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REVISTA DE EDUCACIÓN AMBIENTAL

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DirectorioRen Chargoy Guajardo Editor Emilia De la Sienra Servn Violeta Torres Rodrguez Oscar Hernndez Neri Vctor Lpez Garca Citlali Hernndez Jimmez Consejo de Redaccin Liz Fonseca Carren Diseo Grfico Roberto Sarquis Fingerhut Bruno Bresani Texeira Fotografa

Los Ambientalistas Revista de Educacin AmbientalC Ren Chargoy Guajardo

Prohibida la reproduccin parcial o total por cualquier medio, sin autorizacin escrita del titular de los derechos. Foto portada Tord Anderson La edicin de este nmero fue financiada por la Universidad Autnoma de la Ciudad de Mxico, a travs de la Coordinacin de Servicios Estudiantiles, al haber sido seleccionada esta propuesta en su Tercera Convocatoria de Proyectos Estudiantiles, marzo 2009. Impreso y hecho en Mxico, 2010 Impresin Grams Diseo e Impresin Tiraje 500 ejemplares

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ndicePresentacin Educacin ambiental: rumor de claroscuros Cibercultura, Ingeniera social, e investigacin en Desarrollo Ambiental Siete pasos para la danza de la pedagoga ambiental Qu es la educacin ambiental? El arte como nuevo maestro en la sustentabilidad Comunicacin y ambiente. De la informacin meditica a la comunicacin interpersonal como generadora de conciencia ambiental Aspectos Jurdicos del cambio climtico y los mercados de carbono en Mxico La CONABIO Institucin dedicada al conocimiento de la biodiversidad mexicana Directorio de imagen 5 6 21 31 41 49

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PresentacinLa educacin ambiental es crianza amorosa, por lo tanto no sirve para tomar el control de absolutamente nada. Quienes se abocan a ella lo hacen para desprenderse, as sea momentneamente, de los motivos del ego, surgidos de la adiccin al poder, la seguridad y la aprobacin. Son Ambientalistas porque de entrada su vida cotidiana se rige por la belleza y su relacin estrecha con la naturaleza est carente de emociones txicas como la culpa y la vergenza. Los Ambientalistas no son seres extraordinarios o desequilibrados para los estilos de una vida moderna, simplemente se abren espacios para llenar el presente con nuevas conductas que no daen el entorno. Sus decisiones para potenciar al infinito la vida los compromete a no limitarse a reaccionar o a practicar un denuncismo desdichado que muy poco ayuda al cambio. Esos seres generosos, primero con ellos mismos; no lucran, no van en pos del prestigio o de la trascendencia por el hbito de la fuerza, y s invierten grandes cantidades de energa para que las heridas de la naturaleza, algunas muy severas, empiecen a sanar y desaparezcan. Intentan, aunque nada les garantice lograrlo, comprender el camino de la naturaleza para llegar a apreciarlo todo. Algunos de ellos, llevan consigo creencias acerca de lo correcto y lo incorrecto, podran estar equivocados, pero en el trayecto recomponen, indagan, retoman, inventan y ajustan su percepcin. Se funden con lo que aman. Hay un dejo de certeza en las convergencias. Los Ambientalistas estn horriblemente lejos de ser el ideal. Su compromiso no es con lo que t quieres o con lo que otro desea. Las luchas, exigencias y necesidades son colectivas. Buscan expresarse de manera creativa, pretenden expandir con autenticidad el conocimiento acerca del ambiente, se muestran inquietos por compartir nuevas interrogantes y plantean respuestas inesperadas. Advierten que la razn es una mnima parte de la complejidad en la que estamos inmersos todos, sin distincin sistmica: unidad que se oculta en la diversidad. Como bien dice Walt Whitman, nunca habr otra perfeccin que la de ahora. Y en este tiempo que es presente eterno cumplamos los propsitos de la educacin ambiental, y en ese andar transformemos las experiencias con calidad de conciencia, que el mundo exterior de circunstancias y relaciones lo reflejar. Los Ambientalistas es el nombre de esta revista de educacin ambiental que, despus de incidentados cruces que aletargaban su aparicin, finalmente se muestra tal como la miran: desenfadada, crtica, multidisciplinaria evidente o sutil, con puntos suspensivos para conectarse con sus lectores, tambin ambientalistas o al menos en apariencia, cuya unidad de conciencia puede tener un efecto transformador. Lo que sigue son agradecimientos que fluyen. Liberadoras gracias a todos los que aportaron a plenitud para cristalizar este proyecto editorial: a los amigos autores de los artculos y ensayos, a los creadores de imgenes, a la mujer que orden vectores y fuentes tipogrficas, a quienes pasaron laminas y tintas por poderosas mquinas digitales, a los que gestaron los dineros para destrabar la publicacin, y muy especialmente a la Universidad Autnoma de la Ciudad de Mxico, una institucin de educacin superior que en el fondo tiene la misin de hacernos felices y escolarizados. Lo mismo un reconocimiento al Programa de Posgrado en Educacin Ambiental de la misma UACM, que empez a romper en m el hechizo de la separacin. Slo quiero sealar que si por ahora Los Ambientalistas no est impresa en papel ecolgico o reciclado es porque las monedas palidecieron, frente a los costos. Pero esta deuda con la congruencia ser cubierta lo ms pronto posible, o bien que los propios ambientalistas nos lo demanden. Estamos en circulacin. Estamos de estreno. Las palabras-molculas, aqu ilusoriamente contenidas, se reparten a cuantos ojos lectores nos quieran descubrir. La educacin ambiental es un estado de alegra. Vayamos despiertos y alertas a los encuentros que disuelvan las fronteras entre lo humano y lo natural. El Editor

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Educacin ambiental:

rumor de claroscurosJavier Reyes Ruz*

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Educacin ambiental: menos pasado que futurovirtuosa, a pesar de sus muchos defectos, para jugar un papel fundamental en el futuro. Millones de acontecimientos la han ido tallando trabajosamente a travs de varias dcadas, aunque quiz todava no posea una consistencia slida ni cuente con una memoria meticulosa sobre lo recorrido; sin embargo, aqu sigue: como objeto de pensamiento, como motivo para la accin. Debemos aceptar que la educacin ambiental subsiste no slo por el mrito propio de afanarse por obtener un lugar en la historia y por construir su porvenir, sino porque hoy el deterioro ecolgico es mucho ms que un monstruo que se infiltra en las pesadillas

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ugando con palabras de Eliseo Diego (1993), con las que se refiere a Rubn Daro, podramos afirmar que ms de tres dcadas son tiempo suficiente para saber si una tendencia educativa es capaz de resistir ms de tres dcadas. Y si lo es ser por algo, a menos que nos haya embaucado a todos, en cuyo caso merece por ilusionista un homenaje mayor, y nosotros tambin el nuestro, el que corresponde a unos perfectsimos inocentes. En este sentido, se puede decir que en el intenso trfico de la historia de la educacin ha habido tendencias efmeras, no obstante, entre stas, la educacin ambiental no ha deambulado como fugaz fantasma, pues durante ms de treinta aos, ha mostrado, a mi entender, capacidad de resistencia, pero sobre todo una naturaleza

* Miembro del Centro de Estudios Sociales y Ecolgicos A.C. y profesor - investigador de la Maestra en Educacin de la Maestra en Educacin Ambiental de la Universidad de Guadalajara.

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Los Ambientalistas colectivas y ha llegado a ser una tiniebla real que nos acecha y que nos obliga a educarnos y a educar a otros para enfrentarla, para no darle el carcter de sombra pasajera. En este contexto, la educacin ambiental sobrevive porque sigue siendo til, dado que en ella no ha predominado la intencin de resolver problemas entonando lamentos ni jugando al pregonero de los horrores ecolgicos, sino que ha ido desplegando sentidos, ideas, instrumentos y la terquedad necesaria para enarbolar un prolongado aliento abierto al futuro. Es decir, la educacin ambiental ha superado, me parece, el peligro de convertirse en un cadver prematuro que slo vio la luz en algunos eventos dignos de memoria; ha sobrepasado el riesgo de sufrir el encapsulamiento acadmico o de ser tan intil como un corazn sin cuerpo. Como el inagotable, y a veces caprichoso, caleidoscopio social no es afecto a los esparcimientos sencillos, la premisa de la que parte la educacin ambiental (la necesidad de reeducarnos frente a la naturaleza y frente a nosotros mismos) es interpretada de mltiples maneras, por lo que brota una dispora de i) explicaciones sobre el origen de los problemas; ii) de horizontes deseables a los cuales llegar; iii) de rutas que deben transitarse. La divergencia, ineludiblemente, implica disputas recurrentes (por lo dems legtimas y normales), al interior del campo. Y las interpretaciones de tales forcejeos a veces abonan a la claridad y en ocasiones hacen ms vaga la imagen de lo que pasa en el terreno de la educacin ambiental. Y si tal masa multicolor en la que se ha convertido la educacin ambiental se viera en el espejo, ste le devolvera una imagen de algo que s existe, aunque sus contornos y confines seran borrosos y le sustraeran nitidez al retrato, pues esta corriente educativa ambiental tiene un semblante mvil, escurridizo, difuso, adems de cargado de zurcidos y fisuras. Es un hecho que en el espejo no habra silencio, y s un intenso vaivn de acciones en ebullicin, unas que se esfuman otras que se vuelven huellas. En este artculo, lejos de intentar una diseccin fina (o un involuntario destazamiento burdo) sobre tales diferencias, sealo, desde una perspectiva personal, algunos puntos que caracterizan y le dan identidad al campo de la educacin ambiental. Lo aqu escrito es ms el resultado de mis observaciones personales y del enriquecimiento adquirido a partir del dilogo con educadores que me han enseado a ver a la educacin ambiental no slo como un campo de conocimiento, sino como un territorio donde los sentimientos no son afnicos.

