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389 Nelly Prigorian* RETOS Y AMENAZAS PARA AMéRICA LATINA “ES UN LATINOAMERICANO”, ésta sería una referencia habitual de un occidental hacia un argentino o un mexicano o un venezola- no. La mirada occidental suele generalizar, muchas veces hasta se le dificulta dar un nombre para conceptualizar lo que somos. ¿Somos latinoamericanos? ¿Somos iberoamericanos? ¿Somos hispanoame- ricanos? Tal vez somos todo esto y mucho más, porque también so- mos suramericanos, centroamericanos, andinos, caribeños y hasta norteamericanos. Pero también somos argentinos, mexicanos, chi- lenos, venezolanos… Somos una excepción a la regla. Tenemos el mismo idioma pre- dominante, la misma religión predominante, la misma historia, más o menos el mismo desarrollo económico y social, pero no somos lo * Profesora-investigadora y miembro del Consejo Directivo del Centro de Investiga- ciones Críticas y Socioculturales de la Universidad Simón Bolívar. Integrante del proyecto “Políticas de discurso en Venezuela Bolivariana” (CICS/USB), integrante del Grupo de Trabajo “Ciencias sociales en América Latina: retos y perspectivas” (CLACSO). Cofundadora de la Red Centros CLACSO Venezuela. Coordinadora de los premios internacionales de novela Rómulo Gallegos, de poesía Víctor Valera Mora, de ensayo Mariano Picón Salas. Coordinadora de relaciones interinstitucio- nales y Coordinadora de Publicaciones del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos. Colaboradora de las revistas de las universidades nacionales UNIMET, ULA y USB.

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Los retos políticos, económicos y de integración que tendrá que enfrentar A.L.

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nelly prigorian*

RETOS Y AMENAzAS PARA AMéRiCA LATiNA

“es un LatInoaMeRICano”, ésta sería una referencia habitual de un occidental hacia un argentino o un mexicano o un venezola-no. La mirada occidental suele generalizar, muchas veces hasta se le dificulta dar un nombre para conceptualizar lo que somos. ¿somos latinoamericanos? ¿somos iberoamericanos? ¿somos hispanoame-ricanos? tal vez somos todo esto y mucho más, porque también so-mos suramericanos, centroamericanos, andinos, caribeños y hasta norteamericanos. Pero también somos argentinos, mexicanos, chi-lenos, venezolanos…

somos una excepción a la regla. tenemos el mismo idioma pre-dominante, la misma religión predominante, la misma historia, más o menos el mismo desarrollo económico y social, pero no somos lo

* Profesora-investigadora y miembro del Consejo directivo del Centro de Investiga-ciones Críticas y socioculturales de la universidad simón Bolívar. Integrante del proyecto “Políticas de discurso en Venezuela Bolivariana” (CICs/usB), integrante del Grupo de trabajo “Ciencias sociales en américa Latina: retos y perspectivas” (CLaCso). Cofundadora de la Red Centros CLaCso Venezuela. Coordinadora de los premios internacionales de novela Rómulo Gallegos, de poesía Víctor Valera Mora, de ensayo Mariano Picón salas. Coordinadora de relaciones interinstitucio-nales y Coordinadora de Publicaciones del Centro de estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos. Colaboradora de las revistas de las universidades nacionales unIMet, uLa y usB.

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mismo, no somos una masa homogénea, como suelen pensarnos des-de otras latitudes. debajo de este aparente manto de lo “predominan-te”, subyacen:

diferentes lenguas que se hablan… una diversidad de religiones, he-terogeneidad de los grupos raciales y étnicos, expresiones multicultu-rales, el tamaño de los territorios nacionales y su población, etc., sin dejar de hablar de las diferencias económicas, sociales y políticas del desarrollo regional incluso cuando un país y entre las diferentes nacio-nes (sic) (Vargas, 2004: 57).

