Algunas reflexiones sobre el proceso actual de enseñanza de la medicina

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Algunas reflexiones sobre el proceso actual de enseñanza de la Medicina Iliana E. Romero Giraldo La formación médica discurre entre otras cosas por la transmisión del conocimiento por el docente y la adquisición de competencias por el alumno, las cuales cada universidad establece. Se supone que a los médicos asistentes -sean o no docentes- sólo por la memoria y agradecimiento de quienes alguna vez nos enseñaron- nuestros maestros del pre y postgrado, algunos inolvidables como el ilustre Maestro Don Pedro Ortiz por ejemplo- nos debería en forma espontánea y muy natural nacer el querer transmitir ese conocimiento, experiencia y competencias adquiridas a lo largo de nuestra propia carrera, además que es parte de nuestra formación el brindar información y enseñar. Esa obligación y deber son mayores al ser docente de una universidad porque al amparo del nombre de esa Institución, se nos permite ostentar un rango y se realiza una labor -remunerada o no – tan importante como es la formación de quien será el profesional de salud que esa casa de estudios desea formar. Por eso es una responsabilidad y tarea grandes, que lamentablemente en los últimos años se ha ido perdiendo y se ha ido reemplazando por una actitud de resignación por una parte de los alumnos y por un abuso de poder por una parte de sus docentes- asistentes, menos mal no todos. Y es que cuando quien es designado para hacer docencia no esta a la hora señalada o simplemente no esta al lado de su alumnos y encima ni se molesta porque algún colega –ante el imponderable-lo reemplace debidamente y eso ocurre no una sino en varias ocasiones, cuando se le indica al alumno de pre o postgrado que haga la labor que corresponde al asistente para cubrirlo en forma repetitiva, cuando se le hace trabajar haciendo recojo de información sin siquiera invitarlo a participar como colaborador en los créditos del proyecto de investigación personal, cuando se

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Algunas reflexiones sobre el proceso actual de enseñanza de la Medicina

Iliana E. Romero Giraldo

La formación médica discurre entre otras cosas por la transmisión del conocimiento por el docente y la adquisición de competencias por el alumno, las cuales cada universidad establece. Se supone que a los médicos asistentes -sean o no docentes- sólo por la memoria y agradecimiento de quienes alguna vez nos enseñaron- nuestros maestros del pre y postgrado, algunos inolvidables como el ilustre Maestro Don Pedro Ortiz por ejemplo- nos debería en forma espontánea y muy natural nacer el querer transmitir ese conocimiento, experiencia y competencias adquiridas a lo largo de nuestra propia carrera, además que es parte de nuestra formación el brindar información y enseñar.

Esa obligación y deber son mayores al ser docente de una universidad porque al amparo del nombre de esa Institución, se nos permite ostentar un rango y se realiza una labor -remunerada o no – tan importante como es la formación de quien será el profesional de salud que esa casa de estudios desea formar. Por eso es una responsabilidad y tarea grandes, que lamentablemente en los últimos años se ha ido perdiendo y se ha ido reemplazando por una actitud de resignación por una parte de los alumnos y por un abuso de poder por una parte de sus docentes- asistentes, menos mal no todos.

Y es que cuando quien es designado para hacer docencia no esta a la hora señalada o simplemente no esta al lado de su alumnos y encima ni se molesta porque algún colega –ante el imponderable-lo reemplace debidamente y eso ocurre no una sino en varias ocasiones, cuando se le indica al alumno de pre o postgrado que haga la labor que corresponde al asistente para cubrirlo en forma repetitiva, cuando se le hace trabajar haciendo recojo de información sin siquiera invitarlo a participar como colaborador en los créditos del proyecto de investigación personal, cuando se les deja a la deriva y no se cumple con lo que está estipulado deben aprender, etc. , no sólo estamos faltando al respeto a ese colega en formación y estamos abusando de una posición de poder, además estamos haciendo daño a la profesión misma al no cumplir con nuestro rol de transmisión de conocimientos en forma debida, peor todavía si en compensación se le coloca una calificación que no va con la realidad sólo porque así se evitan las respectivas y entendidas quejas; así se crea el perfecto caldo de cultivo para la irresponsabilidad, falta de compromiso con la profesión y tener mayor chance de incurrir en errores médicos, falta de pericia y demás problemas en colegas jóvenes que nosotros mismos luego criticamos con tanta dureza.

Se trata en pocas palabras – y aunque suena rudo- de una estafa al alumno, a la universidad, a los padres de ese colega que han depositado su confianza y expectativas en que se le enseñará aquello que sea necesario y muy bien, que se le exigirá y buscara motivarlos para que sean mejores que sus maestros, que cuando estén solos no sean máquinas repetitivas de saber solamente sino seres humanos compasivos, que razonan, capaces de tomar decisiones con

conocimiento, pericia y seguridad, que asuman con hidalguía sus yerros y sobre ellos aprendan y mejoren su labor.

Los alumnos deben exigir a sus maestros la enseñanza y conocimiento que corresponden y pedir que se les respete en su integralidad como seres humano en formación , sin tener miedo a participar en la construcción de su propio conocimiento y formación, sin miedo a equivocarse o pedir ayuda pues para eso están los tutores, docentes, asistentes, etc. para apoyarlos y guiarlos, no es malo confrontar ideas e intercambiar lo que se cree o sabe, malo es quedarse callado aún sabiendo que el otro esta equivocado y dejar pasar la oportunidad de ser parte activa de un proceso de enseñanza-aprendizaje real, integral y coherente.

Ojalá las universidades cumplan a cabalidad con esa tarea, inconclusa y pendiente en algunos casos, que es retroalimentar al docente con la información brindada por los alumnos, que sea una información fidedigna y sin temor a represalias, por presión de notas o similares. Que los coordinadores de las universidades tengan un papel más activo y se preocupen por lo que esta pasando con la enseñanza de la Medicina en estos tiempos, por saber que están aprendiendo sus alumnos, si se están logrando las competencias esperadas, si se esta al final teniendo el producto deseado.

Sólo sobre la base de una autocrítica positiva, donde reconozcamos nuestras fallas, deficiencias y debilidades para buscar convertirlas en fortalezas y oportunidades, se puede recrear un modelo de enseñanza cada vez mejor que beneficie tanto al alumno, al docente, a la universidad y a la sede, pero sobre todo, al paciente que espera con fe lo mejor de cada uno de nosotros y de las instituciones que representamos.

Lima, 09 de abril del 2012.