Alicante en guerra · objetivo de guerra. Al atardecer salía de la ciudad la «columna del...

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9 Introducción Carlos Salinas Salinas Profesor de secundaria La Guerra Civil (la guerra de España, como escribían los corresponsales de prensa extranjera en aquellos años) supuso una profunda quiebra para las poblaciones situadas en la retaguardia republicana en todos los ámbitos coti- dianos. En Alicante, como en el conjunto de País Valenciano, la guerra no mostra- ba el aspecto del frente de batalla, pero a partir del mismo 18 de julio de 1936 se hizo presente en la vida diaria de to- das las personas. El conflicto provocó un trienio en el que todas las contradic- ciones históricas estallaron en violento torbellino. Ganar la revolución, ganar la guerra y restaurar la legalidad republi- cana fueron tres líneas de tensión que agitaron la retaguardia. La provincia de Alicante, ubicada entre el Madrid sitiado y la Valencia capital de las instituciones republica- nas, aportó a la defensa combatientes, municiones, víveres, ropa, hospitales y colonias infantiles para los evacuados, además de la solidaridad y los recursos de sus pueblos y ciudades, bombardea- das por la aviación fascista italiana. Alicante ejerció un importante pa- pel rector en la provincia debido a que la centralización de la administración política se acentuó en el contexto de guerra, ya que el Gobierno Civil y las direcciones de los partidos y sindicatos radicaban en ella. La población de la ciudad osciló en torno a los 100 000 habitantes: en 1940 alcanzó los 97 000 censados, pero hay que considerar las salidas de jóvenes hacia el frente y las llegadas de refugiados que huían de las zonas de combate, sobre todo desde la caída de Málaga en febrero de 1937. Viernes, 29 de octubre de 1937 En el mercado de verduras de Alicante, por ejemplo, seguían hoy las colas lar- guísimas para alcanzar unos míseros to- mates o pimientos a fuerza de esperar, empujones, denuestos y querellas. Esta tarde, en cambio, ha pasado por cerca de casa un carro cargado de hortalizas y, sin ninguna molestia, hemos podido comprar tomates a 1,25 pesetas los dos kilos. Esto significa que en la huerta de Alicante no saben qué hacer ya con los tomates, mientras en el mercado casi se carece de ellos. Entre tanto, en Valencia se venden los tomates hasta 1,75 pesetas el kilo, es decir, a casi el triple que en Alicante, y ese precio es la tasa oficial. ¿Cómo puede consentirse tal disparidad de precios? Eliseo Gómez Serrano, Diarios de la Guerra Civil

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Introducción

Carlos Salinas SalinasProfesor de secundaria

La Guerra Civil (la guerra de España, como escribían los corresponsales de prensa extranjera en aquellos años) supuso una profunda quiebra para las poblaciones situadas en la retaguardia republicana en todos los ámbitos coti-dianos. En Alicante, como en el conjunto de País Valenciano, la guerra no mostra-ba el aspecto del frente de batalla, pero a partir del mismo 18 de julio de 1936 se hizo presente en la vida diaria de to-das las personas. El conflicto provocó un trienio en el que todas las contradic-ciones históricas estallaron en violento torbellino. Ganar la revolución, ganar la guerra y restaurar la legalidad republi-cana fueron tres líneas de tensión que agitaron la retaguardia.

La provincia de Alicante, ubicada entre el Madrid sitiado y la Valencia capital de las instituciones republica-nas, aportó a la defensa combatientes, municiones, víveres, ropa, hospitales y colonias infantiles para los evacuados, además de la solidaridad y los recursos de sus pueblos y ciudades, bombardea-das por la aviación fascista italiana.

Alicante ejerció un importante pa-pel rector en la provincia debido a que la centralización de la administración política se acentuó en el contexto de guerra, ya que el Gobierno Civil y las direcciones de los partidos y sindicatos

radicaban en ella. La población de la ciudad osciló en torno a los 100 000 habitantes: en 1940 alcanzó los 97 000 censados, pero hay que considerar las salidas de jóvenes hacia el frente y las llegadas de refugiados que huían de las zonas de combate, sobre todo desde la caída de Málaga en febrero de 1937.

Viernes, 29 de octubre de 1937

En el mercado de verduras de Alicante, por ejemplo, seguían hoy las colas lar-guísimas para alcanzar unos míseros to-mates o pimientos a fuerza de esperar, empujones, denuestos y querellas. Esta tarde, en cambio, ha pasado por cerca de casa un carro cargado de hortalizas y, sin ninguna molestia, hemos podido comprar tomates a 1,25 pesetas los dos kilos. Esto significa que en la huerta de Alicante no saben qué hacer ya con los tomates, mientras en el mercado casi se carece de ellos.

