Ami y Perlita

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Un libro del niño de las estrellas pero en otra aventura con una pequeña llamada Perlita.

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Enrique Barrios

errepar • longseller

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A PADRES Y EDUCADORES

Cuando Enrique Barrios vio que su obra «Ami, el niño de las estrellas», tal vez por el título, o quizás por la portada infantil atraía a los más pequeños, quienes luego se encontraban con la desagradable sorpresa de poder comprender solo en parte esa obra —porque «Ami» no es un libro para niños cronológicamente, sino para niños en el alma, inde-pendientemente de los años vividos— el autor se sintió en deuda con los más pequeños. Anheló poder un día escribir algo para ellos. Un día y de la misma forma súbita en que llegó la inspiración para «Ami», surgió «Ami y Perli-ta». Esta obra procura dejar en el alma de los niños el mismo ideal que nutre toda la producción y toda la vida de Enrique Barrios, esto es, un mundo de paz, en justicia y en amor.

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Capitulo 1

Perlita recorrió feliz el nuevo departamento. Ese mismo día por la mañana unos hombres subieron todos los muebles desde eí viejo departamento del primer piso, al nuevo, del segundo. Copo, el gato blanco de la niña, olfateaba curioso por todos los rincones; desde el salón a la cocina.

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Cuando terminó la tarde y aparecieron las primeras estrellas. Perlita miró por la ventana de su nueva habitación. Ahora el cielo quedaba un piso más cerquita, tal vez por eso le parecía más brillante y luminoso...

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A Perlita le gustaba mucho mirar la estrella más grande del cielo; siempre tenía la esperanza de que se cayese, para recogerla y llevarla en su pecho. Una vez vio una que venia bajando. Dejó una línea luminosa en el cielo nocturno y desapareció de repente. Nunca supo dónde fue a

parar. Buscó la estrella más brillante. Allí estaba, muy

alta. —Me gustaría que se ,

cayese —le dijo a Copo. Este cerró un ojo. Eso

quiere decir «a mí también», en el ioma de los gat

> *>* { id os. Algo muy raro pasó. Tal vez porque Perlita comenzó a vivir más a l to , y se dice que toda persona que comienza a vivir más

alto tiene derecho a pedir un deseo...

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El caso fue que la estrella más brillante del cielo se soltó y fue cayendo despacio hacia la tierra... La niña parpadeó con sorpresa y alegría. Muy azulita y luminosa, venia descendiendo lentamente, como una hojita de un árbol. Copo, en los brazos de Perlita miraba cómo la pequeña luz se acercaba y se acercaba. La brisa cálida de la noche de verano empujó el lucero hacia el edificio en donde vivía la niña con sus padres y su gato. Vino a caer justo en el techo. —¡Qué suerte! —exclamó la niña, abrazando a su compañero—. ¡Vamos a la terraza a buscarla. Copo! La puerta del departamento estaba abierta. Los padres de Perlita se encontraban en el primer piso retirando los últimos objetos para llevarlos a la nueva casa. Subió las escaleras que llegaban hasta el tercer piso, y luego otra más. hasta la puerta de la terraza. Por suerte, estaba abierta.

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Cuando llegó a lo alto, un niño vestido de blanco estaba allí. En el centro del pecho tenia un símbolo dorado: un corazón con alas dentro de un círculo. Ella no conocía a ese niño, pero se notaba en su cara que era bueno. Sonreía alegremente. Copo saltó desde los brazos al piso. Se acercó a él y comenzó a frotar cariñosamente su cuerpo contra las blancas botas del visitante. Copo sabe conocer a las personas. Cuando llega a su casa alguien que no es bueno, él corre a esconderse bajo un sofá. Y cuando llega una persona buena, se le sube a las piernas muy confiado. Jamás lo han ahuyentado, porque las personas buenas no ahuyentan a los gatos buenos...

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—¿Viste caer una estrella por aquí? —preguntó Perlita. mirando hacia todos lados. —¿Te refieres a ésta? —dijo él sonriente, mostrando en su mano la brillante estrella que relucía más que mil luciérnagas.

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Titilaba con centelleos azules, blancos, rojizos y dorados. Era lo más hermoso que había visto jamás en su vida. Copo se levantó un poquito en

dos patas para olfatearla.

