Alberro, Norma - Automatismo, caso clínico

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El Automatismo Mental en la obra de Freud y Lacan: Un caso clínico.

(Norma E. Alberro)

El fenómeno del automatismo mental fue propuesto por Gaëtan Gatian de Clérambault, médico psiquiatra del Hospital Sainte-Anne en Paris, en donde trabajó desde el año 1905. A partir de 1909 comienza a construir la teoría del automatismo mental y la concluye en 1925. Muere en 1934 y son sus alumnos los que publican sus trabajos en 1942, reunidos en una obra integral. Todos sus escritos provienen de discusiones científicas y clínicas del hospital Sainte-Anne.

De Clérambault considera el automatismo mental como el núcleo central de las psicosis. Este concepto inventado por él, tiene dos fuentes diferentes: en primer lugar el término automatismo fue utilizado por Pierre Janet, quien le otorga su título de nobleza psicopatológica en su tesis "El automatismo psicológico". En segundo lugar, reenvía en los escritos de de Clérambault, a las concepciones de Ceiller que, trabajando los fenómenos de influencia, introdujo la distinción entre un automatismo corriente propio de cada individuo, constituido por gestos, o actos habituales sustraídos a la atención, y un automatismo patológico en el cual el sujeto niega la propiedad de sus actos o de sus pensamientos puesto que supone que está bajo influencia extraña.

El automatismo mental está sobre todo caracterizado por efectos subjetivos relatados por el paciente y vividos como manifestaciones extrañas y anormales de su pensamiento que le son impuestas por otro. De Clérambault afirma que se trata de "un trastorno molecular del pensamiento elemental"(pag. 485) y distingue tres tipos de automatismo:

1 Automatismo ideo-verbal: ecos del pensamiento, palabras irruptivas sin sentido, enunciación de gestos, pensamientos extraños, etc. <

2 Automatismo motor: gestos y movimientos involuntarios <

3 Automatismo sensitivo: sentimientos bizarros, inexplicables.

El automatismo mental es un fenómeno cuya característica principal es la de condicionar un tipo de delirio cuyo mecanismo tiene por base la alucinación. Esta concepción da lugar a la noción de anideismo, es decir que son pensamientos sin que un sentido se les adose. En este caso el delirio no es la consecuencia de las racionalizaciones de un enfermo que busca una explicación plausible a sus alucinaciones, sino que, según afirmaciones de este autor: "la idea que domina la psicosis no es la generadora de la misma, (...); el núcleo de estas psicosis está en el automatismo, la ideación es secundaria" (pag. 528). Esta noción de ideación secundaria a la patología automática y alucinatoria, inaugura una distinción que se revelará capital, principalmente en la obra de Lacan, para una clínica psicoanalítica de las psicosis. Tal distinción es la que existe entre el pensamiento y la idea.

El pensamiento constituye el fenómeno elemental por excelencia. De Clérambault lo concibe como una suerte de secreción de la materia cerebral y refiere el automatismo mental como una perturbación de la conducción nerviosa. Imagina que ciertos pensamientos segregados "automáticamente" por ciertas neuronas, se encontrarían "derivadas" y no podrían ser reconocidas por el enfermo como provenientes de él. Para de Clérambault, el pensamiento es neutro: inafectivo, sin

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sentido, y es la expresión de fenómenos "puramente psíquicos". De allí deriva la repetición del adjetivo "abstracto", bajo la pluma del inventor del automatismo mental: "intuiciones abstractas, veleidad abstracta, fallo del pensamiento abstracto..."(pag. 484)

La idea, en cambio, es el resultado de un pensamiento tomado en una significación, coloreada afectivamente y sometida a una confrontación con la realidad. Conforma una "superestructura". "La idea delirante, dice el autor, es la reacción de un intelecto y de una afectividad -que permanecen sanos- a los trastornos del automatismo surgido espontáneamente y sorprendiendo al enfermo, en la mayor parte de los casos, en pleno período de neutralidad afectiva y de quietud intelectual" (pag. 532). En efecto, la reacción intelectual es débil o nula, es decir los delirios son poco sistematizados, no son hostiles, puesto que carecen de afección, cuando subsisten al estado puro, presentan una tendencia al optimismo, el sujeto se siente acompañado por esas voces y, a veces, halagado. El sujeto no se siente perseguido, es por ello que de Clérambault dice que son "perseguidos sin persecución". El automatismo mental surge de una "neoplasia" del pensamiento, generando en el enfermo una personalidad "segunda y ficticia", grosera, brutal, odiosa, puesto que está constituida por elementos elegidos únicamente entre aquellos que la derivación morbosa descubre, exalta y organiza.

