Alrededor de la luna Julio Verne

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    Julio Verne

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    tabiques mviles que amortiguasen el golpe de la salida. S les provey de vveres para un ao,de agua para unos cuantos meses y de gas para algunos das. Un aparato automtico elaboraba yproduca el aire necesario para la respiracin de los tres viajeros. Al mismo tiempo, el Gun-Club mandaba construir por su cuenta, en una de las ms altas cumbres de las MontaasRocosas, un telescopio gigantesco, por medio del cual se podra observar la marcha del proyectil

    a travs del espacio.El da 30 de noviembre, a la hora anunciada, y en medio de extraordinaria concurrencia deespectadores, se efectu la salida, y por primera vez tres seres humanos abandonaron el globoterrestre, lanzndose a los espacios interplanetarios, casi con la seguridad de llegar a su destino.

    Los audaces viajeros, Miguel Ardn, el presidente Barbicane y el capitn Nicholl debanrecorrer su camino en noventa y siete horas, trece minutos y veinte segundos. Por consiguiente sullegada a la superficie del disco lunar no poda efectuarse hasta el 5 de diciembre, a medianoche,en el momento mismo de ocurrir el plenilunio, y no el 4, como lo haban anunciado algunosperidicos mal informados.

    Pero ocurri algo inesperado: la detonacin del columbia produjo una alteracin en laatmsfera terrestre acumulando en ella gran cantidad de vapores. Este fenmeno llen de

    despecho a todo el mundo, porque la Luna estuvo cubierta unas cuantas noches a los ojos de losque la examinaban.El digno J. T. Maston, el ms valiente amigo de los viajeros, se encamin a las Montaas

    Rocosas, acompaado del respetable. Belfast, director del observatorio de Cambridge, y lleg a laestacin de Long's Peak, donde se alzaba el telescopio que acercaba la Luna hasta la distancia dedos leguas. El secretario del Gun-Club quera observar por s mismo la marcha del vehculoque conduca a sus amigos.

    La acumulacin de nubes en la atmsfera impidi toda observacin durante los das 5, 6,7, 8, 9 y lo de diciembre. Hasta se crey que se haban de aplazar las observaciones hasta el 3 deenero siguiente; porque como el 11 de diciembre entraba la Luna en cuarto menguante, lopresentara ya ms que una porcin cada da menor de su disco, insuficiente para poder examinar

    la marcha del proyectil.Mas al fin, con gran alegra de todos, una fuerte tempestad despej la atmsfera en lanoche del 11 al 12 de diciembre, y la Luna, iluminada en su mitad, se dej ver perfectamentesobre el fondo negro del cielo.

    Aquella misma noche, los seores Maston y Belfast enviaron un cablegrama desde laestacin de Long's Peak a los individuos del observatorio de Cambridge en el que comunicabanque el da 11 de diciembre, a las ocho y cuarenta y siete minutos de la noche, haban distinguidoel proyectil lanzado por el columbia de Stone's Hill; que la bala, desviada de la direccin por unacausa desconocida, no haba llegado a su trmino, si bien haba pasado bastante cerca para serdetenida por la atraccin lunar y en su movimiento circular, empezando a recorrer una rbitaelptica alrededor del astro de la noche, convirtindose en satlite suyo.

    Aada el mensaje que los elementos de este nuevo astro no haban podido calcularsetodava; y, en efecto, para determinarlos se necesitaban tres observaciones hechas hallndose elastro en tres posiciones diferentes. Despus indicaban que la distancia entre el proyectil y lasuperficie lunar poda evaluarse en unas dos mil ochocientas treinta y tres millas, o sea unasmil cien leguas.

    Finalmente, terminaba emitiendo estas dos hiptesis: o la atraccin lunar vencera y losviajeros llegaran a su destino, o el proyectil, detenido en una rbita inmutable, gravitara entorno del disco lunar hasta la consumacin de los siglos.

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    Cul podra ser la suerte de los viajeros en este ltimo caso? Verdad es que tenanvveres para cierto tiempo. Pero aun en el caso de que su empresa tuviera el mejor xito, cmovolveran? Podran acaso volver? Habra noticias suyas? Todas estas cuestiones, debatidas porplumas competentes, interesaban en alto grado a la opinin pblica.

    No estara de ms hacer aqu una observacin que deben de tener en cuenta los

    impacientes. Cuando un sabio anuncia al pblico un descubrimiento puramente especulativo hade proceder con mucha prudencia. Nadie est obligado a destruir un planeta, ni un cometa, ni unsatlite, y el que se equivoca en casos semejantes se expone a las burlas de la multitud. Por lotanto, es preferible esperar y esto es lo que hubiera debido hacer el impaciente J. T. Maston, antesde enviar aquel cablegrama que, segn l, decida ya el resultado definitivo de aquella empresa.

    En efecto, haba en l errores de dos clases, como se demostr despus en primer lugar,errores de observaciones respecto a la distancia entre el proyectil y la superficie lunar; porque enla fecha del 11 de diciembre, era imposible verlo; y lo que J. T. Maston haba credo ver no podaen manera alguna ser la bala del columbia. En segundo lugar, err la teora acerca de la suerteque podra correr el citado proyectil; porque al suponerlo convertido en satlite de la Luna eraponerse en contradiccin con las leyes de la mecnica racional.

    No poda realizarse ms que una sola hiptesis de los observadores del Long's Peak: laque prevea el caso en que los viajeros, si vivan, combinaran sus esfuerzos con la atraccin lunara fin de llegar a la superficie del astro.

    Pues bien, aquellos hombres tan inteligentes como atrevidos haban sobrevivido al terriblegolpe que determin la salida, y vamos a referir su viaje dentro del proyectil vagn, con todos susdramticos y singulares pormenores. Est relato destruir muchas ilusiones y muchas previsiones;pero dar una idea exacta de las peripecias reservadas a semejante empresa y pondr en evidencialos instintos cientficos de Barbicane, los recursos del ingenioso Nicholl y la audacia humorsticade Miguel Ardn.

    Demostrar tambin que su digno amigo J. T. Maston perda lastimosamente el tiempocuando, inclinado sobre su gigantesco telescopio, observaba la marcha de la Luna por los

    espacios estelares a la busca del famoso proyectil.

    I

    Tomando posiciones

    Al or que daban las diez, Miguel Ardn, Barbicane y Nicholl se despidieron de lamultitud de amigos que haban ido a despedirles. Los dos perros destinados a aclimatar la razacanina en los continentes lunares estaban ya encerrados en el proyectil. Los tres viajeros seacercaron a la boca del enorme tubo de hierro fundido y una gra volante los descolg hasta elvrtice del proyectil.

    Una abertura practicada en este punto les permiti entrar en el vagn de aluminio. No bienestuvieron fuera los aparejos de la gra, se desmontaron apresuradamente los andamios querodeaban la boca del columbia.

    En cuanto Nicholl se vio con sus compaeros en el proyectil, se apresur a cerrar laabertura por medio de una gran placa sujeta interiormente con fuertes tornillos a presin. Otrasplacas, slidamente adaptadas, cubran los cristales lenticulares de los tragaluces. Los viajeros,encerrados hermticamente en su prisin metlica, se hallaban sumidos en la ms profundaoscuridad.

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    Y ahora, queridos compaeros dijo Miguel Ardn, procedamos como siestuviramos en nuestra casa; yo soy un hombre muy casero, y mi fuerte es el arreglo de lashabitaciones. Hay que sacar el mejor partido de nuestra vivencia y encontrar comodidades enella. Ante todo, tengamos luz! Qu diablo! El gas no se ha hecho para los topos.

    Y, al pronunciar estas palabras, el alegre mozo encendi un fsforo y lo acerc a la llave

    de un recipiente lleno de hidrgeno carbonado a elevada presin y en cantidad suficiente parasuministrar luz y calor por espacio de ciento cuarenta y ocho horas, o sean seis das con seisnoches.

    Se encendi el gas; y el proyectil, as iluminado, presentaba el aspecto de una habitacinbastante decente, con las paredes cubiertas de un tapiz acolchado, divanes circulares alrededor ytecho abovedado.

    Las armas, las herramientas, los instrumentos y dems objetos que contena, iban sujetosal tapiz acolchado y podan sufrir sin riesgo el choque de la salida. Se haban tomado, en fin,todas las precauciones humanamente posibles para llevar a feliz trmino tan temeraria tentativa.Miguel Ardn lo examin y pareci muy satisfecho de su posicin.

    Es una crcel dijo, pero una crcel que viaja, y, con tal de poder asomar la nariz a

    la ventana, no tendr inconveniente en hacer el contrato de arrendamiento por cien anos. Por qute res, Barbicane? Qu piensas? Que esta prisin puede ser nuestro sepulcro? Enhorabuena,pero yo no la cambiara por el de Mahoma, que flota en el aire y no se mueve.

    En tanto hablaba en estos trminos, Miguel Ardn, Barbicane y Nicholl hacan los ltimospreparativos. Eran, en el cronmetro de Nicholl, las diez y veinte minutos de la noche cuando lostres viajeros se encerraron definitivamente en el proyectil. Aquel cronmetro estaba puesto a ladcima de segundo con el del ingeniero Murchison. Barbicane le consult.

    Amigo dijo, son las diez y veinte. A las diez y cuarenta y siete Murchison lanzarla chispa elctrica por el alambre que comunica con la carga del columbia, y en ese momentoabandonaremos nuestro planeta; nos quedan veintisiete minutos de permanencia en la Tierra.

    Veintisis minutos y trece segundos respondi metdico Nicholl.

    Pues bien! exclam Miguel Ardn, en un tono alegre, en veintisis minutos sepueden hacer muchas cosas. Se pueden discutir las ms graves cuestiones de moral y de poltica yhasta resolverlas. Veintisis minutos bien empleados, valen mucho ms que veintisis aos sinhacer nada. Unos cuantos segundos de Pascal o Newton son ms preciosos que toda la existenciade esa multitud de imbciles...

    Y qu deduces de eso, charlatn sempiterno? pregunt el prudente Barbicane.Deduzco que tenemos veintisis minutos respondi Ardn.Veinticuatro solamente rectific Nicholl.Veinticuatro si te empeas, querido capitn dijo Ardn; veinticuatro minutos,

    durante los cuales se podra profundizar...Miguel replic Barbicane, durante la travesa que hemos de hacer tendremos

    tiempo de sobra para profundizar las cuestiones ms arduas. Ahora ocupmonos en lo relativo anuestra partida.

    No estamos ya listos?Sin duda; pero hay que tomar todava algunas precauciones, a fin de atenuar en lo

    posible el efecto del primer choque.No tenemos esos almohadones de agua dispuestos entre las paredes mviles y cuya

    elasticidad nos proteger lo bastantes?As, lo espero, Miguel respondi Barbicane; pero no estoy del todo, seguro.

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    Ah, farsante! exclam Miguel Ardn. Aguardar el momento en que estamosencerrados para hacer esta lastimosa confesin. Yo quiero marcharme.

    Y cmo? pregunt Barbicane.En efecto dijo Miguel Ardn, es difcil. Estamos en el tren y el silbato del conductor

    va a sonar antes de veinticuatro minutos.