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—¡Dámela, por favor; es mía! —exclamó Perlita. —Te la daré —dijo el niño—. pero antes, debo advertirte que tener una estrella como ésta —la más grande del cielo— es algo muy importante. Entre millones y millones de personas, muy pocas tienen una estrella... —Yo quiero tenerla. Dámela, por favor. —Pero debes saber que esta estrella es muy exigente. No puedes tenerla y luego dejarla olvidada por allí. Una vez que aceptas tener una estrella, debes vivir para ella. —No importa —dijo Perlita— . Yo quiero ser la dueña de esa estrella. El niño comenzó a reír. —Nadie puede ser dueño de una estrella; es al revés: las estrellas se hacen dueñas de las personas. Tú sólo puedes elegir tenerla o no tenerla. Una vez que la aceptas, ella guiará tu vida. La niña pareció comprender que el asunto era más delicado de lo que pensaba. Sintió un poco de temor. —¿Quién eres tú? —Soy el encargado de entregar esta clase de estrellas. ¿Sabes cómo se llama este maravilloso lucero?

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—ímeloi Su nombre es undoUnido en Amor».

Si la ceptas, desde ese momento en adelante sólo vivirás paralucha

No. D«M

r por un undo unido en amor. Por eso te dolerán las guerras, la desunión entre las personas y la injusti

si no cia.

En cambio, la aceptas, podrás vivir

más

tranquila..., pero no tendrás la estrella.

Perlita comenzó a dudar. Comprendió que con ese lucero en su pecho, algunas cosas iban a dolerle, y a nadie le gusta el dolor. El niño pareció captar el pensamiento de la pequeña, por eso dijo: —Lo que pasa con esta clase de estrellas, es que todos las encuentran bonitas, pero muy pocos quieren tenerlas... Yo estaba esperanzado contigo. Me gustaría que esta estrella creciera, y sólo puede crecer si alguien la lleva en su pecho. Pero, nadie quiere un poquito de dolor... —¿Dónde vives? —preguntó Perlita. pensando que tal vez era un nuevo vecino del edifico. El se puso a reír. —No me lo vas a creer... Vengo de otro mundo. Apuntó hacia el cielo. —¿En serio? —En serio. —¿Y en qué viniste? —En mi nave espacial. —¿Dónde está tu nave?

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—Ahí. —Señaló hacia un rincón de la terraza, pero allí no había nada. —No la veo. —Es porque la volví invisible. ¿Quieres verla?' —¡Claro!

El niño usaba un cinturón Heno de aparatos parecidos a las radios a pila. Tomó uno de ellos, apretó un botón y

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apareció una gran cosa plateada y brillante de forma ovalada, parada sobre tres patas. —¡Qué bonita es! —expresó Perlita, llena de admiración. Copo fue a olfatear a la nave.

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—¿Cómo te llamas? El niño volvió a reír

—En mi idioma mi nombre es... —A la niña le pareció escuchar unos sonidos semejantes a esto: «shushuishu", porque aquel idioma era todo soplidos, siseos y susurros. Perlita se puso a reír junto al niño de las estrellas. —¡Eso no se entiende! —¿Ves? Te lo dije. Por eso, en este mundo me dicen Ami, porque yo soy un amigo; amigo de todas las personas buenas, pero ni siquiera las personas buenas tienen ganas de hacerse cargo de una estrella como la que yo entrego... —dijo, mostrando la maravillosa luminaria entre sus manos—. Tú la querías desde hace mucho tiempo: ahora ya no estás segura...

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—¿Cómo sabes que la quería? —Es que yo puedo leer los pensamientos...

Perlita se entusiasmó. —A ver. ¿Qué estoy pensando?

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Imaginó al oso de peluche que vio una vez en la vitrina de una juguetería y le dijo «llévame», con

el brillo de sus ojos. —¡Qué bonito oso! —dijo Ami. La niña quedó

maravillada y feliz con los poderes de su nuevo amigo.

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—¿Cuántos años tienes. Ami?' —¿Cuántos me calculas? —Bueno. Unos... ¿ocho? —Entonces tengo ocho años —dijo, riendo. —Yo tengo cinco, pero voy a cumplir seis. —Entonces trataré de venir a tu cumpleaños. —¡Qué bueno! Pero no necesitas venir con un disfraz como ése... Ami rió al ver que Perlita confundía su vestimenta con un disfraz. —Esto no es un disfraz; es mi traje espacial. La niña se puso un dedito en la boca y preguntó: —¿Y qué significa ese dibujo en tu pecho?

—El mundo unido en Amor —respondió Ami

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sonriendo—. Igual que esta estrella... Nuevamente la puso frente a sus ojos para que ella la deseara más. —Pobre estrellita; nadie la quiere... Perlita sintió que él tenia razón. Le dio pena verla sola y triste, sin encontrar un corazón donde vivir y crecer.

—Yo sí la quiero —dijo, muy decidida. Ami comenzó a reír, mientras le acariciaba el pelo. — Sé que la quieres, siempre la has querido. Toma.

Aquí está.

La puso entre sus pequeñas manos. —Llévala en tu pecho. Allí vivirá para siempre. Perlita estaba emocionada con la maravillosa estrella entre sus manos; producía un suave calor.

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La puso en su pecho.

