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Cómo fueron físicamente Don Quijote y Sancho? Cervantes nos describe repetidas veces al famoso Caballero de la Mancha. Pero nunca lo hace enteramente, de pies a cabe- za, con pelos y señales, como si pintara un retrato. Cervantes lo hace más capricho- samente y en diferentes pasajes va dando pinceladas sueltas, como breves esbozos, que dejan entrever la figura física del héroe, mediante un procedimiento, “ondulante y diverso”, según la expresión de Montaigne. Sabemos que frisaba en la cincuente- na, “alto de cuerpo, seco de rostro, estira- do y avellanado de miembros, entrecano, la nariz aguileña y algo corva, de bigotes grandes, negros y caídos”. Contaba con muy pocos dientes, y de ahí lo chupado de su rostro. Era hombre curtido por el aire y el sol y sabemos que usaba barbas, pues en el palacio de los Duques se las enjabonaron y lavaron cere- moniosamente. Otros rasgos nos da Cervantes, defi- nitivos.“Las piernas eran largas y flacas...” y “estaba tan seco y amojamado que no parecía sino hecho de carne momia”. Así las cosas, la primera vez que estos dos personajes imaginarios, y sin embar- go tan vivos, aparecieron gráficamente representados, fue en Londres, en la por- tada de la edición de Blounte, en 1618. Se trata de una estampa bella, y para noso- tros emocionante, pues de ella arranca la gran imaginería universal del más grande de los libros españoles. Aparecen ya juntos el caballero y el escudero. Don Quijote lleva una caballe- resca banderola en la punta de su lanza, como si acudiese a un torneo, y puesta en la cabeza, la bacía que le arrebató al bar- bero. Sancho Panza, espoleando al burro, marcha detrás del hidalgo, con sombreri- to de plumas, como si fuera un paje cor- tesano. Pero los que hemos leído el Quijote los reconocemos inmediatamente, a pesar de que la estampa es típicamente inglesa. Don Quijote aparece con largas barbas y largas melenas, cuando en España se lle- vaba el pelo corto, puesto de moda por el Emperador Carlos V. Parece, pues, más un personaje de Shakespeare que del propio Cervantes. Muy poco después el Quijote es pin- tado en tierras francesas. Nada menos que i A fondo 41 IDEA-La Mancha Algunas ediciones ilustradas del Quijote JOSÉ ESTEBAN Escritor, editor y periodista La imagen de don Quijote, acompañado por su escudero Sancho Panza, apare- ce en las ediciones ilustradas que, desde muy tempranamente, se publican en toda Europa. Queda aquí trazada una apasionante línea diacrónica de dichas publicaciones desde el siglo XVII hasta nuestros días. Lo cierto es que ya en el mismo siglo de sus aparición, se vio cumplida la profecía que hizo Cervantes por boca de Sancho: ‘Yo apostaré... que antes de mucho tiempo no ha de haber bodegón, venta ni mesón o tienda de barbero, donde no ande pintada la historia de nuestras hazañas’. ¿ IDEA.038-069 13/5/05 17:23 PÆgina 41

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Cómo fueron físicamente Don Quijotey Sancho?

Cervantes nos describe repetidas vecesal famoso Caballero de la Mancha. Peronunca lo hace enteramente, de pies a cabe-za, con pelos y señales, como si pintara unretrato. Cervantes lo hace más capricho-samente y en diferentes pasajes va dandopinceladas sueltas, como breves esbozos,que dejan entrever la figura física del héroe,mediante un procedimiento, “ondulante ydiverso”, según la expresión de Montaigne.

Sabemos que frisaba en la cincuente-na, “alto de cuerpo, seco de rostro, estira-do y avellanado de miembros, entrecano,la nariz aguileña y algo corva, de bigotesgrandes, negros y caídos”.

Contaba con muy pocos dientes, y deahí lo chupado de su rostro. Era hombrecurtido por el aire y el sol y sabemos queusaba barbas, pues en el palacio de losDuques se las enjabonaron y lavaron cere-moniosamente.

Otros rasgos nos da Cervantes, defi-nitivos. “Las piernas eran largas y flacas...”y “estaba tan seco y amojamado que noparecía sino hecho de carne momia”.

Así las cosas, la primera vez que estosdos personajes imaginarios, y sin embar-go tan vivos, aparecieron gráficamenterepresentados, fue en Londres, en la por-tada de la edición de Blounte, en 1618. Se

trata de una estampa bella, y para noso-tros emocionante, pues de ella arranca lagran imaginería universal del más grandede los libros españoles.