nuestros pueblos, a pesar de la “hemisferización”, como lo llama José Guadalupe Vargas en Algunos mitos, estereotipos, realidades y retos de Latinoamérica (2004), tienen raíces en distintas culturas, desde las más primitivas hasta las más sofisticadas y en civilizaciones de muy alto desarrollo. el impulso económico, social y cultural a lo largo del terri-torio —lo que hoy llaman Latinoamérica y el Caribe— antes de la Con-quista era bastante desigual y a pesar de los trescientos años de con-quista española, la que dejó una profunda huella —pero no la única—, no logró borrar las hondas diferencias entre las regiones geohistóricas.

dadas estas circunstancias, para entender a la américa Latina actual se hace necesario mirarla desde su raíz, a través de los procesos históricos: durante la Conquista, después de la independencia y du-rante el tortuoso camino del siglo pasado.

Los diversos antecedentes de las regiones geohistóricas deman-dan una necesaria clasificación que sirva de base para poder entender esta diversidad multicultural, sus cambios, sus uniones y desuniones en el tiempo y el espacio. esta clasificación nos la ofrece darcy Ribei-ro en su trabajo Las Américas y la civilización (1992) a partir de un análisis basado en la expansión del occidente en las américas, y de inevitables tensiones y choques culturales originados en el proceso formador de sus pueblos.

así, los Pueblos testimonios son sobrevivientes de las antiguas culturas y desarrollan una inteligencia ladina en el afán de adaptarse a los traumáticos cambios. son pueblos donde se combinan las viejas y nuevas tecnologías con diferenciación social enorme entre las capas. en todo caso, el sincretismo es la norma, así como lo expone Ribeiro en su análisis: los mesoamericanos, donde lo religioso ha sido un ele-mento de cohesión de suprema importancia; los centroamericanos, diversos, pero siempre subordinados a la voluntad de estados unidos; los andinos, donde la rigidez de la organización social marcó de ma-nera definitiva su proceso histórico.

Los Pueblos nuevos, que vendrían a ser la amalgama de etnias lograda bajo el dominio colonial despótico, el cual “constituye la

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configuración histórico-cultural más característica de las américas”, marcada por la voluntad externa en su proceso de organización pro-ductiva, social y cultural. ese sería el caso de los brasileños, muy condicionados por la fazenda en sus aspectos culturales, políticos y sociales; los grancolombianos, sin fuertes ataduras tradicionales, más activos y liberales por el poco interés económico que le tuvo la Coro-na; los antillanos, de fuerte mestizaje pero que adoptan la discrimina-ción blanca como valor; los chilenos, etnia peculiar condicionada por su posición geográfica que la separa del resto de los pueblos y los lleva a un desarrollo marcadamente distinto a otras naciones.

Los Pueblos trasplantados, constituidos por los europeos que re-crearon las características de sus localidades, ignorando a los nativos y desplazando a los mestizos. Ribeiro distingue a los angloamericanos, altamente estratificados, de numerosos grupos marginados por sus condiciones raciales; y los rioplatenses, resultado de las políticas del “mejoramiento” de raza, que cambió la composición étnica de la zona.

sin duda que distintos procesos de formación se habían refle-jado en el desarrollo económico, social, político y cultural de cada pueblo. Por otro lado, del estudio de Ribeiro se puede inferir que la delimitación en función del desarrollo de cada uno repite, en cierto modo, no solo el mapa geopolítico de la región durante la Conquis-ta, sino también la división territorial precolombina. es decir, las dificultades de la comunicación —derivadas del intrincado paisaje geográfico del continente— condicionó la conformación distintiva de cada región geohistórica.

sin embargo, dentro de todas estas diferencias y diversidades existen rasgos comunes a todos los pueblos-regiones de américa La-tina. el primero es el sincretismo, las mezclas más sorprendentes en lo cultural, en lo religioso, en lo racial. Lo indígena, lo africano, lo europeo de distintas latitudes, lo asiático, lo estadounidense, todos tiene presencia, en grados diferentes, en cada rincón de estas tierras.