    Veinte dijo Nicholl.Los viajeros se miraron unos a otros por algunos instantes. Despus se pusieron aexaminar los objetos encerrados con ellos.

    Todo est en su sitio dijo Barbicane; ahora hay que pensar cmo nos colocaremospara sufrir mejor el primer choque. La posicin que adoptemos es cosa de gran importancia, pueses necesario evitar en lo posible el que nos afluya la sangre a la cabeza.

    Es verdad confirm Nicholl.Entonces dijo. Miguel Ardn, disponindose a hacer lo que deca pongmonos

    cabeza abajo, como los payasos.No repuso Barbicane, vale ms que nos tendamos de lado, as es como mejor

    resistiremos el choque; debis tener presente que en el momento de partir el proyectil, el

    hallarnos dentro de l viene a ser poco ms o menos lo mismo que si estuviramos situadosdelante.El poco ms o menos es lo que me tranquiliza.Aprobis mi idea, Nicholl? pregunt Barbicane.Enteramente respondi el capitn, todava faltan trece minutos y medio.Nicholl no es hombre dijo Miguel, es un cronmetro de segundos, con escape y

    ocho centros sobre...Pero sus compaeros no le escuchaban, y tomaban sus ltimas disposiciones con

    admirable sangre fra. Parecan dos viajeros metdicos, que se encuentran en un coche ordinarioy procuran acomodarse lo mejor posible. No se comprende, en efecto, de qu materia estnhechos esos corazones americanos, que no dan una pulsacin ms de lo corriente ante un peligro

    espantoso.Dentro del proyectil se haban instalado tres camas blandas y slidamente aseguradas,como todo lo que iba all. Nicholl y Barbicane se colocaron en el centro del disco que formaba elpiso mvil; en ellas deban acostarse los viajeros pocos momentos antes de partir. .

    Entretanto, Ardn, que no poda estarse quieto, daba vueltas a su estrecha prisin, comouna fiera enjaulada, hablando con sus amigos o con los perros, Diana y Satlite, a los cuales,como se ve, haba dado nombres significativos y en armona con la expedicin de que formabanparte.

    Hola Diana! Hola, Satlite! Vamos a ver si enseis a los perros selenitas los buenosmodales de los perros terrestres! Esto har honor a la raza canina. Por Dios! Si alguna vezvolvemos a la Tierra quiero traer un tipo cruzado de moon-dogs y estoy seguro de que causarsensacin.

    Si es que hay perros en la Luna dijo Barbicane.Los hay, sin duda asegur Miguel Ardn, como hay caballos, vacas, asnos y

    gallinas. Apuesto a que encontramos gallinas.Cien dlares a que no las encontramos dijo Nicholl.Apostados, capitn respondi Ardn, apretando las manos de Nicholl. Y, a

    propsito, t has perdido ya tres apuestas con nuestro presidente; ya que se han reunido los

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    fondos necesarios para la empresa que se ha hecho bien la fundicin y, en fin, que el columbia hasido cargado sin accidente; total, seis mil dlares.

    S respondi Nicholl; las diez y treinta y siete minutos y seis segundos.Corriente, capitn; pues antes de un cuarto de hora tendrs que dar nueve mil dlares

    ms al presidente, cuatro ms porque el columbia no reventar, y cinco mil porque el proyectil se

    elevar a ms de seis millas.Tengo el dinero respondi Nicholl, golpendose con la mano el bolsillo de sulevita, y no deseo sino pagar.

    Vamos, Nicholl, ya veo que eres un hombre ordenado, cosa que yo nunca he podidoser. Pero en resumidas cuentas, me permitirs decirte que has hecho una serie de apuestas pocoventajosas para ti.

    Y por qu? pregunt Nicholl.Porque si ganas la primera es seal de que habr reventado el columbia y con l la bala

    y Barbicane no estar en condicin de pagarte.Mi apuesta se halla depositada en el Banco de Baltimore respondi simplemente

    Barbicane; y a falta de Nicholl sern sus herederos los que la perciban.

    Ah, hombres prcticos! exclam Miguel Ardn; espritus positivos! Os admiro,aunque no os comprenda.Las diez y cuarenta y dos! exclam Nicholl.Slo faltan cinco minutos! respondi Barbicane.S, cinco pequeos minutos! replic Miguel Ardn. Y estamos encerrados en una

    bala, y en el fondo de un can de 900 pies! Y debajo de esa bala hay cuatrocientas mil libras deplvora comn! Y el amigo Murchison, con el cronmetro en la mano, la vista fija en la aguja yel dedo en el aparato elctrico, cuenta los segundos y va a lanzarnos a los espaciosinterplanetarios.

    Basta, Miguel, basta! dijo gravemente Barbicane. Preparmonos; slo nos faltanunos cuantos instantes para el momento supremo; vengan esas manos, amigos mos.

    S! exclam Ardn, ms conmovido de lo que aparentaba.Y los tres animosos compaeros se abrazaron estrechamente.Dios nos asista! dijo el religioso Barbicane.Miguel Ardn y Nicholl se tendieron en las camas dispuestas en el centro del disco.Las diez y cuarenta y siete! murmur l capitn.Veinte segundos todava! Barbicane apag rpidamente el gas y se, tendi junto a sus

    compaeros.Al momento rein un silencio profundo, interrumpido nicamente por las pulsaciones del

    cronmetro que marcaba los segundos.De repente hubo un choque espantoso, y el proyectil, impulsado por seis mil millones de

    litros de gas, producidos por la deflagracin de la piroxilina, se elev en el espacio.

    II

    La primera media hora

    Qu haba sucedido? Cul fue el efecto de la terrible sacudida? Haba tenido felizresultado el ingenio de los constructores del proyectil? Se haba logrado amortiguar el choque

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    Ya le llegar el turno respondi tranquilamente Miguel Ardn; he empezado por ti,que estabas encima, vamos ahora con l a resucitarle.

    Y as diciendo, Ardn y Nicholl levantaron al presidente del Gun-Club y le colocaronen el divn. Barbicane no pareca haber sufrido ms que sus compaeros; se vea que habavertido sangre, pero pronto Nicholl se convenci de que aquella enorme hemorragia provena de

    una herida en el hombro. Barbicane, sin embargo, tard algn tiempo en volver en s, lo cual nodej de sobresaltar a sus compaeros, que continuaban dndole friegas sin cesar.Sin embargo, respira deca Nicholl, acercando el odo al pecho del presidente.S respondi Ardn, respira como quien tiene costumbre de hacerlo todos los das;

    frotemos, Nicholl, frotemos, sin parar.Y los improvisados enfermeros lo hicieron tan bien, que Barbicane recobr el sentido,

    abri lo ojos, tom la mano a sus amigos, y pregunt ante todo:Caminamos, Nicholl?Nicholl y Ardn se miraron, recordando que no haban pensado en el proyectil, porque su

    primer cuidado haba sido los viajeros y no el vehculo.Dice bien! Marchamos? repiti Miguel Ardn.

    O reposamos tranquilamente sobre la tierra de la Florida? le pregunt Nicholl.O en el fondo del golfo de Mjico? aadi Miguel Ardn.Qu ocurrencia! exclam el presidente Barbicane.Y aquella doble opinin de sus compaeros le devolvi inmediatamente el sentido.Como quiera que sea, no podan afirmar nada acerca de la situacin del proyectil; su

    aparente inmovilidad, la falta de comunicacin con el exterior, no permitan resolver la dificultad.Tal vez el proyectil desarrollaba su trayectoria por el espacio; acaso, despus de una cortaascensin, hubiera vuelto a caer en tierra o en el golfo de Mxico, lo cual no era imposible dadala poca anchura de la pennsula de la Florida.

    El caso era grave y el problema interesante; y urga resolverlo. Barbicane, sobreexcitado yvenciendo con la energa moral la debilidad fsica, se levant y escuch; nada se oa por fuera.

    Pero el grueso tapiz que por dentro cubra las paredes bastaba para interceptar todos los ruidosterrestres. No obstante, una circunstancia sorprendi a Barbicane. La temperatura del interior delproyectil se haba elevado notablemente; el presidente sac de su estuche un termmetro y loconsult; el preciso instrumento marcaba cuarenta y cinco grados centgrados.

    Oh exclam, entonces marchamos! Ya lo creo! Este calor sofocante queatraviesa las paredes del proyectil es producido por su rozamiento con las capas atmosfricas.Pero pronto disminuir, porque ya flotamos en el vaco, y despus de haber estado a punto deahogarnos vamos a padecer intensos fros.

    Pues qu? pregunt Miguel Ardn. Supones que debemos hallarnos ya fuera delos lmites de la atmsfera terrestre?

    Sin duda alguna, querido Miguel, escucha: son las diez y cincuenta y cinco minutos;hace aproximadamente ocho minutos que hemos partido. Ahora bien, si nuestra velocidad inicialno hubiera disminuido por efecto del rozamiento, nos habran bastado seis segundos paraatravesar las diecisis leguas de atmsfera que rodean el esferoide.

    Muy bien respondi Nicholl, pero en qu proporcin calculis que ha disminuidoesa velocidad por efecto del rozamiento?

    En la proporcin de un tercio respondi Barbicane, que es una gran disminucin,pero exacta, segn mis clculos. As, pues, si hemos tenido una velocidad inicial de once mil

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    metros al salir de la atmsfera, esa velocidad ha de haberse reducido a siete mil trescientos treintay dos metros. Pero sea como quiera, hemos atravesado ya ese espacio...

    Y en ese caso dijo Miguel Ardn, el amigo Nicholl ha perdido sus dos apuestas:cuatro mil dlares por no haberse reventado el columbia; y cinco mil porque el proyectil se haelevado a una altura superior a seis millas; conque, paga, Nicholl.

    Demostremos primero replic el capitn y luego pagaremos; es muy posible quesean exactos los razonamientos de Barbicane y que yo haya perdido mis nueve mil dlares; perose me ocurre una nueva hiptesis que anular la apuesta.

    Qu hiptesis? pregunt vivamente Barbicane.La de que, por una causa cualquiera, no haya ardido la plvora y no hayamos partido.Par Dios, amigo mo exclam Miguel Ardn, vaya una hiptesis digna de haber

    nacido en tu cerebro! No puedes decir eso formalmente! Pues no hemos sido casi aplastadospor la sacudida? No te he hecho yo recobrar el conocimiento? No est ah patente la herida delhombro del presidente por el golpe que ha sufrido?

    Es verdad, Miguel replic Nicholl; pero se me permitir hacer una pregunta

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    Y te doy por ello la enhorabuena respondi Ardn.Ah estn los nueve mil dlares aadi el capitn, sacando un fajo de gruesos

    billetes.Queris recibo? pregunt Barbicane, tomando el dinero.Si no os causa molestia respondi Nicholl, siempre es una formalidad.

    Y con el ademn ms serio y flemtico, ni ms ni menos que si se encontrara ante su caja,el presidente Barbicane sac la cartera, arranc una hoja, extendi con el lpiz un recibo en todaregla, lo fech y firm y se lo entreg al capitn, quien, a su vez, se lo guard cuidadosamente enla cartera.