Aparecen ya juntos el caballero y elescudero. Don Quijote lleva una caballe-resca banderola en la punta de su lanza,como si acudiese a un torneo, y puesta enla cabeza, la bacía que le arrebató al bar-bero. Sancho Panza, espoleando al burro,marcha detrás del hidalgo, con sombreri-to de plumas, como si fuera un paje cor-tesano. Pero los que hemos leído el Quijotelos reconocemos inmediatamente, a pesarde que la estampa es típicamente inglesa.Don Quijote aparece con largas barbas ylargas melenas, cuando en España se lle-vaba el pelo corto, puesto de moda por elEmperador Carlos V. Parece, pues, más unpersonaje de Shakespeare que del propioCervantes.

Muy poco después el Quijote es pin-tado en tierras francesas. Nada menos que

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Algunas ediciones ilustradas del Quijote

JOSÉ ESTEBANEscritor, editor y periodista

La imagen de don Quijote, acompañado por su escudero Sancho Panza, apare-

ce en las ediciones ilustradas que, desde muy tempranamente, se publican en

toda Europa. Queda aquí trazada una apasionante línea diacrónica de dichas

publicaciones desde el siglo XVII hasta nuestros días.

Lo cierto es que ya en el mismo siglo de sus aparición,se vio cumplida la profecía que hizo Cervantes porboca de Sancho: ‘Yo apostaré... que antes de muchotiempo no ha de haber bodegón, venta ni mesón otienda de barbero, donde no ande pintada la historiade nuestras hazañas’.

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María de Medicis, la reina viuda deEnrique IV, y madre de Luis XIII, encargaal pintor Jean Mosnier, treinta y cuatrocuadros sobre el libro de Cervantes, paradecorar su palacio campestre cerca deBlois. Es la primera vez que aparecen esce-nas quijotescas, como la primera salida delhidalgo camino de la venta donde seríaarmado caballero, y otras de Sancho consu inseparable rucio.

La segunda estampa anglosajonaUnos setenta años después que la prime-ra, en 1687, aparecía la segunda edicióninglesa ilustrada del Quijote. La publicabaThomas Hodgkin, también en Londres,con láminas firmadas por dos solas ini-ciales J. P. Aquí el paisaje sigue siendoinglés, suave verde, brumoso, y a cienleguas del páramo manchego.

Pero la obra de Cervantes va abriéndo-se camino a través de Europa y en Alema-nia, concretamente en Francfort, en año1648, en casa del impresor Matías Götzen.Se trata de una edición con un frontispicioy sólo cinco láminas. Inmediatamente losreconocemos, a pesar de que Sancho esenormemente cabezudo y Don Quijoteaparece extremadamente joven.

Los llamados Países Bajos no podían seruna excepción.Ya en 1657, aparece una edi-ción en holandés, hecha en Dordrecht, porJacobo Savry, y otra en su idioma original,en castellano, realizada por Bouttats, enBruselas, en 1662.

Se trata de ediciones ilustradas matri-ces, especialmente la de Dordrecht, por-que sus láminas sirvieron de modelo aotras muchas, publicadas posteriormenteen Amberes, Roma, Lyon y París. Y ade-más, son las primeras ediciones con ilus-tración completa: las veinticuatro láminas

y los dos frontispicios pueden atribuirsea Salomón Savry, sin duda pariente deleditor, la de Dordrecht; las treinta y dosláminas y los dos frontispicios de la edi-ción de Bruselas, reproducen los graba-dos de Savry, y contienen otros inéditosfirmados por F. Bouttats.

No busquemos aquí una lectura fiel dela novela cervantina. Lo que aportan estascuriosas y hasta graciosas estampas es unavisión de los Países Bajos. Así, la venta don-de el héroe es armado caballero, en plenodía —cuando Cervantes nos la describe enplena noche—, es una vasta y buena posa-da flamenca, con amplias dependencias yárboles frondosos, pero suponen una acer-camiento hacia una mayor concreción ilus-trada de nuestros personajes.

La primera ilustración del Quijoteen EspañaY así llegamos al año 1674. Desde que elQuijote vio la luz en 1605, han transcu-rridos sesenta y nueve años. Inglaterra,Alemania y los Países Bajos, ya han hechosuyos, gráficamente, a los protagonistas denuestra célebre novela. ¿Y entre nosotros?¿Es qué en la patria del famoso caballerono hay ilustradores? Se trata de un caso dedejadez verdaderamente intolerable.