Por otro lado, américa Latina fue el primer modelo de lo que hoy llamamos globalización. La Conquista, con sus políticas económicas, sociales, culturales y religiosas sería el primer intento de transculturi-zación a gran escala que, por supuesto, dejó un legado unificador im-portante —el idioma, la religión, valores, la economía mercantilista, estratificación de la sociedad, entre otros— y en cierto modo integra-dor, a pesar de las dificultades de la comunicación entre los territorios por razones geográficas y de la política económica. Probablemente esta sea la causa de que el resto del mundo vea a Latinoamérica como algo homogéneo y naturalmente presto a la integración regional.

La introducción de las nuevas relaciones productivas marcó no solo la estratificación social e impuso una nueva división como cam-

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po-ciudad, sino que diferenció el continente entre regiones de voca-ción agrícola, de extracción de materia prima y de puertos para la comercialización.

La nueva ola globalizadora llega a américa Latina de la mano de la Independencia. nuevos valores venidos de europa como “repúbli-ca”, “libertad”, “derechos ciudadanos”, etc. se vuelven comunes en el continente. Las nuevas relaciones productivas, el comercio, la apa-rición de estados-nación, la interacción dentro de la región y con el Viejo Continente, vuelven a marcar el espacio social y geográfico del nuevo Mundo. se desarrollan más aceleradamente los centros urba-nos, provocando importantes tensiones entre el campo y la ciudad. se acentúa cada vez más la desigualdad económica y social, por con-siguiente se produce la migración hacia y desde los centros urbanos, lo que da pie a un vertiginoso crecimiento de la pobreza. el análisis que hace Fernando Carrión (s/f.) en Centros históricos y pobreza en América Latina, da cuenta de cómo los cascos históricos entran en una franca decadencia por estas migraciones, además de darse “un proce-so de urbanización de la pobreza, de incremento de exclusión social y la precarización del empleo” (p. 8). este proceso es muy palpable en todas las grandes urbes de américa Latina que albergan los llamados cinturones de pobreza, los cerros o los espacios de subintegración.

La urbanidad y la globalización, con nuevas tecnologías de comu-nicación e información, necesariamente conllevan a un nuevo nivel de transculturización del habitante, lo que crea importantes tensiones entre lo nuevo y lo tradicional. Frente a la globalización surge un fenó-meno llamado glocalización, es decir la internalización del proceso de globalización en las localidades estratégicas, ciudades. Básicamente, este fenómeno se refleja en tres espacios:

- económico, la centralidad y competitividad entre las unidades económicas, la representación y cooperación internacional.

- Cultural, el desarrollo del sentido de pertinencia a lo local, y la sociedad cobra existencia y se expresa simbólicamente.

- Político, surge el proceso de desnacionalización (p. 12).

una mención aparte merece la degradación del empleo, pues agudi-za la problemática de la pobreza en las grandes urbes. La migración rural hacia las ciudades no es un fenómeno nuevo en el continente, sin embargo en la segunda mitad del siglo pasado se intensificó de tal manera que la mayor parte de la población latinoamericana empe-zó a vivir en las ciudades, llevando la pobreza rural hacia la pobreza urbana. el aumento de la densidad poblacional, la mano de obra no

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especializada desarrolló el alto índice de empleo informal que —lejos de resolver el problema— lo agudizó.

otro dato importante, según las cifras dadas por Carrión, es cómo ha ido empeorando la situación después de los años sesenta. si, antes de esa fecha, la acelerada industrialización absorbía las fuerzas laborales con todos los beneficios sociales y económicos, después de la misma la fuerza de trabajo empezó a ingresar al subempleo o em-pleo informal.

si bien Latinoamérica ha vivido procesos iguales —sean estos durante la Conquista o de la Independencia, o de post Independen-cia, o modernización, o de globalización con su contraparte la gloca-lización—, es un continente de una inmensa diversidad que afronta problemas comunes pero los resuelve de formas distintas; que tiende a la integración pero salvaguardando sus identidades locales; donde crecen las megalópolis cosmopolitas, que permiten a la simbología local expresarse con fuerza. se dejan atrás la estrechez y la conflicti-vidad del paradigma estatocéntrico y su mundo del interés particular sobre lo regional. Las características particulares de américa Latina, después de la Independencia, motivaron a los gobiernos regionales para cooperar en materia de seguridad y defensa, con el fin último de encontrar un equilibrio que podría proporcionar al continente la estabilidad política y el desarrollo económico. a lo largo de sus actua-ciones, las alianzas políticas y económicas han ampliado sus agendas para enfrentar, con mayor efectividad, los problemas y conflictos en-tre las naciones involucradas. La democracia como cuestión sería el trasfondo de la preocupación de las últimas décadas del siglo XX, así como su debilidad, derivada esta de los desequilibrios económicos y profunda desigualdad social del continente.

