellos primeros himnos metodistas que espar-cieron por toda Inglaterra los tesoros olvidados de laespiritualidad cristiana, expresados en lenguaje quehasta el más simple adorador podía entender, encontra-mos reminiscencias de todos los maestros del culto y dela adoración... Todo estaba compenetrado de su apasio-nada delicia en Dios, el abandono a su voluntad y pro-pósito, el sentido de una relación directa y fortificadoracon el Cristo vivo. En los más excelsos de estos himnos,especialmente los de Carlos Wesley, podemos reconocerel fervor y el realismo que envolvió al país para reencen-der la languideciente vida devocional. Ellos constituyenla verdadera liturgia del Metodismo" (Adoración, págs.305,3o6).

La reforma de la adoración alcanzó su madurez en losEstados Unidos de Norteamérica. El espíritu de libertad,la influencia del Puritanismo y del reavivamiento evangélico, la diversidad religiosa de las colonias norteame-ricanas, crearon una atmósfera que animó la esponta-neidad característica del Nuevo Testamento y de la ado-ración reformada. Una desconfianza anticipada en elcatolicismo y la Iglesia de Inglaterra tendieron a colocara la adoración altamente litúrgica fuera de los parame-tros normales de la vida estadounidense. La fronteranorteamericana también animó la informalidad en laadoración. Albert Barnes, comentarista bíblico, describela adoración evangélica en Norteamérica como sigue:

"Nosotros [los evangélicos] consideramos el espírituprevaleciente del episcopado, en todos los aspectos,

Apostasía y reforma

altos y bajos, como incompatible con el espíritu de laépoca y de esta tierra. Esta es una época de libertad, y elhombre será libre. La religión de las formas es la sabi-duría estereotipada o necedad del pasado, y no se adap-ta a los movimientos libres, los enfoques amplios, ladiversidad de esta época... Hay un espíritu en esta tierraque requiere que el evangelio dependa para su éxito node solemnes procesiones y ritos imponentes; no de laidea de santidad superior en el sacerdocio en virtud desu oficio; no de postraciones y lavacros; no de ningunavirtud comunicada por la imposición de las sagradasmanos, y no de la unión con ninguna iglesia en particu-lar, sino en las solemnes apelaciones a la razón, la con-ciencia, las esperanzas inmortales y el temor de los hom-bres, asistidos por las santas influencias del Espíritu deDios" (R. Niebur y D. Williams, editores, El ministerio en pers-

pectivas históricas, pág. 223).Esta era la "fe de nuestros padres" al principio del

siglo diecinueve en Norteamérica. Cuando la religiónresurgió de la depresión que siguió a la RevoluciónNorteamericana, cuando el "Segundo Reavivamiento"hizo extender las iglesias de la costa del Atlántico hastala frontera, este tipo de religión evangélica, informal yespontánea, prosperó.

Se construyeron santuarios con un púlpito central, yla mesa de la comunión estaba en el piso, a nivel de lacongregación. La Cena del Señor era un memorial, quese celebraba mensual o trimestralmente. Los ornamen-tos, como las velas y los símbolos, se usaron mesurada-mente, si no se eliminaron por completo. Ministros y lai-cos estaban en el mismo nivel, y los ministros general-mente no usaban vestimentas distintivas. El orden del

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culto era sencillo, con énfasis en el sermón. El orden delservicio no respondía a un patrón determinado. La ado-ración era estrictamente evangélica.

En esta atmósfera religiosa surgió el Adventismo delSéptimo Día. Esta es nuestra tradición religiosa. Perohoy sostenemos esta tradición en un mundo enorme-mente diferente. El protestantismo ha cambiado. Lostemplos han cambiado. Los servicios en la iglesia hancambiado. El siglo pasado marcó una revolución en laadoración occidental con implicaciones más trascenden-tales. ¿Qué consecuencias ha traído este cambio? ¿Quésignifica esto para nosotros? Sigamos leyendo.

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Y Adoradle

nuestro análisis de la adoración cristiana através de la historia vimos moverse el pén-dulo de la espontaneidad del culto de la igle-sia temprana al formalismo del culto medie

val, y de vuelta a la espontaneidad del culto durante laReforma. Ahora veremos cómo ese péndulo vuelve almarco del formalismo.

En la revista Time del 22 de diciembre de 1961, apare-ció un artículo titulado "Renacimiento Litúrgico", en elque se describía en parte el mismo fenómeno que quere-mos incluir en el título de nuestro capítulo: "Renovaciónde la liturgia." Otro nombre dado a este movimiento esReavivamiento Litúrgico. Con uno de estos nombresdescribiremos una tendencia del siglo diecinueve haciauna liturgia más elaborada en la adoración protestante.

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El artículo de la revista Time comienza describiendo unservicio navideño realizado en la Iglesia Luterana de SanMarcos, en Chicago. Este comprendía "cuatro eucaristí-as corales, en las que todas las oraciones y las respuestasse entonarán en forma simple." El pastor iría vestido"por completo con ropas eucarísticas: túnica, estola,manto, todo de blanco." "Velas, así como una cruz, secargarán en las procesiones que den principio y fin a losservicios." Esta misma Iglesia Luterana, dice el artículo,"ha instituido la oración matutina diaria, el servicio de lacomunión en domingos y días de los santos, una vigiliaen la Pascua; se atienden confesiones privadas de cual-quier parroquiano que las necesite."

Y para que el lector no vaya a pensar que esta iglesiaLuterana era la excepción, el artículo sigue diciendo:

"En todo el país, entre Metodistas, Episcopales,Presbiterianos y Luteranos, se está efectuando unareforma radical tanto de la forma como del contenido delos servicios religiosos. Es un reavivamiento litúrgicosemejante al del cristianismo primitivo con énfasis en elservicio de la comunión como el sacramento central dela adoración y, al mismo tiempo, inmensamente sofisti-cado al darle nuevamente la bienvenida a la riqueza tra-dicional de la iglesia."

El artículo recuerda cómo "la Reforma Protestanteenfatizaba la predicación de la Palabra de Dios a travésde sermones a expensas de la adoración sacramental.""En la arquitectura de la iglesia, el púlpito reemplazó alaltar como el centro del interés de la congregación. Peroel protestantismo estadounidense, desde la SegundaGuerra Mundial, se ha apartado marcadamente de estaclase de individualismo religioso." Las características de

La "renovación de la liturgia" y el adventismo

este así llamado "Renacimiento" se enumeran más deta-lladamente a continuación:

Primero, el servicio de comunión reemplaza al ser-món como el asunto central en el orden del culto.Segundo, el calendario eclesiástico es restaurado.Tercero, un creciente porcentaje de clérigos vuelve a ves-tir sotanas. Cuarto, se mueve el púlpito "de una posicióncentral a un lado, colocando el nuevo énfasis en la mesade la comunión."

De esta manera vemos cómo los logros de la ReformaProtestante son anulados uno tras otro. Al describir estatendencia, el Dr. Robert S. Michaelsen, decano de laFacultad de Religión de la Universidad de Iowa, dice:

"Un examen de tales factores como la arquitectura deltemplo, la organización del servicio, el currículo de losseminarios y los libros leídos por el ministro, evidencia-rían algunos de los cambios que están teniendo lugar enla concepción y práctica del ministerio protestante eneste siglo. Muy pocas iglesias están construyendo audi-torios gigantescos con púlpitos en el centro de la plata-forma. De la misma manera, la plataforma muy proba-blemente se divida con el púlpito a un lado, el pedestalpara las lecturas al otro lado, y el altar en el centro. Lossermones son más cortos de lo que eran una o dos gene-raciones atrás. La mayor parte del servicio consiste enoraciones, confesiones, lecturas antifonales, lecturas dela Biblia, y el canto" (El ministerio en perspectiva histórica, pág.285).

Jones cierra su capítulo referente al reavivamientolitúrgico, haciendo alusión al hecho de que hubo unlapso de aproximadamente 35o años desde los días deJesús hasta el momento cuando la iglesia se apartó radi-

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calmente "de la adoración simple, espiritual y evangéli-ca que originalmente estilaba." Luego agrega que trans-currieron cerca de 35o años desde el tiempo en que laReforma Protestante alcanzó su clímax hasta el inicio delas reformas litúrgicas aquí descritas. Entonces pregun-ta: "¿Acaso se repite la historia?... ¿Debiera la adoraciónlitúrgica reemplazar nuevamente a la adoración evan-gélica?"

¿Por qué las iglesias protestantes de hoy se han sepa-rado de las formas de adoración de la Reforma y hanregresado a las formas antiguas? La respuesta es compleja, pero con esfuerzo pueden descubrirse algunasrazones.

Parte de la explicación yace en el reino de la psicolo-gía. Massey Sheperd, el más prolífico de los escritoresque impulsan la renovación litúrgica, toma la posiciónde que la devoción libre y espontánea es para "atletasespirituales que pueden mantenerse en esa condición,por así decirlo, dado el intenso cultivo de la vida interiorde oración" (El capellán, abril de 1961). "Sin embargo",continúa, "sabemos que mantener tal adoración libre enun nivel de excelencia, por extensos períodos de tiempo,demanda un genio casi sobrehumano de liderazgo espi-ritual. De hecho, no se puede llevar a cabo excepto entrelos grupos más sobresalientes y disciplinados."

En otras palabras, la adoración altamente litúrgicademanda una menor estatura espiritual de parte deladorador que la adoración evangélica. Los proponentesde la liturgia apelan al lado sensual del hombre. El cultoevangélico es más maduro y espiritual. Es, como Joneslo define, "lo que un hombre pensante hace cuando seaproxima a otro Ser pensante llamado Dios." Su inten-

So

La "renovación de la liturgia" y el adventismo

ción es cambiar la mente de la gente a través del proce-so de la persuasión.

Uno de los principios básicos del protestantismo es elsacerdocio de los creyentes. Esto significa que un hom-bre puede acercarse a Dios directamente y sin media-ción. Esto es en sí mismo un reto para la mente del hom-bre. El ser humano es un ente responsable. Cuandoadora no sólo disfruta del aura de sensaciones inducidaspsicológicamente, se aproxima más bien a Dios como unser pensante. ¿Debiera reemplazarse este concepto porla idea de la liturgia como una muleta para el ministro?¿Debiera usar el ministro oraciones preelaboradas?¿Debiera prescribirse el servicio, requiriendo poca origi-nalidad de parte del ministro? En respuesta al argumen-to de que la adoración evangélica espera mucho delministro, Jones dice:

"Y también debemos decir francamente que no hayrazón para confiar la predicación, el cuidado pastoral, yotras formas de liderazgo a ministros protestantes aquienes no se les puede confiar la adoración... Si losministros protestantes no están calificados para serlo entodo el sentido de la palabra, o no están dispuestos acalificarse ellos mismos a través de una preparación ydisciplina correctas, el protestantismo bien podria aban-donarse para aceptar otra forma de religión más fácil ymenos exigente."

De manera que hay razones psicológicas para el rea-vivamiento litúrgico. El antiguo individualismo calvinis-ta y puritano han llegado a ser ásperos para el espíritu demuchas personas. Las sotanas, los altares con joyas, elincienso, la música mística, apela a los sentidos y requie-re menos participación personal, intelectual y espiritual.

Si

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La adoración restaurada de los tiempos medievales tieneuna calidad estética respetada por una larga tradición.Puede alcanzar a todas las clases sociales en un nivelemocional común con poco estímulo intelectual o exi-gencia ética. La realización de su misa es ampulosa por-que requiere menos participación del adorador. Si bien,los norteamericanos se han ablandado, adoptaron unaforma de adorar menos exigente. Los liturgistas tienen ala cultura de su lado porque se están adaptando al climade la época.

La adoración litúrgica, como hemos notado, tambiéndemanda menos del ministro. Sheperd admite que "elministro es alivíado de llevar toda la carga de hacer elservicio `significativo.' De hecho, los talentos del minis-tro, su personalidad, y habilidad para 'hacerla' llegarona ser secundarios."

De modo que las cartas se acumularon a favor del rea-vivamiento litúrgico, psicológicamente hablando.Congregaciones y pastores por igual saben que la adora-ción altamente litúrgica es menos exigente, más estéti-camente atractiva, más a tono con la cultura de unasociedad más rica. Elena de White comenta sobre estefactor psicológico:

"Muchos protestantes suponen que la religión católi-ca no es atractiva y que su culto es una serie de ceremo-nias áridas y sin significado. Pero están equivocados. Sibien el romanismo se basa en el engaño, no es unaimpostura grosera ni desprovista de arte. El culto de laiglesia romana es un ceremonial que impresiona profun-damente. Lo brillante de sus ostentaciones y la solemni-dad de sus ritos fascinan los sentidos del pueblo y aca-llan la voz de la razón y de la conciencia. Todo encanta a

La "renovación de la liturgia" y el adventismo

la vista. Sus soberbias iglesias, sus procesiones impo-nentes, sus altares de oro, sus relicarios de joyas, suspinturas escogidas, y sus exquisitas esculturas, todoapela al amor a la belleza. Al oído también se le cautiva.Su música no tiene igual. Los graves acordes del órganopoderoso, unidos a la melodía de numerosas voces queresuenan y repercuten por entre las elevadas naves ycolumnas de sus grandes catedrales, no pueden dejar deproducir en los espíritus impresiones de respeto y reve-rencia.

"Este esplendor, esta pompa y estas ceremonias exte-riores, que no sirven más que para dejar burlados losanhelos de las almas enfermas de pecado, son clara evi-dencia de la corrupción interior. La religión de Cristo nonecesita de tales atractivos para hacerse recomendable.Bajo los rayos de luz que emite la cruz, el verdadero cris-tianismo se muestra tan puro y tan hermoso que ningu-na decoración exterior puede realzar su verdadero valor.Es la hermosura de la santidad, o sea un espíritu mansoy apacible, lo que tiene valor delante de Dios.

"La bríllantez del estilo no es necesariamente indiciode pensamientos puros y elevados. Encuentranse amenudo conceptos del arte y refinamientos del gusto enespíritus carnales y sensuales. Satanás puede valerse amenudo de ellos para hacer olvidar a los hombres lasnecesidades del alma, para hacerles perder de vista lavida futura e inmortal, para alejarlos de su Salvador infi-nito e inducirlos a vivir para este mundo solamente.

"Una religión de ceremonias exteriores es propia paraatraer al corazón irregenerado. La pompa y el ceremo-nial del culto católico ejercen un poder seductor, fasci-nador, que engaña a muchas personas, las cuales llegan

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a considerar a la iglesia romana como la verdadera puer-ta del cielo. Sólo pueden resistir su influencia los quepisan con pie firme el fundamento de la verdad y cuyoscorazones han sido regenerados por el Espíritu de Dios.Millares de personas que no conocen por experiencia aCristo, serán llevadas a aceptar las formas de una piedadsin poder. Semejante religión es, precisamente, lo quelas multitudes desean" (El conflicto de los siglos, págs. 622,623).

Esta evaluación es igualmente aplicable al culto pro-testante siempre y cuando éste se aparte de su originali-dad y se vuelva semejante al culto católico.

El factor psicológico no es la única causa de la exis-tencia del reavivamiento litúrgico. Otra influencia igual-mente potente se encuentra en el cambio teológico. Laadoración refleja la teología de los adoradores. Cuandola Reforma Protestante se declaró a favor de los tresgrandes principios: la salvación por la fe solamente, elsacerdocio de todos los creyentes, y la Biblia como reglade fe y conducta, determinaron, en cierto sentido, suestilo de adoración. No podía erigirse ningún sacerdocioen una Comunión que creyera en el sacerdocio de todoslos creyentes. Por lo tanto, no habría adoración sacerdo-tal, sacrificial, templista.