De Clérambault distingue entonces, dos categorías de patología psicótica: una patología del pensamiento, en donde el automatismo mental es el agente provocador y que se encuentra en todas las psicosis alucinatorias y una patología de la idea, característica de las psicosis pasionales. Esta división se corresponde, en parte, con la separación clásica en la clínica francesa referida a las psicosis, entre el grupo de las esquizofrenias, por un lado, y el de las paranoias por otro.

La herencia de de Clérambault en el psicoanálisis, particularmente lacaniano, es conocida, pero paradojal. Nada parece más alejado del punto de vista freudiano que la mecánica psíquica propuesta por el autor, o esta concepción del pensamiento como hormona secretada por una glándula cerebral no dejando ningún lugar al inconsciente ni a sus formaciones. Sin embargo Lacan, a partir de las ideas de de Clérambault sobre el automatismo mental, va a construir una teoría psicoanalítica de la psicosis reclamándola abiertamente como freudiana.

Automatismo mental en Lacan.

Joven psiquiatra, Lacan pasó un año -entre 1927 y 1928- en la Enfermería de la Prefectura de Policía de París, dónde de Clérambault era el jefe-médico. De él aprendió a observar en detalle los enfermos.

En la época de su tesis llamada "De la psicosis paranoica en su relación con la personalidad" (1932), dirigida por su maestro Claude, Lacan defiende una concepción de las psicosis que es clásicamente freudiana. Interpreta el delirio del caso "Aimée" como se lo haría con un sueño, encontrando el núcleo central del delirio, que en este caso, es el deseo de Aimée de responder a las amenazas que ella cree que su hermana le profiere respecto de su hijo. El delirio de la paciente se descifra como un sueño, con sus sustituciones y sus metáforas.

De manera muy decidida, Lacan sostiene en su conclusión una posición bastante "psicogenetista" respecto de la psicosis, que opone casi punto por punto a la de Clérambault que es básicamente "organogenetista". Para él, las interpretaciones

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patológicas que subyacen en el delirio de la enferma, no se resuelven como "fenómenos elementales" en el sentido que lo entiende de Clérambault, es decir como una neoformación del pensamiento.

Sin embargo un giro de ciento ochenta grados hacia las ideas de de Clérambault, se observa en Lacan en su intervención en Bonneval en 1946. Retomando el caso "Aimée" intenta remarcar la importancia de la marcha de la psicosis, la atención que es necesario darle a su constitución, a la eclosión delirante, a su edificación e incluso a su resolución. Las ideas de de Clérambault son retomadas con fuerza. Pero es sobre todo en el seminario consagrado a las psicosis ( 1955/56 Seminario III) que Lacan va a utilizar ciertas ideas de de Clérambault para construir una concepción lacaniana de las psicosis. Es precisamente el "fenómeno elemental" en tanto que es "anideico" que interesa a Lacan, del pensamiento de aquel a quien él llama, desde entonces, "su único maestro en psiquiatría", ya que ve en éste una intuición de sus propias ideas concernientes al significante y su rol en la psicosis. Los fenómenos elementales son retomados y considerados en términos de estructura interna del lenguaje.

El significante también es anideico, se abre al sentido solo secundariamente, cuando en su articulación con otros significantes, propone una significación. Si el neurótico habita el lenguaje y el significante, el psicótico es habitado por él.

Así, los neologismos de los alienados no son más que puros significantes, sin conexión con la cadena significante de la cual han sido tomados. El neologismo es una palabra que, siendo un significante aislado, no puede reenviar a otro significante sino solo a sí mismo.