en la segunda mitad del siglo pasado se conformaron distintas instancias regionales, creadas para atender asuntos de controversias entre las naciones, de forma pacífica, a través de los acuerdos multila-terales que abrían, en cierto modo, las discusiones éticas sobre sus ac-tuaciones. en la agenda entraron nuevos aspectos de la vida política, como la economía, el tema social, la salud, la educación, etc.

La cooperación, sea esta económica, política, social e incluso de defensa, es la palabra clave de los países que integran la región. este proceso lleva ya varias décadas y a lo largo de su desarrollo ha teni-do altibajos, conflictos y desencuentros. sin embargo, múltiples or-ganizaciones —desde la oea y Celac hasta el Mercosur y la unasur, pasando por la Comunidad andina y el Grupo de Río—, demuestran la necesidad objetiva de una integración frente a un mundo cada vez más complejo y competitivo. La región ingresa al siglo XXI como un ente interindependiente, de relaciones mutuamente complementa-

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rias, donde la preservación, el estímulo y el perfeccionamiento de la democracia se demandan con mayor exigencia y como base no solo de una gobernabilidad estable, sino como una característica de un desa-rrollo económico y social en función de la eliminación de la pobreza, el mal que aqueja a la mayoría de los países de la región.

desde 1992, con la declaración de Washington, la democracia es perfilada como el fundamento esencial de la integración. si bien los primeros documentos, incluyendo la Carta democrática de la oea (2001), se limitaban a suspender al estado miembro en caso de viola-ciones flagrantes de los principios democráticos o rupturas del orden constitucional, las últimas declaraciones de las organizaciones regio-nales exponen las sanciones mucho más categóricas y relevantes, des-de el punto de vista económico e incluso social. La suspensión de los proyectos de cooperación, financiamientos y préstamos regionales y mundiales son algunas de las medidas previstas para el país miembro que viole las reglas básicas de la democracia representativa.

sin embargo, la declaración de Buenos aires —octubre de 2010, de la unasur— es tal vez una advertencia de acciones directas e inme-diatas como respuesta a la crisis institucional en ecuador, sucedida a principios del mismo mes. La mera diplomacia y soluciones, por medio del diálogo, pasaron al segundo plano y el mensaje ha sido duro y claro:

… [los] Gobiernos rechazan enérgicamente y no tolerarán, bajo nin-gún concepto, cualquier nuevo desafío a la autoridad institucional ni intento de golpe al poder civil legítimamente elegido y advierten que en caso de nuevos quiebres del orden constitucional adoptarán medi-das concretas e inmediatas tales como cierre de fronteras, suspensión del comercio, del tráfico aéreo y de la provisión de energía, servicios y otros suministros (declaración de Buenos aires, 2010).

unión de las naciones del sur (unasur) es una organización relativa-mente joven, que se constituye formalmente en 2008 integrando doce naciones de la región (américa del sur) que se proponen:

Construir, de manera participativa y consensuada, un espacio de in-tegración y unión en lo cultural, social, económico y político entre sus integrantes, utilizando el diálogo político, las políticas sociales, la educación, la energía, la infraestructura, la financiación y el medio ambiente, entre otros, para eliminar la desigualdad socioeconómica, lograr la inclusión social, la participación ciudadana y fortalecer la democracia (declaración de Margarita, 2007).

