Alcalde-Presidente del Ilmo. Ayuntamiento de Don Benito

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Este Ayuntamiento está plenamente convencido de que la cultura es el motor que mueve a la humanidad; por ello alienta y protege cualquier actividad que esté relacionada con ella. Y, también por esa razón, en la Casa de Cultura tienen lugar los más variados actos culturales: conferencias, conciertos, presentación de libros, exposiciones, etc. En esta ocasión lo que se celebra es una exposición de talla. Su autor, un dombenitense en la diáspora: Antonio Reyes Herrera. No hay que olvidar que Don Benito, en todos los tiempos, ha sido y es ciudad de artistas y escritores destacados, todos presentes en nuestra memoria. Antonio Reyes es uno de esos dombenitenses que pasea con orgullo el nombre de la ciu- dad que le vio nacer y ésta se lo agradece en extremo. Reyes, que es como se le conoce, abrió su propio estudio de escultura en Madrid. Los principios, como todos los principios, fueron difíciles, pero las dificultades duraron poco tiempo. Él llevaba por delante una tarjeta de visita que nadie podía rechazar y que, de hecho, nadie rechazó: sus obras. Éstas son, a nuestro entender, admirables; mas, si tuviéramos que destacar algunas, desta- caríamos las románicas: la simplicidad de formas y la austeridad que caracterizan al estilo románico lo ha captado Reyes como pocos. Esto hace que estas esculturas suyas tengan algo especial que cautivan y subyugan a todos cuantos las contemplan. Otra de las características de este escultor dombenitense es la sonrisa de sus Vírgenes, llenas de misticismo y sumidas en el éxtasis. Esto y mucho más podrán comprobar todos aquellos que admiren esta exposición. No queremos terminar sin dar las gracias a todos los que, de una u otra forma, han cola- borado en el montaje de la exposición y en la elaboración del catálogo. Y gracias, de una forma especial a Antonio Reyes y a su familia. Gracias por su generosidad y por su amor a Don Benito. Mariano Gallego Barrero Alcalde-Presidente del Ilmo. Ayuntamiento de Don Benito

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Este Ayuntamiento está plenamente convencido de que la cultura es el motor que mueve a la humanidad; por ello alienta y protege cualquier actividad que esté relacionada con ella. Y, también por esa razón, en la Casa de Cultura tienen lugar los más variados actos culturales: conferencias, conciertos, presentación de libros, exposiciones, etc.

En esta ocasión lo que se celebra es una exposición de talla. Su autor, un dombenitense en la diáspora: Antonio Reyes Herrera.

No hay que olvidar que Don Benito, en todos los tiempos, ha sido y es ciudad de artistas y escritores destacados, todos presentes en nuestra memoria.

Antonio Reyes es uno de esos dombenitenses que pasea con orgullo el nombre de la ciu-dad que le vio nacer y ésta se lo agradece en extremo.

Reyes, que es como se le conoce, abrió su propio estudio de escultura en Madrid. Los principios, como todos los principios, fueron difíciles, pero las dificultades duraron poco tiempo. Él llevaba por delante una tarjeta de visita que nadie podía rechazar y que, de hecho, nadie rechazó: sus obras.

Éstas son, a nuestro entender, admirables; mas, si tuviéramos que destacar algunas, desta-caríamos las románicas: la simplicidad de formas y la austeridad que caracterizan al estilo románico lo ha captado Reyes como pocos. Esto hace que estas esculturas suyas tengan algo especial que cautivan y subyugan a todos cuantos las contemplan.

Otra de las características de este escultor dombenitense es la sonrisa de sus Vírgenes, llenas de misticismo y sumidas en el éxtasis.

Esto y mucho más podrán comprobar todos aquellos que admiren esta exposición.

No queremos terminar sin dar las gracias a todos los que, de una u otra forma, han cola-borado en el montaje de la exposición y en la elaboración del catálogo. Y gracias, de una forma especial a Antonio Reyes y a su familia. Gracias por su generosidad y por su amor a Don Benito.

Mariano Gallego BarreroAlcalde-Presidente del Ilmo. Ayuntamiento de Don Benito

Una vez más me dirijo a otro artista dombenitense, otro artista y amigo, de la misma Escuela de Artes y Oficios de Don Benito, la que da mucho que hablar, por tantos y tan buenos alumnos que se forjaron allí, en cualquiera de las ramas de taller existentes.