Si bien Lacan no retoma al pie de la letra las ideas sobre el automatismo mental de de Clérambault, retoma su espíritu: el delirio es secundario al surgimiento de un significante aislado, desatado en lo real. Este aislamiento patológico del significante es la marca de una alteración del tejido simbólico en el cual se encuadra el sujeto. La causa de esta alteración será referida, al principio de su obra, al mecanismo de la forclusión, ulteriormente a la forclusión del significante del Nombre del Padre. Toda la Fenomenología clásica de la psicosis se vuelve de nuevo legible. Parte del fenómeno elemental, que sea alucinatorio o interpretativo no tiene ya importancia, en la medida en que es el reflejo del aislamiento "insensato" del significante, para remontar hacia la ideación secundaria, es decir el delirio. El significante lacaniano responde así, punto por punto al pensamiento de de Clérambault.´

Automatismo mental en Freud

En las Neuropsicosis de defensa (1894), Freud va a diferenciar las neurosis de las psicosis alucinatorias según el mecanismo puesto en práctica. Mientras que en las neurosis la representación permanece en el psiquismo aislada y debilitada puesto que la carga de afecto ha sido disociada, en los trastornos alucinatorios el yo rechaza la representación intolerable junto con su afecto y se conduce como si la representación no le perteneciera.

La representación se halla ligada a la realidad, por lo tanto al separarse el yo de la misma arrastra consigo un trozo de realidad. Esta es la condición de la alucinación. Cuando esto sucede el sujeto sucumbe a la psicosis. Lo que fue rechazado del yo, vuelve desde afuera, desde la realidad. La disociación se produce entre el yo y la realidad. De este texto es posible extraer una primera conclusión: la alucinación

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proveniente del exterior, reemplaza a la representación que ha sido rechazada cuyo contenido retorna como una neo-realidad.

En el Manuscrito H del 24-1-1895, define Freud las ideas delirantes en la paranoia como auto reproches que el sujeto elude hacerse. "...pero el mismo reproche era el que ahora llegaba a sus oídos desde afuera. Así el contenido objetivo quedaba inalterado, cambiando únicamente algo en la localización... En un principio había sido un reproche interno; ahora era una imputación desde el exterior." En este mismo Manuscrito afirma Freud que en cuanto a la idea delirante, es sustentada con la misma energía que otra idea intolerablemente penosa, es rechazada. "...por consiguiente, estas personas aman su delirio como se aman a sí mismas".

En el Manuscrito K (1/1/1896) Freud asegura que el elemento determinante de la paranoia es el mecanismo de proyección, acompañado por la negativa de creer en el autoreproche. De ahí derivan las características generales de las paranoias, que corresponden casi puntualmente a los tres modos de presentarse el fenómeno del automatismo mental: voces, gestos y sentimientos de reproches e injurias. Leamos la cita: "el significado de las voces, como medios por los cuales los demás actúan sobre nosotros, así como el de los gestos, que nos revelan la vida psíquica de los demás; la importancia del tono de sus palabras y de sus alusiones, dado que la consciencia no admitiría ninguna referencia directa del contenido de dichas palabras al recuerdo reprimido".

Observamos también que estas voces no derivan de los recuerdos, sino que son simples reproducciones de imágenes análogas de la vida actual. Esto permite llegar a una segunda conclusión: pensamientos inconscientes y recuerdos reprimidos no pertenecen al mismo registro; los primeros no se encuentran basados en el patrimonio de huellas mnémicas tal como es posible encontrar en los recuerdos.

En el texto Nuevas observaciones sobre las neuropsicosis de defensa (1896), Freud hace el análisis de un caso de paranoia crónica y se propone exponer el mecanismo de las alucinaciones. Parte del supuesto que en la paranoia debían existir como en las otras neurosis, pensamientos inconscientes y recuerdos reprimidos. En efecto demuestra este supuesto, pero encuentra algo que resultaba ser particular de las paranoias. Esta característica es que la enferma "oía interiormente, a modo de alucinación, los datos procedentes de su inconsciente". Su inconsciente hablaba solo; "resultaba claro -continua Freud- que tales voces no podían ser recuerdos alucinatoriamente reproducidos, como las imágenes y las sensaciones, sino más bien pensamientos que se habían hecho audibles". En este caso de paranoia crónica, la paciente padecía fenómenos de adivinación del pensamiento, oía voces desconocidas, cuya procedencia no podía precisar, que comentaban sus actos, y proferían amenazas y reproches. En el relato de este caso, Freud afirma que el delirio es secundario, es una interpretación que la paciente hace de sus alucinaciones auditivas.

