Albornoz y Hajduk Camino de Las Lagunas

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El Nahuel Huapi hasta el Siglo XVIII Antecedentes arqueológicos e históricos del “Camino de las Lagunas” Ana Albornoz y Adán Hajduk ∗∗ Se hace mención a la presencia del hombre en el ámbito del Nahuel Huapi, desde su más remoto pasado hasta la llegada de los primeros europeos, procedentes de Chile por el “Paso de las Lagunas”. La cordillera, lejos de haber actuado como barrera infranqueable a los hombres, ha funcionado como área de contacto y flujo cultural. A través de sus múltiples pasos se produjo el desplazamiento de diversas etnias, las que fueron ocupando ambas vertientes. Entre uno de esos pasos se destaca el históricamente llamado “camino de las lagunas”, empleado por los colonos hispanos desde Chiloé para arribar a la región de Nahuel Huapi, mediante travesías terrestres y marítimo lacustre. Antecedentes arqueológicos Si bien la zona abordada puede llegar a ser potencialmente rica, en cuanto a la presencia de sitios arqueológicos, no cuenta al presente con estudios sistemáticos, que permitan establecer una secuencia poblacional continua desde tiempos remotos. No obstante, la referencia a sitios arqueológicos cercanos nos permitirá realizar un acercamiento a las etapas más antiguas de ocupación humana en nuestra región. La ocupación humana en la actual zona de bosque Andino Patagónico, solo fue posible a partir del retiro de los hielos que la ocuparon durante la última glaciación. Luego del último reavance glaciar pleistocénico, 14.550 a 14.000 años (Mercer 1972), los frentes de hielo comenzaron a retroceder, alcanzando aproximadamente, hace unos 11.000 años, sus límites actuales. A partir de este período, 9.900 años antes del presente, bandas de cazadores recolectores dejaron huellas de su tránsito nómade, en una zona de transición entre el bosque y la estepa, en las Cuevas de: Traful I (Crivelli, Curzio, Siveira; 1993) y de Cuyín Manzano (Ceballos; 1982), situadas a unos 36 y 30 kilómetros al Norte del Nahuel Huapi en línea recta. Estas primeras ocupaciones reflejan una subsistencia basada en el consumo de fauna menor y también de guanaco. En la Cueva del Manzano Arroyo Corral, uno de nosotros (Hajduk 1986/88) ha hallado restos de fauna hoy día extinta (Mylodonte y caballo americano) junto a reducido número de vestigios de actividad humana. La ocupación humana en la actual zona de bosque Andino Patagónico solo fue posible a partir del retiro de los hielos que la ocuparon durante la última glaciación. Luego del último reavance glaciar pleistocénico, 14.550 a 14.000 años, los frentes de hielo comenzaron a retroceder, alcanzando aproximadamente, hace unos 11.000 años, sus límites actuales. Avanzando en el tiempo, hace unos 8.000 años, se hacen presentes grupos que elaboraban puntas de proyectil triangulares grandes, semejantes a las entonces empleadas en Patagonia Central. Dirección General de Cultura de la Provincia de Río Negro. ∗∗ CONICET. Museo de la Patagonia “F.P. Moreno”. S.C. de Bariloche.