Ciertamente, esta nueva organización se perfila como un ente distinto a los que hasta ahora había visto Latinoamérica. Los propósitos van

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más allá de una colaboración o integración económica, no es solo un escenario político más para dirimir los posibles conflictos entre los estados. unasur es un incipiente pero firme intento de constituir una especie de federación con un gobierno regional. La agenda de accio-nes, las mesas de trabajo, el Comité de defensa recientemente creado, con miras hacia una moneda común, el Parlamento y la ciudadanía regional hacen pensar que, tal vez, es solo cuestión de unos años que la región pueda dar la cara al mundo como un todo, como una comu-nidad constituida sobre principios y valores comunes.

si bien la integración regional es cuestión hasta natural del con-tinente por tener cosas en común, empezando por la lengua, la histo-ria, la religión, los sistemas políticos; dos naciones miembros de esta organización lucen como fuera del contexto de la comunidad: Guyana y surinam. Los dos son países “cenicientas” dentro del nuevo bloque, con una participación silenciosa y poco representativa.

tomando en cuenta que los alcances de la unasur, ciertamente, sobrepasan cualquier otra alianza estratégica en la región, sería inte-resante mirar, por ejemplo, el rol que podría desarrollar Guyana en las circunstancias dadas dentro de la organización.

Guyana es un país miembro de varias organizaciones regionales, sus actuaciones y su vida política nunca han sido noticia en los me-dios de comunicación internacionales ni regionales y para muchos venezolanos, por ejemplo, esta nación es un verdadero enigma, pese a ser vecinos. su historia, su desarrollo político y social, su cultura, sus religiones, incluso la lengua oficial, contrastan con lo predominante-común de los demás países del bloque. Ciento cincuenta años de dife-rencia, en cuanto a la fecha de la Independencia, inglés como lengua oficial, tensiones raciales exacerbadas por la política de los partidos uni-raciales, régimen semi-presidencial, aislamiento político y cultu-ral del resto del continente del sur, son tan solo algunos rasgos que hacen de Guyana un país fuera de lo común dentro de la unasur.

durante los sesenta años que han transcurrido desde su indepen-dencia, el país ha sido azotado por la violencia política, incluyendo los asesinatos de los líderes de las fracciones y ministros. son recurrentes las denuncias de fraudes electorales, ejecuciones extrajudiciales, vio-lencia étnica. Los conflictos con las vecinas Venezuela y surinam —que reclaman dos tercios de su territorio—, territorio rico en recursos naturales que ningún país tiene derecho a explotar, mientras la pobre-za en Guyana llega al 80% de la población. dentro del escenario plan-teado, tal vez, Guyana es el país con mayor inestabilidad política y francas posibilidades de rupturas del hilo constitucional en la región.

ahora bien, el 26 de noviembre de 2010 Guyana fue no solo la anfitriona de la reunión de unasur, sino que asumió la presidencia

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pro témpore de esta organización. dadas las circunstancias, Guyana podría asumir su rol de dos maneras: fungir como un árbitro proto-colar silencioso o dar a conocer de manera más nítida sus opiniones y pareceres sobre la actividad del bloque y los problemas objetivos que aquejan a esta nación, problemas que podrían ser resueltos solo con la colaboración de los demás miembros de la organización, incluyendo a Venezuela. en esta oportunidad, Guyana prefirió, nuevamente, que-darse en la sombra y en silencio.

Por otro lado, toda esta colaboración, que podría ser planteada en el escenario de la unasur, estaría sujeta a los vaivenes de la estabilidad y el desarrollo de las instituciones democráticas del país, de lo contra-rio sería el pueblo de esta nación quien pagaría las aventuras de sus políticos. de ello parece que no hay duda, a la luz de la declaración de Buenos aires emitida en el mes de octubre de 2010.

¿sería capaz la unasur de mirar a Guyana con más atención de-bido a sus características tan particulares? ¿se volvería a hablar de una exploración en común, entre Venezuela y Guyana, de la zona en reclamo para aprovechar estos inmensos recursos en función del de-sarrollo humano e institucional de ese país, con el fin de prevenir una eventual crisis institucional? ¿Hasta qué punto podría llegar la soli-daridad de los demás miembros del bloque con el pueblo de Guyana?

