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38 “REVOLUCION Y DESARROLLO” Algunas Reflexiones sobre el Avance del Movimiento Cooperativo en el Sector Agropecuario EDUARDO BAUMEISTER CLAUDIA PEREIRA La Reforma Agraria de Nicaragua se asienta sobre tres sectores básicos: el área estatal, el sector Cooperativo y los pequeños y medianos productores individuales. Dentro de ese contexto, queremos analizar en este trabajo algunos aspectos vinculados al sector cooperativo. Uno de los ejes de la política agraria se localiza en el desarrollo de un movimiento cooperativo de base campesina. La estrategia de desarrollo supone que en el mediano plazo el sector cooperativo será uno de los sectores principales de la agricultura nicaragüense, tanto por su peso en la tenencia de la tierra, el área agrícola o la producción agropecuaria. Las revoluciones profundas de orienta ción socialista han encontrado en la transfor mación del sector campesino uno de sus pro blemas centrales, con repercusiones signifi cativas tanto al interior del agro como en la dinámica económica y política global. Cabe recordar que las transformaciones sociales más importantes en lo que va del siglo, se desarrollaron en países económicamente atrasados, donde el campesinado existía con un fuerte peso poblacional y productivo. De ahí que la potenciación de las fuerzas produc tivas en las cuales el campesino se encontraba inserto, así como el cambio de las relaciones sociales, eran el eje del desarrollo económico. En una palabra, la Revolución Agraria era el eje dinámico que condensaba la problemática ulterior del desarrollo de estas sociedades. Muchas veces los intentos de “ quemar etapas” en el tránsito de la pequeña produc ción campesina hacia formas de cooperación más integrales, generaron comportamientos negativos en el campesinado y métodos auto ritarios de colectivización por parte del Es tado. Las consecuencias se midieron en rit mos menores de producción y de productivi dad. Una extremada aberración sangrienta de este género, se encuentra en la experiencia polpotiana (Kampuchea 1978). A su vez, en otros casos, un énfasis ex cesivo en las capas acomodadas del campe sinado tampoco concluyó en una política agraria eficaz, ya que redundó en el fortale cimiento de sectores conservadores en el seno del campesinado, y en el mantenimiento de formas atrasadas de producción. En un contexto sociopolítico distinto, tenemos el caso de la Revolución mexicana, donde a partir de los cuarenta se impulsa un importante esfuerzo de mecanización, riego y nuevas variedades de semilla. Los frutos de esta política resultaron en el incremento de la

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38 “REVOLUCION Y DESARROLLO”

Algunas Reflexiones

sobre el Avance

del Movimiento Cooperativo

en el Sector AgropecuarioEDUARDO BAUMEISTER CLAUDIA PEREIRA

La Reforma Agraria de Nicaragua se asienta sobre tres sectores básicos: el área estatal, el sector Cooperativo y los pequeños y medianos productores individuales. Dentro de ese contexto, queremos analizar en este trabajo algunos aspectos vinculados al sector cooperativo.

Uno de los ejes de la política agraria se localiza en el desarrollo de un movimiento cooperativo de base campesina. La estrategia de desarrollo supone que en el mediano plazo el sector cooperativo será uno de los sectores principales de la agricultura nicaragüense, tanto por su peso en la tenencia de la tierra, el área agrícola o la producción agropecuaria.

Las revoluciones profundas de orienta­ción socialista han encontrado en la transfor­mación del sector campesino uno de sus pro­blemas centrales, con repercusiones signifi­cativas tanto al interior del agro como en la dinámica económica y política global. Cabe recordar que las transformaciones sociales más importantes en lo que va del siglo, se desarrollaron en países económ icam ente atrasados, donde el campesinado existía con un fuerte peso poblacional y productivo. De ahí que la potenciación de las fuerzas produc­tivas en las cuales el campesino se encontraba inserto, así como el cambio de las relaciones

sociales, eran el eje del desarrollo económico. En una palabra, la Revolución Agraria era el eje dinámico que condensaba la problemática ulterior del desarrollo de estas sociedades.

