Alfredo Bryce Echenique Inca Garcilaso de La Vega, Manuel Asencio Segura, Felipe Pardo y Aliaga

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Alfredo Bryce Echenique Alfredo Bryce Echenique (Lima , 19 de febrero de 1939 ) es escritor peruano , célebre por novelas como Un mundo para Julius , La vida exagerada de Martín Romaña o No me esperen en abril . Biografía Nacido dentro de una prominente familia de banqueros, sus padres fueron Francisco Bryce Arróspide y Elena Echenique Basombrío de Bryce y se educó en el seno de la oligarquía limeña (su bisabuelo, José Rufino Echenique , fue presidente del Perú en 1851). Bryce Echenique cursó sus estudios primarios y secundarios en colegios ingleses en Lima . Se licenció en Derecho y obtuvo el título de Doctor en Letras en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (1977 ). En 1964 se trasladó a Europa y residió en Francia —en París se diplomó en La Sorbona en Literatura francesa clásica (1965 ) y contemporánea (1966 ), Magister en Literatura por la Universidad de Vincennes (1975 )—, Italia , Grecia y Alemania . Desde 1984 radica en España , aunque suele pasar largas temporadas en su tierra natal. Regresó brevemente al Perú en 1999 y abandonó el país ante el clima político reinante. Volvió a Barcelona en 2002 y publicó tres años más tarde su segundo libro de memorias, Permiso para sentir, en el que denuncia ácidamente la transformación de Perú. Bryce Echenique se ha declarado seguidor de los argentinos Julio Cortázar y Manuel Puig , y de los peruanos Julio Ramón Ribeyro y César Vallejo , porque "introdujeron y produjeron el mundo de los sentimientos y el humor, tópicos muy escasos dentro de la literatura latinoamericana de entonces". La narrativa de Bryce Echenique, entre lo delirante, lo añorante y lo grotesco, está poblada de simpáticos personajes que se mueven como un poco perdidos en un mundo laberíntico,

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Alfredo Bryce Echenique

Alfredo Bryce Echenique (Lima, 19 de febrero de 1939) es escritor peruano, célebre por novelas como Un mundo para Julius, La vida exagerada de Martín Romaña o No me esperen en abril.

Biografía

Nacido dentro de una prominente familia de banqueros, sus padres fueron Francisco Bryce Arróspide y Elena Echenique Basombrío de Bryce y se educó en el seno de la oligarquía limeña (su bisabuelo, José Rufino Echenique, fue presidente del Perú en 1851). Bryce Echenique cursó sus estudios primarios y secundarios en colegios ingleses en Lima. Se licenció en Derecho y obtuvo el título de Doctor en Letras en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (1977).

En 1964 se trasladó a Europa y residió en Francia —en París se diplomó en La Sorbona en Literatura francesa clásica (1965) y contemporánea (1966), Magister en Literatura por la Universidad de Vincennes (1975)—, Italia, Grecia y Alemania. Desde 1984 radica en España, aunque suele pasar largas temporadas en su tierra natal.

Regresó brevemente al Perú en 1999 y abandonó el país ante el clima político reinante. Volvió a Barcelona en 2002 y publicó tres años más tarde su segundo libro de memorias, Permiso para sentir, en el que denuncia ácidamente la transformación de Perú.

Bryce Echenique se ha declarado seguidor de los argentinos Julio Cortázar y Manuel Puig, y de los peruanos Julio Ramón Ribeyro y César Vallejo, porque "introdujeron y produjeron el mundo de los sentimientos y el humor, tópicos muy escasos dentro de la literatura latinoamericana de entonces".

La narrativa de Bryce Echenique, entre lo delirante, lo añorante y lo grotesco, está poblada de simpáticos personajes que se mueven como un poco perdidos en un mundo laberíntico, en medio del humor más fino y la ironía más tierna. Bryce Echenique es un maestro de la palabra, a la que domina y recrea, concediéndole nuevos significados. Su fino humor es reconocido tanto en América Latina como en Europa. Todas sus obras están llenas de personajes que él conoció personalmente.

El escritor está de acuerdo con los críticos que han dicho que los cuatro temas principales de su obra son "el amor, la soledad, la enfermedad (la depresión, muy concretamente) y la felicidad"1 y por eso los ensayos recogidos en Entre la soledad y el amor pretenden ser, según sus propias palabras, "una meditación cuando menos honda sobre el núcleo ardiente de mis libros pero también sobre lo que yo considero cuatro experiencias fundamentales de todo ser humano".1

Ha trabajado como profesor en las universidades de Nanterre, La Sorbona, Vincennes, Montpellier, Yale, Austin, Puerto Rico y otras. Ha dado conferencias y hecho ponencias en

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congresos de escritores en Argentina, Bulgaria, Canadá, Cuba, España, Estados Unidos, Francia, Italia, México, Perú, Puerto Rico, Suecia, Venezuela.

Su obra ha recibido importantes premios y ha sido traducida a diversos idiomas.

Su hermana, Clementina Bryce Echenique, está casada con el periodista Francisco Igartua Rovira, fundador y diseñador de los dos principales semanarios del Perú, Oiga (1948-1995) y Caretas (1950). Desde el comienzo de la segunda etapa de Oiga, a finales de 1962, Alfredo Bryce Echenique inició una serie de colaboraciones periodísticas que finalizaron en agosto de 1995, con el cierre definitivo de la revista debido al acoso publicitario y tributario del gobierno dictatorial de Alberto Fujimori. A través de estas colaboraciones se puede conocer muchas facetas del carácter de Bryce, como su posición antidictadura y de enfrentamiento contra todo abuso. Su resolución a decir las cosas como son, le mereció ser llamado el Niño Terrible o Niño Goyito, como el personaje principal de una de sus obras.

A pesar de la indudable originalidad de la obra de ficción de Bryce Echenique, este protagonizó, en la primera década del presente siglo, un escándalo relacionado con el plagio de artículos periodísticos, y el 9 de enero de 2009 un tribunal administrativo peruano lo condenó a pagar una multa de 177.500 soles (unos 42 mil euros), por el plagio de 16 textos pertenecientes a 15 autores,2 varios de los cuales aparecieron originalmente en medios españoles, entre ellos, uno de Sergi Pàmies publicado en La Vanguardia y otro en El Periódico de Extremadura. Ante la irrefutabilidad de los cargos, Bryce Echenique trató, infructuosamente, de probar que los artículos habían sido publicados sin su autorización y negó ser el autor de ellos.

Premios y distinciones

Mención en el Premio Casa de las Américas 1968 por Huerto cerrado Premio Nacional de Literatura 1972 por Un mundo para Julius Premio a la Mejor Novela Extranjera 1974 (Francia) por Un mundo para Julius Orden El Sol del Perú , rechazada por Bryce Echenique al gobierno de Fujimori

alegando sus convicciones democráticas Premio Nacional de Narrativa de España 1998 por Reo de nocturnidad Premio Planeta 2002 por El huerto de mi amada Premio Grinzane Cavour (Italia) 2002 por La amigdalitis de Tarzán

Obras

Novelas

1970 - Un mundo para Julius 1977 - Tantas Veces Pedro 1981 - La vida exagerada de Martín Romaña 1985 - El hombre que habla de Octavia Cádiz. Ésta y la anterior forman el díptico

que el autor bautizó como 'Cuaderno de navegación en un sillón Voltaire.

