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El capitalismo”, escribía Schumpeter en 1928,

“está viviendo un proceso de metamorfosis tan

visible, que no es posible discordar en la

constatación: el desacuerdo puede darse

solamente en cuanto al modo de interpretarlo”.

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El objeto del libro es, documentar críticamente la medida, la intensidad y las características de ese “desacuerdo” dentro del campo marxista.

Los estudios aquí reunidos, redactados a lo largo de los últimos seis años, se desprenden del supuesto general de que la transición de los años veinte a los años treinta constituye, un laboratorio incandescente del que se liberan conflictos y líneas de tendencia cuyas consecuencias y ramificaciones extremas se muestran, en la crisis moderna, más condicionantes que nunca.

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Los ensayos presentados, a pesar de presentar sensibles variaciones, ponen a prueba, desde diversos puntos de vista, los términos en que las diversas versiones del marxismo se enfrentan con el nudo de la relación entre las formas de la política y las transformaciones capitalistas.

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Otra de las razones fundamentales que indujeron al autor a reunir dichos estudios se basa, en la convicción de que, si por un lado la invitación de Norberto Bobbio a discutir de nuevo el problema de la “teoría política del marxismo”.

Esta tiene un carácter no académico sino liberador, por el otro, sólo puede recibir una respuesta adecuada en el terreno de la confrontación del movimiento obrero con los grandes procesos de transformación capitalista y con la incidencia de lo político en ellos y sobre ellos. En este punto se hacen necesarias dos puntualizaciones “metodológicas”:

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1. En primer lugar hay que rechazar decididamente la tendencia —cada vez más frecuente en las publicaciones italianas de los últimos años— a tratar los términos “marxismo” y “movimiento obrero” como sinónimos. A esta operación de reducción a sistema le corresponde una representación particular de la relación entre teoría (marxismo) y práctica (movimiento obrero sus experiencias de lucha y sus “desembocaduras estatales”) en términos rígidamente mono causales: movimiento obrero como la fiel (por lo tanto la única posible) realización del marxismo.

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2. En segundo lugar, hay que librarse, en la opinión del autor, de los comprometidos con la “filosofía de la historia” y encerrados en el esquema (hermenéutico y normativo al mismo tiempo) “crisis-expansivita del marxismo”: debido a un milagroso movimiento cíclico, cada vez que el marxismo entra en crisis, tiene la posibilidad de superarla regresando a las fuentes y desarrollando sus impulsos originales.

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En el primer capítulo de la segunda parte, en el segundo capítulo de la primera parte (que corresponden a ensayos, redactados entre el final de 1972 y 1974), y en parte también en el estudio con el que empieza el libro, se basa en las ideas emprendidas por teóricos marxistas como: Grossmann, Mattick y Kalecki, que trataron de “reactivar” la Estructura categorial de la crítica de la economía política.

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En los ensayos mencionados anteriormente, que se sitúan también dentro de esas discusiones y atacan las tendencias del posfranckfurtfiano a una reducción a términos clásicamente empiristas del análisis de las formas políticas.

El autor adopto una posición contraria a la crítica de la economía política, señalando que en el Marx maduro la “dialéctica”, lejos de configurarse como una ley general del curso histórico.

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Las preguntas que se plantea el autor es:

¿cuáles son los límites epistemológicos que condicionan la gran idea-innovación marxiana de la “crítica” como disolución de la pretendida objetividad científico-natural de la economía política y “desencanto” sobre la naturaleza-eternidad del modo de producción capitalista?

¿qué consecuencias tuvo esto para la comprensión de las transformaciones capitalistas efectivas y del papel desempeñado en ellas por lo político?

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Particularmente el capítulo tercero de la primera parte, se enfoca a la reflexión schumpeteriafla sobre las metamorfosis capitalistas provocadas por el proceso de racionalización. Con Schumpeter, la categoría de Rationalisierung recibe un su desarrollo ulterior y una caracterización más afinada

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El autor considero más útil producir una contribución destinada a poner en evidencia los límites y las desproporciones internas, caracterizando al mismo tiempo en sentido fuerte el método y mérito de sus críticas respecto a las marxistas usuales, marcadas por una “ortodoxia” mucho más atrasada que el mismo “blanco” al que apuntan.

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Las teorías de Sohn-Rethel y de Habermas, a pesar de sentar importantes variaciones de la línea Horkheimer Adorno (en cuanto infringen el postulado ortodoxo de el valor en que esta línea seguía manteniéndose firme). No se apartan de su punto teórico de partida.

Shon -Rethel, tiene por un lado el -mérito

indiscutible de poner el acento en un aspecto demasiado olvidado del análisis francfortense —las novedades impresas a la morfología capitalista por los procesos subcutáneos de racionalización y de socialización del proceso laboral, que ponen en crisis irreversiblemente el valor de cambio como función de “síntesis social”—, y por el otro reduce drásticamente el papel de lo político a mero pegamento externo de la alteración fundamental que corre el riesgo de paralizar para siempre la formación tardo-capitalista: la fractura entre “economía de producción”

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La “variante” Habermasiana presenta, en cambio, una fisonomía más compleja.

Habermas se propone analizar el cambio de forma del estado en el capitalismo organizado contextualmente a la reconstrucción de la nueva morfología de la crisis.

Dentro de ésta trata de identificar el papel específico que desempeña el sistema político y las modalidades en que concurre a determinar una dimensión del conflicto social y un funcionamiento de los mismos mecanismos económicos distintos de los que se manifiestan en la fase librecambista-competitiva.

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Habermas escribe:“En el curso del desarrollo capitalista; el sistema político desplazó sus fronteras haciéndolas avanzar no sólo en el sistema económico, sino también en el sociocultural.”