Por ello, imaginemos cuáles debieronser las exclamaciones de los bibliófilos ycervantistas españoles al conocerse lanoticia de que, por fin, va a aparecer enMadrid una edición ilustrada del Quijote.La imprenta de Andrés García de la Iglesialanzaba la obra en 1674: “Nueva edición—se leía en su portada—, corregida e ilus-trada con treinta y cuatro láminas muydonosas y apropiadas a la materia”. ¡Quéalegría! Pero, apenas estuvo el libro enmanos de sus lectores, sobrevino al des-ilusión. Los dibujos de esta tan esperadaedición estaban copiados de la hecha enBruselas y en idioma español en 1662.Con la agravante de que ésta, a su vez, era,como vimos, copia de la de Savry, publi-cada en Dordrecht en 1657. Diego de

Podemos decir que la imaginería quijotesca creada porDoré es la más extraordinaria que se conoce. Sus tiposde Don Quijote y Sancho son inolvidables.

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Obregón, el dibujante español, se habíalimitado a remedar malamente las estam-pas de aquellas ediciones flamencas, intro-duciendo algunas modificaciones e inter-cambiándoles algún tema nuevo.

No obstante, este primer ilustradorespañol del Quijote, a pesar de su medio-cridad, tiene para nosotros un alto encan-to. Existe en su modesta obra de plagiarioun cierto acento racial. Con todos susdefectos, es el primer ilustrador españolque se enfrenta con la más española detodas las obras literarias. Él no se da cuen-ta de esta responsabilidad. Pero lo ciertoes que, a pesar de todo, es un claro antece-dente de la posterior interpretación delCaballero de la Triste Figura, por el resto delos ilustradores gráficos españoles. Y ade-más, era tal la apetencia de imágenes qui-jotescas sentida por el pueblo español, queéstas tuvieron tal éxito que fueron copia-das incontables veces y muchas de ellas sepopularizaron y grabaron toscamente alboj y vendidas a bajo precio por calles yplazas hasta bien entrado el siglo XVIII.

Lo cierto es que ya en el mismo siglo desus aparición, se vio cumplida la profecíaque hizo Cervantes por boca de Sancho:“Yoapostaré... que antes de mucho tiempo noha de haber bodegón, venta ni mesón otienda de barbero, donde no ande pintadala historia de nuestras hazañas”.

Siglo XVIIIPara don Quijote, siempre gráficamentehablando, el siglo se inicia con los tapicesde Carlos Antonio Coypel para el palaciode Versalles y con la primera gran ediciónilustrada, y casi única en su género, delinmortal libro. Fue una vez más, enLondres. En 1738, Lord Carteret, prócerbritánico, lanza al mundo la mejor edi-ción aparecida hasta entonces, ilustradacon sesenta y siete láminas de Vanderbanke impresa por los hermanos Tonsom. Perolo interesante, con serlo esto mucho, esque se trata, no de una edición en inglés,sino del texto original de Cervantes en

castellano: Vida y hechos del IngeniosoHidalgo Don Quixote de la Mancha, encuatro tomos.

La soberbia edición, iba dedicada a laCondesa de Montijo, esposa del que habíasido embajador de España cerca de S. M.Británica Jorge II, y el esfuerzo de LordCarteret era un verdadero homenaje a laliteratura española, un alarde de impre-sión y, además, un monumento erudito.

Es necesario, ahora, contar una anéc-dota. Cuando Lord Carteret preparaba suedición, encargó a varios artistas, los másfamosos de Inglaterra, que ilustraran elQuijote. El gran Hogarth fue uno de loselegidos, y dibujó varias estampas. Peroquizá su sabor personal y sobre todo lanovedad de su estilo le perjudicaron. Alnoble británico le pareció poco seria lamanera de ver el Quijote que teníaHogarth, creador de la moderna caricatu-

Primera edición ilustrada del Quijote en español.

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ra moral. Pagó los dibujos y publicó unosolo, eliminando de su edición los restan-tes. El artista quedó desairado, como vere-mos después le pasó a nuestro Goya, cua-renta y tantos años más tarde. Pero fueuna lástima. Su ironía hubiera dado unosfrutos excepcionales y el gran dibujantefue excluido de dar su personal visiónsobre tan tractivos personajes.