Cuando la Biblia se convirtió en la regla de la teología,también lo fue la de la adoración. Los patrones apostóli-cos eran considerablemente diferentes de aquellosdados en los siglos tercero y cuarto. Este tipo de adora-ción desafiaba la responsabilidad personal del hombre eimpartía calidad intelectual a su relación con Dios.Tendía a reducir la liturgia a lo mínimo y a aumentar laimportancia de la palabra hablada. Esta clase de teología

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La "renovación de la liturgia" y el adv~tnó,-,,,

alcanzó su total desarrollo en la atmósfera de libertad delos Estádos Unidos de Norteamérica a comienzos delsiglo diecinueve.

Pero los cambios teológicos estaban a la puerta. Losteólogos alemanes empezaron a levantar dudas acercade la Biblia. Lo sobrenatural estaba siendo amenazado.Los principios básicos del cristianismo de la Reforma,como la encarnación de Cristo, los milagros, la expiacióny la resurrección corporal de Cristo fueron cuestionados.Un liberalismo escandaloso pugnaba por su oportuni-dad; ello dio cabida mayormente a una forma un tantovelada de liberalismo llamada a veces neortodoxia.

Pero independientemente de bajo qué estandarte secobije el cristianismo moderno, éste ha perdido su evan-gelicalismo, ha sacrificado su naturaleza sobrenatural,ha reducido a Cristo de ser Dios a un hombre carnallleno del Espíritu, ha hecho de la Biblia meramente lahistoria del esfuerzo del humano por encontrar a Dios, yha quitado de la realidad la vida futura.

Estos gravísimos cambios en la teología -y de elloestoy firmemente convencido-, son en parte responsa-bles del reavivamiento litúrgico. Paul Tillich hace estadeclaración:

"Pero la fe no puede permanecer viva sin expresionesde fe y la participación personal en ellas. Este discerni-miento ha llevado al Protestantismo a una nueva eva-luación del culto y el sacramento en nuestros días. Sin laexistencia de símbolos en los cuales lo santo se experi-mente como algo presente, esa experiencia se extingue"(Dinámica de la fe, pág. 121).

Tillich y aquellos que están de acuerdo con él reducenla creación, los milagros, la resurrección -todo lo que

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ofende a la mente moderna- a un mito. El adorador quemantiene el punto de vista de Tillich ya no puede consi-derar más al Sábado como el memorial de una creaciónreal; ya no puede adorar más a un Cristo que murió porsus pecados y que intercede por él en el cielo; ya nopuede adorar más a un Cristo que resucitó de la tumbaun domingo por la mañana; ya no puede adorar más aun "Dios vivo", en el sentido que la Biblia describe aDios.

¿Qué debe hacer entonces el cristiano? Debe tenersímbolos para representar lo santo, porque lo santo notiene objetividad en si mismo. El culto y el sacramentoen consecuencia, se hacen esenciales para una iglesiaque ha sido despojada de lo mucho que antes poseyó. Elcristiano evangélico sólo puede adorar a un Dios quecrea y sostiene; puede adorar a un Cristo encarnado,resucitado, eterno y próximo a venir. Sólo serán necesa-rios los símbolos básicos de comunicación para involu-crarse en semejante adoración, puesto que está adoran-do realidades objetivas y no conceptos filosóficos subje-tivos. Cuando la resurrección de Cristo se convierte enuna mera noción de la iglesia cristiana primitiva, no hayCristo resucitado a quien adorar. Cuando la creación sevuelve un mito, no hay Creador a quien adorar.

Otra motivación para el reavivamiento litúrgico hasido el movimiento ecumeníco. En años recientes, losservicios de las iglesias protestantes se han ido aproxi-mando lentamente hacia la uniformidad. El protestantepromedio puede sentirse como en casa en el servicio dela mayoría de las denominaciones. Esta tendencia tam-poco se ha limitado al protestantismo. Roma ha experi-mentado una renovación en su liturgia. El último

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Y Adoradle La "renovación de la liturgia" y el adventísmo

Concilio Vaticano trató estos asuntos al grado de autori-zar el desarrollo de una liturgia en el lenguaje vernácu-lo. Vemos, entonces, cómo el Catolicismo y elProtestantismo se acercan más y más en asuntos deliturgia. Shepherd dice:

"Existe un acuerdo entre los eruditos tanto de las tra-diciones católicas romanas como de las protestantesacerca del significado de la adoración cristiana quepuede atribuirse sólo a la obra milagrosa del EspírituSanto. Las reformas lítúrgícas que están teniendo lugaren estos momentos en la Iglesia Católica Romana sonmás extensas y abarcantes que cualquier otra cosa vistaen mil años o más... Las iglesias protestantes que hastaaquí habían rechazado o perdido el interés en las prácti-cas litúrgicas están explorando y experimentando cadavez más" (El capellán, abril, 1961).

Hasta aquí hemos analizado algunas de las tenden-cias de nuestros días, y hemos visto que los años recien-tes se han caracterizado por cambios radicales en elculto protestante y ciertas modificaciones en el cultocatólico romano. ¿Qué significa para nosotros los adven-tistas esta tendencia?

Es cierto que no hemos sido fuertemente influencia-dos por el reavivamíento litúrgico. Pero en casos espora-dicos, sin duda, hemos permitido que algunas conside-raciones estéticas nos muevan a hacer cosas que noarmonizan con nuestra teología adventista. Estas des-viaciones ocasionales, estoy seguro, fueron bien inten-cíonadas y han sido el resultado más bien de falta deentendimiento que de motivos dudosos. Nuestros pro-blemas básicos de culto no se remontan a una acepta-ción de la renovación litúrgica.

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No quiero dar a entender con esto que podemos sen-tirnos satisfechos con las normas de culto actuales denuestras iglesias. Estamos conscientes de que tenemosclamorosas necesidades de mejorar, pero este mejora-miento no debe buscarse en las corrientes de los refor-madores de la liturgia. Necesitamos mirar en una direc-ción totalmente diferente. Necesitamos recordar que laadoración puede ser espontánea, llena del Espíritu, pro-testante, simple, bíblica, y aún ser bella, ordenada yreverente.

Especialmente hace falta recordar esta gran verdaden estos dias de renovación litúrgica, porque por encimade cualquier deficiencia que tenga la adoración cristianamoderna, aún es bella, ordenada y reverente. En muchoscasos las personas a las que intentamos alcanzar connuestros servicios evangelísticos están acostumbradas aplanear cuidadosamente los servicios de adoración, aun-que ellos no sean evangélicos. Si descuidamos la belleza,el orden y la reverencia en un intento por evitar el for-malismo y el sacerdotalismo, perderemos una parte vitalde la adoración cristiana. Necesitamos un reavivamien-to litúrgico, pero no del tipo que practica el mundo cris-tiano circundante.

¿Por qué digo que ciertas reformas vendrían bien anuestras iglesias? Respaldo mi convicción citando aElena de White:

"Para el alma humilde y creyente, la casa de Dios enla tierra es la puerta del cielo. El canto de alabanza, laoración, las palabras pronunciadas por los representantes de Cristo, son los agentes designados por Dios parapreparar un pueblo para la iglesia celestial, para aquelculto más sublime, en el que no podrá entrar nada que

La "renovación de la liturgia" y el adventismo

corrompa..."Ha habido un gran cambio, y no en el mejor sentido,

sino en el peor, en los hábitos y costumbres de la gentecon referencia al culto religioso. Las cosas preciosas ysagradas que nos relacionan con Dios, están perdiendorápidamente su influencia, y son rebajadas al nivel de lascosas comunes. La reverencia que el pueblo tenía anti-guamente por el santuario donde se encontraba conDios en servicio sagrado, ha desaparecido mayormente.Sin embargo, Dios mismo dio el orden del servicio,ensalzándolo muy por encima de todo lo que tuviesenaturaleza temporal...

"Debiera haber reglas respecto al tiempo, el lugar, y lamanera de adorar. Nada de lo que es sagrado, nada de loque pertenece al culto de Dios, debe ser tratado con des-cuido e indiferencia."

"Cuando los adoradores entran en el lugar de reu-nión, deben hacerlo con decoro, pasando quedamente asus asientos... La conversación común, los cuchicheos ylas risas no deben permitirse en la casa de culto, ni antesni después del servicio...

"Si cuando la gente entra en la casa de culto tiene ver-dadera reverencia por el Señor, y recuerda que está en supresencia, habrá una suave elocuencia en el silencio."

"Todo el servicio debe ser dirigido con solemnidad yreverencia, como si fuese en la visible presencia delMaestro de las asambleas."

"Algunas veces los jóvenes tienen tan poca reverenciapor la casa y el culto de Dios, que sostienen continuacomunicación unos con otros durante el sermón."

"No es extraño que nuestras iglesias sean débiles, yque no tengan esa piedad profunda y ferviente que

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debieran tener. Nuestras costumbres actuales, que des-honran a Dios y rebajan lo sagrado y celestial al nivel delo común, nos resultan contrarias...

"Es demasiado cierto que la reverencia por la casa deDios ha llegado casi a extinguirse. No se disciernen lascosas y los lugares sagrados, ni se aprecia lo santo y loexaltado. ¿No falta en nuestra familia la piedad fervien-te? ¿No se deberá a que se arrastra en el polvo el altoestandarte de la religión? Dios dio a su antiguo puebloreglas de orden, perfectas y exactas. ¿Ha cambiado sucarácter? ¿No es el Dios grande y poderoso que rige en elcielo de los cielos? ¿No sería bueno que leyésemos confrecuencia las instrucciones dadas por Dios mismo a loshebreos para que nosotros, los que tenemos la luz de lagloriosa verdad, imitemos su reverencia por la casa deDios? Tenemos abundantes razones para conservar unespíritu ferviente y consagrado en el culto de Dios.Tenemos motivos para ser más reflexivos y reverentesen nuestro culto que los judíos. Pero un enemigo haestado trabajando para destruir nuestra fe en el caráctersagrado del culto cristiano."

"Casi todos necesitan que se les enseñe a conducirseen la casa de Dios."

"A causa de la irreverencia en la actitud, la indumen-taria y el comportamiento, por falta de una disposición aadorarle, Dios ha apartado con frecuencia su rostro deaquellos que se habían congregado para rendirle culto."

"Cuando se ha suscitado una iglesia y se la ha dejadosin instrucción acerca de estos puntos, el predicador hadescuidado su deber y tendrá que dar cuenta a Dios delas impresiones que dejó prevalecer" (Joyas de los testimonios,

tomo 2, págs. 193-202).

Go

La "renovación de la liturgia" y el adventismo

Aquellos que frecuentamos las iglesias sabemos quesólo algunas de ellas dan evidencias de poseer una cabalapreciación de estas altas normas. Incluso en muchas denuestras iglesias grandes prevalecen la confusión, faltade orden e irreverencia. Escuchamos oraciones mecáni-cas, himnos escogidos descuidadamente, anuncios ino-portunos; todo ello efectuado en auditorios intranquilosy niños que lloran.

Hay ministros y laicos que tratan de cambiar esteestado de cosas. Dios los bendiga. Los tres últimos capí-tulos sugieren medios prácticos para lograr nuestro pro-pio "reavivamiento litúrgico", sin caer en el formalismo.

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os capítulos 4 y 5 se titulan: "La forma delservicio de adoración adventista" y "El con-tenido del servicio de adoración adventista."En teoría, estos dos asuntos podrían discu

tirse separadamente; pero en la práctica, la forma y elcontenido no pueden aislarse. Por esta razón se observa-rá con frecuencia que estos dos temas se entrecruzan.

Antes de discutir los problemas relacionados con laforma y el contenido del servicio de adoración, conside-remos primero la naturaleza del servicio que deseamosconducir. ¿Cuáles son los objetivos de nuestro culto? Lostres capítulos anteriores nos debieron alertar sobre cier-tos conceptos bíblicos, históricos, teológicos y psicológi-cos que nos ayudarán a determinar la naturaleza de laadoración que aspiramos en nuestras iglesias.

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Primero, nuestra adoración debe armonizar conpatrones bíblicos. Nuestro estudio nos llevó a la conclu-sión de que la adoración bíblica alcanza su clímax en elculto de la iglesia cristiana primitiva. La espontaneidad,la energía espiritual de la iglesia apostólica, constituyennuestro ejemplo. Ciertamente, esa iglesia no nos legóuna liturgia. Este hecho es importante. No se nos pideque copiemos una liturgia sino que emulemos un patrónespiritual; patrón que se caracterizaba por su sencillez,por ser directo, por su predicación llena del Espíritu, porla participación laica, y la oración espontánea y natural.No era místico, formal, ritualista, sacerdotal, o altamen-te estructurado. Era el culto de personas sencillas, dedi-cadas, que creían completamente en Cristo y que sedeleitaban en expresarle su adoración.

Creo que nuestros ministros deberían presentar ennuestras iglesias este concepto bíblico de adoración.¿Cuán a menudo hemos predicado sobre la adoración enla historia bíblica? ¿Cuánto sabe nuestro pueblo acercade lo que pasó cuando los cristianos en el tiempo dePablo se reunían para adorar? Nuestras congregacionesesperan que les enseñemos estas cosas.

Segundo, nuestros servicios de adoración deben serevangelísticos. Deben estar imbuidos de un contenido yuna atmósfera que persuadan a los hombres a entregar-se a Cristo. Creo que una de las mejores oportunidadesque tenemos para evangelizar es nuestro servicio deadoración del sábado por la mañana.

No estoy diciendo que siempre tenemos que hablarespecíficamente sobre alguna doctrina para que nuestroservicio tenga carácter evangelístico. Lo que quiero decires que cada servicio debe ser conducido de tal manera

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La forma del servicio de adoración adventista

que los no adventistas o no cristianos que están presen-tes en la congregación puedan sentir la influencia per-suasiva del evangelio de Jesús. Quiero decir que nues-tros miembros nunca debieran preguntarnos si seríasabio llevar a sus amistades y familiares no adventistas ala iglesia el siguiente sábado. Siempre debiera ser nosólo sabio sino deseable llevar a cada no adventista anuestros cultos.

Nuestras normas sobre la reverencia, nuestro ordendel servicio, nuestros sermones, nuestra música, debenser de tal naturaleza que las visitas se impresionen, y nose ofendan. Debiéramos encontrar formas de adminis-trar los negocios esenciales de la iglesia de modo que lapromoción no ocupe el lugar de la adoración.Debiéramos manejar la mayoría de los problemas de laiglesia en los hogares, en la reunión de oración, o porcorrespondencia, de tal forma que el servicio de adora-ción pueda siempre alcanzar a los corazones de los"extranjeros que están dentro de nuestras puertas."

Muchos de nuestros miembros desean llevar a susamigos y familiares a la iglesia, pero temen hacerlo. Losmédicos quisieran llevar a sus pacientes. Pero muy amenudo no se atreven. Si condujéramos servicios y pre-dicáramos sermones que alcancen a estas personas,podríamos en muchos casos tener una asistencia cons-tante de no adventistas, muchos de los cuales aceptaríanla verdad. Esta gente que entra por la puerta principal eldía sábado, que aprende a conocernos y amarnos, queadora con nosotros y comulga con nosotros, permanece-rá con nosotros, cuando sean llevados a una decisión.

Sé que esto funciona porque lo he probado. Comopastor de iglesia de una gran ciudad descubrí que nada

GS

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le da más vida al espíritu del servicio del sábado que lapresencia de visitas que venían semana tras semana,algunas de las cuales finalmente se unieron a la iglesia.Esto por supuesto, no reemplaza el evangelismo formal,antes bien contribuye a su efectividad. Nunca debieraser la norma que la gente interesada haga primero unadecisión para entonces llevarlos a la iglesia, por temor aque se desanimen. Por lo contrario, la asistencia a laiglesia debiera ayudar a la gente interesada a hacer unadecisión.

Prepararse para una cruzada evangelística es más querepartir literatura por toda la ciudad. Debemos desarro-llar un servicio de adoración que retenga a la gente queasiste a la iglesia para dicho esfuerzo. Esto a menudoimplicará cierta educación sobre la adoración.