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1988 - La última mudanza de Felipe Carrillo 1990 - Dos señoras conversan 1995 - No me esperen en abril 1997 - Reo de nocturnidad 1999 - La amigdalitis de Tarzán 2002 - El huerto de mi amada 2007 - Las obras infames de Pancho Marambio

Cuentos

1968 - Huerto cerrado, contiene 12 relatos:o Dos indios, Con Jimmy en Paracas, El camino es así, Su mejor negocio, Las

notas que duerman en las cuerdas, Una mano en las cuerdas, Un amigo de cuarenta y cuatro años, Yo soy el rey, El descubrimiento de América, La madre, el hijo y el pintor, El hombre, el cinema y el tranvía y Extraña diversión

1974 - La felicidad ja ja 1979 - Todos los cuentos, Mosca Azul, Lima 1986 - Magdalena peruana y otros cuentos 1987 - Goig. Relato infantil escrito en colaboración con la escritora salvadoreña

Ana María Dueñas 1995 - Cuentos completos 1999 - Guía triste de París 2009 - La esposa del rey de las curvas

Textos biográficos

1977 - A vuelo de buen cubero 1987 - Crónicas personales (edición aumentada de A vuelo de buen cubero),

Anagrama, Barcelona 1993 - Permiso para vivir ("Antimemorias" I) 2003 - Doce cartas a dos amigos 2005 - Permiso para sentir ("Antimemorias" II)

Ensayos y artículos

1996 - A trancas y barrancas 2000 - La historia personal de mis libros, Fondo Editorial Cultura Peruana, Lima 2002 - Crónicas perdidas, artículos, estudios, conferencias y cartas públicas

publicadas en diferentes medios entre 1972 y 1997, Anagrama, Barcelona3

2004 - Entrevistas escogidas, selección, prólogo y notas de Jorge Coaguila; Fondo Editorial Cultura Peruana, Lima

2005 - Entre la soledad y el amor, libro dividido en 4 partes, precedidas de unas Palabras preliminares, contiene los siguientes 10 textos:

o I LA SOLEDAD: El otro y nostros, La señora X, Soledades contemporáneas y La vejez no se cura

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o II LA DEPRESIÓN: Del humos, del dolor y de la risa (crónica de una depresión)

o III LA FELICIDAD: La felicidad nuestra de cada díao IV EL AMOR: El amor absolutamente melancólico, Cuatro estaciones del

amor (y su melancolía), El amor juvenil y Los amores tardíos

Inca Garcilaso de la Vega

Gómez Suárez de Figueroa, apodado Inca Garcilaso de la Vega, (Cuzco, Gobernación de Nueva Castilla, 12 de abril de 1539 - Córdoba, España, 23 de abril de 1616) fue un escritor e historiador peruano.[1] "Primer mestizo biológico y espiritual de América", "Príncipe de los escritores del nuevo mundo", son algunos de los apelativos con los cuales se califica a este gran cronista mestizo. Perteneció a la época de los cronistas post Toledanos, durante el período colonial de la historia del Perú.

Se le conoce mayormente por su obra cumbre: Comentarios Reales de los Incas, la cual llegó a ser ulteriormente vetada, en los Virreinatos del Perú y Buenos Aires, por la corona española al ser considerada sediciosa y peligrosa para sus intereses[cita requerida], debido al levantamiento de Túpac Amaru II (4 de noviembre de 1780).

Su nombre de bautismo fue Gómez Suárez de Figueroa. En su exilio autoimpuesto en España lo cambió años más tarde por el de Inca Garcilaso de la Vega.

Primeros años

Era hijo del conquistador español capitán Sebastián Garcilaso de la Vega, de la nobleza extremeña, y de la ñusta o princesa inca Isabel Chimpu Ocllo, nieta del Inca Túpac Yupanqui y sobrina del Inca Huayna Cápac, emperador del "reino de las cuatro partes o suyos" o Tahuantinsuyo (nombre del Imperio incaico en su lengua nativa quechua). Gracias a la privilegiada posición de su padre, que perteneció a la facción de Francisco Pizarro hasta que se pasó al bando del virrey La Gasca, fue bautizado con los apellidos ilustres del mayor de sus tíos paternos y de otros antepasados que pertenecieron a la casa de Feria; estudió en el colegio de Indios Nobles del Cuzco, el Inca Garcilaso de la Vega recibió en Cuzco una esmerada educación al lado de los hijos de Francisco y Gonzalo Pizarro, mestizos e ilegítimos como él, pero durante sus primeros años estuvo en estrecho contacto con su madre y con lo más selecto de la nobleza incaica, por ejemplo los hijos del emperador Huayna Cápac: Paullu Inca y Tito Auquí. Accedió pues a la instrucción de los amautas o sabios incas versados en la mitología y cultura incas:

Estas y otras semejantes pláticas tenían los Incas y Pallas en sus visitas, y con la memoria del bien perdido siempre acababan su conversación en lágrimas y llanto, diciendo: "Trocósenos el reinar en vasallaje, etc." En estas pláticas, yo como muchacho, entraba y salía muchas veces donde ellos estaban y me holgaba de las oír, como holgaban los tales de oír fábulas (Comentarios reales, I, 1, 15)

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Sin embargo, su padre se vio obligado a abandonar a la princesa inca a causa de la presión de la corona porque los nobles españoles se casasen con damas nobles españolas, y así lo hizo para matrimoniar con Luisa Martel de los Ríos; sin embargo, no lo hizo sin conceder antes a su madre una cuantiosa dote, que le sirvió para casarse con Juan del Pedroche, un soldado peninsular, de la que tendría el inca dos mediohermanas, Luisa de Herrera y Ana Ruiz. Su adolescencia estuvo, sin embargo, ensombrecida por las cruentas guerras civiles del Perú, y él y su padre padecieron la persecución de los rebeldes Gonzalo Pizarro y Francisco de Carvajal. Su padre le tuvo en gran estima, como demuestra el hecho del cariño que le demostró su hijo en sus escritos y el hecho de que le legara en su testamento (1559) tierras en la región de Paucartambo y cuatro mil pesos de oro y plata ensayada para que el joven mestizo cursara estudios en España.

En España

La primera vez que el Inca Garcilaso de la Vega viajó a España fue a la edad de 11 años. Diez años más tarde, poco después de morir su padre, a los veintiún años de edad, el 20 de enero de 1560, cuando Garcilaso salió de Cuzco camino a España, emprendiendo un viaje que se mostró particularmente arriesgado desde la Ciudad de los Reyes (Lima) hasta Panamá y Cartagena de Indias, para tomar la ruta de los galeones hasta la Habana y las Azores, donde un marinero portugués le salvó la vida antes de llegar a Lisboa.

Montilla

Tras una breve estancia en Extremadura, donde visitó a unos familiares, se estableció en el pueblo cordobés de Montilla donde residía su tío Alonso de Vargas. Luego, en 1561, fue a Madrid a pretender algunas mercedes que se debían a su padre, y allí conoció al conquistador Gonzalo Silvestre, quien le suministraría numerosos datos para su obra La Florida. Desengañado de las intrigas cortesanas (acusaron a su padre no menos que de favorecer al rebelde Gonzalo Pizarro dejándole un caballo que le salvó la vida en una batalla, y tal versión fue apoyada por los cronistas de indias oficiales) pensó en volver a Perú en 1563, pero optó por seguir la carrera militar, como su padre. Abandonó el nombre de Gómez de Figueroa y firmó ya para siempre con el de Garcilaso de la Vega, por el que será conocido.