El espritu de la educacin ambientalEl acta de nacimiento de la educacin ambiental no existe, porque las fechas no coinciden y hay serias dudas sobre la paternidad (atribuible, para algunos, a la pulcra burocracia internacional; para otros a un mestizaje impo entre la ciencia y algunas prcticas contraculturales). Sin embargo, hay indicios de que comparte la sangre con el cansancio por los autoritarismos (burdos o velados y de cualquier signo); con la resistencia a que el planeta calce botas militares; con el rechazo a ese templo del fastidio y anfiteatro de la creatividad que es la escuela; con la divulgacin de la idea de que debajo de cualquier color de piel o de creencias el corazn humano late igual en todos; con la defensa de que los altos sueos tengan sustratos libremente diferentes. Es decir, la educacin ambiental, especialmente en Amrica Latina, comparte el rbol genealgico con los movimientos sociales que durante la segunda parte del siglo XX combatieron contra la supresin de la esperanza, contra las pesadillas envueltas en confort y publicidad, contra la monotona social; movimientos que entreabrieron ventanas para sealar que el futuro no poda

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restringirse a dos escenarios: el capitalismo salvaje o el socialismo brbaro. La EA tiene, entonces, una infancia ligada a los conjuros contra una inercia poltica, de izquierda y de derecha, que le zurca la boca y los prpados a la gente para asfixiarla de docilidad y mansedumbre, por las buenas o las malas. Con el surgimiento de la educacin ambiental se le dio carta de naturalizacin al rechazo de que el alma y el cuerpo del planeta tengan dueo; naci con ella el aguafiestas del festival del absurdo al que nos ha llevado una sociedad que, por presumir un espritu moderno, roza algo tan antiguo como el suicidio, gracias a la mecnica precisin con la que va metiendo a los ecosistemas en graves riesgos que no sabemos ni nombrar. En su defensa por la vida, la EA ha intentado detener el juego de las mutilaciones y deshacer una larga coleccin de pequeas muertes. En su andar se ha cuidado, no siempre con xito, de no impregnarse del color del desastre ecolgico, sino que pretende exhalar un aliento de esperanza frente al incierto horizonte del futuro; de no hacerlo as, habra empujado al precipicio el sentido ms profundo de la educacin: que las transformaciones sociales son posibles. Por otro lado, la historia de la educacin ambiental, a pesar de que su pasado camina con ella, no es una hebra en la que se vayan ensartando captulos consecutivos, pues no ha tenido, ni tendr, una evolucin lineal y ascendente, aunque s ha logrado transitar de un balbuceo modesto a un discurso decidido. Sus progresos, por encima de los vaivenes, han evitado que hoy sea una escenografa educativa sin sustancia; y a pesar de sus avances, quiz su capital actual no est asentado slo en las respuestas que genera ni en su obstinacin por orientar a las sociedades a otros intereses y motivaciones, a otros referentes y escenarios; sino en el terco cuestionamiento sobre lo que hemos

hecho mal como sociedad para estar araando la situacin lmite en lo ambiental. La obstinacin de la pregunta ha conducido a recapitulaciones crticas sobre el papel de la educacin en la trama de las crisis social y ecolgica. Contagiada por su propio espritu positivo, la educacin ambiental elude convertirse en tierra balda, por tal razn prefiere la incertidumbre del futuro que la reta (y que, por ende, le pone frente a s la posibilidad de renovar sus sentidos) por encima de las caricias que le brinda la memoria por las huellas positivas impresas hasta ahora. Por esta razn, la EA brinda la sensacin de que es ms futuro que pasado. Entre los mritos alcanzados est la conviccin de que: i) resulta inconveniente la monogamia entre la educacin ambiental y las ciencias naturales, pues los enfoques complejos invitan a visiones multidisciplinarias; ii) es indispensable superar la idea de que la EA se remite a adornar la currcula con materias (por dems extirpables) vinculadas a lo ambiental; iii) las actividades extraula son necesarias, no obstante resulta intil agotar en ellas el acercamiento a la naturaleza; iv) las dinmicas, los juegos y los materiales didcticos entretienen y pueden ser adornos seductores, aunque no bastan para generar solidez pedaggica. En este mismo sentido, la educacin ambiental busca: i) enlazar la pluralidad en un solo aliento, pero no para uniformarla sino para soplar ms fuerte; ii) dar relevancia al gran valor de lo pequeo, pues ah descansa la base de la vida, y sin el aporte de lo ms imperceptible lo ms conmovedor de las grandezas naturales y sociales no sera posible; iii) defender que lo viejo no es un obstculo para lo nuevo, ni en el terreno de los conocimientos (de ah la revaloracin de los saberes ancestrales) ni en lo tecnolgico (no se rechazan los avances de la tcnica; sin embargo, s se cuestiona el compulsivo afn por instrumentalizar todas las expresiones de la vida).

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Debilidades y contradiccionesSi bien la educacin ambiental se ha preocupado, ms en la actualidad que en sus orgenes, por crear sistemas de evaluacin, considero que en este momento no hay lugar para la balanza exacta. Ello no es obstculo para sealar algunas de las deficiencias y confusiones que tienen peso significativo en muchas de sus prcticas. El positivo espritu de la educacin ambiental expresado en el apartado anterior no ha podido impedir vnculos con enfoques conservadores atrapados en la proteccin de los ecosistemas, en la ingeniera social, en la escuela convencional, en la visin urbano-industrial, en la entronizacin del positivismo, en la alta valoracin al enciclopedismo o en el catastrofismo ecolgico como prdica rudimentaria. Y no es infrecuente que como consecuencia de estos raros maridajes de enfoques, de estas extraas mixturas de teoras de un lado y prcticas del otro y de tales contradicciones espectrales (no siempre producto de posiciones acomodaticias o mal intencionadas, sino fruto de la ingenuidad de quienes impulsan proyectos), la educacin ambiental termina pariendo engendros de cara amable. Y derivado de ello, y que es lo ms grave, esta corriente educativa termina siendo una protesta tibia y no un himno de insurgencia y rebelin, es decir, se convierte en una plataforma de discursos firmes y radicales, aunque prcticas dbiles cargadas de bisutera o reproductoras de las convenciones educativas predominantes. Comparto, en esta lnea, el sealamiento de Gutirrez (2006) en el sentido de que destacan en los discursos y prcticas de la EA algunos rasgos de autismo, inocencia y filantropa; falta de perspicacia, dbil capacidad de presin, escasa credibilidad y capacidad de conviccin.

La educacin ambiental, por lo tanto, est habitada no slo por experiencias y proyectos actuales y de vanguardia, sino tambin por viejas visiones (las cuales no es que regresen, sino ms bien es que no se han ido) que poseen la cndida idea de seguir luchando contra contextos que se extinguieron dcadas atrs. La renovacin de la educacin ambiental, que implica superar lo anterior, exige el ineludible desarrollo de la praxis (articulacin de la prctica con la reflexin); pero esto se ha dificultado porque los intelectuales con frecuencia tratan a palos a las expresiones prcticas y como respuesta quienes ejecutan proyectos de promocin descalifican a quienes elaboran teora, acusndolos de querer desatar nudos con abstracciones hermticas. Una consecuencia lgica de este desencuentro es que los proyectos locales y prcticos se convierten en voces sintetizadas incapaces de renovar discursos y estrategias operativas, y los tericos acomodan las luces que generan en lugares donde son intiles; y ms que un dilogo de sordos crece un silencio denso que se clava en ambos lados. En materia pedaggica, la EA ha sido terreno con frecuencia ms abonado por las intuiciones que por conocimientos indiscutibles sobre el proceso de enseanza aprendizaje. Esto es debido a que muchas experiencias de educacin ambiental se retuercen sobre s mismas, sin levantar la mirada a otros campos de la educacin y el conocimiento. Y con ello abonan el peligro de convertir al campo en punto ciego, en habitacin sin ventanas ni resquicios. Y ninguna experiencia educativa vuela sola; sin otras alas queda condenada al cautiverio. Sin embargo, abrir el dilogo exige una seguridad y una madurez que la educacin ambiental todava no tiene a plenitud, aunque tampoco la conseguir sin ste. Por otro lado, esta tendencia educativa tambin ha sido infectada por una mediocridad que no duele, pero que vaca las horas, que hace fila frente a la banalidad y embota al campo; mediana que

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impide traspasar los umbrales importantes que permiten que un campo de conocimiento se consolide. Desde luego, ello no ha llevado al naufragio, si bien puede conducir a una navegacin sin faro y sin viento, y a extender las manchas de inmovilidad en el mapa del campo. Una de las mayores debilidades de la educacin ambiental, es que aunque ha extendido la sensibilizacin y el conocimiento sobre los problemas ecolgicos ha sido poco capaz de generar procesos sociales que culminen en la formulacin de polticas pblicas emanadas de los actores locales. Sin la perspectiva del impacto poltico, la educacin ambiental queda en el territorio del encantamiento, de los buenos deseos y nobles ideales, de los hechizos que generan transformaciones impensadas, pero no penetra la compleja realidad que debe enfrentarse. No se trata de una debilidad escasamente abordada; sin embargo, lo realizado hasta ahora para superarla est lejos de responder al tamao del lamento al respecto.

subjetivas y no la somnolienta conjugacin impersonal; y lo hacen as porque han encarnado proyectos sembrados con pasin en la vida real, lo cual los acerca ms al esclarecimiento del mundo. Son individuos o grupos que se mueven por la energa que les da el aprendizaje tanto de las experiencias derrotadas como proyectos que son verdaderos destellos entre las sombras de la mediocridad o de la inercia. En el campo de la EA se percibe el aliento de una boca colectiva, proveniente de una comunidad de educadores que con silenciosa terquedad y segura fibra defiende un principio bsico que la une: contribuir a que la vida sea, como dice Saramago, una orquesta que no deje de tocar. Estos educadores ambientales entienden, hoy mejor que nunca, que ningn movimiento social puede sobrevivir con las campanas enterradas y que se requiere darle a la EA visibilidad pblica y centralidad poltica. Hay tambin educadores ambientales monotemticos y monodisciplinares, cargados de voluntarismo ingenuo, enredados en la autorreferencia, llenos de candor poltico, doctorados en discursos catastrofistas, mezquinos como nadie, dbiles sin necesidad, de insuficiente imaginacin y de desnutrida sagacidad; pero ello no es una sorpresa, todo campo educativo no puede dejar de ser, en cierta forma, un espejo de lo que somos como sociedad.