Sintió algo muy. agradable.

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Copo saltó a sus brazos, olfateó la estrella y la acarició con su nariz y los bigotes. —Entonces —dijo Perlita—, ¿ahora es mía? Ami rió.

—Ya te dije que las personas no pueden ser dueñas de las estrellas. Ahora, tú eres de ella. Copo pasó a los brazos de

Ami. Este comenzó a acariciarlo, mientras el gato vestido de blanco ^ -------- —•-..

—igual que el niño de otro mundo— ronroneaba encantado. —¡Perlita. Perlita! Se escuchó la voz de la madre. Ami advirtió:

—Es tu mamá; viene hacia acá. ¡Mamá, mamá! —gritó contenta la niña—. Ven a conocer a mi amiguito.

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La señora apareció en la terraza. —¡Dónde estabas, hijita. Me preocupaste tanto...! Perlita tomó a su madre de la falda, llevándola hacia Ami. —Mira, mamá. El es Ami. —Apuntó hacia el lugar en donde estaba su amigo, pero al mirar, ya no había nadie allí, excepto Copo. Ella no supo qué pasó. —¡Ami, Ami! —comenzó a llamar.

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El gato volvió a sus brazos. —¿A quién llamas, hijita? —A Ami. Estaba aquí, y también su nave espacial. Me regaló esta estrella que se cayó del cielo. Mira, mamá. —Señaló hacia su pecho. Allí brillaba resplandeciente el lucero más grande del firmamento. —¿Cuál estrella, hija? —Esta. Mira cómo brilla... —No veo ninguna estrella, hijita... —¿Cómo que no la ves? Es enorme. Tómala. Intentó sacarla de su pecho; pero no pudo hacerlo...

—Mejor vamos abajo. Los niños siempre imaginan cosas...

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—Antes quisiera despedirme de Ami. Miró hacia todos lados. —Parece que se fue. —¿Quién es Ami, hija? —Un niño de otro mundo. Copo lo conoció. ¿Verdad Copo? —El gato movió una oreja, diciendo «sí», pero como los adultos no comprenden el idioma de los gatos ni ven las estrellas que brillan en el pecho, la madre de Perlita pensó que su hija estaba imaginando historias... —Vamos a casa. No quiero que vuelvas a salir sola. —No salí sola. —¿Con quién, entonces? —La señora pareció preocuparse. —Con Copo... —Quise decir que no salgas sin otra persona. —¿Copo no es una persona? —preguntó Perlita. —No. Las personas piensan y hablan. —Entonces Copo es una persona, porque piensa y habla. —Vamos, vamos abajo —dijo impaciente la mamá. —Esperemos un poco. Ami puede volver. ¿Verdad. Copo? El gato levantó la cola y se relamió. Eso quiere decir «sí, pero no todavía». La niña, muy triste, se resignó a volver a casa.

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Echó un último vistazo a las estrellas. Una lucecita se movía en lo alto, como diciendo «hasta

pronto». —¡Mira, mira. Allá está Ami! —exclamó feliz Perlita. El gato miró hacia el cielo y movió tres bigotes del lado derecho. Eso quiere decir «hasta pronto». Su mirada brillaba con cariño.

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Cuando la madre miró, en ese instante desapareció la lucecita del cielo.

-Tienes demasiada imaginación, hija. Eso me preocupa. Vamos.

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Capitulo 2

-Parece que este nuevo departamento le ha hecho mal a Perlita —dijo el padre de la niña, sentado en un sofá del salón, mientras leía el periódico del domingo.

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Copo, que estaba acurrucado en el marco de la ventana mirando hacia la calle, sacó y entró la ; lengua rápidamente. Eso significa «cuando Ami 1 vuelva, se le pasará», pero como los mayores no se fijan atentamente en los gatos, creen que no

piensan ni hablan... Creo que hay que llevarla al psicólogo —dijo la

madre, tejiendo en el otro sofá, frente a su esposo. Copo echó una oreja hacia atrás, preguntando «¿qué significa psicólogo?», pero

nadie le respondió...

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La niña no quería salir de la habitacipn

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Se pasaba los días dibujando este tipo de cosas:

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Un día llevaron a Perlita a visitar a un señor que hacía muchas preguntas y que trató de hacerse amigo de ella. Examinó sus dibujos y le pidió que le contase la historia vivida en la terraza. Dijo que él también quería conocer a Ami. La niña quiso probarlo. Le preguntó sí le gustaba la estrella de su pecho, porque nadie la veía, excepto Copo. —Oh. Sí. ¡Qué estrella tan bonita! —dijo el señor—. ¿De dónde la sacaste? —Me la regaló Ami. —Entonces Ami es todo un campeón. —Claro. Puede adivinar los pensamientos; hace desaparecer su nave espacial... —Los campeones podemos hacer cosas muy bonitas. Yo tengo unos caramelos mágicos. Mira. —Sacó un dulce del bolsillo, lo puso en una mesita. lo tomó en su mano, la abrió y... ¡el caramelo no estaba! —¡Igual que Ami y su nave! —exclamó Perlita maravillada. Decidió contarle toda la historia,sin olvidar sus conversaciones con el gato. Lo bueno fue que el señor le creyó todo. —Mi papá dice que las estrellas son soles; que no cabría una estrella en mí pecho... —Tu papá está equivocado —dijo el señor—. Esta clase de estrellas sí caben en el pecho.