Muchas veces los intentos de “ quemar etapas” en el tránsito de la pequeña produc­ción campesina hacia formas de cooperación más integrales, generaron comportamientos negativos en el campesinado y métodos auto­ritarios de colectivización por parte del Es­tado. Las consecuencias se midieron en rit­mos menores de producción y de productivi­dad. Una extremada aberración sangrienta de este género, se encuentra en la experiencia polpotiana (Kampuchea 1978).

A su vez, en otros casos, un énfasis ex­cesivo en las capas acomodadas del campe­sinado tampoco concluyó en una política agraria eficaz, ya que redundó en el fortale­cimiento de sectores conservadores en el seno del campesinado, y en el mantenimiento de formas atrasadas de producción.

En un contexto sociopolítico distinto, tenemos el caso de la Revolución mexicana, donde a partir de los cuarenta se impulsa un importante esfuerzo de mecanización, riego y nuevas variedades de semilla. Los frutos de esta política resultaron en el incremento de la

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producción y de la productividad en algunos rubros agrícolas. Sin embargo, en la medida en que sus beneficiarios fueron básicamente sectores empresariales, el grueso del campe­sinado siguió trabajando en condiciones atrasadas. El reverso de los éxitos de la “ Revolución Verde” fue la crisis de la pro­ducción de granos básicos, la recrudecida migración campo-ciudad y hacia los Estados Unidos, al tiempo que obligó a enormes im­portaciones alimentarias que deterioraron la autonomía nacional.

No fue, obviamente, la modernización tecnológica en sí misma la responsable de estos resultados, sino que su base social, re­gional y de productos incorporados, estuvo limitada al núcleo empresarial del norte de­dicados a productos de exportación y a granos altamente mecanizados.

En la sección I de este ensayo presenta­mos una discusión abreviada de ciertos pro­blemas generales que cabe considerar ante el

desarrollo de un movimiento cooperativo de base campesina en el marco de una transfor­mación agraria profunda como la nuestra. En la sección II ofrecemos una síntesis analítica de algunos resultados del Censo Cooperativo de 1982 impulsada por la DGRA, BND, UNAG y CIERA (1).

En este ensayo nos interesa insistir, en primer lugar, en que el tipo de cooperativas existente en la mayor parte de las experiencias progresistas y revolucionarias, no tiende a crear una unidad de producción que contra­pone drásticamnte el trabajo colectivo con el trabajo familiar en la unidad personal o el trabajo asalariado fuera de la cooperativa. En segundo lugar, el proceso inversionista com­bina tanto el esfuerzo colectivo de la coopera­tiva, la participación del Estado y también el esfuerzo familiar dentro de los límites de la parcela personal pero vista funcionalmente dentro de la unidad de producción coopera­tiva. Y por último remarca que las coopera­tivas de producción exitosas mostrarían la

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necesidad de articular una lógica organizativa de tipo empresarial junto con rasgos organi­zativos de tipo familiar-campesino, que su­mados explicarían la especificidad de la Un­idad Cooperativa ante la empresa basada en el trabajo asalariado y la Unidad Campesina sustentado sobre el trabajo familiar.

Sección IFormas Cooperativas de Producción en la Transición: Notas de un Debate.

La discusión sobre el movimiento coo­perativo, en circunstancias de transforma­ciones profundas, no parte de cero. La expe­riencia mundial muestra la existencia de se­rias dificultades en construir, sobre la base del pequeño productor campesino, unidades de producción a gran escala. La conservación del productor como un trabajador directo, a la par que se le incorpora plena y eficientemente las fiierzas productivas más avanzadas, mutando al productor en el organizador del proceso de trabajo, presenta hasta la fecha, múltiples posibilidades y contradicciones.

En última instancia, la cooperación plena presupone que el cooperativista es a la vez trabajador directo, “ gerente y propieta­rio’’, no contratando fuerza de trabajo. Esto se vincula al hecho de que las concepciones cooperativistas surgieron como una alterna­tiva a la empresa capitalista pero no como parte de una transformación total de la socie­dad sino por la formación de “ islas’’ coope­rativas que muy lentamente irían incorpo­rando a nuevos adeptos.

El cooperativismo en la producción (2) se remonta a las propustas de los pensadores del socialismo utópico, tales como Owen y Fourier; ellos imaginaban la formación de unidadés de producción sin explotación y sin mucha vinculación con el mundo exterior.

