Americo Castro--La Palabra Escrita y El Quijote

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Dcciilnic, hcnnnno escudero: este vuestro fcor . no es uno rie quien antar cscribinndo son tareas de muchos de los personajes que pueblan las pginas del Quijote, tarcas sin las cuaics no existiran algunos de ellos. La palabra, escrita sugiere y sostiene c! proceso de la vidaj'y717vF|^c_gpriiori_a_ la Vida; no dcscmoca misin decorativa o ilustradora, s-no Tpie ap.arccc articulada con el existir ir/ismo de las ])crsonas. Diratio^ en vi-a de cl!o que el 2i__ "" libro TiTj'i.-Mb ', dcdudibi (ic la activa materia _jJros librosT^La "iifTTrnrT^ par'c emana cs"clKn"a!iiic"nle de los libros ledo?' por ^1 )nn Qui i^)tc;" JTt' scgbnfff es, a su vez, emanacin Tc Ta pTTmTMri'l [lur; no se limita ' a ' seguir narranbj nuevos surc .^ el exac^o_jioxabjed&-_5te, porque' r\ (, 26), que es de imaginar no esta-/. ria muy limpia. Tan sarcsta^ b r o m a f u . corregida enJ !-\ s c g u n ( | a ^ c d i d 6 n _ ^ I6Q5. Ciracro'''^osecmos las redaccioncsorigmaTcs de Cervantes (segn acontece con dos ?~PxiZf;j^^ \ J opuesto valor. En el encuentro con las imgenes de San I J o r g c T S a n M a r t n , Santiago y San Pablo segn ya dije traa irnica o humorsticamente n los tres primeros, mientras ' habla del ltimo con grave y profunda emocin: caballero andante por la vida, y sanio a pie quedo por la muerte, trabajatlor incansable en la via del Seor, doctor de las gentes^a quien sirvieron de escuela los cielos, y de catedrtico y maestro que le'ensease, el mismo Jesucristo (II, 58). San = . Pablo fue todo espritu, en tanto que los restantes santos n caballo se mezclaron demasiado con los asuntos de este mundo. Snn Jorge "llainse don San Jorge, y fu adems defensor uc tlonccllas. San Martin aparece partiendo la cajK'i con el pobre, y le da la mitad; y deba de ser entonces invierno, que si no l se la diera toda, segn era de caritativo)!. En las batallas contra los moros han visto a Santiaco "visiblemente en ellas, derribando, aropcllando, dcsruycnio v matando ' los agarenos escuadrones. Estos tres santos representan el abajo del cual es San Pablo a rri-liainh'..!. de qv.c c! fc preciaba, que aquella batalla fuese con innlo ric"=(;" Y peligro de las viilas" ; se limita a darles campo franco, aunque ello ..ih.i contra ci decreto del santo Concilio, que prohibe tnlcs dc^a OH" ( H , 56). ' La uliraex[)re?ividad, la acumulacin de vocablos, suele delatar un pcnllilo doble ii oblicuo (irona o cautela defensiva).