La gente que hace la educacin ambientalLas educadoras y educadores ambientales son, en general, personas generosas a la hora de tejer y destejer discursos, dispuestas a desplegar su capacidad, sin importar su nivel intelectual, para debatir en el espeso olor de las ideas. Y muestran conviccin a fin de no doblar las alas frente a un contexto abrumador, tanto en lo ecolgico como en lo poltico-social. Es decir, son ciudadanos que sudan para poder soar, que se atarean en el presente para dibujar futuros ms abiertos. La experiencia, al menos la ma, muestra que el buen educador ambiental no es el que posee los ms altos grados acadmicos, sino quienes han acumulado un ancho caudal de vivencias personales, de experiencias de apuracin y gozo; que hablan usando visiones

El futuroEn el futuro, como reflejo de los mltiples timbres de sus voces, la educacin ambiental podr tener una esencia nmada, pero no errtil. No le corresponde ser una recolectora de xitos, sino un fabricante de puertas a la esperanza de mejores escenarios. Atisbar nuevos indicios, explorarlos, enriquecer lo pasado para evitar que se muera, cabalgar con conviccin aunque sea a lomos de lo incierto es obligado destino para cualquier tendencia educativa que busque persistir.

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Los Ambientalistas Pero una de las muchas formas que adquiere el suicidio de una corriente de pensamiento es la de acurrucarse en la inercia de la edad. Dormirse no es difcil o quedarse en un estado de duermevela de los buenos deseos. En tal sentido, la EA debe cuidar mantenerse como emblema de la terca lucha, como velero que fragua su propio viento. La educacin ambiental espera extender sus races en la espesura de sus das futuros, aunque no haya condiciones para prometer trazos precisos en el horizonte ni mucho menos un final feliz.

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Educacin ambiental o educacin para el desarrollo sustentable?1

Esta pregunta sobrevuela a un campo de conocimiento y de prctica educativa que est en pleno proceso de consolidacin. Dicho sobrevuelo a veces resulta slo una sombra, en ocasiones aterriza y se planta en el debate y en otras es ignorado. Ser necesario darle continuidad al esfuerzo por generar una respuesta? Depende, si el intercambio de ideas pone como horizonte el enriquecimiento del campo y analizar las polticas de financiamiento, la continuidad del debate ser redituable; pero si la discusin gira solamente sobre un asunto nominal o se convierte en la arena para ventilar antagonismos polticos o acadmicos, entonces los resultados sern escasamente frtiles.

Es un hecho que la historia futura de la educacin ambiental no estar determinada solamente por el debate aludido, pero resulta indispensable que en l estn expresadas las distintas posiciones polticas que existen en el campo. As, frente a esta disputa me parece indispensable sealar aquellos elementos que se han venido convirtiendo en principios centrales (con frecuencia ms de la teora que de la prctica, pero no por ello dejan de aportar a la identidad del campo) de la educacin ambiental en Amrica Latina2. Con ellos, como parte del capital social de la EA, hay que abordar la interlocucin con otros enfoques.

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El debate sobre la conveniencia de hablar de educacin ambiental o educacin para el desarrollo sustentable surge a mediados de los noventa a partir de los esfuerzos de la UNESCO por impulsar el segundo trmino. La cumbre de Johannesburgo acenta la discusin. Para ms elementos al respecto se recomienda revisar el artculos de Gonzlez Gaudiano (2005 y 2006), citados en la bibliografa. Para tener un panorama general sobre la evolucin y contribuciones de la educacin ambiental en Amrica Latina puede revisarse el artculo de Esteva (2004) incluido en la bibliografa.

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Desde luego, considero que todos estaremos de acuerdo en que, por encima de la importancia de tal debate, est la urgencia de dar respuesta a un mundo en crisis donde lo humano es motivo de persecucin y en el que, como dira Neruda, los bosques viven enlutados y el mar cae como gota ardiendo.

Esto sea dicho con el afn de enfatizar que debatir si es mejor hablar de educacin ambiental o hablar de educacin para el desarrollo sostenible, no es una muestra de pueril entretenimiento acadmico (aunque bien podra quedar en ello); es ms bien parte de una lucha social por asignarle significado al sentido de la educacin. Debatir ambos trminos debemos verlo como una oportunidad para evitar que las visiones hegemnicas hagan crecer su latifundio en las formas de nombrar las prcticas sociales; es una ocasin propicia para oponerse a la legitimacin de los enfoques gerenciales de la educacin; es una circunstancia favorable para resistirse a que nuestros imaginarios se conviertan en sucursales de las nfulas cosmopolitas; es una posibilidad para negarse a ser tierra dcil a la pretensin de imponer el monocultivo de los nombres y de las ideas. Por ello es importante que esta discusin no se d desde una visin elitista y slo en la pompa jabonosa del establishment acadmico. Tenemos que llevarla a otros mbitos para discutir, en el marco de la pluralidad, cul es el futuro de la educacin ambiental que nos imaginamos colectivamente. Optar y defender un trmino no es un asunto de caprichos nominales, sino de una discusin sobre las ideas que sustentan dichos trminos. La intencin es darle sustancia a los nombres, confrontar las distintas posiciones y, ms que un bautizo generalizado para nuestras prcticas, ubicar las convergencias que hagan posible el desarrollo del campo. Hay algo que podemos afirmar, al menos por ahora: este debate que hoy vivimos no es un punto de llegada, ni tampoco de quiebre, sino una oportunidad para repensar lo discutido y de sacudirse la tentacin de hacer de lo consensuado una doctrina. Si esta discusin, que desde hace unos aos se viene dando de manera intermitente, no es un definitivo sitio de arribo ni un paraje de quiebre, debemos aprovecharla para posicionarnos personal e

La necesidad del debateTodos sabemos que a un movimiento social se le conoce no slo por su particular estilo de alzar la voz en el mundo, por su trayectoria, por sus frutos y banderas; tambin se le identifica por su manera especfica de nombrar las cosas, pues a travs de las palabras se construyen las identidades y se toman opciones para explicarnos la realidad. Como dice Grijelmo (2002), las palabras no slo significan, tambin evocan. Por eso, el nombre que le damos a nuestras prcticas no es asunto trivial, tiene que ver con los argumentos, con las emociones, con la memoria, con las identidades. Cuando entran en juego las trayectorias personales y colectivas, las experiencias y las huellas, las cargas sentimentales, las intenciones finales, no puede ser indistinto llamarle a una prctica social de un modo o de otro. En este contexto, resulta obvio que no es lo mismo nombrar de una o de otra manera a lo que hacemos, es necesario sopesar distintos elementos para optar. Inclinarse por una o por otra forma de asignar nombres no significa descalificar o vilipendiar lo otro, pero s marcar diferencias. Las palabras, en este sentido, nos ayudan a delimitar el territorio socio-poltico del que nos sentimos parte. Nos evocan, sin necesariamente explicitarlo, historias comunes, otras palabras compartidas, aspiraciones colectivas. Es decir, las palabras tienden vnculos y nos dan identidad, nos posicionan frente al mundo junto a unos individuos, y nos marcan cierta distancia con respecto a otros.

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Los Ambientalistas institucionalmente, pues creo que lo que ms dao le hara al campo es una generalizada postura de oportunidad o una actitud alcahueta de que todo es vlido a nombre de la pluralidad. corrientes? Qu elementos de nuestro repertorio terico y prctico no debemos estar dispuestos a perder en el dilogo con otras tendencias y ante la posibilidad de otros posibles nombres? Considero que buscar las respuestas a tales interrogantes nos permite impedir que el activismo nos adormezca la memoria y que otras corrientes ejerzan una influencia que nos lleve a desdibujar lo construido en las dcadas anteriores en la educacin ambiental. Para organizar la presentacin de tales ideas-fuerza o principios los he aglutinado en cuatro categoras: i) Dimensin poltica; ii) Dimensin pedaggica; iii) Dimensin tica; iv) Dimensin sobre el paradigma de conocimiento. De ms est decir que tales principios no han surgido como resultado de la espontaneidad o de las ocurrencias; son producto del esfuerzo que han realizado en el campo de la educacin ambiental organizaciones de base, grupos civiles e intelectuales, quienes al conformar un movimiento social han aportado prcticas y reflexiones al campo y se han resistido a adoptar acrticamente corrientes pedaggicas que se muestran, a la vez, vestidas con encajes cosmopolitas y desnudas de realidad. Hoy, frente al temor de presenciar un proceso de despolitizacin y de prdida de fuerza en la perspectiva crtica de la educacin ambiental, conviene recordar algunos planteamientos defendidos en buena parte de la literatura tcnica y en los discursos de muchos educadores ambientales latinoamericanos. Los principios que a continuacin menciono los he obtenido de la revisin de literatura relacionada con: la educacin popular ambiental, la ecopedagoga o pedagoga de la Tierra, el ambientalismo crtico, la ecologa poltica, y de autores como Augusto ngel (2002), Joaqun Esteva (1997, 2004), Enrique Leff (1994, 2000, 2002), Moaccir Gadotti (2002), Gonzlez Gaudiano (1999, 2000, 2003), Elosa Trllez (2000, 2002), entre otros.