    Miguel Ardn se quit la gorra y se inclin, sin decir una palabra, ante sus compaeros.Tantas formalidades en aquellas circunstancias le dejaban mudo de admiracin; jams haba vistonada tan americano.

    Terminada la operacin, Barbicane y Nicholl volvieron a colocarse junto al cristal y amirar las constelaciones. Las estrellas descollaban como puntos brillantes sobre el fondo negrodel cielo. Pero por aquella parte no se vea el astro de la noche, que se elevaba hacia el cenit. Asque su ausencia provoc una reflexin de Ardn.

    Y la Luna? dijo. Se atrevera a faltar a nuestra cita?Pierde cuidado respondi Barbicane Nuestro futuro esferoide se halla en supuesto; pero no lo podemos ver por este lado; vamos a abrir la lumbrera opuesta.

    Al ir Barbicane a separarse del cristal para abrir la lumbrera del otro lado, le llam laatencin un objeto brillante. Era un disco enorme cuyas colosales dimensiones no podanapreciarse bien. La parte que miraba a la Tierra se hallaba vivamente iluminada; una Lunapequea que reflejaba la de la Luna grande. Se adelantaba con prodigiosa velocidad y parecadescribir alrededor de la Tierra una rbita que cortaba la trayectoria del proyectil. A sumovimiento de traslacin se agregaba otro de rotacin sobre s mismo, parecindose en esto atodos los cuerpos celestes abandonados en el espacio.

    Oh! exclam Miguel Ardn , qu es eso? Otro proyectil?

    No respondi Barbicane; pero le inquietaba la aparicin de aquel enorme cuerpo; porqueera posible un encuentro con l y los resultados seran funestos, ya porque el proyectil sufrierauna desviacin, ya porque un choque, rompiendo su impulso, le precipitase de nuevo hacia laTierra; ya, en fin, porque se viera arrastrado irresistiblemente por la potencia atractiva de aquelesferoide.

    El presidente Barbicane haba calculado rpidamente las consecuencias de las treshiptesis, que de una o de otra manera haran fracasar su tentativa. Sus compaeros, sin decirpalabra, contemplaban el espacio. El objeto aumentaba prodigiosamente de volumen, a medidaque se acercaba, y, por efecto de una ilusin de ptica, pareca que el proyectil iba a su encuentro.

    Se echaron instintivamente atrs los viajeros, y su espanto fue grande, pero dur slo unossegundos. El esferoide pas a unos centenares de metros del proyectil y desapareci, no tanto porla rapidez de su carrera como porque la cara opuesta de la Luna, y que, por consiguiente, estabaen la sombra, se confundi con la oscuridad del espacio.

    Buen viaje! exclam Miguel Ardn, exhalando un suspiro de satisfaccin. Vayapor Dios! Conque es decir que el infinito no es bastante grande para que una miserable bala decan pueda pasearse por l a sus anchas? Y quin es ese globo presuntuoso que ha estado apunto de darnos un empujn?

    Yo lo s respondi Barbicane.Naturalmente! T lo sabes todo.

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    Es un simple blido dijo Barbicane; pero un blido enorme, que la atraccin de laTierra ha mantenido en estado de satlite.

    Es posible! exclam Miguel Ardn. De modo que la Tierra tiene dos Lunas,como Neptuno?

    S, amigo mo, dos Lunas, aun cuando generalmente se cree que no tiene ms que una.

    Pero esta otra Luna es tan pequea, y su velocidad tan grande, que los habitantes de la Tierra nopueden distinguirla. Slo teniendo en cuenta ciertas perturbaciones ha podido un astrnomofrancs, el seor Petit, determinar la existencia de este segundo satlite y calcular sus elementos.Segn sus observaciones, este blido hace su revolucin alrededor de la Tierra en tres horas yveinte minutos, lo cual supone una velocidad extraordinaria.

    Admiten todos los astrnomos la existencia de este satlite? pregunto Nicholl.No respondi Barbicane; pero si se hubieran encontrado con l, cmo nosotros, no

    podran dudar,Despus de todo creo que ese blido, que nos pudiera haber hecho un flaco servicio,

    nos permite fijar nuestra situacin en el espacio.Cmo? pregunt Ardn.

    Porque su distancia es conocida y en el punto en que lo hemos encontrado, noshallbamos exactamente a ocho mil ciento cuarenta kilmetros de la superficie del globoterrestre.

    Ms de dos mil leguas! exclam Miguel Ardn. Qu atrs deja esto a todos lostrenes especiales de ese pobre globo que se llama Tierra!

    Ya lo creo respondi Nicholl, consultando su cronmetro; son las once, y no hacepor lo tanto ms que trece minutos que hemos salido del continente americano.

    Trece minutos? pregunt Barbicane.S respondi Nicholl, y si nuestra velocidad inicial de once kilmetros fuera

    constante, andaramos cerca de diez mil leguas por hora.Todo esto est muy bien, amigos mos dijo el presidente; pero siempre sigue en

    pie una cuestin: por qu no hemos odo la detonacin del columbia?No encontrando respuesta que dar, la conversacin se detuvo, y mientras reflexionaba,Barbicane se ocup en levantar la tapa de la segunda lumbrera lateral. Su operacin se efectufelizmente, y a travs del cristal descubierto penetraron los rayos de la Luna en el interior delproyectil.

    Nicholl, como hombre econmico, apag el gas, que era enteramente intil y cuyoresplandor estorbaba para observar los espacios interplanetarios.

    A la sazn el disco lunar brillaba en toda su pureza. Sus rayos, no enturbiados por lavaporosa atmsfera de nuestro Globo, atravesaban el cristal y llenaban el interior del proyectilcon sus plateados reflejos. La negra cortina del firmamento duplicaba el brillo de la Luna, la cual,en aquel vaco de ter, impropio para la difusin, no eclipsaba a las estrellas vecinas. El cielo,visto de aquel modo, presentaba un aspecto enteramente nuevo, que los ojos humanos no podansospechar.

    Intil es decir el inters con que los audaces viajeros contemplaran el astro de la noche,trmino presunto de su viaje. El satlite de la Tierra, en su movimiento de traslacin, se acercabainsensiblemente al cenit, punto matemtico a donde deban llegar unas ochenta y seis horasdespus. Sus montaas, sus llanuras, toda su superficie se presentaba lo mismo que si seobservase desde un punto cualquiera de la Tierra; pero su luz se desarrollaba en el vaco con unagran intensidad.

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    El disco resplandeca como un espejo de platino. Los viajeros se haban olvidado ya de laTierra, que tenan a sus pies.

    El capitn Nicholl fue el primero que llam la atencin sobre el Globo abandonado.Es verdad! respondi Miguel Ardn, no seamos ingratos con l; puesto que

    dejamos nuestro pas, que sean para l nuestras postreras miradas. Quiero ver la Tierra antes que

    se eclipse enteramente a mi vista.Barbicane, para satisfacer los deseos de su compaero, se cuid de descubrir la ventanadel fondo del proyectil por donde se poda observar directamente la Tierra; no sin trabajo se logrdesmontar el disco que la fuerza de proyeccin haba hundido en el fondo.

    Sus fragmentos colocados cuidadosamente junto a las paredes, podan volver a servir encaso necesario. Entonces apareci una abertura circular de cincuenta centmetros de ancho,practicada en la parte inferior del proyectil, y cerrada por un cristal de quince centmetros deespesor reforzado con una armadura de cobre. Por una placa de aluminio sujeta con pasadores laparte exterior se abra, como en las dems, a tornillo, los cuales se soltaron y descubrieron elcristal.

    Miguel Ardn se arrodill sobre el cristal, que apareca oscuro como si fuera opaco.

    Hombre! exclam. Pues, y la Tierra?La Tierra! dijo Barbicane. All est.Cmo! dijo Ardn. Aquella lnea tan delgada en forma de media luna?La misma, Miguel. Dentro de cuatro das, cuando la Luna est llena, que ser en el

    momento de llegar nosotros, la Tierra estar nueva, o sea, en el primer da del primer cuarto. Hoyya no la vemos sino bajo la forma de ese delgado segmento que no tardar en desaparecer, yentonces quedar en sombra unos cuantos das, ni ms ni menos que la Luna desde la Tierra.

    Eso es la Tierra! repeta Miguel Ardn, mirando vidamente aquel delgado trozo desu planeta natal.

    La explicacin dada por el presidente Barbicane era exacta; la Tierra, con relacin alproyectil, entraba en la ltima fase. Se hallaba en su octante, y no presentaba ms que una

    delgada media luna, que sobresala como un inmenso arco de luz azulada sobre el fondo negrodel firmamento. En l se vean algunos puntos de luz ms viva que indicaban las montaas, ascomo algunas manchas mviles producidas por los anillos de nubes que rodeaban el esferoideterrestre, manchas que nunca se ven en el disco lunar.

    Pero por un fenmeno natural idntico al que se produce en la Luna cuando se halla ensus octantes, se perciba todo el contorno del globo terrestre. Su disco entero se distinguabastante visiblemente por un efecto de luz cenicienta menos perceptible que la luz cenicienta dela Luna, y la razn de esta menor intensidad es fcil de comprender. Cuando este reflejo seproduce en la Luna es debido a los rayos solares que la Tierra refleja sobre su satlite; mientrasaqu, por un efecto inverso, era debido a los rayos solares reflejados en la Luna hacia la Tierra.Ahora bien, la luz terrestre es unas trece veces ms intensa que la luz lunar, la cul depende de ladiferencia de volumen de ambos cuerpos. De aqu la consecuencia de que en el fenmeno de laluz cenicienta, la parte oscura del disco de la Tierra se dibuje con menos claridad que la del discode la Luna, puesto que la intensidad del fenmeno, es proporcional a la potencia luminosa de losdos astros. Hay que aadir que el astro luminoso terrestre pareca formar una curva msprolongada que la del disco; puro efecto de la irradiacin.

    Mientras se esforzaban los viajeros en penetrar las profundas tinieblas del espacio,apareci a su vista un haz de estrellas fugaces. Centenares de blidos, inflamados al contacto dela atmsfera, trazaron lneas luminosas en la sombra, surcando con su luz la parte cenicienta del

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    disco terrestre. En aquel momento la Tierra estaba en su perihelio, y el mes de diciembre es tanpropicio a la aparicin de estrellas fugaces que algunos astrnomos han contado en l hastaveinticuatro mil por hora. Pero Miguel Ardn, desdeando los razonamientos cientficos, seempe en creer que la Tierra saludaba con fuegos artificiales la partida de tres de sus hijos.

    Esto era en suma cuanto vean de este esferoide perdido en las tinieblas; astro inferior del

    mundo solar, que para los dems planetas sale o se pone como una insignificante estrellamatutina o vespertina. Aquel globo en que dejaban todos sus efectos no era ms que un arco decrculo fugitivo, un punto imperceptible en el espacio.

    Los tres amigos siguieron largo rato mirando, sin despegar los labios; pero con el mismopensamiento, mientras el proyectil se alejaba con una velocidad uniformemente decreciente. Pocoa Poco se apoder de sus cerebros una somnolencia irresistible; reaccin inevitable despus de lasobreexcitacin de las ltimas horas pasadas en la Tierra.