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El Nahuel Huapi hasta el Siglo XVIII

Antecedentes arqueológicos e históricos del “Camino de las Lagunas”

Ana Albornoz∗ y Adán Hajduk∗∗

Se hace mención a la presencia del hombre en el ámbito del Nahuel Huapi, desde su más remoto pasado hasta la llegada de los primeros europeos, procedentes de Chile por el “Paso de las Lagunas”. La cordillera, lejos de haber actuado como barrera infranqueable a los hombres, ha funcionado como área de contacto y flujo cultural. A través de sus múltiples pasos se produjo el desplazamiento de diversas etnias, las que fueron ocupando ambas vertientes. Entre uno de esos pasos se destaca el históricamente llamado “camino de las lagunas”, empleado por los colonos hispanos desde Chiloé para arribar a la región de Nahuel Huapi, mediante travesías terrestres y marítimo lacustre. Antecedentes arqueológicos Si bien la zona abordada puede llegar a ser potencialmente rica, en cuanto a la presencia de sitios arqueológicos, no cuenta al presente con estudios sistemáticos, que permitan establecer una secuencia poblacional continua desde tiempos remotos. No obstante, la referencia a sitios arqueológicos cercanos nos permitirá realizar un acercamiento a las etapas más antiguas de ocupación humana en nuestra región. La ocupación humana en la actual zona de bosque Andino Patagónico, solo fue posible a partir del retiro de los hielos que la ocuparon durante la última glaciación. Luego del último reavance glaciar pleistocénico, 14.550 a 14.000 años (Mercer 1972), los frentes de hielo comenzaron a retroceder, alcanzando aproximadamente, hace unos 11.000 años, sus límites actuales. A partir de este período, 9.900 años antes del presente, bandas de cazadores recolectores dejaron huellas de su tránsito nómade, en una zona de transición entre el bosque y la estepa, en las Cuevas de: Traful I (Crivelli, Curzio, Siveira; 1993) y de Cuyín Manzano (Ceballos; 1982), situadas a unos 36 y 30 kilómetros al Norte del Nahuel Huapi en línea recta. Estas primeras ocupaciones reflejan una subsistencia basada en el consumo de fauna menor y también de guanaco. En la Cueva del Manzano Arroyo Corral, uno de nosotros (Hajduk 1986/88) ha hallado restos de fauna hoy día extinta (Mylodonte y caballo americano) junto a reducido número de vestigios de actividad humana. La ocupación humana en la actual zona de bosque Andino Patagónico solo fue posible a partir del retiro de los hielos que la ocuparon durante la última glaciación. Luego del último reavance glaciar pleistocénico, 14.550 a 14.000 años, los frentes de hielo comenzaron a retroceder, alcanzando aproximadamente, hace unos 11.000 años, sus límites actuales. Avanzando en el tiempo, hace unos 8.000 años, se hacen presentes grupos que elaboraban puntas de proyectil triangulares grandes, semejantes a las entonces empleadas en Patagonia Central. ∗ Dirección General de Cultura de la Provincia de Río Negro. ∗∗ CONICET. Museo de la Patagonia “F.P. Moreno”. S.C. de Bariloche.

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Eran fundamentalmente cazadores de guanaco y de fauna menor variada: vizcacha de la sierra, zorro, y roedores como el tucu tucu, así como moluscos fluviales (mejillón de agua dulce). La temprana aparición de valvas de moluscos marinos, empleados como adorno personal, estarían reflejando alguna vinculación, que a lo largo del tiempo se mantendrá (como se verá mas adelante), con la vertiente del Pacífico. Unos 6.000 años atrás, y con una base de subsistencia similar a los anteriores, otras bandas de cazadores, pero esta vez relacionables, por su instrumental lítico, a grupos que transitaban por ámbitos más nortinos (Prov. de La Pampa y Córdoba) ocupan la Cueva Traful I (Componente Confluencia) y niveles intermedios de las cuevas del Manzano de Aº Corral y de Cuyín Manzano. Las últimas etapas de desarrollo prehistórico pertenecen a lo que arqueológicamente se denomina "Complejo Patagoniense". Es la expresión material, de sociedades cazadoras recolectoras, que desde el comienzo de la Era Cristiana han poblado el inmenso territorio patagónico, elaborando un instrumental, como puntas de proyectil con pedúnculo y aletas, similar