Al margen de experiencias aisladas, el único ejemplo -por lo demás atípico-, de

generalización de esta experiencia es en ciertos Kibutz israelíes, desarrollados en un país plenamente capitalista, donde el grueso de la agricultura está en manos de “ farmers’’, y con la singularidad de que la mayor parte de los que formaron kibutz no eran campesinos o agricultores, sino hombres de otras profe­siones; en particular univesitarios, emigrados a Israel luego de la Segunda Guerra Mundial. Otro ejemplo es el grupo religioso amish en Estados Unidos donde existen lazos internos pero dominados por una posición ideológica conservadora.

Existen diversas concepciones favora­bles a las cooperativas agrarias. Puede decirse que se extienden desde aquellos que conside­ran a la cooperativa -sobre todo las de servi­cios- como una escuela de “ agricultores’’, que permitirían el tránsito del campesino al farmer; hasta los que propugnan la formación de cooperativas integrales -tipo kibutz- que harían desaparecer a todas las clases sociales y formas de producción tradicionales, en la medida en que el cooperativista no sería ni campesino, ni obrero, ni capitalista, ni ge­rente en sentido estricto, pero debería cumplir con todos los roles que esos sujetos sociales cumplen. Sin embargo, las principales expe­riencias contemporáneas, como las de los países socialistas y la de Nicaragua, se loca­lizan en realidad en puntos intermedios de esos tipos extremos.

Si bien las posiciones claramente explí­citas a favor de un cooperativismo que fo­menta la transformación del campesino en farmer es claramente practicada y defendida en los países centrales y por ciertos organis­mos internacionales occidentales, no deja de ser cierto que cualquier transformación es­tructural contraria a la capa terrateniente y a fracciones de la burguesía, crea condiciones objetivas para el fortalecimiento del campe­sinado -con o sin cooperativas- en dirección a un perfil más de tipo empresarial. En efecto, en el marco de reformas agrarias de tono de­mocrático, siempre existirá la posibilidad de

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La experiencia mundial muestra que el cooperativismo agrario, en particular en los países socialistas, tiende a presentar una fuerte flexibilidad en cuanto a que el miembro de la cooperativa y su familia pueden trabajar; participar en los excedentes de la cooperativa; cultivar una parcela personal; y trabajar como asalariado fuera de la cooperativa. Es decir, a diferencia de las previsiones del siglo XIX, serían al mismo tiem po cooperativistas, campesinos y obreros; ya se hable del pro­ductor o de sus familiares. Estas situaciones las encontramos tanto en países socialistas europeos como en algunos asiáticos. Un es­tudio sobre koljoses soviéticos muestra que las fuentes de los ingresos familiares se dis­tribuyen 46.5 por ciento de formas colectivas, 29.4 por ciento de las parcelas personales de los koljosianos, y los restantes 24.1 por ciento de trabajo fuera del koljos (3).

Tensiones en el desarrollo del cooperativismo agrario

Al abordar la problemática del desarrollo cooperativo que emerge del campesinado y apunta a transformaciones profundas, se nos presentan tres grandes temáticas dentro de las cuales existirán distintas alternativas a reco­rrer. Estamos pensando en los problemas del crecimiento, de la acumulación y de la lógica de organización de la unidad de producción. Consideremos que estos conceptos son parte de la discusión habitual, los cuales no pre­tendemos resolver sino simplemente ordenar y sistematizar.

Crecimiento versus redistribución.

En los países atrasados nos encontramos con dos características básicas, cuya resolu­ción es central en situaciones de transforma­

ciones profundas; por un lado, las trabas a la utilización plena de los recursos disponibles, principalmente los recursos naturales y la fuerza de trabajo. Las relaciones de propiedad arcaicas obstaculizan un uso más intensivo de esos factores de producción. Y por otro, nos hallamos con la existencia de formas de ex­plotación de los productores directos que se traducen en la apropiación de la mayor parte del excedente económico generado por esos productores vía renta del suelo, intercambio comercial o préstamos usureros.

Al levantarse estas trabas encontramos, como diversas experiencias históricas lo se­ñalan, distintas respuestas de parte de los productores directos y en particular del cam­pesinado. Esto se observa en los cambios operados a nivel microeconómico en las coo­perativas y unidades de producción, como a nivel macroeconómico en sus efectos en la economía nacional.