el arriba: En la misma situacin de interioridad se baila el milln de avemarias respecto de la sublimidad caballeresca del Hidalgo manchego. Otros ejemplos pudieran aadirse pnra dcmpstriir__giicJn_mntcrin religiosa sirvi, lo m i s ^ mo_qiicJla_rofana, para J5_jiLap5lQs p.stilsirns nTr"'] tor, slganiogo en la literatllca-IdeTEspafa. Es probable que, a fin de compensar tals~"udacias, Cervantes consciente o inconscientemente esmaltara de notas y salveda-; des piadosas muchas zonas de su libro. . ;: Pero eL^g^-^e4ig.ioso ha cado tambin denr_ae__j5i ygluD-tajelu.siva del aiijor, ^n forma que tampoco hallamos ^n otros escritores. Dice Don Quijote efi el discurso de ks> Armas y las Letras que no habla de las letras divinas, que tienen por blanco llevar, y encaminar las almas al cielo;, que a un fin oTisir, fin comiO ste ninguno' otro se le puede igualar (I, 37), en lo cual, tal vez sin quererlo Cervantes, . vie^ne a coincidir con Montaigne, slo interesad_o__en_Jos asiintQ5^-d6l44TVuiiiia_aL_alcance de. la.experiencia .humana:;, La doctrine'divine .'tient ifiieux', son rang^.a part comme reine et do'minatrice... .Les raisons-divines se-considrent ' plus'vnrablement'et rvramment-seules et en leur style . qu'apparies'aux'discours bum.ains':('f5Jn,jI, 56) K :\ -. La" versin cmica del. voluntario.apartamiento de los t e - \ mas religiosos aparece en eLinsi|tentejm_e_ajilii^^ nuH:;;g3r^eRa^/lecida hacerse cabalifirn "^ In divinn- Qu "1 h! propsito- de- mar.renix__inilcramente aparte lo divinov lo hi!maiu)__se_jTi^jlilesta_jui--textos de otras obras cervntinis. El Li-. cenciado Vidriera, de los titereros deca mil males: deca que era gente vagabunda y que trataba con indecencia de las cosas divinas, porque con las figuras que .mostraban en sus retablos vohinn la dn'ocin en ra, y que les nconlcca envnsar en un costal todas o las ms figuras del Tcstamicnto Viejo y Nuevo, .y sentarse sobre l a comer y beber en los bodegones y tabernas; en resolucin, deca que se- maravillaba de cmo quien poda no les pona perpetuo silencio en sus retablos, o los desterraba del reino (El Licencindo Vidriera). Este sentimiento de fjue el arte religioso es propio de la Iglesia, y no debe salir- do ella,-se opona a las costun-bres y a la misma armaznr'de la vida tradicional de Espaa, fundada en la indistincin entre -cielo y tierra. Tal sentimiento y la idea que lo apoya descubren el aspecto erasmista, inteleclualista, renacentista (o como quiera, llamarse) de- Cer^-antes. Dcese en el annimo Dilogo entre Silenia.y Selanio: No metiendo la mano

ser de m si a mi amo se le da antojo de ser arzobispo? (I, 26). Yo estaba entonces temblando si le vena en voluntad de ser de la Iglesia, por no liailarnie suficiente de , tener beneficios en ella (, 13). Dentro _dcl gatolicismo ' ^paol.JLaoasicin de CeryaiilC3no fu rnmn ]^~ A-. tni}n j La marcha frentica hacia losupremo yliacia lo nfimo / no esjun proceso artificial, de arte potica superpuesto a la/ obra, sino una disposicin vitalmente encarnada en su exis-' tg" mJjii^y_jCiLyo naciinienTo~""y~]K^ cotcmplaTflL-fl i. iCada_paso ^ ^n virTud de Incitaciones orientadas en uno u otroseio, las personas alzan su vuelo o se desploman. Sin qu"c'"podamos" mencionar ahora todos los esimulos vitalesJ)rcsenc^_cn__cl_J2ii,/!2t', es eviilcnie q u n !n {in!T)rn (tnnn

csciilii como lialjlad) y el amor a lajjglkza liumaiiJLJiLi]^'^- ' tacan conio los ms eficaces incitadores. Sorp-rende que Unamuno, tan buen iluminador de ciertos | aspectos del Quijote, no se diera cuenta de la furicin__ue-j, aquL-4csDipean_js libros^. Don Quijote visita unaim-li prenta porque (!esea1??~^ber cmoTLese_jPJT-^2)TIJorv'\ Qui_tey~~Don~Die,s:o poseen buenas bibliotecas; se ernitgn' juicios~sobre el valor de los libros y de sus traducciones: alp:unos son _haTraH"os en maletas olvidadas; hay quienes ts^J i criben libros7~e"stn_gscrn)iendols o "psn hacerlo, en 7! serjo^jD burlescamente. El Quijote es_uiLa_miLa.xt.ura d&-vini aljrgam.'o la lengua a los hombres dedicatios al servicio y culio divino, (uc de cslui y de la lereccin de aii vida y venlura no puedo, dcijo ni quiero tratar, sino de lo que es de las tejas abajo. (V. ADOLFO DE CASTrio, Varias obras inditas de Cervantes, Matirid, J874, )g. xxvii.) No creo posible atribuir a Cervantes este valioso dilogo; pero hay en el ideas y posiciones frente a la vida muy prximas a las suyas. ^ Unos caballeros aragoneses que conocen a Don Quijote personalmente y a travs de su historia, "aqu le tenan por discreto y TII se les deslizaba por mentecato, sin saber determinarse qu grado daran entre la discrecin y la locura (11,59). Claro est que discrecin y locura podrn, a su vez, escindirse en valor mximo y mnimo, aunque con ello seguimos sin salir del mismo sistema valoralivo. ^ Lii su comentario a la Vida de Pon Quijote y Sancho se salta el captulo del escnilinio en la lilirera del Hidalgo: Trata de libros y no de vida. Pasmoslo lor alto.