al que, a la llegada de los primeros viajeros europeos, portaban los Tehuelches y grupos afines. A partir de los 500 – 700 años después de Cristo, aparecen nuevos rasgos: el uso del arco y la flecha, reflejado en el empleo de una punta de proyectil similar a las anteriores, pero de tamaño reducido; la elaboración de cerámica; y la realización de pinturas rupestres de un estilo particular, denominado de "Grecas" o "Geométrico Complejo". Posteriormente (Siglo XVII) las etnias asentadas en el norte de la Patagonia adoptan el uso del caballo, al tiempo que se incrementan los contactos interétnicos, particularmente con los pueblos transcordilleranos (proceso de araucanización). Al mismo tiempo aumenta el intercambio con los europeos; incorporando materias primas de ese origen: hierro, latón, monedas de plata, cuentas de vidrio, etc. y el uso y comercio de ganado equino, bovino, caprino y ovino. En lo referente al ámbito boscoso lacustre, la datación absoluta más antigua registrada hasta hoy día, remonta a 3.490 años A.P.; en el sitio denominado "Alero Los Cipreces" (Silveira; MS, 1993) en la vecina región del Lago Traful. El alero funcionó como campamento donde se realizaron tareas vinculadas con la caza y consumo de guanaco, huemul, vizcacha de la sierra y recolección de mejillón de agua dulce, talla de instrumentos y trabajo del cuero y la madera. Hay valvas de molusco de origen oceánico. Con respecto al lago Nahuel Huapi, de acuerdo a estudios realizados en el alero rocoso Puerto Tranquilo I de la Isla Victoria (Hajduk; MS 1990) se sabe que desde por lo menos 30 años antes de Cristo, hubo indígenas que dominando las artes de la navegación, transitaban y vivían en el medio boscoso. Si bien el material recuperado de estos primeros navegantes es reducido aún, se sabe que confeccionaban instrumentos de piedra, como puntas de proyectil y filos cortantes a manera de cuchillos. En hueso elaboraron perforadores y punzones. Hubo cierta manipulación de la arcilla, aunque no confeccionaron con ella recipientes. La construcción de embarcaciones está implícita. Como recursos alimenticios recolectaron moluscos de agua dulce; capturaron crustáceos del lago, pescaron y habrían cazado, en la estepa vecina, animales como el guanaco. No se descarta la caza de huemul. En cuanto al aspecto físico, el hallazgo de un esqueleto humano completo, permite plantear semejanzas con los indígenas canoeros que ocupaban el litoral pacífico desde Chiloé hasta los canales fueguinos (Chono, Alakaluf). Un segundo momento de ocupación de la Isla, a partir de 1.310 años d.C., refleja una convergencia de rasgos materiales de diverso origen, confirmando lo que expresan las crónicas escritas que analizaremos mas adelante, de ser esta región un área de intenso contacto e intercambio cultural.

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Además de aumentar la densidad de hallazgos, hace su aparición la alfarería. En otros sitios de la región, la elaboración de cerámica se podría retrotraer a 900 – 1000 años d.C. Sus formas estarían inspiradas en aquellas que son comunes a la Araucanía Chilena. En tanto otros fragmentos cerámicos, decoradas por incisión, reflejarían semejanza con piezas del NO rionegrino y Sur de Neuquén. El hallazgo de pendientes realizados a partir de moluscos de origen Pacífico se hace frecuente. La relativa sequedad de estos niveles, permitió rescatar restos de origen orgánico como: pieles, una de ellas con costura y un sector pintado, que correspondería a la tradicional vestimenta de los grupos patagónicos el “quillango” o manto de piel de guanaco. También cordeles, restos de cestería, punzones y tarugos de madera. Con respecto al lago Nahuel Huapi, de acuerdo a estudios realizados en el alero rocoso Puerto Tranquilo I de la Isla Victoria, se sabe que desde por lo menos 30 años a.C. hubo indígenas que, dominando las artes de la navegación, transitaban y vivían en el medio boscoso. La dieta incluiría: peces como la perca y el pejerrey; moluscos de agua dulce y aves; huemul. Procedentes del inmediato ámbito estepario continental: guanaco, piche y huevos de ñandú. Para épocas más recientes aparecen indicios de cultivos de maíz y cebada forrajera. La