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de que ha servido Polanco para dar expresión al pensamiento del fundad or. El origen de algunas y aun muchas de ellas será tbn sin duda el mi o Ignaci o en conversión con el secretario; פro no n consta. m. CARACR Ha habido repetidos y diversos tentativos de buscar una clave de lta de las Constituciones. Algunos, influidos por la filosofía de la épo ca, la han creído encontra r en la estructura de las Partes y de los capítulos. Es un camino pel igroso , que leva fácilmente al apriorismo y al sujetivismo; פligro que no se ha sabido siempre evitar. El 6nico modo de evitarlo con seguridad sería atenerse a las indicacio aes elícitas del autor. Así en la disposici ón de las diez Partes de ·las Constitucion el autor nos declara explícitamente que no sigue un orden te mático, s, ·: orden práctico de la ejecución, en el cual lo primero es lo que en la i ción es lo último, y viceversa [135, 137]. En otra asión, al enumerar , . cualidades del General, dice también expresamente que las pone en oen importancia [724J, y vemos que este orden es: espíri t u, alma, cueo y d exteriores, y en el alma, el de las potencias: memoria, entendimiento y volund e j ec ut iva. El mismo orden lo encontramos, al menos parcialmente, en la P primera, al enumerar las cualidades del candidato [153-161], en la disposicn de los capítul de la Parte tercera, y desiar los colaboradores del e pósito General en la Parte nona [698-807). Por orden de impoancia se u- m eran también las causas de di mi sión, en la Parte segunda [209-217:]�; , medi os de conservar Ja Compañía, en la Parte décima, y probablen; . capít ulos de la Parte sexta. Otras veces vemos claramente que el autor e: en la mente el esquema de las diversas circunstancias que intervienen en' d tema: q ui én, a quién (o qué cosa), cómo . .. Por ejemplo en los capí tulos de las Partes primera, segunda y qui nta, en las Declaraciones del segundo r� tulo de la Parte séptima, en los capítulos segundo a séptimo de la Pwte octava etc. Pero, aparte del peligro de sujetivi smo, que hemos menci o nado cree s , ' que este método no basta para darnos el sentido íntimo, el alma, que viv toda la obra, y qu e, por lo tanto, no nos ofrece la verdadera clave de lecta. Otra línea toman Jos que defnden que las Constituciones son frut . . de. e xperie ncia, y llevan a la experiencia. Como exפriencia de donde nacion , tue una exפriencia « discreta , o sea, pond erada con discreción �piritual, no deben llevar inmediatamente a la acción, sino al disceri ento esptu de lo que se debe hacer. Más que un conjunto de norm, l Cstituciones son una ayuda para el disceimiento, n ofrecen criteri de dieimiento . Al� no s l legan a decir qu e el l ibr o de l ti tuc i o n es es sólo una a, va; demecu m, un «manual , qu e nos indica, no lo que tenemos que hacer, so cómo tenemos que obrar. · 2 5 Puede haber en todo esto una acción contra cierto racionalismo o volun tarim o que r mucho tiempo prevaleció en espituali d de la Com- p, reacc ión a su vez coutra el quietismo o efecto de excesivo temor del p seudomisticismo. Pero debemos cuidar que - como suele suceder en las re acciones humanas - no caigamos en el extremo contrario. s Constituciones. si, son fruto de experiencia (¿qué ley huma no lo ?). auue no lamente de ex pe riencia: a Ja experiencia hay q ue añadir l a exión sre las exigencias de la vación y fin específico de la Comía, y la ilumación sobrenatural. se el Diario espiritu de san Iacio. L Constitiones llevan a exprienc ia . leyes no son elucubraciones filosóficas que se escn sólo a la especulación del entendiento. · L ley se en para la práctica, pa que sea n obse ad. Concedemos asímo que esta observcia (de nuevo como la de toda otra ley) no ha de ser literal, sino conforme a la mente del legislador. Igualmente concedem que es caratestico de l Cotituciones i ac i a nas (como después diremos) no ser meramente dispositivas, sino d j te nte el motivo y por lo tanto el í�u con q ue la dsición ha de r o e rvada. En to to, pues, t de acueo con dich autores. Pero si, adem, quiere decir que l Constituci ones no son normativ, so - r ente directivas; que no contienen leyes, so criri de prudencia espiritu; si pret ende reducirlas casi a un libro de ifación, como la Imitación de Cto, entonces no pemos menos de dintir. S Iacio evidentemente quiere e las Constituciones se oeen e en todo •, auue no baj o pena de peco [602], y que no perdamos p unto de פc ión qᵫ pamos alcan en su cplimiento [547]. El General las ha de hacer observ [745, 790], y aque puede disפnsar ellas, mirando fin dell [746], esta misma facultad de dis- ar p ba que se trata de verder leyes preptivas. No de criterio de disceimiento. ¿Cóm o etrar, pues, la olave lta que v bcdo? Toda lislación religa mira a realar y conar el ideal pitivo me- dite a sitemación jurídica. Esta st e maci6n j udica es necesaria en toda siedad o comunidad humana ( « ut conuos ordo serv e t ur in omni bene instituta communitate necessarius •, dice la Fórmula del Instituto n). Pero Jo que ilumina, lo que ana y vivifica la ley, e s el ideal que con el la q uie re r y co erv; en otros términos, es la vocación propia del instituto, e nua p ro f esión se�D la expresió n ignaciana, o, como ahora se su e le d e c ir con p a b ra menos exacta, el carma. ¿Cu es idl primitivo en la Compaa? S Iio ha bló de rd veces. Ya en 1536, t que la Compañía fue fundada c om o Oe n re, al aediano de Bloa su prop6$ito de vivir en to e pobrez a !• M expresamente, ocho años des p ués, en l a ración sobre la pobre, habiendo a l u d ido a la breza que había en- Del voúmen sobre todas las Constituciones

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Comentario de ls constituciones de la compañía de Jesús.