Esta vez nos centramos en Antonio Reyes Herrera, artista donde los haya y, cómo no, alumno del que fuera nuestro Gran Maestro, Don Juan Aparicio Quintana.

Conozco a Antonio desde cuando era casi un niño. Como anécdota diré que yendo yo a la escuela en el año 1957 era cuando estaba realizando la talla de la Virgen Dolorosa para la Iglesia de Mengabril, y Don Juan Aparicio me mandaba a la calle Rabanero donde tenía Antonio su pequeño taller en casa de sus padres para recoger la pieza que me dijera de la Virgen para ver el trabajo realizado. Por esa razón, conocí todo el proceso hasta que fue expuesta, antes de llegar a su destino, en el comercio de Las Agudo en la Plaza de España con la siguiente nota: “ esta imagen ha sido realizada por el artista Antonio Reyes Herrera”.

Pasaron muchos años, pero nunca perdí la pista de los artistas que conocí y emigraron.

Cuando organizaba las exposiciones que programaba la Asociación de Amigos de la Cul-tura Extremeña tuve el enorme placer de ir a la calle Luis Ruiz de Madrid en el año 1988 para invitarle a exponer en el antiguo ayuntamiento situado en el solar que ocupa hoy la Casa de Cultura. Aceptó gustosamente y fue cuando vi con detenimiento la obra existente en su piso. Cuando entré el él vi una obra que me fascinó titulada: “mi cosecha perdida”. Nunca fui capaz de convencerle para que me la vendiese. Hoy día la llamo yo “mi escul-tura perdida”. También me llevó a su estudio a ver todo el proceso de sus trabajos.

Ahora, 20 años después vuelve a exponer en el mismo lugar.

En las obras de Reyes podemos observar la Dulzura, la Paz y la Religiosidad que nos transmite. Yo diría que estos mismos sentimientos los refleja toda su familia, porque son dulces, encantadores y religiosos. En definitiva una familia maravillosa. Todo esto no podía dejar de manifestarlo porque pienso que su familia es también una obra del artista.

Para no alargarme más, les invito a ver esta digna exposición, pues seguro que el visitante quedará impregnado de tanta belleza románica en el arte sacro.

Recibir el abrazo que os merecéis con cariño de

Eduardo Gómez-Valadés Parejo

NAZARET EL MEJOR TALLER No estoy muy habituado a escribir artículos de homenaje, ni laureas de recono-cimiento; pero ordenar y escribir algunos recuerdos para este catálogo de la exposición artística en homenaje de quien es más que amigo, mi querido Antonio Reyes, me es muy grato.

Cuando hemos ido, y continúas yendo, al taller de Reyes, en Madrid, allá por Ciudad Li-neal, en Santurce 67, en ese piso bajo, casi semisótano… Antonio te espera siempre con una mezcla de inquietud y alegría, y de sospecha de que te puedas perder y no des con el sitio, a pesar de sus minuciosas explicaciones. El está esperándote, pero disimula de conversación con el vecino Manolo, el que es capaz de saltar, a los ochenta y tantos, la verja de su terraza entre figuras de mosaicos y cantos de río, pero que con la complicidad de la buena y vieja vecindad, dicen que no estaban por allí porque dudaran de que dieras con el estudio, pues ellos han salido porque se ha ido un coche y te están guardando el aparcamiento...

Antonio, después del abrazo de calabazón sincero y llano de siempre, tiene palabras de acogida que le salen del corazón, y del interés cariñoso y sincero por tus cosas y las de los tuyos. Y mientras caminamos hacia su “casa taller”, muestra algo de una inquietud sosegada por la visita, o por el encargo del que ya alguna cosa le has adelantado por telé-fono. O de preocupación por la urgencia con que lo precisas, o por las medidas que le has indicado que le suenan un poco a exageradas, sobre todo si piensa en ese otro cura, tan querido nuestro que le tiene encargado, “a mi me haces lo mismo que a Juan José, pero más grande”. O te va dejando caer, con picardía picarona, alguna información subliminal de cómo puede ir ya el trabajo encargado…