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vcncias de lecturas caballerescaSf-pastoriles o histricas; interviene la poesa culta^je Romancer.,_e-Jiicluso-abj:jta-r-ftUr RojsaJ" de sabor rasmistn, como Luz del alma, de Felipa de Maeses_(antes analizada), apartpjie_jiiimCJaas_jCia3-i) bcas. Se alu^e_al teatro de Lone de Vega, respecto del cua \ e l autor toma las necesarias distancias. Nada d ello es azal] /ni elemento decorativo o redundante. Cervante^senta la ob' I scsLQn..deJa_4ialal]ra_escrita, potica, docta o lG:iosa,_e-in-' J y.ecta_u^snvia incitante en unas vidaj_que de otro modo-Jio liubieacn salido de su inerte insip;nTicancia. Nada tiene esto que hacer con la cuestin de las fuentes literarias, ni con lo gue Cervantes hubiese o no ledo personalmente. . El Qiijoe_ debe su existencia tanto a una tradicin d e ^ I oTia_y--4^w^aaJjj^i-7rnos, co.mo o una trdrcin dclnnnefira3_di3__ac.__viv'ida lu iternlura un punto de vista este i'il7 timo que era~mdisj)cnsable incorporar a nuestras observarciones cervantinas. Al Hidalgo manchego le afecta en grado e.xtremo la lectura de aquellos libros, pero no es menos, cierto que fenmenos de la misma ndole acontecen a otros' personajes. Los libros aparecen, aqu no como realidadgsl framente objetwadag con tales :o cuales .relatos o ideas;! son,, vistos, como -expresin- dp-. 1n vivencia vlorativa del~i una persona que, se" singulariza al hacer patente su viven^^^ ,cia. Se;un'..eL,.Cuxa. ^ios volmenes ledos por Alonso QuiiafKuqde haban vuelto el juicio (I, 32); elVeiitero I Bentg_de otro modo, porque a l le ocasionan otros efectos: Cuando es tiempo de la siega, se recogen aqu as fiestas muchos segadores, y siempre hay alguno (ue sabe leer, el cual coge uno de estos libros en las manos, y rodamenos de l ms de treinta, y estmosle escuchirndo con tanto gusto, que nos quita mil canas; n lo menos, de m s decir quo cuando oy decir aquellos furibundos y terri-, bles golpes que los caballeros pegan, que me toma gana de hacer otro tanto, y que querra estar oyndolos noches y das. Cada cual habla de la feria segn__le__va_en_elia, y el libro se identlTica con la experiencia vital de cada uno. La Ventera-qiiTstCf que la lectura se prolongara por muy otros j motivos: Nunca tengo buen rato en mi casa sino aquel! que vos estis escuchando leer; que estis tan embobado, que no os acordis de rei'iir ])or entonces. Maritornes re-