Educacin ambiental: diversidad y esenciaExisten recuentos sobre la historia de la educacin ambiental en Amrica Latina (dos buenos ejemplos son Gonzlez Gaudiano, 1999; y Esteva, 2004) en los que se reconoce que existen mltiples enfoques discursivos y una considerable diversidad de prcticas. Desde luego, esta diversidad no es privativa de Latinoamrica y la relacin con tendencias de otras latitudes han enriquecido el panorama de la EA de nuestra regin geogrfica; en tal sentido cabe reconocer la significativa variedad de enfoques en este campo, como lo seala Sauv (2005) y de todas las posibilidades que la pluralidad deja abierta para el futuro. En este contexto, se ha llegado a sealar que no existe una sino varias educaciones ambientales. Pero tal pluralidad, convertida muchas veces en dispersin, no ha impedido que haya una bsqueda intencionada por construir ideas-fuerza que le den identidad, al menos terica, a este campo. En este artculo, pretendo ubicar cules son los principios que caracterizan y le dan esencia a una educacin ambiental que asume una perspectiva crtica. Con este intento, y cabe enfatizarlo, evidentemente no busco construir una visin idlica y mucho menos universal de la EA, tampoco crear una especie de prescripciones a seguir; lo que persigo es destacar aquellos principios que le permitan a la educacin ambiental dialogar con la educacin para el desarrollo sostenible, o con otros enfoques, desde una postura explcitamente definida para ubicar contrastes y convergencias. Pretendo tambin abordar las preguntas: cules son los principios que los educadores ambientales deberamos defender ante otras

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Se trata de diez postulados que pretenden condensar parte medular de lo que se afirma como el ideal de la educacin ambiental; obviamente la lista de principios puede ser muy amplia (obtuve ms de treinta en una primera revisin), pero resultara poco funcional, para los objetivos de este artculo, incluir un largo elenco. Es evidente que entre dichos autores y corrientes hay diferencias tericas y polticas, pero considero que comparten una posicin fundamentadamente crtica sobre la educacin. Cabe reiterar que los principios que a continuacin se enumeran no necesariamente se estn llevando a cabalidad y con xito a la prctica, afirmar lo contrario sera una ingenuidad, pero son elementos de orientacin relevantes para muchos proyectos. Y como referentes que nos han dado identidad cabe, al menos esa es mi postura, destacarlos y defenderlos. Ms que hacer una descripcin de cada principio, sealo algunas consecuencias de que se diluya la perspectiva crtica con la que fueron construidos cada uno de ellos. De esta manera en el artculo se trata de definir tambin hacia dnde ira la educacin ambiental si se da un proceso de debilitamiento terico y poltico como resultado de la influencia de otros enfoques.

modelo social prevaleciente. Pero cuando se diluye esta perspectiva crtica, se corre el riesgo de impulsar una educacin ambiental que en lugar de asumirse discrepante frente al orden establecido, plantee cambios sin radicalidad social, donde el discurso gire alrededor de las graves consecuencias del deterioro ecolgico o de algn elemento parcial, pero sin cuestionar en su integridad el modelo de desarrollo prevaleciente ni darle el mismo peso a la sustentabilidad social que a la ecolgica. Sin la crtica poltica, la educacin ambiental terminara aceptando la imposibilidad de construir sociedades distintas a las actuales, y asumira una posicin determinista que le negara a las fuerzas sociales contestatarias la viabilidad de detener el predominante espritu de los tiempos. Con ello, obviamente, ablandara sus demandas de cambio social para asumir un idealismo frvolo que acotara las aspiraciones de transformacin a una serie de reacomodos en el marco del predominante modelo econmico que adquirira, bajo esta lgica, el carcter de nico e invencible. Otra posible consecuencia, muy distinta por lo dems, que se deriva de la dilucin de la crtica poltica, es que los discursos educativos se llenaran de un romanticismo estril que promueve la fantasa de un espectacular cambio social a partir de las transformaciones personales, y se olvidan, o al menos quieren hacerlo, de la existencia de la profunda injusticia social y las marcadas inequidades econmicas. En tal sentido, el discurso educativo anuncia el advenimiento de un paraso verde construido bajo la conduccin de las fundaciones empresariales y los gestos sociales de buena voluntad. Con una perspectiva poltica empobrecida, la educacin ambiental aspirara a convertirse en una especie de teletn para los ecosistemas, es decir, en un masivo ejercicio de caridad y no en un esfuerzo por cambiar la realidad en un sentido ms integral. Una educacin ambiental que asuma una dbil crtica poltica perdera tambin la capacidad y el inters por desmontar pblicamente la justificacin ideolgica del poder establecido;

Dimensin polticaEn lo poltico, de acuerdo con las orientaciones y los autores citados, la educacin ambiental debe intencionadamente buscar ser: 1. Transformadora y emancipadora. 2. Cuestionadora, explcita y disruptiva. 3. Constructora de ciudadana poltica. Estos postulados, que se confrontan a las visiones conservacionistas y tecncratas, se fundamentan en un cuestionamiento de fondo al

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Los Ambientalistas ocultara las responsabilidades diferenciadas de la depredacin; y promovera la idea perversa de que urge modificar los comportamientos sociales con respecto a los ecosistemas, pero sin alterar de manera sustantiva la estructura del poder. En lugar de disruptiva, la EA quedara en una postura simplemente discrepante absorta en una inconformidad trivial. Una educacin ambiental as, tendera a deslizarse hacia la ambigedad semntica; terminara haciendo un llamado a la banalidad discursiva y prctica; y se anquilosara en lo polticamente correcto, arrellanndose en la comodidad institucional y acicalando la idea de que el ciudadano ideal es el que consume responsablemente y no el que se organiza para demandar, ante el excesivo poder del mercado por un lado y del Estado por otro, el derecho a un ambiente sano. Ambos principios comparten una posicin antifatalista; el apocalipsis ambiental no es destino ineludible. Todava es posible despojar a la vida de la visin instrumental a la que ha sido sometida y construir una renovada visin en la que sea una festiva dispora de posibilidades, no limitadas a lo econmico. Pero si en esta dimensin tica la educacin ambiental diluye o pierde la perspectiva crtica, favorecera un simulacro en el que se circunscriba el ensanchamiento de la responsabilidad humana a la relacin con los ecosistemas (muchas veces restringido a la naturaleza espectacular), dejando fuera o en segundo lugar la necesaria renovacin profunda del sujeto moderno para que ste priorice tanto el cuidado de la vida como las transformaciones de la estructura social en busca de la solidaridad humana y la justicia, es decir, que se convierta en un agente moral (Sosa, 2001) capaz de prever la consecuencia de las acciones, formular juicios de valor y elegir entre diferentes vas de accin ambiental. Por lo anterior, la extensin de los mrgenes de la responsabilidad social exige una revisin amplia que rebasa a una tica cmoda y de oportunidad caracterizada por expresiones de conmiseracin o lstima hacia las dems formas de vida. Sin una tica ambiental construida con una perspectiva crtica, la educacin ambiental sera slo un instrumento de divulgacin de las campaas glamorosas, astutas e hipcritas que han puesto de moda los mecenazgos y el marketing con causa verde, como lo ha sealado, entre otros, Vicente Verd (2003). Sin una perspectiva crtica, la EA terminar promoviendo, siguiendo las ideas de Baudrillard (2000), esa forma de cinismo fundamental que es la voluntad del espectculo y la ilusin, en el que ms que la sustancia de las buenas causas y de los hechos significativos importa la magia del efecto, el xtasis de la simulacin. Los principios ticos, si debilita su perspectiva crtica, muy probablemente se limitaran al mbito de lo privado y de lo individual y slo al plano de lo deseable. Ello provocara el grave

Dimensin ticaEntre mltiples principios ticos, ubicados en los autores y la literatura revisada, hay dos que destacan; en ellos se establece que la educacin ambiental debe ser: 1. Generadora de iniciativas solidarias y de responsabilidad compartida. 2. Promotora de la vida para que sea considerada como primer valor. Con el segundo enunciado se plantea que la educacin ambiental tiene que ampliar los mrgenes de la responsabilidad humana, y generar un compromiso de respeto hacia la naturaleza; con ello se asume que nuestra especie no debe desvincularse de las otras si pretende preservarse en el largo plazo. Esto le exige hacer de lo ambiental una parte sustantiva de la cultura y ver al territorio no slo como un objeto de propiedad, sino como un espacio vital de interaccin ecolgica.