Y así vamos andando, y ya en el portal, con parsimonia casi litúrgica, contento, abre con una primera llave el cancel; después, y con la misma liturgia, bajando algunos escalones, abre las cerraduras de su puerta. Y rogándote esperes, va al interruptor general de la luz, mientras tú ya disfrutas del olor que te envuelve del pino melis almacenado, del estuco y de la cola de conejo recalentada, de la goma laca platino, del barniz, el óleo, el pan de oro… que te va transportando en un no sé qué de misterio divino, de unción inspirada, y de sorpresa nazarena. Y por fin, ya medio dentro, con luz de bombillas un poco empolvadas de serrín, nuestros ojos, sin saber dónde mirar, se encuentran entre imágenes románicas de pantókratos, cris-tos majestad crucificados, apóstoles, vírgenes sentadas, theotocos, madres y reinas, con el Hijo en las rodillas o en brazos… Y, de nuevo, siguiendo a Antonio, que ha vuelto a

aparecer con su mirada chispeante y satisfecha... Crees, que, entre tantas obras de arte, de un momento a otro, en cualquiera de aquellas estancias del su “casa taller”. Y sin vencer la curiosidad, queriendo entrarte más dentro de esas habitaciones pequeñas, que saben a presencia divina, crees que, de sopetón, te vas a encontrar con Ella, sentada junto a la ven-tana en su banqueta, con el cesto de la costura a los pies y remendando la camisa del Santo José o zurciendo la calzona del Niño Jesús… ¿Lo esperas, te lo imaginas, lo deseas…? No lo sé. Pero sí, así, muy parecida a ésta debió ser la casa taller de Nazaret.

Y esto, podéis pensar que me pasó la primera vez, la de hace casi cuarenta años; pero no, así me ha sucedido la primera vez, y la segunda, y cada una de las cientos de veces que he ido y voy a la “casa taller” de Antonio. Este Antonio, este Reyes, que debió llamarse José como el carpintero de Nazaret. Porque, desde aquella primera, ésta es la experiencia y el recuerdo que tengo calido, como el pan recién hecho, que con él en su “casa taller” he estado un rato disfrutando de la de Nazaret…

Y al momento Paqui, que llega alegre y feliz a verte, y que se ha entretenido preparando algo para que te quedes a comer en su casa con ellos. Porque para Paqui, igual que para Antonio, pero lo expresa más espontáneamente ella, su alegría es que vengas a su casa para compartir tantas cosas como hay que contarse tomando unas aceitunas del pueblo y un buen vino que han traído de la bodega. Para ella el que viene a su casa, como le sucede al buen israelita, el que viene a su casa trae algo de Dios, de sus bendiciones, de su sabi-duría, de su presencia.

En las Sagradas Escrituras, cuando Moisés, por encargo de Dios, tiene que hacer las ropas y los objetos sagrados para el sacerdote y para la Tienda Santa del Encuentro que debía cobijar lo más sagrado de Yahvéh Dios, el arca de su presencia, las tablas de la ley, el bas-tón que abría el mar, acababa con las serpientes, y sacaba agua de la piedra de pedernal… Dios le Dice a Moisés que le busque y escoja a los artistas más hábiles del pueblo, que sobre ellos, Él haría descender su Espíritu, su Ruha Divino.

Por pura gracia, Antonio Reyes es como uno de aquellos artistas buenos y ungidos de Dios y Moisés. Es como José, el Carpintero Santo, humilde, y ungido de Nazaret, que soñó sueños divinos y emigró a otras tierras para salvar al Hijo dado en custodia por Dios, y usó el serrucho y el escoplo y la azuela… Y amando a Dios y a su esposa María, le trasmitieron al Hijo el oficio y la fe, y el amor, y la hombría de bien para con todos, y los valores preciosos de que hablan de parte de Dios los profetas… Y así, día a día, se los trasmitieron a Jesús, el Hijo de Dios y suyo en la tierra. En su “casa taller” Antonio ha sacado de los tablones de pino imágenes preciosas, ungi-