El campesinado cooperativizado, im­pulsado por una reforma agraria de corte de­mocrático aparece inserto en dos grandes al­ternativas que en principio aparecen como contradictorias: el camino hacia una expan­sión de su capacidad productiva, y por otro tender a participar en la redistribución de re­cursos e ingresos que los cambios en su situa­ción pueden ofrecer.

A su vez, las reformas agrarias que libe­ran al campesino total o parcialmente del peso de la renta y de la usura viven el dilema del campesino que busca mejorar su nivel de in­gresos pero dentro del mismo-nivel de pro­ducción beneficiándose de la caída de la renta o del interés usurario. En la misma dirección se ubica la problemática del excedente que pueda obtenerse de cooperativas exitosas y su posible destino entre inversión o consumo personal.

Por últim o, la experiencia histórica muestra que en sociedad con un marcado de­sarrollo desigual como las nuestras, donde

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coexisten sectores de medianos y altos in­gresos versus una mayoría pobre, no es posi­ble alentar en una dirección exclusiva el vuelco de todos los recursos a la expansión productiva. La clave pasaría por determinar objetivos sociales, tales como la maximiza- ción de granos o divisas, antes que centrarse en los problemas de la redistribución que emergen de cambios en la correlación de fuerzas. Con esto queremos señalar que si el objetivo social se cumple dentro de paráme­tros relativamente eficientes -es decir que la sociedad puede recuperar los recursos que se adelantó para ese fin - el problema de la redis­tribución de ingresos o recursos se tiene que subordinar al primer objetivo.

Cambio tecnológico basado en la acumulación privada o en la estatal

Uno de los objetivos centrales de la re­forma agraria y el desarrollo cooperativo es, obviamente, elevar la productividad del tra­bajo en la agricultura. Existen obstáculos en las relaciones de propiedad existentes y en las fuerzas productivas disponibles. Los cambios de tenencias pueden alterar las trabas que provienen del lado de la propiedad y pueden ayudar a un uso más intensivo de la tierra (disminución de áreas no cultivadas, por ejemplo).

Hay cambios tecnológicos -no todos- presuponen la incorporación de capital fijo, el más evidente la maquinaria (tractores o co­sechadoras, construcciones agropecuarias, riegos, etc.). Ante esto surge la opción de que la incorporación del cambio tecnológico se realice como un proceso de acumulación privado -existiendo la posibilidad que sea hecho en forma individual como puede ocu­rrir en una CCS o en forma colectiva en una CAS o bajo la forma de un servicio que una empresa estatal brinda a los productores.

Al igual que en el punto anterior, la clave no pasa por opciones cerradas, sino en una combinación de las distintas fuentes. Al res­

pecto conviene distinguir los distintos facto­res intervenientes: cambio tecnológico, in­versiones, capital fijo, trabajo acumulado, maquinaria, divisas, producción por unidad de superficie y producción por hombre ocu­pado, ya que a veces se los supone como semejantes. Con esto queremos decir que a veces se asocia que la incorporación de una máquina, per se, va a aumentar la producción y la productividad cuando muchas veces lo único que hace, cuando se observa el pro­blema desde una dimensión macro, es dis­minuir las horas hombres necesarias para un trabajo determinado, sin elevar la produc­ción, ni la productividad por unidad de super­ficie, ni en relación al conjunto de hombres disponibles en el sector.

El aliento de procesos de inversión que suponen fuertes componentes de trabajo -que pasan a convertirse en trabajo acumulado- mejoras de la tierra, cercas, instalaciones, bodegas, cuidado del ganado, plantaciones permanentes -no aparece como contradicto­rio con áreas de servicios estatales o coopera­tivas, donde, por ejemplo, la escala de las operaciones o de las divisas necesarias, son mucho más significativas y el nivel artesanal de producción no puede reemplazar la tecno­logía que proviene de procesos industriales. Esto es mucho más evidente en una situación económica donde exista una crónica escasez de recursos externos.

Lógica em presarial versus lógica fam iliar.

Otra forma de ver alternativas dentro del movimiento cooperativo es preguntarse en qué medida la lógica de las cooperativas se alejan del comportamiento de la unidad fami­liar y se acerca a un perfil'más típicamente empresarial. En la sección II del artículo ofrecemos algunos análisis aproximativos a este tema.