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—¿Y cómo lo sabe? —Porque he visto a muchos niños que, igual que tú, tienen una estrella como ésta. —¿En serio? —Perlita se puso contenta al saber que muchos otros niños habían aceptado tener una estrella. —¿Cómo se llama? —preguntó el señor mirando el lucero de su pecho. —Se llama Mundo Unido en Amor. —Entonces, cuando crezca será como un sol...; el más grande, Perlita, pero no te pongas triste si algunas personas no son capaces de verla. Después le aconsejó que no pensara tanto en Anii; que él volvería; que no se preocupara; que cuando entrara al colegio tendría otras cosas en que ocuparse, y faltaba además muy poco para el comienzo de las clases. Ella dijo que no quería ir al colegio. —Ahora no quieres, porque no has ido nunca a la escuela, pero cuando la conozcas te gustará. Hay otras niñas y niños; juegan, aprenden, se divierten... Ella no quedó muy convencida. Luego el papá y el señor fueron a conversar en una sala que estaba al lado, pero como la puerta quedó un poco abierta, Perlita pudo escuchar que el señor dijo cosas que dejaron un poco más tranquilo a su papá.

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Cuando se despidieron, el señor le regaló unos caramelos mágicos. En el viaje de vuelta a casa se los comió todos y se olvidó de tratar de hacerlos

desaparecer...

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Capítulo 3

Pronto Perlita volvió a vivir normalmente; se había olvidado un poco de la extraña historia vivida en la terraza del edificio. Ya no hacía dibujos encerrada en su habitación ni preguntaba tantas cosas acerca de estrellas y naves espaciales. Es cierto que todavía brillaba en su pecho un hermoso resplandor, pero se había acostumbrado a él. Una noche, mirando la televisión junto a sus padres, vio las noticias. Escuchó una palabra que le pareció horrible: guerra. Unos hombres vestidos de verde oliva disparaban cañones y ametralladoras contra otros hombres. Sintió un dolorcito en el pecho. Hubiera preferido verlos contentos, cantando y riendo.

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Corrió hacia su cama. Una lágrima brillante rodó por su mejilla y fue a caer en la almohada. Perlita la miró; parecía una pequeña chispa encendida. La tomó entre sus dedos; era tibia y redonda.

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Comenzó a jugar con ella como sí fuese una bolita de luz.

—¿Qué te pasó, hija? —preguntó su madre al entrar en el cuarto. Perlita había olvidado la pena que le produjo aquella guerra de la televisión. —Mira, mamá. —Le mostró la encendida lágrima entre sus dedos—. Es una lágrima; brilla como una estrellita. ¿No la ves? — Parece que ya comenzaste otra vez con tus historias... Pronto será tu cumpleaños, Perlita. ¿Qué te gustaría recibir como regalo? La niña recordó al oso de peluche que le guiñó un ojo desde la vidriera, pero también recordó a Ami. —Antes quería un oso de peluche, pero ahora prefiero que me dejen ir a la terraza, en la

nochecita... —Está bien. Yo te llevaré el día de tu cumpleaños.

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Copo venía entrando a la habitación y escuchó el diálogo. Movió una pata diciendo «tienes que ir tú sola; Ami se esconde de los mayores». —Tengo que estar sola, mamá, o si no, Ami se va a esconder. —Está bien, pero no te acerques a las barandas. El padre de la niña escuchaba en la puerta. —No te preocupes —le dijo a la mamá—. Ella no alcanzaría a subirse. No hay ningún peligro. —Muy bien, pero sólo media hora. ¿Está bien así? La niña miró al gato, preguntándole ¿cuánto es media hora? Copo movió cinco bigotes del lado izquierdo. Eso significa «suficiente tiempo»'. Perlita quedó muy feliz. Esa noche durmió contenta como un angelito.

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Llegó por fin el día de su cumpleaños. Cuando despertó aquella mañana, un maravilloso y suave oso de peluche dormía junto a ella.