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error de desligar a la tica de la poltica, dejando a la primera, como afirma Villoro, en lo abstracto y sin referencia a las fuerzas reales. Con ello se renuncia a incidir en una realidad marcada por lo social, y nos llevara a una educacin ambiental tipo new age que le da la espalda a los conflictos polticos y reduce su quehacer a la, importante pero insuficiente, dimensin de la psicosfera. Es decir, las dimensiones comunitaria y de especie son indispensables para la tica, pues como sealan ngel y ngel (2002), es la cultura y el contexto social ms que las actitudes personales lo que provoca los problemas ambientales, aunque es en el comportamiento individual donde se da el soporte de la tica. Desde la perspectiva de una educacin ambiental crtica, la tica debe tener sus fundamentos en una clara postura de disrupcin en muchos de los campos de la actividad humana; por lo tanto, esto tambin exige promover las evaluaciones morales sobre la ciencia y la tecnologa, lo cual las hara perder su falsa calidad de expresiones neutrales del desarrollo humano. Un precepto central en una tica ambiental crtica es, aceptando la necesaria transformacin de los ecosistemas por los humanos, ponerle lmites culturales a la intervencin humana en los ecosistemas; lmites que no se fundamenten slo en los criterios de la ciencia y la tecnologa, y consideren tambin la sustentabilidad social y el repertorio de valores ambientales. Frente a la idea generalizada de que estamos hurfanos de un proyecto de futuro y sobreprotegidos por los placebos de la modernidad (o hipnotizados por ellos), la tica ambiental se constituye en un referente central para la renovacin. Y cuando la tica se liga con la educacin, sta debe ser no slo un espacio de exhortaciones abstractas para un buen comportamiento ambiental, sino que tambin debe sentirse interpelada y en consecuencia repensarse crticamente tanto en sus aspectos pedaggicos como en sus fines ltimos.

Dimensin del paradigma del conocimientoDos principios que en el terreno del paradigma del conocimiento se asumen por las expresiones crticas de la educacin ambiental, sealan que sta debe ser: 1. Impulsora de la reforma del pensamiento. 2. Constructora del enfoque de la complejidad y de un modelo de conocimiento relacional y dinmico. Estos dos postulados parten de la necesidad de la deconstruccin del conocimiento predominante y la consecuente construccin de conocimientos que respondan a los muy complejos contextos problemticos a los que se busca dar respuesta. Tanto lo primero como lo segundo no ser posible si la EA elude una postura crtica que alimente ambos procesos. La prdida o el debilitamiento de tal postura, conducira a considerar la crisis del pensamiento exclusivamente como un asunto de la epistemologa y de la metodologa de construccin del saber ambiental. Con ello atenuara el cuestionamiento a la autoridad social de la ciencia (y a su aplicacin hegemnica), se abandonara la crtica profunda a la que debe someterse al espritu cientfico por su visin instrumental para favorecer la explotacin de la naturaleza y de las mayoras sociales, y se hara una separacin ingenua entre saber y poder. En este sentido, tambin dejara de cuestionarse de manera explcita la contribucin que las ciencias sociales hacen al mantenimiento del status quo al explicarlo y justificarlo con frecuencia, en lugar de asumir un mayor compromiso por remediarlo, como sealaba Bourdieu. Por otro lado, una educacin ambiental acrtica dejara de enfatizar la necesidad de que la ciencia y la tecnologa busquen

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Los Ambientalistas menos el conocimiento de las leyes bsicas de la naturaleza para incrementar el dominio humano sobre sta y explore, en el sentido de una estrategia adaptativa (Maya y Maya, op. cit.), las formas de fortalecer los equilibrios dinmicos que los ecosistemas poseen. En otra lnea, una educacin ambiental polticamente displicente no se opondra a que los sectores dominantes se apropien, para su beneficio poltico y econmico, de los resultados de un nuevo saber ambiental fundamentado en el dilogo de saberes. Porque la construccin dialgica, participativa y horizontal del conocimiento no garantiza, sin la justicia social, la equidad econmica y la democracia poltica. Y en este marco los nuevos saberes pueden convertirse en otro instrumento para la legitimacin y el lucro de quienes hoy dominan en las sociedades. El saber ambiental puede llegar a ser el producto de la confluencia de la pluralidad de cosmovisiones que habitan el planeta, pero con una EA sin una perspectiva crtica se facilitara que tal pluralidad juegue slo el papel de insumo, pero no de copartcipe del usufructo del saber construido. Pero si la EA pierde la perspectiva crtica en esta categora, terminara reduciendo lo pedaggico a la teora de la enseanza y le quitara el carcter profundo de campo de reflexin sobre la visin teleolgica de la educacin y sobre el tipo de sociedad, de estado, de ciencia, que se desean construir. Con una educacin ambiental as, se privilegiara una visin educacionista, la cual asegura que la educacin es el motor del cambio social y que entonces basta educar bien para que la sociedad cambie, perdiendo de vista, muchas veces de manera dolosa, las condicionantes econmicas, polticas y sociales. Sin la perspectiva crtica la EA diluira el enfoque complejo de lo ambiental y lo reducir, como hoy sucede, a una problemtica derivada de la tecnologa, de los comportamientos individuales y del crecimiento demogrfico. Se daran procesos de adoctrinamiento ms que de construccin de caminos distintos para entender la sustentabilidad, en los que la pluralidad poltica y la diversidad cultural tuvieran derecho de piso. Asimismo, la incorporacin de la espiritualidad y las emociones al proceso educativo (adems, como sugiere Leff. 2002), del conocimiento singular, subjetivo y personal), sin perspectiva una crtica, terminaran como elementos insustanciales de una rgida institucionalizacin y de una mstica vaca de contenido social. En el terreno especfico de la educacin formal, el debilitamiento de la perspectiva crtica, acarreara la permanencia de lo ambiental ligado a las ciencias naturales y no como un discurso de interpelacin a todas las reas de conocimiento, y tambin al arte, para hacerlas partcipes en la edificacin de formas ms creativas y menos belicosas de abordar al mundo. Sin crtica se dificultara an ms el sufrido trnsito hacia la incorporacin en los diseos curriculares del pensamiento y los mtodos de la complejidad. Sin una perspectiva crtica la educacin ambiental puede quedar atrapada en una propuesta pedaggica innovadora en sus

Dimensin pedaggicaLa educacin ambiental con una perspectiva crtica asume como principios: 1. Colaborar en la reconversin del sistema educativo y en la regeneracin de los procesos de enseanza aprendizaje. 2. Propulsar la transdisciplina y la vinculacin de lo ambiental con otros asuntos globales (poblacin, paz, derechos humanos, gnero). 3. Articular la espiritualidad, el dilogo intersubjetivo y las emociones a los procesos educativos.

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contenidos y en su instrumental didctico, pero incapaz de avanzar hacia una currcula que impida la aceptacin y el refuerzo de las desigualdades sociales existentes. En este sentido, se ha llegado al absurdo de pensar que los colegios y universidades de elite son los que mejor educacin ambiental hacen porque sus estudiantes tienen un decente comportamiento ecolgico, aunque la pedagoga ambiental con la que se impulsa ste no vincule en absoluto la sustentabilidad con las dimensiones sociales y polticas.

Una EA acrtica asumira, por ejemplo, un constructivismo insulso que lejos de promover una relacin estrecha entre la transformacin del medio sociocultural y ambiental, por un lado, y los procesos de aprendizaje, por otro; impulse a los sujetos de la educacin a aprender a adaptarse al medio, con sus inequidades predominantes, ms que a buscar la transformacin.

Conclusiones

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Desde mi perspectiva, y considerando la historia de otras corrientes educativas (como la educacin permanente, la educacin de adultos, la educacin para el consumo), emanadas de los organismos internacionales, el surgimiento de la educacin para el desarrollo sostenible puede significar, en el mejor de los casos, un complemento funcional, o en el peor, un contrapeso a la visin ms progresista de la educacin ambiental en Amrica Latina. Lo segundo, fundamentalmente, porque existe el peligro de que la EDS neutralice o diluya el sentido de movimiento social que la EA viene construyendo y se quede en un enfoque educativo que provoque, en los hechos, la burocratizacin en la atencin a los problemas, la centralizacin y una institucionalidad acartonada. Con lo anterior no significa, para nada, que asuma una visin complaciente de lo que sucede hoy en materia de educacin ambiental en Amrica Latina, de hecho ya aqu apuntadas algunas de las debilidades que sta posee. Pero tales deficiencias pasaran a ser asunto menor si adems se llega a imponer una perspectiva en la que el carcter crtico se diluya o se pierda. Basta esto ltimo para que, como trat de explicarlo, se deriven una serie de consecuencias negativas en lo poltico, lo tico, lo paradigmtico y lo pedaggico en la teora y en la prctica de la educacin ambiental.

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Espero que sean los educadores ambientales, no slo sus idelogos ms destacados, quienes contribuyan a establecer, con mayor claridad y profundidad que este apretado ejercicio, lo que nos toca defender, lo que debemos negarnos a ceder en la educacin ambiental que hemos construido; de tal manera que reafirmemos nuestras posturas y demostremos que no damos giros caprichosos por el solo hecho de que cambien los vientos institucionales, por las novedades nominales o por el vaivn de las modas discursivas. No hay necesidad de esfuerzo ni originalidad para ser pesimista en estos das, el extravo ambiental y una especie de paisaje de los escombros ecolgicos nos envuelven hasta sin salir de casa. Pero en medio de las aprensiones existen movimientos que nos invitan a sonar alarmas, a romper inercias, a recuperar sentidos y a abrirle pasos al futuro. Entre stos se encuentra la educacin ambiental que, como hemos visto, lejos de enarbolar un discurso utilitario (separa la basura, ahorra agua) se inscribe en la construccin de opciones sociales que parten de una crtica profunda a un estilo de vida, empujado por la violenta locomotora de la irracionalidad capitalista y la seductora meloda del consumismo compulsivo. La trayectoria de la educacin ambiental muestra que sta es de carne y hueso, por ello posee claroscuros derivados de las virtudes y las limitaciones de los mundanos actores sociales que la han venido construyendo, pero su espritu y futuro es algo ms que la suma de los esfuerzos, es un llamado a entretejer lazos vitales, a la perseverancia y a la sabidura, al talento humano para imaginar mejores futuros.