El tipo de cooperativa, está extremada­mente vinculado al tipo de fuerzas producti­

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vas. Con esto queremos señalar que un pro­ceso productivo organizado sobre bases arte­sanales (tracción manual,* anim al), está mucho más vinculado a una escala pequeña de producción.

Los saltos en las fuerzas productivas, que se traduzcan en mayores escalas de pro­ducción, podrían ser impulsados por las cooperativas y ampliar su base. Pero en la medida en que los saltos tecnológicos no son homogéneos permite pensar que la coopera­tiva más óptima es aquella que puede sumar loff esfuerzos de la pequeña escala y . la gran escala de producción. Por ejemplo, la incor­poración de un tractor que puede preparar de­cenas de manzanas, se combina con labores culturales realizadas a machete, lo mismo que cosechas realizadas manualmente. Esto es lo que permite a las cooperativas tipo “ surco muerto’ ’ abrir el camino a una transformación gradual a formas más desarrolladas de coo­peración.

Con esto queremos señalar que cuando el grupo social no posee una cohesión alta de tipo político, y no existen instrumentos tec­nológicos “ socializantes” del proceso de trabajo, cierta organización del trabajo ten­derá a mantenerse. Esto es mucho más evi­dente en procesos de trabajo basados en plan­taciones permanentes o en la ganadería.

> .Á1 mismo tiempo, la lógica familiar se

hace presente en el fuerte peso que puede alcanzar el esfuerzo propio sobre el área cul­tivada total, tal como analizamos en la sec­ción II. En consecuencia, la lógica familiar no puede desaparecer plenamente, e incluso la 9iisma estará presente en el desarrollo del sector cooperativo de tipo CAS en tanto el nivel de fuerzas productivas no avance signi­ficativamente.

Como cierre de esta sección, convendría resaltar los siguientes aspectos. El cooperati­vismo agrario colectivista de este siglo surgió como una alternativa para superar el atraso

existente en la agricultura. De alguna forma, expresa una transacción entre el campesinado y las necesidades de desarrollar rápidamente las fuerzas productivas y crear un orden so­cialista. Sin embargo, la marcha general del movimiento cooperativo a nivel mundial muestra la tendencia a articular modelos fle­xibles de cooperativas que combinan formas colectivas, parcelas personales, trabajos fuera de la cooperativa; vinculaciones entre pe­queña y gran escala, esfuerzo y finanaci- miento institucional; inversiones individuales y colectivas entrelazadas a servicios estatales. Sin negarse la posibilidad a esquemas plani­ficados de organización económica.

Sección II

Características Básicas del Movimiento Cooperativo en Nicaragua. (4)

El m ovim iento cooparativo nicara­güense se caracteriza por una variada moda­lidad de formas organizativas, en que las for­mas predominantes son cooperativas del tipo de Crédito y Servicios. Los datos del Primer Censo de Cooperativas Agropecuarias, de­muestran que éstas representan el 45 por ciento del total de cooperativas, seguidas en orden de representatividad por las Coopera­tivas Agrícolas Sandinistas con un 20 por ciento. Con un menor peso, están las coope­rativas de Surco Muerto. (5). En 1982 exis­tían 2.819 cooperativas agropecuarias con 67.976 socios, los cuales representan más del 50 por ciento del campesinado de este país. El grueso de las CAS se localizan en la región del Pacífico, mientras que las CCS son la moda­lidad al interior del país.

Con respecto a la tenencia de la tierra, las cooperativas en Nicaragua a 1983 controlan 1.535.552 manzanas, lo que representa el 22 por ciento del total de superficie en fincas del

44 “REVOLUCION Y DESARROLLO” ipaís. Los cambios en la distribución de la tierra otorgaron al campesinado aproxima­damente el 22 por ciento de las tierras prove­nientes de los productores de más de 500 manzanas. El movimiento cooperativo tiene

un peso económico relevante con respecto a los otros sectores. Para el ciclo agrícola 1981-82 controlaban más del 40 por ciento del área agrícola del país; tal como se presenta en el cuadro siguiente.