Entre tanto, en Valencia se venden los tomates hasta 1,75 pesetas el kilo, es decir, a casi el triple que en Alicante, y ese precio es la tasa oficial. ¿Cómo puede consentirse tal disparidad de precios?

Eliseo Gómez Serrano, Diarios de la Guerra Civil

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Era ya en vísperas de la República una urbe comercial y de servicios, donde los empleos terciarios llegaban al 53%, con predominio de población joven (37%). Las empresas que concentraban un ma-yor número de obreros eran la meta-lúrgica Hijos de José Rodes, la factoría CAMPSA, la fábrica de tabacos, cinco dedicadas a la producción cerámica, dos alimentarias y la de abonos químicos CROS.

Al igual que en otras ciudades de similar tamaño y composición social, en las elecciones de 14 febrero de 1936 ganó la candidatura del Frente Popular (80,72%). El 21 tomó posesión del car-go el nuevo gobernador civil, Francisco Valdés Casas, que se enfrentó decidido al intento de rebelión militar y luego hubo de resolver la difícil tarea de re-cuperar los poderes del Estado en la provincia durante el crítico segundo semestre del 36. En ello contó con el Comité Provincial del Frente Popular. Mientras, las organizaciones del Frente Popular se hicieron cargo de articular la resistencia contra la sublevación: enviar milicias a los frentes, controlar la reta-guardia y dirigir la actividad económica para asegurar el abastecimiento a civiles y militares. Todo ello generaría grandes transformaciones en la sociedad y la vida cotidiana alicantinas. El gobierno local fue configurado como Consejo Municipal en septiembre, y estuvo compuesto por seis representantes de la UGT, seis de la CNT, dos del PSOE, dos del PCE, dos de Izquierda Republicana, uno de la Unión Republicana y uno del Partido Sindicalista, bajo la presidencia del nuevo alcalde Rafael Millá Santos (UGT-PCE), cuyo retrato, pintado por Emilio Varela, figura en la galería de alcaldes del Ayuntamiento.

La economía alicantina estuvo bajo el control de los sindicatos CNT y UGT, unos sectores dirigidos por uno de ellos, otros compartidos por ambos. En gene-ral, las actividades productivas y servi-cios más importantes fueron incautados, controlados y socializados por comités obreros o mixtos. Además, los edificios religiosos y las fincas abandonadas y de desafectos también fueron incautados, como el palacio del Marqués del Bosch, el Club de Regatas, el Casino y el Círculo Mercantil. Los primeros hospitales de sangre se establecieron en el Club de Regatas, en el Instituto de Ciegos y en la Residencia de Monjas Oblatas. A fin de cuidar a los hijos de milicianos y meno-res evacuados de los frentes, se instala-ron en las fincas requisadas guarderías y colonias colectivas infantiles en el término municipal y en el vecino Sant Joan d’Alacant. En esta asistencia a heri-dos y refugiados destacó el Socorro Rojo Internacional, que organizó una densa red de solidaridad en toda la provincia. Alicante, ciudad de retaguardia, vio cre-cer el número de evacuados que hubo de atender en sus necesidades de techo y comida, problema que fue agravándo-se conforme avanzó el conflicto y que trató de paliar el Comité de Refugiados de Guerra constituido en diciembre de 1936.

Todos los testimonios de la época dibujan una ciudad que padecía ham-bre y miedo. El desbarajuste causado en la producción y distribución de ali-mentos y materias más la corriente de refugiados provocaron la escasez y el racionamiento. Largas colas se forma-ban a diario para adquirir pocos y ca-ros alimentos; un ambiente social que desmoralizaba a la población, que sen-tía el terror de ser bombardeada como

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objetivo de guerra. Al atardecer salía de la ciudad la «columna del miedo»: sus habitantes de camino a las casas de campo y pueblos próximos. Los bombar-deos de la aviación italiana al servicio de Franco, especialmente el del 25 de mayo de 1938 sobre el mercado de frutas y verduras, dejaron un hondo trauma en la vivencia colectiva.