Carrera militar

Como su padre, logró el grado de capitán, y tomó parte en la represión de los moriscos de Granada bajo el mando de don Juan de Austria y, más tarde, conoció las obras del filósofo neoplatónico León Hebreo, cuyos Diálogos de amor traducirá. Entre 1570 y 1571 se entera de la muerte de su madre y de su amado tío Alonso de Vargas; este último le adjudicó bienes en su testamento que hicieron que ya en el futuro no se tuviese que preocupar de su sustento y aún disfrutase de cierta holgura. Poco después, el fallecimiento de su tía política Luisa Ponce le hizo relacionarse indirectamente con Luis de Góngora y en Montilla coincidió con Miguel de Cervantes, que recaudaba fondos para la corona. Y parece ser que Cervantes conocía las obras del insigne mestizo: había leído la traducción por Garcilaso de los Diálogos de amor de León Hebreo. Los bienes heredados de su tía acrecentaron aún

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más su bienestar económico y le posibilitaron entregarse a la cultura. En 1590, muy probablemente dolido por la poca consideración en que se le tenía en el ejército por su condición de mestizo, dejó las armas y entró en la religión.

Formación humanística

Frecuentó los círculos humanísticos de Sevilla, Montilla y Córdoba y se volcó en el estudio de la historia y en la lectura de los poetas clásicos y renacentistas. Fruto de esas lecturas fue la celebrada traducción del italiano que el Inca Garcilaso hizo de los Diálogos de amor de León Hebreo, que dio a conocer en Madrid el mismo año de su retiro.

Córdoba

Se trasladó a Córdoba en 1591, y se relacionó con algunos doctores, como el jesuita Juan de Pineda, quien le instó a preparar un comentario piadoso de las Lamentaciones de Job. Buscó relaciones de soldados asistentes a la conquista de La Florida y encontró dos, la de Alonso Carmona y la de Juan Coles, que le obligaron a retocar lo que ya tenía escrito sobre Hernando de Soto. En 1605 publicó el resultado en Lisboa con el título La Florida.

En 1612 Garcilaso compró la Capilla de las Ánimas en la Catedral de Córdoba, donde su hijo sería sacristán y donde quiere ser enterrado, y fallece cuatro años después, entre el 22 y el 24 de abril de 1616 como fechas probables. En aquella capilla sus albaceas grabaron esta lápida:

El Inca Garcilaso de la Vega, varón insigne, digno de perpetua memoria. Ilustre en sangre. Perito en letras. Valiente en armas. Hijo de Garcilaso de la Vega. De las Casas de los duques de Feria e Infantado y de Elisabeth Palla, hermana de Huayna Capac, último emperador de las Indias. Comentó La Florida. Tradujo a León Hebreo y compuso los Comentarios reales. Vivió en Córdoba con mucha religión. Murió ejemplar: dotó esta capilla. Enterróse en ella. Vinculó sus bienes al sufragio de las ánimas del purgatorio. Son patronos perpetuos los señores Deán y Cabildo de esta santa iglesia. Falleció a 23 de abril de 1616.2

El 25 de noviembre de 1978 el rey Juan Carlos I de España hizo entrega de una arqueta que contenía una parte de sus cenizas; éstas reposan actualmente en la Catedral del Cusco.3

Obras

Siguiendo las corrientes humanistas europeas en boga en su tiempo, Garcilaso, el Inca, inició un ambicioso y original proyecto historiográfico centrado en el pasado americano, y en especial en el del Virreinato Perú.

Considerado como el padre de las letras del continente, en 1605 dio a conocer en Lisboa su Historia de la Florida y jornada que a ella hizo el gobernador Hernando de Soto, título que quedó sintetizado en La Florida del Inca. La obra contiene la crónica de la expedición de aquel conquistador, de acuerdo con los relatos que recogió él mismo durante años, y

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defiende la legitimidad de imponer en aquellos territorios la soberanía española para someterlos a la jurisdicción cristiana.

El título más célebre de Garcilaso el Inca, sin embargo, fueron los Comentarios reales, la primera parte de los cuales apareció en 1609, también en Lisboa publicada por Pedro Craasbeck. Escrito a partir de sus propios recuerdos de infancia y juventud, escuchado directamente de sus parientes, de contactos epistolares y visitas a personajes destacados del Virreinato del Perú, el relato constituye, pese a los problemas de sus fuentes orales y escritas y a las incongruencias de muchas fechas, uno de los intentos más logrados, tanto conceptual como estilísticamente, de salvaguardar la memoria de las tradiciones de la civilización andina. Por esta razón es considerada su obra maestra y se la ha reconocido como el punto de partida de la literatura latinoamericana.

La segunda parte fue publicada en Córdoba, en 1617, con el título "Historia general del Perú: trata el descubrimiento del, y como lo ganaron los españoles, las guerras civiles que hubo entre Pizarro, y Almagro, sobre la partija de la tierra, castigo y levantamiento de tiranos, y otros sucesos particulares. "

Sus obras reflejan lo siguiente:

1. Él recibió una educación formal esmerada, tanto en su patria como en España, pues aparte de sus dos lenguas maternas (español y quechua) hablaba latín.

2. Su familia materna eran los antiguos gobernantes Incas, y por ello, él describe a los Incas como monarcas benévolos que gobernaban un país donde todos vivían en una patria de justicia y piedad con los pobres.

3. A manera de ejemplo, Garcilaso sólo reconoce los sacrificios humanos, una practica ancestral más antigua que el imperio inca, pero niega que también se dieron en el tiempo de los Incas.

Manuel Ascencio Segura

Manuel Ascencio Segura y Cordero (Lima, 23 de junio de 1805 - 18 de octubre de 1871) fue un dramaturgo peruano, representante importante del costumbrismo en los inicios de la literatura republicana. Es considerado como el creador del teatro nacional peruano, junto con Felipe Pardo y Aliaga (1806-1868), con quien a menudo polemizó. Destacó con sus comedias y sainetes costumbristas, que enriqueció con voces y giros populares. Mientras Felipe Pardo era un hombre de ideas aristocráticas y defensor de la colonia española, Segura representó los valores democráticos de la nueva sociedad peruana, lo que se refleja en el sabor criollo de sus comedias. Mestizo de clase media pobre, tenía una gran afinidad con lo popular y los nuevos grupos sociales que emergían en un país recientemente emancipado. En su honor, el Teatro Principal de Lima fue rebautizado con su nombre en 1929 (Teatro Segura).

Biografía

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Hijo del teniente del ejército español Juan Segura y de la dama limeña Manuela Cordero. Su familia paterna era oriunda de Huancavelica, pero se hallaba ya instalada en Lima, entonces capital del Virreinato del Perú, residiendo en el muy criollo barrio de Santa Ana. A instigación de su padre, siguió la carrera militar enrolándose en el ejército realista como cadete. Tenía entonces 13 años.

Combatió al lado de los españoles y junto a su padre en la batalla de Ayacucho, la última de la guerra de la independencia (1824). Perdida la causa que defendían, los Segura se quedaron en el país, y el joven Manuel pasó a servir en las filas del ejército patriota, alcanzando el grado de capitán del segundo batallón Zepita, acantonado en Jauja, en 1831. Eran los días del primer gobierno del general Agustín Gamarra, de quien fue seguidor.

Entre 1833 y 1834 Manuel A. Segura escribió su primera comedia, La Pepa, en la cual criticaba la prepotencia militarista, aunque no llegó a representarse ni a ser editada, debido a que sus opiniones subyacentes podían poner en peligro su carrera militar.

Durante los siguientes años, Segura se vio inmerso en la vorágine anarquista de las guerras civiles que se sucedieron durante los inicios de la república. Así, fue seguidor de Felipe Santiago Salaverry y nombrado administrador de la aduana de Huacho; luego, decidió trasladarse al sur, para combatir al lado del joven caudillo. Perdida la causa, fue hecho prisionero en Camaná por las fuerzas de la Confederación Perú-boliviana. Con dificultad salvó la vida. Finalmente, derrotada la Confederación (1839), fue nuevamente llamado por Gamarra para servir en el ejército, del cual se retiró definitivamente siendo Teniente Coronel de la Guardia Nacional, en 1842. Ya por entonces empezaba la anarquía en el país, que se prolongó hasta 1845. Segura pasó a engrosar la burocracia como empleado del Ministerio de Hacienda.