AREA AGRICOLA SEGUN SECTORES (Ciclo 1981-1982)

TIPO AREA0 o o

CAS 50.5 5.5CCS 294.4 32.2Otras Cooperativas 45.4 5.0Individual de Crédito Rural 91.0 10.8Individual sin Crédito Individual de Crédito Bancario

90.1 9.8

-1 0 0 agrícola habilitadas Individual de Crédito Bancario

93.4 10.2

-1 0 0 agrícolas habilitadas 147 16.0Empresas Reforma Agraria 103.0 11.3

TOTAL 914.8 100

° Nota: Area en miles de manzanas.Fuente: Censos Cooperativo, Ciera y Corfin.

Origen Social de los Cooperados

Las clases populares del agro nicara­güense combinan en su interior los rasgos asalariados y los estrictamente campesinos, encontrándonos con una masa importante de hogares y personas que pasan parte del año en una y otra inserción de clase. Sin embargo, existen segmentos a los cuales podríamos considerar dominantemente campesinos, y otros donde los rasgos asalariados son predo­minantes.

La información en materia de origen ocupacional, nos arroja que en el 71 por ciento de las cooperativas predominaron los socios que autodeñnen como “ trabajadores por cuenta propia’’ y en los restantes se defi­

nieron mayoritariamente como “ asalariados temporales’’. Una muestra de la heteroge­neidad estructural de la agricultura la pode-- mos observar en la distribución de las coope­rativas de acuerdo al origen predominante, en las grandes regiones del país y tipos de coo­perativas: las cooperativas de predominio cuenta propia se encuentran mayoritaria­mente en el interior del país, mientras que en el pacífico se encuentran las cooperativas que tienen un predominio de asalariados tempo­rales. En el origen de clase por tipo de coope­rativa, el 81 por ciento de las CCS se autode- claran predom inantem ente formadas por ‘ ‘trabajadores por cuenta propia’ ’, en cambio en el 52 por ciento de las CAS los socios declararon, predominantemente, que en el pasado eran asalariados temporales.

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Origen de los Socios por tipo de Cooperativa (en porcentaje)

TIPO DE COOPERATIVA ORIGEN CAMPESINO ORIGEN ASALARIADO TOTALCAS 48 52 100CCS 81 19 100

Fuente: Análisis del Primer Censo de Cooperativas.

Formas de Tenencia de la Tierra en las Cooperativas.

A lo interno del Movimiento Coopera­tivo se manifiesta una marcada diferencia en la composición de formas de tenencia. En las CCS prevalece la tenencia asociada con el sector privado, es decir, propias del productor o alquiladas a privados, representando el 90 por ciento de la tenencia de las mismas. En cambio en las CAS, las formas de tenencia están asociadas a determinadas políticas del Estado (asignadas por Reforma Agraria, al­quiladas o cedidas por las Empresas de Re­forma Agraria). El 81 por ciento de la tierra es asignada por la Reforma Agraria.

Podemos ver la política subyacente del Estado, en materia de tenencia de la tierra, hacia los distintos tipos de cooperativas. Hasta el momento del censo, las tierras asig­nadas por Reforma Agraria se distribuyeron el 82 por ciento a las CAS y el 18 por ciento a las CCS.

La heterogeneidad en la tenencia de la tierra en las cooperativas CCS es más notoria. Observamos cómo el 93 por ciento incluirían formas propias de tenencia, un 66 por ciento tendrían tierras alquiladas a privados y un 25 por ciento mantendrían formas de tenencia precarias.

Peso Productivo de las Cooperativas.

El peso fundamental en la actividad agropecuaria del movimiento cooperativo está centrado en la producción de granos bá­

sicos. El 78 por ciento de su área destinado a este rubro, y solamente el 17 por ciento a la agroexportación. (6). No hay grandes dife­rencias en ambos tipos de cooperativas (CAS-CCS); pero sí hay diferencias regiona­les ya que en la zona del interior del país predomina claramente la producción de gra­nos.

Un elemento interesante de mencionar en la producción de las cooperativas, es el área sembrada por el esfuerzo propio de los productores. El 50 por ciento del área agrícola destinada a los granos básicos, se produce con esfuerzo propio de los cooperativistas. Exis­ten grandes diferencias en el comportamiento de las CAS con respecto a las CCS. En las primeras, solamente el 17 por ciento de su área es con esfuerzo propio; en las segundas el área de esfuerzo propio alcanza el 55 por ciento.