En 1742, y en vista del éxito obtenidocon la publicación de Lord Carteret,Tonson dio a luz una nueva edición, y estavez en inglés. Con las mismas láminas de laanterior, pero esta vez con una nueva lámi-na, con don Quijote en trance de leer suslibros de caballerías. El resultado fue sor-prendente. El caballero representado no separece nada al hidalgo español, sino másbien parece el propio Shakespeare, lo queno deja de ser algo extraordinario.

Pero esto no es todo. Aún contamoscon otra excepcional edición inglesa,hecha en 1755, por el editor Millar, conveinticinco grandes y preciosas láminasdibujadas por Hayman.

Entre tanto comienza a desperezarse laimprenta española. En 1780, la Real Aca-demia Española decide intentar superar lamagnífica edición inglesa de Tonson. Seencomienda al gran impresor JoaquínIbarra (autor de otra edición magnífica delQuijote en 1771) que consigue un soberbiopapel, unos tipos de imprenta nobilísimos(conocidos desde entonces como “tiposIbarra”), delicados frisos y capitales sun-tuosos realzan la composición. La obra, enfin, exige un esfuerzo de varios años, y seestampa con una perfección que no pue-den superar las imprentas más acreditadasde Europa. Hoy en día, los ejemplares deesta edición magnífica son codiciados portodos los bibliófilos del mundo.

¿Y las ilustraciones? A diferencia de laedición de Tonson, hecha en Londres, lade Ibarra cuenta con seis ilustradores;Antonio Carnicero, que interpreta dieci-nueve pasajes de la novela; José delCastillo, siete; Bernardo Barranco, dos, y

José Brunete, Jerónimo Gil y GregorioFerro, uno cada uno.

En fin, la edición monumental de laAcademia Española, hoy conocida uni-versalmente por el “Quijote de Ibarra”, esuna obra espléndida. Si España tardómucho en honrar editorialmente, comodebía, la obra más grande de su literatura,la deuda fue saldada con creces. Ya a finesdel siglo XVIII el mejor Quijote ilustradodel mundo es un Quijote español.

Otra de las novedades de esta gran edi-ción estriba en que contiene el primermapa que de la ruta de Don Quijote sehaya hecho en el mundo. Ayunque hayque añadir que, como todo lo que se refie-re a Cervantes, ha dado origen a muy dis-tintas interpretaciones.

Habría que reseñar la edición que laimprenta Real sacó en 1797 y, sobre todo,la que el impresor madrileño Gabriel deSancha lanzaba ese mismo año con ilus-traciones de Camarón, Navarro, Paret yXimeno en número de veintinueve.

Francisco de Goya suspendido por laAcademiaEl siglo XVIII ha sido, como vemos, el gransiglo ilustrador del Quijote. Parece ser quela Real Academia convocó un concurso deilustradores para su magna edición, a laque, también sabemos, concurrió nadamenos que don Francisco de Goya, y fuerechazado. Quizá la originalidad, la gra-cia, el desparpajo goyesco sorprendió a unjurado pazguato al que debieron de pare-cerle abominables sus dibujos. De todosmodos conservamos un aguafuerte aluci-nador, de la época en que dibujaba losCaprichos, que nos da una idea de la genia-lidad del pintor y la pérdida del más gran-de ilustrador que hubiera tenido nuestrohidalgo en todos los tiempos.

El siglo XIXEste siglo nos presenta sucesivamente unQuijote romántico, humorista y carica-turesco, mientras se suceden las edicio-

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nes ilustradas inglesas, francesas y apare-cen las primera italianas.

No podemos detenernos en algunas deellas, verdaderamente memorables, comola francesa ilustrada por Tony Johannot yla también francesa de 1845, con doce lito-grafías de Luis Janet Lange, o la norteame-ricana dibujada por H. Warren. También lamadrileña de Mellado, de 1855, por pri-mera vez con láminas en colores y la bar-celonesa de Tomás Gorchs, verdaderamen-te monumental. Y así llegamos a la más altacumbre de la imaginería quijotesca román-tica con Gustavo Doré.

Su impresionante versión del Quijotese publicó en 1863, cuando Doré contabatreinta años. Era ya célebre por sus ante-riores trabajos y las casas editoriales se lodisputaban. El pintor hizo un largo viajepor España, lápiz en mano.