    Vaya dijo Miguel, puesto que el sueo es necesario, vamos a dormir.Y tendindose en sus camillas no tardaron los tres en quedarse profundamente dormidos.

    Pero apenas habra pasado un cuarto de hora cuando Barbicane se enderez de improviso ydespert a sus compaeros, gritando con voz atronadora:

    Ya lo s!Qu sabes? pregunt Miguel Ardn, saltando de la cama.El motivo de que no hayamos odo la detonacin del columbia.Y cul es? dijo Nicholl.Que nuestro proyectil caminaba ms aprisa que el sonido.

    III

    Instalacin

    Despus de tan curiosa y exacta explicacin, los tres amigos volvieron a dormirprofundamente. En qu lugar podan encontrar dormitorio ms tranquilo y sosegado? En laTierra, en las casas de las ciudades, como en las cabaas de los campos, sienten necesariamentetodas las sacudidas que sufre la corteza del Globo. En el mar, el buque mecido por las olas sehalla en continuo choque y movimiento. En el aire, el globo aerosttico oscila sin cesar sobrecapas elsticas de diferentes densidades. Slo aquel proyectil flotando en el vaco absoluto, enmedio de un absoluto silencio, poda ofrecer reposo a sus huspedes.

    Por lo tanto, el sueo de los viajeros se hubiera prolongado indefinidamente, a nodespertarles un ruido inesperado a eso de las siete de la maana del da 2.

    Aquel ruido era un ladrido perfectamente claro.Los perros! Son los perros! exclam Miguel Ardn, incorporndose al punto.Tienen hambre dijo Nicholl.Naturalmente! respondi Miguel. Nos habamos olvidado de ellos.Dnde estn? pregunt Barbicane.Los buscaron y encontraron al uno escondido bajo el divn. Espantado y anonadado por el

    choque inicial, haba permanecido en aquel escondrijo hasta que recobr la voz y el hambre.Era la pobre Diana, bastante acobardada an y que sala de su escondite, no sin hacerse

    rogar a pesar de que Miguel Ardn la animaba con sus caricias.

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    Ven, Diana le deca, ven, hija ma; t, cuyos destinos formarn poca en los analescinegticos; t, a quien los paganos hubieran hecho compaero del dios Anubis y los cristianosde San Roque; t, que eres digna de ser vaciada en bronce por el rey de los infiernos, como aquelfaldero que Jpiter regal a la bella Europa a cambio de un beso; t, que has de eclipsar la,Celebridad de los hroes de Montargis y del monte de San Bernardo; t, que al lanzarte por los

    espacios interplanetarios vas tal vez a ser la Eva de los perros selenitas, t, que justificars esepensamiento elevado de Toussenel: En el principio cre Dios al hombre, y al verle dbil, le dioel perro. Ven ac, Diana, ven!

    Diana, contenta o no, se acerc poco a poco, con quejidos lastimeros.Bueno dijo Barbicane, ya veo a Eva, pero dnde est Adn?Adn! respondi Miguel Ardn. No debe de estar lejos, ah estar, en cualquier

    parte; le llamaremos. Satlite! Toma, Satlite!Pero Satlite no apareca, y Diana continuaba quejndose. Sin embargo, vieron que no

    estaba herida y le sirvieron una torta apetitosa que puso fin sus ayes.Satlite pareca perdido, y fue necesario buscarlo largo rato, hasta que se le encontr en

    uno de los compartimentos superiores del proyectil, a donde haba sido lanzado por el choque. El

    pobre animal se hallaba en un estado lastimoso.Diablos! dijo Miguel; ya est comprometida nuestra aclimatacin.Bajaron con cuidado al infeliz perro, que se haba roto la cabeza contra la bveda, y que

    pareca difcil que pudiera curarse. No obstante, le tendieron con cuidado sobre un almohadn yall exhal un suspiro.

    Nosotros te cuidaremos dijo Miguel. Somos responsables de tu existencia; msquisiera yo perder un brazo mo que una pata de mi pobre Satlite.

    Y al punto dio un trago de agua al herido, que la bebi con avidez.Despus los viajeros observaron atentamente la Tierra y la Luna. La Tierra no apareca ya

    sino como un disco ceniciento que terminaba en un arco luminoso ms estrecho que la vspera;pero su volumen era todava enorme, comparado con el de la Luna, que se acercaba cada vez ms

    a un crculo perfecto.Caramba! dijo entonces Miguel Ardn, siento no haber partido en el momento dehaber Luna llena, es decir, cuando nuestro Globo se hallase en posicin con el Sol.

    Por qu? pregunt Nicholl.Porque hubisemos visto bajo un aspecto nuevo nuestros continentes y nuestros mares,

    stos resplandecientes bajo la proyeccin de los rayos solares; aqullos ms sombros y como seven reproducidos en algunos mapas. Me gustara haber visto esos polos de la Tierra a donde noha llegado la mirada del hombre.

    Por supuesto respondi Barbicane; pero habiendo Tierra llena, habra Luna nueva,es decir, invisible en medio de la luz del Sol. Y ms necesitbamos ver el punto de llegada que elde partida.

    Tenis razn, Barbicane respondi el capitn Nicholl, y adems, cuando hayamosllegado a la Luna tendremos tiempo, durante sus largas noches, de contemplar a nuestro gusto eseGlobo en que hormiguean nuestros semejantes.

    Nuestros semejantes! exclam Miguel Ardn; lo que es ahora ya no son tansemejantes nuestros como los de la Luna. Nosotros habitamos un mundo poblado por nosotrossolos: el proyectil. Yo soy semejante a Barbicane, y Barbicane lo es de Nicholl. Ms all denosotros, fuera de nosotros, concluye la Humanidad, y nosotros somos las nicas poblaciones deeste macrocosmos, hasta el momento en que nos convirtamos en simples selenitas.

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    Que ser dentro de ochenta y ocho horas, poco ms o menos replic el capitn.Lo cual quiere decir ... ? pregunt Miguel Ardn.Que son las ocho y media respondi Nicholl.Pues bien replic Miguel, no comprendo por qu razn no hemos de almorzar en

    seguida. Es preciso conservarnos.

    En efecto, los habitantes de aquel nuevo astro no podan vivir en l sin comer y suestmago sufra las imperiosas leyes del hambre. Miguel Ardn como francs se erigi en jefe dela cocina, cargo importante que no le suscit competencia. El gas produjo el calor suficiente paralas operaciones culinarias, y el arca de las provisiones ofreci los elementos del festn.

    Empez la comida por tres tazas de excelente caldo, que se prepar disolviendo en aguacaliente unas cuantas de las exquisitas pastillas de Liebig, preparadas con los mejores trozos delos rumiantes de las Pampas. Al caldo de vaca sucedieron algunos pedazos de bisteccomprimidos en la prensa hidrulica, tan tiernos, tan suculentos como si salieran de las cocinasdel Caf Ingls. Miguel, que era hombre de imaginacin, asegur que echaban sangre.

    Diversas legumbres en conserva y ms frescas que en su tiempo, segn afirmabatambin Miguel, siguieron al plato de carne, y termin la comida con t y tostadas de manteca a

    la americana. El t, que pareci exquisito, era de primera y regalo del emperador de Rusia, quehaba enviado unas cuantas cajas a los viajeros.Por ltimo, Ardn descorch una botella de Nuits, que por casualidad haba en el

    departamento de las provisiones, y los tres amigos bebieron brindando por la unin de la Tierra ysu satlite.

    Y cual si no bastase la compaa de aquel excelente vino que haba sido destilado en lasladeras de Borgoa, el Sol quiso honrar tambin el festn con su presencia. El proyectil sala, enaquel momento, del cono de sombra proyectado por el globo terrestre y los rayos del astrobrillante fueron a dar directamente en el disco inferior del proyectil.

    El Sol! exclam Miguel Ardn.Sin duda respondi Barbicane; ya lo esperaba.

    Sin embargo dijo Miguel, el cono de sombra que la Tierra proyectaba en elespacio no se extiende ms all de la Luna?S, mucho ms all, si no se tiene en cuenta la refraccin atmosfrica dijo

    Barbicane; pero cuando la Luna est envuelta en esta sombra es porque los centros de los tresastros: Sol, Tierra y Luna, estn en lnea recta. Entonces los nodos coinciden con las fases de laluna llena, y se verifica el eclipse. Si hubiramos salido en el momento de un eclipse la Luna,toda nuestra travesa se hubiera verificado en la sombra, lo cual hubiera sido cosa desagradable.

    Porqu?Porque aun cuando flotemos en el vaco, nuestro proyectil, baado por los rayos

    solares, recoger su luz y su calor, lo cual, entre otras cosas, nos proporcionar economa de gasque es de gran importancia.

    En efecto, bajo la influencia de aquellos rayos, cuya temperatura y cuyo brillo notemplaba ninguna atmsfera, el proyectil se iluminaba y reciba su calor, como si huera pasadosbitamente del invierno al verano. La Luna por un lado, el Sol, por otro, lo inundaban con susresplandores.

    Qu bien se est aqu! dijo Nicholl.Ya lo creo! exclam Miguel Ardn. Con un poco de tierra vegetal extendida sobre

    nuestro planeta de aluminio, haramos nacer guisantes en veinticuatro horas. Slo temo una cosa,y es que lleguen a entrar en fusin las paredes del proyectil.

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    que contenan potasa custica, sustancia que, por ser muy vida de cido carbnico, lo absorbien poco tiempo y purific el aire.

    Se procedi luego al inventario de los instrumentos. Los termmetros y barmetroshaban resistido, salvo un termmetro de mnimas, que se haba roto. Un excelente aneroide, queiba dentro de un estuche almohadillado, fue colgado en la pared; como es fcil de comprender, no

    sufra ni marcaba ms que la presin de aire contenido en el proyectil. Pero indicaba tambin lacantidad de vapor de agua que encerraba. En aquel momento oscilaba su aguja entre 730 y 760milmetros, lo cual significaba buen tiempo.

    Tambin dispona Barbicane de varias brjulas que seguan intactas y que no marcabandireccin alguna, porque a la distancia en que el proyectil se encontraba de la Tierra el polomagntico no poda ejercer accin sensible en el aparato. Pero aquellas brjulas, transportadas aldisco lunar, tal vez revelaran all fenmenos particulares; y como quiera que fuese era de graninters averiguar si el satlite de la Tierra se hallaba, como sta sujeto a la influencia magntica.

    Se examin igualmente el estado en que se hallaban un hipsmetro para medir la altura delas montaas lunares, un sextante destinado a tomar la altura del Sol, un teodolito, instrumento degeodesia que sirve para levantar planos y reducir los ngulos en el horizonte, y varios anteojos de

    grandsima utilidad para cuando se hallasen cerca de la Luna. Todos estos instrumentos estabanintactos a pesar de la violencia de la sacudida inicial.En cuanto a los utensilios: picos, azadones y tiles de que Nicholl haba hecho selecta

    provisin, los sacos de semillas variadas y los arbustos que Miguel Ardn pensaba trasplantar alas tierras selenitas, continuaban en sus puestos respectivos, en la parte alta del proyectil. Allhaba una especie de desvn lleno de objetos que el prdigo francs haba amontonado y que nose saba a punto fijo cules fueran. De cuando en cuando se encaramaba hasta all, asindose a losganchos fijos en las paredes; volva y revolva, arreglaba y registraba, tarareando en falsetealguna cancin francesa que diverta a la reunin.