ducc el libro a su imagen de la seora debajo de los naranjos abrazada con su caballero, lo cual le sabe a cosa de mieles. La bija de la Ventera, una recatada doncella, por cuya sensibilidad tal voz se filtraron algunas novelas pastoriles, no gusta ((de los golpes de que mi padre gusta, sino de las Innicntacioncs que los caballeros hacen cuando cstfi ausentes de sus seoras; que en verdad' que algunas veces me iiacen llorar, de compasin que les tengo. Los libros, por con_su;uien8, son lo que de e!lj25_3_vivilo_poFIca?iT~lccTor. La literatura 6e__personaliza y el vivir indNiiiluni_ha_ce sentir su ]TsTDl~JmRnsin poptira tal es la Tuenlc de la inrnrriiil.ible bcllp^wdfii -Quijdle. El Veii-v tero se o)one a que sus libros sean quemados; cree d ni modo en su verdad, que Dorotea susurra al odo de^ Cardcnio: (Poco le falta a nuestro husped para hacer a segunda parte de Don Quijote. Libros, personas o cosas carecen de realidad esencia!, fijamente determinable. En" e' Quijote (y en general acontece lo -mismo en la vida c'spnoln) no ,C3 ,real lo racionaL.-Sag_Jn dndo en contextura C0J3 el vivir personalizado. Verdad o mentira son Tluencias"remansadas en la experiencia personal que en cada caso les sirva de contenido y de garanta. Hemos de habrnoslas con juicios de valor y no con juicios lgicos. La jzn_,esly-l o no cMn, en las personas, no en la realidad objetivada de ( los pensamientos. -v rigu7?rrr~aqlir los libros por ser inagotable arsenal de "'')' ^Sl- XJI2iiMl~ill5.n}i?-- '^'' d'eslizarse stas en otros vida?, nnreccr a nuestra vista, y para nuestro encanto, la pama infitiila de lo humiano:_ vida5_divertida,_jiLelaxLi:lcas, apa si n n TTi V"'TuTTTenjs^_sn^^ XLco^nlenido dcTTihro so miil(plica_j20_r la c\'penjrria__de_]s afccl:!(l(is or lM,~"0"TcnoT7rTfi^^ esencial de Inn cxir.iMO fciTrTi"cn"frcs que jjLJTainijrn escrita__sca sentida como "rcalid.-Liin imada, viirdi/.ndo, y no cf^mo simple exprs i n 7 de fantasas o conocimii.'ntos distanciadas del le_rtr. Los ll)rns inlervicncn nqui a rau-a de su vUalidnd contagiosa, y no por ser (idcjn-silns de .culturn. En una palabra, el Qiiijoic no PC cnlictiijc v\\ su rcah'dad ltuna si lo manlcnemos-TT^fatdTr-rrr el circulo'citricTo do~T~l4l&lQrin de, Qixj-

Para un europeo plenamente, articulado con la t r a d i d ' n ' greco-occidental un libro es u n ' l i b r o y un hombre cs^un hombre; no puede ocurrrsele,.por tanto, forjar la realidad cenurica del libro-hombreado o del'.hombre-libreado como un fenmeno normal y sin toques de m a ^ i a o do alegora, Rabelais (no ciertamente falto de fantasa) amontona los libros m s sabios :de Grecia\y Roma sobre la mesa del voraz Garganta: Aristteles, Polibio, Galeno, Heliodoro, Plinio, etc., a fin de que el joven .educando conozca y aprenda la veru, proprit, eficace et nalnre de tout ce que leur tait servi table. Con tal propsito, faisaient souvent, pour plus tre assurs, apporter les. livres susdits table (I, 18). Montaigne, hombre occidental tambin de mximo rango, retirado n la soledad de su biblioteca, dice as: Je ne cherche aux livres qu' m'y donner du piaisir par un honnese amusement; ou, si j'estudie, je n'y cherche que la science qui traicte de la connoissance de moi ^vliiesmes (II, 10). Para el europeo, el libro ha sido eLr-_/ mino objetivado de Tu~pFQ.satmerns^^^^^5f^^ y ,noi un'7iin7mlgjri~7^i&mig-o-p ^91.,f^ ^'^ ^"!^^^ ^^H 3mjor_o_de antipata. . -^ I L.l libro, caballeresco o pastoril, se integra en ciertas vi^j /dasj3et~T^tr/e^igy-y--e^--eganiTET^r^ suscita a rm o -1 I nas o "polmicas, segurr~s^an las otras vidas en ias~ajales T I /ontiri~reT|ejandose \ Xo mismio acontece a! objeto ba- j ca de ITarbero (!, 25), vuelto yelmo de Mambrino o baci1 Dicanios al nnso que $lo con este criterio de vitalizacioncs personalizadas podemos liallar sentido a la cuestin de si el Quijote fil o no escrito contra los libros de caballeras. La sentencia en que se expresa que el autor escribe contra aquellos libros existe dentro del Quijote como todo lo dems de l, y BU renlidud depender do la situacin vilni en quo BC encarne. El Cura quisiera quemarlos todos, pero alguien siente quo Aninds es el, mejor de todos los libros quo de eslc gnero se hon compucFto, y as, como a nico en s\i arte, se debe perdonar. As es verdad dijo el Curau (I, 6). E! mismo encarnizado enemigo de la literatura caballeresca dice do l'alrnern. de Inglaterra: Esa palma de Inglaterra se guarde y se conscrs'e como cosa nica, y se haga para ello otra caja como la que hall Alejandro en los despojos de Daro, que la diput pora guardar en ella las obras del poeta Homeroa (I, 6). As, pues, aun cuando supusisemos que el propsito de] autor tenga alguna vez realidad como un juicio lgico-moral, la verdad es que en se-