El éxito de esta edición fue sonado. “Ellibro marca, en efecto, el punto culminantede la carrera del gran ilustrador y de todala imaginería quijotesca hasta la fecha.Antesy después de Gustavo Doré ha habido mag-níficos ilustradores del Quijote. Ninguno,

empero, puede compararse ni igualarse, enconjunto, con el artista francés”. (J. Givanel).Muy pronto su obra se divulgó por Europay América y los dibujos de Doré se repro-dujeron infinidad de veces en todos los paí-ses, en ediciones monumentales y corrien-tes y siguen reproduciéndose hoy día portodos los procedimientos posibles. La granlabor de Dore se componía de 370 ilustra-ciones, de las cuales 120 son de página ente-ra, en gran tamaño.

Podemos decir que la imagineríaquijotesca creada por Doré es la más ex-traordinaria que se conoce. Sus tipos de DonQuijote y Sancho son inolvidables.

A lo largo y ancho del siglo, maravillosasediciones se suceden en casi todas las len-guas del mundo y España contribuye conuna monumental de la casa barcelonesaMontaner y Simón, en 1880, con grabadosde Ricardo Balaca y José Luis Pellicer.

Las ediciones del XIX se cierran conla publicación del llamado Quijote delCentenario, en 1905, con ilustraciones delmalogrado artista sevillano José Jiménezde Aranda.

Primera edición en inglés del Quijote. Primera edición francesa del Quijote.

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Y el siglo XXComo no podía ser menos, el siglo XXse inicia con magníficas ediciones ingle-sas, que es lástima no podamos comen-tar y llega a su cenit con las ilustracionesdel dibujante español, Daniel UrrabietaVierge. Es en Londres y el éxito es reso-nante. Pero, ¿quién es Urrabieta Vierge?Es un español residente casi toda su vidafuera de España, gran lector del Quijote,dibujante impresionista y artista desdi-chado. En 1887 fue víctima de una apo-plejía que le paralizó la mano derecha,con la que tan primorosamente dibuja-ba. Se trataba de su muerte artística, peroel pintor reaccionó haciendo frente vale-rosamente a la adversidad y consiguióaprender a dibujar con la mano izquier-da Fue capaz de realizar un viaje a laMancha en 1896 y murió en 1904. Su edi-ción se compone de 270 dibujos.

Uno de ellos representa a Don Quijoteen su biblioteca leyendo sus libros de caba-llerías. Es una de las más bellas represen-taciones que jamás se hayan hecho de estaescena, tratada hasta la saciedad. El inge-nuo hidalgo está como arrobado, realmen-te fuera del mundo, en medio de sus librosy estos parecen llenos de misteriosa vida.

La originalidad de estas láminas con-siste en ver el Quijote a nueva luz, lejosde la imaginería tradicional española, ycon una moderna sensibilidad totalmen-te innovadora. Aunque hechos en el sigloXIX, estos singulares dibujos conectan yacon las nuevas corrientes pictóricas que seabrirán paso a lo largo del siglo XX.

De esta impagable obra existe reedi-ción en castellano hecha por la casa Salvaten 1928.

En 1916, con motivo del tercer cente-nario de la muerte de Cervantes, el Estadoespañol dio a luz una nueva edición conunas doscientas láminas en heliograbado(gran novedad técnica entonces) del dibu-jante Ricardo Marín, con cabeceras yremates de capítulos y letras capitales. Setrata de un esfuerzo y un logro verdade-ramente notables.

Y terminaremos citando al españolRicardo Segrelles, más conocido fuera quedentro de su patria, que realizó en 1920 enlos Estados Unidos varias composicionesquijotescas publicadas a todo color, me-diante los más modernos procedimientosgráficos, en una lujosa revista. Estas com-posiciones entran de lleno en el reducidogrupo de artistas españoles —UrrabietaVierge, Ricardo Marín— que en el trascur-so de varios siglos de tradición indígena,han roto con ella para incorporarse a lascorrientes extranjeras.

La historia es interminable. A partir dela segunda guerra mundial, una vasta epi-demia de bibliofilia se desató en Europay de nuestro Quijote se hicieron edicionesraras, con inauditos refinamientos de ilus-tración, tiraje y encuadernación. No hayque decir que el libro por excelencia fue,desde su parición, el objeto de deseo másapreciado por coleccionistas y bibliófilosdel mundo entero.

Llegados al siglo XXI, y a punto decelebrar el IV Centenario de su publica-ción, esperamos (estamos seguros) quenuevas y reputadas ediciones se sumen alinfinito catálogo ya existente.Edición ilustrada de Garnier Hnos. París, 1875.

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