    Barbicane comprob minuciosamente que sus cohetes y dems artificios no habansufrido desperfectos. Aquellas importantes piezas, fuertemente cargadas, deban servir para

    retardar la cada del proyectil cuando, arrebatado por la atraccin lunar, despus de pasar al puntode equilibrio, fuera a caer sobre la superficie del satlite. Esta cada, por lo dems, deba ser seisveces menos rpida que lo hubiera sido sobre la superficie de la Tierra, debido a la diferencia demasa en ambos astros.

    La inspeccin se termin, pues, a satisfaccin de todos; y cada cual volvi luego aobservar el espacio por las ventanas laterales y a travs del cristal inferior.,

    El espectculo segua siendo el mismo: toda la extensin de la esfera terrestre estabacuajada de estrellas y constelaciones de un brillo maravilloso que hubiera vuelto loco de jbilo aun astrnomo. Por un lado el Sol, como la boca de un horno encendido, presentaba un discodeslumbrador sin aureola y resaltando en el fondo negro del cielo. Por el otro la Luna le enviabasus rayos reflejados, y apareca como inmvil en medio del mundo estelar. Despus, una manchabastante oscura que pareca un agujero hecho en el firmamento, y que se hallaba rodeada de unsemicrculo Plateado, indicaba el emplazamiento de la Tierra. Aqu y all se vean nebulosasamontonadas como copos de nieve sideral, y del cenit al nadir se extenda como un inmensoanillo de la Va Lctea, en medio de la cual el Sol no figura sino como estrella de cuartamagnitud.

    Los observadores no podan apartar las miradas de aquel espectculo tan nuevo eimposible de describir. Qu de reflexiones les sugiri! Cuntas emociones desconocidasdespert en su alma! Barbicane quiso .comenzar la relacin de su viaje bajo el efecto de aquellas

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    impresiones, y anot hora por hora todos los hechos que marcaban el principio de su empresa,escribiendo tranquilamente con letra grande y estilo un poco comercial.

    Mientras tanto, el calculador Nicholl revisaba sus frmulas de trayecto y manejaba lascifras con sin igual destreza. Miguel Ardn charlaba, ora con Barbicane, que apenas responda,ora con Nicholl, que ni siquiera le oa, o con Diana que no entenda sus proyectos, y por fin

    consigo mismo, preguntndose y respondindose, yendo, viniendo, ocupndose en milmenudencias, ya inclinado sobre el cristal del fondo, ya encaramado en alto del proyectil, ysiempre canturreando entre dientes. En una palabra, representaba detrs de aquel macrocosmos laagitacin y la locuacidad francesas, y las representaba Miquel Ardn dignamente.

    El da, ms propiamente dicho, el transcurso de doce horas que constituye el da en laTierra, termin con una cena abundante y delicada. No haba ocurrido ningn incidente capaz dealterar la confianza de los viajeros, los cuales, llenos de esperanza y seguros del xito, sedurmieron tranquilamente, mientras el proyectil cruzaba los espacios celestes a una velocidaduniformemente decreciente.

    IVUn poco de lgebra

    Transcurri la noche sin ningn incidente digno de mencin, entendiendo siempre que lapalabra noche es impropia, porque la posicin del proyectil no variaba con relacin al Sol, yastronmicamente, era d da en la parte inferior del proyectil y de noche en la superior. As,pues, en el presente relato estas dos palabras no expresan sino el tiempo transcurrido entre el ortoy el ocaso del Sol en la Tierra.

    Tanto ms tranquilo fue el sueo de los viajeros cuanto que el proyectil, a pesar de su granvelocidad, pareca hallarse enteramente inmvil. Ningn movimiento revelaba su marcha a travs

    del espacio. La traslacin, por muy rpida que sea, no puede producir efecto sensible en elorganismo, si se verifica en el vaco o si la masa de aire circula con el cuerpo arrastrado. Quhabitante de la Tierra percibe su velocidad, que sin embargo le hace andar a razn de noventa milkilmetros por hora? El movimiento en tales condiciones no se siente ms que el reposo. As todocuerpo es indiferente a ellos; si se halla en reposo permanecer en tal estado hasta que una fuerzaexterna le obligue a moverse, y si est en movimiento no se detendr hasta que un obstculointerrumpa su marcha. Esta indiferencia por el movimiento Y el reposo es la inercia.

    Barbicane y sus compaeros podan creerse en reposo absoluto, encerrados en elproyectil, y el efecto hubiera sido el mismo aunque se hallaran en lo exterior. A no ser por, laLuna, que aumentaba en volumen delante de ellos, y por la Tierra, que disminua detrs, podanjurar que flotaban en la inmovilidad ms completa.

    Por la maana del 3 de diciembre les despert un ruido alegre, pero inesperado: era elcanto de un gallo que reson dentro del vagn. Miguel Ardn, que fue el primero en despertarse,trep hasta lo alto del proyectil, y cerrando una caja que estaba entreabierta, dijo en voz baja:

    Quieres callar? Este animal va a hacer fracasar mis proyectos!Entretanto, Nicholl y Barbicane se haban despertado tambin.Qu es eso? Un gallo aqu? se pregunt Nicholl.No, amigos mos respondi Miguel, soy yo que he querido despertarlos con ese

    canto campestre.

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    Y lanz un sonoro quiquiriqu digno del ms arrogante gallo.Los dos americanos no pudieron menos de rer.Vaya una habilidad dijo Nicholl, mirando a su compaero con aire perspicaz.S respondi Miguel, es una broma muy usual en mi pas; all se hace el gallo en

    las reuniones ms distinguidas.

    Y variando en seguida de conversacin, aadi:Sabes, Barbicane, en qu he estado pensando toda la noche?No respondi el presidente.En nuestros amigos de Cambridge; ya puedes haber observado que soy completamente

    ignorante en las cosas matemticas, por lo cual me es imposible adivinar cmo vuestros sabiosdel observatorio han podido calcular la velocidad inicial que debera llevar el proyectil al salir delcolumbia para dirigirse a la Luna.

    Querrs decir replic Barbicane para llegar a ese punto en que se equilibran lasatracciones terrestres y lunares porque desde ese punto situado aproximadamente a las nuevedcimas del trayecto, el proyectil caer por s solo en la Luna simplemente en virtud de lagravedad.

    Enhorabuena respondi Miguel; pero, lo repito, cmo se ha podido calcular lavelocidad inicial?Nada ms fcil respondi Barbicane.Habras podido t hacer el clculo? pregunt Miguel Ardn.Seguramente; Nicholl y yo lo hubiramos resuelto si la nota del observatorio no nos

    hubiera quitado ese trabajo.Pues bien, amigo Barbicane respondi Miguel, antes me hubiera cortado la cabeza,

    empezando por los pies, que hacerme resolver ese problema.Porque no sabes lgebra replic tranquilamente Barbicane.Ah! As son ustedes, devoradores de X, Siempre lo mismo; todo lo quieren

    componer con el lgebra.

    Perdname, Miguel replic Barbicane, crees que se puede forjar sin martillo olabrar sin arado?No es fcil.Pues bien, el lgebra es una herramienta como el arado o el martillo, y una buena

    herramienta para el que sabe hacer uso de ella.De veras?Y tan de veras!Y podras manejar esa herramienta en mi presencia?Si tienes inters en ello, no hay inconveniente.Y demostrarme cmo se ha calculado la velocidad inicial del vagn?S, amigo mo; teniendo en cuenta todos los elementos del problema, la distancia del

    centro de la Tierra al centro de la Luna, el radio de la Tierra y la masa de la Luna, puedodemostrar exactamente cul ha debido de ser la velocidad inicial del proyectil, por medio de unasimple frmula.

    Veamos la frmula._Ya lo vers, pero no te dar la curva trazada realmente por la bala entre la Luna y la

    Tierra atendiendo a su movimiento de traslacin alrededor del Sol, sino que considerar estos dosastros como inmviles, lo cual nos basta.

    Y por qu?

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    Porque sera buscar la solucin de ese problema llamado problema de los trescuerpos y que el clculo integral no ha podido resolver todava.

    Toma! dijo Miguel, en su tono burln. Conque es decir que las matemticas nohan dicho todava su ltima palabra?

    Ciertamente que no respondi Barbicane.

    Bueno! Acaso los selenitas hayan adelantado ms que nosotros en el clculo, integral.Y a propsito, qu es el clculo integral?Es lo inverso del clculo diferencial respondi seriamente Barbicane.Muchas gracias.En otros trminos, es un clculo por medio del cual se buscan las cantidades infinitas

    cuya diferencia se conoce.Vamos, eso ya es ms claro respondi Miguel con aire muy satisfecho.Y ahora replic Barbicane, venga papel y lpiz y antes de media hora encontrar la

    frmula perdida.No haba pasado media hora cuando Barbicane alz la cabeza y ense a Miguel Ardn

    una cuartilla cubierta de signos algebraicos, en medio de los cuales sobresala una frmula

    general.Y qu significa eso? pregunt Miguel.Significa respondi Nicholl que un medio de v elevado al cuadrado menos v

    subcero elevado al cuadrado es igual a rg multiplicado por rx menos 1, ms m' partido por mmultiplicado por r partido por d menos x menos r partido por dr.

    X sobre y montado sobre z y a caballo sobre p...? exclam Miguel Ardn soltandola carcajada. Y t entiendes eso, capitn?

    No puede ser ms claro.Ya lo creo! Es cosa que salta a la vista replic Miguel.Eterno guasn! replic Barbicane. No queras lgebra? Pues ahora vas a tener

    lgebra hasta la coronilla!

    Prefiero, que me ahorquen!En efecto respondi Nicholl, que examinaba la frmula como inteligente; me pareceperfectamente resuelto, Barbicane. Es la integral de las fuerzas vivas, y no dudo que nos dar elresultado apetecido.

    Pero yo quisiera comprender! exclam Miguel. Dara diez aos de la vida deNicholl por comprender!

    Escucha, pues replic Barbicane. La mitad de v elevada al cuadrado menos vsubcero elevado al cuadrado es la frmula que nos da la semivariacin de la fuerza viva.

    Bueno, y Nicholl, sabe lo que eso significa?Sin duda respondi el capitn. Todos esos signos que te parecen cabalsticos

    forman, sin embargo, el lenguaje ms claro y ms lgico para quien sabe leerlo.Y t pretendes, Nicholl pregunt Miguel, encontrar, por medio de esos

    jeroglficos, ms incomprensibles que los ibis egipcios, la velocidad inicial que se deba imprimiral proyectil?

    Indudablemente respondi Nicholl, y aun por medio de esta frmula podra decirtesiempre cul es la velocidad en un punto cualquiera de su trayecto.