yelmo, segn sea la vida en la cual le acontezca linllaise instalado. Nadie asoma por all para decir gravemente que, segn la lgica y el buen sentido, aquel gravsimo pleito y G1 catico alboroto que desencadena son un completo absurdo. De acuerdo con la misma ontologa vital, Don Quijote ser alternativamente loco, cuerdo, inlo^^.j)ayJso, bestia, magnfico orador, firme o vacilante en la conciencia (!c s mismo, segn sea la contextura vital en que se linlle nliculado. El autor ya se cur en 8nlud__j^_iijiiJ^Ui--cflro ^'quo l crn ]:iadrahrro^no padre de j7mrn,uii"'C- l'^l criterio vaornlivo dc~cada uno sera entonces "el nico posible criterio para determinar qu sea la verdad de este caso bumano. Para los muchaclios de la calle, Don Quijote ser un divertido esperpento; un tonto para el boto Eclesistico; un paradigma de la ms noble y desesperada angustia para quienes sean capaces de sentirla. Sansn Carrasco cree que est su salud en su reposo y en dejar de ser Don Quijote; don Antonio Moreno no lo estima as: No veis, seor, que no podr llegar el provecbo que cause la cordura de Don Quijote a lo que llega el gusto que da con sus desvarios? (II, 65). En este--m&yTrrrtr-rrpcrfoio--doj I tciTTas_axjoicfJ3 eso es el Quijote ya se plantea el problema de si hay que ponerse de parte de la liebre que sufre o del lobo que se la come.S e n t i r los l i b r o s c o m o r e a l i d a d viv^^ nnimnda^ m m i m i .

calue-e-ifl^tente c.i un fenmeno humano de-Ixailirin orienguiia que uqiicl penetra en el eis'.cma de accin-reaccin rie la olira, se somete al rgimen de lodo lo denris. Lo^ tales ubres sern rnals_j2a_ji]imgi__ypara' oirosnoj__n_narece~r7 como valiosos o desdcn^hlM_4i4r^__]__CurT]2Zpal^^ s_eu^n van'cn'TaA ^'ivencias. tic Sus lectores. CuaiiiTo 0on yuijTcdecTara: "Va me son odiosas ton'as las historias profanas de la andante cahalien'a" (II, /'I), eso significa que est murindose, y que su alma deja de enu'tir destellos. Una de las seales por donde conjeturaron se mora fu el haber vuelto con tanta facilidad de loco a cuerdo, pues ser absolulnmcnie loco o cuerdo eignifica no vivir. Tal es el lliiuo sentido del Quijote. Los inclinados a tratar lgicamente de asuntos vitales seguirn discutiendo; mas el asunto es anlogo a irelcnder dclerniinur en qu lugar naci y muri este mximo hroe del e.xislir: Cuyo lugar no quiso poner Cide llmete luntualmenie, por dejar que todas las vi.is y lugares de la Mantlia cnlendicscu entre s por ahijrside y tenrsele por suyo.

^arC estrecliamenle ligado con la .creencia de ser la palabrajonteniJoK'y^Transmisor de una- revelafiirLJ.La idea de Iq "^cT^Toii r-4xxa-ulcnti^ainente enlazacio con una _experiencia K- i '.a l,--vf^6^-(:xikjiUlllLnail) ljir__llll_-piiaccs,0 cogn(3ShrvQ^ Verdadero sera~~!o implcito en el electivo vivir (Je alguien