El efecto de este desplazamiento consiste en el hecho de que “la crisis de racionalidad toma el lugar de la crisis económica”, y de que en consecuencia “la lógica de los problemas de valorización no sólo se reproduce en un instrumento distinto de control, precisamente en el del poder legítimo, sino que cambia también la lógica misma de la crisis.“

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Para Habermas:La claridad histórica del capitalismo consiste en el

campo de tensión entre Marx y Weber;En la ruptura de la relación de homología que se

presentaba en las “sociedades tradicionales” (pre capitalistas) entre la forma y las relaciones de producción.

Mientras en el sistema feudal en el que regía la forma del derecho desigual que reflejaba las desigualdades reales, las relaciones de producción feudal, eran de un carácter directamente político.

En el capitalismo, se despolitizan, desde el momento que el poder ya no es en la forma de dependencia directamente política, sino a través -- la mediación del valor de cambio y de su imagen especulativa: “derecho igual”

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La histórica del capitalismo consiste, para Habermas, que se desenvuelve en el campo de tensión entre Marx y Weber, la ruptura de la relación de homología que se presentaba en “sociedades tradicionales” (precapitalistas) entre la forma dicha y las relaciones de producción.

“Marx analiza una forma de sociedad que institucionaliza el antagonísmo de las clases no ya bajo la forma de una dependencia directamente política y de poder social, sino en la institución del libre contrato de trabajo que le imprime la forma de mercancía a la actividad productiva. Esta forma de mercancía es una apariencia objetiva ya que hace irreconocible a ambas partes, a los capitalistas y a los asalariados, el objeto de su conflicto y restringe su comunicación. La forma de mercancía del trabajo es una ideología ya que oculta y expresa, al mismo tiempo, la opresión de una relación dialógica privada de constricción.”

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Habermas, a diferencia de SohnRethel, considera imposible la producción de una teoría del “capitalismo tardío” fuera de un análisis de las modalidades de surgimiento del nivel político-institucional como factor sustitutivo del nexo “espontáneo” entre socialización y valorización.

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Offen, cuyo análisis es en muchos aspectos contextual, aunque no se identifica con el habermasiano, se presentan problema. más semejantes.

Offen sostiene la tesis de que si el “estado capitalista”, por un lado tutela y formaliza institucionalmente la relación de producción capitalista y el conjunto de las relaciones que se articulan a su alrededor, por el otro desempeña esta tarea no ya al defender sectaria o “corporativamente” los intereses de tal o cual grupo socioeconómico, sino más bien al situarse como tutor y garante de los “intereses comunes” de todos los miembros de una “sociedad de clase capitalista”. La tarea que está llamada a desempeñar, cualquier estrategia estatal caracterizada en sentido capitalista, consiste en crear las condiciones para que todo “ciudadano” sea introducido en la relación de cambio.

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La compleja teoría de la crisis “tardo-capitalista” elaborada por estos importantes desarrollos de la tradición francfurtense c. emboca así en una reformulación del “paradigma” clásico-marmita de la contradicción fundamental entre las fuerzas productivas las relaciones de producción en la “antinomia entre la lógica del sistema la producción capitalista, dirige ‘anárquicamente’ la producción de valores de cambio ‘abstractos’, y la lógica ‘racionalizadota’ de la intervención del estado, llamado a no producir directamente valores de cambio, sino a promover y sostener producción mediante prestaciones reguladoras y planificadoras, corresponden al esquema de la producción de valores de uso concretos’

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Del análisis de Neumann surge con claridad de un aspecto de importancia decisiva para comprender las características reales del viraje de los años treinta: la forma de estado que encabeza el proceso de racionalización-socialización ya no puede nunca “planificar”, colocándola dentro de un marco armónico institucional, la multiplicidad de los poderes difundidos, y tampoco en sus formas más extremadas y represivas (como lo demuestra el régimen nazi) logra traducir el corporativismo “pluralista” en corporativismo “absoluto”, o sea, sin relación alguna con la realidad conflictual de las potencias surgidas.

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El problema que no logran resolver los análisis de Hamermas y de Offenn es por qué la mediación política debe filtrar “ de los intereses pluralistas” sin quedar afectada por el conflicto entre las “corporaciones”

Las teorías del “filtro selectivo institucional” y del “intercambio político” al purificar la fase de la contradicción ( de los Sujetos concretos que son sus portadores), corre el riesgo de no pasar de una representación puramente descriptiva de la forma de estado contemporánea como mero reflejo de un conflicto social autosuficiente, que ésta se limitaría a registrar, resolviendo así su propio ejercicio en un simple control administrativo y/o represivo; corren el riesgo de caer nuevamente más acá de la crítica Keynesiana de la “ley de Say”, restaurando silenciosamente una visión negativo-improductiva de lo político.

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La crisis de las “políticas Keynesiana” marca en nuestros días la clausura de toda una época histórica del estado capitalista. En el curso de esta fase, el estado experimenta un cambio profundo no sólo de función, sino también de estructura

A partir de los años treinta, el sistema político se convierte, en efecto, en el marco que le da forma y dirección al desarrollo económico (constituyendo, en cierto sentido, su presupuesto); pero, al abarcar instituciones y sectores que anteriormente pertenecían a la esfera de lo “privado” se transforma, al mismo tiempo, en un terreno de contradicción y de conflictual dad permanente y, por lo tanto, también en lugar natural de las alianzas y de los compromisos.

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La política económica no está planificada sobre la base de un solo interés (aunque sea el “común”) sino que es más bien la resultante que surge en cada caso del conflicto entre las diversas “autonomías” en que está “constitucionalmente” dividido el sistema político.