das, de mirada con ojos limpios de niño. Imágenes acostumbradas a contemplar lo divino y traerlo a la Tierra… Imágenes de San Pablo para el Papa Pablo VI y para tantos otros lugares... Crucificados preciosos para Mengabril, para Torremenga, para Aldeanueva de la Vera, y para cientos de oratorios e iglesias de frailes y monjas. Virgenes del Sagrario para la Catedral de Plasencia, y de la Estrella para San Pedro de Trones, en León, y de la Paz para Navalvillar de Pela, y del Puerto para Formosa, en Argentina… Y de mártires, y de apóstoles, y de santos. Y relieves de San Isidro, o de San José en el taller con su banco y su gato, o de la Virgen de Guadalupe con monasterio y aparición incluida, como los de Navalvillar de Pela… Pero contemplad en todas sus rostros, y sus miradas, y su sonrisa… Y comprobaréis que no fueron hechas para museos o ferias. Que delante de esas imágenes de la Virgen, o de la del Cristo Crucificado, o de Pablo el Apóstol de las gentes, o de San José obrero y padre bueno, o San Antón, o de las mártires… Delante de ellas, te paras, y con ellas miras para dentro, y cierras los ojos del cuerpo, para continuar saboreando lo que te han trasmitido. Y te arrodillas y rezas, y no cualquier oración, sino la que sale del alma. Y enciendes incluso, con gozo y con paz en el alma, una vela que alumbre por ti, y continúe tu plegaria, la que empezó como un susurro suave, pero que elevas a Dios, al que adoran los santos de Antonio, que saben de ti y de todo lo que has traído y sentido ante ellos…

Antonio, y creo que puedo decirlo con toda certeza, sé, que cada vez, que en su “casa taller”, ha sacado con sus manos y sus gubias estas imágenes ungidas que están en tantas partes del mundo, no lo ha hecho esperando aumentar su cuenta en el banco, o para salir en las páginas de los periódicos, o en noticieros de televisión… Antonio, es verdad que se alegra por lo que, estando dentro del tronco, con sus manos ha salido fuera. Pero, en cada una de esas veces, Antonio, esculpiendo, se ha sentido instrumento de Dios como un niño. Se ha sabido agraciado, y sabe que, de entre los dones y carismas divinos, a él, Dios le ha regalado el del arte y la sonrisa más bella. Ese arte con el que Dios mismo, en el día de la creación primera, en el jardín del edén, moldeó con todo el cariño divino de sus manos al que es su imagen y semejanza en forma de varón y mujer.

Por eso Antonio con el don recibido, con el don que le ha sido dado, ofrece a otros cre-yentes, miradas y manos de lo que ha visto, ha palpado y contemplado del Corazón bello, bueno y verdadero de Dios. Antonio sabe de Dios, lo saborea en sus adentros de orante humilde y confiado, y nos lo ofrece con el gozo de la “esclava del Señor” “porque -igual que con Ella en Nazaret y con el sacerdote en cada misa- el Poderoso hace obras grandes con él”.

Antonio, con las imágenes que han salido, del arte y el cariño de sus manos, nos ofrece, a los que son, y continúan siendo como niños. Esos de los que el Señor dijo que de los

que son como ellos es el Reino de los Cielos. A todos nos ofrece la sabiduría de Dios, la que da a los sencillos. Antonio, con sus gubias y escoplos, con sus policromías añejas, en cada obra que hace, dando vida a los leños y sacándoles de dentro su belleza, nos adentra y enseña a sonreir con esperanza, y a saborear el gozo del Corazón y la alegría del Reino de Dios en la tierra.

Antonio, qué bueno, que para ti lo importante no haya sido aumentar la cuenta de ahorros. Pero Antonio, ¿QUÉ SIENTES CUANDO LA VIEJECITA DEL CESTO, O LA MADRE AGRADECIDA O PREOCUPADA, O LA MUCHACHA Y EL MUCHACHO ENEMO-RADOS ENCIENDEN DELANTE DE UNA DE TUS IMÁGENES, QUE YA TIENE LOS PIES GASTADOS DE BESOS, SE ACERCA, SE ARRODILLA, Y, REZANDO, LE EN-CIENDE UNA VELA…? ¿HAY MEJOR PAGA?.