    Palabra de honor?Palabra de honor.Entonces eres tan sabio como nuestro presidente.

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    No, Miguel; lo difcil es lo que ha hecho Barbicane; plantear una ecuacin con todas lascondiciones del problema. El resto no es ms que un problema de aritmtica y no exige msconocimientos que los de las cuatro reglas.

    Eso ya me gusta ms! respondi Miguel Ardn, que en toda su vida no haba podidohacer una suma exacta y que defina esa regla diciendo: Es un rompecabezas chino que permite

    obtener totales indefinidamente variados.Por su parte, Barbicane aseguraba que Nicholl, fijndose en ello, habra obtenido tambinla frmula.

    No lo s deca Nicholl; porque cuanto ms la estudio, mejor planteado me parece.Ahora escucha dijo Barbicane a su ignorante compaero, y te convencers de que

    todas estas letras tienen una significacin.,Ya escucho dijo Miguel, con aire resignado.d dijo Barbicane es la distancia del centro de la Tierra al centro de la Luna; porque

    hay que tomar los centros para calcular las atracciones.Comprendo.r es el radio de la Tierra.

    r, radio, corriente.m es la masa de la Tierra y m' la masa de la Luna; porque, en efecto, es preciso tomaren cuenta la masa de los cuerpos atrayentes supuesto que la atraccin es proporcional a las masas.

    Entendido.g representa la gravedad, la velocidad que adquiere en un segundo cualquier cuerpo que

    cae a la superficie de la Tierra. Est claro esto?,Como el agua! respondi Miguel,Ahora representa por la x la distancia variable que separa al proyectil del centro de la

    Tierra, y por la v la velocidad que lleva dicho proyectil a aquella distancia.Muy bien.Finalmente, la expresin v subcero que figura en la ecuacin anterior es la velocidad

    que posee el proyectil al salir de la atmsfera.En efecto dijo Nicholl, en ese punto es donde hay que calcular la velocidad puestoque ya sabemos que la velocidad al partir vale una vez y media la velocidad al, salir de laatmsfera.

    Yo no comprendo! dijo Miguel.Pues es muy sencillo replic Barbicane.No tanto como parece se defendi Miguel.Eso quiere decir que cuando nuestro proyectil ha llegado al lmite de la atmsfera

    terrestre ha perdido ya una tercera parte de su velocidad inicial.Tanto?S, amigo mo, nada ms que por su rozamiento con las capas atmosfricas.

    Comprendes muy bien que cuanto ms rpidamente marche, ms resistencia encontrar en el aire.Eso lo admito respondi Miguel y lo comprendo, por ms que tus v subcero y tus

    v elevadas al cuadrado me hagan en la cabeza el mismo efecto que los clavos en un saco.Primer efecto del lgebra replic Barbicane. Y ahora, para concluir, vamos a

    plantear inmediatamente estas expresiones, es decir, vamos a numerar su valor.Gracias a Dios! exclam Miguel.De estas expresiones dijo Barbicane, unas son conocidas y otras hay que

    calcularlas.

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    Yo me encargo de estas ltimas dijo Nicholl.Veamos continu Barbicane; r es el radio terrestre que en la latitud de la Florida,

    donde partimos, es igual a seis millones trescientos setenta milmetros; d, es decir, la distancia delcentro de la Tierra al centro de la Luna, vale cincuenta y seis radios terrestres, o sea...

    Nicholl multiplic rpidamente.

    O sea dijo, trescientos cincuenta y seis millones trescientos veinte metros, en elmomento de hallarse la Luna en su perigeo, es decir, a su menor distancia de la Tierra.Bien dijo Barbicane; ahora m' partido por m, es decir, la relacin de la masa de la

    Luna a la de la Tierra es igual a un ochentaiunavo.Perfectamente.g, la gravedad es en la Florida de nueve metros y ochenta y un centmetros. De donde

    resulta gr igual...A sesenta y dos millones cuatrocientos veintisis mil metros cuadrados respondi

    Nicholl.Y ahora? pregunt Miguel Ardn.Ahora que ya estn en nmeros las expresiones respondi Barbicane, voy a buscar

    la velocidad v subcero, es decir, la que debe tener el proyectil al salir de la atmsfera para llegaral punto de atraccin igual con una velocidad nula. Puesto que en este instante la velocidad sernula, digo que igualar a cero, y que x, o sea la distancia a que se encuentra ese punto neutral,estar representada por las nueve dcimas de d, es decir, la distancia que separa los dos centros.

    Tengo una idea vaga de que debe ser as dijo Miguel.Tendremos, pues: x igual a nueve dcimas de d, y v igual a cero, y la frmula ser...Y escribi rpidamente.Nicholl ley con avidez.Eso es! Eso es! exclam.Est claro? pregunt Barbicane.Escrito en letras de fuego! respondi Nicholl.

    Pobres hombres! murmuraba Miguel.Has comprendido por fin? le pregunt Barbicane.Que si he comprendido! exclam Miguel. Lo que pasa es que se me va la cabeza.Pues significa sigui Barbicane que v subcero al cuadrado es igual a dos gr

    multiplicado por uno menos diez r partido por 9d menos un ochentaiunavo multiplicado por 10rpartido por d menos r.

    Y ahora dijo Nicholl, para obtenerla velocidad del proyectil al salir de laatmsfera, nohay ms que calcular.

    Y el capitn, como acostumbrado a toda clase de dificultades, se puso a hacer nmeroscon asombrosa rapidez. Barbicane le segua con la vista mientras Miguel Ardn se apretaba lassienes con las manos para librarse de la jaqueca.

    Qu resultado? pregunt Barbicane, despus de unos cuantos minutos de silencio.Hecho el clculo respondi Nicholl, resulta que v subcero, es decir, la velocidad

    del proyectil al salir de la atmsfera para llegar al punto de igual atraccin, ha debido ser...Cunto?Once mil cincuenta y un metros en el primer segundo.Cmo? dijo Barbicane, dando un salto. Qu habis dicho?Once mil cincuenta y un metros.Maldicin! exclam el presidente haciendo un ademn desesperado.

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    Qu tienes? pregunt Miguel Ardn, sorprendido.Qu tengo? Que si en este momento la velocidad haba disminuido en una tercera

    parte por el rozamiento, la velocidad inicial deba de ser...Diecisis mil quinientos setenta y seis metros respondi Nicholl.Y el observatorio de Cambridge ha declarado que bastaban once mil metros en el punto

    de partida, y el proyectil ha partido slo con esta velocidad recomendada.Y qu? pregunt Nicholl.Toma! Que ser insuficiente.Bueno!Y que no llegaremos al punto de equilibrio!Cielos!Ni siquiera a mitad del camino.Canastos! exclam Miguel Ardn, saltando como si el proyectil estuviese a punto de

    chocar con el globo terrestre.Y caeremos otra vez a la Tierra!

    V

    Los fros del espacio

    Esta revelacin cay como una bomba. Quin haba de esperar semejante error declculo? Barbicane no quera creerlo. Nicholl revis sus nmeros y comprob que eran exactos.En cuanto a la frmula que los haba determinado, no se poda dudar de su exactitud, y hecha lacomprobacin, se demostr de un modo indudable que para llegar al punto de equilibrio senecesitaba una velocidad inicial de diecisis mil quinientos setenta y seis metros en el primersegundo.

    Los tres amigos se miraron, silenciosos. Nadie pensaba en almorzar. Barbicane, con los

    dientes apretados, contradas las cejas y los puos crispados convulsivamente, observaba al travsdel cristal. Nicholl, cruzado de brazos, repasaba sus clculos. Miguel Ardn murmuraba:Vase lo que son los sabios! Siempre hacen lo mismo! Dara veinte pesos por caer

    sobre el observatorio de Cambridge y aplastar en l a todos esos emborronadores de papel!De repente el capitn hizo una reflexin que se diriga a Barbicane.Sin embargo! dijo, son las siete de la maana; hace treinta y dos horas que hemos

    partido; hemos recorrido ms de la mitad de nuestro trayecto y no caemos, que yo sepa!Barbicane no respondi; pero despus de echar una mirada rpida al capitn, tom un

    comps que le serva para medir la distancia angular del globo terrestre; luego, por e1 cristalinferior, hizo una observacin muy exacta, en atencin a la inmovilidad aparente del proyectil.Levantndose entonces y secndose el sudor que le baaba la frente, traz algunas cifras en elpapel. Nicholl comprenda que el presidente quera deducir de la medida del dimetro terrestre ladistancia del proyectil a la Tierra, y le miraba con viva ansiedad.

    No gru Barbicane, al cabo de algunos instantes, no caemos. Nos hallamos a msde cincuenta mil leguas de la Tierra. Hemos pasado ya del punto en que deba detenerse elproyectil, si su velocidad no hubiera sido ms que de once mil metros en el momento de salir.Seguimos subiendo.

    Es indudable respondi Nicholl, y de ah debemos deducir que nuestra velocidadinicial, bajo el impulso de las cuatrocientas mil libras de algodn plvora, ha excedido de los

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    ocho mil metros necesarios. Ahora comprendo cmo hemos encontrado a los trece minutos elsegundo satlite que gravita a dos mil leguas de la Tierra.

    Y esa explicacin es tanto ms fundada aadi Barbicane cuanto que al arrojar elagua contenida entre los tabiques elsticos, el proyectil se ha encontrado repentinamentealigerado de un peso enorme.

    Justo! dijo Nicholl.Ah, mi buen Nicholl! exclam Barbicane. Nos hemos salvado.Pues bien respondi tranquilamente Miguel Ardn, si nos hemos salvado,

    almorcemos.En efecto, Nicholl no se engaaba: la velocidad inicial haba sido afortunadamente

    superior a la indicada por el observatorio de Cambridge, pero lo cierto es que el observatorio deCambridge se haba equivocado.

    Los viajeros, repuestos de aquel falso motivo de alarma, se sentaron a la mesa yalmorzaron alegremente; y si comieron mucho, no hablaron menos; la confianza era mayor anque antes del incidente del lgebra.

    Por qu no hemos de seguir adelante? deca Miguel Ardn. Por qu no hemos de

    llegar? Nos hemos lanzado; no tenemos obstculos delante; el camino est expedito, sin piedrasen que tropezar; marchamos con ms libertad que el barco por el mar y el globo por el aire! Puesbien, si un barco llega a donde quiere y un globo sube tanto como le parece, por qu nuestroproyectil no ha de llegar al punto a donde ha sido dirigido?

    Llegar asegur Barbicane.Aunque slo fuera por honrar al pueblo americano aadi Miguel Ardn, al nico

    pueblo capaz de llevar a feliz trmino una empresa semejante, al nico capaz de producir unpresidente Barbicane. Ah! Se me ocurre una idea; ahora que estamos descuidados, qu va a serde nosotros? Vamos a aburrirnos soberanamente!