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de que se ha servido Polanco para dar expresión al pensamiento del fundador. El origen de algunas y aun muchas de ellas será también sin duda el mismo Ignacio en conversación con el secretario; pero no nos consta.

m. CARACTER

Ha habido repetidos y diversos tentativos de buscar una clave de lectUl'a de las Constituciones.

Algunos, influidos por la filosofía de la época, la han creído encontrar en la estructura de las Partes y de los capítulos. Es un camino peligroso, que lleva fácilmente al apriorismo y al sujetivismo; peligro que no se ha sabido siempre evitar. El 6nico modo de evitarlo con seguridad sería atenerse a las indicacioaes explícitas del autor. Así en la disposición de las diez Partes de ·las Constituciones� el autor nos declara explícitamente que no sigue un orden temático, siDo, ·:el orden práctico de la ejecución, en el cual lo primero es lo que en la inte;._ ción es lo último, y viceversa [135, 137]. En otra ocasión, al enumerar , . cualidades del General, dice también expresamente que las pone en orden de importancia [724 J, y ve mos que este orden es: espíritu, alma, cuerpo y donesexteriores, y en el alma, el de las potencias: memoria, entendimiento y voluntad ejecutiva. El mismo orden lo encontramos, al menos parcialmente, en la Parte primera, al enumerar las cualidades del candidato [153-161], en la disposición de los capítulos de la Parte tercera, y al designar los colaboradores del Pre.:­pósito General en la Parte nona [698-807). Por orden de importancia se enu­meran también las causas de dimisión, en la Parte segunda [209-217:]�; ,Jos medios de conservar Ja Compañía, en la Parte décima, y probablemente; Jos. capítulos de la Parte sexta. Otras veces vemos claramente que el autor tiene: en la mente el esquema de las diversas circunstancias que intervienen en' d tema: quién, a quién (o qué cosa), cómo ... Por ejemplo en los capítulos de las Partes primera, segunda y quinta, en las Declaraciones del segundo ca.pr� tulo de la Parte séptima, en los capítulos segundo a séptimo de la Pwte octava etc. Pero, aparte del peligro de sujetivismo, que hemos mencionado cree#f�s,

'

que este método no basta para darnos el sentido íntimo, el alma, que vivifica toda la obra, y que, por lo tanto, no nos ofrece la verdadera clave de lectU:Ca.

Otra línea toman Jos que defienden que las Constituciones son frut() . . de. experiencia, y llevan a la experiencia. Como la experiencia de donde nacieron, tue una experiencia « discreta :t, o sea, ponderada con discreción �piritual, no deben llevar inmediatamente a la acción, sino al discernimiento espiritual de lo que se debe hacer. Más que un conjunto de normas, las Constituciones son una ayuda para el discernimiento, nos ofrecen criterios de discernimiento. Algo� nos llegan a decir que el libro de las Constituciones es sólo una guía, un va;. demecum, un «manual :t, que nos indica, no lo que tenemos que hacer, sino cómo tenemos que obrar.

;··25

Puede haber en todo esto una reacción contra un cierto racionalismo o voluntari.smo que por mucho tiempo prevaleció en la espiritualidad de la Com­pañía, reacción a su vez coutra el quietismo o efecto de un excesivo temor del pseudomisticismo. Pero debemos cuidar que - como suele suceder en las reacciones humanas - no caigamos en el extremo contrario. Las Constituciones. si, son fruto de experiencia (¿qué ley humana no lo es?). aunque no solamente de experiencia: a Ja experiencia hay que añadir la reflexión sobre las exigencias de la vocación y fin específico de la Compañía, y la iluminación sobrenatural. Léase el Diario espiritua:l de san Ignacio. Las Constituciones llevan a la expe· riencia. Las leyes no son elucubraciones filosóficas que se escriben sólo para la especulación del entendimiento. · Las leyes se hacen para la práctica, para que sean observadas. Concedemos asímismo que esta observancia (de nuevo como la de toda otra ley) no ha de ser literal, sino conforme a la mente del legislador. Igualmente concedemos que es caraterístico de las Constituciones ignacianas (como después diremos) no ser meramente dispositivas, sino dar juntamente el motivo y por lo tanto el espíri�u con que la disposición ha de ser observada. En todo esto, pues, estamos de acuerdo con dichos autores. Pero si, además, se quiere decir que las Constituciones no son normativas, sino me­ramente directivas; que no contienen leyes, sino criterios de prudencia espiritual; si se pretende reducirlas casi a un libro de edificación, como la Imitación de Cristo, entonces no podemos menos de disentir. San Ignacio evidentemente quiere que las Constituciones se observen e en todo •, aunque no bajo pena de pecado [602], y que no perdamos punto de perfección que podamos alcanzar en su

complimiento [547]. El General las ha de hacer observar [745, 790], y aunque puede dispensar en ellas, mirando al fin dellas [746], esta misma facultad de dis­pensar prueba que se trata de verdaderas leyes preceptivas. No se dispensa un criterio de discernimiento.