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Cibercultura, ingeniera social e investigacin en desarrollo ambientalJess Galindo Cceres*

PresentacinEl progreso parece un tren sin freno, todo lo que implica est construido con una vocacin de expansin. Los principios constructivos de su actuacin son innegociables, todo lo que tocan lo transforman, su horizonte es siempre amplio y cargado de posibilidades. Admirable su trayectoria. Pero no tiene paciencia, ni tolerancia, ni piedad. A su paso ha dejado destruccin, pobreza, inmovilidad. Los detonantes de su accin suponen una gran cantidad de informacin y energa. El progreso es creativo, impetuoso, audaz. Pero tambin voraz, arrogante, irrespetuoso.

La ciencia se ha puesto a su disposicin, ste se da el tiempo de atenderla y promoverla. Nuevas religiosidades han nacido por su iniciativa, las viejas religiosidades han resistido pero han terminado doblegndose. A veces parece no tener lmite ni final, se renueva con gran vigor y astucia. Es la coartada perfecta para promover el bienestar, la paz, la convivencia, pero tambin para auspiciar la corrupcin, el despotismo, la tirana. Bajo su cobijo el terror ha adquirido nuevos rostros, pero tambin la esperanza. He ah un sistema de informacin eficiente en su duplicacin, en poco tiempo se ha extendido por buena parte del planeta, y lo restante se conmueve bajo su accin. Qu hacer? Hacia dnde continuar? Cules son los nuevos caminos por configurar?

* Doctor en Ciencias Sociales. Coordinador del proyecto Ingeniera Social de la Comunicacin en la Universidad Intercontinental. Promotor del grupo Hacia una Comunicacin posible. Miembro de la Red Deporte, Cultura y sociedad. Miembro de la Barra de Promotores Culturales 3D2.

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I

Ingeniera social y cibercultura

Por una parte aparece un campo de problemas y preocupaciones, el medio ambiente, el desarrollo sustentable, el bienestar social. Por otra, est la presencia contundente de la llamada globalizacin, con sus imgenes del progreso, del desarrollo, de la riqueza. Pero tambin hallamos un montn de perspectivas encontradas, mirando desde diversos puntos de vista, con referentes distintos, con estrategias y conocimientos tcnicos dispares. Y ms all la gente, la mayora, los que viven da a da, los que reciben las acciones directas de los poderosos, o sus efectos. Una multitud de actores, discursos, situaciones. Y un mundo. Cmo se est desenvolviendo este conglomerado? Qu alternativas tiene hacia el futuro? Cules son las condiciones para que se imaginen posibilidades en conjunto? La ingeniera social puede ser una respuesta. Esta perspectiva constructiva propone observar con cuidado las diversas formas en que se asocian los seres humanos, y los rendimientos y costos de ellas. Ese objeto de representacin permite inducir los procedimientos por los cuales ciertas formas de asociacin son ms eficientes que otras en ciertas circunstancias, a partir de ciertas condiciones. Como sea, su problema bsico es averiguar cmo se juntan y separan los seres humanos en convivencia, y aplicar ese conocimiento a situaciones que requieren ajustes en ese sentido. De lo que se trata es de dar respuesta a las demandas de vida social en conflicto, en anomia o en dficit. Todo puede ser bastante sencillo o muy complicado. Las visiones sobre las situaciones en riesgo pueden venir de distintas fuentes, todos los actores sociales tienen su propia versin de lo que sucede, los sistemas de informacin posibles para representar las situaciones y trayectorias necesitan atender a esos diversos puntos

de vista. Y lo ms complejo, la ingeniera social necesita ser eficaz para promover el contacto y la comunicacin entre los participantes de las situaciones. De otra manera el sistema particular estar movindose slo por efecto exterior, y su fortaleza, en cierto momento, depende de su capacidad de autogobierno. Es este ltimo punto el que liga el inters de la ingeniera social con la ciberntica y la cibercultura. Toda perspectiva de accin, de intervencin necesita visiones, mapas conceptuales que guen su percepcin, su sentido de lo que observa y diagnostica. Eso es lo que le aporta la sociociberntica a la ingeniera social. Se trata de entender cmo se asocian los seres humanos, en situaciones concretas, haciendo un catlogo descriptivo de los recursos y formas de orden en que eso sucede. Y por otra parte, inferir los principios generales que estn detrs. Con ellos se puede avanzar con economa de movimientos en un diagnstico especfico, y en el diseo y estrategia de trabajo para modificar, reforzar, inhibir, crear, patrones de asociacin. Una visin ordenada de todo ello es necesaria. La sociociberntica aporta esa visin ordenada. El problema es que est an en un periodo emergente, y no tiene toda la informacin que la ingeniera requiere. De hecho van en paralelo, alimentndose una a la otra. La ciberntica viene desenvolviendo un programa de investigacin desde los aos cuarenta del siglo veinte. Ah se trataba de concebir a los sistemas en sus procesos de generacin y regeneracin, de emergencia, subsistencia, crecimiento y expansin. Muchas configuraciones en el cosmos pueden ser miradas como sistemas, de hecho el cosmos puede ser configurado bajo principios sistmicos. El caso es que la vida, y la vida social, pueden ser miradas como formas sistmicas.

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Los Ambientalistas Por tanto, pueden ser observados los mecanismos por los cuales se gobiernan y se dirigen a ciertos objetivos. As nace la sociociberntica, observando esos procesos y mecanismos en la vida social, en las formas de asociacin humana. Y en su versin de segundo orden incluye la perspectiva de autoorganizacin sistmica, la capacidad reflexivo-constructiva de ciertos sistemas, como los sociales. El elemento ms sinttico de esta perspectiva est en la cibercultura. Aqu las formas de construccin de la vida social, la cultura, se miran desde su configuracin autoorganizativa, desde su estructura reflexivo-constructiva. Todo sistema social, es decir todo grupo social, toda colectividad, adems de ser construido en sus horizontes de posibilidad de accin, por diversos aparatos y campos constructivos de la percepcin, el conocimiento y el sentido, puede modificar su estructura, su matriz cultural, por su competencia reflexiva y autoorganizadora. En ciertos espacios esta cualidad se inhibe, en otros se desarrolla. En general est presente por lo menos en forma potencial si de forma social estamos hablando. Y de no ser as puede ser incorporada mediante ciertos procedimientos, los cuales son conocimiento tcnico de la ingeniera social. La cibercultura permite a la ingeniera social un eje articulador de su accin. Focalizndose en la reflexividad constructiva, y en las formas particulares de la asociacin, se puede diagnosticar y ordenar un plan de accin sobre una situacin concreta en ciertos contextos concretos. El mundo social a la par que es conocido, es desdoblado en sus operaciones constructivas, sobre las cuales se puede modificar, reforzar, inhibir o crear convivencia social.

II

Ingeniera social, comunicacin y desarrollo ambiental

La cibercultura tiene cinco principios constructivos: contacto, interaccin, conexin, vnculo y comunicacin. En cierto sentido son cinco fases del fenmeno de la comunicacin. El elemento bsico en configuracin son los sentimientos, como la matriz elemental de la vida cognitiva en lo social. Cada principio corresponde a una fase de configuracin de la complejidad social. La fase menos desarrollada es la del contacto, y la ms desarrollada es la de la comunicacin. En el contacto lo que se inicia es el proceso de organizacin intersubjetiva. Nada es posible si no se presenta el contacto, la percepcin primera del otro, la situacin ms simple de la convivencia, estar juntos en el punto uno del gradiente. En la interaccin no basta con estar en contacto, se verifica un primer grado de la sociabilidad, una ejecucin de rdenes en el

sentido de la percepcin y la atencin a lo que el otro hace, para actuar en consecuencia. La interaccin se cumple un programa de asociacin, en tal situacin A acta de tal manera y B en tal otra. La situacin no entra an en una modulacin por s misma, est determinada desde el exterior y con anterioridad, un ritual, una actuacin con guin preestablecido. En la conexin aparece la conciencia de la situacin, la necesidad de ella, la intencin de mantener el contacto y la interaccin por inters particular en la situacin y en el otro. La afectividad aflora y con ella la complejidad sentimental, los participantes de la asociacin desean mantenerla por encima de la convencin, del acuerdo, de la norma. Aqu aparecen la simpata, la amistad, el erotismo.