Por esos años Segura escribió en medios de prensa, como El Comercio (diario aún hoy en circulación), del cual fue redactor. En él publicó su única novela, Gonzalo Pizarro, por entregas. En 1841 decidió dejar dicho diario para dedicarse a la edición del periódico La Bolsa. En él aparecieron sus artículos de costumbres "Los Carnavales", "Me voy al Callao", "El Puente", etc. Se trata de textos sin mucho cuidado en el estilo, pero con un lenguaje directo y familiar que atrapa fácilmente al lector. En este periódico también publicó algunos poemas y letrillas satíricas, como la titulada "A las muchachas". Simultáneamente publicó El Cometa, periodiquillo que apenas alcanzó el número doce (1841-42).

Otros artículos de costumbres publicados en diferentes periódicos fueron "El té y la mazamorra", "Los viejos", "Las calles de Lima", "Dios te guarde del día de las alabanzas", etc. de esa manera dio rienda suelta a su pluma fluida, mordaz y humorística, que supo captar el lenguaje popular y retratar a los personajes de su tiempo, convirtiéndose en un representante mayor del costumbrismo.

Cuando apareció El Espejo de mi tierra, publicación satírica de Felipe Pardo y Aliaga (1840), Segura colaboró en los dos números de Lima contra El espejo de mi tierra, publicación que como respuesta a Pardo sacó el chileno Bernardo Soffia. Sin firmar y con similar agudeza, Segura y Pardo cruzaron versos uno contra el otro. Segura y sus compañeros de redacción le achacaban a Pardo una actitud anticostumbrista y despectiva

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frente a los gustos populares. Un ejemplo de esta "correspondencia" literaria, fueron el poema "Los tamales" (de Segura) y su consiguiente respuesta, "El tamalero" (de Pardo).

Para esos años, Segura era también el hombre del teatro en Lima. Efectivamente, entre 1839 y 1845 fue el único que, cada cierto tiempo, estrenaba piezas en el ambiente limeño. En 1839 estrenó el drama (o según otra versión, juguete escénico) Amor y política y la comedia El sargento Canuto, nueva crítica al militarismo, la cual tuvo una excelente aceptación entre el público. Enseguida estrenó el drama histórico Blasco Núñez de Vela (1840), la comedia La saya y el manto (1841 ó 1842) y el entremés La mozamala (1842).

En la noche del 24 de enero de 1845 estrenó en Lima la primera versión de Ña Catita, pieza de 3 actos (que luego ampliaría a 4), sin duda la más reconocida de sus piezas teatrales.

El 20 de abril de 1843, a los treinta y siete años, se casó con doña Josefa Fernández de Viana, de veintitrés años de edad. Con su cónyuge marchó a Piura, destacado como Secretario de la Prefectura de esa ciudad. Allí vivió los siguientes once años, fundó y dirigió el semanario El Moscón en el que predominaba la sátira y la burla, atacando los vicios y desmanes de la política criolla. Dicho semanario solo tuvo tres años de vida (1848-1851). Por esos años escribió también La Pelimuertada, subtitulada Epopeya de última moda (1851), poema satírico lleno de ingenio en el que nuevamente hacía alusiones contra su contendor literario, Felipe Pardo, y los escritores academicistas de la capital.

El 12 de octubre de 1858 fue declarado cesante con sueldo íntegro por haber cumplido más de treinta años de servicio a la nación. Tenía cincuenta y tres años de edad, y ya presentaba problemas de salud. De vuelta a Lima, se dedicó de lleno a las labores literarias.

Entre 1854 y 1862 llegó a ser intensa su actividad teatral. Consagró su ingenio a la comedia costumbrista y se erigió como el creador del teatro peruano. El 9 de diciembre de 1854 estrenó la comedia La espía, y el año siguiente, El resignado. Reestrenó su comedia Ña Catita, el 7 de septiembre de 1856, con gran éxito. El 15 de septiembre de ese año de 1856 estrenó Nadie me la pega, y el 24 de enero de 1858, Un juguete. En enero de 1859, en colaboración con el joven Ricardo Palma, presentó el sainete El santo de Panchita. En 1861 estrenó Percances de un remitido; en julio de 1862, el sainete Lances de Amancaes, y en septiembre de ese mismo año Las tres viudas, comedia en tres actos.

Entre 1860-61, ejerció como diputado suplente por el departamento de Loreto, pero su actuación legislativa fue opaca. Palma señala al respecto que le era imposible vencer su timidez en la tribuna, pero que en cambio se distinguió por su buen sentido práctico y por la independencia de su conducta.

Por esos años, convertido ya en el centro de la intelectualidad limeña, concurría a las veladas literarias que se realizaban en la librería de los hermanos Pérez o en los portales de la Plaza de Armas. Así transcurrió los últimos años de su vida, entre la actividad literaria y animadas tertulias.

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Buen padre de familia, con su esposa doña Josefa tuvo dos hijos, uno muerto a temprana edad y otra llamada María Josefa del Rosario. Golpeado por problemas de salud —sufría asma— y por sucesivas desgracias familiares, murió el 18 de octubre de 1871.

Obras

Las obras de Segura están diseminadas en tres géneros: el poético, el dramático y el periodístico (artículos de costumbres). A ellos habría que sumar su único ejemplar de genero novelístico: Gonzalo Pizarro.

Poética

En el género poético se muestran sus versos a manera de las incisivas letrillas de Francisco de Quevedo y de Bretón de los Herreros. "Se propuso moralizar riendo, y riendo no con humor que espiga la gracia, sino con el sarcástico que expulsa el amargor de la vida.”. Sus poesías más conocidas son:

"A las muchachas", sextillas dirigidas a las limeñas pacatas. La Pelimuertada subtitulada Epopeya de última moda (Piura, 1851), epopeya

burlesca y satírica, pero de carácter más lírico que épico. Se publicó en un folleto de 84 páginas y consta de 16 cantos, el último inconcluso, con un total de 2194 versos: octavillas, sextillas, quintillas y romances. En esta composición hizo alusiones inconfundibles contra su contendor literario, Felipe Pardo, y los escritores academicistas de la capital. Su procacidad dio lugar, seguramente, a que no fuera incluida de manera completa, en el volumen que recopiló las obras literarias de Segura, donde solo se recogieron cinco cantos (Artículos, poesías y comedias, 1885).

Un sinnúmero de letrillas publicadas en "La Bolsa" y "El Moscón", dirigidas contra Andrés de Santa Cruz, contra Felipe Pardo y Aliaga y contra muchos otros adversarios en el oficio de las letras.

Para muestra de su habilidad versificadora, su picardía en el uso del lenguaje y sus alusiones desenvueltas a sus contendor literario (Pardo), he aquí unos ejemplos tomados de La Pelimuertada:

Cantó Ercilla al araucano,Tasso cantó a Godofredo,cantó a Bolívar Olmedo,y a César cantó Lucano;vate del codo a la mano,como me suelen llamar,yo también voy a cantarmás que alborote el cotarro,y aunque estoy con un catarroque no puedo resollar.

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Si epopeyas hacen cien,aun los que van a la escuela,sobre el muerto y quien lo vela,he de hacerla yo también.Con un trés bon o un trés bienno es Béranger quien me ofusca;y aunque la gente parduzcadespués se devane el seso,he de soltar la sin-huesomás recio que la Cuyusca.