¿Cómo encontrar, pues, la olave de lectura que vamos buscando?

Toda legislación religiosa mira a realizar y conservar el ideal primitivo me­diante una si.stemación jurídica . Esta sistemaci6n jurídica es necesaria en toda sociedad o comunidad humana ( « ut congruos ordo servetur in omni bene instituta communitate necessarius •, dice la Fórmula del Instituto n). Pero Jo que ilumina, lo que anima y vivifica la ley, es el ideal que con ella se quiere realizar y conservar; en otros términos, es la vocación propia del instituto, e nuestra profesión • se�D la expresión ignaciana, o, como ahora se suele decir con palabra menos exacta, el carisma.

¿Cuál es ese ideal primitivo en la Compañía? San Ignacio habló de él repetidas veces. Ya en 1536, antes que la Compañía fuese fundada como Orden religiosa, manifestó al arcediano de Baroelo.o.a su prop6$ito de vivir • en estado de predicar en pobreza • 33• Más expresamente, ocho años después, en la Deliberación sobre la pobreza, habiendo aludido a la pobreza que había en-

Del voúmen sobre todas las Constituciones

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señado Jesucristo a sus apóstoles, al enviarlos a predicar, añade: �esta [pobreza] eligiendo todos diez [compañeros], nemine discrepante, tomamos por cabeza al mismo JeslÍS nuestro Criador y Señor, para ir debajo de su bandera para pre� dicar y exhortar, que es nuestra profesión • 34• Y poco más tarde, en las Coltfti;o luciones circa missiones, en un pasaje que pasó después casi literalmente ·a las Constituciones definitivas, declaró que la promesa o intención suya y . de SUB compañeros era « disourrir por el mundo, y donde no hallasen el frut(\ espiritual deseado en una parte o en otra, pasar en otra y en otra y así consequenter discurriendo por villas y por otros lugares particulares, a mayor gloria de Dio. nuestro Señor y a mayor provecho espiritual de las ánimas» JS. Se desc¡¡j� aquí y en otros pasajes que omitimos por brevedad );,' la «vida apo$tólica . .,. en el sentido que esta expresión tomó desde el siglo XII, . y que santo l'omá$11 con la claridad y precisión que le es característica, definió diciendo: la . vkbl apostólica consiste en que los apóstoles, habiendo dejado todo, discurr(an pqr. el mundo evangelizando y predicando, como aparece en Mateo 10 �. �n .•. � Compañía esta vida apostólica llegó a su plena realización cuando Paulo, .� se reservó el envío de los que habían de practicarla. Se constituyó así en .� «misionera • o vida en «misión •; no porque todos Jos de la Compañía .• siempre en acto de misión, sino porque «deben estar cada hora preparados � discurrir por unas partes y otras del mundo, adonde fuesen enviado�. por , ,� Sumo Pontífice o sus superiores • [588; cf 82. 308 ... ) . Esta vida apostó!��· •.• � vida en misión determina y condiciona la mayor parte de las normas dodaa Constituciones, como las que se refieren a la selección, a la formación;; inte'� Jectual, a los votos de obediencia y pobreza, al gobi.rno central ... 38• .

.

.• ·:lidPero esta vida no la ha de vivir cada uno individual o separadame�te.?,_¡

tampoco unido con otros por los solos lazos de comunes aspiracionCS;',.IP!o formando con otros un cuerpo orgánico, una Orden religiosa de la• lgl�· Así Jo determinaron los primeros padres en Jas deliberaciones de 1539� 1M Constituciones, por tanto, junto con el ideal de la « misión :t, nos pr��. d modo de organizar ese cuerpo en que se encarna, el modo de estructurau: '� Orden religiosa en que ha de ser realizado. Así que ideal y realización; espíritu

Y ouerpo, « misión :t y organización jurídica (o, si se quiere, con téanip.� JQC:t dernos, carisma e institución) son las dos vertientes o las dos dimension� ·� juntas nos ofrecen la verdadera clave de lectura. Insistiremos sobre este punto. al hablar de la imagen de cuerpo en el proemio .

Las Constituciones ignacianas no son, desde luego, perfectas. Parece fal· tarles una última revisión, que corrigiese algunos defectos formales. Hay re· peticiones innecesarias. Algunos pasajes, debido a la reelaboración del texto o a lapsus de los cop1stas, han quedado oscuros. Alguna añadidura no parece ocupar el lugar más apropiado... Se ha criticado, sobre todo, que desciendan a demasiados pormenores partículares. Esto último contrasta· especialmente con lol

.27

gustos modernos. Nótese, sin embargo, que las leyes muy generales son poco eficaces. y que en las Constituciones ignacianas este detallismo está grandemente

compensado con la adaptibilidad a las circunstancias de que en seguida ha· bla.remos.