Sintetizando, podemos observar que los determinantes estructurales -tanto en el plano de las estructuras regionales como del tipo de unidades de producción- inciden en el com­portamiento hacia el crédito. Mientras que las CCS del interior reflejan mucho más la lógica campesina tradicional, las CAS, (más clara­mente las del Pacífico), mostrarían una ten­dencia mucho más empresarial en su asigna­ción de recursos.

El Uso de Máquina y la Tecnología en el Movimiento Cooperativo.

En una agricultura campesina atrasada como la nuestra, los servicios de maquinaria

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juegan un papel importante en el avance del sector. A través del Censo Cooperativo hemos podido obtener cierta información sobre el uso de la maquinaria. Los datos de posesión de tractores son muy bajos dentro del movimiento cooperativo. Solamente el 4 por ciento de las mismas cuentan con tractores propios, un 24 por ciento accede de alguna manera a servicios de tractor. De esta infor­mación podemos inferir la importancia de los servicios de alquiler de máquinas, que puede ofrecer el Estado a través de Agromac o pro­pietarios privados.

Hay heterogeneidad a nivel regional y por tipo de cooperativas; en la zona del Pací­fico es mucho mayor el uso de maquinaria y tecnología que en el interior; el 66 por ciento de las CAS del Pacífico tienen algún acceso a la maquinaria, en cambio las CCS tienen un menor acceso a la tracción mecánica. En el interior solamente el 22 por ciento de las CAS tendría algún acceso a la tracción mecánica. En las CCS la situación es de muy poca utili­zación de tracción mecánica. Como conclu­sión podemos afirmar que el 50 por ciento de las CAS accede total o parcialmente a la me­canización, mientras que sólo el 14 por ciento de las CCS lo hace, y por lo tanto el nivel de mecanización de las CAS sería 3.5 veces re­lativamente superior al de las CCS.

Autoconsumo y Mercantilización del Movimiento Cooperativo.

También existen grandes diferencias por tipos de cooperativas; las CAS venden el 75 por ciento de su producción al mercado, en cam­bio las CCS, solamente comercializan el 48 por ciento de su producción de granos bási­cos.

Contratación de Fuerza de Trabajo.

Uno de los temas centrales de la discu­sión sobre la naturaleza del campesinado, ha sido la cuestión de la contratación de fuerza de trabajo en las cooperativas. Según el análisis del Censo Cooperativo, se observa que el 56 por ciento de las cooperativas contratan en forma temporal, y sólo un 5 por ciento lo hacen con asalariados permanentes. Por tipos de cooperativas tenemos que el 47 por ciento de las CAS y el 62 por ciento de las CCS contratan mano de obra estacional. En gene­ral, se incrementa el porcentaje de coopera­tivas que contratan de acuerdo a la densidad de manzanas por socio, oscilando en las CAS desde un 27 por ciento de las cooperativas cuando tienen m enos de una m anzana cultivada-socio hasta el 91 por ciento en aquellas que tienen socio con un área agrícola promedio de más de 20 manzanas. Daría la impresión que a igual cantidad de tierra agrícola-socio en las CAS se contrata menos fuerza de trabajo asalariado temporal que en la CCS, ocurriendo ésto en los intervalos que van desde menos de una contratación de tra­bajadores asalariados permanentes.

El movimiento cooperativo comercializa el 53 por ciento de su producción de granos básicos, lo cual nos indica que las cooperati­vas han alcanzado mayores niveles de co­mercialización que el resto del campesinado. De acuerdo a diversas estim aciones del CIERA, la mercantilización de la producción campesina de granos básicos antes de la Re­volución , oscila entre 34 y 42 por ciento de la producción. Es en el Pacífico donde los nive­les de mercantilización son más altos, lle­gando a un 72 por ciento de su producción.

Por otro lado es interesante señalar que aún los estratos más bajos de las CCS contra­tan en un 50 por ciento de los casos, obreros estacionales. Este hecho puede asumirse como extensivo para el conjunto del campe­sinado.

Estratos Sociales en el Movimiento Cooperativo.