Las alusiones son netas: Pardo y Aliaga había traducido a Béranger; el término "gente parduzca", revela contra quien se dirigía la sátira. La "Cuyusca" era una meretriz de Piura según lo recordó después Enrique López Albújar en sus Memorias (datos de Luis Alberto Sánchez).

Dramática

En el género dramático, produjo fundamentalmente sainetes y comedias. En total escribió 17 piezas teatrales, de las que se han perdido 4. Sus personajes son principalmente de clase media, risibles a veces, o amables o llanos, y siempre representativos de la sociedad; sus argumentos, sencillos; su verso, fluido; y su lenguaje, ágil y lleno de términos populares. Según Menéndez y Pelayo, el Perú le debe a Segura un repertorio cómico teatral en cantidad y calidad al que puede ofrecer cualquier otra sección de América. Al lado de las 3 únicas comedias de Felipe Pardo (de las cuales solo 2 fueron representadas en vida del autor) esta producción resulta muy abundante.

De acuerdo a la norma costumbrista, Segura explicaba su quehacer literario en términos de servicio social. Sus artículos y comedias se proyectaban sobre la conciencia del público para suscitar ciertas transformaciones en los hábitos que afeaban la imagen de la sociedad limeña. En un fragmento de La saya y el manto, afirmaba que su obra estaba destinada: “a corregir las costumbres / los abusos, los excesos / de que plagado se encuentra / por desgracia nuestro suelo.” Ese espíritu correctivo casi nunca es violento (exceptuando la crítica a las pasiones políticas, al caos institucional, a la falta de patriotismo).

A continuación, una lista de sus obras teatrales:

La Pepa (1833), su primera comedia escrita, pero que no fue estrenada. Amor y política (1839), su primer estreno, obra de tipo histórico cuyo texto no se ha

conservado. El sargento Canuto (1839), obra en que ridiculiza las ostentaciones de un militar

inculto y fanfarrón que por su altanería es expulsado de la casa de la mujer a quien pretende. Como en toda las comedias de Segura, mas que el argumento lo que destaca es la espontaneidad de los personajes y la gracia de los diálogos plagados de dichos populares, que ofrecen un vivo retrato —crítico, ingenioso y festivo—, de la sociedad peruana en sus primeras décadas republicanas.

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Blasco Núñez de Vela (1840), drama histórico en 6 actos, cuyo estreno suscitó controversias entre europeístas y nacionalistas. Su original se ha perdido.

La saya y el manto (1841 ó 1842) comedia donde se ocupa de un solicitante de empleo público, que, para lograrlo, enamora a una joven y le promete matrimonio, con el fin de que mediante su intersección y la influencia de su cuñado, consiga el ministro la aquiescencia a sus deseos.

La moza mala (1842), entremés cuyo título alude al nombre de un baile muy popular de entonces.

Ña Catita (1845; corregida en 1856), comedia. Es la obra que resume todo el humor y la chispeante gracia de Segura. Su personaje principal que le da título ha sido considerado como la figura de mayor relieve del teatro peruano. El argumento es como sigue: los esposos don Jesús y doña Rufina tienen una hija ya casamentera: Juliana. La madre, en quien antes ha operado la mediación de Ña Catita —una anciana pícara, chismosa e intrigante—, pretende ligar el destino de su hija al de don Alejo, tipo donjuanesco que finge alta prosapia y dorada comodidad. Juliana, toda candor y dulzura, corresponde a la amorosa pasión de don Manuel, mozalbete pobre y sin porvenir, y se opone tercamente a los designios de su madre. Resiste con estoicismo los arrebatos de ira de Rufina y los melosos consejos de Ña Catita. Cuando ya se está a punto de sellar la unión de Juliana y don Alejo (desoyéndose las protestas de don Jesús y los desconsuelos de Manuel), llega don Juan, un viejo amigo de la familia, quien involuntariamente, desbarata las pretensiones de don Alejo. En efecto, recién llegado del Cuzco, entrega al empavonado novio una carta que le enviara su mujer. Rufina desfallece de espanto y llora su desgracia. Ña Catita, por perversa y proxeneta, es arrojada de la casa. Asegúrase el casorio de Juliana y Manuel, en tanto que don Jesús, por intercesión de don Juan, perdona las bellaquerías de Rufina. Esta obra fue estrenada en la noche del 24 de enero de 1845, y reestrenada con agregados el 7 de septiembre de 1856, triunfando merced al genio de la actriz Encarnación Coya.

Nadie me la pega (1845), pieza breve. La espía (1854), comedia. El resignado (1855), comedia llena de alusiones políticas, referentes a la guerra

civil entre Echenique y Castilla. Constituyó un éxito formidable que le atrajo la admiración de los jóvenes románticos de la “bohemia”, entre ellos Clemente Althaus, Manuel Nicolás Corpancho, Carlos Augusto Salaverry y Ricardo Palma.

Un juguete (1858), comedia El santo de Panchita (1859), sainete, en colaboración de Ricardo Palma en las

escenas VIII-X del segundo acto. Percances de un remitido (1861), comedia. Aguda crítica a la licencia de la prensa

limeña, que no respetaba honras. Las tres viudas (1862), comedia donde luce el ingenio de Segura más reposado, con

atisbos psicológicos, desconocidos casi en su obra anterior. Lances de Amancaes (1862), sainete. El cachaspari, sainete hecho de la refundición de los originales de la pieza de un

acto "Dos para una".

Periodística

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En el terreno periodístico, hizo sus primeras armas en El Comercio de Lima, y fundó después La Bolsa y El Moscón. En ellos escribió letrillas festivas y artículos costumbristas, luciendo siempre su ingenio zumbón y caricaturesco. En conjunto, suman una cantidad mucho mayor que los artículos de Felipe Pardo, pero éste le supero en calidad en esos trozos de antología que publicó en El espejo de mi tierra.

Por los atributos del género al que pertenecen, por su cuantía, por sus vínculos con la cotidianeidad periodística, los artículos de Segura amplían la gama temática y a veces profundizan la visión crítica de sus comedias. Con composición poco imaginativa y más de una vez descuidada, los artículos de costumbres de Segura normalmente constan de una breve presentación del narrador, del relato humorístico de uno o varios sucesos citadinos –desde las honras fúnebres al mariscal Gamarra hasta el juego de carnavales—y de una conclusión enjuiciadora. Es un claro antecedente de las Tradiciones de Ricardo Palma.

Características

Están acordes sus críticos y biógrafos, desde Juan de Arona hasta José de la Riva-Agüero y Osma, en reconocer sus singulares dotes de comediógrafo ingenioso. Pintó lugares y personajes, especialmente a estos últimos, con singular destreza. La caricatura fue su forma descriptiva favorita. En el fondo no perseguía la estigmatización cruel y sangrienta de nuestras costumbres, sino su moralización. Sus personajes arquetípicos eran la limeña beatona y alcahueta, los militares aventureros, los inescrupulosos politiqueros, los pseudo-aristócratas muy en boga, los ganapanes de la empleocracia y toda aquella gama de gente heterogénea que conforma la población limeña. Logró crear estampas cargadas de gracia, ironía y agudeza, tan pletóricas de vitalidad que en ellas pueden reconocerse rastros presentes aún en la sociedad contemporánea.