(jiorioniij u prona), o lo conexo con la intencin creadora y bien nrticulndn del poeta-novelista ^ i Cuando el autor comienza a dar vida, en; un estilo decisivo, a la fluente figura de Don Quijote, dice q u e jvcriguar si su nombre era Quijada, Quesada o Quejana- importa poco a nuestro cuento; basta que en>la narracin d e . l , no se salga un punto de la verdad (I, 1), o sea de la acer-( Lacla fluencia del proceso artstico, devenido real como va\ Jor, o'como objetividad, o reahdalTextrahteraria. T o r eso la mujer do Sancho se llama de distintos modos, y al final del libro, el-Hidalgo de la Mancha se lama Quijano, y no ninguno de los tres nombres mencionados al principio. Tales inconsecuencias no son olvidos ni torpes descuidos, sino - resultado do no importar mucho lo que objetivamente sea lo que aqu a'i)Tccc existiendo. Lstn t e c n i c a ^ c o m o el anTrpBTlIet~iraIi7Tisino del novelista del siglo xrx. En uno da los casos propuestos .a Sancho durante su gobierno, se dice que si alguno jurare verdad'"djenle p a s a r ; y si dijere mentira, muera por ello ahorcado ( I I , . 51). Verdad es aqu veracidad respecto de uno mismo. Pregunt Don Quijote a la cabeza encantada si ((fu verdad o fu si/eo lo one yo cuento que me pas en la cueva da Montesinos, y la respuesta fu: (diay mucho que decir, " J e todo tienen {l\, 62). En aquella aventura aparece, en efecto, la v e r d a d . d e los sueos, y tambin la de qujen los vive y la de quienes la reviven a su modo al orla referir. Tan disparejos fenmenos se articulan en la experiencia vital del tiempo, ndice aqu de los. lmites extremos entre los cuales va tejindose, como en una lanzadera, el estilo de esta novela. El tiempo intemporal de la ilusin jiotica (Anmdis, etc.) sera al ticnqio sentido como circunstancia actual, como el lmite suj)remo de la aspiracin asccndeivte1 Ya en La Cnlatca, irimcra olira de Ceivantes (1585), q u e d a b a bien ilustrado cale p u n i : u T u s v e r d a d e r a s razones y no fingidas lalabrasu (libro I). Dice el p a s l o r Lenio, eneniiiO e n c a r n i z a d o del amor lin d e s a m o r a d o , q u e su o)inin adversa a Cupido se funda en ciencia averiguada, la cual ... por traer ella consigo la verdad, me obligo a sutentarlau. Af^as tan dcbaniorada persona a c a b a por r e n d i r s e u! amor,, y Hura y se d e s e s p e r a como tantos otros pastores y p a s t o r a s . La verdad de su vivir d e s m i e n t e as la seiidoverdad de sus r a z o n a m i e n t o s .

(Dulcinea) es al lmite nfimo de lo poticamente desvalorado (Maritornes) ^ La aventura de la cueva de Montesinos (I, 22-23) se encuadra en nori(;infv pfp^j.^ag Q esnacio y tiempo: Tenan descolgadas las cien brazas de xoga, hasta no poder dar ms cuerda a Don Quijote. Se detuvieron como media hora, a\ cabo del cual espacio volvieron a recoger la soga > 1 Cnxo scnicjnnlc cconlcce en La Calatea rcfipcclo de la nncln (c f ^ s p r i f ) . F a , c i . csXiloldc2^!e loe nmorcs p a g l o r r s ("CiTians nflailaa y ^ hirn (tsrriias ]o^ iinrri CerTanTeal. no caha m e n c i o n a r como r c s tladcs aclualcs a Sevilla o a Alcal de H e n a r e s , p r e s e n t e s en expresiones elusivas como en las r i b e r a s del Betis, o en las r i b e r a s del nmo (I, 55, 56). Ai se lercibe el ahiiino esu ilalianas, y se siente la la Espaa cristiano-ishiinica. Espaa he explicado lo que que separa a Cer\'antcs de sus uftieadistancia entre la Italia greco-europea y V.u mi libro .n realidad hislrtca de eslo quiere liecir.