Por lo demás estos defectos formales no oscurecen los grandes valores contenidos en las Constituciones. Nos contentaremos con señalar tres, que juzga­

mos más característicos.

El primero es que, a semejanza de la Regla de san Benito, pero muy di­versamente de otras constituciones de Ordenes religiosas antiguas, las Constitu· dones ignacianas no son meramente dispositivas. La disposición de lo que hay que hacer, va ordinariamente apoyada y vivificada por el motivo espiritual o el « espíritu � con que hay que hacerlo .

De la Regla de san Benito dice san Gregario Magno que es « discretione

praecipua � (notable por su discreción) 39• Sin comparaciones improcedentes. algo muy parecido podemos decir de las Constituciones ignacianas, designándolo como otra de sus características. Observan, en efecto, la e mediocridad • o justo medio, recomendado por ellas mismas para toda la legislación de la Com­pañía, sin declinar «a extremo de rigor o soltura demasiada :r> [8221. Se ha ponderado a veces la « ferrea disciplina • jesuística. Si ha existido en alguna época, no ha sido en virtud de las Constituciones del fundador. Baste decir que

no hay en ellas un código penal, como lo había en todas o casi todas las constituciones antiguas, y aun en la Regla benedictina.

Fruto de esta discreción es una tercera característica: la flexibilidad o adapta­bilidad a las diversas situaciones. El autor tiene siempre en cuenta las excepcio­nes y las acomodaciones de la norma general, que esa diversidad de sitl,taciones puede exigir. Unas veces Jas menciona concretamente, otras encarga en general que se atienda a las circunstancias de tiempos, lugares y personas. En más de veinte Jugares hemos encontrado este encargo. El objeto de las Declaraciones es precisamente guiar al superior en esta aplicación prudente de las normas senera)es.

Estas características han conseguido que las Constituciones ignacianas hayan sido siempre vitalmente actuales. Es signifJcativo que sea en estos últimos decenios cuando han despertado más interés, y cuando han sido estudiadas con· mayor entusiasmo 40•

IV. ACEPTACION

En la Compañía las Constituciones han sido siempre acogidas con plena aceptación y aun veneración, como herencia preciosa del santo fundador �. Lafnez, por ejemplo, escribió que. en ellas nos había dejado san Ignacio e un

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CONCLUSION

La Parte VI de las Constituciones se podría

tal vez decir que es como la guía ascética o espi­ritual del religioso j esuita que, con los últimos

votos, ha sido definitivamente incorporado a la

Compañía de Jesús . Le enseña cómo ha de observar

los votos religiosos conforme al modo de procede� propio de nuestro instituto. Le señala el camino

de su vida interior de orac ión y penitencia y fre­

cuenci a de sacramentos. Le muestra los obstáculos

que ha de evitar en el campo litúrgico y pastoral.

Lo que no sabemos si ocurre en otras legislaciones

de institutos religiosos, le da normas aun- para la

hora de la muerte. Finalmente le indica el espíri­

tu con que ha de proceder en el mismo cumplimiento

de las Constituciones, que no es de temor sino de

amor y deseo de acomodarse más fielmente a la vo­

luntad divina en ellas significada .

En todo ello la estrella orientadora es el

ejemplo de evangelización itinerante vivida por Je­sús y sus apóstoles y descrita por San Mateo al fi­

nal del cap itulo 9 y principios del capitulo 10 de su evangelio . Por eso9 en la obediencia es a Cris­

to a quien el jesuita ha de ver en el superior , y

es la voz de Cristo la que ha de oir en la voz del

superior. El fulgor de la presencia de Cristo ofus­

cará todas las objeciones del propio juicio, encen­

derá la voluntad en adhesión gozosa a la voluntad

de Cristo. e impulsará a una ejecución pronta y di­ligente de lo �rdenado. Como Jesús y sus apósto­

les. el jesuita formado ha de viv ir de limosna. No

449 •

sólo no podrá vivir de rentas sino que - lo que es

propio de la Compañía de Jesús a diferencia de

otros institutos religiosos - no podrá recibir re­

compensa por sus ministerios espirituales, "dando

gratuitamente lo que gratuitament e ha recibido".

Podrá, sin embargo, en sus misiones apostólicas,

aceptar a loj amiento y "viático", porque "el obrero

tiene derecho a su sustento". No permite esta vida

ni la obligación del coro , ni el oficio de párro­

co, ni las capellanías, ni algún otro oficio y�cu ­

pac1on que impidan la disponibilidad exigida por

la evangelización itinerante. Por último, el jesui­

ta ha de ser siempre evangelizador, aun en la hora

de la muerte, al menos con su ej emplo de paciencia

y de esperanza de los bienes eternos.

San Marcos, al hablar de la elección de los

doce apóstoles, dice que Jesús los escogió para

que estuviesen con El y para enviarlos después a

predicar. Podríamos decir que, dejando la segunda

fase de este programa enviarlos a predicar -

para la Parte VII, en esta Parte VI san Ignacio

enseña al jesuita formado cómo debe "estar" con Jesús, que continúa hoy su acción salvadora del

mundo.