En cuanto al uso del lenguaje no tuvo los reparos castizos de Pardo y Aliaga, purista por excelencia. En ese sentido superó a su colega de letras, ya que aportó una renovación en el vocabulario teatral, es decir en el vocabulario poético. El lenguaje literario castellano habíase vuelto a veces pobre y descolorido dentro de los moldes estilísticos vigentes. Segura empleó, con gracia original de escritor auténtico, voces que no estaban en el diccionario pero si en el habla diaria de la gente común. Estampó así los llamados criollismos y aderezó también la curiosa sintaxis popular, adelantándose, en esta forma, a Ricardo Palma y Leonidas Yerovi. De allí resulta una alegría en sus obras, derivada no tanto de las tramas sencillas ni las ideas expresadas, sino de las palabras mismas en su intimidad y entraña. Sorprenderá a los lectores del siglo XXI encontrar en los diálogos del El sargento Canuto y Ña Catita expresiones populares de uso cotidiano en la actualidad (“hacerse el sueco”, “váyase a freír monos”, etc.). Como lo defendió Ricardo Palma antes quienes acusaban a Segura de supuesta vulgaridad: “Lo que estos críticos olvidan es que cuando se pinta al pueblo debe pintársele tal cual es. Si existe algo en las comedias de nuestro compatriota que ofenda a quisquillosos lectores, culpa será del original, no del retrato.”

Pardo vs. Segura

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Suele oponerse las figuras de los dos más grandes literatos de comienzos del Perú republicano, Felipe Pardo y Aliaga y Manuel Ascencio Segura, limeños y coetáneos. Es cierto que ambos sostuvieron largas polémicas literario-periodísticas por diversos motivos (por ejemplo, Pardo expresa indignación y moralismo ante el desenfreno de los carnavales limeños; Segura, picardía y entusiasmo ante esta fiesta), y que en ese enfrentamiento lucieron su mejor talento para criticarse el uno al otro, pero no resulta válido encasillarlos en posturas criollistas o anticriollistas. Una atenta lectura a la obra de Pardo, nos revela también su profundo amor e interés por el Perú; de otro lado Segura hace también duras críticas a la sociedad peruana. Facetas estas que algunos críticos suelen pasar por alto.

Felipe Pardo y Aliaga

Felipe Pardo y Aliaga (*Lima, 11 de junio de 1806- Lima, 24 de diciembre de 1868), fue un poeta satírico, dramaturgo, abogado y político peruano. Perteneciente a la elite aristocrática limeña, fue junto con Manuel Ascencio Segura el representante más importante del costumbrismo en los inicios de la literatura peruana republicana. Examinó y juzgó con severidad la realidad peruana a través de sus comedias y artículos costumbristas; entre estos últimos es más celebrado y recordado el titulado Un viaje (más conocido como "El viaje del niño Goyito"). Fue severo crítico de las costumbres populares que consideraba bárbaras y repelentes. También orientó sus críticas hacia los hábitos de los políticos, la falta de civismo y la ambición personalista de sus gobernantes. Fue un convencido de que mediante la literatura se podía lograr el cambio del país. Su crítica hacia la sociedad peruana suele tenerse por extranjerizante y anticriollista, aunque una lectura más detenida de su obra revela un profundo amor e interés por su patria. Participó en la tormentosa vida política peruana posterior a la independencia, defendiendo siempre las causas conservadoras. Llegó a ser diplomático y ministro de los presidentes Felipe Santiago Salaverry, Manuel Ignacio de Vivanco y Ramón Castilla. También llegó a trabajar como profesor de idioma, literatura y derecho.

Reseña biográfica

Nació en el seno de una familia aristocrática. Sus padres fueron Manuel Pardo y Rivadeneira, alto funcionario español, y Mariana de Aliaga y Borda, hija de los marqueses de Fuente Hermosa de Miranda. Los primeros años de su infancia transcurrieron en Cuzco, donde su padre fue regente de la Real Audiencia del Cuzco (1806-1815), y allí fue testigo del ensañamiento con que trataron los revolucionarios de 1814 a su progenitor, quien fue hecho prisionero y sentenciado a muerte, pena que no llegó a cumplirse debido a la derrota de los alzados.

En 1821, debido a la proclamación de la Independencia, su padre decidió marcharse con su familia a España. Allí Pardo y Aliaga estudió bajo la guía de Alberto Lista, en el Colegio de San Mateo; y bajo el patrocinio de aquel maestro ingresó a la Academia del Mirto, donde alternó con José de Espronceda, Ventura de la Vega y otros escritores notables. Durante su estancia en tierra europea recibe una formación de orientación clásica. Lista, de notable influencia en su tiempo, es considerado un romántico, pero del tipo conservador, es decir, más cercano al romanticismo ‘histórico’ (el que buscaba la estabilidad de los valores

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tradicionales) que al ‘liberal’ (el que estaba ligado a los movimientos revolucionarios de ese tiempo), lo que explica que el programa de estudios de su colegio tuviera una base neoclásica.

Regresó al Perú en 1828, para hacerse cargo de intereses familiares, ya que sus abuelos maternos habían muerto hacía poco. Establecido en Lima, fue nombrado profesor de Matemáticas y Filosofía en el Seminario de Santo Toribio, y se dedicó a los estudios forenses para recibirse de abogado, en la Universidad de San Marcos.

Pero el hecho más importante de esta época fue su contacto al ministro José María de Pando, quien en 1827 había fundado un nuevo Mercurio Peruano, importante diario de la época. Pando era ya muy reconocido por sus simpatías autoritarias. La amistad que nació entre ambos hizo que Pardo se integrara al grupo de amigos que Pando reunía para discutir temas políticos y literarios: Hipólito Unanue, José Joaquín Olmedo, Manuel Ignacio de Vivanco, el español José Joaquín de Mora y otros. Publicó su primer trabajo literario en el Mercurio: una oda titulada Vuelta de un peruano a su patria. En adelante, se seguirían otros poemas, así como críticas teatrales. Pasó asimismo a ejercer la dirección de dicho periódico, a fines de 1828, junto con Antolín Rodolfo.

En 1830, por influjo de Pando, a la sazón Ministro de Gobierno, fue nombrado director de los periódicos oficiales El Registro Oficial, El Conciliador y La Miscelánea. Eran los días del primer gobierno del presidente Agustín Gamarra. Por esos meses estrenaba también la pieza teatral Frutos de la educación, que recibió una fuerte crítica, especialmente del cura José Joaquín de Larriva, con quien mantuvo un enfrentamiento literario que culminaría en duelo. Condicionado por el viejo crítico, el público no acudió en demasía al teatro.

En septiembre de 1830 fue nombrado Secretario de la Legación peruana en Bolivia. En una estadía de paso por Arequipa, Pardo se examinaba para optar el título de abogado. De vuelta a Lima, contrajo matrimonio con Petronila de Lavalle y Cabero, joven perteneciente a una importante familia de la elite limeña. Meses más tarde, estrenaba Don Leocadio y el aniversario de Ayacucho.

Luego intervino activamente en la política. Hizo oposición al gobierno del general Luis José de Orbegoso. Su primera deportación tendría lugar en 1833, acusado de participar en un levantamiento contra Orbegoso. Sin embargo, Pardo logró eludir la orden, escondiéndose en diferentes barcos anclados en el puerto del Callao. Finalmente, fue amnistiado. De vuelta a la actividad, lanzó la publicación del periódico El hijo del Montonero, que buscaba combatir al orbegocista El montonero (1834).

Tras la ascensión al poder del coronel Felipe Santiago Salaverry, medió en la conciliación de éste con Agustín Gamarra, en vista de la unidad que el Perú necesitaba ante la invasión boliviana dirigida por Andrés de Santa Cruz (1835). En esa ocasión realizó una breve y festejada obra de propaganda y ataque contra el invasor, en los periódicos El Coco de Santa Cruz, Para Muchachos y El Conquistador.