    Barbicane y Nicholl hicieron un ademn negativo.Pero yo he previsto el caso, amigos mos aadi Miguel Ardn. No hay ms que

    hablar; tengo a vuestra disposicin ajedrez, damas, naipes y domin; slo me falta una mesa debillar.Cmo! pregunt Barbicane. Has trado todos esos trastos?Como lo oyes respondi Miguel, y no tan slo para distraernos, sino tambin con la

    sana intencin de regalarlos a los cafetines selenitas.Amigo mo dijo Barbicane, si la Luna est habitada, sus habitantes han aparecido

    muchos miles de aos antes que los de la Tierra, porque no se puede dudar de que aquel astro esms viejo que el nuestro. Por consiguiente, si los selenitas existen desde hace centenares de milesde aos, si su cerebro se halla organizado como el cerebro humano, es indudable que haninventado ya no solamente cuanto hemos inventado nosotros, sino lo que inventaremos enmuchos siglos. As que nada podremos ensearles, mientras que ellos podrn ensearnos mucho.

    Cmo! respondi Miguel. Crees que habrn tenido ya artistas como Fidias,Miguel ngel o Rafael?

    S.Y poetas como Homero, Virgilio, Milton, Lamartine y Vctor Hugo?Estoy seguro.Filsofos como Platn, Aristteles, Descartes y Kant?No lo dudo.Sabios como Arqumedes, Euclides, Pascal y Newton?

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    Porque el fro y el calor seguiran equilibrndose en nuestro Globo. Se a calculado quesi la Tierra se hubiera visto arrastrada por el cometa de 1861, habra sentido, en su mayordistancia del Sol, un calor que no hubiera llegado a diecisis veces el de la Luna, calor que,concentrado en las lentes ms fuertes, no produce efecto sensible.

    Y qu? dijo Miguel.

    Aguarda respondi Barbicane; se ha calculado tambin que en su perihelio odistancia ms corta del Sol, la Tierra hubiera sufrido un calor igual a veintiocho mil veces el delesto. Pero aquel vapor, capaz de vivificar las materias terrestres y de vaporizar las aguas, hubieraformado un anillo de nubes que habra templado esa temperatura excesiva. De ah lacompensacin entre los fros del afelio y los calores del perihelio, cuyo resultado habra sido unatemperatura media probablemente soportable.

    Pero en cuntos grados se calcula la temperatura de los espacios planetarios? pregunt Nicholl.

    En la Antigedad se crea respondi Barbicane que esa temperatura erasumamente baja, llegndose a fijarla en millones de grados bajo cero. Pero un compatriota deMiguel, el ilustre Fourier, de la Academia de Ciencias, ha hecho clculos incontestables, de los

    cuales se deduce que esa temperatura no baja de sesenta grados bajo cero, que es, con pocadiferencia, la temperatura observada en las regiones polares, en la isla Melville o en el fuerteReliance; cincuenta y seis grados bajo cero.

    Falta probar not Nicholl que Fourier no se haya equivocado en sus apreciaciones.Si no me engao, otro sabio francs, Rouilet, calcula la temperatura del espacio en ciento sesentagrados bajo cero; esto es lo que nosotros comprobaremos.

    Ms no ahora respondi Barbicane, porque los rayos solares, que atacandirectamente nuestro termmetro, nos daran una temperatura muy elevada. Pero cuandohayamos llegado a la Luna, durante las noches de quince das que tiene cada una de sus fasesalternativamente, podremos hacer el experimento porque nuestro satlite se mueve en el vaco.

    Pero qu entiendes por vaco? pregunt Miguel. El vaco absoluto?

    El vaco privado absolutamente de aire.Y en el que nada reemplaza al aire?S, el ter respondi Barbicane.Ah! Y qu es el ter?El ter, amigo mo, es una aglomeracin de tomos imponderables que en relacin con

    sus dimensiones, dicen las obras de fsica molecular, se hallan entre s tan distantes como loscuerpos celestes del espacio. Y, sin embargo, su distancia es menos de tres millonsimas partesdel milmetro. Estos tomos, que por sus movimientos vibratorios producen la luz y el calor,hacen cada segundo cuatrocientos treinta millones de ondulaciones, y no tienen sino de cuatro aseis diezmillonsimas de milmetro de amplitud.

    Millones de millones! exclam Miguel Ardn. Es decir, que se han contado ymedido esas oscilaciones! Todo eso, amigo Barbicane, son cifras con que los sabios asustan elodo, pero que nada dicen a la inteligencia.

    Sin embargo, es menester emplearlas.No, por cierto; vale ms comparar. Un trilln nada significa; un objeto de comparacin

    lo dice todo. Por ejemplo: cuando t me hayas repetido que el volumen de Urano es setenta y seisveces mayor que el de la Tierra, el volumen de Saturno novecientas veces mayor, el del Sol unmilln trescientas mil, me encontrar tan adelantado como ahora. Por eso prefiero esas antiguascomparaciones del Double Liegeos, que nos dice simplemente: el Sol es una calabaza de dos pies

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    Suponiendo que el proyectil se hubiera visto detenido sbitamente cuando se hallabatodava animado de su velocidad inicial, pretenda Miguel Ardn saber qu consecuencia hubieratenido aquella repentina detencin.

    Pero yo no s respondi Barbicane cmo podra detenerse el proyectil.Supongmoslo respondi Miguel.

    Pero si no se puede suponer replic el prctico Barbicane, a no ser faltndole lafuerza impulsiva, y entonces su velocidad habra disminuido poco a poco, y no de repente.Supongamos que hubiera tropezado con algn cuerpo en el espacio.Con cul?Con el enorme blido que hemos encontrado, por ejemplo.En ese caso dijo Nicholl el proyectil se hubiera hecho mil pedazos y nosotros con

    l.Algo ms que eso aadi Barbicane: nos hubiramos abrasado vivos.Abrasado! exclam Miguel. Por Dios! Casi siento que no haya ocurrido el caso,

    para verlo.Ya lo hubieras visto respondi Barbicane. Hoy se sabe que el calor no es ms que

    una modificacin del movimiento. Cuando se calienta agua, es decir, cuando se le aade calor, seda movimiento a una molcula.Hombre! exclam Miguel. Curiosa teora!Y exacta; amigo mo; porque explica todos los fenmenos del calrico. El calor no es

    sino un movimiento molecular, una simple oscilacin de las partculas de un cuerpo. Cuando seaprieta el freno de un tren, el tren se para. Y qu es del movimiento que le anima? Se transformaen calor, y el tren se calienta. Por qu se untan con grasa los ejes de las ruedas? Para impedirque se caliente, porque este calor se convertira en un movimiento rpido por transformacin.Comprendes?

    S, comprendo! repuso Miguel. Perfectamente. As, por ejemplo, cuando yo hecorrido largo rato y estoy nadando en sudor, por qu me veo .obligado a detenerme? Es muy

    sencillo, porque mi movimiento se ha transformado en calor!Barbicane no pudo menos de sonrer al escuchar aquella ocurrencia de Miguel Ardn.Continuando su teora, sigui diciendo:

    Eso hubiera sucedido a nuestro proyectil en caso de un choque, como a la bala que caeardiente despus de haber dado en la plancha metlica; y es porque su movimiento se haconvertido en calor. En consecuencia, afirmo que si nuestro proyectil hubiera tropezado con elblido, su velocidad destruida de sbito, hubiera determinado un calor capaz de volatilizarseinstantneamente.

    Entonces pregunt Nicholl, qu sucedera a la Tierra si se viera detenida derepente en un movimiento de traslacin?

    Que su temperatura se elevara hasta un grado tal que el Globo entero se reducira avapores.

    Bueno dijo Miguel, ved ah el modo de acabarse el mundo que simplificaramuchas cosas.

    Y si la Tierra cayera en el Sol? dijo Nicholl.Segn los clculos respondi Barbicane, aquella cada desarrollara .un calor igual

    al producido por un milln seiscientos globos de carbn iguales en volumen al globo terrestre.Buen aumento de temperatura para el Sol dijo Miguel Ardn, y que vendra muy

    bien a los habitantes de Urano y de Neptuno, que deben morirse de fro en sus planetas.

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    As, pues, amigos mos prosigui Barbicane, todo movimiento repentinamentedetenido produce calor; y esta teora ha permitido admitir que el calor del disco solar se hallaalimentado por una, lluvia de blidos que caen sin cesar en su superficie. Se ha calculado...

    Cuidado murmur Miguel, que van a empezar otra vez los nmeros,Se ha calculado sigui diciendo impasible Barbicane que el choque de cada blido

    sobre el Sol debe producir un calor igual al de cuatro mil masas de igual volumen.Y qu proporciones tiene ese calor? pregunt Miguel.Es igual al que producira la combustin de una capa de carbn que rodeara al Sol con

    un espesor de veinticuatro kilmetros.Y ese calor...Sera capaz de hervir en una hora dos mil novecientos millones de mirimetros cbicos

    de agua.Y cmo es que no nos tuesta? pregunt Miguel.Porque la atmsfera terrestre absorbe cuatro dcimas partes de calor solar. Y adems, la

    cantidad de calor interceptada por la Tierra no es ms que dos mil millonsimas partes de lairradiacin total.

    Ya veo que todo est perfectamente dispuesto replic Miguel y que esta atmsferaes una invencin til porque no slo nos permite respirar, sino que nos impide ser asados.S dijo Nicholl; pero desgraciadamente no suceder lo mismo en la Luna.Bah! repuso Miguel, siempre confiado. Si hay all habitantes respirarn; si no los

    hay, habrn dejado bastante oxgeno para tres personas, aunque slo sea en el fondo de losbarrancos donde su peso lo haya acumulado. Quiero decir que lo subiremos a las montaas, y asse arregla todo.

    Y levantndose, se puso a contemplar la Luna, que brillaba con irresistible resplandor.Cspita! dijo. Y qu calor debe hacer all.Y ten presente respondi Nicholl que el da dura all trescientas sesenta horas..En cambio dijo Barbicane las noches duran otro tanto, y como el calor es

    restituido por radiacin, su temperatura no ser mayor, que la de los espacios planetarios.Bello pas! dijo Miguel. Pero no importa; quisiera estar ya en l. Ah, camaradas,qu curioso sera tener la Tierra por Luna, verla alzarse en el horizonte, reconocer laconfiguracin de sus continentes y decir: all est Europa; all Amrica; y seguirla despus,cuando va a perderse en los rayos del Sol! A propsito, amigo Barbicane, tienen eclipses losselenitas?

    S, eclipses de Sol respondi Barbicane, cuando los centros de los tres astros seencuentran en la misma lnea, hallndose la Tierra en medio. Pero son eclipses anulares, durantelos cuales la Tierra, proyectndose como una pantalla sobre el disco solar, deja ver a su alrededorgran parte de ste.

    Y por qu pregunt Nicholl no hay eclipse total? Acaso no se extiende ms allde la Luna el cono de sombra que la Tierra proyecta?

    S, no teniendo en cuenta la refraccin producida por la atmsfera terrestre; no, s secuenta con esa refraccin. As, por ejemplo, llamemos delta prima a la pareja horizontal, y pprima al semidimetro aparente...

    Adis! exclam Miguel. Ya tenemos otra vez el v subcero elevado cuadrado;hable un idioma que todos comprendamos y deja esa endemoniada lgebra de una vez.