—¡Viva! —exclamó, pero mentalmente, para no despertar al osito; sin embargo, éste abrió los ojos. Miró a la niña, sonrió. Se abrazaron tiernamente. Dijo que se llamaba Pompi, y que estaba muy contento en esa casa. Hablaba haciendo brillar sus ojitos de vidrio. —Yo siempre pensaba en ti —dijo el osito—; desde que te vi detrás de la vitrina en donde me tenían. —Yo también pensaba en ti —contó Perlita.

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Pompi la felicitó por sus seis anos. Copo, que dormía a los pies de la cama, abrió los ojos. Se puso un poquito celoso, por eso, saltó a la ventana y se sentó a mirar hacia otro lado. La mañana

estaba luminosa y cálida.

Entró la mamá trayendo una bandeja con una taza de chocolate con leche y galletas. Abrazó a su hija y le deseó un feliz cumpleaños. Claro que sería feliz. Ya estaba muy dichosa con Pompi, con el chocolate y las galletas. Además. esa tarde vendrían sus primos y amiguitos; habría una fiesta, y sobre todo, después podría subir a la terraza ¡a conversar con Ami!

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Capítulo 4

ÍEsa tarde fue de alegría y regalos. Los invitados corrían por todo el departamento haciendo sonar cornetas y jugando con globos y serpentinas. Perlita no quería soltar a Copo, que luchaba por ir a esconderse (no le gustan el bullicio ni el ) desorden). Tampoco se desprendía de Pompi. Llegó la noche. La mayoría de los invitados se había ido, pero algunas personas mayores se quedaron conversando. Perlita pidió a su mamá

que la llevase a la

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Muy pronto los cuatro subían las escaleras: la mamá, la niña. Copo y Pompi. —Recuerda: sólo media hora. Yo vendré a buscarte. —La señora se fue. Los tres quedaron mirando hacia el cielo esperanzados. No había pasado un minuto cuando vieron una luz azul que venía bajando derechito hacia ellos. Perlita comenzó a saltar de contenta. —¡Allá viene Ami! ¡Allá viene Ami! La luz se fue agrandando, agrandando,

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hasta que aterrizó cerca de ellos.

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Se abrió una puerta de arriba hacia abajo. Por el lado de adentro era una escalera. Apareció Ami.

Bajó corriendo y los abrazó a todos.

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—¡Feliz cumpleaños, Perlita! Mira lo que te traje de regalo. —En su mano tenía un espejito redondo y delgado, que por el lado de atrás estaba decorado con estrellas, cometas, lunas y soles.

—¡Un espejo! ¡Qué bonito! —exclamo la niña contenta.

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Copo olfateó el regalo y movió una pata de atrás, diciendo «ese no es un espejo común y corriente».

—Tienes razón. Copo —dijo Ami. —Este espejo es un teléfono. Perlita, cuando tú pongas tu dedito pulgar sobre el vidrio sonará mi teléfono, y si yo no estoy ocupado responderé y podremos conversar. Además, tú verás mi rostro en el espejo, y yo veré el tuyo en otro que tengo siempre conmigo: éste. Mostró un espejo muy parecido al de ella. —¡Entonces podré conversar siempre contigo!

—exclamó feliz. —Mejor que por teléfono —dijo riendo Ami.

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—Yo también tengo un regalo para ti, Ami. —¿Qué será? ¿Qué será? —preguntó él, simulando no saberlo, pero como podía leer el pensamiento, conocía muy bien de qué regalo hablaba Perlita. —¡Mira!

Mostró la brillante lágrima que guardaba en un bolsillo.

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Ami la tomó en su mano y preguntó: —¿Sabes qué es esto, Perlita?

—Sí. Una lágrima. —Tienes razón, pero ésta es una lágrima de estrella. Fue la estrella de tu pecho la que lloró dentro de ti... Debes guardar este tipo de lágrimas. Cuando encuentres a una persona que quiera llevarla en su pecho, igual que tú llevas un lucero, se la regalarás. Después crecerá y será una estrella como la tuya. —Entonces, si esa persona llora —dijo Perlita —también le saldrán lágrimas de estrella... —Tienes razón. Así, poco a poco las estrellas se transformarán en inmensos soles —explicó Amí—. Por eso, si alguien no ama a cierta clase de estrellas, no debe hacer sufrir a quien la lleve en su pecho, porque si llora, cada una de esas lágrimas se transforma en otra estrella de la

misma clase...

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Copo se Interesó más en ir a conocer la nave, que había quedado con la escalera puesta y la puerta abierta. —¡Mira. Ami: Copo entró a tu nave!

—Entremos también nosotros. Podemos ir a dar una vuelta. —dijo Ami. —¿De verdad? —preguntó Perlita, casi sin creer. Ami respondió que sí. —¡Vamos entonces!

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-La niña corrió hacia la nave. Subió la escalera. Encontró una salita alfombrada, con el techo

muy bajo.