Antonio y Paqui, el mejor taller Nazaret. El vuestro, el mejor, siendo de ungida y grandí-sima calidad, no es el de las gubias y los pinceles, ni el de las piedras de ágata que bruñen el mejor oro en la madera… Vuestro mejor Nazaret. Donde habéis sacado las imágenes más bella, con los ojos más limpios, con la sonrisa más dulce y sincera, con los corazones creyentes, honraos y generosos, son los tres que os han salido a la imagen del Dios que mora en vosotros, y a los que habéis trasmitido el oficio de hombría de bien y la fe en ese Dios y Padre Bueno, el Dios de Misericordia y Consuelo, que en Jesucristo su Hijo amado, por el Espíritu Santo nos ha colmado de Gracia y Bendición. Antonio y Paqui, mis más que amigos. Vuestras mejores imágenes, las que mejor habéis esculpido y policromado con el arte del Dios Creador, amasando y moldeando el barro con amor y verdad. Las mejores imágenes que os han salido, son, la de cada uno de los que suman tres, y han salido de vosotros, y enamorados un día de “Sol”, y de “Mar”, y de “Arcángel”, todos de María, porque el que no lo lleva delante, seguro que estuvo muy cerca del que le llevó el saludo a Ella. Los tres, de dos en dos, continúan haciendo de sus hogares el mejor taller, “el de Nazaret”.

Antonio y Paqui ¡El mejor taller Nazaret!.

Juan José Gallego Palomero Sacerdote de Jesucristo.

Antonio Reyes Herrera. Una mirada desde dentro

No resulta fácil condensar en unas líneas tantas y tantas cosas como podríamos contar de quien, además de un gran artista, es nuestro propio padre. Tampoco nos corres-ponde a nosotros resumir su biografía o presentar el currículum de su trayectoria profe-sional… Todo esto bien puede hacerlo cualquiera que, interesándose por el personaje, se acerque a él y recopile los datos necesarios.

Quizás, nuestra mejor aportación pensando en quienes ahora leéis este escrito, es la de acercaros a la parte más humana y desconocida de papá.

Con la perspectiva que nos dan tantos años de convivencia con él destacamos su voca-ción de vida familiar, sencilla y apartada del mundanal ruido... No podemos imaginarle de otra forma que madrugando mucho, tanto como los gallos, y marchando a su viejo estudio para comenzar la ilusionante jornada de trabajo. Nuestro padre pertenece a esa generación que ha venido a llamarse “del esfuerzo”; una generación a la que nada se le ha dado gratuitamente y que, cada progreso, cada logro, ha sido fruto del trabajo diario y la perseverancia. Pero en él, además del esfuerzo, se ha unido una habilidad especial y una sensibilidad nada común para expresar con su arte lo que la mayoría de nosotros sólo podríamos imaginar o admirar en otros…

Todos conocemos a muchos artistas que apenas se bajan de la pasarela, que nos venden su obra y su nombre utilizando continuamente el marketing; artistas que pasan gran parte de su tiempo codeándose con los medios de comunicación o con las personas más influyen-tes… Nuestro padre nunca perteneció a ese mundo… A las dos de la tarde, puntual, llega a casa, come, charla con todos y… vuelta al trabajo, para echar la tarde entre sus gubias, sus maderas, sus dibujos, sus proyectos… Él es un enamorado de su trabajo o, mejor di-cho, de su “hobby”, como siempre lo ha llamado. Es quizá por ello que nunca ha llegado a jubilarse. Mientras no le fallen las manos o la vista, seguirá esculpiendo, modelando o dibujando la belleza de las cosas, las escenas de la vida o los pilares de su propia fe…

Nosotros hemos disfrutado desde que tenemos uso de razón con sus esculturas, con sus dibujos, con sus pinturas... Nos parecía que formaban parte del paisaje. Nuestra casa ha sido siempre un pequeño museo y hemos llevado con orgullo muchas de sus obras a pue-blos y ciudades de nuestra extensa geografía.

Gracias a nuestro padre hemos podido experimentar que “no sólo de pan vive el hombre”, que la vida puede ser mucho más valiosa cuando sabemos encontrar un ideal, que las personas estamos llamadas a ser más que a tener, que el mundo puede ser más bello si lo

sabemos ver con los ojos adecuados... Sus ojos y sus manos de artista nos han enseñado todo esto y más, y cualquiera que se acerque a su obra puede descubrir y disfrutar un po-quito de todo lo que decimos. Nosotros, sus hijos, hemos tenido, tenemos, y esperamos tener por mucho tiempo, el privilegio de ser testigos de ello y de seguir disfrutando de un padre que, además de un enorme artista, es un ser humano excepcional.

Juan Carlos, Jesús y María José.