presencia de pigmentos rojos, en estos niveles alfareros, permite plantear su relación con la ejecución de pinturas rupestres. Los sitios con arte rupestre son numerosos tanto en la Isla como en las costas del ámbito boscoso lacustre poco accesibles por vía terrestre. Pertenecen a una expresión particular del "Estilo geométrico complejo" o de "grecas", denominada: Modalidad del Ámbito Lacustre Boscoso del Noroeste de la Patagonia (Albornoz y Cúneo 2000). El estilo Geométrico se desarrolla a partir de los 700 años d.C., extendiéndose su práctica hasta la época de contacto hispano indígena. Fue efectuado, en principio, por grupos Tehuelches y sus antepasados, habitantes del medio estepario. Los diseños son geométricos abstractos, a veces policromos, realizados mediante trazos quebrados escalonados, conformando laberintos; cruces, figuras en X; almenas; triángulos opuestos por el vértice, etc. La variante local de este estilo habría sido efectuada por los indígenas de canoa, habitantes de la Isla y las costas del lago, quienes habrían entrado en contacto con los aborígenes cazadores de estepa y que luego en el siglo XVII serían conocidos como "Puelches del Nahuelguapi”. Entre las características particulares de la Modalidad del Ámbito Lacustre Boscoso se destacan: una menor regularidad y complejidad de los trazos geométricos y laberínticos de los motivos abstractos; la presencia de diseños representativos de la figura humana y de animales como el huemul y el guanaco. La representación del caballo, así como de jinetes en sus cabalgaduras, aparece también como indicador del momento de contacto hispano indígena. Los diseños se realizan casi exclusivamente en color rojo. La época de contacto hispano indígena se ve reflejada en un sitio arqueológico inmediato a un puerto, abrigado de los vientos dominantes del Oeste, el ámbito de la península Llao Llao (Hajduk; 1991). Por su localización, este sitio pudo haber servido como posta intermedia, empleada por los jesuitas en su tránsito lacustre entre Brazo Blest y el asentamiento de su misión en la costa Noreste del lago Nahuel Huapi. Entre el material recuperado se reconocen fragmentos de platos de mayólica, de botijos, de vidrio de botellas y clavos de hierro forjados a mano. Junto a estos restos se encuentran otros de elaboración aborigen como: fragmentos de alfarería, puntas de flecha, raspadores, elementos cortantes y una bola de boleadora.

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Este material se encontraba disperso, en el interior y exterior de una planta rectangular de vivienda, afectada por un incendio. Sus paredes se habrían elaborado clavando postes en posición vertical, entre los cuales se entrelazaban ramas menores y fibras vegetales. Luego esta estructura se revocaba con barro. El techo posiblemente fuera de paja. Como posibles restos arqueológicos relacionados a la Misión de comienzos del siglo XVIII, se destaca el hallazgo de un cementerio con enterratorios que evidencian rasgos indígenas y cristianos, en la Península Huemul (Vignatti 1944). Las fuentes etnohistóricas Los primeros arribos al ámbito del Nahuel Huapi se hacían desde el Oeste cordillerano, partiendo desde de Chiloé o Calbuco. Estas islas sirvieron de baluarte a las acciones hispanas en el Sur de Chile, desde el siglo XVI. Desde Calbuco salían expediciones militares cuyo objetivo, entre otros, era reconocer nuevos territorios y especialmente lograr la captura de indígenas (“malocas”) para ser vendidos como esclavos. En este contexto, la primer referencia escrita que menciona el lago se debe al Capitán Juan Fernández, cuyo relato fue incorporado por Diego Flores de León en su "Memorial" (Fernández [1620]). El derrotero seguido, más tarde llamado “Camino de las Lagunas”, comprendía la navegación marina del Seno y Estuario de Reloncaví. Desde el fondo de este último en Ralún, por tierra se llegaba al Lago de Todos los Santos, navegando por él hasta la desembocadura del río Peulla. Siguiendo su cauce se accedía al filo de la cordillera. De allí se descendía hacia el brazo Blest del lago Nahuel Huapi, donde se retomaba la navegación hacia el Este. Esta vía de comunicación habría sido usada por los