Tercero, los servicios de adoración adventistas deben,,destacarse por su espíritu de reverencia. Las citas deJoyas de los Testimonios, tomo 2, indican que cuando Elena deWhite escribió sus amonestaciones había mucha irreve-rencia. Tenemos que admitir que el problema persiste.La falta de un sentido de la presencia de Dios es a menu-do muy obvia. Los adoradores muy frecuentemente sconducen como si estuvieran en un mítin político y nen un templo.

Hace varios años, cuando era pastor de la iglesia deColegio "Loma Linda", les mostraba a unos familiarebautistas el plantel. Durante nuestro recorrido entramoal Salón Burden, que según les expliqué era el auditor¡donde nuestra iglesia tenía sus servicios. Al entrar eeste no tan impresionante lugar, ellos inmediatamentbajaron el volumen de sus voces hasta llegar a un susu.rro. Yo estaba impresionado. Nunca antes había vist

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Y Adoradle La forma del servicio de adoración adventista

tanto respeto por el Salón Burden como lugar de culto.Por eso Elena de White dijo: "Si cuando la gente entra enla casa de culto tiene verdadera reverencia por el Señory recuerda que está en su presencia, habrá una suaveelocuencia en el silencio" (Joyas de los Testimonios, tomo 2,

Pág. 194).Se cuenta la historia de una antigua ciudad que fue

construida sobre un río, pero el paso de las aguas sobrela cuenca del río se podía escuchar sólo por las noches,cuando la ciudad estaba absolutamente silenciosa. Dioshabla con voz serena y queda; y si queremos oírle duran-te el culto, debemos guardar silencio.

En muchas de nuestras iglesias la voz de Dios es aho-gada por los llantos de los niños. El predicador podríagritar más fuerte que ellos, pero Dios no lo haría.Simplemente no sería escuchado. Este es un problemaserio que debemos enfrentar. Elena de White dice: "Aveces un niñito puede atraer de tal manera la atenciónde los oyentes que la preciosa semilla no caiga en buenterreno ni lleve fruto" (Id. pág. 195). Esto sucede cadasábado en veintenas de iglesias adventistas. ¿Cómoencarar el problema? Básicamente, debiéramos educar anuestro pueblo sobre la adoración de un modo tal, queellos mismos tomen la iniciativa de encontrar una solu-ción. Luego debemos hacer provisión para que la solu-ción sea verdaderamente factible. Esto puede implicar eluso de guarderías, cuartos de madres y otras instalacio-nes.

Si bien debiéramos ser corteses y cristianos cuidado-sos al tratar con estas preocupadas madres, no debemospermitir que sus hijos arruinen los cultos de la iglesia.Nuestros servicios nunca serán exitosamente evangelís-

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ticos mientras exista esta condición. Los niños que llo-ran pueden en realidad estar frenando a cientos de per-sonas para que no adoren con nosotros y al fin no seagreguen a la iglesia. No es la explosión ocasional o acci-dental, que se apaga rápidamente, la que arruina el ser-vicio de la iglesia. Más bien es la algarabía y el llantoconstantes a los cuales los padres se han acostumbradotanto que hacen muy dificil escuchar.

Este problema no sólo impide la adoración de lospadres de esos niños, sino también el derecho de losdemás adoradores, a quienes se perturba con el ruido.La cortesía toma en cuenta a las personas que están tra-tando de adorar. Sin embargo, todos sabemos cuánto seofenden algunos padres ante la más juiciosa observaciónde que sus hijos están interfiriendo con la adoración. Aveces el pastor, con cortesía cristiana, deberá hablar conlos padres acerca del problema. Esto no es fácil, pero espreferible, para no arruinar la santidad del servicio de laiglesia. Elena de White dice al respecto: "A menos que seinculquen en los miembros ideas correctas de la adora-ción y reverencia verdaderas, habrá una creciente ten-dencia a poner lo sagrado y eterno al mismo nivel de lascosas comunes, y los que profesan creer la verdad ofen-derán a Dios y deshonrarán la religión" (Id., pág. 202).

Debemos recordar, desde luego, que la reverencia esmás que niños tranquilos. Implica tranquilidad y ordenen la forma de entrar y salidar de la gente. Implica hábi-tos de conducta como hablar, reír, relacionarse con otraspersonas a la hora del culto. Abarca la actitud de losjóvenes. Involucra el tipo de música que se toca. Y, sobretodo, implica la personalidad y el liderazgo del ministro.Un ministro reverente tendrá una congregación reve-

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Y Adoradle La forma del servicio de adoración adventista

rente; y lo opuesto, también es cierto.Cuando el ministro camina hacia la plataforma el

sábado de mañana, debe saber que está dirigiendo a sucongregación en la adoración a Dios. Él mismo debierasentir el temor y la responsabilidad de la ocasión. Debeestar rebosante de gozo cristiano. Sus oraciones, su lec-tura de la Biblia, su sermón, su vestimenta, su actitud,deben comunicar el hecho de que él siente la presenciade Dios. Y esto puede lograrse sólo en la medida en queel predicador haya disfrutado previamente de la presen-cia de Dios en su estudio donde planeó el servicio y pre-paró el sermón. Dios no se encuentra con el predicadoren el púlpito. Se encuentra con él en su estudio y loacompaña al púlpito.

Podríamos enumerar otras caraterísticas deseablespara el culto adventista, pero estas tres resumen Perfec-tamente aquéllas: debe ser bíblico, evangelístico y reve-rente. También debemos recordar que estas tres se com-binan, interactúan, por así decirlo. La norma bíblicacontrarresta la indebida influencia de la tradición huma-na. El énfasis evangelístico bloquea la tendencia a laexcesiva autopreocupación. La reverencia evita el cons-tante peligro de olvidar la presencia de Dios, que es labase de toda adoración.

Si hemos de cumplir estas normas, debemos hacer uncuidadoso escrutinio de cada parte del servicio de la igle-sia y su relación con cualquier otra. Es imposible conducir un servicio sin una liturgia. El simple hecho de anun-ciar un himno y pronunciar una bendición es liturgia.Nuestra preocupación es evitar la liturgia excesiva eimpropia. Por liturgia impropia entendemos aquello queno expresa exactamente nuestra teología.

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¿Cómo debiera realizarse un servicio de adoración?No hay una respuesta específica. Un servicio puedeabrirse con un llamamiento a la adoración, ya sea musi-cal o escritural, o un himno. A esto puede preceder unpreludio del órgano o el piano o una interpretaciónoportuna del coro. Después de la apertura formal, usual-mente habrá, dependiendo del orden, una invocación,dos o más himnos, una lectura bíblica, una oración pas-toral, algún tipo de música, un sermón y una bendiciónfinal. El que dirige el culto debe ligar estas partes untanto disímiles con un patrón que tenga significado.Éste, como lo ha probado ampliamente la experiencia,puede presentar casi infinitas variaciones. El significadodel patrón debe experimentarlo el líder del culto y comu-nicarse por medio de él a la congregación.

Algunas autoridades de vanguardia han sugerido queuno de los mejores patrones para un culto significativose encuentra en el capítulo seis de Isaías. La experienciaen el templo del joven profeta se divide en cuatro partes.Primera, él "vio ... al Señor." De la misma manera, en elculto en la casa de Dios, el adorador debe estar cons-ciente de la presencia de Dios. Esto puede hacerse esco-giendo apropiadamente los himnos, efectuando las ora-ciones con inteligencia y adoración, haciendo lecturasefusivas de la Biblia. Todo ello puede lograrse merced ala existencia de una tradicional reverencia que hará queel adorador exclame como Jacob: "Ciertamente Jehováestá en este lugar, y yo no lo sabía." Puede lograrse porla influencia y el liderazgo de un pastor que conozcaDios y que sepa cómo invitar a su pueblo a adorarle enespíritu y en verad. Ninguna adoración será efectivamenos que el pastor y la congregación "vean al Señor."

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La forma del servicio de adoración adventista

"La verdadera reverencia hacia Dios nos es inspiradapor un sentido de su infinita grandeza y un reconoci-miento de su presencia. Este sentido del Invisible debeimpresionar profundamente todo corazón. La presenciade Dios hace que tanto el lugar como la hora de la ora-ción sean sagrados. Y al manifestar reverencia por nues-tra actitud y conducta, se profundiza en nosotros el sen-timiento que la inspira" (Profetas y reyes, pág. 34).

Mientras más espirituales se tornen nuestras congre-gaciones, más efectivamente los llevaremos a darsecuenta de la presencia de Dios. Y mientras más gráfica-mente podamos impresionar a nuestro pueblo con laconciencia de la presencia de Dios, más crecerán enestatura espiritual.

Supongamos que el orden del servicio se abre con unllamamiento bíblico a la adoración. Esto puede sermeramente una forma, y lo será a menos que el que lolea sienta la presencia de Dios. A veces me he paradofrente a mi congregación al inicio de un servicio y leo laoración de David en el Salmo 63.

"Dios, Dios mío eres tú; de madrugada te buscaré; mialma tiene sed de ti, mi carne te anhela, en tierra seca yárida donde no hay aguas, para ver tu poder y tu gloria,así como te he mirado en el santuario. Porque mejor estu misericordia que la vida; mis labios te alabarán. Así tebendeciré en mi vida; en tu nombre alzaré mis manos"(vers. 1-4).

Esta es una tremenda afirmación de fe en Dios y ado-ración a el. ¿Podría yo decirla en tal forma que mi pue-blo capte su sentido? ¿Puedo crear una atmósfera en laque los miembros de mi congregación digan en sus cora-zones, "Dios mío eres tú," "Mi alma tiene sed de ti," "Mis

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labios te alabarán," "En tu nombre alzaré mis manos"?Una porción como ésta -y la Biblia contiene cientos deellas- puede cambiar una audiencia casual en una con-gregación que de verdad adora, si es leída correctamen-te por un ministro que conozca al Dios a quien se dirigenestas palabras.

Un gran himno de alabanza puede tener el mismoefecto. Mi himno favorito es el No. 1 de nuestro himna-rio. Usted lo ha cantado muchas veces:

"Cantad alegres al Señor,mortales todos por doquier,servidle siempre con fervor,obedecedle con placer.

Con gratitud canción alzadal Hacedor que el ser os dio;al Dios excelso venerad,que como Padre nos amó.

Su pueblo somos: salvaráa los que busquen al Señor;ninguno de ellos dejará;él los ampara con su amor."

Si pudiéramos conducir a los feligreses para que can-ten tales himnos racionalmente, ellos verían a Dioscomo Isaías. Pero si iniciamos el servicio con un senti-miento simplista respecto de una música barata, muyproblablemente no veremos al Señor sentado en sutrono, ni estaremos preparados para adorarle.

La segunda experiencia de Isaías, después que vio al

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La forma del servicio de adoración adventista

Señor, fue de humildad: "iAy de mí! -dijo él-, que soymuerto; porque siendo hombre inmundo de labios, yhabitando en medio de pueblo que tiene labios inmun-dos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos".En alguna parte de las oraciones, de los himnos, de lalectura bíblica, del sermón, todo servicio de adoracióndebe incluir la confesión. Los servicios formales demuchas iglesias incluyen esto en letanías y oracionesformales. Esto puede llegar a convertirse en algo intras-cendente. Pero si el pastor o el anciano al orar buscanfervientemente el perdón de sus pecados y los de la con-gregación, el efecto puede ser genuino y la experienciareal.

Si un pastor y su congregación pueden leer antifonal-mente el Salmo 51 y claman con fervor: "Crea en mí, ohDios, un corazón limpio, y renueva un espíritu rectodentro de mí. No me eches de delante de ti, y no quitesde mí tu Santo Espíritu. Vuélveme el gozo de tu salva-ción; y espíritu noble me sustente", ese pastor y su con-gregación pueden estar seguros de que la bendición deDios vendrá. Pero si, por el contrario, le decimos a Dios:"Te agradecemos porque no somos como este paria quepasa por la puerta de la iglesia; nosotros guardamos elsábado, traemos nuestro diezmo, tenemos una herenciaen el cielo", nunca conoceremos las glorias de la adora-ción.

La tercera fase de la experiencia de Isaías fue unamanifestación de la gracia de Dios. En el lenguaje deltexto, un ángel vino directamente del trono de Dios ytocó los labios de Isaías con un carbón encendido y dijo:"Es quitada tu culpa, y limpio tu pecado". No es prerro-gativa del pastor pronunciar absolución de pecados,

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como lo hicieran los sacerdotes del pasado; pero estádentro del espectro de un servicio de adoración que elpueblo reciba de Dios la seguridad de que sus pecadosfueron perdonados. Es posible que la gente venga a laiglesia cargada, atemorizada, desanimada, pero nuncadeben salir con ese mismo espíritu. ¿Salió usted algunavez de un servicio sintiéndose un palmo más alto, connueva confianza y valor, y una nueva apreciación de lagracia de Dios? Ello nunca debiera ser una experienciaexcepcional. Este es el propósito del culto. El ángel conel carbón encendido debe estar siempre presente; peroél no podrá limpiarnos a menos que hayamos llegado aestar conscientes de la grandeza de Dios y de nuestranecesidad.

A través de la oración, los himnos, la lectura de laBiblia y los sermones, la promesa de ser limpios pormedio de la gracia de Dios debe hacerse tan real que elpueblo renueve su experiencia del perdón de sus peca-dos. Este gozo de que los pecados son perdonados por lagracia de Dios es el mismo centro de la salvación por lafe. En este punto la gracia salvadora de Dios se hace sen-tir en el alma del individuo. ¿Cuándo puede ser elmomento más apropiado para que esta transacción ocu-rra si no es a la hora del culto?

No estoy diciendo que la hora del culto es el únicomomento que el cristiano puede disfrutar esta experien-cia de perdón y paz. Dios puede trabajar para nuestrobien en cualquier lugar y circunstancia. Lo que sí creo, esque la hora del culto debe ser un medio notable a travésdel cual la gracia de Dios actúa eficazmente en favor desu pueblo. El penúltimo párrafo del capítulo titulado "Laconducta en la casa de Dios", de Joyas de los testimonios, tomo

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Y Adoradle La forma del servicio de adoración adventista

2, de Elena de White, del cual hemos citado ampliamen-te, comienza con estas palabras: "Pablo describe la obrade los embajadores de Dios como una obra mediante lacual cada hombre será presentado perfecto en CristoJesús." Con seguridad el culto divino es parte de esteproceso. Allí los labios son tocados, la iniquidad quitaday el pecado limpiado. Este es el objetivo de la adoracióncristiana.

La cuarta fase de la experiencia de Isaías fue su dedi-cación. El Señor dijo: "¿A quién enviaré, y quién irá pornosotros?" Isaías respondió: "Heme aquí, envíame a mí"(vers. 8). Nuestras ofrendas deben ser un símbolo deesta dedicación, pero deben abarcar una experienciamás amplia que el simple hecho de dar dinero. El adora-dor debe salir del lugar del culto dispuesto a ir a dondeel Señor le mande y hacer lo que el Señor le indique.

Una vez más, esta dedicación debe ser el resultado dela obra de Dios efectuada'a través del canto, la oración,la lectura de la Escritura y el sermón. Pero si estos ingre-dientes de la adoración no cumplen ningún propósito, silo único que ocurre es un mero ritual, ejecutado sin unrazonamiento profundo y significativo, ¿cómo puedeDios obrar a través de ellos para garantizar la dedicacióndel adorador? Algunos ministros creen que deben lla-mar a sus congregaciones a levantar las manos o poner-se de pie al final de cada servicio para garantizar la dedi-cación. Esto es apropiado en ciertas ocasiones, pero laapelación implícita de un himno, de cierta lectura bibli-ca, de una oración o un sermón a menudo es más efecti-va que el llamamiento explícito, especialmente cuandoéste se ha vuelto parte del ritual.

Von Ogden Vogt, en su libro Arte y religión, capítulo 15,

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dice: "Algo asi como la gran experiencia de Isaías es loque la gente debiera obtener a través del culto celebradoen la iglesia". Esta es la meta del culto cristiano: el nutrí-mento y la salvación de las almas. Ello se logra gracias ala oración, lecturas bíblicas, los himnos que se cantan, laentrega de nuestras ofrendas y la predicación.