go, de cotona, nuevo. Y esto es.Don Quijote, no Sancho, quien lo refieren . . . -.i -.; ,/.u ., ::. : . u . La vivencia del,teinpo,~porconsiguiente, |se halla orgA nlcnnrelo articulada con la ..estrucfiiff totn]:^(\p.\- (TTj^te. A esta sazn dijo el Primo:-, Yo no-se, seor; Don Quijote, cmo vuesa merced en. tan.poco espacio.de tiempo como lia estado all abajo haya visto tantas cosas y hablado y respondido tanto. Cunto ha que baj? pregunt Don Quijote. Poco ms de una hoia respondi Sancho. Eso no puede ser replic Don Quijote, porque all me anocheci y amaneci, y torn a anochecer ya amanecer tres i veces; de modo que, a mi cuenta, tres das he estado en i aquellas partes remotas y escoididas a la vista nuestra.)) | Sancho piensa que como todas las cosas que le han sucedido son por encantamiento, quiz lo que a nosotros nos parece una hora debe de parecer all tres das con sus noches (II, 23). 'i. . . i-.-s . .i' ' La diferencia en la estimacin del tiempo, exprs a dQen_^ u parece, se funda en el mismo criterio vital que permite^ sjr? al oEIeto mTFHTlIce sobre Ta'c'a'E'ez del barbero ora': /ryTmo de Mambrino, ora baca de afeitar. Dirase entonces" que todo ello es puro y arbitrario relativismo, o caprichosa"" fantasmagora; pero si fuera as, el Quijote no seria la obra inmortal que es. La vacijacin de este juego de pareceres se vuelve slida finreza, no como realidad lgica,! ^^^s+no cmo valor de existencia qu"e se noa itnp5TrXk_ieali-j , dad del estilo.del Quijote yace en la articulacin vital de s^4J_y|Qs; as creencias . estas o RJTrlH-sac nos liacen aceptables en ir'medida~qire son credas, vividas, puf quienes'T^Ji'rma autntica las enlazan con su existir. Ue igicamente a?Eitrarias, pasan a ser vitalmente vlidas, y las aceptamos no como una farsa y un juego, sino como se acepta todo lo que aparece siendo as como debe ser. Nuestra estima, nuestro goce artstico y, en ltimo trmino, nuestra conviccin, procede de la conviccin, de la integridad de cuantos hablan y viven en esas pginas. F,l fundamento'^ Ya en el Poema del Cid (11-10), el primo de las hijas del Cid amarradas a un rbol, u-otaias por sus maridos y muertas de sed les irae HKUU en el nico r-ccipicnte que poaen: un sombrero nuevo, acabado de comprar en Valencia. . .j^"

de !n ii.vcrdildiL-i3c los tres das pasados por Don Qi'jnffi en la ciicvjL-y de la hora de la espera de Sancho, jiax:_!a f:fnirtnrr[ totnl. birn integrada, de! existir de la Perso-_m,_JT_n2_^^'"JlI.''^'' n"" irtinonf '^QmO 'nO .,nCC_esdadf_V_Jl_p

. rnnxn_ .aiiiLlrnrin rgr;ric]iO. El Quijote es una bella arquitectura, una bien acordada sinfona de evidencias vaLiosa_3^, que valen en . cuanto existen, y existen en cuanto valen, j i El pcraQ,najileir_io_sc__dc3_dobla en una persona que vive su _cxislencia literaria, v quienes~TF7rprggmim"Tni"0'TTVFr i"~3735^-"c~''e^~'?ouTe""lTrm^iJ.ri. De ah la TncaTcuTnble eficacia de! Quijote cuando, durante el Romanticismo, pudo ' surgir la novela irioderna, en la cual los personajes centrales son lo que sean, y son adems una proyeccin potica de s mismos (ci buen ncre Goriot de Balzac es un fabricante de fideos y, una reencarnacin del imprudente y desesperado King L e a r ; el Julicn Sorel, en Le rouge et le noir stendialiano, es el chico del aserradero de maderas y ademis una proyeccin del hroe del Memorial de Santa Elena, etctera). . , , . . . Las_valencias vitales no postulan ninguna conclusin objclivablc (como en Caidern, el delito mayor del hombre es haber nacido... Que toda la vida es sueo, y los sueos sucrlos son)!). Nos hallamos ante una polaridad integrada e-a las fnnuns de existir, iwp^ hacia lo supremo, cada ha cia lo nfimo. Ln tal polaridad se da y realiza este vivir, al nro}Tct!jj^_cii_iMM;Sr}cctivas inagoTaT5tesT~GBTTa7rres~!T~Te enfrent CLon_cl_m'^'^do pico para subjetvarlo en cornTcuIacL., diiTrsin alegre oj^vrixahR^ZJIa. pica y todo" lo oems valen aqu como incitantes dirigidos a amefar^I'arrriente'^"^ polar7n(rn"'T|Trc dTscilTe__cntre'"eT ((cnamoraoo v~e desamora do'TTTt^^a/"'^^ "^ fiT-'m^-Tl'ejoae'^seT escrito con j ra>) los libros c caballeras. Al formularnos esa cuestin enfocamos la obra cervantina desde una categora lgica y racional que no le conviene en modo alguno. La_jirav' 1 zn do Don Ou i i ote se halla exclueivamentc en su voluiv; !j tad do herosmo, en su seorial cortesa y en su bondad [ inagotaLlc, iicch.as cvicntc3~~Tra el miamb pTTTJjgsg^J^g s" ^ existir. El Quijote est^_jxsalardo;;:p2T7TB^ que cTTiombrc crc, sostiene, hace problemticos y difunde con su misma vida. \ . \ , ,\/-

