AMBER GUINNESS HEREDERA DE UN APELLIDO DE LEYENDA EN EL MUNDO DE LA CERVEZA, NOS RECIBE CON SU

MARIDO EN SU FABULOSA VILLA DE LA TOSCANA

Los Guinness son una de las dinastías del Reino Uni-do más importantes de la Historia y una de las quince familias más ricas que la propia Reina de Inglaterra

«Siempre supe que mi familia era muy conocida, ya que, en cada bar, había un anuncio con mi apellido, pero eso no tuvo

un gran efecto en mi vida»

Amber y Matthew (derecha) po-san en una de las terrazas de la casa, que tiene impresionantes vistas del paisaje de la Toscana, la primitiva Etruria y más tarde conocida como Tuscia, que debe su nombre a los tuscos. Desde los etruscos y los romanos, pa-sando por los Medici, los Agnelli o los Guinness, esta tierra siem-pre ha sido, a lo largo de la His-toria, refugio de poderosas fami-lias Arriba, vista de la villa ilumi-nada al anochecer. Los jardines fueron diseñados por Jasper Guinness, padre de Amber e hijo de Jonathan Guinness, tercer

barón de Moyne

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Matt, amante de la literatura latinoamericana —habla un perfecto español, ya que su madre es argentina—, fotografiado junto a su mujer, con un vestido «vintage» de los años treinta que compró en el mercadillo londinense de Portobello Road. Al lado, uno de los cuartos de invitados. Todo el mobiliario ha sido diseñado por la madre de Amber, la reconocida interiorista Camilla Guinness, un referente del estilo «boho-chic» en el mun-do de la decoración. Derecha, vista de uno de los rincones del salón principal que con-

ducen a la gran terraza

«Mi padre, que hizo esta casa con tanto esfuerzo y cariño, murió en 2011, por lo que estar aquí es siempre maravilloso, ya que era su lugar en

el mundo»

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CORRÍA el año 1989 cuando Jas-per Guinness —miembro de la

dinastía cervecera e hijo de Jonathan Guinness, tercer barón de Moyne, e Ingrid Wyndham— y su mujer, Ca-milla, encontraron por casualidad una pequeña casa abandonada sobre una colina del valle del Chianti, en la Toscana, desde donde se aprecia-ban los más fabulosos paisajes reple-

tos de ordenadas hordas de cipreses. Como sucede con el amor a primera vista, y casados desde hacía solo cua-tro años, sabían que habían encon-trado un lugar para disfrutar de la vida como a ellos más les gustaba: rodeados de la belleza de verdes e idílicos paisajes y la calidez de un clima donde rara vez se oculta el sol. Pero había mucho trabajo por hacer

para poder convertir esa casa en un verdadero hogar.

Así, poco a poco, como si de un tercer hijo se tratara, fueron restau-rando y ampliando la propiedad. Jas-per se ocupaba de diseñar los jardi-nes, mientras su mujer, Camilla —con quien tuvo dos hijas, Amber, que nació en 1989, y Claudia, que llegó en 1992—, pensaba y delineaba

los interiores. Una tarea en la que no solamente estuvieron involucrados decenas de albañiles, sino también muchos de los amigos de la pareja, que durante su visita a la Toscana ayudaban a derribar algún muro, pintar algunas paredes o plantar pe-queños árboles. Ahora, años des-pués, precisamente Amber Guinness

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Amber pertenece a las nuevas generaciones de la aristocracia británica y acaba de celebrar su primer aniversario de boda: «Matthew me propuso matrimonio sobre un

acantilado»

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Al lado, comedor con vajilla de cerámica española, en tonos verdes y azules, hecha en Cadaqués para el matrimonio. La cristalería es de Murano. Sobre esa foto, vista general del salón, decorado con un to-que de vibrantes colores. «Soy muy afortunada por haber crecido en un lugar en el que, en cada rincón, sobresale el talento de mis padres», asegura Amber, novena generación de la famosa dinastía cervecera, a la que vemos con su marido, precisamente, en un ambiente de esta

zona de estar

«Una de las cosas más bonitas que heredé de mi padre es una colección de retratos de mi bisabuela y sus hermanas, que les hizo el gran Cecil Beaton, y que tengo en

mi casa de Londres»

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La bisabuela de Amber era la famosa escritora Diana Mitford, que, junto con sus famosas y excéntricas cin-co hermanas, eran autén-ticas celebridades en la vida social británica en los

años treinta

y su marido, Matthew, que acaban de celebrar su primer aniversario de boda, reciben a ¡HOLA! en este idílico lugar, con el recuerdo del padre de Amber siempre presente. La historia familiar se remonta al año 1755, cuando el irlandés Arthur Guinness fundó una fábrica de cerveza al sudoeste de Dublín. Pero los Guinness no solamente se han dedicado a fabricar cerveza, sino que también en-traron en la banca, la política y la Iglesia. Por esta razón, a muchos de sus miembros les fueron otor-gados importantes títulos nobiliarios por su lealtad a la Corona durante los reinados de la Reina Victo-ria y de su nieto Jorge V, entre ellos, el condado de Iveagh, las baronías de Moyne y de Ardilaun y los baronetazgos Guinness de Ashford y Guinnness de Castle Knock. Nadie puede negar que han sido de las pocas familias en la historia del Reino Unido que ingresaron por la puerta grande en la Corte

de St. James. Ahora, Amber, su descendiente, his-toriadora y cocinera «amateur», nos habla de lo que significa pertenecer a una de las dinastías bri-tánicas más importantes de la Historia y tener un apellido de leyenda en el mundo de la cerveza.