"Aquí, con los coloridos rayos de la luz de tumañana de sábado, viene la paz, el gozo perma-nece, nace el valor y canta la esperanza.Libre por un momento de la prisa y el cuidadodel diario luchar, en el solemne silencio de estasanta hora, escucho a Dios hablar.Firme y fortalecido por esta dulce comunión,con la cabeza levantada, abandono tus puertaspara desafiar cualquier cosa que el día me traiga,porque yo, quien escucho, estaré atento."

Escogido

Si los adoradores han de tener estas experiencias, losencargados del culto deben ejercer tacto hábil y consa-grado. Un área que preocupa al pastor es el orden delservicio de adoración. ¿En qué secuencia deben acomo-darse las diferentes partes del servicio? Si bien no esposible decir la última palabra al respecto, vendrán bienalgunas observaciones.

Recientemente participé en un servicio de adoraciónen una de nuestras grandes congregaciones. Antes delservicio, el organista tocó una meditación. Afortunada-mente esta iglesia se ha caracterizado por su tradicional

La forma del servicio de adoración adventista

quietud y orden, de manera que la congregación estabaacomodada, atenta y sin interferencias antes que el ser-vicio comenzara. El coro entró y cantó una selecciónapropiada mientras los ministros se acercaban al púlpi-to. Uno de ellos leyó un llamamiento bíblico a la adora-ción, después del cual la congregación entonó: "Cantadalegres al Señor" (HA, No. 1). Después de este himnosiguió una breve invocación. A cada adorador se le con-frontó con el privilegio de la seguridad de la presencia deDios.

Puesto que el tema del sermón era: "¿Es posiblealcanzar la perfección?", la lectura antifonal fue "La per-fección cristiana," de la página 528 del Himnario, basadaen Efesíos 4:1-8, 11-16. Ello íncluía el desafio para todoslos creyentes de crecer "en todas cosas en Aquel que esla cabeza, a saber, Cristo". El objetivo era despertar unsentido de necesidad y de la abundante gracia de Diospara suplirla. A la lectura de la Palabra de Dios siguió laoración pastoral. Hasta este punto la congregación habíaparticipado activamente en el himno y la lectura antifo-nal. Después de la oración, el coro cantó una respuestaque elevó la atmósfera de la adoración. El pastor, enton-ces, hizo ciertos comentarios necesarios a la congrega-ción, y se recogieron las ofrendas.

Notemos que la ofrenda no se recogió prematura-mente en el culto. A veces esta parte de la dedicación serealiza tan prestamente que estamos tentados a sentirque la filosofía es "pague al entrar." El culto divino no esuna máquina tragamonedas en la cual insertamos nues-tro dinero para esperar luego una bendición. La acciónde dar es un símbolo de la dedicación que sigue a unavisión de Dios y a una estrecha comunión con él.

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Después de la ofrenda, la congregación cantó unsegundo himno, previo al sermón. Sé que esto no se hacea menudo, pero puede ser muy significativo. Primero, leda a la congregación la oportunidad de participar antesde sentarse a escuchar al predicador. Segundo, unhimno congregacional es muchas veces mejor antece-dente para el sermón que una participación musical ouna lectura bíblica. Por ejemplo, ese sábado cuando elpredicador habló sobre "perfección", el himno queinmediatamente precedió al sermón fue el No. 3So delHímnarío [en inglés]:

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"NO TE HEMOS CONOCIDO":

"No te hemos conocido como debiéramos,Ni hemos comprendido tu sabiduría, gracia y

poder;Las cosas de la tierra han inundado nuestro

pensamiento,también las pequeñeces del transitorio

momento.Señor, danos luz para tu verdad ver,y haznos sabios en ti para conocer.

"No te hemos reverenciado comodebiéramos,

Ni nos hemos postrado ante tu temible vista,Ni hemos cuidado acto, palabra o

pensamiento,Recordando que tú estabas cerca.Señor, danos fe para conocerte de cerca,Y danos la gracia de la santa reverencia.

"4YIV

La forma del servicio de adoráciátrhaA

"No te hemos amado como debiéramos,Ni nos hemos preocupado en que por ti

somos amados;Tu presencia fríamente hemos buscado,Y débilmente anhelado tu rostro ver.Señor, danos un corazón puro y amorosoPara sentir y poseer el amor que eres tú.

"No te hemos servido como debiéramos;¡Oh, los deberes que hemos dejado

inconclusos,La obra con tan poco fervor hecha,Las batallas perdidas, o apenas ganadas!Señor, danos el celo, y danos el poder,Para trabajar para ti, para pelear para ti.

"¡Cuándo te conoceremos como debiéramos,para reverenciarte, y amarte, y servirte

rectamente!¡ Cuando seremos, a pesar de los problemas,Perfectos en la tierra de luz!Señor, ojalá pudiéramos prepararnos día

tras díaPara ver tu rostro, y allá servirte."

Este himno es una elocuente confesión. Cuando secanta con unción, equivale a la declaración de Isaías:"Soy hombre inmundo de labios." Fue particularmentesignificativo al preceder a un sermón sobre la "perfec-ción."

Cuando se cantaban las últimas palabras del himno,

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el ministro caminó hacia el púlpito, de modo que cuan-do los adoradores cerraron sus himnarios, los colocaronotra vez en las bancas y miraron hacia el frente, ya lo vie-ron allí. El sermón fue expositivo, con la intención deaclarar la enseñanza de la Biblia sobre un tema quesiempre es relevante. El himno final fue el No. 279: "Noyo, sino él," escogido para reforzar la idea de que nues-tra perfección y nuestra salvación final dependen total-mente de Cristo.

Este orden de culto puede adaptarse para una iglesiapequeña. Se contará con un piano en vez de un órgano;puede que no haya coro para cantar respuestas; sinembargo los mismos himnos pueden cantarse, los mis-mos textos pueden leerse, las mismas oraciones ofrecer-se, el mismo sermón predicarse. Dios puede estar pre-sente con tal realismo tanto en una iglesia pequeñacomo en una grande. Los adoradores pueden sentir eltoque del carbón encendido del altar aun en la iglesiamás humilde. El mismo candor puede acompañar laadoración a Dios en una congregación de diez o de milpersonas. Mayormente dependerá de la planeación, lapersonalidad, el análisis, la habilidad del encargado delculto. ¡Dios estará presente si el predicador no le estor-ba en su camino!

En mi clase de culto en el Seminario, a menudo escri-bo en el pizarrón el siguiente orden, sin indicar su fuen-te de origen:

So

DoxologíaInvocaciónHimnoLectura bíblica

Y Adoradle La forma del servicio de adoración aavennsta

HimnoOfertorioMeditaciónOraciónRespuesta coralSermónBendición

Entonces pregunto a la clase a qué tipo de iglesiarepresenta este orden de culto. Algunos dicen que a unapequeña iglesia rural. ¡Imaginen su sorpresa cuando seenteran que yo copié ese orden de un boletin de la IglesiaPresbiteriana de la Calle Nueva York, en Washington, enel verano de 1947, cuando Peter Marshall era su pastor!El orden era sencillo, pero el servicio significativo gra-cias a un gran predicador que sabía cómo conducir elculto de modo tal que los elementos de la adoraciónestuvieran presentes.

He examinado veintenas de boletines de los serviciosde muchas iglesias adventistas y de otras protestantes.Ni dos son idénticos. Los mejores pretenden por su arre-glo lograr mucho: primero, intentan despertar un senti-do de la presencia anticipada de Dios en el servicio pormedio de llamados a la adoración, participaciones cora-les, invocaciones, respuestas corales y lecturas bíblicas.El encargado del servicio trata de cambiar una audienciaen una congregación desafiándola, a través de estadiversidad de formas, con la presencia de Dios.Segundo, intentan desarrollar una unidad de pensa-miento al escoger himnos, lecturas bíblicas, temas parala oración y participaciones musicales en armonía con elpropósito del sermón de ese día. Tercero, dan a la con-

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Y Adoradle

gregación la oportunidad de responder a la presencia yla gracia de Dios por medio de la confesión y dedicaciónmediante lecturas antifonales, himnos congregacionalesapropiados, ofrendas y decisiones personales.

Así como hay cientos de formas de construir unabuena casa, también hay muchas formas de diseñar uninspirador servicio de adoración. Continuando con laanalogía, hay ciertos procedimientos que no se debenseguir al construir una casa. No se puede colocar prime-ro el techo. La cimentación, de ninguna manera puededejarse para el final. Las necesidades de aquellos quevivirán en la casa no pueden ser ignoradas. Los serviciosde adoración se pueden construir de muchas formas,pero éste debe posibilitar el encuentro del hombre conDios en una atmósfera de temor reverente, con el pro-pósito de encontrar salvación y pureza, y una expectati-va de rededicación y crecimiento cristiano.

Hemos estado hablando en términos ideales. ¿En quéhemos fallado? Veamos a continuación el acto de la ado-ración como un todo, tanto en su orden como en su efecto general. ¿En dónde es que a menudo ha sido ineficaz?

Una debilidad ha sido pensar que los cantos, las ora-ciones, lecturas bíblicas y ofrendas son sólo actividadespreliminares del sermón, cosas de las cuales hay quedeshacerse rápidamente, de manera que el impacientepredicador pueda llegar lo más pronto posible al púlpi-to. Este punto de vista nos ha hecho "omitir la terceraestrofa" del himno, las lecturas bíblicas, etc.; es decir,correr con tal premura que no se logra ningún impactoen el adorador. De hecho, probablemente no sea correc-to llamarlo adorador. Él solamente es un oyente, alguienque está acostumbrado a una serie de actividades preli-

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La forma del servicio de adoración adventista

minares antes de disponerse a escuchar al predicador.Como pastor me había habituado a diseñar mi culto

para una hora exacta. A las 11:oo en punto, me dirigía yosolo hacia la congregación y discutía con ellos asuntoscomo anuncios y otras promociones necesarias que tení-an que ver con el programa de la iglesia. Lo realizabanormalmente en cinco minutos. Entonces bajaba de laplataforma. Momentos después, los ministros entraban,mientras se escuchaba el coro, órgano o piano. Para dife-rentes iglesias usaba distintos órdenes de culto, pero miplan siempre era que la predicación comenzara entre las11:25 y 11:30. El sermón terminaba exactamente a las11:55, y la congregación abandonaba el templo a las12:00 m.

Una secuencia bien planeada de himnos, oraciones,lecturas bíblicas y recolección de ofrendas puede efec-tuarse en un periodo de veinte minutos aproximada-mente. El sermón será mejor aprovechado si se lo limitaa veinticinco o treinta minutos. Deben evitarse dosextremos: la dedicación de escaso tiempo a aquellas par-tes del programa previas al sermón, y en consecuencia lapérdida de mucho tiempo al final.

Recuerdo una experiencia al comienzo de mi ministe-rio. Acababa de trasladarme a un nuevo distrito y estabapredicando en una de las cuatro iglesias que pastoreaba(además de enseñar Biblia en una escuela secundaria).El anciano hizo largos anuncios, leyó un artículo de laRevista adventista, ofreció una extensa oración, y finalmenteme dejó el púlpito a las 11:53. Luego me aseguró que yopodía tomar todo el tiempo que quisiera. "Tenemos todala tarde," dijo. Los niños estaban intranquilos. La gentemiraba sus relojes. Hablé durante siete minutos.

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Permanecí en ese distrito seis años y no tuve más pro-blemas de este tipo con esa iglesia.

Por otra parte, también me siento igualmente frustra-do cuando el anciano se apresura en la apertura y meentrega el púlpito a las 11:15. La gente no ha sido preparada para convertirse en una congregación que adora.Yo nunca pienso hablar cuarenta y cinco minutos enninguna iglesia. Se rompe el equilibrio del servicio.

Otro problema muy frecuente es la introducción dematerial inapropiado. La congregación canta un himno,alguien hace la oración, luego el anciano anuncia el díade campo, solicita suscripciones a la revista misionera, ydescribe el estado del presupuesto de la iglesia. Todosestos asuntos tienen su lugar y su momento, inclusive eldía de campo de la iglesia. Es cierto que la obra de laiglesia no debe subestimarse, pero la maquinaria tam-poco debiera sonar tan fuerte que ahogue la voz de Diosdurante la hora del culto. Esto mayormente es un asun-to administrativo. La mayoría de los negocios de la igle-sia pueden manejarse durante los minutos misioneros,el período de anuncios, a través del boletín de la iglesia,o por carta. Y recuérdese, una iglesia que realmente haadorado y respondido al llamamiento de Dios, tambiéntrabajará. La mejor promoción posible para tener unaiglesia activa es un programa efectivo de culto divino.

Debemos aprender a diseñar nuestros servicios conuna legítima preocupación por la belleza, por la idonei-dad y el propósito. Debemos evaluar los órdenes de cultopor sus resultados. ¿Están siendo llevados a la presenciade Dios nuestros miembros y visitas? La revistaChristianity Today, cuenta acerca de una visita que fue invi-tada a una majestuosa catedral. Esta hizo la ingenua

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Y Adoradle La forma del servicio de adoración adventista

pregunta: "¿Se salva alguien aquí?" La misma preguntapuede aplicarse a nuestros servicios de adoración. ¿Dioslimpia los corazones durante la hora del culto? ¿Se estánhaciendo decisiones por Cristo? ¿Se vincula a los niños yjóvenes con la iglesia porque aprecian lo que sucede enel culto divino? ¿0 acaso los "adoradores" van y vienencomo las puertas sobre sus bisagras, impulsados por lacostumbre?

La respuesta está en nuestras manos. Quiera el Señordarnos la gracia de convertir la adoración en aquello queél desea.

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Pemos discutido el servicio de adoracióncomo una unidad. Ahora echaremos unamirada más de cerca a sus diferentes partes.Si bien, un arreglo apropiado es importante,

cada parte que se ejecute con juicio y excelencia resultavital. Lecturas bíblicas bien seleccionadas, oraciones fer-vientes e himnos debidamente escogidos serán de utili-dad en casi cada secuencia que se siga; pero si los orde-namos en base a una secuencia significativa, aumentare-mos su valor. Por otro lado, el mejor orden carecerá designificado si las partes no se seleccionan y ejecutan ade-cuadamente.

Los capítulos cuatro y cinco de Apocalipsis nos dicenmucho sobre la adoración. A través del telescopio de lavisión profética, Juan vio el cielo mismo. Miremos por

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El contenido del servicio de adoración adventista

Entonces surge en la escena un Cordero: el símboloque más se repite en el Apocalipsis. El Cordero tomó elrollo con los sellos de la mano del Señor, "y cuando hubotomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinti-cuatro ancianos se postraron delante del Cordero; todostenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que sonlas oraciones de los santos; y cantaban un nuevo cánti-co, diciendo:

"Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos;porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redi-mido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo ynación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacer-dotes, y reinaremos sobre la tierra" (Apoc. 5:8-1o).

El cuarteto y el coro se combinan para ofrecer su cultoa Cristo, quien redime a los hombres para Dios.

Pero también otros deseaban participar en esta ado-ración:

"Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor deltrono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y sunúmero era millones de millones, que decían a gran voz:El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder,las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloriay la alabanza" (vers. ü, 12).

¿Puede imaginar la reacción de Juan mientras escu-chaba cantar a los ángeles? Pero algo mucho más gran-de estaba por suceder. El clímax recién iba a producirse.

"Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tie-rra, y debajo de la tierra, y en el mar y a todas las cosasque en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en eltrono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria yel poder, por los siglos de los siglos. Los cuatro seresvivientes decían: Amén; y los veinticuatro ancianos se

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encima de su hombro mientras él contempla la adora-ción en el cielo. ¿Qué vemos? Vemos a Dios sentadosobre un trono rodeado de un arco iris color esmeralda.Vemos veinticuatro ancianos sentados alrededor deltrono, vestidos de túnicas blancas y coronas de oro.Delante del trono se proyecta un mar de cristal y rode-ando el trono hay cuatro seres vivientes, indescriptiblespara el lenguaje humano. ¿Qué hacían estos cuatro serescelestiales?