450

Del volúmen sobre la part VI

Page 4: Aldama Spanish

INTRODUCCION

C A P I T U L O I

..

DE LAS MISIONES DE SU SANTIDAD

. ·.: ..

Como dijimos en la introducción general, la contextura de este capítulo está formada por las "Constituciones circa missiones", escritas por san Ignacio en 1544/45. . .

De ellas provienen el LLnal del i.1. l /603/ los nn. 2, 3, 5, 6, y 8 /606, 609, 612, 615, 617/, y la declaración B /605/. Al incorpo­rar Polanco estas "Constituciones" en el .te� to P, hizo algunas correcciones, y añadió también algunos párrafos, los cuales dieron después origen a los nn. 4 y 7 /611, 616/ y a la declaración C /607/. Vino después el P§ so del texto P al texto A; y, como el resto de las Constituciones, también este capítulo sufrió una labor de tala, que en parte vere­mos en el comentario: la fraseología de san Ignacio, más bien abundante (aunque no redug dante), quedó reducida a las expresiones es­trictamente necesarias. El texto B, por ei contrario, si se exceptúa la introducción o proemio, es copia fiel del texto A; no tiene de nuevo más que alguna frase, añadida en un seglindo tiempo, y las declaraciones A, E y G. /604, 610, 614/.

2o Contenido

En este capítulo, come reza el titulo, "se trata de la misión de Su Santidad" /603/. Y se trata '�1>rii:nero" de ella,QQ:-

8

l'

·, . . <.�¡,.-.;, __ .,.... ,'· . '

:·:.

mo la más principal" /603/� la fundamental; ya que el Superiór no envía sino "en lugar del Papa" /82/, como delegado de ·éL

En el latín clásico la palabra "m i s s i.o" tenía ·dos significados: el de "dimisión, despedida, licenciamiento;, ( =

"missio gladiatoris , "manu missio", "ite, missa est"), que parece ser el sentido primero; y el derivado de "envío",· el cual se aplicaba tanto a las cosas cuanto a las personas (= "missio litterarum", "missio legatorum") (1). Ambos sentidos los conservaba en la literatura religiGsa medioeval (2).

En relación con la predicación, en la Edad Media, se usaba ya con el significado. jurÍdico que le da el canon 13i8 del CIC, de: mandato o comisión de predicar, dado positivamen te por la autoridad eclesiástica. "Los obispos - d·ecía Ruper: to de Deutz, polemizando con los canónigos regulares - envían (mittunt) a los presbíteros, cuando los ordenan. El monje es­tá exento de esta misión (hao missione immunis est) cuando no ha ejercitado las órdenes sagradas" (3). Y el Papa Lucio III, en el decreto contra las sectas laicales, condenó a los que pr.esumían predicar "non missi" (4) •

Actualménte este significado se ha extendido, y la• pa­labra "misión" se aplica a cualquier comisión, mandato o en­cargo • . Es más, en las lenguas modernas es éste el significado más' ordinario, con no pequeño peligro de confusión para el a� gumento que tratamos (5).

En ia traducción Vulgata de la Sagrada Escritura no se encuentra el sustantivo.., 11íiJ.issio"; sí el verbo "mittere". El pensamiento, por lo demás ocupa.un puesto de máxima importan­cia en el Nuevo Testaniento. Hoy no hay que insistir en ello, porque el Concilio Vaticano II ha puesto de relieve el carác­ter "misionero" de la Iglesia, y su relación con la."misión" de Jesucristo y la "misión del Espíritu Santo (6).

San Ignacio era consciente de este sentido teológico de la "misión", y lo vivía en su vida mística. El día l:L" de febre ro de 1544 (poco más de un mes' antes que comenzase a componer-

(l) Cf ERNOUT-MEILLET, Dictionnaire étymologigue de la lange latine, s.v. "mittere"o

·

(2) LECLERCQ, Jeañ, Aux sóurces de la spiritualité accidenta­le, I (París 1964), p. 54.

(3) Altercatio monaci et laici: PL 170, 542: cit. ap. MANDON­NET-VICAIRE, Saint Dominig ue, II, 25.

(4) Cf. Denz. - Schom., n. 761.

(5) También se hablá a veces, extendiendo aún más este signi­ficado, de la misión que alguno tiene en el m.undo, que­riendo dar a entender su vocación o su destino • .

(6) Cf Lumen gentium, n. 17; Ad gentes, nn. ·2-9.