indígenas y luego por los hispanos, especialmente por los Jesuitas. Dejemos hablar al Capitán Juan Fernández: "Salimos del Puerto de Calbuco, cuarenta y seis hombres en piraguas y navegamos hasta la boca de Turailla (Estuario de Reloncaví) siempre al puelche (Este)..... hasta llegar a una laguna que se llama Quechocavi (Lago de Todos los Santos), en cuyos contornos había mucha gente, que ahora esta despoblada, porque los soldados de aquella provincia la asolaron; allí cosimos las piraguas y navegamos por la dicha laguna, hasta nueve leguas, siguiendo la derrota siempre al puelche, buscando paso para la cordillera, y subimos por un río que se llama Peulla, hasta tres leguas donde rompiendo la cordillera dimos en la otra banda, habiendo caminado por ella hasta cinco leguas de mal camino, por no estar abierto, donde topamos otra laguna muy grande que se llama Navalhuapi, en la cual volvimos a coser nuestras piraguas, navegando por ella hasta ocho leguas, que dimos en unos indios puelches, los cuales examinados nos dijeron que los caciques más principales de la tierra se llamaban Ilaquilé y Yaquilloy, y que estos indios servían a las ciudades de Osorno y Villarrica, cuando estuvieron pobladas... ". Las ciudades mencionadas y otras del Sur de Chile fueron destruidas por un gran alzamiento general de las tribus, a fines del siglo XVI y principio del siglo XVII. Como reacción a una compleja situación bélica, donde el abuso y mal trato que sufrieron los indígenas se ve reflejado en el mismo texto: expediciones esclavistas, matanza de aborígenes en el ámbito del lago Todos los Santos y en amplias zonas a ambos lados de la cordillera; formas de trabajo compulsivo impuesto a los indígenas. Juan Fernández luego de esta entrada al Nahuel Huapi, mencionando haber realizado “otra maloca y entrada” más hacia el sur, remontando el río Puelo. Si bien en esta crónica se hace mención a dos etnias: Puelches y Poyas, será el Padre Nicolás Mascardi quien mejor caracterizará a los grupos que habitaban y transitaban esta región. Ante las numerosas malocas, y la correspondiente reacción hostil de las parcialidades del Este de la cordillera, se había emprendido una política de acercamiento a cargo del Jesuita Diego de

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Rosales. Se intentaba una pacificación a través de la devolución a sus tierras de indígenas cautivados y la celebración de parlamentos. Con este último fin, el Padre Rosales visitó el Nahuel Huapi en 1653. En esa ocasión cita que el lago y sus islas sirvieron de refugio a los indígenas ante el ataque de los españoles. El Padre Jesuita Nicolás Mascardi arriba a Nahuel Huapi en 1670, procedente de Chiloé, en donde era Rector del Colegio de Castro y misionaba entre indígenas Chono y Guaytecas de los archipiélagos. Trae de vuelta a sus tierras a indígenas que habían sido maloqueados 4 años antes. El proyecto de Mascardi incluía el establecimiento de una Misión, a la que denominó Nuestra Señora de Los Poyas. También lo motivó la búsqueda de la legendaria ciudad de los Césares, en la cual blancos que sobrevivieron a naufragios ocurridos en el siglo XVI e indígenas compartirían una vida rodeada de abundantes riquezas. Las primeras acciones misioneras del P. Mascardi en Nahuel Huapi culminan con su muerte a mano de los indígenas, acaecida durante su cuarta expedición al Sur de la Patagonia en 1674. La Misión fue reiniciada a fines de 1703 por el Padre Philipp Van der Meeren (Felipe Laguna) y más tarde se le suma el Padre Juan José Guillelmo, quienes edifican una capilla y viviendas para sí mismos y los indígenas cristianizados que los acompañaban. Para efectuar estas construcciones trajeron carpinteros de Chiloé. Otros Jesuitas que transitaron “el camino de las lagunas” en pos de la Misión, fueron los Padres: Miguel de Olivares1; Nicolás Kleffert; Manuel del Hoyo; Francisco Elguea y Arnoldo Jasper. Sobre la dificultad de este paso nos deja testimonio el Padre Laguna: “... A 22 de enero salí para Chiloé navegando unas lagunas horribles, no sin riesgo de la vida por ser las embarcaciones de estos indios pequeñas i malas. Anduve las dos montañas a pié, porque no se puede de otra suerte, i que es el camino