"Y no cesaban día y noche, de decir:Santo, santo, santo es el Señor Dios Todo-poderoso, el que era, el que es, y que ha de venir"(Apoc. 4:8).

¿Y qué hacen los veinticuatro ancianos?"Y siempre que aquellos seres vivientes dan gloriay honra y acción de gracias al que está sentado enel trono, al que vive por los siglos de los siglos, losveinticuatro ancianos se postran delante del queestá sentado en el trono, y adoran al que vive porlos siglos de los siglos, y echan sus coronas delan-te del trono, diciendo:

"Señor, digno eres de recibirla gloria y la honra y el poder;porque tú creaste todas las cosas,y por tu voluntad existen y fueron creadas."

Estos ancianos, "redimidos de entre los hombres,"formaron un coro de veinticuatro voces de alabanza yadoración a Dios.

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postraron sobre sus rostros y adoraron al que vive porlos siglos de los siglos" (vers. 13, i4).

Pero la mejor parte de esta gloriosa escena de adora-ción en el cielo se encuentra en Apocalipsis 7. Otra vezvemos al mismo Dios en su trono, los miles de ángeles,los veinticuatro ancianos, y los cuatro seres vivientes.Pero en el versículo 9 aparece un nuevo grupo:

"Después de esto miré, y he aquí una gran multitud,la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus ypueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en lapresencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y conpalmas en las manos".

¿Quiénes son estos vestidos de blanco? El versículo 14revela que son los que "han lavado sus ropas, y las hanemblanquecido en la sangre del Cordero". ¿Qué hacen?Adoran a Dios. El versículo lo los presenta diciendo: "Lasalvación pertece a nuestro Dios que está sentado en eltrono, y al Cordero". Es un pensamiento solemne que,nosotros, en compañía de los ancianos, de los seresvivientes, los ángeles, y todos los ejércitos del cielo deDios, podamos algún día adorar a Dios y a Cristo en elmar de cristal. Todos podemos participar en este grandrama. Si esperamos adorar a Dios en ese gran día, ¿nodebiéramos aprender a adorarle aquí y ahora?

El simbolismo de la adoración en el cielo revela variosde los componentes del culto divino según sabemosHabía música. Todos los seres del universo cantaron susalabanzas a Dios. Había oración. Los incensarios de orocontenían las oraciones de los santos. Había ofrendas.Los veinticuatro ancianos echaban sus coronas delantedel trono. Había un sermón y una lectura bíblica. Las±apertura del rollo era una revelación de Dios. Era la

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parte didáctica del servicio. Los críticos dicen que estoscapítulos del Apocalipsis reflejan prácticas de culto con-temporáneas y liturgias modernas. Debemos recordarque la experiencia de Juan fue una visión de Dios, no laexpresión de una experiencia humana.

Y ahora veamos los materiales para la adoración. Elprimero es la Biblia. Siendo que reverenciamos laEscritura, ¿no es extraño que a menudo eliminemos lalectura bíblica de nuestros servicios de adoración? El lla-mamiento a adorar, si se hiciera, bien podría ser unaselección de la Biblia. ¿Sería erróneo tener tanto unaselección del Nuevo Testamento como del AntiguoTestamento para la lectura bíblica, como muchas igle-sias protestantes lo hacen? Una podría ser antifonal, laotra no.

En lugar de decir: "Ahora recogeremos las ofrendas,"¿por qué no citar uno de los muchos textos sobre mayor-domía, como 2 Corintios 9:7: "Cada uno dé como propu-so en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, por-que Dios ama al dador alegre"? El lenguaje de la adora-ción bien puede llegar a ser el lenguaje de la Biblia.Debemos usar la Escritura mucho más ampliamente delo que lo hemos hecho hasta ahora.

¿Y no deberíamos aprender a leer la Biblia? ¡Cuán amenudo leemos la Sagrada Escritura con vacilación y sinsentido! El director del culto debe ser alguien que ameinterpretar oralmente la Biblia. El domingo siguiente al"Día V", durante la Segunda Guerra Mundial, asistí alservicio de adoración de una sinagoga judía en Boston.Estaba ansioso de sentir la reacción de los judíos, quie-nes tenían una tremenda carga emocional por el conflic-to europeo. Recuerdo sólo un detalle de ese servicio. El

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cantor principal leyó con gran belleza y habilidad elsalmo nueve. Ningún sermón podía haber expresadomás sensiblemente la reacción judía a los eventos enEuropa. Aún puedo oír a aquel cantor que leía:

"Mis enemigos volvieron atrás; cayeron y perecierondelante de ti. Porque has mantenido mi derecho y micausa; te has sentado en el trono juzgando con justicia...

"Los enemigos han perecido; han quedado para siem-pre desolados; y las ciudades que derribaste, su memo-ria pereció con ellas...

"Jehová será refugio del pobre, refugio para el tiempode angustia...

"Ten misericordia de mí, Jehová; mira mi aflicciónque padezco a causa de los que me aborrecen, tú que melevantas de las puertas de la muerte; para que cuente yotodas tus alabanzas en las puertas de la hija de Sion, yme goce en tu salvación. Se hundieron las naciones en elhoyo que hicieron; en la red que escondieron fue toma-do su pie...

"Pon, oh Jehová, temor en ellos; conozcan las nacio-nes que no son sino hombres".

¡Qué lección bíblica fue ésa! Por qué no podemosleer grandes pasajes de las Escrituras a nuestras congre-gaciones, de tal modo que los oyentes sean conscientesde su grandeza y su relevancia para la vida moderna?

El segundo gran aspecto de la adoración es la oraciónpública. Las oraciones usuales en nuestros servicios sonla invocación, la oración por las ofrendas, la oración pastoral, y la bendición. No necesitamos más oraciones,pero sí mejores oraciones.

Qué es una invocación? No es otra oración pastoral.Es una oración breve en la que la presencia de Dios y su

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bendición se invocan sobre la congregación. Ésta tam-bién puede convertirse en puro formalismo. Pero plane-ada inteligentemente, puede llegar a ser significativa yvaliosa. Podemos estar seguros que no valdrá la pena amenos que hagamos un esfuerzo por cambiarla. Unestudio de algunas invocaciones modelo, según el patrónestablecido para el culto público pueden darle al directordel culto ideas que puede usar según su conveniencia.

Lo dicho acerca de la invocación también se aplicamayormente a la oración por las ofrendas y la bendición.Ambas llegarán a ser "vanas repeticiones", si no se pla-nean con inteligencia. Si vale la pena realizar estas ora-ciones, conviene planearlas. Esto no significa que debanser leídas o memorizadas, pero el que hace la oracióndebe tener cierta idea de lo que va a decir antes de pro-nunciar una palabra.

Uno de los mejores libros sobre la oración pública setitula La oración pública efectiva, de Robert L. Williamson,publicado por la Broadman Press de Nashville en 196o.Este libro merece ser leído por todo ministro. Presentaréalgunas citas. En su capítulo introductorio, Williamsondice:

"Desde luego, el Espíritu de Dios no está sujeto.Puede acercarse a nosotros no importa las condiciones.A pesar de obstáculos como himnos imposibles, sermo-nes agotadores, oraciones interminables, y coros agoni-zantes, Dios puede aún encontrar formas y medios deabarcar a una congregación sufriente y comulgar conella. Pero, por otro lado, si aquellos que dirigen el cultopúblico están verdaderamente listos para su oficio, nosólo sintonizándose ellos mismos con Dios, sino tam-bién habiendo preparado cuidadosamente cada fase del

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culto divino, tanto más rápida y claramente el grupo deadoradores captará el sonido del `silbo apacible y deli-cado'."

Con respecto a la oración, dice:"Si bien la predicación es de suprema importancia

porque en ella el ministro busca convertirse en la voz deDios que habla al pueblo, también debemos decir que laoración pública es tremendamente importante porqueen ella el ministro se convierte en la voz de su pueblo quehabla a Dios."

Williamson enumera las faltas comunes de la oraciónpública bajo los siguientes encabezados: (1) falta de pre-paración, (2) duración excesiva, (3) pobre presentación,(4) referencia monótona a la Deidad, (5) referencias per-sonales, (6) predicación disfrazada de oración, (7) ora-ción privada en vez de pública. Bajo las cualidades dese-ables de la oración pública aparecen: (1) corporeidad,(2) fervor, (3) duración razonable, (4) frescura del len-guaje y pensamiento, (5) concreción, (6) progresión, (7)expectativa, (8) dedicación de la vida como meta. Todosestos puntos merecen más atención.

Con respecto a la función de la oración pastoral,Williamson dice:

"¿Qué es, entonces, la oración pastoral? Es un tiempoen el cual el ministro, junto con su congregación, se con-vierte en una voz para ofrecer sus oraciones a Dios. Nosólo se hace confesión personal, sino también confesiónde la iglesia. No sólo hay acción de gracias a Dios por susbendiciones diarias, sino también por su gracia derra-mada sobre la iglesia. No sólo se anima a cada cristianoa rendir su vida a Cristo, antes bien la iglesia misma es

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guiada hacia esas sendas de servicio por las que Dios ladirige y se entrega de nuevo a su santa voluntad."

La oración pastoral, dice Williamson, debe incluir (1)adoración, (2) confesión, (3) acción de gracias, (4) peti-ción, (5) intercesión y (6) dedicación. Él observa:

"Algunas oraciones están cargadas de tristeza.Muchas se regocijan en las bendiciones recibidas. Otrashan perdido el sentido de la presencia de Dios. Aun algu-nas más son avergonzadas por el pecado. La oraciónpastoral debe estar balanceada de tal manera que searealmente una experiencia de oración para cada creyen-te de este pueblo."

Se nos da un excelente consejo referente al lenguajede la oración.

Primero, debe ser digno, dicho de un modo "reveren-te y considerado." Segundo, debe ser variado. Las mis-mas viejas expresiones no deben repetirse de la mismamanera, semana tras semana. Tercero, el lenguaje de laoración debe ser claro. Enfatice los verbos y los sustan-tivos en vez de los adjetivos. Cuarto, debe ser estimulan-te. Mucha gente no escucha durante la oración. CuandoPeter Marshall oraba diciendo: "Donde estamos equivo-cados, ayúdanos a cambiar, y donde estemos en locorrecto, refuérzanos," la gente escuchaba. Debe haberuna atmósfera de candor mientras el ministro ora.Quinto, el lenguaje debe ser reverente. El "tú" no debeser sustituido por el "usted" al dirigirse a Dios. El len-guaje de la Biblia no puede ser mejorado como lenguajede la oración.

Si han de seguirse estos consejos, significa que lasoraciones deberán prepararse, lo cual no quiere decirque deban necesariamente ser escritas y leídas. Parte de

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la preparación está en la devoción personal. "Para orarcorrectamente, es necesario haberlo hecho antes." Otraparte de la preparación consiste en la lectura devocional,y en pensar y preocuparse por el pueblo a favor del cualoraremos. En cierto modo el predicador debe fijar en sumente los puntos principales que desea abarcar en suoración. Esto asegurará lo que es importante, y al mismotiempo le permitirá sentirse libre de añadir según lo guíeel Espíritu. La preparación debe ser directiva, no restric-tiva. La oración debe contener vida, devoción, y pensa-miento. Williamson dice:

"Probablemente el mejor método sería que el minis-tro ore extemporáneamente siguiendo una cuidadosapreparación. Que planee la oración, la bosqueje, la pien-se cuidadosamente, y tal vez la escriba completamente.Pero en el momento de orar que deje a un lado el manus-crito y, quizá con sólo unas notas en la mano, ofrezca laoración de todo corazón. Puede que ésta salga tan sua-vemente como si fuera leída. Puede que por momentosvacile en una palabra o frase. Pero no sonará como unarecitación o una lectura. Sonará como una oración.

"Esto no significa echar por el suelo toda la prepara-ción cuidadosa que se haya hecho. A través de la plane-ación, la meditación, el bosquejo, el escrito del ministro,su propio corazón se llena, de modo que esté mejorcapacitado para guiar a su pueblo al Señor cuando ora.

"Uno debe recordar que en la oración pública, cuan-do las cabezas están inclinadas y los ojos cerrados, elúnico contacto que el ministro tiene con la congregaciónes a través del oído. Debe proponerse, entonces, usar suvoz de tal manera que obtenga las mayores ventajas.Siendo que el ambiente es de profunda devoción, el

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ministro hablará quedamente y en tono bajo. Un tonointermedio es aceptable, pero si la voz se vuelve alta ychillona, les sonará mal a los oyentes. El ministro nodebe vacilar ni sentirse inseguro de su habla; pero tam-poco debe ser vehemente ni dictatorial. Que recuerdeque no está dándole órdenes a Dios, sino buscando lagracia divina."

El último capitulo de Williamson es un inspiradortratado de los frutos de la oración pública efectiva.Afirma que una seria atención a esta fase de la obra deun ministro profundizará su propia vida espiritual. Éldice: "Si el ministro no toma tiempo para preparar susoraciones por amor a su pueblo, debiera hacerlo poramor a sí mismo." También reafirma que la oportunaoración pública enriquecerá el servicio de adoración.Contribuirá a evitar la idea de que nada importa sino elsermón. Puede fortalecer la vida de oración del pueblo."Los ministros siempre culpan a sus miembros de noorar más de lo que ellos oran. Quizás, por lo menos, enparte la dificultad reside en que cuando los miembrosvienen a la iglesia, no escuchan allí ninguna oraciónreal.

"¿Qué le ocurriría a nuestros miembros si cadadomingo escucharan algunas oraciones genuinas,urgentes y expectantes? Si cada semana tuvieran unaexperiencia de examen del corazón y confesión del peca-do, ¿quién puede decir que no irían a sus casas y pasarí-an más tiempo sobre sus rodillas? Si en la oración públi-ca cada cristiano fuera guiado a ver nuevamente la ple-nitud de la gracia de Dios y vaciarse en gratitud sobre el,¿no será que con el paso del tiempo se caracterizarán portener un corazón agradecido de modo que ellos también,

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como Pablo dice, den `gracias en todo'? Si bien el minis-tro acerca a su pueblo al trono de la gracia y anuncia sudeseo de acabar con el descuido y la indulgencia de suvida, y en vez de ello pide que sus vidas sean conforma-das a la imagen de Cristo para que puedan compartir elgozo de su reino eterno, ¿quién puede decir con seguri-dad que con el tiempo los miembros no mirarán cada díacomo una oportunidad para renovar su dedicación y rei-niciarla con una sincera oración: `No se haga mi volun-tad, sino la tuya'?"

No puedo agregar mucho a estas citas, excepto urgir-los otra vez a que lean el libro. Mi reacción cuando lo leipor primera vez poco después de su publicación fue unasensación de profunda insatisfacción con mis oracionesen público. He aquí un área donde necesitamos mejorar.Este cambio vendrá sólo como resultado de un esfuerzodeterminado, personal y dedicado. Es algo que no puedeser votado o legislado. Sólo cuando nosotros, cadaministro del evangelio, mejoremos nuestras oracionesen público esta parte del culto será realzada.

Estoy seguro que muchos de ustedes están pensando:"Pero los ministros no hacen la oración en público. Losancianos, las visitas, u otros cumplen esta función." Estoes cierto en gran medida. Conviene a nuestros ancianosofrecer la oración pastoral a veces, pero no siempre. Sinembargo, el ministro no debe delegar completamente'esta función de su ministerio. Tampoco sería cortés quea un ministro visitante se trate de impresionar dándolecomo participación en el servicio la oración pastoral.

Si un anciano hará la oración, debe decírsele variosdías antes del sábado. Probablemente un poco de ins-trucción para los ancianos en cuanto a la oración en

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público podría ser valioso en algunos lugares. Un ejem-plar del libro de Williamson sería invaluable para labiblioteca de la iglesia.