No obstante las dramáticas circuns-tancias, la asistencia a los cines era numerosa, pues desde los años veinte era una forma de ocio muy extendida en una ciudad que disponía de mu-chos cines, cubiertos y de verano, en el centro y barrios. El público asistía con frecuencia a ver preferentemente películas de evasión, comedias y musi-cales producidos por Hollywood y cin-tas españolas. Hasta el 28 de marzo de

1939 hubo función. Además, los parti-dos y sindicatos obreros desarrollaron actuaciones en pro de una cultura que llegara a las capas populares con el ob-jetivo de difundir en ellas el mensaje antifascista. El Ateneo de Alicante, lu-gar de encuentro de la intelectualidad republicana en los años previos, con figuras destacadas como José Ramón Clemente, Eliseo Gómez Serrano, el doc-tor Ángel Pascual Devesa, José Guardiola y Ortiz o el músico José Juan Pérez, fue dirigido por la Alianza de Intelectuales Antifascistas en Defensa de la Cultura, cuya sección de artistas plásticos fue muy activa (Gastón Castelló, Daniel Bañuls, González Santana, Melchor Aracil, Emilio Varela, Abad Miró, el fotógrafo Francisco Sánchez, el arqui-tecto Miguel López y otros). En febrero

Imagen de una charla en el Ateneo en 1933. De izda. a dcha.: Ángel Pascual Devesa, Eliseo Gómez Serrano, Carlos Carbonell, Alfonso Hernández Catá (embajador de Cuba en España), Rafael Rodríguez Albert, Félix Lorenzo y José Juan Pérez. Fuente: Archivo Municipal de Alicante.

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de 1937 la Alianza presentó el Altavoz del Frente, un acto que combinaba los discursos políticos, las proyecciones de películas –muchas soviéticas–, recitales de poesía y piezas cortas de teatro, entre-meses cervantinos y obras escritas sobre el significado de la lucha. El propósito era acercar a la retaguardia la realidad del frente.

En cuanto a la prensa, en vísperas de julio del 36 circulaban en la ciu-dad dos diarios de derechas (El Día y Diario de Alicante) y uno de izquierdas (El Luchador). Tras el golpe, aquellos fueron incautados y transformados en Bandera Roja (UGT, PSOE y PCE) y, más tarde, Avance (PSOE) y Nuestra Bandera (PCE). Los libertarios (CNT-FAI-JJLL) contaban con Liberación. A los periódicos locales se sumaban las emisoras EAJ31 Radio Alicante y EA5 Radio CNT-FAI-Juventudes Libertarias. Una novedad supuso la aparición de Proa, periódico mural elaborado por los artistas de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, que se colocaba los sába-dos en la Rambla.

El esfuerzo de defensa de las comar-cas alicantinas, territorio último de la República, ha dejado una huella mate-rial e inmaterial que es preciso divulgar con rigor científico, propósito cardinal de la colección L’Ordit. Los autores, que son investigadores del periodo en estas tierras, nos ofrecen importantes claves para la compresión histórica. En última instancia, desean que los lectores conozcan los hechos para incorporar la memoria histórica de aquel periodo al desarrollo de proyectos democráticos compartidos.

Así pues, José Ramón García mues-tra el complejo sistema de líneas de defensa activa y pasiva con la que esta

retaguardia esforzada intentaba prote-gerse de los bombardeos y de posibles ataques por tierra y mar: baterías de costa, búnkeres, trincheras, nidos de ametralladoras y refugios antiaéreos; los aeródromos de Rabassa y el Fondó de Monòver; estructuras localizadas en el litoral, y en las vías de acceso desde Murcia y Madrid, y propone un itine-rario para conocer esta arquitectura militar entre humedales en el Clot de Galvany (Elche).

Àngel Beneito y Francesc Blay exa-minan las transformaciones operadas durante la guerra en Alcoi, la ciudad fa-bril volcada en producir para el frente. Todo cambió, y aún hoy es posible re-conocer testimonios en el tejido urbano.

José Ramón Valero traza el breve pero intenso episodio del final de la República, ocho semanas entre la caída de Catalunya y el traslado de los presos republicanos a Albatera, secuencia ma-terializada en el valle de Elda, sede de las últimas instalaciones ministeriales, y el puerto de Alicante, último objetivo militar del franquismo.

Miguel Ors describe y explica Elche, la ciudad industrial y con larga trayecto-ria organizativa obrera, dispuesta para sostener la defensa.

Un grupo de profesores de instituto elaboraron la exposición «Llapis, pa-per i bombes» como recurso didáctico para acercar la realidad histórica de la infancia refugiada en nuestras tierras. Seleccionaron dibujos realizados por aquellos escolares evacuados en donde reflejaron sus vivencias, no diferentes de las que hoy viven otros niños y niñas en las guerras actuales.

Juan Antonio Ríos repasa las expre-siones literarias de la Guerra Civil en Alicante, una literatura al servicio de la

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propaganda: poesía y relatos condicio-nados por las circunstancias cuya huella se articula en torno al silencio, el dolor y la derrota en escenarios que son ahora, en el ámbito literario, «lugares de me-moria»; necesarios para la convivencia, pues, en palabras del autor, «el olvido no cura».