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    Qu bulto ser se? deca Miguel Ardn. Ser algn corpsculo de esos quevagan por el espacio, retenido por la atraccin de nuestro proyectil y que ir a acompaarle hastala Luna.

    Lo que no comprendo respondi Nicholl es cmo el peso especfico de ese cuerpo,que seguramente es muy inferior al del proyectil, le permite sostenerse a su mismo nivel.

    Querido Nicholl respondi Barbicane, despus de reflexionar un instante; no squ objeto es se, pero s perfectamente porqu se mantiene al lado del proyectil.Por qu?Pues simplemente, querido capitn, porque flotamos en el vaco, donde los cuerpos

    caen o se mueven, que es lo mismo, con velocidad igual cualesquiera que sea su forma yvolumen. El aire es el que por su resistencia da origen a las diferencias de peso. Cuando pormedio de la mquina neumtica se hace el vaco en un tubo, los objetos que se han puesto dentro,pajas o plomos, caen todos con igual rapidez. Aqu, en el espacio, la misma causa produceidntico efecto.

    Es verdad dijo Nicholl, todo cuanto arrojemos fuera del proyectil le acompaaren su viaje a la Luna.

    Ah, qu tontos somos! exclam Miguel.Por qu nos aplicas ese calificativo? pregunt Barbicane.Porque podamos haber llenado el proyectil de objetos tiles, como libros,

    instrumentos, herramientas, etc. Lo hubiramos echado fuera, y todo nos hubiera seguido! Peroahora se me ocurre otra cosa. No podramos salir nosotros tambin y lanzarnos al espacio poruna de las lumbreras? Qu placer tan nuevo debe ser encontrarse suspendido en el ter, muchoms cmodamente que un ave, que necesita batir las alas para moverse!

    Es verdad dijo Barbicane, pero cmo nos arreglaramos para respirar?Maldito aire, que falta en tan buena ocasin!Y si no faltara, amigo Miguel, como tu densidad es inferior a la del proyectil, te

    quedars atrs en un momento.

    De modo que esto es un crculo vicioso?Todo lo vicioso que quieras.Y es forzoso permanecer encerrados en el vagn?No hay ms remedio.Ah! exclam Miguel, con un gran grito.Qu te pasa? pregunt Nicholl.Ya s lo que es ese supuesto bulto. No es esferoide ni fragmento de planeta!Pues qu es? pregunt Barbicane.Nuestro pobre perro, el marido de Diana!En efecto, aquel objeto deforme imposible de conocer, reducido a la nada, era el cadver

    de Satlite, aplastado como un odre vaco, y que suba por el espacio obedeciendo el movimientodel proyectil.

    VII

    Un momento de embriaguez

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    As, pues, se verificaba en tan singulares condiciones un fenmeno curioso y extrao,pero no menos lgico y perfectamente explicable. Todo objeto lanzado a la parte exterior delproyectil tena que seguir la misma trayectoria y no detenerse sino con l. Esto dio motivo a unaconversacin que no concluy en toda la noche. Por otra parte, la emocin de los viajeros iba enaumento a medida que se acercaban al trmino del viaje. Esperaban lo imprevisto, fenmenos

    enteramente nuevos y nada les hubiera sorprendido en la disposicin de nimo en que sehallaban. Su imaginacin sobreexcitada se adelantaba al proyectil, cuya velocidad disminuanotablemente sin que ellos lo advirtieran. Pero la Luna creca ante sus ojos, y crean que lesbastaba alargar la mano para cogerla.

    Al da siguiente, 5 de diciembre, estaban los tres en pie a las cinco de la maana. Aquelda deba ser el ltimo de su viaje, si no fallaban los clculos. Aquella misma noche, a las doce, osea dieciocho horas despus, en el momento mismo del plenilunio, deban llegar a tocar el discoresplandeciente del satlite de la Tierra, tocando a su trmino el viaje ms extraordinario de lostiempos modernos. Por lo tanto, desde la maana, y a travs de las lumbreras plateadas con susrayos, saludaron al astro de la noche con una aclamacin de alegra y confianza.

    La Luna marchaba majestuosamente por el firmamento estrellado, faltndole ya muy

    pocos grados que recorrer para llegar al punto preciso del espacio en que deba encontrarla elproyectil. Segn sus propias observaciones, Barbicane calcul que la alcanzara por su hemisferioboreal, donde se extienden llanuras inmensas y escasean las montaas. Circunstancia favorable si,como sospechaba, la atmsfera lunar se hallaba acumulada en las partes bajas.

    Adems aadi Miguel Ardn, una llanura es un sitio de desembarco mucho ms apropsito que una montaa, Un selenita que al llegar a la Tierra encontrara la cumbre delMontblanc o del Himalaya podra decirse que no haba llegado.

    Adems aadi el capitn Nicholl en terreno llano, el proyectil quedar inmvil encuanto llegue en cambio en una pendiente, rodara como un alud, y como nosotros no somosardillas, dudo que saliramos sanos y salvos. De manera que todo va a pedir de boca.

    En efecto, no pareca dudoso el xito de la audaz tentativa; sin embargo, una reflexin

    preocupaba a Barbicane, quien no obstante, la call, para no inquietar a sus compaeros.La direccin del proyectil hacia el hemisferio Norte de la Luna probaba que su trayectoriahaba sufrido cierta modificacin. El tiro, matemticamente calculado, deba llevar la bala alcentro mismo del disco lunar. Si no llegaba all era seal de que haba desviacin. Qu causa lahaba producido? Barbicane no poda adivinarlo ni determinar la importancia de esa desviacin,porque le faltaban los puntos de mira. Esperaba les llevase hasta el borde superior de la Luna,regin ms favorable para la llegada.

    Sin comunicar sus temores a sus amigos, se limit Barbicane a observar frecuentemente laLuna, procurando ver la direccin del proyectil si modificaba. Porque la situacin seradesesperada si el proyectil, errando el blanco y pasando del disco lunar, se lanzaba a los espaciosinterplanetarios.

    En aquel instante la Luna, en vez de parecer plana, dejaba ya ver su convexidad. Si el Solla hubiera herido oblicuamente, habran podido distinguirse muy bien las sombras proyectadas,sus elevadas montaas, as como bocas de sus crteres y las caprichosas fallas que surcan susextensas llanuras. Apenas si divisaban esas grandes manchas que dan a la Luna el aspecto de unrostro humano.

    Rostro, pase deca Miguel Ardn, pero lo siento por la amable hermana de Apoloque tiene la cara llena de viruelas.

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    Entretanto los viajeros, tan cerca ya de su objet, no se cansaban de observar aquel nuevomundo. Su imaginacin los conduca a comarcas descocidas; ya crean trepar a picos elevados, yadescender a extensos circos. Se figuraban ver ac y acull mares inmensos contenidos apenas poruna atmsfera enrarecida y ros que les llevaban su tributo desde las montaas. Inclinados sobreel abismo esperaban sorprender los sonidos de aquel astro, eternamente mudo en las soledades

    del vaco.Aquel mismo da les dio recuerdos palpitantes y anotaron hasta los ms insignificantespormenores. A medida que se acercaban al trmino se apoderaba de ellos una vaga inquietud, quehubiera sido mucho mayor, de saber ellos cun escasa era su velocidad, la cual, sin duda, lespareci suficiente para llegar al punto deseado. Y era porque entonces casi no pesaba ya elproyectil. Su peso disminua continuamente y deba reducirse a la nada en aquella lnea en que,neutralizndose las dos atracciones, terrestres lunar, haban de producir efectos sorprendentes.

    Sin embargo, y a pesar de sus cuidados, Miguel Ardn no se olvid de preparar elalmuerzo con su habitual puntualidad. Comieron con buen apetito aquel excelente caldopreparado a la llama del gas y aquellas carnes en conserva, rociadas con buenos tragos de vino deFrancia. A propsito de esto dijo Miguel que los viedos lunares, calentados al sol ardiente,

    deban de producir vinos generosos, dado que existieran, por supuesto. De todos modos elprevisor francs no se haba olvidado de llevar entre sus paquetes unas cuantas de aquellaspreciosas cepas de Medoc y de la Cote-d'Or, que pensaba aclimatar en la Luna.

    El aparato de Reiset y Regnault segua funcionando con su exquisita precisin. El aire semantena en estado de pureza perfecta; ninguna molcula de cido carbnico resista a la potasa;y en cuanto al oxgeno, deca el capitn Nicholl, era seguramente de primera calidad. El pocovapor de agua encerrado en el proyectil templaba la sequedad del aire y, muchas habitaciones dePars, Londres y Nueva York y muchos teatros no se encontraban en tan buenas condicioneshiginicas.

    Mas para que el aparato funcionase con regularidad, era preciso cuidar de que semantuviera en buen estado; por eso todas las maanas examinaba Miguel Ardn los reguladores

    de salida, probaba las llaves y regulaba en el pirmetro el calor del gas. Todo marchaba bienhasta entonces y los viajeros, imitando al digno J. T. Maston, empezaron a adquirir ciertaredondez, que los hubiera puesto desconocidos al cabo de unos cuantos meses de encierro. Enuna palabra, hacan lo que los pollos cuando estn enjaulados: engordaban.

    Mirando por las lumbreras, divis Barbicane el espectro del perro y los diversos objetosarrojados fuera del proyectil, que les acompaaban obstinadamente. Diana exhalaba melanclicosaullidos al ver los restos de Satlite, que permanecan tan inmviles como si descansara en tierra.

    Saben, amigos mos deca Miguel Ardn, que si uno de nosotros hubierasucumbido al golpe de la salida los dems se hubieran visto apurados para enterrarle, o ms bieneterarle, puesto que aqu el ter reemplaza a la tierra? Su cadver acusador nos habra seguidopor el espacio como un remordimiento!

    Triste cosa seria! dijo Nicholl.Ah! respondi Miguel. Lo que yo siento es no poder dar un paseo por fuera.

    Qu placer sera flotar en ese ter radiante, baarse, revolcarse en esos rayos puros de sol! SiBarbicane se hubiera acordado de traer una escafandra y una bomba de aire, me habraaventurado a salir y hubiera tomado actitudes de quimera y de hipogrifo en lo alto del proyectil.

    Pues bien, querido Miguel respondi Barbicane, no hubieras hecho mucho tiempoel hipogrifo, porque a pesar de tu traje de buzo, el aire contenido en tu cuerpo te habra hechoreventar como una bomba o como un globo que se eleva demasiado en el aire. As, pues, no

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    sientas nada, y ten presente que mientras flotemos en el vaco has de privarte de todo paseosentimental fuera del proyectil.

    Miguel Ardn se dej convencer hasta cierto punto, conviniendo que la cosa era difcil,pero no imposible, palabra que jams pronunciaba.

    Se vari la conversacin, pero sin que sta decayera; los amigos advertan que en aquellas

    condiciones brotaban las ideas en los cerebros como las hojas en los rboles al primer calor de laprimavera.Entre las preguntas y respuestas que se cruzaban, plante Nicholl una cuestin que no

    poda resolverse fcilmente.Hasta ahora dijo no hemos tratado sino de ir a la Luna, l