Recordemos esto: la oración pastoral puede ser unaparte tan importante del culto como el sermón.Tratemos de que así sea.

La siguiente área que preocupa es aquella donde losángeles temen pisar: la música en la iglesia. Toco estetema no como músico sino como pastor. Estoy consciente de que existe mucho conflicto en esta área. Algunossostienen que sólo lo más refinado de la música eclesiás-tica, según los músicos profesionales, debiera usarse enel servicio. Esta norma excluiría muchos de los cantos denuestro himnario y mucho de lo que comúnmente se usapara preludios, ofertorios, posludios y respuestas. Otrosafirman que el gusto musical de la congregación debe serel factor decisivo; que la música debe ser provista parasatisfacer a la mayoría. Esto definitivamente inclina labalanza en la dirección del himno tipo "gospel" y lamúsica de tipo más rítmico y romántico. Qué debehacer el pastor, especialmente si ambos puntos de vistatienen el respaldo de grupos influyentes de su iglesia?

Reconozco que mis sugerencias sobre esta materia novan a complacer a ninguno de los dos grupos. Me temoque seré como el soldado de la Guerra Civil que vestía untraje gris y pantalones azules y le disparaban de amboslados. No pretendo comprometerme con ningún lado,pero honestamente objeto tanto una dieta regular deBach como otra de George Beverly Shea. No puedo sinosentir que ambos tienen su lugar.

Jones, en su sección sobre la música, establece tresprincipios que creo son dignos de consideración. El pri-

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m euro será abiertamente desafiado por algunos músicos:"I__t música es un complemento necesario de la adora-cic-n, pero nunca un fin en sí misma." Luego amplía estepriincipio cuando dice:

Una de sus funciones principales es producir elan-nbiente y estimular las emociones que contribuyen alespíritu de la adoración. Si no lo logra, o si crea unan-nbiente o emociones contrarias al espíritu de la adora-cib.n, entonces falla. Si se sale de los propósitos de laadoración, y sólo da paso al mejoramiento del gustomuasical de la congregación en general o si sólo pule aartiistas con habilidades musicales, ha perdido su valorrelii igioso."

Momo un recurso de la adoración, algunas de lasmeJjores músicas están representadas por los grandeshiirxmos de alabanza. En un artículo del Ministerio, dediciiembre de 1959, el Profesor Haroldo Hannum reco-merndó doce de estos himnos, propios por su inusualexceelencia. Ellos son: "A ti, glorioso Dios" (No. 74);"Et®erno Dios, mi Creador" (No. 72); "Aquí reunidos"(No a . 8); "Al contemplar la excelsa cruz" (No. 91); "Venid,con cánticos, venid" (No. 7); "¡Oh Rey eterno, avanza!"(No-, . 375); "En la célica morada" (No. 507); "A Dios seaglori'ia " (No. 141); "Engrandecido sea Dios" (No. lo); "OhPadrre, eterno Dios " (No. 23); "Con gozo canto al Señor"(No_,_ 322); y "De esclavitud" (No. 274). Himnos comoéstoes promueven el espíritu de adoración y deben seraprer-ndidos y usados ampliamente.

Pc ero esto levanta una seria pregunta. Supongamosque t usted dirige a una congregación de gente localizadaen uitn área de mediano nivel cultural. Algunos de loshimrmos más fáciles anteriormente mencionados son

posibles de aprender. Algunos otros jamás serán acepta-dos. Y esto nos lleva al segundo principio de Jones: "Lamúsica debe estar dentro del rango de apreciación de losadoradores." Él continúa diciendo: "Ellos deben enten-derla y apreciarla, musicalmente hablando, y reaccionarespontáneamente. Debe encajar en sus necesidades.Ellos deben usarla entusiastamente como una expresiónde sus sentimientos. De otra manera carecería de signi-ficado, de valor, como un vehículo de adoración."

Es aquí donde se pelea la batalla. Los puristas no pue-den aceptar este punto de vista. Lo consideran como unaconcesión al gusto popular degenerado. En 1961 laPrensa Asociada divulgó un artículo titulado: "Pastorsuplica se preserven los himnos antiguos." En él sedecía:

"Ha surgido recientemente una voz del interior paraprotestar contra las decisiones de especialistas en músi-ca eclesiástica de eliminar los himnos evangélicos anti-guos de los himnarios.

"El proceso ha estado en marcha por algún tiempo, envarias denominaciones.

"Al realizar un trabajo de revisión del Himnario Metodista,el Rev. Roy Delamotte, pastor en Kentucky y Tennessee,y una comisión, desató la firme protesta a favor de loshimnos evangélicos sencillos.

"Si bien la música puede ser un asunto relacionadomayormente con las clases altas, tiene que ver tambiéncon el gusto de las masas, escribe en el último númerode la revista de la iglesia": El abogado cristiano.

"La mayoría de los himnarios denominacionales haneliminado muchos himnos evangélicos, como `En elmonte Calvario' y `Trayendo las gavillas,' los cuales han

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sido sustituidos por himnos más clásicos, muchos deellos basados en cantos medievales y corales.

"El Rev. Delamotte, joven ministro que tiene un doc-torado de Yale, sostiene que si bien los himnos tipo "gos-pel" tal vez no sean lo mejor musicalmente hablando, lagente sencilla los canta con entusiasmo, y eso vale másque `un silencio rencoroso'.

"Si un metodista devoto se emociona cantando `Hayun mundo feliz más allá,' de ninguna manera insistiréque cante en su lugar aquel bonito y antiguo himno delaño 1336 llamado `A la hermosa Trinidad,' añade.

"Él dice que las preferencias en materia de himnos dela gente común necesitan reconocerse 'si todavía tene-mos esperanzas de evitar que nuestra una vez dinámicadenominación se estrangule para siempre con un collarblanco.`

Sea cual fuere nuestra inclinación personal, tenemosque respetar este punto de vista. Creo que cada ministrodebe tratar de seleccionar la música de su iglesia de talforma que esté definidamente por encima del rangomedio de apreciación de sus adoradores. Debería tratarde elevar con tacto y paciencia este rango de aprecia-ción; pero para lograrlo, no tiene que adelantarse tantoa la congregación de manera que se corte la comunica-ción. Debería tratar de sacarlos del conformismo con loinferior, sin crear el "silencio rencoroso" que es el resul-tado de introducir muy rápidamente lo desconocido. Porotro lado, estoy convencido de que tenemos muchoshimnos que son tanto musicalmente aceptables comodignos de cantarse. De esta categoría debiera hacerse lamayoría de nuestras selecciones. Jones establece muybien este principio:

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"El esfuerzo por elevar el nivel musical de los himnoses loable, pero si esto se convierte en un fin en sí mismo,puede fácil y rápidamente destruir el propósito de losmismos, que es cantar el evangelio en las vidas de losadoradores. No es necesario que todos los himnos delculto sean magnificentes, dignos de ser transmitidos degeneración en generación. Mucha música buena muerecon la generación que la produjo y la encontró satisfac-toria."

El tercer principio de Jones es que "la música de laiglesia debe ser el medio para el desarrollo, la expresióny la transmisión de la fe evangélica". La música que noarmoniza con la teología de los usuarios no debe sertomada en cuenta.

Helmut Thielicke, en su libro El problema con la Iglesia,

habla de cuando acompañaba a cierto grupo de sus estu-diantes a un campo de refugiados para ministrar a laspersonas más pobres entre los pobres. En las nochestenían reuniones con aquellos que iban a ser "embarca-dos" al día siguiente. Después del sermón, se les pedía alos miembros de la congregación que seleccionaranalgún himno. Casi invariablemente elegían himnos tipo"gospel" (evangélico), de los no considerados apropia-dos para el servicio religioso por los músicos profesio-nales.

Thielicke declara que se sintió "un poco nervioso" alprincipio, pensando que sus alumnos estarían sufrien-do de "tormentos estéticos" por tener que cantar estoshimnos.

"Pero, entonces, ellos vieron cómo esta gente se entu-siasmaba y emocionaba; empezaron a ver lo que esoshimnos pueden significar para gente en tan dificil situa-

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ción. Ellos incluso vieron lágrimas, y no podían ignorar-las tachando esa manifestación de "sentimentalismo".También fueron tocados por la devoción con que canta-ban aquellos a quienes consideraban cristianos creyen-tes. Y de repente estos jóvenes, amantes de la estéticalitúrgica sufrieron un cambio: les empezaron a gustarestos himnos. ¡No porque su juicio estético acerca deellos hubiera cambiado! No había cambiado en absolu-to. Sino porque vieron que la estética aquí no encajaba,o que más bien era incapaz de explicar el misterio de loque estaba ocurriendo allí.

"Esos himnos repentinamente estuvieron cargadosde fe, esperanza y devoción en los labios de aquellos quelos cantaban. Por tanto, no era paja sentimental, sinoque tenía fondo y trascendencia. Era como si ellos mis-mos hubieran sido justificados por la fe de aquellos quefueron edificados por esos himnos; como si hubieranrecibido una especie de `justicia extranjera' (y por lotanto no su propia justicia estética)."

Cuando un ministro pierde la habilidad de identifi-carse con su pueblo, cuyos gustos estéticos son inferio-res a los suyos; cuando ya no puede penetrar más en suexperiencia y disfrutar la expresión de culto que paraellos sí tiene significado, ha perdido una de las bellascaracterísticas de un pastor. Las altas normas estéticasson encomiables. No veo por qué un grupo de ministrosreunidos escoja pocos himnos de los mejores; y sinembargo, estos mismos ministros deberían ser capacesde penetrar sabia y prudentemente en el fondo de aque-llos himnos que traen paz y esperanza a la gente que havivido en un nivel cultural diferente.

Se puede decir mucho más acerca de la música. Pero

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en resumen diremos que los mismos principios deespontaneidad, candor espiritual y significado que rigenintegralmente el culto adventista, deben también regir laelección de la música para nuestros cultos. Los himnos,preludios, respuestas corales, introitos, deben ser apro-piados para la ocasión, comprensibles para la mayoríade la congregación, y ejecutados para la gloria de Dios yno para el ego del ejecutante. Seamos suficientementeflexibles al considerar las diferencias individuales, ysuficientemente firmes para no impedir aquello quepodría ser lo mejor.

Esto requerirá gran sabiduría y tacto de parte delministro. Es posible que debilite su servicio de adora-ción errando en cualquiera de estas dos direcciones.Sólo a través del conocimiento de la música, de la gentey de los objetivos del culto adventista puede el ministrohacer decisiones correctas.

El otro componente de la adoración, el sermón, lodiscutiremos en el último capítulo. Un área más, sinembargo, demanda nuestra atención al considerar laefectividad del culto adventista, y se trata del servicio dela comunión. No discutiremos en detalle la forma deconducirlo, pero un estudio del culto público no estarfacompleta si no consideráramos algunos aspectos delculto en este importante servicio.

En el servicio de la comunión la adoración debealcanzar su máxima expresión, toda vez que los símbo-los pueden hacer más real la presencia de Dios. Y, sinembargo, ningún servicio puede degenerar más en unamuerta informalidad, que la Cena del Señor.

Los adventistas celebran la ordenanza del lavamientode los pies antes del servicio de la comunión. Esta orde-

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nanza puede estar cargada de adoración si se entiendeque es un memorial de la humillación de Cristo y un sím-bolo de limpieza espiritual. Puede ser totalmente apabu-llante para el yo, si los participantes están preparadospara saludarse mutuamente, como demostración de queson lo suficientemente "humildes" para hacer algo quesus hermanos Bautistas o Metodistas vacilarían enhacer. El valor de la adoración en este servicio se refleja-rá en el cuidado con que haya sido planeado, por la quie-tud y reverencia con que se realice, por la idoneidad delas instrucciones dadas por el pastor y por la condicióndel equipo.

El servicio de la comunión, de la misma manera, debeser significativo bajo la dirección del encargado delculto. Si un sermón sobre este servicio es necesario odeseable, debe predicarse un sábado antes. El día delservicio, el sermón bien puede limitarse a sólo diezminutos, y debiera tratar de algún aspecto pertinente oimplicado en el servicio. Si bien se aplicarán ciertas nor-mas bíblicas, ¿por qué no variar las lecturas de tiempoen tiempo? Los Evangelios y las Epístolas están llenos decitas apropiadas, especialmente la Epístola a losHebreos. En cierta ocasión vi al Dr. Haroldo JohnOckenga conducir un servicio de comunión en la IglesiaCongregational de la Calle Park, en Boston. Mientrasdistribuía las fuentes y los platos a los diáconos, leyóporciones apropiadas de las Escrituras, una después dela otra. Ello le sumó efectividad al acto.

Uno de los problemas más comunes en el servicio dela comunión es el factor tiempo. Desarrollar el serviciodurante una hora y media o dos, lo torna ineficaz. Concuidadosa planificación todo puede hacerse, sin prisas,

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El contenido del servicjo de adoratiA ad9enMtP f,-

0TECen una hora y quince minutos, apartando diez minutospara el sermón y un tiempo especial para detalles delevento. Una gran ayuda para recortar y profundizar esteservicio es la instalación de pequeños depósitos para lascopas de la comunión en el reverso de las bancas. Eniglesias donde se usan butacas, un depósito o apoyo des-montable de aluminio cumple perfectamente esta fun-ción. Todo lo que se vea será una pequeña repisa queestará casi al nivel del respaldo de la butaca.

A través del servicio, debe prevalecer un espiritu degozo. El tema es la salvación por medio del sacrificio deCristo. Es un memorial de nuestra liberación del poderdel pecado y un recordatorio de nuestra eterna reden-ción. A veces nos conformamos solamente con hacerlotodo correctamente. Somos cuidadosos en el manejo delpan y del vino. Plegamos los manteles pulcramente ydistribuimos los emblemas con precisión; sin embargo,falta el espiritu. No discernimos "el cuerpo del Señor." Silo hiciéramos, saldríamos radiantes.

Como todos los servicios de adoración, éste debe serbien planeado. El líder del culto debe pasar largas horasmeditando, preparando, renovando su apreciación de susignificado. Sólo así, la asistencia aumentará. La iglesiapronto necesitará incrementar su equipo. Y, lo másimportante, los miembros de la iglesia estrecharán mássu relación con Cristo y con sus hermanos.

Haroldo Fey, en su libro La Cena del Señor, dice:"En cierta ocasión una iglesia que no contaba con un

ministro pagado de tiempo completo, ni sacerdocio, nicatedrales, ni templos, ni donaciones, ni obispos asalariados o secretarias, ni publicidad, excepto las mentirasdivulgadas por sus enemigos, estaba por desintegrarse,

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entonces decidieron colocar las bases de una nueva civi-lización. Su poder no provenía de ellos. Sólo tenían undon. Este les fue dado en reuniones de pequeños gruposque se daban cita antes del amanecer en casas de callesocultas y en cuevas subterráneas de Roma. Los que secongregaban escuchaban sermones muy pocas veces,sólo cuando hombres como Pablo, el tendero, volvía deviaje. Pero cuandoquiera se reunían, partían el pan conalegría y sencillez de corazón, y compartían la copa delpacto con Cristo. ¿Qué tenía esa iglesia que no tengamosnosotros ahora?"

Elena de White comenta al respecto:"El daño de la adoración formal no puede ilustrarse

con trazos demasiado exagerados; sin embargo, no haypalabras que puedan ilustrar apropiadamente la profunda bendición del culto genuino" (Testimonios para la iglesia,

tomo 9, pág. 143).Debemos tener una forma, mas no caer en el forma-

lismo. Y la forma debe corresponder al contenido.Cuando cada lectura bíblica interprete el verdadero sig-nificado del pasaje; cuando cada oración sea una obramaestra de disciplinada devoción; cuando cada himnosea la expresión de un alma dedicada; cuando cada ser-món traiga a los hombres a los pies de la cruz, entoncesla adoración cumplirá su propósito. Dios será glorifica-do, y su pueblo será edificado.