tan malo que no tengo yo palabras para esplicarlo. También se pasa un rio caudaloso que se llaman Peulla, sobre piedras agudas; i quizá éste es el mayor trabajo, porque se ha de vadear mas de veinte veces, ...” (Laguna en: M. de Olivares [1736 ] 1874). Una cita del Padre Nicolás Mascardi destaca el carácter de área de contacto interétnico que se daba por entonces en esta región, entre tres parcialidades indígenas diferenciadas tanto lingüística como territorialmente. Cabe aclarar que el Padre Mascardi tenía dominio de todas estas lenguas. Por estas dificultades y peligros que representaba el “camino de las lagunas”, el Padre Guillelmo, enterado de la existencia de un paso terrestre, dedicó parte de sus esfuerzos a redescubrirlo. Por este “paso de Vuriloche”, ubicado al sur del Monte Tronador, “... antiguamente entraban los Españoles á hacer sus malocas, ó correrías para sojuzgar á los Indios, y hacerlos sus esclavos” (Machóni, 1732). Razón por la cual los indígenas de Nahuel Huapi, se resistían a su reapertura. Guillelmo logró su objetivo, pero a consecuencia de ello fue envenenado. En breve esta situación, más otros conflictos concurrentes, llevaron a que los indígenas incendiaran la Misión en 1717, quedando ésta definitivamente abandonada. Respecto a las parcialidades indígenas que se asentaban en la vecindad del lago Nahuel Huapi, el Padre Mascardi nos comenta en su "Carta y Relación de 1670": "En esta junta fueron haciendo su parlamento aparte los caciques de cada parcialidad cada uno en su lengua: los Puelches de Nahuelguapi en lengua puelche, los Poyas en lengnua poya, y los Puelches de la otra parte del norte, que viven a la otra banda del desaguadero, en lengua veliche, que es la lengua general de

1 Según Hanisch Espíndola (1974) la obra tradicionalmente atribuida al P. Olivares ha sido en realidad escrita por el Padre Juan Bernardo Bel.

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los que viven a la parte del norte hacia Unolbil, y la lengua puelche la hablan sólo los que viven en la isla, o a orillas de la laguna. Y la lengua poya la hablan casi generalmente todos los que viven de la parte del sur de la laguna y del río Desaguadero de esta laguna de Nahuelguapi" (El subrayado es nuestro). La cita destaca el carácter de área de contacto interétnico que se daba por entonces en esta región, entre tres parcialidades indígenas diferenciadas tanto lingüística como territorialmente. Cabe aclarar que el Padre Mascardi tenía dominio de todas estas lenguas. Considerando otras fuentes escritas también por Jesuitas: Diego Rosales, Miguel de Olivares, Felipe Laguna, distinguimos: A "Puelches de Nahuelguapi" como indígenas asentados en el perímetro del lago y en la actual isla Victoria. Hablaban una lengua propia. El término “puelche” (gente del Este) proviene de la lengua araucana (mapu dungún) y era empleado para denominar a los indígenas del oriente cordillerano. Físicamente eran menos corpulentos y de estatura más baja que la de los Poyas. Aparentemente eran de tez más oscura. En sus desplazamientos, se valían de embarcaciones desarmables, compuestas de tres tablas cosidas entre si. Los españoles llamaban “piraguas” a estas embarcaciones, en tanto que el nombre indígena en el ámbito de Chiloé e islas Guaitecas era “dalca”. Su radio de acción trascendía el ámbito boscoso lacustre del Nahuel Huapi, incursionando en la estepa vecina. También cruzaban la cordillera y navegaban el actual lago Todo los Santos y el seno de Reloncaví, llegándose a las islas de Calbuco y Chiloé. Para principios del siglo XVIII se sustentaban de la caza, para lo cual se valían del arco y la flecha; montaban a caballo y tenían alguna práctica agrícola. Miguel de Olivares, para esa época nos comenta: “Su alimento es la caza, porque en estas partes por el mucho frío no se dan las sementeras; solo en la isla se dan algunas papas i quinua i arvejas o guisantes". El padre Machoni dejó testimonio, además, del aprovechamiento de la cebada. (Machoni, 1732). Por Poyas debe entenderse a los indígenas que se asentaban al Este y Sur del lago Nahuel Huapi. Poseían también lengua propia, diferenciando el Padre Mascardi dos modalidades dialectales diferentes, una