9

¡·

se comienza aquí

Del volúmen sobre la parte VII

Endean
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Endean
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las "Constituciones circa missiones") escribió en el Diario es­piritual: "En:.cesto veniéndoJ:Je otras inteligencias, es a saber: cómo el Hijo primero invió en pobreza a predicar a los Apósto-

'les y después el EspirituSanto, dando su espíritu y lenguas los

' confirmó; y así el Padre y el Hijo inviando el Espíritu Sa:g

to todas tres Personas confirmaron tal misión" (7). Con razón co�enta el P. Knauer: "En esta sencilla frase s e encierra una. grandiosa teología de la misión apostólica, que merecería un a­nálisis detallado. La misión apostólica de los discípulos de J� sús (y de todos los enviados en el nombre de Jesús) es com:liu� rada bajo tres aspectos: el de la misión comUnicada po1' Jesu­cristo; el de la confirmación de esta misión por el Espíritu

Santo, que confiere a la misión el espíritu interno y el don externo de la palabra; y el de que la misión comunicada por el Hijo y la confirmación y habilitación hecha por el Espír·i tu Sa:g to no son, en Último término, sino la extensión 'ad extra' de las relaciones trinitarias, o sea, de la 'espiración' (spiratio) en que el Padre y el Hijo eternamente producen al Espíritu San-

-to, es decir, 'lo envían"' (8). Y notemos que estas "inteligen­cias" las tuvo san Ignacio, mientras releía "las razones que t� nía escritas" en la "Deliberación de pobreza"; una de las cua­les 1ecía que esta pobreza era la que había tomado para sí "nue.§. tro común Señor Jesús", y la que había enseñado a sus discípu.,­los, "inviándolos a predicar" (9); en las cuales palabras aludía

·sin duda al capítulo 10 de san Mateo (lO). El substantivo "misión" (o "missio" en latín) la primera

vez que aparece en los escritos ignacianos, es en la Fórmula del Instituto. Después de exponer en el n. 4 el voto de obedecer al Papa) "a

_ cualquie� provincia n�s g_uier� enviar" ( "ad quascumque

provinc1as nos m1ttere voluerlt"), anade en el n. 5 que no se pueden pretender estas "misiones o provincias" ("ne qua possit esse missionum ac provinciarum huiusmodi ambitio aut detrecta­tio"), y por eso que todos se empeñen a no tratar directa ni iQ directamente con el Romano Pontífioe de tales "misiones"; y que igualmente al prepósi to se obligue· a no tratar con el Papa de "su misión" ("de ·suimet ipsius missione"), o sea, de ser él mis mo enviado. Era la formulación de lo determinado por los compa= ñeros el 3 de mayo de 1539, y confirmado al día siguiente: que, si alguno deseaba ir a alguna provincia más que a otra, de fie­les o de infieles, no pudiese recurrir directa ni indirectamen­te,.· por sí ni por otro, al Sumo Pontífice, para que lo enviase

(7) MI Const l 90-91: BAC 322.

(8) Ignatius von. Loyola. Das Geistliche Tagebuch. Herausgege­ben von A. Haas , S .I und P. Knauer S.I. (Herder 1961), p. 250, nota 3.

(9) MI Const I 80 n. 12 : BAC 298. . (lO) Cf Mt lO, 8-9.

10

. '

('ht ab ipso mi ttatur") (ll).

Se ve, pu�s, claramente que en la Fórmula del Instituto el sentido del "missio" es el de "envío" o "acción de 'e.._nviar". Y, por lo tanto, este mismo es el- significado q_ue··tenía en la profesión hecha el 22 de abril de 1541 en san Pablo 'extra mu­ros' en la frase: "Insuper promitto specialem oboedientiam

Summo PontifÍci circa missiones in bulla contentas·" (12).

Con el Slgnifict:�.uu lle "acción de enviar" usó también san Ignacio el término "misión en-las "Constituciones circa missio­nes" de 1544/45, como ya advirtió el P. Codina (13). Lo demues­tra, por ejemplo, la frase: "hicimos la tal promesa y voto para que Su Santidad hicie:ra nuestra división o misión" (14). Con frecuencia, sin embargo, concibe este "enviar", no en abst:r�:�.cto, sino concretizado con las notas individuantes del lugar adonde uno es enviado y la finalidad para que se envía. Por eso escri­be que al que ha de ser enviado, "le sea declarada su misión y a qu¿ efecto", "porque pueda mejor entender, cumplir y efectu,a:r su misión" (15). Y en otra parte habla de "la misión de Hiber­nia" (16).

El mismo-·sentido de "acción de enviar" conserva el té:rml: no "misión" en las Constituciones definitivas, corr.o aparece el§!: :ro en las frases: "aceptar como de Dios nuestro Señor la misión suya"/ 621/ � "no se entrem�ter en las misiones de su persona" /633/;---t'las misiones o compartición desta Compañía" /654/; aun­que no siemp:re el signifioado es tan evidente.

Po:r último, éste mismo es el significado que le daba Na-

(11) MI Const I 11 n. 7. (12) MI Const I 67 y 68. (13) "Quando autem Constitutiones in hao prima origine septimae

partís de missione loquuntur, actum mittendi significant, sicut-lectio est actus legendi, monitio actus monendi et ita porro". MI Const II p. LXXIV.

(14) MI Const I 160 lin. 25.

(l5) MI Oonst I 161 lin. 57-59. (16) MI Epp I 174. - Una nota específica añadió Polanco en la

introducción o proemio del texto P: que ese envío sea a lugares en que"no hace residencia la Compañía" (Mí Const I 209; cf PolCompl I 222); sin duda para distinguir las "mi­siones" del "residi:r continuamente". Pero no vemos por c,ué no se haya de llamar también "misión" el envío de un lugar de residencia a otro de residencia (cf }lliSI Nadal IV 503 -505). Tal vez por eso no pasó el incis6 al texto definiti� vo.