Más allá vio otra sala rodeada por ventanas, con tres sillones y muchos aparatos como de televisión. Copo estaba sentado en el sillón central, jugando a manejar naves espaciales...

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En una de las pantallas se veía el salón de la casa de Perlita. Allí estaban sus padres conversando y riendo con sus amigos.

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—Así podremos ver cuando vengan a buscarte —explicó Ami—, y volveremos inmediatamente. Perlita estaba fascinada. —¡Mamá, papal —llamó hacía la pantalla, pero sus padres no podían escucharla. Ami se reía mucho.

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~ -¿Dónde quieres ir? —preguntó el niño de las estrellas.

Copo movió la cabeza diciendo «al planeta Venus», pero nadie le hizo caso. —¡A lo alto de esa montaña! —exclamó la pequeña, mirando por la ventana la inmensa cordillera que había junto a esa ciudad. —Entonces, vamos allá. Miren hacia afuera.

No sintieron ningún movimiento, pero allá abajo las luces de la calle se fueron haciendo más y más pequeñitas. mientras frente a ellos la montaña se agrandaba cada vez más. —¡Esto es muy lindo! —Perlita estaba encantada. Copo, subido en un hombro de ella contemplaba el panorama muy interesado. Los ojitos de Pompi

brillaban de alegría.

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Pronto llegaron al punto más alto de la montaña. La nave quedó detenida en el aire. Desde allí podían ver toda la ciudad iluminada con millones de luces. Era un espectáculo fantástico.

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—¡Qué hermoso! —dijeron Perlita. Pompi y Copo, cada uno en su idioma. Ami les mostró dónde quedaba la casa de ellos. —Está por ahí; perdida entre las luces de aquella zona.

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Mientras contemplaban la ciudad, fue pasando el tiempo. De pronto Ami se fijó en la pantalla: la mamá de Perlita iba a salir del departamento en busca de la niña, pero ella no estaba en la terraza, sino en lo alto de la cordillera... Ami corrió a sentarse en su sillón. Movió algunos botones y en menos de tres segundos estuvieron sobre la terraza. Copo pestañeó, diciendo «esto es más rápido que un ratón». La mamá de Perlita comenzaba a subir la escalera. Ellos se despidieron rápidamente. Antes de salir, la niña observó una mancha de humedad en un rincón de la alfombra. Miró un poco enojada a Copo y le dijo:

—¡Eso no se hace! Copo, con vergüenza, agachó las orejas para decir

«es que no encontré mi cajita con aserrín»... Ami rió. Dijo que no se preocuparan. Bajaron por la escalera. Cuando miraron para atrás, la nave ya no se veía. La madre de la niña acababa de llegar.

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—¿Vino Ami, hijita?

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—Sí. mamá. Nos llevó en su nave hasta lo alto de la cordillera; allá —apuntó hada la montaña—.Se veía toda la ciudad. Fue algo muy lindo.

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—Me regaló este espejito. ¡Mira! —La señora examinó el objeto. —¿Dónde encontraste esto? —Me lo regaló Ami; es un teléfono... —Te lo regaló seguramente alguno de tus primitos en el cumpleaños. Vamos abajo, hijíta... ¡ Qué imaginación!

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Capitulo 5

Pocos días después de su cumpleaños la mamá le compró un uniforme azul, una blusa blanca, cuadernos, lápices de colores y todo eso. Perlita no estaba nada entusiasmada con esas compras; todo aquello quería decir una palabra que no le

gustaba: escuela.

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Una tarde, después de almorzar, vestida con ese traje azul la llevaron de la mano a un lugar lleno de niñas y niños vestidos con uniformes. Algunos de los más pequeñitos lloraban. Perlita era una de ésos. Esta vez sus lágrimas no eran de luz, sino de simple agua, como las lágrimas comunes y corrientes... Algunas señoras trataron de consolarla, pero ella estaba decidida a no entrar a ese edificio tan lleno de amenazas; a no quedarse sola, sin su mamá. Mientras más trataban de llevarla dentro de la escuela, Perlita más gritaba y pataleaba. Un poco más tarde volvieron a casa. La mamá hablaba y hablaba: —¡Qué vergüenza me hiciste pasar! Todos los niños entraron a clase, menos tú. Pero mañana sí que te quedarás; tu papá te traerá. La niña supo que la escuela era como la sopa de pescado: tarde o temprano habría que tomarla: pero le daba mucho miedo quedarse sola entre personas desconocidas... , ¡tal vez para siempre

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Esa noche, en su cama se acordó de Ami y del espejito mágico. Lo había olvidado entre los regalos que recibió para su cumpleaños. Lo

buscó; estaba en el fondo de una caja con juguetes viejos y nuevos.

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Nerviosamente puso el dedito gordo en el vidrio.