Ioó

Y Adoradle

log

hecho de que se haya comentado poco acer-ca de la predicación hasta el momento, nodebe interpretarse como que ésta sea unaparte menos importante del culto. De propó-

sito he reservado mis comentarios sobre la predicaciónpara el último capítulo, asumiendo que el tema másimportante merece la posición más prominente.

Charles Reynolds Brown, en su excelente volumentitulado El arte de la predicación, ha expresado el caso en estostérminos:

"El destino de nuestro cristianismo protestante está, ami juicio, condicionado en gran medida por el engrande-cimiento y el decaimiento de la predicación efectiva. Siusted leyera la historia eclesiástica, pasando por cadalínea, descubriría que así es. Hay países donde los minis-

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tros del culto tienen el privilegio de contar con la arqui-tectura más majestuosa que se pueda encontrar sobre lafaz de la tierra para sus templos; han sido capaces dedesarrollar y mantener las formas más ornamentadas eimpresionantes de liturgias alguna vez imaginadas porlos hombres; han tenido el privilegio de usar las más altasexpresiones del arte, colocando en sus altares y para eladorno de sus nichos aquellas pinturas que son verdade-ras obras de arte, así como estatuas de mármol tan noble-mente cinceladas por la mano del escultor que parecenhablar; y son capaces de recibir la contribución de lomejor que hay en música, ofrecida por maravillosos órga-nos y coros celestiales para inspiración de las congrega-ciones y oyentes. Y, sin embargo, si en todo ello faltara laviva voz de un hombre que hablara en el nombre y bajo elpoder del Dios viviente, sobrevendría una irresistible yprogresiva declinación de la vida religiosa de esa tierra...

"Y contrariamente, ha habido territorios donde todoslos accesorios para el culto público y la calidad total delculto espiritual eran fríos y desnudos, como el caso delCentro de Convenciones de Nueva Inglaterra, edificadoen una colina solitaria, pintado de blanco, con celosíasverdes y cristales de vidrio claro cortados a veinticuatropor treinta centímetros. Pero en la misma cara de taldesventaja estética, la vida religiosa de esa tierra se elevóen poder, esplendor y firme devoción a través de la revi-talizante influencia de la excelente predicación."

¡ Mis amigos, la predicación no tiene sustituto! Endécadas recientes el reavivamiento litúrgico ha margina-do al predicador, dándole preferencia al altar. El sermónha sido recortado mientras que la liturgia fue alargada.En 1961 un rector episcopal, Stephen F. Bayne, Jr.,

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La predicación y la adoración

publicó un libro titulado Entrad con regocijo. Él se sentíaobligado a poner a sus compañeros ministros a trabajardada su descuidada predicación. Dijo:

"Ahora quiero decir algo... acerca de la predicación...Mucho del problema que enfrentamos en la adoraciónen nuestro tiempo se debe al hecho de que nos concentramos demasiado en la adoración, y no lo suficiente enla comunicación de la Palabra de Dios...

"La comunicación de la Palabra de Dios es el corazónde todo el culto; y cualquier servicio donde éste no seaun elemento básico, es un servicio incompleto."

Simpatizamos con este sentimiento, pero puede sor-prendernos el hecho de que sea necesario expresarlo. Senos recuerda que el sermón está a la defensiva. Ha perdido el interés de mucha gente que está feliz de partici-par en la liturgia formal. Si esto no fuera verdad, no seríanecesario escribir una apasionada defensa del sermóncomo la que se encuentra en un editorial de hace años dela revista Christianity Today:

"¿Qué, acaso ya no es importante el sermón? ¿Es lapredicación anticuada? ¿Qué habrá querido decir Jesúscuando dijo a sus discípulos que predicaran, y que estaría con ellos hasta `el fin del mundo'? Piense en unmundo donde jamás se pronunció ni escuchó un ser-món. ¡La historia tendría que alterarse notablemente!¿Qué habría pasado si Moisés, Amós, Jesús, y Pedro nohubieran hablado? ¡Imagínense que tengamos a Pablo,Savonarola, Lutero, Wesley, Moody y Graham en unaconvención diciendo entre ellos: `La predicación es fútil;los sermones están fuera de moda!'

"Ellos cambiaron estructuras sociales, sacudierontiranías, liberaron a las masas de la esclavitud y la

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superstición con la predicación. A través de la proclama-ción de la Palabra vieron millones de rostros encendersecomo un millón de anuncios de neón, caras que algunavez no contaban con un futuro. Testificaron de corazo-nes que habían sido atados por la muerte y se levantarontriunfantes en vida como lo hiciera Cristo de la tumba.¿Diremos a esa compañía que la predicación fue dejadaen el olvido, reemplazada sólo por instrucciones tibias eindirectas, letanías y cánticos fríos? ¿O por centros deatención juvenil para la recreación, o banquetes para losancianos? ¿Por cientos de comités y concilios carentesde un espíritu dinámico?

"Hubo un hombre enviado de Dios, dice el brillanteEvangelio de Juan. Y algunos ministros modernos dirán:` ¿Qué tan bueno está mi sermón de 20 minutos para eldomingo de mañana? Todos están aburridos. ¡Muchosduermen!' Traten de decir eso a Juan que vino a dar `tes-timonio de la Luz.' Su dieta era extraña, su vestido extra-ño; una roca de Judea era su púlpito, el cielo su taberna-culo, su bautisterio un lodoso río. Sin duda alguna sussermones duraban más de 20 minutos. Eran estremece-dores, y probablemente sonaban `dogmáticos.' Peroalguien escuchó; no todos estaban aburridos, ¡y pocosdormían! Pero Juan fue enviado. No era alguien que seespaciaba en definiciones, era un proclamador. Habíalavado su alma en las corrientes espirituales; por mediode la oración había confrontado a Dios; había templadosu espíritu por medio de la disciplina. Jamás pensó niimaginó cambiar su púlpito de piedras para realizar unformidable servicio de adoración. ¡Ni siquiera si ángelesdirigieran los procesionales o recesionales!... ¡Intentaddecirle que una liturgia apropiada es más importante que

Y Adoradle La predicación y la adoración

la proclamación de la Palabra Viva del Dios viviente!"Podríamos continuar avivando el fuego de esta bata-

lla, pero no es necesario. Cada uno de nosotros está con-vencido de la importancia de la predicación en contras-te con la liturgia. Reconocemos que la proclamación dela Palabra de Dios es vital en el servicio de adoración.Espero que hayamos captado la visión de un serviciobalanceado, donde las lecturas bíblicas, la oración, lamúsica, y la predicación se combinan armoniosamenteen un culto espiritual.

Sólo en casos aislados la predicación adventista hasido disminuida por la liturgia. Nuestra adoración se hainclinado en otra dirección. Pero estoy convencido deque tenemos un problema con nuestra predicación. Sibien es cierto que raras veces hemos sacrificado la pre-dicación en aras de la liturgia, a menudo lo hemoshecho, siento yo, por la fascinación de manejar un pro-grama. Me preocupan ciertos comentarios de algunosamigos laicos acerca de los ministros. Con cuánta fre-cuencia dicen cosas como éstas:

"Él es un obrero trabajador, un buen administrador,un experto en finanzas, pero tiene poco o nada de predi-cador."

"Es un buen visitador, es bondadoso, es bueno con losjóvenes, pero no sirve para predicar."

"Es sincero y honesto, se lleva bien con la gente, todoel mundo lo respeta, pero con seguridad nos pondrá adormir el sábado de mañana."

"Es un erudito, tiene buenas ideas, tiene una mentebrillante, pero no sabe comunicar sus ideas."

En ocasiones los predicadores parecieran enorgulle-cerse del hecho de que pueden hacer muchas otras cosas

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mejor que predicar. ¿Nunca se pusieron a pensar quecada congregación puede contar con laicos que aventa-jen al pastor como administradores, financistas, hom-bres de relaciones públicas, eruditos y constructores?Pero hay un lugar donde el pastor no debe tener igual, yése es el púlpito.

Comprendo que es más fácil preocuparse por muchosasuntos, andar perpetuamente corriendo de aqui paraallá, que dedicarse a realizar lo necesario para tener unabuena predicación. Un predicador debe atender asidua-mente todas las fases de su trabajo. Pero sigo sostenien-do que la predicación no tiene sustituto.

Cuando el predicador se dirige a un lugar de negociosel lunes de mañana para hablarle a uno de sus feligreses,¿recordará inmediatamente este hermano el inspiradorsermón que su pastor predicó dos días antes? ¿O recorda-rá su aburrimiento, o que el tema insultó su inteligencia?La influencia de un predicador al convivir con sus miem-bros durante la semana se ve afectada en parte por lo quehace entre las once y doce de la mañana del sábado.

Cuando un predicador se sienta con su junta directi-va y trata asuntos administrativos, ¿lo respetan susmiembros por su efectividad en el púlpito? ¿O será quedeben buscar otras razones para respetarlo?

Cuando un predicador participa en la vida social de laiglesia, ¿su imagen se ve resaltada por su efectividad enel púlpito? ¿O será que tiene que compensar su inefi-ciencia en la predicación entregándose a competir enotras áreas de trabajo? Nuevamente insisto, ¡la predica-ción no tiene sustituto!

Leslie Weatherhead ha dicho:"Una de las cosas que me ha ayudado aquellas maña-

Y Adoradle La predicación y la adoración

nas en que me siento tentado a ser flojo es pensar enesto: Aquí estoy en este confortable estudio, habiéndo-seme dado un salario que me libra de la ansiedad y eltemor, por personas que ganan menos que yo. Uno tra-baja en una fábrica, otro en un aserradero: viven enpequeñas casas y me están sosteniendo bajo la condición-es una ganga- de que cuando vengan a la iglesia elpróximo domingo yo, que he sido puesto aparte y que heescalado las alturas, tendré algo que decirles acerca delmañana" (Método y mensaje del nuevo evangelismo, pág. 28).

Sí, el predicador debe tener "algo qué decir... acercadel mañana." Él es más que un administrador de la igle-sia, o que un maestro de ceremonias: ¡él es un predicador! Sólo mientras cumpla satisfactoriamente esta fun-ción podrá estar completa la adoración de sus feligreses.

Dobbins comenta la relación que existe entre el ser-món y el servicio de adoración:

"El sermón no es algo aparte de las actividades deadoración precedentes, ni son éstas preparatorias delsermón. Todos los elementos del culto son tomados eiluminados en la adoración. El predicador, como el pro-feta de Dios, el intérprete de Cristo, y el instrumento delEspf ritu Santo, trae luz de la Palabra revelada a las vidasde los oyentes necesitados. `Predicar,' dijo PhilipsBrooks, ` es [la comunicación de] la verdad a través de lapersonalidad. Si no está cargada de adoración, la predi-cación habrá perdido su significado y propósito.

La predicación conduce a la adoración cuando presen-ta a la congregación la voluntad de Dios, las demandas deCristo, el significado de la vida, y el desafio de cumplirloen nuestras vidas. Tristemente, no toda predicación con-tiene esta realidad acerca de la voluntad de Dios, ni está

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así de dominada por Cristo, así de centrada en la vida."Norman Cousins, editor de la Revista sabática, en un edi-

torial titulado `Maíz ministerial,' cuenta de una conver-sación que sostuvo con un campesino que asistía a laiglesia. Era domingo y la plática giraba en torno al hechode ir a la iglesia y los predicadores. El granjero se habíainteresado en por qué tantos de sus vecinos no asistían ala iglesia, sin embargo todos ellos figuraban como miem-bros. `Mi teoría es -declaró- que muchos ministrospueden oficiar pero no predicar. El sermón del domingoen muchos casos se ha vuelto poco menos que una prue-ba de resistencia para aquellos que deban sentarse asoportarlo.' Él había visitado la mayoría de las iglesias dela comunidad y había estudiado los sermones escucha-dos. Había notado el efecto de "cantaleta" logrado poralgunos ministros, que daban la impresión de que al gas-tar tanto tiempo y esfuerzo en pulir el sonido difícilmen-te quedaba algo para el significado del sermón. `Ustedcasi siente como si se esperara que juzgara el valor espi-ritual de un sermón por sus vibraciones tonales.' Élobservó las frases repetidas, la pobre construcción litera-ria, los errores gramaticales, los argumentos desgasta-dos, en una palabra, el `maíz ministerial.' El campesinoadmitió que encontró excepciones, pero en muchos casosestuvo expuesto a `una artillería pesada en oratoria com-binada con un cartucho vacío en ideas.' Obviamente talpredicación no conduce a la adoración."

Cuando se considera la predicación como parte de laadoración, adquiere una nueva dimensión. El predica-dor hace más que hablar a la gente. Participa con ellosen el culto a Dios. Sus palabras están diseñadas parainterpretar e iluminar la Palabra de Dios. Al continuar

La predicación y la adoración

este proceso, tanto el predicador como la congregaciónsienten un creciente amor y reverencia por el Autor de laPalabra, por Jesucristo que es la misma Palabra encar-nada. La predicación en la hora de la adoración descar-ta aquello que es barato e inapropiado, porque estáconsciente de la presencia de Dios. Debe elevarse porencima de toda consideración de asuntos políticos osociales, puesto que el predicador es el vocero de Dios.La predicación de adoración debe ser bíblica, no en elsentido de que siempre será una formal exposición de undeterminado pasaje, sino en el sentido de que siempreestará fundada en la Biblia y tenderá a esclarecer el men-saje bíblico. La predicación de adoración nunca serádura y vengativa, porque tales actitudes son ajenas alespíritu de la adoración a Dios.

En resumen, pocos conceptos nos ayudarán más ennuestra predicación, que la comprensión de que ésta es elpunto más elevado del culto a Dios. Jones lo describe así:

"Cuando el hombre entra en contacto espiritual conDios, se produce la comunión; es adoración real. La pre-dicación es adoración espiritual del más alto orden porque gracias a ella, Dios entra en contacto con las mentes,corazones y conciencias de los hombres. Por medio delpredicador, Dios estimula y desafía todas las cualidadessuperiores del alma. De ahí que la predicación sea indis-pensable en toda adoración madura. La predicación eslo que hace madura a la adoración y la conserva así...Para la perpetuación del cristianismo evangélico, por lotanto, es esencial que el sermón siempre sea una parteorgánica y central del culto divino. Protege a la adora-ción de caer en un mero sentimentalismo."

No sorprende que el texto modelo de homilética de

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hace un siglo, Tratado sobre la preparación y exposición de sermones,

de Broadus, incluya un capítulo final sobre la"Conducción de la adoración pública." El autor comentaal respecto en los siguientes términos:

"En vista de la íntima relación que hay entre el ser-món y el servicio de adoración -tanto en su preparacióncomo en su exposición- es altamente relevante que untratado de homilética finalice con una consideración deese servicio."

Broadus repasa los puntos de vista contrastantes con-cernientes a la importancia de la predicación y declara:

"Es necesario decir que el sermón en sí mismo es unacto de adoración y debe ser considerado como una parteorgánica del culto, no sólo como algo diferente o quetenga más o menos importancia que las otras partes."

Luego cita acertadamente a Morgan Phelps Noyessobre este punto:

"Si el sermón une al adorador con su patrimonio cristia-no en la Biblia y la iglesia; si se mantiene constantementeen contacto con lo que está `a tiempo y fuera de tiempo'; sitoma al adorador de tal modo que al escuchar responda, noal predicador sino a Dios, cuya Palabra ha encontrado a tra-vés del sermón, entonces legitimamente se puede decir queéste no es una parte distinta del acto de adoración de laiglesia, sino una parte vital de esa adoración."'

En la revista Signs of the Times, del 24 de junio de 1886,Elena de White hace la siguiente declaración:

"Mucho de la adoración pública consiste en alabanzay oración, y cada seguidor de Cristo debe participar enesta adoración. Existe también el servicio de predicaciónconducido por aquellos cuyo trabajo es instruir a la con-gregación en la Palabra de Dios."