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·'¡•

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dal al menos en sus escritos más antiguos, aplicándolo a toda cla�e de envíos o Una de sus nume·rosas instrucciones se ti tul a "De missionibus", y en ella trata, no sólo de enviar a predi­car, sino también de enviar a probación, a peregrinación, a o­

.tros colegios o • • (17).

Pero hubo una evolución semántica, que tal vez se puede explicar así. En tiempos de Laínez se multiplicaron ;¡ fomenta­ron las salidas de los colegios a predicar en los pueblos veci­nos, sobre todo en período de vacaciones (18), y estas expedi­ciones apostólicas empezaron a llamarse sencillamente "misio­nes" (i9). El nombre "misión" fue poco a poco trasladándose del acto al efecto de enviar a predicar, que de ordinario consistía en estas correrías apostólicas. En 1566 escribía san Francisco de Borja al P. Nadal que de Frankfurt pedían les enviasen algu­nos, "como a una misión" (20).

En las Constituciones este Último concepto se expresa m� ·diante la circunlocuc:ión: discurrir por unas partes y otra,s del mtindo por mandado del Vicario de Cristo o del Superior de la Compañía /cf 82, 92, 308; 588/ (21). Pero san Ignacio emplea también la expresión clásica: "peregrinar" (22); y sabemos que el tema de la "peregrinación", tanto la peregrinación peniten­cial y devota a· un santuario célebre, cuando la peregrinación apostólica, estuvo siempre presente en el pensamiento y el len­guaje de san Ignacib· y los primeros Padres ( 23). "El Peregrino" se llama a sí mismo san Ignaeio en la Auto-biografía. nPeregri­nus in omnibus" se llamaba también el beato Fabro (24). "J?reti pellegrini" era .el nombre con que denominaban a nuestros: ·Padres

.. en Roma, . aún bastante después de haber abandonado el proyecto ..

·de viaje a Tierrp. Santa (25). Y Bobadilla definía la vocación o

(17) MHSI Nadal IV 503-505; cf pp. 557 y 633.

(18) Cf MHSI Quadrim. V 616, 625¡ VI 111, 144, 171, 183, 220, • . • PolC?illpl I 195, 238, 274, 296, 330, 473 • • •

(19) Cf MHSI La:ÍnezVIII 169-171 y 351; Nadal III, 5, 6, 508, 78L

(20)

(21) (22)

(23)

(24) (25)

MHSI .Nad.al .ni 12.

Cf también MI Const I 181 nota 1; Epp I 451. Cf MI Epp I 24i. Cf. LEDRUS, M.; L'operosita della Compagnia, pp. 24-26; RICARD, R., "Siünt Ignace de Loyola et la spiritualité e­spagnole", .en RAM, 33 (1957), pp. 129-133. (Trad. cast.

en Estudi0s de Literatura Española, Madrid 1964, pp.l58-163. MHSI Faber 684; cf. 255.

Cf'. MHSI EppXav I 69; SCHURRAMMER, Francisco Javier, trad. Casto, II, 326"

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"

carisma de la Compañía: "peregrinación en ;religión" (26).

Nadal en los Escolios distingue bien las dos expresio­nes "peregrinación" y "misión" en el siguiente párrafo: "Ad fi­nem illum magnum S0cietatis semper spectandum et contendendwo erit, qui non tantum est ut nostri.in domibus hahitent et inde civitatem vel oppidum vel etiam finitimos pagos iuvent; sed ut peregrinationibus professi et coadiutores exerceantur, quae ex missione vel Summi Pontificis vel Superiorum nostrorum susci­piuntur, ut subsiditlm animabus feratur, ubiubi quacumque occa­sione, quacumque causa auxilio sp.iri tus opus eri t; si ve ad ido­lolatras mittamur, sive ad mahometanos vel haereticos, sive ad christianos qui penuria pastor uro .. vel negligentia pereunt vel pe­riclitantur" (27). Las "peregrinB,tiones" se;;hacen "ex missione", o, lo que es lo mismo, la ·"misión" es la acción de enviar a la "peregrinación" o excursión apostólica. Pero es un claro indi­cio del cambio-de significado que sufrió el término "misión", el que, mientras en 1557, en las "Annotationes in Examen" dijo Nadal que la Última y la más perfecta habitación de la Compañía son las "peregrinaciones'.', en un lugar paralelo de 1572 escri­bió ya que lo eran lasJ'.'misione$" ( 28).

Así llegamos ai.

año 1576, en que Eil P. José de Acosta,en su célebre obra "De pr9óuranda indorum salute" ( 29), dió la si­guiente clara definiciÓ.ri del término "misiones", según la acep­ción que en lós Últimos decenios había ido adquiriendo: "missio nes intellego eas excursiones et peregrinationes quae oppidatim verbi divini causa suscipitintur" (30). Pocos años después pro­mulgaba el P. Mercuriano·las Reglas "De iis qui in missionibus versantur", con que el nuevo significado se puede decir consa­grado. Por lo cual no nos maravillará la descripción del Epíto­me del Instituto: "Missiones dicuntur expeditiones apostolicae iussu Summi Pontificis vel Superiorum Societatis susceptae, ad maiorem Dei gloriam et animarum auxilium �t plurimum extra loca residentiae nostrae" (31).