Copo y Pompi miraban con curiosidad. Se escuchó un sonido extraño; el cristal se puso luminoso, como una pantalla de televisión y apareció el sonriente rostro de Ami.

Copo movió tres veces la oreja. Eso quiere decir «hola, Amí». Pompi hizo brillar su ojito y^ derecho, diciendo ^- también «hola, Ami». Perlita dijo «hola, Ami». —Hola, amíguitos otro mundo—. ¿Por qué no

me llamaste antes? —No sé —dijo la niña—; me olvidé,

pero ahora te llamo porque quieren hacerme algo muy malo.

—respondí

¡Tienes que ayudarme! Ami sonrió divertido, pero ella no se dio cuenta. —¿Qué maldad quieren hacerte? ¿Pegarte acaso? —No. Mucho peor que eso: ¡me quieren llevar a la escuela! Ami pensó un momento y después dijo; —Perlita, tendremos que hacer algo urgente. Tus padres ya están en cama. Levántate, camina en silencio hasta la puerta. Yo estaré esperando allí. Después iremos a mi nave para dar un paseo. Quiero mostrarte algunas cosas que te van a ayudar. —La luz del espejo se apagó.

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La niña hizo como Ami le indicó. Salió de la habitación, la puerta del departamento estaba abierta. El niño de las estrellas la esperaba allí, le sonrío al verla, pero con el índice en la boca le pidió que guardara silencio. Con Pompi en un brazo y Copo en el otro, siguió a su amigo por las escaleras. Una vez en la terraza pudo ver la nave plateada brillando a la luz de la luna.

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" O— -Vengan, vengan -apuraba Ami.

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Cuando estuvieron en la sala de comandos, Copo miró hacia un rincón de la alfombra: la mancha había desaparecido. «Menos mal» pensó el gato. Ami se instaló en el sillón central, diciendo:

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—Aquí es de noche, pero en otros lugares del mundo es de mañana. En muchos países los niños están yendo hacia sus escuelas. Vamos a

visitarlos. Perlita, Copo y Pompi miraron por la ventana.

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En menos de un segundo estuvieron a miles de metros por sobre la ciudad. Luego la nave aceleró, pasó por encima de las montañas y a una velocidad increíble se alejó de ellas. El cielo comenzó a aclararse. Pronto los rayos del sol anunciaron que iba a amanecer. Unos segundos más tarde el sol se levantaba sobre el mar. Copo movió las orejas diciendo «definitivamente, esto es más rápido que un ratón». A Perlita le parecía una película. Sus ojitos maravillados no se

perdían ningún detalle. Comenzaron a descender sobre un continente muy verde. Allá abajo, sobre un camino polvoriento, unos niños de piel muy oscura avanzaban sonrientes, llevando pequeños bultos bajo el brazo o en la espalda: iban a la escuela.

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—Estos niños deben caminar varios kilómetros para llegar a clase; pero lo hacen todos los días, y no lloran. Míralos, Perlita. Observa ese otro camino. Allá también van a sus escuelas muchos niños. Perlita vio algunos pequeños, tan chiquitos como ella misma, yendo a clase. La nave se detuvo sobre una escuela de campo. Los niños llegaban desde muchos rincones. Todo era alegría. Jugaban y reían, mostrando sus dientes muy blancos. —¿Por qué nadie nos mira? —preguntó. —Porque ahora la nave está invisible— respondió Ami. «Con ese sistema» —pensó Copo— «yo podría pasar al lado de los perros, les sacaría la lengua y no me verían... Interesante». —Este lugar se llama África. Ahora iremos un poco más al norte; a los países árabes. La verde selva quedó atrás. Apareció un desierto. A la orilla de un gran río divisaron varios poblados. También por aquellos caminos muy calurosos muchos niños iban a clase. Ninguno de ellos parecía estar triste; al contrario: caminaban contentos.

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—¿Te gustan las guerras, Perlita? —preguntó Ami. —¡Claro que no! —respondió la niña. —¿Sabes quién tiene la culpa de todas las guerras? —volvió a preguntar. Perlita contestó que no. Copo mostró un colmillo. Eso quiere decir «los

perros». —¿Quién tiene la culpa de las guerras? —quiso saber la niña.

—La ignorancia —respondió Ami. —¿La ignorancia?

-Sí. La ignorancia es la culpable de las guerras. Los hombres ignoran que si vivieran con Amor, los problemas se solucionarían fácilmente y no necesitarían hacer guerras.