correspondiente a los Poyas “comarcanos” o locales y la otra a los Poyas más distantes que frecuentaban la costa Atlántica con muy amplio radio de acción. Sus armas eran el arco, la flecha y las boleadoras; los perros ayudaban en la caza. Las principales presas eran el guanaco y el ñandú petiso (choique). Su vivienda consistía de un toldo desarmable con cubierta de cuero. Se vestían con pieles de guanaco (quillango o manto de pieles) y "pellejos de avestruces" (cubresexo). Solían pintarse el cuerpo. Eran "robustos" y de estatura elevada. Los "Poya" constituían estirpes de indígenas nómades cazadores-recolectores de estepa, a los que más adelante se identifica como "Tehuelches Septentrionales" de F..P. Moreno [1876-1877](1964) o a los "Gününa Küne" de Harrington. (Harrington, 1969). Parcialidades afines se extendían hasta la costa Atlántica y región del Estrecho. Ya a principios del siglo XVII revisten condición de ecuestres. Finalmente los "Puelches de habla veliche", eran aborígenes que para fines del siglo XVII, se asentaban desde la margen norte del "Desaguadero" (río Limay) hasta el ámbito del volcán Lanín por el norte, área del cacique Uenoubil. La lengua "veliche", sería una forma dialectal de la lengua araucana (mapu dungún), hablada por las parcialidades Huilliches al sur del río Toltén en Chile. Esta parcialidad que cita Mascardi, correspondería a una nueva identidad indígena que se estaba conformando por contacto intercultural, de grupos cazadores-recolectores y aborígenes provenientes del sur de la "Araucanía Chilena". Ya para este tiempo, disponían de caballos y animales vacunos. Una breve referencia en cuanto a los contactos entre las parcialidades indígenas de la región para los siglos XVII y XVIII, implican tanto relaciones de aceptación como de rechazo de una etnía con respecto a las otras. Pero en todo caso está siempre latente la comunicación, siendo el dominio bilingüe y trilingüe de los

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aborígenes, una práctica común. Mascardi indica que: "....los mismos Puelches de Nahuelguapi, cuando van a las juntas o visitas de los Poyas, todos se pintan como ellos y con eso se hacen Poyas, costumbre que usan mas las mujeres que los hombres,...". Esta convergencia a nivel del uso la pintura ritual, en este caso corporal, se veía ya reflejada a nivel arqueológico, con la práctica de pinturas rupestres, efectuadas por los cazadores de estepa de quienes la adoptan los navegantes. En tanto una relación de tensión entre "Puelches del Nahuelguapi" y "Poyas" es referida por el Padre Laguna, hacia 1704 quien dice que eran “...no muy bien quistos (vistos) entre sí, (...) el origen de donde procedía esa acritud: era un odio irreconciliabe de una nación contra otra" (Laguna Felipe de la [1704] 1930). Hacia fines del siglo XVIII, el “paso de las Lagunas” será nuevamente transitado por el religioso franciscano Francisco Menéndez. En tres oportunidades (1791,1793 y 1794) entra en el Nahuel Huapi, con fines exploratorios. Es además el ultimo viajero que vendrá a buscar la ciudad de los Césares. Es destacable mencionar que Fray Menéndez, pese haber recorrido gran parte del lago no observa indígenas navegantes. Sí toma contacto con cazadores recolectores de estepa, descendientes de los Poyas, que por entonces se volcaban en forma creciente al manejo de hacienda yeguariza y vacuna, dada la demanda de dichos animales, originada particularmente en la vertiente pacífica de los Andes. A cambio obtenían, entre otros bienes, aquellos de origen hispano criollo, sin desdeñar por ello la caza del guanaco y otros animales silvestres. El destino de los Puelches navegantes es incierto, pudiendo haberse integrado al proceso mencionado, que los llevó a volcarse mayormente hacia el ámbito estepario. A partir del siglo XIX otros viajeros transitarán nuestro camino, con distintos objetivos... pero esta es otra historia... Bibliografía: El presente informe cuenta con una extensa bibliografía que, por razones de espacio, no se incluye en este ejemplar. No obstante, la misma puede consultarse por teléfono o correo electrónico al PIGPP ([email protected]) o bien intentar contactarse con los propios autores.