Casi todas estas preguntas son inquietantes para los venezolanos. desde 1899 Venezuela y Guyana se disputan un territorio llamado Gu-yana esequiba, un extenso territorio rico en recursos naturales. en 1966, al reconocerse al estado de Guyana como un país soberano, Venezuela reserva sus derechos sobre el esequibo ante los organismos internacionales, puntualizando:

...por lo tanto, Venezuela reconoce como territorio del nuevo estado, el que se sitúa al este de la margen derecha del río esequibo y reite-ra ante la comunidad internacional, que se reserva expresamente sus derechos de soberanía territorial sobre la zona que se encuentra en la margen izquierda del precitado río; en consecuencia, el territorio de la Guayana esequiba sobre el cual Venezuela se reserva expresamente sus derechos soberanos, limita al este con el nuevo estado de Guyana, a través de la línea del río esequibo, tomando éste desde su nacimien-to hasta su desembocadura en el océano atlántico... (declaración de Ginebra, 1966, s/p).

sin embargo, la zona en Reclamación —otro nombre de Guyana esequiba, de casi 160.000 kilómetros cuadrados—, no pudo ser explo-tado ni por el estado venezolano ni por el de Guyana, acarreando no solo eventuales pérdidas por la no explotación, sino por la prolifera-ción de la minería ilegal con saldos lamentables de extracción y con-

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trabando, casi delictivo, de minerales, desarrollando estructuras de crimen organizado, con la consecuente explotación y opresión de ese pueblo. ninguno de los dos países tiene oportunidad de desarrollar esta zona en función de las necesidades de sus pueblos, ni tampoco asegurar un mínimo de orden público, dejando a esta región literal-mente como tierra sin ley.

el gobierno del presidente Chávez había intentado buscar formas alternativas para resolver la disputa ya histórica por el territorio del esequibo, como por ejemplo la posibilidad de llevar adelante proyec-tos conjuntos con el estado de Guyana y así comenzar el desarrollo sostenido de la zona en Reclamación. sin embargo, dentro de Vene-zuela esta propuesta provocó un fuerte rechazo, sobre todo en las filas de la oposición al gobierno de Hugo Chávez (Márquez, 2011, s/p).

Por las indefiniciones políticas venezolanas, Guyana eventual-mente podría sufrir una crisis económica que llevaría a esta nación a un estado de ingobernabilidad tal que, sin duda, afectaría de alguna manera a la unasur. tarde o temprano los países del bloque tendrán que fijar sus miradas sobre Guyana, sea por la violencia que se pueda desatar —en este caso se tendrían que aplicar las duras sanciones a toda la población, según la declaración de Buenos aires— o por razo-nes de solidaridad y prevención de la crisis institucional. esperemos que sea por esta última razón, en cumplimiento de todo aquello que han puesto en papel cuando se constituyó la unión de las naciones del sur. Y, probablemente, solo dentro de la unasur podría ser resuelto este conflicto, eso es mirarlo más allá de las fronteras nacionales y colocando la problemática en el nivel regional.

somos latinoamericanos, pero también somos sureños, caribe-ños, andinos, antillanos, centroamericanos, norteamericanos, brasi-leños y también venezolanos, colombianos, mexicanos, chilenos, ar-gentinos, peruanos, guatemaltecos y muchísimo más. todos nosotros, en nuestra inmensa diversidad, pero con la suprema necesidad de integración verdadera, más allá de lo económico, político y cultural, tenemos que enfrentar muchos retos y muchas amenazas. Pero estas amenazas solo podrían ser resueltas a través de una integración social de nuestros pueblos, probablemente dejando a un lado las soberanías nacionales, en función de una soberanía regional. Y en esto consiste el reto mayor de la zona, pensarse específicamente como una región y no solo como un país que la integra.

BIBLIOGRAFÍACarrión, Fernando (s/f) Centros históricos y pobreza en América

Latina, pp. 8-12 (Quito: FLaCso) en <http://www.flacso.org.ec/docs/fc_centrohisto.pdf>.

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