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Perlita quedó pensativa. Después preguntó: —¿Y eso lo enseñan en la escuela? —Bueno, no mucho; no lo suficiente. Por eso hacen falta muchas personas que escriban libros que enseñen esas cosas. Así. muchos niños los leerán y cuando crezcan sabrán que no es necesario hacer guerras. —A mí me gustaría escribir libros que digan que el mundo debe vivir unido en Amor —dijo Perlita. —¿Y eso, cómo lo sabes? —preguntó Ami riendo. —No sé... —Es tu estrella quien te lo dice. Ella quiere que tú hagas todo lo que sea posible por que haya paz en el mundo. Está muy bien que quieras escribir libros, pero si no vas a la escuela, no podrás hacerlo. —¿Por qué, Ami? —Porque no sabes leer ni escribir, y eso se aprende en la escuela. —Ya lo sabía —dijo molesta la pequeña—; la sopa de pescado y la escuela no pueden evitarse... Ami, Copo y Pompi se pusieron a reír. Un poco después, Ami dijo: —Perlita, mira cómo juegan contentos esos niños. En las escuelas no hay nada malo. Vamos a mirar lo que pasa con los niños de Europa.

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Ami apretó unos botones del tablero frente a su sillón y la nave partió a una velocidad tremenda rumbo al norte.

Apareció un mar no muy ancho: el Mediterráneo.

después unas islas.

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El vehículo comenzó a pasar lentamente y a poca altura sobre aquellas islas. También allí muchos niños caminaban hacia la escuela. Asi. poco a poco fueron avanzando por sobre mil pueblos y ciudades. En todas partes el espectáculo era el mismo: niños transitando caminos, subiendo colinas, atravesando ríos. Todos iban a estudiar.

Cuando pasaban por sobre frías tierras que estaban en invierno, Perlita vio que los estudiantes no se detenían por el frío, por la nieve ni por la lluvia.

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Ella quiso saber qué pasaba dentro de una escuela. Ami hizo funcionar una pantalla. Apareció el interior de una sala. Allí algunos niños y niñas dibujaban, otros recortaban figuritas de papel y las pegaban sobre cartulina.

Perlita sonrió contenta.

—¿Es eso lo que hacen en las escuelas? —Eso —dijo Ami. —También cantan, aprenden las letras, los números; después

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pueden leer revistas, cuentos. Mira. —Sintonizó otra sala de la escuela.

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Allí, unos niños más grandes miraban a su profesora que dibujaba en el pizarrón las partes de una flor. Eso le interesó a Perlita. —Me gustan las flores —dijo—. Quisiera saber qué tienen por dentro...

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—Todo eso se aprende en la escuela, Perlita. Se aprende acerca de países, otros pueblos,

animales, estrellas... —¡Acerca de las estrellas! —exclamó la pequeña

muy entusiasmada. —Claro —dijo Ami—, acerca de las estrellas, la

paz y el Amor... —¡Entonces yo quiero ir a la escuela! —¡Bravo! —dijeron los otros tres, cada uno en su idioma. Después hicieron una ronda y se pusieron a cantar, llenos de alegría. Regresaron rápidamente al edificio donde vivía Perlita. Ami prometió volver muy pronto, cuando ella estuviese en el colegio. —Entonces iremos a conocer otros mundos del universo; en los que ya no se hacen guerras. Allá todos viven con Amor —dijo Ami. —Me gustaría vivir en un mundo así —suspiró Perlita. —Y puedes hacerlo, pero no en otro mundo, sino en éste mismo —explicó Ami. Copo arrugó la nariz, eso quiere decir «parece que Ami está loco; no sabe que aquí hay poco amor». Pompi hizo brillar tres veces su ojito izquierdo; eso quiere decir «déjalo hablar. Copo».

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—Para que este mundo cambie —continuó diciendo Ami —es necesario que muchos traba-jen por la paz y la unión; que ayuden a que se sepa que el Amor es lo más importante del uni-verso. Cuando todos sepan eso, ya no habrá guerras nunca más...

—Entonces yo trabajaré en eso cuando sea grande —dijo la niña. —¡Qué bueno, Perlita! —exclamó Ami—. Pero antes debes ir a la escuela. —¡Y lo haré contenta!

Ami acompañó a sus amiguitos hasta la puerta del departamento. Se despidieron con un abrazo lleno de cariño.

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Perlita volvió a su cama. Se acostaron los tres.

Ahora Copo se había hecho muy amigo del osito Pompi, y ya no sentía celos.

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AI otro día, la niña esperaba con impaciencia la hora de ir a la escuela. —¡Qué contenta estoy! —dijo la mamá—. Perlita ya no tiene miedo de ir a clase. ¡Qué bueno!

—¿Qué fue lo que te hizo cambiar? —preguntó el Papá. —Un paseo que hice anoche en la nave

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de Ami. ¿Verdad, Copo?—.

El gato movió una oreja diciendo «sí», pero como los mayores no comprenden el idioma de los gatos ni ven las estrellas que brillan en el pecho, el padre de Perlita pensó que su hija otra vez estaba imaginando historias...

Fin

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