Freud distingue el pensamiento del recuerdo, mientras que de Clérambault distingue el pensamiento de la idea. Pero ambos coinciden en afirmar que en las psicosis, el pensamiento se conduce en forma independiente y automática. El sujeto no lo reconoce como propio y se lo adjudica al otro de la realidad. Este lugar de Otro puede ocuparlo cualquier cosa: una conspiración, un mensaje del más allá, los vecinos, amigos, familiares, etc. Siguiendo la idea freudiana del inconsciente que habla solo, Lacan afirma que el automatismo es la puesta en evidencia del "lenguaje hablando solo". En este fenómeno el sujeto del inconsciente habla solo, sin saber que habla, creyendo que es el Otro que habla. En relación con este Otro, el sujeto se sitúa como transparente, de allí derivan los fenómenos de adivinación del pensamiento, el síndrome de acción exterior y el síndrome de influencia. Se trata de una voz vacía, sin sensorio. Lacan señala en este punto, un hecho de estructura: el significante se impone al sujeto. En el psicótico el significante le es

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impuesto desde afuera, desde el exterior; según la fórmula de Freud que aquello que fue rechazado en el interior vuelve desde el exterior.

Un caso de automatismo mental

Este caso fue motivo de una presentación de enfermos, en una sesión colectiva en el Hospital de Premontré, en Francia. Esta sesión con la paciente llamada Muriel tuvo lugar una semana después de su internación, luego de la entrevista de admisión. En la primera presentación se puede observar de manera ejemplar las manifestaciones del fenómeno de automatismo mental. Se realizaron dos presentaciones. La segunda, antes de su salida del hospital. Estuve a cargo de esta paciente desde su admisión hasta su salida.

El diagnostico es claro: psicosis paranoica con delirio de interpretación. El fenómeno del automatismo mental aparece como fenómeno elemental al comienzo del episodio psicótico.

Muriel tiene 35 años, es linda, elegante, de espíritu vivo. Acaba de ser internada cuando es entrevistada. Su madre con la cual vive, decidió traerla al hospital, luego de ver el comportamiento extraño de su hija durante los últimos meses. Pasaba gran parte del día garabateando cifras y letras, luego salía de su casa y se dirigía a los parking. Allí subía al auto de un hombre solo, iba a beber con él y volvía a su casa perturbada y decepcionada. Muriel tenía, lo que podemos decir, citas amorosas.

Primera presentación: Muriel se expresa en estos términos:

"Tengo momentos de esoterismo. Escucho voces, con consonancias. El problema es que no le encuentro explicación a todo esto. No, no se. En este mismo momento, por ejemplo hay un fenómeno: escucho gente que pregunta. A veces pienso algo, y los otros lo dicen antes que yo. Los otros dicen palabras de mi propio pensamiento, siendo que yo no los expresé verbalmente. Este es el problema que vivo. Hace varios meses que vivo este problema. Escucho obligaciones. Tengo la impresión que me obligan a hacer ciertas cosas y, justamente, yo no entiendo esas cosas, no entiendo el objetivo.

El otro día le expliqué a una psicóloga, que me parecía que me pedían que vaya a ciertos lugares; me daban significaciones aproximadas para que yo pueda saber dónde tenia que ir, pero de manera codificada. No es fácil explicarlo. Así, escuche que me pedían que vaya a tal lugar, entonces busqué. Había el número 75, yo busqué y terminé por decirme que eso debe determinar iniciales, indicar una hora. No se nada.

Entonces, hice 75; luego pensé que 7 está significado, es la primera inicial de un lugar que conozco, fui. Cinco es las cinco horas. Estaba allí y me preguntaba, no comprendo el sentido de todo eso, como si tuviera que decodificar los mensajes que recibo.

Lo que recibo son voces, no puedo negarlo. Son voces completamente normales pero de gente que no conozco. Esas voces no tienen particularidades, son diferentes, hay varias. Depende de los momentos. Hay una voz que viene más seguido. En lo de mi padre encontré un hombre, y esa voz la escuche después.