". Pudiera ilustrarse cuanto'antes se ha dicho con un breve examen del tem.a que denominara las burlas veras. Al lanzarse a vagar por las sendas del mundo, el Caballero y su Escudero actan como incitacin para cuantos los contemplan o los tratan; se tornan as materia de burla, de admiracin, de respeto, de piedad, de enojo o de una cu-' riosidad borrosa o indeterminada. Sancho se'refleja en muy ^ v a r i a s formas .al afectar las vidas de su se.ox, Ide. su mujer:. !i?do 6u hija, de Tom Cecial,-de Ricote, de los Duques, c e ' ?" Do.a Rodrguez, del Eclesistico - ^ d e l . mismo modo . quo . : Don Quijote, la nsula, Clavleo, Dorotea, etc.,, producen; en Sancho muy, varias reacciones, y p a r e c e r e s . ' P u e s bien, lo mismo acontece' a las burlas regnciiadas_'jQ_i ci-uelfy, 'tan"\ frecuentes .en e s t e l i b r o ^ sobre todo em'la Segunda Paj^tej en "dofrdFT^utoT^Tvida_2os_TTnl2g.Qrde_l-a-Pr4mer*. Estos ' ^episodro33oeberr~fmIcTTo a la tracHci_n^Jjujlli;,S(l.:iii_ia lite- ; ratura italiana, t a n ^ a m i l i a r para, Cervantes. Pero los temas , italianos de farsa y escepticismo sueien ser unidimtensionales,,' sin que modifiquen su carcter las'glosas moralizantes que , n veces se le superpongan. Las-.situaciones, en .ei Quijote'. son distintas. Nada liax_Q]ij "fsrsa"" que_iaa-jV!Tsodin&j..^ efmeix_gol_erno de SancKo.. Llvanle u n a ' noche a rondar su nsula, a fin de l o g r a r m a t e r i a bufa'con. que henchir-, la ociosa vacuidad del seor Duque.' Mas he' aqu que mientras la ronda se inventa quehaceres ficticios,-surge uno que, no lo es; una linda mozuela se escapa de casa, en compa-na de un hermano, para romper su aburrido encerramien-. to; topan con la ronda, que para eilos no es asunto d e ' , broma, sino muy grave trance. La hermosa doncella confie-'. sa su travesura: quisiera yo ver el mundo, o .a lo m.enos el pueblo donde nac. Haban llegado~ hasta ella palabras incitantes acerca del mundo exterior y desconocido: Cuan-, do oa decir que corran toros y jugaban caas, y se representaban comedias, preguntaba a m.i hermano, que es un ao menor que yo, que me dijese qu cosas eran aqullas, y otras muchas que yo no he visto; l me lo declaraba; por los mejores modos que sabia: pero todo era encenderme ms el deseo de verloii (II, 49). Esta bella audaz, victima del tedio, encierra el germen de una Madamie Bovary. Mas no es eso lo que ahora interesa. El maestresala

del gobernador una oi)aca figura en la comedia bufa de la ronda queda embelesado al contemplar la hermosura de aquella n i a : Habase sentado en el alma del Maestresala la belleza- de k doncella, y lleg otra vez su lantcrna }ara verla de nuevo. La incitada, incita. La noche siguiente fu de insomnio para el pobre Maestresala: la pas sin dormir, ocnjjado el pensamiento Qri el rostro, bro y belleza de la disfrazada doncella (II, 51). Burlas, veras? En ltimo termino, no es tan absurda In idea de que huestes de encantadores andan por ah acechando nuestros menores pasos. Recordemos la descomunal ba]alla entre Don Quijote y el lacayo Tosilos (II, 36), en doilde ste renuncia a la pelea para casarse de veras con la maltrecha hija de Doa Rodrguez. El Duque qued suspenso y colrico en extremo (lo cual tampoco es una broma), mientras la muchacha declara su preferencia por