SER UNA GUINNESS

—Amber, ¿cómo fue crecer siendo una Guin-ness?

—Realmente, no me afectó en particular. Aun-que siempre supe que mi familia era muy conocida porque, en cada bar, había un anuncio con la cer-veza que lleva mi apellido. Pero eso no tuvo un gran efecto en mi vida. Por supuesto que me siento muy afortunada de pertenecer a una familia tan unida y con una gran historia como la mía. Nos encanta reunirnos cada vez que podemos, pues disfrutamos mucho estar juntos.

—Una de tus bisabuelas fue Diana Mitford, una de las seis famosas hermanas Mitford, que repre-sentaron una saga que marcó toda una época…

—Ella fue una mujer con una vida muy intere-sante. Las hermanas Mitford marcaron toda una época y un estilo de vida. Todas eran bellísimas y muy inteligentes. Efectivamente, Diana Mitford fue la madre de mi abuelo Jonathan Guinness, lo cual siempre me pareció fascinante. Sin duda, es un pri-vilegio ser una de sus descendientes, por lo que, desde muy niña, me devoré todos los libros de su hermana Nancy Mitford: son novelas divertidísimas y muy graciosas. Esos libros fueron una de las obse-siones de mi infancia y, realmente, leerlos fue muy enriquecedor.

—¿Qué representa esta casa para ti?—Muchas cosas, pues ha sido mi hogar durante

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El matrimonio, en la coci-na, donde Amber se ha de-dicado a experimentar y a crear sus mejores recetas, que ha reunido en el libro que lanzará el próximo año. Arriba, terraza princi-pal, en la que los Guinness organizan divertidas vela-das durante el verano y que está decorada con cientos de pequeñas lu-ces. Derecha, la mesa, dis-puesta para almorzar, con

una vista de película

El famoso «Libro de los récords» fue idea del director general de Guinness. Desde la publicación del primer volumen, en 1955, se han vendido más de 130 millones de co-pias en más de cien países diferentes y ha sido traducido a más de veinticinco idiomas

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más de la mitad de mi vida. Cursé en Italia toda mi educación hasta la Secundaria, por lo que esta casa es, definitivamente, el hogar de mi in-fancia. Por lo tanto, volver a ella siempre es maravilloso y siempre es-toy feliz de pasar unos días aquí. Mi padre, quien hizo esta casa con tan-to esfuerzo y cariño, murió en dos mil once, por lo que volver siempre es maravilloso, pues esta casa era su lugar en el mundo. Además, puedo disfrutar del fantástico jardín que él diseñó y en donde paso horas leyen-

do o, simplemente, contemplando la vista.

—¿Así es que tu padre planeó y diseñó los jardines en la casa?

—Sí, y mi madre se ocupó de de-corar todos los interiores.

LA COCINA, SU MAYOR PASIÓN—¿Cómo nació ese amor por la

gastronomía?—Mi madre es una excelente co-

cinera y a mi hermana y a mí siem-pre nos enseñó a cocinar, desde que

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La casa, de 2.500 metros cuadrados construidos, tres grandes terrazas y seis dormitorios, se alza en una colina del valle del Chianti, a cien kilómetros de Florencia,

rodeada de viñedos y con impresionantes vistas

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Cuartos de invitados. El de la imagen izquierda está decorado con un tram-pantojo pintado por artistas de la zona. Siempre que va a la Toscana, Amber, que pasó la mitad de su vida en Italia, tiene una intensa agenda so-cial. A la derecha, acabándose de re-tocar, en su cuarto de baño, para ce-nar en casa con un grupo de invitados

Amber está emparentada con Georgi-na Spencer, quinta duquesa de Devon-shire, antepasada de la princesa Dia-na y de la duquesa de York, cuya apa-

sionante vida fue llevada al cine

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éramos muy pequeñas. Así como era de estricta para hacer los deberes, también lo era cuando cocinábamos. Siempre nos decía lo importante que era ser una buena anfitriona, porque esa es una gran manera de decirle a alguien que es importante para ti.

—Entre tus próximos proyectos está publicar tu primer libro de recetas.

—En este momento estoy en el proceso de probar, cotejar y escribir todas mis recetas. Creo que lo publi-caré el próximo año.

LA CHICA MÁS HERMOSA DE LA FIESTA

—¿Cómo y dónde conociste a Matthew, tu marido?

—A mediados de dos mil catorce, en la boda de mi prima Molly Guin-nes. «Eres la chica más hermosa de la fiesta, así que me gustaría bailar con-tigo», me dijo con una gran sonrisa. Yo me quedé paralizada, pues real-mente tuvo una actitud muy atrevida. Pero, en el fondo, eso fue lo que me hizo fijarme en él y aceptar bailar al-

gunas canciones. Su llegada a mi vida fue como un rayo de luz que me ha hecho muy feliz. Todo fue muy rápi-do. Nuestra segunda cita fue durante unas vacaciones en Escocia. Al año de aquel segundo encuentro, me propuso matrimonio sobre un acan-tilado, en Cornualles, y nos casamos dos años y dos días después de la pri-mera vez que nos vimos, en la boda de mi prima.

Realización y texto: RODOLFO VERA CALDERÓN

Fotos: ANDREA SAVINI

Arthur Guinness, antepasado de Amber y fundador del imperio, en 1755, tuvo veintiún hijos y, a día de

hoy, los Guinness son 700 de familia

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