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En el vnculo la evolucin del contacto, la interaccin y la conexin llegan al extremo de la intencin y la actuacin en el sentido de mantener la relacin pase lo que pase, con un ingrediente ms, cada miembro de la asociacin asume la responsabilidad de cuidar y proteger al otro, de atenderlo en sus necesidades, en sus limitaciones. El compromiso aparece, la vida social queda afuera, la asociacin emerge como un elemento reconfigurador de la institucin y la norma, por mantener el vnculo incluso ser ir en contra de lo establecido, la necesidad del otro y la correspondencia son constituyentes de la asociacin. Aparece el amor y las formas superiores de la afectividad, la percepcin del contexto se agudiza debido a las necesidades de informacin para mantener la relacin. En la fase siguiente, la comunicacin, se agrega un componente que har de la relacin un generador de vida social, un reconfigurador consciente de la situacin y de la trayectoria, as como del contexto cercano y a veces lejano, la creacin. Los miembros de la situacin se comprometen a construir la vida a partir del vnculo que los une, se comprometen a evolucionar, a mejorar, a desarrollarse, en una palabra a complejizarse y complejizar al mundo. Las cinco dimensiones de la comunicacin son la base del desarrollo de la cibercultura en sociedad. La ingeniera social necesita primero identificar los elementos componentes en cada situacin sobre la que trabaja, y en segundo lugar ser capaz de intervenir para promover, inducir, sembrar, reforzar, reordenar, para impulsar procesos de autoorganizacin en el sentido de la cibercultura y la comunicacin. En toda situacin aparecen los cinco principios constructivos, y las cinco fases de la comunicacin. El ingeniero social identifica la calidad y presencia de ellos en las situaciones

en las que interviene. El programa de accin depende de la matriz de informacin que se explicite sobre el sistema social particular en su composicin y organizacin en cibercultura y comunicacin. Cuando la comunicacin es muy simple la cibercultura tambin, cuando es compleja la cibercultura lo mismo. El ingeniero es un diagnosticador de cibercultura y de comunicacin, y sobre todo un operador, un agente de su desarrollo y complejizacin. En el caso del desarrollo ambiental la situacin es de lo ms compleja. La complejidad consiste en la presencia del medio natural a la situacin social. El medio natural tiene sus propias reglas de configuracin, sus propios principios y operadores. De ah que sea necesaria la ciberntica ecolgica, o ciberecologa. En los dos planos que se estn mencionando, el de la naturaleza y lo social, puede aplicar la perspectiva ciberntica, la visin de sistemas. Lo que sucede es que todo se torna ms complejo. Pero esto sucede en principio por la visin desde el exterior. El cientfico, el ingeniero, miran la situacin y la observan en una gran complejidad. Pero desde el interior, desde los actores sociales de la situacin ecolgica, puede no ser as. Y este es un gran problema. En un escenario el ingeniero acta como portador de la visin compleja que tiene que hacer comn con los actores directos. En otro escenario slo es portador de la noticia, y sern los actores los que metabolizarn a su ritmo y condiciones las noticias sobre la complejidad de la situacin. En un tercer escenario el ingeniero slo promueve la cibercultura, la reflexividad, y sern los actores los que se movern o no a la complejidad segn su propio momento de organizacin. Los tres escenarios pueden derivar en otros. Lo que se trata de mostrar aqu es que la situacin ecolgica general del desarrollo sustentable, del desarrollo ambiental, es de suya muy compleja, pero tambin puede ser muy complicada, debido a las condiciones de desarrollo de la cibercultura y la comunicacin.

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III

Investigar en desarrollo ambiental. Representacin y accin

De acuerdo a una ingeniera social fundamentada en la sociociberntica, los tres modelos de operacin de un proyecto pueden ser el de accin, el de interaccin y el de enaccin. El primero es el ms conocido en el mundo de la ciencia aplicada: alguien expresa un problema social, el ingeniero llega, diagnostica, elabora un plan de accin, se verifica, y luego se evala para hacer ajustes. Siempre se trabaja desde el exterior para tener un efecto en el interior del sistema estudiado e intervenido. En este caso los sistemas de informacin permiten construir representaciones del estado inicial, y hacer seguimientos del efecto programado en los mismos sistemas, y al final tener resultados, productos. Medicin de eficiencia y eficacia. Es el caso de campaas sanitarias, electorales, de programas de desarrollo social, de programas de inversin pblica, de mercadotecnia. En el caso del desarrollo ambiental estaramos hablando del impacto que ciertas actividades humanas tiene sobre el medio natural, y el efecto de ese impacto sobre el desarrollo social. En el caso de la interaccin, la exterioridad y la interioridad de los dos elementos involucrados tienen membranas permeables. Por una parte, y desde un inicio, la interaccin con los actores sociales es la clave en la construccin de los sistemas de informacin. Por otra, se requiere de la mejora en el sistema de comunicacin de la comunidad o grupo afectables, para de ah promover una mejor cultura de informacin que haga tender a todo el sistema social hacia la complejidad, y a una interaccin compleja con el medio natural, el medio ambiente. Como se pude apreciar aqu es donde la cibercultura y la comunicacin son las plataformas de todo el movimiento promovido por la ingeniera social. En ningn caso es previsible lo que resultar, no se opera sobre productos, se induce un proceso que llevar a una autoorganizacin del sistema general, en

la interaccin de todos los elementos en una mejor y ms compleja cultura de comunicacin, reflexiva y constructiva, cibercultura. El tercer modelo en realidad no lo es, no lo es en el sentido que queda cerrado al primero y que acepta en parte al segundo. Esta propuesta se mueve desde la ciencia cognitiva ms desarrollado en la actualidad. La enaccin es el fenmeno de la creacin, de la emergencia, de la reorganizacin. Es el nombre que se da a los procesos en los cuales los sistemas cambian y se complejizan. Es decir, es un fenmeno que viene desde dentro del sistema. Pero estamos hablando de ecologa y de complejidad sistmica, por tanto la interaccin entre sistemas promueve sus ajustes, su muerte, su enaccin. As que aqu el nombre de juego es complejidad sistmica. La pregunta es por lo que impulsa esa situacin. El impulso pude darse como parte de un proceso interactivo complejo, esa sera su primera nocin, y por tanto nada habra que hacer desde la ciencia y la ingeniera, slo reconocerlo, participar como un estimulo ms entre muchos otros. El asunto es que pueden existir detonadores. A medida que las ciencias de la complejidad avancen, y la ingeniera social con ellas, ser posible identificar en dnde hace falta que suceda qu para enactivar una situacin. Por ahora no se tiene suficiente informacin para ello. La enaccin tampoco es controlable en sus efectos, nadie sabe hacia donde puede evolucionar un sistema en condiciones conocidas, hasta que lo mira cambiar. Y habra que recordar que la enaccin es radical, el cambio puede suponer la transformacin total de las condiciones conocidas. Pero en algunos casos pude ser el nico recurso posible para no morir.

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Para un programa de investigacin en desarrollo ambiental los tres modelos son muy sugerentes. Del primero existen muchos ejemplos exitosos y fracasos. De todo ello se puede aprender y ajustar. Del segundo hay menos casos para generalizar una metodologa estable, diramos que est en periodo de prueba, y cada vez hay ms informacin sobre lo que se puede hacer. Sobre el tercero no tenemos nada bajo la figura del conocimiento sistemtico de la ciencia-ingeniera. Pero la naturaleza es maestra en este caso, una vez ms. Lo que sucede en la forma enaccin es que supone nuevos conceptos y percepciones con esos conceptos. De ah que la informacin est iniciando su proceso de configuracin. Debemos suponer que bajo este parmetro de innovacin vendrn nuevos conceptos y la necesidad de reorganizar el conocimiento presente ser una constante. Esta es la aspiracin que est implcita en el

tercer modelo, la de mirar con nuevos ojos cada vez que tengamos elementos para hacerlo. De la enaccin puede aprender mucho la accin y la interaccin. Es ms visin que ejecucin, las otras dos ya caminan sobre mtodos y estrategias ensayadas y evaluadas. Digamos que lo que sucede aqu es que en tanto avanzamos en el desarrollo de nuestra mirada y comprensin, nuestras acciones sern ms eficientes. Los tres modelos no son excluyentes, tampoco son complementarios del todo. Son parte de una matriz de posibilidades que puede ser explorada cada vez con mayor rigor e intuicin. S, eso quiere decir con mayor complejidad, y de eso se trata cuando el conocimiento sobre el mundo est en la mesa, y ms an cuando el futuro del planeta, de la humanidad, y de lo posible para ambos es nuestro horizonte de relacin cognitiva.

A manera de comentario finalBajo la nocin de desarrollo ambiental aparecen una multitud de fenmenos identificados hasta ahora, pero tambin se encuentran muchos elementos desconocidos por nombrar. El punto est en el mtodo que tenemos para leer el mundo desde este concepto. La sociociberntica puede aportar nuevos componentes a la semntica del trmino, y junto con la ingeniera social puede operar para expresar preguntas y problemas, y por supuesto cooperar a respuestas y soluciones. Necesitamos hacer el mapa perceptivo desde el cual entendemos ahora, aclarar hasta donde sea posible lo que comprendemos y explicamos con sus constituyentes. Y al mismo tiempo ir explorando otros recursos que nos permitan ampliar el horizonte de nuestras visiones. Tareas para hoy. La ingeniera social tiene un gradiente de posibilidades programticas, algunas de las opciones slo incluyen elementos de matices exclusivamente sociales. Es imprescindible aplicar a su construccin lo ms completo de nuestro conocimiento contemporneo, la complejidad, y desde ah

buscar las articulaciones de todos los componentes posibles de nuestro universo csmico presente. El planeta es una coordenada necesaria de su episteme, lo mismo que cualquier otro mbito o contexto que enriquezca la prospectiva de accin y percepcin de nuestro orden cognitivo. El ambiente no es un teln de fondo, no es slo un recurso, no es algo separado de la vida social. Depende de nuestra intencin y nuestra atencin. Si hay mucho por aprender, tambin hay mucho por desaprender, por reordenar, reinterpretar. Todo puede colaborar en la tarea. Pero la ciencia y la ingeniera pueden ser un buen principio, un primer escaln para avanzar. Existen viejas preguntas y problemas, pero tambin han aparecido nuevas fronteras para el conocimiento. Empecemos por mirar a los sistemas de informacin que ya tenemos. Organicemos con la mayor claridad nuestras prioridades. Iniciemos de nuevo un programa social que incluya a lo no social. Resignifiquemos lo social ms all de lo humano. Integremos saberes dispersos y desconectados. Podemos refundar el proyecto humano, hemos aprendido que es posible, que puede ser necesario, que la imaginacin nos lo exige.