Me pregunté si eso venia de mi imaginación o si era normal que eso exista en este

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momento. No es abstracto, pues esas voces existen. Entonces, me pregunto si es mi mental, si soy yo que puedo provocar este género de fenómeno o si es un grupo de malhechores que tratarían de enviarme ondas. Ondas que sean en un cierto lugar aparentes de una cierta manera. Es muy posible que con las ondas eso pueda llegar hasta mi sobre todo si yo me encuentro en un estado profundo como lo estaba antes de venir aquí. Yo pensaba mucho, examinaba todos los detalles, en ese momento se es muy receptivo a este genero de fenómenos. Si, yo tenia dudas porque ayer estaba bien y todo esto no lo escuché, desapareció. Terminé por pensar que era un truco de agentes secretos y que había sido engañada. Sin embargo, ese fenómeno vuelve de vez en cuando. Al menos el hecho de estar prevenida existe, no lo puedo negar."

El desencadenamiento psicótico de Muriel se produce algunos años antes, cuando pierde a su padre, fallecido en forma brusca y al mismo tiempo su marido la abandona. En ese momento fue internada por depresión, acompañado de delirio de filiación: sus padres no eran sus verdaderos padres. Se le prescribió un tratamiento neuroléptico durante toda su vida. Luego de esta depresión, su familia la envía a Nueva York para completar su reposo. En esta ciudad encuentra un grupo de gente esotérica, que hacen girar las mesas y desplazar las copas y participó en sesiones en donde se recibían mensajes del más allá. En este período podemos ubicar la matriz del episodio delirante de su última hospitalización. Luego de su estadía en Nueva York, Muriel comienza a recibir, de tanto en tanto, algunos mensajes del más allá. Al principio, empiezan cuando ve televisión y escucha: "compre el jabón tal, en tal negocio". Ella se pregunta: ¿se dirigen a mí, o no?. Algunos errores en la comunicación telefónica le plantea las mismas preguntas. Hasta que no duda. Este momento de certeza absoluta en donde sabe que se dirigen a ella es cuando no tiene que encender el televisor o descolgar el teléfono para escuchar estos imperativos. Durante un tiempo, esto no la molestaba. Iba a comprar el jabón tal en el negocio tal, o beber un café en el bar indicado.

Muriel lee los diarios, escucha la radio, mira la televisión. Todos los mensajes que escucha, se dirigen a ella. Pero cada uno de estos son diversos. Para Muriel, entonces el emisor de las voces se ha dividido, fragmentado en facciones rivales. ¿A quién obedecer, entonces? ¿Quiénes son los buenos y quiénes los malos?, ¿Cómo saberlo?. La paciente dice: "tengo problemas de conciencia". A mi pregunta sobre qué quieren esas voces, ella contesta en forma precisa: a ella para cumplir una misión. Eran informaciones sobre esta misión lo que ella esperaba de estos hombres, en los autos a los cuales subía. Pero nunca encontraba esto. Solo era requerida para realizar el coito, de allí su decepción. Los mensajes estaban codificados, era necesario entonces, decodificarlos para saber dónde tenia que ir, y para saber también de qué facciones provenían. Estos mensajes tenían una particularidad: aun codificados eran incompletos, faltaba un elemento. Muriel me pide que la ayude a decodificar, me pide que le de significaciones. Por supuesto que no lo hice, limitándome a investigar aun más el contenido de sus alucinaciones, y a escuchar su manera de decodificar y de asegurarle dos cosas: la primera que en efecto, faltaba siempre un elemento, y la segunda cuando ella relata: "todo el mundo me dice que pare de decir tonterías. Mi madre me dice que me he vuelto vulgar, que hago esto para tener hombres." Mi respuesta: "Es evidente que en esas historias no es el sexo lo que le interesa. No son tonterías, este le pasa verdaderamente, es, por el momento, su realidad".

A partir de esta intervención ella acepta hablar del contenido de sus alucinaciones. Estaba un poco reticente. Sabemos hasta qué punto el psicótico ama su delirio.