Salaverry lo nombró Ministro Plenipotenciario en España, por lo cual partió con toda su familia desde el puerto del Callao, haciendo escala en Chile. Pero en Santiago se enteró de

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la derrota y fusilamiento de Salaverry, por lo que decidió permanecer en esa ciudad, dedicado a una feroz crítica periodística contra Santa Cruz y la flamante Confederación Perú-boliviana, a través de publicaciones como El Intérprete y La Jeta.

Es más, promovió las dos campañas "restauradoras" chileno-peruanas que partieron de Chile para liquidar dicha Confederación. Sin embargo, Pardo intentó desvincularse de la segunda campaña, pues los generales peruanos Orbegoso y Domingo Nieto se habían alzado contra Santa Cruz. Frente a ello, para Pardo un ejército extranjero en el país ya carecía de justificación. A partir de entonces se dio una de las etapas más caóticas de la historia de la república peruana, llegando a haber hasta siete presidentes al mismo tiempo. Desengañado, Pardo decidió regresar a Chile. De todos modos, la expedición restauradora tomó Lima, derrotó a Santa Cruz y acabó con la Confederación (1839).

Poco después Pardo retornó al Perú. Pero fue desterrado por segunda vez, dejando a su familia en Lima. En 1840 el Congreso de Huancayo le permitió una vez más entrar al Perú, y poco después pasó a ser vocal de la Corte Suprema del Perú. Nuevamente expatriado, volvió en 1842, a curarse de una cruel enfermedad en las piernas, en los baños de Yura, cerca de Arequipa.

Por esta época escribió su periódico más recordado: El espejo de mi tierra (dos números, en 1840), considerado una valiosa antología de la literatura costumbrista peruana del siglo XIX. En esta publicación aparecieron cuentos, poemas humorísticos y artículos del propio Pardo: Un viaje y El paseo de Amancaes, que son en la actualidad los más mencionados. Especialmente el primero, cuyo personaje, el niño Goyito, representa al "niño bien" de Lima. Detrás del argumento se puede leer un ataque a la educación consentidora de los muchachos criollos y lo poco orientada que ella estaba a formar jóvenes virtuosos y emprendedores.

Las críticas a sus ideas no se hicieron esperar. Aparecía al poco tiempo Lima contra El Espejo de mi tierra, que contaba con la colaboración de Manuel Ascencio Segura, el otro escritor fundamental de esa época. Sin firmarlas, Pardo y Segura intercambiarían letrillas satíricas, uno contra otro, para deleite de sus contemporáneos. Desde una posición social, menos privilegiada, Segura y sus demás críticos le achacaban ese conservadurismo que lo llevaba a posturas antidemocráticas, además de ciertos prejuicios racistas. Ambos, conjuntados, habrían alimentado su escepticismo respecto a la realidad social y política peruana. Pardo era el "chapetón" (español) y "afrancesado", para sus críticos mordaces. El espejo de mi tierra reapareció en un único número en 1859 (aunque en esta ocasión se concentró en la crítica política), aglutinando en sus dos períodos lo mejor de sus trabajos de madurez.

Durante el Directorio de Manuel Ignacio de Vivanco, Pardo ocupó el ministerio de Relaciones Exteriores (1843-1844). En 1844 publicó 37 números de La Guardia Nacional, donde defendió a Vivanco. Dicha publicación ha sido una de las más notables aparecidas en Lima. Cuando Vivanco fue derrocado por Ramón Castilla, Pardo tuvo que partir al destierro por séptima vez. Sin embargo volvió para servir en el gobierno de Castilla como Ministro de Relaciones Exteriores, entre 1848-1849.

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Por entonces su salud se deterioró considerablemente. Sin embargo, en los años siguientes siguió ocupando cargos políticos. El más alto fue el de vicepresidente del Consejo de Estado, en 1851. Un cargo que en realidad representaba más un reconocimiento al postrado hombre público. Su enfermedad continuó inexorable y en vano viajó a Europa para curarse entre marzo de 1850 y julio de 1851. Llegó a quedar inmóvil y luego a perder también la vista.

Pardo continuó con sus escritos, a veces contrarios a los hábitos del gobierno mismo, a pesar de ser parte de él. Cuando se estableció la Convención Nacional para elaborar una nueva Constitución, publicó sus poemas cívicos El Perú y Constitución política, este último en un nuevo y último número de El espejo de mi tierra (1859).

En 1860, la Real Academia de la Lengua Española, a propuesta de sus antiguos compañeros de colegio, Ventura de la Vega, Roca de Togores y Segovia, lo eligió miembro correspondiente, siendo el primer peruano en recibir esta distinción.

Aquejado por problemas de salud se retiró definitivamente de las actividades públicas, dedicándose exclusivamente a sus labores literarias. Ayudado por su hija Francisca (llamada cariñosamente “Paca”), dedicó las pocas energías que le quedaban para la recopilación de sus obras, en prosa y verso, la cual salió de imprenta al año siguiente de su muerte.

Descendencia

De su matrimonio con Petronila de Lavalle y Cabero nacieron sus hijos Manuel, Mariana, Francisca y Felipe. El primero de ellos, don Manuel Pardo y Lavalle, llegó a ser el fundador del Partido Civil y el primer presidente civil del Perú. Su nieto, José Pardo y Barreda, fue también líder del Partido Civil y ejerció la primera magistratura en dos oportunidades (1904-08 y 1915-19). En general, durante el auge del civilismo (1895-1919), los Pardo fueron considerados miembros de la élite política, ocupando diversos puestos claves en la vida pública.

Obras literarias

Es muy difícil separar al Pardo político del Pardo escritor, pues ambas facetas estuvieron estrechamente relacionadas en él. Su nutrida obra se agrupa en obras poéticas (líricas, épicas, satíricas y de crítica de costumbres), obras teatrales (comedias) y obras en prosa (artículos de costumbres y otros, aparecidos en periódicos). No se incluye en esta reseña otros escritos de carácter forense y de política coyuntural, que forman otro rubro apreciable en su producción.

Según observación del crítico Jorge Cornejo Polar, su obra costumbrista (comedias, letrillas y artículos de costumbres) se concentra en su período de juventud (entre 1829 y 1840); luego, ya maduro, se dedicará a producir exclusivamente lo que denomina como “poesía cívica”, donde su amor hacia el Perú se manifiesta en dos tipos de textos: aquellos donde elogia a la patria y manifiesta su deseo de servirla, y aquellos otros donde censura las

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prácticas políticas, proponiendo cambios. Pardo era un convencido que por medio de la literatura se podía enderezar al país.

Poesía

El lirismo de Felipe Pardo es, en buena medida, de corte satírico-burlesco. Su temperamento se acomodaba más fácilmente en la expresión festiva, que no en la grave y elegíaca; en la risueña y rutilante de Moratín, que no en la arrogancia caballeresca de Quintana y Jovellanos. Entre las principales especies que cultivó en este género tenemos letrillas y epigramas. Así como en sus artículos periodísticos y comedias, el denominador común es la crítica burlesca de determinadas costumbres criollas, con las cuales jamás estuvo de acuerdo, y que considera signos de barbarie cultural. Sin embargo, como ya señalamos, compuso también creaciones de corte cívico y patriótico, rubro en el que se concentró después de 1840.

Mencionamos a continuación sus más celebradas composiciones poéticas:

"El carnaval de Lima" (1829), letrilla costumbrista, donde condena los excesos de dicha celebración tradicional.

"La jeta del guerrero" (1835, incluido en un volumen diminuto de poesías satíricas titulado "La Jeta"), poesía satírica donde ridiculiza la figura del caudillo Andrés de Santa Cruz.

"La nariz" (conjunto de poesías compiladas por Alberto Tauro del Pino en 1957), poesía satírica.