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Siete pasos para la danza de la pedagoga ambientalElosa Trllez Sols*

La pedagoga ambiental como concepto puede llevarnos a multitud de aproximaciones. Sus expresiones son tan numerosas como lo han sido las experiencias educativas ambientales llevadas a cabo desde la muy conocida reunin mundial en Belgrado de 1975, donde se aprobaron los principios, metas y objetivos de la educacin ambiental, los cuales fueron complementados y fortalecidos en la reunin de Tbilisi de 1977. En estas tres dcadas y algo ms, la diversidad de los enfoques, de las acciones y de las metodologas aplicadas ha sido realmente interesante. En particular, Iberoamrica ha mostrado una singular creatividad, que se expresa en una danza, que responde, como

lo dira el extraordinario msico y compositor venezolano Simn Daz, a la msica expresada en la geografa, los paisajes y las culturas de esta regin del mundo. As como tenemos los joropos del llano, que manifiestan la inmensidad de sus horizontes, contamos con las singularidades de altura de los huaynos andinos, con los rtmicos taquiraris de las selvas, con la dulzura de los valses que recorren los andes y las costas, con las cuecas y los tangos moviendo los sentidos y los sentimientos, la samba aportando su vital energa, as como el flamenco o las gaitas ibricas y los fados llenos de dulce nostalgia.

* Fsica, ambientalista y educadora ambiental hispano-colombiana, residente en Lima. Preside la Asociacin Cultural Pirmide. Actualmente es asesora de la lnea de Educacin y Comunicacin Ambiental del Componente Conservacin de Recursos Naturales del Programa de Desarrollo Rural Sostenible PDRS, de la GTz, en el Per.

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Con esa misma diversidad, la educacin ambiental iberoamericana conforma una coreografa hermosa y vibrante, a la cual pueden insertarse algunos pasitos de danza, para sumarlos a sus ritmos y cadencias. Son siete los pasos de danza que quiero proponer para fusionarlos con el movimiento que llevamos en estos tiempos, con las maneras y miradas de cada uno de los grupos humanos que caminamos juntos en estas tareas de vida. Siete pasos que forman parte de la genial y mltiple coreografa de nuestros tiempos educativos Estos siete pasos de danza tienen nombres diversos y expresan sentidos, ritmos y sentires. Son ellos: el colibr, el tiempo, el retorno del desgajamiento, la ayuda mutua, la e-mocin, el buen humor y la ternura, y la escucha del amor.

y de abrir las puertas hacia una mirada positiva y constructiva que aporte elementos, as sean diminutos, que contribuyan en algo a la creacin de un mundo mejor. Pero, cul es ese aporte? De qu dimensiones estamos hablando cuando realizamos, una y otra vez, acercamientos verbales o acciones especficas que consideramos pueden ser formas de contribucin a esa meta? Cul es nuestra opcin real, nuestros tiempos y vivencias, nuestras ilusiones y cadas, nuestros avances y retrocesos? Sin duda, es el colibr quien nos da su ejemplo, a partir del conocido cuento popular: Haba una vez un pequeo colibr que viva en un bosque. Un da se desat un incendio, no sabemos si fortuito o por manos desalmadas. Los animales del bosque salieron corriendo, asustados ante el peligro inminente. En su huida vieron a un colibr que en lugar de salir, retornaba al bosque con una gota de agua en el pico. Hubo una risa general: Acaso crees que con una gota podrs apagar el incendio? Yo hago lo que puedo, contest el colibr. El colibr tiene mucho que ensearnos. Su vuelo semeja el infinito, sabe volar hacia adelante y retroceder si es necesario, adecuarse a los tiempos y a los vientos, se sabe liviano y libre, y por ello no carga con pesares ni cadenas, le resultan claros y sencillos sus aportes, con una gota o con el polen que traslada de forma amorosa y desprendida. Es multicolor y sensitivo, disfruta los momentos y nos susurra sus mensajes imperceptibles, diminutos y profundos. Gandhi sealaba: Casi todo lo que realice ser insignificante, pero es muy importante que lo haga.

PASO 1. El ColibrLos colibres baten las alas 75 veces por segundo, su cuerpo parece estar suspendido en el vaco, revolotean y vuelan hacia atrs, hacia delante, con la cabeza hacia abajo, hacia arriba, o en picado. Su vibracin produce un sonido tipo susurro. Su forma de aleteo configura un . Abordar el tema de la pedagoga ambiental incita a pensar en nuestro rol como educadores y educadoras ambientales en esta maravillosa Iberoamrica, en nuestras pretensiones de acompaar procesos

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Los Ambientalistas El abordaje hermoso e intenso de la vida y de nuestra misin, vista como una gota que conforma la infinitud en los niveles galcticos o microscpicos. de las horas que dedicamos a las distintas actividades, sino tambin a la forma en que gestionamos el tiempo, la aceleracin, la prisa o el sosiego que imprimimos a nuestro quehacer diario.(). La velocidad es un elemento clave que de la mano del modelo moderno del mundo, ha ido acuando en nuestras sociedades estilos de vida muy agresivos para la naturaleza, e incluso para nosotros mismos. Recuperar el tempo de la naturaleza significa abrir paso a una existencia consciente y responsable. Quienes manejan el tiempo, manejan nuestra vida, nos esclavizan. Debemos avanzar hacia la autodeterminacin, gestionando de manera individual nuestro propio tiempo y buscando el aporte de colectivos armoniosos. Estamos viviendo a mayor velocidad, la presin por los logros inmediatos es mayor, pero nos paralizamos frente a los computadores o televisores creyendo que ahorramos tiempo y que viajamos a otros espacios, perdiendo las posibilidades de disfrutar de los contactos directos y de las sensaciones y vivencias cercanas y sencillas. En sntesis, corremos sin avanzar. Los famosos Hombres Grises encargados de robar el tiempo en la conocida novela de Michael Ende Momo, mostraban, a travs de uno de sus agentes, las maneras de ahorrarlo: Querido amigo contest el agente, alzando las cejas, usted sabr cmo se ahorra tiempo. Se trata, simplemente, de trabajar ms de prisa, y dejar de lado todo lo intil. En lugar de media hora, dedique un cuarto de hora a cada cliente. Evite charlas innecesarias. La hora que pasa con su madre la reduce a media. Lo mejor sera que la dejara en un buen asilo, pero barato, donde cuidaran de ella, y con eso ya habr ahorrado una hora. Qutese de encima al periquito. No visite a la seora Daria ms que una vez cada quince das, si es que no puede dejarlo del todo. Deje el cuarto de hora diario de reflexin, no pierda su tiempo precioso en cantar, leer o con sus supuestos amigos. Por lo

PASO 2. El tiempoAs como el aire es la atmsfera del cuerpo As el tiempo es la atmsfera de la mente (Pensamiento maya) Qu nexos tenemos entonces con el infinito, con las dimensiones del espacio y del tiempo? El manejo del tiempo, la velocidad impuesta por la sociedad contempornea ha tenido como resultado que nos hayamos detenido sin darnos cuenta, que cesemos en el deseo de movernos y que confundamos los espacios y los tiempos. Nos distraemos y dejamos de encontrarnos en el aqu y menos en el ahora. El ahora se confunde y se distorsiona. Paul Virilio seala que: existe otra ecologa () que es la contaminacin de las distancias. El fin de los umbrales, la compresin temporal. La sustancia del mundo no se halla amenazada nicamente por la contaminacin y polucin del aire, del agua, de la fauna y de la flora. Tambin hemos de habrnoslas con una contaminacin del tamao del espacio del mundo, por la compresin del tiempo. sta se basa en la supresin de los umbrales del tiempo a travs de la aceleracin de la comunicacin y de los medios de transporte. Segn Mara Novo, el problema del tiempo comienza a ser central en nuestras sociedades, no solo en lo que respecta al replanteamiento

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dems, le recomiendo que cuelgue en su barbera un buen reloj, muy exacto, para poder controlar mejor el trabajo de su aprendiz. Estas frases expresan las formas de secuestrar el tiempo que los Hombres Grises aplicaron en aquella poblacin, llevando a todos los habitantes a un extremo de esclavitud y deterioro. Pero uno de sus personajes, Beppo Barrendero, nos da una seal sobre el ritmo y la mirada en su labor cotidiana, del hacer y del ahora, pues cuando sabe que tiene muchas calles por barrer, no mira el final, y nos indica la clave fundamental: A cada paso, una inspiracin, y a cada inspiracin, una barrida. Paso inspiracin - barrida. El concepto del tiempo se interpreta en toda la historia, para converger en un smil central: Cada ser humano tiene su propio tiempo. Y slo mientras siga siendo suyo se mantiene vivo

separacin, a la ruptura que hemos provocado en nuestra relacin con la naturaleza. En uno de sus textos inditos, seala: Los seres humanos se han independizado de la naturaleza, y al hacerlo se han desgajado. Es como si nos saliramos de la rbita y caminramos hacia la nada. El olvido de que pertenecemos a un Todo es el origen del Yosmo, sea, es el fundamento de la ilusin de independencia, que generalmente asociamos a separacin-desprendimiento. Se puede ser in-dependiente sin des-prenderse. Cada rama de un rbol crece independiente, pero sin arrancarse, sin dejar de pertenecer al rbol, al bosque, al campo, al Todo. El desgajamiento hace que dejemos de sentirnos parte del Todo y esa falsa ilusin de independencia (producto del egosmo) adems de una inmensa soledad, genera el des-inters por algo que parece estar ta