Un ejemplo de decodificación de mensaje lo constituye el siguiente: "Te esperan -75". Decodifica: 75 no puede ser París, porque es muy lejos. Es la séptima letra del alfabeto. La cita es fijada, entonces sobre el parking del único café de los

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alrededores cuyo nombre comienza por g, La gitana. El 5, es la hora. La cita es a las 17 horas. Pero en qué auto? Lo que sabe Muriel es que en la placa del auto debe encontrarse el numero 7 y el 5. Este es el elemento que falta y que da lugar a la incertidumbre.

Continué, entonces durante varias sesiones, escuchando codificar y decodificar, hasta que la ocasión se presenta de hacerle entender que el mensaje venia de ella misma. Me trajo un mensaje que había recibido extremadamente codificado, muy difícil. Para mi gran sorpresa, Muriel lo decodifica a gran velocidad como una mecánica. "Dónde encontró la clave del código?, le pregunto. "En un libro de espionaje que acabo de leer, "La segunda vida de Ray Sullivan". En ese libro aparece el mensaje que ella dice haber recibido, tal cual sin ninguna modificación. Se trataba de una cita con un hombre, en un parking de una gran tienda. Muriel, no se dio cuenta de nada. Le comunico entonces mi asombro, dejándole entender que es de su lectura de este libro que viene el mensaje, sino no se hubiera precipitado sobre él para encontrar la clave del código. Hace un largo silencio, y luego me dice: "Creo que ahora se terminó los mensajes".

Efectivamente, los mensajes no volvieron. No quiere decir que Muriel este curada. Salió del hospital, pero sigue en tratamiento en una clínica con otra colega. Antes de abandonar el hospital se hizo una segunda presentación.

Segunda presentación:

"Estoy en una situación más confortable, me parece. Lo que pensaba antes, no lo pienso más ahora. Antes pensaba que estaba en un asunto de parapsicólogos, de transmisión de pensamientos, cosas así. Eran ecos que yo escuchaba. Escuchaba voces, voces que me enviaban más o menos obligaciones, no era otra cosa que eso. Escuchaba palabras, voces, entonces, también palabras. Con frecuencia escuchaba voces agresivas; eran insultos, palabras como esa percibía. Es abstracto porque es difuso, se escucha al azar de los ecos. Había una voz particular que podía reconocer el tono: una voz de hombre. Había también voces femeninas. Escuchaba gritos, pensaba que eran ecos naturales. Tal vez es eso, pero no se. No tengo ganas de hablar de eso. Era una enfermedad y no tengo más ganas de profundizar en esto. Fue un pasaje". Entre los fenómenos descritos por la paciente, encontramos en primer plano las voces, las alucinaciones verbales, en las cuales Lacan reconoce la forma más característica de los "fenómenos elementales". El discurso de Muriel otorga así, un lugar dominante a los fenómenos de eco del pensamiento y de los actos, a las palabras impuestas, a las anticipaciones de la ideas y de las palabras, es decir, a lo que la clínica psiquiátrica llama, a partir de de Clérambault, automatismo mental. Se constata igualmente la presencia de elementos interpretativos y delirantes, aunque estos dos últimos fenómenos elementales, prevalentes en el momento de la hospitalización, se volvieron más discretos en la presentación de la sesión colectiva.

El automatismo mental que manifiesta Muriel, es un testimonio de la estructura del inconsciente que habla solo. Es posible, además verificar la afirmación freudiana respecto de la fuente de sus voces: proviene de la lectura de libros de espionaje. Es decir, las voces derivan de impresiones actuales y no de los recuerdos reprimidos, de la memoria reciente y no de la memoria inconsciente. Por otro lado es necesario preguntarse, como lo hace Lacan en su Seminario sobre las psicosis, si es posible disociar en el fenómeno de la palabra, sea bajo su forma patológica o bajo su forma normal, el sujeto que habla del sujeto que se escucha a sí mismo. Es una de las dimensiones esenciales de la palabra que el otro no sea el único que nos escucha.

Referencias bibliográficas

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1- Clérambault (de) G.G., Oevres psychiatriques, PUF. París, 1942. 2- Lacan J. Le Seminaire III les Psychoses, Editions du Seuil. París, 1981 3- Freud S. Obras Completas. Editorial Biblioteca Nueva. Madrid 1948