En este acápite tratamos de ofrecer al­gunas aproximaciones sobre los tipos de

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ESTRU CTU RA DE LAS CCS 1982 (Porcentaje y promedios)

Area Agrícola Socio (Mz)

o o Socios Area Agrícola Area Agrícola Socio.

-3 20 7.2 2.43-10 72 70.0 6.6

-10 8 22.8 19.7

TOTAL 100 100.0 6.8

Fuente: Censo Cooperativo 1982.

Conclusiones

1. A cinco años del proceso de Reforma Agraria podemos observar que el movi­miento cooperativo agrupa a cerca de 50 por ciento del campesinado y alrededor del 40 por ciento del área agrícola del país, principalmente en cultivos de mercado interno. El esfuerzo propio alcanza al 50 por ciento del área de granos básicos.

2. El grueso del cooperativismo está consti­tuido por cooperativas de crédito y servi­cios formada, en lo fundamental, por campesinos de tipo medio, sin desconocer la existencia de un importante segmento de campesinos pobres, y un peso econó mico significativo de un grupo más cer­cano a lo que podría denominarse campe­sinos capitalizados.

3. El núcleo principal de las CCS se localiza en la región interior, mientras que las CAS son un fenómeno básicamente de la región del Pacífico.

4. Mientras que las CCS se concentran en formas de tenencia privadas (propias o alquiladas o privados), las CAS son pro­ducto de la acción del Estado.

(1) DGRA: Dirección General de Reforma Agraria BND: Banco Nacional de DesarrolloUNAG: Unión Nacional de Agricultores y Ganaderos CIERA: Centro de Investigaciones y Estudios de la Re­forma Agraria

(2) Por el contrario, el cooperativismo de consumo surgió más cercano al movimiento obrero, y el de crédito a sectores artesanales y de pequeños productores agrarios.

(3) A Rahman Khan y D. Ghai, Collective Agriculture and Rural Development in Soviet Central Asia, 1979, p. 98-99. Constantemente en los países socialistas se apela al desarrollo de las parcelas personales de los miembros de koljoses y sovjoses: “ Durante cierto tiempo en los Estados socialistas imperaron prejuicios contra estas ha­ciendas (personales). Se consideraba que el problema alimentario podía solucionarse totalmente a costa del sector social, y ese fue el motivo de que se emprendiera

el curso hacia la reducción de dichas haciendas. Esa actitud recelosa fue superándose poco a poco’ ’. Resu­men de materiales de un encuentro celebrado en Buda­pest bajo el título de ‘ ‘El Desarrollo del Socialismo y la Agricultura” . Revista Internacional, 1983-7: 58.

(4) CIERA, Análisis del Primer Censo de Cooperativas Agropecuarias 1982 (preparado por el Departamento de Reforma Agraria, Managua, Abril 1984).

(5) Se considera cooperativa de “ Surco Muerto” aquellas donde los socios presentan un sistema de tenencia de la tierra individual, pero realizan diversas labores en forma común, común.

(6) Ver detalles en el Análisis del Primer Censo Coopera­tivo.

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campesinos que existirían en la actualidad en las cooperativas CAS y CCS.

En el cuadro siguiente, podemos ver que agrupando a los socios de CAS y CCS en tres grandes estratos observamos que el 30 por ciento de los socios del CAS están en el pri­mer estrato y que, a grandes rasgos, reflejaría una situación más cercana al semiproleta- riado; el estrato intermedio indicaría una po­

sición más cercana -aunque no utilizable en su totalidad en el caso de las CA S- de campe­sinos “ medios” con tendencia a un equilibrio entre la oferta y la demanda de fuerza de trabajo asalariada; y por último está el estrato superior donde el empleo de fuerza de trabajo sería mucho más extendido. Algo similar es­taría ocurriendo en las CCS, donde las cate­gorías teóricas son más adecuadas.

ESTRUCTURA DE LAS CAS 1982 (Porcentaje y promedios)

Area Agrícola Socio (Mz)

o o Socios Area Agrícola o o Area Agrícola Socio

-3 30 8.3 1.763-10 59 62.3 6.76-10 11 29.4 16.70

TOTAL 100 100.0 6.40

Fuente: Censo Cooperativo 1982