"Los paraísos de Sempronio" "El ministro y el aspirante", poesía satírica. "A mi levita", poesía satírica. "Qué guapo chico", poesía satírica. "Corrida de toros", letrilla costumbrista. Ácida crítica a dicha espectáculo popular y

los desórdenes que solía ocasionar. "La lámpara" (1844), bello poema dedicado a su amigo, el general Manuel Ignacio

de Vivanco. "A mi hijo en sus días" (1855), epigrama dedicado a su hijo, Manuel Pardo y

Lavalle. "Vaya una República. Epístola satírica", más conocida como "Epístola a Delio"

(1856), poesía cívica. "El Perú" (¿1856?), poesía cívica. Extenso poema descriptivo, laudatorio y en

alguna medida didáctico. "Constitución Política" (1859, publicada primero en "El espejo de mi tierra" y

ampliada luego en tomo con sus poesías), poesía cívica. Cuadro sombrío de la realidad política y traduce el pensamiento de toda su vida, unido a la amargura producida por sus padecimientos físicos, y sobre todo, por la experiencia.

También escribió algunos sonetos, de los cuales los más conocidos son "A Pepa" y "A Mercedes".

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Su obra poética es, ciertamente, muy nutrida. A más de cien años de la muerte del escritor fueron reproducidas por primera vez numerosas composiciones que se hallaban dispersas, con introducción y notas de Luis Monguió (Poesías, Berkeley, 1973), quien los ha clasificado bajo los rubros de lírica, contemplativa, satírica y festiva.

Teatro

Para el género teatral escribió tres comedias:

Frutos de la educación , comedia en tres actos y en verso, subió a escena el 6 de agosto de 1830. Satiriza la deficiente formación de los criollos peruanos, un tema especialmente sensible entonces que el Perú había pasado a ser una República. De paso ridiculiza la zamacueca, un baile entonces muy en boga entre las clases populares. Esta obra provocó encendidos debates.

Una huérfana en Chorrillos (escrita en 1833), crítica de las costumbres locales. No llegó a estrenarla.

Don Leocadio y el aniversario de Ayacucho, estrenada en diciembre de 1833, es una burla a la joven república peruana.

Felipe Pardo, a pesar de los temas locales que trata con singular destreza, continúa las huellas dejadas por Bretón de los Herreros, y especialmente de Moratín, a quien, sin él quererlo, lo sigue en la concepción dramática y en la limpieza del estilo.

En este aspecto, Pardo y Aliaga perennizó vivos cuadros de la época, como anota Riva Agüero:

"modo de vivir de nuestros abuelos... El insustancial lechuguino que acaba de venir de París, el mozo criollo que, aunque hijo del marqués, frecuenta los bailes de zambas y se desvive por las lides de gallo; la niña mimada, que sabe a las mil maravillas la zamacueca; las fiestas del Cercado; los coroneles que vencieron en Ayacucho; las mulatas de monjas, con su hablar ceceoso y sus remilgos; las comilonas de los anticuados nobles; la extrañeza que causan los hábitos ingleses en aquella sociedad, todo eso revive en las tres comedias de Pardo, y todo constituye su principal encanto".

Prosa costumbrista

Escribió, como dijimos, en diversos periódicos y publicaciones como La Verdad, El Conciliador, El Mercurio Peruano, El Intérprete y El espejo de mi tierra, periódico éste último, fundado y dirigido por él, y que tuvo una breve vida editorial: un prospecto, dos números y un alcance al nº 2, aparecidos en 1840; y el tercero y último número en 1859. Este periódico reprodujo una serie breve de artículos costumbristas considerados en conjunto como una joya antológica de la literatura peruana.

Como articulista estuvo enmarcado, según lo reconocen sus críticos, dentro de las normas de los autores españoles que leyera en su juventud. Así no es difícil rastrear las huellas e influencias de Mariano José de Larra, el Padre Isla y Ramón de Mesonero Romanos.

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Entre los principales artículos costumbristas se citan: "El paseo de Amancaes", "Ópera y nacionalismo" y "Un viaje" (más conocido como "El viaje del niño Goyito"), sabrosos y chispeantes de ingenio criollo, en los que, siguiendo la didáctica literaria que se había impuesto el autor, abundan los graciosos limeñismos, que más tarde, desembocarían con mayor vigor en la obra del tradicionista don Ricardo Palma. En particular, "El niño Goyito" es un tipo literario estupendamente caracterizado en forma y fondo. Dicho relato, al cual se ha definido por comodidad como “cuento costumbrista”, desde temprano ha formado parte del canon literario peruano, y hasta hoy figura indefectiblemente en toda antología y texto escolar de literatura peruana.

Recopilaciones de sus obras

Las creaciones de ingenio tan versátil han dado materia a dos ediciones particularmente notables:

Poesías y escritos en prosa (París, 1869), con un prólogo de Manuel Pardo y Lavalle, hijo del escritor.

Poesías (Berkeley, 1973), con introducción y notas de Luis Monguió, y en la cual son reproducidas por primera vez numerosas composiciones que se hallaban dispersas.

Características

Felipe Pardo y Aliaga representa, a lo largo de su vida y su presencia en las letras peruanas, al conservador social y político, dispuesto a no transigir con el liberalismo que, según él, revuelve y anarquiza al país. Reacciona en crudas sátiras contra los excesos caudillistas y la incipiente burocracia republicana que, según él, no buscaba sino el acomodo para vivir a expensas del estado. Los críticos no se han puesto de acuerdo si procedió así solo por defender sus intereses de casta o porque aspiraba sinceramente a corregir los defectos de las nacientes instituciones republicanas

Evidentemente una de las preocupaciones centrales de Pardo es la democratización del país. Tal vez en toda la literatura peruana no se encuentren textos tan agresivamente antipopulares como los de Pardo. A algunas de sus figuras y expresiones se les ha tachado incluso de racistas. Basta recordar su epigrama "A mi hijo en sus días", escrito hacia 1855, y dedicado a su hijo Manuel, futuro presidente del Perú:

Dichoso hijo mío, tú,que veintiún años cumpliste;dichoso que ya te hicisteciudadano del Perú.Este día suspiradocelebra de buena gana,y vuelve orondo mañanaa la hacienda y esponjado,viendo que ya eres igual,

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según lo mandan las leyes,al negro que unce tus bueyesy al que te riega el maizal.

En otra composición celebrada, "La jeta del guerrero", caricaturiza la fisonomía indígena del caudillo Andrés de Santa Cruz:

Lleva caballos, cañones,lleva cinco mil guanacos,lleva turcos y polacosy abundantes municiones.Pero, lo que más inquietasu marcha penosa y largaes la cargade su jeta.

Como ya señalamos, la sátira de Pardo resulta inmisericorde con las costumbres populares, desde el baile de la zamacueca, que juzga lascivo, hasta el juego de los carnavales, que considera bárbaro.

Por el estilo, es el más pulcro del grupo de costumbristas que brillaron a su lado. Clásico y purista, ágil y zumbón, cáustico y festivo, conciso y mesurado. Con él la sátira ocupó en el Perú el primer puesto.

Para finalizar, leamos estas apreciaciones complementarias:

"Si Pardo no hubiera compuesto sus sátiras políticas, sería un literato elegante y apreciable, y nada más, por haberlas compuesto, es un poeta de fisonomía propia, original, muy interesante y de pinceladas a veces magistrales".

(José de la Riva Agüero y Osma).

"Toda la inspiración de su sátira —asaz mediocre por lo demás— procede de su mal humor de corregidor o de encomendero a quien una revolución ha igualado, en la teoría sino en el hecho, con los mestizos y los indígenas. Todas las raíces de su burla están en su instinto de casta".

(José Carlos Mariátegui).