Pablo Rosser explica cómo Alicante, pese a ser una ciudad de retaguardia y a recibir numerosos refugiados a lo lar-go del conflicto, empezó a ser bombar-deada (con especial virulencia a partir de 1938) y se convirtió en un espacio de terror para el que se construyeron

casi un centenar de refugios antiaéreos, hoy un interesante recurso patrimonial y turístico.

Josep Bernabeu aporta información sobre la alimentación en aquellos años y la inquietud del Gobierno y de los or-ganismos internacionales por la posibi-lidad de epidemias.

Asimismo, hemos incorporado al libro algunos fragmentos de los diarios de dos testigos que vivieron en primera fila el desarrollo de la guerra en Alicante: por un lado, los de Eliseu Gómez Serrano y Emma Martínez Bay, profe-sores de la Escuela Normal, y por otro

Miércoles, 22 de febrero de 1939

He pasado la mañana en Santapola para ver de conseguir pescado. Hace tiempo que no lo comemos, porque al mercado de Alicante no traen y es forzoso ir a los pueblos costeros para tratar de lograrlo. En Santa Pola no falta. Casi todo el mundo tiene, pero nadie lo vende por dinero. Es preciso cambiar por lo que sea, principal-mente víveres, y también tabaco. Esto úl-timo es lo que principalmente puedo ofre-cer, dedicando a ello mi suministro, y al fin, entre varios pescadores o sus mujeres adquiero nueve kilos de pescado variado, sin que entre él figuren, por desgracia, los ricos salmonetes y las sabrosas merluzas.

[...]Hemos llegado a un punto de penuria,

mejor diría de miseria, tal que ya lo más indispensable falta. No hay nada de nada en ninguna parte. Ni medicamentos en las farmacias, ni comestibles en los ultramari-nos, ni tejidos en las tiendas, ni calzado en las zapaterías, ni material en los estableci-mientos de electricidad, ni cristal, loza o porcelana, ni materiales de construcción. Los carpinteros y ebanistas no pueden tra-bajar por falta de maderas, colas, clavos,

tornillos, cerraduras y herramientas. Los pintores no encuentran colores, barnices ni pinceles. Los hojalateros carecen de zinc, hojalata y estaño. Los periódicos interrumpen con gran frecuencia su pu-blicación por falta de papel. En la Normal no pueden darse debidamente las clases de dibujo por no disponer de papel, lápices ni gomas de borrar.

[...]Vivimos no sé cómo. Y casi cada día,

bombardeos aéreos. Así el lunes o martes. Hoy se ha frustrado el propósito enemigo, pues sus aviones se han visto obligados a descargar en el mar a tres millas de la costa. Pero de 10.30 hasta dos horas más tarde, en Alicante no se hace nada. Todo el mundo está pendiente de los bombar-deos. Por mi parte he dado orden de que las oficinas de la Normal se abran solo de 3 a 6 de la tarde.

En el Gobierno Civil y Diputación van a ser de 4 a 7 después del bombardeo de ayer que castigó duramente los alrededo-res del mencionado edificio.

EGS, Diarios

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los del médico Ángel Pascual Devesa, que nos aportan la visión de los intelec-tuales republicanos de la ciudad sobre la vida diaria, la evolución de la guerra, los problemas de abastecimiento, los bombardeos, el funcionamiento de las administraciones, el final del conflicto y las consecuencias en sus familias.

Con este libro pretendemos rescatar del olvido el día a día de miles de per-sonas, ciudadanos anónimos, a los que les tocó vivir una de las épocas más os-curas y dramáticas de nuestra historia. Aunque el frente de guerra se mantuvo lejos del País Valenciano durante todo el conflicto –y por ello no hubo en nues-tro territorio «hazañas épicas» que se trasladaran a los libros de historia ni al nomenclátor oficial del régimen poste-rior–, miles de personas, especialmente

en las ciudades más grandes, sufrieron las penurias y la crueldad de la guerra, no solo por la carestía y los raciona-mientos habituales en este tipo de con-flicto, sino, especialmente, en forma de execrables bombardeos contra la pobla-ción civil que provocaron centenares de víctimas inocentes. El que se produjo el 25 de mayo de 1938 sobre el Mercado Central fue probablemente el episodio más sanguinario de toda la Guerra Civil, y a pesar de ello ha permanecido in-justamente silenciado durante muchos años. Agradecemos a la Universidad y al Ayuntamiento de Alicante el decidido apoyo que han mostrado a la publica-ción de este libro, que esperamos sirva de homenaje a las personas que vivie-ron y murieron en aquellos terribles años.

Inscripción sobre la pared del refugio de la plaza de Séneca. Fuente: Socialmediablogtrip.com.