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Y Adoradle La predicación y la adoración

Esta observación un tanto casual nos recuerda otra vezel equilibrio que debe mantenerse en el servicio de la igle-sia. Alabanza, oración y predicación, todo está incluido.Ninguna de estas fases puede ser ignorada sin arriesgar laintegridad del servicio, y cada parte debe realizarse enorden y correctamente. ¿Nos hemos preguntado si esta-mos haciendo lo mejor en asuntos de música, oración yestudio de la Escritura? ¿Estamos organizando nuestroculto en forma significativa? Preguntémonos solemne-mente: ¿estamos haciendo lo mejor en el púlpito?

Existe un descontento general con la calidad de lapredicación adventista. Laicos que aman y respetan asus ministros han dicho confidencialmente que desearí-an que se predicaran mejores sermones. Personas queviajan de iglesia en iglesia y escuchan a muchos predica-dores están preocupadas acerca de la calidad de susdisertaciones. ¿Qué podemos hacer como ministros paracambiar esta situación?

Las siguientes sugerencias son estrictamente mías.No las he tomado de ningún libro, ni he sido influencia-do por nadie para darlas. Hablo movido por una profun-da preocupación que ha ido creciendo consecuentemen-te desde que empecé mi aspirantazgo hace más de trein-ta años. Esta preocupación es posible que se haya agudi-zado desde que me involucré en la preparación de jóve-nes ministros. Creo que podemos elevar la predicaciónadventista a un nivel de excelencia si ponemos atencióna los siguientes puntos:

1. Debemos convencernos de que no hay sustituto parala predicación. Es cierto que los hombres y las juntas quedeterminan nuestros destinos profesionales están menosrelacionados con nuestra predicación de lo que lo están

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con nuestra habilidad de hacer promociones, relacionespúblicas y nuestro talento administrativo. Nuestros infor-mes mensuales no indican la calidad de nuestros sermo-nes, sino la cantidad. Es posible que tengamos éxito enmuchas áreas, pero seamos deficientes como predicado-res; sin embargo, nuestro éxito en otras áreas no debieracontentarnos para ser predicadores mediocres. Los másgrandes momentos de la vida de un predicador debenproducirse entre las once y doce de la mañana del sábado;y esa hora debe alcanzar su clímax al pararse detrás delpúlpito para predicar la Palabra de Dios.

2. Debemos estar dispuestos a pagar el precio de serbuenos predicadores. ¿Cuál es ese precio? Largas horas deestudio exhaustivo, a menudo cuando uno se encuentracansado después de haber enfrentado las múltiples deman-das de nuestro trabajo; largas horas escribiendo, reescri-biendo, bosquejando, memorizando, practicando; una bús-queda infatigable de material para un sermón relevantemientras visitamos, mientras efectuamos los negocios de laiglesia, mientras leemos el periódico, mientras escuchamosla radio y miramos la TV; horas de pensamiento creativo,durante las cuales luchamos por hacer relevante la Palabrade Dios a las necesidades de nuestro pueblo; horas de devo-ción cuando buscamos una comunión personal con Diosque nos capacitará para interpretarlo correctamente; ése esel costo de ser un buen predicador.

Casi no se espera que los oradores o escritores o perio-distas produzcan tan buen material como el predicador,si se precia de tal. Y el pastor debe hacerlo bajo la presiónde muchos otros deberes. Permítanme añadir parentéti-camente que un predicador pronto cesará de producirbuenos sermones si no tiene otras cosas que hacer. La

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visitación, la administración de la iglesia y los contactospúblicos lo mantienen al tanto de la vida, y sin esta expe-riencia sus sermones pronto carecerán de valor.

3. Debemos descubrir en qué consiste realmente labuena predicación. Algunos hombres son como fuentes.Pueden elaborar un sermón como si sacaran algo del sombrero. Unen unos cuantos textos, ilustraciones y citas, ylos tejen en un sermón razonablemente aceptable conmuy poco esfuerzo. Su lema es, como lo han sugeridoalgunos homiléticos, "si te persiguen en un texto, ¡huye alotro!" Pero estos sermones, ya grabados y transcritos, sevuelven insípidos, repeticiones banales, clichés y otrasfruslerías. Desde luego, algunas personas pueden sentirque son ayudadas por tales sermones. La personalidadpuede cubrir multitud de pecados. Pero la gente con dis-cernimiento descubrirá la vacuidad de semejantes presen-taciones. Una predicación tal habrá avanzado mucho en ellamentable poceso de sustituir el sermón por la liturgia.

Otro tipo común de predicación se restringe a temasmoralistas, eventos de actualidad, y problemas sociales.Estos sermones pueden ser interesantes y hasta bienelaborados; pero no es verdadera predicación. La verda-dera predicación es la exposición de la Palabra de Dioscon el propósito de revelar el evangelio de Cristo y llevara los hombres a aceptar las demandas del Salvador.

La verdadera predicación es bíblica; predica a Cristo, ypredica por decisión. Elena de White dijo: "Predicad, demanera que el pueblo pueda posesionarse de las grandesideas, y extraiga el precioso mineral escondido en lasEscrituras" (Manuscrito 7, 1894, citado en El evangelismo, pág.128). Este tipo de predicación debe ser más que la merarepetición de ideas prestadas. Debe guardar una verdade-

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ra relación con la Palabra de Dios y su Autor. El gran retó-rico homilético, George Campbell, definió bien el asunto:

"Es posible que la Palabra de Dios sea, y a menudo loes, manejada descuidadamente. Para que el predicadorse libre de este cargo, primero debe asegurarse de que élmismo comprende con claridad el significado de cadacosa que dice; y luego debe examinar si la expresión queespera usar es una definida y correcta enunciación dedicho significado. Porque, si bien es cierto que un predi-cador a menudo no es comprendido porque no ha expre-sado su significado con suficiente claridad, también escierto que a veces no es comprendido porque no tieneningún significado que expresar" (Conferencias sobre teología

sistemática y elocuencia en el púlpito, pag. 15).

4. Debemos esforzarnos para que nuestra predicaciónsea relevante frente a las necesidades de nuestra gente.Como se ha dicho tantas veces, muchos predicadoresestán contestando preguntas que la gente no ha hecho.Los predicadores pueden llegar a involucrarse tanto enlos asuntos teológicos que pierden totalmente de vista lasnecesidades de su congregación. Predican lo que les inte-resa a ellos, y descuidan lo que interesa a la iglesia. Estopuede ser particularmente cierto en los predicadoresrecién salidos del colegio. Quieren estrenar sus frescasideas en congregaciones impredecibles; pero sus oyentesde inmediato cambian de canal, y el predicador sigue ysigue, ingenuamente inconsciente de que no está siendoescuchado. Aparte de su preparación teológica, cada pre-dicador recién egresado debe llevar un buen curso de psi-cología, sociología, y persuasión en el hablar. A fin desaber cómo alcanzar mejor a la gente, debe conocer elcomportamiento de los individuos y los grupos.

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La predicación y la adoración

Algunos evangelistas levantan sus carpas y hablan auna sociedad de hace setenta y cinco años, y se asom-bran de que tan pocos lo escuchen. Algunos pastores sepreguntan por qué los jóvenes son indiferentes, y no sedan cuenta de que sus jóvenes no tienen la menor ideade lo que sus pastores quieren decir. Hacer relevantenuestro mensaje no significa distorsionarlo, enfriarlo, omutilarlo. Simplemente significa que lo comuniquemos,que proyectemos nuestros pensamientos en formas talesque nuestros oyentes sean capaces de entender.

Broadhurst, en su biografia de Norman VincentPeale, dice:

"Yo estaba imbuido de todo lo que escuchaba en elsalón de clases allá en la Escuela de Teologia de Boston,y específicamente en ese tiempo estábamos estudiandola doctrina de la expiación. Por lo tanto, preparé un ser-món pesado, erudito e intelectual sobre dicho tema, quepensé utilizarlo con los miembros rurales de mi iglesia elsiguiente domingo.

"Recuerdo que me senté en el pórtico de enfrente dela casa el sábado de tarde, y le leí el manuscrito de misermón a mi padre. Él se había sentado con las piernasdescansando sobre la barandilla del pórtico, recargadohacia atrás en una silla, escuchando paciente y cortes-mente. Cuando terminé de leer el manuscrito, le pre-gunté si le gustaba.

"Nunca olvidaré su respuesta. Él dijo: -Bueno,Norman, hay varias cosas que yo haría con ese sermón,si fuera tú. Primero, bajaría al sótano y lo echaría alhorno para que se quemara... Nunca prediques de unmanuscrito...

"Entonces añadió: la expiación es un gran mensaje,

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Y Adoradle

peco no debes hacerlo tan intrincado. La erudición noconsiste en usar palabras oscuras o altisonantes o unlenguaje que no sea sencillo. La verdadera erudición, tepermite tomar los más grandes principios del mundo yhwerlos tan simples que hasta un niño pueda entender-1w. ¿Acaso el más grande de todos los maestros, Jesús,nc hizo eso por medio de sencillas ilustraciones conoci-das como parábolas?

"Así que -agregó- ve y dile a la gente que Jesúsmurió por ellos; que murió para salvarlos del pecado yde la confusión y del temor y del odio. Sólo dilo en el lenguaje de la gente común, sencillo, cotidiano; en palabrasde una, dos o tres sílabas; en frases sonoras, firmes, queJesucristo puede salvarlos y darles el gozo y la paz, yhacer sus vidas fructíferas en el campo del servicio. Ve ydile a la gente acerca de la maravillosa gracia deJesucristo en un lenguaje que puedan entender. Hazlobreve, hazlo interesante, y sobre todo diles lo que tú per-sonalmente sabes y has experimentado. No trates depredicarles una religión teórica. Háblales de tu expe-riencia personal con Cristo."

Enfatizando: debemos llegar a la conclusión de que lapredicación no tiene sustituto; debemos descubrir enqué consiste la buena predicación; debemos estar dispuestos a pagar el precio de lo que la buena predicacióndemanda; y nuestra predicación debe ser relevante paralas necesidades de nuestra gente. ¿Pedimos demasiado?Esta clase de eficiencia profesional no es ni más nimenos de lo que demandamos de un doctor, un aboga-do, o un investigador. Y debemos recordar que la adora-ci6n nunca será lo que debe ser hasta que la predicaciónocupe su verdadero lugar.

La predicación y la adoración

Quisiera compartir con el amable lector una de lasmejores descripciones que he leído de lo que es un ser-món. Fue escrita por H. Grady Davis, un gran homiléti-co de nuestros días:

"Un sermón debe ser como un árbol.Debe ser un organismo vivo:con un pensamiento robusto cual simple tallo,con ramas naturales que alcancen la luz.

"Debe tener profundas raíces:Tanto invisibles como visibles por sobre la

superficie,Raíces que se expandan tan extensamente como

las ramas,Raíces sumidas en lo profundo de la tierra,en el terreno de la lucha de la vida,en el subsuelo de la Palabra eterna."No debe mostrar nada sino sus propias partes

reveladas:Ramas que se proyecten por la fuerza de su vida

interior,Frases como hojas familiarizadas con su propio

rocío,Fieles a sus especies,No tomadas de suelos ajenos;Ilustraciones como botones que se abran desde

el interior de estas ramitas;No papalotes (cometas) de brillantes coloresimpulsados por el viento del pensamiento de

otra persona,Enredados en estas ramas.

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Así llegamos al final de nuestra breve búsqueda deuna comprensión más profunda de la adoración. Ennuestro esfuerzo por enfocar lo dicho acerca de estetema, deseo resumir una evaluación del tema de la ado-ración encontrada en el último capítulo del libro deDobbins, La iglesia en culto. Él presenta su serie de pruebaspara la validez de un servicio de adoración como sigue:

"El destino cuelga de las consecuencias de la adora-ción. ¿Son confrontados los no creyentes con Cristo y susdemandas tan persuasivamente que lo han aceptadocomo su Salvador y Señor? ¿Están las vidas tan recons-truidas que soportan las tentaciones del mundo, la carney el diablo? ¿Están las familias tan ligadas entre ellas que

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Y Adoradle

"Debe tener flores y fruto, al mismo tiempo,como la naranja:

Que tiene algo para comer,Para sustento inmediato;Que tiene algo para deleitar,Para belleza y fragancia presente,Para el gozo de la esperanza,Para la cosecha de un día lejano.

"Para ser todo esto debe crecer en un climacálido:

En tierra enriquecida por la muerte,En amor, como el sol que todo lo ve y todo lo

alegra;En confianza, como la noche que arrulla el

sueño,En piedad, como la lluvia"

(Diseño para la predicación, págs. 15, 16).

La predicación y la adoración

resisten las fuerzas de la desorganización? ¿Están losjóvenes siendo enviados al mundo con tal fuerza de carác-ter para hacer que sus vidas hablen de Cristo? ¿Están loshombres y mujeres siendo despedidos de los cultos parair al mundo, a los negocios, la industria, las diversas pro-fesiones y ocupaciones, teniendo puesta toda la armadu-ra de Dios para que puedan soportar el día malo, yhabiendo hecho todo, resistir? ¿Puede decirse con seguri-dad de aquellos que participan en los servicios de adora-ción que son la sal de la tierra, y la luz del mundo?"

Luego Dobbins sugiere el principio de la disposiciónque implica preparación, orden antes de comenzar elservicio, espíritu de reverencia de parte de los directoresdel culto.

Su segundo principio es unidad. Aquí se refiere alpatrón del servicio de adoración que hace que las dife-rentes partes del mismo se entretejan con un motivo quelos controle. Esto implica coherencia y concentración.

Tercero, él invoca el principio del movimiento. El ser-vicio de adoración contribuye a la realización de las fun-ciones de la iglesia. La reconoce como un organismo, nomeramente una organización, y desecha la pereza, elletargo y la dirección sin propósitos.

Como punto siguiente Dobbins presenta la economía.Nada debe desperdiciarse en la hora del culto. Lo innece-sario e irrelevante debe eliminarse. Aunque sin premura,el servicio debe comenzar a tiempo y terminar a tiempo.

El principio de dignidad es importante. La dignidadno implica "rigidez, formalidad, antinaturalidad, reser-va," sino "mérito, valor, autenticidad."

Otro principio es la belleza. La relación entre "la belle-za, la bondad, la fealdad y la maldad", debe ser clara y

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Page 67: arturoquintero.orgarturoquintero.org/Recursos/libros/ORGANIZADOS/17-MUSICA/Adoremosle/texto/1.pdfAl observar las diversas modalidades de adoración en el culto de las iglesias cristianas

definida. "La fealdad en la adoración es intuitivamenterepulsiva," dice. La belleza no demanda rigidez ni extra-vagancia, sino buen gusto y planeación.

Y entonces el autor sugiere el principio del misterio.Uno debe aproximarse a Dios con temor y reverencia. Lamúsica barata, la poesía secular, las oraciones politique-ras, los ministros jocosos, violan este principio.

La última prueba es la democracia. ¿Se sienten losadoradores estimados e incluidos? ¿Han sido tomadasen cuenta sus necesidades? ¿Participa la congregación?¿Indica el culto que se respeta a las personas?

Después de explicar cada una de estas pruebas,Dobbins hace la pregunta: "Evaluado por este principio,¿qué calificación tendría un servicio de adoración dado?"Estos y otros criterios pueden aplicarse con buenosresultados a nuestros cultos. Si el lector de este libro esun conductor del culto, el momento de aplicar estos prin-cipios es el siguiente sábado. Las palabras de Jesús a lamujer en el pozo no han perdido su actualidad y urgen-cia: "Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdade-ros adoradores adorarán al Padre en espíritu y en ver-dad; porque también el Padre tales adoradores buscaque le adoren" (Juan 4:23; la cursiva es nuestra).

El Padre está buscando adoradores, verdaderos adora-dores. Nos ha confiado el privilegio de dirigir semejanteadoración. Quiera el Señor darnos la gracia de cumpliresta misión con efectividad y en forma siempre creciente.

Y Adoradle