(26) MHSI Bobadilla, 602.

(27) Scholia, p. 14�.

(28)

(29)

(30)

(31)

"Ultimam ac· perfectissimam Societatis habitationem dici­mus peregrinationes professorum" (MHSI Nadal V 195). "Ul­timus locus ubi nostri versantur, et quidem amplissimus sunt missiones" (De professione et choro. Ibid., IV,l78). No fue editada hasta fines de 1888 en Salamanca. Pero el P. Lopetegui, El P. José de Acosta (Madrid 1942), Po 208-210, prueba que fue compuesta en 1576, y enviada a Roma a principios de 1577.

Lib. V, c. 21.

Epit. n. 612, parro l.

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¿Cuándo concibió san Ignacio estos deseo@_ de "discurrir por el mundo -• ¡,. para pasar en otra y en otra L.Partg_7 � buscando la mayor gloria de Dios nuestro Señor y ayuda de las animas"?

Hemos visto las alusiones a la "peregrinación apostólica" de nuestro Señor y de sus Apóstoles en las meditaciones del Rei­no y de las Banderas de los Ej�rci�ios. �sto conf�r�aría la tra­dición de que en estas dos med1tac1ones D1os comun1co a san Ign§ .cío su vocación especial, que fue después la vocación de la Com­pañía. Esa tradición nos ha llegado por dos vías independientes:

Dominigue,

Legenda ·

Dominigue,

Autobiografía,

20

el P. Mercuriano, a quien el P. · González Dávila asegura habérselo oído referir en una plática (58), y el P. Nadal. De éste soñ principalmente interesantes las palabras pronunciadas durante suprimera visita a España, cuando vivía aún san Ignacio, y recogi-das por el P. Manuel de Saa en los siguientes términos: "Aquí " ;;n Manresa7 le comunicó nuestro Señor los Ejercicios, guiándo­!e desta manera, para que todo se emplease en el servicio suyo ysalud de las almas. Lo cual le mostró con devoción especialmenteen dos ejercicios, scilicet, del Rey y de las Banderas. Aquí en­tendió su fin y aquello a que todo se debía aplicar y tener por escopo en todas sus obras: que es el que tierre ahora la Compa­ñía" (59).

Por lo demás, el mismo san Ignacio, en un pasaje de valor imponderable, en que expresamente declara que la "profesión" o vocación de la Compañía es la "peregrinación apostólica", hace referencia a la misión de los Apóstoles, mientras que alude a la meditación de las Banderas. Está tratando de la pobreza de la Compañía, que es la "pobreza evangélica" (60), y dice: "Esta Lpobrezª' tomando nuestro común Señor Jesú para sí, mostró L� en señó7 la misma a sus Apóstoles y discípulos queridos inviándolos a predicar. _�e refiere a Mt 10, 8-�. Esta eligiendo todos diez LCompañero§}, nemine discrepante, tomamos por cabeza al mismo J_2 sú nuestro Criador y Señor, para ir debajo de su bandera, para predicar y exhortar, que es nuestra profesión" (61).

Aunque las dos meditaciones del Reino y de las Banderas germinaron de las lecturas de Loyola (62), no tuvieron su plena

(58)

(59)

(60) (61)

(62)

Cf GONZALEZ DAVILA, G., Pláticas sobré

las Reglas de

la

Compañía

de Jesús (Barcelona 1964) pp. 81 y 237� Es de no­tar sin embargo; que de las dos vecés que el P. González Dávlla alude a este testimonio del P. Mercuriano, la pri­mera (Plática la) habla exclusivamente de la meditación del Rey temporal, y la segunda (Plática 17a) exclusivamen te de la meditación de las-Banderas. La segunda es la que debió de oír el P.La Palma, y a la que sé refiére en el

"Camino Espiritual", lib. V; c.2 (BAC, p. 785)• El pri�er pasaje lo trae también el P. Andrés de Cazarla, que aflr­ma·habérselo dictado el mismo P. González Dávila en 1586, ap. RHO, J., Ad Ioannem B. ·castaldum interrogations Apelo:.. geticae (Lugduni 164l),_pp. 181-182. __

MHSI Na.dal V 40; G.;f. p. 136; y Pláticas de Coímbra, p. 78. Cf DE DALMASES, C. , "Las meditaciones del Reino y de Dos Banderas y la vocación de la Compañía de Jesús" en Manresa 20 (1948), pp. 311-320. Cf Form. Inst. , n. 7. MI Const I 80: BAC, 298-299. Se refiere en el proceso de Alcalá que ya en 1526 se decía de san Ignacio y sus compa­ñeros que hacen vida a manera de apóstoles" MI Scripta I,599. Cf. MI Exercitia, pp. 28 y 41.

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clarificación sino mediante la llamada "eximia ilustración" del

Cardoner. Nos encontraríamos así de r:J.USfVO con la "vexatissima quaestio" de la "prenoción", en la que no hay que entrar aquí.